sábado, 17 de agosto de 2019

NO CABEN MEDIAS TINTAS (UN RELATO SOBRE LA MAFIA AMERICANA)




No caben medias tintas (Un relato de la Mafia)


Por Federico Bello Landrove



     Un fiscal de Nueva Jersey, recién jubilado, recuerda ante un grupo de universitarios un caso de sus primeros tiempos de profesión, con el propósito de disuadirlos de aceptar el lema de su Universidad, de seguir adelante cualesquiera que sean los peligros. El caso está lo bastante detallado, como para que pueda interesar a cualquier lector de novela negra, así como a personas interesadas en el funcionamiento de la Mafia americana.







1.      Un intelectual puro, para la Mafia




     Me llamo Severe D’Andrea, aunque casi todos mis conocidos me llaman Siv. Como antiguo alumno de la Facultad de Leyes de Seton Hall[1], fui invitado a dar una charla a sus alumnos hace unos años, con motivo de mi retiro de Fiscal General del Estado de New Jersey. Y como corresponde al patrocinio religioso de la Universidad, me pidieron que diese a mi intervención un tono moralizante, y se me ocurrió escoger el siguiente lema: Hazard Zet Halt, antitético del tan osado de esa Institución[2] y provocativo para mi auditorio. En seguida me vino a la memoria un ejemplo para ilustrar mi consejo legal de prudencia, procedente de un caso que yo había llevado hacía un montón de años, cuando empezaba mi actuación en la oficina del Fiscal del Distrito de Newark[3]. Basándome en mis recuerdos de ayudante del Fiscal, preparé mi disertación, que ahora amplío notablemente, aprovechando la cooperación del capitán de policía Ian McKellen, también jubilado hace largo tiempo. Sin más alteración que la de los nombres propios de los personajes del drama, esta es la historia.


***


     Todo empezó en un lugar muy alejado de New Jersey: en la ciudad italiana de Turín. En su Universidad acababa de terminar brillantemente los estudios de Derecho y Economía un joven, llamado Davide Reggiani, a quien en ese momento ni había oído nombrar. No era extraño que su apellido no me dijese nada, dado que era el de su madre, una siciliana de Siracusa, llamada Anna Rosa. Es probable que tampoco me dijera nada el haber sabido que su padre era un tal Franco Ruffolo pues, aunque ese sujeto fuera un soldado[4] de la mafia que operaba en Newark, no había realizado nada tan importante, que hubiera debido fijar mi atención en él. Fue ese individuo quien, en un viaje de vacaciones a Sicilia -donde había nacido- conoció y dejó embarazada de Davide a Anna Rosa Reggiani. Hombre de honor -hasta cierto punto-, al tener conocimiento de la gravidez de la chica, hizo un compromiso con ella y sus parientes -quizá bajo el patrocinio o supervisión de la Cosa Nostra[5] siracusana-: No reconocería a su hijo, pero sí lo atendería económicamente, enviando periódicamente una pensión alimenticia, desde los Estados Unidos.

     Fue esa pensión, diestramente administrada, la que, veintitantos años después, ha permitido que Davide se haya licenciado en la Universidad turinesa. Curiosamente, esa misma pensión acabaría costándole la vida al señor Ruffolo, como más adelante explicaré. Pero, entre tanto, bueno será saber que Anna María nunca aclaró a Davide que sus estudios eran sufragados por su padre -mafioso americano-, sino que mantuvo ante él que corrían a cargo de una beca concedida por una fundación eclesiástica palermitana, en atención a que un tío abuelo materno era canónigo en la archidiócesis de Palermo. La necesidad -según le contaba la madre- de sacar unas notas muy buenas y tener una conducta intachable, excitó el celo y la moralidad de Davide, que fue siempre en Italia un hijo y alumno modélico. Tales virtudes lo adornaron también lejos de su casa, cuando marchó de adolescente a estudiar en Turín, ya porque el nivel académico era muy superior al de la Isla, ya porque Anna Maria deseara alejar a su hijo del ambiente mafioso que se vivía en Sicilia.

     Recién graduado, su madre informó del éxito al padre de Davide, quien, sorprendentemente, contestó con una carta en la que invitaba al muchacho a viajar a los Estados Unidos, corriendo a cargo del invitador los gastos de viaje y alojamiento. Entre líneas, Anna Maria leyó muchas cosas, y confusas: deseo de conocer al hijo; posibilidad de retenerlo consigo, para ampliar estudios o buscarle trabajo, o quién sabe si tentarlo con los ominosos alicientes de associato[6]. Poco imaginaba su madre que el mayor interés por conocer a Davide no provenía de su padre, sino de un alto cargo de la Familia, intrigado por conocer a un joven tan brillante, nacido de padre tan vulgar.

     Su madre estuvo a punto de rechazar la oferta de Franco Ruffolo, temerosa de que su aceptación pudiera hacer el alejamiento y la infelicidad de su hijo. No obstante, siendo este ya mayor de edad y no teniendo perspectivas inmediatas de encontrar un trabajo, notificó a Davide la invitación, al tiempo que le informaba de que procedía de su padre, advirtiéndole de su vinculación con la mafia americana, por lo que el viaje no era muy aconsejable. Pero Davide era un joven curioso y con gran autodominio, no siendo la primera vez que, como siciliano, fuera a entablar contacto con algún mafioso. Pudo en él más la curiosidad por conocer a su padre y el Nuevo Mundo, que el temor de ser atrapado en las redes de la delincuencia. Él mismo contestó afirmativa y respetuosamente la carta paterna y, casi a vuelta de correo, recibió el giro telegráfico, que le permitió adquirir el billete de ida de la Pan American[7]. Tras obtener el visado de entrada en los Estados Unidos, Davide tomó en Roma el vuelo que habría de dejarlo en tierra americana, en el aeropuerto Kennedy de Nueva York.


***


     Ignoro cuáles serían los pasos de padre e hijo por nuestra poco turística ciudad. Lo cierto es que Davide -como es natural- se alojó en casa de Ruffolo, en North Ironbound[8] y tuvo la posibilidad de conocer a los amigos y compinches de su padre quien, por lo demás, se mantenía formalmente soltero. Lo que sí es seguro es que, a los pocos días de estar en la ciudad, Davide, acompañado de su padre, fue a ser conocido por el consigliere[9], Mark Andersen, persona que, por la importancia que ha de tener en este relato, bien merece una breve presentación por mi parte.

     No sé si están al corriente de que el rango de consigliere, dado su carácter técnico, es el único que las familias mafiosas estadounidenses no reservan a los italoamericanos de procedencia siciliana, sino que está abierto a extranjeros lo suficientemente fieles y capacitados. Eso constituye una ventaja para la Mafia, pues la dota de sujetos que tienen como mérito principal la inteligencia, no la violencia o el instinto criminal; pero para los consiglieri es una gran desventaja: No pueden ascender en la organización; ignoran el idioma y las típicas costumbres de la Isla; gozan de la confianza del Don[10], pero sufren la marginación, cuando no la desconfianza, de sus secuaces; en fin, asumen los riesgos de la Mafia, careciendo en general de buen manejo de las armas, o de individuos fieles que sepan emplearlas. Desde mi punto de vista de fiscal entendido en la materia, creo que la acción de los consiglieri ha resultado positiva para la sociedad americana, en la medida en que ha civilizado los métodos y las actividades mafiosas pero, al propio tiempo, ha complicado nuestra reacción contra la Mafia, al embarcarla en prácticas más sofisticadas y en sectores lucrativos que, si no son plenamente lícitos, al menos, se aproximan a ello: La clave es lo que llamamos el lavado de capitales, es decir, emplear el dinero obtenido de actividades delictivas para invertirlo en negocios lícitos, propios o controlados por ellos. En consecuencia, muchos de nosotros hemos centrado nuestra atención y vigilancia en ciertos consiglieri claves, más bien que en los capi[11].

