lunes, 20 de enero de 2020

EL CATECISMO DE LA SECCIÓN FEMENINA




El catecismo de la Sección Femenina


Por Federico Bello Landrove


A la infinidad de mujeres que hubieron de estudiar ese Catecismo




     Durante no menos de diez años (la década de 1951 a 1960), los planes de estudio españoles para niñas y adolescentes hasta catorce años incluyeron la Formación Política mediante un manual, que llevaba el subtítulo de Lecciones para las Flechas. En su momento, supuso una novedad metodológica, con la pretensión de hacer sus contenidos más comprensibles y menos proclives al error interpretativo. Sobre ese sustrato verídico, el presente relato imagina cómo y por quién pudo ser engendrado dicho libro de texto.




La “Y” de Isabel I de Castilla, símbolo y condecoración de la Sección Femenina





1.      Todos los caminos llevan a… Toledo




     Podría decirse que Adelina Guzmán tenía el futuro, si no trazado, por lo menos expedito. Hija de un guardia civil que murió durante el asedio al Alcázar toledano[1], estudió con beca y fortaleció su atractiva anatomía con los aires y las tablas de gimnasia de los hogares y campamentos de la Sección Femenina[2]. No diré que también robusteció su cerebro de la misma manera, pues las ideas y consignas de aquella Sección no eran como para nutrir las neuronas de quien, como Adelina, las tenía de por sí bastante desarrolladas. Si acaso, jirones de poesía y retazos de solidaridad -palabra que, por aquellos años, apenas se usaba- influyeron no del todo mal en su sensibilidad y valores. Fue suficiente para que la chica no se apartara del camino trillado: Estudió magisterio[3]; perfeccionó conocimientos como Instructora de Juventudes[4]; siguió los cursos para Mandos de la femenina Falange[5] y, a eso de los veintitrés años, se encontró de Regidora de Formación en la Delegación provincial de Toledo[6]. No le fue fácil sentar plaza en la Ciudad Imperial, pero de algo le habían de valer las resultas de la traumática viudedad de su madre. Claro que la buena señora no había quedado tan afectada como se exageró en el certificado médico, para así solicitar privilegios para su única hija, a fin de que la cuidara permanentemente. El hecho es que el pretexto cuajó y Adelina pudo quedarse en Toledo, en su humilde segundo piso de una casa frente a San Juan de los Reyes.

     El cuidado relativo de su madre no fue, ni mucho menos, obstáculo para que Adelina, libre por excedencia retribuida de las ataduras de la docencia ordinaria, alcanzase por disciplina y buen hacer cargos de relevancia provincial en la Sección Femenina toledana y que se contara con ella para actividades culturales y formativas, tanto en el Círculo Medina de Madrid[7], como en la Escuela Nacional Isabel la Católica de Las Navas del Marqués[8], aprovechando -se disculpaban- la oportunidad de que no vivía lejos. Incluso hubo años en que tuvo de pasar parte de las vacaciones de verano en la bastante más lejana localidad de Peñaranda de Duero, dando clases a las universitarias que hacían el Servicio Social[9].

     Tengo que confesarles que todo ese currículo, aunque nutrido y respetable, ni llegaba a ser de relumbrón, ni tiene que ver con esta historia, como no sea para aclarar que Adelina era una joven bien preparada, trabajadora y de derechas -entonces la habrían apodado francamente de camarada y falangista-. Esa caracterización sí va a tener mucho que ver en todo lo que sigue, comenzando por la conversación que sorprendemos en un café de la madrileña plaza de Iglesia[10], entre la Regi toledana y su amiga Lula, veterana falangista y alma de casi todas las publicaciones de la Sección Femenina[11]. Al pasar junto a la barra, echemos un vistazo al calendario de pared: Corre el año mil novecientos cincuenta.





El Alcázar de Toledo, visto desde casa de Doña Engracia



-          Ya podemos rompernos los cuernos -protesta Lula, con su acostumbrado desgarro- en las revistas y en las editoriales. Los hombres se llevarán el gato al agua, mientras no seamos capaces de plantarles cara con los manuales formativos.

-          Tienes razón -aprueba Adelina-. Tenemos que ponerlos a la altura de los de los chicos, aumentando el nivel y la extensión, aunque sin disminuir la claridad, porque tienen cada párrafo, que no hay quien no desbroce. Así, en unos años, nuestras margaritas y flechas[12] no tendrían nada que envidiar a sus flechas y cadetes[13], en conocimientos y preparación.

-          ¡Qué pava eres! -la censuró Lula-. Tú te crees que todo es un tema de formar a las niñas y esperar los frutos, pero la cosa no va por ahí. El objetivo es la Formación Política[14] en el Bachiller y la Universidad. ¡Ahí es donde se va a cortar el bacalao, y cada vez más! No sé lo que pensarás tú, pero yo el futuro lo veo así, y solo a ti te lo digo: Cada vez contaremos con menos simpatizantes y afiliadas, pero habrá más mujeres en los colegios, institutos y universidades.

-          Ya… -Adelina hizo una pausa-, pero en los planes de estudios nos topamos con los programas tasados y con la decisión de que, en igualdad de edad, los chicos vayan por delante en formación. En cambio, en los manuales para margaritas y flechas, las de la Sección Femenina podemos tener mucha más iniciativa.

     Lula se quedó pensativa. Tal vez -pensó- se estaba dejando llevar de la ambición y el enfado por la minusvaloración de la mujer. Decidió coger el cabo que Adelina le lanzaba:

-          Según creo, se está agotando la última edición del manual de formación para las flechas. ¿Qué tal si le metemos mano y le damos un toque de profundidad, mejorando incluso la calidad de la forma?

     Adelina se puso en guardia cuando oyó aquellas primeras personas del plural. Lula era famosa por atender a la vez a mil frentes, sin comprometerse a fondo más que con unos pocos, como es natural. Así que se colocó a la defensiva:

-          Mujer, Lula -objetó-, hay gente en Madrid mucho más preparada y con mejores medios que yo. Además, vete a saber si les parece mal la iniciativa y trabajamos en vano.

-          Tú déjame a mí que les dore la píldora, pero ponte al trabajo desde ahora. Tienes formación de sobra y no creo que la regiduría de Toledo te lleve mucho tiempo.

-          Tengo a mi madre -insistió Adelina-, cuyo cuidado me ocupa bastante.

-          Por de pronto -replicó Lula-, solo se trataría de presentar unas ideas y un buen borrador. Luego, como siempre -ironizó-, siempre habrá algún cargazo que termine la tarea y se ponga las medallas.

-          Eso es lo que menos me importa -protestó Adelina-. El caso es hacer bien las cosas, quienquiera que sea la que se lleve el mérito[15].

-          Pues no se hable más. En dos o tres meses, nos volvemos a reunir y examinamos el quehacer realizado. Hasta prometo visitarte en tu tierra, que hace una eternidad que no me dejo caer por allí.

     Así quedó la cosa. Camino de la estación, Adelina se daba al demonio por haber levantado aquella liebre, en pro de la igualdad de la mujer. En la mente le martilleaban las ofensivas palabras de Pilar[16], que le pesaban como una losa en el alma: Las mujeres no descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho. Claro que -se tranquilizó un poco Adelina- hablar a las niñas de la batalla de Lepanto no era como esos descubrimientos masculinos tan importantes y geniales, que habían culminado en las bombas atómicas…


***


     Catorce años antes, mientras una niña de nueve años, llamada Adelina Guzmán, soportaba en Toledo los cañonazos y quedaba huérfana de padre, un chaval de dieciocho, por nombre Fidel Recarte, estudiante de Filosofía y Letras en Valladolid, abandonaba su casa natal de Beasáin[17] -donde se hallaba de vacaciones en familia- para alistarse a los gudaris[18]. La vida da muchas vueltas y, apenas un año después, liquidada la guerra para los vascos, el cabo Recarte, viendo las cosas feas en el campo de prisioneros de Miranda de Ebro, usó de labia y soborno para que lo clasificaran como no hostil al Movimiento[19] y pasó los dos años siguientes pegando tiros con el Cuerpo de Ejército de Navarra[20], salvo los tres meses que estuvo hospitalizado o convaleciente de una herida de metralla en el vientre, sufrida en los asaltos a la famosa Linea XYZ[21]. El cambio de uniforme permitió a Fidel, al acabar la guerra, colocarse de administrativo y agente de la aseguradora La Hermandad, cuyas oficinas estaban a dos pasos de la Universidad vallisoletana. Simultaneando estudio y trabajo -cuyos rendimientos viajaban en parte hasta sus padres-, acabó la carrera en el año 45. Claro que la benevolencia del Régimen tenía un límite, que le precisó el Delegado provincial del Ministerio de Educación:

-          Comprendo su situación en las Vascongadas del 36 y tengo en cuenta su buen historial de guerra con el bando nacional, pero el Ministerio no admite excepciones: Las oposiciones a cátedras de Instituto no están abiertas a quienes, de mano, se alistaron con los rojos y lucharon por ellos. Tal vez, dentro de unos años…

-          Tengo ya veintisiete, figúrese. No puedo esperar sine die.

