martes, 23 de marzo de 2021

CARTAS DESDE LA ALEMANIA NAZI

 

Cartas desde la Alemania nazi

Por Federico Bello Landrove

 

 

     Esta es una selección de las cartas que, entre 1934 y 1949, envió a su familia de los Estados Unidos un profesor universitario que, por unas razones u otras, vivió importantes acontecimientos y conoció en Alemania a destacados juristas y autoridades del III Reich. La transcripción se ordena cronológicamente, aunque los capítulos lleven los nombres de las ciudades o lugares desde donde la correspondencia fue remitida. Por lo demás, yo no puedo asegurar que las cartas que por copia se me entregaron sean auténticas, pero, desde luego, les aseguro que resultan completamente verosímiles.


Sala de los Juicios de Núremberg (estado actual)

 

PRIMERA PARTE: CARTAS A LA FAMILIA (1934-1939)

 

1.   Algunas puntualizaciones introductorias


     El redactor de estas cartas, llamado Udo Faber, nació en Ulm (Alemania) en 1908, en el seno de una familia un poco especial. Su padre, Bernhard, en uno de sus primeros destinos como juez, conoció en Hamburgo a su madre, la norteamericana Cecily Caldwell, durante una estancia de esta en la ciudad para aprender el idioma, aprovechando la circunstancia de ser muy amiga de la familia Pitcairn, uno de cuyos más destacados miembros residía en la gran ciudad hanseática ejerciendo la Medicina, tras haber renunciado a su puesto de Cónsul General de los Estados Unidos[1]. El matrimonio Faber-Caldwell crio un hijo, Udo, y una hija, Henrietta, mientras rodaba por Alemania, al compás de los sucesivos traslados del cabeza de familia por razones profesionales. Finalmente, en 1925, Herr Faber fue nombrado Presidente de una de las secciones o salas de lo civil del Tribunal Superior de Múnich. En consecuencia, su hijo Udo, que entonces iba a iniciar los estudios de Derecho, los cursó en la Universidad muniquesa, licenciándose en 1929. Afortunadamente para él, antes de tomar una decisión sobre su futuro, decidió quitarse de delante el servicio militar, que concluyó un par de años más tarde. Como se sabe, en enero de 1933 ascendió Hitler al poder, cuando Udo empezaba su preparación como aspirante a la judicatura. Su padre le dio inmediatamente un consejo perentorio:

-          Hijo, si no quieres convertirte en un desgraciado o en un miserable, deberás abandonar tu vocación por la judicatura.

-          ¡Toma! Y eso me lo dices tú, que eres un magistrado de campanillas, replicó Udo.

-          Yo ya no tengo otro remedio, salvo que me expatríe y pierda mi forma de vida; pero tú estás empezando y puedes escoger. ¿No estuviste dudando entre ser juez o profesor? Pues este es el momento. Precisamente acaba de llegar a Múnich uno de los mejores catedráticos de Alemania en la asignatura que más te gustaba durante la carrera.

-          ¡Ah, eso desde luego! Si tengo que pasarme a la Universidad y estar un montón de años hasta llegar a ser profesor titular, quiero que sea en Derecho Penal[2].

-          No creas que me tranquiliza tu elección -gruñó el padre-. Al menos, Herr Mezger[3] será un jefe de fiar, no como el que nos ha caído en el Oberlandesgericht: Nada menos que un paniaguado de Hitler, que bien agradecido tenía que estarle[4] por tenerlo en la cárcel el tiempo justo para concluir su Mein Kampf[5].

     Si el magistrado Faber decidió, pese a todos los pesares, permanecer en Alemania, su esposa, por propia iniciativa y con las bendiciones de su marido, optó por regresar a los Estados Unidos, cuya nacionalidad conservaba como propia. En su apartamiento del mundo nazi o, como ella lo calificaba, de esta peligrosa pesadilla, pretendió que la acompañasen sus dos hijos, pero solo lo consiguió de Henrietta; y eso que insistió mucho con Udo:

-          ¿Pero no recuerdas lo feliz que eras en San Marcos[6]? Con lo buen estudiante que tú eres, no te costaría nada graduarte en América y, dominando inglés y alemán y con buenos conocimientos de francés y de español[7], te colocarías con facilidad.

-          No lo veo yo tan fácil, mamá, pero, sobre todo, no quiero dejar a papá solo…

-          A temporadas: No dejaríamos de venir por aquí y él nos visitaría en vacaciones.

-          Con los cambios políticos previsibles en Alemania, eso es una utopía. Ya verás…

     Y así quedó la cosa. Cecily y Henrietta marcharon para Texas, pero Udo, que incluso había cursado algún año en la High School de San Marcos, decidió probar suerte en la Universidad de Múnich. Tendremos noticias de su peripecia vital a través de las cartas que, durante muchos años, envió a su esposa, madre, hermana y abuelos maternos. Afortunadamente, no debía de estar bajo sospecha, pues ni sus destinatarios, ni el propio Udo, tienen constancia de que dichas misivas hubiesen sido abiertas o censuradas, como tampoco de que alguna se hubiera perdido por el camino. Sí que se nota cierta labor de auto censura por parte del remitente, tanto por el contenido, como por la menor frecuencia epistolar que se manifiesta a partir de 1939, año del matrimonio de Udo Faber y -como es sabido- del inicio de la II Guerra Mundial.

     Finalmente, haré constar que he realizado una labor de selección de cartas y textos, a fin de reflejar solo lo que pueda tener un interés general. Con todo, para mantener el contexto de la correspondencia y reflejar mejor la personalidad del Señor Faber, he conservado algunos datos y expresiones tocantes a su vida familiar. Después de todo, las cartas forman parte de ella y no fueron escritas con el propósito de divulgación que ahora experimentan, por razones históricas.

 

 

2.   Cartas desde Múnich[8]

 

     Múnich, 14 de enero de 1934.

     Querida mamá:

     Por fin tengo tema para mi tesis doctoral, que ha sido aprobado por el profesor Mezger[9] después de mucho titubear. He tenido que hacerle un detallado esquema de las relaciones que el Derecho americano guarda con la idea de raza, que parece cada vez más imperiosa en Alemania. Si se lo cuentas al abuelo, seguro que se parte de risa: Aquellos relatos que me hacía de sus antepasados, en lucha contra los comanches, van ahora a tener presencia en una disertación para alcanzar el grado de doctor. Provisionalmente, el título de la tesis va a ser -largo, como de costumbre-: Raza, nacionalidad y diversificación de la valoración penal de las conductas. El caso de los Indios de los Estados Unidos y su posible consideración para otros supuestos de razas y grupos diferenciados de un mismo Estado. Si logro acabar el trabajo y publicarlo, nada sería más justo que dedicarlo a la memoria de Quanah Parker, el gran jefe comanche[10].

     … Papá se encuentra bien de salud, aunque bastante decaído, tanto por vuestra ausencia, como por la necesidad de adaptarse a una situación en la que la cruda política inspira las leyes y va minando la libertad y seriedad interpretativa de las mismas por los jueces. Yo aprecio algo muy parecido en mi Facultad y, desde luego, en el profesor Mezger, que, todavía de forma semi oculta, está redactando junto con Hans Frank[11] un par de manuales de conversión del Derecho penal “de siempre”, a las maneras y la propaganda nazi[12]. He de reconocer con cierta vergüenza que, percatado de ello, le he ofrecido el apetitoso bocado del tema de mi tesis, que seguramente habría rechazado en momentos menos racistas que los actuales de Alemania…

***

      Múnich, 16 de marzo de 1935.

    Querida mamá:

     Empiezo esta carta enviándote los respetuosos saludos del magistrado Schlegelberger[13], que, dentro de sus deberes ministeriales, estuvo hace mes y medio en visita de inspección de los tribunales muniqueses. Yo lo recordaba vagamente de anteriores visitas a casa pues, como sabes, papá y él se conocen y aprecian, aunque no sé cuál fue exactamente el origen de su relación. Lo invitamos a cenar en casa y él no tuvo empacho en aceptar, pese a que la Sala que papá preside era una de las inspeccionadas. Al estar yo presente en el ágape, fue objeto de comentario y discusión mi incorporación a la familia académica del profesor Mezger y el tema de tesis que he escogido. Para mi sorpresa, nuestro huésped se mostró bastante interesado, aunque lamentó que no hubiese elegido el tema de los negros y mulatos, que piensa daría un mayor juego a la hora de extenderlo por analogía a otros países. Para tu conocimiento y el de los abuelos y la gente de allá, Schlegelberger se hizo eco del buen concepto en que Hitler tiene al Presidente Roosevelt y su política de New Deal, en la que dice encontrar grandes similitudes con la que en Alemania está tratando de superar los efectos del Diktat de Versalles y de la crisis económica mundial…

     … Había casi olvidado ya la visita, cuando he aquí que ha tenido un efecto sorprendente. Otro alto cargo del Ministerio de Justicia -al parecer, de mayor categoría que Schlegelberger- me remitió una carta, a raíz de comentarle este que había un doctorando en Múnich que conocía al dedillo las cuestiones raciales en los Estados Unidos. Mi inesperado corresponsal, apellidado Freisler[14], me sugería nuevamente la extensión de mi estudio al problema negro y confesaba que, ante la dificultad de definir actualmente la raza judía, había tenido la idea de utilizar el criterio del grado de pigmentación de la piel, aunque resultaría mucho menos evidente que en el caso de los negros. Tan peregrina ocurrencia me provocó la risa mientras la leía, pero, poco más abajo, Freisler me pedía información y sugerencias para ver de aplicar el criterio pigmentario a la definición ancestral de la raza judía. Parece ser que semejantes disparates derivan de que se están preparando leyes muy lesivas para la comunidad hebrea y los encargados de ello pretenden establecer principios más científicos y rigurosos que el del número de abuelos, la identidad del cónyuge o la adscripción a la religión o a una comunidad judías. La verdad, mamá, ante cosas como esta, no sé si sentirme importante o sacar inmediatamente billete para San Marcos…

     … Tú, que eres americana y has vivido y vives en el sur de los Estados Unidos -aunque en zona con poca presencia de negros e indios, pero mucha de hispanos- ¿crees que el racismo está tan presente entre vosotros, como para que pueda servir de ejemplo o, al menos, de disculpa para el antisemitismo de estos nazis, abanderados de la raza aria?[15]

***

Aula Magna de la Universidad de Múnich

 

     Múnich, 24 de abril de 1936.

     Querida Henrietta;

     Me dice mamá que estás preocupada por la impresión de tristeza que da nuestro padre a través de su correspondencia. No te ocultaré que se está quedando sin su mejor escudo contra la arbitrariedad nazi: el desempeñar su puesto judicial en un tribunal civil. En efecto, apenas pasa un mes sin que, con base en las leyes de Núremberg[16], no priven a los judíos de algún derecho y, lo que es peor para los alemanes en general, no se fortalezca el omnímodo poder del Gobierno y se aminore el de la ley y los tribunales… Fíjate si la intromisión del Partido y del Gobierno en la Justicia es intensa, que, no conformes con el supremo poder del Führer de avocar a su autoridad los procesos más relevantes, a fin de revisar las sentencias dictadas, se está pretendiendo hacer lo que yo, aunque solo sea medio germano, nunca creí contemplar en Alemania: Cambiar el viejo sistema romano de la fidelidad a la ley, por el anglosajón, o de common law, que permite, hasta cierto punto, corregir o matizar las normas para adaptarlas a la situación y a la convicción general del pueblo. El otro día, en una flagrante demostración de cómo se coge el rábano por las hojas, un tal Doctor Globke[17], que trabaja en el Ministerio del Interior, me envió, por conducto de Mezger, un atento oficio, en solicitud de cooperación para abordar el tema de la sustitución del imperio de la ley por el de la jurisprudencia en los Estados Unidos. Yo le hice un breve resumen, tratando de resaltar la vinculación directa del sistema americano e inglés con la plena independencia de los tribunales y con la relevancia del papel de los jurados, por no hablar -nos guste o no- del hecho de que la mayoría de nuestros jueces hacen la primera parte de su carrera a hombros del pueblo, que los elige libremente. Pero, en fin, ¿te figuras qué sería de la mentalidad alemana, si no se basara en el respeto a ultranza de la ley? ¿O será que, contra lo que ellos pregonan, los nazis tienen menos de arios y de sangre teutona de lo que ellos creen?

