martes, 9 de noviembre de 2021

DE VIRUS Y CUARENTENAS. EL CASO DE GENE TIERNEY

 


De virus y cuarentenas. El caso de Gene Tierney

Por Federico Bello Landrove

 

     En el pasado año 2020 coincidieron el centenario del nacimiento de la estrella de cine, Gene Tierney, y la explosión pandémica de la enfermedad, Covid-19. Resultaba inevitable que se recordara la profunda relación en la vida de dicha actriz con otro virus contagioso -el de la rubeola- y la incidencia que en ello tuvo la falta de conocimiento y responsabilidad de la persona que la contagió. Mi objetivo es el de recordarlo, yo también, a mis lectores, con el añadido de un sorprendente episodio en la interminable y maliciosa tragedia del tabaco en el mundo de Hollywood.

Retrato de Gene Tierney como Laura

 

1.   Breve presentación de Gene Tierney


     Me sirven de introducción a esta presentación -tal vez, innecesaria- sendas frases de dos de los monstruos sagrados de Hollywood, separadas por unos cuarenta años de distancia. La primera es unánimemente atribuida al gran productor, David O. Selznick, cuando reconoció sin duda ninguna que Gene Tierney[1] era la actriz más hermosa que le había sido dado conocer. En la segunda, el extraordinario director, Martin Scorsese, aseveró que Tierney había sido el mayor ejemplo de actriz desaprovechada de la Edad de Oro de Hollywood. Naturalmente, el juicio acerca de la belleza de GT es opinable, por más que proceda de tan famoso y conocedor hombre del cine. En cuanto al desaprovechamiento, o minusvaloración, de nuestra intérprete espero que la entiendan bastante mejor después de haber leído el presente ensayo. Pero vayamos ya con las líneas de la breve presentación prometida.

     GT nació en Brooklyn (Nueva York) en 1920, en el seno de una familia de clase media alta, lo que, entre otras cosas, le permitió educarse en instituciones elitistas de los Estados Unidos y Suiza. Su temprana inclinación por el mundo de la escena, consentida, aunque no inducida ni alentada, por sus padres, la llevó a los diecinueve años a debutar en los teatros de Broadway, en pequeños pero agradecidos papeles. Su deseo, en todo caso, era incorporarse al mundo del cine de Hollywood, lo que pronto consiguió, sobre la base de su extraordinaria belleza. David O. Selznick la contrató para los estudios 20th Century Fox, de los que llegaría a ser una de las máximas estrellas en el periodo comprendido entre 1940 y 1955, realizando un total de treinta y tres películas. En este último año, víctima de las consecuencias de sus desarreglos mentales, abandonó el cine y entró en una dinámica de ingresos dilatados en clínicas, que superó relativamente hacia 1960. Intentó el regreso al cine, interpretando cuatro películas entre 1962 y 1964[2], en que cerró su vinculación con los estudios, sin perjuicio de esporádicas actuaciones en televisión. A partir de entonces, dedicada mayormente a la vida familiar y a la cooperación con organizaciones de niños discapacitados, fue agotando su vida, hasta fallecer en Houston (Texas) en 1991, a los setenta años, víctima de un enfisema pulmonar.

     Además de múltiples relaciones ocasionales o aventuras amorosas con conocidos caballeros del mundo del cine y de la buena sociedad[3], GT estuvo casada dos veces: Su primer matrimonio (1941-1952) la ligó con el conde Oleg Cassini, notable diseñador de vestuario y uno de los más conspicuos casanovas de la época[4]; matrimonio del que nacieron dos hijas, Alexandra Daría (1943-2005) y Christina (1948-2010), y que terminó por divorcio amistoso, después de varios años de separación. El segundo enlace (1960-1981) fue con el acaudalado empresario del petróleo, William Howard Lee[5], y concluyó al fallecer este.

     Entre las películas más apreciadas en que fue protagonista GT o intervino destacadamente, podemos citar las siguientes: El embrujo de Shangai (dirigida por Joseph von Sternberg en 1941); El diablo dijo ¡no! (Ernst Lubitsch, 1943); Laura (Otto Preminger, 1944), seguramente su cinta más recordada; ¡Que el cielo la juzgue! (John M. Stahl, 1945), su actuación favorita, única que le mereció una nominación al Oscar; El filo de la navaja (Edmund Goulding, 1946); El fantasma y la Señora Muir (Joseph L. Mankiewicz, 1947); La noche y la ciudad (Jules Dassin, 1950); Al borde del peligro (Otto Preminger, 1950); Tempestad sobre Washington (Otto Preminger, 1962).