-          Pruebe en algún colegio privado. Para eso no tendrá ninguna dificultad legal.

     Pero en Valladolid apenas había otros colegios que los religiosos, que llenaban su cupo de profesores con los clérigos o monjas de cada Orden y, si acaso, con recomendados y meapilas. Fidel era un vocacional de la enseñanza y, además, no se había licenciado en Filosofía y Letras -rama de Geografía e Historia- para seguir escribiendo a máquina y vendiendo seguros. Hizo la maleta y marchó a Madrid, con gran enfado de su novia, Araceli, que ni a bien ni a mal consintió en abandonar las orillas del Pisuerga para correr el albur de la Capital. Fidel lo sintió mucho pero, a esas alturas de la vida, se había vuelto un poco insensible:

-          Allá tú -dijo a su novia-. Si no quieres venir conmigo, es problema tuyo.

     La verdad es que tampoco le fueron fáciles las cosas a Recarte. De hecho, el primer año se lo pasó haciendo trabajos de mecanografía -no quieres caldo…- y dando clases particulares de latín y francés a domicilio, pues en la pensión no tenía dónde. Al fin, para el curso 1946-1947, le dieron trabajo en el Colegio Gayol[22], pequeña pero prestigiosa institución que, después de la guerra, habían fundado un par de profesores -matrimonio ellos-, en una atrevida decisión hecha, a un tiempo, de independencia de ideas y de dificultad para superar las oposiciones, por razones extra académicas. A los titulares, Don Francisco y Doña Margarita, les cayó bien aquel vasco recriado en Castilla que, además de los conocimientos que se le suponían por su título, se ofreció a ayudarlos en los trabajos de oficina o secretaría, sin cobrar más, por descontado. Lo malo era que -como le dijo el señor Gayol con gracejo- estaban a punto de reventar del éxito. Dejemos que lo explique Fidel -¿quién mejor para hacerlo?-:

-          Los Gayol se encontraron ante el dilema de, o bien mantener por siempre un pequeño colegio, o bien marcharse a otra parte, pues en Madrid el precio de los solares y la edificación era prohibitivo, por no hablar de las dificultades que se ponían para ampliar a lo grande un colegio cuya titularidad se consideraba políticamente dudosa. Es posible que hubieran sido menos osados de no tener detrás una familia numerosa y unos valores en que creían firmemente. Optaron por ampliar el negocio -como decía Doña Margarita- y tomaron la decisión de levantar un hermoso colegio en una capital cercana a Madrid, donde les ofrecieran préstamos y buenas expectativas de alumnado. Así nació el Colegio Gayol de Toledo o, por mejor decir, allá se trasladó, pues a la Ciudad Imperial viajaron ilusiones, ideales y esperanzas…, y profesores, por supuesto, aunque no todos. Yo me lo estuve pensando, hasta que Don Francisco me ofreció, además de mi plaza docente, la Secretaría del centro, con un sustancioso plus salarial, proporcional al número de matriculados… La verdad sea dicha, no tuve nunca de qué arrepentirme, como tampoco los Gayol, ni -espero- los miles de jóvenes que un día poblaron las aulas.





El Café Español de Toledo, ya desaparecido

     El Colegio abrió sus puertas en septiembre de 1949, justo cuatro meses antes de la conversación entre Adelina y Lula, que antes escuchamos. Ahora empezarán ustedes a entender por qué todos los caminos llevan a Toledo, como reza la rúbrica de este capítulo. Pero de cómo se encontraron Fidel y Adelina no tendrán noción, si no emprenden la lectura del capítulo siguiente.








2.      Las mujeres valemos tanto como vosotros





     La inauguración de un colegio con unos cuatrocientos alumnos no era algo que pasara en Toledo todos los días. Solo con eso, era suficiente para que en la Sección Femenina fuera un tema de conversación; no de ocupación, ni de preocupación, dado que era un centro masculino y, por tanto, allá se las compusieran con él los camaradas de Falange. De hecho, habiéndose erigido en la salida de la ciudad hacia Ávila, Adelina tuvo que dar un paseo exprofeso hasta allá para contemplar aquel edificio de cuatro plantas, en forma de ele, cuyas líneas rectas y carencia de ornato le daban un aspecto racionalista y algo frailuno, si no fuera por el sinfín de amplios ventanales, que le pusieron los dientes largos: ¡Menuda luz debía tener, y qué buena ventilación! Allí sí que podían predicarse los mandamientos de la higiene, no en tantas escuelas y colegios que se asomaban tímidamente a callejuelas sombrías, trazadas por la historia. ¡Y qué patios tan amplios! Verdaderamente para eso había sido un acierto la ubicación aunque, por otro lado, estaba donde da la vuelta el viento. Pasado el primer momento de novedad, veríamos si los padres se decidirían a mandar tan lejos a sus hijos, en pleno descampado a la vera del río.

     Ya fue casualidad que se diera aquella caminata de exploración con su madre, aprovechando una deliciosa tarde otoñal de sábado. La señora, Doña Águeda, no regía bien desde lo del 36, pero andaba lo que le echaran. Con todo, a la vuelta, bien fuese por cansancio, bien por visitar a una buena amiga a la que veía de tarde en tarde, dijo a su hija:

-          Como todavía es buena hora, podíamos pasarnos a saludar a Engracia.

    No le agradó la idea a Adelina, pues temía que la visita se alargara en exceso y no tenía preparada la cena. Con todo, era una de las pocas oportunidades que se le presentaban a su madre de hacer vida social. De modo que pasaron intramuros y callejearon hasta la calle del Comercio, donde vivía la buena señora, en un tercer piso sin ascensor, pero con unas vistas que la joven recordaba con arrobo.

     No les invitaría a hacer el exceso de subir setenta escalones, si no fuera por escuchar esta parte de la conversación, que resultará muy ilustrativa para nuestro relato. Así que, una vez consumada la ascensión y tomado aliento, pasemos al amplio salón, con la balconada abierta al sol poniente. Doña Engracia ha abierto la vidriera para que Adelina, con la emoción del recuerdo, haya salido al exterior y, acodada en la balaustrada, pierda la vista por sobre el mar de tejados, hasta chocar con los muros y torres de los Jesuitas[23]. Las dos señoras, entre tanto, dan cuenta de unas pastas caseras y de los numerosos temas de conversación que tienen pendientes. De pronto, Doña Águeda sobresalta a su hija con una exclamación perentoria:

-          ¡Adelina, oye esto! ¡Mira a lo que se ha decidido Engracia!

     Abreviando, el gran atrevimiento de la señora -viuda, con los hijos en Madrid y una pensión casi miserable- ha sido coger un huésped, aprovechando que el piso es más que suficiente para ello. Nada llamativo, por tanto, pero la patrona se pone colorada y parece obligada a dar una explicación:

-          Mujer, tengo casa de sobra y solo me he comprometido a la habitación y a lavarle la ropa. Nada de comidas, que eso sí que es un aperreo. Total, saco otro tanto que de la pensión de viudedad y, encima, estoy acompañada; vaya, como más segura.

-         

-          Y, además, es un señor -la señora enmascara así la joven edad del hospedado-. Es profesor… A lo mejor, lo conoces -ahora se dirige a Adelina-. Se llama don Fidel… no sé qué. Da clase en un colegio nuevo que han abierto por la carretera de Ávila.

-          ¡Tate -exclama Doña Águeda-, ya es casualidad! Precisamente venimos de dar un paseo para verlo. A Adelina le ha gustado; a mí me ha parecido un mazacote.