     La misiva del tal Globke no ha sido la única demostración, en estos días, de que a tu hermano empiezan a considerarlo una especie de asesor del Reich para cuestiones legales de los yanquis. Un docente de Tubinga se atrevió -y con éxito- a presentar una memoria para acceder al profesorado, con la rúbrica y tesis de La supremacía de la raza blanca[18]. Pensando en su publicación inmediata, me ha pedido que le revise las escasas alusiones que hace a los Estados Unidos -él conoce mejor África, y se ha centrado mucho en la segregación racial en Sudáfrica-. ¡Bastante tengo yo con mis comanches! Así que lo he despachado con una formularia felicitación por la corrección de su texto, y sintiendo un arrebato de humildad, que me hace imposible pensar siquiera en corregirlo. Dudo que le haya gustado mi respuesta. Por cierto, concluiré este fastidioso tema, revelándote que la postura moral del nuevo Profesor es la del sentido del deber y de la colonización que debe mantener nuestra raza blanca -supongo que excluidos los judíos- respecto de los pueblos de color. ¡Ahí es nada!: El genial tubingués ha descubierto a Rudyard Kipling y su “pesada carga del hombre blanco”. ¡Qué extraños compañeros de viaje!  

     … En cuanto a mi tesis doctoral, va muy avanzada y no creo que -como tú desearías- me vea obligado a viajar a los Estados para consultar las últimas novedades bibliográficas. Mis peores pesadillas reproducen al profesor Mezger, mandándome comparecer en su despacho, para interesarse por la conexión americana de los últimos proyectos racistas de por acá, como el tratamiento de negros e indios en el Ejército[19], o el mayor o menor respeto e importancia concedidas a las religiones de nuestros aborígenes[20]. Por cierto que Herr Mezger está cada día más entregado a cuanto despreciaba hasta 1933: He oído rumores de que se ha afiliado al Partido nazi[21]; pero no te escandalices pues la Organización está admitiendo con agrado a personas de orden, aunque no tengan pretensiones policiacas ni excesivas ambiciones políticas. En cualquier caso, el remanso de paz que papá imaginaba sería la cátedra de nuestro Profesor se está volviendo un distinguido centro de seudo cultura nazi, en el que tu hermano ya no se siente libre ni respetado…

***

     Múnich, 19 de octubre de 1936.

     Querida mamá:

     Te está escribiendo todo un Doctor en Leyes. En efecto, el pasado jueves defendí mi tesis sobre el tratamiento de los Indios en los Estados Unidos y las enseñanzas que del mismo pueden obtener en materia racial otros países. Yo estaba lo suficientemente nervioso, como para no percatarme de lo que me rodeaba, pero papá me comentó que los profesores y doctores asistentes siguieron la exposición con gran interés, y que los miembros del tribunal calificador asentían y comentaban con buen semblante, mientras yo estaba disertando. Al final, tras las inevitables objeciones y preguntas, me calificaron con un magna cum laude que, como sabes, es la segunda de las cuatro formas posibles de aprobar el trabajo[22], lo cual no me garantiza su publicación en Alemania, pero sí un buen punto de partida para aspirar al Profesorado. En todo caso, de acuerdo con el profesor Mezger y con papá, voy a pensar hasta comienzos del próximo año las perspectivas profesionales que se abren ante mí, antes de tomar tan peliaguda decisión. Padre ha escrito a su conocido Schlegelberger -del que te hablé en una carta anterior-, a Berlín, exponiéndole mis avances y mi disposición a aceptar alguna oferta de trabajo en la Administración del Reich. No me extrañaría que me estuviese destinada alguna mesa de trabajo en las buhardillas de un Ministerio, donde los mejores juristas de esta truculenta Alemania aprovecharán mi endiablada habilidad para transformar el tocado de plumas de los sioux en la severidad de un kipá[23] hebreo.

     … Me parece estarte oyendo: “Te quedaste en Alemania con el objeto de no dejar solo a tu padre y ahora estás pensando en abandonarlo…” Sinceramente, mamá, no lo haría, si no fuera porque él me ha impuesto como cuestión de honor el elegir el camino que más lustre pueda dar a nuestro apellido y a mi persona. De no hacerlo así, él se sentiría frustrado y aún más triste que por mi posible marcha. En cualquier caso, tomaremos la decisión los dos, de consuno, y procuraremos que la brillantez del camino no me ciegue y pueda ver los peligros e inmoralidades que puedan acecharme…

Profesor Edmund Mezger (1883-1962)

 

 

3.   Cartas desde Berlín


     Berlín, 14 de febrero de 1938.

     Querido abuelo:

     Muchas gracias por tu felicitación al cumplir los 29 años. La verdad es que no sé si lamentar que la juventud se me vaya escapando de entre los dedos, o pedir que el tiempo corra aún más rápido, para envejecer antes de que estalle la maldita guerra y me vea forzado a retomar el uniforme y, en mi condición de segundo teniente en la reserva, me manden a pegar tiros, vaya usted a saber en dónde y a quién. Tú dices que en ningún caso sería contra norteamericanos, pues la gente de ahí está feliz por ir saliendo de la Depresión y bajo ningún concepto querría implicarse en las querellas europeas. Pero en los años de 1914 a 1917 nadie quería la guerra en los Estados Unidos -el que menos, el Presidente Wilson[24]- y ya ves cómo tuvisteis que cruzar el Océano para luchar por una causa bastante menos justa y clara que la que podríais tener que defender dentro de poco. En cualquier caso, seamos optimistas o, cuando menos, prudentes, pues todo puede pasar en esta Europa tan empobrecida y convulsa.

     Tu felicitación no encubre la crítica severa que me haces por jugar al nazi a medias, en vez de coger la maleta y marcharme con vosotros a Texas. No creas que no me tienta la invitación, pero soy y me siento alemán; de modo que, en tanto no esté en juego mi vida o mi libertad personal, he decidido permanecer aquí, siguiendo el ejemplo de mi padre, defendiendo sus valores y haciendo el mayor bien posible con su profesión, y hasta con sus bienes. La verdad es que resulta una tarea agotadora y muy peligrosa. No sé si habrán publicado ahí la noticia de que, desde el año pasado, todos los funcionarios y empleados al servicio de las Administraciones públicas, están obligados a prestar un juramento de fidelidad a Hitler, parecido al que es obligatorio en el Ejército desde 1934. Como comprenderás, un compromiso tan forzado y arbitrario lo tengo para cualquier persona como inválido, pero muchos conciudadanos lo tomarán al pie de la letra…, de una literalidad que afortunadamente es tan contradictoria, que, o cumples un deber, o cumples otro. Mira, si no, la traducción que te hago: “Lo juro: seré fiel y obediente al líder del Reich y el pueblo alemán, Adolf Hitler, observaré la ley y cumpliré concienzudamente mis deberes oficiales, que Dios me ayude”[25]. ¿Me quieres decir cómo se puede ser fiel y sumiso al Führer y, al propio tiempo, cumplir la ley y los deberes oficiales de forma concienzuda? Al menos, tenemos una amplia escapatoria, mientras no todas las leyes sean criminales: La voluntad de los que mandan no se puede convertir en Ley, mientras no sea promulgada y publicada en debida forma.

     Por mi detallismo en analizar el juramento, deducirás que tienes a un nieto, no ya medio nazi, sino nazi por entero. Quiero decir, que va para ocho meses que estoy trabajando en el Ministerio del Interior, en una moderna ampliación situada en la Dorotheenstrasse. En un principio, había contado con entrar a trabajar en Justicia, a las órdenes de un amigo de papá, apellidado Schlegelberger, aunque tenga poco de romántico[26]; pero su superior es un tal Freisler[27], un individuo de pésimo carácter, que está constantemente haciéndose perdonar un confuso pasado izquierdista -estuvo un tiempo con los soviéticos, al ser hecho prisionero de guerra en 1915-. Me tiene en gran aprecio como conocedor de las normas y prácticas americanas para definir y marginar a los negros, y está empeñado en que lo ayude a demostrar que la raza judía es, por su pigmentación y roce con los africanos[28], una especie de eslabón intermedio entre los blancos y los negros o, como él dice, entre los semíticos y los camitas[29]. Como comprenderás, mi tolerancia con los disparates tiene un límite, y no tuve más remedio que rogar al amigo de papá que me buscase un puesto más jurídico y menos dermatológico -tal cual-. Se echó a reír y me dijo: “Si quieres aplicar tus saberes al campo jurídico, nuestro hombre es Stuckart”. Y aquí me tienes, como un Gulliver en el País de los Mischlinge[30]

     … No quiero concluir esta carta -aunque ya vaya larga- sin exponerte un motivo más para que disientas de Hitler. Si las cosas no han cambiado en los últimos años, la familia Caldwell -como la mayoría de los tejanos- sois republicanos y Roosevelt no os cae nada bien. Por el contrario, el Führer, llevado de su intervencionismo económico y del deseo de ver por doquier rasgos de afinidad con los suyos, tiene a vuestro Presidente por un dictador en ciernes que, empezando por lo socioeconómico, acabará por minar la democracia política. Así que en la Cancillería de Berlín tienes a un admirador de Roosevelt, por las mismas razones por las que vosotros -con parecida exageración- lo execráis.

***

     Berlín, 15 de septiembre de 1938.

     Querida Henrietta:

     Mi enhorabuena por tu compromiso matrimonial, que por carta me anuncias, a la vez que me preguntas por un buen momento para celebrar la boda, a fin de que papá y yo podamos asistir. Creo que lo mejor será que papá busque la mejor fecha para él: yo procuraré acomodarme a sus opciones, aunque no estoy muy seguro de que me den permiso en el trabajo y un visado consular. Lo importante es que hayas acertado en la elección. La verdad es que yo no me acuerdo de tu futuro marido. Sí recuerdo a un Aronson, que fue conmigo a la High School, pero no se llamaba Nathan, como tu novio: puede que fuese un hermano mayor, u otro pariente. Lo que me preguntas de cómo tomarían las autoridades de aquí el matrimonio de una chica alemana de pura raza con un medio judío, te diré a grandes rasgos que la unión tendría que ser autorizada en vía administrativa y, si Nathan tiene-como me aseguras- dos abuelos judíos, sería conveniente que no fuese hebreo de religión ni perteneciera a ninguna congregación judía, para que vuestros hijos no tuviesen problemas. De todos modos, no te aconsejo -aunque yo recomendaría tu caso- que solicites permiso al Reich: Cásate sin dar publicidad y procura desconectarte de Alemania hasta que todo esto haya pasado. Tampoco estaría mal que, en cuanto puedas, obtengas la nacionalidad americana, aunque ello pueda suponer la pérdida de la germana, o que aquí no se te reconozca como estadounidense.


Cuadro de los distintos casos de judíos y de mischlinge

     Como sabes, sigo trabajando en la Oficina para asuntos judíos del Ministerio del Interior, dentro de lo que podríamos llamar la parte legal o jurídica del problema. El jefe de la Oficina es un tal Lösener[31], un verdadero prusiano del tratamiento de los mischlinge, a quien yo llamo en mis cartas a papá, Manzanillo, como aquel chicano que, cuando yo era un niño amigo de sus hijos, nos enseñaba las estampas de los mestizos y mulatos de españoles, indios y negros, y nos preguntaba por el nombre de cada cual, a centavo el acierto[32]. Aquí no llegamos a formas tan artísticas, pero los chupatintas han tenido que elaborar un gráfico muy amplio sobre las Leyes de Núremberg, para esquematizar las diversas clases de mischlinge, las posibilidades de contraer matrimonio entre ellos y el destino que espera a los hijos de esos matrimonios mixtos[33]. Mi superior inmediato, Hans Globke[34] es otro obseso del ordenancismo y de los matices de este gigantesco absurdo, pero afortunadamente me tiene por imposible. Te contaré por qué:

     Uno de los contados días que Herr Stuckart -el Secretario de Estado- nos reunió a los mejores cerebros de la Oficina judía, empezaron a diferenciar los diversos casos de mestizos y los problemas económicos y matrimoniales que suscitaban. Como se llegara a polemizar al respecto, me atreví a interrumpirles con osadía: Señores -les dije-, si no ha sido posible ponerse de acuerdo sobre qué es un judío, ¿me quieren decir cómo vamos a definir con precisión la mitad de un judío, o un cuarto de hebreo? Todos se quedaron atónitos. Al cabo unos segundos, Stuckart replicó: No pretenderá sacar de esa dificultad la consecuencia de que tratemos por igual a judíos y a mestizos de primero y de segundo grado. De ningún modo, señor -convine-, pero caben otras opciones. ¿Cuáles?, me preguntó. Tal vez sería más fácil y más justo poner límites a los efectos negativos de ser judío, que no al hecho de serlo legalmente. Eso es lo que en el Sur de los Estados Unidos se hace con los negros. Tal cosa no es posible en Alemania -terció Lösener-, donde estamos obligados a erradicar a los judíos de la ciudadanía. Pues entonces demos a la sangre alemana de los mestizos la misma o mayor eficacia que a la hebrea -concluí- y controlemos las posibles desviaciones de esta por medios de control más sutiles y menos dolorosos para los mestizos y sus allegados de sangre alemana. Aquí terminó por el momento mi intervención, de la que salí con el mote de Raffiniert, que fue la palabra con que aludí a la sutileza, y con la relegación a la tarea subalterna de resolver los expedientes de duda o reclamación en materia de clasificación de los mischlinge. La verdad es que no sabía por qué no me habían echado a la calle de manera inmediata. La razón la conocí semanas más tarde, cuando Stuckart me llamó a su despacho con el pretexto de recomendarme un asunto. Al acabar, me confesó: No estoy lejos, Herr Professor, de su solución de borrar de un plumazo el estigma de ser mestizo. Por ahora, las Leyes de Núremberg, que yo contribuí decisivamente a redactar, suavizan las aristas del problema y les permiten a Lösener, Globke y otros hacer encaje de Bruselas con sus preceptos; pero temo que llegará el día en que, hartas las Autoridades de sutilezas, mestizos y judíos reciban el mismo trato. Hay que evitar que ese momento llegue y para eso cuento con personas, como usted, que tengan ideas claras y eficaces. Entre tanto, no se haga notar: Lösener ha tomado buena nota de sus inconvenientes palabras del otro día.

