lunes, 20 de agosto de 2018

GETULIO VARGAS: HISTORIAS DE SU OCASO (II)


Getulio Vargas: Historias de su ocaso (II)

Por Federico Bello Landrove

     Concluyo mi amplia serie de historias sobre Getulio Vargas y su tiempo con dos trilogías referentes a la última década de su vida (1945-1954). En esta segunda entrega pasaré revista a las relaciones entre Brasil y Estados Unidos en esa época; aludiré a la conflictiva aproximación de Perón a Vargas; finalmente, recordaré la historia y la leyenda de Virginia Lane como amante del Presidente. La base fáctica de los relatos es la fascinante biografía Getúlio, del historiador y periodista Lira Neto[1].  





1.      Vargas y los Estados Unidos


     En su primera etapa como máximo mandatario del Brasil (1930-1945), Getúlio tuvo la oportunidad de comprender las ventajas y los peligros que suponían para su régimen las relaciones con los Estados Unidos. De entrada, siendo dictador, nacionalista y proclive a los obreros, no estaba en buena posición ante la opinión pública norteamericana. Pero lo que hizo aumentar la tensión hasta límites alarmantes fueron las indudables afinidades y la cooperación del Brasil de anteguerra con las Potencias nazi-fascistas. Felizmente para Getúlio, su reacción hostil a ellas tras el golpe de estado integralista (1938) y la inmisericorde guerra submarina que llevaría a cabo Alemania, favoreció la tolerancia de Roosevelt, llegándose a la firma (marzo de 1939) de un tratado de cooperación mutua y asistencia económica que, a cambio de privilegiar a Brasil en financiación y tecnología industrial, aseguraba a los Estados Unidos la provisión de materias primas de utilidad estratégica. De todos modos, no se superó el riesgo de intervención armada estadounidense en Brasil hasta que Vargas declaró la guerra a Alemania e Italia (agosto de 1942) y ofreció amplias facilidades militares a los americanos en el nordeste del país. Posteriormente, vendría la modesta intervención de Brasil en la Guerra Mundial, al nivel de una división de infantería y un grupo de aviación (noviembre de 1943), que solo podrían entrar en fuego a mediados del año 1944. La mejor demostración aparente de que las relaciones de Brasil y los Estados Unidos habían superado el riesgo de enfrentamiento fue la visita del Presidente Roosevelt a Natal (Rio Grande do Norte) a finales de enero de 1943, en la que se consolidó el establecimiento de bases americanas en territorio brasileño mientras durase la guerra, así como la construcción de la joya de Vargas, la siderúrgica de Volta Redonda (RJ), la mayor de toda la América latina, mascarón de proa de la deseada y necesaria industrialización del país[2].
     Al mismo tiempo que mejoraban notablemente las relaciones entre ambos países, también lo hicieron las personales. Vargas admiraba sinceramente a Roosevelt, a quien consideraba, un tanto superficialmente, como un afín por su manera socializante de entender la política -naturalmente, no entraba a considerar las diferencias entre un dictador y un presidente democrático-. Seguramente había contribuido a dárselo a conocer con mayor profundidad su hija Alzira, que hablaba perfectamente el idioma inglés y llevaba tres años viviendo en los Estados Unidos. Es probable que Roosevelt matizara también sus prejuicios hacia Getúlio como dictador filo-fascista. En cualquier caso, la guerra acabó, Roosevelt falleció en abril de 1945 y, seis meses después, caía Vargas mediante un golpe de estado militar que, en pura teoría, no hacía sino adelantar su cese en unos meses. Una nueva etapa comenzaba, que también me es preciso esquematizar, para entender el periodo que luego vendría, el que me interesa a efectos de este ensayo.
     La nueva etapa estaría encabezada por los Presidentes Truman, de los Estados Unidos, y Dutra, del Brasil. Pero, más allá de personalismos, los nuevos tiempos pasaban a estar determinados por políticas y circunstancias nuevas: 1ª. Internacionalmente, por la llamada Guerra fría, que haría de la lucha contra el comunismo y sus secuaces la principal línea estratégica norteamericana. 2ª. En la política exterior estadounidense, por el cierre del grifo del dinero fácil, de las subvenciones, de las ayudas a fondo perdido, que solo se respetaría en Europa (Plan Marshall), pero azotaría sin piedad a la América latina. 3ª. En Brasil, por una severa estanflación, apenas combatida con políticas liberales y de apertura ilimitada al capital extranjero, procurando minimizar el llamado coste Brasil, derivado de los importantes derechos reconocidos a los trabajadores industriales por la Consolidación de las Leyes de Trabajo (1943) varguista. 4ª. En el propio País brasileño, por el abandono de las inversiones modernizadoras en el Ejército -cuyas dimensiones, por otra parte, habían sido muy aumentadas durante la guerra-, así como por una evidente caída de los ideales nacionalistas, tanto en las Fuerzas Armadas, como entre los trabajadores (escasa implantación del nuevo Partido de los Trabajadores del Brasil, heredero y soporte del viejo laborismo de Vargas).
     Pues bien, con este nuevo cúmulo de circunstancias es con el que se tropieza Getúlio, cuando regresa a la Presidencia el 31 de enero de 1951. Veamos cómo influyó en las relaciones entre Brasil y Estados Unidos y cómo trató de dirigir Vargas la situación durante su mandato, concluido abruptamente en agosto de 1954, año y medio antes de lo previsto.

***

     Al volver a la Presidencia, Vargas halló ya firmado por el gobierno Dutra, poco tiempo antes, un Tratado de asistencia técnica, que suponía, por parte de Brasil, el compromiso de mantener el suministro asegurado de minerales estratégicos (en especial, de manganeso y uranio) y, del lado norteamericano, la financiación con préstamos blandos[3] para ejecutar un amplio plan de industrialización. De haberse llevado a cabo en su integridad, Brasil habría pasado a medio plazo, de país meramente exportador de materias primas, a lograr una razonable independencia industrial[4].  No obstante, en una entrevista habida con motivo de su asistencia a la toma de posesión de Vargas, el representante oficial del Presidente Truman en la ceremonia, Nelson D. Rockefeller[5], hizo famosa ante la prensa brasileña la metáfora de que antes era la gallina que los huevos; lo que significaba sin rebozo que, si Brasil quería la ayuda americana, tendría que llegar a un previo acuerdo con los Estados Unidos en las cuestiones estratégicas esenciales. Vargas captó el mensaje y se apresuró -no sin críticas de sus partidarios- a preparar un programa de atractivos para el capital privado extranjero, incluyendo la protección cambial y tributaria. Pero, antes de que la iniciativa surtiera efectos, las exigencias norteamericanas tomaron un sesgo sorprendente.