     Hacia sus sesenta años de vida, GT tomó la iniciativa, secundada técnicamente por Mickey Herskowitz, de escribir su autobiografía, titulada en español Autorretrato[6], que por su sinceridad y encanto ha servido de base a los intentos ajenos de biografiarla[7], así como de ejemplo de asunción, cara al público, de los desarreglos mentales propios y del camino emprendido para su tratamiento.

Gene Tierney y su primer marido, Oleg Cassini

 

 

2.   La rubeola

 

     La rubeola es una enfermedad infectocontagiosa[8], producida por un virus de ARN -el Rubella virus-, que puede considerarse endémica en prácticamente todo el mundo, generando espontáneamente fenómenos epidémicos masivos cada cierto número de años -promedio de entre diez y quince años de intervalo-. Características propias de esta enfermedad son las de tener un carácter generalmente leve o benigno; evidenciarse por una especie de sarpullido (exantema) generalizado, similar al más conocido del sarampión, e inflamación de ganglios linfáticos (adenopatías); curar en tiempo breve, y producir de ordinario una inmunidad vitalicia. Los principales problemas que genera esta enfermedad son los de poder contagiarse a personas sanas a partir de enfermos que aún permanecen asintomáticos; el tener un muy elevado y fácil contagio, ya que se transmite por secreciones respiratorias episódicas (toses, estornudos e, incluso, besos o abrazos de cierta intimidad), así como por el torrente sanguíneo, de las embarazadas a los fetos; el durar la contagiosidad de la enfermedad hasta unas cuatro semanas, aunque el mayor número de contagios se produce en la semana siguiente a la aparición del sarpullido, periodo en que es de pauta el permanecer en aislamiento o, dicho de modo vulgar, en cuarentena.

     Precisamente, esa cuarentena fue durante muchas décadas[9] la única defensa contra la infección, dado que la solución vacunal no se alcanzó hasta los años 1965-1969, estando actualmente consolidada a nivel internacional en su forma de administración triple vírica (sarampión, paperas y rubeola), lo que ha acabado con los brotes epidémicos en todos aquellos países que tienen implantada la vacuna con carácter masivo entre la población, particularmente la infanto-juvenil.

Modelo del Rubella virus

 

     La más impactante novedad sobre esta enfermedad vino determinada hacia 1940, en dos fases. En la primera, se comprobó la muy frecuente probabilidad -alrededor de un 80%- de que, si la madre gestante contraía la rubeola, esta pasara al feto a través del común sistema circulatorio de la sangre, provocando en el nonato la llamada rubeola congénita. En un segundo momento[10], se fue comprobando empíricamente que, en particular durante los tres primeros meses de embarazo, el contagio provocaba un alto número de abortos espontáneos (sobre un 20%) y había una muy alta incidencia (como la mitad de los casos) en que, de llegar a término, el nacido presentase importantes secuelas irreversibles, principalmente en los sentidos de la vista y del oído, así como en el encéfalo (grave retraso mental).

     En los últimos años del periodo prevacunal, los Estados Unidos sufrieron tres episodios epidémicos de rubeola (1935, 1943, 1964). El último de ellos, que se extendió hasta 1965, fue especialmente generalizado, diagnosticándose un total de 12,5 millones de casos (en una población de poco más de 180 millones), calculándose unos veinte mil abortos espontáneos y otros tantos casos de grave afectación de los fetos; y eso, a pesar de que, ya entonces, la población y la clase médica podían conocer perfectamente el riesgo del embarazo en mujeres jóvenes expuestas a ese tipo de epidemia.

     De la lectura de este capítulo surgen inmediatamente las similitudes con algunos aspectos de la enfermedad Covid-19, generada por el adenovirus, SARS-Cov 2, en particular: 1ª. La existencia de un periodo -muy corto en el caso del coronavirus-, en que se ha carecido de vacuna. 2ª. La facilidad y frecuencia del contagio. 3ª. La existencia de un periodo de transmisión, sin que el enfermo sepa que ha contraído la enfermedad. 4ª. El consejo, o la imposición, de mantenerse aislado -en cuarentena- durante el tiempo en que se padezca la enfermedad, o haya el riesgo de haberse contagiado. Son, entre otras, razones suficientes para que -como señalaba en la introducción a este ensayo- la pandemia de Covid-19 haya hecho recordar el trágico caso de GT, al contraer la rubeola hallándose en los primeros meses de gestación de su hija primogénita, Alexandra Daria Cassini. Este caso será el objeto del capítulo siguiente del relato.