     Como ves, querida hermana, Alemania no es un sitio nada bueno para Nathan ni para ti. Seguro que tampoco es muy saludable para padre y para mí, pero ahora no se me ocurriría escapar de aquí por nada del mundo…

Ampliación Ministerio del Interior del Reich (Berlín)

***

     Berlín, 13 de octubre de 1938.

     Querido padre:

     Comprendo la tristeza que a todos nos embarga, al no poder estar en la boda de Henrietta, aunque también convengo contigo en que no es de los mayores incordios de seguir luchando por el Derecho en Alemania. Lo importante es que los contrayentes sean felices y que mamá siga reponiéndose de esa insuficiencia cardiaca que se le ha declarado en los últimos meses. Por mi parte, estoy perfectamente y ya formo tanta parte de este Ministerio, como las columnas dóricas que sostienen su horrendo pórtico.

     Recientemente, me acordé de ti, al leer la ley sobre testamentos del pasado 31 de julio, que atribuye a los tribunales la facultad de anular los testamentos cuyo contenido sea contrario al buen sentido del pueblo[35]. Claro que eso parece una nadería, al lado del Decreto de agosto próximo pasado sobre los cambios de nombre para los judíos cuyo apelativo no lo parezca: Ya sabes, eso de empezar con el nombre de Sara o de Israel, según se trate de mujeres o de hombres. Yo ya no pude más y, con la máxima ironía, forcé una reunión de jefes de la Oficina. ¡Figúrate mi espanto cuando vi que acudía, no solo Stuckart, sino el Ministro Frick[36] en persona! Verdaderamente, como quien dice, caí de pie, pues el asunto que quería proponer es que no se llamara Israel a los judíos varones, sino Abraham -por analogía con lo de Sara, para las mujeres- o Jacob, que era el nombre inicial de Israel, hasta que Jehová se lo cambió. Frick se me quedó mirando y dijo: Muy fino hila usted. Yo repuse, Herr Minister, es que estudié en Múnich, como Su Excelencia, aunque con menor aprovechamiento. Se echó a reír y, entre bromas y veras, se discutió mi moción y se rechazó, para ahorrar gastos al Reich en impresos y libros del Registro Civil. ¿Quién fue su maestro en Múnich?, me preguntó. El Doctor Mezger, repuse. Frick me confirmó el cambio de chaqueta del Profesor, al comentar: Es de los mejores intelectuales del Reich. Pues ya sabes, papá, que en la Alemania actual los mejores en cualquier carrera son todos nazis…

     … Verdad es que, en la tarea más rutinaria, puede surgir una sorpresa. A mí me sucedió hace unos días, justo cuando salió en los periódicos el vergonzoso Acuerdo de Múnich[37], y fue que se presentó en mi oficina una señora joven, de aspecto bastante informal, aunque se hizo anunciar con la tarjeta de Condesa Schenk von Stauffenberg[38]. Sin rebozo alguno, cuando se sentó ante mí, lo primero que me soltó fue: Yo misma soy una mischlinge, pero no vengo a consultarle mi caso, sino el de una amiga muy querida, que también lo es; de primer grado, he de concretarle. Parece que se trata de una señorita de buena familia mixta del comercio de Berlín que, por eso mismo, es bastante conocida y la tienen los de la S.A.[39] entre ceja y ceja. Yo le aconsejé, con base en la ley, que abandonara toda práctica de la religión judía, dándose de baja en su sinagoga o congregación y, adicionalmente, que viera de casarse con un ario -cuanto más importante, mejor- y tener hijos enseguida. La Condesa, llamada Melitta, agradeció mis sugerencias y, al despedirse, me hizo la sibilina pregunta de si había volado alguna vez. Como yo entendiera la cuestión en sentido figurado, le dije que con bastante frecuencia, en alas de la fantasía. Ella se echó a reír y me aclaró que se refería a pilotar un avión. Le respondí, de forma harto exagerada, que tenía bastantes horas de vuelo en una avioneta de fumigación, allá por Texas, y le informé del tipo de aparato utilizado y del insecticida que usábamos. Finalmente, me dijo que sería un placer verme en alguna de las fiestas que daba en su palacete de la Breitcheidplatz, a lo que yo le dije que tendría mucho gusto en aceptar cualquier amable invitación de su parte. Aquí ha quedado todo, por ahora, y no creo que llegue más allá de una fineza de aristócrata. Luego, al informarme sobre mi visitante, he sabido que se trata de una de las aviadoras militares más ilustres de Alemania y, por lo mismo, de una buena amiga del mariscal Goering[40]

     Por lo demás, papá, después de la bajada de pantalones de ingleses y franceses en Múnich, creo que es de esperar que nuestras Autoridades se crezcan en todos los sentidos. Si es el precio a pagar por evitar la guerra, tal vez podamos darlo por bueno, pero mucho me temo que solo se haya logrado aplazar su estallido…

***

     Berlín, 15 de junio de 1939.

     Querida Henrietta:

     Mucho me ha alegrado el anuncio de que seré tío para fin de año. Sin duda que Nathan y tú estaréis encantados y solo es de esperar que embarazo y parto se desarrollen con total normalidad, como hasta ahora, según me dices. Esta feliz noticia familiar, me mueve a revelarte lo que hasta ahora he mantenido en secreto, incluso para papá, dada la inquietud y, tal vez, la crítica que mi decisión pudiera produciros. Tú sabrás administrar la información que te transmito, sobre todo, pensando en la enfermedad de mamá, a quien debemos ahorrar innecesarias preocupaciones.

     En carta a mamá de finales del año pasado, le contaba mi sorprendente encuentro con la Condesa voladora. Pues bien, poco después se produjo el terrible pogromo del 9 de noviembre pasado[41], del que uno de los pocos negocios judíos que se libró fue una excelente tienda de antigüedades en la Tauentzienstrasse de Berlín, propiedad del Señor Tannenbaum, un judío casado con una cristiana de sangre aria. Su buena suerte se debió a un aviso de última hora del Mariscal Göring, asiduo cliente de Tannebaum, que le hace unos precios muy rebajados. Pues bien, la única hija del anticuario, llamada Bárbara -o Sara Bárbara, según lo ordenado- es la amiga de la Condesa por la que esta me había pedido consejo. Tuve ocasión de conocerla personalmente durante una recepción que la Condesa Schenk dio en su casa, en honor del Göring, a la que Bárbara y yo fuimos invitados. Durante la fiesta, fui presentado al Reichsminister, como un aviador civil formado en América, que ahora se dedicaba a mirar con lupa los expedientes de hebraísmo. Göring, tan brusco y efusivo como es habitual en él -y algo bebido, además-, soltó el exabrupto de que eran arios los que él afirmaba que lo eran. Le repliqué que, siendo así, acababa de echarme del Ministerio del Interior, pues me había dejado sin ocupación. Tomó mi respuesta como ingeniosa y soltó una risotada, a partir de la cual no dejó de embromarme, llamándome a cada rato Der fliegende Amerikanisch[42].

      En ese contexto, he de decirte que Bárbara y yo congeniamos inmediata y plenamente, cosa que inspiró a la Condesa, de acuerdo con la familia Tannenbaum, la proposición de que nos casáramos, con la segura recomendación de Göring para que se nos diese la pertinente autorización. Mi futuro suegro se ofreció a compensarme espléndidamente por la más que probable pérdida de mi trabajo en el Ministerio. En fin, Henrietta, la ternura de Barbara y mi natural provocativo y caballeresco hicieron el resto. He aquí que, a comienzos de la primavera, Barbara y yo nos casamos por lo civil en la Alcaldía de Distrito de Zehlendorf[43], pasando unos días de descanso -llámalos luna de miel, si quieres- en una villa cercana, propiedad de una señora amiga de la familia de Bárbara. Gracias a ese enlace -aún sin necesidad de que tengamos hijos-, Barbara librará la orden de emigración general y forzosa que, desde enero del corriente año, se aplica a todos los judíos de Alemania, al pasar, por su matrimonio conmigo, a tener un estatus privilegiado dentro de los mestizos de primer grado. En cambio, es casi seguro que sus padres hayan de malvender su negocio y marchar a Estrasburgo, donde reside el hermano mayor de mi suegro. Afortunadamente, la avidez del Mariscal permitirá que las mejores piezas de la tienda pasen a su poder, a cambio de su protección y de un pagaré a mi nombre, por importe de un millón de marcos, pagadero en diez años, a razón de cien mil marcos anuales. Mucho fían mis suegros en mi honradez y en la vigencia del Reich de los Mil años[44]. Por su parte, la Condesa ha recibido secretamente en depósito una cierta cantidad de joyas y piedras preciosas sin montar, que quedarán a disposición de Barbara bajo recibo, firmado por ella y por su marido.

     Dirás qué clase de hermano tienes, que insiste tanto en las cuestiones económicas y raciales y tan poco en la fisonomía y cualidades morales de quien ya es tu cuñada. Para eludir algunos detalles, te envío una fotografía de Bárbara, tomada en el jardín de la villa en que pasamos la luna de miel. Siendo la fotografía en blanco y negro, te diré que su cabello es castaño claro y los ojos, verdes; una feliz hibridación entre un padre moreno y una madre tan rubia, como Hitler espera de las mujeres arias. En cuanto a su manera de ser…

     En resumen, tú -que me conoces muy bien- deducirás que podremos formar una pareja muy compenetrada, siempre que yo sepa suavizar esa vena de magistrado autoritario de la vieja Europa, que me echas en cara como herencia de papá. ¡Y ahora él y yo somos corderitos rodeados de schäferhunde[45], que nos llevan adonde quieren! Ella misma va a escribirte, una vez hayas tenido noticias de la boda por esta carta, para presentarse y contarte, de mujer a mujer, cuanto tenga por conveniente.

***

     La carta precedente fue la última que la familia Caldwell recibió de Udo Faber desde Alemania. No así su padre, el magistrado Bernhard Faber, que siguió teniendo correspondencia regular con su hijo, quizá por estar ambos domiciliados en Alemania durante los años siguientes. Con todo, creo suficiente para concluir la primera parte de este relato con resumir el contenido de la que le remitió en vísperas del inicio de la Guerra Mundial. En ella se puede leer lo que sigue:

     Berlín, 10 de agosto de 1939.

     Querido padre:

     Me ha sido imposible coger vacaciones este año, por lo que espero no tomes a mal que hayamos de dejar nuestro encuentro para mejor ocasión. Te detallaré las causas de tal agobio de trabajo, para que no creas que exagero.

     Por motivos que no son del caso[46], me han cesado en la Oficina del Ministerio del Interior en que estaba trabajando, debido a “no ajustarse su trabajo a la rigurosidad con que el mismo debe ser realizado”. En otras circunstancias, me avergonzaría de transcribir el motivo del despido, pero, en este caso, supongo que te hará sentir orgulloso de tu hijo. La verdad es que creo que han obrado con prejuicios, pues Lösener me la tenía jurada desde mis desplantes ante Stuckart y Frick, y ahora, por comentar yo descaradamente la ligereza del Mariscal Goering, al considerar no judío a cualquier persona de la que él diga que es aria. De todos modos, la expulsión ha sido corregida por el Secretario de Estado[47], que la ha convertido en cese por reducción de plantilla en el Negociado, y, al propio tiempo, me ha nombrado asesor personal suyo, con unos emolumentos suficientes para mantenerme.