     En la reunión de Cancilleres Americanos celebrada en Washington en abril de 1951, el Presidente Truman entregó al Ministro Neves da Fontoura un mensaje para Getúlio Vargas en el que, sin ambages ni circunloquios, lo llamaba a involucrarse con tropas de su país en la Guerra de Corea, enviando los efectivos de una división. El Secretario General de la ONU, Trygve Lie, apoyó la petición. A mi criterio, no se trataba tanto de conseguir una división más para combatir, cuanto de dar ejemplo a otros países latinoamericanos, pues solo Colombia se había involucrado plenamente en el conflicto[6]. Tal vez Vargas viera en la petición de ayuda militar una especie de punta de iceberg, o temiera una reacción desatentada de los militares o de los ciudadanos a los que tocase ir a luchar al otro extremo del mundo. El caso es que Getúlio convocó una reunión del Consejo de Seguridad Nacional (30 de junio de 1951), en la que todos los mandos militares -encabezados por Góes Monteiro- y los ministros económicos desaconsejaron absolutamente la respuesta positiva, ante la falta de preparación y de medios. El Ministro de Marina, no obstante, mostró su preocupación por la reacción previsible de los Estados Unidos, cortando la ayuda económica y militar. Getúlio zanjó el problema a su modo: que los Estados Unidos entregasen primero la ayuda suficiente y luego podrían exigir su buen empleo. Como indica jocosamente Lira Neto, estaba visto que para Vargas primero habrían de ser los huevos, para que de ellos naciesen luego las gallinas[7].
     Fue Góes el encargado de exponer detalladamente el punto de vista brasileño en Washington, lo que hizo a conciencia, a juzgar por el hecho de que su estancia allí durase tres meses. Finalmente, los americanos llegaron a la conclusión de que, con huevos y sin huevos, no habría gallinas brasileñas para Corea. Quiero decir, que Brasil no mandaría tropas a la península coreana, aunque se les atendiese previamente la hoja de pedidos que reclamaban para su ejército.

***

      Las desavenencias con los Estados Unidos pueden estar detrás de la forma de financiar el magno Plan Lafer[8], un Plan de Equipamiento Económico con ramificaciones en la dotación de más fuentes de energía, mecanización de la agricultura, modernización del transporte ferroviario o ampliación del parque industrial, entre otras. Lafer también voló a Washington para intentar vender su plan y lograr que fuese financiado con la cooperación norteamericana. Pero, por si sí o por si no, se presentó en el Congreso brasileño un proyecto de ley que suponía, en términos globales, la subida de un 15% en el impuesto sobre la renta, Curiosamente, fue peor recibido por los diputados de la oposición que por las clases trabajadoras, empeñadas aún en confiar plenamente en Getúlio y promotoras de una campaña contra el obstruccionismo parlamentario, bajo el eslogan, Deixem o homem trabalhar! Con el pueblo tras él, Getúlio torció el brazo de la Oposición y sacó adelante el proyecto.
     Mayores riesgos presentaba para las relaciones con Norteamérica la ley predilecta de Vargas a todo lo largo de su mandato: la de creación de Petrobrás[9]. Tal y como entró en el Congreso, suponía la nacionalización plena del petróleo y sus derivados -en la medida en que no se admitía propiedad privada sobre ellos-, pero la Sociedad única explotadora solo sería de propiedad estatal federal en un 51% de las acciones, pudiendo estar en manos extranjeras hasta el 10% del total del accionariado. Se calculaba que, en aquel momento (año 1951), el valor total de la empresa sería de unos cuatro millardos de cruzeiros, equivalentes a algo más de un millardo (mil millones) de euros actuales (2018). La fórmula de economía mixta miraba a no poner contra Petrobrás a los capitalistas nacionales y extranjeros pero, llamativamente, pareció no convencer a los diputados de la Oposición que, de repente, se volvieron nacionalistas furibundos y clamaron por lo que Getúlio, en el fondo, deseaba: una Petrobrás totalmente nacionalizada. No obstante, el proyecto se debatiría durante dos años en el Congreso, tiempo suficiente para numerosos cambios de circunstancias y de criterio.


     Con tener tanta importancia, el proyecto Petrobrás no fue el desencadenante de las iras norteamericanas, sino la decisión gubernamental de poner límites a las exportaciones de los beneficios de las empresas extranjeras de Brasil, que hasta entonces se permitía de manera ilimitada, calculándose en unos mil millones de cruzeiros esas fugas de dividendos en el quinquenio Dutra (1946-1951), muchas veces evadiendo impuestos. El nuevo límite impuesto a los beneficios no reinvertidos en Brasil sería del 8% de lo obtenido. La respuesta de Estados Unidos fue suspender todos los proyectos de financiación para Brasil, forzando a hacer otro tanto, bajo presión, al Banco Mundial y el BIRD. El embajador Herschel Johnson tuvo una tirante entrevista con el Ministro de Relaciones Exteriores, João Neves, en el curso de la cual advirtió de que Mister Vargas estaba jugando con fuego; más informalmente, hizo de profeta en la intimidad: Con estas formas, Vargas no conseguirá llegar al final de su mandato[10].
     Una controvertida decisión de Getúlio tuvo la virtud de rebajar la tensión con los norteamericanos. Estos, apurados por los progresos nucleares soviéticos, que hacían presagiar una posible guerra muy competida, aflojaron la presión sobre Brasil para conseguir la venta de cinco mil toneladas de arenas monazíticas -precursoras del uranio para bombas-, así como el compromiso de no transferir a ninguna otra nación material estratégico -como el manganeso-, sin el consentimiento expreso de los Estado Unidos. A cambio, estos aceptaron facilitar al Ejército brasileño ayuda militar. El desigual acuerdo supuso para Vargas algo muy peligroso a medio plazo: le enajenó las simpatías del sector nacionalista del Ejército y provocó la dimisión de su portavoz, el Ministro de la Guerra, Estillac Leal. A partir de entonces, sin el contrapeso nacionalista y con la cooperación americana, la Fuerzas Armadas tomarían un camino decididamente antivarguista, con generales como Cordeiro de Farias -sublevado en 1945- o Cardoso -promotor de la extremista Cruzada Democrática, ferozmente anti izquierdista-. Por si fuese ello poco, Vargas -verdaderamente, con poca capacidad de elección- sustituyó a Estillac por el citado Cardoso que, como primera providencia de arbitrariedad, por no llamarla deslealtad, dio el visto bueno al envío de los oficiales de ideas izquierdistas a guarniciones lejanas e irrelevantes. Medidas como esa fueron saludadas por el New York Times[11] como propias de los militares brasileños que se baten por la estrecha colaboración política y económica con los Estados Unidos, en defensa del Hemisferio Occidental, y por medidas enérgicas contra los comunistas del Brasil.