     Adelina, curiosa, recordó entonces algo que le permitiría echar un vistazo a la habitación del huésped, a fin de aclarar algunos extremos para poder identificarlo:

-          ¿Qué dormitorio le has dejado -inquirió-: el que da a la calle?

-          ¡Oh, no!, respondió Engracia; el de atrás, el que tiene esa vista tan buena del Alcázar.

-          Lo recuerdo de cuando era niña. ¿Puedo verlo un momento?

-          Si Fidel no ha cerrado con llave…, concedió Engracia.

     La joven se encaminó, pasillo adelante, hacia la pieza, sin esperar a que la acompañara nadie. La puerta estaba cerrada, pero sin echar la llave. La abrió y se acercó a la ventana un instante, para cumplir con el pretexto aducido. Luego, dirigió su atención a la mesa escritorio con baldas, en busca de algún indicio o detalle sólido sobre el huésped. Por los libros de texto y la pila de exámenes a corregir, dedujo que se trataba de un profesor de letras que, cuando menos, daba clases de Historia de la Cultura a los alumnos de cuarto de bachiller[24]. Una fotografía enmarcada le dio a entender que el señor podría ser un joven de aspecto agradable, que posaba tocado con una chapela[25], junto a una señora vestida de negro, ante un hermoso fondo de verdes montañas. Por lo demás, no halló ninguna indicación acerca del apellido del profesor desconocido.

     Cuanto antes, volvió con las damas, lo que dio la oportunidad a su madre de abreviar la visita, levantándose con el argumento de que estaba anocheciendo y se hacía la hora del rosario en San Juan. Adelina apoyó la brevedad de la despedida, prefiriendo retirarse antes de que regresara Fidel. Se le ocurrió pedir a Doña Engracia que no le hablara de ella ni de su visita, pero desechó la idea: Aparte de que ninguna razón había para la reserva, confiar en la discreción de la amiga de su madre era como pedir peras al olmo.

     En efecto, le faltó tiempo a la señora para espetarle a Fidel la noticia tan pronto llegó; más o menos, con estas palabras:

-          He tenido visita esta tarde, una íntima amiga con su hija. Por cierto, la chica también era profesora -bueno, maestra-, pero se metió en la Sección Femenina, dejó la escuela y ahora es una mandamás. Es una monada y muy buena chica -agregó sonriendo-. Si usted quiere, puedo hacer por presentársela.

-          No, muchas gracias -respondió Fidel, algo cortante-. El trabajo me deja muy poco tiempo y, aún así, ya voy haciendo amistades.

     Aquí puso fin a la conversación y se retiró a sus habitaciones. Tan pronto cerró la puerta, soltó lo que se había quedado con ganas de decirle a su anfitriona:

-          ¡No te digo! Un cargo de la Sección Femenina. ¡Lo que me faltaba!

-           

***


     Adelina, por su parte, olvidó al de la boina hasta una tarde, en vísperas de Navidad, en que era costumbre hacer un festejo de fin de trimestre, con la participación de los hombres y mujeres de Falange -solían excusar entre ellos la palabra formal alternativa, el Movimiento-. Los actos empezaban con una concentración en el Teatro de Rojas[26], para escuchar los rollos de los mandamases -esos y esas sí que lo eran- del Partido. Luego, en los locales de la Delegación provincial, llegaba el momento de la charla distendida y de las bebidas y viandas que empezaban a llamarse patrióticamente el vino español[27]. Al final, dada la época, polvorones y mazapanes de la tierra ponían fin al acto, con una copita de Licor 43 o de Calisay[28], que solía animar a la concurrencia a arrancarse por villancicos.

     Lo que había sido una novedad aquel año salió pronto a relucir:

-          ¿Qué tal te va en el colegio ese de las afueras?, inquirió uno de los instructores veteranos al que le había tocado enseñar allí Formación Política.

-          Mejor de lo que esperaba -respondió el interpelado, que atendía al mote de Julio[29], por aquello de que tenía Ruiz por apellido, era un poco fondón, de apariencia bonachona y con poco pelo.

-          Chico -comentó un tercero-, ¡que alivio! Nos lo habían pintado como el desembarco de los rojos en las orillas del Tajo.

     Julio sonrió displicente, mirando de reojo al Delegado provincial, que había fijado su atención en aquel grupo, al escuchar la alusión al rojerío:

-          ¡Ni tanto! Y, en cualquier caso, para eso estoy yo: para poner las cosas en claro y en orden.

     Adelina no estaba a esa conversación pero, poco más tarde, hizo por acercarse al camarada Julio. Tras intercambiar unas frases de saludo, fue directa al grano:

-          Por cierto, conocerás a un profesor del colegio, Fidel creo que se llama. Está de huésped donde una amiga de mi madre -agregó, para explicar su interés-

-          Profesor y Secretario -matizó Julio-. Es un vasco muy listo, pero bastante presumido por su cultura. Con eso de que colabora en el Diario Vasco y le han publicado un par de cosas en el Boletín de la Academia de la Historia[30]

     En fin, así estaban las cosas cuando cayó sobre Adelina el encargo envenenado de poner el manual de formación de las Flechas a igual nivel -por lo menos- que el de los muchachos de su misma edad. Poco parece -lo confieso- para que la joven instructora se acordara de Fidel y lo relacionara con la pesada tarea que ella iba a asumir. Poco es, ciertamente, pero hay una cosa más, que no les he contado hasta ahora. Volviendo del trabajo a su casa el día de San Antón, se topó en El Solarejo[31] con un joven que acababa de salir del portal de casa de Engracia. Era Fidel, a quien Adelina reconoció sin dudar como el chico de la chapela. No era mal mozo, no, y la muchacha hubo de admitirlo, aunque fuese de la Sección Femenina[32]. Así que listo, culto -aunque algo petulante- y bien parecido. Vamos, un hombre a considerar.


***


     Lo cierto es que la consideración de Fidel por Adelina tuvo poco que ver con sus prendas físicas y sí con la llamada telefónica que esta recibió de Lula, apenas quince días después de su entrevista en el café de la madrileña plaza de Iglesia.

-          ¿Qué tal llevas el trabajo?, le soltó de buenas a primeras Elisa de Lara[33].

-          Pues aún estoy intentando clavarle el diente al asunto pero, chica, que no encuentro la forma.

     Como se ve, Adelina eludía comprometerse, aunque llevaba ya un buen montón de ideas y de datos acopiados y ordenados metódicamente en una libreta con el abecedario en el canto.

-          No te lo digo por agobiarte -aclaró Lula-, sino porque sé de muy buena tinta que se está cociendo un nuevo Programa Formativo para la Juventud[34]. ¡Fíjate qué oportunidad! Además, … ¡deja!, mejor escribo y te doy los detalles.

     Un par de días más tarde, nuestra Regi toledana de Formación recibía la carta prometida, en la que sustancialmente se reflejaban las inquietudes y novedades de la plana mayor de la Sección Femenina. La Junta Nacional había reflejado su preocupación por el hecho de que, a fuer de mantener manuales diversos y de empeñarse en darles un contenido esencialmente ideológico, las chicas tenían un cacao en la cabeza, que no entendían ni papa. No sabes el resultado desastroso que han dado los exámenes de Formación Política del pasado curso en los Institutos. Así que, las pruebas hechas en los Hogares, Albergues y Escuelas, ni te cuento -exponía Lula-. La carta proseguía:

     Me contó Ascensión[35] que no le sentó del todo bien la crítica a Pilar[36], quien dejó muy clarito que, por difícil que sea la materia formativa, lo que no podemos hacer es prescindir en la formación de la enseñanza teórica del Nacionalsindicalismo ya que, como dijo su hermano José Antonio, el corazón tiene sus razones, que la razón no entiende, pero también la inteligencia tiene su manera de amar como, acaso, no sabe el corazón[37]. Poesías y paradojas aparte, estoy convencida de que Pilar estaría dispuesta a aceptar un cambio de rumbo en los libros de Formación, en un doble sentido: pedagógico y unitario. Y ahí es donde tenemos la oportunidad de conseguir algo nuevo y mejor, si lo hacemos más asequible a la mentalidad de las alumnas, teniendo muy en cuenta su edad.

