HISTORIA DEL BRASIL
EN DOS MIL PALABRAS
Por Federico Bello
Landrove
Salamanca (España),
2006
EL BRASIL PRE-COLONIAL.
La carencia de fuentes escritas da al Brasil anterior a la
colonización portuguesa el carácter de prehistórico. No obstante, el contacto
de los portugueses con los indígenas permite tener un conocimiento
relativamente seguro de cuestiones, tales como que:
·
Brasil
estaba poblado de indígenas, en número entre dos y cinco millones.
·
Dichos
nativos pertenecían a distintos troncos etno-lingüísticos, como el guaraní y el
tupí (con dos subgrupos, tupiniquim y tupinambá).
·
Algunas
de sus costumbres pasaron a los colonizadores, como el cultivo de la mandioca,
algunas bebidas a base de frutas o raíces y el dormir sobre una red.
PERIODO COLONIAL.
Etapa de los descubrimientos y primeras
colonizaciones.
Brasil fue
descubierto por casualidad en 1500,
cuando una flota dirigida por Pedro Álvarez Cabral se desvió excesivamente de
su ruta atlántica hacia la India y tocó en el sur del actual estado de Bahía.
Como la zona estaba dentro de la asignada a Portugal por el Tratado de
Tordesillas (1494), los portugueses la tomaron como propia e iniciaron una
política de establecimiento de fondeaderos para aprovisionar y reparar los barcos,
así como de periplos costeros para reconocer el territorio. Así, en 1501
llegaban al actual Salvador y en 1502, a la bahía de Guanabara.
La situación
cambió notablemente por dos hechos: 1º. El descubrimiento y comercio de una
planta tintórea (el palo-brasil), que resultaba muy rentable para la industria
textil. 2º. La presencia de corsarios (en especial, franceses) que, desde 1504,
desafían la autoridad de Portugal y ponen en riesgo su soberanía sobre el
territorio. En su consecuencia, el rey de Portugal empezó a hacer concesiones mercantiles a comerciantes
de Lisboa y Oporto y, seguidamente, a establecer un sistema de Capitanías
(pronto, hereditarias), a condición de que los capitanes proveyeran lo
necesario para explorar y defender el territorio. De todas estas capitanías
iniciales (unas quince), solo algunas prosperaron, en especial las de
Pernambuco y San Vicente.
La situación
mejoró decisivamente cuando, todavía en tiempos del rey Juan III, se produjeron
dos acontecimientos notables: 1º. El éxito del cultivo de la caña de azúcar,
mediante la organización de poblados-factoría (los ingenios), que pronto surtirán del producto a toda Europa. 2º. La
centralización del poder, mediante un Gobernador General (radicado en Salvador
de Bahía), con una mínima infraestructura administrativa y cierto poder sobre
las Capitanías. El uso de mano de obra esclava (india y, pronto, negra) y el
cultivo adicional del cacao permitirán aportar nuevas riquezas y extender los
latifundios agrícolas, al mismo tiempo que fomentar la inmigración portuguesa y
poner coto a los intentos franceses de ocupación.
Siglos XVII y XVIII.
En la época de
Felipe III, se reorganiza temporalmente la administración de Brasil, con el fin
de promocionar la colonización del norte, dividiéndose la colonia en dos zonas
independientes (Brasil y Marañón), con capitales en Salvador y San Luis (luego,
en Belem). Paralelamente, se potencia la colonización del interior del centro y
sur del país, sin más limitaciones que las impuestas por las colonias españolas
y las dificultades del terreno. La situación, sin embargo, se vio complicada
por la crisis del azúcar (competencia de las Antillas holandesas e inglesas) y
los intentos holandeses de ocupar la zona bahiana. Afortunadamente, al separarse
Portugal de España (1640), Inglaterra apoyará la soberanía portuguesa sobre
todo el Brasil, a cambio de una mayor participación inglesa en el comercio
colonial.
A partir de
finales del siglo XVII, la historia de Brasil experimenta un giro espectacular,
ante el descubrimiento de riquísimas minas en el interior (Minas Gerais;
después, Goiás y Mato Grosso), con oro, diamantes, etc. Ello va a suponer la
puesta en valor del territorio, en particular, con ganadería vacuna
semi-extensiva, así como el desplazamiento del centro de gravedad del país, del
nordeste hacia el sur (Sao Paulo; Río de Janeiro, que llegará a ser la capital
en 1763), entre otras cosas, por ser la salida más rápida de los productos
mineros. Se organiza así un cierto mercado interno, en que esclavos,
herramientas y ganado se cambian por producciones mineras.
Para este Brasil,
que generaba considerables riquezas y reclamaba productos industriales, fue
elemento muy negativo el Tratado de Methuen (1704) entre Portugal e Inglaterra
que, al establecer un sistema de casi libre comercio entre ambas potencias,
hundió toda posibilidad lusa y brasileña de desarrollar una fuerte industria
(en especial, la textil), al amparo de aranceles proteccionistas.