***

     El 20 de enero de 1953, tomaba posesión de la Presidencia de los Estados Unidos el general Dwight D. Eisenhower. Para entonces, el gobierno de Vargas pasaba por una mala racha en todos los órdenes, político, económico y social. Ante un escenario tan desalentador, el Presidente brasileño, con setenta años cumplidos, parece que estuvo a punto de tirar la toalla[12]. Su grave accidente doméstico del 11 de mayo de aquel año no hizo sino empeorar su situación personal[13]. Verdaderamente, los cambios en la política internacional americana para el desarrollo no contribuyeron a mejorar su estado anímico.
     Poco antes del accidente, Vargas había recibido una invitación de Eisenhower para entrevistarse a dos en Washington. Seguramente fue un desacierto del Presidente brasileño -que mantenía de antaño la habitual alergia de los dictadores de su tiempo a viajar al extranjero[14]- declinar el ofrecimiento, mandando en su lugar a su hija Alzira y a su yerno, Amaral Peixoto. Fue este quien trajo al ya convaleciente Vargas[15] la mala noticia de que el nuevo Presidente americano daba por definitivamente cancelada la política de buena vecindad y ayuda al desarrollo de Estado a Estado, que Roosevelt había implantado y Truman conservado a duras penas. El sucedáneo serían meros incentivos del gobierno norteamericano a las inversiones voluntarias de sus empresas privadas en el extranjero. Esa opción era particularmente difícil, en opinión de Eisenhower, para el Brasil, debido a la política nacionalista de prohibir la salida de beneficios más allá del 8% -como antes se dijo- y de nacionalizar la extracción y elaboración de productos petrolíferos. Peixoto lo entendió como la denuncia definitiva de los tratados de ayuda y cooperación entre los dos países y así se lo hizo saber a su suegro, quien quedó aún más abatido que antes, al borde de la depresión. Pero ningún decaimiento torció la firmeza de Vargas, que mantuvo las medidas y proyectos reseñados, incluso cuando Argentina suavizó su estatismo petrolífero, permitiendo a empresas multinacionales la explotación del crudo. Antes al contrario, Getúlio adoptó algunas medidas adicionales de defensa de la producción nacional, como la prohibición de importar harina de trigo de los Estados Unidos. Y finalmente, tras dos años de discusión parlamentaria, a primeros de octubre de 1953, se aprobaba la Ley 2004, creadora de la empresa Petrobrás, lo que Getúlio consideraba la mayor gloria de su mandato[16].
     La tensión creciente entre Estados Unidos y Brasil, de bases económicas pero alimentada por crecientes rumores de giro de Getúlio hacia la izquierda laborista -representada por los sindicatos y supuestamente jaleada por el Ministro de Trabajo, João Goulart- se puso claramente de manifiesto un poco antes del nacimiento de Petrobrás. A finales de julio de 1953, Milton Eisenhower, en misión confiada por su hermano el Presidente de visitar diez países latinoamericanos, hizo escala en Rio y se entrevistó con Vargas, todavía convaleciente de las fracturas por caída. Aunque Milton hizo creer otra cosa a los periodistas, dejó claro para los entendidos, bien informados, que los empréstitos prometidos a cargo del BIRD y el Eximbank quedaban congelados mientras el gobierno de Vargas no rectificara su postura socio-económica[17]. A mayores, el enviado norteamericano sacó una mala impresión del estado del Presidente brasileño -al que no conocía de antes-, como una persona envejecida e inquieta, apoyada en su hija Alzira, simpática y viva, que estaba siempre a su lado[18].
     Y, lo que era aún peor, la posibilidad de un golpe de estado en Brasil empezaba a extenderse por ambos hemisferios. La duda, a la sazón, parecía ser la de quién lo daría primero, si Vargas con el apoyo de los trabajadores, o aquellos que no consintieran -léase, los militares- semejante traición a la democracia en el país[19].

***

     A partir de 1951, surgió una nueva preocupación norteamericana, a cuenta del Brasil. Muchos estaban convencidos de que Vargas había hecho su exitosa campaña presidencial con el apoyo económico del Presidente argentino, Perón. A mayores, nadie discutía la existencia de notables similitudes en las simpatías políticas y las inclinaciones sociales de ambos mandatarios, por más que las diferencias también fuesen notables entre ambos regímenes[20]. En el fondo, los dos Presidentes tenían grandes deseos de entrevistarse y explorar numerosos puntos de cooperación pero Vargas, más cauteloso, siempre se echó atrás por temor a la reacción de los militares brasileños y de los Estados Unidos. Y es que, a partir de 1950 aproximadamente, Perón empezó a promover y liderar el proyecto de aglutinar el continente sudamericano en torno a una unión económica y política, que encabezarían las llamadas Potencias ABC (Argentina, Brasil y Chile), con la subyacente pero indudable pretensión de liberarse en lo posible de la férula de los Estados Unidos. Era, a nivel del continente sudamericano, algo coincidente con lo que se estaba gestando al otro lado de los océanos: la aparición solidaria del Tercer Mundo, o de los Países No Alineados, que alcanzaría partida de nacimiento y programa en la Conferencia de Bandung (abril de 1955), que no llegaría ya a conocer Getúlio Vargas.
     Era obvio que lo que los Estados Unidos toleraban de muy mala gana para África y Asia[21] no estaban dispuestos a consentirlo en América, parte del mundo que consideraban estratégicamente suya desde la fijación de la Doctrina Monroe, en 1823. Por ello, los antagonistas de Vargas estarían empeñados a partir de 1952 en exagerar, deformar y falsear las palabras e intenciones de su Gobierno en general y del propio Getúlio en particular, tratando de convencer a sus lectores u oyentes de que Vargas estaba conchabado bajo cuerda con Perón. Con eso, además de excitar la animadversión estadounidense, se irritaba a los militares, que en modo alguno estaban dispuestos a consentir una política intervencionista de Argentina y -aún peor- potenciadora del sindicalismo y la participación masiva de los trabajadores en la vida social.
     El morbo Perón[22] infectó gravemente las ya de por sí deterioradas relaciones entre las Administraciones de Vargas y de Eisenhower. Es muy probable que, de no haber surgido la oportunidad de la crisis de agosto de 1954, el golpe de estado que los militares estaban preparando contra Vargas habría tenido la dureza, las consecuencias y, tal vez, la ayuda americana, que alcanzó el derrocamiento de Perón en junio-septiembre de 1955.