 

 

3.   La rubeola y Gene Tierney


     Todo empezó por una iniciativa patriótica promovida y dirigida por los actores John Garfield y Bette Davis y el músico Jules Stein[11], encaminada a animar, durante la II Guerra Mundial, los permisos, o los últimos días en la patria, a los militares estadounidenses y de otros países aliados, mediante el calor y la inmediatez de las estrellas de Hollywood y la gratuidad de las consumiciones y servicios recibidos. Para ello, se habilitó una edificación especial de carácter popular, sita en el número 1451 de Cahuenga Boulevard de Hollywood, a la que se dio el expresivo -e hispánico- nombre de Hollywood Canteen. La iniciativa se convirtió en un éxito extraordinario durante los tres años que funcionó[12], siendo visitada por, al menos, tres millones de soldados (tal vez, mejor sería decir tres millones de veces por los soldados). Referencias de fácil acceso[13] ponen de manifiesto, por otra parte, el gran número de famosos que, una o más veces y de un modo u otro (cocinando, sirviendo, bailando, concediendo autógrafos…), colaboraron desinteresadamente[14] en aquella inolvidable Cantina. Su éxito y la emulación entre los artistas americanos dio lugar a que se montase en la ciudad de Nueva York la Stage Door Canteen, en los bajos de un teatro existente en la calle 44; iniciativa que, por supuesto, contó con el pleno apoyo de las figuras teatrales y musicales de Broadway. De ambas canteens ha quedado el recuerdo cinematográfico de sendas películas, a mayor honra y gloria de aquellas y de las figuras que las hicieron posibles[15], bastantes de las cuales realizaron pequeñas apariciones o cameos, representándose a sí mismas.

Hollywood Canteen

     Pues bien, dentro de sus actividades de patriotismo bélico, GT, además de promover la venta de bonos, hacer visitas a los militares y cultivar su huerto de la victoria, acudió en alguna ocasión (creo que se ignora cuántas veces) a la Hollywood Canteen. La última de ellas se produjo en la primavera de 1943 (posiblemente hacia el mes de abril) cuando, concluido el rodaje de El diablo dijo ¡no![16], se disponía a viajar hasta Kansas, donde su primer marido, Oleg Cassini, realizaba actividades de voluntario para la Marina. De paso, procuraría pasar relajadamente los meses de embarazo de su primogénita, la futura Alexandra Daria, hasta que llegase el momento de dar a luz. Dicho momento se adelantó respecto de lo esperado, produciéndose el nacimiento el 15 de octubre de 1943, y, lo que fue mucho peor, la recién nacida -que pesó quilo y medio- vino al mundo con una serie de graves deficiencias, que no tardarían en acreditarse, así como el carácter prácticamente irreversible de las mismas.

***

     En efecto, la niña nació prácticamente ciega, sorda -lo que suponía ser sordomuda- y con una debilidad mental que, valorada cuando alcanzó su pleno desarrollo, dio una equivalencia a la de una criatura de dos años. Tras un periodo en que los padres trataron de adaptarse a la situación e intentaron convivir con la niña, decidieron -de acuerdo con los especialistas consultados- que lo mejor sería ingresarla de por vida en una institución médico-psicológica adecuada[17]. Así quedó efectuado, siendo Alexandra Daría internada hasta su fallecimiento, que se produjo en 2010, a los 66 años de edad. Consta que, por libre decisión del multimillonario Howard Hughes, fue este quien corrió mayormente con los cuantiosos gastos devengados por dichos cuidados, hasta el mismo momento del fallecimiento de la paciente[18]. Igualmente, es notorio que esa desgracia de su primera hija afectó muy significativamente a la felicidad de sus padres, así individualmente, como en pareja; algo que, al parecer, no palió el nacimiento de otra hija, completamente sana, Christina, en 1948.

     Si no en el mismo momento de detectarse las graves deficiencias de Daria[19], sí poco tiempo después, quedó clara la relación de causalidad entre aquellas y el hecho de que GT hubiera sido contagiada de rubeola en los primeros meses del embarazo. Es de suponer que, habiendo sufrido en 1943 los EE.UU. una epidemia de rubeola, GT considerase su afectación como uno de tantísimos casos de mala suerte. No era eso un consuelo, pero, al menos, no agravaba la responsabilidad personal de ella misma, siendo así que no existía vacuna, ni todavía se conocía de manera sólida y general la funesta relación entre el embarazo y la citada enfermedad. Mas esa situación cambiaría drásticamente años después[20], cuando una desconocida se acercó a GT y le manifestó lo siguiente:

     Que, hallándose en 1943 desempeñando funciones auxiliares como oficial de Marina en una base próxima a Hollywood, se desató en la misma un brote epidémico de rubeola, ante lo cual -siguiendo la pauta acostumbrada-, sus jefes ordenaron el aislamiento o cuarentena de todo el personal. En estas circunstancias, habiendo sabido por la prensa que GT visitaría en determinada fecha la Hollywood Canteen, y siendo ella una apasionada fan de la estrella, logró salir indebidamente de la base y acceder a la Cantina, donde, seguramente prevalida de su sexo y graduación de teniente, tuvo contacto con GT, hasta un punto -al parecer, abrazo y dos besos-, que hacía posible un contagio interpersonal. No quedó claro, por su propia confesión, que la teniente supiese en el momento de ir a la Cantina que ella misma estaba contagiada, pero es obvio que tal cosa ya se había producido, por más que ella no lo supiese y permaneciera asintomática. El cualquier caso, la dama desconocida, que ignoraba lo que le había sobrevenido a GT, le preguntó, preocupada: No sufrirías tú también la rubeola en aquellas fechas. Al parecer, GT no la contestó, marchándose inmediatamente del lugar y -eso sí es seguro- no ofreciendo ningún dato que pudiera haber permitido la posible identificación de la más que probable responsable de su contagio.

Gene Tierney y su hija Alexandra Daria

 

     Lo que sucedió después de ese encuentro me parece que no tiene explicación suficiente, de no conocer la existencia de previos problemas mentales de GT, al margen de la situación de su hija. Me refiero a que la actriz sufría el conocido y muy frecuente síndrome de trastorno bipolar, llamado en los casos más extremos, locura maniaco-depresiva, evidenciado por periodos alternativos de euforia excesiva y descontrolada, seguidos de otros de hundimiento psicológico o depresión. Obviamente, las tensiones familiares y los gravísimos problemas de su hija mayor agravaron su dolencia y generaron un proceso de retroalimentación o círculo vicioso, por virtud del cual los problemas mentales agudizaban, a su vez, sus dificultades familiares y profesionales, y viceversa.

     ¿Por qué he sugerido que, sin la enfermedad mental subyacente, el encuentro con la fan que la contagió no hubiera debido tener tan graves consecuencias psicológicas para GT, hasta el punto de impedirle realizar vida normal y determinar un internamiento terapéutico prolongado? Pues porque me parece que, de la confesión de la ex teniente, se deducían graves remordimientos morales para ella, culpable -al menos, por ligereza- de la desgracia de la estrella y de su hija; pero, en lo que a GT respecta, poco o nada debía aumentar su pesar, sobre lo ya sabido antes: Que existía en la zona una epidemia de rubeola y que, por lógicas razones de prudencia, habría sido aconsejable no frecuentar lugares cerrados y masificados -como la Hollywood Canteen-, a fin de evitar ser contagiada. Por lo demás, resulta evidente que, cuando la actriz fue a la Canteen, ella y casi todos ignoraban la relación posible entre rubeola y malformaciones o alteraciones fetales, que, en cambio, sí que se supo poco tiempo después, aunque no se lo hubiese recordado el encuentro con la oficial de Marina. Pese a todo, la casi certeza de haber sufrido el funesto contagio en aquella velada de la Cantina provocó a GT una extrema agitación y un sufrimiento depresivo, que fue incapaz de superar durante años -ni aún con tratamiento médico-, y para el que no sirvió de paliativo el hecho de que su visita a aquel lugar de esparcimiento militar no había sido fruto del capricho o la diversión, sino de prestar un servicio considerado a la sazón como humanitario y patriótico.

***

     A partir de aquí, la relación de GT con la rubeola -objetivo principal de este ensayo- entra en una dinámica mucho menos directa, en la que ni siquiera puede asegurarse qué parte de las desgracias de la actriz tuvieron su origen y causa principal en la enfermedad transmitida a su hija Daria por vía fetal. Sí me parece útil resaltar algunos hechos o procesos que condicionaron el quinquenio 1955-1960, tan terrible para ella; hasta el punto de que en alguna biografía se considera el tiempo siguiente de la vida de la actriz como de felicidad[21]. Recojamos a vuela pluma algunos datos orientativos:

·         Aunque en años precedentes GT había dado muestras de cierta incapacidad en los rodajes, es en 1955, durante el de La mano izquierda de Dios, cuando se producen constantes fenómenos de olvido de los textos a recitar, que logra ser superado con la paciencia benévola de su compañero, Humphrey Bogart, que le susurra lo que tiene que decir, mientras él permanece en contraplano[22].  Esta película sería la última de GT hasta el año 1962 y, del set de la misma, prácticamente saldría GT a recibir tratamiento en las clínicas, decisión para la que el propio Bogart parece que fue determinante con sus consejos.

·         Durante unos cinco años (1955-1960), GT se sometió a los tratamientos considerados en aquella época como eficaces para las dolencias mentales que le fueron diagnosticadas. En particular, la actriz recordaba con horror, no tanto las alrededor de treinta sesiones de electroshock, como las de inmersión en una tina de agua helada, sin posibilidad de moverse. Bien que mal, el tratamiento global consiguió los tres objetivos principales perseguidos: Que la actriz conociera y reconociera su enfermedad mental; que se mostrase dócil a la acción presuntamente curativa de los facultativos, y que olvidase los aspectos más negativos y deprimentes de su situación. GT aseveraba que, en realidad, la amnesia llegó a ser casi total, hasta el punto, no ya de no poder hacer vida profesional, sino social, como el mantener conversaciones, reconocer a todos sus conocidos o tener conciencia de los avatares que le habían acaecido en aquella época y en algunas precedentes.

·         Es de destacar que, aunque se habló de ello, GT no fue privada en ningún momento de las facultades sobre su persona, no llegando su madre a ser nombrada representante legal de la actriz, como se previó en algún momento.

Gene Tierney y la Marina

 

·         En la Navidad de 1957, durante una salida de la clínica para pasarla en familia en casa de su madre -que radicaba en Manhattan, en la planta décima cuarta de un edificio-, los transeúntes quedaron aterrorizados, al ver a la actriz sobre el alféizar de una ventana, con probable intención de tirarse al vacío. Familiares y policías lo evitaron y, cuando se preguntaba a la actriz por aquel episodio, manifestaba no recordar si su intención era la de suicidarse, pero que, en todo caso, era tal entonces su insensibilidad moral, que lo habría hecho sin la menor emoción.

·         En la segunda mitad de 1959, el estado de la actriz y la decisión de sus doctores dieron lugar a que, en las inmediaciones de la clínica que se le consintió abandonar, GT pasara a un periodo de libertad vigilada, compartiendo la morada de una amable señora mayor, viuda de un médico, y prestando servicios como dependienta de una boutique de Topeka (Kansas)[23]. La prueba resultó bastante bien, lo que favoreció la mayor relajación en el tratamiento y una mayor intensidad en el acercamiento entre GT y su segundo marido -entonces divorciándose tempestuosamente de la actriz, Hedy Lamarr-, que acabaría en matrimonio, celebrado en Aspen (Colorado) el 11 de julio de 1960, pasando la pareja a fijar su residencia en Houston (Texas), domicilio habitual del señor Lee, esposo de GT.

·         Finalmente, la felicidad -relativa- de GT permitió su retorno al cine, que se llevó a cabo con la muy notable película, Tempestad sobre Washington, dirigida por Otto Preminger y estrenada en junio de 1962.Como ya he indicado en el capítulo 1, el retorno a Hollywood de GT apenas duraría tres años, sin más títulos de relevancia[24].

 

 

4.   Otros defectos de Gene Tierney


     Me refiero a defectos físicos o, en su caso, a costumbres de la actriz que llegaron a producirle inquietudes estéticas o perjuicios de tipo médico. En cualquier caso, se trata de una breve miscelánea.

     Recordaré, en primer lugar, la tendencia de GT a engordar, ya desde su edad juvenil. Probablemente, tendría bastante que ver con su gran afición por los dulces y las coca colas, en una época en que estas no se preparaban en sus formas light y cero. De hecho, para una estatura de 1,66 metros y una edad de diecisiete años, la joven GT regresó a EE.UU. de su colegio en Lausana (Suiza) con un peso de alrededor de setenta kilos, que llamó la atención de sus próximos. Llevando a cabo un serio y efectivo control de peso, con régimen y deportes, la joven logró bajar alrededor de diez kilos, para mantenerse en unos sesenta durante toda su vida en Hollywood que, como sabemos, quedó interrumpida cuando la actriz rondaba los treinta y cinco años. Posteriormente, a juzgar por las fotografías existentes, parece que GT ganó peso y engordó la cara, hasta perder casi aquella prominencia de los arcos cigomáticos que había sido famosa; pero, claro, la edad no perdona -y, menos, a bellezas como GT-, por lo que tal decadencia puede haber sido consecuencia, más de la llegada de la vejez, que no del aumento de peso. De todas formas, su nieto, Alexander Cassini[25], recuerda que su abuela Bama[26] fue durante toda su vida adicta de las coca colas, sin precisar -que yo sepa- si eran, o no, de las de bajo contenido en azúcar[27].

Gene Tierney acompañada de Oleg Cassini… y de un cigarrillo

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     GT fue famosa por su belleza, en la que cada cual destacaba ciertos rasgos. Para los directores de fotografía y los cámaras el principal fue uno, en que muy pocas otras personas hemos reparado nunca. Me refiero a la perfecta simetría de su rostro, que hacía innecesaria la preocupación -tan intensa para otros actores- de fotografiarlos solo de un lado -el llamado lado bueno-. En el caso de GT, como en el de otras pocas actrices -entre las cuales, la gran Greta Garbo-, nada de eso sucedía y sus tomas podían hacerse por el lado que más conviniera a las exigencias de la escena.

     De los defectos físicos de GT -que también los tenía-, el más conocido y conspicuo era el de la protrusión dental, es decir, el adelantamiento de las piezas incisivas de la arcada superior, hasta descansar naturalmente sobre el labio inferior. Este defecto generaba en todo momento un efecto de morrito, con cierta gracia, que perdía cuando la actriz abría la boca o sonreía francamente. Dicha protrusión habría podido ser solucionada o, al menos, paliada mediante extracciones dentarias -con su correspondiente sustitución por piezas artificiales-, o mediante técnicas de ortodoncia que, incluso en Hollywood, no estaban muy avanzadas hacia 1940. En consecuencia, estando la actriz y sus padres -dado que a la sazón era menor de edad- en completo desacuerdo con una intervención tan drástica, hicieron constar en los contratos firmados con los estudios que la dentadura de GT sería respetada, tal y como era naturalmente. Los estudios aceptaron la cláusula, quizá pensando que el defecto no afeaba en exceso el bellísimo rostro de la actriz.

     Hasta aquí, la cosa parece meramente anecdótica. Lo llamativo es que, andando el tiempo, GT fue tan admirada del público por su belleza y sus rasgos peculiares, que nadie se habría atrevido a cambiar estos. Fueron entonces los estudios 20th Century Fox los que impusieron la misma cláusula; de modo que, aunque la estrella hubiese querido arreglarse los dientes, la empresa cinematográfica no se lo habría permitido legalmente.

***

     Finalmente, aludiré a ciertas circunstancias del tremendo tabaquismo de la actriz, que mantuvo, desde que era una veinteañera, hasta sus últimos momentos. Los hechos tienen una causa muy particular y, por esta vez, no tienen que ver con el vergonzoso mercadeo entre las compañías tabaqueras americanas y los estudios cinematográficos, que hoy nos llama la atención más que entonces: Esa obsesión por el cigarrillo -incluso en las actrices- que reflejan las películas, haciendo del tabaco la panacea de todos los males y el compañero de los buenos momentos.

     En el caso de GT, no consta que esta tuviese el vicio de fumar antes de llegar a Hollywood e implicarse en el mundo del cine como protagonista. Mas, llegado el caso, la propia actriz reconoció que su voz resultaba en exceso aguda[28], burlándose de sí misma con un símil que se ha hecho famoso: Mi voz se parecía a la de Minnie Mouse[29] cuando se enfadaba. En vista de ello, consultó el problema con el factótum de sus estudios, David O. Selznick, quien le recomendó que fumase frecuentemente, para oscurecer su voz de manera relativamente sencilla. GT siguió el consejo del productor y así comenzó un hábito tabáquico del que nunca sabría redimirse.

     Lógicamente, con el tiempo, la voz fue pasando de grave a ronca, pero no fue esa la peor consecuencia, entre otras cosas, por haber abandonado el cine con apenas 44 años. Lo más lamentable fueron los daños y alteraciones sufridos por el aparato respiratorio de GT, que constituyeron la causa de su fallecimiento, a los setenta años de edad[30]. El diagnóstico literal fue el de enfisema pulmonar que, junto a la bronquitis crónica, constituye el ingrediente fundamental de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC, en español; COPD, en inglés), ligada de forma indisoluble e irreversible con gran parte de los casos de fumadores compulsivos de larga duración, como lo fue Gene Tierney.

Gene Tierney hacia 1960

    



[1] En lo sucesivo, me permitirán usar el acrónimo GT para referirme a Gene Tierney, dado que las citas de su nombre y apellido serán constantes.

[2] Curiosamente, fue una de estas la única que GT rodó en España y que hoy parece haberse perdido o, al menos, ser ilocalizable: Las cuatro noches de la luna llena (Sobey Martin, 1963). En 1986, el Festival Internacional de Cine de San Sebastián otorgó a GT, en unión de Gregory Peck, su máximo galardón, el Premio Donostia (la actriz no vendría a España para recibirlo en persona).

[3] No entra en mi estilo especular con las nutridas listas de amantes que suelen atribuirse a las estrellas de Hollywood. En el caso de GT haré escasas excepciones en esa ley, que no es del silencio, sino de la prudencia: Tyrone Power, tal vez el compañero actor que más impresionó a GT; el productor y agente, Charles K. Feldman, por cuanto la última viuda de Oleg Cassini, Marianne Nestor, se escudó para negar la herencia en que Christina Cassini Tierney era hija de GT y Feldman, no de GT y Oleg Cassini; John F. Kennedy, futuro Presidente de los EE.U., con quien la ruptura respondió a no querer casarse él con una futura divorciada, por razones políticas y religiosas; Alí Khan, hijo del Aga Khan III, por prohibición expresa de su padre, tras haber estado casado con Rita Hayworth; y Howard Hughes, a quien, al parecer, GT rechazó, no se sabe bien si previas relaciones sexuales o no.

[4] El propio Cassini (1913-2006) admitía la comparación con Casanova, por cultura, buena mano con las mujeres y abundancia de señoras que estuvieron entre sus brazos. En su autobiografía no tiene reparo en contarlo, cuando todavía le quedaban muchos años de vida: Oleg Cassini, In my own fashion. An autobiography, Simon & Schuster, Nueva York, 1987.

[5] William Howard Lee (1908-1981), segundo marido de GT y el hombre bueno por antonomasia en la vida de la actriz, cuyos problemas mentales sufrió con cariño y estoicismo. Tal vez, le sirvió de preparación su previo matrimonio con la, también gran estrella, Hedy Lamarr, que cuenta con una atractiva biografía: Stephen Michael Shearer, Beautiful. The life of Hedy Lamarr, Thomas Dunne Books & St. Martin Griffin, Nueva York, 2010.

[6] Que yo sepa, no hay traducción española: Gene Tierney, con Mickey Herskowitz, Self-Portrait, 1ª edición, Wyden Books, Nueva York, 1979.

[7]  La biografía canónica, casi autorizada pero escueta y poco novedosa, es: Michelle Vogel, Gene Tierney. A biography, McFarland, Londres, 1ª edición, 2005. En español, con enfoque más cinéfilo que biográfico: Víctor Guerrero, Gene Tierney. En el filo de la navaja, T y B Editores, Madrid, 2016; Quim Casas y otros, El universo de Gene Tierney, Notorious Ediciones, Madrid, 2020.

[8] Sigo la información general que da sobre esta enfermedad la Clínica Mayo, que puede encontrarse en www.mayoclinic.org.

[9] La rubeola fue descrita y valorada como enfermedad autónoma por el médico británico, George Maton (1774-1835), en los años 1814-1815. De ahí, el denominar en su honor Matonaviridae a la familia de virus a la que pertenece el Rubella virus.

[10] El artículo pionero al respecto fue: Norman Gregg, Congenital Cataract Following German Measles in the Mother. Trans Ophthal Soc Aust 3:35, 1941.

[11] Presidente a la sazón de la Music Corporation of America.

[12] En concreto, del 3 de octubre de 1942 al 22 de noviembre de 1945.

[13] Sin ir más lejos, la Wikipedia, en su versión en inglés, ofrece una lista de más de 350 figuras famosas y estrellas. Para la Stage Door Canteen, se ofrece una lista con unos dos centenares de ellas.

