viernes, 27 de marzo de 2020

CÓMO Y POR QUÉ NO FUE ACUSADO EL ALMIRANTE CERVERA


     Cómo y por qué no fue acusado el Almirante Cervera


Por Federico Bello Landrove



     El Almirante Cervera mandaba la flota española que fue derrotada completamente por la estadounidense del Almirante Sampson en la batalla de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, poniendo prácticamente fin a la guerra entre ambos Países. Cuando pudo regresar a España, fue sometido a investigación penal, que concluyó con un auto de sobreseimiento definitivo, por no existir delito en su conducta. Este ensayo analiza algunos aspectos del tema, a tenor de la postura del Fiscal Militar en el caso.









1. Consideraciones introductorias



     A veces, las estúpidas polémicas de ciertos políticos despiertan las ganas de estudiar de la gente corriente. Algo así me aconteció en el año 2016, cuando publiqué en este mismo blog el relato histórico, Blas de Lezo, o historia de una leyenda, a raíz del enfado de ciertos políticos barceloneses con los madrileños, por haberse inaugurado en 2014 en la capital de España un monumento conmemorativo de dicho marino, que en 1714 había participado en el bombardeo naval de Barcelona, para provocar la rendición de la ciudad durante la Guerra de Sucesión[1]. Aquel trabajo dio lugar -al menos, por mi parte- a no pocas sorpresas sobre lo incierto o exagerado de muchos de los méritos atribuidos al ilustre marino pasaitarra.

     Ahora, una nueva polémica entre políticos de Barcelona y Madrid, a propósito de la ideología y circunstancias de otro famoso marino[2], el almirante Pascual Cervera, me impulsa a dedicar alguna atención a su memoria, en los términos de un ensayo que se centrará en la exigencia de responsabilidades penales por su conducta en la batalla naval de Santiago de Cuba, en el año 1898. Mas, antes de entrar en materia, resultará obligado que haga un breve apunte biográfico sobre este marino asidonense, así como sobre los momentos inmediatamente anteriores al archivo de la causa criminal contra él, instruida en 1899. Para quitar toda emoción artificiosa al relato, dejo ya aclarado, desde un principio, que dicho proceso penal acabó archivándose, sin exigencia de responsabilidad para Don Pascual, y que se han afirmado ya tantas y tan dispares cosas sobre el Almirante que, a diferencia de con Blas de Lezo, pocas o ninguna novedad hallarán en mi acercamiento a su figura.

     Con todo, estoy seguro de que la lectura de este trabajo no resultará inútil para todo aquel que quiera separar lo cierto de lo dudoso -o de lo, sencillamente, falso-, sobre todo en la materia jurídica central de mi estudio, a la que he aplicado un esfuerzo mayor y los conocimientos que se le suponen a un Fiscal, ya jubilado, como es mi caso.

     De todos modos, he de reconocer que, incluso a nivel de artículos informales en Internet, he hallado precedentes serios, que me han sido de bastante utilidad[3]; como también que estoy en deuda con el descendiente del Almirante Cervera, Don José Ramón Cervera Pery, primero en publicar el dictamen del Fiscal en la causa contra su antepasado, por haber puesto el documento al alcance, en abierto, de los muchos internautas interesados por la Historia[4]. Una Historia que -innecesario es decirlo- lleva su rumbo, sin parar mientes en monumentos, rótulos nominales de las calles y jardines e, incluso, en maledicentes y turiferarios.


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     El famoso e ilustre marino Pascual Cervera y Topete (Medina Sidonia, 1839 – Puerto Real, 1909) era sobrino del Almirante Juan Bautista Topete y Carballo (1821-1885), que tan importante papel jugó a favor de La Gloriosa, la revolución que en 1868 destronó a Isabel II. Ingresó en la Marina en 1855 y desempeñó a lo largo de una brillante carrera, concluida en 1908, puestos de combate y de carácter administrativo en Cuba, Filipinas, Marruecos, Cádiz, Madrid y El Ferrol, entre otros, pasando al retiro cuando era Capitán General del Distrito Naval ferrolano, con el rango de Almirante. Su destino de más relieve, antes de 1898, fue el de Ministro de Marina en un Gabinete Sagasta, que desempeñó durante un trimestre (1892-1893), dimitiendo por disconformidad con los recortes presupuestarios para la Marina de Guerra. También ejerció funciones de Senador electivo en los periodos 1893-1894 y 1898-1899.

     En 1896, con el grado de Contralmirante, fue nombrado Jefe de la Escuadra de Operaciones. En el ejercicio de dicho cometido, al declararse la guerra contra los Estados Unidos en abril de 1898, se le ordenó pasar con una escuadra a las Antillas, para oponerse a las acciones de la americana del Almirante Sampson, en interés del dominio español en Cuba y Puerto Rico. Sorteando los obstáculos de un complicado viaje, llegó hasta aguas cubanas en mayo de 1898 y decidió tomar como base de protección y aprovisionamiento el puerto de Santiago de Cuba, donde fue bloqueado, a los pocos días, por la escuadra americana, más numerosa y mucho más potente que la suya. Siguiendo órdenes y tratando de evitar que la escuadra a su mando fuese conquistada desde tierra por los infantes estadounidenses desembarcados en las inmediaciones de Santiago de Cuba, salió de puerto en la mañana del 3 de julio de 1898, dispuesto a escapar al bloqueo yanqui, luchando para ello solo lo indispensable. No obstante, no alcanzó su objetivo, teniendo que enfrentarse a la poderosa escuadra enemiga que, en unas cuatro horas, alcanzó tal superioridad en el combate, que los navíos españoles fueron varados voluntariamente cerca de la costa, para salvar a las tripulaciones y evitar que el enemigo se hiciese con los barcos. Los muertos españoles en combate fueron unos 350, y 150 los heridos. El Almirante Cervera, tras varar su buque insignia, el Infanta María Teresa, hubo de ganar la costa a nado para salvar su vida, siendo hecho seguidamente prisionero.

     Para evacuar posibles responsabilidades penales derivadas de la derrota, Cervera, su segundo en el mando y los capitanes de los buques perdidos fueron sometidos a procedimiento penal militar, ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina, a lo largo del año 1899, solicitándose a su respecto el suplicatorio del Senado[5]. En lo atinente a Cervera y al resto de los procesados, menos dos, la causa fue sobreseída libremente por no existir indicios de infracción penal.

     Después de este doloroso episodio, Cervera defendió a su Segundo y al Capitán del crucero Cristóbal Colón, en el juicio oral (4 de septiembre de 1899) que se les siguió por escasa combatividad en la batalla, siendo los mismos absueltos, tras retirar el Fiscal la acusación[6].

     En 1903, el Almirante fue nombrado Senador Vitalicio, puesto que mantuvo hasta su fallecimiento en 1909[7].

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     Concluiré este capítulo introductorio con sendas referencias al texto legal y al tribunal implicados en el procedimiento penal contra el Almirante Cervera, su segundo en el mando y los capitanes de los barcos implicados en la batalla naval de Santiago de Cuba que no habían perecido en el combate -siete procesados, en total-[8].

  • El texto legal a aplicar era el Código Penal de la Marina de Guerra, de 24 de agosto de 1888, que mantuvo su vigor y autonomía tras la posterior publicación del Código de Justicia Militar, de 27 de septiembre de 1890. Interesa destacar, por lo que se recogerá al final de este ensayo, que el artículo 34 del Código citado en primer lugar, dentro de las penas militares especiales, colocaba en segundo lugar de gravedad la de separación del servicio, a la que el artículo 37 daba el carácter o duración de perpetua. En cuanto a los efectos de dicha pena, el artículo 51 señalaba que tenía como consecuencias accesorias, en el caso de Oficiales Generales[9], el pase a la reserva y la incapacidad para desempeñar destinos.
  • El enjuiciamiento del caso competía al Consejo Supremo de Guerra y Marina, máximo Órgano consultivo en esas dos materias ministeriales, el cual pasaba a constituirse en Sala de Justicia para conocer de los recursos contra las sentencias dictadas en Consejo de Guerra por los tribunales militares inferiores y, en primera y única instancia, para juzgar en lo criminal a los Oficiales Generales, entre otros. En este segundo caso -juicio en primera y única instancia- el Consejo podía constituirse en Sala de Justicia, bien en Pleno, o bien con un mínimo de siete Consejeros, según las circunstancias del caso. El Pleno estaba formado por el Presidente y catorce Consejeros. El Consejo contaba, además, con dos Fiscales titulares -sin perjuicio de sus tenientes y ayudantes-, llamados Fiscal Togado -el de mayor rango- y Fiscal Militar -el de rango inferior-.
Con posterioridad, la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de Marina, de 10 de noviembre de 1894, reguló los Consejos de Guerra contra Oficiales Generales (artículos 57 a 62), no contemplando la formación en Pleno del Consejo Supremo: En lo sucesivo, siempre se constituiría en Sala de Justicia con siete jueces -un Presidente y seis Vocales-, a los que se agregaría como Asesor, sin voto, un Auditor de Marina.









     Para este capítulo y para el siguiente, hago la observación de que los expondré siguiendo el siguiente esquema: En párrafos con letra de formato normal, iré haciendo el resumen de lo que, en su día -24 de junio de 1899- escribió el Fiscal Militar; y, para cuando me parezca oportuno hacer alguna observación o apostilla, interrumpiré la narración y recogeré brevemente mi opinión en letra cursiva, siguiendo luego con el relato del Fiscal. Desde luego, haré lo posible por ser fiel al contenido del dictamen del Ministerio Público, no incluyendo de mi cosecha nada que no sean los indicados párrafos en letra cursiva o bastardilla.

     Dicho esto, lo primero que sorprende -y se agradece- es que el informe del Fiscal Militar del Consejo Supremo, Don Ramón Noboa, sea un extenso texto manuscrito que, en su versión impresa, recogida en la Revista de Historia Naval, alcanza un total de veintiuna páginas y media. Dedica las dos primeras a hacer una presentación de las características y estado -bastante lamentable- en que se encontraban los barcos de la escuadra al mando de Cervera los cuales, aún estando formalmente calificados de cuatro acorazados y tres destructores, eran, en la realidad, un acorazado con muy incompleta protección -lo que le daba la consideración efectiva de tercera clase- y tres cruceros, además de los destructores, estos indiscutidos. Refleja también el Fiscal que Cervera había puesto, franca, extensa y reiteradamente, las deficiencias de los buques en conocimiento del Gobierno, pese a lo cual recibió el 24 de abril de 1898[10] la orden terminante de levar anclas de las islas portuguesas de Cabo Verde -donde a la sazón se encontraba fondeado- y salir urgentemente para las Antillas, lo que hizo el día 29 del mismo mes, una vez ultimados los preparativos y la carga de combustible -carbón-.

