lunes, 13 de agosto de 2018

GETULIO VARGAS: HISTORIAS DE SU OCASO (I)



Getulio Vargas: Historias de su ocaso (I)

Por Federico Bello Landrove

     Concluyo mi amplia serie de historias sobre Getulio Vargas y su tiempo con dos trilogías referentes a la última década de su vida (1945-1954). En esta primera entrega pasaré  revista al papel de la familia Vargas en esa época; aludiré a un trivial pero curioso episodio con un médium, entre inteligente y charlatán; finalmente, me aproximaré a tres complots sucesivos a favor y en contra del Presidente Vargas, a cargo de sargentos, coroneles y generales. La base fáctica de todos los relatos es la fascinante biografía Getúlio, del historiador y periodista Lira Neto[1].  



1.      Con la familia a vueltas


     Es tendencia casi irresistible de todo político la de apoyarse en familiares y amigos para compartir con ellos lo que le depare la fortuna y, también, para tener mayor confianza en la fidelidad de los colaboradores. A cambio, los elegidos obtienen una cuota, muy jugosa en ocasiones, del poder y las ganancias de su patrón o promotor. Si ello es así en todo momento y ambiente, el fenómeno crece y se corrompe todavía más en las dictaduras, gracias a la relativa irresponsabilidad y reserva que tales regímenes ofrecen al gobernante. Y, aun sin alcanzar poderes omnímodos, hay lugares y tiempos en que el nepotismo parece responder a una tradición inevitable y consustancial con la forma de entender la vida pública.
     Suele afirmarse que, en el estado brasileño de Rio Grande do Sul -que vio nacer la vocación política de Getúlio Vargas a principios del siglo XX- era tradicional la fidelidad de toda la familia hacia un determinado partido político y, por ende, grande la facilidad de conjurar a todos sus miembros en la proyección y defensa de quien entre ellos se dedicara a la política. La forma en que Vargas alcanzó su jefatura nacional, mezcla dominante de golpe de estado revolucionario (1930) y establecimiento de una dictadura (1937), apenas templada durante un periodo intermedio muy conflictivo, hubo de favorecer su desconfianza hacia los meros colegas de partido y, en consecuencia, acercarlo a personas con otro tipo de afinidades: la primera, desde luego, la procedencia geográfica, pero también la amistad y la familia. 
     En la etapa final de su vida, Vargas había consolidado algunas vinculaciones políticas fundadas en el parentesco, muy difíciles ya de romper, aunque a él no le hubiese importado. Es el caso de las de sus coetáneos -relativamente hablando-, como sus hermanos y esposa[2]. La siguiente generación -hijos, yernos- anudaría lazos, más bien, en el periodo posterior al golpe de estado que depuso a Vargas en 1945[3]. Caso peculiar es el de la hija Alzira, que permanecía al lado de su padre como político, desde 1937 aproximadamente[4].
     Voy a ofrecer una impresión de lo que los familiares más allegados de Vargas supusieron para él como político, en los años de su interregno presidencial (1945-1951) y en los de su presidencia constitucional (1951-1954). Iré presentando sucesivamente a los personajes según el orden de mi particular opinión sobre el mal o el bien que hicieron a Getúlio. Concluiré en cada caso con una alusión a lo que fue de los más conocidos de ellos, una vez su mentor, o Patrão, hubo salido de la vida para entrar en la Historia.

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     Seguramente que los psicólogos tendrían algo de decir acerca de las relaciones entre dos hermanos separados por quince años de edad. Esa era precisamente la diferencia entre Getúlio y su hermano pequeño, Benjamim, conocido generalmente como Bejo. Su relación política había quedado sellada, por lo menos, en 1930, cuando Bejo participó activa y militarmente en el golpe de estado revolucionario que llevó a su hermano al poder, como Jefe del Gobierno Provisional de Brasil. La confianza de Getúlio en el valor y la fidelidad de Bejo era sin fisuras, y tenía razones tan sólidas como el papel seguramente decisivo que el hermano pequeño había tenido en la madrugada del 11 de mayo de 1938, durante el asalto al Palacio presidencial de Guanabara, en Rio de Janeiro, por un grupo de unos 80 integralistas armados. Pero, en casi todos los demás aspectos, Benjamim era un sujeto de comportamiento detestable, cuya cercanía al Presidente podía causar a este mucho más quebrantos que beneficios. Con todo y eso, Getúlio puso en manos de Bejo ciertas comisiones o poderes que -como no podía ser menos- le estallaron en las manos, a corto o a largo plazo.
-          El caso más conocido fue el del nombramiento de Benjamim Vargas como Jefe de Policía del Distrito Federal -que implicaba el de Director del Departamento Federal de Seguridad Pública-, el 28 de octubre de 1945. Ciertamente, la situación para el Presidente Vargas era desesperada, pero aquel disparate no hizo sino empeorarla. Prueba de ello es que, apenas hubo tomado posesión del cargo, sobrevino el golpe militar que depuso a Getúlio, acción adelantada y favorecida por la designación de Bejo para un cargo de tanto poder efectivo. Su hermano habría demostrado una inusitada estupidez, de ser cierta la frase que se le atribuye cuando le conminaron a cesar incontinente a Bejo: ¡Qué clase de Presidente sería yo, si no pudiera nombrar libremente a mi Jefe de Policía!


-          Consecuencias a más largo plazo tuvo el que Getúlio hubiese puesto en manos de Bejo en 1938 la selección y organización de la Guardia Personal de la Presidencia. El hecho en sí no era desacertado, pues el Ejército y la Policía habían demostrado una lentitud y negligencia criminales, dejando al Presidente y a su familia a merced de los asaltantes del palacio de Guanabara, en la citada ocasión del 11 de mayo de 1938. No era mala idea formar un grupo de incondicionales -alrededor de setenta-, para vigilar el palacio y ejercer de guardaespaldas presidenciales, sobre todo, con la mentalidad dictatorial y la escarmentada suspicacia getulianas. El error fue dejar el asunto en manos de Bejo, que lo resolvió a su estilo, con una mezcla de patriotismo riograndense y alistamiento de sicarios y malhechores, bajo el mando de un individuo siniestro, que él conocía bien, llamado Gregório Fortunato -apodado El ángel negro-. Alguien tan defensora de las acciones de su padre, como lo fue su hija Alzira, no vacila en calificar la selección de los guardias presidenciales como uno de los mayores errores de Getúlio durante toda su carrera política[5], aunque lo carga más bien en el debe de su tío Benjamim. Claro está que la gravedad del error la valoraba a posteriori, después de constatar las directas consecuencias que tuvo en la provocación de la crisis política de agosto de 1954, a la que más tarde aludiré.
     Es verdaderamente sorprendente la paciencia y protección que Getúlio tuvo hacia su hermano pequeño, considerando que era un modelo de la persona en quien nadie sensato confiaría ni, menos aún, querría tener a su lado en política. No deja de ser cierto, sin embargo, que los errores del Presidente Vargas no se reprodujeron con tanta relevancia en el periodo de su última presidencia. Bejo siguió siendo una persona de presencia constante junto a Getúlio, pero sin clara función política. Eso sí, aunque los años le fueran cayendo, continuaba siendo el individuo violento, logrero, jugador de elevadas cantidades de dinero, bebedor y mujeriego que había sido en la anterior Era Vargas (1930-1945). En particular, sus actitudes de matonismo, incluso utilizando armas de fuego, generaron escándalos y complicaciones, de las que siempre salió con bien, ayudado de su apellido. Lira Neto, en la biografía Getúlio antes citada, recuerda algunos de los incidentes más famosos[6], que no viene al caso detallar aquí.
     No es extraño que con tales precedentes, la Historia haya hecho de Benjamim Vargas el mayor sospechoso de haber ordenado el atentado de la rua Tonelero, llevado a cabo en Rio de Janeiro el 5 de agosto de 1954, dirigido contra el periodista Carlos Lacerda -furibundo antigetulista-, pero que acabó con la vida de su voluntario guardaespaldas, el mayor de Aviación, Rubens Vaz. En la medida en que el hecho desencadenó una reacción en cadena en las Fuerzas Armadas, forzando el suicidio de Getúlio por negarse a dimitir o a ser expulsado del poder, el incidente y su investigación tuvieron, y tienen, un superlativo interés. En cualquier caso, con lo que hasta ahora se conoce, no resulta posible asegurar la participación de Bejo Vargas a título de inducción, como lo reconoció la Justicia de su tiempo, que no le era en absoluto favorable. En concreto, el más alto responsable indiscutible -el Jefe de la Guardia Presidencial, Gregório Fortunato- solo a última hora y probablemente bajo tortura inculpó a Bejo en sus declaraciones[7]. Y así, aunque Benjamim Vargas al final de la investigación figuró como procesado por favorecimiento personal en el crimen, obtuvo resolución favorable de hábeas corpus y no llegó a ser acusado del mismo.
     El futuro de Bejo, tras la muerte de su hermano Getúlio fue aún dilatado y con rasgos que provocan una sonrisa de complicidad. Baste decir que su último trabajo fue el de inspector de diversiones de la prefectura del Distrito Federal. Es de suponer que disfrutara mucho de él y -a ser posible- que se comportase como inspector mejor de lo que toda la vida lo había hecho como cliente y usuario.
     Benjamim Dornelles Vargas, Bejo, falleció en Rio de Janeiro, el 26 de marzo de 1973.