2.      Vargas y Perón


     En el capítulo anterior he indicado los quebraderos de cabeza que provocó a Vargas la presunta afinidad con Perón y el disgusto de este al verse rechazado por Vargas. Creo llegado el momento de profundizar más sobre el tema.
     Parto de un principio: Perón se equivocó de Vargas o, lo que es igual, llegó a Vargas demasiado tarde. El hombre admirado y, en ocasiones, imitado por el Presidente argentino; el que habría podido decirle sí o no con libertad plena; el político que probablemente se hubiese aliado con él en batallas nacionalistas, no era -no podía ser- el Getúlio de su mandato democrático (1951-1954), añoso y combatido dentro y fuera de Brasil sin descanso, sino el dictador con energías y resortes suficientes, el de los tiempos del Estado Novo, al menos, entre 1937 y 1943. Pero sucedió que Perón llegó a la presidencia en 1946, unos meses después de haber perdido el poder Vargas, razón por la cual el encuentro en la cumbre de ambos mandatarios no pudo producirse -si se me permite la anfibología- hasta que Getúlio no estuvo en la cumbre: de su energía y su poder, se entiende.
     Acépteseme otra petición de principio: En general, se ha sobrevalorado el parecido político de Vargas y Perón, hasta el extremo de imaginarlos como dos figuras excepcionales en América del Sur, condenadas a entenderse. La falacia que encierra ese tópico queda al descubierto cuando, no dando por supuesto su cimiento, nos preguntamos: ¿Qué era eso tan sustancial y exclusivo que unía a Perón y Getúlio? Respuesta general y global: el populismo. Pero, ¿qué es ser un político populista? ¿Cuántas clases de populismo hay? ¿No eran los populismos de Perón y de Vargas muy diferentes…, si es que eran populistas?[23] Y, a mayores, si hubo un Vargas populista, sería el de su primer mandato de tres lustros. El segundo Vargas, el que coincidió con las presidencias de Perón (1946-1955), difícilmente admite ese epíteto, aunque solo sea por el hecho de que las circunstancias interiores e internacionales no lo permitían.
     Demos por bueno que fuera populista toda política latinoamericana del entorno temporal de la Segunda Guerra Mundial, que partiese de dos premisas: el nacionalismo desarrollista en lo económico y un cierto grado de distribución de la riqueza en lo social. Entonces no contemos solo con Perón y Vargas: añadamos, al menos, el APRA y a Velasco Alvarado en el Perú, a Rojas Pinilla en Colombia, a Ibáñez en Chile. Son ejemplos solo de Sudamérica, que comprenden -si añadimos Brasil y Argentina- a los cinco Estados más importantes del continente[24].
     Y, en cuanto al parecido entre el varguismo y el peronismo, las diferencias son tan decisivas, o más, que las analogías; no digamos si la comparación es con el Vargas de su segunda presidencia. Getúlio practicó una política inclusiva, tratando de no romper puentes con el pasado y armonizar todo el espectro social de centro, estructurado en torno a las clases medias; atendió las demandas obreras pero unificó y domesticó a los sindicatos; cuando tuvo que elegir, prefirió el desarrollismo industrial (más riqueza) al distribucionismo (riqueza más igualitariamente repartida); tuvo en todo momento que pugnar con el militarismo (él no era de extracción militar, como Perón) en pro de un poder civil libre de golpismo; finalmente, hubo de gobernar con un Parlamento fuerte, en el que la Oposición era mayoritaria[25]. Me parecen diferencias suficientes como para dudar de que se trate de regímenes próximos que, como debía de creer Perón, estaban llamados a aliarse[26].

***



     Valga lo precedente para centrar los términos de un posible debate doctrinal, y pasar ahora a una exposición cronológica de los hechos. Tal exposición ha de comenzar con un punto oscuro: las negociaciones y promesas que pudieron mediar entre Vargas y Perón, para que este decidiera apoyar con entusiasmo, pero ocultamente, a Getúlio durante su campaña presidencial de 1950[27]. Que tal ayuda existió es más que probable, habida cuenta de la admiración de Perón por Vargas y de las enormes posibilidades que daba la entrada de toda clase de materiales por la frontera del río Uruguay, al lado de la cual se situaban las posesiones de la familia Dornelles Vargas. Cuáles fueran las condiciones o promesas intercambiadas, más allá de generalidades sine die, supone entrar en conjeturas. Algo más que indicios se desprende de la verosímil conversación habida entre Vargas y el enviado especial ad casum de Perón, coronel Roberto Tomás Dalton[28], cuyo contenido-resumen -no la literalidad- pudo ser el siguiente:
-          Señor Presidente -habla el coronel Dalton-, quiero transmitirle un mensaje personal de Perón. Él me ordenó decirle que su parte del acuerdo realizado meses atrás ha sido cumplida. Ahora ha llegado su turno de cumplir con la otra parte.
-          Pues diga a mi gran amigo, el general Perón -replicaría Vargas-, que estoy profundamente agradecido por la ayuda que él me prestó para ganar las elecciones. Pero, por ahora, me es absolutamente imposible cumplir con mi parte. Gobierno con un Congreso fuertemente opositor, que no es como el argentino, que Perón puede manipular a su voluntad. Espero que Perón haga lo que yo voy a hacer: sacar de los Estados Unidos todas las ventajas económicas posibles. Y más adelante veremos el tema del eje Buenos Aires-Rio de Janeiro.
     De todos modos, las sospechas sobre entendimientos nefandos entre Getúlio y Perón ya provenían de la época en que el primero todavía deshojaba la margarita de presentarse o no a las elecciones presidenciales de 1950. En el colmo del disparate, Diário da Noite se atrevió a publicar que, siguiendo las huellas de Hitler, el Presidente argentino pensaba recrear en su beneficio el Virreinato del Plata, incorporando a sus dominios Paraguay, Uruguay y los Estados brasileños de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, con la debida complicidad de Getúlio[29]. ¿Argumentos para fundar semejante traición? Que se habían ampliado las líneas telefónicas internacionales entre Argentina y la zona riograndense donde Getúlio tenía sus tierras y que un reconocido getulista, Epitácio Pessoa Cavalcanti de Albuquerque, mantenía excelentes relaciones con el embajador argentino en Rio, Juan Isaac Cooke. Partiendo de tan sólida base, no es de extrañar que, una vez Presidente, cualquier viaje de Vargas hasta las orillas del Uruguay fuese considerado preámbulo de un encuentro con Perón que, dicho sea de paso, nunca llegó a producirse[30]. El presunto -y, a veces, real- muñidor del encuentro imposible era el embajador del Brasil en Argentina, Batista Luzardo[31], muy buen amigo de Perón, hasta el punto de ser tildado de embajador del peronismo en el Brasil.

***

     Las cosas se complicaron aún más cuando, de negociaciones para la compra de carne argentina, o del presunto interés de Vargas y Goulart para importar a tierra brasileña el vigoroso sindicalismo de Argentina, se pasó a mezclar a Getúlio en la peligrosa política internacional de Perón. La idea peronista era, no solo excelente, sino necesaria, salvo que olvidaba que la política es el arte de lo posible -es decir, de lo que consintieran los Estado Unidos-: Pretendía unir las fuerzas de los países productores de materias primas esenciales de América del Sur, para forzar a los Estados avanzados a comprarlas a precio justo, y/o a compartir con ellos la tecnología y las inversiones industriales; una tarea que resultaba urgente ya en su época, si no se quería perder definitivamente el tren del progreso. Vista la riqueza y la armonía entre los países implicados, Perón consideraba que la clave para aglutinar a todos los demás era la resurrección del sistema de países ABC, de la época de la Primera Guerra Mundial. Así pues, Argentina, Brasil y Chile habrían de coordinarse, al margen de la elefantiásica y pro-norteamericana Organización de Estados Americanos. Para lograrlo, contaba con el Presidente chileno de entonces, el general Ibáñez, pero poco podría hacerse si no entraba en liza el Presidente Vargas, al ser Brasil el país más extenso, poblado y rico en materias primas del Cono Sur.
     Vargas dio largas al empeño peronista, pero no tuvo más remedio que autorizar a su colega argentino a que fuera conectando con el primer mandatario chileno, para luego, una vez informado, ver de sumarse al acuerdo. Era una fórmula vaga, que a nada comprometía, pero las indiscreciones de Perón, debidamente exageradas y malinterpretadas por los políticos y la prensa brasileños, la convirtieron en una autorización de Vargas para que Perón gobernara las negociaciones y dirigiese a su gusto la política exterior del Brasil. El propio ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Neves da Fontoura, censuró acremente los atrevimientos de Perón, hasta el punto de incomodar a Getúlio y de ofender al Presidente argentino, que solo emitió una nota amistosa y de precisión de intenciones cuando un intermediario de su confianza, el periodista Geraldo Rocha, aclaró conceptos: Vargas estaba tan presionado por militares y Oposición, que apenas era ya capaz de controlar a sus Ministros más fuertes; tanto más, con la pésima cosecha de aquel año (1953), que había colocado la economía del Brasil al borde del colapso. Con todo, no fue Fontoura el despedido, sino el embajador Lusardo, que resultaba demasiado peronista para el gusto de los interesados nacionalistas de Rio. También eso lo tragó Perón, gracias a los mensajes de su embajador Cooke, que avalaba la sinceridad de Getúlio cuando parecía cauto y en peligro. A mayores, el Vargas de ahora no era el de antaño: El estado de salud del presidente (Vargas) ha generado muchos comentarios. Aunque no pueda hablarse de decadencia senil, está muy lejos de tener la agilidad mental de hace unos años[32].