     El Fiscal señala que el cablegrama del Ministro de Marina ordenaba salir para las Antillas. Aún dando por supuesto que se aludía a las Antillas españolas, es claro que el destino podía ser, en principio, tanto Cuba, como Puerto Rico. Por tanto, de ser ello así, es responsabilidad del Almirante el decidirse finalmente por Cuba (Santiago) y no por San Juan, la capital puertorriqueña, considerada por algunos comentaristas un destino mejor para la escuadra.

     Para aprovisionarse, Cervera dirigió la escuadra a la isla francesa de La Martinica, en concreto, al puerto de Fort-de-France. A tal fin, mandó por delante al capitán Villaamil, con uno de los barcos más rápidos. El citado capitán volvió con la ingrata noticia de que las autoridades francesas no le dejarían carbonear. También le trajo información que le habían transmitido en el puerto las autoridades, sobre la situación en que se hallaban Cuba, Puerto Rico y las aguas próximas. Ante la información recibida, el Almirante resolvió, el 12 de mayo, dirigirse a Santiago de Cuba, de lo que informó al Gobierno, sin ser desautorizado.

     Es llamativo que, al parecer, esta última decisión, tan crucial, fuera tomada con los meros datos ofrecidos por personal del puerto de Fort-de-France. Es de suponer que el Almirante contara con información más completa y contrastada, por ejemplo, a través de contactos con las Autoridades españolas. En cualquier caso, contase o no con otras fuentes, me parece un tanto prematuro tomar ya la resolución de navegar hasta Santiago de Cuba, cuando -como se verá- todavía iba previamente a arribar a Curaçao, situado a unas 600 millas náuticas de Santiago[11].

     Hacia el 15 de mayo, la flota fondeó en la isla de Curaçao para carbonear, contando con la seguridad que el Gobierno español le había dado el 26 de abril anterior, en el sentido de que hallaría combustible suficiente para proveerse. Sin embargo, no le fueron suministradas más que 600 toneladas, una cantidad totalmente insuficiente para afrontar una singladura larga. Una vez cargado el carbón, la escuadra se dirigió, conforme a lo decidido por Cervera, hasta Santiago de Cuba, donde quedó fondeada el 19 de mayo, con el beneplácito del Gobierno español. En este puerto se encontró con que no había suficiente carbón para sus barcos y el que había era generalmente de mala calidad. Así mismo, faltaban víveres. Por esos dos motivos la escuadra no pudo hacerse enseguida a la mar. Cervera envió telegramas exponiendo la situación, pero no obtuvo ningún resultado. Y entre tanto, el puerto fue bloqueado por la escuadra de los Estados Unidos.

     El informe no señala la fecha en que se produjo dicho bloqueo, pero otras fuentes aluden a que el mismo tuvo lugar el 29 de mayo, es decir, a los diez días de llegar a Santiago de Cuba la formación naval comandada por Cervera.

     Subsanadas las mayores carencias, el Almirante trató de salir de puerto el día 26 de mayo, pero no pudo hacerlo al presentarse mal tiempo. Otros varios intentos posteriores fracasaron por “absoluta imposibilidad”.

     Las imprecisiones de esta argumentación son tan evidentes, que apenas necesitan resaltarse. Por otro lado, si esos intentos de salir de Santiago de Cuba -como parece- fueron posteriores al inicio del bloqueo, no se me alcanza qué ventajas o diferencias concretas pudieron haber tenido con el que se efectuó el 3 de julio, con el funesto resultado que todos conocemos.

     Mientras la escuadra española estuvo en Santiago de Cuba, no se mantuvo ociosa, ni en el mar ni en tierra. En el mar, destaca el Fiscal que, gracias a cañoneo de la flota, el buque americano Merrimac, que pretendía varar en un lugar que bloquease la entrada al canal de la bahía santiaguera, fue echado a piquea cañonazos en un paraje en que no entorpecía el paso a dicha entrada. Por otro lado, buena parte de las tropas de Marina que constituían la dotación de la escuadra[12] pasaron a ayudar a las labores defensivas en tierra, siempre de acuerdo con los generales Blanco y Linares[13].

     El día 26 de junio, a raíz de una comunicación de Cervera en la que le exponía la gravísima dificultad que tenía el que la flota intentara salir de Santiago de Cuba, exponiéndose a un desastroso encuentro con la americana de bloqueo, el Capitán General, Blanco, le contestó que en su opinión, el Almirante exageraba los peligros, pues no se trataba de combatir con los estadounidenses, sino de escapar de aquel encierro, lo que se podía hacer de noche, con menos riesgo. De todos modos, Blanco, por el momento, no le fijó un plazo ni le metió prisa para salir, salvo que se produjese un riesgo inminente de caída de la plaza de Santiago de Cuba en manos enemigas.

     No hace falta encarecer la importancia de este cruce de mensajes, aunque por parte del Capitán General no tuviera un tono perentorio ni de orden. El tema de intentar la salida por la noche ha sido recurrente desde entonces. Más adelante, al discutir las posibles responsabilidades penales de Cervera, el Fiscal remarcará los motivos por los que se descartó con razón, según él, la escapada nocturna. Menor interés ha concitado la observación del general Blanco, relativa a que no se trataba de combatir, sino de escapar. Posiblemente, una cosa era imposible sin hacer la otra, pero es una pauta que el Almirante impuso luego y no sé hasta qué punto todos sus hombres, por necesidad o por pundonor, pudieron no haber seguido a rajatabla.

     Ante la mala marcha de la situación bélica en tierra, el 1 de julio decide Cervera que ha llegado el momento de salir de puerto, pero resulta que las dos terceras partes de sus hombres están luchando en tierra firme, cosa que hace imposible, por el momento, zarpar. El Capitán General, en esa misma fecha, le ordena lo propio, pero Cervera, por la razón apuntada, demora en principio la maniobra hasta las cuatro de la tarde del siguiente día 2. No habiendo culminado para ese momento el reembarco de las tripulaciones, finalmente se fija la salida para la mañana del día 3 de julio. El Capitán General no se conforma con la demora y envía un telegrama al Almirante el 2 de julio, señalando que el embarque y la salida son “urgentísimos”.

     Se había llegado a una situación en la que parece que tanto daba salir un día u otro, siempre que los americanos no atacasen la flota española desde tierra[14]. Con todo, no parece que Cervera fuese muy consciente de la importancia de tener su escuadra lista para cualquier contingencia, cuando dejó que tantos efectivos combatiesen como infantería de marina, siendo así que, tanto él, como Blanco, estaban convencidos de que la rendición de la plaza era cuestión de tiempo, y no mucho. Por otra parte, desde mi ignorancia de temas navales, pienso que, si se trataba solo de escapar, no de combatir, tal vez no habría sido preciso intentarlo con las tripulaciones al completo.

     El 2 de julio de 1898 por la tarde, Cervera reunió a su Segundo y a los comandantes de los navíos de su flota, para comunicarles sus decisiones acerca de la hora y la formación de salida para el día siguiente, así como de las órdenes para la acción, “sin discusión ni consulta”. Saldría el primero su buque insignia, el Infanta María Teresa, único que estaría en la obligación de combatir, para facilitar la huida de los demás, todos en dirección oeste y procurando cada uno por sí, con independencia de lo que acaeciese a los restantes. Navegarían próximos a la costa, por si hubiese que varar los barcos y evacuarlos, conforme al artículo 153 de las Reales Ordenanzas para la Marina. El destino sería, en principio, el puerto cubano de Cienfuegos y, si ello fuese posible, llegarían a La Habana. Terminó consignando a los reunidos que se trataba de “órdenes terminantes”. El Fiscal reseña que varios de los buques de la escuadra americana se habían retirado hasta Guantánamo, para aprovisionarse de carbón.

     Bien se ve que, cualesquiera que hubiesen sido las anteriores conversaciones o consejos, llegado el momento de decidir, Cervera lo hizo sin someter a discusión o consulta el plan que había pergeñado, no aceptando tampoco la más mínima observación o matiz de sus órdenes; algo que permitiría a todos sus subordinados excusar cualquier responsabilidad sobre el desarrollo de la batalla, como no fuera por motivo del comportamiento personal, como sucedió con el Segundo Jefe y el comandante del acorazado Cristóbal Colón, como tendremos ocasión de comprobar en el capítulo 4 de este ensayo.

     Algunos estudiosos de estos temas se han fijado en la orden de que todos los barcos siguiesen el mismo rumbo -hacia el oeste-, señalando que, para escapar del bloqueo, era preferible hacerlo en distintas direcciones, dispersando a sus perseguidores, aunque finalmente se reunieran en un punto previamente convenido.




Croquis por gentileza de “Somahistoria”





3.   Contenido del informe de sobreseimiento del Fiscal (2ª parte)




      Prosigo en este capítulo la exposición resumida del dictamen del Fiscal, así como las observaciones que he considerado más necesarias; y ello, a partir del momento en que la flota del Almirante Cervera salió del puerto de Santiago de Cuba, rumbo al que sería su desastre total. Como la narración del desarrollo del combate está expuesta, sin grandes contradicciones, en multitud de fuentes escritas, ahorraré hacer el resumen de casi todo lo atinente a los episodios de la batalla naval.

     A las nueve de la mañana del 3 de julio de 1898 se dio la orden de salida y, tras rebasar la bocana del canal de acceso, hacia las nueve y media empezaron las hostilidades. El Fiscal acoge la tesis de que, tanto por razones de construcción, como de calidad y cantidad del carbón, los barcos americanos eran de mucho más andar que los españoles, lo que hacía prácticamente imposible que estos escaparan, aunque fuera a un puerto relativamente próximo. El hecho es que, según iban saliendo a mar abierto, los barcos españoles buscaron su propia escapatoria, conforme de las instrucciones generales recibidas, viéndose obligados a luchar con los navíos americanos que les cerraban el paso o perseguían.

     Otro tema muy criticado a lo largo del tiempo ha sido el de dejar la salida para una hora de plena luz del día, habida cuenta de que en la zona amaneció ese día hacia las siete menos diez de la mañana, poniéndose el sol a las ocho y cuarto de la tarde. Según los críticos, ya que no se salió de noche, pudo hacerse muy de madrugada, o a la caída de la tarde, para que la noche llegase pronto. Más interés me despierta una cuestión, que el Fiscal no acaba de aclarar: ¿Lucharon los barcos españoles solo en lo necesario para intentar escapar o, llevados de su arrojo, tomaron la acción como una batalla abierta, no como una inevitable huida? En la práctica, sea la respuesta una u otra, quizá los efectos habrían sido los mismos, tan pronto los buques yanquis les hubiesen dado alcance.

