sábado, 4 de abril de 2020

EL CORONAVIRUS SALTARÍN




El Coronavirus saltarín


Por Federico Bello Landrove


En recuerdo del confinamiento por la COVID-19




     Hace mucho que no tomo la Genética en broma en este blog. La pandemia de COVID-19 que nos afecta puede ser un buen pretexto para proseguir con la tarea de llevar el humor a tan sesudos y abstrusos estudios. Mi propósito con la ciencia ficción es el de entretener y, a la par, satirizar unos comportamientos bien conocidos de la gente informada. Así que habré de decir que cualquier parecido de mis personajes con otros reales no es mera coincidencia.






1.      Una sintomatología incomprensible




     Contra lo que muchos habían pronosticado y todos estaban temiendo, el agente patógeno SARS-CoV-2 -Covi para los amigos- no reapareció a finales de año. Y menos mal, pues las vacunas en estudio no estaban aún listas para ser distribuidas con garantías. Así pues, pasados unos meses desde que Covi nos dejara, los españoles empezamos a estrechar de nuevo la mano a los conocidos y a entrar en nuestro bar de confianza para tomar el café de media mañana. Las Navidades estaban a la vuelta de una hoja del calendario, provocando renovadas ilusiones y expectativas de negocio para los comercios, tiempo atrás cerrados. Y en esto que empezó a correrse el rumor. Yo tuve la primera noticia por mi primo Javier, que trabajaba entonces en los laboratorios R. Se le notaba preocupado porque, puestos a encontrar una explicación a lo que pasaba, querían endosarle el muerto a los fabricantes de la hidroxicloroquina[1]:

-          El caso es cargar la responsabilidad a alguien -me decía, como si yo estuviese al tanto de lo que le preocupaba-. Y, en último extremo, ya se les dijo a los pacientes que el fármaco estaba en estudio para el Covi y que, si lo tomaban, era bajo su responsabilidad.

-          Pero, ¿de qué demonios me hablas, primo? ¿Qué culpas son esas que quieren echaros?

     Javier prosiguió, como si no me hubiera escuchado:

-          Y, claro, tratándose de esas señoras tan importantes, ya podemos andarnos con pies de plomo.

     A duras penas logre aplacar su excitación y que me refiriese desde el principio aquello que lo traía a mal traer. Se lo resumiré a ustedes, procurando no ser tan prolijo como mi pariente: A fin de cuentas, se trata de que los profanos nos enteremos, lo que no es fácil si quienes nos hablan saben presuntamente mucho de un tema.

     Todo había comenzado a finales de verano, cuando numerosas personas de Madrid y de algunas otras capitales y ciudades populosas habían empezado a notar varios síntomas que, considerados en su conjunto, no estaban descritos en los síndromes patológicos hasta entonces conocidos. Es verdad que no todos experimentaban los tres síntomas de que se componía el completo pero, más tarde o más temprano, el trío de padecimientos acababa instalándose en la vida del paciente, complicándosela cada vez más. Ese era el caso, sin ir más lejos, de las tres capitostes -resultaría ridículo calificarlas de capitostas- a las que, por ponerles algún nombre en el relato, llamaré Begoña, Carmen e Irene. Para describir el síntoma prevalente en cada una de ellas, pondré las palabras en boca de mi primo, empeñado en relatarlos con tanta precisión, cuanta seriedad, aunque no le fuera fácil, en algún momento, contener la risa.

-          Doña Begoña -empezó diciendo- está sufriendo una pérdida rápida y notable de agudeza visual. No sé si será consecuencia de esa falta de resolución, pero el hecho es que, al propio tiempo, sufre de fenómenos extraños de percepción y dice que ya no aprecia los colores con la nitidez y tonalidad de antes. Puede parecer una bobada, pero la pobre mujer está empezando a sufrir la incomprensión de su familia, que no entiende muy bien ciertos rasgos de su comportamiento. Creo que su marido ha llegado a decirle: Querida, cada día estás más extraña. Casi que empiezo a comprender a Rosina mejor que a ti.

-          ¿Rosina?

-          Perdona. Es el nombre de la gata que vive con ellos desde hace un montón de años y de la que dicen que tiene un comportamiento de lo más… errático.

-          Es que no debe de ser fácil mantener el equilibrio mental cuando se sufren de golpe y porrazo tales alteraciones de la vista -aduje-.

-          Si, claro -me concedió Javier, ambiguamente-. Pero la cuestión es: ¿Qué fue primero, el desequilibrio de conducta o esas supuestas alucinaciones visuales?

     Nos concedimos unos momentos de reflexión, antes de pasar al segundo caso, el de la capitoste Doña Carmen -podríamos llamarla-. Javier lo narraba así:

-          A la pobre le ha tocado bailar con la más fea, porque ¡anda que menudo bochorno para alguien tan serio y encumbrado como ella! El caso es que le dan unos prontos tremendos y se convierte en una especie de sex bomb, como diría el gran Tom Jones[2].

-          Un poco madurita para tales ímpetus -opiné- pero, en fin, más vale que sobre que no que falte.

-          Desde luego, pero siempre dentro de un orden, si no me está mal el decirlo.

     Y mi primo aclaró que, tales impulsos tenían como sujeto pasivo lo primero que la buena señora tenía delante, persona, animal o cosa. Boquiabierto, inquirí:

-          Pero ¿todo,…todo?

-          Sí, sí. En lo tocante a personas y animales, lo primero que se le ponga por delante. Y, en cuanto a las cosas, parece ser que tiene una predilección especial por las flores, los perfumes y las viandas… No sé qué rayos tendrá todo eso en común.

     Hizo ademán de añadir algo más, pero bajó los ojos en silencio, como avergonzado.

-          No te cortes, Javi -le dije-. Ya sabes que guardo los secretos como el mejor.

-          Está bien, dijo tras unos instantes de vacilación. Parece ser que la Señora sólo hace ascos a los hombres…, ¿cómo diría?, a los hombres muy… muy machos. Ante esos, ni se inmuta.

-          Será que no le gusta el olor de la testosterona -repliqué en guasa-.

     Javier dio un respingo. Sin querer, yo le había dado una idea:

-          ¡Olor! ¡Eso puede ser! A fin de cuentas es lo que liga todas las cosas que la atraen… Gracias, primo. Como sea eso, ya queda claro lo de que abrace los tilos y bese los bocatas de jamón ibérico. En fin, es una idea.

     Parecía nervioso y fatigado. Decidí no recordarle que nos faltaba un síntoma y pasé a dedicar mi atención al chocolate con churros. Pero Javier no olvida y es un hombre de palabra. Vamos con el tercer caso, dijo de pronto.

     La tercera figura, Doña Irene para nosotros, tenía algo que, en un principio, me pareció de lo más normal. Me contaba Javier:

-          Pues el caso es que paulatinamente está dejando de usar la derecha…

-          ¡Hombre, Javi!, no serás de los que discriminan a los zurdos.

-          No quiero decir solo la mano, que siempre fue zurda -contestó agriamente-. Me refiero a que va perdiendo el uso de toda la mitad derecha del cuerpo: ojo, oído, brazo, pierna. Al paso que va -agregó-, me temo que pueda acabar hemipléjica.

-          No será un problema neurológico…, me atreví a sugerir.

-          No parece. Es como si el desarrollo y la fuerza del lado derecho fueran absorbidos por el izquierdo.

-          Sí que es curioso, sí. ¿No serán cosas del medio ambiente en las altas esferas del país?

-          En absoluto -replicó-. Por lo que nos han contado, a otras muchas personas les está pasando lo mismo, sobre todo, a mujeres de Madrid, que lo único que tienen en común es haber sufrido COVID-19, hace meses. Se está convirtiendo en una segunda parte de la pandemia, pero solo en España: De eso estamos completamente seguros, pues nuestros laboratorios trabajan en un montón de países.