     Cuando yo entré a trabajar como ayudante del fiscal y se me encargó investigar a la familia Sindoni -que había alcanzado poco tiempo antes una precaria autonomía en la zona de Newark, que luchaba por mantener-, me encontré con una situación similar a la que acabo de exponerles en general. El capo, Rocco Sindone, era el típico producto mafioso de segunda generación en los Estados Unidos: lo bastante siciliano, como para imponerse y usar de la violencia sin pestañear, pero suficientemente americano, como para preferir el trato casi correcto y los negocios casi legales. Recién llegado a la cumbre de la Mafia, sabía moderar su ambición y tratar con cierto respeto, un tanto simulado, a los jefes poderosos de Nueva York y Nueva Inglaterra[12]. Pues bien, si alguien había sabido embridar sus defectos y fortalecer sus negocios, este era su consigliere, Mark Andersen, apodado Red, por ser pelirrojo, o Syrup[13], por quienes criticaban el tono amable y contemporizador de casi todos sus consejos. Condiscípulo de Sindone desde los tiempos de la escuela, había sido el mejor amigo de este, casi impuesto como tal por el viejo Don Sindone -llamado Magpie[14], por su temperamento ahorrativo-, considerando que Mark ejercía una benéfica influencia sobre el excesivo ímpetu de su hijo para casi todo, salvo para estudiar. Se decía que, cuando Rocco dejó las clases para emplearse en los negocios de su padre, como su casi seguro sucesor, Red había seguido adelante, con la ayuda de Magpie, hasta graduarse en la Universidad de Columbia en Business Administration[15]. A partir de ese momento, había entrado en la órbita de la familia Sindoni, alcanzando el título de consigliere cuando Rocco, apodado Santa[16], heredó la jefatura de manos de su padre.

     Para no darles la matraca con los méritos y virtudes de Red Andersen, concluiré que, gracias a su buen carácter y sus acertados consejos, fue haciéndose con el control casi total de los negocios de la familia, disponiendo con plena libertad sobre la selección de quienes habían de ayudarlo, en calidad de contables, agentes de bolsa o abogados. Solo había dos problemas prácticos para tal selección: la honestidad y la fidelidad del elegido. Si, además de eso, el tipo conoce bien su oficio, le doblaré el sueldo, decía Andersen, juzgándolo casi imposible de conseguir. Por eso había prestado oídos a las alabanzas de Ruffolo acerca de los méritos de su hijo y, por eso mismo, tan pronto Davide llegó a Newark, Red quiso conocerlo; algo que papá Ruffolo ponderó a su hijo con una frase lapidaria, que él me trasladó en más de una ocasión:

-          Has conseguido en una semana lo que yo no logré en veinticinco años: ser llamado por el consigliere.


***


     Andersen era un buen catador de hombres: Una sola entrevista con Davide le bastó para juzgarlo como un joven bien preparado y de toda confianza. La ambientación en la Mafia estaba asegurada -según él- por su procedencia y progenie, algo en lo que se equivocaba hasta cierto punto, no solo por el ambiente en que había vivido en Italia, sino porque -como quien dice- había conocido a su padre el día anterior. Por otra parte, Ruffolo no estaba a favor de que su hijo se quedara en los Estados Unidos ni, menos aún, de que entrara en la Cosa Nostra[17]. Yo creo que tal oposición no era fruto de considerar aquella vida inadecuada para una persona decente, sino porque Franco no deseaba responsabilizarse de su hijo, ni de su seguridad ni, menos aún, en el caso de que no diera la talla, o se comportara de manera infiel. Pese a todo, el joven Reggiani aceptó intentar lo que Andersen le sugería, como un reto y una forma de adquirir una buena formación en América. Esto era lo que el consigliere le ofreció:

-          Veo que tu inglés es muy insuficiente y que, como es lógico, desconoces el Derecho anglosajón y las reglas especiales de la contabilidad en este país. Te doy un año para que superes estas deficiencias y te considere apto para trabajar conmigo.

-          Perdone que le haga ver -repuso Davide- que la preparación puede resultar cara y tener dificultades para obtener un permiso de estancia prolongada en los Estados Unidos.

-          Yo me encargo de proporcionarte lo necesario, aparte lo que tu padre pueda seguir haciendo por ti, concluyó Red.

     A la salida de la entrevista, contra lo que podía pensarse, Ruffolo bufaba:

-          ¿Cómo se te ocurre decirle que sí? ¿Ya has pensado en lo que va a pensar tu madre?

     Divide se quedó cortado. Su padre prosiguió:

-          Esta vida puede ser un infierno para quien no la ha mamado desde pequeño. Tú eres…, eres… un intelectual. Tu sitio está en una oficina o en un despacho.

-          Perdona, padre -replicó Davide-, pero ese es el puesto que me ofrece el señor Andersen, si llego a él. No se trata de manejar una metralleta, sino la máquina de escribir.

-          ¡Muy gracioso!... Por mí, puedes hacer lo que te venga en gana pero, eso sí, buscándote la vida. Ya puedes ir cogiendo una habitación y, lo que es, de mí no volverás a ver ni un dólar.

     Les he contado esto con cierto detalle, para que vean lo delgada que es la línea entre una vida digna y tranquila en Europa y vivir en el filo de la navaja en New Jersey. Davide eligió esto último -tal vez, creyendo que habría un término medio, lleno de ventajas y sin ningún riesgo-, y luchó duro por ello en el siguiente año; tanto que, pese a tener que alternar el estudio con trabajos ocasionales, salió airoso de la prueba. Inmediatamente después, empezaba su empleo con la familia Sindoni. Pero, antes de seguir adelante, bueno será que les explique sucintamente en qué consistió la tarea que le fue encomendada.






2.      Las medias tintas








     Red Andersen, con base en la infraestructura de los pequeños negocios de los italianos, montó habilmente una red de actividades lícitas para blanquear los pingües beneficios de las delictivas, tales como apuestas ilegales, protección y extorsión de comerciantes, garitos de juego, prostitución y el entonces incipiente tráfico de drogas, propiciado en Newark gracias a su activo puerto. Los pequeños tenderos, las lavanderías y tintorerías, muchos bares, academias de baile, billares y pensiones, fueron creados o intervenidos por la mafia local, mediante préstamos a bajo interés y suministros a precio de saldo. Esa tapadera para justificar una buena parte de los beneficios del negocio ilícito tenía una ventaja adicional: Al desarrollarse con actividades un tanto marginales, que ocupaban en su mayoría a italoamericanos modestos, fomentaba la unión entre la mafia y la colonia italiana, así como daba facilidades para encubrir y emplear a soldados y asociados[18] de la propia Organización criminal. De forma complementaria, los rendimientos de esos negocios consorciados por la Mafia reservaban un porcentaje importante para las arcas de la misma, opacando la distinción entre lo que los mafiosos obtenían de modo lícito y lo que resultaba fruto del blanqueo de activos ilegales.

     Escarmentados en cabeza ajena, los dirigentes de la familia Sindoni optaron por pagar con bastante rigor los impuestos que gravaban los bienes y rendimientos de la familia. Solo quedaban fuera de todo este entramado más o menos público las cantidades precisas para desarrollar sus actividades ilícitas, tales como compra de armas y explosivos, sobornos a autoridades y funcionarios, o viajes y asistencia a congresos que deseaban mantener secretos. También quedaban al margen de lo declarado ciertas cifras importantes que percibían el Don y los restantes cargos de la familia[19], que suponían un sustancioso complemento a lo cobrado de forma contabilizada, para poder mantener un mejor tren de vida y compensar los gastos de representación.

     Trasladado todo este tinglado a la contabilidad, Andersen -en su doble función de consigliere y de cassetto[20]- había procurado dar un carácter formal y público a la mayor parte de las operaciones económicas de los Sindoni. Aquellos históricos libros, en que los contables de la mafia reflejaban entradas y salidas, de forma imprecisa y bajo nombres supuestos, habían quedado reducidos a las citadas operaciones totalmente ilegales, así como a los gastos de representación. Era el propio Andersen quien supervisaba las anotaciones y custodiaba el famoso libro negro, en el que nadie ponía sus manos, que no fuera él y la persona de su confianza que, teóricamente, solo el Don y él sabían quién era. He de reconocer que la fiscalía solo pudo conocer su identidad en un momento muy tardío, gracias a pruebas caligráficas sobre el propio libro. En ese sentido, Red era un verdadero hombre de honor, que asumió toda la responsabilidad por aquella contabilidad del dinero negro, o contabilidad B, como ahora suele decirse.

     Por tanto, Davide fue llamado por Andersen a ser uno de los asociados que lo ayudaban en la llevanza de las cuentas y la formalidad de los pagos que habrían de realizarse por la Organización. Era una buena forma de mantenerse al margen de sus actuaciones más ilegales, que podía satisfacer en tal sentido la conciencia de su padre, o la propia decencia del consigliere, al no cargar sobre los inexpertos hombros del nuevo contratado las peores responsabilidades. Reggiani, por ello, se consideraba -y así lo sostuvo siempre ante mí- como un simple contable de empresa o, mejor aún, de un trust[21] o grupo de negocios que confiaba a un mismo escritorio la tramitación de sus cuentas, pensiones y documentación de la seguridad social. Naturalmente, yo discrepaba de esa autovaloración de tanta lenidad, entre otras cosas, por algo que pronto diferenció a Davide de los demás colaboradores de Andersen, motivando que, más tarde o más temprano, nuestras indagaciones fijasen su atención en él. Pero eso fue tiempo después. Ahora me limitaré a decir en qué consistió esa diferencia.

