domingo, 31 de enero de 2021

¿RESISTIR ES VENCER?

 


¿Resistir es vencer?

Por Federico Bello Landrove

 

     Casi por casualidad, un profesor de Instituto recibe, de parte del Presidente Negrín, el encargo de viajar a Checoslovaquia, en la primavera de 1938, y preparar un informe sobre la Cuestión de los Sudetes, que puede marcar la postura de la República Española en nuestra guerra civil. Mezclando -espero que con claridad y habilidad- lo cierto y lo imaginario, esta es la historia.


 

Fachada posterior del Castillo de Dux (Duchkov)

 

1.   El encargo de Negrín


     El viernes, 18 de marzo de 1938, recibí en el Instituto de Gandía[1], donde ejercía de catedrático de Geografía e Historia, una carta que, a pesar de su marchamo de urgencia, había sido cursada tres días antes, desde Barcelona. Su remitente era mi colega y amigo, Ginés Ganga[2], y su contenido era exactamente el siguiente:

     Querido amigo Beltrán:

     Dirás que soy un descastado por no haberte escrito en el último año, llegando hasta la descortesía de no responder a tu felicitación de año nuevo, que me reexpidieron desde nuestra Embajada en Praga, a esta ciudad de Barcelona. Pues habrás de saber que, en octubre del pasado año, abandoné mis funciones temporales de diplomático en Checoslovaquia, para pasar a ocupar las igualmente alejadas de mi profesión, de ministro del Tribunal de Cuentas -bien que con carácter suplente-[3]. Reconozco que el trabajo no es en modo alguno agobiante, hasta el punto de haber solicitado compatibilizarlo con cualquier otro que tenga a bien asignarme nuestro Gobierno, aunque sea fuera de Cataluña[4], donde el ambiente está muy enrarecido y los bombardeos son cada vez más frecuentes y peligrosos. De hecho, me he venido de Praga solo con Manka, habiendo dejado allí a la niña con mis suegros[5]. En fin, al menos el residir en Barcelona me permite un frecuente contacto con mis compañeros del PSOE, habiendo sido esa la razón de que, aunque a deshora, me haya acordado de ti y puesto en un brete, del que tu pundonor y cariño por aquellas tierras espero que te obliguen a aceptar y salir airoso, pero que por carta solo te puedo pergeñar, dejando los detalles para cuando vengas por aquí, a indicación del Ministro de Estado, Señor Giral[6], aunque ya verás que la iniciativa procede de más arriba.

     La comisión que, de aceptarla, se te confiaría supone que te traslades de manera urgente a Checoslovaquia, por tiempo de alrededor de un mes, para realizar una tarea de información política, de la que habrías de rendir informe al Ministerio de Estado, a tu regreso. Naturalmente, tendrías para ello las oportunas facilidades económicas, administrativas y diplomáticas, reincorporándote al Instituto con tiempo suficiente de atender los exámenes finales, cubriendo entre tanto tu vacante un profesor interino. Tampoco sobre estos extremos te puedo informar por carta de manera detallada, por obvios motivos de reserva, tan necesaria en la situación bélica que padecemos.

     Si, como espero, decides -por lo menos- viajar hasta Barcelona para conocer lo que se espera de ti, habrás de hacerlo con la mayor urgencia, sin avisar a nadie de ello -¡feliz tú, que eres soltero!-. Bastará con que me avises con la mayor brevedad al teléfono … y yo me encargaré de tener todo preparado en esta capital para recibirte.

     Hasta muy pronto -espero-. Un fuerte abrazo de tu amigo y colega,

   Ginés Manga Tremiño.

     No era yo un simpatizante de la República, sino un docente al que la guerra civil le había sorprendido en la zona del Gobierno y que no tenía razones de ningún tipo para tratar de pasarse al otro lado. Con todo, me parecía de elemental respeto atender a la llamada del Ministro -o de más arriba-, máxime cuando parecía tener que ver con mi conocimiento de los temas checoslovacos. En efecto, al terminar la carrera y mientras preparaba las oposiciones a cátedras, solicité y obtuve la plaza de lector, o profesor de español, en la sección de lenguas románicas de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Masáryk de Brno[7]. En aquel crisol en que se aleaban la cultura germánica y la eslava, con importante aportación judía, pasé tres hermosos cursos, hasta que hube de incorporarme a la docencia en España, en aquel Colegio Subvencionado gandiense, llamado a convertirse de inmediato en Instituto. Dos años después, el Alzamiento rompió España y yo me vi separado de mi familia, gallega y castellana a partes iguales. En fin, aquí me tienen, en La Safor[8]; o, mejor dicho, me tenían, porque hete aquí que ya estoy cogiendo el tren para Barcelona. Gracias a Dios, todavía estábamos en marzo del 38 porque, a mediados del mes siguiente, los franquistas cortarían el territorio republicano por Vinaroz, y no habría tenido más remedio que arriesgarme a un viaje por mar o en avión.

***

     Yo había conocido a Ginés Ganga, ilicitano de pro, en Checoslovaquia, cuando coincidimos allí como profesores de español -vulgo, lectores-. Él estaba desde 1929 en la Universidad de Praga y tenía detrás una amplia experiencia, ya que a partir de 1923 se había desempeñado como lector en Universidades francesas[9]. En la de Praga tuvo una estancia de cuatro cursos, lo que le permitió conocer a fondo la cultura y el país, tanto más, cuanto que se casó con una joven checa, como he dejado dicho. Desde la capital praguense, llevó a cabo una importante tarea cultural y periodística, facilitando el conocimiento recíproco entre Checoslovaquia y España[10]. Tan excelente preparación le facilitó el acceso a los medios diplomáticos españoles durante nuestra guerra civil, pues desempeñó el cargo de Secretario de la Embajada española entre agosto de 1936 y junio de 1937, siendo Embajador Don Luis Jiménez de Asúa[11].

     Por supuesto, mi papel en la Universidad de Brno había sido mucho menos brillante, pese a lo cual, estuve bien considerado y se despidieron de mí con cierta pena. De ello tenía constancia Ginés, pese a que la distancia entre nuestras respectivas ciudades era de más de doscientos kilómetros, que suponían entonces unas tres horas de viaje. La verdad es que no nos vimos mucho en aquellos tres cursos que coincidimos en el País, pero intercambiábamos conocimientos y experiencias dos o tres veces al año, alternando el punto de encuentro. Le interesaban mucho las peculiaridades de la ciudad brenense, una especie de Toledo de la Edad Contemporánea, crisol de las culturas germana, eslava y judía si bien, en honor de la verdad, he de reconocer que entonces brillaba sobre las demás la que se expresaba con mentalidad e idioma alemán. En cierta ocasión ayudé a mi amigo Ginés en la confección de uno de los pocos artículos que dedicó a Brno[12], para presentarlo ante el público español. Pienso que él estaba muy influido por Praga y por su mujer, Manka, y tendía a marginar, como ajeno, el influjo germano en Bohemia y en Moravia, del que él me juzgaba adalid y buen conocedor. Y fue esa convicción suya la que motivó mi llamada a Barcelona, de la que arranca todo este extenso relato.

     Mi amigo y colega me estaba esperando en la estación y, casi sin darme tiempo a bajar del tren, me espetó:

-          Manka se niega a que sufras la odisea habitual por la que actualmente pasan los que vienen a Barcelona con la vana esperanza de encontrar habitación individual en un buen hotel. Así que te quedarás en nuestra casa, que está céntrica y tenemos sitio de sobra. Esta noche te pondré al corriente y mañana iremos a visitar a Negrín[13].

     Obligado será resumir la charla que nos ocupó a Ginés y a mí, con la inestimable cooperación de Manka, aquella noche en su domicilio. Todo arrancaba de un hecho, que las personas informadas conocíamos bien: Negrín, a estas alturas desafortunadas de nuestra guerra, cifraba las pocas oportunidades de victoria en que llegase la muy probable conflagración europea antes de que acabase la española. Solo así franceses, ingleses y rusos se aliarían decididamente con nuestra República, para poder superar el dogal que franquistas, nazis y fascistas habían puesto al cuello republicano. Y, para eso, era esencial mantener la combatividad mientras fuera humanamente posible: Resistir es vencer, como aseveraba el optimista Presidente canario.

-          Naturalmente, Beltrán -me apuntó Ginés-, no se cuenta contigo para que vayas a Praga e intentes conseguir que el Gobierno de Benes[14] nos facilite la compra de armas: Para eso ya contamos con Jiménez de Asúa, que el pobre hace cuanto puede.

-          Ya me lo figuro, concedí, pero no se me alcanza qué pueda esperarse de mí, no siendo que haga de guía por Brno a alguna Comisión española…

     Manka sonrió:

-          Algo tiene que ver tu ciudad con lo que Ginés te aclarará acto seguido, repuso.

-          En efecto -aseveró Ginés-, con los sudetes[15] hemos topado, amigo Beltrán.

     Y me expuso con cierto detalle la postura de Negrín. Una vez que Francia, Italia y Gran Bretaña habían aceptado la anexión de Austria por Hitler[16], la siguiente esperanza del Presidente era que la cuestión de los Sudetes se convirtiera en un motivo cierto y próximo de guerra. Lo que quería Negrín, por tanto, era que alguien de su confianza se infiltrara en la zona en conflicto, se informara objetivamente y a fondo de la situación, y le hiciera un pronóstico serio acerca de las posibilidades de conflagración y del posible momento de la misma. Esa sería mi misión, aprovechando conocimientos previos y con la cobertura ficticia de ser corresponsal de un importante diario mejicano. La verdad, escuchando a Ginés, todo parecía lógico y daban ganas de coger la maleta y salir pitando para Reichenberg[17], como un espía profesional en toda regla. Pero pronto empecé a sentir escalofríos y a hacer preguntas a la defensiva.

-          Tenemos representación diplomática en Praga. ¿Por qué no se ocupan ellos?

-          Porque los políticos sudetes desconfían de nuestros diplomáticos, como antinazis y pro-checos. Les cerrarían el paso a todo contacto sincero y, donde no llegasen sus antenas, alcanzaría la larga mano de Gaspar Sanz[18], nuestro enemigo acérrimo en aquel País.