     La conducta del Almirante durante el combate supuso el que tuviese que tomar el mando directo del crucero Infanta María Teresa, al caer herido su comandante, el capitán Concas Palau, y no poder localizar al segundo oficial. Con él al mando, el barco se hizo embarrancar, conforme a lo previsto, hacia las diez y media. Como otros muchos tripulantes, Cervera ganó la orilla a nado. El crucero Oquendo embarrancó hacia las once menos cuarto. El Vizcaya lo hizo poco después de las diez, a unas 18 millas náuticas al oeste del canal del puerto. El Cristóbal Colón inicialmente logró escapar, sin dejar de disparar, siendo perseguido ineficazmente, hasta que acabó “el carbón escogido”, lo que le hizo perder velocidad y, habiéndole dado alcance los navíos estadounidenses, embarrancó hacia las dos de la tarde en Río Tarquino[15]. Este fue el momento final de la batalla, pues los destructores españoles ya habían sido hundidos con anterioridad.

     La última parte del dictamen de sobreseimiento definitivo por el Fiscal está dedicada, con base en los hechos recogidos precedentemente, a valorar si en la conducta del Almirante Cervera o de los demás procesados hubo evidencia de alguna responsabilidad criminal, a depurar en el consiguiente Consejo de Guerra. En lo que se refiere a Cervera y a otros cuatro coprocesados a sus órdenes, el Fiscal Militar va a llegar a la conclusión de que no existen indicios de delito y, en consecuencia, solicitará el archivo de la causa para ellos, con libre sobreseimiento por inexistencia de infracción penal. La argumentación -que también apostillaré en algunos de sus puntos- puede resumirse como sigue:

  • El Almirante denunció a sus Superiores las deficiencias de la escuadra y, en lo posible, procuró subsanarlas.
  • Cervera arribó con la flota “adonde pudo hacerlo”. Era Santiago de Cuba el “único puerto que se le presentaba” para carbonear, que era la necesidad más perentoria de los barcos.
Sinceramente, no está nada explicada la primera de las proposiciones anteriores. Además, desde Curaçao, a unas 600 millas náuticas de Santiago de Cuba, parece posible dirigirse a otros lugares de las Antillas, lo que no quiere decir que yo los juzgue mejores, pero sí factibles. La segunda proposición -lo del único puerto donde carbonear- me parece que olvida, como mínimo, la opción de San Juan de Puerto Rico. Hasta resulta un poco ridícula la justificación, cuando se vio que en Santiago, ni había suficiente carbón, ni era de buena calidad; cosas que supongo podría haber indagado Cervera, mediante comunicaciones previas a distancia, bien directamente con Cuba, bien a través de España -si es que no le mintieron-. En fin, son observaciones, tal vez infundadas, pero que vienen al hilo de la imprecisión del Fiscal, si es que no está directamente incurriendo en inexactitud.

  • La escuadra salió del puerto de Santiago en pleno día, porque de noche los americanos hacían el bloqueo más estrecho, y contaban con potentes reflectores que habrían deslumbrado a los pilotos españoles. Todo eso lo hacían los enemigos impunemente porque las baterías de costa tenían orden de no disparar por la noche; de lo que Cervera se quejó sin resultado al general Linares, de quien dependían aquellas. Finalmente, haber salido de noche habría dificultado la navegación y el eventual salvamento de los náufragos.
Probablemente, la referencia al silencio nocturno de las baterías de costa es el hallazgo más llamativo y ridículo de este ensayo. No digo que, por modo general y para ahorrar municiones, no fuese una práctica aceptable; pero negarse a corregirla para que saliera la flota con más seguridad, es una auténtica canallada de los responsables, dadas las circunstancias[16].  De todos modos, la pregunta es: De haber accedido el general Linares a que las baterías trabajaran de noche, ¿habría estado dispuesto Cervera a intentar la huida en horas nocturnas?

  • Los barcos de la escuadra española, conforme a lo ordenado, dispararon contra el enemigo al pasar, no deteniéndose voluntariamente y por sí para trabar combate, en vez de tratar de escapar.
  • Conocedor de todos los episodios y del resultado de la batalla naval de Santiago de Cuba, el Capitán General de la Isla loó el comportamiento del Almirante.
     Por el contrario, en lo tocante a los dos procesados que estuvieron a bordo del acorazado Cristóbal Colón, el Fiscal solicita que siga adelante la causa y que se llegue a juicio oral (Consejo de Guerra) para depurar sus posibles responsabilidades, durante la caza del buque por los americanos y su posterior varadura. El Fiscal Militar fundamenta su postura procesal en que el barco, en contra de lo preceptuado en las Ordenanzas, no combatió “hasta donde quepa en sus fuerzas”, pasando a la fase de vararlo, sin evacuar consulta sobre el estado y situación del buque con el resto de los jefes y oficiales.

     La posición del Fiscal parece en exceso rigurosa, cuando se considera que ese mediocre acorazado, calificado por él mismo como de tercera, ni siquiera tenía montada su artillería principal o de mayor calibre. Por otra parte, no parece muy coherente pedir que luche hasta donde quepa en sus fuerzas a un barco que ha recibido órdenes terminantes de huir y, de no poder hacerlo, varar. Pero no insistiré en el argumento pues -como indicaré en el capítulo siguiente- el Consejo de Guerra contra esos dos procesados concluyó en sentencia absolutoria, que creo fue lo más justo, así en términos objetivos, como comparativamente con el sobreseimiento para los demás.






4.   El destino judicial de otros compañeros de armas de Cervera

    

     El 4 de marzo de 1899 caía el Gobierno Sagasta, que había tenido que lidiar desde octubre de 1897 con la crisis hispano-norteamericana y, a partir de abril de 1898, con la desastrosa guerra entre ambos Estados y el durísimo -para España- Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, que puso fin a las hostilidades. El Gobierno que sucedió, también del Partido Liberal, pero presidido por Francisco Silvela, asumió el riesgo -tal vez, inevitable- de depurar responsabilidades de varios de los Jefes que, sobre el terreno, habían dirigido las operaciones militares. Entre ellos, y como el más famoso, se encontraba el Almirante Cervera, conforme hemos visto hasta ahora. Con él, fueron encausados y declarados no responsables por libre sobreseimiento, los comandantes de los barcos de su escuadra, capitanes de navío, Antonio Eulate y Víctor Concas[17], y tenientes de navío, Diego Carlier y Pedro Vázquez. Para otros dos encausados en el mismo proceso, los capitanes de navío, José Paredes Chacón y Emilio Díaz-Moréu Quintana, se llegaría a la celebración de Consejo de Guerra, de cuyo desarrollo y sentencia algo apuntaré poco más adelante.

     En paralelo a la investigación criminal sobre los hechos de la batalla naval de Santiago de Cuba, se llevaba la de la llamada batalla naval de Cavite, trabada entre escuadras española y estadounidense en la bahía de Manila (Islas Filipinas), el 1 de mayo de 1898, ante el arsenal y apostadero de la Marina de Guerra de aquel nombre. Me interesa aludir a esa causa porque en ella acabó condenado el Contralmirante, Patricio Montojo, que mandaba la flota española. Ello ha ocasionado una polémica -en mi opinión, bastante estéril- sobre las razones espurias por las que se habría condenado a Montojo y exonerado de responsabilidad a Cervera, sin necesidad siquiera de someterse a juicio, siendo así que el desastre naval filipino y el cubano fueron muy parecido en su resultado: pérdida de todos los barcos a su mando y numerosas bajas entre los combatientes hispanos[18]. Creo, pues, conveniente no cerrar este ensayo sin una referencia, por escueta que ella sea, al Consejo de Guerra contra Montojo y a la sentencia que recayó.

     Finalmente, aunque no tenga que ver con la Marina, el hecho de que también fuese juzgado en Consejo de Guerra el general de división, José Toral Velázquez, comandante temporal del Cuerpo de Ejército que defendía Santiago de Cuba entre el 1 y el 16 de julio de 1898 -por tanto, cuando se produjo la batalla naval-, me impulsa a aludir también al resultado de aquel juicio y a algunas de las circunstancias del mismo.

     En resumen, la impresión que extraigo de todo ese conjunto de peripecias judiciales es el de que estuvieron de más. En primer lugar, porque los hechos llevados ante el Consejo Supremo de Guerra y Marina, constituido en Sala de Justicia, tenían en todos los casos anteriormente aludidos -incluso en el de Montojo, como veremos- una clara apariencia de decisiones y actuaciones militares más o menos inteligentes y acertadas, pero no de delitos determinantes de los resultados. Y, en segundo lugar, por cuanto no se depuraron las responsabilidades de los políticos, que tanta culpa parecían tener en las graves deficiencias de preparación y medios de nuestras fuerzas armadas[19], así como en la asunción de una guerra, tal vez, inevitable, pero de cuyo desenlace funesto todos los próceres informados eran bien conscientes. De algún modo, por razones que todos creemos comprender, el Gobierno español infringió entonces dos principios básicos, al promover o permitir el encausamiento criminal de Cervera, Montojo, Toral y otros tantos: 1º. El principio moral de no cargar la mano sobre los más débiles, usándolos como carnaza para disimular la responsabilidad de los más fuertes. 2º. El principio militar de que el Mando no está obligado a vencer, ni siquiera a acertar en sus resoluciones, sino a actuar, dentro de las posibilidades existentes, con ponderación y valor.

     En resumen, no pienso que los así llamados héroes del 98, entre los cuales se cuenta el Almirante Cervera, merezcan por su conducta militar que se les recuerde con honor, pero tampoco que se les abriese en su día causa criminal. En este caso, como en la mayoría de las valoraciones históricas, in medio, veritas. Cuando menos, así opino yo.

     Y vamos ya con Paredes, Díaz-Moreu, Montojo y Toral, según lo prometido.


     El Consejo de Guerra contra José Paredes Chacón, Segundo Jefe de la escuadra mandada por Cervera, y contra Emilio Díaz-Moréu Quintana, capitán del acorazado Cristóbal Colón, se celebró en el salón de actos del Ministerio de Marina en Madrid, el día 4 de septiembre de 1899, ante una Sala de Justicia formada por siete consejeros del Consejo Supremo de Guerra y Marina. Previamente, se había obtenido el suplicatorio del Congreso respecto del capitán Díaz-Moréu, al ser Diputado elegido por el distrito de Motril (Granada). Actuó como Fiscal Militar Don Carlos Delgado. Ejerció la defensa de ambos acusados el Almirante Cervera, exonerado ya de toda responsabilidad por los hechos, el mes de junio anterior.