     Durante el año que Davide Reggiani pasó en Nueva York, formándose en Derecho americano y mejorando su inglés, entró en contacto con algunos jóvenes brokers[22], que le ayudaron a conocer y comprender, en lo posible, la marcha de las operaciones en Wall Street[23]. Su habilidad personal y los contactos que supo mantener hicieron la suerte de Davide en su empleo con los Sindoni. Aunque Andersen nunca abdicó de su función de consejero e inversor en la compraventa de valores por la familia, cada vez confió más en el talento y conocimientos de Davide en la materia. Al propio tiempo, este fue facilitando el que parte de las operaciones se hicieran a través de sus conocidos agentes de bolsa, en general, mucho más preparados y ambiciosos que los carcamales de las tradicionales compañías en que se venía confiando desde los tiempos del viejo Don, Magpie. Así, en no más de un par de años, Reggiani se convirtió en la cabeza pensante de las inversiones bursátiles de los Sindoni. Andersen, que no era egoísta, no dejó de hacerle saber al Don lo bien que se desempeñaba el hijo de Ruffolo. Así mismo, llegó con el joven a un nuevo acuerdo de sueldo: Además del fijo a percibir por su labor de contabilidad y llevanza de libros, recibiría un porcentaje sobre las inversiones en que intermediara, siempre que las mismas rindieran más de un cinco por ciento de beneficio en el primer año. Con toda justicia, Davide se convirtió, a sus veintiséis años, en uno de los jóvenes mejor pagados de Newark. Algunas de las finalidades a las que destinó lo mucho que le sobraba dan idea de su carácter: giraba todos los meses a su madre quinientos dólares, y compró una pequeña mansión en Harrison[24], donde vivía solo y desconectado, en lo posible, de los mafiosos, incluso de su padre, quien pronto olvidó a Davide, al que tenía por un insufrible ratón de biblioteca. El resto de los ahorros iba a parar a depósitos bancarios y algunas inversiones que primaban la seguridad sobre el rendimiento. Esa era también su práctica con el dinero de la familia, salvo cuando Andersen le decía: Un poquito más de atrevimiento, Reggy.


***


     Ignoro el motivo de la primera fiesta en casa de Rocco Santa Sindone a la que fue invitado Davide, pero sí me parece obvio que la invitación se le enviaría a instancias de Andersen, quien tenía interés en que el capo de la familia conociera a quien era ya un ilustre colaborador de los Sindoni. También es casi seguro que fuese en dicha fiesta donde Davide conociera a Nathalie, o Natalina, la única hija de Don Rocco y su esposa, Donna Rachele, a la sazón de unos veinte años de edad. En este punto, he de guiarme en exclusiva por las confidencias ulteriores de Davide, corroboradas en buena parte por la conducta que posteriormente observaría la muchacha. Más o menos, aquel se expresó así:

-          Natalina no era una muchacha especialmente hermosa ni atractiva pero, entre la gente de su familia, tenía el valor y el respeto de ser la hija del Don, así como la distinción de una cultura y unas maneras refinadas, propias de quien había tenido una esmerada educación, en gran parte gracias a preceptores o profesores particulares, hasta que pasó tres años en el muy selecto Colegio Bryn Mawr[25], de donde regresó a su casa, pues sus padres no consideraron oportuno que siguiera estudios universitarios, sino que fuera preparándose para las tareas de una próxima esposa, a la manera en que eran entendidas entre la Mafia.

     No tengo la versión de Nathalie, acerca de lo que le agradó de Davide, ahora ya David, o Reggy, para cuantos le trataban. Por lo pronto, su calidad de italiano de pura cepa debía resultar atractiva para la joven, en especial, en un hombre que, por su preparación y modo de comportarse, tenía muy poco de los toscos o serviles modales de los mafiosos de que vivía rodeada. Pero dejémonos de conjeturas. El hecho es que, en un primer momento, Nathalie y David congeniaron, se sintieron atraídos y compartieron muchos momentos de charla y relajación, incluso en las oficinas que regentaba el consigliere, al que la chica consideraba como su padrino, por las atenciones y tolerancia con que la trataba. Fue precisamente Andersen quien preparó todo para que la muchacha fuera a Bryn Mawr, usando de las influencias del Arzobispo de Newark, para superar las posibles reticencias del Colegio en acoger a la hija de un mafioso de alto nivel.

     Fue en esa etapa de felices relaciones de la pareja cuando la Policía y la Fiscalía paramos mientes en David[26], ya que un acompañante asiduo de la hija de Rocco Sindone merecía sin duda nuestra atención; tanto más cuando, siguiéndole la pista, llegamos a la conclusión de que era un administrativo de la familia, del círculo de Andersen. Ya les he contado cómo me encontraba yo -por supuesto, a las órdenes del fiscal del distrito- dirigiendo las investigaciones encaminadas a hundir a los Sindoni, precisamente por donde más daño podía hacerles: en la línea de flotación de sus finanzas.

     Como si unos y otros se hubieran percatado de nuestro seguimiento, de pronto las amistades de Reggy y Natalina dieron al traste. Dejemos, una vez más, que lo explique el primero de ellos, con sus propias palabras:

-          No me hicieron falta advertencias de terceros, pues yo mismo comprendí que me estaba metiendo en la boca del lobo, por el camino grato y prometedor de mi casi noviazgo con Nathalie. Lo cierto es que Red me aconsejó prudencia, con la suavidad connatural en él. Lo malo es que yo, no estando muy interesado en ella, ni con un buen manejo de las situaciones complicadas, rompí demasiado bruscamente y sin explicarme debidamente con Natalina. El resultado fue que ella entendiera se trataba de una de tantas imposiciones de su padre o, tal vez, que se sintiera enfadada por no llegarme al fondo del corazón, por así decir. El resultado fue un desastre, aunque no más que una tempestad en un vaso de agua.

     Aunque en esto David era circunspecto, parece que la chica trató de reconquistar a David, usando toda clase de armas, incluso las de carácter insinuante o provocativo. David -por la cuenta que le tenía- se resistió a tales intentos, que acabaron por llegar a conocimiento de Donna Rachele y, por ella, de su marido, quien llamó a capítulo a David, con la prepotencia y la imperiosidad que son de suponer. Para su sorpresa, David le hizo ver que estaba totalmente de acuerdo con que no era el hombre adecuado para Nathalie, habiendo sido todo fruto del malentendido de tomar una buena amistad por escarceos amorosos. Como se ve, pese a la presión ambiental, Reggiani no dejó en mal lugar a la chica, ni le echó la culpa de una iniciativa de seducción. Terminó su propia defensa presentando al Don la dimisión de su puesto. Rocco Sindone, sorprendido por alguien que le había tomado la delantera, suavizó sus palabras y le manifestó que no era cosa de llegar tan lejos y que, en cualquier caso, no aceptaría su cese, sin contar con la anuencia previa del consigliere.

     Por entonces, las cosas quedaron así. Nathalie, abochornada por su fracaso sentimental y advertida seriamente por su padre, dejó en paz a David. Este continuó en su puesto, con el apoyo pleno de Andersen. Lo peor fue que, ante la posibilidad de que Natalina volviera a enamorarse de otro hombre equivocado, y teniendo ya la edad en que las italianas solían casarse, el padre tomó sobre sí la tarea de buscarle cuanto antes un pretendiente de su conveniencia. Habría de ser un mafioso de categoría, al menos, por razón de filiación y, en la medida de lo posible, un marido bien emparentado con otra familia aliada o vecina. En eso, todos estaban de acuerdo, salvo la interesada. Andersen nada decía pues el tema excedía del ámbito en que sus consejos serían aceptados. Y Donna Rachele callaba y otorgaba, aunque rogaba a su marido que no forzara la situación y diera a la niña un tiempo para hacerse a la idea. Con toda su buena intención, ese consejo moratorio acabó provocando el drama que expondré seguidamente, en el que a David le toco representar un papel sobresaliente, bien en contra de su voluntad.