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     Aludiré, en segundo lugar, al primogénito de Getúlio, su hijo Lutero, que nació en febrero de 1912, cuando su padre contaba veintinueve años de edad. Su papel en la vida parecía inicialmente volcado hacia la medicina pues, después de una larga etapa de posgrado en los Estados Unidos, regresó a Brasil en 1940 convertido en un experto cirujano y traumatólogo, pronto colocado como director de uno de los hospitales más afamados de Rio de Janeiro. Pero las dificultades políticas de su padre en la última etapa del Estado Novo lo llevaron, como a su hermana Alzira, a implicarse en la fundación del PTB (Partido de los Trabajadores del Brasil), hechura de Getúlio y plenamente adicto a este. Parece ser que los despachos le agradaron más que los quirófanos y Lutero fue dedicándose cada vez más a la política, hasta ser elegido diputado federal en 1950, bajo las siglas del PTB. En la Cámara de Diputados hubo de coincidir y chocar con el periodista y diputado por la UDN (Unión Democrática Nacional), Carlos Lacerda, de afiladísima pluma y enemigo visceral del Presidente Vargas. La colisión no fue exclusivamente parlamentaria, ya que Lacerda consideraba a Lutero uno de los responsables de que su periódico antagonista, Última Hora[8], hubiera salvado la quiebra, gracias a un préstamo del Banco de Brasil. En reiteradas ocasiones, Lacerda se había referido en público a Lutero como malhechor, ladrón y degenerado, que se había enriquecido, no con el ejercicio de la medicina, sino con los sobornos. La campaña de recíprocos ataques e improperios se había recrudecido, al concurrir los dos contendientes como aspirantes por un escaño de diputado en la circunscripción del Distrito Federal, en las elecciones convocadas para octubre de 1954.
     En estas circunstancias, no resulta extraño -por más que el carácter de Lutero no alcanzara ni de lejos la vehemencia del de su tío Benjamim- que el primogénito de Vargas tuviera algo que ver en el famoso atentado de la rua Tonelero. Al menos, fue implicado en el caso por uno de los ejecutores directos, Alcino João do Nascimento. Al punto, aconsejado por su abogado, Lutero compareció voluntariamente ante los militares que llevaban la investigación, renunció a sus privilegios inmunitarios de diputado y declaró de forma exculpatoria. Alcino no fue creído, al no existir otras pruebas incriminatorias, y Lutero nunca fue procesado por esos hechos. Sin embargo, la mera sospecha fue para su padre un duro golpe, en el momento en que trataba de demostrar su inocencia en el caso, y eso me lleva a juzgar a Lutero una influencia nefasta para su progenitor, por no hablar de sus maniobras de logrero, que le habían merecido el remoquete justificado de el hijo rico del padre de los pobres. ¡Cuánto mejor habría sido su papel, de proseguir con el ejercicio brillante y exclusivo de la Medicina, tan valorado inicialmente por su familia!
     ¿Qué fue de Lutero Vargas después de la muerte de su padre? De entrada, ganó el escaño en 1954, pero fracasó en ser elegido Senador por el Distrito Federal en 1958. Luego, su carrera política siguió con un perfil medio-alto: Diputado estatal por Guanabara (1960); Embajador de Brasil en Honduras (1962-1964); Presidente del PTB (1964). La dictadura militar interrumpió su vida pública de forma prácticamente definitiva pues su regreso a la misma en 1979 tuvo un papel meramente testimonial.
     Lutero Sarmanho Vargas falleció en Porto Alegre (RS), el 4 de octubre de 1989.

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     Tampoco parecía llevarle la vida por el camino de la política a otro hijo de Getúlio, llamado Manuel Antonio y conocido por el apodo de Maneco. Había nacido en febrero de 1917 y, tras la prematura muerte de su hermano Getulinho[9], pasó a convertirse en el hijo más joven del Presidente. Sus estudios de ingeniero agrónomo lo predispusieron para hacerse cargo de las propiedades agropecuarias de su familia en el extremo meridional de Rio Grande do Sul, que constituían la fuente principal sus ingresos, para el caso de que los emolumentos de la política cesaran o resultasen insuficientes. Desavenencias con sus tíos paternos, Viriato y Protásio, hicieron difícil la tarea del joven Maneco, que acabó por regresar a Rio, a la vera de su padre y del resto de la familia. En vísperas del atentado de la rua Tonelero, había contraído matrimonio y salido en viaje de luna de miel hacia Europa.
     Nada hacía suponer que Maneco se viera involucrado en los graves problemas que su padre experimentaba en agosto de 1954, hasta que, durante una entrada y registro en las dependencias que ocupaba Gregório Fortunato en el palacio presidencial de Catete, fue hallado un documento extendido en papel con membrete oficial de la Presidencia de la República, escrito de puño y letra de Maneco, en el que este reconocía haber vendido una hacienda familiar, llamada São Manuel, por la cantidad total de 3,92 millones de cruzeiros[10]. Hasta aquí, no había otros reproches que hacer a Maneco -y ya era bastante grave- que el de haber vendido una hacienda que no era solo suya, aprovechando los poderes que tenía como gobernante de la misma, y el de haber documentado la venta en papel oficial de la Presidencia de la República. Pero surgiría otra objeción de mayor calado político: el comprador era Gregório Fortunato, el Jefe de la Guardia Presidencial, cuyo sueldo anual andaba por los setenta mil cruceiros. Era obvio que, o la compraventa era simulada, o Fortunato estaba forrado, a base de sobornos y tráfico de influencias. Esto último es lo que pensó todo el mundo cuando una copia del documento en cuestión apareció inmediatamente en los diarios. Getúlio no podía creer lo que leía: Se negó a admitir la autenticidad de la grafía de Maneco, hasta que regresara de su luna de miel y declarara lo sucedido.
     La confesión fue el pleno reconocimiento del documento. Maneco manifestó que se había visto obligado a la venta para atender el pago de deudas inaplazables; que había tenido que aceptar la oferta de Fortunato, tras fallarle otros varios compradores; y que -en el colmo de la corrupción- había aceptado la operación ya que, caso de no contar Fortunato con inmediata liquidez para pagar el precio, el Ministro de Trabajo se había comprometido a prestarle lo necesario[11]. Getúlio se derrumbó anímicamente y aceptó compungido la verdad de aquella famosa expresión periodística en su contra: Debajo del palacio de Catete hay un mar de fango[12]. Se dice que fue la última gota que desbordó el vaso del aguante del Presidente, ya muy desmoralizado y, a partir de entonces, incapaz de una reacción vigorosa y, tal vez, con el suicidio rondándole por la cabeza.
     Tras la muerte de su padre, Maneco, que ya había coqueteado con la política al aceptar el cargo de Secretario de Agricultura de Rio Grande do Sul, regresó a este Estado y se desempeñó como Viceprefecto de su capital, Porto Alegre, ocupando provisionalmente la Prefectura en el año 1955[13]. El resto de su vida lo pasó dedicado al cuidado y explotación de sus fincas rústicas[14], hasta fallecer en Itaqui (RS) el 15 de enero de 1997, a punto de cumplir los ochenta años. Causa de la muerte: suicidio, por disparo en el pecho de un revólver calibre 38, tal y como fuera el óbito de su padre cuarenta y tantos años antes[15]. Para marcar con él alguna diferencia, Maneco dejó escrito en su nota de suicidio, que no trataba de entrar en la historia, sino simplemente de dejarla pasar[16].

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     El padre de Getúlio, Manuel do Nascimento Vargas (1844-1943) fue un destacado ejemplo de la política coronelista de Rio Grande do Sul, pero lo inevitable de la edad determinó su apartamiento de la vida pública en 1915, cuando aún su hijo, el futuro Presidente, estaba muy lejos de su gloria. A partir de entonces, no intervino en la vida de su hijo Getúlio de manera que merezca su inclusión en este relato, máxime al haber fallecido, casi centenario, durante el periodo estado-novista. De sus hijos, además del futuro Presidente, el morbo político alcanzó a Protásio, cinco años mayor que Getúlio, y que se mantuvo dentro del ámbito político riograndense, alternando con el cuidado de la hacienda familiar, a la que siempre se consagró con entera dedicación el hermano mayor, Viriato, nacido en 1874 y fallecido el año anterior al suicidio de Getúlio.
     Durante la última década de la vida de Getúlio, las relaciones entre este y Protásio se fueron agriando, a lo que contribuyó no poco la intervención crítica de la esposa de este. Los años 1947-1950 fueron de permanencia casi continua del entonces ex Presidente en la casa familiar, lo que se prestaba a discusiones y desavenencias por motivos fútiles pero constantes. Poco a poco, aquella se convirtió, por obra y gracia del sucesivo retorno de Getúlio a la vida pública, en un verdadero desfile de políticos y periodistas. Luego, cuando marchó a Rio para hacerse cargo de su presidencia constitucional (1951-1954), los desacuerdos fueron entre Protásio y Maneco, por cuestiones económicas o de dirección de las fincas. A mayores, Protásio no compartía en estos años ciertas decisiones y titubeos de su gran hermano, ni la selección de algunos políticos riograndenses. En conjunto, y sin exagerar, puede hablarse de una ruptura de la confianza inicial entre los dos hermanos, lo que no dejaría de entristecer a quienes entendían la familia como un núcleo inatacable de solidaridad y cooperación[17].
     En definitiva, creo que Protásio Vargas, durante la etapa a que me refiero, no puede decirse que fuera una fuente de sosiego para su hermano Getúlio, a quien sobrevivió quince años, pues falleció en 1969.