     De manera muy llamativa -en mi opinión-, los dos acusados no estaban presentes en la sala, pero sí en una próxima, desde la que se supone que seguirían el juicio y, desde luego, se cumplió con el trámite final de la última palabra. En consecuencia, solo se leyeron y tuvieron en cuenta sus declaraciones sumariales. Sí se practicó prueba testifical, así como la documental que ya figuraba en el sumario y leyó el Instructor Militar en su apuntamiento al Tribunal.

     Llegado el momento de formular conclusiones definitivas, el Fiscal retiró la acusación, interesando sentencia absolutoria para ambos acusados. No obstante la postura del Ministerio Público, el Defensor, Almirante Cervera, informó con cierta amplitud, para refutar las conclusiones provisionales del Fiscal, cosa que no tenía ya ningún sentido; pero para nosotros sí tiene el valor de un testimonio histórico. El Almirante salió al paso de la inicial acusación de que los acusados no habían cumplido con el deber militar de combatir “hasta donde quepa en sus fuerzas”, al haber varado el Colón cuando aún estaba en condiciones para dar batalla, así como haberlo hecho sin consultar o pedir informes a otros jefes y oficiales del buque. Cervera argumentó que el acorazado había sido varado en el momento oportuno para evitar que cayera en manos yanquis -de forma un tanto estruendosa, llegó a suponer qué no se habría dicho en España, si tan hermoso barco hubiese aparecido “por Gibraltar” tiempo después, ondeando la bandera de los Estados Unidos-. Y, en cuanto a la falta de consejo, el Almirante señaló que el capitán Díaz-Moréu no tenía por qué hacerlo, máxime cuando tenía a su lado al Segundo Jefe de la flota, capitán de navío de primera, Sr. Paredes, quien estuvo conforme con la varadura en aquellos momentos.
     Los acusados declinaron hacer uso de su derecho a decir la última palabra[20].
     Como no podía ser de otra manera, la sentencia fue absolutoria.


     El Consejo de Guerra contra el contralmirante Montojo, primer jefe de la escuadra española en la batalla de la Bahía de Manila, o de Cavite[21], y contra el general Enrique Sestoa Ibáñez, al mando del Arsenal y Apostadero caviteños, fue concienzudamente preparado a lo largo de una instrucción sumarial iniciada en marzo de 1899, que llegó a contar con unos 1.500 folios. Durante su tramitación, los procesados fueron mantenidos en prisión preventiva en una prisión madrileña; una medida drástica que sí que llama la atención, por el agravio comparativo que significaba, en relación con la libertad provisional de que gozaron durante el sumario Cervera y sus hombres.

     En cambio, carece de fundamento toda comparación entre el trato judicial de ambos contralmirantes en lo que se refiere al sobreseimiento del uno y la acusación para el otro. El Fiscal no tuvo empacho en reconocer el valor acreditado por Montojo mientras estuvo, efectivamente, al frente de su escuadra, ni tuvo nada que reprochar sobre su táctica de combate -más que discutible, en opinión de muchos comentaristas-. La acusación a Montojo estuvo basada en un hecho acreditado, que el Ministerio Público juzgó ilegal y deshonroso: Que, con unos motivos u otros, el Contralmirante abandonó su barco durante el combate, desplazándose primero al interior del Arsenal, para conferenciar con otros jefes militares sobre la marcha de los acontecimientos y lo que debería hacerse; y, acto seguido, se marchó del Arsenal y se dirigió a Manila. Cierto que, antes de ausentarse de la batalla, cuando esta ya iba avanzada y con muy mal cariz para los españoles, había dejado órdenes de que, en cuanto fuese posible, se procediese a anegar y dejar hundir los buques, lo que así hicieron sus subordinados. Hay quien dice que Montojo pasó al Arsenal para curarse de una leve herida pero esa especie, ni tiene una base sólida, ni habría justificado el abandono de su puesto en el buque insignia.

     No es extraño, pues, que el Fiscal considerara los hechos como un delito de abandono de puesto en combate ante el enemigo -bien que con atenuantes- y solicitara para el acusado pena de prisión perpetua, con las accesorias de expulsión de la Marina y pérdida de los derechos económicos hasta entonces devengados.

     Conste que yo no suscribo -ni tengo por qué- el relato de hechos del Fiscal Militar: Me limito a recoger el objeto de la acusación y constatar que en nada se parecía a lo que hizo Cervera durante la batalla naval de Santiago de Cuba.

     El Consejo de Guerra, ante un tribunal formado por consejeros del Consejo Supremo de Guerra y Marina, se celebró en Madrid, los días 19 y 20 de septiembre de 1899, con un desarrollo probatorio y argumental que me abstengo de recoger, toda vez que el tema de este ensayo versa sobre el Almirante Cervera[22]. Sí señalaré que el Fiscal Militar mantuvo para Montojo la acusación y pena de su escrito de calificación, mientras que retiró la acusación respecto del general Sestoa. El Tribunal dictó sentencia el día 21 siguiente, en que condenó a Montojo a la pena de separación del servicio, pasando a la situación de reserva, con incapacidad para desempeñar destinos. La sentencia motivó el oportuno acuerdo administrativo de ejecución, producido por Real Decreto de 10 de octubre de 1899[23].

     Seguramente, para nuestra sensibilidad de civiles del siglo XXI, la pena impuesta fue mucho más razonable que la solicitada por el Fiscal. No obstante, es tal la diferencia, que induce a pensar, bien que el Contralmirante salió demasiado bien librado, o bien que, para ese viaje, las alforjas judiciales del caso resultaron superfluas.


     Y voy, finalmente, con mi alusión al Consejo de Guerra que se siguió contra el general de división, Don José Toral Velázquez, Segundo Jefe de las fuerzas terrestres españolas en Santiago de Cuba, que pasó a ser su Comandante en Jefe temporal, al resultar herido en acción de guerra el titular, general Don Arsenio Linares Pombo, el día 1 de julio de 1898, es decir, un par de jornadas antes de la batalla naval de Santiago. Bajo las órdenes del general Toral, el ejército español combatió y resistió al americano, cada vez con menor éxito, hasta que, previa negociación con el General en Jefe adversario, Shafter, y autorización del Capitán General, Blanco, las fuerzas españolas capitularon y pudieron retirarse con su armamento. Seguramente, el Cuerpo expedicionario estadounidense tenía muchos más medios -sobre todo, artillería eficaz-, y estaba apoyado por los insurgentes cubanos, pero el número de efectivos enfrentados era bastante parejo: alrededor de los quince mil hombres. Tal vez por ello, o por lo que significaba para la marcha de la guerra en la Isla, la noticia de la capitulación fue muy mal recibida en España, enfocando enseguida los políticos la indignación hacia Toral, aunque en el fondo todos sabían que, después de la destrucción de la escuadra de Cervera, la suerte estaba echada en Cuba. Ese fue, con toda certeza, el motivo para una rendición que se creyó precipitada; ese, y la postura benévola de Shafter, que accedió a cubrir el episodio con unas formas caballerosas, alejadas de la “rendición incondicional”.

     A su repatriación, Toral fue encausado y sometido a prisión preventiva. El juicio oral contra él y algunos de sus subordinados se celebró en varias sesiones, a partir del día 1 de agosto de 1899, en el salón de actos del Consejo Supremo de Guerra y Marina, al que correspondió enjuiciar el Consejo de Guerra, constituido en Sala de Justicia, corriendo la defensa de Toral a cargo del conocido militar e historiador, Don Julián Suárez Inclán[24].

     La sentencia[25] absolvió a todos los procesados, en particular a Toral, despejando el bulo de que se había rendido por su cuenta y riesgo, hallándose incomunicado, dando como probado que lo había hecho “en cumplimiento de las instrucciones recibidas del General en Jefe del Ejército” -se entiende, del Capitán General de Cuba, general Blanco y Erenas-.  Con todo, la animadversión popular, que le había seguido desde su llegada a España por el puerto de Vigo, no se agotó, sino que los ataques contra él prosiguieron durante el resto de su vida. Esta situación acabó por sumirlo en una profunda depresión que desembocó en su locura y posterior ingreso en el hospital psiquiátrico de Carabanchel. Allí consumió sus últimos días de vida, hasta fallecer el 10 de julio de 1904, a los 71 años de edad.




Almirante Cervera





[1]  Véase en este blog, con la etiqueta de Cuentos históricos, el relato Blas de Lezo, historia de una leyenda, entrada del 1 de noviembre de 2016, especialmente el capítulo 1, titulado “El monumento”.
[2]  Los principales episodios de dicha polémica fueron la sustitución, en una calle de la Barceloneta, de la dedicación al Almirante Cervera por la de otra persona, que acababa de fallecer y había morado en dicha vía; seguido del desagravio por el Ayuntamiento de Madrid, al dedicar al nombre del Almirante Cervera unos jardines, o pequeño parque, en el barrio de Chamberí. Todo ello, producido en 2018 y 2019, respectivamente, cursó con ignaros insultos e interesadas loas al Almirante aludido, que entiendo nada aportan a su papel histórico, afortunadamente más allá de políticos fuera de su papel y deberes.
[3] Citaré dos, a título de ejemplo: Ricardo Peytaví, El desastre naval de Santiago de Cuba (3 de julio de 1898), Mgar.net, sin fecha; Pío Moa, El Desastre del 98: Desarrollo, Libertad Digital, 2 de julio de 2004. También fueron muy ilustrativas las aportaciones inéditas recogidas en ABC Cultura, 3 y 4 de julio de 2018.
[4] Véase José Cervera Pery, El Almirante Cervera; Vida y aventura de un marino español, edit. Prensa Española, Madrid, 1972; José Cervera Pery, El Almirante Cervera: un marino ante la Historia, edit. San Martín, Madrid, 1998. En Internet, con libre acceso, Documento: Dictamen del Fiscal Militar en la causa instruida contra el contraalmirante Don Pascual Cervera, Revista de Historia Naval, año XVI, nº 63 (1998), pp. 93-120 (a la sazón, era Director de dicha Revista el Sr. Cervera Pery).
[5] La instrucción de la causa comprende más de mil folios. La decisión respecto de Cervera y su argumentación por el Fiscal obran en el Archivo Naval existente en el palacio del Marqués de Santa Cruz, en El Viso del Marqués (Ciudad Real), en el expediente personal del Almirante.
[6]  Detalles sobre el juicio, en la prensa de la época, por ejemplo, La Vanguardia de Barcelona, número del 5 se septiembre de 1899, p. 5.
[7] Véase José Cervera Pery, entrada biográfica de Pascual Cervera Topete, en la página web de la Real Academia de la Historia.
[8] No creo necesario precisar todos los nombres de los inculpados y de los barcos que mandaban, por hallarse recogidos profusamente en libros y artículos. Aludir ampliamente a estos sería tarea hercúlea, por lo que me limitaré a recoger algunos, que he empleado para documentar este ensayo: Julio Rodríguez Puértolas, El Desastre en sus textos. La crisis del 98 vista por los escritores coetáneos, edit. Akal, Madrid, 1999; Pedro Laín Entralgo y Carlos Seco Serrano (Editores), España en 1898. Las claves del Desastre, edit. Círculo de Lectores, Barcelona, 1998, espec. pp. 180-185, a cargo de Miguel Alonso Baquer; John Laffin, Diccionario de batallas, edit. Salvat, Barcelona, 2001, pp. 480-481; Juan Vázquez García y Lucas Molina Franco, Grandes batallas de España, edit. Susaeta, Madrid, 2010, pp. 206-211; Revista Armas y Letras, año IV, nº 68, noviembre de 1923, pp. 17-21 (con motivo de la inauguración del monumento conmemorativo en Cartagena); José María Blanco Núñez,  De Cavite a Santiago, conferencia de 14 pp, publicada en 1998 en www.armada.mde.es; José Ignacio González-Aller Hierro, Los programas navales de la Restauración, en VV.AA., El buque en la Armada Española, edit. Sílex, Bilbao, 1981, pp. 307-329, con profusión de fotografías y dibujos. Sobre el famoso episodio de la destrucción del acorazado Maine, véase George Hyman Rickover, How the battleship Maine was destroyed, 1ª edic., University of Michigan Library, 1976, y 2ª edic. (revisada y actualizada), Naval Institute Press, 1995.
[9] Se empleaba esa expresión, aún tratándose de marinos, para referirse a los grados de almirante, equiparados al Generalato del Ejército. Excepcionalmente, por razón del cargo, podía considerarse Oficial General a un grado naval inferior, como acaeció con el Segundo en el mando de la Escuadra de Operaciones en el combate naval de Santiago de Cuba, Don José Paredes Chacón, cuyo rango en la Marina era el de Capitán de Navío de Primera Clase.
[10] Recuérdese que la declaración de guerra de los Estados Unidos se efectuó el mismo día 24 de abril, si bien se le dio carácter retroactivo, con efectos del día 21 anterior, en que el Embajador de España había pedido los pasaportes.
[11] Desde Curaçao, la distancia hasta San Juan de Puerto Rico habría sido de unas 400 millas náuticas.
[12] Su total se calcula en unos dos mil hombres.
[13] Los americanos iniciaron los desembarcos de tropas de tierra en la playa abierta de Daiquirí, unos 30 km al este de Santiago de Cuba, el 22 de junio de 1898 (previamente lo habían hecho en la bahía de Guantánamo, el 10 de junio, a unos 80 kilómetros de Santiago por una difícil carretera, por lo que les sirvió más bien de lugar de aprovisionamiento para la flota, que como base para atacar Santiago). Ramón Blanco y Erenas (1833-1906) era a la sazón, como Capitán General, la máxima autoridad civil y militar española en Cuba. El general Arsenio Linares Pombo (1848-1914) estaba al mando de las fuerzas terrestres españolas en la zona de Santiago de Cuba, si bien, herido en acción de guerra, hubo de ceder el mando, el 1 de julio de 1898, a su segundo, el general José Toral y Velázquez (1832-1904), a quien más adelante aludiré.
[14] La resistencia española en tierra fue más larga de lo esperado -quizá, ayudada por las deficiencias en las operaciones de los americanos-. El hecho es que estos no lograron la capitulación de la plaza hasta el 16 de julio.
[15] Más propiamente, Río Turquino, a unas 48 millas náuticas (unos 90 km) de Santiago de Cuba, a mitad de camino, aproximadamente, entre Santiago y el Cabo Cruz.
[16] De ser ciertos los hechos y su responsable, resulta vergonzoso que, al año siguiente (1900) de la instrucción de la causa contra Cervera, cuando ya se sabía todo esto, Arsenio Linares fuese nombrado Ministro de la Guerra, puesto en que repetiría en otras ocasiones.
[17] Merece especial atención jurídica el capitán de navío -comandante del Infanta María Teresa durante la batalla naval de Santiago de Cuba-, Don Víctor María Concas i Palau, pues llevó posteriormente la defensa del contralmirante Montojo, dejando cumplida cuenta en el libro Causa instruida por la destrucción de la escuadra de Filipinas y entrega del arsenal de Cavite, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1899.
[18] Ya he dejado dicho que los marinos españoles muertos y heridos en el combate naval de Santiago de Cuba se estiman, respectivamente, en unos 350 y unos 150. Las bajas en la batalla naval de Cavite ascendieron a unos 100 muertos y cerca de 300 heridos. Es decir que, tanto por el total de bajas, como por el número de fallecidos, la escuadra de Cervera tuvo peores resultados que la de Montojo.
[19] El libro clásico a este respecto es el de Víctor María Concas i Palau, La escuadra del almirante Cervera, Librería San Martín, Madrid, s.f. (circa 1899), reeditado varias veces y traducido al inglés por la casa australiana, Wentworth Press. Tengo entendido que su publicación le costó al Señor Concas un nuevo Consejo de Guerra, por sus duras críticas a ciertos políticos relevantes, proceso que debió de concluir sin responsabilidades pues el autor siguió con su justamente exitosa carrera en la Marina y en la política.
[20] Resumen del Consejo de Guerra, confeccionado sobre la base principal de lo recogido en el diario barcelonés La Vanguardia, del 5 de septiembre de 1899, p. 5.
[21] Perspectiva americana en Patrick McSherry, The Battle of Manila Bay (Cavite), en The Spanish-American War, Centennial Website, 1998.
[22] Para una aproximación meramente curiosa, aconsejo la consulta de la hemeroteca del diario barcelonés, La Vanguardia, números de 12-09-1899, p. 5, 20-09-1899, p. 6, y 21-09-1899, p. 5.
[23] Puede encontrarse en la Gaceta de Madrid, nº 285, de 12 de octubre de 1899.
[24] Breve resumen del desarrollo del Consejo de Guerra, en lo referente al general Toral, puede hallarse en la benemérita hemeroteca del diario La Vanguardia, números de 2 de agosto de 1899, p. 6, y 3 de agosto de 1899, pp. 5-6.
[25] Véase fuente citada en la nota anterior, número de 11 de agosto de 1899, p. 6, que toma los datos de la sentencia del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra del mismo día. Creo que la fecha de la sentencia es la de 9 de agosto de 1899.

sábado, 21 de marzo de 2020

A VUELTAS CON LA GENÉTICA . ENTREGA NÚMERO 15: ALGO SOBRE COVID-19


A vueltas con la Genética. Entrega nº 15: Algo sobre COVID-19



Por Federico Bello Landrove





     El mundo de la Genética está en constante evolución. Esta serie de ensayos pretende ser una aproximación a algunos de los avances y descubrimientos científicos más recientes en la materia. Al propio tiempo, puede suponer una actualización del trabajo general presentado en este blog, bajo el título de Lamarck y Darwin se unen: Revisión general de la doctrina en materia de aleatoriedad de las mutaciones.







1.      Los Coronavirus, desde el punto de vista genético





     De modo general, el Coronavirus que está provocando la actual pandemia -declarada por la O.M.S., el 11 de marzo de 2020- es llamado SARS-CoV-2. Ello quiere decir tres cosas: 1ª. Que es capaz de generar la enfermedad denominada Síndrome Respiratorio Agudo Severo (de ahí sus siglas SARS, ordenadas al modo inglés), como su consecuencia grave más frecuente. 2ª. Que es un virus perteneciente a la familia de los Coronavíridos, de donde la abreviatura CoV. 3ª. Que ha provocado el segundo brote epidémico de SARS, después del producido por otro pariente suyo en el año 2003[1]: por eso, el dígito 2, con que finaliza su denominación abreviada.

     Las principales características bioquímicas y genéticas de este coronavirus (en lo sucesivo, CoV-2) están ya descritas en la literatura científica, siendo bastantes de ellas poco relevantes para el conocimiento vulgar: Es un arrenovirus, es decir, que su material genético está formado por ARN (ácido ribonucleico). Dicho material genético se estructura en una sola cadena (es un virus monocatenario). Tiene polaridad negativa -es decir, es un virus ARN (-)-, con envoltura o capa exterior y nucleocápside de estructura helicoidal. Su genoma alcanza unos 30.000 pares de bases, calculándose que posee 15 genes.

     De todas estas notas características, tal vez los aspectos más notorios son los que hacen referencia a su material genético: el ARN; al hecho de que el virus no tome el material genético para replicarse del citoplasma de la célula parasitada, sino de su núcleo; y la circunstancia de ser uno de los virus más grandes entre los ahora conocidos. De hecho, los Coronavirus oscilan entre 26.000 y 32.000 pares de bases. De todos modos, no saquemos conclusiones exageradas sobre el dato del tamaño genético de los virus que, desde el punto de vista de sus dimensiones físicas, se hallan en el rango de los nanómetros -es decir, de la millonésima parte de un milímetro-[2]; ni imaginemos que sus casi treinta mil pares de bases son comparables con las de un genoma -como el humano- que tiene unos tres mil millones (aproximadamente, pues, unas cien mil veces más), con alrededor de 30.000 genes codificadores para proteínas.

     Los análisis completos de varios genomas de CoV-2 extraídos del material celular de pacientes humanos infectados, han permitido obtener otros datos y detalles, que pueden resultar de gran interés para algunas cuestiones que más tarde suscitaré[3]. Entre tales datos, se encuentran los siguientes:

·         De los 29.811 nucleótidos del genoma del CoV-2, el 29,86% son adeninas; el 18,39%, citosinas; el 19,63%, guaninas, y el 32,12%, timinas -recte, uracilo-.

·         Los diversos análisis genéticos de especímenes del CoV-2 presentan ya ciertas variaciones genéticas (mutaciones), pero siempre sobre la base de cuatro proteínas estructurales (S, M, E y NP) y una hemaglutinina esterasa (HE)[4]. Como en el caso del SARS-CoV del año 2003, el virus CoV-2 usa como receptor la enzima ACE2[5].

·         Los genomas primeramente analizados, tanto en China, como en Corea del Sur, revelan una identidad genética entre los CoV-2 superior al 99,99%, lo que no parece ofrecer dudas sobre un único origen de la pandemia. Como sucede con todos los virus, este empieza ya a presentar una alta tasa de mutación, habiéndose detectado hasta cinco zonas principales en su genoma proclives a una mayor variabilidad[6].

·         La comparación del genoma del CoV-2 con otros Coronavirus que, en su día, ocasionaron epidemias con propagación a humanos, arroja grandes diferencias de homología. Así, con el predecesor del actual, el SARS-Cov del año 2003, la homología es solo del 77,5%. Aunque la distancia cronológica es menor, el parecido entre CoV-2 y el virus MERS-CoV, que provocó epidemia en 2012, el parecido homológico es tan solo del 50%[7].

·         Dentro de un episodio de relativo baile de cifras, que precisaremos en el capítulo siguiente, se ha encontrado una similitud genética del CoV-2 humano y los CoV de otras especies, del orden del 90% en el pangolín malayo y del rango del 96% en ciertos murciélagos (rinolofos)[8]. Las disparidades entre los diferentes estudios comparativos, así como la necesidad de tener en cuenta otros aspectos -como el parecido entre proteínas- aconseja no sacar todavía conclusiones definitivas, acerca del tema clave de la procedencia zoonótica concreta de la pandemia que se ha originado en humanos.





2.      ¿Desde qué animal, o animales, nos ha pasado el SARS-CoV-2?



     No se trata de una mera curiosidad: Conocer el origen de esta zoonosis puede ser decisivo, no solo para prevenir futuros contagios, incluso epidémicos, sino para encontrar vacunas u otros remedios para combatir la propagación o la virulencia del patógeno. Por ello, voy a esquematizar -con la ayuda adicional de ciertos precedentes- algunas de las tesis a este respecto. Innecesario es reconocer que las afirmaciones son totalmente provisionales -y bastante especulativas-, como suele suceder con todas las enfermedades nuevas.

     Para empezar, algunas consideraciones de tipo general, que pueden ayudar a entender las atribuciones de culpa a algunas especies, géneros o familias, como posibles huéspedes del CoV-2, antes de transmitirlo a humanos. Y la primera de ellas puede referirse a las dos precedentes epidemias en humanos a cargo de Coronavirus, en el siglo XXI: la de SARS-CoV (2003), que afectó de preferencia al Extremo Oriente, y la de MERS-CoV (2012)[9], que se inició en Arabia Saudita; una y otra intensamente letales, pero con pocos casos de afectación a humanos[10]. Los animales que, respectivamente, han sido considerados los huéspedes del Coronavirus antes que el hombre fueron la civeta de las palmeras (Paradoxurus hermaphroditus) y el dromedario (Camelus dromedarius). Como se sabe, la civeta es un pequeño mamífero que, aunque desaconsejado, se come en diversos países orientales -China entre ellos-[11], en tanto que el dromedario tiene una íntima, variada y conocida relación -incluso comestible; en especial, su leche- con los pueblos del desierto medio-oriental y del Sahara.

     Es probable o seguro que civetas y dromedarios fuesen los últimos huéspedes de los Coronavirus de 2003 y 2012, antes de que pasaran a infectar a unos miles de humanos. Con todo, la mayoría de los investigadores, para precisar el estadio anterior de parasitación, vuelven los ojos a los murciélagos, lo que no es mucho precisar, habida cuenta de que comprenden unas 1.100 especies, distribuidas por todo el mundo, salvo en la Antártida. De todos modos, no es una atribución para salir del paso. Hay muchas razones genéticas, biológicas y sociales para sospechar de los quirópteros[12], muchas de cuyas especies son consumidas como alimento en países, como China, sin los oportunos controles sanitarios[13], aparte de los obvios contactos interespecíficos, a través de las heces y de los hábitos vampíricos y mordeduras de estos mamíferos voladores.

     Dejemos ya el pasado de las epidemias generadas por otros Coronavirus y atengámonos a los datos e impresiones de la que ahora tenemos convertida en pandemia: la de la COVID-19. La cuestión del origen zoonótico nos ha puesto inicialmente en contacto científico con un fascinante y original mamífero, de tamaño mediano a grande, con la exclusiva particularidad de tener el cuerpo cubierto de escamas córneas y cuyo hábito alimenticio es esencialmente mirmecófago. La supuesta identificación del culpable, el pangolín chino (Manis pentadactyla)[14], contaba con varios argumentos de peso: Para empezar, en los primeros análisis comparativos de los Coronavirus -muy abundantes- del pangolín y los humanos infectados por CoV2, dijeron hallarse coincidencias genéticas muy por encima del 90%. En segundo lugar, pese a tratarse de especie en grave peligro de extinción, estaban vivos y a la venta en mercados de la ciudad de Wuhan (núcleo original de la pandemia), donde coexistían con decenas y decenas de otros animales salvajes, con poco o ningún control sanitario. En tercer lugar, aparte del atractivo de sus escamas, la carne de pangolín es muy estimada en la cocina china. Finalmente, un argumento negativo, pero poderoso: los sospechosos habituales, es decir, los murciélagos, se hallaban a la sazón hibernando (hacia noviembre de 2019), por lo que eran pocos o ninguno los que entonces estaban a la venta.

     Sin embargo, la identificación del pangolín como el transmisor del CoV-2 a humanos parece haberse venido abajo, desde el momento en que los primeros análisis genéticos han quedado contradichos -al parecer, definitivamente- por otros muchos y mejor hechos posteriores, en los que -como ya dije en el capítulo anterior- no se han hallado coincidencias entre los Coronavirus de pangolín y humanos superiores al 90%[15], lo que se juzga insuficiente para entender a los segundos directamente derivados de los primeros. Claro que las comparaciones con Coronavirus de murciélagos del género Rinolophus no han superado la barrera del 96% de coincidencias, lo que puede llevarnos a sospechar que haya habido otro huésped del Coronavirus, intermedio entre murciélagos y humanos, cuya especie, por ahora, no seamos capaces de identificar. Entiendo que, hasta el momento, la sospecha no se ha concretado en los dos grupos de animales que, en otras ocasiones, han hecho de reservorio de virus con que obsequiarnos en cuanto nos descuidásemos: las aves y los cerdos. Sobre ello habré de volver en el capítulo 3 del presente ensayo.

     En cualquier caso, sea la que fuere la secuencia de huéspedes hasta llegar al hombre, el CoV2 constituye el primer caso conocido de éxito apabullante de los virus de esa familia, a la hora, no solo de pasar de otra especie a humanos, sino de transmitirse con enorme facilidad de unas personas a otras. Reflexionar sobre ello será uno de los objetos del capítulo 4, y último, de este trabajo.





3.      El precedente de referencia: las epidemias de gripe o influenza tipo A



     Aunque el parecido genético nos llevaría a comparar la actual pandemia del CoV-2 con los episodios epidémicos SARS-CoV de 2003 y MERS-CoV de 2012, hay un dato esencial que lo impide: Esas anteriores epidemias por Coronavirus apenas tuvieron transmisión a humanos y, menos aún, ocasionaron contagios de persona a persona. Así pues, sanitarios e historiadores de la Medicina han tenido que acudir a otras infecciones víricas que les sirvieran de paradigma. El ejemplo elegido -obvio, por otra parte- ha sido el de la llamada gripe o influenza tipo A (en lo sucesivo, IAV). Es cierto que el virus gripal pertenece a una familia diferente del CoV-2, pues se trata de un Orthomyxovírido, en la que integra uno de sus géneros[16]. Con todo, comparte con los Coronavirus algunos caracteres, como el de ser un ARNvirus monocatenario, cuya replicación tiene lugar en el núcleo de la célula parasitada. Por el contrario, presenta polaridad positiva y tiene un total de 13.588 pares de bases, es decir, menos de la mitad que el CoV-2. En cualquier caso, entiendo que lo que ha llevado a considerar las epidemias de gripe A como un precedente a considerar para la de CoV-2 son dos razones, muy alejadas en sí mismas de los motivos genéticos o bioquímicos:

     1ª. La general aceptación de que el IAV no es un virus inicialmente de la especie humana, sino que pasó a esta tras parasitar a diversos huéspedes de otras especies, el último de los cuales -según epidemias, u opiniones especializadas- fueron aves o cerdos. De todas maneras, suele considerarse que el reservorio del IAV en mamíferos se encuentra en los murciélagos.

     2ª. El hecho de que el IAV, una vez introducido en huéspedes humanos, se contagió con tal éxito y rapidez entre ellos, que originó verdaderas pandemias, que en nada tuvieron que envidiar en ocasiones la extensión y letalidad que, hasta ahora, está teniendo la de CoV-2.

     Quizás, a estas dos razones, podríamos añadir otra, de estricto carácter clínico: la de que el IAV, como el CoV-2, afecta muy especialmente al aparato respiratorio, siendo la neumonía bilateral la complicación más peligrosa.

     Hechas las precedentes consideraciones, procuraré resumir un artículo científico bastante detallado[17], completándolo en algunos casos con datos aportados en otros trabajos. Dicho artículo tiene un alto valor premonitorio, pues fue publicado en junio de 2019, apenas medio año antes de que aparecieran descritos en China los primeros casos de COVID-2019.



***

    

     En los años que llevamos del siglo XXI, cientos de humanos se han infectado con virus de la gripe o influenza A (IAV), procedentes de aves y cerdos, principalmente. Es hora de analizar los factores que permiten a dichos virus superar la barrera entre las especies. Los IAV son especialmente indicados como modelo, pues hay cientos de especies afectadas por ellos, sobre todo aves[18], pero también cerdos, caballos, perros, gatos y murciélagos. Sus técnicas de ataque a las células del huésped son las habituales, de emplear hemaglutininas[19] (de las que se conoce, hasta ahora, un total de 18) y neuraminidasas (identificadas once), con mecanismos variados en sus detalles, lo que determina los distintos tipos de gripe A. De ellos, al menos tres han afectado a humanos: los llamados H1, H2 y H3. En todo caso, se trata de ARNvirus de cadena sencilla con ocho segmentos y polaridad positiva. Los IAV son capaces de adquirir, perder o intercambiar algunos de los segmentos, originando entonces un vuelco en los sistemas de defensa natural y médica contra los virus, ya descubiertos.

     Para llevar a cabo sus mutaciones segmentarias, los IAV -como los CoV-2, por supuesto- tienen preferencia por ciertas partes de la anatomía de sus huéspedes (el tracto gastrointestinal de las aves), que, en el caso, de humanos, es el aparato respiratorio. Ello responde a las facilidades que les dé la abundancia de su receptor, el ácido siálico. También son diversas las proteínas que cada especie parasitada emplea para ligar o inhibir las de la polimerasa de los virus. Pero, de todas maneras, cada vez hay más ejemplos de éxito viral en infectar a humanos, pasando a estos desde otras especies en las que son endémicos, como las aves; así ha sucedido recientemente con los virus H5N1, H7N7, H5N6 y H7N9. Y lo mismo que pasa con los humanos, determinados virus de gripe A están afectando a especies muy ligadas a las personas, como cerdos, équidos y perros, con efectos severos y hasta mortales.

     La transmisión de virus entre distintas especies puede llegar a ser pandémica en humanos, cuando los patógenos se transmiten por vía aérea y logran una rapidez de contagio muy considerable. Y, si el virus es novedoso -como, ahora, el CoV-2-, la falta de medios para combatirlo lo hace especialmente temible, incluso para el futuro de otros virus más conocidos y benignos, que se ven desplazados por la nueva cepa. Ese parece haber sido el caso de las pandemias de gripe A de los años -de inicio- 1918, 1957, 1968 y 2009, aunque de las primeras no haya estudios genéticos satisfactorios[20]. En todo caso, la opinión general es la de que los nuevos virus pasaron al hombre desde aves o cerdos, pudiendo incluso mezclarse los virus propios de dos especies en un tercer animal, antes de pasar al hombre. Esas hipótesis para las pandemias anteriores a la Era Genética, se vuelven certezas en las últimas epidemias de gripe A: la procedencia fue aviar; y, aunque los efectos del contagio eran habitualmente graves o muy graves, los virus no tuvieron habilidad para infectar de persona a persona, salvo casos esporádicos[21]. Parece, pues, que el que los virus de gripe A alcancen un fenotipo con importante transmisibilidad entre humanos, parece estar ligado a que puedan mutar en especies de similitud bioquímica con aquellos. El problema estriba en que dicha similitud es a veces bastante sofisticada y difícil de encontrar, como, por ejemplo, la que se ha hallado en el paladar blando de humanos, hurones y cerdos.

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     Volviendo, por un momento, la vista atrás[22], parece inevitable recordar dos pandemias gripales del siglo XX, que supusieron cifras de contagios y de defunciones que parece difícil pueda alcanzar el CoV-2, aunque mejor será no hacer presagios de buena voluntad. Los dos sucesivos brotes de la gripe A de 1918 (IAV, virus H1N1), llamada en los Estados Unidos y en otros países gripe española, se desconoce a cuántas personas infectaron -se especula con un 40% de la población mundial-, pero sí se sabe que las defunciones que provocaron fueron del rango de la decena de millón -entre 20 y 40 millones de personas-. Era una época en que no se disponía de ninguna vacuna para esa enfermedad y en que la incipiente Genética no permitía asegurar las especies vectoras del virus antes de pasar a los humanos (¿aves, cerdos?), pero se da por seguro que hubo una previa mutación recombinante que hizo al patógeno mucho más transmisible y peligroso que los de las gripes precedentes.

     En cuanto a la llamada -con más propiedad que la anterior- gripe asiática de 1957-58 (IAV, virus H2N2), sus dos brotes sucesivos causaron en todo el mundo 1.100.000 fallecidos, de los que en España hubo unos diez mil, de entre los cuatro millones de personas que en nuestro país la contrajeron. El huésped en que se produjo la letal mutación viral fueron patos silvestres del sureste de China. Las vacunas preexistentes fueron ineficaces y para cuando se prepararon y distribuyeron las adecuadas, la pandemia había pasado: Se dice que 34.000.000 de dosis quedaron como efímero recuerdo de un remedio que llegó demasiado tarde.

     Ahora que hemos llegado al final del capítulo, estoy seguro de que huelgan las explicaciones que di al principio, sobre por qué el CoV-2 ha traído a la memoria de los historiadores y al interés de los facultativos las principales pandemias producidas por los virus de la gripe A.





4.      Recapitulando: El mito de la barrera interespecífica y el futuro



     Partamos de tres aseveraciones que los científicos formularon sucesivamente, mientras -como podríamos decir- se iban batiendo en retirada, pienso que con el beneplácito de políticos y de empresarios. Todas tres constituyen verdades a medias, cuyas excepciones se han mostrado cada vez más abundantes y peligrosas[23]. Lo curioso es que, al menos, las dos primeras ya eran conocidamente inexactas desde hace más de un siglo. Pero recogeré ya, sin más dilación, esas tres verdades, que han resultado ser falacias:

     1ª.  Cada patógeno tiene su propia especificidad, es decir, la especie a la que parasita. La adaptación a la misma impide que pase a tomar como huéspedes a especímenes de otras especies. Se trata de la versión estricta de la llamada barrera interespecífica de los parásitos, sean estos virus, bacterias, protozoos, hongos, etc.

     2ª. Una vez se supo -repito que hace más de un siglo- que había parásitos que, en uno u otro momento, o por una u otra razón, proyectaban su acción sobre varias -o muchas- especies, se acuñó la teoría de la parasitación de especies afines. Esta tesis tiene una cara positiva de verdad, casi de Perogrullo: la de que el salto del parásito de una especie a otra es tanto más hacedero, cuanto más parecido genético y bioquímico haya entre sus huéspedes[24]. Pero su cara negativa ha resultado ser falsa: El hecho de que las especies parasitadas sean genéticamente muy alejadas no constituye ninguna garantía de que sus parásitos no sean los mismos. Ya hemos visto en capítulos anteriores la lejanía evolutiva entre los humanos y las especies presuntamente responsables de preparar y pasar a nuestra especie la carga vírica letal.

     3ª. Finalmente -por ahora-, fracasadas las dos verdades o falsas seguridades anteriores, la Ciencia se apoyó -con preocupación y vacilaciones, es cierto- en una tercera línea argumental. Cuando el parásito era capaz de pasar de otros huéspedes a humanos, gracias a relaciones sociales más o menos intensas entre unos y otros[25], al menos no se contagiaba de humano a humano. Y así han estado, más o menos, las cosas durante dos décadas, hasta que la llegado el CoV-2 y la pandemia de COVID-2019 les ha estallado a los científicos -y a los que no lo son- en la cara.

     En resumen, la excesiva e insana convivencia -principalmente, alimenticia- entre humanos y otras especies[26], unida a la extraordinaria plasticidad de los patógenos[27] -en particular, los virus y las bacterias-, ha provocado la tormenta perfecta de SARS-CoV-2, con la certeza estadística de que no será la última, de no ponerse los medios preventivos socio-económicos para tratar de evitarlo. Y digo socio-económicos, en general, porque los estrictamente médicos serán masivamente burlados por la capacidad de cambio de los parásitos, haciendo que lleguen tarde -aunque lleguen- las vacunas, único método conocido hasta ahora para que las epidemias tengan un suficiente control de gravedad y difusión[28].

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     No puedo por menos de continuar este capítulo con la detallada referencia a un artículo publicado en el año 2004 -a raíz de la aparición letal del Coronavirus de SARS-Cov del año 2003-[29], que era todo un vigoroso toque de atención, incluso con un título llamativo, aunque discutible: La superación de la barrera interespecífica no es un gran salto para la Humanidad, sino para la República de los Virus. Pero pasaré a resumir el artículo, que dejo citado en la nota 29.

     Solo hay un paso entre la superación de la barrera interespecífica y la pandemia -tal vez, terrible-: Que los virus cualesquiera -en este caso los Coronavirus- logren un contagio masivo de humano a humano, como ya lo han logrado los de la gripe A. Y los autores que cito ya creían en 2004 que podíamos estar en el camino de ello, a juzgar por los constantes contagios humanos con los virus de la gripe aviar, con la viruela de los monos y por el SARS (síndrome respiratorio agudo severo). De hecho, se conocen muchas infecciones comunes a humanos y otras especies -habitualmente, animales-, que hacen de huéspedes, antes de transmitírselas a aquellas personas con las que están en contacto más o menos íntimo. Así ha sucedido con la gripe A, transmitida por contacto directo con el ave infectada. Pero el grave problema surge cuando unos humanos infectan a otros, cosa que ya ha empezado -escribían los autores, Klempner y Shapiro- con el SARS-CoV, sobre todo, en China, donde se calculó que había un 70% de manipuladores de pollos con anticuerpos contra dicho virus.

     En concreto, es en el SARS donde habían empezado -cuando menos, desde 2003- a darse contagios relativamente frecuentes de persona a persona, entre convivientes, sanitarios e, incluso, viajeros del mismo avión. Si esto acontece con virus procedentes de animales que estén por todas partes (gallinas, perros, gatos…), el riesgo de propagación puede llegar a ser tan grande, como en el caso de la gripe A de 1918. ¿Cómo sería ello posible? Pues, a juzgar por los precedentes, mediante un intercambio o recombinación genética en los virus, actuando bajo presión selectiva y con la intermediación de otras especies huéspedes, sobre todo, mamíferos. Así se cree, o se está seguro, que aconteció con las pandemias gripales de 1918, 1957 o 1968. Por eso -concluían- es urgente establecer reglas rígidas de salud animal y apoyar los estudios de investigación, para desarrollar antivirales y vacunas. Los pequeños pasos de los virus de SARS-CoV deben ser la señal de alarma: El gran salto puede llegar, si siguen rebasando la barrera interespecífica.

     Pues bien, con el SARS-CoV-2, no cabe duda de que El gran salto vírico ya lo tenemos aquí.


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     Permítanme, para concluir -y aunque pueda ser considerado políticamente incorrecto-, que insista en la idea apocalíptica de que los animales masivos de compañía -principalmente los perros[30]- se puedan convertir en transmisores de enfermedades de gravedad y extensión similares a SARS-CoV-2. La cosa no es, ni mucho menos, impensable: Muchísimos perros no reciben los cuidados sanitarios precisos y su convivencia con humanos -desgraciadamente, no solo con sus dueños- es íntima y constante, en especial, en las ciudades. Uno de los mayores especialistas en el tema, el profesor coreano Daesub Song, tras estudiar el tema durante una década, ha concluido que el virus de la gripe canina (CIV) tiene grandes afinidades con el de la llamada gripe porcina (H1N1/2009), cabiendo amplias posibilidades de recombinación entre ellos para generar el virus vector de una nueva pandemia. La O.M.S. y la Unión Europea se han apresurado a integrar a los canes en sus programas sanitarios One Health y Estrategia Global contra la Gripe 2019-2030, pero todos sabemos bien que las regulaciones al respecto son un auténtico coladero -al menos, en España-. En fin, la voz de alarma, al menos por mi parte, está dada[31].

     Y, en lo concerniente al propio CoV-2, se conoce -según fuentes solventes- la existencia, por lo menos, de un caso de perro contagiado en Hong-Kong de SARS-CoV-2 que, tras pasar la oportuna cuarentena, acabó falleciendo hacia los dos meses de haber contraído la enfermedad[32]. Sin embargo, la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria entiende, hasta ahora, que no hay ninguna prueba de contagio de SARS-CoV-2 a perros y gatos[33].