3.      Días de violencia







     Es el momento de que aparezcan en escena dos nuevos personajes quienes, a partir de ahora, tendrán papeles destacados en la obra. El más importante es el hijo mayor del Don, llamado Santo Sindone -curioso el juego de palabras, entre el padre, Santa Sindone, y el hijo, Santo de nombre, que no de comportamiento-. Tres años mayor que su hermana y cinco más viejo que su otro hermano varón, estaba destinado a ser el sucesor de su padre dentro de la familia y, como a tal, se le había educado. Quienes lo conocían decían que era una vuelta atrás en la evolución de los mafiosos, con muchas más similitudes de carácter con su abuelo, el viejo Magpie, que con su padre, cuando menos en dos rasgos sustanciales: mayor violencia y superior ambición. Los que atribuyen la conducta de los jóvenes a sus buenas o malas compañías, estarían encantados con esta demostración de su tesis: Santa Sindone, bastante prudente y tranquilo, sería la hechura de su íntimo amigo Andersen, mientras que el hijo, Santo, lo era de su gran amigo y compañero de juergas y desafueros, Mattia Donati, llamado Wild Matt, por obvios motivos[27]. Precisamente, Matt es el segundo personaje que tengo que presentarles. Poco más necesito para perfilarlo, no siendo este importante detalle: andaba detrás de Nathalie, mucho más por medro, que por enamoramiento. El hermano de la chica, Santo, apoyaba las pretensiones de su amigo, pero el Don no las veía con buenos ojos, no tanto por el mal carácter y comportamiento de Matt, cuanto porque lo consideraba poca cosa para lo que podía aspirar la hija única del capo de los Sindoni.

     Los sentimientos, más o menos larvados, de Donati afloraron bruscamente, ante dos circunstancias que ya he relatado. La primera, el regreso de Natalina del Colegio de Pennsylvania, seguida del noviazgo frustrado con Reggiani. La segunda, el periodo de reflexión concedido a la muchacha, a petición de su madre, antes de escogerle marido y casarla. Precisamente fue el tiempo y la ocasión que Wild Matt, con el apoyo decidido de Santo Sindone, resolvió aprovechar para jugar sus cartas matrimoniales, por más que el padre de la novia no lo considerase digno de conseguir su mano. Pero, como las cerezas que van enlazándose unas con otras, fue precisamente esa oposición la que dio lugar al empleo de una táctica avasalladora, que concluyó en un grave delito.

     Ya los primeros escarceos de Matt alarmaron a Nathalie, no tanto por su vehemencia, cuanto porque contaban con el decidido apoyo de su influyente hermano, Santo. Tan es así que la joven decidió apelar a la ayuda de David, a quien buscó en su oficina y relató la persecución amorosa de que era objeto. ¿Qué podía alcanzar David que no pudiera conseguir con mayor eficacia de su padre o de su madre? Tendremos la respuesta, si escuchan a uno y otra, como lo hice yo más tarde, en sucesivas charlas con ellos -primero con David; luego, con Nathalie-. Me contó David:

-          Natalina, para salir del paso, nada menos que pretendía que huyésemos juntos y nos casáramos en una parroquia del West Side neoyorquino, a cuyo cura le había expuesto el problema y obtenido la conformidad para enlazarnos, tan pronto nos presentásemos ante él. Nótese que, por aquellos días, ella acaba de cumplir los veintiuno y, por tanto, el matrimonio sería perfectamente válido, tan pronto completásemos los trámites administrativos.

     Y Nathalie se sinceró conmigo -una de las pocas veces que lo hizo-, así:

-          Mi propósito era el de cambiar las tornas y convertir algo peligroso para mí, en mi felicidad: librarme de Matt y conseguir a David. Verdad es que mi padre iba a tomar muy a mal la noticia de nuestro matrimonio a escondidas, pero yo estaba segura de obtener su perdón para David, con la ayuda de mi madre y de Mark.

     Ya hemos llegado, otra vez, al imprescindible Mark, el consigliere, jefe directo de David y padrino de Nathalie, a quien esta acudió para conseguir apoyo, una vez que comprobó que David no estaba dispuesto a ayudarla, hasta el extremo que ella interesaba. Como es lógico, Andersen desaconsejó totalmente la artimaña imaginada por la joven y, a cambio, se ofreció para hacer cuanto pudiera por ella. David llegó a sugerir que Red y él, de manera oculta, hicieran desaparecer durante un tiempo a Nathalie, mediante un viaje a Italia y su colocación, una vez allí, en algún lugar recóndito del Piamonte. Tengo allí amigos y puedes disponer de mis ahorros, parece que ofreció a la chica quien, por el momento, declinó la sugerencia.

     A partir de esos momentos, la peripecia se aceleró, de modo que poco pudo hacerse para evitarla. En circunstancias que yo desconozco -pues no me atreví a preguntarlas-, Nathalie fue violada por Matt, tal vez, con el beneplácito de su hermano. Como es natural, la cosa se mantuvo en secreto y la probable indignación del padre fue mitigada por el machismo propio de la Mafia y por el hecho de que la chica quedó embarazada de la no consentida relación, con lo que el camino más expeditivo implicaba, por de pronto, el matrimonio de Natalina y Matt. Pero el sendero de la iglesia quedó cegado por la acción de dos personas que, al fin, llevaron su indignación adonde no había llegado antes su piedad. La iniciativa correspondió a Red pero supuso, finalmente, lo que David había estado tratando de evitar desde que llegara a los Estados Unidos: tomar partido, si no contra la Mafia, sí contra algunas de sus más encanalladas acciones. A partir de ahora, la cuestión era si no sería demasiado poco, o demasiado tarde.


***


     Quiso el azar que, por las fechas de la violación de Natalina, la familia Sindoni estuviera en muy malas relaciones con una pequeña organización criminal, precisamente surgida en Harrison -donde tenía su residencia David-, al amparo de su cada vez más activo sindicato de transporte, nacido, a su vez, del fuerte auge industrial de la pequeña ciudad, que llegó a ser famoso en toda la nación[28]. La tensión llegó a tal extremo, que algunos de los soldados de la familia Sindoni, acaudillados por Wild Donati, se concertaron para hacer un asalto violento en los locales de sus enemigos, en represalia por sus excesos con los italianos que no seguían sus directrices. No sé cómo, pero Andersen se enteró de lo que se preparaba y lo puso en conocimiento de David, en el bien entendido de que podía servir para parar los pies de una vez a Donati y tomar venganza por su delito contra Nathalie. En consecuencia, David hizo saber a los transportistas de Harrison el asalto que se preparaba y la apariencia y rasgos personales de quien lo dirigiría. Así, el ataque resultó emboscado, muriendo en el mismo Matt Donati y otros dos asaltantes. En prueba de desafecto hacia Wild, David no asistió al funeral ni al sepelio, a diferencia del consigliere, que parece ser le aconsejó que lo hiciera.

     No fue esto, sin embargo, lo que puso el punto de mira de Santo Sindone en quien había sido el delator de su amigo, sino la circunstancia de que David se hiciera notar, acompañando a Natalina a la clínica de Nueva York donde esta abortó del feto concebido de Matt, abonando el importe de la operación, aunque con nombre falso. Es casi seguro que Reggy no confesara a nadie -tampoco a la chica- su participación en la muerte del mafioso, pero el rumor de la traición empezó a esparcirse entre la familia. De ahí, a sospechar de David había un paso, que Santo Sindone dio pronto, encajando piezas tales, como su interés por Natalina, su vinculación a Harrison y la conducta observada en el aborto antes indicado. Precisamente, fue esto último lo que salvó la vida de David por entonces, ya que el Don -aunque no hubiera sido consultado- juzgó justísimo el que su hija se hubiese librado del embarazo, dadas las circunstancias violentas del acto sexual y el hecho de que el padre hubiese fallecido poco después. De tal manera que, cuando su hijo le transmitió sus sospechas de Reggy y le hizo saber que pensaba darle el pasaporte, para que fuera a reunirse con Matt, el Don le prohibió tajantemente atentar contra su vida, como si fuera la de un miembro de derecho de la familia[29]. La razón aparente de esta protección fue la de que se necesitaban pruebas más concluyentes de que el sospechoso hubiese estado detrás de la masacre de Harrison.

     De todo ello David tenía noticia precisa por Andersen, quien le advirtió de que no se fiara en absoluto de Santo, ni siquiera contando con el veto a su ejecución por parte del Don. Y, en efecto, Santo seguía presto para golpear al joven contable; solo que lo hizo en la persona de su padre. Veamos cómo y por qué.

     Franco Ruffolo no había sido un dechado de honradez para con la familia a la que servía. Es muy probable que su costumbre de sisar, de dar golpes de mano y de proteger por su cuenta, viniesen de muy atrás. Los viajes a Italia y la pensión que pasaba mensualmente a la madre de David parecen evidenciar que vivía por encima de su condición de simple soldado que, además, era empleado únicamente en actividades subalternas. Lo cierto es que, ni su hijo, ni -al parecer- Andersen o los encargados de hacer las cuentas habían detectado nada irregular, o lo habían pasado por alto, como pecados de poca monta, en los que incurría buena parte de los hombres de a pie de los Sindoni. Pero, esta vez, iba a caer sobre Ruffolo toda la severidad retenida durante lustros. Si es que hizo entonces algo más grave, o si fue consecuencia de la inquina de Santo contra David, es algo que yo no puedo aclarar. Lo cierto es que Ruffolo fue llamado a capítulo por el Don y acabó por confesar todas sus infracciones para con la familia. Santa lo despidió sin pronunciar la sentencia, ni decidir la aceptación o rechazo de la oferta del acusado, en el sentido de reintegrar en poco tiempo la deuda que la familia entendiera que debía liquidar.

     Aunque entre padre e hijo la relación era ya inexistente, Franco no dudó en dirigirse a David para pedirle su cooperación en el pago del débito, demasiado cuantioso para que aquel pudiera abonarlo con la necesaria brevedad. A su vez, sin prometer nada todavía a su padre, David habló con el consigliere, para aclarar el montante de lo defraudado. Días después, Andersen le informó de que era imposible cuantificar lo adeudado y que, de todas formas, el pago no iba a impedir la ejecución de la sanción pertinente, dado que al Don le importaba más la infidelidad que la merma del patrimonio. Reggy pidió entonces audiencia con Santa, a fin de interceder por su padre pero, antes de recibir contestación, supo que Franco Ruffolo había sido liquidado en un hotelucho del Bronx neoyorkino, a donde se había trasladado, con la esperanza de controlar mejor la situación y quitarse de la vista de los Sindoni[30].

     En realidad, aunque David hubiese podido suplicar por la vida de su padre -cosa a la que no estaba dispuesto a todo precio-, no es probable que el Don le hubiese complacido, pues la relación entre ambos pasaba en esos instantes por una grave tensión, que en algunos momentos impulsó a Reggy a dejar su trabajo y regresar a Italia, o refugiarse en Canadá. Expondré lo sucedido en el capítulo siguiente, pues es muy significativo del funcionamiento de la Mafia en general y, al propio tiempo, supuso la definitiva caída de David en nuestras manos, para tratar de ponerlo al servicio de la lucha que, desde la Fiscalía General de Nueva Jersey, se había entablado contra el clan de los Sindoni.






4.      Entre la espada y la pared






     Reza un viejo dicho que algunos mueren de éxito; y otro, que por la boca muere el pez. Parecen pintiparados para David Reggiani y Santa Sindone, a juzgar por lo que sucedió en la gran reunión de todos los capos en Denver, bajo los auspicios de la familia Smaldone[31]. Hasta allí debió de haber llegado noticia del éxito que la familia Sindoni tenía con sus inversiones, dando pie para que Santa -compensando el complejo de inferioridad que sentía, como jefe de un clan bastante débil- se explayara acerca de lo bien que regentaba los negocios y lo acertado que había estado en designar a un equipo económico sumamente preparado. La respuesta de algunos de los otros jefes fue la de que, como persona solidaria y generosa, debería poner dicho equipo a disposición de otras familias, para que estas hiciesen con éxito sus inversiones, hasta que contrataran los servicios de un personal tan capacitado como el del clan de Nueva Jersey -.  Sindone, halagado y complacido, aceptó la comisión, si bien apuntó que debería tener una razonable participación en los beneficios que obtuvieran las familias que le hiciesen el encargo.

     A su regreso a Newark, el Don no se dignó llamar a David, sino que le hizo llegar el encargo por conducto del consigliere. Para sorpresa de este y del capo, Reggiani se negó a extender su asesoramiento a otras familias diferentes de la que ya no tenía más remedio que llamar suya. Andersen le preguntó inmediatamente por el motivo de su rechazo. Reggy, con cierta lógica le contestó:

-          Yo trabajo para Sindone, contratado por ti. Si asumo el asesoramiento de otras empresas por decisión unilateral del Don, sería tanto como suponer que mi patrón es la Mafia. Y no estoy dispuesto a estar y pasar por ello, ni por mi conciencia, ni por las responsabilidades legales en que puedo incurrir.

     Red intentó convencer a David para que rectificara su decisión, incluso poniéndole de manifiesto el progreso económico que le podía suponer, pero fue en vano.

-          No voy a tener más remedio que decírselo al Don y ya sabes lo peligroso que puede llegar a ser cuando se le contraría en algo importante.

     En efecto. Unos días más tarde, dos soldados se presentaron en la oficina, para llevar conducido a David hasta Rocco Sindone. Aquél, con la llamativa tranquilidad que da el fatalismo -y el tener previsto lo que puede suceder-, los acompañó sin titubeos.

     La entrevista debió de ser sonada, tanto por las voces del Don, como por el hecho de que David se mantuvo en sus trece, hasta el extremo de que -según lo que me contó- llegó a decirle:

-          Puede hacer conmigo lo que quiera, pero le advierto de que entenderé roto mi contrato y me sentiré desligado del deber de confidencialidad, si no me trata con el respeto debido a quien ha trabajado para usted con toda fidelidad y acierto.

     Comoquiera que Santa no rebajara el nivel de sus exigencias y amenazas, David se levantó de la silla y tomó la vía de salida del gran despacho. Felizmente para él, en ese momento abrió la puerta Andersen -que quizás estuviera escuchando-, lo metió para adentro, hizo que se sentara de nuevo y medió, de manera trabajosa pero muy meditada. Su oferta, finalmente aceptada por ambas partes, era de las que permiten mantener el fuero, a costa de perder el huevo. Las otras familias transmitirían sus solicitudes a Santa y este, a Andersen. El consigliere se las pasaría a Reggy, que no tendría por qué estar al tanto de si las inversiones eran propias de los Sindoni, o ajenas. Hecha la inversión, el Don cobraría los porcentajes que se hubieran pactado, de los que David no recibiría más emolumentos que los que Andersen le concediera como premio por las horas trabajadas. Reggy insistió:

-          No quiero ni un dólar que venga de otra familia. Yo no trabajo más que para los Sindoni.

-          ¡Está bien! -rugió el Don, que no comprendía nada, salvo que el contable seguía poniendo dificultades-. ¡Trabajarás gratis!

-          Solo si recibo el encargo del consigliere, como cosa propia.

     En fin, eso fue lo que se determinó. Si bien se mira, era una estupidez, pues, a la postre, David asesoró en las inversiones de otras familias, tan bien como en las de los Sindoni y, además, sin cobrar. Tuvo la suerte de que no fueron muchos los jefes que recabaron la ayuda de Sindone: A fin de cuentas, a ninguna familia le gustaba que otras supieran de sus negocios y valores. Con todo, el acuerdo de Denver transcendió lo bastante, como para fortalecer la posición de los mafiosos de Newark y, de paso, hacer notorio a David, excitando mi interés en su vigilancia y control. Fue el momento en que puse expresamente tras sus pasos a uno de mis mejores hombres: el teniente de la policía Ian McKellen. También él se acuerda de aquellos ya lejanos tiempos, sobre los que hemos charlado en muchas ocasiones. Y no es extraño que los recuerde bien puesto que tuvo amplia participación en ellos.  


***


     Ahora comprenderán ustedes por qué, aunque David tratara de salvar la vida de su padre, el Don no se lo hubiese concedido. Y es que había llegado a una situación casi imposible: Santa estaba indignado por su terquedad e independencia; su hijo se la tenía jurada por la muerte de Matt; el padre de David había sido ejecutado para vengarse de este; y, para redondear el peligro, nuestro seguimiento de su persona fue detectado por los Sindoni. Fue Andersen quien se lo hizo saber y ello excitó el instinto de conservación de Reggy quien, de una parte, podía pensar que le amenazaban sicarios de Santo Sindone, con la apariencia de policías, y, de otra parte, podía estar cayendo en las redes de la fiscalía, por el hecho de trabajar para una organización a la que, a estas alturas, detestaba y no sabía cómo librarse de ella. Para aclarar la situación, tomó el camino más directo y sorprendente con el que yo me he encontrado en la vida. Él me lo explicaba así:

-          Por medio de Andersen, logré enterarme de quién podía ser el jefe de los policías que me seguían e investigaban. Aclarado que se trataba de un tal McKellen, traído desde Jersey City, lo telefoneé a la comisaría y concerté una entrevista con él en un cine de Harrison. Y, por su conducto, conecté con usted.

     Podría presumir de eficiencia, pero mentiría en este caso. Cuando David y yo tuvimos nuestra primera entrevista, en una marisquería de la playa de Ocean Grove, él ya tenía muy claro hasta dónde iba a llegar y las condiciones que pondría. Yo no tenía más que hacer que asegurarle, en la medida de lo posible, una escapatoria tan segura y solvente, que le facilitara una vida cómoda lejos de la Mafia. Recuerdo que le pregunté:

-          ¿Por qué no te vas a Italia? Incluso Inglaterra o Irlanda podrían venirte bien, con los conocimientos económicos y el nivel de inglés que tienes.

-          Para eso -me contestó-, solo habría necesitado coger la maleta y esfumarme. Es lo que probablemente habría hecho hace unos meses pero, ahora que han eliminado a mi padre, quiero dejarles un buen recuerdo. En manos de usted está aprovecharlo y que paguen, al menos, parte de sus crímenes. A cambio, justo es que me ayude cuanto pueda. Para defenderme yo solo, no habría venido a verlo.

     En aquella época, los arrepentidos de la Mafia y los acuerdos con ellos estaban aún en mantillas[32], pero tanto Reggy como yo sabíamos bien lo que queríamos. Solo era preciso ponernos de acuerdo en los detalles y, en mi caso, trasladar a la Superioridad las muchas posibilidades que nos daba mi confidente de arruinar los negocios de los Sindoni y mandar a la cárcel a sus jefes por largo tiempo[33]. Por parte de David medió el compromiso de facilitarme toda la documentación e información contable sobre las actividades ilegales y de blanqueo de los Sindoni, así como acerca de las inversiones realizadas por el trust de la Mafia al que había aconsejado gratuitamente. En unos casos, él tenía copia de los documentos o las anotaciones contables. En otros, sabía perfectamente dónde se encontraban y de qué manos podían recuperarse: Todo consistía en actuar por nuestra parte con la debida sorpresa y celeridad.

     David solo ponía dos condiciones, aunque eran bastante peliagudas. Una de ellas, era la de dejar de lado a Andersen o, como mucho, que pudiese librar el trago judicial con una condena corta -entre dos y cinco años, llegó a sugerir-. No era fácil, pero sí factible, en el caso de que confesara su cargo y actividades, ayudando a desenmascarar a otros, quizá menos notables que él, pero mucho más criminales. De modo que acepté la condición, significando que en manos de Red estaría el salir mejor o peor librado, según su conducta procesal.

     La otra condición de Reggy era la de que quitásemos de en medio a Santo Sindone. Yo le hice ver las dificultades legales de tal petición, aunque opinase, como él, que se tenía bien merecida la muerte. Se mantuvo inflexible:

-          Me consta que, en cuanto  yo dé la cara, todos irán contra mí, lo mismo Wild que los demás mafiosos. Pero no es esa la cuestión, sino hacerle pagar por la muerte de mi padre y un montón de crímenes más, que no podría probar. Además, ya sabe que en este Estado la pena de muerte es una quimera[34].

     No hubo forma de apearle de ese requisito. En vista de ello, tomé una decisión de la que no me arrepiento y que ahora confieso a ustedes porque McKellen hace bastantes años que murió y yo también estaré alimentando a los gusanos, cuando lean este relato. En fin, dije a David:

-          Yo no puedo dar una orden así, ni implementar los medios para cumplirla, pero te autorizo a exponer el caso a McKellen y lo que él decida, yo lo asumiré sin rechistar.

     Como es natural, tan pronto hablaron sobre el asunto Reggy e Ian, este me fue a ver. Había llegado a confiar plenamente en mí y sabía qué tipo de canalla era el tal Santo, en cuyo debe había la muerte de más de un policía. Pero quería saber más: hasta qué punto lo que ofrecía David merecía la pena de correr un riesgo muy grave con Asuntos Internos. Yo le aseguré:

-          Lo que sabe este chico es bastante para desmantelar a la familia Sindoni y meter en chirona a sus jefes por una larga temporada.

-          Hablaré con los muchachos -fue cuanto me dijo-.

     Dos semanas más tarde, Santo saltó por los aires, al estallar un explosivo colocado en los bajos de su coche. Al día siguiente, recibí una llamada de Reggy:

-          Estoy listo para empezar -dijo-. Deme unos días para ordenar mis papeles y mis ideas. Lo volveré a llamar.











5.      Una mujer complica las cosas




     En honor a la verdad, tendría que haber escrito una mujer y un hombre complican las cosas, porque el que empezó liándolo todo fue David y, además, sin encomendarse a Dios ni al diablo. A ciencia cierta, no sé qué le llevó a meter en el ajo a Nathalie, su antigua novia y protegida. Pero empezaré por el principio, que suele ser la mejor forma de explicar -y de explicarse- las cosas.

     Cuando David nos trajo toda la documentación prometida, comprendí que llevaría tiempo estudiarla y comprobarla pero que, desde luego, era más que suficiente para cargarse todo el imperio de los Sindoni y llevarse por delante a sus jefes. A mayores, el examen de lo relativo a las inversiones de otras familias podía permitir hacerles mucho daño y, de paso, meter en chirona a los ordenantes, dado que -a diferencia de los mafiosos de Newark- no se habían ocupado de ponerse al día con Hacienda, pagando los impuestos correspondientes. Pero todavía no tenía claro si en juicio tendríamos bastante con los documentos, o habría que llamar a testificar a Reggy. En cualquier caso, algo debería hacer con él entre tanto pues, de un modo u otro, la Mafia averiguaría con facilidad quién estaba detrás de aquel descubrimiento de tan candente información.

     Mientras tramitaba a prevención la inclusión de David en el programa federal de protección de testigos, se me ocurrió una argucia para tenerlo seguro y a mi disposición, sin alarmar todavía a los Sindoni con una desaparición o detención sospechosa, que los pusiera sobre aviso de la traición de Reggiani, o de lo avanzado de la investigación sobre ellos. Aproveché que, aunque llevaba más de tres años viviendo en América, David no había hecho gestión ninguna para conseguir la ciudadanía estadounidense. Se me ocurrió denegarle la prórroga del permiso de estancia en nuestro país, como sospechoso de trabajar para el crimen organizado. Esto suponía la inmediata cancelación del visado de su pasaporte, seguido de la expulsión a Italia, de cuyo Estado era nacional. Era algo que venía haciéndose con frecuencia, incluso con algún capo a quien no pudieran probársele sus fechorías. En el caso de Reggy yo tenía pensado que, simulando su viaje a Europa, lo hiciese en realidad a algún punto de Norteamérica en que pudiéramos ocultarlo y protegerlo. Cuando los mafiosos pudieran descubrir el engaño, la justicia ya habría caído sobre ellos.

     Puse en antecedentes del plan a David, dándole muy poco tiempo de aviso -para que la Mafia no pudiera organizarle el futuro en Italia-, pero no le dije adónde pensábamos trasladarlo, so pretexto de que ni yo mismo sabía de antemano el lugar exacto. McKellen se encargaría del dar el cambiazo de avión en el mismo aeropuerto, por si los mafiosos fueran a despedir a su asociado, para confirmar cuanto este les hubiera manifestado. He de decir que todo salió a pedir de boca, y el aeropuerto de destino pasó, de ser Roma, a convertirse en Phoenix[35]. Cruzamos los dedos para que no hubiese también mafiosos en el aeropuerto romano, para recibir allí al contable de los Sindoni.

     Conscientes de que la Mafia tenía fuerte implantación en la capital de Arizona, se decidió acoger temporalmente a David en la ciudad de Tucson -como saben, en el mismo Estado, pero más al sur, cerca de la frontera mejicana-. Aunque tenía derecho a una subvención que le permitía mantenerse dignamente -por no hablar de sus importantes ahorros, que había pasado, por mi indicación, a la caja de un banco local, contratada a mi nombre, pero con poder notarial de disposición por parte de David-, le buscamos un trabajillo en la caja de pensiones de la Policía de Tucson, con lo cual lo teníamos entretenido y vigilado, al mismo tiempo. Entre tanto, íbamos completando nuestro trabajo y estábamos a punto de cerrar la investigación y practicar las detenciones precisas, como trámite previo para la apertura judicial del caso que, en honor de David y de la Santa Sindone[36], habíamos denominado Torino. Poco imaginábamos la desagradable sorpresa que nos esperaba, en forma de dos mafiosos expertos en liquidaciones, que ya viajaban, Desierto de Sonora adelante, en dirección a la ciudad tucsoniense.

     ¿Cómo habían sido tan listos los mafiosos, o qué es lo que nosotros habíamos hecho mal? La verdad, ni una cosa ni otra. De lo que realmente pasó tenía los datos Nathalie Sindone, quien me los resumió en su día, de la siguiente forma:

-          Días antes de partir falsamente hacia Italia, David se fue despidiendo de las personas amigas y de respeto de la familia. En lo que a mí respecta, me llevó a comer a Harrison, para que pudiésemos hablar largamente y sin testigos. Debió de notar que me entristecía su marcha, pues me pidió que fuese franca y le dijera si mi pena era por perder un simple amigo, o porque no volvería a ver a alguien que podría haber sido mucho más. Le contesté que lo que yo sintiera de nada servía, puesto que él marchaba muy lejos y nunca había querido saber nada de mí, por ser hija de quien era. Él insistió. ¿Y si todas esas dificultades pudieran borrarse de un plumazo?, me preguntó. Tendrás que explicarte mejor y revelarme tus sentimientos hacia mí -le dije-. De otro modo, no me sacarás una palabra más. Entonces, me confesó que nunca había dejado de quererme y que lamentaba infinito el daño que me había causado, al rechazarme simplemente por ser hija de mi padre. Yo le contesté que estaría dispuesta a compartir mi vida con él, abandonando la basura que me rodeaba, pero que habría de ser en circunstancias de cierta seguridad, no para andar huyendo de la Mafia durante toda la vida; y que debería darme un poco de tiempo, para poner a buen recaudo el dinero y joyas que había ido atesorando, pues no quería ir al matrimonio como una pobretona, que todo lo debe a la generosidad de su marido. David convino en todo ello y me dijo que, en unas semanas, podría darme los detalles precisos, para lo cual me telefonearía[37] con un nombre falso convenido. Hasta entonces, me rogaba una discreción absoluta acerca de lo que habíamos hablado, así como en mis labores de recogida y acopio del patrimonio, ya que -dijo- era mejor ser pobre a su lado que rica en poder de un mafioso, elegido por mi padre.

En efecto, al cabo de menos de un mes, recibí su llamada. Me dijo que todo iba conforme a lo esperado y me facilitó un número de teléfono de Tucson para que pudiese estar en contacto con él, si era absolutamente preciso. También me dijo que habría de preguntar por Bill Treviso, ya que estaba usando ese nombre falso. Entonces aceleré mis gestiones bancarias y debí de cometer algún error -o era inevitable lo que pasaría-, pues, sucesivamente, mi madre, Mark Andersen y mi padre cayeron sobre mí. Habían cruzado los datos de que David no había llegado a Italia y de que yo estaba sacando de los bancos todo el dinero y las joyas que poseía. A la conclusión llegaron ellos solos: Le juro a usted por mi alma que no me arrancaron ni una palabra que comprometiera a David; y eso que emplearon todos los medios a su alcance, incluso violentos.

-          Entonces -le pregunté- ¿cómo dieron con el paradero de Reggy?

-          No me cabe duda -respondió sensatamente-. Estaba desesperada y pensé que iba a perderlo definitivamente, cuando en su mano estaba seguramente sacarme de las garras de mi familia. Además, recuerde que me tenían encerrada en casa, sin posibilidad alguna de salir, ni de telefonear sin permiso. Eso me hizo confiar en que, si lograba darles esquinazo y usar el teléfono, no me interferirían la llamada. A través a una criada de mi confianza, hice llegar a David este mensaje: Me han descubierto. Ten mucho cuidado y no vuelvas a llamarme. Pero grabaron la llamada y, por ella, supieron la ciudad y el número al que llamaba, que resultó ser el del motel en que paraba David.

-          Siendo así -insistí- ¿cómo es que David no se puso inmediatamente en contacto con McKellen o conmigo, para informarnos de todo?

-          Supongo que no quiso revelarles las confidencias y acuerdos que había tenido conmigo y que, al ser descubiertos por mi familia, podían dar al traste con buena parte de su trabajo. Por otra parte, es posible que tomara por su cuenta algunas medidas adicionales de seguridad para mientras estaba en Tucson, esperando entrar en el plan de protección de testigos.

-          En eso tienes razón -convine-. Días antes de que pasara lo que pasó, había pedido cambiar de motel y que la Policía de Tucson le pusiera un agente de vigilancia permanente. En uno de esos golpes absurdos y de mala suerte, los de Arizona accedieron a ponerle guardia constante, pero demoraron el traslado a otro hospedaje. Quizás él no se manifestó con la debida claridad, en cuanto al mayor riesgo que corría.





***


     Sucedió hacía las once de la noche. Un Lincoln Town Car[38] azul oscuro, matrícula de Nueva York, se detuvo frente al motel en que pernoctaba David, acompañado en la habitación por el policía Michael Connors, de los uniformados de Tucson. En recepción, se informaron del número de aquella, el 17. Un minuto después, yacían muertos a tiros uno de los ejecutores y David Reggiani. El policía estaba malherido y el otro sicario, alcanzado en un hombro, logró regresar a su coche y huir; no muy lejos, desde luego, pues, en un control de carreteras unas sesenta millas al este, en la autopista 10, inmediaciones de Cochise, se dio el alto al Lincoln, que no respetó. La subsiguiente persecución acabó con el vehículo en un barranco, tras varias vueltas de campana, y su conductor muerto. El agente – pronto, sargento-, Connors sobrevivió, para testificar, junto con el recepcionista, en el juicio que se siguió contra Santa Sindone por el tiroteo, como inductor de lo acaecido, cayéndole por ello una condena de cadena perpetua -por el asesinato de David- y veinte años -por las graves lesiones con arma de fuego contra el policía que protegía a aquel-.

     He dicho antes que, en el juicio de Tucson, comparecieron como testigos el empleado del motel y el policía tiroteado. Pero también -y con una declaración decisiva para la condena- testificó Nathalie. Este hecho, así como ciertos detalles finales que completan esta narración, me animan a escribir un último capítulo.







6.      Quien la hace, la paga (hasta cierto punto)




     La muerte de David y la aparición de Nathalie me llevaron a replantear el juicio por las actividades mafiosas de los Sindoni. Para empezar, las condiciones que me había impuesto Reggy para colaborar pasaron a la historia. Acusé a Andersen en los mismos términos que a los demás jefes secundarios del clan de Newark, aunque su buena presencia y la forma correcta de declarar en el juicio le redujeron la condena a solo diez años. Antes de despedirle camino de la penitenciaría federal, quise hablar con él, para informarle del acuerdo ventajoso que, en su favor, me había reclamado David. El consigliere bajó la cabeza y me dijo:

-          Como comprenderá, no tenía ni idea de que Reggy hubiese tenido ese detalle para conmigo. De todos modos, puedo asegurarle que no tuve ninguna posibilidad de evitarle la muerte. En mi opinión, Santa hizo lo que debía, según el código de la Mafia. Los que se salieron del guion fueron esa pareja de inesperados tortolitos, que mezclaron el amor y la imprudencia en un juego que estaba amenazado por la muerte. ¡Qué quiere! Siempre recordaré con afecto a aquel chico tan inteligente y serio, al que yo preparé para un destino mucho más halagüeño que el de morir tan joven.

     A Rocco, Santa, Sindone le cayeron otros veinte años, por lo que, sumado todo, es más que probable que muera de viejo en la cárcel. Y hubo otras condenas en proporción, para los Sindoni y para quienes habían defraudado impuestos y blanqueado capitales, pertenecientes a familias de Nueva York, Chicago y Florida. En este juicio quiso declarar voluntariamente Nathalie, para dejar claro que su padre había llegado a un acuerdo en Denver con otros capos, para administrar algunas inversiones, gracias a la capacidad de Reggiani para sacarles rendimiento.


***


     Por cuanto he dejado dicho, mi obligación de proteger a David se convirtió en la de hacer lo propio con Nathalie. No obstante, la joven no quiso entrar decididamente en el plan de protección, pues dijo no estar dispuesta a pasar por las numerosas incomodidades y exigencias del mismo. Se contentó con recibir finalmente el dinero y las joyas que habían estado en el origen de la perdición de Reggy, así como con que le facilitásemos una identidad falsa, con la documentación correspondiente. Seguidamente, se esfumó sin mirar atrás y, naturalmente, no seré yo quien les dé detalles de su paradero. Sí les aseguro que no he vuelto a verla, aunque me consta que continúa viva y no me consta que esté siendo buscada por quienes habrían deseado vengarse de ella. Tal vez resulte exacto lo que me comentó, al despedirse:

-          Mi padre puede ser un criminal sin entrañas, pero soy su hija y le consta que lo delaté por haber ordenado el asesinato de mi amado. No creo que haya dado orden de que me maten.

     Esté donde esté, mis colegas de Tucson me informaron hace tiempo de que todos los años, en el día de la muerte de David, una floristería de la ciudad recibe el encargo de depositar un gran ramo de rosas rojas sobre la tumba de Reggy. Como reciben el dinero por giro telegráfico y a nombre de una persona imaginaria, no hay peligro de que ese rasgo de cariño y de desafío se vuelva contra Nathalie.


***


     Termino ya mi relato, quizá más interesante en sí, que por la enseñanza que al principio dije que quería inculcar a los estudiantes que me escuchaban: Ante determinados peligros no hay mejor táctica que la de detenerse o, incluso, echarse atrás. El de entrar en contacto con mafiosos es uno de ellos; y no importa lo listo o lo honesto que uno sea. ¿Recuerdan el contagio con las manzanas podridas en un cesto? Pues no lo olviden, ni aunque sean universitarios de Seton Hall y les haya inculcado aquello de ¡adelante, pese a todos los peligros![39] Y es que, como decía mi padre:

-          -   Para andar por la calle, hay que ir por las aceras. Quien transita por la calzada acaba siendo atropellado por quienes van en vehículo, en una dirección o en otra.







    

    



[1] Conocida Universidad católica en el Estado de New Jersey, cuya School of Law radica en la ciudad de Newark. Fundada en 1856, alcanzó rango universitario en 1950.
[2]  El lema de la Universidad de Seton Hall es Hazard zet forward, traducible por ¡Adelante, pese al peligro!, o ¡Adelante, a todo riesgo! El escogido por D’Andrea quería significar: Ante el peligro, ¡alto!
[3]  Se trata de la ciudad más poblada del Estado de New Jersey, pero no su capital, que es la mucho más pequeña ciudad de Trenton. Su distrito comprende todo el condado de Essex.
[4]  O miembro de base de una Familia de la Mafia.
[5]  Nombre por el que es muy conocida la mafia siciliana.
[6] También llamado giovane d’onore, es la persona que, con trato frecuente y confianza de una familia mafiosa, coopera con ella en cuestiones secundarias, sin llegar a ingresar en la organización.
[7]  La importantísima compañía aérea norteamericana Pan American World Airways (Pan Am), existió entre 1927 y 1991, lo que nos orienta algo sobre la fecha de los acontecimientos de esta historia: Han de ser anteriores, en todo caso, a 1991.
[8] Ironbound es uno de los principales distritos de Newark. La división en Norte y Sur corresponde a su orientación, como es natural: más cerca del cauce del río Passaic el Norte; más cerca del puerto y bahía de Newark el Sur.
[9] Categoría que se da al principal asesor general de una familia mafiosa. Dado el carácter técnico del cargo, es de los pocos que no suelen reservarse en exclusiva a personas de ascendencia italiana, aunque sí muy relacionadas con la familia y de la plena confianza del jefe, o Don.
[10] Apelativo de origen italiano, que identifica al capo, o jefe de cada familia mafiosa. Originalmente, se aplicaba solo a los jefes nacidos en Sicilia.
[11] Plural de capo, cabeza o jefe de una familia de la Mafia.
[12] Zona nororiental de los Estados Unidos. Desde el punto de vista de la Mafia, las zonas más potentes radicaban en los Estados de New Jersey y de Massachusetts.
[13] Syrup significa jarabe o almíbar. Red equivale a nuestro adjetivo rojo.
[14] Magpie significa urraca, ave que lleva la fama de rapiñar y atesorar en el nido cuando halla de brillante o llamativo.
[15] Su equivalente en español suele ser Gestión y Administración de Empresas.
[16] Ignoro el origen del apodo, pero se me ocurre que sea un juego de palabras con Santa Sindone, o Sábana Santa, hipotética reliquia de la Pasión de Cristo, que se ha conservado en la Catedral de Turín. La alternativa de Santa como apócope de Santa Klaus no me parece de recibo en este caso.
[17] Conocida expresión con que llaman a la Mafia quienes están dentro de ella.
[18] Véanse las notas 4 y 6.
[19] Sustancialmente, en terminología italiana, son: el  Sottocapo, o subjefe de la familia y probable sucesor del Capo; los Numerali, o supervisores de los distintos distritos controlados por la familia, y los capiregime, o jefes directos de los grupos numerosos de Soldati.
[20] Sinónimo del español cajero, o persona que llevaba las cuentas y pagos de la familia mafiosa.
[21] Equivalente a grupo de empresas, que actúan bajo una misma dirección o, al menos, sin hacerse la competencia entre ellas.
[22] Palabra de uso habitual en el español de los negocios, equivalente a agente privado de Bolsa, o persona que intermedia en la compraventa de títulos-valores.
[23]  Famosa calle de Nueva York, en la que radica la Bolsa de dicha ciudad.
[24]  Pequeño municipio vecino a Newark, de cariz industrial.
[25] Ilustre colegio privado femenino en el Estado de Pennsylvania, fundado en 1885.
[26] El narrador opta, a partir de ahora, por la grafía inglesa, David, del original italiano, Davide.
[27] Wild significa salvaje, epíteto que, en este caso, tiene connotaciones peyorativas.
[28] En un discurso electoral de 1912, el Presidente William Howard Taft se refirió a Harrison como una colmena de la industria, de la que sus habitantes podían sentirse orgullosos. Ese apelativo (Beehive of Industry) sigue utilizándose para Harrison, N.J., hoy en día.
[29] Entre los grupos mafiosos existe la regla de que la ejecución de cualquier miembro de los mismos ha de ser decidida por su capo. En el caso de David Reggy Reggiani, siendo como mucho un asociado, la decisión del Don no era imprescindible. Por eso, este le extiende la condición de soldato, para que su hijo no lo asesine sin su previa anuencia.
[30] El pasar al territorio controlado por otra familia -en este caso, los Genovese-, tenía una ventaja adicional: la ejecución tenía que ser también aprobada por el Don del territorio donde el ejecutable se había refugiado. En este caso, es de suponer que la autorización proviniera de Vincent Chin Gigante, capo de los Genovese entre 1981 y 1997 (al ser recluido en la cárcel, su mando entre 1997 y 2005 fue nominal).
[31] Los hermanos Clyde y Eugene Smaldone encabezaron este clan durante bastantes años. Eugene Checkers Smaldone (1910-1992) lo hizo entre 1975 y 1992, si bien su ingreso en la cárcel (1983) le impidió el pleno control de los negocios.
[32] Tal vez, el primer caso importante fuera el de Vincent Charles, Fatman, Teresa, hacia 1970, que se presentaba a sí mismo como número tres de la banda de Nueva Inglaterra, antiguo ayudante de Patriarca y Tameleo, entrenado para el papel de subjefe. Véase Vincent Teresa, con la colaboración de Thomas Renner, Mi vida en la Mafia, edit. Círculo de Lectores, Barcelona, 1974, p. 371. El original en inglés data de 1973.
[33] Sobre los avatares de un testigo contra la Mafia, véase, por ejemplo, Vincent Teresa, ob. cit. en la nota 31, pp. 327-343.
[34] En el Estado de New Jersey no ha pasado nadie por la silla eléctrica desde 1963. A finales de 2007, dicho Estado abolió la pena capital, siendo el primero de los Estados Unidos en hacerlo. Su alternativa es la cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
[35] Capital y ciudad más poblada del Estado de Arizona. En línea recta, la distancia entre Newark y Phoenix es de unos 3.500 quilómetros. El viaje en avión dura unas siete horas.
[36]  Véase nota 16.
[37] Del relato se infiere que corresponde a una época en que no había teléfonos móviles, o los mismos no ser habían generalizado. Más adelante en el relato, por la referencia expresa a la ciudad de destino de la llamada, se ve que no habían sido implantados aún los prefijos de área que, con los tres primeros números, indican la zona geográfica a la que se llama. Por ejemplo, el prefijo de área de Tucson es el 520, uno de los cinco prefijos en que se divide actualmente (2019) el Estado de Arizona.
[38] Otro dato que nos ayuda a superar la imprecisión cronológica del relato, pues el Town Car empezó a fabricarse en 1981, desplazando al Continental.
[39] Véase la nota 2.

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