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     He de hacer ahora una alusión conjunta a la hija mayor de Getúlio, Jandira, y a su esposo, Rui da Costa e Gama[18]. La relación entre ambos esposos fue pronto conflictiva, de lo que tradicionalmente se ha culpado a la mujer, cuya perturbación mental era evidente, aunque episódica y no bien diagnosticada -o mejor, no bien explicada fuera de la intimidad-. Parece ser un ejemplo de trastorno bipolar, una alteración psíquica entonces más dramáticamente llamada locura maníaco-depresiva que, en el caso de Jandira, resultaba de sintomatología no especialmente grave y de mayor intensidad de la fase de depresión. Como es natural, dadas esas circunstancias, el daño y el dolor que pudiera causar a su familia, incluido el padre, no es imputable a la interesada, que fue convirtiéndose en una criatura dependiente, llamada a convivir de manera estable con sus padres y a transmitirles el cuidado de sus dos hijos -si bien la niña quedó más bien al cargo de su tía Alzira-. Pero lo cierto es que los disgustos y los cuantiosos gastos de su tratamiento y hospitalizaciones periódicas perjudicaron a la familia Vargas que, por increíble que nos parezca, tenía una economía poco boyante, obligada cada cierto tiempo a vender alguna parte de su patrimonio[19].
     En los años del interregno getuliano, su yerno Rui da Costa, copropietario a la sazón de una fábrica de lubricantes, se vio muy perjudicado cuando el consocio perdió su parte en el negocio jugando a la ruleta y a las cartas. Seguramente con poco carácter e iniciativa, Rui dio por fallido el negocio y, de la forma más descarada, aprovechando que su suegro residía en Rio Grande do Sul, descargó a toda su familia (mujer, dos hijos niños) en manos de su suegra Darcy y se desentendió económicamente de ellos. La desatención acabó por llevar al divorcio (1951) lo que, a su vez, empeoró el estado mental de Jandira.

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      El dilatado periodo (1947-1950) que Getúlio pasó en sus posesiones de São Borja (RS) acabó por quebrar definitivamente sus relaciones matrimoniales con Darcy Sarmanho, quien permaneció todo el tiempo en Rio de Janeiro, al parecer, sin contestar siquiera a las cartas -muchas o pocas- que su marido le enviara[20]. Semejante frialdad debe de haber tenido su causa en las reiteradas infidelidades conyugales de Getúlio, algunas de las cuales alcanzaron persistencia y notoriedad. Ya durante el periodo anterior (más o menos, a partir de 1940), la comunicación entre los dos esposos había quedado reducida -según humorística definición- a jugar al dominó y al ping-pong. Como es natural, la ruptura sentimental y sexual no afectó a la vida pública de la pareja, que mantuvo una cierta normalidad en los actos públicos, ni tampoco implicó la separación de domicilios, mientras Getúlio fue Presidente. Resultó poco a poco normal que Alzira, su amada hija, hiciese de enlace comunicativo con los padres, incluso después de contraer matrimonio en 1939 e irse a vivir fuera del palacio presidencial.


     Con todo, la situación de Darcy pasó un tanto desapercibida del gran público, debido a la prudencia personal y al poco apego por la vida social y la política que siempre tuvo. Eso llevó a algunos a pensar que la mujer de Vargas había sido poco más que una sombra, dedicada solo al cuidado de los hijos mientras eran pequeños. Una biografía suya, aparecida años después de su fallecimiento en 1968[21], puso de relieve el reduccionismo que tal imagen ofrecía. Darcy fue en todo momento una primera dama, aunque del tipo tradicional, es decir, a la vera de su marido, sin otras iniciativas que las relacionadas con las actividades asistenciales y caritativas[22]. En su caso, la dedicación a la infancia abandonada parece haber sido la ocupación principal, no limitada a la vida de su marido, sino continuada incluso durante su prolongada viudedad. Las sinceras manifestaciones de duelo que su muerte provocó dejaron a las claras, por primera vez, el valor que muchos brasileños concedían a su discreción y su trabajo, al margen de la opinión que tuvieran de su marido.
     En resumen, creo que bien puede decirse que Darcy fue una mujer ampliamente desaprovechada por su marido por una serie de razones, entre las que el desinterés por la política de ella y las infidelidades de él jugaron un papel fundamental.
     He indicado ya que Darcy Vargas siguió trabajando al frente de instituciones filantrópicas hasta su muerte, que le sobrevino a los 72 años de edad, la misma que su esposo tenía cuando se quitó la vida.

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     Si en el caso de Getúlio Vargas puede hablarse de una primera dama y ser cierta la afirmación tan conocida -detrás de un gran hombre hay una gran mujer- habremos de fijar nuestra atención, no en Darcy, sino en Alzira Vargas, tercera de los hijos de Getúlio y su esposa. El personaje, tanto en lo humano como en lo político, se integró con tal profundidad en la vida del Presidente Vargas, que es difícil resaltar todas las facetas y la intensidad de su influjo; tanto más, cuanto que -por incomprensible que pueda parecer- no contamos con una completa biografía de Alzira, a los 26 años de su muerte[23].
     La relación política de Alzira con su padre había comenzado en 1937, cuando la joven se incorporó en la Secretaría oficial del Presidente, nada más acabar la carrera de Derecho tras haber demostrado su eficiencia como archivera de su documentación personal y bibliotecaria de sus libros. La boda de Alzira, un par de años después, supuso un relativo distanciamiento pues la pareja recién casada pasó en Washington un trienio, que fue muy fructífero para suavizar y hacer creíble la indigesta figura del Presidente brasileño para los políticos americanos, comenzando por el Presidente Franklin D. Roosevelt. El regreso de Alzira y su esposo -Ernani do Amaral Peixoto- a Rio de Janeiro coincidió con el esfuerzo por formar un partido político a la medida del populismo de Vargas, el Partido de los Trabajadores del Brasil (PTB), en lo que Alzira trabajó tanto y con tal eficacia, que se dijo humorísticamente de ella que era la madre del PTB.


     Con esos brevísimos precedentes, estamos en mejores condiciones para referirnos a la tarea política y personal de Alzira durante la última década de la vida de su padre (1945-1954), periodo en que, si cabe, su labor se incrementa por varias y acumuladas razones:
1.      Entre 1945 y 1950, por la postura cauta y escurridiza de Getúlio, que se mantuvo mucho tiempo junto a la frontera argentina, aún participando de la política general y, en su momento, preparando el retorno a la Presidencia. Durante todos estos años, Alzira ejerció de los ojos y los oídos de su padre en Rio, así como de enlace, consejera y emisaria, tanto en política como en lo familiar.
2.      Entre 1951 y 1954, por la cada vez mayor soledad y desamparo de Getúlio, ya Presidente, ante las críticas y dificultades interiores e internacionales, que tenían como raíces la desconfianza de los capitalistas y los militares, así como el desagrado norteamericano ante diversos aspectos de su política económica e internacional. Alguien se ha referido a los últimos dos años de la Presidencia de Vargas como un momento de acoso, derribo y traición digno de la pluma de un Shakespeare, y que recuerdan a la soledad de otro personaje literario, el Coronel de García Márquez[24].
3.      En todo el periodo, por la inevitable y evidente decadencia física y mental de Vargas -que en esta década pasa de los 63 a los 72 años-, mientras que su hija Alzira se halla en plenitud de sus facultades, no sólo por razón de la edad -inicia la década con treinta años-, sino por la grande y positiva experiencia adquirida junto a su esposo, tanto en los Estados Unidos, como en Brasil[25]. Ello le permitirá multiplicarse, pues también actúa como primera dama fluminense y colaboradora de su marido.
     La cooperación de Alzira no excluía iniciales reticencias sobre el retorno de su padre a la Presidencia: Sus primeros consejos fueron contrarios a tal regreso. No obstante, una vez Getúlio tomó su decisión, su hija lo apoyó en todo momento, animándolo y reconfortándolo, en especial en los duros momentos de su grave accidente doméstico[26] y en la crisis final de agosto de 1954. En el curso de esta última, haciendo gran acopio de valor, actividad y entusiasmo, exhortó a su padre a no ceder ante las presiones de los militares hostiles y a no admitir, sin más, la especie engañosa de que sus enemigos tenían un poder irresistible. Frente a los ministros y jerarcas del Ejército y la Marina aparentemente favorables a su padre, mostró un semblante crítico y adusto, para conminarles a actuar con decisión y defender a quien encarnaba la legalidad constitucional y a quien, por otra parte, debían sus puestos. En tal sentido, ha sido muy comentada la actitud de Alzira, en la noche del 23 al 24 de agosto de 1954, cuando no solo se informó telefónicamente de la situación general y animó a defender a su padre, sino que irrumpió en la reunión que este mantenía en Catete con el gabinete y los jefes de Estado Mayor, y les reiteró su optimismo frente al intento de golpe de Estado y la necesidad de que todos cumpliesen con su deber. Pocos hicieron honor a lo que ella predicaba, ni siquiera su padre, que aceptó una renuncia temporal a su cargo y acabó por retirarse de la reunión, viendo que casi nadie reaccionaba claramente a su favor[27].
     No tiene nada de extraño -si es que es algo más que una sugestión- que, al entrar precipitadamente en el dormitorio de Getúlio algunos de sus familiares -Lutero, Darcy, Alzira, quizás Bejo-, al oír el disparo fatal, encontrasen moribundo al Presidente, quien movió los ojos hasta encontrar la figura de Alzira, en quien quedaron para siempre fijos[28].
     Fallecido su padre, Alzira no dejó de hacer por su memoria cuanto estuvo en su mano. Puede decirse que, gracias a su labor, continuada por su única hija Celina[29], el Presidente Vargas no es únicamente el más grande de Brasil, sino el mejor historiado o, cuando menos, aquel del que se tienen mejores medios para conocerlo. Hitos destacados en la labor de Alzira, continuada por su hija, han sido: A) La redacción del inclasificable libro, Getúlio Vargas, meu pai [30], sincero y básico testimonio para conocer, entre otras cosas, las relaciones entre padre e hija. B) La recogida, sistematización y entrega de todos los archivos familiares al Centro de Pesquisa e Documentação de História Contemporânea do Brasil, creado en 1973 en el seno de la Fundação Getúlio Vargas, que lo había sido en 1944. C) La recogida y publicación del Diario redactado por el Presidente Vargas entre 1930 y 1942[31], que cuenta entre los más sinceros y esclarecedores en su género, siendo muy de lamentar que no lo hubiese proseguido más allá de su accidente de circulación de 1 de mayo de 1942.
     Alzira Vargas, viuda de Amaral Peixoto desde 1989, falleció en Rio de Janeiro, el 26 de enero de 1992.