     El cambio debió de llegar a oídos del Doctor Freisler, en el Ministerio de Justicia. El caso es que Stuckart me mandó que fuese a ver a su colega[48], pues tenía algún trabajo que encomendarme. La entrevista me hizo comprender que está cada vez más extremista y disparatado. La verdad es que me recibió con cortesía, sacando pronto a colación el Decreto de este año, sobre “criminales juveniles precoces”[49], del que parece estar muy orgulloso. Pero, ¿qué quería de mí? Pues mi aportación y asesoramiento en otro Decreto, que quiere promulgar el próximo mes de septiembre, titulado de “parásitos nacionales”, con el objeto de endurecer la represión de aquellos delincuentes que, por sus características raciales y biológicas, justifiquen el empleo de una mayor fuerza penal. Yo le encarecí las dificultades que tendría para preparar un informe serio sobre tan abstruso tema con tan poco tiempo disponible, pero él me doró la píldora, con mi gran formación y conocimientos previos sobre el tema. En fin, sonrió con dificultad, esbozando un guiño de ojos, y me dijo: ya sabe usted, Herr Professor, céntrese en los de siempre: judíos, gitanos y demás ralea. Y aquí me tienes, mañana, tarde y parte de la noche, leyendo artículos de Genética y consultando estadísticas, para llegar a la conclusión -que va a retorcerle las tripas- de que no hay pruebas concluyentes de lo que él sostiene. Y, entre la literatura y materiales que me han facilitado en el Ministerio de Justicia, no me ha extrañado tropezarme con notas y bocetos de mi maestro, el Profesor Mezger, aludiendo a los judíos como personas proclives a una mayor criminalidad, aunque -¡menos mal!- lo deja en la duda, debido a que no se han hecho suficientes estudios como para definir decididamente al judío, o por su raza, o por su confesión religiosa[50]. Espero que, por esta vez al menos, el discípulo sea mayor -más decente- que su maestro.

Wilhelm Stuckart (1902-1953)

 


SEGUNDA PARTE: CARTAS DE POSGUERRA (1947-1949)

 

4.    Sobre la Conferencia de Wannsee

    

     Núremberg, 15 de abril de 1947.

     Al General de Brigada, Telford Taylor, Fiscal Jefe para los juicios ante los Tribunales Militares de los Estados Unidos en Núremberg[51].

     Señor:

     En mi actual condición de intérprete en el juicio de los Estados Unidos de América contra Josef Alstötter y otros catorce acusados más[52], que se sigue en esta ciudad desde el día 5 de marzo pasado, ha llegado a mi conocimiento que se ha hallado un acta oficial expresiva del desarrollo y conclusiones de una Conferencia celebrada a principios de 1942 en el suburbio berlinés de Wannsee[53]. Al parecer, por tratarse de una copia y haber tardado tanto en encontrarse, se pueden suscitar ciertas dudas sobre su autenticidad y contenido. Habida cuenta de mis actuales deberes oficiales, y de la fidelidad y gratitud que debo al Gobierno de los Estados Unidos, al haberme acogido a mí y a mi familia en su territorio cuando peligraban nuestra vida y derechos, me permito dirigirme a Su Excelencia, para exponerle cuanto conozco de propia mano acerca de la susodicha Conferencia y lo en ella acordado, en el bien entendido de que, por no afectar a ninguno de los acusados en el juicio para el que he sido designado, considero que no ha de perjudicar la imparcialidad que debo observar como intérprete en el mismo.

     El día 1 de diciembre de 1941, recibí en mi bufete de abogado en Berlín la llamada telefónica del Secretario de Estado del Ministerio del Interior, Wilhelm Stuckart, con el objeto de que me personara cuanto antes en su despacho oficial, para departir con él sobre un asunto del mayor interés y urgencia. Debo exponer a Su Excelencia que la razón de acudir a mí es la de que había trabajado en dicho Ministerio en funciones secundarias y como consejero informal del Señor Stuckart entre los años 1937 y 1940 cuando, como consecuencia de mi matrimonio con una joven medio judía y del cariz cada vez más inhumano que tomaba la política del Reich, decidí abandonar todo contacto con mis anteriores empleadores y asumir las funciones privadas de un abogado especializado en asuntos civiles[54]. La razón de la llamada de Herr Stuckart era la de que se le había convocado, en unión de otros altos funcionarios del Reich, para asistir a una reunión a celebrar el día 9 del mismo mes de diciembre, en las oficinas de la Interpol en el suburbio berlines de Wannsee[55], bajo la presidencia del Director de la Oficina Central de Seguridad (RSHA) y General de la Policía, Reinhard Heydrich, considerado además la máxima figura de las SS, después de Himmler[56]. A juzgar por la copia de una carta de Göring que acompañaba la citación[57], Stuckart entendía que se trataba de resolver de una vez por todas la cuestión judía. Y, en atención a mis especiales conocimientos y al escaso tiempo disponible, me rogó estudiara posibilidades y soluciones para abordar el caso de los mischlinge, es decir, los híbridos de judío y ario, en especial, los de primer orden, a saber, los que tenían dos abuelos hebreos[58]. Quiere decirse que el Secretario del Interior sospechaba que se tratase de igualar en el futuro la consideración de los judíos propiamente dichos -cuyo destino era funesto e irremediable- con los de los mestizos de primer orden, que entendía merecedores de un trato más humano. Como Su Excelencia comprenderá, me tomé muy a pecho el trabajo, aunque solo fuera por afectar directamente a mi esposa, y procuré armonizar el detallismo de las Leyes de Núremberg a este respecto con la conveniencia de unos criterios que, aunque drásticos, evitaran la plena igualación y, en consecuencia, la deportación y exterminio de los mestizos. En esas estaba, cuando recibí una nueva llamada de Stuckart, anunciándome que, por razones no aclaradas, la reunión se aplazaba sine die. No obstante, entendiendo que no parecía tratarse de un aplazamiento largo, el Secretario de Estado me pidió seguir estudiando con afán el caso y reunirme con él para discutirlo en vísperas de la próxima Navidad.

     Finalmente, nuestro encuentro se produjo el 28 de diciembre. Para entonces, según Stuckart me hizo saber con aparente sinceridad, se habían originado cambios en el curso de la guerra, como la fuerte resistencia soviética y la entrada en la misma de los Estados Unidos[59], que hacían suponer que la victoria alemana no sería tan rápida como hasta entonces se pensaba. En consecuencia, Hitler había decidido abordar la cuestión judía en todo su rigor e intensidad en el curso de la guerra, tratando a los judíos de la forma expeditiva con que el Ejército lo hacía con los partisanos enemigos[60]. Aunque el Führer no había descendido al pequeño detalle de los mestizos de primer grado -no menos de cien mil en Alemania, sin incluir a sus esposos o esposas e hijos menores-, Stuckart seguía temiendo que el silencio fuese negativo y permitiera saltarse los límites y cautelas de las leyes existentes, que tanto había contribuido él a redactar. Yo le hice un adelanto de mis ideas, consistente en una defensa activa, pero no a ultranza, del sagrado respeto por la sangre alemana, aunque estuviera mezclada con otra. Donde no fuera posible sostener tal cosa, se trataría de evitar la fatal deportación, a cambio de promover fórmulas claras y de una gran eficacia antijudía, como la esterilización de los hombres y mujeres judíos casados con alemanes e, incluso, de los propios mestizos de primer grado. En cuanto a los alemanes casados con judíos, en vez de que tuvieran que seguir un destino mortal común, verían anulados sus matrimonios, mediante el divorcio forzoso, bien pedido por el cónyuge ario, bien por el Ministerio Fiscal con razones especiales.

Villa donde se celebró la Conferencia de Wannsee (20 de enero de 1942)

 

     Estoy seguro de que Su Excelencia habrá juzgado con repugnancia mi ofrecida solución, en particular, en lo referente a la esterilización, que ha merecido el rechazo de las Leyes por las que se han regido y rigen los Tribunales que están juzgando los crímenes contra la humanidad. Pero mi objetivo era otro, que Stuckart captó al punto, cuando me hizo ver que lo que yo calificaba de una solución clara, drástica y sencilla, era todo menos realizable, en guerra y a corto plazo, por cuando suponía actuar médicamente -incluso por medios quirúrgicos- sobre decenas de miles de personas, con el consiguiente escándalo y repugnancia de sus familiares, incluso de sangre alemana. Y, en cuanto a los divorcios, la plétora de procedimientos y la lentitud de los tribunales harían ineficaz la fórmula, que habría de contar con la oposición de la mayor parte de los cónyuges que podrían divorciarse, sobre todo, si la persona aria era la mujer. Yo decidí hablarle con toda franqueza y le dije que eran precisamente esas dificultades, prácticamente insuperables, las que salvarían a tanta gente de sangre judía y alemana de su exterminio y obligarían al Führer a atenerse a las Leyes de Núremberg, por confusas y tolerantes que las juzgase. Herr Stuckart agradeció mis sugerencias y prometió estudiarlas. Entre tanto, me rogaba que extendiera el análisis a las propias Leyes que ahora regían el estatus de los mischlinge, por si podían introducirse cambios simplificadores y algunas medidas de mayor severidad, que fuesen -me dijo textualmente- el trozo de carne que se echa al perro guardián para que te deje pasar. Le seguí prometiendo mi ayuda, rogándole me avisara de cualquier nueva convocatoria de la reunión, pues entendía que las prisas del Führer acabarían por contagiar muy pronto a Heydrich. Y así fue, en efecto, como le expondré a continuación.

***

     El 8 de enero de 1942, le llegó a Stuckart y demás convocados la nueva invitación para asistir a la conferencia, que se celebraría el día 20 siguiente, en una villa recientemente adquirida por la SD, también en Wannsee[61], de la que ignoro su estado actual, ni si existirá. En consecuencia, el Secretario de Estado me urgió a dejar cuantas otras tareas tuviese entre manos y prepararle un amplio borrador para el problema de los mestizos. En consecuencia, me declaré enfermo, para librarme de la asistencia a las diligencias judiciales que tenía señaladas, y me retiré, en unión de mi esposa y de nuestro pequeño hijo, a otra villa de Wannsee, próxima a la de la reunión y propiedad de la familia judía de los Liebermann[62], y allí trabajé, tranquila e incansablemente, en mil y un proyectos, que acabaron cristalizando en una normativa que diera amplio juego a Herr Stuckart, en función de cómo se desarrollara la reunión y de las presiones que presumiblemente iba a recibir de Heydrich. Se trataba de insistir en las fórmulas de la esterilización como alternativa voluntaria a la deportación y de la petición de divorcio automático, en el caso de que una persona no judía no quisiera seguir el triste destino de su cónyuge judío. De manera que, tal vez, Su Excelencia considere interesada, trataba de evitar el paso a campo de concentración de personas con hijos que pudieran considerarse alemanes, así como de los mayores de 65 años -aproximadamente, la tercera parte de los implicados-y de personajes de notoriedad pública y héroes o inválidos de guerra, para los que se reservaría una plaza en residencias o guetos en buenas condiciones, aunque tuviera que correr su manutención a cargo de los albergados. Di por acabado mi trabajo el 16 de enero de 1942, fecha en que lo entregué al Secretario de Estado, quien me mandó volver al día siguiente, por si precisaba de alguna aclaración al texto. Tan solo retocamos, en tal ocasión, lo referente a la relevancia de profesar, o no, la religión judía, o pertenecer a comunidades hebreas, que Stuckart rechazó definitivamente como criterio de judaísmo; en cambio, se propuso potenciar la exención basada en cualidades especiales de la persona, apreciadas por el Partido o el Estado, seguramente en la línea simplista del Mariscal Göring de que él daba y quitaba credenciales de hebraísmo.

     Como Su Excelencia comprenderá, desconozco de propia mano cómo se desarrolló la reunión de Wannsee, ni si el acta que se ha recuperado de lo tratado en ella se ajusta a la verdad, pero sí puedo asegurar que la conferencia se celebró pues, Herr Stuckart tuvo la gentileza de comunicármelo personalmente, señalando que, tras una dura controversia con Heydrich y otros asistentes, en la que él no recibió apoyo directo de ninguno, había logrado salvar la vida de los mischlinge, sin que las condiciones (esterilización, divorcio) fuesen inmediatamente ejecutivas, dadas las dificultades prácticas existentes. Con todo, me indicó que había hallado en la mayoría de los asistentes tal indiferencia hacia las leyes y la sangre alemana mezclada, que no podía por menos de animarme a que mi esposa e hijo procurasen abandonar el territorio del Reich. Yo le agradecí el consejo y le pedí la ayuda que, a fin de seguirlo, pudiese prestarme. Así me lo aseguró, si bien he de recordar a Su Excelencia que la cooperación, bastante más elevada, del Mariscal Göring, apoyada por la Condesa Schenk von Stauffenberg, y por la renuncia de mi esposa a cobrar una importante deuda que el Mariscal había contraído con su familia, fue lo decisivo para que, en mayo de 1942, mi mujer, mi hijo y yo mismo lográsemos pasar a Suiza y, de ahí, a los Estados Unidos. Lamentablemente, todos los esfuerzos -incluso mediante soborno- para lograr otro tanto con mi padre, resultaron infructuosos, dando ello lugar a que falleciera, al parecer, víctima del bombardeo de Múnich por la RAF[63] de los días 24 y 25 de abril de 1944.