    












[1] Suele darse el año 2003 como el de esa epidemia pero parece ser que los primeros casos se produjeron todavía en 2002.
[2][2] Con todo, el tamaño del virus sí tiene que ver con los mecanismos físicos de filtrado en mascarillas, o con la mayor o menor facilidad de dispersarse por el aire. Parece ser esta razón de tamaño la que está detrás -afortunadamente- de que las gotitas de fluido corporal con que se proyecta el virus SARS-CoV-2 al exterior han de ser relativamente grandes, tanto, como para precipitar al suelo a no más de una cierta distancia, que suele fijarse alrededor de los dos metros.
[3] Véanse: Ranjit Sah, Alfonso J. Rodriguez-Morales, Runa Jha, Daniel K. W. Chu, Haogao Gu, Malik Peiris, Anup Bastola, Bibek Kumar Lal, Hemant Chanda Ojha, Ali A. Rabaan, Lysien I. Zambrano, Anthony Costello, Kouichi Morita, Basu Dev Pandey, Leo L. M. Poon, Complete genome sequencing of a novel Coronavirus (SARS-CoV-2) strain isolated in Nepal, American Society of Microbiology (Microbiology Resource Announcements), Simon Roux, Editor, DOI: 10.1128/MRA.00169-20. Jeong-Min Kim, Yoon-Seok Chung, Hye Jun Jo, Nam-Joo Lee, Mi Seon Kim, Sang Hee Woo, Sehee Park, Jee Woong Kim, Heui Man Kim and Myung-Guk Han, Identification of Coronavirus isolated from a patient of Korea with COVID-19, Osong Public Health Res Perspect. 2020 Feb; 11(1): 3-7.
[4] Significado de los acrónimos anteriores: S, espícula glicoproteica; M, proteína de membrana; E, pequeña proteína de membrana; NP, nucleoproteína; HE, hemaglutinina esterasa.
[5] ACE2, siglas de la enzima conversiva de la angiotensina 2. Regula la presión sanguínea, pues es vasoconstrictora, y estimula la secreción de la hormona aldosterona en las cápsulas suprarrenales. Véase Guo YR, Cao QD, Hong ZS, TAN YY, Chen SD, Jin HG, Tan KS, Wang DY, Yan Y, The origin, transmission and clinical therapies on coronavirus disease 2019 (COVID-2019) outbreak -an update of the status-, Military Medical Research, volume 7, article number: 11(2020).
[6] Véase Andre Te, Genome squencing analisis with K-means & PCA, Machine Learning for Biology: How will COVID-19 mutate next? (2020). Esto contradice a un artículo de divulgación de Nuño Domínguez, en el diario El País de 20 de marzo de 2020 (versión digital), donde puede leerse: “Cada vez que una partícula viral invade una de nuestras células el patógeno empieza a hacer decenas de miles de copias de sí mismo. Este es un proceso imperfecto y en ocasiones se producen errores de copia. La mayoría de ellos no tendrán ningún efecto, pero hay algunos que sí pueden darle una ventaja. El proceso de evolución natural favorece las mutaciones que hacen al virus más contagioso y menos letal. Por desgracia los coronavirus mutan muy poco, pues codifican una proteína que actúa como un revisor de textos y corrige los errores. Los coronavirus acumulan 10 veces menos errores que otros virus de su familia y por tanto son mucho menos cambiantes, para bien o para mal.” En el mismo sentido, para los Coronavirus y los ARNvirus de cadena larga en general, véase Ellis L. Ryan, Robert Hollingworth and Roger J. Grant, Activation of the DNA damage response by RNA viruses, Biomolecules, 2016 Mar; 6(1): 2.
[7] Véase Tao Zhang, Qunfu Wu, Zhigang Zhang, Probable pangolin origin of SARS-CoV-2 associated with the COVID-19 outbreak, Cell Press, DOI: 10.1016/j.cub. 2020.03.022.
[8] Véase Jeong-Min Kim et al, artículo citado en segundo lugar en la nota 4, supra.
[9] Las siglas MERS responden a las correspondientes en inglés a Síndrome Respiratorio de Oriente Medio.
[10] El SARS-CoV afectó a unas 8.000 personas en 26 países, con una tasa de letalidad del 10%. El MERS-CoV infectó a unos 2.500 humanos de 27 Estados, con una tasa de mortalidad del 35% (datos de la O.M.S. recogidos por la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria).
[11] Eso, sin perjuicio de aludir al hecho de que uno de los más caros y apreciados cafés del mundo se produce a base de pasar sus semillas por el tracto digestivo de las civetas y ser expulsado con sus heces.
[12] No puedo descender a ellas en este ensayo. Me remito a un extenso, fascinante y discutido artículo, cuya oportunidad de publicación ha sido casi mágica: Cara E. Brook, Mike Boots, Kartik Chandran, Andrew P. Dobson, Christian Drosten, Andrea l. Graham, Bryan T. Grenfell, Marcel A. Müller, Melinda Ng, Lin-Fa Wang, Anieke van Leeuwen, Accelerated viral dynamics in bat cell lines, with implications for zoonotic emergence, eLife, Research Article, Feb 3, 2020, DOI: 10.7554/eLife 48401.
[13] Creo que, especialmente, en sopa.
[14] También se ha aludido en ciertos artículos al pangolín malayo (Manis javanica).
[15] En concreto, entre el 80,24 y el 88,93%: Véase Tao Zhang et al, trabajo citado en la nota 6.
[16] Los otros cuatro géneros de la familia son los de las influenzas B y C, Isavirus y Thogotovirus.
[17] Kanta Subarao, The critical interspecies transmission barrier at the animal-human interface, Trop Med Infect Dis, 2019 Jun; 4(2): 72.
[18] Aunque el mayor peligro para los humanos puede estar en las gallináceas, por razones alimenticias, parece que la mayor afectación vírica corresponde a las llamadas aves acuáticas y de ribera.
[19] Hemaglutinina (HA) es un antígeno glicoproteico; neuraminidasa (NA) es una enzima de cadena polipeptídica. Una y otra colaboran para destruir las membranas que impiden al virus entrar en la célula parasitada y, posteriormente, para facilitar la salida de los viriones replicados en la citada célula.
[20] Este ensayo tiene una extensión moderada. Para quienes tengan mayor interés por los aspectos históricos, les remito a un trabajo breve (20 páginas) en español, de libre acceso por Internet: Seila Gilarranz Luengo, Virus de la gripe: variación genética y patogénesis, Trabajo de Fin de Grado, Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2017 (última modificación, 2019).
[21] La mayoría, previa convivencia con los infectados. Excepcionalmente, se reportaron casos de contagio entre personas que habían viajado en un mismo avión.
[22] Véase Santiago Grisolía (Director), La gripe aviar: un reto de salud pública, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2006, espec. pp. 115 y siguientes, a cargo de José María Martín y Lydia Gorgojo.
[23] Véase Kanta Subarao, artículo citado supra, en nota 17
[24] En las últimas décadas, a partir de los estudios epidemiológicos de ciertas endemias africanas, en particular, el SIDA (virus VIH), los monos -en particular, el chimpancé- se convirtieron en los sospechosos habituales de las enfermedades contagiosas nuevas, que nos venían de África. Como no soy genetista diplomado, ya no me atrevo a estas alturas a sostener la certeza o falsedad de tales atribuciones a nuestro mayor afín genético, el Pan troglodytes.
[25] Por poner un ejemplo, cuando a raíz de la epidemia de SARS-CoV, se hicieron en China pruebas de detección de los anticuerpos contra dicha enfermedad, se constató que el 70% de los manipuladores de pollos analizados tenían tales anticuerpos. Ignoro hasta qué punto la constante convivencia entre los humanos y las gallinas pudo proporcionar inmunidad -al menos, relativa- a aquellos, frente al SARS-CoV.
[26] Mis palabras van en la línea de la política sanitaria de la O.M.S. y otras Organizaciones, en el sentido de que la salud es única, debiendo comprender la del hombre, los animales y el medio ambiente, en general. Espectáculos, como el de los mercados de animales vivos de Wuhan, debieran llenar de vergüenza y de culpa a los responsables de los mismos -por acción u omisión-, quienes ahora parecen querer coger la cresta de la ola, arrogándose méritos en el tratamiento de la epidemia de COVID-2019, que son fruto de la disciplina del pueblo y de la excelencia de los sanitarios.
[27] A título de ejemplo, por su brevedad y ser muy reciente, véase Henrik H. de Fine Licht, Does pathogen plasticity facilitates host shift?, PLOS Pat 14(5), May 3, 2018: e 1006961.
[28] Véase Guo YR et al, artículo citado en nota 5. Muy recomendable el libro colectivo de Karen L. Mossman (Editor), Viruses and Interferon: Current Research, Caister Academic Press, Hamilton (Ontario, Canada), May 2011, en particular, capítulo 4 (Antiviral function of interferons), a cargo de Marisela Rodríguez, Jessica A. Campbell y Deborah J. Lenschow, y capítulo 8 (Influenza virus and interferons), del que son autores Gijs A. Versteeg y Adolfo García-Sastre.
[29] Me refiero a Mark S. Klempner & Daniel S. Shapiro, Crossing the species barrier -One small step to man, one giant leap to Mankind, N.Eng.J.Med, 2004 Mar 18; 350 (12).
[30] Aunque se confiesa con frescura que no tenemos idea precisa de la cantidad de perros que pululan por España, los legales rebasaban en 2019 la cifra de seis millones, que supone el 10% del total de los censados en la Unión Europea -recuérdese que, a la sazón, la U.E. incluía al Reino Unido-.
[31]  Sobre todo este tema, hay numerosas campañas de divulgación. Véase Microbiology Society, Could dogs be the source of a new flu?, Mar 28, 2019.
[32] Expertos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, el Centro de Medicina Veterinaria y Ciencias Naturales de la Universidad de la Ciudad de Hong Kong y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), estuvieron de acuerdo de forma unánime en que el perro tenía un bajo nivel de infección y que eso “probablemente se debía a un caso de transmisión de humano a animal”. El perro que había dado positivo al coronavirus en Hong Kong murió el lunes, de acuerdo con reportes de varios medios locales que citan al Departamento nacional de Agricultura, Pesca y Conservación. Tenía, según su dueño, la avanzada edad de 17 años (Noticias de agencia, día 5 de marzo de 2020). Por su parte, las Autoridades sanitarias belgas de la zona de Lieja anuncian sin duda el contagio de un gato por su dueño. ¿Qué podría impedir que los contagios fuesen a la inversa?
[33] Indicaciones clínicas recogidas en folleto actualizado hasta el 20 de marzo de 2020.