     Las expectativas que levantaba la misiva calaron hondo en Adelina, quien, en vista de que no daba con el camino, ni estaba recibiendo consejos o ideas útiles de sus próximas, tomó -un poco a la desesperada- la decisión de sondear a Fidel o, como ella aún decía, a ese culto profesor de la boina. Y es que, con frecuencia, las sugerencias más lúcidas y las soluciones más eficaces brotan del contacto de los especialistas con aficionados inteligentes. De suerte que, con un pretexto fútil, tomó la senda de casa de Doña Engracia, sola y en día y hora que hacían probable que Fidel se hallara en casa. En efecto, aquel sábado, 18 de febrero, a las cuatro y media de la tarde, el profesor del Colegio Gayol se las había en su habitación con el libro de actas del centro y con una buena colección de redacciones que corregir, sobre el tema del feudalismo.

     Doña Engracia, todavía sorprendida por la visita de Adelina y por la hermosa caja de empiñonados de las Gaytanas[38] que -según la visitante- le había encargado llevarle su madre, no perdió tiempo y, casi sin aposentarse en el diván, le dijo:

-          Estas exquisiteces están pidiendo un buen café, aunque tendremos que conformarnos con malta y achicoria[39]. Voy a ir preparándolo y, para no dejarte sola, llamaré a Don Fidel.

     El bueno de Don Fidel aterrizó en el salón y, sin comerlo ni beberlo, se encontró con la visita, a la que Doña Engracia presentó, breve pero encomiásticamente, antes de salir escopetada para la cocina, dejando al vuelo un encargo:

-          Id charlando y comiendo esos empiñonados, mientras yo preparo el brebaje.

     Es lógico el espeso silencio que siguió, dado el mutuo desconocimiento de los charlistas improvisados, unido al embarazo habitual en aquella época, tratándose de dos jóvenes de distinto sexo y bastante atractivos. Con todo, la educación y la sociabilidad pronto se impusieron, y sin necesidad de hablar del tiempo…

-          Por lo que me ha dicho Engracia, trabaja usted en ese colegio nuevo de la carretera de Ávila -afirmó Adelina-.

-          En efecto -confirmó Fidel-. Llevo dando clases allí desde el mes de octubre último.

-          Conocerá entonces a Julio, eh, quiero decir a Nicomedes Ruiz, el instructor de Formación Política.

-          Si le digo la verdad, de vista y poco más.

     Se notaba a Fidel con ganas de calificar al camarada de manera poco favorable; de modo que, mordiéndose la lengua, cogió la bandejita y dio a probar a Adelina las delicias monjiles. La chica aceptó y, con la mayor tranquilidad, dejando de masticar por unos instantes, dijo:

-          Por cierto, muy interesante su artículo sobre Lucas Mallada[40]. La verdad es que le tengo ley a ese señor, que creo está demasiado olvidado.

     Fidel quedó boquiabierto. Lo que menos esperaba -y menos, de una de la Sección Femenina- es que un no historiador leyera el Boletín de la Real Academia de la Historia. Adelina comprendió que quizá se estaba pasando en su aproximación al autor del trabajo y matizó:

-          El interés por el profesor Mallada me viene de cuando mi primer destino en un pueblito del pirineo oscense. Un día, llevamos a las niñas a un viaje de estudios a Huesca y, entre otras cosas, visitamos la colección de minerales y fósiles que Don Lucas legó a la Escuela Normal. Me pareció un gran detalle que una exposición tan valiosa se hubiese entregado a un Centro formativo del magisterio. Claro que, como es natural -agregó con retintín-, fue a la Normal de Maestros[41].

     Fidel no se conformó con una explicación tan subjetiva y, entre un empiñonado y otro, le lanzó una pulla:

-          Creo haber escuchado a Doña Engracia que usted trabaja en la Sección Femenina. Según eso, sin duda tiene otro punto en común con Mallada: Tanto él, como ustedes, hablan mucho de la revolución futura o pendiente[42].






El auténtico Colegio Gayol del relato, en fotografía reciente


     En previsión de pedirle ayuda para el nuevo manual, Adelina optó por no enfadarse y llevar el agua a su molino:

-          Por ahora, lo único que me preocupa, y en lo que estoy ocupada, es en dar un paso importante para igualar a las niñas con los niños. Supongo que también eso sería otra revolución.

     Comoquiera que Fidel mostrase interés por el tema, la joven empezó la explicación, pero inmediatamente reapareció Engracia con el servicio de café, cuya cafetera humeaba visiblemente, despidiendo el inconfundible aroma de los sucedáneos. Se mostró satisfecha de que sus visitantes estuvieran en animada conversación, pero muy pronto fue ella la única en hablar, como solía ser habitual. A Adelina le llevaban los demonios: ¡Ahora que iba lanzada, no podía expresarse, y a saber cuándo tendría otra oportunidad! Pero Fidel encontró la fórmula mágica para librarse de la verborrea de su patrona y dar satisfacción a la muchacha, y también a sí mismo:

-          Me van a perdonar, pero es inexcusable que vuelva a mis correcciones. No obstante, cuando la Señorita Guzmán vaya a marchar, me avisan para despedirla.

     Tres cuartos de hora más tarde, se pudo producir, al fin, la circunstancia prevista. Lo no previsto es que Fidel, entre tanto, se había trajeado como para salir a la calle, con su chapela y todo. Se justificó:

-          Ya estoy harto de catear a mis perezosos alumnos. Voy a salir para despejarme un poco.

-          ¿Quiere que le prepare luego una tortilla? -inquirió Doña Engracia, muy atenta-. No sé si hoy encontrará algún sitio donde cenar.

-          No, gracias. Con los empiñonados y el café he perdido el apetito. Si acaso, le aceptaré un vaso de leche caliente.

     Adelina y Fidel bajaron juntos la escalera. Fidel no pudo por menos:

-          Es una gran persona, Doña Engracia, pero le levanta a uno dolor de cabeza.

     La chica sonrió:

-          ¿También le pasa a usted?

     Y él:

-          Desde luego; pero, por favor, apeemos el tratamiento. Somos colegas de la enseñanza y, además, me cuesta trabajo no tutearte, siendo un montón de años mayor que tú.

     Ella se quedó con ganas de replicarle, pero temió que pudiera sonar a piropo. Abrieron el portalón y salieron a la calle. Un gris les heló la cara.

-          Creo que dejaste pendiente tu alegato feminista -bromeó Fidel-. ¿Te importa que te acompañe hasta tu casa y así me lo cuentas?

     Adelina vio el cielo abierto, y empezó la explicación de esta manera:

-           Pues, en el fondo, se trata de hacer un libro de Formación Política que, al compararlo con el de los hombres, pueda decirse de las instructoras y de las alumnas: Las mujeres valemos tanto como vosotros…






3.      Aliados con un buen fin




     Como Adelina aún no conocía las cualidades morales de Fidel, había quedado bastante decepcionada de la frase tan poco comprometida con la que el vasco se había despedido el día de los empiñonados, a la puerta de su casa:

-          Pensaré en lo que me has sugerido y, si se me ocurre algo útil, te telefonearé. Dame un número donde pueda localizarte.

     Desde luego, ella había seguido dándole vueltas al enfoque general del proyecto, pero sin encontrar la fórmula. Una y otra vez se topaba con la contradicción ínsita en el empeño, aparentemente insoluble: De un lado, los indigestos materiales no podían tocarse en lo fundamental, por orden de la Delegada Nacional. De otra parte, intentaban subir el nivel de conocimientos de las niñas, para equipararlo al de los chicos. Pero, frente a todo eso, tenía que procurar que los textos fuesen mucho más comprensibles y, en particular -conforme a la chata pedagogía de entonces-, que los retuvieran con cierta facilidad en la memoria. Vamos, la cuadratura del círculo.

     Y, mientras tanto, Fidel ponía en marcha la máquina de su pensamiento, procurando olvidar que estaría al servicio de un proyecto de adoctrinamiento confuso y totalitario, con el que de ninguna manera estaba de acuerdo. Claro que el propósito de Adelina era plausible, dentro del contenido y de las limitaciones de su labor político-docente: Trataba de potenciar la dignidad de las alumnas y, por extensión, de las instructoras que las dirigían, así como intentar que las niñas y adolescentes hicieran un esfuerzo de aprendizaje más eficaz y menos gravoso. Pero, en el fondo, estaba convencido de que, si la peticionaria de ayuda hubiese sido una camarada intolerante e hirsuta, en vez de una chica equilibrada y atractiva, la habría mandado a paseo. ¡En fin!, tampoco había que dramatizar: unos ratos de reflexión, unas orientaciones dadas con el compromiso de anonimato y a otra cosa. Eso, si su cabeza daba con el hilo de Ariadna[43].