-          Ya veo -comprendí-. En cambio yo -con perdón de Manka-, conocedor y admirador del ambiente de Brno, puedo presentarme como afín de las aspiraciones autonomistas de los sudetes. El problema es que queréis hacerme pasar por un periodista mejicano y sabido es que en la Sociedad de Naciones Méjico está a favor de tratar a los nazis sin contemplaciones.

     Ginés sonrió con cierta complicidad y dijo:

-          Ya veo que sigues la política internacional…, pero no te preocupes: irás como corresponsal o reportero de El Universal de Ciudad de Méjico[19], pero con tu propia identidad. Precisamente ahí está la divergencia que puede hacer que los sudetes te faciliten el acceso a sus ambientes: Por una parte, los periódicos mejicanos suelen ser afectos a la causa checa; por otra, tú puedes pasar por un profesor que simpatiza con los germanos de Checoslovaquia. De hecho, hablas mucho mejor el alemán que el checo.

-          ¿Y qué programa me habéis preparado? ¿Me moveré solo entre los sudetes o también habré de entrevistar a Benes y compañía? ¿Tendré que pasar a Alemania?

-          De todo eso te informarán mañana los organizadores de tu viaje. Yo solo propuse tu nombre como candidato, repuso Ganga.

-          ¿Y te parece poco, Señor Diputado?, concluí yo, de forma irónica.

Dr. D. Juan Negrín López

 


2.   Mi regreso a Centroeuropa


     Acompañado por Ganga, fui a la mañana siguiente a recibir la información que me permitiría conocer los detalles de la misión para la que se contaba conmigo, salvo oposición por mi parte. Curiosamente, no acudí a visitar al Ministro Giral, ni a nadie del Departamento de Estado. Las razones me las dio Ginés, o pude deducirlas luego de la crisis de Gobierno de unos días después, en la que Giral perdió la cartera, en favor de Álvarez del Vayo[20]. Por su parte, mi compañero me explicó:

-          La iniciativa de una misión informativa ante los sudetes ha partido de Negrín, personalmente. Y, por otra parte, es posible que quiera mantenerla en secreto, cosa muy difícil si el tema entra en conocimiento de los funcionarios de Estado.

     El caso es que tampoco me hallé, en principio, ante el Doctor Negrín, sino frente a un individuo alto y corpulento, de rostro amable, definido por unas gafas que daban la impresión de ser de graduación elevada. Dando por sentado que ya tuviera Ganga mi placet a la gestión, empezó por darme toda clase de detalles sobre el contenido de la misión y sus líneas generales. Ginés lo paró:

-          Perdona, Julio, pero el profesor Aparicio aún no ha prestado su consentimiento.

-          En efecto, repliqué, pero no tengo inconveniente en darlo formalmente en este momento.

    Del Vayo respiró, pues habría sido un patinazo de su parte haber entrado en detalles ante alguien no comprometido. Lo cierto es que me lo agradeció:

-          Ya me ha informado Ganga de que usted no tiene adscripción política determinada, pero también que es la persona indicada para esta labor, por su experiencia y conocimientos de la zona.

-          La verdad -refuté- es que solo he estado en Karlsbad[21], y para tomar las aguas, pero en Brno tuve ocasión de conocer y comprender el problema. Claro es que entonces apenas acababa de llegar Hitler al poder, y eso ha cambiado mucho las cosas, desde luego, para mal.

-          Le voy a entregar una carpeta con todos los documentos e instrucciones pertinentes. Estúdielos a fondo pues, una vez en viaje, tendrá que actuar completamente solo, tanto por obligada reserva, como por la estricta vigilancia a que los facciosos someten a nuestros diplomáticos. Fíjese usted que, por esa razón, no ha podido asumir la misión mi hermano Luis[22], que no sé si sabe que es diplomático en Praga.

     Ya nos disponíamos a retirarnos, cuando Del Vayo nos mandó esperar y comunicó con alguien por teléfono. Al instante, dijo:

-          Pasemos unos momentos a saludar al Presidente del Gobierno.

     En efecto, fueron unos minutos, pero suficientes para percatarme de las virtudes del trato de Negrín, de las que se hacían lenguas casi todos los que accedían a él. En mi caso, tuve además la sorpresa de que se manifestó expansivo y sincero. Encareció el interés que para él tenía el desempeño preciso y exacto de mi encargo:

-          Habrá oído mucho, Señor Aparicio, que machaqueo con la frase resistir es vencer. Comprendo que eso de vencer es mucho afirmar pero, cuando menos, resistir es la única forma de conseguir un resultado lo más favorable posible. Para eso, la República necesita, entre otras muchas cosas, saber si habrá guerra general en Europa, y cuándo. Y, hoy por hoy, el punto clave para discernirlo es Checoslovaquia y, en concreto, la Región de los Sudetes.

     Muy poco después, agregó:

-          Jiménez de Asúa y, aquí, mi buen compañero, Álvarez del Vayo, me critican cariñosamente por fiar tanto el destino de la República en una guerra general. ¡Qué más quisiera yo que, sin necesidad de ella, la Sociedad de Naciones y los Estados democráticos nos apoyaran decididamente![23] Pero no le voy a decir cómo están las cosas a un profesor de Historia… En fin, amigo Aparicio, vaya, vea e infórmeme. La República, y yo en su nombre, le agradecemos su disponibilidad.

-          Solo una cosa, Señor Presidente. Si tuviera que optar entre celeridad y precisión, ¿por qué habría de pronunciarme?

-          El tiempo apremia y lo que hoy es válido mañana puede haber quedado desfasado… Espero verlo nuevamente por aquí dentro de un mes o poco más.

     Al salir era casi la hora de almorzar. Ginés bromeó:

-          Hoy quiero que comas bien, por si no vuelves a hacerlo en una temporada. Vamos a Los caracoles, pero no se te ocurra pedir esos moluscos, pues ya ves que Negrín te ha ordenado mucha rapidez.

-          En eso difiere de mis alumnos -contesté, también en guasa-, que estarán pidiendo a la Mare de Déu Blanqueta[24] que no vuelva Don Beltrán a tiempo de hacerles los exámenes finales.

***

     He de reconocer que, cuando estaba a punto de empezar mi gestión, no tenía nada claro si mi inclinación era -como Ginés sostenía- favorable a los sudetes o, por el contrario, en pro de los checos. No voy a aburrir con argumentos históricos trasnochados -aunque mi natural vocación se preste a ellos-, que expliquen la cuestión de los sudetes en términos concluyentes. Desde luego, haber dejado a unos tres millones y cuarto de almas germánicas dentro de un país creado para la supuesta nación checoeslovaca, que no llegaba a nueve millones, en vez de permitir su incorporación a la nueva República de Austria, había sido un grave error y una tremenda infracción de aquel principio de las nacionalidades que el Presidente estadounidense, Wilson, había pretendido que rigiera en lo sucesivo la política europea[25].  Yo no me sentía muy inclinado hacia el nacionalismo, aunque solo fuese por su nocivo efecto para la República española, tanto en la paz, como en la guerra civil, y supongo que Negrín opinaría otro tanto. Pero también quedaba por ver si, en aquel País centroeuropeo en forma de salchicha[26], los checos se habían comportado con tacto y corrección, o bien habían abusado peligrosamente de su superioridad numérica y política, para sojuzgar a las demás etnias -incluida la eslovaca-, dando lugar a lo que también adujo Mussolini en vísperas de la solución final al problema sudete[27], a saber, que no tenía ningún interés en apoyar que el Presidente Benes siguiera pastoreando de manera férrea un rebaño de ocho nacionalidades diferentes.

     Si en esos temas yo no tenía prejuicios o, más bien, entendía las opuestas razones de las partes, sí que había otra cuestión fundamental, en la que yo discrepaba del criterio y las intenciones de Negrín. Me refiero a prolongar la guerra de España contra toda esperanza de victoria, con la aspiración de enlazar aquella con una hipotética conflagración europea. Naturalmente, mi conocimiento de la política internacional no llegaba hasta los matices y correcciones de aquel empalme de guerras, pero me parecía sustancialmente inútil y cruel llevar nuestra contienda todavía más lejos de los casi dos años que ya duraba entonces. La ruptura del territorio de la República en dos zonas, con la llegada de los franquistas al Mediterráneo[28], todavía me dio más fuerza para torcer mi informe, no en cuanto a los hechos, pero sí en las previsiones de futuro, procurando hacer ver a Negrín que, de producirse, la guerra europea estaba demasiado lejos para sus propósitos. La Historia, aunque por los pelos, acabaría por darme la razón[29] en el aspecto cronológico; en cambio, el futuro de España daría bastantes argumentos al entonces Presidente español, por cuanto Franco y los suyos entendieron en todo momento la paz en términos de rendición incondicional y sufrimiento para los vencidos.

     Dicho lo recogido en los dos párrafos precedentes, reanudo el relato de mi viaje, señalando que tuve el acierto -creo yo- de dirigirme a Checoslovaquia pasando por Suiza, con el fin de entrevistarme en Ginebra con el representante mejicano ante la Sociedad de Naciones, aprovechando la circunstancia de que mi misión tenía la cobertura de El Universal,  y hasta estaba autorizado a utilizar el nombre del presidente del diario, Señor Lanz[30]. Así pues, desde Lyon telefoneé al Señor Fabela[31], y concerté un encuentro con él para dos días más tarde. Y, ya fuese por su perspicacia, ya por informaciones que hubiese recabado antes, estoy convencido de que no me tomó por un enviado periodístico, sino como alguien que realizaba una información en favor del Gobierno de nuestra República. Tal convicción creo que facilitó nuestra conversación y le movió a ser más abierto y asequible. Además, llegué en un buen momento pues, según me dijo[32]:

-          Malos vientos soplan para los checos, Señor Aparicio. El Presidente Roosevelt, su más importante valedor hasta ahora, parece dejar el caso en manos europeas, a petición expresa de la Gran Bretaña.

-          Supongo que eso influirá en una postura más circunspecta de Méjico que, según me indicó el Señor Álvarez del Vayo el Barcelona, era de alguna manera portavoz en la Sociedad de Naciones[33] de la firmeza frente a Alemania.

-          ¡Álvarez del Vayo! -exclamó Fabela-, inteligente diplomático y buen amigo, aunque un poquito avanzado en sus ideas políticas. ¿Cómo está?

-          Perfectamente, repuse. Creo que el Presidente Negrín y él se entienden a las mil maravillas -añadí, a humo de pajas-.