***

     Comenzó el año 1954 -último de la presidencia de Getúlio y penúltimo de la de Perón- con otra vuelta de tuerca peronista a la aplazada alianza con Brasil. En un famoso discurso en la Escuela Superior de Guerra argentina, Perón insistió en la fórmula ABC para, acto seguido afirmar: Vargas demostró estar absolutamente de acuerdo con la idea y prometió realizarla tan pronto asumiese el gobierno. Y remachaba, para justificar cierta lentitud getuliana en asumir sus supuestos compromisos: El general (Ibáñez) fue más decidido, porque los generales somos más decididos que los políticos[33].
     Al constatarse la autenticidad del discurso, el escándalo en Rio fue de campeonato. El Ministro Neves da Fontoura puso el grito en el cielo contra Perón, sin perjuicio de aseverar que las alusiones a la aquiescencia de Vargas no tenían el menor fundamento. El portavoz oficioso de Getúlio para el momento, su jefe del Gabinete Civil, Lourival Fontes, llegó a más: El Presidente era constitucional y democrático por lo que, aun en el caso de que hubiese visto con buenos ojos en un principio aquella Confederación Latino-Americana, se inclinaría ante la evidente postura en contrario de la opinión nacional[34].
     ¿Qué había pretendido Perón al dejar en tan mal lugar a Getúlio, de forma injusta y parcialmente mendaz? Los peor pensados entienden que había llegado hasta el límite de su tolerante espera para que su deudor, Vargas, le devolviera el favor de 1950. Los que piensan mejor, o más astutamente, imaginan que quiso dar pie a que Getúlio se lanzara a la piscina del enfrentamiento valiente contra los Estados Unidos, el Ejército brasileño y la Oposición del Congreso. Pero cualquiera que fuese su intención, Perón había proporcionado abundante munición contra un Getúlio al borde de ser procesado (impeachment) por los diputados federales. Era un paso firme y decidido para cumplir los deseos de tantos rivales y enemigos: acabar con su Gobierno, de forma aparentemente legal, o por medio del golpe de estado militar. ¿Valoró Juan Domingo Perón el alcance de sus actos para con aquel Vargas en horas desesperadas, al que tanto admirara años atrás? Estoy por asegurar que no.
     En cualquier caso, no creo que el suicidio de Getúlio le resultase indiferente. Hasta puede que se considerase un poco responsable.




3.      Getúlio y la Vedete do Brasil

    
      La publicación del diario de Getúlio Vargas[35] permitió dar fiabilidad a los abundantes rumores sobre su vida sentimental y sexual entre los años 1930 y 1942, periodo que el citado documento abarca. Para el resto de su vida, incluida la última década, habremos de valernos de testimonios de terceros, más o menos pasados por la crítica de sus biógrafos[36]. Entre esos testimonios destacan los procedentes de las mismas mujeres que pudieron haber sido sus amantes. Ninguno más famoso que el que ofreció en el año 2007 en la cadena de radio O Globo[37] la entonces octogenaria Virginia Giaccone (1920-2014), conocida en el mundo del espectáculo por Virginia Lane[38]. Comenzaré haciendo una brevísima alusión a su vida profesional, muy variada pero ligada siempre al mundo del espectáculo musical, la radio y el cine, la cual se inició en 1935 y se mantuvo muy activa hasta principios de los años de la década de 1970[39].
     Tras cursar en Rio de Janeiro estudios escolares en régimen de internado y de preparación a su dedicación artística[40], Virginia debutó en 1935, siendo su primera etapa la de cantante ligera en escenarios de los mejores casinos de su Estado, así como de participación en programas radiofónicos, tanto de carácter musical como dirigidos a los niños. Habiendo adquirido considerable fama, extendió sus actuaciones a otros lugares de Brasil y de Argentina, grabando hasta una treintena de discos, principalmente de sambas y marchinhas de Carnaval.
     Es curioso que una de las más grandes vedettes de Brasil tal vez no se hubiera subido nunca a un escenario teatral de no ser por un acontecimiento imprevisto y ajeno a su voluntad: el cierre de los Casinos (1946) por el Presidente Dutra. Ello impulsó a Virginia hacia el teatro, donde primero compartió estrellato con otras estrellas ya veteranas del sector, para erigirse a partir de 1950 en vedettísima de la famosa compañía del productor Walter Pinto. Su éxito se trasladó también a los medios del cine y la televisión. En la gran pantalla, tuvo su grande y escandaloso debut con Anjo do Lodo, la segunda versión fílmica de la novela Lucíola, de José de Alencar[41], a la que siguieron numerosas participaciones en otras cintas, aunque exclusivamente como cantante y show woman. De hecho, su siguiente -y última- actuación famosa como actriz cinematográfica solo se produjo en A árvore dos sexos, película de 1977[42].
     La artista se casó dos veces, la primera de ellas, con Sérgio Kröeff[43], en 1953, de quien se divorció, celebrando segundas nupcias hacia 1972 con Gánio Ganeff. No tuvo hijos de ninguno de los dos matrimonios, siendo adoptiva su hija Marta Santana[44].
     Virginia falleció en febrero de 2014, a punto de cumplir los 94 años de edad. Su actividad y salud mental fueron hasta entonces excelentes para su edad.