     Ariadna acabó apareciéndosele a los pocos días, en forma de sacerdote jesuita del siglo XVI, llamado Jerónimo[44]. De turismo por la ciudad el sábado siguiente al encuentro con Adelina, sus pasos lo llevaron a la plaza del Padre Mariana. Hacía frío y la iglesia de San Ildefonso se encontraba abierta y en una grata penumbra. En la nave central, bajo la cúpula, un sacerdote explicaba la historia del templo a un grupo reducido de excursionistas madrileños. Fidel se acercó por una de las naves laterales de capillas y se sentó, con apariencia de orante, en un banco próximo. En ese momento, el improvisado guía estaba aludiendo a algunas de las lumbreras que habían distinguido el convento toledano de la Compañía de Jesús en época pretérita, cuando aún no se había erigido el espléndido templo que ahora contemplaban:

-          … En los primeros años del siglo XVII, varios jesuitas del Colegio de San Clemente de Toledo alcanzaron renombre por su ciencia. Habrán oído hablar del historiador, Padre Mariana[45], autor de la primera gran historia de España de la Edad Moderna. Y, sin duda, algunos de ustedes habrán estudiado el catecismo del Padre Ripalda[46], que también pasó los últimos años de su vida en el convento jesuítico de esta ciudad…

     Al oír estas últimas palabras, Fidel se levantó bruscamente, se santiguó y volvió a sumergirse en la oscuridad de la nave lateral, hasta encontrar la salida. Había que pensarlo más detenidamente pero, al parecer, había dado con una solución al problema, de una coherencia aplastante.





El teatro Francisco de Rojas de Toledo


***


     Un rinconcito de El Español[47] alberga a una pareja conocida nuestra, que mantiene la compostura, pues se hallan separados por el rectángulo marmóreo, sobre el que humean sendas tazas de chocolate, separadas por un plato de picatostes. Colgado del techo, el reloj marca las siete y cinco -supongo que de la tarde-. El caballero parece estar exponiendo a la señorita una argumentación que apenas admite réplica, aunque ella intente meter baza de vez en cuando:

-          Por lo que tú me has dicho y por lo que he comprobado personalmente, hojeando el libro de mis alumnos, la Formación Política es un conjunto de proposiciones y de datos que reúnen, o lo pretenden, los siguientes caracteres: son verdades absolutas; se inspiran en el argumento de autoridad; pretenden ser obedecidos sin réplica; llevan aparejadas sanciones, si se contravienen; y, por no hacer inagotable la enumeración, resultan en ocasiones tan difíciles de entender para los destinatarios, que se les impone su aceptación como artículos de fe… Es algo así, ¿no?

-          Hombre, algo así sí que es pero, tal y como lo expones, parecería que te refieres a la Religión.

     Fidel asintió, sonriendo de oreja a oreja.

-          Has dado en el clavo. La Formación Política, tal y como se la enseñáis a los jóvenes, es una especie de religión laica, que complementa a la Católica. Dios y Patria, lo más unidos y relacionados posible.

     Adelina vio venir una discusión interminable con Fidel, algo que, no solo no deseaba, sino que no se ajustaba a lo ofrecido por aquel telefónicamente: Creo tener una buena fórmula para solucionar lo que te preocupa. Así que cortó por lo sano:

-          He entendido lo que me quieres decir pero, a fin de cuentas, ¿qué propones para ayudarme a resolver el problema?

-          Ahí quería llegar, pero explicando primero mi línea de pensamiento -replicó Fidel, algo molesto con el ultimátum de la joven-. En resumen, si lo que queréis que aprendan los alumnos es un ideario casi religioso, ¿qué mejor que aprovechar la experiencia secular de la Iglesia en materia de enseñanza?

-          ¿Cómo? ¿Predicándolo desde el púlpito de los templos o, cuando menos, dando las clases en la capilla del colegio?

-          Por supuesto que no -Fidel decidió pasar por alto el sarcasmo-. Se trata de hacer lo mismo que un paisano tuyo, fallecido años ha: Un tal Jerónimo Ripalda.

     Ahora fue Adelina la que aceptó el tono irónico, pero sin dejar de lado el error de Fidel:

-          Sé a quién te refieres aunque, por lo que creo recordar, el Padre Ripalda murió en Toledo, pero no era de aquí[48]. Y lo más famoso que hizo supongo que fue su Catecismo.

-          Pues eso es lo que te sugiero yo: Hacer una especie de catecismo, con preguntas y respuestas cortas y lo más sencillas posible, para que las niñas las retengan y las instructoras puedan concretar sus explicaciones, respuesta por respuesta, en aquellos puntos en que las alumnas evidencien una mayor perplejidad.

     Adelina permaneció silenciosa durante un rato, rumiando los pros y los contras de lo que acababa de aportar Fidel. Lo peor de todo -pensó- es el parecido servil con algo tan antiguo, pasado de moda casi; tanto más, en momentos en que -por lo que manifestaban abiertamente las jerarquías de Falange- las piquillas con los jerarcas católicos se estaban enconando, y no tardarían en plasmarse en el siguiente Gobierno de la Nación[49]. Pero todo eso era cosa de meditarlo tranquilamente. Por de pronto, Adelina manifestó a su mentor interés y gratitud. Fidel, sin dejar de hacer los honores a un picatoste, prosiguió:

-          En cuanto a lo que te preocupa, acerca de la unidad y nivel de los estudios femeninos, pienso que lo mejor podría ser que compendiaseis todo el contenido en un solo libro. Así, las instructoras, si ven que el contenido es pobre y las chicas responden, podrían saltar, total o parcialmente, al nivel superior. ¡Ahí es nada! En vez de luchar por dar todo el programa, ampliar este con materias del grado siguiente.




Ejemplar del famoso librito, tan aludido en este relato


     Adelina vacilaba:

-          ¿No resultará un libro muy extenso? Mira que la Formación Política tendría seis o siete niveles.

-          Sin problema -prometió Fidel-. Reducido el contenido a las píldoras del Doctor Ripalda, el total no iría más allá de unas doscientas páginas[50]. Y estando todo compendiado en un solo volumen, podría hacerse remisión de unas partes a otras, sin incurrir en enojosas e inútiles repeticiones.

     La joven Regi empezaba a ver la luz al final del túnel. Pero aún quedaba la cuestión de preparar una parte del libro con el método Recarte, para hacerlo llegar a Lula y, por ella, a la Junta Nacional. Con su mejor sonrisa, suplicó a Fidel:

-          ¿No podrías hacer una pequeña demostración de tu método, para que yo lo entienda y me sirva de pauta? No sé, algo que conozcas bien y que no te cree rechazo de conciencia.

     Fidel se echó a reír:

-          Debes de creer -le dijo, bajando la voz- que, por el hecho de ser vasco, soy primo de La Pasionaria[51]. Pues no; la verdad es que más bien soy unamuniano[52], es decir, ecléctico y muy mío. Así que, sin necesidad de taparme las narices, tomaré uno de los libros de formación que tengáis a uso y te prepararé un par de leccioncitas de Historia de España al estilo falangista, pero con formato de catecismo.

     Adelina, aliviada, decidió dedicarse también a merendar, antes de que el chocolate se volviera engrudo tibio. Simplemente, dijo:

-          No sabes lo que agradezco tu buena disposición y ayuda. Te haré llegar el material que necesitas este mismo lunes, por conducto de Doña Engracia.







4.      El final de la historia




     Nos encontramos nuevamente en el café Español, un mes más tarde, precisamente el martes, 4 de abril. Aprovechando la Semana Santa, Lula ha cumplido su palabra de visitar a Adelina en Toledo y hasta ha aceptado la invitación de la Regi para pernoctar en su casa. A duras penas ha logrado la señorita Guzmán que su huésped girase visita a San Juan de los Reyes y la Catedral, con ella como cicerone. Ha tenido que asegurarle que el cartapacio que lleva bajo el brazo no es una guía de la ciudad, sino esos endemoniados papeles del trabajo que me encargaste. Tan pronto han dado las seis, Lula empieza a fingir cansancio y ganas de merendar. Adelina tira de ella, calle del Comercio arriba, hasta llegar a Zocodover. Entran en el Español y piden sendos cafés con churros pero, antes de que el camarero atienda el pedido, la señorita de Lara ordena:

-          A ver ese trabajo, que me tienes sobre ascuas.