-          Es una vergüenza cómo está siendo tratada su República en la Sociedad de Naciones. No me extraña que su delegación haya ido perdiendo fuerza e interés en la defensa de otros países necesitados, como puede ser el caso de Checoslovaquia.

-          Pero, Señor Fabela, ¿no se está quedando Benes muy solo, quizá con motivo? ¿Cree usted que Francia e Inglaterra se arriesgarán a un conflicto con Hitler por los sudetes?

-          Amigo mío, yo podría retorcer la pregunta y plantearla así: ¿Se arriesgará Hitler a una guerra por los germanos de Checoslovaquia? Yo no lo creo pues, aunque la Gran Bretaña nunca ha tragado con el País y su actual Presidente, también está la Unión Soviética que, si Francia la apoya, tiene tratados y motivos para pararles los pies a los nazis. Pero los soviéticos están fuera de la Sociedad de Naciones[34], por lo que yo no conozco a fondo sus planteamientos. Y Francia…

-          Parece que el Gobierno francés arrastra una etapa titubeante, osé apuntar.

-          En efecto. Ahí tiene usted a León Blum, que no acaba de consolidar su presidencia, para desgracia de España, tengo que decirlo[35]. En estas circunstancias, me es imposible predecir qué haría Francia, si Alemania atacase a Checoslovaquia de forma limitada, solo para liberar a los sudetes.

     La charla ya había durado bastante. Me levanté y agradecí sinceramente a Fabela su amabilidad. Él, sin mucha convicción de ser atendido, me pidió:

-          Pues, a la recíproca, Aparicio, me sería muy grato volver a verlo, para que me hiciera un resumen de su opinión, cuando haya finalizado su reportaje, que supongo no tendremos la fortuna de leer en El Universal.

-          No sé si podré regresar por Suiza, pero le prometo que, de no tener oportunidad de pasarme por su despacho, le escribiré contándole mis impresiones.

 


  Universidad Masáryk de Brno (en alemán, Brünn)

***

     Mi acercamiento al País de los Sudetes fue simultáneo de los primeros rumores, presentados falsamente como noticias, de movilizaciones militares por uno y otro bando. Por lo que puede observar en la zona fronteriza alemana -y conste que pasé un par de días en Auerbach, haciendo gestiones administrativas y logísticas-, el movimiento de tropas era prácticamente nulo. Me hablaron de la aproximación a la frontera de la Segunda División Panzer, pero yo no pude vislumbrar ni un solo tanque. Por supuesto, la movilización parcial de un quinto del Ejército francés, muy pronto dejada sin efecto, me fue completamente extraña, dado que no me hallaba ya en territorio francés. Y, en cuanto al estado de precaución militar especial, acordado por los checos el 20 de mayo, fue una especie de valentonada que ya me cogió de vuelta en España. Por tanto, si bien la tensión era evidente, esta era más fruto de los discursos políticos y de los periódicos, que no de las fuerzas armadas. En el primer orden de cosas, tuve noticia del primer gran discurso de Hitler acerca del problema sudete, pronunciado el 30 de marzo de aquel año de 1938, no muy distinto en el fondo, aunque sí en su énfasis, del mucho más conocido del 26 de septiembre en el Palacio de Deportes de Berlín, en vísperas de la reunión internacional de Múnich[36]. Si algún alarde armado generaba desasosiego era, ya en tierra sudete, la presencia abundante de individuos uniformados -y, sin duda, con armamento ligero u objetos contundentes- del Freikorps del Partido de los Sudetes[37], pronto constituido en forma similar a sus homólogas, S.A. y S.S., del Partido Nazi alemán.

     También fue coincidente mi llegada con el escándalo internacional que produjo la decisión del Gobierno checoslovaco, de anular los resultados de las elecciones locales del País sudete, por la palmaria razón de que las habían ganado los nazis con el 92% de los sufragios. La reacción internacional provocó un movimiento pendular en la política checa, que se vio obligada a admitir teóricamente un diálogo directo con el Partido ganador, sin compromisos previos, pero sí con los inamovibles condicionantes de la unidad nacional y del respeto a la Constitución. Más valor tuvo el tirón de orejas de Chamberlain[38] y de la Sociedad de Naciones, para que se convocaran unas elecciones generales anticipadas y en tres sucesivas vueltas[39], para aclarar definitivamente la fuerza democrática del Partido que acababa de ganar los comicios municipales y de distrito.

     Finalmente, como introducción clarificadora -que juzgo oportuna- a mis gestiones y peripecias por aquellas tierras de Sudetenland[40], he de aludir a lo que fue mi mayor suerte para concluir con prontitud y eficacia mi cometido. Me refiero a la convocatoria de un congreso o reunión del Partido Sudete en la hermosa localidad balnearia de Karlsbad[41]. Ello me permitió, sin moverme casi de la ciudad, cumplir buena parte de la comisión de Negrín y, muy en particular, ofrecerle la primicia del llamado Programa de Karlsbad[42], habida cuenta de que no había otros periodistas en lengua española en aquel acontecimiento.

     Antes de pasar al relato de mis indagaciones, quiero recoger que, precisamente por la gran afluencia de gentes del Partido sudete, resultaba casi imposible encontrar habitación en los hoteles de Karlsbad, pese a su gran abundancia, como ciudad turística. Estaba ya dispuesto a buscar alguna fonda o habitación en la localidad o sus alrededores, cuando se me ocurrió comentar mis tribulaciones con un concejal del Municipio. En apenas una hora, tenía plaza en el gigantesco hotel Imperial[43]: una pequeña habitación de la quinta planta, suficiente para mi equipaje y cortas ambiciones. Creo que fue la única vez en que mi aparente vinculación al periodismo me supuso una ventaja notoria.

 

 


3.   Las cálidas aguas de Karlsbad


     Curiosamente, hubo una coincidencia propagandística entre los fastos conmemorativos del vigésimo aniversario de la República de Checoslovaquia y los de la celebración resonante del Congreso del Partido de los Sudetes. Como era natural, los primeros pasaron en Sudetenland bastante desapercibidos, en tanto la reunión plenaria de los nazis sudetes obtuvo una resonante popularidad. No era extraño, si se piensa que aquel Partido, tras su fundación en 1933, había acabado por aglutinar y absorber a todos los demás que significaban algo entre los germanos que vivían en toda Checoslovaquia[44]. Por otra parte, el Anschluss de Austria[45] había focalizado a continuación el interés de Hitler en el País de los Sudetes. De hecho, fue estando ya en Karlsbad, cuando tuve conocimiento de una última e importante reunión del líder sudete, Henlein[46], con el Führer alemán, que se había producido en la residencia bávara de este en Berchtesgaden, el día 28 de marzo de 1938. Tratar de aclarar parte del contenido de esta reunión iba a ser la clave de mi entrevista con el führer sudete, que inmediatamente me esforcé por conseguir, aunque previamente tendría que pasar varios filtros o audiencias con otros cargos secundarios, hasta llegar, como penúltimo escalón, a vérmelas con el temible Frank[47], el segundo de Henlein, precisamente nacido en la ciudad de Karlsbad.

     Cuando me recibió Frank en la sede local de su Partido, ya tenía sobradas referencias de mi identidad y presunta intención periodística. Quizá por ello, o por desconfianza visceral, empezó la entrevista pretendiendo ponerme nervioso:

-          Así que es usted un periodista español al servicio de un periódico mejicano… Siendo así, es indudable que será un izquierdista republicano, de los que nos vilipendian en Ginebra[48], olvidando los abusos de Benes y los crímenes del ejército checo de ocupación.

-          Está usted completamente equivocado. ¿No le han informado de que pasé varios años en Brno, moviéndome con respeto y afecto entre los sudetes moravos?

     No le habrían comunicado este dato pues quedó sorprendido y cambió rápidamente de talante.

-          No dudo de lo que me dice -admitió Frank- pero, si es así, no me explico por qué está de reportero para un diario de Méjico, un país americano que defiende la política checa como si en ello le fuese la vida.

-          El Universal es un diario independiente que, por lo mismo, está interesado en ofrecer una visión objetiva de la cuestión sudete. No soy quién para indicarles la postura informativa a tomar pero, yo que ustedes, haría lo posible por ganarme la opinión de los neutrales, en vez de convencer de sus razones a los ya convencidos. Vamos, no poner dificultades a El Universal mientras abren las puertas de par en par al Völkischer Beobachter[49].

     Frank sonrió con la comparación y, superando las objeciones iniciales, entró en materia:

-          Tendrá su credencial para acceder a los actos públicos de nuestro Partido. ¿Algo más?

-          Por supuesto, afirmé. Para mis lectores, su Partido es conocido por los nombres y los rostros del Señor Henlein y el suyo propio. Necesitaré hacerles a ambos sendas entrevistas, sin ningún tipo de limitación previa o de censura.

-          Trasladaré su petición a nuestro Presidente quien, en estos momentos, está muy ocupado con la preparación del Congreso, como usted comprenderá. En cuanto a mí, puede preguntarme lo que quiera: aprovecharemos la circunstancia de estar reunidos.

-          Pues voy a ello -dije-. La prensa internacional se hace eco de rumores acerca de numerosos crímenes y extrema violencia en este País, pero la impresión que tengo es la de que se exagera. ¿Piensa usted que las cosas han llegado al punto de que el Gobierno checo haya perdido el control, o de que sea imposible vivir en Sudetenland con un mínimo de tranquilidad?

-          Le contestaré con franqueza. El territorio sudete comprende no menos de 30.000 kilómetros cuadrados; no es la misma la situación en Teplitz[50], por ejemplo, que aquí, en Karlsbad. Pero en todas partes el ejército y la policía checos se comportan con la población germana como si fuesen enemigos en una tierra recién conquistada. Hemos perdido lo confianza en que el Señor Benes nos trate como a conciudadanos libres e iguales: Figúrese si lo que pretendemos es que se reconozcan nuestras peculiaridades y se nos dote de autonomía…

-          Me habla de abusos militares y policiacos pero ¿y ustedes? Una de las cosas que más me ha impresionado desde que crucé la frontera es la abundancia y energía de sus hombres del Freikorps.

-          Es la inevitable consecuencia de lo que antes le decía. No podemos permitir que nuestros hermanos sean las víctimas indefensas de un Estado que los desprecia ni, mucho menos, que no se permita a un Partido legal -como el nuestro- ejercer su labor. Ha llegado la hora de nuestra autodefensa, pero sin excesos y sin portar con carácter general armas de fuego.