***

     Veamos, en resumen y con cierto orden, lo que contó Virginia Lane en 2007 sobre sus relaciones con Getúlio y sobre la muerte de este. Bastantes de esas declaraciones resultan inverosímiles y de algunas puede afirmarse su inexactitud. Otras son probables y las hay anecdóticas y entrañables, que casi con seguridad ofrecen una imagen certera de Getúlio. Me parece que debo dejar al buen criterio de los lectores el discriminar entre unas valoraciones y otras. Si acaso, al final, apuntaré algunas consideraciones generales al respecto. Escuchemos pues a Virginia Ciaccone, alias Virginia Lane, presunta amante del Presidente Vargas, incluso en la última década de su vida:
-          Mi madre era natural de São Borja (RS), como Getúlio y su familia. Por tanto, no es extraño que lo conociera a una edad temprana: Tenía unos quince años cuando acudí invitada a la estancia de Vargas, todavía vestida a lo adolescente, con faldita y botines. Él ya se fijó en mí, lo que no es extraño pues yo era bonita y tenía una estatura -un metro y cincuenta centímetros- muy apropiada para él, que medía un metro sesenta. Naturalmente, en aquella ocasión la cosa no pasó de ahí.
-          Fue cuando yo tenía diecinueve años cuando empezamos nuestras relaciones y la cosa duró casi quince años, hasta que Getúlio murió. Nos reencontramos porque yo actuaba en Rio y él fue al camerino para saludarme. Me invitó a cenar en una churrasquería con otros amigos; yo decliné el ofrecimiento pues me intimidaba salir con el Presidente de la República, pero él insisitió y así comenzó todo.
-          ¿Qué le gustó de mí? Supongo que mi físico, pero no solo eso. Yo me considero culta e inteligente y eso le agradaba. Por parte de él, claro está, mayor y rechoncho, no era eso lo que me enamoró, sino su modo de ser. Era romántico, muy atento; me hablaba con cortesía y me daba buenos consejos. Y claro, era muy hombre, incluso a sus años.
-          Digo que era romántico, ya sabe, serenatas, flores y todo eso. A mí me encantan las orquídeas blancas y él me las enviaba muchas veces. En las serenatas, en São Borja, él acompañaba a los músicos cantando, pero la verdad es que tenía mala voz. Me explicaba algunas cosas de política y, entre los consejos que me dio, estuvo el de que volviera a los estudios. Por seguir sus pasos, me matriculé en la Universidad para estudiar Derecho, pero no llegué a acabar la carrera: Tenía mucho trabajo con mi profesión artística.
-          Getúlio era muy caballero y yo no habría consentido que me regalara joyas, vestidos o cosas caras. Solo flores, como le digo, y alguna ayuda concreta, como para comprar el piso en que vivo. Él me lo procuró para alojarme y yo lo compré en 1962, años después de que él muriera.
-          Hubo un consejo que le acepté y me salió mal. Él me decía que estudiara una carrera y que me casara. En efecto, me casé con un ingeniero de familia conocida, sin pensármelo mucho y las cosas nos fueron mal. Me fue mucho mejor con mi segundo marido. Este y Getúlio son las personas a quienes verdaderamente he querido en mi vida.
-          Éramos prudentes, pero no nos escondíamos. Yo iba con frecuencia al palacio presidencial de Catete y entraba por la puerta principal. Los guardias me conocían. De hecho fui amiga del jefe de la guardia, Gregório Fortunato, que muchas veces me hizo vigilancia por orden de Getúlio, sobre todo cuando viajábamos al extranjero, incluso a Europa. De la familia de Getúlio, fui buena amiga de su hermano Benjamim y también conocía a su hija Alzira y a su esposa, doña Darcy. Supongo que ella sabría de nuestra relación, pero no me lo tomaba a mal. Una vez que ella estaba muy enferma, la visité y me dijo que, si se moría, cuidase de su marido viudo. Afortunadamente sanó y eso no fue necesario.
-          Lo que más me gustaba del Presidente, además de su altura moral, era el afecto por los pobres. Un día a la semana lo dedicaba a recibir a cuantos necesitados lo solicitasen. Él les aconsejaba, tomaba nota de sus problemas, procuraba ayudarles. Muchas veces yo estuve presente, ayudándolo con las anotaciones.
-          Yo era una vedette pero no una mujer ligera. Incluso llegué a dirigir programas radiofónicos para niños. Lo que pasa es que había prejuicios hacia nosotras. En el teatro no hacíamos ni decíamos indecencias. La verdad es que no se ganaba mucho dinero y no digamos si decidíamos correr el riesgo de convertirnos en empresarias de nuestro espectáculo.
-          Fíjese si había prejuicios, que estuvieron a punto de impedir mi boda en el santuario del Outeiro da Glória. Tuvo que intervenir Getúlio, haciendo de padrino. También fue él quien me dio el título de Vedete do Brasil y me puso la banda oficial de Reina de las Vedettes, en el año 1951.
-          Getúlio fue el único Presidente con el que tuve relaciones. Kubitschek me iba a ver al teatro y me saludaba en el camerino, pero nada más. De Getúlio guardo algunos recuerdos, sobre todo una bombilla para cebar el mate. Es de plata, muy bonita. Él sabía que yo era gaúcha de corazón.
-          La mañana en que Getúlio murió, yo estaba con él en la cama, en su dormitorio. Entraron casi a un tiempo Fortunato y cuatro individuos encapuchados y armados. Getúlio comprendió que iban a matarlo y gritó a Fortunato que me salvara a mí. Fortunato abrió la ventana y me tiró por ella, desnuda como estaba. Me rompí varios huesos pero, por lo menos, salvé la vida. Por tanto, Getúlio no se suicidó, sino que lo mataron. La misma forma de morir, de un disparo en el corazón, no es propia de los suicidas, que se disparan a la cabeza.
-          Nunca me atreví a contar lo de la muerte de Getúlio, pues tenía miedo y todavía ahora dudo en hacerlo. De todo lo demás, siempre he creído que las amantes de gente importante deben ser discretas. Pero han pasado muchos años y siento que tengo que publicarlo, aunque bien asesorada por abogados. Ya tengo idea del título que pondré al libro, Yo lo vi todo. Será la forma de confirmar lo que muchos ya sospecharon desde el principio, incluso algunos periódicos: que a Getúlio lo mataron y luego fingieron suicidio para que el pueblo no se les echara encima.