2.      Un médium llamado Menotti Carnicelli




     Pese a las inevitables contradicciones e incoherencias que casi toda biografía comporta, puede afirmarse que Getúlio no fue persona religiosa ni inclinada a la superstición o las creencias en el Más Allá. Hubo de ser su hija Alzira quien le diera la noticia en 1946, cuando el ex Presidente lamía sus heridas, retirado en su casa familiar de São Borja (RS):
     El psico espiritista de moda en Rio de Janeiro, un italo-brasileño llamado Menotti Carnicelli[32], tenía importantes mensajes para el doctor Getúlio, de parte de Anael, el espíritu angelical que le servía de enlace con el Más Allá. Para empezar, Vargas era una reencarnación más de un alma que, entre otras corporeidades, había tenido las de Confucio, Demóstenes y Arquímedes. Como tal, resultaba una persona predestinada para hacer grandes cosas, ahora en el siglo XX, en relación con el pueblo brasileño. San Juan Evangelista era su alma gemela.
     A partir de tan prometedor exordio -que Alzira había ido recogiendo en sucesivas visitas a una casa de la carioca rua Professor Gabizo-, el iluminado Carnicelli, portavoz del espíritu puro Anael, pasaba a dar a Getúlio unos consejos, que su hija puntualmente le hacía llegar. Algunos de ellos eran simples llamadas a tener fe y sobreponerse a las humillaciones y adversidades del pasado, que no eran sino los medios para purificarse y ser catapultado aún más alto. Otros, aunque más sutiles, no dejaban de estar en la más típica línea de pensamiento getuliana: Su capacidad de perdonar y olvidar los agravios debe ser todavía mayor pues aquellos que hoy lo escarnecen lo aplaudirán mañana y muchos de sus actuales partidarios se volverán más tarde contra él. La verdad es que, para recibir tales mensajes, no merecía la pena frecuentar la así llamada Occulta Universitas, definida con mayor precisión como Organización espiritualista para la preparación del Tercer Milenio y la divulgación de los principios de la Era Aquariana. No obstante, Alzira seguía terne en acudir a la Universidad y trasladar a su padre aquellas psicografías, que tal vez pudieran sacarlo del abatimiento político y personal en que entonces se hallaba[33].
     Anael seguía incansable: Las derrotas de Getúlio tenían un significado cósmico. Solo después de sufrirlas, sería devuelto al poder por una consagración nacional, en brazos del pueblo. Tal hecho constituirá una página inédita en la historia continental. Esa sería la forma de que el pueblo brasileño recibiera su merecido pues el Determinismo Histórico indicaba que el Brasil merecía más de lo que ya tenía. Pero Getúlio no estaría solo: Anael ya estaba preparando la conciencia de otros seres ahora anónimos, que aparecerían en el momento oportuno a su alrededor. Y, con aguda perspicacia -como no podía ser menos-, continuaba Anael: El pueblo quiere a Getúlio, no a los antiguos satélites de Getúlio. Y concluía con una frase que, a no dudar, haría las delicias del ex Presidente: Vaya al encuentro de la masa espontáneamente. Para no desilusionarse con el pueblo que lo aguarda, es necesario ser del pueblo. Y para serlo, es necesario sentirlo: Fúndase con el pueblo y concentre al pueblo en sí.
     Poco más adelante, el bueno de Anael equivocó el futuro -o no se lo explicó bien a su médium- pues vaticinó que las próximas elecciones generales, las de 1950, no llegarían a celebrarse, sino que se produciría una gran conmoción y huelga general, enfrentándose los proletarios con los militares y los capitalistas. Getúlio, pues, llegaría al poder por aclamación popular. No creo que le agradase a Vargas la reedición revolucionaria de 1930, ni el entrometimiento en política de los espíritus celestiales. En efecto, Anael le recomendaba ampliar el número de los Ministerios, anunciándole que, en su momento, le diría cuáles habrían de ser las competencias de los nuevos y las personas que deberían ocuparlos.  Menos aún le gustaría que le diera una lección de política internacional: Anael quiere que prepare su espíritu para un viaje a la Argentina, a visitar a su primo, Perón[34]. Tiene que estar en Argentina, compartiendo puchero con Perón y organizando en común su retorno al poder, pues Brasil y Argentina están destinados a establecer una alianza continental, llamada la Confederación Estable Sudamericana. Asomaba aquí Anael su oreja celestial, como tendré ocasión de exponer cuando aluda a la presencia relevante de Carnicelli en la Argentina peronista.
     Se tiene una prueba del escaso interés que Getúlio tenía de comunicarse con Menotti, a no ser por intermedio de su hija pequeña: A comienzos de 1947, abandonó su retiro riograndense y tomó unas vacaciones en la deliciosa Petrópolis, a poca distancia de Rio. Estoy seguro de que el mago habría estado encantado de verse frente a frente con el ex Presidente de carne y hueso, mas tuvo que conformarse con bombardear a la buena de Alzira con mensajes del Más Allá y previsiones de una próxima unión continental. Cuando llegó la noticia de la debacle política del PTB en las elecciones paulistas de marzo de 1947, la joven empezó a perder al ánimo y la paciencia, escribiendo a su padre: Llego a pensar que, en mi deseo de servirte, fui una idiota, proporcionándote nuevas tristezas y desilusiones. No obstante, proseguía: El Profesor astral me pide que te comunique lo siguiente: Todo está muy bien. Así es como te quiere, enteramente solo y traicionado por todos. En fin, cuanto peor, mejor[35].

***

     El mago debió de pensar que, ya que Getúlio no iba hasta él, bien podría ser que él lo procurara. Pero no debía ser un adivino muy experto pues ignoraba que su admirado político y la mujer de este no vivían juntos. Así, en vez de lograr el encuentro astral, lo que obtuvo fue dar un buen susto a doña Darcy, que vio irrumpir en su casa a un lunático que le recitaba frases ininteligibles. Como era habitual en los papás Vargas, la solución fue una llamada telefónica de Darcy a Alzira, pidiéndole que se personara en casa con urgencia. La joven echó a correr y a los pocos minutos se presentó jadeante en la mansión de doña Darcy, encontrándose a Menotti sentado en un sofá. Tan pronto la vio, le dijo: Diga a nuestro hombre que el momento es de la máxima gravedad y que tenga los ojos bien abiertos. Alzira le pidió explicaciones y el vidente salió por donde menos se imaginaba:
-          Lo que Anael anunciaba está a punto de suceder. Habrá sabido que el general Góes Monteiro ha sufrido un infarto de miocardio y se rumorea que no saldrá de esta. Pues bien, no va a morir tan pronto[36], ya que todavía tiene una labor que hacer.
-          ¿Y cuál es?, si puede saberse, preguntó Alzira, algo mosqueada.
-          El general Góes será el instrumento del retorno de Getúlio, me ha dicho Anael.
     Alzira quedó turulata. El susodicho general, firme defensor de su padre cuando la revolución del 30, había cambiado de fidelidad y apoyado decisivamente su defenestración en el 45; ayer, como quien dice. ¿Y ahora venía Anael con esas? La joven pidió aclaraciones al médium, pero este se limitó a reiterar:
-          Getúlio volverá por consagración popular. Entre tanto, que permanezca en silencio: Sus palabras de hoy podrían perjudicarle mañana.
     El tiempo pasaba y las predicciones de Carnicelli no se cumplían. Eso sí, su contenido iba siendo más y más político, vale decir, terrenal: como cuando transmitió a Alzira una nueva orden de Anael -por cierto, nada alejada de la realidad económica del Brasil entonces-:
-          El país está al borde de la quiebra y caerá en manos del extranjero. Su padre tiene que evitarlo o, si no, su futuro se torcerá.
     ¿A qué seguir? Con el monótono paso de los meses, Anael y Getúlio debieron cansarse el uno del otro. Alzira dejó de frecuentar la Universidad y el tal Menotti abandonó Brasil, rumbo a la tierra del primo Perón. Sus mensajes y su persona se olvidaron. ¿O no? Vamos a tratar de indagarlo en lo que resta del capítulo.

***

     Comencemos por las relaciones entre Vargas y Góes, a partir del vaticinio-consejo de Anael. Pasa el tiempo y, ya que no se cumple la profecía del retorno por la consagración popular, Getúlio decide presentarse a las elecciones presidenciales de 1950, después de pensárselo mucho. Y ¿a quién ofrece en primer lugar la Vicepresidencia, entre la crítica y la sorpresa de sus adeptos? Pues al general decisivo para hacerlo caer en 1945: a Góes Monteiro. ¿A qué imbécil puede habérsele ocurrido semejante elección?, piensan los críticos. Pues bien, ustedes ya tienen la contestación de esa pregunta.
     Bien es cierto que Anael no había hablado a Góes al oído y, por tanto, este se dejó llevar por la sensatez y rechazó la oferta de Vargas. No obstante, al no ser reelegido senador y decidir volver al Ejército, Getúlio, ya Presidente, lo nombró Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el puesto más elevado en estas tras del Presidente. Como tal, Góes permaneció casi dos años, hasta su cese en diciembre de 1952, que supuso el fin de su carrera político-militar, aunque Vargas aún tendría con él la atención de nombrarlo ministro del Superior Tribunal Militar[37].

***

     Más importancia tuvo la relación de Vargas con Perón, al amparo de los consejos de Anael-Carnicelli. Voy a procurar aligerar esta referencia pues en otro ensayo he glosado con mayor profundidad el tema, ya sin adherencias astrales[38]. De todas formas, bien podría empezar diciendo que, afortunadamente, Vargas fue menos crédulo que su primo en Buenos Aires; de modo que el influjo de magos y mangantes fue infinitamente menor en el Brasil que en la Argentina[39].


     En cualquier caso, es cierto aquello de que “Dios los cría y ellos se juntan”; solo que en este caso también los juntó Carnicelli. En efecto, aunque la cuestión esté lejos de un conocimiento suficiente, sí puede afirmarse que Perón ayudó generosamente a Vargas en su campaña presidencial de 1950. Si la iniciativa partió de uno (pidiendo) o de otro (ofreciendo), o si las donaciones fueron incondicionales o sometidas a ciertos compromisos de Getúlio, son cuestiones a debatir[40]. Lo cierto es que la presencia a la sazón del tal Menotti a la vera de Perón -como después la de su discípulo José López Rega- parecen haber sido decisivas para mantener en el líder argentino la ilusión de una unión sudamericana, con las potencias ABC (Argentina, Brasil y Chile) como núcleo dirigente y aglutinador. Fue un propósito que la prudencia de Vargas contribuyó a echar abajo, pese a lo cual, Perón siguió insistiendo y procurando al Presidente brasileño hasta el fin de sus días, sin vacilación y sin desmayo.
     Claro está: Podríamos decir que la semilla de Anael cayó en fértil tierra peronista, pero en pedregal getuliano. ¿Era Vargas un descreído a ese respecto? Yo reflexionaría antes de responder afirmativamente, pues la larga y ominosa sombra de los Estados Unidos, y la más corta pero igualmente amenazadora del Ejército brasileño, estaban detrás de las dudas de Getúlio, a la hora de decir sí a su generoso benefactor del sur. Siempre nos quedará la duda pero el hecho es que el Presidente brasileño nunca rechazó al argentino, sino que le dio largas, alegando dificultades insuperables. ¿Era una disculpa? No lo parece. Incluso los diplomáticos argentinos en Rio las corroboraron ante Perón. Y, a mayores, es muy probable que las similitudes y los intereses comunes entre Perón y Vargas no fueran tan sustanciales como se ha dicho[41].



3.      Complots militares pro y contra Vargas



     Aunque Getúlio fuese llevado al poder federal en 1930 de la mano de un golpe de Estado militar -aunque no del todo- y se hiciera las obligadas fotografías vistiendo uniforme con insignias de coronel, nunca hubo intimidad y confianza entre él y los profesionales de la milicia. De hecho, a través de su diario, constatamos las tensiones y preocupación del Presidente por la conducta de los militares, y eso que el documento se refiere a la época mejor de esas relaciones, nacidas de una revolución militarista en buena parte y que alcanzó su cenit con el Estado Novo (1937), que también recibió el apoyo militar mayoritario, como igualmente sus episodios anejos: la superación de las revueltas comunista (1935) e integralista (1938).
     Los vaivenes de Getúlio y los militares no son solo la consecuencia de un Ejército proclive a su autogobierno y al golpismo -el de Brasil no lo era especialmente y solía estar dividido-, sino también de la tendencia de Vargas a un autoritarismo que precisaba como elemento clave -lo quisiera o no- del apoyo o, cuando menos, de la tolerancia militar. En la última década de la vida de Getúlio se reseñan tres episodios de golpismo, que juzgo muy ilustrativos, tanto por la diversa graduación de los intervinientes, como por tener objetivos opuestos con relación a Vargas. El primero de ellos, si es que realmente existió, tuvo escasa repercusión. El segundo creó serios problemas al Gobierno. El tercero acabó con la última presidencia de Vargas. Los expondré por orden cronológico, que coincide en orden inverso con la categoría escalafonal de sus participantes.


3.1.                       El golpe de los sargentos (1947). [42]

     En los primeros meses de 1947, el senador Vargas, todavía convaleciente de la derrota de su partido en las decisivas elecciones a Gobernador de São Paulo, atendía sus deberes parlamentarios y pronunciaba discursos a mitad de camino entre la defensa del pasado de su poder absoluto y el presente de la crítica a la política económica del Presidente Dutra. Parecía una figura decadente, al borde de la ancianidad, que nunca más habría de volver al proscenio. Vivía en Rio de Janeiro, en el décimo piso del gran edificio Uruguai, junto a la playa de Botafogo, donde preparaba su trabajo senatorial, ayudado por uno o varios secretarios, bajo la vigilancia del guardaespaldas Gregório Fortunato. Y ahí es adonde, presuntamente, fueron a buscar a Getúlio ciertos sargentos de la Escuela de Artillería, nostálgicos de los viejos tiempos y hastiados de la nueva hornada de políticos, incapaces de poner orden y progreso en la economía del Brasil y de recuperar la autonomía decisoria que se supone debería tener un Estado soberano, aunque se las tenga que ver con los Estados Unidos y sus capitalistas.
     Claro está que aquellos sargentos, así como los cabos y soldados que los secundaban, no pretendían hacer el trabajo solos. Su idea era tan sencilla como ilusoria: Si lograban que, a los cañones de la artillería de su Escuela, los acompañasen las alas de los aviones del aeródromo de los Alfonsos y los blindados de la División Motomecanizada, no habría nadie capaz de plantarles cara en Rio. Luego…, luego ya se vería.
     Si es que llegaron a entrevistarse con Getúlio, la cosa no pasaría de ciertos consejos paternales, en el sentido de tomarse las cosas con sosiego y, de paso, no volver a aparecer por el edificio Uruguai vestidos de uniforme. Fue, no obstante, lo suficiente para animar sus calenturientas mentes y decidirlos a hacer prosélitos, a los que entraban con frases como estas:
-          Y tú, compañero, ¿qué piensas de Getúlio?
     Comoquiera que no todos los interpelados pensaran bien de Getúlio, aunque no lo manifestaran, los encuentros acabaron convirtiéndose en la comidilla de la Unidad. Algunos blasonaban de contactos con el ex Presidente o, al menos, con algunos de sus próximos. Otros, con dudosa financiación, se hacían trajes para acudir de civil a futuras reuniones con Vargas. Otros, en fin, sintieron peligrar su puesto y su paga, y decidieron ponerse al abrigo, denunciando lo que pasaba a sus superiores. El jefe de la Escuela de Artillería, capitán José Joel Marcos, no se anduvo con rodeos: Empezó la toma de declaraciones y, creyendo que la cosa pudiese ser cierta y peligrosa, dio cuenta al Ministro de la Guerra, Canrobert Pereira da Costa[43]. En tales manos, se convirtieron en una conspiración contra el Gobierno diálogos jocosos, y quizás apócrifos, como este:
-          ¿Cuáles son tus aspiraciones, joven[44]?, dicen que había preguntado Getúlio.
-          Primero, los sagrados intereses de la patria y luego los míos propios -respondía un sargento, recién presentado al ex Presidente-. Pero creo que ni unos ni otros podrán alcanzarse, si no se derriba a Dutra[45].
-          Eso no va a tardar mucho, replicaba Getúlio entre carcajadas y bocanadas a su puro. Entonces -proseguía- podréis ascender a oficiales y alguno de vosotros llegará a ser mi ayudante de órdenes.
     ¿Podía alguien de seso creerse tal diálogo entre el prudentísimo Vargas y unos muchachos desconocidos? Solo los que aprovecharan la oportunidad para desprestigiar a Getúlio y, de paso, desviar la atención de las huelgas y grandes manifestaciones debidas a la mala situación económica y a la inflación. Aunque sin señalar directamente a Vargas, Canrobert abrió causa criminal a diez sargentos, tres cabos y tres soldados, que fueron a prisión preventiva. Al propio tiempo, concedió entrevistas a la prensa, que se desató en mensajes y titulares como estos: Conspiración para devolver a Getúlio Vargas al poder. El señor Getúlio Vargas será oído acerca del complot de la Villa Militar[46]. Getúlio desmintió los rumores y siguió zahiriendo desde su escaño del Senado la política socioeconómica del Gobierno.
     Finalmente, aquel parto de los montes acabó como es habitual. La investigación judicial militar condenó a quince de los dieciséis investigados: nueve de ellos serían expulsados del Ejército y a otros seis se les impondría treinta días de arresto. Ninguna connivencia adicional ni superior pudo ser encontrada. Pero los ojos de sus enemigos habían vuelto a ponerse, aviesos, en el rostro de Getúlio. Poco después de conocerse el inicio del expediente a los sargentos, mientras el ex Presidente pronunciaba un discurso en el Senado, un medio loco, llamado Eliseu Magalhães, le arrojó desde la tribuna una piedra de casi medio kilo de peso, envuelta de tal modo, que pareciera una bomba. El atentador falló y nadie resultó herido[47], pero era un segundo aviso, el probable inicio de una campaña de insidias y violencias. Vargas decidió no volver a abrir la boca y pidió licencia para suspender temporalmente su ejercicio senatorial por seis meses. Concedido el permiso, voló hacia Rio Grande do Sul. Con algunas interrupciones, su voluntario retiro duraría hasta 1950, cuando tomase la decisión formal de concurrir a las elecciones presidenciales de finales de ese año como candidato del PTB.