-          Señor Frank, permita que ponga en duda esta última afirmación y también que me haga eco de serios indicios de que ustedes están en posesión de fusiles y de ametralladoras, adquiridos generalmente en Alemania. ¿Podría decirse que ha llegado hasta ese punto la sintonía de su Partido con el del Señor Hitler?

     Frank me dio la impresión de estar perdiendo la paciencia. Respondió de modo desabrido:

-          Creo que su República compra armas a Rusia, Méjico y Checoslovaquia, no en Alemania, Italia y Portugal. Si nosotros adquiriésemos armamento -cosa que ni afirmo ni niego-, ¿a quién íbamos a recurrir, si no es a los alemanes?

-          ¿Gratis?

-          Dígame un solo fabricante que esté dispuesto a regalar su mercancía y mañana mismo le haré un pedido -bromeó Frank-.

Salón de columnas del Grand Hotel Pupp de Karlsbad (hoy, Karlovy Vary)

 

     Vi que poco más podría sacar de interés en la entrevista. Pasé a un último tema:

-          Se da como seguro que el Freikorps se está organizando de manera cada vez más militarizada, al modo de las S.A. y S.S. alemanas, correspondiendo a usted el rango de jefe operativo. ¿Podría confirmar o desmentir esa opinión general?

-          En las actuales condiciones de Checoslovaquia, un Partido germánico que no se organice de modo férreo y ordenado está condenado a la inoperancia. Por lo demás, Henlein es nuestro líder indiscutido y yo estoy a sus órdenes en el puesto que tenga a bien confiarme que, en este momento, no es otro que el de ser el Vicepresidente del Partido que él dirige.

     Le di las gracias por su tiempo y atención, rogándole transmitiese a Henlein mi deseo de entrevistarlo dentro del tiempo -quizá dos semanas- que iba a permanecer en Sudetenland. Me lo concedió con un gesto afirmativo y me preguntó:

-          Tengo interés en conocer sus dotes de observador y buen periodista. ¿Cabría la posibilidad de que me hiciera llegar sus crónicas, en alemán?

-          Me temo que no es posible, pues el propósito de mi periódico no es el de publicar por partes mi trabajo en varios días, sino en un gran reportaje dominical en su suplemento o edición vespertina[51]. Tendré que redactarlo y pulirlo al concluir mi trabajo, sobre las notas que vaya recogiendo día a día.

     Frank no pareció muy satisfecho con mi respuesta, pero me despidió amablemente:

-          Si no nos vemos antes, que tenga una ilustrativa estancia entre nosotros, y le espero en el Congreso del Partido, que promete ser un acontecimiento decisivo y grandioso.

***

     La entrevista con Henlein se hizo esperar, pese a las buenas palabras. Aproveché los días de relativa ociosidad para viajar por la zona, no solo haciendo turismo, sino charlando con unos y con otros, hasta llegar a una conclusión no muy diferente de la que propondría Lord Runciman a Chamberlain meses después[52], es decir, que el enfrentamiento de checos y germanos había alcanzado un punto de no retorno, sin otra salida practicable que la independencia de los sudetes, o la celebración de un plebiscito que los uniera a Alemania[53]. Dicho de manera coloquial, Checoslovaquia, aunque tardíamente, habría de tragar la purga Wilson, es decir, el principio de las nacionalidades, que Benes y Masáryk habían invocado en 1918-1919 en lo que les convenía. La verdad es que aquel periplo en la primavera de 1938 acabó por convertirme en un sudete de adopción.

     Uno de los lugares más encantadores que entonces visité fue el castillo de Dux[54], que había pertenecido a la familia Waldstein y ahora se encontraba en un estado de conservación bastante deficiente. La guía que me enseñó el gran edificio y sus jardines, ante mis elogios del lugar, me manifestó que cabía la posibilidad de hospedarse unos días en el palacio, tratándose de personas de calidad. Me identifiqué como profesor, periodista y enviado al Congreso del Partido sudete y, al punto, la amable señora -que, como diré más adelante[55], era una Waldstein refugiada- tomó nota de mi solicitud para hacerla llegar al conservador del castillo, que era uno de los concejales del ayuntamiento de Dux. Aquí me recogí para redactar el informe que, al final de mi estancia, habría de confeccionar para los ojos de Negrín, no de los lectores de El Universal.

     El día 19 de septiembre se inauguró, por fin, el Congreso del Partido Nacional Socialista de los Sudetes, momento en que retorné a Karlsbad para dedicarme a seguirlo con dedicación exclusiva. Dejando al margen el coqueto, pero pequeño, Gran Teatro de la ciudad, el ámbito más amplio y espectacular de la localidad era el Grand Hotel Pupp[56]. En su gran salón de columnas habrían de celebrarse las sesiones plenarias y allí tuvieron la gentileza de asignarme un asiento de prensa entre los colegas, todos ellos de la prensa germana. Si había algún checo acreditado, tendría que hacerse sitio entre los demás concurrentes. El haber tenido la ocasión y acierto de hallarme en aquel Congreso tan poco conocido, pero tan relevante, es una de las satisfacciones más grandes que puede tener un profesor de historia: Decir aquello de yo estuve allí.

     Y allí me recibió, ya en el penúltimo día del Congreso, Konrad Henlein, el Führer de los Sudetes, tras recordar yo insistentemente a sus adláteres mi deseo de entrevistarlo. Era muy distinto en lo físico de Frank. Frente al aspecto marcial de este, Henlein daba la impresión, fofa y ambigua, de un burócrata[57]. Tal vez por ello, me atreví a comenzar con un chiste:

-          Les están saliendo muy bien estos actos conmemorativos del vigésimo aniversario de Checoslovaquia.

     Mi interlocutor quedó suspenso, como si no hubiera entendido. Luego, apenas sonrió con mi gracieta y respondió:

-          Me alegro de que le esté gustando nuestro Congreso y espero que haga constar en su diario, que los que ustedes llaman camaradas de los nazis de Hitler no nos comemos a los corresponsales extranjeros.

     Roto el hielo, entré en materia, tratando de descifrar la personalidad de Henlein, bastante menos monolítica hasta entonces de lo que se creía:

-          Señor Presidente -le honré con este tratamiento-, usted empezó en política integrándose en el Deutsche Turnerschaft. Luego, fundó un Frente nacional sudete que, pasando a ser Partido político, ganó ampliamente las elecciones de 1935. Poco a poco, fue englobando a otros Partidos o grupos, o dejándolos en la más apabullante minoría, hasta convertirse en Jefe de un movimiento que aglutina al noventa por ciento de los sudetes… Corríjame, si me equivoco.

-          Como resumen, es correcto. He tratado de unir a todo mi pueblo en una única fuerza política, con independencia de ideologías.

-          Incluso a algunas corrientes socialistas, sí. Pero, a partir de 1936, este personaje moderado y armonizador da a su Partido un giro nacional-socialista, pasando, de un posibilismo igualitario y autonomista, a reclamar la unión del País de los Sudetes a Alemania. Dicho claramente, ¿no se ha convertido usted en un trasunto del Führer para el pueblo germano en Checoslovaquia?

-          ¡Je, je! Ya hemos llegado al lugar común de la opinión internacional. Y no le negaré que tiene dos fundamentos sólidos: Primero, el pueblo sudete no tiene lugar en Europa como Estado independiente, ni otro acomodo que en Alemania, una vez se ha producido el Anschluss austriaco. Y segundo, el Führer participa de nuestras aspiraciones y nos comprende y ayuda, frente a la indiferencia de los demás países ante la irreversible opresión de los sudetes en Checoslovaquia. Esto dicho…

-          Perdóneme, Herr Henlein -interrumpí-. Ha calificado de irreversible la política checa para con los sudetes. ¿No cree usted en una mejoría de la situación, en la aceptación de una autonomía sudete dentro de Checoslovaquia, auspiciada por las Potencias de Versalles y por la URSS?

-          En modo alguno, Herr Journalist -contestó Henlein-. Avanzamos algo bajo la Presidencia de Masaryk, pero con Benes es completamente imposible… Y, en cierto modo, lo comprendo. Si afloja el dogal de los sudetes, tendrá que aceptar las aspiraciones de los eslovacos, húngaros, polacos, rutenos, etcétera, y su Checoslovaquia quedará reducida a lo que nunca debió dejar de ser: el país de los checos, unos siete millones de individuos a quienes se les consintió en 1919 dominar a otros tantos integrantes de las naciones limítrofes.

-          Comprendo su juicio pesimista respecto de Benes, que yo mismo comparto, a tenor de lo que conozco del personaje -comenté, a favor de viento-. De hecho, la anulación de las elecciones de febrero, por el mero hecho de que ustedes las ganasen de modo abrumador, me reafirma en la opinión. Tan antidemocrático comportamiento no ha sentado nada bien en el extranjero. ¿Qué opina Herr Hitler al respecto? Lo digo porque usted lo visitó el 28 de marzo y es imposible que no hablasen sobre ello.

-          El Führer es un hombre inteligente y que conoce bien a Benes y a su Gobierno. No tengo más que comentar a este respecto.

-          Se dice que él y usted pactaron los pasos sucesivos a dar por el movimiento sudete, y que el primero de ellos es el de proponer al Gobierno checo aspiraciones que no pueda de ningún modo aceptar, sin perder su crédito y la soberanía sobre el país.

     Henlein se impacientó, pero, aun así, se contuvo y respondió como buen polemista:

-          Acaba usted de oír en el Congreso que, de consuno con el Gobierno, acudiremos con la mejor voluntad a participar en las elecciones generales anticipadas, que se celebrarán dentro de un mes, y que aceptamos, así mismo, el complicado y poco convincente sistema de tres vueltas sucesivas, que parece inspirado por el deseo de complicar el entendimiento de los resultados parciales. ¿Qué mejor muestra podemos dar de buena voluntad ante las ofertas checas? Casi resulta cándido por nuestra parte participar en otras elecciones cuando, apenas hace dos meses, anularon las regionales, que habíamos ganado con el 92% de los sufragios.

     Cada vez con mayor impaciencia, algunos jerarcas del Partido se dejaron caer sobre la salita en que conversábamos, tratando de advertir a Henlein de que se le esperaba urgentemente en la mesa presidencial del Congreso. El Presidente lo comprendió y puso fin a la entrevista, de una manera que yo no había esperado:

-          En el fondo, Herr Beltran, creo que usted está más cerca de nosotros que de los crédulos en las patrañas checas… Pero no se marche todavía de Karlsbad pues mañana, en la clausura del Congreso, tendrá la oportunidad de recoger una noticia de impacto para sus lectores.

Llegada de Konrad Henlein al Congreso del Partido de los Sudetes (Karlsbad, abril de 1938)

(Gentileza de alamy stock photo)

     La conversación había sido llamativamente larga y yo apenas me había desayunado; de modo que no salí de la habitación y me dediqué a dar buena cuenta de la tarta de obleas que nos habían dejado sobre la mesa, acompañando al servicio de café. Su dulzor me cayó tan empalagoso, que no tuve más remedio que trasegar un par de copas de Becherbitter[58] para quitarme el sabor. ¡Cómo sería de importante el estar en buenas relaciones con Herr Henlein, que el camarero, al intentar pagar, me dijo que estaba invitado por la casa! Si lo llego a saber antes…

      Con todo, solo dos copas de Becherbitter hicieron en mí -casi abstemio- un peligroso efecto. Algo mareado, decidí salir y darme una vuelta por la orilla del río Tepla. La consecuencia -como deduje tiempo después- es que me perdí uno de los momentos importantes del Congreso, cuando se aprobó la incorporación del calificativo de ario al pueblo germano sudete, que encuadraba el Partido de Henlein. En consecuencia, y a mis espaldas -por culpa del Becherbitter-, el racismo había hecho su entrada solemne en el Grand Hotel Pupp de Karlsbad.

 

 

4.   Ocho puntos y una sonata


     La gran noticia que iba a dar Henlein el 24 de abril fue conocida como los Ocho Puntos, o bien, el Programa de Karlsbad. Ahora, mucho tiempo después, cuando escribo estas líneas, me tiro de los pelos por haber entrado al señuelo del jefe sudete. No eran aquellos Puntos la clave del Congreso, sino las consideraciones que fueron introducidas en los estatutos y el programa del Partido, y que yo pasé por alto. Ya me he referido al racismo -o hiper nacionalismo-, consistente en entender que ser ario resultaba consustancial con ser un germano, miembro del Partido de los Sudetes. Ahora he de apuntar a otras dos cuestiones clave y expresamente reconocidas: la necesidad de que la política exterior de Checoslovaquia estuviera en armonía con la de Alemania y la consideración de que, tras lograrse la autonomía de la Región de los Sudetes, el Partido de Henlein sería el único legal en toda la zona. Decididamente, con toda su aparente suavidad[59], Henlein era mucho menos agradable y justo que los germanos que yo había frecuentado en Brno, años atrás.

     Pero vamos con los famosos Ocho Puntos, con los que Henlein trató de convencer al mundo de que solo quería una moderada autonomía de su Región[60]. Personalmente, a mí no me parecieron tan moderados; incluso, algunos de ellos los consideré inasumibles, o escasamente realizables. Era el caso del punto 5, que otorgaba al Gobierno autónomo de la Región de los Sudetes el derecho legal de protección sobre todos los germanos, aunque viviesen en otras zonas de Checoslovaquia. O del punto 6, que retrotraía hasta 1918 la eliminación de la injusticia sobre los sudetes germanos y la reparación por los daños causados. Y, no digamos, del octavo, que implicaba la creación de una nacionalidad alemana, sin marcar limitaciones ni requisitos para ostentar la misma.

     Mi olfato periodístico mejoraba a ojos vistas. La ubicación en la sala del Congreso, entre los colegas alemanes, me permitió un cambio de impresiones muy valioso, a la hora de pulsar la situación en Alemania, en lo atinente al apoyo de la causa sudete. Con todo, fue mera casualidad que, no habiendo repartido la presidencia a los periodistas una versión impresa de los Ocho Puntos, mi imperfecto alemán no me permitiera tomar nota de ellos con la debida precisión. Entonces, el enviado del Stürmer[61] se mostró generoso y me dijo:

-          Toma una. Yo tengo otra mecanografiada, que ya me dieron en Alemania.

     ¡Luego los Puntos -como era lógico- habían sido fijados en la reunión de Hitler con Henlein! Pero lo verdaderamente llamativo era que la versión filtrada al Stürmer tenía nueve puntos, al intercalarse uno, que decía: Los alemanes[62] llamados al ejército servirán en regimientos formados solo por ellos, bajo mandos alemanes y con el alemán como idioma de órdenes. Como si dijéramos, la guinda de un pastel incomible para el Gobierno checoslovaco. Recuerdo que aludí a ello en el informe que entregué luego a Negrín, pero nuestro Presidente no debió de tomar interés por la anécdota, pues he tenido que leer la primicia después, en la prensa extranjera, con el comentario de que incluso a Henlein le había parecido excesivo este Punto, que el Führer había sugerido.

     Al regresar a mi hotel, dispuesto a hacer el equipaje y marchar con rumbo a Dux, encontré sobre la mesa de escritorio una cajita primorosamente envuelta, sobre un sobre, dirigido a Herr Beltran Aparicio,  Spanischer Journalist. El contenido del sobre era un tarjetón de cartulina que contenía los atentos saludos de Konrad Henlein, como Presidente del Sudetendeutsche Partei. Lo que guardaba la cajita era un precioso alfiler de solapa con el emblema de dicho Partido. Yo bien creí que estaba simplemente dorado, pero a mi regreso a Gandía, un joyero me aseguró que era de oro macizo, aunque solo de catorce quilates. No tengo empacho en reconocer que lucí la presea casi todo el tiempo que anduve por el País de los Sudetes; como diría un castizo, por si las moscas.

Insignia de solapa del Sudentendeutsche Partei

***

-          ¿Prefiere el señor en el segundo piso o en la zona abuhardillada?, me preguntó el portero del castillo-palacio de Dux, que hacía de recepcionista.

-          Mejor en el segundo pues supongo que carecerán de ascensores, respondí.

-          Ya sabrá el señor, prosiguió Frantisek -el portero-, que no servimos comidas, pero tiene buenos lugares donde puede yantar, muy cerca del castillo.

-          Ya estoy enterado, como también de que me pueden servir ustedes el desayuno por una módica asignación.

-          Veo que el señor está bien informado, respondió sonriendo, con una leve inclinación de cabeza.

     ¡Y tanto! Cuando telefoneé a la guía y bibliotecaria del castillo para avisar de mi próxima llegada, ya me ilustró sobre todo lo básico, incluido el pequeño disgusto que me iba a llevar y por el que se disculpaba de antemano:

-          Las habitaciones alquilables dan todas a la fachada posterior, que recibe el sol de la tarde. Perderá usted en vistas lo que ganará en tranquilidad, pues el palacio Waldstein está en el centro de la localidad, lo que resulta un poco ruidoso.

     Pero la disculpa de Fraulein Waldstein encerraba una inesperada sorpresa: La fachada posterior del castillo daba a una amplia zona ajardinada y a un estanque, con bancos donde reposar; todo ello, para exclusivo disfrute de los habitantes y empleados de la casa. Puede decirse, por tanto, que los huéspedes salíamos ganando.

     En cambio, el desengaño y la tristeza se escondían en lo que aquel palacio había ido perdiendo desde que la familia que lo construyó[63] lo vendió al Gobierno checoslovaco, en 1921. Muebles, cuadros, menaje de plata y porcelana fina, manuscritos y libros antiquísimos, habían ido a parar a los museos de Praga, a las mansiones de los próceres o a los desvanes de los ladronzuelos. Eso, por no hablar de la deficiente conservación arquitectónica y de servicios, evidenciada gráficamente en las hiendas y los desconchones de las paredes, los parches blancos en los frescos, o las algas y hojas secas que salpicaban las aguas de la alberca. Hablaba de ello con la Señorita Waldstein, la noche de mi llegada, cuando se brindó a acompañarme hasta la entrada del restaurante que me recomendó para cenar. Sólo aceptó compartir mesa conmigo, cuando le prometí que cada cual pagaría su propio consumo. Podrían echarme del trabajo, si me dejase invitar por un cliente, me dijo. La dirección del Castillo no me es muy favorable, agregó.

     Isabel von Waldstein, conocida por el hipocorístico de Lili, era una mujer todavía joven -nacida poco después que el siglo, bromeaba-, que había emigrado desde Berlín, donde su familia aún mantenía una pequeña, pero próspera, firma bancaria, que -por lo que ella sabía, o sus padres le confesaban- aún funcionaba en la antisemítica Alemania, gracias a disimular su origen judío y a financiar de modo harto generoso los caprichos -no todos- del sátrapa -así lo llamaba ella-, Hermann Göring[64]. En 1936, la familia había tramitado, a ruego de Lili, la salida de su País, logrando para ella un razonable acomodo en Checoslovaquia, muy cerca de la frontera.

-          El Señor Masaryk, una excelente persona, gestionó mi colocación en el antiguo palacio familiar, a modo de adorno para deleite de los turistas. Lo malo es que mi protector ha fallecido[65] y ahora me encuentro en una situación muy incómoda: Los checos me miran como alemana y los sudetes me consideran una judía. Así que salgo muy poco del castillo, que se ha convertido para mí en una dorada prisión. De hecho, hacía más de un año que no salía a cenar: desde que rompí con un pretendiente por razones -digamos- raciales.

-          No tenía idea de que los Waldstein fuesen judíos, reconocí.

-          ¡Oh, no todos, afortunadamente! -rio-, pero sí los de mi rama familiar. De hecho, para completar la faena, mis padres no me bautizaron y me impusieron como segundo nombre el de Ruth. Pero, ante todo, somos capitalistas y preferimos el escritorio de un banco a un asiento en la sinagoga.

     Pasó casi toda la cena contándome cosas curiosas del castillo y de la rama de los Waldstein, a la que perteneció durante siete siglos[66]. Como es natural, la charla derivó hacia el mecenazgo de Ferdinand von Waldstein respecto de Beethoven y, sobre todo, a la larga estancia y muerte del gran seductor, Casanova, en el castillo[67]. Lili prometió:

-          Yo ocupo el mismo cargo que tuvo Micer Casanova durante trece años. De hecho, he tenido el capricho de habitar en la misma zona del castillo en que él lo hizo. Si le sobra algún tiempo de su estancia en Dux, tendré mucho gusto en mostrarle los pocos recuerdos que quedan de él, en especial y por descontado, su famosa silla.

     Lili sofocó la risa y no hubo forma humana de sacarle, por el momento, los poderes secretos de tan prosaico mueble.

     Por mi parte, le transmití mi veneración por la sonata Waldstein, cuyo primer movimiento califiqué, sin objeción por parte de mi interlocutora, del más brutal y genial aporreo que el piano había sufrido en su ya dilatada historia[68]. Lili lamentó no disponer de gramófono ni de disco que nos permitieran volver a escuchar dicha pieza, pero agregó, para mi ventura:

-          No obstante, he encontrado por el palacio un pequeño piano vertical. Si me promete no escandalizarse, procuraré recordar la partitura y reproducirla sin que padezcan demasiado sus oídos.

***

          Me hice el propósito de tener terminado el informe para Negrín en el plazo de una semana. Gentilmente, el Director del castillo y concejal de Dux, Herr Pohlig, quedó deslumbrado por mi insignia de solapa y la manera de llegar la misma a mis manos, y puso inmediatamente a mi disposición una buena máquina de escribir y, por añadidura, folios y papel de calco. También me ofreció un mecanógrafo, pero yo decliné la oferta, por motivos obvios. De modo que me puse un plan de trabajo para una semana, que incluía el levantarme muy temprano y trabajar hasta las tres de la tarde, con un descanso para comer en el restaurante donde había estado cenando en compañía de Lili Waldstein. El maître, al segundo día, me ofreció:

-          Si quiere el señor, podemos llevarle la comida al castillo pues ya veo que debe de estar muy ocupado, a juzgar por la prisa que se da en acabar de almorzar.

     Así se hizo en los días siguientes, comiendo en una salita que me acondicionaron los empleados del castillo. Luego, seguía escribiendo hasta el final de la jornada de trabajo, en que me retiraba para una siesta reparadora. A esto de las cuatro y media, estaba listo para pasar el resto del día con Lili, en los términos, bien poco románticos, que reflejaré a continuación.

     A poco que hablamos, me di cuenta de que Lili, con todo y estar confinada en el castillo, era un pozo de información, aunque no muy al día. Lo más importante que me confió fue la existencia de un plan militar alemán para invadir y conquistar Checoslovaquia[69], del que habían tenido conocimiento personas de su familia, en contacto con generales de la Wehrmacht quienes, al parecer, no estaban muy conformes con el proyecto de Hitler, más por razones militares que políticas. Habiendo pasado ya tanto tiempo desde 1938, no creo que haya inconveniente en que detalle el origen de algunas de las interesantes noticias y datos que me ofreció Lili, los cuales tenían su origen en un diplomático, enviado de Hitler a Praga, el Señor Eisenlohr.

     Dicho caballero, de familia de la baja nobleza, culto y no muy adepto de los nazis, tenía desde 1936 el encargo de vigilar las actividades de los alemanes que habían tenido que refugiarse en el destierro checo. La llegada de Lili Waldstein a Dux, aunque no tuviera connotaciones políticas, sino étnicas, no pasó desapercibida para los espías del III Reich, máxime contando la refugiada con el apoyo de Masaryk. El contacto de Lili con Eisenlohr había acabado teniendo un contenido cordial, asumiendo el diplomático la protección de la joven -veintitantos años menor que él- para que no sufriese la hostilidad de los sudetes más politizados. Fue él quien aconsejó a la Waldstein que saliera lo menos posible del ámbito del castillo y que evitara visitas y correspondencia frecuente con su familia y amigos. Y, aunque pueda resultar sorprendente, llegaron a tener confianza y encuentros ocasionales, en los que Eisenlohr le hizo confidencias que rozaban el alto secreto. Lili lo recordaba así:

-          Hitler preparaba la guerra contra Checoslovaquia, pero antes necesitaba que la opinión mundial le fuese favorable, provocando una aguda tensión diplomática, en la que los checos aparecieran como provocadores, por actos de agresión en el País de los Sudetes, incidentes que habrían de tener cada vez una repercusión mayor. El barón Eisenlohr estaba molesto con esa línea política, que iba mucho más lejos de lo que le habían ordenado inicialmente en Berlín, a saber, controlar la política contraria a Hitler que los socialdemócratas y personas prestigiosas, como el escritor Thomas Mann, llevasen a cabo el Checoslovaquia[70].

     Yo no podía menos, dada la experiencia cotidiana, que reconocer la realidad de esa política de falsa propaganda, pero me resultaba difícil de creer que Eisenlohr hubiese sido tan hablador con una judía en el destierro. Claro que, puesto a pensar en confidencias excesivas, yo era el primero que tendría que figurar como sospechoso de exageración, pues Lili apenas me conocía, y eso, como periodista. De todas formas, ella acabó por no creer que mis informes fuesen a acabar en un diario mejicano. Aunque no llegué a confesarle mi verdadera comisión, la seriedad con que me tomaba el trabajo y la propia extensión de mi informe acabaron por desorientarla: Como me dijo al despedirme:

-          Este es un mundo de locos, Beltran. Unos rezamos porque la guerra no tenga lugar y otros desean que estalle cuanto antes. ¿En qué grupo estás tú?

     No la contesté pues, en el fondo, no habría sabido qué responderle.

***

     La verdad es que, directamente, yo no quería la guerra mundial o, por lo menos, la deseaba lo más tardía posible, a ver si ello desanimaba a Negrín de seguir alargando nuestra contienda civil, cada vez más decidida. Estando yo por Europa, había caído Lérida y los franquistas llegaban al Mediterráneo, aislando la Cataluña republicana del resto de la zona gubernamental. Dicen algunos que, si Franco hubiese querido, en pocos días se habría desmoronado el frente leridano y sus tropas habrían podido entrar en Barcelona, dando con ello probable fin a la guerra. Si así pudo haber sido, el Generalísimo quedaría como lo que se sospecha de él, un mal estratega o un ambicioso, que quería alargar las hostilidades para afianzarse en el poder, y un sádico, que quería hacer sufrir al máximo a sus enemigos. Así que ambos contendientes parecían pretender lo mismo, aunque con objetivos opuestos: Que nuestra guerra civil no acabase nunca, por así decir. Tratar de convencer a Franco de lo contrario no era tarea mía, pero sí desanimar a Negrín de que fiase sus aspiraciones de victoria a la entrada de Rusia, Francia e Inglaterra en guerra contra Alemania e Italia.

     Sin alterar datos ni declaraciones, destaqué unos y minusvaloré otros, con vistas a fundamentar lo mejor posible mis conclusiones, entonces muy poco sólidas: Que la guerra en Europa era muy poco probable, dado que: 1º. Hitler solo ambicionaba integrar en el Reich la Región de los Sudetes, algo que las Potencias no veían con malos ojos, tanto por razones éticas, como por inevitabilidad histórica. 2º. Los principales valedores de la integridad checoslovaca, la Unión Soviética y Francia, no se ponían de acuerdo en la política a seguir. 3º. La Gran Bretaña no contemplaba la opción de la guerra y había convencido a los Estados Unidos de seguir su misma política[71]. Si se fijan ustedes, todas tres conclusiones quedarían desvirtuadas, no más lejos de marzo de 1939, cuando Hitler se merendó Bohemia y Moravia, acabando así con el Estado checoslovaco. Y, aún antes, a fines de septiembre de 1938 -todavía en plena guerra civil española-, la intransigencia de Hitler estuvo a punto de desesperar a Chamberlain y se rozó con los dedos la alta probabilidad de una guerra europea, finalmente conjurada con el Pacto de Múnich. Pero esa es ya otra historia. A mí me basta con insistir en que aporté mi granito de arena al montón de información, en virtud del cual Negrín optó finalmente por seguir combatiendo mientras pudo. Así que puede decirse que, aun acertando en el pronóstico, no obtuve de ello el resultado que apetecía.

***

     Con el informe ya concluso, todavía no había tenido la oportunidad de escuchar la sonata Waldstein, interpretada por Lili. Para mi última noche en Dux, la gentil pianista me había preparado una cena fría en sus dominios de la biblioteca del castillo. Previamente, con mis reticencias, se empeñó en que cumpliera con un rito inexorable:

-          No puedes irte de Dux sin haberte sentado en la silla que murió Casanova.

-          ¿Por qué? ¿Acaso quien lo hace muere a la noche siguiente?

     Se echó a reír y contestó:

-          Te aseguro que no tiene ninguna maldición, pero no me pidas que te revele el futuro, antes que hayas tomado asiento en dicho mueble.

     Yo ya había oído algo al respecto, pero me hice el tonto, para mayor diversión de Lili. Así pues, subimos hasta el aposento donde la silla estaba colocada. Por cierto, aunque fuese una joya histórica, la tapicería estaba bastante deteriorada, con algún roto en la tela. Se conoce que primaba un principio de conservación.

     Me senté con cierta suavidad reverencial, casi sin osar apoyarme en el respaldo, ni a posar mis brazos en los de la silla. Al cabo como de medio minuto, Lili, con voz solemne, me indicó:

-          Ya puede levantarse el caballero y, en su momento, disfrutar de por vida del hechizo.

-          Que es…

-          Haber adquirido los poderes amatorios y de seducción que poseyó el caballero Casanova, aclaró, conteniendo la risa.

-          Estoy tan convencido de ello -repliqué en guasa- que ni siquiera juzgo preciso poner a prueba tal creencia. Con el tiempo y el debido control de tales poderes, ya se verá.

     Tal vez a causa de Casanova, parte de la charla durante la cena versó sobre nuestra respectiva vida sentimental. De la mía, haré gracia a los pacientes lectores. De la de Lili, solo haré constar que, cuando era una jovencita de diecisiete años, se enamoró perdidamente de un universitario norteamericano, que había ido a Berlín para ampliar sus estudios y, en orden a su manutención, habíase empleado en el banco de los Señores Waldstein. La cosa no había acabado bien y la chica quedó muy afectada por el regreso de su galán a los Estados Unidos, sin perspectivas de retorno[72]. Como ella misma dijo:

-          De aquello, hace ya más de quince años, pero nunca sabe nadie las consecuencias de un amor contrariado, sobre todo, cuando lo destruyen los mayores, aprovechando la inhabilidad y carencias de los que les están sometidos.