***

          Entre la aceptación de cuanto Virginia contó y el rechazo absoluto a la veracidad de todo ello, hay un punto intermedio en que, con pruebas o sin ellas, habremos de mantenernos. ¿Pero dónde? Voy a atreverme a fijar algunas coordenadas para la trayectoria probable de la relación entre la vedette y el Presidente, guiado por la verosimilitud. He aquí lo que opino:
-          La fama de Virginia Lane no es probable que generase en Getúlio el deseo ni la oportunidad de conocerla hasta que -como consecuencia del cierre de los casinos- la joven pasó, de ser una cantante en shows musicales, a actriz y cantante de revistas. Tal vez, no debamos adelantar el encuentro más allá de los años 1949/1950, cuando Virginia alcanzó el estatus de vedette cabecera de cartel en la compañía de Walter Pinto. Quien sí es muy probable que la conociese de antes sería Benjamim Vargas y milagro sería conociendo su vida y su carácter que no hubiese tenido algo que ver con ella.
-          Hay dos revistas del citado bienio en que Virginia hace alusiones que los especialistas han considerado directamente relacionadas con Vargas. En la de 1949, titulada Está con tudo e não está en prosa, la vedette inserta en uno de sus espléndidos y maliciosos números de plateia una referencia a los quince años de gobierno de Getúlio (1930-1945), que constituye al parecer la primera alusión a un posible romance con Vargas, un rumor que empezaba a correr entre el público y que la actriz, sin muchas alharacas, alimentó a todo lo largo de su trayectoria[45]. Y, en la famosa revista de 1950, Muié macho sim sinhô, existen algunas referencias a una nueva época de Brasil, en las que algunos han querido ver un apoyo electoral al candidato presidencial Vargas[46].
-          De haber existido relaciones íntimas entre Getúlio y Virginia, estas debieron de comenzar hacia 1951, habida cuenta de que los años 1947-1950 fueron de estancia del político en sus propiedades junto a la frontera argentina, seguidas de un frenético periodo electoral. De hecho, de manera algo sorprendente, es Getúlio quien impone a Virginia Lane la banda de Rainha das Vedetes, correspondiente al año 1951.
-          Conforme a la inveterada costumbre de Getúlio, los encuentros que pudieran existir entre él y Virginia se producirían en la casa de esta en Copacabana. Y, desde luego, pese a algunas fuentes, no he encontrado referencia al padrinazgo de boda de Getúlio, aunque sí es posible que mediase con intermediarios influyentes para que el enlace canónico se celebrara en el santuario proyectado[47].
-          En cualquier caso, no hay constancia de que Getúlio saliese de Brasil en los años de su última Presidencia y, desde luego, no viajó nunca a Europa, que se sepa. Las alusiones de Virginia a viajes al extranjero con el Presidente y a la vigilancia durante las mismas de Gregório Fortunato deben considerarse ilusorias.
-          No encuentro objeciones de bulto para aceptar que, si hubo vida sexual entre Getúlio y Virginia, está pudiera haber durado hasta 1954, año de la muerte de Getúlio. Todo lo demás sobre dicha muerte, tal y como lo contó Virginia, justifica la humorada del periodista Elio Gaspari al bautizar como síndrome de Virginia Lane la obsesiva tendencia a encontrar causas homicidas en la muerte (natural, accidental o por suicidio) de los grandes personajes públicos[48].
     En cualquier caso, Virginia Lane falleció el 10 de febrero de 2014, sin haber publicado sus memorias. Si ello ha resultado beneficioso o negativo para curiosos e historiadores, así como para el buen recuerdo de la difunta, es cuestión que ya no podremos dilucidar.