-          Pero, si solo es en España, no será cosa de la hidroxicloroquina esa, que han debido de administrarla en muchos otros sitios.

-          En efecto, ese es nuestro punto de vista; pero, para que no digan que escurrimos el bulto, nos estamos gastando un pastón, haciendo a las pacientes pruebas médicas, dirigidas por el Instituto Carlos III[3]. Aún están en plena faena.

-          No dejes de informarme del final de la película, le rogué. Es de lo más intrigante.

-          Intrigante, sí, replicó un poco mustio. Como acaben por responsabilizarnos de los resultados, se nos va a caer el pelo y, como sucede siempre en las grandes empresas, iremos a la calle los que menos culpa tengamos.







2.      Carlos III es algo más que un coñac




      Los laboratorios R. designaron a mi primo enlace y coordinador con los médicos del Instituto Carlos III. Como es natural, algunas de las lumbreras de este fueron asignadas, casi en exclusiva, a examinar los casos de Begoña, Carmen e Irene. Me dispensarán que les apee el Doña pues, una vez que una persona se convierte en paciente, el galeno suele llamarse Doctor y el enfermo, fulanito o menganita, como si ya no hubiera clases.

     Begoña tocó en suerte a una doctora joven y pizpireta, llamada Raquel, que hizo las delicias de Javier en cuanto la vio. Y eso que tenía que andarse con cuidado, pues el síntoma visual de esta paciente era el que más recelo despertaba en los laboratorios. Así se lo había manifestado a mi primo su superior, el jefe de la sección de Efectos Secundarios, Don Matías Recóndito:

-          ¡Cuidado con esa! Ya sabes que, desde hace años, nos vienen echando en cara que la HCQ provoca daños en la córnea y la retina[4].

-          Descuide, Doctor. Conozco la literatura sobre el tema y estoy sobre aviso.

     Por unas u otras razones, Javier mantuvo durante los exámenes a Begoña un contacto frecuente con Raquel. Incluso le pidió asistir a alguno de ellos, aunque solo fuese por ver cómo era un palacete por dentro. La lumbrera accedió con una condición:

-          Ponte la bata y mete un fonendo en el bolso. Te haré pasar por un colaborador mío.

-          Bueno -gruñó mi primo-, tampoco tienes que mentir tanto: Soy doctor, solo que en Farmacia.

     Al cabo de tropecientos análisis y consultas, Raquel se sinceró con mi primo, que la había invitado a comer en Horcher, para celebrar el final del estudio:

-          Estimo en mucho la opinión que mis colegas tengan de mí, pero la verdad está por encima de todo -aseveró-. Por muy absurda que resulte, mi conclusión es esta: Begoña está desarrollando visión ultravioleta.

     Y, una vez que se hubo calmado la tos de Javier, tras atragantarse con el steak tartar por la sorpresa, la joven prosiguió, ofreciendo todo lujo de detalles en que fundaba su insólita teoría. Concluyó:

-          Ya sabes que cada vez se han ido encontrando más mamíferos que perciben la luz ultravioleta y ven mediante ella: perros, gatos, erizos, hurones, okapis…

-          Ya veo, pretendió zanjar su interlocutor, pero Raquel continuó con la serie, sin inmutarse:

-          …Ratas, ratones, murciélagos, algunos marsupiales… y los renos. ¿Has leído el trabajo sobre los renos[5]? Es fascinante. Parece que, sin necesidad de nuevos conos ni pigmentos, han logrado ampliar la función de sus sensores de luz azul hasta el espectro ultravioleta.

-          Pues, sí, es imponente -convino mi primo, sin entender del todo lo que hacía tan fascinantes a los renos-; pero un humano no es un reno. Y no sé si…

     La médica sonrió con suficiencia:

-          ¡Claro que conozco las diferencias interespecíficas! El hecho es que he realizado algunos experimentos muy concluyentes con la paciente.

-          ¿Por ejemplo?, preguntó Javier.

     ¡Ahí fue ella! Llegó la hora de recoger las mesas y Raquel todavía seguía disertando, para desesperación de los camareros. Pero la científica estaba eufórica, andándose por las ventanas, como luego veremos. Llamó al metre -quien resultó que había sido paciente suyo en el Gregorio Marañón, cuando ella era residente de cuarto año- y le dijo tan pancha:

-          Gregorio, pásanos a un reservado tranquilito, con un par de copas y una botella de coñac.

-          ¿Tiene la Doctora alguna predilección?, inquirió el jefe de comedor.

-          Carlos III, naturalmente, respondió con su mejor sonrisa.

     Ya sentados en aquel privado tan coquetón, con chimenea de mármol y retrato de Don Gustav sobre ella[6], Raquel escanció para ambos la primera copa, mientras aclaraba:

-          Ya sé que Carlos III es algo más que un coñac, pero este ya era famoso cuando nuestro Instituto no había nacido[7].




     Hora y media más tarde, la joven pareja abandonaba el restaurante, con más titubeos deambulatorios de los que mi primo se atrevió luego a confesarme. Mientras aguardaban el par de taxis que Gregorio había mandado llamar, Javier permanecía pensativo, rumiando cuanto acababa de escuchar a Raquel; pero esta, creyendo que se las había con un compañero avergonzado del exceso en la cuenta, le pasó el brazo por el cuello y susurró:

-          No te apures, tonto, que los laboratorios estarán encantados de reembolsarte, en cuanto vean que no tienen nada que temer…, al menos, por mi parte.

     Después de todo este rollo, yo seguía sin atar cabos; de modo que no tuve más remedio que pedirle detalles sobre los experimentos con Begoña, que tanta tranquilidad iban a traer a los jefes de mi primo. Este me los resumió:

-          Primero metieron a la pobre en una cámara, simulando las profundidades del mar, a unos mil metros aproximadamente. Ya sabes, donde las únicas radiaciones del Sol que llegan son las ultravioletas.

-          ¡Qué bárbaro! ¿Y pudo resistir tamaña presión, por muy acostumbrada que esté a estar en el candelero político?

-          ¡No hombre!, me contestó, sotorriendo. Solo se trata de simular una oscuridad casi absoluta, salvo para quienes sean capaces de captar la luz ultravioleta.

-          ¡Y Begoña logró orientarse!

-          En efecto: Sorteó obstáculos; fue y vino sobre sus pasos, y hasta fue capaz de reconocer a su marido en una foto aleatoria que habían dejado sobre una mesa.

     En efecto, el experimento parecía bastante concluyente, pero no sé en dónde había leído que, para la evidencia científica, hace falta repetir suerte con otros observadores. Se lo apunté a Javier, quien parecía tener respuesta para todo:

-          Te habrás dado cuenta, en ocasiones, de que las palomas y los pajaritos no ven los cristales incoloros y transparentes de las ventanas, estrellándose contra ellos. Pues bien, hace años se hizo el experimento de dotar a los marcos de una pintura que reflejase nítidamente la luz ultravioleta. El resultado fue espectacular: las aves libraron en su totalidad el obstáculo.

-          ¡Cuánto se habrían alegrado los ecologistas, si hubiese cundido el ejemplo!, repliqué en broma; pero mi primo prosiguió sin inmutarse:

-          Pues bien, pusieron en el acceso a la piscina del casoplón de Begoña una mampara de vidrio irrompible, sin informarla a ella, por supuesto, pero colocaron en lo alto un listón pintado con Ultraviol, disimulado con una cortinilla de popelín. La paciente te advierto que suele tomar carrerilla y zambullirse en el agua, para superar así el contraste térmico. Pues bien, en esa ocasión frenó en seco y preguntó indignada a su marido quién había sido el esto y lo otro que había plantificado la mampara sin avisar… Así que ahí tienes la segunda prueba independiente, que estabas pidiendo.

     Me sentí un poco avergonzado de mi prístina incredulidad y me disculpé. Javier quitó importancia al hecho:

-          No, no, si todavía los hay peores que tú. Según Raquel, cuando fue a presentarle el estudio clínico a su jefe, este la despachó con un no lo creeré, si no encuentras la causa genética del trastorno.

-          O sea, deduje, que el tío es un especialista en la Ciencia de moda.

-          O pretende atar todos los cabos, antes de dar el visto bueno a una teoría aparentemente descabellada… Lo cierto es que Raquel se lo ha tomado muy en serio y ha salido disparada al termociclador más próximo.

-          ¡Pues qué bien!, repliqué chasqueado, al no saber qué demonio de artilugio era aquel; pero Javier no se dignó aclarármelo. Solo añadió:

-          Le han dado prioridad absoluta y dos ayudantes; de suerte que confía en tener la confirmación de su tesis en unos días. Está tan segura de sí misma, que ni imagina la posibilidad de que la Genética false su teoría de la visión de Begoña en ultravioleta.






3.      De la bomba sexual a la hemiparesia derecha




     Para atender a la buena de Doña Carmen, el factótum del Carlos III tuvo una idea estupenda: Escoger de entre sus científicos punteros a Adalberto Adonis, un treintañero apolíneo, que ocupaba sus pocos ratos libres haciendo fitness y corriendo medias maratones. Era una apuesta arriesgada, pero dio el resultado que Javier había previsto, después de mi ocurrencia sobre el olor de la testosterona.

-          ¿Querrás creerlo?, me dijo. La paciente, hasta hace poco tan femenina ella, lo miró de arriba abajo con displicencia y le soltó: ¿Seguro que es usted médico? No será un culturista que se ha colado aquí para demostrar lo hombretón que es. Figúrate, el pobre quedó más cortado que un vaso de leche con ácido sulfúrico.

-          Se habría puesto una de esas colonias especiales para machotes -aventuré-.

-          Diste en el clavo -confirmó Javier, entre risas-. Por si las moscas, se había perfumado a modo con Gorilla Sweat[8].

     Se le veía muy agradecido por la certera orientación olfativa que le había dado un par de semanas atrás. Lo demostró informándome con la mayor precisión acerca de las pruebas que Adonis había practicado a Carmen. Todas habían coincidido con la hipótesis que, entre él y yo, habíamos aventurado: Cuando la avezada política llegaba al estado de bomba sexual -por utilizar la inspirada expresión de Tom Jones-, cualquier excitación olfativa le provocaba una reacción afectivo-sexual inmediata, que lo mismo le hacía perseguir por el antedespacho a su secretaria, que abrazarse con arrobo al rododendro de la terraza, o devorar entre espasmos la pizza quattro formaggi que tenía sobre su mesa el policía de escolta. Luego, una vez había descargado su deseo, volvía a ser la mujer de siempre, mandona y trivial, y así, hasta la próxima vez.

-          ¿A cada cuánto le dan esos ataques?, pregunté.

-          La periodicidad es variable pero, después de muchos esfuerzos y circunloquios, el Doctor Adonis le sacó el dato de que suelen coincidir con los momentos de mayores sofocos. Así que, si la paciente no estuviera menopáusica, es de suponer que llevarían una cadencia acomodada al ciclo menstrual.

     Quedamos silenciosos unos momentos. Luego, Javier soltó lo que, según él, era la bomba del caso, aunque no precisamente sexual:

-          Claro que lo más gordo de todo esto es que la buena señora es capaz de detectar los olores que la atraen a unas distancias muy superiores al común de los mortales. Dicho para que lo entiendas, parece estar desarrollando la función del órgano vomeronasal[9] hasta extremos olvidados en humanos, desde los tiempos del Paleolítico.

-          O sea -comparé-, algo así como la capacidad olfativa de los perros.

-          ¡Hombre!, ni tanto ni tan calvo -replicó-; pero el hecho es que no es nada fácil escabullirte, en cuanto se ha emocionado con tus efluvios.

-          Tal vez poniéndole una pinza nasal, de esas que llevan ciertas nadadoras…

-          Eres imposible -zanjó-. En fin, el sufrido Doctor Adonis ha presentado su informe que, como el de Raquel, tendrá que ser validado por la Genética. Así que ya te contaré, porque, a partir de ahora, será mi amiga quien se haga también cargo de este caso.

-          Pues, ¿qué le ha pasado al Doctor Adonis?

-          Se ha dado de baja por depresión. Su ego ha sido incapaz de soportar tanto desprecio.





***


     Llevar el caso de Irene resultó aún más difícil que los anteriores. Autoritaria y caprichosa, su creciente pérdida de funcionalidad del lado derecho la había convertido en una paciente insoportable. Y no era de extrañar: La dolencia llevaba tal ritmo de empeoramiento, que bien podría ser ya calificada de hemiparesia. De seguir así las cosas, en un año podía quedar hemipléjica. ¡Menudo panorama, para una mujer triunfante, en la flor de la vida!

     Al tercer o cuarto facultativo del Carlos III que fue despedido por la enferma con cajas destempladas, sus directivos volvieron los ojos a su chica para todo, con gran enfado de esta:

-          Raquel, encanto, ¿por qué no te haces cargo tú también de ese caso? Así podríamos contar con una visión global de los tres síntomas.

-          ¡Y un cuerno!, replicó la Doctora, sin la menor consideración a encontrarse en el despacho del Director General[10] y en su presencia, aunque la sugerencia procediera de su jefe inmediato. Por lo que me han contado -prosiguió- esa Irene no necesita una médica, sino un sargento de la Legión.

-          Bueno, bueno -terció el Jefazo-, no nos amontonemos. Tus predecesores en el encargo, mal que bien, ya hicieron las exploraciones neurológicas y tomaron las mediciones oportunas. Solo se trataría de confirmar algunos extremos y redactar el informe clínico y las conclusiones… Incluso podría acompañarte yo para hacerte la presentación…

-          ¿Y mi trabajo genético? Ya tenemos secuenciados los genomas de Begoña y de Carmen, y estamos en plena localización de los TE[11], que es donde podría estar la madre del cordero.

-          No te preocupes, Raquel -repuso el Doctor Arana, su jefe-, tus colaboradores y ayudantes seguirán con las investigaciones, pero serás tú quien siga al frente del trabajo, como directora responsable del mismo.

     Cuando me contó la novedad Javier, no pude por menos de sufrir una premonición, en forma de escalofrío. No en vano, era profesor de Lengua.

-          Y dices que se apellida Arana… Pues quiera Dios que no haga honor a su significado[12].

-          Vale mucho esa chica -prosiguió arrobado, sin percatarse de mi interrupción-. En unas pocas sesiones, no solo se ha hecho con la voluntad de la tal Irene, sino que han intercambiado regalos por el cumpleaños de ella: unos libros, al parecer.

-          No hay como un buen médico para ganarse la confianza del paciente. Por muy escéptico o negativo que sea uno, siempre arrastra la esperanza de que lo curen o, cuando menos, alivien sus sufrimientos.

-          No será así en este caso, al parecer -se lamentó mi primo-. Así como en los otros dos, por descabellado que sea, hay un principio de hallazgo, en este de Irene Raquel está in albis. Aquí van a tener que emplear la Genética, no para ratificar las teorías, sino para descubrirlas.

-          Por cierto, añadí. No me has dicho lo que aventuró el Doctor Adonis, antes de pasar a ser paciente él mismo…

-          Algo de una hormona nueva, que provoca una líbido de proyección universal. Como si dijéramos, la bioquímica del amor al prójimo.

-          Mejor dirás a la prójima -rectifiqué yo con malicia- pues, a lo que se ve, está reñida con los hombres más… hombres.

-          En efecto -concedió Javier-. Es curioso y hasta disparatado: Algo así como si la Tierra atrajera hacia sí todas las cosas, menos los plátanos, por poner un ejemplo.

-          ¡Un buen ejemplo, primo!, concluí, a la par que llamaba al camarero para pagar la cuenta del almuerzo.






4.      El virus que vino para quedarse




     Los mapas genéticos de las tres capitostes habían arrojado un dato común y sorprendente. En el genoma de las tres habían aparecido sendas inserciones de un micro segmento de ADN, de entre cien y doscientos pares de bases, que no había sido hallado hasta el momento en ningún humano. Eso sí: La sabiduría de la Naturaleza había hecho su labor, en parte. En dos de cada tres elementos transponibles, una intensa metilación había logrado paralizar sus efectos, por el momento. Era el tercer huésped el que seguía activo y haciendo la pascua a las pacientes. Y, en cada una de ellas, se trataba -¡oh afortunada casualidad científica!- de uno o varios genes activos diferentes. En un primer borrador, que Raquel filtró a mi primo, aquella se expresaba así:

     En el cromosoma 20 de la paciente, Begoña N.N., se aprecia la inserción de un fragmento de unos 150  pares de bases, entre los puntos 20.p11.22 y 20.p.12.1. En dicha inserción, con un tamaño aproximado de 20 nucleótidos, se halla un gen activo, al que con toda provisionalidad llamaré UVSWP (Ultra Violet Sensitivity Without Pigment), y que presenta un gran parecido en la secuencia de nucleótidos con el hallado en el cromosoma 18 de Felis catus, que actúa en ese felino de gen regulador para determinar el grado de transparencia a las radiaciones ultravioleta (UV)[13]. La actividad de este gen explica los hallazgos clínicos en esta paciente, tanto en lo referente a la transmisión y captación de radiaciones ultravioleta de baja longitud de onda (UVA), como a la pérdida de agudeza visual, particularmente con luz diurna… Los otros genes de la inserción, activos en las otras dos pacientes, se encuentran en esta inactivos por metilación; de modo que ello explica que, por ahora, no haya experimentado los síntomas que sus colegas han desarrollado.

     En el cromosoma 3 de la paciente Carmen M.M., entre los puntos 3q13.13 y 3q13.31, se constata la presencia de la misma inserción que Begoña N.N. presenta en su cromosoma 20, pero el gen activo, no metilado, con un tamaño de 30 nucleótidos, al que de forma provisional he denominado JOBII (Jacobson Organ[14] Blood Irrigation Increaser), activa de tal forma la irrigación sanguínea del órgano vomeronasal, que puede contribuir -a lo que parece en la citada paciente- a la intensificación de la captación y absorción de las feromonas, generalmente, con efecto atractivo… Queda por dilucidar por qué el olor masculino parece tener en este caso un efecto repulsivo, no descartando que, sobre las razones bioquímicas, pudieran sobreponerse motivos psicológicos…

     En el cromosoma 8 de la paciente Irene X.X., entre los puntos 8p.11.22 y 8p.12, se evidencia idéntica inserción que en los dos casos antes expuestos, si bien el único gen no metilado es en este caso uno de 24 nucleótidos, al que he dado temporalmente el nombre de PTRL (Power Transfer Right-to-Left), y cuya función parece ser la de minorar la presión sanguínea del hemisferio cerebral derecho, provocando una lateralidad cruzada total sobrevenida, sin aparente alteración de los genes Hox reguladores de la simetría corporal. De no corregirse la disminución del riego sanguíneo en el hemisferio cerebral izquierdo, es de suponer que continúe el proceso de debilitación de las funciones sensoriales y motoras del lado opuesto, hasta llegar, sucesivamente, a la hemiparesia y a la hemiplejia… 

     Para poder precisar y justificar más ampliamente este informe, le ruego que, sobre los datos epidemiológicos existentes en el Instituto acerca de la reciente pandemia de Covid-19, me informe: 1º. De la proporción de hombres y mujeres que sufrieron de dicha enfermedad, hasta el punto de ser hospitalizados. 2º. Del número de casos hospitalarios reportados en las diez capitales y ciudades españolas en que fueron más abundantes. 3º. Del número de pacientes que actualmente se hallen afectados de los síntomas que, para una más sencilla diferenciación, denominaremos ID-B, ID-C e ID-I (Idiopathic Diseases Begoña, Carmen e Irene), precisando la estadística de los que hayan desarrollado dos o tres de dichos síntomas…

***

     Una vez más, mi primo y yo nos encontrábamos, mano a mano, ante sendos tazones de chocolate y una bandeja de churros, nuestra merienda favorita. Los efluvios eran tan apetitosos, que no pude por menos de bromear:

-          Si Carmen llega a estar por aquí, seguro que se lanza en picado sobre la mesa.

     Javier no se inmutó con el chiste; antes bien puso cara de circunstancias:

-          ¡Buenas están las Señoras del que ya llaman Síndrome Post Covid-2! Las tres están desarrollando los síntomas que les faltaban. Eso sí, al propio tiempo, parece que los que ya habían desarrollado se han estabilizado o han mitigado algo sus efectos.

-          Dios aprieta, pero no ahoga -sentencié-. Me alegro, sobre todo, por Doña Irene. La pobre llevaba camino de convertirse en una inválida.

-          Es la que más ha mejorado, confirmó Javier. Está empezando a caminar sin ayuda de la muleta.

-          ¿Y qué hay de los datos estadísticos que pidió Raquel?, pregunté.

-          No sé lo que se traerá entre manos -repuso mi primo, tensando el labio inferior- pero el hecho es que, cuando se los facilitaron, se puso más contenta que unas pascuas: Justo lo que yo esperaba, comentó muy ufana.

-          Bueno, si conoces las cifras, podríamos repasarlas y a ver si sacamos alguna conclusión. Pero merendemos primero -agregué-, que yo pienso mejor con una buena dosis de teobromina[15] en el estómago.

     Los datos eran de fácil interpretación en dos de los casos, pero el tercero no aclaraba por donde iban los tiros que estaba disparando Raquel. De una parte, la cifra de hombres que habían sido hospitalizados era algo más del doble que la de mujeres, algo a lo que los pobrecitos machos humanos ya estamos muy acostumbrados. De otra, y haciendo bueno el cambio que estaban experimentando las capitostes, era cada vez mayor el número de pacientes con el síndrome completo; por tanto, la inicial metilación de algunos de los genes saltarines había sido retirada y llevaban camino de alcanzar todos ellos su normal funcionamiento.

     El tema que nos dejaba perplejos era el del número de pacientes hospitalizados en las ciudades más castigadas por la pandemia. Aunque con algún caso llamativo, eran las que sería de esperar: allí estaban las urbes más pobladas del país, aunque con considerables desfases entre la incidencia de la COVID-19[16] y su población residente. Una vez más, demostré mi condición de lince mental, al comentar a mi primo:

-          Ese desfase prevalencia/población es el meollo de la cuestión; y, si dices que Raquel ya se lo esperaba, es que tiene que ver con un motivo que tenga entre ceja y ceja.

-          Pues no tengo ni idea de cuál pueda ser, ni ella se ha dignado ilustrarme -dijo Javier, en tono lamentoso-. Estoy empezando a estar harto de dedicar buena parte de mi tiempo libre a estas cuestiones, pues habrás de saber que, desde que la hidroxicloroquina ha dejado de estar bajo sospecha, los laboratorios me han retirado el encargo y he tenido que volver a mis ocupaciones habituales.

-          ¡Hombre, primo! -exclamé con fingida sorpresa-. Yo creí que lo hacías por ayudar a Raquel, … tan mona ella.

-          No me vengas con bobadas -gruñó-. Estoy felizmente casado y no necesito ligues científicos, ni de ninguna otra clase. Tú eres soltero. Si quieres, te la presento…

     Así fue como un profesor de Lengua de Instituto aterrizó en el apasionante mundo de la Ciencia, con mayúscula -las ciencias humanas o literarias, como la mía, no pueden aspirar a integrarse en ella-.  Y no diré que la experiencia resultase maravillosa pero, por lo menos, ha servido para que les pueda contar el resto de la historia.

     Curiosamente, me convertí para la chica del Carlos III en una especie de confidente, a quien poder encargar ciertas gestiones sin temor a que me fuera de la lengua, y de la persona ante quien meditar en voz alta, con la esperanza de que alguna vez tuviese una intuición, como la ya legendaria del poder de los olores para excitar a Doña Carmen. Solo tenía que evitar una cosa, que me dejó clara desde un principio:

-          Cuanto más charlaba con Javier, más me parecía tener ante mí a un espía de los laboratorios R. Y las cosas están llegando a un punto, que me temo pueda tener ciertas repercusiones políticas. Así que chitón. Como me entere de que te chivas a tu primo, no volverás a verme el pelo.

     Así estaban las cosas, cuando pidió mi colaboración para una consulta periodística que, al no explicarme su porqué, me dejó muy intrigado:

-          Pepe, ¿qué tan andas de tiempo estos días?

-          Psche. ¿Necesitabas algo?

-          Que consultaras los periódicos para ver cuánta gente salió en manifestación el Día de la Mujer en todas las capitales de provincia y localidades de más de 50.000 habitantes. Yo ando muy atareada y no sabría por dónde empezar.

-          Pues me parece que yo sí -alardeé-. ¿Quieres las cifras de los organizadores o las oficiales?

     Raquel sonrió:

-          Si te es más fácil y rápido, dame las primeras -respondió-. Ya me encargaré yo de dividirlas por tres o cuatro.

     Amparado por esa tolerancia, me ahorré la consulta de las hemerotecas y fui derecho a los datos del Ministerio de Igualdad. No debían de tener hecha la lista para todas las manifestaciones -cientos, me aseguraron- pero, por lo menos, me facilitaron los datos de las más numerosas, encabezadas por los 120.000 asistentes en Madrid y los 50.000 de Barcelona. Tan pronto acabé la gestión, telefoneé a Raquel. Empezaba a estar un poco paranoica, pues me cortó tan pronto le indiqué el motivo de la llamada: Quedamos para esta tarde, que ahora estoy muy liada. De sobra sabía yo lo que recelaba.

     Mientras tomábamos café, cotejó mi relación con otra, que ella llevaba. Sonrió de oreja a oreja. ¡Justos son los toros!, exclamó. Luego, entornó los ojos y se quedó muy relajada durante un minuto aproximadamente. Solo el entrecejo fruncido y un levísimo bisbiseo mostraban que, conseguido su anterior acierto, empezaba a maquinar sobre el siguiente. Finalmente, volvió en sí, de la manera menos previsible:

-          ¿Te apetece que vayamos a la Filmoteca Nacional? A las cinco y media ponen Pánico en las calles[17]. Sabes de qué va, ¿no?

     Verdaderamente, lo de Raquel era una auténtica monomanía.



***



     Dos días más tarde, hallándome a la hora del recreo en la sala de profesores del Instituto, recibí un wasap de Raquel: Necesito verte. ¿Comemos juntos? Naturalmente, le dije que sí y acordamos el lugar, a medio camino entre nuestros distanciados centros de trabajo.

-          Todo encaja -me espetó, apenas habíamos pedido-: el sexo y el número de los pacientes; los cromosomas afectados; la forma evolutiva de operar los virus… ¡todo!

     Bebió de un trago media caña de cerveza, y agregó como preámbulo a su exposición:

-          Me vas a tomar por loca.

     Después de este aviso, cualquier cosa que me dijera habría de resultar más fácil de darla de paso. Por otra parte, ¿quién era yo para llevarle la contraria a una lumbrera del Carlos III en sus elucubraciones? Con todo, el determinismo y la mala leche que rezumaban las hicieron bastante difíciles de digerir: Yo aún creía que eso de los cambios en el genoma era simple fruto del error y del azar[18]. La explicación de mi interlocutora -que les resumiré seguidamente- iba por muy otros derroteros:

-          La identidad de las capitostes contagiadas me hizo pensar en que hubiese algún lazo en común. Los datos de cantidad, sexo y residencia de otros muchos pacientes con el síndrome no hicieron sino afianzarme en mi opinión. ¡Y el número de los cromosomas! ¿No te dice nada?

-          No me acuerdo de cuáles eran.

-          El 3, el 8 y el 20. ¿Qué te parece?

-          No sé qué decirte. Yo, de cromosomas, lo único que sé es que suelen ir por pares y que tenemos veintitrés.

-          La cosa no va de Genética, sino de algo más fácil… Por eso te decía lo de tomarme por loca… ¡Vamos, hombre, piensa! 3-8-20; u 8-3-20, que decimos nosotros[19].

     Nos comunicamos la respuesta sin palabras, con la mirada y la sonrisa. Ella asintió:

-          Justamente, Pepe, el ocho de marzo de este año: La fecha de aquella disparatada celebración del Día de la Mujer[20]. Todo encaja; bueno, todo lo que puede probarse porque, como comprenderás, nadie ha dejado constancia en las historias médicas de un dato clave para mí: si los afectados por el síndrome BCIID[21] fueron todos a la manifestación del 8 de marzo.

-          Ya. Y no creo que se propasen a preguntárselo ahora, pues no sería políticamente correcto, dado que el Gobierno no quiere aceptar la evidente relación de causalidad entre las manifestaciones que autorizó y el incremento de casos de la pandemia en España.

-          Exacto. Y, por lo mismo, no podré seguir pidiendo ayuda a los especialistas en Genética del Instituto, para que me ayuden a relacionar los síntomas de esta enfermedad post COVID-19 y las características del virus que, a no dudar, la está produciendo.

-          Vamos, que después de tanto remar, no vas a poder llegar a tierra.

     Raquel se indignó:

-          ¡De eso, nada! ¡No conoces tú bien a la hija de mi madre! Voy a ponerme las pilas en materia de Virología y de Genética y, con deficiencias y errores, o sin ellos, les voy a lanzar a los barandas a la cara un informe, que se van a cagar. Y, como lo oculten, doy una rueda de prensa y lo publico en una revista de campanillas. ¡Por estas!

     Cruzó los dedos pulgar e índice de la mano derecha y los besó. El camarero se nos acercó y, con su mejor sonrisa, se dirigió a Raquel y dijo:

-          Esta riquísima la lasaña, ¿verdad? ¡De chuparse los dedos!

     Todavía me echo a reír cuando recuerdo el patinazo. 







5.      Un estudio muy fundamentado




     Quieras que no, fui aprendiendo algo a costa de escuchar a Raquel. Así fue como medio entendí el informe final que aquella elevó a la Dirección del Instituto Carlos III. Previamente, se había cargado de razón para hacerlo, cuando su superior inmediato, el Doctor Arana, le había negado el apoyo de algunos especialistas en Genética para depurar los errores que pudieran haberse deslizado en su estudio. Me lo contó así:

-          Yo creo que tiene la mosca detrás de la oreja y por eso prefiere que yo haga el ridículo, antes que llenar de vergüenza a quienes yo me sé. Pero va listo, si cree que voy a preferir mi amor propio a mi amor por descubrir la verdad.

-          ¿No tienes algún colega que pueda echarte una mano, aunque sea de extranjis?, le sugerí.

-          Ninguno en quien confiar que va a mantener la boca cerrada. De todas maneras, como quien no quiere la cosa, he estado charlando con mi antiguo profesor de Genética de la Facultad, pero el pobre está ya muy viejo para las islas CpG y los dedos de zinc[22].

     Intentaré hacer un compendio coherente de lo que creí entender de aquel malhadado resumen, que tantas complicaciones acabó trayendo a mi amiga -como, por otra parte, era de esperar-:

     1º. Las inserciones que los pacientes afectados del síndrome post COVID-19 (prefirió este nombre al alusivo de Begoña, Carmen e Irene, para respetar su intimidad) tenían en sus cromosomas 3, 8 y 20 no eran sino fragmentos del genoma del virus llamado SARS-CoV-2, como lo evidenciaba la secuencia de bases, exactamente igual en las inserciones que en el ARN del virus.

     2º. Dichas inserciones se habían producido en pacientes previamente infectados por el virus, residentes en diversas poblaciones de España, mayoritariamente mujeres comprendidas entre los 30 y los 50 años de edad, presuntamente asistentes a las reuniones promiscuas y multitudinarias celebradas el 8 de marzo de 2020, con motivo del Día Internacional de la Mujer.

     3º. La proporción de afectados/as del síndrome post COVID-19  era aproximadamente del 42,7% de todos los asistentes a las citadas manifestaciones, según las cifras ofrecidas por las autoridades policiales que controlaron el desarrollo de las mismas.

     4º. Por lo que hasta ahora se conoce del virus SARS-CoV-2, no se trata de un retrovirus, por lo que su inserción en el genoma de los pacientes de postCovid-19 no se había producido por la vía de la fabricación de copias mediante la enzima transcriptasa inversa. En consecuencia, sugería Raquel la hipótesis de una inserción fragmentaria de nucleótidos del ARN vírico en las bases del ADN, mediante el apareamiento intercatenario adenina-uracilo y la conservación de esta última base sin reparación por las polimerasas, dado que la proporción del uracilo en la inserción no rebasaba en ningún caso el 2,3%, que es una proporción soportable de uracilo para una mínima porción del genoma.

     5º. Recordaba que el ADN humano contiene una cierta y modesta proporción de uracilo -habitualmente, por desaminación de la citosina- que ha sido reportada desde 2004 en la literatura científica[23]-, sin que los mecanismos reparadores del ADN hayan realizado la oportuna rectificación a citosina. Tanto más había de suceder en este caso, por cuanto que el uracilo se había unido correctamente a la adenina, no como en el caso de la citosina convertida en uracilo, que se une a la adenina, en vez de a la guanina, como inicialmente correspondería[24].

     6º. Cada una de las tres inserciones producidas tenía, a su parecer, uno o dos genes estructurales que por sí, o integrados dentro de un operón, traducían proteínas relacionadas con las funciones, y determinantes de los efectos, que a continuación se relacionaban:

     7º. La adaptación de los pacientes a la luz ultravioleta de longitud hasta 320 nanómetros se consideraba como un mecanismo de protección para el huésped, toda vez que la generalidad de los virus -incluidos los Coronavíridos- pierden capacidad de supervivencia extracelular y de transmisión bajo el efecto de las radiaciones solares de más alta energía[25]. Como es natural, las ventajas y los inconvenientes de la percepción de las radiaciones UVA podían compensarse con la debida protección retiniana, que seguramente se conseguiría por vía evolutiva y, entre tanto, mediante medios artificiales -lentes adecuadas-.

     8º. ¿Qué podía explicar en términos evolutivos o, cuando menos, de simbiosis del patógeno con las mujeres, el rechazo a la testosterona masculina[26] y la bomba de feromonas? Para empezar, Raquel corregía el error: el rechazo no era de la testosterona, sino de la androstenona, es decir, un esteroide masculino, que pasa por ser el aspirante más plausible al título de feromona masculina[27]. Según ella, el rechazo de la feromona genuinamente masculina era el de proteger la ventaja comparativa de las mujeres frente a la infección y virulencia del Coronavirus[28], aunque los episodios de liberación de estrógenos en bombazo pudieran producir efectos indeseados de muy baja entidad.

     9º. En cuanto a la inicial hemiparesia derecha, luego reducida a una importante asimetría funcional, a favor de la parte izquierda del cuerpo -incluidos ojo y oído de dicho lado-, Raquel especulaba con una polaridad eléctrica de las proteínas protectoras del virus[29], que hiciese aconsejable un fortalecimiento del hemicuerpo izquierdo del huésped; tanto más, considerando la menor capacidad del pulmón izquierdo[30]. Las insuficiencias de ayuda y de tiempo disponible llevaban a la autora del informe a lamentar la falta de soporte experimental con las proteínas de la cápside del virus.

     10º. Al haberse insertado parte del genoma del virus en el ADN de un buen número de los pacientes infectados hace meses por él, y haberse iniciado la actividad de entre tres y seis genes estructurales que han de contribuir a la detección y eliminación de cepas ulteriores o, cuando menos, a atenuar su virulencia, es de suponer que los afectados por el síndrome post COVID-19 habrán generado una inmunidad total o parcial a sucesivos brotes de dicho COVID, a costa de la permanencia de parte del material genético del virus en el ADN de los pacientes. El futuro dirá acerca de la heredabilidad de ese fenotipo, así como de su extensión entre la población y de la transcendencia evolutiva que pueda corresponder a todos o algunos de sus caracteres.


***



     La lectura del informe y la explicación de lo fundamental a este ignorante servidor llevó muy a gusto a la buena de Raquel un par de horas. Reconozco que, a partir del punto 7º, tenía en la punta de la lengua una pregunta que hacerle; pero, como no me permitía la menor interrupción, hube de escribirla en la servilleta, para evitar olvidos. En ella figuraba la siguiente cuestión: ¿Es que ese virus de las narices se va a convertir en un benefactor de la Humanidad? Raquel, al oírla, se echó a reír:

-          De eso se trata, al parecer, y no sería la primera vez, ni muchísimo menos. Los virus y nosotros llevamos conviviendo genéticamente desde que aparecimos por este mundo; y, a diferencia del dueño de la gallina de los huevos de oro, nuestros pequeños parásitos han aprendido a vivir a nuestra costa, pero haciéndonos el menor daño posible. Y, como si tuvieran la varita mágica para transformar un inevitable parasitismo en una armoniosa simbiosis, han inventado técnicas de integración en nuestro genoma e, incluso, para saltar de un lugar a otro de él. Cómo será, que hay quien dice que, sin la cooperación de los virus, los humanos no seríamos lo que somos o, incluso más, no habríamos llegado a separarnos de nuestros ancestros simios[31].

-          Según eso, Raquel, las tres capitostes de marras pueden estar agradecidas al Coronavirus pues, no solo les va a dar poderes o cualidades muy aprovechables, sino que puede convertirlas en matriarcas de una progenie de humanos bastante peculiares.

     Mi interlocutora sonrió, enarcando las cejas:

-          Eso será si, como espero, las inserciones pasan a sus óvulos y están dispuestas a tener descendencia a partir de ahora, lo que ignoro. Pero no te preocupes: Hay muchos miles de manifestantes en las mismas condiciones, por lo que es de esperar esas mutaciones no se pierdan así como así.

-          ¿Solo de manifestantes?, dices. No sé cómo vas a probarlo, si no te permiten hacer una encuesta a todas las personas que hayan desarrollado el post-COVID-2…

-          Me siento con fuerzas para esbozar una teoría que obligue a esos cernícalos a estudiar a fondo el asunto, o a echarme del Carlos III con cajas destempladas. Ya te dije que estoy dispuesta a todo.

-          ¿Incluso a indicarme ahora los puntos más sobresalientes de tu hipótesis?

-          A eso, no, amigo Pepe. Tengo que perfilar algunos extremos todavía.  







6.      La actuación conforme al protocolo




     Me lo confesaba Raquel y yo no tenía ninguna razón para no creerla:

-          Mira, Pepe, sabes que no trago a Arana y no le perdono que lleve dos semanas sin llamarme a su despacho para darme su parecer sobre el informe que te leí. Total, eran tres páginas. Con todo y con eso, seguía tragando quina, pero ya no aguanto más. Tal parece que algunas zangolotinas parezcan dispuestas a pasarme su estupidez o sus mentiras por las narices, y eso no lo consiento.

-          Anda, Raquel, cuéntame lo que te encocora, que seguro no será para tanto.

-          ¡Cómo que no! Escucha atentamente y ya me dirás.

     Lo primero que había soliviantado a mi informadora habían sido las palabras que la tal Irene había pronunciado, nada más incorporarse, ya curada en lo posible, a su fantástico puesto de trabajo. Lo había hecho con toda pompa, rueda de prensa incluida. Lo malo es que algunos periodistas tienen una memoria menos flaca que los políticos que los convocan. En este caso, uno de ellos le salió con la misma pregunta que sus colegas -y cualquier ciudadano con sentido común- habían formulado decenas de veces:

-          ¿No cree usted que, si no hubiese ido a la manifestación del 8 de marzo, tal vez no se hubiese contagiado?

     Otros políticos, en semejante brete, habían salido por los cerros de Úbeda; pero Doña Irene, no: Tenía que apabullar al impertinente y, para ello, decidió acogerse a una mentira de aquellas que, no es que tengan las piernas cortas, es que padecen de paraplejia completa. Le dio por decir:

-          Cumplimos escrupulosamente con los protocolos existentes en aquel momento…

     Esa era una. La otra precisa una más detenida exposición. Tomando un pincho en la cafetería del Carlos III, Raquel captó un fragmento de conversación que, entre risas, mantenían dos de las genetistas del Instituto. Decía una:

-          ¿No sabes la última de ese síndrome tan raro post Covid-19? Pues que los hombres que lo padecen están haciendo una EDY[32].

-          ¡Pues qué pena que no acaben todos sin el cromosoma! Total, para lo que les vale a muchos…

     Raquel estaba roja de ira:

-          Estoy segura de que Arana ya anda por ahí divulgando mi estudio, sin informarme ni discutirlo. Y esa panda de descerebradas no parece darse cuenta de que, si es verdad lo que dicen, los pacientes varones con postCOVID-19 están en un tris de agarrarse un cáncer… ¡Hasta aquí hemos llegado!

     Se acabó de un trago el café, esbozó un gesto de despedida y se alejó dejando en el aire una frase que sonaba extraña y premonitoria: Tendrás noticias mías.


***


     La verdad es que las noticias las tuve por conducto de la prensa. En una carta abierta a los medios informativos, una investigadora del Instituto Carlos III denunciaba el disparate que había supuesto convocar, autorizar y participar en las manifestaciones del 8 de marzo, y las amenazadoras consecuencias que los contagios consiguientes podían tener para muchos de los asistentes y para su futura descendencia. Hay varias consecuencias incurables para muchos de los entonces contagiados: serios problemas de visión, sexualidad y dominio de la mitad derecha del cuerpo. Y parece que los hombres pueden tener una mayor predisposición al cáncer. Y, como colofón: Nadie podía prever lo que se nos ha venido encima, pero es mentira que ningún científico con sentido común autorizara lo del 8 de marzo.

     Era lo bastante para provocar el inmediato despido de Raquel y un aluvión de descalificaciones y querellas, seguidas de otra lluvia de notas de apoyo y de adhesión. Pero ninguna otra consecuencia pudo agradar más a mi amiga que el haberle abierto sus páginas la superfamosa revista N., para que expusiera todo aquello que yo había conocido en primicia. Bueno, todo no. Faltaba la guinda, que provocó una verdadera tormenta en el mundo científico. La autora del trabajo ponía fin al mismo con una Addenda que, oportunamente traducida del inglés, venía a decir lo siguiente:

     Alguien dijo que las verdades se ocultan a los sabios y se revelan a la gente sencilla[33]. Si yo, en vez de ser una mujer de ciencia -aunque modestísima-, fuese un hombre de la calle, me atrevería a sostener que los síntomas del postCOVID-19 llevaban en sí mismos la evidencia de su origen. A) La visión ultravioleta no es sino el extremismo sobre el violeta, color distintivo empleado por los manifestantes. B) El comportamiento olfativo-sexual traduce el desprecio por la masculinidad y la validez de cualquier inclinación sexual, sin respetar los condicionantes naturales (LGTBIQ+)[34]. C) La discreta hemiparesia derecha simula la actitud de quienes no admiten otra visión o inclinación que la izquierda, sea lo que fuere esta, desde el punto de vista ideológico y moral.

     Y, si me atreviera a llevar mi argumento acientífico -que no anticientífico- hasta extremos que la mayoría de mis colegas no se atrevería a suscribir, diría que la inserción en los cromosomas 3, 8 y 20 no tiene carácter aleatorio, sino que apunta al día y circunstancias del contagio.


***


     Es posible que, además de quebraderos de cabeza y la llamada satisfacción del deber cumplido, lo único que le quede a Raquel Revuelta sea el dudoso honor de que den su nombre a ese síndrome postCovid-19, que ella descubrió y dio a conocer a la comunidad científica. Por mi parte, solo he pretendido aportar, para quien pueda interesar, muchos de los episodios y entresijos de aquel empeño. Y, si ustedes sacan alguna lección de ello, o cierto placer -un sí es no es malicioso, y hasta un pelín sádico-, daré por bien empleado mi tiempo.     

   




[1] Medicamento de usos múltiples, que fue sugerido para la terapia de COVID-19, con abundante apoyo chino y -¡Dios nos ampare!- del Presidente de los EE.UU., Donald Trump. La OMS y la Agencia Española del Medicamento se mostraron bastante más cautelosas. Hasta su empleo contra COVID-19, se habían reportado efectos secundarios indeseables en la córnea y la retina, en ocasiones, irreversibles.
[2] Famoso cantante británico, nacido en 1940. Sex bomb es uno de sus más tardíos éxitos, pues apareció en 1999.
[3] Según la Wikipedia, el Instituto de Salud Carlos III es un organismo autónomo público español. Fue creado en el año 1986, a raíz de la promulgación de la Ley General de Sanidad. Entre sus objetivos se encuentran los de apoyo científico-técnico al Sistema Nacional de Salud y al conjunto de la sociedad, así como de formación, control sanitario e investigación en Ciencias de la Salud.
[4]  Véase: Yam JC & Kwok AK, Ocular toxicity of hydroxychloroquine, Hong Kong Med J., agosto de 2006; 12(4):294-304. HCQ son las siglas o abreviatura científica de la hidroxicloroquina.
[5] Raquel alude, seguramente, al siguiente artículo: Christopher Hogg, Magella Neveu, Karl-Arne Stokkan, Lars Folkow, Phillippa Cottrill, Ronald Douglas, David M. Hunt & Glen Jeffery (2011): Arctic reindeer extend their visual range into the ultraviolet, The Journal of Experimental Biology 214: 2014-2019.
[6] Gustav Horcher fue el fundador, en 1904, del primer restaurante Horcher, en la calle de Martín Lutero de Berlín.
[7] El Instituto Carlos III (véase nota 3) fue fundado en 1986. El brandy Carlos III, de las bodegas jerezanas de Pedro Domecq, empezó a producirse a comienzos del siglo XX (no he sido capaz de una mayor precisión cronológica), al parecer, para cubrir el segmento de calidad entre el Carlos I y el Fundador.
[8] O Sudor de Gorila, nombre de una colonia imaginaria, que nada tiene que ver con el conocido fijador de pelo para hombres, llamado Moco de Gorila, de la casa Carethy.
[9] A título introductorio sobre el órgano vomeronasal, véase: Sarría-Echegaray Pedro L, Artigas-Sapiaín Christian, Rama-López Julio, Soler-Vilarrasa Ramona y Tomás-Barberán Manuel, Órgano vomeronasal. Estudio anatómico de prevalencia y su función, Rev. Otorrinolaringol. Cir. Cabeza Cuello, vol.74 no.2, Santiago de Chile, 2014.
[10]  Ese es el rango administrativo del Director del Instituto de Salud Carlos III.
[11] Siglas de transposable elements, o elementos transponibles, fragmentos de ADN que proceden de material genético de virus o de otras especies de genuinos seres vivos.
[12]  Según el diccionario de la Real Academia Española, la voz arana, de origen incierto, significa embuste o trampa. En euskera, del que seguramente procede el apellido, aran significa ciruela.
[13] Véase -en serio-: R.H. Douglas & G. Jeffery, The writer spectral transmission of ocular media suggest ultraviolet sensitivity in widespread among mammals, Proceedings B of the Royal Society, 7 April 2014, volumen 281, issue 1780.
[14] El órgano vomeronasal recibe también la denominación de órgano de Jacobson, por el apellido de uno de sus primeros descubridores y estudiosos, el danés Ludvig Lewin Jacobson (1783-1843). Véase Michael Meredith, Human Vomeronasal Organ Function: A Critical Review of Best and Worst Cases, Oxford Academic Chemical Senses, Volume 26, Issue 4, May 2001, pages 433–445.  Biagio D'Aniello, Gün R. Semin, Anna Scandurra, and Claudia Pinelli, The Vomeronasal Organ: A Neglected Organ, Front Neuroanat. 2017; 11: 70 (breve resumen, pero con abundante bibliografía).  
[15]  Sustancia estimulante alcaloide de sabor amargo, presente en el cacao y, por tanto, en el chocolate.
[16]  Doy al neologismo género femenino, al tratarse de una enfermedad (en inglés, disease).
[17] Película de 1950, dirigida por Elia Kazan, cuyo argumento se centra en la persecución y detención de los dos individuos que han estado en contacto con un afectado de peste neumónica, para evitar que contagien a otras personas en la ciudad de Nueva Orleans. En mi opinión, es una buena cinta.
[18] Llevaré mi osadía hasta proponer una auto cita al respecto, que supone un análisis del estado de la cuestión hasta el momento de su publicación en este mismo blog (etiqueta de ensayos): Federico Bello Landrove, Lamarck y Darwin se unen. Revisión general de la doctrina en materia de aleatoriedad de las mutaciones: Estado de la cuestión, quienfueraborges.blogspot.com, 17 de julio de 2017. Si lo leen, verán que mi posición al respecto, de acuerdo con la doctrina mayoritaria, ya no es la del personaje de este cuento, Pepe, quien se conoce que en sus estudios de bachillerato no llegó más allá del Neodarwinismo.
[19]  En unos idiomas, las fechas suelen comenzar por el mes. En español empezamos por el día.
[20]  Pese a que la epidemia ya hacía estragos en España, se autorizaron masivas manifestaciones para celebrar el Día Internacional de la Mujer, en un alarde de mala política. De sus consecuencias imaginarias trata este cuento. De las reales, deberían dar cuenta moral, política y jurídica quienes las autorizaron, y sus superiores, que los indujeron a ello.
[21]  Raquel ha unido los nombres de las tres capitostes, resultando Begoña, Carmen & Irene Idiopatic Disease.
[22] Zonas del ADN o motivos estructurales de las proteínas que estadísticamente parecen favorecer las inserciones de elementos transponibles o las mutaciones.
[23] Estudios de la profesora Angéla Bekési y colaboradores. Véase, como notable divulgación: Angéla Bekési, Beáta G. Vertessy, Uracin in DNA: error or signal?, www.scienceinschool.org, May 16, 2014 (hay versión española).
[24] Yo no entendí nada bien esta parte del informe; así que no puedo hacerles a ustedes aclaraciones. Lo siento, pero no ser médico o bioquímico tiene estas cosas…
[25] Incluso las radiaciones UVC -entre 100 y 250 nm- se utilizan como desinfectantes genéricos de virus y bacterias. Véase: Kanta Subarao and Deborah R. Taylor, Inactivation of the Coronavirus that induces severe acute respiratory síndrome, SARS-CoV, Journal of Virological Methods, 121(1): 85-91, October 2004.
[26] Es bien sabido que, en materia de hormonas sexuales,  suelen ser producidas las mismas, tanto por hombres, como por mujeres, según sus edades respectivas. La diferencia, pues, resulta más cuantitativa que cualitativa.
[27] Debo recordar que muchos científicos niegan la evidencia de haberse detectado feromonas en la especie humana, lo que me parece probabilísticamente erróneo. Otra cosa es que tales feromonas se hayan descubierto o no, o qué requisitos pongamos a una sustancia química para calificarla de feromona. Creo que uno de los mejores libros sobre feromonas es: Tristram D. Wyatt (Editor), Neurobiology of chemical communication, CRC Press/Taylor & Francis, 2014; el capítulo 19 (Human pheromones. Do they exist?) corre a cargo de Richard L. Doty, y adelanto que su respuesta a tal pregunta es “por ahora, no se conocen”.
[28] Parece que vuelve a producirse frente al SARS-CoV-2 el mismo efecto protector por los estrógenos femeninos que ya se había estudiado frente al SARS-CoV de 2002/2003: véase Rudragouda Channappanavar, Craig Fett, Matthias Mack, Patrick P Ten Eyck, David K Meyerholz and Stanley Perlman, Sex-based differences in susceptibility to SARS-CoV infection, J Immunol. 2017 May 15; 198(10): 4046–4053.
[29] Véase: Z. Liang and D.-M. Xiao, Polarization and absorption principle of Corona virus in the electric field, Research Gate, April 2008.
[30] No he encontrado referencias estadísticas comparativas de la capacidad de los pulmones izquierdo y derecho. Supongo que puede suponer una orientación que el promedio de peso del derecho sea de unos 700 gramos y la del izquierdo, de 650 g; es decir, una relación 14/13.
[31] Tan admirable como polémico, véase el siguiente artículo: Luis P. Villarreal, Can viruses make us human?, Proceedings of the American Philosophical Society, vol. 148, No. 3, September 2004, pp. 296-323. Para mayores detalles sobre el comportamiento de los virus en nuestro genoma, véanse: Nina V. Fedoroff, Transposable elements, epigenetics and genome evolution, Science, Vol 338, 9 November 2012, 758-767. Christian Biémont, A brief history of the status of transposable elements: from junk-DNA to major players in Evolution, Genetics, Vol 186, 2010, 1085-1093. Ahsan Huda, Epigenetic regulation of the human genome by transposable elements, Doctoral Dissertation, Georgia Institute of Technology, August 2010 (accesible íntegramente y en abierto por Internet). Ahsan Huda, Nathan J. Bowen, Andrew B. Conley & I. King Jordan, Epigenetic regulation of transposable element derived human gene promoters, Gene, Vol 475 (2011), 39-48. Reyad A- Elbarbary, Bronwyn A. Lucas & Lynne E. Maquat, Retrotransposons as regulators of gene expression, Science, 2016 Feb 12; 351(6274): aac7247.
[32] Abreviatura de Extreme Downregulation of (Chromosome) Y, es decir, muy grave pérdida de funcionalidad del cromosoma masculino Y. En bastantes ocasiones, sobre todo, en la vejez, esa menor funcionalidad puede desesmbocar en la pérdida total de dicho cromosoma, conocida por las siglas LOY (loss of chromosome Y). Véase: Alejandro Cáceres, Aina Jene, Tonu Esko, Luis A. Pérez-Jurado, Juan R. González, Extreme down-regulation of chromosome Y and cancer risk in men, JNCI: Journal of the National Cancer Institute, Oxford University Press; published: 07 January 2020.
[33] Clara alusión al Evangelio según San Mateo, capít. 11, versíc. 25. Ignoraba que Raquel tuviera algún conocimiento de las fuentes católicas.
[34] Siglas que designan colectivamente lésbico, gay, bisexual, trans, intersexual y queer, incluyendo a través del + cualquier otra identidad que se quede en el medio de todas ellas, o en otra parte.

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