     Pacientemente, Adelina va entregando a su amiga el material mecanografiado -original y tres copias-, que forma un mazo de folios bastante voluminoso. Lo va presentando brevemente, mientras Lula lo hojea con avidez:

-          Este es el índice, por materias y por edades, empezando por la iniciación y el bachillerato y siguiendo por las tardes de enseñanza y los albergues… Estas son las instrucciones para el empleo de este método… Aquí van las líneas maestras del sistema de preguntas y respuestas, así como las razones que lo aconsejan… Este es el borrador del programa de las tardes de enseñanza para las flechas: He escogido este segmento porque trata sobre todo de la Historia de España, que suele ser de lo menos asequible para las niñas… Aquí tienes un modelo de lección conmemorativa, sobre Matías Montero[53]… Y, por último, un breve estudio de las ventajas de redactar todos los programas en un mismo libro, con aproximación a su extensión -menos de doscientas páginas- y su coste -podría venderse en unas diez pesetas[54]-.





Iglesia de San Ildefonso o de los Jesuitas, en Toledo



     Lula estaba admirada y emocionada, a la vez. Lo evidenció con estas palabras:

-          Has hecho un trabajo admirable, que no dudo va a ser muy bien recibido… Sobre todo, esa idea de las preguntas y respuestas… ¿Cómo rayos se te ocurrió? ¡Vaya método más simple y eficaz! Habrá que seguir la cadena de mando, pero yo me encargo de poner en antecedentes a Pilar. Y tú ve preparando alguna parte más del programa y pensando algunas ilustraciones. Comprendo que no podemos permitirnos ningún lujo, pero el libro tiene que estar bien presentado; por lo menos, como los de los chicos.

     Dicho esto, recogió todo el material; volvió a meterlo en el cartapacio; puso este bajo su bolso y añadió:

-          Ahora, vamos con la merienda, que la alegría que me has dado me ha abierto todavía más el apetito.


***


     Este relato va llegando a su fin. Pero antes habrá que aclarar qué fue del libro de marras, así como de la pareja que lo engendró. Comenzando por lo primero, diré que el manual que imaginó Adelina y del que tan amplio borrador entregó a Lula sirvió durante unos diez años -más o menos, la década iniciada en 1951- para la formación política de todas las niñas y adolescentes de España, estudiantes o adoctrinadas por la Sección Femenina. El espíritu de Fidel aún late vigoroso en las palabras del Prólogo, que recojo textualmente[55]:

     Ante la dificultad con que las Flechas entendían las clases teóricas de la Doctrina Política, se editan estas lecciones en preguntas y respuestas, no solamente para hacérselas más fáciles, sino para que por lo menos las aprendan sin error.

     Claro que aquella novedad era recibida no sin reticencias:

     No sabemos si este nuevo método adoptado será eficaz; por lo menos tiene la ventaja sobre los otros de decir las cosas concretas y de dar a las Flechas una idea completa de la doctrina de la Falange.

     Por supuesto, siempre cabe echar mano del futuro -aquello tan manido de ya lo entenderás-:

     Aunque de momento algunas lecciones queden confusas en la mente de las Flechas, por lo menos quedan, y cuando sean mayores y tengan capacidad suficiente para rumiarlas, comprenderán muchas de las cosas que ahora se les hace aprender de memoria.

     Y, en último extremo, siempre cabe recurrir a remedios sobrenaturales:

     Y, como nada puede salir adelante sin la ayuda de Dios, en sus manos ponemos este nuevo ensayo de pedagogía falangista para que lo fecunde con su gracia.

     Así pues, el ingenio de Fidel -fallecido hace ya muchos años- permanece entre las páginas oxidadas de los cientos de ejemplares -si no miles- supervivientes de este manual de política, convertido por su imaginación en catecismo. Pero también subsiste algo muy distinto: un rasgo de humor y -si me permiten- de mala leche, que nos hace sospechar si, en efecto, sería primo de La Pasionaria. La lección ocasional dedicada los nueve de febrero a Matías Montero se introduce, en letras mayúsculas y cursivas,  con la siguiente dedicatoria: A LAS FLECHAS DE GALLARTA[56]. Podría ser una casualidad, pero lo cierto es que no hay ninguna otra mención así en el libro…

     … Libro que aparece como un trabajo anónimo y colectivo de Sección Femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S. Los textos que hacía el Frente de Juventudes para los niños y muchachos siempre indicaban el nombre de las personas que los habían redactado. Así que, a la postre, el libro del que tanto he escrito no tiene padres reconocidos[57]. Tal vez haya sido mejor así.


***


     El Café Español de Toledo va a darnos el título de clientes asiduos pues de nuevo hemos de entrar en su ahumado recinto, para encontrar a Fidel y Adelina quienes, por lo que están diciendo, han quedado allí en plan de despedida. El curso 1949-1950 toca a su fin, lo que quiere decir que andamos por el mes de mayo del segundo de dichos años.

-          Pues sí, amigo Fidel -habla Adelina-, aunque directamente no me han dicho nada, parece que ha gustado nuestro trabajo en las altas esferas, pues me han ofrecido la subdirección de la revista Consigna[58].

-          Y eso significa…

-          Un ascenso en mi imparable camino hacia la gloria… y que me tengo que trasladar a Madrid, abandonando, por supuesto, la regiduría toledana.

     Fidel tuerce el gesto, entristecido. Aunque a él no le toca preocuparse por eso, pregunta:

-          ¿Y tu madre?

     La joven también se amohína, aunque no por el mismo motivo que Fidel:

-          Tendré que llevármela a los Madriles. No queda otro remedio… Al menos, me ofrecen casa: un pisito en el barrio de Aluche, del que la Sección Femenina pagará el alquiler.

-          Pues, cuando os dé nostalgia de Toledo, aquí me tendrás, dando el callo en el Colegio Gayol, pues sabe Dios cuándo me dejarán presentarme a oposiciones.

-          También puede ser que te dé por viajar a Madrid para cualquier cosa -repuso Adelina-. Si así fuere, ya sabes que estás invitado a quedarte en nuestra casa, aunque la verdad es que está donde Cristo dio las tres voces.

-          Di mejor donde Fernández-Cuesta dio los gritos de ritual[59].

     La regi contuvo la risa, por el qué dirán. Luego, se puso transcendente:

-          ¿Sabes, Fidel? Nunca creí que pudiera trabajar tan a gusto con una persona de signo político tan distinto del mío. Ha sido la mejor enseñanza que he sacado de nuestra colaboración.

-          Es lo más natural del mundo -arguyó el profesor-. Solo hacen falta respeto y tolerancia. Lo que pasa es que con una guerra tan dura y una posguerra tan larga, son dos valores que se les han olvidado a muchos, de los unos y de los otros.

     Hizo una pausa para proseguir, con una sonrisa:

-          Claro que también han ayudado la edad y el sexo de los colaboradores…

     Adelina prefirió desviar la conversación por otros derroteros:

-          Lo que me sabe mal es que yo, gracias en gran parte a tu trabajo, he conseguido progresar en mi empleo, pero tú…

     Fidel la cortó, con cierta aspereza:

-          Para mí no hay promoción mayor que la de ayudar a nuestros alumnos, sean quienes sean… Así que no te sientas mal: Ya he tenido suficiente compensación.

     Los dos amigos se despiden. Sus caminos se separan. Quedan la obra común y el buen recuerdo. Y, tal vez, un futuro reencuentro. Pero esto último nada cambia ni añade a este relato; y, en todo caso -como suele decirse cuando no se quiere seguir adelante con el argumento-, esa es otra historia. La historia de cómo una inmensa mayoría de españoles fueron olvidando la Guerra Civil, mientras muchos de los políticos de una y otra especie, en su propio interés y beneficio, han intentado impedírselo, hasta en nuestros días. 





Ejemplar de 1950 de la revista Consigna

    



    



[1] Por mandato de sus jefes y para garantizar su seguridad, la mayor parte de las mil seiscientas personas que se acogieron al Alcázar de Toledo y lo defendieron de las fuerzas republicanas, entre el 21 de julio y el 26 de septiembre de 1936, fueron guardias civiles y sus familiares. Se dan las cifras de ochocientos guardias y unos quinientos familiares de los mismos, casi todos, mujeres y niños.
[2] La bibliografía sobre la Sección Femenina de Falange Española (1934-1977) es ya muy extensa: véase María del Pilar Ramos Lozano, Género y Falange: Un recorrido historiográfico sobre la Sección Femenina, en la web ifc.dpz.es. Este interesante artículo, como casi todos los demás citados -y consultados, en efecto- en este relato, son accesibles de forma libre y abierta por Internet. En el momento de escribir este relato (enero de 2020), es novedad el extenso libro (552 páginas) siguiente: Begoña Barrera, La Sección Femenina 1934-1977. Historia de una tutela emocional, Alianza Editorial, Madrid, octubre 2019.
[3] En las fechas en que sitúo este relato, el plan de estudios para el Magisterio era el del Decreto de 7 de julio de 1950 (BOE nº 219, de 7 de agosto de 1950), que exigía los cuatro años del Bachillerato Elemental, un examen de ingreso en la Escuela Normal correspondiente y tres años de estudios específicos. Según eso, podía obtenerse el título de maestro con unos 17 o 18 años de edad. Naturalmente, para alcanzar la condición funcionarial de maestro nacional era preciso, además, superar la correspondiente oposición.
[4] Instructora de Juventudes era una titulación que la Sección Femenina expedía para las mujeres -en general, ya con título de maestra- en la Escuela Nacional “Isabel la Católica” que, establecida en 1942 en el Palacete de El Pardo (Madrid), se trasladó en 1950 al castillo de Las Navas del Marqués (Ávila). Solo a partir del curso 1956-1957, dicha Escuela Nacional obtuvo la habilitación como Escuela Normal del Estado, para impartir a sus alumnas, simultáneamente, el título de maestras y el de instructoras.
[5] La Escuela Mayor de Mandos “José Antonio” de la Sección Femenina funcionó entre 1942 y 1977 en el castillo de La Mota de Medina del Campo (Valladolid).
[6] Las Delegaciones nacional, provinciales y locales de la Sección Femenina, a las órdenes de las respectivas Delegadas y Secretarias, funcionaban por materias, cada una de ellas a cargo de una Regidora. Entre las regidurías más importantes figuraban las de Cultura y de Formación, que en Delegaciones de provincias pequeñas podían estar bajo la dirección de una sola Regidora.
[7] Los Círculos Medina (entre ellos, el de Madrid) eran centros de la Sección Femenina para un trabajo de cierta altura y esencialmente cultural. Para este y otros temas concretos de la Sección Femenina, las fuentes autorizadas son: Pilar Primo de Rivera, Recuerdos de una vida, ediciones Dyrsa, Madrid, 1983 (he manejado la 3ª edición, espec. pp. 63 y ss., 155 y ss., 221 y ss., 245 y ss., 259 y ss. y 283 y ss.); Luis Suárez Fernández, Crónica de la Sección Femenina y su tiempo. Vieja andadura de un proyecto ilusionado, edit. Asociación Nueva Andadura, Madrid, 1992, 539 pp. Otra visión, de muy diferente signo ideológico, en Kathleen Richmond, Las mujeres en el fascismo español. La Sección Femenina de la Falange, 1934-1959, traducción española, Alianza Editorial, Madrid, 2004, passim.
[8] Véase antes, nota 4.
[9] De modo general, véase Isabel Aguilar Carrión, La participación activa de la mujer en la Sección Femenina: Su labor cultural, en la web idus.us.es, pp. 39-56. Como es sabido, Peñaranda de Duero es una villa de la provincia de Burgos, a 18 kilómetros de Aranda de Duero.
[10] O Glorieta del Pintor Sorolla, llamada comúnmente de Iglesia por el gran templo parroquial de Santa Teresa y Santa Isabel, que la preside.
[11]  Regi, apócope coloquial para referirse a las Regidoras de la Sección Femenina. Lula, nombre dado familiarmente a la escritora y periodista vinculada a la Sección Femenina, Elisa de Lara Osío (1906-2000; según otras fuentes, 1897-1995), cuyo resumen biográfico por Isabel Cristina Díez Ménguez puede consultarse libremente en Internet, en la web de la Real Academia de la Historia, dbe.rah.es.
[12] Margaritas eran las niñas afiliadas a la Sección Femenina entre 7 y 10 años; las flechas lo eran entre los 11 y los 14 años; las flechas azules, entre 15 y 17. Solo a partir de los 17 años, las jóvenes se integraban de pleno derecho como miembros de la Sección Femenina. A partir del Plan de Formación de 1951, las flechas pasaron a llamarse luceros, y las flechas azules simplemente flechas. Véase Rosario Sánchez López, Entre la importancia y la irrelevancia. Sección Femenina: de la República a la Transición, edit. Consejería de Educación y Cultura de la Región de Murcia, San Ginés (Murcia), 2007, 273 pp., de las que interesan especialmente aquí las pp. 47 a 57 y 134-146, de libre acceso por Internet.
[13] En el Frente de Juventudes de Falange Española, flechas eran los niños de 10 a 13 años; cadetes, los adolescentes entre 14 y 16; los guías llenaban las edades entre 17 y 20 años.
[14]  Esta asignatura, presente y obligatoria en los planes de estudios del franquismo, se llamó, según tiempos y circunstancias Formación Política, Formación Político-Social o Formación del Espíritu Nacional. Sobre el papel de las profesoras de esta asignatura para las niñas y chicas, además del libro de K. Richmond citado en la nota 7, véase Soraya Gahete Muñoz, Las mujeres como transmisoras de la ideología falangista, Cuadernos Kore, Revista de historia y pensamiento de género, Nº 8 (Primavera-Verano 2013), pp. 17-43, plenamente accesible por Internet.
[15] Seguro que sería alguien del elevado escalón que preparaba a mandos e instructoras. Véase Juan Carlos Manrique Arribas, Víctor Manuel López Pastor, Luis Mariano Torrego Egido y Roberto Mangas Aguado, La labor formativa desarrollada por la Sección Femenina de la Falange en la preparación de sus mandos e instructoras durante el periodo franquista, Ediciones de la Universidad de Salamanca, Historia de la Educación, nº 27, 2008, pp. 347-365, de libre acceso por Internet.
[16] Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia (1907-1991), primera y única Delegada Nacional de la Sección Femenina (1934-1977). Las palabras en cursiva, según el diario ABC de Madrid, número de 16 de febrero de 1943, p. 7, fueron dirigidas por Pilar Primo de Rivera al Primer Consejo del Servicio Español del Magisterio (SEM), en una conferencia.
[17] Localidad industrial guipuzcoana en el valle del río Oria, a unos 40 kilómetros de San Sebastián.
[18] En este caso, personas que luchaban en la Guerra Civil española a favor de la República, pero encuadradas y dotadas por el gobierno autónomo de Euzkadi. Hasta marzo de 1937, no se produjo la integración formal de las tropas vascas en el Ejército de la República, con el nombre de Primer Cuerpo de Ejército de Euzkadi.
[19] La alternativa era ser clasificado como desafecto, lo que suponía, además de la probable exigencia de otras responsabilidades, el sometimiento a trabajos forzados por más o menos tiempo, según que la desafección por combatir en el Ejército republicano hubiese sido voluntaria o involuntaria.
[20] Unidad del Ejército franquista formada en octubre de 1937, por la fusión de las seis Brigadas Navarras. Fue mandado por el entonces general de brigada de Infantería, José Solchaga Zala.
[21] O Línea Matallana, conjunto de fortificaciones en profundidad, que defendían a Valencia por el norte. Fue duramente atacada por los franquistas en el verano de 1938 pero fracasaron en tomarla, hasta el final de la guerra.
[22] Aunque con cierto anacronismo, la historia del Colegio Gayol es parecida a la de un colegio real, que a día de hoy (2020), sigue funcionando a pleno rendimiento. Como tiene un nombre muy parecido al del cuento y radica en Toledo, creo que no les será difícil a los curiosos localizar la digna y afamada academia que me ha servido de inspiración.
[23] La iglesia está consagrada bajo la advocación de San Ildefonso y es el mayor de los templos barrocos toledanos.