3.2.                       El golpe de los coroneles (febrero de 1954)[48].

     A principios de 1954, no se hablaba de otra cosa en Rio de Janeiro que de la duplicación de golpe del salario mínimo[49]; más, incluso, que de la otra gran medida que preparaba en Gobierno, consistente en equiparar las condiciones de trabajo de los campesinos con las de los trabajadores de la industria[50]. Tales medidas sociales y económicas habían sido fulminadas por los Partidos mayoritarios en la Cámara de los Diputados, pero Getúlio estaba dispuesto a imponerlas, en lo posible, por Decreto. Se comprende, pues, la presión de los trabajadores en la calle para conseguirlas -con el Ministro de Trabajo, João Goulart como animador- y las protestas de los políticos, empresarios y medios de comunicación contrarios al Presidente. Llevaban tres años tronando contra él; nada pues había de llamativo en ello.
     Lo que pocos esperaban es que, a las voces de la política y el capital, se sumaran las del Ejército, claras, decididas y -lo que era más grave- procedentes de militares de alta graduación. Los días 12 y 13 de febrero de 1954 la prensa se hizo eco de un amplio escrito, firmado por ochenta y dos coroneles de guarnición en Rio y su entorno quienes, so capa de lamento por la mala situación castrense en el Brasil, criticaban abiertamente al Gobierno por sus dispendios excesivos y propagandísticos, olvidando la penuria de medios en las Fuerzas Armadas y -el colmo de los colmos- subiendo el salario de los obreros sin cualificar por encima del sueldo de los militares profesionales de baja graduación. Y, ya puestos, los coroneles del Manifiesto afirmaban que un clima de negocios sucios, desfalcos y malversaciones se había generalizado en los últimos tiempos en el país, lo que, de no corregirse de forma inmediata, desvirtuaría todos los valores profesionales de la milicia. El documento acababa con esta velada amenaza: Ante la gravedad a que la situación puede llegar en breve, se impone un valeroso estado de alerta, pues nadie puede prever a qué grado de alteración pueden llevar en el organismo militar las múltiples causas de tensión que se acumulan de día en día.
     El Ministro de la Guerra, general Ciro do Spírito Santo Cardoso, quitó importancia al escrito, al tiempo que se cuidaba bien de no mostrarlo en su integridad, no solo a la prensa, sino al propio Presidente Vargas, supremo Jefe de las Fuerzas Armadas, dándole así la falsa tranquilidad de que la disciplina y la obediencia estaban a salvo. Tuvieron que ser algunos diarios de Rio[51] los que, al publicar completo el Manifiesto de los Coroneles, revelaran en toda su crudeza la gravedad de la situación. Getúlio cesó inmediatamente al Ministro Cardoso y reorganizó a su modo el Ministerio de la Guerra, poniendo al frente del mismo al general Zenóbio da Costa, sin atreverse no obstante a actuar contra los coroneles firmantes, sobre todo, cuando constató que tras ellos estaban varios poderosos generales, como el Canrobert del subcapítulo anterior y Góes Monteiro, con el que nos hemos tropezado en el capítulo 2. Antes al contrario, Vargas cesó también al Ministro de Trabajo Goulart, ídolo de los trabajadores, aunque manteniéndolo en su privilegiada posición en el PTB, y comprometiéndose personalmente a promulgar el Decreto del doscientos por ciento y, en su día, a apoyarlo como candidato presidencial llamado a sucederlo.
     El Manifiesto de los Coroneles puso de evidencia los extremos de altanería del sector más influyente del Ejército, la debilidad del Gobierno para ponerlos en su sitio y la connivencia con los militares de los políticos de derechas -integrados en la UDN- y de los capitalistas nacionales y norteamericanos[52]. Pero también dice de la firmeza y el valor personal de Vargas quien, lejos de amilanarse -y, tal vez, tanteando erróneamente el terreno que pisaba-, presentó en el Parlamento los proyectos de ley del trabajo en el campo y de la creación de Eletrobrás[53]. Y, al fin, con motivo de la celebración del 1º de Mayo, dio lugar a la aprobación del magno incremento del salario mínimo, en los términos ya acordados.
     Una anécdota es también sintomática de la faceta valerosa e indomable de Getúlio, tan dado a los gestos como a las realizaciones eficaces. Cuatro meses después del Manifiesto de los Coroneles, uno de ellos, Amaury Kruel, fue promovido a general, a una edad que lo convertía en el más joven del Ejército brasileño[54]. Con tal motivo dio una fiesta en su residencia y tuvo el detalle de respeto, o la desfachatez, de invitar a Vargas, como Jefe supremo de las Fuerzas Armadas, como también lo hizo con numerosos militares de alta graduación. Getúlio aceptó y, a la hora del brindis, pronunció unas palabras que la posteridad ha conservado en su recuerdo[55]:
     Como Jefe del Gobierno y por tanto, constitucionalmente, de las Fuerzas Armadas, estoy orgulloso de vosotros, de vuestra lealtad, de vuestra disciplina y de vuestra integración en los principios que juntos debemos defender. La inconsciencia y la audacia de algunos llegan al punto de instigar al pueblo, por la radio y en la prensa, a deponer al Gobierno. ¿Qué pueblo? ¿El que me eligió y os conoce bien? ¿Con qué medios? ¿Con los de las Fuerzas Armadas que deben defender la Constitución y la Patria? Mi serenidad no significa miedo, ni mi tolerancia debe ser considerada tibieza. Os he hablado como vuestro Jefe.
     Supongo que, a esas alturas, Vargas sabía perfectamente que podía hablar a los militares como Jefe, pero que no podía darles órdenes como tal.


3.3.                       El golpe de los generales (agosto de 1954).


     Es sabido que este golpe de las altas esferas militares tuvo su arranque en el atentado de la rua Tonelero que, para desgracia de Vargas, causó la muerte de un mayor de la Fuerza Aérea, Rubens Vaz, que se había ofrecido a servir de guardaespaldas de Carlos Lacerda, el periodista y diputado a quien los asesinos pretendían eliminar[56]. El hecho de que la víctima mortal fuese un militar -aunque de paisano y en funciones privadas-, dio pie para que la investigación fuera llevada a cabo por sus compañeros de la Fuerza Aérea, con todo lo que eso vino a suponer de exceso y subjetividad. En honor de Getúlio ha de decirse que no opuso dificultad ninguna a la encuesta militar, tal vez convencido de la inocencia de sus allegados y de la suya propia. En ello, el Presidente erró por partida doble: los criminales estaban a su alrededor y su tolerancia fue tomada por debilidad. Llegóse así al primer paso del golpe: el establecimiento de la llamada República del Galeão.
     Dicha República no era sino un numeroso grupo de oficiales de la indicada base inmediata a Rio de Janeiro que, arrogándose la representación de toda la Fuerza Aérea y la defensa de su compañero fallecido, se colocó en estado de evidente rebeldía, llegando hasta hacer amenazadores vuelos rasantes sobre el palacio presidencial. Los aviadores en complot habían jurado fidelidad permanente al general de brigada de aviación, Eduardo Gomes, quien desde su derrota electoral de 1950 a manos de Vargas, había asumido la tarea de conspirar constantemente contra el Presidente, jugando con su doble condición de diputado clave de la UDN y de militar de alta consideración[57].
     El siguiente paso lo dio Gomes, ya con la Fuerza Aérea tras él, reuniéndose con algunos generales de puestos clave del Ejército[58], para fijar el plan definitivo: Getúlio tenía que dimitir o, si no, ser depuesto por las Fuerzas Armadas. Los conjurados trataron de ganarse al Ministro de la Guerra, Zenóbio da Costa, quien rechazó sumarse al golpe, juzgándolo una traición a su Presidente, pero lo cierto es que nada hizo por desmontarlo.
     En las pocas horas pasaron entre el paso anterior y el siguiente, el golpismo de la Aeronáutica había prendido en otros sectores. Así, el jueves, 12 de agosto de 1954, hubo en el Club Naval una asamblea extraordinaria, en la que quinientos oficiales de la Marina se solidarizaron con sus colegas de la aviación. Las exhortaciones del Ministro del ramo, almirante Guillobel, para mantener la disciplina y el respeto a la Constitución cayeron en saco roto: Se siguió pidiendo la renuncia del Presidente.
     Dos días más tarde, fue el turno del Ejército. Unos mil quinientos oficiales firmaron un manifiesto -tras reunirse en el Club Militar- que encubría las pretensiones golpistas con una simulación de justicia: se exigía el severo castigo de todos los crímenes derivados de la directa responsabilidad, la corrupción, el encubrimiento y la protección de los sospechosos e inculpados por el atentado de la rua Tonelero, tanto los actuales como los que fueren puestos en evidencia en el curso de las investigaciones. Un resumen del documento se hizo llegar a Getúlio por sus asesores.
     El avance de las investigaciones iba dejando a las claras la indudable responsabilidad de destacados miembros de la Guardia Presidencial en el atentado contra Lacerda y la muerte de Rubens Vaz, por más que la inducción de Lutero o de Benjamim Vargas siguiera siendo una incógnita, y no hubiese fundamentos de ninguna clase para afirmar una provocación o encubrimiento del Presidente. Con todo, los golpistas decidieron asumir la función fáctica de tribunal del caso: Asumiendo la dirección de los acontecimientos, los generales de brigada de la Aeronáutica -máximo rango de esa Fuerza- elaboraron un manifiesto, en que se exigía la renuncia inmediata de Getúlio. Gomes encabezó las firmas y se encargó de llevarlo a casa del mariscal Mascarenhas, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, en la tarde del domingo, 22 de agosto. Allí esperaban, previamente convocados, altos jefes de todas las Armas[59], tomándose pronto la decisión de que Mascarenhas fuese al Catete para entregar a Vargas el manifiesto de la Aeronáutica, que lo conminaba a abandonar inmediatamente el poder y el palacio presidencial. La respuesta de Getúlio fue concluyente: Mariscal, en 1945 yo gobernaba mantenido por la voluntad de los militares, pero actualmente he sido elegido por el pueblo y no voy a salir de aquí expulsado por las Fuerzas Armadas. No renuncio. De aquí solo saldré muerto y mi cadáver servirá de protesta contra esa injusticia[60]. Una visita a Getúlio en esa misma tarde del Vicepresidente, Café Filho, tenía un objetivo turbio, nunca aclarado. Según el Vicepresidente, se trataba de acordar de manera conjunta y sin violencias una renuncia de ambos, lo que tal vez haría reflexionar a militares y políticos, al dejarlos sin fácil salida[61]. Pero según opinión general, Café Filho trataba de convencer a Vargas para que no resistiera más y le transmitiera el cargo hasta las siguientes elecciones. La negativa de Vargas forzó a su Vicepresidente a confesar que, en ese caso, él estaba dispuesto a ocupar la Presidencia como obligación constitucional. Getúlio dijo comprenderlo y se despidió del visitante con un hasta luego, que se compagina muy mal con lo que después sucedió.