     No quiso entrar en mayores detalles y, acabada la cena, recordó:

-          Te hice una promesa hace días, que tal vez desearías hubiese olvidado. Ahora sí que vas a presenciar el aporreo de un piano[73].

     Bueno, evidentemente era mejor la versión de Rubinstein[74], pero Lili hizo cuanto pudo por complacerme… y porque aquel olvidado piano vertical, no bien afinado, diese lo mejor de sí mismo.

     Al concluir la sonata, dimos un paseo por los alrededores del castillo, favorecidos de una relativamente templada noche primaveral. No duró mucho la velada pues Lili estaba inquieta por nuestra seguridad. Le ofrecí:

-          Si las cosas se ponen peores por aquí, basta una comunicación tuya y gestionaré al punto tu marcha a España. Yo mismo vendré para acompañarte.

Lili sonrió y respondió enigmáticamente:

-          De un modo u otro, nuestras almas están llamadas a encontrarse.

 

Silla en que se supone murió Casanova (Castillo de Dux/Duchkov)



[1]  En realidad, el llamado Institut Vell -hoy Ausiàs March- de Gandía no fue tal hasta nuestra Guerra Civil, pero arranca de la fundación republicana del Colegio Subvencionado de Segunda Enseñanza, en el curso 1933-34. Para detalles, véase Abelardo Herrero, El Instituto Ausiàs March y la enseñanza pública en Gandía desde la década de los años 30, CEIC Alfons el Vell i Ajuntament de Gandia, Gandía, 2013.

[2] Ginés Ganga Tremiño (1900-1944), catedrático de Filosofía de Instituto y diputado del PSOE por la provincia de Alicante en las elecciones de febrero de 1936. Más detalles, en texto y notas a continuación.

[3]  Ginés Ganga desempeñó funciones de Secretario de la Embajada española en Checoslovaquia entre agosto de 1936 y junio de 1937, cuando fue sustituido por el gran escritor, Francisco Ayala, que cesó a su vez en mayo de 1938.

[4]  En efecto, en junio de 1938, Ginés Ganga fue nombrado Comisario Político de la Escuela Naval de la República, en Cartagena, cargo que desempeñó hasta el final de nuestra guerra civil (finales de marzo de 1939).

[5]  Datos auténticos de la biografía de Ginés Ganga. Su esposa, Manka, era checoslovaca y su nombre formal era María Burianova, nacida en Praga en 1905 y fallecida en 1988. Hago la observación para todo el relato de que simplificaré la grafía checa y eslovaca, a tenor de las letras y acentuación españoles.

[6]  José Giral Pereira (1879-1962), Ministro de Estado entre mayo de 1937 y abril de 1938. Sabido es que el Ministerio de Estado equivalía al de Asuntos Exteriores o Extranjeros.

[7]  El nombre de esta ciudad en alemán -idioma dominante en la época del relato- era el de Brünn. Una pronunciación figurada en castellano permitiría denominarla Breno, lo que aprovecho para emplear el toponímico y gentilicio brenés como propio de la citada capital morava. Su población en los años treinta del siglo XX era de un promedio de 250.000 habitantes. La Universidad brenesa, llamada de Masáryk en honor de su fundador, había sido creada en 1919. Tomás Masáryk (1850-1937) fue Presidente de la República checoslovaca entre su origen (1918) y su renuncia por motivos de salud (1935).

[8]  Comarca del litoral sur de Valencia, que tiene a Gandía como capital, y a Oliva y Tabernes de Valldigna, como otras villas populosas.

[9] En concreto, de Toulouse y París.

[10] Entre 1929 y 1933, Ginés Ganga publicó no menos de 85 artículos sobre temas checoslovacos y españoles de divulgación cultural, en medios de prensa, como El Sol, La Gaceta Literaria, Crisol o Prager Presse. Véase, Luis Montilla Amador, Las relaciones entre España y Checoslovaquia en la etapa de entreguerras (1919-1936), Tesis Doctoral en Historia de la Universidad Carlos III de Madrid, 2020, Anexo 5, pp. 407-410. El trabajo es de libre y completo acceso por Internet.

[11] Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), gran penalista y político español, Embajador (con rango de Encargado de Negocios) de la República española ante la República checoslovaca, desde agosto de 1936 a noviembre de 1938.

[12]  Probablemente, el titulado Brno, ciudad de las mil fábricas, aparecido en la revista Crisol, número de 10 de septiembre de 1931.

[13] Juan Negrín López (1892-1956), Presidente del Consejo de Ministros de la República española entre mayo de 1937 y marzo de 1939. Para las modestas exigencias de este relato, véase, Enrique Moradiellos, El enigma del Doctor Juan Negrín: Perfil político de un gobernante socialista, Revista de Estudios Políticos, nº 109 (julio-septiembre de 2000), pp. 245-263, espec. pp. 255-258.

[14] Edvard Benes (1884-1948), Presidente de Checoslovaquia entre 1935 y 1948 (en el exilio, entre octubre de 1938 y el final de la II Guerra Mundial, en mayo de 1945).

[15]  Nombre español de los habitantes de lengua y cultura germanas que, en número de algo más de tres millones, vivían en las zonas de Checoslovaquia fronterizas con Alemania y Austria, principalmente. No era el caso de la ciudad de Brno, pero su población era mayoritariamente de ascendencia alemana.

[16]  Se trata del famoso Anschluss, que se consumó el 12 de marzo de 1938, es decir, la semana anterior a la conversación que mantienen Ginés Ganga y Beltrán -de apellido, Aparicio-.

[17]  Capital del territorio sudete. Su nombre en checo es Libérec.

[18]  Gaspar Sanz Tovar (1899-1952), Secretario de la Embajada de España en Praga al producirse el Alzamiento Nacional. Siendo adicto a los sublevados, la República española lo cesó en agosto de 1936, pero él se mantuvo en Praga, dificultando cuanto pudo la labor del nuevo Embajador, Jiménez de Asúa, llevándose de nuestra legación dinero y documentos, y dejando grandes deudas. Incluso, trató de impedir el acceso del nuevo Embajador, teniendo que ser desalojado por la Policía checoslovaca (16 de octubre de 1936): véase, Montilla, Las relaciones entre España y Checoslovaquia…, cit. en nota 10, pp. 256-257.

[19] Uno de los grandes diarios mejicanos, fundado en 1916 y de ideología liberal y moderada.

[20] Julio Álvarez del Vayo y Olloqui (1891-1975), político socialista y, luego, comunista, que fue Ministro de Estado entre julio de 1936 y mayo de 1937 y, nuevamente, entre el 5 de abril de 1938 y el final de la Guerra Civil. Por tanto, cuando lo visita Beltrán Aparicio no lo era, pero estaba a punto de ser nombrado.

[21] Actualmente mucho más conocida por su nombre checo: Karlovy Vary.

[22] Luis Álvarez del Vayo y Olloqui (1888-1980), hermano mayor de Julio Álvarez del Vayo, funcionario del Ministerio de Hacienda, destinado en la Embajada española de Praga en la fecha del relato.

[23] Véase fuente citada en la nota 13 y, además, Ricard Camil Torres Fabra, Negrín tenía razón. Reflexiones sobre el planteamiento bélico del Doctor, Ebre 38. Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939), nº 7, año 2017, pp. 101-135, espec. pp. 117-126.

[24] Advocación mariana de la Patrona de Gandía.

[25] La afirmación puede resultar simplista y excesiva. Véanse los llamados Catorce puntos, proclamados en el mensaje al Congreso de los EE.UU. el 8 de enero de 1918, en especial, el punto 10.

[26] Jocosa definición de Checoslovaquia por Mussolini, quien pretendía ridiculizar la artificiosidad de la conformación de ese nuevo Estado en los acuerdos de Saint Germain (1919).

[27] Es decir, la de los acuerdos de Munich (30 de septiembre de 1938), que entregaron el País de los Sudetes a Alemania, momento que queda fuera del periodo a que se contrae el presente relato.

[28] Se produjo el 14 de abril de 1938, es decir, mientras Beltrán Aparicio estaba desarrollando su labor.

[29] Es sabido que la guerra de España acabó el 1 de abril de 1939 y la II Guerra Mundial se inició el 3 de septiembre del mismo año, pero, de no haberse producido in extremis los acuerdos de Munich de 30 de septiembre de 1938, podría haberse adelantado su comienzo hasta esta fecha.

[30] Miguel Lanz Duret, Presidente del Consejo propietario del periódico, entre 1923 y 1940.

[31] Isidro Fabela Alfaro (1882-1964), personaje polifacético y muy culto que, además de Embajador de Méjico ante diversos Estados y Organismos internacionales, fue Juez del Tribunal Internacional de La Haya entre 1946 y 1952.

[32] La entrevista sigue criterios de verosimilitud: Véase, Guillermo López Contreras, Cuando el mundo le dio la espalda a una democracia. La diplomacia mexicana ante la desaparición de Checoslovaquia (1938-1940), www.revistas.unal.edu.co, Morelia, 2012.

[33] Se recuerda que el Congreso de los Estados Unidos (1919) no autorizó al Presidente Wilson a ingresar en la Sociedad de Naciones.

[34] Por diversos motivos políticos, la URSS no obtuvo votos suficientes para ingresar en la S. de NN.

[35] León Blum (1872-1950), apenas ejerció entonces la Presidencia del Consejo de Ministros durante tres semanas (marzo-abril de 1938), dando lugar, al ser sucedido por Édouard Daladier, al final de la etapa de gobierno del Frente Popular (1936-1938). Fabela se refiere a la momentánea apertura de la frontera francesa, para que la República española recibiera el abundante material bélico que esperaba almacenado en las aduanas francesas. Esta importante remesa -en parte, de material checoslovaco- fue relevante para la gran batalla del Ebro (julio-noviembre de 1936), aunque acabase con la derrota del bando gubernamental.

[36] Lo recoge literalmente Ramón Álvarez, en la serie Grandes discursos del siglo XX, lavanguardia.com Historia y vida, entrada de 17 de abril de 2020.

[37]  Especie de guardia armada o de seguridad, formada libre e informalmente al servicio del citado Partido político, instigada y dotada con ayuda de su Partido hermano de Alemania.

[38] Neville Chamberlain (1869-1940); político conservador británico, Primer Ministro entre mayo de 1937 y mayo de 1940.

[39] Las sucesivas vueltas se celebraron los días 22 y 29 de mayo y 12 de junio de 1938, siendo la segunda de ellas la más decisiva en el Sudetenland. El Partido nazi sudete obtuvo el 88% de los sufragios.

[40] O País de los Sudetes. El nombre más preciso de los sudetes es el de Sudetendeutsche, o alemanes de los sudetes. No se olvide que, inicialmente, Sudetes es el nombre de una cadena montañosa en territorio alemán, checo y polaco, cuya mayor altura apenas rebasa los 1.600 metros.

[41] Recuérdese la nota 21. En aquellas fechas, Karlsbad tenía poco más de cincuenta mil habitantes, de los que eran germano-sudetes alrededor del 89%.

[42] Sobre los ocho puntos de dicho Programa, se tratará más adelante, en el siguiente capítulo del relato. El Programa de Karlsbad lleva la fecha de 24 de abril de 1938, no debiendo ser confundido con su homónimo -más conocido en los libros de Historia- de 20 de septiembre de 1819.

[43]  Gran hotel de Karlsbad, fundado en 1912 y en funcionamiento actualmente (2021).

[44] No es del caso pormenorizar dicho proceso, que llegó a identificar en buena medida al Partido de los Sudetes con la población de esta naturaleza. Baste decir que, en 1938, de los tres millones y medio de sudetes de ambos sexos y de todas las edadeds, 1,3 millones eran miembros del citado Partido. Precisamente, las últimas absorciones de otros grupos políticos sudetes por dicho Partido se produjo en el año 1938, aunque las más relevantes databan de 1936.

[45]  Véase antes, nota 16.

[46]  Konrad Henlein (1898-1945), máxima autoridad del Partido de los Sudetes y, a la sazón, líder político y moral de la comunidad sudete, en general. Hallándose en prisión preventiva por presuntos crímenes de guerra, se suicidó en 1945 cortándose las venas.

[47]  Karl Hermann Frank (1898-1946) quien, además de segundo de Henlein, era quien llevaba directamente el aparato represivo y de seguridad del Partido. Durante la Guerra Mundial, llegaría a ser general (Obergruppenführer) de las SS, con grandes poderes en la antigua Checoslovaquia. Juzgado como criminal de guerra en el juicio principal de Núremberg, fue condenado a muerte y ejecutado.

[48] Era la ciudad sede de la Sociedad de Naciones.

[49] Diario oficial del Partido nazi alemán entre 1920 y 1945. Su nombre equivale a El Observador del Pueblo.

[50] La ciudad sudete de Teplitz (en checo, Teplice) fue de las más castigadas por la violencia de las fuerzas armadas de Checoslovaquia en el periodo a que este relato se contrae.

[51] Se trataba de El Universal Gráfico, cuyo primer número apareció el 1 de febrero de 1922.

[52] Walter Runciman (1870-1949), destacado político liberal inglés que, comisionado por el Premier Chamberlain, encabezó una misión informativa sobre el terreno, acerca de la cuestión de los sudetes. Su informe final, presentado en vísperas de los Acuerdos de Munich (septiembre de 1938), era favorable a solucionar el problema con la entrega del País de los Sudetes a Alemania, y resultó decisivo para convencer a Chamberlain de actuar en esos mismos términos.

[53]  Con frecuencia, se olvida que la definitiva incorporación de los sudetes al Tercer Reich tenía que ir precedida de la celebración de un plebiscito entre la población del País. El olvido es consecuencia de que tal plebiscito confirmatorio nunca llegó a celebrarse, salvo que se considere tal -permítanme la ironía- la expulsión de medio millón de checos de Sudetenland, de los 750.000 que eran aproximadamente. La réplica en 1945 no se hizo esperar: véase, Instituto para la Investigación del Desplazamiento Forzoso de Poblaciones Germanas, Historia y desplazamiento de la población germana de Checoslovaquia por expulsión y leyes discriminatorias, en la www.expelledgermans.org/sudetengermans.htm.

[54]  En checo, Dux se traslada como Duchkov.

[55]  Precisamente, en el capítulo siguiente.

[56]  Uno de los más hermosos e históricos hoteles de Europa, fundado por un empresario de tal apellido en 1701. Actualmente, recobrado su esplendor, es la sede habitual del conocido Festival cinematográfico veraniego de Karlovy Vary, cuya primera edición se celebró en agosto de 1946.

[57]  El juicio de Beltrán Aparicio resulta llamativo, si se piensa que Henlein cimentó su fama política inicial en participar del Turnerbund, basado en la gimnasia y el culto del cuerpo y la virilidad. Tal vez, se dejó impresionar Aparicio por un aspecto exterior pacífico y dulcificado por cierto tipo de gafas. Sobre Henlein, puede ser atractivo y suficiente ver: Mark Cornwall, The Czechoslovak Spinx: 'Moderate and Reasonable' Konrad Henlein, en Rebecca Haynes & Martyn Rady (eds.), In the Shadow of Hitler: Personalities of the Right in Central and Eastern Europe,  I.B.Tauris, Londres, 2011, pp. 206–227.

[58] Becherbitter -en checo, Becherovka- es un licor de yerbas con regusto amargo, inventado por el farmacéutico Josef Vitus Becher en 1807. Su graduación alcohólica actual es de 38o.

[59]  Ha sido proverbial el encanto de Henlein para convencer a políticos tan curtidos, como los ingleses Vansittart y Churchill. Las consecuencias de la visita de Henlein a Londres, los días 12 a 15 de mayo de 1938, son una muestra concluyente de ello. Dos libros imprescindibles sobre estos temas: Igor Lukes, Czechoslovakia between Stalin and Hitler: the Diplomacy of Edvard Benes in the 1930s, Oxford University Press, 1996; Gerhard Weinberg, The Foreign Policy of Hitler's Germany 1933-1939, Enigma Books, Nueva York, 2010.

[60] No he juzgado oportuno hacer adiciones a lo escrito al respecto por Beltrán Aparicio, dado que los Puntos pueden encontrarse en multitud de páginas de Internet, aunque no sea fácil hallar una buena traducción española del original alemán.

[61] Der Stürmer, semanario fundado en 1923 en Núremberg por Julius Streicher, de notoria ideología nazi y antisemita. Dejó de publicarse en 1945.

[62] Obviamente alude a los sudetes de origen alemán, como sucede también en los Puntos 3, 4, 7 y 8. Solo en el Punto 6 se emplea la expresión, más correcta, de Sudetendeutsche, o sudetes alemanes.

[63] Se trataba de los Waldstein, o Wallenstein, familia clave de la nobleza bohemia desde el siglo XIII, cuyos más conocidos miembros fueron el gran general católico de la Guerra de los Treinta Años, Albrecht von Wallenstein (1583-1634), y el mecenas de Beethoven, Ferdinand Ernst Gabriel von Waldstein (1762-1823).

[64] Hermann Göring (1893-1946), militar y político alemán, una de las máximas figuras del Nacionalsocialismo. Tuvo merecida fama de persona sibarita y corrupta.

[65] El ex Presidente Masaryk resignó su cargo en 1935 y falleció dos años después.

[66] La cuestión tiene bastante de dudosa, como cumple a tan enorme lapso de tiempo. Lo cierto es que el castillo se remonta, como fortaleza, al siglo XIII; que en el periodo barroco adoptó la fisonomía de palacio, y que fue ampliamente rehecho en el siglo XIX en estilo neoclásico. La familia Waldstein lo habitó periódicamente hasta el final de la Gran Guerra (1918), vendiéndolo en 1921 al Estado checoslovaco, como se recoge en el texto.

[67] Giacomo Casanova (1725-1798) fue acogido y protegido en Dux por Ferdinand von Waldstein, entre 1785 y 1798, fecha de su muerte. Afinidades masónicas tuvieron que ver con esa ayuda, parcialmente disfrazada con el cargo de bibliotecario del castillo, conferido por su dueño al famoso veneciano.

[68] Sonata Waldstein o Aurora, nº 21 para piano, en do mayor, opus 53, de Beethoven. Lo del aporreo no es exclusivo de la opinión de Beltrán Aparicio: véase, en este mismo blog, mi cuento, El genio que aporreaba los pianos, espec. capítulo 2. Está recogido bajo la etiqueta de cuentos de música y bellas artes.

[69]  Dicho plan recibió el nombre de Fall Grün (Operación Verde). Dado el retraso de la información de Lili Waldstein, seguramente se trataría de la primera versión de dicho Plan, fechada en 24 de junio de 1937. Posteriormente, se corrigió y puso al día, en 30 de mayo de 1938, con prevista fecha de inicio de las operaciones, el 1 de octubre de 1938. Los Acuerdos de Munich (30 de septiembre de 1938) evitaron su ejecución. Véase la versión del Plan de 30 de mayo de 1938, en Historical Resources about the Second World War. Hitler’s directive for Operation Green, http://www.historicalresources.org.

[70] Ernst von Eisenlohr (1882-1958) es un personaje que se ajusta a los datos ofrecidos por Lili Waldstein, en especial, su escasa fiabilidad para el Partido nazi. De hecho, Hitler lo destituyó como enviado en Praga, el 16 de septiembre de 1938 (es decir, en plena crisis de los sudetes), reemplazándolo por el más adicto, Andor Hencke (1895-1984). Por lo demás, lo puesto por Lili en boca de Eisenlohr coincide con lo que Hitler acababa de confiar (el 21 de abril de 1938) al general Wilhelm Keitel (1882-1946), jefe del OKW, o mando supremo de operaciones del Ejército alemán, la Wehrmacht.

[71] Recordemos que los Estados Unidos, mantenedores desde más de un siglo atrás de la Doctrina Monroe para América, tuvieron que aceptar ahora que fuesen los europeos los que solucionasen sus propios problemas, sin intromisiones americanas. Así se lo impuso Gran Bretaña y F.D. Roosevelt transigió.

[72] Para esa primera parte de la vida de Lili Waldstein tomo un préstamo de la valiosa novela histórica de Arthur R.G. Solmssen, Una princesa en Berlín, primera edición (en lengua inglesa) de Little, Brown & Company, 1980 (hay traducciones españolas, a partir de la de Tusquets). Para episodios ulteriores de la vida de Lili Waldstein, véase mi relato, Una noche que vale una vida, en este mismo blog.

[73] Véase antes, nota 68.

[74] Arturo Rubinstein (1887-1982), gran pianista, nacido en la ciudad polaca de Lodz.