[14] El propósito de mantener la gratuidad en los cameos de la película Hollywood Canteen (ver nota siguiente) generó un litigio con los sindicatos de actores, que retrasó en más de un año el estreno de la película. Se ve que, para algunos, el patriotismo era una cosa y el dólar otra.

[15] Hollywood Canteen (Delmer Daves, 1944) y Stage Door Canteen (Frank Borzage, 1943). Ambas películas obtuvieron unas taquillas que, sumadas, alcanzaron casi los diez millones de dólares de la época.

[16] La película fue estrenada el 11 de agosto de 1943.

[17] Hay discrepancias acerca de la edad en que Alexandra Daria quedó definitivamente ingresada en una clínica: con un mínimo de dos años y un máximo de cuatro. Esta y otras cuestiones -que se notarán a pie de página- me siento dispensado de investigarlas, dado que son meramente colaterales en este ensayo.

[18] Véase supra, nota 3, explicativa del conocimiento y afecto de Hughes por GT. La institución en que Daria permaneció durante tan largo tiempo tiene el nombre de Elwin -fundada en 1852- y radica en Vineland, estado de New Jersey. Según su propia información, carece de ánimo de lucro.

[19]  A partir de aquí, la cito por su segundo nombre, al haber sido generalmente conocida solo por él.

[20] Me remito a lo expuesto en la nota 17, para explicar mi superficialidad. En este caso, los términos mínimo y máximo están mucho más separados: entre 1945 y 1955. También se discute si el encuentro al que me referiré se produjo en la calle, o en una cancha de tenis, pero, de cualquier forma, fue casual.

[21] En el capítulo 15 de la biografía por Michelle Vogel (véase nota 7), la autora lo describe con tres palabras titulares: Home, Howard, Hapiness. El nombre Howard hace aquí referencia al segundo marido de la actriz, no al padre de GT, que tanta relevancia tuvo, para bien y para mal, en su vida. El resto de las alusiones de este apartado del ensayo también están tomadas de la citada biografía, o de la autobiografía de GT, Self-Portrait, citada en la nota 6.

[22] La mano izquierda de Dios (Edward Dmytryk, 1955). Al parecer, la tolerancia de Bogart -que no era en él habitual- respondió, no solo a la amistad con GT, sino a que tenía una hermana con problemas similares a los de su partenaire. Por cierto, Bogart ya estaba enfermo del cáncer que lo llevaría a la tumba, el 14 de enero de 1957.

[23] El curiosísimo episodio está brevemente recogido por Michelle Vogel, biografía citada en nota 7, pp. 178-179. GT permaneció ingresada en la Topeka Menninger Clinic durante los primeros ocho meses de 1958 y buena parte de 1959, pasando seguidamente al citado régimen de libertad vigilada durante unos pocos meses más, ejerciendo de empleada en la boutique Talmage’s, sita en 3107, S.W. Huntoon (Topeka, Kansas). GT no abandonaría definitivamente la clínica hasta febrero de 1960, con el propósito de establecerse en Nueva York (véase The Salina Journal del 26 de febrero de 1960, p. 1).

[24] Véase lo recogido con cierto detalle en el libro citado en la nota precedente, pp. 181-188.

[25] Quien, por cierto, es habitual residente en Ibiza y habla bien el español.

[26] Apodo que sus cuatro nietos daban a GT y que esta también había utilizado con una de sus abuelas.

[27]  A título de broma, diré que GT llegó tarde a la relación directa de Coca-Cola con el cine: La compañía Coca-Cola compró Columbia Pictures en 1982 y empezó a insertar imágenes de sus productos en muchos de sus films. Después de unos pocos éxitos de la productora durante la propiedad de Coca-Cola, Columbia empezó a tener importantes pérdidas, por lo que Coca-Cola vendió el estudio a Sony en 1989.

[28]  En youtube, por ejemplo, se encuentran vídeos en que se capta el progresivo cambio a más grave de la voz de GT, pero yo no aprecio que la de sus primeros tiempos fuese aguda hasta términos llamativos o chillones.

[29]  Dibujo animado de los estudios de Walt Disney: Era la ratona, pareja del ratón Mickey. Cuando GT empezaba en el cine, era Thelma Boardman (1909-1978) quien daba voz a Minnie, con la habitual exageración fonética.

[30]  Le faltaban apenas dos semanas para cumplir los setenta y uno: Había nacido el 20 de noviembre de 1920 y falleció el 6 de noviembre de 1991.

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