     Dos pasos más se dieron en el camino dramático que llevaba al golpe de Estado, y ambos se caminaron el lunes 23 de agosto. Desde la tribuna del Senado, el Vicepresidente mezcló groseramente las amenazas de la Aeronáutica con la decisión de Getúlio de no renunciar y con la mala situación económica, para concluir que la situación era de máxima inseguridad, a punto de caer en una vorágine de sorpresas desagradables. Todos entendieron el discurso como un abandono del barco del Gobierno, para heredar a su debido tiempo los despojos.
     El segundo paso del día fue la recogida de firmas de generales[62] para exigir la dimisión de Getúlio. Llegados a las veintisiete -otras fuentes señalan más-, los promotores se dieron por satisfechos y entregaron el manifiesto a Mascarenhas y Zenóbio da Costa, para que lo llevasen al palacio de Catete, para consideración de Vargas. Los portadores hicieron saber al Presidente que el Ejército apenas esperaría unas horas antes de sublevarse: No había salida -dijeron-; Getúlio estaba prácticamente destituido. Con todo, había que mantener las formas y, por otra parte, la esperanza es lo último que se pierde. Vargas contestó:
-          Mañana convocaré el Consejo de Ministros para deliberar.
     Mascarenhas le hizo ver que no contaba con tanto tiempo. El Presidente dudaba, ante lo avanzado de la hora. Finalmente, a las doce y media de la noche del ya martes, 24 de agosto, dio orden a sus ayudantes de que  convocasen por teléfono a los Ministros. Estos fueron llegando en la hora y media siguiente.
     El penúltimo paso lo he recogido parcialmente en el capítulo 1 de este ensayo, al referirme al papel de Alzira Vargas en el curso de aquella reunión de madrugada. Ahora solo quiero señalar el juego de idas y venidas en aquellos momentos, entre Catete y la Villa Militar, sobre si sería suficiente que Getúlio renunciase temporalmente o se exigía en todo caso el abandono definitivo del cargo, aunque bien se comprendiera -como arguyó el Ministro de la Guerra- que Vargas en ningún caso habría de volver al poder. Getúlio parecía inclinado a aceptar la primera opción, pero los militares rebeldes se negaron a consentir esa fórmula, misericordiosa pero sembrada de peligros para ellos. A mayores, la voz impiadosa de Carlos Lacerda proclamaba en las ondas: Aquí estoy, en el día de la redención nacional, en este día de San Bartolomé, para declarar que ese cobarde, ese pusilánime, no ha obtenido licencia para apartarse, sino que está depuesto. Su sitio no es el cuartel del Galeão, ni el extranjero, sino que debe pudrirse en la cárcel[63].
-          Pues yo vivo no me entrego, comentó Getúlio a su hermano Bejo.
      Era el momento de dar el último paso o, por mejor decir, de dar el primer paso en el camino de la eternidad y salir de la vida para entrar en la História[64].    