     El Secretario de Estado Stuckart no me informó sobre la identidad de los demás asistentes a la conferencia, excepción hecha del General Heydrich. Por ello, no estoy en condiciones de opinar sobre la posible atribución a alguna autoridad o funcionario de la titularidad de la copia descubierta por Su Excelencia.

     Es cuanto, por ahora y sin haber leído la citada copia, puedo exponer a Su Excelencia, en pro de la efectiva celebración de la reunión de Wannsee y, a grandes rasgos, de lo que en ella se trató y acordó. Quedo a su disposición, para el caso de que decida hacerme partícipe de su contenido, a fin de que pueda darle una más fundada opinión sobre su autenticidad, si es que en ello estuviere interesado[64].

Reinhard Heydrich (1904-1942)

 

 

5.   Cartas de Núremberg

    

     Núremberg, 18 de febrero de 1947.

     Querida Bárbara:

     … He tenido mucha suerte en cuanto al alojamiento pues al personal de servicio de los Juicios nos alojan como sardinas en lata, algo muy atractivo para hacer amistades y tener aventuras, pero poco indicado para un hombre de 38 años, felizmente casado y con un sueño muy ligero. Pero las alternativas, aún estando dispuesto a pagarlas bien, son muy escasas, porque el centro de la ciudad está prácticamente destruido y en el Hotel Central -uno de los muy pocos que siguen prestando servicio- es imposible encontrar habitación. ¿Dónde está, pues, mi suerte? Sin duda en haber hallado una casita de dos plantas, con verja frontera y pequeño jardín -al menos, dicen que lo fue-, en una bocacalle de la céntrica Hebelstrasse, muy próxima al citado hotel, en cuyo restaurante se puede comer rápido y por un precio razonable; desde allí hasta el Palacio de Justicia, hay un corto paseo, que puedo hacer a pie en unos minutos[65]. La casita de Hebelstrasse, 6, pertenece a un matrimonio de jubilados, Alfred y Edwina Schlunk, que me han alquilado dos habitaciones del piso superior, con desayuno incluido y el derecho de libre uso de la cocina, por si quisiera prepararme un tentempié para la cena. Por todo, me cobran veinticinco dólares a la semana, lo que para mí es muy conveniente y para ellos significa un auténtico capital, en moneda codiciadísima en la Alemania de estos tiempos. Milagrosamente, el pequeño edificio está casi intacto…

     … El jefe de los intérpretes es un Teniente Coronel, apellidado Dostert[66], un verdadero genio de las máquinas y la traducción simultánea, que ya puso perfectamente a punto en el Juicio Principal del año pasado. Es un tipo amable, aunque muy exigente, y dispuesto siempre a solucionarte cualquier problema técnico, pero no le vayas con cuestiones de intendencia. Mi paño de lágrimas es un colega traductor, Peter Uiberall[67], que ya estuvo en el Juicio de los Grandes Criminales y se las sabe todas. Cuando se enteró de que tengo trabajo y familia en Norteamérica, no obstante lo cual he regresado a Alemania para poner mi grano de arena en la tarea de castigar a los criminales nazis, casi me da un abrazo y, desde luego, me lo gané como amigo. En cualquier caso, tú sabes bien lo que me ha traído aquí, que no es solo la Justicia, sino un vehemente deseo de vivir acontecimientos históricos y redimirme de pasadas tolerancias y ligerezas, de las que hace ya tiempo que estoy, no ya arrepentido, sino avergonzado…

     Por cierto, a través de Uiberall, he tenido conocimiento de que mi antiguo maestro, el Profesor Mezger apareció por Núremberg, con demasiado descaro para su pasado pro-nazi. En el Juicio Principal del año pasado, colaboró en la defensa del acusado, Konstantin von Neurath, quien finalmente fue condenado a quince años de prisión. Mezger intervino como cooperador del abogado principal, llamado Otto von Lüdinghausen, que -siempre según Uiberall- tuvo un desempeño lamentable[68], centrando la defensa de su patrocinado en lo malo que había sido para Alemania el Tratado de Versalles: Vamos, algo así como echar la culpa de los crímenes del nazismo a los vencedores en la Gran Guerra del 14. Naturalmente, y pese a que von Neurath era uno de los acusados menos relevantes, se ha llevado una larga condena[69], en la que ignoro qué parte deberá a la ayuda de Mezger, quien -y eso es lo que quiero destacarte- no se fue de Núremberg sin un buen susto, pues lo encarcelaron como sospechoso en la llamada cárcel de los testigos y allí estuvo unas semanas, hasta que lo liberaron sin formular cargos contra él. Uiberall ignora en dónde puede encontrarse ahora Herr Professor pero, desde luego, he logrado enterarme de que aún no ha sido readmitido en la Universidad de Múnich; supongo que las Autoridades alemanas estarán instruyéndole el expediente de desnazificación[70]

***

   

     Núremberg, 19 de junio de 1947.

     Querida Bárbara:

     Hoy es un día especial para este juicio, que empieza a ser conocido como el de los Jueces, aunque varios de los dieciséis acusados[71] han sido altos funcionarios del Ministerio de Justicia y la mayoría de ellos compatibilizaron la profesión de juez o fiscal, con ocupar cargos relevantes en dicho Ministerio. Digo que es un día especial porque ha tenido de dimitir el Presidente del Tribunal al hallarse seriamente enfermo, si bien no han precisado la dolencia que lo aqueja, la cual se acumulará al hecho de que debía de ser ya octogenario[72]. Ello ha significado un maravilloso descanso de un par de días, no más, pues ya estaba preparado un adjunto, que ha seguido el juicio desde su comienzo, el 5 de marzo pasado. Con todo, es una contrariedad, pues el enfermo tenía una manera muy correcta de llevar las sesiones y se entendía a las mil maravillas con el juez Brand[73], que ahora pasará a ser el Presidente…

     Me preguntas en tu última carta si no tendré problemas o encuentros poco gratos con algunos de los acusados, dado que yo tuve algo que ver en ese Ministerio. Felizmente para mí -y quizá para la Humanidad- han muerto algunos de los funcionarios a los que conocí antes y durante la guerra, en particular, el siniestro Freisler[74]. De los que aquí están, tengo idea de haber conocido de vista a Herbert Klemm[75] y, por supuesto, al amigo de mi padre, el famoso juez Schlegelberger[76], con quien no actuaré de intérprete, según he convenido con mi jefe, Dostert. Por cierto, la relevancia y personalidad de ese juez, luego Secretario de Estado en Justicia, ha quedado oscurecida ante la insistencia del fiscal en resaltar su intervención en el famoso caso Luftgas, que recordarás, pues se vio en 1941, cuando aún vivíamos nosotros en Berlín[77]. También le han puesto en mal lugar por una remisión de sentencia a un oficial de la Policía[78]. Me parecen naderías, al lado del daño que Schlegelberger hizo colaborando con los nazis con todo su prestigio y apoyando el plan esterilizaciones para personas con presunta deficiencia mental. En su declaración bajo juramento -que seguí con gran interés- manifestó que había apoyado la esterilización de los medio judíos para librarlos del exterminio: Me parecía estar oyendo a Stuckart, pero con una no pequeña diferencia: Schlegelberger fue una de las más grandes y prestigiosas mentes del Derecho alemán, ante todo, juez y profesor, no un político de tantos, que optó por la ley del menor daño y -por qué no decirlo- del mínimo riesgo y esfuerzo personales[79]

     … Me tocó traducir la extensa declaración de la testigo Irene Seiler, principal testigo del caso Katzenberger[80], el más famoso del magistrado de Núremberg, Oswald Rothaug[81], un individuo que me resulta repelente, quien aún no ha prestado declaración y espero que pueda librarme de servirle de intérprete…

     A punto de cerrar esta carta, me llega una nota escrita, remitida por Schlegelberger desde la prisión. Me dice que, habiendo tenido confirmación de mi identidad -pues no estaba seguro de que fuese yo-, quería hacerme llegar sus condolencias por la muerte de mi padre, de quien dice que era un magistrado ejemplar, cuyo desgraciado óbito le ha evitado, no obstante, contemplar y sufrir una parte de este periodo de vergüenza y de miseria[82]. Por desprecio y por seguridad, he optado por no responder a la misiva y dar traslado de la misma a mi superior, Dostert, al tener prohibidas las comunicaciones con los acusados sin previa autorización del tribunal…

Vista general del Palacio de Justicia de Núremberg

***

     Núremberg, 5 de diciembre de 1947.

     Querida Bárbara:

     ¡Se acabó! Quiero decir que, después de nueve meses de juicio, el tribunal dictó sentencia en el día de ayer. De los catorce acusados, tres resultaron absueltos; uno, condenado a cinco años; dos acusados, a siete; cuatro, a diez años de cárcel; otros cuatro, a prisión de por vida. Mi amigo Schlegelberger ha sido de estos, como también Rothaug, Klemm y un tal Rudolf Oeschey, colega de Rothaug en el Tribunal Especial de Núremberg en la época nazi. Por aquí, corren rumores de que la sentencia, en su conjunto, ha sido demasiado benigna; aunque, por otra parte, pocos auguran un cumplimiento efectivo o dilatado de las penas. Con que cumplan la mitad, y veinte años los condenados de por vida, me daría por contento[83], me ha confesado Peter Uiberall, que suele estar bien informado. Al menos, no se espera que la Autoridad Militar[84] desapruebe lo acordado por el Tribunal, como tampoco que nuestro Tribunal Supremo Federal admita los hábeas corpus presentados en nombre de los acusados…

     En los próximos días, gestionaré el billete de avión para volar a los Estados Unidos y estar con vosotros hasta principios del año próximo, cuando está previsto que dé comienzo el llamado Juicio de los Ministerios[85], que, no voy a engañarte, promete tener una larga duración… Comprendo que te sientas molesta por mi larga ausencia de este año, a continuar en el próximo, pero la experiencia ha sido verdaderamente emocionante y catártica. A mayores, el jefe de los Intérpretes, Dostert, me ha felicitado por el trabajo en el juicio recién finalizado, y ha asegurado contar conmigo para el próximo, rogándome acepte el encargo pues, según van pasando juicios y meses, menos estímulo y menos personal hay para implementar las necesidades de lenguas. En el fondo, se trata de que los alemanes siempre miraron mal a quien colaborara con los tribunales militares americanos, y nuestros políticos empiezan a ver como más peligrosos enemigos a los rusos actuales, que no a los nazis del pasado. Yo creo, querida Barbara, que alguien de sangre judía, como tú, no puede entender ni consentir tamaño desatino. Yo, la verdad, tampoco…

     … Por supuesto, ya he comprometido el alquiler en casa de los Schlunk. Les he pagado por adelantado el mes que voy a estar fuera, pero ellos sólo me han aceptado la mitad del precio y, como verás, han comprado para nuestro hijo algún juguete y un pequeño traje regional bávaro, válido para edad alrededor de siete años…

***

     Núremberg, 15 de enero de 1948.

     Querida Bárbara:

     Todos aquí opinan que este será el último de los Juicios de Núremberg y también el más relevante después del Principal, si no fuera porque se empieza a estar un poco harto de este tipo de juicios, considerados perjudiciales para el esfuerzo de guerra fría contra la URSS. Además, se trata de un juicio confuso y elefantiásico, con veintiún acusados de las más variadas procedencias administrativas y casi desconocidos para el gran público. En lo que a mí respecta, ya sabes que solo siento interés por el Secretario de Estado del Ministerio del Interior, Wilhelm Stuckart[86]. En ese sentido, me llevé una sorpresa -no la llamaré decepción- cuando no lo vi en la sala del juicio. La razón es que se encuentra ingresado en un hospital de Núremberg, bajo la debida vigilancia militar, para tratarse de un grave proceso cardiovascular, con hipertensión, síndrome anginal y degeneración de miocardio. Antes de intentar visitarlo, hablé directamente con su abogado principal, Herr Zwehl[87], a quien entregué una nota expresiva de mi identidad y de mi interés por su salud. Días después, el Defensor me hizo saber que su patrocinado me recordaba con afecto, que agradecía mis buenos augurios para su salud y que no consideraba oportuno que lo visitara en el hospital, esperando que nos veamos, si algún día puede venir al Palacio de Justicia para tomar parte personalmente en el juicio. Uiberall me ha informado a este respecto de que el Fiscal Jefe, Kempner[88], cree que se está exagerando la enfermedad de Stuckart, con el propósito de no dar la cara en el juicio y conseguir en su día una sentencia más benigna. Yo no sé qué pensar. Lo que sí puedo decirte es que se le imputan cuatro de los ocho tipos de delito que en este proceso se enjuician, entre ellos, atrocidades y ofensas cometidas contra poblaciones civiles -entiéndase, los judíos-, saqueo y expoliación, y pertenencia a organizaciones criminales -en particular las SS-[89]

   

***

     Núremberg, 10 de octubre de 1948.

     Querida Bárbara:

     Al fin llegó el momento de que Herr Stuckart se creyese en condiciones de comparecer ante el tribunal y declarar[90].  Como creo haberte escrito en otra carta anterior, ya lo han hecho, tanto Lösener, como Globke, de forma bastante favorable hacia su antiguo superior, y con referencias constantes a la Conferencia de Wannsee, que ya se ha convertido en un hito insoslayable en los Juicios de Núremberg, desde que se encontró el acta que de la misma se levantó…

     Stuckart, en efecto, daba la penosa impresión de una persona sin condiciones para someterse a un largo y severo interrogatorio, pero poco a poco fue recobrando prestancia y energía, hasta resistir satisfactoriamente ¡seis sesiones! de preguntas por parte del fiscal y de sus defensores. Sinceramente, no creo que ello hubiese sido posible de estar tan enfermo como se ha asegurado. Por supuesto, no solo contestó, sino que lo hizo de forma plenamente coherente con su tesis, a saber, que él era un funcionario intermedio; que no sabía, ni tenía por qué saber, de despojos o expoliaciones a personas o instituciones malquistas por el Régimen; que no tuvo nada que ver con la decisión de deportar a los judíos, aunque supuso cuál sería su funesto destino a partir de la reunión de Wannsee, pero no antes; que su aceptada sugerencia de cambiar deportación inmediata por hipotética esterilización fue la forma de salvar la vida a más de cien mil híbridos judíos; que, aunque miembro de las SS y de la SA por razones formales de su cargo, nunca ejerció funciones propias de dichas organizaciones, ni dio órdenes a quienes habían sido sus subordinados en las mismas[91]

     Al concluir su segunda sesión de declaraciones, con el debido permiso del tribunal, nos entrevistamos en la sala de espera asignada en el Palacio de Justicia para los acusados y sus guardianes. Hablamos durante unos diez minutos, acerca de su salud; de nuestra acogida en los Estados Unidos; de mi trabajo como intérprete y el lugar de Núremberg en que me he acomodado. Recordé -para no llevar la conversación por temas conflictivos- su ayuda y la del Mariscal Göring para que pudiésemos pasar a Suiza sin especiales dificultades y con un equipaje bastante valioso. Íbamos a comentar algo sobre el previsible final de este juicio, cuando un sargento de la policía militar irrumpió en la habitación y dio por terminada la entrevista, ordenando a los guardias presentes que se llevaran al acusado de nuevo al hospital. Stuckart se despidió con una sonrisa y me dijo: No se preocupe por lo que pueda depararme la sentencia: Siempre será mucho mejor que lo que hemos pasado. Ese hemos se me ha quedado grabado pues demuestra que, para Stuckart, yo soy uno de los suyos. En cierto sentido, y pese a mi padre y a ti misma, no deja de tener razón…

***

     Núremberg, 19 de noviembre de 1948.

Querida Bárbara:

     Ayer concluyeron las audiencias y quedó suspendido el juicio, hasta el momento incierto en que el Tribunal dicte sentencia y la comunique a los acusados. Stuckart no estaba presente y su abogado principal, el Doctor Zwehl, renunció en su nombre a hacer uso del derecho a la última palabra. Era de esperar…

     … No tendré más remedio que permanecer en Núremberg, a disposición del tribunal, pues he sido uno de los intérpretes seleccionados para ello por inexorable decisión de los magistrados, debida a mis conocimientos jurídicos y de la Administración del finiquitado Reich. Lo siento muchísimo, pues lo más probable es que la sentencia pueda demorarse varios meses, habida cuenta de su complejidad. Pero insisto en que debemos aprovechar este tiempo, de forma que nos sea útil para tomar una decisión sobre el futuro de nuestras vidas: ¿Ha de estar en la nueva Alemania, o en los Estados Unidos? No creo que podamos resolver con sentido, si no lo hacemos juntos, una vez que tú y yo vivamos aquí unos meses y, en lo posible, viajemos por esta zona del país, visitando Múnich y otras ciudades donde podríamos vivir. Nada digo de Berlín, con el aislamiento y división que le aquejan y que sabe Dios cuánto han de perdurar[92], pero sí de esta Baviera, que conozco bien. Ya comprendo que, por razones escolares y otras, Karl habrá de quedarse en Texas, con su abuela y el resto de la familia, pero tú puedes venir sin problemas: Me lo han asegurado las Autoridades americanas de ocupación. Tendrás a tu disposición billetes de avión, y los Schlunk te esperan con los brazos abiertos… Aunque, por lo que ya sabemos, hay pocas posibilidades de que encuentres a familiares tuyos en Alemania, al menos tendrías la oportunidad de encontrarte con personas amigas…

***

     Núremberg, 16 de abril de 1949.

     Querida Bárbara:

     Ya te decía que la sentencia no se haría mucho de esperar, aunque comprendo que, con las ganas de volver junto a Karl, no te quedases aquí más tiempo. Lo cierto es que ya ha acabado el juicio y, tras una gran fiesta de despedida -te envío la foto que nos hicimos todos los intérpretes en la escalinata del Palacio- ya nos aprestamos a liar el petate y tomar el avión que nos llevará hasta Hamburgo, en donde cogeremos un barco hasta Nueva York. Nos han prometido que será un buen trasatlántico, pero, con tal de regresar pronto a casa, casi todos los conformaríamos con un vetusto carguero.

     Voy con la sentencia. Por supuesto, no ha habido condenas a muerte, pero tampoco a prisión de por vida. La condena más severa ha sido a 25 años de cárcel, a Gottlob Berger, un alto cargo operativo de las SS. Por debajo, dos condenas a 20 años; tres a 15; dos a 10; seis a 7 años; una a 6; dos a 5; una a 4, y dos absoluciones. Falta un acusado y ese es precisamente Herr Stuckart. ¿Qué han hecho con él? Pues condenarle al mismo tiempo de prisión que ya tenía cumplido preventivamente: tres años, diez meses y veinte días; no diré de prisión, pues han sido más bien de estancia vigilada en un hospital. De modo que no puede haber salido mejor librado. El Tribunal justifica su llamativa decisión en el hecho de que, tal y como está de enfermo, llevar a la cárcel a Stuckart sería tanto como imponerle pena de muerte. El tiempo dirá si los magistrados están en lo cierto o han sido engañados por un nazi muy listo, con la complicidad de los médicos alemanes y la benevolencia de los americanos. A lo mejor, el ex Secretario de Estado acaba viviendo más que nosotros[93]

     … ¿Qué pasará con el resto de las condenas? Mi oráculo, Uiberall, cree que no se cumplirán durante mayor lapso que la de Stuckart. Una vez más, será el tiempo quien dé y quite razón[94]. Pero, para entonces, Karl, tú y yo viviremos felices en San Marcos y puede que no volvamos a tener noticia de cuanto acontezca con estos nazis que han salido tan bien librados.

 

 

6.   Breve epílogo


     El autor de las cartas transcritas en este relato, Udo Faber, vivió a partir del final de los Juicios de Núremberg, en los Estados Unidos, en concreto en la localidad de San Marcos (Texas), en cuya Universidad explicó Derecho Penal, siendo famosos sus cursos monográficos sobre los citados juicios, los impartidos acerca de la influencia de la discriminación racial de los Estados Unidos en la legislación nazi, así como de la esterilización forzosa, admitida en algunos de sus Estados[95]. Jubilado en 1978, falleció de muerte natural en 1985. Su esposa, Bárbara, lo sobrevivió diez años, dejando aún en el mundo a su hijo, Karl, mischlinge de segundo grado, y a tres nietos.

     El epistolario de Udo Faber referente a su etapa alemana fue depositado por su hijo en la biblioteca Alkek de la citada Universidad, para conocimiento y utilización por los estudiosos del Holocausto y del nazismo, en general.

 

Alkek Library (San Marcos, Texas), cuando su inauguración (verano de 1990)

 



[1]  Se trata de Hugh Pitcairn (1845-1911). Fue el primer Cónsul General de los EE.UU. en Hamburgo, entre 1903 y 1908.

[2]  Para entender parte de lo que se recogerá luego en las cartas, debe recordarse que es tradición en las Universidades alemanas la de simultanear la titularidad de la docencia penalista con la de la Filosofía del Derecho.

[3]  Se alude al catedrático de Derecho Penal, Dr. Edmund Mezger (1883-1962), de quien posteriormente se tratará con mayor detalle y matices.

[4]  Se trataba de Georg Neithardt (1871-1941), que presidió el Tribunal que, con extraordinaria benignidad, juzgó a Hitler, por el putsch de Múnich, en 1924. Véase, Otto Gritschneder: Der Hitler-Prozeß und sein Richter Georg Neithardt. Skandalurteil von 1924 ebnet Hitler den Weg, C.H. Beck, München 2001; de manera más resumida, Mismo Autor, Der bayerische Richter Georg Neithardt und sein folgenschweres Hitler-Urteil von 1924, NJW (Neue Juristische Wochenschrift), 2001, pp. 484 y ss. Neithardt presidió el Oberlandesgericht (Tribunal Superior) de Múnich entre 1933 y 1937, en que se retiró, con la gratitud expresa del Führer.

[5] Libro aparecido el 18 de julio de 1925, en el que Adolf Hitler vertía detalladamente su ideario y propósitos políticos.

[6] Pequeña y pintoresca localidad de Texas (entonces, de unos 6.000 habitantes), muy movida por radicar en ella el campus de la Texas State University, fundada en 1899.

[7]  Hago la observación de que los conocimientos de español de Udo Faber habían sido adquiridos en Texas, a partir de su frecuente contacto con inmigrantes mejicanos.

[8] Con la debida cautela ante ciertos errores y juicios discutibles, es esencial, como resumen de las personalidades aludidas en el relato, la consulta de: Ernst Klee, Das personenlexikon zum Dritten Reich. Wer war was vor und nach 1945, Fischer Taschebuch Verlag, Frankfurt am Mein, 2003, 2005 et alt. El libro clásico sobre los juristas filonazis es: Ingo Müller, Furchtbare Juristen, aparecido en 1987 y actualmente asequible como e-book de Kindle; hay varias traducciones al español, con el título de Los juristas del horror (edit. Actum de Venezuela, 2006; Dykinson en España, 2010, etcétera).

[9] Sobre el profesor Mezger (ver antes, nota 3), en los aspectos aludidos en este capítulo, véase el texto capital de Francisco Muñoz Conde, Edmund Mezger y el Derecho Penal de su tiempo. Estudios sobre el Derecho Penal del Nacionalsocialismo, 4ª edición, Tirant lo Blanc, Valencia, 2003, en especial pp. 87-88, 156-157 y 358-376. El libro tiene completo y libre acceso por Internet: ¡Gracias a los responsables de ello!

[10] Toda esta temática me es muy familiar, al haberle dedicado tres entradas en este blog: El extenso y documentado ensayo, titulado el Derecho y los Indios en los Estados Unidos; el relato de ficción, muy apegado a la realidad, Un reportero entre los Comanches; y el ensayo biográfico y fílmico, Dos indios de película (II): Quanah Parker, el comanche.

[11] Hans Frank (1900-1946), jurista y político formado en la Universidad de Múnich, Presidente de la nazi Academia del Derecho Alemán, de la que Mezger fue ab origine uno de sus cien miembros. Volcado en la política a partir del comienzo de la guerra, fue nombrado Gobernador de los Territorios del Gobierno General (Polonia y Repúblicas Bálticas, así como Bielorrusia), cargo que desempeñó entre 1939 y 1945. Juzgado como criminal de guerra y contra la Humanidad en Núremberg, Frank fue condenado a muerte y ahorcado, el 16 de octubre de 1946.

[12] En 1935, Mezger publicó con la colaboración de Hans Frank el Nationalsozialistischen Handbuch (tratado para la orientación jurídica del estado nazi) y Der strafrechtliche Schutz von Staat, Partei und Volk (La protección penal del Estado, del Partido y del Pueblo).

[13] (Louis Rudolph) Franz Schlegelberger (1876-1970), notable jurista y magistrado alemán, que se dejó cortejar y dominar por los nazis, colaborando activamente con estos en leyes y procesos considerados crímenes contra la Humanidad. Por ello fue sentenciado a cadena perpetua en 1947, en el llamado Proceso de Núremberg a los Jueces, siendo indultado en 1951 por supuestas razones de edad y de salud.

[14] Karl Roland Freisler (1893-1945), uno de los más destacados juristas de carácter nazi, primero, como alto funcionario del Ministerio de Justicia, y, a partir de 1942, como atrabiliario Presidente del Volksgerichthof (Tribunal del Pueblo), calculándose que en dos años y medio, firmaría unas 2.600 sentencias a pena capital, casi todas ejecutadas. Murió en el curso de un bombardeo aéreo. Su sugerencia de definir la raza judía por la mayor pigmentación melánica de la piel es cierta.

[15]  La pregunta de Udo Faber no tiene fácil respuesta. La contestación afirmativa tiene ilustrados partidarios. Véase, a título de ejemplo, James Q. Whitman, Hitler’s American model: The United States and the making of nazi race law, Princeton University Press, Princeton, 2017. Sobre la citada influencia en la política de anti mestizaje, véase: Dan Rodríguez García, La mixofobia como política de Estado en la Alemania nazi, Revista de Demografía Histórica, XXXII, II, segunda época, 2014, pp. 117-146.

[16]  Leyes presentadas en el VII Congreso del Partido Nazi de Núremberg el 15 de septiembre de 1935 y aprobadas por el Reichstag, que constituyeron la base legal de la discriminación contra los judíos en Alemania. Son breves y pueden hallarse fácilmente en Internet, traducidas al español. Tal vez sus dos claves sean el privar a los judíos de la nacionalidad alemana y prohibirles contraer matrimonio o tener relaciones sexuales con alemanes de sangre. Inferencias que se extraen de ellas son la determinación de la condición de judío por la raza (no por la confesión religiosa) y la exclusión de los judíos de ciertos cometidos o profesiones (cada vez más).

[17] Hans Globke (1898-1973), destacado jurista y alto funcionario nazi, que siguió su, para él, exitosa carrera durante la Administración del Canciller Konrad Adenauer, entre 1949 y 1963.

[18]  Se trataba de Wahrhald Drascher (1892-1968), autor de Die Vorherrschaft der weissen Rasse, Deutsche Verlag-Anstalt, 1936.

[19]  El mayor especialista en temas de judaísmo y Wehrmacht es, precisamente, un profesor estadounidense, Bryan Mark Rigg, autor de varios libros a este respecto, entre los cuales, Hitler's Jewish Soldiers: The Untold Story of Nazi Racial Laws and Men of Jewish Descent in the German Military, University Press of Kansas, 2002.

[20] En Decreto de 4 de octubre de 1936, se haría explícita la conexión del concepto de judío con la raza o estirpe, no con la religión, al señalar que la adopción de otra religión, incluso la cristiana, no liberaba a quien era legalmente judío de ese estigma jurídico.

[21] Está acreditado que Mezger se afilió, en realidad, al NSDAP en 1937. Más dudosa es la fecha de su incorporación a las SS: Suele sostenerse que tal incorporación data de 1938, pero Muñoz Conde, obra citada en la nota 9, p. 372, asegura haber examinado documentos que acreditan el pago de cuotas a las SS, desde el 1 de enero de 1936. En cualquier caso, es cuestión de fechas.

[22] Viene a equivaler a un sobresaliente y también se expresa como sehr gut, es decir, muy bueno. La más alta calificación es Summa cum laude, o mit Auszeichnung (con distinción).

[23] O kippah, tocado ritual judío que, cuando menos, se usa por los varones en los lugares sagrados o de respeto.

[24] Woodrow Wilson (1856-1924), Presidente de los Estados Unidos entre marzo de 1913 y marzo de 1921.

[25] Redacción original alemana: Ich schwöre: Ich werde dem Führer des Deutschen Reiches und Volkes Adolf Hitler treu und gehorsam sein, Die Gesetze beachten, und meine Amtspflichten gewissenhaft erfüllen, tan wahr mir Gott helfe.

[26] Udo Faber hace una festiva alusión (ein witz) a Friedrich Schlegel (1772-1829), uno de los precursores del Romanticismo literario y filosófico en Alemania.

[27] Véase antes, nota 14 y texto a que la misma se refiere.

[28] El propio Hitler, en Mein Kampf, responsabilizaba a los judíos por la introducción en Alemania de los primeros individuos de raza negra, en calidad de esclavos o de criados de ínfima categoría. En todo caso, era un grupo mínimo, en comparación con lo que se estaba produciendo en Francia, con la inmigración de negros de las colonias y con las unidades militares indígenas: Hitler calculaba que, en unos trescientos años, habría un Estado francés uniforme y mestizo, desde el Rhin, al Congo. Creo que en esta materia Hitler pudo quedarse muy corto en cuanto al territorio y muy largo en el tiempo necesario.

[29] Aplicando el Génesis (hijos de Noé) al mundo entonces conocido, se entendió que los semitas formaron las razas judía, árabe y otras del Medio Oriente; los camitas poblaron África y se volvieron negros; los descendientes de Jafet se extendieron por Europa.

[30] Mischling (plural, mischlinge) equivale a mestizo. En el idioma alemán, se aplicó de preferencia a los medio judíos de todas clases, pero también se empleó el término para los hijos de militares negros de las tropas de ocupación y de mujeres alemanas, al acabar la Segunda Guerra Mundial. El País de los Mischlinge es una humorada de Udo Faber, recordando los nombres sonoros e imaginarios empleados por el escritor Jonathan Swift en sus famosísimos Viajes de Gulliver (1726).

[31] Bernhard Lösener (1890-1952), jurista y político nazi, especializado en legislación sobre el problema judío. Ha sido muy controvertida su postura en los momentos finales del nazismo, así como su muy benigna desnazificación después de la Guerra. Sus trabajos legislativos y memorias han sido agrupados y compendiados en un libro: Karl A. Schleunes (editor), Legislating the Holocaust. The Bernhard Loesener memoirs and supporting documents, Routledge, 2001.

[32]  Dichas estampas proceden de óleos del siglo XVIII de la zona de Nueva España (Méjico actual). La mejor colección creo que es la del Museo de América de Madrid. A título de ejemplo de reproducciones, véase: María Luisa Laviana Cuetos, La América española, 1492-1898, en Historia de España, fascículo 14, Historia 16, Madrid, 1996, cubierta y pp. 46-51 y 79-85.

[33]  En Internet hay numerosas páginas, incluida la Wikipedia, que reproducen ese cuadro general, tanto en alemán, como en español. Yo lo recojo como ilustración al ensayo pero, dados los tamaños de original y reproducción, resulta imposible leer el texto que acompaña a los circulitos de cada caso.

[34] Véase antes, nota 17.

[35]  Artículo 48, parágrafo 2 de la citada disposición legal. Aunque estaba claro contra quién iba dirigida, lo cierto es que solo se hizo explícito en una instrucción general del Ministerio de Justicia, de 24 de septiembre de 1941, la cual señaló que los testamentos en favor de los judíos no eran válidos (es decir, ya no fue necesario que los tribunales valorasen su disconformidad con el sentir popular).

[36]  Wilhelm Frick (1877-1946), Ministro del Interior del Reich de 1933 a 1943. Fue juzgado como criminal de guerra, condenado a muerte y ejecutado en la horca, en Núremberg, el 16 de octubre de 1946.

[37]  Acuerdo firmado el 30 de septiembre de 1938 entre Alemania, Inglaterra, Francia e Italia, por el que la primera logró incorporar a su soberanía el llamado País de los Sudetes, en perjuicio de Checoslovaquia, cuyo Gobierno ni siquiera fue invitado a participar en las conversaciones, ni del pacto final alcanzado.

[38]  Melitta, Condesa Schenk von Stauffenberg -nacida Schiller Erbstein- (1903-1945), cuñada del famoso Klaus Schenk von Stauffenberg, que atentó contra la vida de Hitler el 20 de julio de 1944. Fue una destacada piloto de pruebas de aviones militares y falleció en vísperas del fin de la II Guerra Mundial, derribada por un aparato norteamericano. Breve biografía de la conocida por Melitta Schenk, o Schiller, en el folleto de Ernst Probst, Melitta Schenk Gräfin von Stauffenberg. Deutsche Fliegerheldin mit Gewissensbissen, Grin Verlag, 2010 (hay biografías del personaje mucho más extensas).

[39] Siglas de Sturmabteilung, especie de guardia de corps y fuerza parapolicial de asalto del Partido nazi. Entre 1934 y 1943, estuvo mandada por Viktor Lutze, por delegación del Führer.

[40]  Hermann Goering (1893-1946), mariscal de campo de la Luftwaffe, Ministro de Aviación (1933-1945) y Vicecanciller del Reich (1941-1945). Condenado a muerte en Núremberg como criminal de guerra y contra la humanidad (1946), se suicidó mediante ingestión de una cápsula de cianuro potásico.

[41]  La Kristallnacht, o Noche de los cristales rotos, estallido político de violencia antijudía en toda Alemania, con el pretexto del homicidio de un diplomático alemán por un judío refugiado en París. El resultado supuso el asesinato de entre noventa y cuatrocientos judíos; treinta mil judíos detenidos y enviados a los campos de concentración; destrucciones y saqueos en 1.570 sinagogas (gran parte de las de Alemania) y en unos 30.000 negocios de judíos. Los daños fueron calculados en unos mil millones de marcos (equivalentes a unos 240 millones de dólares de la época y, en consecuencia, a unos 4.800 millones de dólares actuales). La desfachatez de las autoridades del Reich las llevó a negar toda indemnización a los damnificados (ni siquiera mediante los seguros contratados), exigiendo en cambio que fuesen los judíos los que pagasen los cristales rotos, en concepto de multa por alteración del orden.

[42] El americano volador, tal vez, por imitación del título de la ópera de Wagner, Der fliegende Holländer (1843), traducido en España como El holandés errante.

[43] El Distrito Steglitz-Zehlendorf es el más sur-occidental de Berlín y comprende la zona lacustre de Wannsee.

[44] Duración orientativa que atribuían los nazis más optimistas al Estado nacido con su régimen en 1933.

[45] En español, perros pastores.

[46] Seguramente, por el hecho de haberse casado con una mischling, cosa que Udo Faber seguía sin confesar a su padre, por lo que se deduce de esta carta.

[47]  Se alude a Wilhelm Stuckart, que era Secretario de Estado del Ministerio del Interior del Reich.

[48] Karl Roland Freisler era también Secretario de Estado, pero en el Ministerio de Justicia.

[49] Dicha norma permitió, por primera vez en el Derecho alemán, sentenciar a pena capital a verdaderos adolescentes, incluso alrededor de los 16 años de edad. Se calcula en unos 72 jóvenes los que fueron ejecutados al amparo de este Decreto. El más famoso fue Helmuth Hübener, que lo fue en 1942 por repartir propaganda antibélica.

[50] Estas y otras ideas sobre tribus criminales o personas de comunidades ajenas a la Nación fueron plasmadas posteriormente, por escrito o en proyectos legales, entre 1943 y 1945.

[51] Telford Taylor (1908-1998), militar y jurista norteamericano, famoso, no solo por su actuación en los Juicios de Núremberg, sino por el enfrentamiento con la caza de brujas del Macartismo y contra los abusos y mentiras de la Guerra de Vietnam. Buen resumen biográfico en la necrológica del New York Times (25 de mayo de 1998, p. 13), a cargo de Richard Severo. Obra de Telford Taylor es el libro, Anatomy of the Nuremberg Trials: A personal memoir, Skyhorse, Nueva Tork, 1992, con ediciones ulteriores y en e-book.

[52] Se trata del llamado Juicio de Núremberg contra los Jueces, aunque no todos lo fuesen. Inicialmente, los acusados fueron dieciséis, pero uno de ellos se suicidó antes de que comenzara el juicio. Las sesiones duraron hasta el 4 de diciembre de 1947. La sentencia condenó a once de los acusados a penas de cárcel (cuatro de ellas, de por vida), absolvió a otros tres y no llegó a dictar sentencia contra otro, por enfermedad que le incapacitaba para comparecer ante el tribunal. Por indulto u otros motivos, para 1956 todos los condenados habían recobrado la libertad.

[53] La copia auténtica del acta -una de las treinta que se entregaron a los asistentes y/o se guardaron en los archivos- llevaba el número 16 y estuvo en poder del Subsecretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hans Luther (1979-1962), quien la archivaría en dependencias del citado Ministerio, aledaño al de la Cancillería del Reich, donde dio con ella y la valoró adecuadamente, bien el propio general Telford Taylor, bien su fiscal ayudante, Robert Kempner (1899-1993).

