sábado, 28 de abril de 2018

EL CRIMEN DEL CATEDRÁTICO DE DERECHO CRIMINAL



El crimen del catedrático de Derecho criminal

Por Federico Bello Landrove


     El título de este ensayo se ajusta completamente a la verdad: Un asesinato perpetrado en Rio de Janeiro en el año 1915. El juicio concluyó en la absolución del catedrático, por aplicación muy discutible de la eximente de trastorno mental transitorio. El acusado se llamaba Gilberto Amado y es un personaje muy famoso en Brasil. La víctima fue Annibal Theóphilo, que también es bastante conocido en su tierra como poeta. En este relato, se resumen los hechos, el juicio y algunas incidencias posteriores dignas de recordarse.     
       


1.      Los protagonistas


     El victimario, Gilberto Amado[1], pasa por ser una de las mentes más preclaras del siglo XX en Brasil. Nacido en la localidad de Estância -estado de Sergipe- en mayo de 1887, tenía en el momento del crimen[2] que vamos a narrar 28 años. Con todo y ser tan joven, ya se encontraba casado y con hijos[3]. En el aspecto docente y profesional, había hecho algunos estudios de farmacia y se diplomó en la Facultad de Derecho de Recife (1909), en cuyo claustro de profesores pasó a integrarse de modo inmediato como Ayudante de Derecho Penal y, ya en 1911, como Titular de la misma cátedra, por fallecimiento del anterior catedrático[4]. Su desempeño profesoral parece haber sido interrumpido en la práctica durante los muchos años que se ausentó de Recife para residir en Rio de Janeiro. De hecho, el ejercicio académico debió de reanudarse tan solo hacia 1930, cuando solicitó y obtuvo, por la eficiente mediación de Francisco Campos[5], su traslado a la Universidad Federal de la entonces Capital de Brasil. Esta segunda fase de aplicación a la Universidad fue en la asignatura de Derecho Internacional, materia en la que Amado se distinguiría grandemente, pasando a vivirla de modo práctico como diplomático ante diversos Estados y en la O.N.U., desde 1936 hasta su fallecimiento en 1969[6].

      Otra faceta en la que Gilberto Amado destacó fue la de escritor y periodista. Limitando la referencia a lo realizado hasta la fecha del crimen (20 de junio de 1915), destaca su colaboración semanal en el diario carioca O Paiz, que no dejó de suscitarle enemistades, y la publicación de un libro de ensayos, A chave de Salomão (1914), su ópera prima, fruto en parte de un extenso viaje por Europa, que pareció animarlo a promover su nominación para la Academia Brasileña de Letras, pese a su casi juvenil edad (por supuesto, entonces fracasó en el intento).

     Amado, a pesar a su juventud y poca experiencia en Rio, también supo jugar bien las cartas de la política, apoyándose en uno de los grandes muñidores de la misma en la época, el senador gaúcho, Pinheiro Machado[7], apodado El Condestable, cabeza visible del único partido político brasileño de ámbito nacional a la sazón -el Partido Republicano Conservador-. Tan significado apoyo permitió a Amado ganar las elecciones a diputado federal por su estado natal de Sergipe, ya en el año 1915, apenas semanas antes de verse implicado en el episodio mortífero que pretendo reseñar.

     Allá en su juventud, era Gilberto Amado lo que podríamos llamar un individuo enclenque y miope, muy poco apropiado, desde luego, para enfrentarse en una pelea a puñetazos con individuos relativamente corpulentos. Tal vez por ello -o por las modas y costumbres de la época- llevaba bastón y guardaba en un bolso de su chaqueta una pistola cargada. Nada de eso habría sido relevante, de no tener un carácter explosivo, tal vez fomentado por las agudas fobias que pueden despertar la política y el periodismo combativo. Aunque no todos los episodios a que voy a referirme sean indudables, sí se recogen con visos de veracidad los siguientes antecedentes del flamante diputado federal por Sergipe:

-          Viviendo ya en Rio, un criado de don Gilberto presentó una denuncia, acompañada de parte médico, según la cual Amado le había tirado a la cabeza la tapa de un azucarero -supongo que de cerámica-, ocasionándole una herida contusa. Dicha denuncia, presentada en la comisaría del 7º Distrito Policial, no tuvo mayor recorrido jurídico.

-           El diario fluminense Correio da Manhã se hacía eco de una agresión de Amado a un compañero de redacción, llamado Nestor Massena, primero a bastonazos y, cuando su antagonista iba a reaccionar, sacando una pistola que, al parecer, disparó una sola vez, sin alcanzar a Massena[8].

-          El caso más conocido y grave tuvo como sujeto pasivo al conocido político y periodista, Lindolfo Collor[9], quien discutió en la calle con Amado por cuestiones literarias y, al empujar y tirar al suelo al sergipano, fue tiroteado dos veces por Amado en presencia de otros colegas, evitándose por acuerdo de todos que el hecho se judicializara, al no haber sido herido Collor, por verdadero milagro[10].

-          Y, aunque no sea ningún delito ejercitarse en el tiro con pistola, Gilberto Amado lo hizo frecuentemente desde su época de estudiante en Recife, según declaración prestada en el juicio del que luego trataré, por un testigo, el profesor Aníbal Freire[11].

     A estos efectos, es llamativa e impresionante la confesión que el propio Amado hace en sus Memorias[12], que bien merece la cita, aunque resulte un poco extensa: Me vuelvo una fiera cuando tengo el estómago vacío, sobre todo, antes de comer o cuando la comida se retrasa… El hecho es que, en teniendo hambre, me vuelvo un sujeto imposible, un jaguar penetrando en los matorrales, rugiendo, en busca de una presa que llevarse a la boca… El propio escritor da título a la confidencia: El desatino de un hambriento.

     Incluso los loadores de Amado, cuando son medianamente sinceros, han de reconocer los excesos de su carácter. Es el caso de Crispiniano Neto, conocido autor de literatura de cordel, que en tres estrofas lo define[13], sin que yo ose con la traducción quebrar la sencillez de sus versos, por lo demás perfectamente comprensibles para los hispanohablantes:

Foi Gilberto un homem manso,
Mas também foi agitado,
Nunca levou desaforo
Para dentro do lar sagrado
Por isso é que ele foi tanto
Amado quanto odiado!
No acordo un lorde inglês,
No agito era un Nabucco;
As vezes, filósofo sobrio;
Por vezes, gênio maluco,
Eximio, esgrimiendo ideias:
Fatal, usando un trabuco!
Esse era Gilberto Amado,
Dono de todos conceitos;
Se foi bom na fala mansa,
Foi melhor metendo os peitos…
Um ser humano completo
Em qualidades e defeitos!



***

     La víctima, Anníbal Theóphilo[14], había nacido en 1873 en Paraguay, cuando sus padres brasileños se hallaban allí durante una campaña militar. Había realizado estudios militares en Fortaleza (estado de Ceará), sirviendo en la Amazonia durante unos años. Tanto su matrimonio, como su fama de poeta, le llegaron aún muy joven, siquiera ni en lo uno ni en lo otro fuese muy afortunado. En la época anterior a su muerte, había realizado un largo viaje por Europa, publicado su primero y único libro de poesías[15], y su mujer había iniciado los trámites de la separación conyugal[16]. Muy conocido en los ambientes literarios y periodísticos de Rio de Janeiro, fue uno de los fundadores de la influyente Sociedade Brasileira de Homens de Letras y había logrado una cierta solidez económica y profesional, como Secretario del Teatro Municipal de Rio de Janeiro.

     A diferencia de Gilberto Amado, Theóphilo era un hombre alto y fuerte, experto en la lucha cuerpo a cuerpo. Sobre su carácter hay las versiones más dispares, sin otra coincidencia -poco útil para este relato- que la de ser un individuo bastante mujeriego. La diversidad de valoraciones sobre su personalidad aconseja, en mi opinión, no exponerla en este relato, remitiendo a los lectores más interesados a las citas biográficas recogidas a pie de página. Y, como se deduce del año de nacimiento, ya indicado, en el momento de su muerte tenía 42 años de edad.





2.      Relaciones y motivos


     Al llegar de nuevas a la ciudad de Rio, Amado -todavía con ciertas dificultades económicas y de salud- fue bien acogido por los escritores que componían la llamada República de Laranjeiras, en especial por el influyente escritor Coelho Netto[17], quien le puso en fructífero contacto con el destacado político Pinheiro Machado -ya aludido-[18], si bien no le logró el apoyo del Presidente (Gobernador) de Pernambuco, Emídio Dantas[19]. Parece que ese fracaso no fue bien aceptado por Amado quien, a sus resultas, se apartó de Netto y de otros colegas[20], hablando mal de ellos. Otro tanto vino a suceder con algunos periodistas-literatos, que por entonces publicaban sus primeras obras -como Lindolfo Collor y Elói Pontes-, quienes fueron víctimas de sus críticas acerbas en O Paiz, que rebasaban con creces los límites de la corrección. No es de extrañar que Gilberto Amado fracasara en su primer intento de ingreso en la Academia Brasileña de Letras, y no solo por lo menguado de su producción literaria hasta entonces.

     Cualquiera que fuese su carácter, el hecho es que Anníbal Theóphilo, más veterano y con menos ínfulas políticas y económicas, se llevaba mucho mejor con los colegas escritores. De suyo, sus primeras relaciones con Gilberto Amado -generalmente, a través de la Sociedade de Homens de Letras y como frecuentes comensales en casa de Coelho Netto- habían sido correctas. Debió de ser a raíz de la actitud desagradecida de Amado para con Netto, cuando Theóphilo tomó partido por este y cortó todo contacto con nuestro catedrático, al que sistemáticamente negó el saludo y empezó a tratar con una actitud entre indiferente y despectiva, que no dejó de ser detectada por otros escritores y amigos. Parece que también agriaron sus relaciones los comentarios recíprocos de ambos literatos, muy desfavorables para la calidad artística y los méritos de cada uno de ellos. Es llegado el momento de precisar un poco más, pasando de las generalidades sobre sus relaciones, a los posibles motivos que Gilberto Amado pudo haber tenido para concebir una inquina mortífera hacia Theóphilo.

***

     Los motivos remotos de la animadversión de Amado hacia Theóphilo tienen el contexto que acabo de exponer. Con todo, el sergipano hace un relato truculento en sus Memorias, como si quisiera matar el recuerdo de su víctima, cuarenta y tres años después de haber acabado con su vida material[21]. Creo que puede ser muy ilustrativo, desde varios puntos de vista, resumir el capítulo Terrible prueba, perteneciente al volumen cuarto de las Memorias, titulado Presencia en la Política:

     Amado presentaba a Theóphilo como una persona que le era sustancialmente desconocida, puesto que -según él- no tenía trabajo ni ocupación que mereciera tal nombre, ni ejercía la literatura o el periodismo en términos que le permitieran considerarse un hombre de letras. Con todo, sin otra explicación que el matonismo y la corpulencia, Anníbal la había tomado con él, de suerte que dondequiera que lo viese lo ofendía de palabra, lo retaba a pelear, llegando a ponerle la mano encima, hasta generar en el ánimo de Amado una permanente sensación de vergüenza y temor, que incluso le impedía dormir. El catedrático no se explicaba los motivos de un comportamiento tan avasallador, ni tampoco ofrecía testimonios concluyentes, pues tales episodios de humillación y agresividad se habían estado produciendo cuando los antagonistas se encontraban a solas.

     Baste por ahora con recoger las palabras de Amado, dado que más adelante iré introduciendo a los testigos que puedan despejar las dudas de una versión tan subjetiva y poco verosímil, para reducirla a sus justos términos. Ahora trataré de reflejar de modo preciso lo que efectivamente sucedió en la tarde del 20 de junio de 1915, día en que se produjeron los hechos luctuosos que estoy narrando. Aquí sí que habré de acoger, sobre todo, manifestaciones testificales, a partir de las versiones que ofrecen las actuaciones judiciales y, en ciertos casos, también la prensa, sobre lo que en ella escribieron testigos presenciales, o recogieron en el acto del juicio los cronistas de tribunales.

***

     Es conocido que la razón de encontrarse en la tarde del 20 de junio de 1915 Anníbal Theóphilo con Gilberto Amado fue su asistencia a una sesión literaria, celebrada en el salón de conferencias del Jornal do Commercio[22], a partir de las 16:30 horas de dicho día. Luego precisaré más este dato. Ahora solo interesa el motivo inmediato del funesto tiroteo que acabó con la vida del citado en primer lugar. Aunque los matices varían según las declaraciones, hay un denominador común suficiente, que puede resumirse de la siguiente forma:

     Al terminar el acto, en la zona del zaguán del edificio inmediata a las escaleras, se formaron algunos grupos de conversantes y se intercambiaron fórmulas de saludo entre los asistentes que ya se retiraban. Theóphilo, al parecer con prisa por acudir a una diligencia de su trabajo en el Teatro Municipal, saludó al paso y con la mano a una mujer conocida, a la que se encontraba tan próximo el señor Amado, que entendió el gesto como dirigido a él, devolviéndolo así mismo con el ademán. Para subsanar el error, Anníbal se acercó a Amado y le dijo con semblante adusto y en voz alta algo como esto:

-          No le he saludado a usted. A usted yo no lo cumplimento.

     Amado quedó en vergüenza con ello; tanto más, cuanto que se hallaba presente su esposa[23]. Viendo que Amado no parecía dispuesto a reaccionar, uno de los que estaban a su lado, su amigo Paulo Hasslocher[24], se encaró con Theóphilo y ambos se enzarzaron en una pelea, poniendo manos uno encima del otro. En tales circunstancias, Amado sacó una pistola que llevaba en un bolsillo de la chaqueta y disparó tres veces contra Anníbal, alcanzándolo con uno de los proyectiles en la nuca, con el efecto de seccionarle la médula espinal. Dada la trayectoria del disparo, puede darse por seguro que el disparo se realizó estando la víctima de espaldas al homicida.

     En este relato de la motivación, quedan varias cuestiones en duda, pero me limitaré a exponer dos:

-          Si, al pronunciar la frase despectiva, Aníbal se acercó o no a Amado, pues este alude en las Memorias a que se le vino encima, haciendo gestos y señas, hasta el punto de que casi le metió un dedo en el ojo; todo lo cual le hizo temer que fuese a agredirlo.

-          Si, antes de intervenir directamente, Hasslocher le afeó a Amado el que no reaccionara con violencia ante la ofensa, llegando a preguntarle por qué no daba de bastonazos a Theóphilo. Ello indicaría que Amado llevaba en ese momento dicho objeto contundente, como también Hasslocher, quien lo alzó contra su antagonista antes de que se enzarzaran.  



3.      Aproximación al suceso


     No es fácil extraer coincidencia general en las diversas versiones de lo acaecido, pero me parece obligado intentarlo, con la ayuda imprescindible de las actuaciones judiciales y de la sentencia que luego recayó[25]. Considero conveniente referirme solo a los hechos, no a valoraciones muy subjetivas, como la referente a hasta qué punto pudieran haber estado excitados o fuera de sí los más directos intervinientes. A la postre, precisamente ese fue el punto esencial para resolver judicialmente el caso, según más adelante veremos[26].

      Como he dejado dicho, en la tarde del 20 de junio de 1915, a partir de las 16:30 horas, se desarrolló en la sede fluminense del Jornal do Commercio[27] una sesión literaria, al parecer, con el objetivo principal de homenajear al gran poeta, Olavo Bilac[28]. El acto estaba organizado por la Sociedade Brasileira de Homens de Letras y contaba con un extenso programa -principalmente de lectura de poemas, a cargo de sus autores-, en cuyo punto segundo se reseñaba la intervención de Anníbal Theóphilo, con una disertación sobre A mocidade cavalheiresca[29].

     La sesión concluyó poco antes de las seis de la tarde, momento en que el numeroso público -compuesto mayoritariamente por gentes de letras y sus familiares o amigos- emprendió la salida, utilizando la escalera o el ascensor, dado que el salón de actos se encontraba en el primer piso. Gilberto Amado lo hizo acompañado de su esposa y, al menos, de su conocido/amigo Paulo Hasslocher. Ambos caballeros portaban sendos bastones y se retiraban despaciosamente. En cambio, Anníbal Theóphilo lo hacía con bastante rapidez, pues en el cercano Teatro Municipal lo esperaba su esposa y una gestión económica urgente que, como Secretario, había de despachar.

     Al pie de la escalera fue donde se produjo el equívoco aludido en el capítulo anterior, es decir, el gesto de saludo de Theóphilo a una señora que, entre la proximidad y la miopía, entendió Amado que le iba dirigido, por lo que lo contestó de la misma forma, aunque con la sorpresa que le producía ser sujeto pasivo de salutación por quien, hasta entonces, se la venía negando.

     Theóphilo captó la respuesta de Gilberto y el error que este había padecido, por lo que, para dejar las cosas claras, se le aproximó sin apenas detenerse y le hizo saber que el saludo no era para él, que a él no lo saludaba. La frase, por lo serio del gesto y el volumen de la voz llamó la atención de los circunstantes, aunque no provocó respuesta ninguna de Amado.

     Quien sí respondió indignado fue Hasslocher, a quien el feo le resultó intolerable, máxime habiendo sido hecho en presencia de la esposa de Amado y de numerosas personas conocidas. Directamente reprochó al catedrático sergipano la falta de reacción, aconsejándole francamente que le metiera bengala, es decir, que le diese de bastonazos. Comoquiera que Amado no reaccionase, fue Hasslocher quien alcanzó cerca de la puerta del Jornal a Anníbal y, probablemente sin mayores precisiones, levantó su bastón contra él, y/o viceversa. Los dos se agarraron por la ropa, y empezó un forcejeo y los empujones consiguientes.

     Fue entonces cuando, viniendo desde la zona de la escalera, Amado empuñó la pistola que, como de costumbre, llevaba en el bolsillo, apuntó -según algunos, con precisión- y la disparó por tres veces hacia Anníbal. Solo una de las balas alcanzó a su objetivo, estando de espaldas a él, puesto que le entró por la nuca y le seccionó la médula espinal, produciéndole la muerte de forma inevitable, cuando ya había sido evacuado a un hospital próximo.

     Al parecer, Amado trató de marcharse del lugar, pero fue retenido. Cuando un agente de Policía procedía a su detención, le hizo saber que era diputado federal, por lo que tenía privilegio de inmunidad, de lo que no hizo caso el policía, al tratarse de un delito flagrante y de la mayor gravedad. En realidad, pese a intentos en contrario de parte de correligionarios políticos, Amado pasó del estado de detenido al de preso preventivo, en el que permaneció hasta la celebración del juicio, poco más de un año después del homicidio.





4.      Reacciones: los testigos más significativos


     La mayoría de los testigos cuyas manifestaciones recojo lo fueron en la investigación oficial y/o en el juicio oral. Algunos de ellos se manifestaron con mayor vehemencia en la prensa. Finalmente, algunos cambiaron más tarde sus declaraciones judiciales, lo que bien merece el repudio de la posteridad[30]. He seleccionado a diez testigos, un número no muy amplio, lo que ahorrará la necesidad de ordenarlos de manera más o menos discutible.

     Olavo Bilac, poeta.  Tenía una estrecha y larga amistad con Anníbal Theóphilo, al que nunca vio armado ni meterse en broncas. Es consciente de que entre aquel y Amado había recelo, derivado de que el primero sabía del pésimo carácter del segundo. En la tarde del crimen, notó a Anníbal despreocupado y de buen humor: Disertó, se hizo fotografías de grupo y, finalmente, se despidió para ir a cumplir sus deberes en el Teatro Municipal, quedando con el declarante en ir a cenar posteriormente.

     Coelho Netto, escritor. En manifestaciones en caliente a la prensa de Rio, dijo que había ayudado a Amado para establecerse en Rio, intercediendo por él ante el señor Pinheiro Machado con éxito; no así con el Presidente pernambucano, señor Dantas, lo que provocó una fuerte decepción en el recomendado, que llegó a levantar contra el declarante verdaderas infamias. En otro diario añadía que Amado era persona de malos instintos, de pésimo carácter y de espíritu perverso[31].

     Cambiando radicalmente su versión, en la causa manifestó que entre Gilberto y Anníbal había una discordia irreconciliable, hasta el punto de sufrir muchas veces aquel las agresiones de este, lo que le generó miedo. Los escarnios y las humillaciones sufridos por Gilberto habían sido constantes, habiendo presenciado el declarante en la redacción de Careta cómo Aníbal lo había amenazado con escupirle a la cara, terminando por hacerlo en el suelo.

     Alberto de Oliveira, poeta[32]. Amado era humillado por Anníbal quien, al saber que aquel aspiraba a la Academia Brasileña de Letras, había comentado: ¡La Academia no quiere en su seno a cobardes y bandidos! Todavía en el mismo salón de conferencias del Jornal do Commercio, Aníbal se había acercado a Gilberto para amenazarlo, lo que el dicente presenció, al estar sentado al lado de Amado. Al terminar el acto, Anníbal volvió a las provocaciones, incluso delante de la esposa de Amado, lo que motivó que Hasslocher comentara: Gilberto, un hombre no aguanta eso. ¡Dale de bastonazos a ese bandido!, a lo que Amado respondió que nunca tomaría tal actitud ante enemigos de esa ralea. En el piso bajo, todavía estaba esperando Anníbal para seguirse metiendo con Amado, que había tratado en vano de salir por una puerta trasera. Fue entonces cuando Hasslocher se fue hacia Anníbal, quien trató de pegarlo con su bastón, reculando Paulo. Seguramente que entonces Gilberto sintió que tenía que poner un límite a su deshonra y desgracia, experimentando en su interior algo de extraño, de confuso, que le ofuscó la consciencia.

     Juvenal Pacheco, periodista.  En el piso bajo del Jornal do Commercio estaba Anníbal despidiéndose de unas señoras y una niña, cuando vino a pedirle explicaciones Paulo Hasslocher, por haber intentado afrentar a un amigo, replicándole aquel que no había sido su intención pero que, en todo caso, no tenía que darle explicaciones. Siguió una lucha cuerpo a cuerpo que el dicente trató en vano de evitar, y fue cuando oyó varios tiros muy seguidos, dando Anníbal dos o tres pasos con la cabeza hacia atrás, cayendo luego al suelo.

     Augusto Müller de Carvalho, periodista. Vio en el zaguán a Theóphilo charlando con Juvenal Pacheco. Se acercó Paulo Hasslocher, hubo un intercambio de palabras y, seguidamente, este hizo un gesto con el bastón, agarrándole Theóphilo de la pechera del frac y empujándole. Entonces, el señor Amado sacó una pistola, la apuntó a donde estaba Anníbal Theóphilo y se oyeron algunas detonaciones, mientras el dicente se apartaba.

     Luis Edmundo, escritor[33]. En los primeros momentos, manifestó en A Noite que Anníbal manifestaba por Gilberto Amado la mayor indiferencia; no se hablaban, pues Theóphilo lo consideraba un pobre diablo, cuya amistad en nada lo beneficiaría; pero no se trataba de la persecución alegada por el sergipano: Perfectamente documentado, afirmo que nunca existió; bajo palabra de honor lo afirmo, se expresaba Luis Edmundo[34].

     Muchos años después (1938), en su conocida obra O Rio de Janeiro do meu tempo[35], Luis Edmundo -por razones que no explica- cambió radicalmente de registro, volviendo las tornas contra Anníbal cuando narra los prolegómenos del homicidio: Gilberto Amado, siendo miope, tomó el saludo como dirigido a él y respondió risueño, levantando el brazo y agitando la mano. Anníbal entonces reaccionó de manera escandalosa, con el entrecejo fruncido y acentuando sus palabras con una entonación que a todos impresionó y aturdió… De cualquier forma -opino yo-, aunque esa fuese la opinión de Luis Edmundo, malamente puede explicarse con tal prolegómeno una reacción de efectos mortales, como la que tuvo Amado.

     Otacílio dos Santos Carvalho, guarda civil[36]. Estuvo presente en la ocasión en que el acusado (Gilberto Amado) disparó dos o tres tiros -no recuerda el número exacto-, haciendo puntería firme antes de disparar. No vio que el acusado fuese agredido, o se le intentara agredir, por ninguna persona. El declarante, en vista de lo sucedido, se dirigió hacia la persona del acusado pero este, sin hacerle caso, se retiró.

     José Maria de Macedo, agente de segurança pública[37]. Antes de oírse los disparos, no percibió ningún movimiento violento o alteración del orden en aquel edificio. Fue un conocido suyo, que estaba frente al acusado, quien se lo señaló como el autor de los disparos. El declarante procedió a retirar el arma del bolsillo de la chaqueta del acusado. Al proceder a su detención, el acusado se encontraba calmado y le manifestó que no podía apresarlo, pues era Diputado Federal[38].

     Leonídio Ribeiro Filho, estudiante de Medicina[39]. Al volverse, se percató de que el Dr. Gilberto Amado disparaba más de dos tiros a la persona de Anníbal Theóphilo. En seguida, se percató de que procuraba esconder el arma en el bolso de la chaqueta… El acusado parecía calmado y los disparos fueron muy seguidos. En el momento de los disparos, Theóphilo daba la espalda a Amado[40].

     Leal de Souza, periodista y escritor. La supuesta persecución de Amado por Theóphilo la descarta plenamente, así como los desplantes y groserías (incluido el conato de escupirle en la redacción de Careta), que él nunca presenció, como no fuera el no saludar a Amado ni estrecharle la mano, en alguna ocasión en que este se la tendió[41].




5.      Reacciones: la prensa


     No me interesa la voz de la prensa sino en aquellos aspectos que pueda completar la visión de los testigos. Con tal objeto, he revisado las notas recogidas por el profesor y escritor, Arnaldo da Silva Rodrigues[42], correspondientes a un centenar de publicaciones periódicas, y he entresacado como más interesantes las siguientes -todas editadas en Rio de Janeiro-:

     O Imparcial. Este diario se destacó por la cobertura gráfica de la escena del crimen y de la colocación de los implicados, a partir de las versiones ofrecidas por diez testigos presenciales[43]. Destacaba el hecho -muy repetido en los periódicos y en el juicio- de que los hipotéticos desafueros de Theóphilo contra Amado se realizasen habitualmente cuando ambos estaban solos, por lo que, ante la falta de testigos y la muerte del presunto ofensor, no había manera de acreditar ni de rebatir lo que el homicida dijese. A mayor abundamiento, este diario señalaba que el delincuente cometió su delito en estado de absoluta calma y hasta argumentó con sus inmunidades parlamentarias para no ser detenido[44].

     Correio da Manhã. Se atreve a ofrecer un perfil de Gilberto Amado, como vividor y arribista, cuando señala: El criminal tenía necesidad de vivir bien… estaba allí un hombre que iniciaba su vida totalmente estragado por el ansia de subir a todo trance, poniendo en práctica sus mecanismos sibilinos y calumniosos de defensa[45].

     Careta[46]. Esta revista, de la que era redactor-jefe el citado Leal de Souza, acogía ampliamente el punto de vista de dicho testigo, que ha quedado ya resumido en el capítulo anterior, y que volvería a reflejarse de manera dolorida cuando el entierro[47].

     A Ordem. Ya al día siguiente del crimen, calificaba de indecorosa la actitud de Amado, procurando por todos los medios librarse de la acción de la justicia, mintiendo, insultando, calumniando y tratando de procurarse la atenuante de suspensión de los sentidos. Consideraba que la acción había sido calculada y calmosa, destacando la apelación a las inmunidades parlamentarias, pese a que la detención era en flagrante delito[48].

     A Voz da Tribuna. Da todo un recital de refutación a lo que considera cobardía, subterfugio mental y apoyo en amistades políticas por parte de Gilberto Amado. La cita, aun fragmentaria, me parece muy ilustrativa: … Después de intentar los más cobardes procedimientos para huir de la acción de la Justicia, poniendo en práctica… sus relaciones políticas… sin el coraje de confesar su crimen… es detenido y en la prisión en que fue encarcelado se finge víctima… y hace aquella declaración  que es el más elocuente documento de insensibilidad, de falta de emoción y de refinamiento para con quien asesinó… Media hora después de producido el brutal asesinato… su autor, a quien se presumiría avergonzado por el horror de su crimen, con los nervios super excitados por esa vibración natural que sucede a las grades emociones humanas, calmado, frío y audaz narra a la autoridad, a su manera, una alucinación que… no se comprende que pueda tener ni un mínimo fondo de verdad… hace una narración nítida, lúcida, con una serena línea lógica, con una preocupación por la forma, la retórica y el estilo que asombran[49].

     O Jornal do Brasil. Este periódico destacaba que, en su opinión, el acusado había disparado por tres veces, fríamente, invocando después inmunidades parlamentarias como escapatoria de su acción[50].

     O Paiz. Merece la pena referirse a este periódico puesto que era aquel en que colaboraba semanalmente el acusado, como ya dije. Pues bien, este medio informativo se lamentaba de que se hubiese transformado un simple roce, sin la menor importancia, en una tragedia sangrienta, en la que estúpidamente pierde la vida uno de los contendientes[51].





6.      Del juicio y su circunstancia

    
     Medios informativos de la época se hicieron eco de apoyos recibidos por Gilberto Amado para que no pasara por las mismas medidas preventivas penales que el común de los brasileños[52]. A la postre, el esfuerzo -centrado, sobre todo, en evitarle la privación de libertad hasta la celebración del juicio- resultó infecundo, dado el carácter flagrante del delito y el hecho de que, legalmente, el homicidio o el asesinato eran delitos considerados no afianzables, es decir, que no permitían librarse de la prisión preventiva pagando una fianza pecuniaria. Las críticas de interferencia política apuntaban, sobre todo, a Pinheiro Machado, mentor y jefe partidista de Amado. Lo cierto es que el catedrático hubo de permanecer preso, desde la tarde del crimen, hasta el día de su absolución, lo que hace un periodo de un año y unos días. Familiares suyos han aludido a lo que ello supuso de perjuicio y sufrimiento para el preso -nada acostumbrado a tales percances- y para su familia[53].

     Como luego veremos, el homicida no pudo contar por mucho tiempo con el inestimable apoyo de El Condestable, ya que Pinheiro Machado moriría el 8 de septiembre de 1915, víctima también de un asesinato, aunque con un desenlace penal muy diferente del que tuvo el de Theóphilo.

***

     Pese a la relativa sencillez de la instrucción de un crimen flagrante, el juicio ante el Tribunal del Jurado tardó en celebrarse un año, puesto que se desarrolló en sesión de un único día, en Rio de Janeiro, a 30 de junio de 1916. La calificación del fiscal era la de asesinato, con la concurrencia de las agravantes de alevosía, motivo reprobable o frívolo y superioridad por el uso de armas[54]. La línea argumental de la Defensa no era la de alegar la eximente de legítima defensa, como en algunas ocasiones se ha sostenido[55], sino la de pérdida total y momentánea de la consciencia o dominio sobre los propios actos, conocida tradicionalmente en el Derecho penal español como trastorno mental transitorio[56]. Aunque la distinción resulte irrelevante a efectos puramente penales (ambas eximentes implican la absolución), tiene repercusión civil (el trastorno mental transitorio supone obligación de indemnizar, que no existe en el supuesto de legítima defensa).

     Los personajes profesionales del caso fueron: como juez de derecho, presidente del Tribunal del Jurado, Manoel da Costa Ribeiro[57]; como promotor fiscal, Galdino Siqueira, gran figura del Derecho penal brasileño[58]; como abogados defensores del único acusado, los letrados Evaristo de Moraes y Manuel Vilaboim[59]; como letrado en nombre de la familia del finado Theóphilo y colaborador con el fiscal, Cyrillo Júnior.

     Hace un momento, he escrito intencionadamente único acusado. Algunos echaron en falta la acusación de Paulo Hasslocher, como cómplice del asesinato, al entender que su enfrentamiento físico con la víctima no había sido sino una añagaza convenida con Amado, para que este pudiera disparar con mayor facilidad y calma[60]. Aventurando en este tema mi opinión, creo que no había base fáctica para adoptar esa postura procesal de una doble acusación.

     El señalamiento del juicio provocó de nuevo el interés de la prensa, que mantuvo en general un criterio justiciero, reconociendo la complicada tarea que incumbiría al Jurado y formulando votos porque la calidad y condición social del acusado no impidieran que se hiciese cumplida justicia[61]. También era esa una inquietud del promotor, Siqueira, que proyectó la relevancia del acusado en la mayor responsabilidad que, como profesor y diputado, le incumbía de respetar la vida de un semejante. Con todo, el experto fiscal no las tenía todas consigo, pues, sin perjuicio de insistir en probar y alegar el libre arbitrio del acusado, admitió la hipótesis del influjo de una pasión, lo que podría implicar una atenuación de su responsabilidad, en los términos previstos por el artículo 42 del Código. De todas formas, el acusador entendía que la pena que solicitaba -treinta años de prisión[62]- era la que merecían el crimen cometido y los instintos del reo.

     El abogado auxiliar de la acusación, designado por la familia del reo, Cyrillo Júnior, se centró en desvirtuar los argumentos de la defensa, en particular, lo relativo a persecución o agresiones por parte de la víctima, recordando que los presuntos incidentes carecían de prueba, toda vez que -según Amado- siempre se producían cuando estaban solos él y Theóphilo. Afeaba la actitud de Amado, que había concedido una entrevista periodística unos días antes del juicio, alegando hechos nuevos, que ya era imposible, o probar, o rebatir[63]. El ayudante de la acusación rechazaba la tesis de apasionamiento y privación de los sentidos, en vista de la calma que había mostrado el acusado tras el crimen, la alusión a sus inmunidades parlamentarias y la forma mendaz con que, a su favor, había tergiversado los hechos. Terminó dramáticamente, señalando el riesgo de que los hombres ricos e importantes pudieran matar impunemente, si bien esperaba que no matasen al mismo tiempo las honrosas tradiciones del Tribunal.

     El otro abogado auxiliar de la acusación, letrado Pinto Lima, atacó al acusado con el recuerdo de algunos de sus antecedentes de violencia[64]. Daba por hecho que las desavenencias entre Amado y Theóphilo eran de carácter literario, las cuales habrían de resolverse de muy otra forma que por la violencia, al tratarse de espíritus ilustrados.

     El abogado defensor, Manoel Vilaboim[65], diferenció entre el hombre criminal y aquel que en un determinado instante puede cometer un crimen. Este último entendía ser el caso de Gilberto Amado, hombre emotivo y acuciado por la emoción de ser perseguido y vilipendiado, hasta el punto de cometer un crimen pasional.

     Evaristo de Moraes (o Morais)[66] se centró en el presunto carácter pasional del delito cometido por Amado, perfectamente compatible, según él, con el hecho de que, tras cometerlo y apreciar la consecuencia mortal, hubiese recuperado memoria y entendimiento y hubiera actuado de forma lógica. Asumió que, en este caso, la perturbación fue tal, que llegó a la completa privación de sentidos e inteligencia, exigida por la ley para llegar a la absolución. Recordó al penalista italiano Ferri, al insistir en que la pena a aplicar a los delincuentes pasionales no debe ser carcelaria. Y rechazó las alegaciones de contrario, acerca de supuestos privilegios concedidos a Amado, como persona ilustre: Qué mayor prueba de lo contrario que estar allí, sentado en el banquillo, siendo un diputado federal, una lumbrera del Derecho, un literato.

***

     Concluida la sesión del juicio, el Jurado procedió a deliberar y votar sobre las preguntas formuladas por el magistrado presidente. Por unanimidad -siete votos conformes-, consideraron a Gilberto Amado autor de la muerte de Anníbal Theóphilo, al haberle producido lesiones con arma de fuego que fueron la causa del óbito. Con la misma unanimidad, rechazaron que el delito se hubiese cometido con sorpresa, traducible para nosotros por alevosía. En cambio, aceptaron el abuso de superioridad (indefensión, ante la improbabilidad de repeler el ataque), derivado del empleo de armas por parte del acusado. También unánimemente aceptaron la existencia de circunstancias atenuantes en favor del reo. Y ante la pregunta, formulada a petición de la defensa, de si el reo se hallaba en estado de completa privación de los sentidos y de la inteligencia en el acto de cometer el crimen, la contestación fue , por cuatro votos favorables contra tres.

     En consecuencia, el juez de derecho sentenció la absolución de Amado y su puesta en libertad. La Fiscalía recurrió en apelación al Tribunal Togado, que confirmó la sentencia del Tribunal del Jurado. La resolución absolutoria fue recibida de forma muy negativa por la mayor parte de la prensa y de la opinión pública[67]. Tenemos de ello una evidencia aplastante: Muchos años después, al redactarse el Código Penal brasileño de 1940, el legislador debía tener presente el caso Amado -y otros similares-, cuando incorporó en el artículo 28.I la siguiente salvedad: No excluyen la responsabilidad penal la emoción o la pasión.



7.      Algo de lo que sucedió después

    
     El asesinato de Pinheiro Machado.

     Poco más de dos meses transcurrieron entre el homicidio de Anníbal Theóphilo y el del político Pinheiro Machado, a quien -como ya he indicado- se atribuye un importante esfuerzo por dulcificar la situación procesal de Gilberto Amado, su protegido político. Dado el final tan diferente de ambos procesos y la tramitación paralela de los dos, no es extraño que un nieto de Theóphilo[68] haya escrito: … En el primer caso (es decir, el de su abuelo), políticos de una facción poderosa, queriendo libertar al criminal diputado; en el otro, queriendo llevar hasta la máxima pena al asesino de Pinheiro Machado. Consiguieron su intento.

     No es mi propósito narrar el llamado crimen del panadero[69] con el detalle que he dedicado al crimen del catedrático. Simplemente, aportaré unas notas sobre él, para que los lectores puedan opinar acerca del diverso tratamiento penal entre uno y otro[70]. Tanto más, cuanto que los parecidos no se limitan solo a la cronología y el resultado, sino a la línea argumental de las defensas y al hecho -quizás no casual- de que compartieron juez de Derecho -el señor da Costa Ribeiro- y promotor fiscal -el señor Siqueira[71]-, a quienes he aludido en el capítulo anterior.

     El senador José Gomes Pinheiro Machado fue asesinado en la tarde del 8 de septiembre de 1915 en el zaguán del Hotel dos Estrangeiros, en Río de Janeiro. Un individuo que lo acechaba, se acercó por la espalda y, con un cuchillo, le asestó una puñalada en la zona posterior del abdomen, huyendo seguidamente, aunque fue detenido en las inmediaciones. La herida produjo una hemorragia tan rápida e intensa, que ocasionó la muerte del Senador de manera casi inmediata.

     El criminal, Manço de Paiva[72], fue juzgado por el Tribunal del Jurado, en la capital fluminense, el 24 de julio de 1917, y hubo en el desarrollo de la vista dos argumentos relevantes: El primero, muy depresivo del honor y fama del Senador fallecido, fue el de considerarlo -como lo era- un verdadero cacique de la política brasileña, que había llegado a despertar la indignación de muchos compatriotas, ofendidos o afectados por sus influencias y cabildeos[73]. El segundo -a imitación, tal vez servil, del caso Amado-, la pretensión de que el delito se considerara pasional y ello supusiera la absolución del acusado o, cuando menos, la aplicación de atenuantes; solo que, en el presente caso, la pasión sería exclusivamente política.

     Finalmente, como había solicitado el fiscal, el Jurado no aceptó eximente ni atenuante ninguna y al reo se le condenó a la pena máxima del Código Penal brasileño de 1890: la de treinta años de prisión celular. Por razones de salud[74], Manço de Paiva sería indultado en 1937, tras cumplir veintidós años de privación de libertad.

     En el caso de Pinheiro Machado, las críticas de la prensa y los ciudadanos se orientaron a la aparente ligereza con que se aceptó la aseveración del criminal, en el sentido de que había actuado solo y que nadie lo había inducido ni ayudado a cometer su delito. Se opinó que la Policía no había investigado sobre esto, o lo había hecho con ligereza. En fin, nada diverso de lo que suele discutirse en casi todos los magnicidios, cuando son cometidos por un individuo aparentemente solitario.


     Intento de recuperación/exaltación de la memoria de Anníbal Theóphilo.

     Si incluyo este apartado en el relato, no es solo por la curiosidad que, sin duda, despierta, sino porque los hechos motivaron un extenso procedimiento criminal (1979-1982), que llegó hasta el Supremo Tribunal Federal, como si se tratase de la segunda parte del crimen de Gilberto Amado, solo que ahora entre un hijo de este[75] y un nieto de Anníbal Theóphilo, e invirtiendo los términos, pues ahora se sintió víctima el descendiente de Amado. Procuraré resumir mucho la principal fuente existente sobre el tema[76].

     Todo empezó con una entrevista del nieto de Anníbal Theóphilo, llamado Arnaldo da Silva Rodrigues, a cargo del periodista Virgilio Moretzso(h)n Moreira, aparecida en el diario carioca O Globo del 17 de septiembre de 1979, bajo el titular: Anníbal Theóphilo (1873-1915). El redescubrimiento de un poeta asesinado. En ella, el entrevistado manifestaba estar inmediata la publicación de una amplia biografía de su abuelo, a la que había dedicado 21 años de ímprobo trabajo, encaminado a conseguir reivindicar a su ilustre antecesor, en especial, ante el vapuleo al que le había sometido su matador, Gilberto Amado, en sus Memorias[77].

     Ya fallecido en 1969 Gilberto Amado, tomó precautoriamente la defensa de su honor su hijo, el abogado Frederico Gilberto Amado quien, al parecer, reclamó de Arnaldo Rodrigues el original publicable del futuro libro A vida e a morte de Anníbal Theóphilo y, comoquiera que no le satisficiese el tratamiento que de su padre hacía, y que no arrancó a su autor la promesa de no publicarlo de tal guisa, inició en la Justicia Criminal de Rio de Janeiro un proceso contra Arnaldo por delito contra el honor de Gilberto Amado. La clave de la querella -en mi opinión- resultaba, no tanto la intención del futuro libro, cuanto lo que este pudiera tener de desautorización de la sentencia firme, que en 1916 había absuelto a Amado padre[78].

     La cuestión se fue centrando -aunque con abundantes tensiones y curiosos avatares[79]-, suponiendo una, para nosotros, interesantísima revisitación de los añejos autos del crimen del catedrático, de los periódicos y revistas de la época, y de algunos testigos presenciales o indirectos que habrían quedado, de otra forma, en el olvido.

     Los Jueces de Derecho y el Ministerio Fiscal pronto dieron de lado la querella, al menos, hasta que el nonato libro apareciera y pudiese hacerse de él un juicio cumplido. No obstante, Frederico siguió todos los pasos de la vía de recurso, a través del Tribunal de Alzada y, finalmente, del Supremo Tribunal Federal, que resolvió definitivamente en su contra, el 30 de agosto de 1982.

     Si algo malo tuvo el episodio, fue retrasar la publicación de la esperada biografía de Theóphilo por su nieto, que fue demorándose año tras año, sin explicaciones claras, aunque todos pudieran intuir los componentes de presión y recelo que para ello hubiera. El caso es que, finalmente, Arnaldo Rodrigues falleció en 2011, sin haber dado cima a sus deseos. Afortunadamente, los medios informáticos de nuestros días han permitido convertir su libro no impreso en un libro electrónico[80], en momento tan alejado del inicialmente imaginado, que los celosos censores han pasado a mejor vida. No ha sido una mala forma de conmemorar el centenario del crimen que les he relatado[81].





[1] Su nombre completo era Gilberto de Lima Azevedo Sousa Ferreira Amado de Faria (1887-1969). Los datos generales de su biografía, en las páginas web de la FGV/CPDOC y de la Académia Brasileira de Letras, así como en la página web, Iconografía AMADO, Genealogia, 15.1.09, y en Alzira Alves de Abreu (Coordenadora Geral), Dicionário histórico-biográfico da Primeira República (1889-1930), FGV/CPDOC, 2015 (entrada AMADO, Gilberto, a cargo de Sílvia Pantoja).
[2] Como Amado salió absuelto, las palabras crimen, homicidio o asesinato son empleadas en su sentido amplio, inclusivo de las acciones delictivas dotadas de tipicidad y antijuricidad. En este caso, faltaría la imputabilidad, por cuanto se le aplicó una eximente que coincide con el trastorno mental transitorio.
[3] Tuvo tres hijos, entre ellos, la conocida guionista y actriz de cine, Vera Gibson Amado (1913-1960), que se hizo famosa como Vera Clouzot, habiendo tomado el apellido de su marido, el gran director de cine francés, Henri-Georges Clouzot (1907-1977).
[4] Lo recoge con detalle Márcio P.P. Garcia, Gilberto Amado, o jurista, Brasília (Revista de Informação Legislativa), a. 37, n. 147, jul./set. 2000, pp. 77-88. Las fechas no coinciden con la general afirmación en las notas biográficas generales, en el sentido de que, ya en 1910, Amado se trasladó establemente a Rio de Janeiro para ejercer el periodismo. Pensemos en que la distancia Recife – Rio de Janeiro es casi de 2.000 kilómetros, así como en las muy lentas comunicaciones de la época.
[5] Francisco Luis da Silva Campos (1891-1968), gran jurista, Ministro de Educación y de Justicia e Interior, entre 1930 y 1942.
[6] En 1934, se incorporó al Ministerio de Relaciones Exteriores como consultor jurídico. En 1936, fue nombrado embajador en Chile; en 1939, pasó a ser embajador en Finlandia, hasta 1949. A partir de 1948 se integró, hasta su muerte, en la representación brasileña en la O.N.U., siendo también nombrado miembro de la Comisión de Derecho Internacional de la citada Organización. Su elección para la Académia Brasileira de Letras hubo de esperar hasta 1963, seguramente por su antecedente delictivo.
[7] José Gomes Pinheiro Machado (1851-1915), natural del estado de Rio Grande do Sul.
[8] Correio da Manhã del 21 de junio de 1915. Jornal do Brasil de la misma fecha también se hizo eco del incidente.
[9]  Lindolfo Leopoldo Boeckel Collor (1890-1942), que posteriormente sería diputado federal por Rio Grande do Sul (1924-1930), Ministro de Trabajo (1930-1932) y académico de la Brasileña de Letras.
[10]  Así lo calificaban los testigos presenciales, periodistas de Gazeta de Noticias, entre los cuales, Cándido Campos, Elói Pontes y Vitorino Oliveira. Las balas se incrustaron en la fachada de la librería carioca Garnier.
[11] Transcripción del Jornal do Commercio del día 30 de junio de 1916.
[12] Ver Gilberto Amado, tercer volumen de sus Memorias, titulado Mocidade no Rio e primeira viagem à Europa, editorial José Olympio, Rio de Janeiro, 1956, pp. 441-442.
[13]  Crispiniano Neto, Gilberto Amado, estrofas 59 a 61, “Literatura de Cordel”, Fundação Alexandre de Gusmão, www.funag.gov.br.
[14]  El nombre completo era Anníbal Theóphilo de Ladislau y Silva de Figueiredo de Girón de Torres y Espinosa (1873-1915). Conservo la grafía brasileña antigua y la española de sus apellidos de este origen. Sobre su biografía y muerte, véanse los datos de la web a él dedicada (annibaltheophilo.weebly.com) y, además: Sânzio de Azevedo, Cem anos de um crime, Jornal de Hoje, Vida & Arte, 17/06/2015; Acrísio Torres, O crime de Gilberto Amado. Os crimes que abalaram Sergipe, Blog de Clóvis Barbosa, 8 de Dezembro de 2010.
[15]  Anníbal Theóphilo, Rimas, Livraria Portuense, Rio de Janeiro, 1911.
[16]  Al parecer, el matrimonio demoraba la definitiva separación en interés de sus tres hijos, en especial, de la más pequeña, Elisinha, que contaba 13 años de edad cuando la muerte del padre la dejó huérfana.
[17] Henrique Maximiliano Coelho Ne(t)to (1864-1934), nacido en Caxias (Maranhão), excelente prosista, autor de novelas, periodista y político. Entre 1909 y 1920 fue diputado federal y ocupó diversos cargos políticos en la Capital fluminense. En 1932 fue propuesto al Premio Nobel de Literatura.
[18] Tan fructífero que, después de un tiempo, le procuró una candidatura ganadora en la Cámara de Diputados brasileña.
[19] Emidio Dantas Barreto (1850-1931), del Partido Republicano Conservador, fue Presidente de Pernambuco entre 1911 y diciembre de 1915.
[20]  Entre ellos, los escritores Miguel Melo Fontes y Alcides Maya, en especial este último.
[21]  Ver Gilberto Amado, Presença na Política, editorial José Olympio, Rio de Janeiro, 1958, pp.335-337 de la edición de 1960.
[22] Utilizo la ortografía que este diario casi bicentenario (1824-2016) empleó para sí, es decir, sin acento y con dos emes. La ubicación de su sede, en el número 117 de la Avenida Rio Branco, esquina a Ouvidor, dio lugar a que el crimen de Gilberto Amado fuese también conocido por el crimen de la Avenida. El edificio sede del periódico fue diseñado por el arquitecto francés, Auguste Huguier, y databa de 1908.
[23] Se trataba de Alice do Rego Barros Gibson, con la que se había casado en 1911.
[24] Paulo Germano Hasslocher (1891-1966), periodista, político y diplomático brasileño, nacido en Porto Alegre (Rio Grande do Sul). En el día de autos era director del diario carioca ABC y oficial en la Secretaría del Supremo Tribunal Federal. Véase nota biográfica en la FGV/CPDOC. Se dice de él que era un mozo fuerte y alto, como también Anníbal.
[25] Una amplia referencia a las actuaciones policiales y judiciales puede encontrarse en la web citada en la nota 14: annibaltheophilo.weebly.com.
[26] En mi opinión, el mejor resumen por un testigo presencial es el firmado por Bric-à-Brac en la revista Careta, nº 366, de 26 de junio de 1915. El seudónimo corresponde al poeta, crítico literario y periodista Antônio Eliezer Leal de Souza (1880-1948), luego famoso por su libro No mundo dos espíritus (1925).
[27] Concretamente, en el salón de actos o de conferencias, que llevaba el nombre exacto de Salão Nobre.
[28] Olavo Brás Martins dos Guimarães Bilac (1865-1918). En la sesión literaria de 20/06/1915 intervenía con la lectura de su poema Mater. En 1913 había publicado su Dicionário de Rimas.
[29] Una versión completa de esta breve conferencia es accesible por Internet: ver nota 14.
[30] Mientras no diga otra cosa, las declaraciones que resumo proceden de las prestadas en la causa criminal por el homicidio de Anníbal Theóphilo.
[31] Ver A Época de 21 de junio de 1915 y A Noite del mismo día del crimen (20/06/1915).
[32] Alberto de Oliveira (1859-1937), notable poeta de estética parnasiana. Su declaración en la causa es, tal vez, la más precisa de todas, en cuanto a las provocaciones de la víctima.
[33]  Luis Edmundo de Melo Pereira da Costa (1878-1961), periodista, poeta, historiador y memorialista. Entre sus obras, Poesías, en ediciones crecientes entre 1896 y 1907; Memórias, en 5 volúmenes, editados entre 1958 y 1962; O Rio de Janeiro do meu tempo, que apareció en 1938.
[34]  Diario carioca A Noite del día 22 de junio de 1915.
[35]  Puede consultarse libremente por Internet.
[36]  La Guarda Civil equivale a la Policía Local española, ya que sus agentes (soldados armados y uniformados) colaboraran en el mantenimiento de la seguridad y el orden público en la esfera municipal. La declaración de este testigo, a los folios 120 y 121 de los autos.
[37]  Se trata de un Cuerpo policial, de naturaleza militar o cuasi militar que, en su larga trayectoria, ha pasado por muchas etapas y variantes. Con carácter general, véase Thiago Morais de Almeida Lemes, Transformações das intituições de segurança pública brasileira e seus reflexos no reconhecimento do mandato e na accountability, Âmbito Jurídico.com.br., nº 159, Rio Grande, abril 2017.
[38] Folios 125 a 127 de los autos.
[39] Leonídio Ribeiro Filho (1893-1976), doctorado en Medicina en 1916, académico de la Nacional de Medicina en 1928 y uno de los médicos legistas o forenses más grandes de Brasil. ¡Ya es casualidad que fuese testigo presencial de un crimen, antes de ser perito médico en tantos otros! Véase Académia Nacional de Medicina, Leonídio Ribeiro Filho (Cadeira no. 46), en la www.anm.org.br.
[40] Folios 140 a 142 de los autos.
[41] Folios 51 a 57 de los autos.
[42] Arnaldo da Silva Rodrigues (1925-2011), nieto de Annibal Theóphilo. La biografía de su ilustre antepasado se titula A vida e a morte de Annibal Theóphilo, y, al parecer, estaba lista para su edición hacia 1980. Diversos avatares -algunos de los cuales recogeré en el último capítulo de este relato- dieron lugar a que tal publicación mediante la imprenta no se realizase. Actualmente, la obra puede consultarse en la www.livrovirtual.com.
[43] El autor de dicha labor gráfica fue el conocido dibujante para periódicos y tebeos Max Yantok, seudónimo del italiano de nacimiento, Nicola Cesarino (1881-1964). Véase O Imparcial del 23 de junio de 1915, página 4.
[44]  O Imparcial, número del 21 de junio de 1915.
[45]  Correio da Manhã del día 21 de junio de 1915.
[46]  Revista gráfica y humorística, de precio económico y gran tirada, que se publicó en Rio de Janeiro entre 1908 y 1960. De periodicidad semanal, salía los sábados.
[47]  Careta, nº 366 (26/06/1915).
[48]  A Ordem, del día 21 de junio de 1915. Resulta llamativa la presciencia del cronista, al descubrir ya la línea argumental de la Defensa; pero se equivocó en juzgar que la usaría solo como atenuante.
[49] A Voz da Tribuna, 23 de junio de 1915.
[50] O Jornal do Brasil del 21 de junio de 1915.
[51] O Paiz, 21 de junio de 1915.
[52] Fue una cantinela constante, entre el 21 y el 24 de junio de 1915, acogida en diarios como A Noite y Correio da Manhã de Rio de Janeiro, A Opinião de Florianópolis, y en revistas como Careta, donde Leal de Souza le dedicó un duro y extenso artículo en el número de 26 de junio de 1915.
[53] En carta dirigida y publicada en el diario carioca O Globo, fechada el 29 de diciembre de 1979, el hijo de Gilberto Amado, llamado Frederico Gilberto Amado, escribía: …La muerte de Annibal Theóphilo solamente trajo desgracias a Gilberto Amado. Lo llevó a prisión por largo tiempo (12 meses); interrumpió por varios años su brillante carrera política: hizo sufrir a su mujer, a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos… Me parece que el texto, no solo encierra una obviedad básica, sino que muestra gran insensibilidad hacia la víctima y su familia.
[54] Eran las agravantes de los números 7º, 4º y 5º -respectivamente- del artículo 39 del Código penal brasileño de 1890, entonces vigente. El tipo delictivo (asesinato) estaba previsto en el artículo 294-1º del mismo Código.
[55] Por ejemplo, por el hijo del victimario, Frederico Gilberto Amado, en la carta a O Globo citada en la nota 50: … legítima defensa… persecución por Aníbal Theóphilo. Es una afirmación mendaz, pero que está bastante en la línea de las declaraciones de su ilustre antepasado.
[56]  Integraba la eximente del artículo 27-4º del Código penal brasileño de 1890.
[57]  Es famoso por haber presidido el Jurado, no solo de este caso Amado – Theóphilo, sino el precedente del caso Dilermando de Assis – da Cunha y el ulterior del caso Manço de Paiva – Pinheiro Machado. Creo que terminó su vida profesional como magistrado (desembargador) del Tribunal de Justicia del Distrito Federal.
[58] Galino Siqueira (1872-1961), fiscal, magistrado y profesor de Derecho penal. Sobre su relevante figura, véase Sebastião Rodrigues Lima, Galino Siqueira: o Magistrado, o intelectual, o homem, Revista do Instituto dos Advogados Brasileiros, ano XVII, nº 60, Rio de Janeiro, 1º semestre de 1983.
[59]  Algunos añaden el nombre del letrado Pinto Lima, pero este actuó como letrado acusador. También se cita como parte de la Defensa al abogado y profesor, Aníbal Freire, al que yo solo he visto citado como testigo: Jornal do Commercio, 30 de junio de 1916.
[60] Por ejemplo, el periodista Mauricio Campos de Medeiros, A Glória a tiros, diario A Noite, 24/06/1915.
[61] Ver, a título de ejemplo, los diarios de Rio de Janeiro, O Imparcial, Correio da Manhã y A Época, todos del 24 de junio de 1916.
[62] Debo recordar que la pena de muerte no existía en el Código Penal brasileño. El asesinato con agravantes importantes tenía una sanción de 12 a 30 años de prisión celular. Si no hubiese agravaciones de importancia, la penalidad sería de 6 a 24 años. Véase artículo 294 del Código penal de 1890.
[63]  Tan llamativa entrevista se concedió a Gazeta de Notícias y apareció en el número de 28/06/1916.
[64]  Ver supra, capítulo 1, Los protagonistas. El victimario.
[65] Manoel Pedro Vilaboim (1867-1937), fue diputado federal por São Paulo (1915-1930) y Magistrado del Tribunal Internacional de La Haya.
[66] Evaristo de Moraes (o Morais) -1871-1930-, abogado criminalista de gran fama y escritor. En 1920, fue uno de los fundadores del Partido Socialista de Brasil.
[67] Algunos de los diarios cariocas más críticos con la absolución fueron O Imparcial, Correio da Manhã y A Tribuna, correspondientes al día 30 de junio de 1916.
[68] Arnaldo da Silva Rodrigues. Ver nota 40.
[69] Así fue conocido por algunos, dado que, aunque el criminal no ejercía profesionalmente como panadero, sí lo hacía su padre, Francisco de Paiva Coimbra.
[70]  Resumen breve y fiable, en Luis Antônio Farias Duarte, Imprensa e Poder no Brasil-1901/1915. Estudo da construção da personagem Pinheiro Machado pelos jornais Correio da Manhã (R.J.) e A Federacão (R.S.), Dissertação de Mestrado, Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, 2007, pp. 71-79 (acceso libre en Internet).
[71]  Publicó los discursos forenses de este juicio. Ver: Galino Siqueira, Orações producidas pelo Dr. Galino Siqueira, 6º Promotor Público da Capital Federal, e seus auxiliares, Drs. Gumercindo Ribas e Flores da Cunha, na sessão do Júri realizada a 24 de julho de 1917, sob a Presidência do Dr. Manoel da Costa Ribeiro, editorial de Jacinto Ribeiro dos Santos, Rio de Janeiro, 1917.
[72] Francisco Manço de Paiva Coimbra. Su fecha de nacimiento puede oscilar entre 1884 o 1885 (declaración de su padre) y 1899 (manifestación del propio acusado en la instrucción, manifiestamente falsa, aducida con el evidente designio de conseguir alguna atenuación penal). Tampoco es segura -que yo sepa- la fecha de la muerte, que suele fijarse indiciariamente a mediados de la década de los años sesenta.
[73] Sobre todo, tras intentar infructuosamente contender para la Presidencia de la República en 1914 y pretender, en consecuencia, volver a sus actividades políticas longa manu. Lo consideró un infundio y, en tal sentido, entendió que el veredicto del Jurado fue uma desaffronta para el finado, O Paiz, diario de Rio de Janeiro, correspondiente al día 29 de julio de 1917.
[74]  Al parecer, se encontraba tuberculoso, lo que no le impidió vivir todavía unos treinta años. En 1957 -según se dijo, a los 73 años de edad-, se jubiló del Instituto Brasileiro do Café. Ver también nota 68.
[75]  Gilberto Amado tuvo tres hijos legítimos, Vera, Frederico y Ana. Vera, la mayor, falleció en 1960: véase nota 3. Frederico tuvo como profesión la de abogado.
[76]  Véase la ya citada página annibaltheophilo.weebly.com/uma-defesa.html. Su extensión es de unos dieciocho folios con letra tipo Calibri, tamaño 12.
[77] También reaccionaba a los considerados infundios (en algún caso, rectificando opiniones anteriores favorables a Anníbal Theóphilo) de sus colegas escritores, Luis Edmundo y Raymundo Magalhães Júnior.
[78] Un motivo y otro tuvieron su importancia, a la hora de absolver al nieto de Theóphilo. Así, el dictamen del Fiscal, de 8 de octubre de 1979, aludía a que es evidente la ausencia de animus difamandi, injuriandi o calumniandi. Y el Juez de Derecho se basaba, para no seguir adelante con la inculpación, en que el notificado no hace ninguna crítica a la decisión del Tribunal que juzgó el homicidio, el cual, sin duda, se colocó dentro de los límites de la ley, reconociendo la “privación de los sentidos” (auto de 25/10/1979).
[79] Como el que enfrentó a los juzgados 19 y 5 de lo Criminal, al pretender el querellante reproducir su acción en uno de ellos, cuando vio que no se le daba la razón en el otro; cosa a la que finalmente pusieron fin los jueces implicados, cesando en el conocimiento el más moderno en tramitar la causa (el nº 5).
[80] Localizable y accesible en la página www.livrovirtual.com.
[81] Recordaba la efeméride, por ejemplo, Sânzio de Azevedo para el diario de Fortaleza, O Povo, versión on line, 17/06/2015.