[24] El plan de estudios de Bachillerato vigente a la sazón (el aprobado por Ley de 20 de septiembre de 1938, en vigor hasta el curso 1953-1954) incluía la Historia de la Cultura como segunda parte de la materia de Geografía e Historia de cuarto curso. Véase Juan Antonio Lorenzo Vicente, La Enseñanza Media en España (1938-1953): el modelo establecido en la Ley de 20 de septiembre de 1938 y la alternativa del Anteproyecto de 1947, “Historia de la Educación”, nº 17 (1998), pp. 71-88, edit. Universidad de Salamanca, accesible por Internet. El plan de estudios se recoge en la p. 78.
[25] O boina vasca.
[26] O Teatro Francisco de Rojas, el más famoso de Toledo. El edificio actualmente existente fue inaugurado en 1879. Su aforo actual (2020) es de 472 localidades.
[27]  Denominación patriotera de lo que ahora y antes se llamaba, a la inglesa, cóctel, o vino de honor. La clave estaba en acompañar las bebidas alcohólicas con pinchos o bocados diversos, generalmente fríos.
[28] Famosos licores a la sazón, felizmente en producción actualmente (2020). El Licor 43 se destila desde 1946 en Cartagena (Murcia), en tanto el Calisay se produce desde 1895 en Arenys de Mar (Barcelona).
[29] Alusión y descripción física correspondientes a Julio Ruiz de Alda Miquéleiz (1897-1936), aviador ilustre y cofundador de Falange Española. Murió asesinado por milicianos anarquistas en Madrid, en la noche del 22 al 23 de agosto de 1936, durante una saca de presos políticos de la Cárcel Modelo.
[30] El Diario Vasco es un periódico de San Sebastián, fundado en 1934. El Boletín de la Real Academia de la Historia es una revista fundada en 1877, bajo los auspicios de dicha Academia. Ambas publicaciones continúan saliendo actualmente (2020).
[31] Pequeña plazuela o ensanche junto al tramo central de la toledana calle del Comercio. El día de San Antón es el 17 de enero.
[32] Se apunta una cuestión peliaguda: el perfil de soltería de las dirigentes de la Sección Femenina, y hasta de muchas simples afiliadas. A título de ejemplo, véase: Heliodoro Manuel Pérez Moreno, La Sección Femenina de la España de Franco (1939-1975) y sus contradicciones entre “perfil de mujer” y medios educativos, Cadernos de História da Educação, n. 7, jan.-dez. 2008, pp. 77-92, espec. p. 84. Es de libre acceso por Internet.
[33]  Recuérdese que ese era el verdadero nombre  de Lula, como quedó dicho en la nota 11.
[34]  Programa que, finalmente, aparecería en 1951 y precedería en poco tiempo al nuevo Plan de Estudios del Bachillerato (el llamado de Ruiz-Jiménez), aprobado por Ley de 26 de febrero de 1953.
[35]  Me atrevo a suponer que pudiera tratarse de Ascensión Liaño de la Hoz, quien a finales de ese mismo año 1950 sería nombrada Inspectora Central de Enseñanza Primaria, por Orden Ministerial de 18 de diciembre.
[36] Obviamente, Pilar Primo de Rivera, Delegada Nacional de la Sección Femenina. Véase antes, nota 16.
[37] Esta posición y palabras de Pilar Primo de Rivera coinciden exactamente con el Prólogo del libro esencial para este relato: Sección Femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S., Formación Política, Lecciones para las flechas, edit. Magerit, Madrid, sin fecha. La cita corresponde a la p. 5 de su 5ª edición, que es la que he manejado personalmente. Por otros datos, colijo que la fecha de esta edición podría ser hacia 1955-56. La primera edición parece evidente que sería simultánea, o poco menos, del citado Plan Formativo para la Juventud de 1951. La última edición de que tengo noticia es la novena, hacia 1959.
[38] O Gaitanas, monjas Agustinas Calzadas de una comunidad toledana, que, entre otros, elaboran ese dulce.
[39] Sucedáneos del café, muy usados en la España carencial de aquellos tiempos.
[40] Lucas Mallada y Pueyo (1841-1921), notable geólogo, paleontólogo y pensador regeracionista oscense, famoso, sobre todo, por sus obras de esa última faceta, Los males de la Patria (1890) y La futura revolución española (1897-1898).
[41] La colección o museo Mallada fue donada en 1925, por los herederos del ilustre geólogo, a la Escuela Normal de Maestros de Huesca. Actualmente (2020), radica en la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad de Zaragoza, con sede en Huesca.
[42] Para la alusión a la revolución futura, véase la nota 37. Para la revolución pendiente, diré que es un concepto que fue acuñado por los falangistas, según iban perdiendo poder e influencia en la España franquista y, por tanto, no podían desarrollar los objetivos económico-sociales más sindicalistas de José Antonio y del Partido por el fundado. Puede consultarse en general sobre este vidrioso tema: Santos Juliá, Historia de las dos Españas, edit. Taurus, Barcelona, 2019, en especial, pp. 359-379 y 455-463.
[43]  Me atrevo a recordar a los lectores que Ariadna era la princesa cretense que, según el relato mitológico, facilitó por amor a Teseo el hilo para marcar el camino para salir del Laberinto tras haber matado al Minotauro.
[44]  Véase, más adelante, la nota 45. Como se verá, la persona aludida vivió en los siglos XVI y XVII, pero la mayor parte de su vida se desarrolló en el primero de ellos.
[45] Insigne historiador español (1536-1624), autor de una gran Historia General de España, publicada por primera vez en castellano en Toledo, en 1601 (en latín se inició en Toledo, en 1592).
[46] Jerónimo Martínez de Ripalda (1536-1618), autor de una famosa versión española del Catecismo Romano o Tridentino (1566), con un sistema de enseñanza con preguntas y respuestas breves, que hizo escuela. La primera edición fue la de Burgos (1591), pero es mucho más conocida la segunda (Toledo, 1618). Este Catecismo de Ripalda, como el del también jesuita, Padre Astete, todavía eran estudiados en la España de 1950, en formatos amplio y abreviado. Este (87 páginas) puede ser consultado por Internet, por ejemplo, en la página web, vaticanocatolico.com.
[47] Tal vez, el café más famoso de Toledo, abierto entre 1909 y 1982. Se ubicaba en la Plaza de Zocodover, esquina a la calle del Comercio.
[48] En efecto, había nacido en Teruel.
[49] Se alude al llamado Sexto Gobierno de Franco (1951-1956), con Ministros de variadas tendencias dentro de las familias del Régimen, entre ellos, los significados católicos Martín Artajo, Ruiz-Jiménez Cortés y Arias Salgado.
[50] Finalmente serían, según ediciones, alrededor de 180, con el índice. Fidel tenía buen ojo.
[51] Apodo de la dirigente comunista, Dolores ibárruri Gómez (1895-1989), nacida en Gallarta (Vizcaya).
[52] Alusión al profesor y polígrafo, Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936), nacido en Bilbao.
[53] Matías Montero Rodríguez de Trujillo (1913-1934), víctima de un asesinato político en Madrid el 9 de febrero de 1934. Primer falangista en ser asesinado, durante muchos años el aniversario de su muerte fue fiesta académica, con el nombre de Día del estudiante caído. Posteriormente, la efeméride fue reducida a un simple recuerdo durante el horario escolar.
[54] Hacia 1955, el libro Formación Política. Lecciones para las Flechas se vendía a 15 pesetas, lo que venía a representar alrededor de una tercera parte del jornal de un trabajador medio de entonces.
[55] Formación Política, cit. en la nota 37, p. 5-6.
[56] Formación Política, cit. en nota 37, p. 169. Véase, así mismo, la nota 51 de este relato.
[57] Aunque sí abuelos, pues incluye una nota bibliográfica: Formación Política, cit. en nota 37, p. 172.
[58] Fue una publicación mensual, publicada en Madrid, como Revista pedagógica de la Sección Femenina. Salió entre 1940 y 1977. A nivel muy elemental, véase: Teresa Fernández Ostos e Irene González Dugo, La revista pedagógica Consigna: La configuración de la mujer, en Libro de Actas del II Congreso Internacional de Comunicación y Género, 2014, pp. 316-326 (de acceso libre en Internet).
[59] Raimundo Fernández-Cuesta Merelo (1896-1992), Ministro Secretario General del Movimiento entre 1937 y 1939, así como entre 1948 y 1956. Los gritos de ritual, al final de los actos oficiales del franquismo, eran los alusivos a España, una, grande y libre, viva Franco y arriba España, iniciados por quien presidía el acto y secundados por todos los asistentes al mismo.