[54] Se observará la forma un tanto ambigua y poco comprometedora con la que Udo Faber alude a su paso por la Oficina de Asuntos Judíos, del que hemos tenido noticia por sus cartas desde Berlín del capítulo 3.

[55]  La dirección exacta era Am Kleinen Wannsee, 16.

[56] Reinhard Heydrich (1904-1942), además de los cargos y rangos citados en el texto, era la máxima autoridad (Reichsprotektor) de Bohemia y Moravia, por lo que sufrió un atentado mortal en Praga en mayo de 1942. La RSHA (Reichssicherheitshauptamt) era un departamento u oficina dentro del Ministerio del Interior, dotado de autonomía propia y gran fuerza práctica, incrementadas, en el caso de Heydrich, al ser realmente la máxima figura y autoridad de las SS, tras Heinrich Himmler.

[57]  Esa carta, fechada el 31 de julio de 1941, no solo ponía sobre la pista de que se trataba de implementar la llamada solución final (holocausto judío), sino que dejaba a la Oficina dirigida por Heydrich la coordinación de las medidas para llevarla a efecto.

[58]  Los mischlinge de segundo orden eran los que tenían un solo abuelo judío, los cuales, aun discriminados, no tenían peligro de muerte o deportación. Los híbridos con tres abuelos judíos eran considerados como judíos puros, a los efectos legales.

[59]  Una fuerte contraofensiva rusa en el frente de Moscú se había iniciado el 5 de diciembre de 1941, forzando una significativa retirada de la Wehrmacht. Tras el bombardeo de Pearl Harbor y la declaración de guerra de los Estados Unidos al Japón, Alemania declaró la guerra a los EE.UU. el 11 de diciembre de 1941.

[60]  Reuniones de Hitler con cargos del Partido nazi y con Himmler, en 12 y 18 de diciembre de 1941.

[61] SD son las siglas de Sicherheitsdienst, traducible por Fuerza de Seguridad. La villa tenía -y tiene- la dirección de Am Grossen Wannsee, 56-58. Fue una destacada obra del arquitecto Paul Otto Baumgarten, construida como casa de recreo hacia 1915 para Ernst Marlier, pasando en 1921 a manos del poco escrupuloso industrial, Friedrich Minoux y, de este, por venta forzada y no pagada, a la fundación Stiftung Nordhav, controlada por Reinhard Heydrich. Actualmente (2021)  acoge un pequeño museo, en recuerdo del Holocausto.

[62] Esta villa, también obra del arquitecto Baumgarten, había sido encargada por el notable pintor, así mismo judío, Max Liebermann (1847-1935), cuya viuda, Martha (1857-1943) prefirió suicidarse a ser trasladada forzosamente al campo de concentración privilegiado de Theresienstadt. La citada villa, convertida prácticamente en museo con obras de Liebermann, tiene actualmente la dirección de Colomierstrasse, 3.

[63]  Siglas de las fuerzas aéreas británicas: Royal Air Force.

[64]  El libro clásico sobre la Conferencia de Wannsee, felizmente traducido al español, es: Mark Roseman, La villa, el lago, la reunión, RBA, Barcelona, 2002. La transcripción literal de la única acta hallada de la reunión es fácil de encontrar en Internet, traducida también al español, por ejemplo, en la página web, www.lasegundaguerra.com. Buen resumen de los temas jurídicos tratados y de las posturas de los intervinientes en: Dr. Peter Weber, Die Mitwirkung der Juristen an der Wannsee-Konferenz. Vortrag auf der Tagung: Der Beitrag der Juristen zur Verfolgung und Ermordung der Juden, Johann Wolfgang Goethe- Universität, Frankfurt am Main, 08-04-2004. Útil, en idioma alemán, Christian Mentel, Links zur Wannsee-Konferenz, en www.zeitsgeschichte-online.de.

[65]  Un libro excelente sobre el ambiente y personajes secundarios de los Juicios de Núremberg es: Hilary Gaskin, Eyewitnesses at Nuremberg, Arms and Armour, Londres, 1ª edición, 1990.

[66]  Léon Dostert (1904-1971), norteamericano de ascendencia francesa.

[67] Peter Uiberall (1911-2007), nacido en Viena en una familia judía. Emigró a los EE.UU. en 1938, nacionalizándose americano, abrazando la carrera militar, con diversos destinos en el extranjero, entre ellos, el de intérprete en Núremberg. Véase libro citado en nota 65, pp. 7 a 13 et alt.

[68]  Por tanto, creo que está equivocado Muñoz Conde (obra citada en la nota 9, p. 358) cuando, con base en la mediocre biografía de Von Jan sobre Mezger, entiende que la ayuda fue hecha al abogado principal, Alfred Seidl, dado que este no defendió a Konstantin von Neurath, sino a Rudolf Hess.

[69] La cual no cumplió en su totalidad, pues fue liberado en 1954 por enfermedad; moriría en 1956, a los 83 años de edad.

[70] En efecto, Udo Faber estaba en lo cierto. En dicho proceso, concluido en febrero de 1947, Mezger fue incluido en el grupo IV, o de los mitläufer, el menos grave, el de los colaboracionistas o seguidores del nazismo, y fue condenado al pago de una multa de 2.000 marcos. Al año siguiente, 1948, pudo incorporarse ya como catedrático de Múnich, hasta su jubilación por edad, en 1953. Sobre todo esto, véase el libro de Muñoz Conde, citado en la nota 9, pp. 370-377.

[71] En realidad, uno de ellos se suicidó antes de que comenzara el juicio y otro no fue juzgado, al no permitirle su enfermedad afrontar el curso final del proceso. Por tanto, juicio y condena tuvieron virtualidad solo para catorce inculpados. La cita oficial de este Juicio de los Jueces es: Los Estados Unidos de América vs. Josef Alstötter et al.

[72]  Se trataba del magistrado, Carrington Tanner Marshall (1869-1958), que había sido Presidente del Tribunal Supremo del Estado de Ohio (1921-1932).

[73]  James Tenney Brand (1886-1964), juez del Tribunal Supremo del Estado de Oregón, del que llegaría a ser su Presidente (1951-1953).

[74]  Véase antes, nota 14.

[75]  Herbert Klemm (1903-c.1961), quizá el más relevante de los funcionarios acusados en este Juicio de los Jueces. Consejero ministerial (1939), Secretario de Estado (1941) y, finalmente (1945), Ministro de Justicia por unos días al final de la guerra. Fue uno de los cuatro acusados condenados a cadena perpetua, si bien salió en libertad condicional en 1957.

[76] Véase sobre él la nota 13. Su declaración en Núremberg se produjo en cuatro sesiones, del 26 de junio al 1 de julio de 1947; por tanto, poco después de esta carta de Udo Faber.

[77] Marcus Luftgas fue acusado de acaparamiento y condenado por Schlegelberger a dos años y medio de prisión. Hitler reclamó, como máximo Juez del Reich, que se impusiera al reo la pena de muerte, cosa que hizo y firmó Schlegelberger, previa la oportuna protesta.

[78] Se trataba de un oficial de Policía, convicto de haber vapuleado con severidad a un judío confidente, pese a lo cual fue absuelto por Schlegelberger, pues -según él- la condena podría afectar a la moral de sus compañeros policías.

[79] Por si, como es costumbre, se considera al personaje de Ernst Janning de la película ¿Vencedores o vencidos? (Judgement at Nuremberg, Stanley Kramer, 1961) como un trasunto de Franz Schlegelberger, diré que la última palabra de este en la sala de juicios fue terminantemente a la defensiva, sin reconocer para nada su propia culpa o responsabilidad: véase, Trials of War Criminals before the Nuernberg Military Tribunals, vol. III, p. 941.

[80]  El famoso caso Katzenberger (1942) supuso la condena a muerte (en vez de la habitual a cadena perpetua) del judío, Leo Katzenberger, de 67 años, por supuestas relaciones sexuales con la joven aria, Irene Seiler, de 21 años, pese a que uno y otra las negaron y solo existían pruebas circunstanciales. Irene Seiler declaró ante el Tribunal de Crímenes de Guerra el 26 de marzo de 1947 y su extensa manifestación comprende 33 páginas mimeografiadas.

[81] Oswald Rothaug (1897-1967), Presidente del Sondergericht (Tribunal Especial) de Núremberg, fue uno de los cuatro condenados a cadena perpetua en el Juicio de los Jueces, pero fue liberado en diciembre de 1956. Su extensísima declaración llevó diez sesiones, en el mes de agosto de 1947.

[82] Así calificó la época nazi Schlegelberger en su breve alegato final. Véase antes, nota 79.

[83]  Peter Uiberall tenía mucha razón. De hecho, los condenados a cadena perpetua fueron saliendo de la cárcel en 1951 (Schlegelberger, por enfermedad), 1955 (Oeschey), 1956 (Rothaug) y 1957 (Klemm).

[84]  Era General en Jefe de la Zona de Ocupación Americana, Lucius D. Clay. Efectivamente, ni este, ni el Tribunal Supremo de los Estados Unidos contrariaron lo sentenciado por el Tribunal Militar de Núremberg.

[85]  Conocido más habitualmente por el Juicio de la Wilhelmstrasse, por radicar en esa calle berlinesa la Cancillería del Reich y el Ministerio de Asuntos Exteriores (Wilhelmstrasse es una metonimia de la Administración federal de Alemania). La cita oficial del caso es: The United States of America vs. Ernst von Weizsäcker et al.

[86] Wilhelm Stuckart (1902-1953), jurista, legislador y político alemán, del que se ha tratado ampliamente en los capítulos 3 y 4 de este relato. Juzgado en el Juicio de los Ministerios, fue condenado por tres conceptos -como luego se dirá- a una pena de prisión coincidente con el tiempo que había pasado en prisión preventiva, es decir, tres años, diez meses y veinte días. Su ulterior desnazificación solo lo consideró un mitläufer (ver nota 70) y lo condenó (1952) a una multa de 500 marcos. De poco sirvieron estas sanciones para que enmendara su conducta ya que en el mismo año 1952 se afilió al neonazi, Partido Socialista del Reich, hasta que fue declarado fuera de la ley. Falleció en accidente de circulación en 1953.

[87] Stuckart tenía también un defensor asociado, apellidado Stackelberg. Sobre el juicio de Stuckart, véase: Trials of War Criminals before the Nuernberg Military Tribunals, cit., vol. XIV, pp. 36-38, 226-236, 257, 275, 416, 435, 436, 631-646, 715-723, 809-811, 860, 869, 870, 980, 981.

[88]  Robert Kempner (1899-1993), abogado alemán de origen judío, que emigró en 1935 a Italia y en 1939, a los EE.UU. y se puso al servicio de su Gobierno, aunque sin renunciar a su nacionalidad germana. En el Juicio Principal de Núremberg actuó como ayudante del fiscal principal, Telford Taylor; su buen desempeño hizo que, al renunciar Taylor a su nombramiento, Kempner fuese designado fiscal jefe de los sucesivos Juicios de Núremberg, al frente de un amplio equipo que, por ejemplo, en el Juicio de la Wilhelmstrasse, incluyó a no menos de otros cinco fiscales adjuntos.

[89]  Eran, respectivamente, los motivos 5º, 6º y 8º, de los ocho por los que se había abierto el juicio de la Wilhelmstrasse. El motivo 5º se incluía dentro de los Crímenes de guerra y contra la humanidad.

[90]  La declaración de Stuckart fue, ciertamente, agotadora para una persona enferma pues comprendió seis sesiones, los días 1 y 4 a 8 de octubre de 1948. La declaración del testigo Lösener se produjo el 7 de junio de 1948; la del testigo Globke, en sesiones del 10 al 12 de agosto del mismo año.

[91]  En las SS, Stuckart alcanzó el ranco de Obergruppenführer, equivalente en el Ejército al de un general de división.

[92] Alusión a la división de Berlín -y de Alemania- en zonas de ocupación, con la parte occidental de la ciudad enclavada en territorio de ocupación soviética. Como se sabe, esta situación excepcional duró, con diversas etapas políticas y jurídicas, hasta la reunificación de Alemania en 1989-1990.

[93] Wilhelm Stuckart, después de unos años de vida activa, falleció en 1953, víctima de un accidente de tráfico, del que se sospechó sin fundamento que hubiese sido obra intencionada de algún enemigo político.

[94]  Salvo error u omisión, el último acusado en el Juicio de los Ministerios en salir de la cárcel fue Hans Heinrich Lammers, que lo hizo el 16 de diciembre de 1951. Gottlob Berger había sido liberado el día anterior.

[95]  Un artículo de divulgación sobre este tema, por un especialista en el mismo: Edwin Black, The horrifying American roots of the Nazi eugenics, The George Washington University, www.historynewsnetwork, September 2003.