[1] En concreto, el volumen 3, titulado Getúlio, 1945-1954. Da volta pela consagração popular ao suicidio, 1ª edición, Companhia das Letras, São Paulo, 2014.
[2] La sociedad pública que le dio origen, la Companhía Siderúrgica Nacional ya se había fundado en abril de 1941. Lo magno de la obra explica que no empezara a funcionar hasta el 1 de octubre de 1946.
[3] A cargo del BIRD (Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo) y del Export-Import Bank.
[4] En particular, se potenciarían los sectores de producción de energía eléctrica, siderurgia, refino de petróleo, puertos e industrias básicas.
[5]  Nelson D. Rockefeller (1908-1979) fue uno de los grandes políticos americanos del siglo XX pero, por aquel entonces (1951), era simplemente Presidente del IDAB (International Development Advisory Board), una oficina gubernamental para dirigir la ayuda técnica que se proporcionaba a los países extranjeros. Ello pone de manifiesto, al menos, dos cosas: el escaso relieve que parecían dar los Estados Unidos a la toma de posesión del Presidente del Estado más grande en todos los órdenes de Sudamérica, y el deseo de Truman de aclarar con Vargas desde el primer momento los términos de la ayuda mutua.
[6] Indudablemente, Méjico, Brasil y Argentina eran los países clave para lograr ese efecto de convocatoria. Véase, Vagner Camilo Alves, Da Itália a Coreia: Decisões sobre ir ou não ir à guerra, edit. UFMG (Belo Horizonte) e Iuperj (Rio de Janeiro), 2007, pp. 129-154.
[7] Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 208-219, espec. p. 214. Para todo lo referente a las negociaciones con los Estados Unidos y a Petrobrás que sigue, ver Moniz Bandeira, Presença dos Estados Unidos no Brasil, edit. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 2007, pp. 263-271; Paulo Brandi, Vargas: da vida para a história, edit. Zahar, Rio de Janeiro, 1983, pp. 236-250.
[8] Por el nombre del entonces Ministro de Hacienda de Brasil, Horácio Lafer (1900-1965), político e importante empresario.
[9]  Mantendré el acento de la palabra, tanto por ser la norma brasileña de entonces, como por coincidir con la ortografía española para las palabras oxítonas. Petrobrás equivale a Petróleo Brasileño, S.A.
[10] Véase José Augusto Ribeiro, A era Vargas, 3 vols., edit. Casa Jorge, Rio de Janeiro, 2001, vol. 2, p. 113.
[11] Citado por Nelson Werneck Sodré, Memórias de um soldado, edit. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 1967, p. 393.
[12] Véase Luiz Vergara, Fui secretario de Getúlio Vargas, edit. Globo, Porto Alegre, 1960, p. 224.
[13] Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 239-242.
[14] De hecho, no se tiene constancia de que Getúlio viajara más allá de Buenos Aires, Montevideo y Ascensión.
[15]  El accidente por resbalón en su residencia le provocó sendas fracturas de húmero y fémur, que precisaron de una dolorosa reducción durante un mes aproximadamente.
[16] La citada ley está disponible por Internet en la web planalto.gov.br, referencia: /civil_03/leis/L2004.htm.
[17] Véase María Celina Soares D’Araujo, O segundo governo Vargas (1951-1954), edit. Ática, São Paulo, 1992, pp. 145-146.
[18]  Véase Milton S. Eisenhower, The wine is bitter: The United States and Latin America, edit. Doubleday, New York, 1ª edición, 1963, citado por John W. Foster Dulles, Getúlio Vargas: Uma biografia política, edit. Renes, Rio de Janeiro, 1967, p. 330.
[19] Véanse los periódicos cariocas Correio da Manhã y O Globo, 4 y 5 de agosto de 1953, que recogían también el parecer del corresponsal del New York Times en Rio, Sam Brewer.
[20]  Ofreceré más detalles infra, capítulo 2. Véanse, Alejandro Groppo, Los dos príncipes: Juan Domingo Perón y Getulio Vargas. Un estudio comparado del populismo latinoamericano, Edit. Eduvin, Buenos Aires, 2009; Alberto Methol Ferré, Perón y la alianza argentino-brasileña, edit. Theoría, Buenos Aires, 2000; Carlos Conde, Perón-Vargas, la alianza inconclusa, Clarín.com, 19/11/2005; Diego Rubinzal, El populismo de Vargas y Perón, De Política e Historia, 19/04/2018; Glauco Carneiro, Lusardo: O último caudilho, 2 vols., Edit. Nova Fronteira, Rio de Janeiro, 1992, espec. vol. 2, pp. 373-443; María Montserrat Llairó y Raimundo Siepe, Perón-Vargas: Una relación contradictoria, www.repositorio.ub.ar, 2006, en PDF, 26 pp. Resumen de los hechos en Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., espec. pp. 154-155 y 251-283.
[21] Los 29 países asistentes a la Conferencia de Bandung eran todos de esos dos continentes y la mayoría de ellos, de reciente independencia.
[22] ¿Acaso soy un leproso?, dicen que dijo Perón en 1953, ante las constantes largas y reticencias de Vargas para entrevistarse con él. Ver Lira Neto, Getúlio (1945-1954), cit., p. 263.
[23] Véase, con carácter general, Alejandro Groppo, Los dos príncipes: Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas. Un estudio comparado del populismo latinoamericano, cit. en la nota 20.
[24] Así, Carlos Conde, Perón y Vargas: la alianza inconclusa, cit. en nota 20.
[25] Ver Diego Rubinzal, El populismo de Vargas y Perón, cit. en nota 20; Leonardo Senkman, Populismo y empresarios judíos: actuación pública de Horacio Lafer y José B. Gelbard durante Vargas y Perón, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, nº 15, abril 2006, pp. 46-76 (accesible por Internet); Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, edit. Siglo XXI, 1ª edición, Buenos Aires, 1971.
[26] Véase Hamilton Almeida, Sob os olhos de Perón: O Brasil de Vargas e as relações com a Argentina, edit. Record, Rio de Janeiro, 2005.
[27] Hay quien entiende que no hay base para afirmar ese apoyo, fuera de algunos indicios circunstanciales: Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 154-155 y 263. Otros, en cambio, lo afirman decididamente y sugieren que hubo contraprestaciones prometidas por Vargas: Carlos Conde, Perón-Vargas, la alianza inconclusa, cit., resumiendo el punto de vista de Hamilton Almeida, Sob os olhos de Perón, cit.
[28] Véase Hugo Gambini, Historia del Peronismo. La obsecuencia (1952-1955), edic. B Argentina, Buenos Aires, 2016, capítulo 5. Menos verosímil es la temprana fecha que se asigna al encuentro, febrero de 1951, habida cuenta de que Vargas se posesionó de la Presidencia el 31 de enero de dicho año.
[29] Diário da Noite de Rio de Janeiro, números del 11 al 17 de noviembre de 1948.
[30] Por ejemplo, ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 256-257, 260-261 y 263.
[31] João Batista Luzardo (o Lusardo) (1892-1982). Sobre él, Glauco Carneiro, Lusardo, o último caudilho, cit. en la nota 20, aquí espec. pp. 373-402.
[32] Cita de un despacho del embajador Cooke, en Hamilton Almeida, Sob os olhos de Perón, cit. en nota 26, p. 206.
[33] Véase fuente citada en nota anterior, pp. 55-66; Arquivo CPDOC-FGV, documento GV C 1954.02.20/4.
[34] Ver diario carioca O Globo de 5 de abril de 1954.
[35] Véase Getúlio Vargas, Diário, 2 vols., edit. Siciliano (São Paulo) y Fundación Getúlio Vargas (Rio de Janeiro), 1995. Comprende el periodo del 3 de octubre de 1930 al 27 de septiembre de 1942.
[36] Probablemente, el que más interés ha mostrado por el tema de las amantes de Getúlio haya sido José Carlos Mello, en Os tempos de Getúlio Vargas, edit. Topbooks, Rio de Janeiro, 2012.
[37] La entrevista original fue hecha al comunicador, Roberto Canázio. Hay numerosas transcripciones en Internet, alguna de las cuales no deja claro si, en realidad, se trata de otra entrevista diferente, obtenida para la prensa escrita. Entre los testimonio más completos, véanse: blog de Martins da Cachoeira (O Gari), Antes de morrer: Amante de Getúlio Vargas, Virginia Lane, revelou que o presidente foi assassinado e não cometeu suicidio, agosto 23, 2014; Flávia Ribeiro, Virginia Lane, a vedete do Brasil, entrevista de 1-12-2007, en “Aventuras na Historia COM.BR”, 23 outubro,2017.
[38]  Virginia Giaccone (1920-2014) nació en Rio de Janeiro, de padre italiano y madre brasileña.
[39] No me consta que, por ahora (2018) se haya cumplido la promesa de publicar una biografía extensa sobre Virginia Lane. He consultado acerca de su carrera artística: Neyde Veneziano, As grandes vedetes do Brasil, Imprensa Oficial do Estado de São Paulo, São Paulo, 2010, pp. 96-105.
[40]  En concreto, en la escuela de Bailados do Teatro Municipal de Rio de Janeiro.
[41] La novela apareció en 1862. La película Anjo do Lodo, fue dirigida por Luiz de Barros y se estrenó en 1951.
[42] La dirección de la película corrió a cargo de Sílvio de Abreu. El guión estaba basado en la novela homónima de Santos Fernando (Fernando dos Santos) publicada en 1974.
[43] La unión se llevó a cabo, civil y canónicamente, en diciembre de 1953 (no en 1952, como algunos afirman). Al parecer, el noviazgo fue muy breve. Sérgio era ingeniero agrónomo y -se dice- millonario, siendo su padre Director del Servicio Nacional del Cáncer. Véase A Noite Ilustrada, nº 1.296, Rio de Janeiro, 29/12/1953, espec. p. 9.
[44] Por tanto, no fue hija del segundo matrimonio, como suele afirmarse. Marta Santana había nacido hacia 1974, cuando Virginia tendría 54 años. Véase Diário do Grande ABC Nacional, 23/12/2000.
[45] Número de plateia, diálogo picante e improvisado en parte, que la vedette mantenía con el público de la platea o patio de butacas, descendiendo del escenario. El número en cuestión se titulaba Vendedora de amendoim. Véase el notable artículo de Nanci de Freitas (uerj), A personagem-tipo na revista de Walter Pinto: configuração e dissolução, Textos Escolhidos de Cultura e Arte Populares, v. 12, n. 1, mai. 2015, pp. 119-142, espec. pp. 136-139.
[46] En especial, se alude al número o cuadro No reino da fantasia, en que Virginia Lane cantaba, por necesidades del libreto: Realidade: agora sim!... Somos fortes e unidos lutamos pelo nobre e subline ideal de manter no Brasil que adoramos a eterna glória do Teatro Nacional… De todos modos, el estreno de la citada revista llegó tarde a efectos electorales: las elecciones presidenciales se celebraron el 3 de octubre de 1950 y la revista Muié macho sim sinhô fue estrenada el 26 del mismo mes y año en el Teatro Recreio de Rio de Janeiro.
[47]  Las dificultades no provenían principalmente de que la novia fuese vedette de revista, sino de su escandalosa participación como actriz “al desnudo” en la película Anjo do Lodo. Véanse notas 41 y 43.
[48] Véase Elio Gaspari, A síndrome de Victoria Lane, en O Globo, 18/12/2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario