Las bodas de oro
Por Federico Bello Landrove
La invitación
para celebrar las bodas de oro de una promoción universitaria da pie a una de
sus integrantes para repasar su vida, al tiempo que duda en volver a España a
participar del festejo. Mal que bien, el evento no deja de darle ocasión para
realizar ciertos planes, que los avatares del pasado impidieron en su día.
1.
Cincuenta años no son nada
-
Tienes
un e-mail[1], se dice
Loli, al abrir el ordenador y ver el pertinente icono en el margen inferior
derecho del aparato. Veamos quién se acuerda de esta emérita.
La apostilla nos
pone sobre la pista de que el inexorable retiro le ha de llegar dentro poco a nuestra
profesora. Tras mucho alargar su recorrido, años de emérita incluidos, los
compañeros de la Facultad la despedirán dentro de poco. Despedida, en el
sentido laboral del término -puntualizaría, si me oyese- pues está tan terne
como hace una década y bastante mejor que hace dos, cuando se le vino el mundo
encima.
Querida
condiscípula:
Aunque nos parezca
mentira, el próximo mes de mayo se cumplirán 50 años de nuestra licenciatura
universitaria. Con tal motivo, un grupo de compañeros que seguimos viviendo en
Castellar hemos iniciado la organización de los actos para festejar nuestras
Bodas de Oro académicas, en los que esperamos contar con tu inestimable
asistencia y colaboración. Acompañamos un proyecto de actos a celebrar, así
como de fechas programadas, todo ello ya muy avanzado en su organización,
aunque admitimos encantados sugerencias para matizar o mejorar lo preparado. Te
rogamos nos hagas saber lo antes posible si tendremos la fortuna de contar con
tu asistencia o si no te será posible acudir al evento. En nombre de la
comisión organizadora, recibe un cordial abrazo de
Lesmes Astudillo.
La verdad es que
para Loli no ha sido una sorpresa. De hecho, ya se olía algo parecido pues,
aunque ya no tiene la memoria de elefante de antaño, no iba a estar tan
distraída, como para no recordar el año en que acabó la carrera. Lo que pasa es
que, cuando hace ocho años volvió a su Castellar natal para cumplir la póstuma
voluntad de sus padres, se prometió no volver a poner los pies en aquella
ciudad, gris y desvaída, tan lejana de sus recuerdos, cuyos seres más queridos
tenía que ir a encontrarlos al cementerio. ¡Una y no más!, se repitió
entonces, mientras recibía, a un tiempo, pésames y parabienes de los cuatro
gatos, ceremoniosos y envejecidos, que habían acudido a su llamada para el
sepelio de las cenizas de sus padres, traídas del otro lado del océano. De modo
que, como si lo tuviera delante, rezongó:
-
No
tanta prisa, Lesmes, que tengo que pensármelo.
***
Imprime el
documento y lee por encima el programa de actos. ¡A cualquier cosa
llaman programa! Recepción en la Facultad por el Decano; acto de confraternización
en el Paraninfo -¡milagro que se lo van a abrir en sábado!-; comida de
hermandad en el hotel Recoletos, y pare usted de contar. De la edad de
Loli da razón el que eche de menos celebrar una misa:
-
Ya
que no por los presentes, al menos por los fallecidos, que seguramente son
todos los profesores y bastantes de los compañeros. Y quien no quisiera
asistir, que no fuera. ¡Con ponerla lo primero!
La verdad es que
con semejante programa no dan ganas de viajar de aquí a la esquina; cuanto más,
las consabidas cuatro mil millas que separan su casa de hoy de la de ayer. Se
sorprende de sí misma cuando oye salir de sus labios estas palabras:
-
El
caso es decidirse. El programa, si voy, ya me lo organizaré yo solita.
Una semana y
muchas sesudas reflexiones después, contesta al compañero Astudillo, por el
mismo conducto:
Amigo Lesmes:
Salvo
imponderables, que os haría saber, contad conmigo para las Bodas de Oro. Ya me
dirás si tengo que adelantar alguna cantidad. Hasta pronto, cariñosos saludos
de
Loli Núñez.
Pulsa enviar y
se sonríe con sorna:
-
Si
mis alumnos supieran que todos en España me llaman Loli, me perdían el respeto.
¡Hay que ver lo que impone decirle a una profesora Doña Dolores!
A ratos perdidos, va programando una
estancia quincenal, pues no tiene sentido hacer un viaje tan costoso para
menos. Claro que una cosa es escribirlo en un folio y otra ponerse de acuerdo
con los implicados, empezando por los propios organizadores a los que, tomando
por la palabra, les ha hecho una sugerencia muy en sus puntos de catedrática,
vocacional de la docencia:
En el acto del Paraninfo, podría hacerse
una semblanza de la Universidad que nos tocó vivir en aquellos años. Si no
encontráis a nadie mejor y más dispuesto, me ofrezco para asumir el encargo.
El Comité
organizador -Astudillo y otro más- declinan el ofrecimiento, con harto dolor de
su corazón, ya que:
Hemos pensado que
sería más ágil y participativo que, tras unas palabras de saludo de los
organizadores, vayan tomando la palabra todos los compañeros, para hacer un
mini resumen de su vida y milagros, desde el fin de carrera hasta ahora. Quizá
sería mejor momento para que intervinieras el final de la comida, contando con
que la mayoría de los asistentes de fuera no tengan prisa de marchar en viaje
de retorno.
Loli, siempre
suspicaz, se enfada un pelín, pero no replica por correo.
-
Se
ve a la legua que Astudillo sigue tan carcunda como antaño y tiene miedo de que
me vaya de la lengua despotricando de los grises[2]
y el franquismo. ¡A buena hora voy a disertar a los postres, cuando todos
estén alegres y charlando por los codos!
Así pues, la
profesora abandona veleidades de colaboración con Astudillo y compañía, para
centrarse en su propio y peculiar programa. Yo he tenido la oportunidad de
echarle un vistazo, aprovechando la benevolencia de la autora. Estoy dispuesto
a compartir mi conocimiento con ustedes, si se animan con el capítulo
siguiente.
2.
Programa, programa, programa
Bueno, quizá la
cosa no sea para tanto, como para triplicar el sustantivo, al modo de uno de
los pocos políticos españoles que, en la patria o fuera de ella, Loli ha
respetado[3].
Pero la verdad es que, para quien no conozca bien su vida, la profe le
ha dado en ese programa un buen repaso, tal vez inconscientemente.
Veamos algunos puntos.
Día cuarto.
Café, y lo que se tercie, con Matías Sendín. El tal Matías, Matiu para
los compañeros, asturiano de nacimiento, bebía los vientos por Loli en los
tiempos de Maricastaña, es decir, cuando los jóvenes de la promoción de las
bodas de oro repartían su tiempo entre las clases, las algaradas y los
noviazgos. Dicen las crónicas apócrifas que Matiu llegó hasta pedir de
rodillas a Loli que abandonara a aquel novio extranjero que estudiaba Derecho y
que pretendía llevársela con él a ultramar, Dios sabe en qué soledades y
peligros. Loli siempre lo ha desmentido: anteanoche, sin ir más lejos, cuando
repasaba los recuerdos que el proyecto de viaje había avivado y puesto de
actualidad, sola en aquel chalé, tratando de conciliar el sueño mediante el
soliloquio, interminable y fatigoso:
-
La
verdad es que a arrodillarse no llegó. Solo dijo que me lo pedía de rodillas,
pero sin hacer la genuflexión, que de ninguna forma yo habría consentido.
¡Pobre Matiu, la de veces que me lio para ir en manifestación o a las
asambleas! Hasta que un día, en tercero, acabamos en la Comisaría, y nada menos
que con estado de excepción. Yo creo que lo pasó él peor que yo, y mi madre,
peor que ninguno de los dos. ¡Menuda filípica nos echó! A él le hizo más efecto
que a mí pues, desde entonces, se limitaba a tenerme en un pedestal y a
buscarme con cualquier pretexto para estar juntos. Llegó a aburrirme y, luego,
a cansarme de tanta admiración y tanta advertencia de los peligros que correría
con aquel dominicano con pinta de ser partidario de Balaguer[4].
Después de aquella falsa escena del arrodillamiento, también él acabó por
cansarse de insistir y hasta empezó a tontear con una de Químicas que, según la
deslenguada de Pacita, era la que preparaba los petardos y los cócteles Molotov
para los activistas del PCE[5].
A la tenue luz de
la mesilla, notamos que Loli esboza una sonrisa, mientras prosigue:
-
Luego,
más pronto que tarde, Matiu abandonó a Gramsci y la traducción de Roces[6],
por los apuntes para exámenes a cátedras de Geografía e Historia, se casó y lo
último que supe de él, por mis padres, es que estaba de Director en un
Instituto de Galicia. ¡Quién lo iba a decir! ¡Cuánto habría dado por escuchar
alguna de sus clases, a ver si seguía cojeando del mismo pie -el izquierdo, por
supuesto!-. ¡Y cómo le caló al estudiante dominicano, a mi siniestro ex
marido! Claro que, en estas cosas, todos tienen más probabilidades de acertar
que los enceguecidos de amor y de rebeldía, como una servidora, que no sería
por falta de avisadores…
Loli bosteza y se
arrebuja con la sábana. Creo llegado el momento de que respetemos la intimidad
de su alcoba.
Día sexto.
Merienda con la pandilla del Instituto. La verdad es que guarda mejores
recuerdos del Insti que de la Facultad, y eso que entonces era
exclusivamente femenino, en lo que al alumnado se refiere, y ella, más por
ideología que por exigencia biológica, despotricaba contra la segregación por
sexos y envidiaba a sus padres, cuyo noviazgo eterno había resistido la
guerra y la separación, gracias a los sólidos cimientos echados en el Instituto
coeducado de su época. Cuando ha confeccionado el programa, no ha
necesitado ponerse a pensar en el número e identidad de las compañeras con las
que le apetece reunirse:
-
Esperemos
que puedan estar todas las que nos juntamos, hace la broma de doce años.
Escribiré a Visi y a Pilar y ellas ya se pondrán en contacto con las demás. Si
es como la otra vez, no les resultará complicado porque todas, menos una,
siguen viviendo en Castellar y Rebeca, en Zamora, a dos pasos. ¡Igual que yo,
vamos! Lo malo es que han cerrado el sitio de la otra vez, que estuvimos tan a
gusto y nos trataron tan bien, ¡Bah!, que busquen ellas, que seguro que
aciertan con el local.
Loli se levanta
del sofá en que está filosofando -acepción de su cosecha, para aludir a
las reflexiones de sofá- y va a coger de la estantería uno de los libros de que
es autora. Hojea con rapidez, encuentra la página deseada y lee:
Cada vez que
Marisa regresaba a su ciudad, buscaba la acogida cálida y familiar de sus eternas
compañeras de colegio, como el polluelo la de sus hermanos de pollada, o el
transterrado la de la vieja manta que lo acompaña en su viaje interminable. A
ellas podía contarles sus penas y sus secretos, compartir anhelos y dudas,
hacerles partícipes de sus trabajos y de sus pequeñas glorias, sabiendo que
siempre hallaría comprensión, ayuda, discreción y alegría.
Precisamente ese
texto será el que cierre la lectura que suelen pedirle haga para ellas de algún
fragmento de sus obras. Eres la escritora de nuestra promoción: Hablas por
todas nosotras, que nos sentimos representadas por ti, adujo con energía
Pilar, cuando ella ponía peros un día para soltarse a recitar en público.
-
Allá
iremos con nuestras carretadas de hijos, nietos y achaques. Lo que ya no es
noticia, como las primeras veces, serán las separaciones y divorcios, en lo que
yo fui pionera. Ahora todas aguantan, salvo que tengan la desgracia
-supongo- de quedarse viudas.
Días a convenir: Entrevistas con
Mario y el Señor Cerrón, y eventualmente, firma de libros.
Mario es el
Director del Noticiero de Castellar, cuya familia era amiga de la de su
madre desde antes de la guerra: De derechas, pero buena gente, resume
con una expresión de la que se deduce que Loli sea del lado contrario. Cuando
la profesora castellarense empezó a ser reconocida también en su tierra, el tal
Mario le hizo la oferta de una columna a la semana, sobre temas literarios o de
actualidad americana, con el título genérico de Desde la otra orilla. A
partir de entonces, lleva la friolera de 384 artículos y ya se sabe de memoria
el número de líneas y de palabras preciso para ocupar el espacio reservado, sin
que, como en un principio, le recorten algún párrafo sin avisar. Pero, desde
hace unos meses, parece que Mario trata de poner fin a su colaboración, si bien,
en vez de irle por derecho, se anda con rodeos, pagando tarde y mal, o
saltándose la publicación de algún artículo. Loli transige porque, por encima
de todo, busca el conocimiento y el contacto con los castellarenses de todas
las generaciones, pero no está dispuesta a que se la ningunee o pretendan usar
gratis de su trabajo, por sencillo y grato que le resulte.
-
Espero
que me hable con franqueza -susurra Loli para sí misma-. Después de todo, en
esta era de los diarios digitales, El Noticiero ya no es el ombligo de
la Ciudad, ni lo que fue en sus buenos tiempos…, que precisamente fueron los de
la censura.
Se ríe de esa
aparente contradicción. Yo pienso que es más que aparente: es falsa, diga lo
que quiera Doña Dolores. Lo que pasa es que hay pensadores y escritores que,
aún amordazados, valen más que otros que gozan de toda la libertad del mundo.
Verá, profesora, el talento, como el Espíritu Santo, sopla donde quiere.
***
El Señor Cerrón es
el alma de la editora local Fuente del Saber, que viene publicando en
España todos sus libros en prosa, ahorrándole el tener que hacer de ellos
ediciones de autor, poniendo texto, trabajo y dinero. Aunque empezaron por
amistad y calidad literaria, la verdad es que algunas obras se han vendido
bien, incluso tirando dos o tres ediciones. La que mejor, desde luego, aquellos
cuentos eróticos que le vinieron a la pluma cuando supo, al fin, de qué iba la
cosa. En justo castigo a su perversidad, el experto galán había hecho
pronto mutis por el foro, dejándola insatisfecha para los restos. Nada -ni
siquiera los reproches de su madre, al correrse por Castellar el contenido del
libro- la hacía más infeliz que la recurrente pregunta de alumnos atrevidos y
de periodistas avisados:
-
Profesora,
usted que la cultiva con éxito, ¿qué opina de la literatura erótica?
-
Yo
voy con Machado: Se canta lo que se pierde[7].
Lo que nunca le
han preguntado -ni yo mismo me atrevería- es si es preferible perder a no haber
tenido nunca.
El Señor Cerrón
-total, ahora poco más viejo que ella- le tiene siempre la misma cantinela:
-
Loli,
bonita, tienes que hacer una escapada y venir por aquí a publicitar tus libros.
-
Don
Juan -replica-, el buen paño en el arca se vende.
-
¿Y
quién puede decir si el paño es bueno o no?, rezonga el octogenario, con un
escepticismo que quiere ser cáustico, pero provoca en Loli una adhesión sin
fisuras:
-
Tiene
usted más razón que un santo.
Bien, el caso es
que no tendrá más remedio que pasar por las horcas cerronianas:
Entrevistas a El Noticiero y al cronista local de El País. Charla
en la televisión regional, donde la verdad es que la tratan de maravilla.
Alguna cuña en la emisora de radio de la Cadena S.E.R., y -¡ay, Señor- mañana y
tarde en El Corte Inglés, firmando libros…, si es que hay alguien que se
acerque a comprar alguna obra de “¿quién es esa Señora?” Si, al menos,
pudiera cambiar los grandes almacenes por esa cadena de librerías que ha
abierto dos o tres estupendas en Castellar… Sí, no hay más cáscaras: Se lo
pondrá como condición a Don Juan y parece que ya lo está oyendo:
-
Muy
bien. Por la mañana en un sitio y por la tarde en otro.
Está visto, este
Cerrón -incluso imaginario- es agotador.
Antepenúltimo
día de estancia: El Caballero Audaz. No, no crean que la profesora Núñez sea de las poquísimas en
recordar la obra del otrora famoso escritor y periodista que hizo ilustre aquel
seudónimo[8].
Es un apelativo aprovechado por ella para aludir con ironía a su primer amor,
Alfredo Benavente, que de caballero lo tenía casi todo, pero ¡lo que es de
audaz…! El chico estudiaba Derecho, como el hermano de Loli, pero eso vino
después y, por tanto, no era la razón de conocerlo. El caso es que todo nació
de una anécdota, que aún hace brotar del rostro de Loli una de esas sonrisas soñadoras
de las malas novelas antiguas:
-
Andan
ahora a vueltas en la tele con las citas a ciegas. ¡Para ceguera, la
nuestra!, gracias a compartir un mismo Instituto, los chicos, por la mañana y
las chicas, por las tardes. Y no fue la ocurrencia de los mozos, sino de una
chavala de quinto. Le dio por meter un papelito en un hueco de la madera
vetusta de los bancos corridos de antaño. En el rollo, una cita. La práctica se
puso de moda y hasta yo, que era una pava en cuarto, me dio por contagiarme. El
problema, con tantos mensajes, era quedar con el receptor del de una en un
lugar diferente. A mí me dio por escoger la puerta del convento de Las Claras
que, por supuesto, no se le había ocurrido a nadie. Oteé el horizonte a cierta
distancia y me encontré con que me esperaba un pollo bien parecido, a
quien conocía de vista, como vecino de mi misma calle, dos portales más abajo.
Ello me hizo perder el reparo y dar la cara. La verdad es que nunca me he
arrepentido de ello.
Dice Loli que
nunca se arrepintió. La verdad es que, del primer amor, casi todos tenemos un
buen recuerdo, aunque muy pocos saben conservarlo vivo y perpetuo. Aquella pipiola
de trece primaveras no fue una excepción, aunque, con la experiencia que
dan los años, ha llegado a dar -dice- con la causa principal de su fracaso. Es
la que resume el epíteto de audaz, dicho con sarcasmo. Para entendernos,
si Alfredo hubiese sido más decidido, más…, digamos sensual, Loli habría caído
en sus brazos para los restos; porque, lo que es caballero, lo era sin
miedo y sin tacha, como los mejores del medievo. En fin, la relación se fue
enfriando y, cuando llegó el estudiante dominicano, cayeron las murallas
de Jericó. Aquella niña pava, adecuadamente dirigida por un
espécimen del trópico, varios años mayor que ella, dio sus primeros pasos en el
camino de los cuentos eróticos, aunque habría de ser otro, bastantes años
después, quien la hiciera llegar a la cima.
Pero escuchemos a
Loli, cuando se decidió a colocar a Alfredo en el penúltimo día de su programa,
seguramente como broche de oro del mismo, habida cuenta de que todavía tendría
que hacer después las maletas y viajar hasta Madrid para coger el avión:
-
¿Querrás
creer que, desde que me vine para Santo Domingo, nos habremos visto por la
calle dos o tres veces, de adiós, adiós? Puede que sintiéramos vergüenza
por el fracaso, o temor, no siendo que nos diese el ramalazo del ritornelo.
Todavía me acuerdo de una vez, hace casi cuarenta años, que coincidimos con
nuestros respectivos hijos en el parque y apenas cruzamos dos palabras de
elogio de las criaturas. Él tenía ya dos, como yo. A saber si luego vendrían
más. En fin, si no llega a ser por los papás, que le tenían ley y lamentaban lo
sucedido, no habría vuelto a saber de él en los últimos años. Me dijeron que
había abierto bufete en su casa de siempre y que trabajaba mucho, de los que
más de la ciudad. Luego, ellos se vinieron conmigo, y a buenas horas le
pregunto a mi hermano por su condiscípulo: Con lo suspicaz que es, lo mismo
cree que tengo ganas de reaparecer en su vida… Nada, nada, una búsqueda por
Internet y una cita, solo que esta vez no será a ciegas.
Dicho y hecho. Pero Internet le traerá
a Loli una noticia sobre Alfredo, que no se espera. Mantengámosla en secreto,
hasta que entremos en el capítulo siguiente.
En fecha
imprecisa: Quien deja una herencia, deja pendencias. La
indeterminación de la fecha evidencia, en mi opinión, las pocas ganas que tiene
Loli de visitar a su hermano, después de las peloteras que han tenido a
distancia sobre la herencia de sus padres. No deja de ser algo frecuente, sobre
todo, cuando alguno de los herederos, por vivir muy lejos y carecer de
conocimientos jurídicos, se encuentra en inferioridad práctica, frente a
alguien presente en el lugar de los bienes hereditarios y que, a mayores, es
abogado en ejercicio: Tal es el caso del único hermano de Loli, Felipe. No voy
a entrar ahora en detalles, ni voy a darle toda la razón a la Profesora, que
tal vez pudo aprovecharse de la circunstancia de que sus padres convivieron con
ella durante un largo periodo, antes de su fallecimiento. Lo que de verdad
importa es lo que Loli opine del caso, que sirve muy bien como ilustración del
conocido refrán, que dice: nadie es buen juez de sí mismo.
La verdad es que,
cuando la zapatiesta sucesoria, estuvo en un tris de encargar la llevanza de sus
intereses al citado Alfredo Benavente. En el último momento se volvió atrás,
ante la duda de que siguiera siendo buen amigo de su hermano y la vendiera miserablemente,
pese a los pasados amoríos -o, tal vez, a causa del fracaso de los mismos-. Por
medio del Señor Cerrón, hizo el encargo a un tiburón del foro, residente
en otra ciudad, por si acaso. Al parecer, Felipe se acoquinó un tanto ante la
fama y triquiñuelas del colega y se avino a un reparto razonable de los bienes,
basado en el criterio de adjudicar los inmuebles al hijo presente en Castellar
y el dinero y títulos valores a la hermana, que precisaba transferirlos a la
República Dominicana. Todavía hubo alguna pelotera, a propósito de las joyas y
muebles que los padres habían llevado con ellos a la República Dominicana, con
todo lo cual pretendía quedarse Loli, en pago de sus desvelos y cuidados. Como
ella decía -yo lo escuché-:
-
Por
atender a los papás, habría empeñado o vendido hasta la última sortija o el
último bargueño; pero, para que se los queden esos egoístas, antes lo quemo
todo.
En fin, hecha la
partija, pagados los impuestos y satisfechos los honorarios del letrado y sus
adláteres, todavía le quedó bastante a Loli como para que, dando un suspiro de
alivio por el final de la batalla, confesara:
-
Después
de toda una vida luchando por salir de apuros con mi trabajo, al final de mis
días voy a llegar desahogada, gracias al esfuerzo y ahorros de mis padres.
Así pues, ahora,
ya holgada y tranquila, hace un hueco para su hermano en el programa de viaje,
aunque musita ilusionada:
-
No
voy a decirle nada hasta última hora. A ver si tengo la suerte de que ande de
congreso, o lo que sea, por esos mundos.
Corramos sobre el lo
que sea un tupido velo.
3.
Mis planes no son vuestros planes[9]
Dos meses después,
los proyectos de Loli van a pedir de boca. Matiu, que le confiesa no
tenía pensado ir a esa reunión de carcamales, convocada por un nostálgico
por el que nunca había sentido ninguna simpatía, cambia de idea al saber
que también lo convoca su entrañable amiga y compañera de fatigas
democráticas, a quien no ve desde que acabaron la carrera. Eso sí,
puntualiza:
Aunque llevo ya
jubilado una buena porción de años, me he quedado a vivir en Pontevedra, donde
tuve mi último destino como profesor y residen buena parte de mis numerosos
descendientes. Además a mi esposa, calahorrana hasta los tuétanos, Castellar no
le decía nada, ni a mí me apetecía regresar, una vez fallecidos mis padres, no
siendo de visita, y corta. De todas formas, Candi -mi señora- es muy sociable y
vitalista, le saca partido a todo y no me suele abandonar en mis escapadas.
Quiero decir que iremos juntos a las Bodas de Oro, aunque te prometo librarme
de ella para esa charla a tumba abierta -que conste no aludo a la edad- que me
sugieres y tanto me apetece. Eso sí, para no alargar en exceso el viaje,
habremos de aprovechar el día anterior a la reunión plenaria que, gracias a
nuestro encuentro, abordaré con mayor resignación…
… Aunque dices que
dejas los detalles para luego, me indicas que tu matrimonio fue un fracaso, del
que te has repuesto con el tiempo, los hijos y esa fuerza de voluntad de que la
naturaleza te ha dotado. No estaba al corriente de lo sucedido, pero comprenderás
que no me haya sorprendido en absoluto. Puede que te extrañe más a ti que el Matiu que pontificaba sobre el
amor libre y que, entre manifa y manifa -como ahora se dice-
procuraba comerse alguna rosca, con escaso éxito, no esté lejos de otras bodas
de oro, las matrimoniales, admirado, eso sí, de que mi santa esposa haya tenido
tanto aguante conmigo. En fin, ya hablaremos…
Loli se hace de
cruces, no de que el matrimonio de Matiu haya sido tan duradero, sino de
lo de las roscas que estaba dispuesto a jalarse, en aquellos
tiempos en que creía haber sido ella la única dueña de su corazón:
-
Vaya
con la praxis del alevín de marxista -murmura, entre la guasa y el
enfado-,qué callado se tenía lo de que amor y sexo son realidades solo
parcialmente coincidentes.
Mario, el del Noticiero,
contesta con apenas tres líneas, un tanto displicentes:
… Encantado de
verte. Cuando estés por aquí, me telefoneas al despacho y hablamos.
Cerrón y las
chicas del Insti, sí que están realmente encantados. Se les nota a la
legua. Todo son facilidades y parabienes, aunque el editor ya amenaza con la
vuelta a las andadas:
… Sabiendo que
vienes por unos días, aun contando con lo agobiada que me dices vas a estar con
reuniones y ceremonias, prepararé un proyecto de actividades para que la visita
de una ilustre escritora, tan infrecuente y tan esperada, no pase en modo
alguno desapercibida. Te mandaré con tiempo mis sugerencias…
***
Lo de Alfredo
había ido precedido -como les adelanté- de una noticia inesperada. Al meter en
el buscador de Internet las palabras Alfredo Benavente, abogado, Castellar,
salió con algún esfuerzo la dirección de su correo electrónico, que a Loli le
interesaba, junto a un montón de referencias. Entre ellas, había una esquela de
El Noticiero de casi un año antes. Era, en efecto, la necrológica de la
mujer de Alfredo, en la que se hacían constar los nombres de tres hijos con sus
respectivos cónyuges, y la referencia genérica a nietos, hermanos y demás
familia. El óbito no era motivo, desde luego, para cancelar el plan; antes,
al contrario, el encuentro podía servir de confortación para Alfredo,
trasladándolo momentáneamente al pasado, ahora que el presente era tan triste.
La duda le surgió a Loli acerca de hacerse, o no, sabedora de la viudez de su
viejo amigo. Optó por la afirmativa; y así, en el correo que le envió había un
párrafo que rezaba:
Al buscar por
Internet tu correo electrónico, me topo con una esquela que me anuncia el
fallecimiento de tu esposa, hace ya casi un año. Quiero testimoniarte mis más
sinceras condolencias, que espero transmitirte personalmente dentro de poco.
Ahora lamento que, aunque por poco tiempo, no haya podido llegar a conocerla.
Dos días después,
recibió la extensa contestación de Alfredo a su carta informatizada. El
remitente intentaba hacer de tripas, corazón, pero con muy poco éxito para la
perspicacia de Loli:
… No te
ocultaré que la muerte de Aurora me llegó en un mal momento -si es que podía
llegar en momento bueno-. Acababa de jubilarme como abogado, con una
buena pensión de nuestra Mutualidad, y, al estar fuera de Castellar todos
nuestros hijos, habíamos pensado instalarnos casi permanentemente en el chalé
que habíamos comprado en Marbella hacía veinte años, que utilizábamos solo en
vacaciones y para uso de los hijos y nietos. Ahora, retirado y bastante solo
-recordarás que era un estudiante infatigable, que apenas dedicaba tiempo a la
vida social, y así he seguido-, me siento agobiado en este caserón, lleno de
recuerdos y demasiado grande para mí. Aunque los pocos amigos que me quedan me
lo desaconsejan, la verdad es que estoy pensando en mudarme a una residencia de
ancianos, de esas que llaman de lujo, por el mero hecho de tener habitación
individual, piscina y una miaja de jardín. Mis hijos, como es natural, apoyan
la idea, pues les daría tranquilidad de espíritu, sin poner de su parte esfuerzo
ni cuidado ninguno. Yo pienso que, mientras me valga tan bien por mí solo, la
residencia será como un hotel, donde haga vida cuando quiera y salga cuando me
apetezca. Y, cuando ya esté para el arrastre, no tendré lugar mejor para que me
cuiden, una vez que todos me conozcan a mí y yo esté acostumbrado a ellos…
La extensa epístola
continuaba lamentando la mala suerte que Loli había tenido con su
matrimonio, después de haber mostrado tanta generosidad en seguir sin
rechistar al marido a un mundo tan diverso y lejano del nuestro. Y
concluía:
Estaré
encantadísimo de verte y hablar largo y tendido de nuestras cosas. No se te
ocurra venir aquí de hotel, ahora que -según me dices- habéis vendido la casa
de tus padres. En la mía hay sitio de sobra, así como una criada que limpia y
cocina bastante bien, para como ahora está el servicio –ya lo decía en nuestros
tiempos Alfonso Paso[10]-. Me sabría mal que rechazases mi
ofrecimiento, que a buen seguro aplaudirían tus padres, si aún estuviesen
-¡ojalá!- entre nosotros.
***
Comencemos por el
final. ¡A buenas horas se iba a meter Loli en casa de Alfredo!, y no por decencia,
sino porque entendía que no se daban las condiciones de confianza y
familiaridad necesarias para que una señora mayor se alojase en casa de un
caballero, como si fueran dos chiquillos que, a la primera de cambio, se cuelan
de rondón en casa de los padres de uno de ellos. Pero ese párrafo, que
parecería insustancial, activó las alarmas de Loli, por dos motivos. El
primero, por supuesto, era el ofrecimiento en sí, tan llamativo, dadas las
circunstancias. El segundo, esa cita imprevista e hipotética a lo que sus
padres habrían pensado de la aceptación. Loli tenía a Alfredo como persona que
no decía las cosas a humo de pajas. Siendo así, ¿por qué metía a sus padres en
harina? La profesora, con su mente analítica, resolvía el problema en dos
pasos. Escuchémosla:
-
Claro,
todo arranca del buen concepto y el cariño que mis padres le tuvieron siempre,
incluso cuando me dejó escapar, dejando el campo libre a las malas compañías.
Pero esto no explica que Alfredo traiga de vuelta a mis padres desde la tumba,
para que avalen una decisión tan nimia, como hospedarme en su casa en vez de en
el hotel Imperial, por ejemplo. Tiene que haber algo más, algo que los
papás se fueran lamentando al otro mundo. ¿Qué es ello? Es evidente. Yo se lo
escuché muchas veces y es probable que Alfredo también se lo oyera: Que no
hubiera sido con él con quien me casara. Esta claro que el pillín ha
tenido un lapsus: Con lo que mis padres -no lo dudo- habrían estado encantados
es con que él y yo, una vez libres, nos volviéramos a entender y decidiésemos
cambiar la soledad por una vejez compartida, hecha de recuerdos y de
esperanzas. ¡Ese es, a no dudar, el anhelo del Caballero Audaz que, por
una vez, está haciendo honor a su epíteto!
Nunca habría
creído que Doña Dolores, la rigurosa profesora Núñez, picara tan fácilmente el
anzuelo a su edad. La verdad es que los jóvenes somos unos perfectos
desconocedores de la realidad y exigencias de la vejez…, si es que hay vejez, y
no viejos. El hecho es que yo tuve la primera noticia del terremoto
cuando nuestra catedrática, Yameli Acosta, nos comunicó, con indisimulada
satisfacción:
-
Dolores
nos dejará al acabar este curso. Acaba de manifestármelo.
-
¿No
te ha explicado los motivos?, inquirió la asociada, Flor María Magaldi.
-
Algo
tiene que ver con que no tiene muy claro si quedarse en Santo Domingo, o volver
a España. Se lo está pensando. De todas maneras, solo le quedaba un curso más
como emérita.
¡Pues sí que le ha
dado profundo a la Profesora el e-mail del Abogado! Yo, que creo
conocerla bien a ella -y nada en absoluto al Audaz-, opino que la cosa
está todavía muy verde -dicho sea en la acepción figurada más honesta del
adjetivo- y, por tanto, que puede haber otros motivos para mandar al cuerno a
un Departamento al que lleva treinta y tantos años dedicando su atención y
esfuerzo; tanto más ahora, que quienes la sufrieron de jefa o de colega pueden
mirarla por encima del hombro. Si me atreviera a preguntárselo de amigo a
amiga…
***
Aparecí por la
casa a despedirme, unos días antes de su partida. No hallé otra evidencia del
viaje que un par de maletas en un recodo del enorme vestíbulo. El detective que
llevo dentro coligió que no se trataba de una marcha definitiva, ni mucho
menos.
-
¿Qué,
profesora, lista para saltar el charco? ¿Emocionada?
-
Más
que nada -bromea- porque me vengan a despedir los buenos amigos…, alguno, al
menos.
-
¿Quieres
que, en tu ausencia, eche un vistazo al chalé?
-
¡Macanudo!
Voy a traerte un juego de llaves.
Desaparece, camino
del primer piso. A su vuelta, encuentro valor para hacerle la pregunta que
tenía en la punta de la lengua desde la revelación de Yameli:
-
¿Para
mucho tiempo? He oído que tienes algo importante que resolver en tu tierra.
Diría que se ha
ruborizado y elude mirarme francamente a los ojos, como hace siempre. Deja
correr unos segundos y responde:
-
Cuando
a una le queda tan poca vida por delante, casi todo lo que hay que resolver es,
no ya importante, sino definitivo.
¿Tendré alguna
oportunidad más de que se sincere? A ver si hay suerte:
-
¿Te
llevo al aeropuerto el día del viaje? No me cuesta nada y así no tienes que
dejar el carro en el aparcamiento tantos días.
No hay suerte. Me
contesta:
-
Gracias.
El avión sale muy temprano y no es cosa de darle un madrugón a nadie. Ya tengo
apalabrado un taxi.
Nos despedimos con
un abrazo. Le deseo lo mejor. Cuando llego a la puerta de la verja, me vuelvo y
ella agita la mano y sonríe.
Tres días más
tarde, estalla la noticia en un informativo especial de la tele:
Ante las
noticias alarmantes sobre la pandemia del coronavirus que nos llegan de otras
partes del mundo, el Presidente de la República ha tomado la decisión urgente
de suspender todas las salidas de territorio dominicano hacia el extranjero,
cualquiera que sea el medio de transporte por el que hubieren de producirse.
Y así, hasta
ahora.
***
Cuando fui a
devolverle las llaves, encontré a Loli en su hora tonta y, sin yo hacer
fuerza, me contó de pe a pa cuanto les he relatado a ustedes, pero se libró muy
mucho de manifestarme lo que ahora pensaba hacer. De manera que, en mi nombre y
en el de ustedes, tuve que hacerle la pregunta:
-
Loli,
cuando pase la pandemia y se pueda viajar con seguridad, ¿qué?
-
Querido
amigo, a mi edad y con la que está cayendo, ¿a quién se le ocurriría hacer
planes?
Está visto que
ustedes, yo… y Alfredo todavía tendremos que esperar.
[1]
Indebido tributo al inglés, que es un guiño a la conocida película del
mismo nombre (You’ve got e-mail), dirigida por Nora Ephron en 1998.
[2] Alusión
a la Policía Armada de los tiempos del franquismo, debida al color de sus
uniformes.
[3]
Se refiere a Julio Anguita González (1941-2020), Secretario General del Partido
Comunista de España (1979-1986), que hizo famosa la muletilla programa,
programa, programa, como muestra de seriedad política.
[4]
Joaquín Balaguer Ricardo (1906-2002), Presidente de la República Dominicana en
los periodos 1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996.
[5] Siglas
del Partido Comunista de España.
[6]
Antonio Gramsci (1891-1937), teórico marxista italiano de gran importancia.
Wenceslao Roces Suárez (1897-1992), incansable traductor al español, entre
otras muchas obras, de gran parte de las de Carlos Marx.
[7] En Otras
canciones a Guiomar.
[8] Se
trataba de José María Carretero Novillo (1887-1951).
[9]
Título coincidente con una proposición de la Profecía de Isaías (capítulo 55,
versículo 8): Mis planes no son vuestros planes, ni mis caminos son vuestros
caminos -oráculo del Señor-. Al final de este capítulo del relato se verá
por qué.
[10]
¡Cómo está el servicio!, comedia de Alfonso Paso Gil (1926-1978),
estrenada en Madrid el 12 de enero de 1968. Sirvió de base al guion de la
película homónima y del mismo año, dirigida por Mariano Ozores.