[1] En concreto, el volumen 3, titulado Getúlio, 1945-1954. Da volta pela consagração popular ao suicidio, 1ª edición, Companhia das Letras, São Paulo, 2014.
[2] Aludiré, entre los hermanos, a Protásio, nacido en 1877, y Benjamín, que lo fue en 1897. Getúlio había nacido en 1882. La esposa de Getúlio, Darcy, nació en 1895.
[3] De los hijos de Getúlio, Lutero nació en 1912; Manuel Antonio, en 1916.
[4] Alzira había nacido en 1914. Aunque pueda parecer caprichoso, no incluiré en mi referencia al marido de Alzira, Ernani do Amaral Peixoto (1905-1989), por entender que llevó adelante una vida política propia, solo relativamente ligada a la de su suegro y desarrollada en buena parte después de la muerte de este.
[5] Ver Luís Antônio Giron, Os segredos de Getúlio Vargas, www.istoé.com.br, 07.07.2017.
[6] Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 57-61 y 164-165.
[7] Resumen y bibliografía del suceso, en Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 301-306 y 330, y notas correspondientes a las mismas.
[8]  Era servilmente getulista y estaba dirigido por Samuel Wainer. El periódico propiedad de Lacerda se llamaba Tribuna da Imprensa.
[9] Getúlio Sarmanho Vargas, nacido en 1917, falleció víctima de la poliomielitis el día 5 de febrero de 1943, a los 25 años de edad.
[10] La cantidad ha sido discutida por una razón tan elemental y vergonzosa, como no haber leído detenidamente lo que pone en el documento: 2,6 millones, en el cuerpo principal, más 1,32 millones adicionales, que constan a pie de página. Otra cuestión es cómo entender esa dualidad de cifras: Cabe la interpretación maliciosa de que comprador y vendedor aceptaran que la hacienda no valía más de 2,6 millones, pero aquel graciosamente pagaba un precio muy superior, en atención y como favor a Maneco.
[11] El Ministro era el futuro Presidente, João Goulart, Jango. Pensando bien, cabe la posibilidad de que Jango ofreciera el compromiso de dinero propio pues era muy rico y buen amigo personal de los Vargas.
[12]  Mar de lama, en portugués, sinónimo de porquería y de corrupción.
[13] Una vez más, los errores generan discrepancias. Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., p. 350, sostiene que foi eleito Prefeito de Porto Alegre em 1955. En el Dicionário Histórico Biográfico Brasileiro, voz “Manuel Antonio Vargas”, 2ª edición, Rio de Janeiro, 2001, se afirma que Maneco fue Prefecto de Porto Alegre entre 1956 y 1958. Lo más cierto parece ser la afirmación de Folha de São Paulo, 16-01-1997: que, siendo Viceprefecto de Porto Alegre, ocupó provisionalmente la Prefectura durante ocho meses, en 1955, por quedar vacante la misma, retirándose seguidamente de la política con carácter definitivo. Verdaderamente, así no puede escribirse la historia.
[14] También tuvo alguna dedicación comercial, siendo uno de los precursores en el establecimiento de supermercados en el Estado gaúcho.
[15] Para ser exactos, el revólver de su padre era de menor calibre: 32.
[16] El 17 de julio de 2017, Getúlio Vargas Neto, nieto del Presidente e hijo de Maneco, se suicidó en su casa de Porto Alegre, de un tiro en la cabeza. Contaba 61 años de edad y desarreglos mentales pudieron estar detrás de su decisión, que dejó aseverada mediante la oportuna nota de suicidio.
[17] No creo necesario insistir más en un personaje relativamente secundario para mi ensayo, como es Protásio Vargas. En los abundantísimos documentos de la Fundación Getúlio Vargas (FGV-CPDOC) que abordan los contactos epistolares entre ambos hermanos, así como en las citas del libro de Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 16-23, 31, 38, 42, 44, 131, 147, 155, 158, 176, 197 y notas en pp. 367-369, 371, 382 y 391, se pueden encontrar las bases y juicios para un más amplio entendimiento del tema.
[18] Jandira Sarmanho Vargas (1913-1980) y Rui da Costa e Gama (1913-2006) contrajeron matrimonio en 1938 y el matrimonio se disolvió en 1951. Tuvieron dos hijos, Getúlio y Edith Maria.
[19] Esta actitud de cierta estrechez y economías parece haber sido modélica en la pareja de Getúlio y Darcy; no así en otros miembros de la familia, como hemos visto. Sobre la forma de abordar los gastos excepcionales de Jandira, ver Lira Neto, Getúlio, 1939-1945, cit., p. 165.
[20] Véase Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., p. 80.
[21] Darcy Sarmanho de Vargas había nacido en 1895. Por tanto, era trece años más joven que Getúlio, lo que no contribuyó a avivar el interés de su marido por ella. La biografía aludida es: Chermont Brito, Vida luminosa de Darcy Vargas, Coordenadoria de Comunicação Social, Rio de Janeiro, 1984. Posteriormente ha aparecido, Ana Arruda Callado, Darcy, a outra face de Vargas, Batel/Biblioteca Nacional, Rio de Janeiro, 2011.
[22] Véase, a modo de resumen, Rachel Soihet y Suely Gomes Costa, Tutela e devir das mulheres no espaço público, La manzana de la discordia, julio-diciembre, año 2011, vol. 6, nº 2, pp. 7-25.
[23] Escribo en 2018. Como fogonazos sobre Alzira Vargas, véanse el artículo citado en la nota anterior, y Roselaine Guedes dos Santos, Lauren Lacerda Nunes, Gladis Kunz Rosa y Karen Laís Roque, Alzira Vargas: A figura feminina e a articulação política nos governos de Getúlio Vargas, RELACult, vol. 4, edição especial, maio 2018, artigo núm. 837, pp. 1-16. Curioso, aunque coyuntural, Pedro Cezar Dutra Fonseca, Alzira Vargas, uma liberal-comunista, Gaúcha ZH Livros, 04/08/2017. Son relativamente accesibles por Internet los numerosísimos documentos de y sobre ella, obrantes en el Arquivo Alzira Vargas do Amaral Peixoto, que se conservan en la Fundação Getúlio Vargas, CPDOC.
[24]  Esta última similitud me parece muy forzada, más allá de lo que el título reza, pues protagonista y circunstancias tienen muy poco que ver con el Vargas de su última Presidencia. Véase, Gabriel García Márquez, El Coronel no tiene quien le escriba, novela corta editada por vez primera en Medellín (Colombia), en el año 1961.
[25] Ernani do Amaral Peixoto (1905-1989), marido de Alzira, fue diputado federal por el PSD (Partido Social Democrático) a partir de 1946 y Gobernador del Estado de Rio de Janeiro entre 1951 y 1954.
[26] Fue un resbalón y caída en el propio palacio de Catete, el 11 de mayo de 1953, que le provocó fractura de un húmero y un fémur, con la necesidad de inmovilización, contrapesos y rehabilitación, lo que, a su vez, le generó un estado depresivo e insomne. Véase Lira Neto, Getúlio, 1939-1945, cit., pp. 239-247.
[27] Véase la fuente citada en la nota anterior, pp. 336 y 338-340.
[28] Véase José Augusto Ribeiro, A era Vargas, 3 vols., Casa Jorge Editorial, Rio de Janeiro, 2001, vol. 3, p. 237.
[29] Nacida (1944) Celina Vargas do Amaral Peixoto.
[30] La edición totalmente redactada por Alzira se publicó en 1960 y no llegaba en su relato más acá de 1937. Sobre la base de otros documentos de Alzira, conservados por su hija, y la inestimable cooperación de Lira Neto, ha podido aparecer la versión definitiva, que cubre el periodo 1923-1954: Alzira Vargas do Amaral Peixoto, Getúlio Vargas, meu pai, Fundação Getúlio Vargas y Companhia das Letras, Rio de Janeiro y São Paulo (respectivamente), 2017.
[31] Getúlio Vargas, Diário (1930-1942), 2 vols., Fundação Getúlio Vargas y Siciliano, Rio de Janeiro y São Paulo (respectivamente), 1995.
[32] Pese a la relevancia de este personaje, no existe hasta ahora (2018), que yo sepa, una biografía sobre el mismo. La confusión se adueña, pues, de él y de su entorno, hasta el punto de reducirlo algunos al de una logia masónica, llamada Anael, derivada desde Brasil a la Argentina. Con toda clase de cautelas, acojo la versión que se refleja en el texto de este mero ensayo.
[33] Después de haber arrasado en las elecciones al Senado de 1946, su renovado brío político había sido frenado en seco con el fracaso de su partido, el PTB, en la elección a Gobernador de São Paulo (marzo de 1947). Getúlio renunció temporalmente al ejercicio de senador y se retiró, mustio y desesperanzado, a su refugio de São Borja, al que no le siguió su esposa, como vimos en el capítulo anterior de este ensayo.
[34] Juan Domingo Perón (1895-1974), Presidente de Argentina entre 1946 y 1955 (fecha en que fue derrocado por un golpe militar) y entre 1973 y 1974 (momento este de su fallecimiento).
[35]  Lo que precede es poco más que un extracto de Lira Neto, Getúlio, 1939-1945, cit., pp. 107-111 y 143.
[36] En efecto, el general Góes Monteiro todavía vivió unos cuantos años, pues falleció en 1956, a los 66 años de edad.
[37] Véanse: Lourival Coutinho, O general Góes depõe, edit. Coelho Branco, Rio de Janeiro, 1956; Plínio de Abreu Ramos, Monteiro, Góis (verbete), FGV CPDOC, s.f.
[38] Véase en este mismo blog mi ensayo, Getulio Vargas. Historias de su ocaso (II), capítulo 2: Vargas y Perón.
[39]  Algunas sugerencias para profundizar en el tema y para conocer sus repercusiones en la creación y criminales andanzas de la Alianza Anticomunista Argentina: Orestes D. Confalonieri, Perón contra Perón, editorial Antygua, Buenos Aires, 1956, espec. pp. 270-271; Horacio Verbitsky, Ezeiza, edit. Contrapunto, Tucumán, 1985; Raúl Domonte Taborda, Ayer fue San Perón. 12 años de humillación argentina, edit. Gure, Buenos Aires, 1957. Verbitsky, ob. cit., afirma que Menotti Carnicelli visitó a Perón en 1950 para pedirle que apoyara el retorno de Getúlio Vargas al poder.
[40]  El tema está solo apuntado en Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 260-264, 266 y 278-281.
[41] Véase Alejandro Groppo, Los dos príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas. Un estudio comparativo del populismo latinoamericano, edit. Eduvin, Buenos Aires, 2009. En esquema, Diego Rubinzal, El populismo de Vargas y Perón, De Política e Historia, 19 de abril de 2018.
[42]  Tiene escasísima referencia bibliográfica. Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 118-124.
[43] Canrobert Pereira da Costa (1895-1955), Ministro de la Guerra (1945-1951), Presidente del Club Militar y Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (1954-1955). Fue uno de los generales derechistas más visceralmente opuestos al varguismo, a cuya caída en 1954 contribuyó eficazmente.
[44]  Siendo los conspiradores sargentos terceros, cabos y soldados, la edad media de ellos era de unos 24 años.
[45] Eurico Gaspar Dutra, militar y político brasileño, Presidente de su país entre 1946 y 1951.
[46] Periódicos cariocas Diário da Noite y O Globo, días 29 y 30 de mayo de 1947.
[47] El incidente se produjo el 18 de junio de 1947. Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, pp. 126-130.
[48] Con carácter general, ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, pp. 271-276; Edgar Carone, A quarta República (1945-1964), edit. Difel, Rio de Janeiro/São Paulo, 1980, pp. 556-564.
[49] Iba a pasar de 1.200 cruzeiros a 2.400. Ello podría suponer, en moneda de 2018, alcanzar unos 1.500 reais, equivalentes a unos 400 euros. Naturalmente, el poder adquisitivo medio en Brasil era muy superior al de la misma cantidad en España.
[50] Equiparación que, entre otras cosas, suponía la jornada de ocho horas, la especial protección laboral de la mujer y la posibilidad de afiliarse a la seguridad social de los trabajadores de la industria en materia de jubilación y pensiones.
[51] En concreto, Diário da Noite del 15 de febrero de 1954 e Imprensa Popular del día siguiente. Ambos periódicos eran editados en Rio de Janeiro.
[52] Trato específicamente del tema de Vargas y los Estados Unidos en el capítulo 1 de mi ensayo Getulio Vargas: Historias de su ocaso (II), publicado en este mismo blog.
[53]  Implicaba la nacionalización de la energía eléctrica en Brasil. Era complementario del de Petrobrás -nacionalización del petróleo-. Vargas solo vio aprobado en vida el segundo de dichos proyectos (1953), que constituyen las claves de su nacionalismo económico. Eletrobrás se fundó, finalmente, en 1962.
[54] El acto se celebró el 19 de junio de 1954. Amaury Kruel (1901-1996), llegó al rango de mariscal. Tuvo una peculiar y muy destacada intervención en el golpe de estado de 1964, que inició una dictadura militar que duraría hasta 1985.
[55] Véase Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp.292-293. Versión íntegra del discurso-brindis (accesible por Internet), en Getúlio Vargas, Perfis Parlamentares (62), Organização, Maria Celina D’Araujo, Cámara dos Deputados, Brasília, 2011, pp. 763-766. Fue su penúltimo discurso llegado hasta nosotros.
[56] Las monografías sobre el atentado y el golpe militar de agosto de 1954 son numerosísimas y con llamativas discordancias. Dentro de las fuentes u obras generales, prefiero las siguientes: Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 295-350; José Augusto Ribeiro, A era Vargas, cit. en la nota 28, vol.3, pp. 25-237; Alzira Vargas do Amaral Peixoto, Escritos de Alzira Vargas do Amaral Peixoto sobre episódios da trajetória política e da vida familiar de Getúlio Vargas, Arquivo CPDOC-FGV, espec. documento AVAP vpr ea 1960/1992.00.00.
[57] Eduardo Gomes (1896-1981) fue derrotado en las sucesivas elecciones presidenciales de 1945 y 1950. En la primavera de 1954 había sido uno de los principales sostenedores del procedimiento de impeachment contra Getúlio, aun siendo consciente de su inconsistencia e inevitable fracaso, simplemente para debilitar al Presidente y evidenciar a sus enemigos que no había otra forma de apartarlo del poder que la ilegal del golpe de Estado. Así lo admite en sus memorias el diputado y jurista que lo ayudó en la innoble tarea: véase Afonso Arinos de Mello Franco, A escalada. Memórias, edit. José Olympio, Rio de Janeiro, 1965, pp. 288-289.
[58] Se trataba del comandante de la Escuela Superior de Guerra, Juarez Távora; del Jefe del Estado Mayor del Ejército, Fiúza de Castro, y del Inspector general del Estado Mayor de la Aeronáutica, Carpenter Ferreira.
[59] Del Ejército, Juarez Távora, Fiúza de Castro, Canrobert Pereira y Castello Branco; por la Marina, el almirante Saladino Coelho; por la Aviación, el brigadier Carpenter Ferreira. Castello Branco sería investido diez años más tarde Presidente de la República, tras el golpe de Estado militar de 1964.
[60]  Véase Mascarenhas de Moraes, Memórias, 2 vols., Biblioteca do Exército, Rio de Janeiro, 1984, espec. vol. 2, pp. 585-590; diario Última hora, de Rio de Janeiro, 23/08/1954, p. 1.
[61]  Ver Café Filho, Do sindicato ao Catete; Memórias políticas e confissões humanas, edit. José Olympio, Rio de Janeiro, 1966, pp. 332-334.
[62] Los recolectores eran Fiúza de Castro, Alcides Etchegoyen, Canrobert, Guimarães de Sousa y Juarez Távora, generales todos ellos.
[63] Versión recogida por José Augusto Ribeiro, A era Vargas, cit., vol. 3, p. 225.
[64] Véase el último párrafo de la Carta-Testamento de Getúlio Vargas, Arquivo CPDOC-FUG, documento GV C 1958.08.24/2.

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