Este movido
periodo no estuvo exento de conflictos, como el de los bandeirantes paulistas para hacerse con el dominio de la tierra
ganadera, masacrando o esclavizando a los indios del sertăo; o las tensiones de corte colonialista entre criollos y
comerciantes portugueses, con un cierto sentido pre-independentista (guerra de
los emboabas y los paulistas; Inconfidência mineira).
EL SIGLO XIX (1808-1889).
De la llegada de la Corte a Brasil,
hasta la Independencia.
Ante la invasión
napoleónica de Portugal, el rey Juan VI y su corte, con el apoyo inglés, se
trasladaron a Brasil, establecieron su capital en Río y permanecieron allí
hasta 1820. Es posible que hubiesen continuado más tiempo, de no producirse un
movimiento constituyente en Oporto, que forzó al rey a regresar, dejando como
regente de Brasil a su hijo, Pedro.
Durante la
estancia real, se produjeron grandes avances en todos los campos de la vida
brasileña. A) Político: Constitución del Reino Unido de Portugal, Brasil
y Algarves, seguido del reconocimiento de representación brasileña en las
Cortes portuguesas; ampliación del territorio brasileño por el sur (ocupación
de la Cisplatina). B) Económico: Apertura de los puertos brasileños al
comercio con todos los países amigos y con los que transportasen mercancías
bajo pabellón portugués; libertad de establecimientos industriales en Brasil;
creación del Banco de Brasil. C) Cultural: Monumentos y solemnidades de
importancia, en especial, en Río; introducción de la imprenta; replantaciones
botánicas.
La marcha del rey,
la oposición de los portugueses a la representación brasileña en las Cortes y
la propia crisis de la monarquía (que se volvió más absolutista, como reacción
al movimiento liberal portugués), propiciaron el movimiento independentista
brasileño que, a diferencia del de las colonias españolas, apenas tuvo
contradicción, ni supuso casi lucha armada, ante el decidido apoyo de
Inglaterra a los independentistas.
De la Independencia, al Segundo Imperio.
La independencia
brasileña (1822, con reconocimiento definitivo en 1825) fue facilitada por la
asunción de poderes reales por el regente Pedro, quien asumió el título de
emperador Pedro I. Se inicia así el Primer Imperio, enturbiado por la postura
cada vez más intransigente del monarca frente al movimiento liberal. La
Constitución de 1824 fue una Carta
otorgada, en la que el emperador se reservaba el poder moderador, para
fiscalizar y mediatizar los otros tres poderes. El escaso apoyo recibido de las
provincias y del ejército frente a los disturbios (en buena medida provocados
por el hecho de ser portugueses de origen casi todos los cortesanos) forzó al
emperador a renunciar a su mando (1831). En consecuencia, se instaló una
Regencia (la mayor parte del tiempo, trina), ya que el heredero tenía solo
cinco años, la cual gobernó con dificultad, pero con un tono más liberal que el
del Primer Imperio. Finalmente, la inestabilidad política forzó un golpe de
Estado, que declaró antes de tiempo la mayoría de edad del emperador Pedro II,
quien comenzó su reinado en 1840.
El Segundo Imperio.
El largo reinado
de Pedro II (1840-1889) constituye el Segundo Imperio, en el que, a grandes
rasgos, podemos encontrar tres fases: consolidación, apogeo y declive.
- La consolidación (1840-1850)
supone la pacificación de las luchas internas y el fortalecimiento
económico, gracias a la expansión del cultivo y comercio del café.
- El apogeo (1850-1870) se
caracteriza por la estabilidad del sistema parlamentario y una política de
reconciliación. Internacionalmente, se desarrolla una política de
prestigio (cuestión Christie; guerra con Paraguay). La situación se
enturbia con el problema de la esclavitud, produciéndose en 1850 la
abolición del tráfico y asiento de nuevos esclavos.
- El declive (1870-1889) se
produce por la falta de solución a las cuestiones militar y religiosa, así
como por la aparición de un fuerte movimiento republicano, pese a la
popularidad del emperador. El problema esclavo se resuelve en tres fases
(ley del vientre libre, con compensaciones a los esclavistas -1871-; ley
de los esclavos sexagenarios -1884-; ley áurea, o abolición total sin
compensaciones -1889-), pero no satisfará a nadie: a los amos, porque no se
les indemniza; a los libertos, porque los lanza a la marginación. Las
tensiones derivadas del problema esclavista favorecerán decisivamente el
triunfo del golpe militar de 1889, que puso fin al Imperio y forzó el
exilio de Pedro II.
EL ATORMENTADO SIGLO XX (1889-2006).
La Primera República (1889-1930).
Tras un periodo
caótico de revueltas y de dictadura militar, que duró unos cuatro años, se
instauró un régimen pseudo-democrático, con alternancia en el poder de las
oligarquías paulista y mineira, que dominaban la economía de la época (política del café con leche). Al menos,
el régimen dio satisfacción a los federalistas, con la implantación de los
Estados Unidos del Brasil; a los negros, reconociéndoles teóricamente igualdad
de derechos; a los propietarios del café y del ganado, favoreciendo una gran
emigración europea (portuguesa, italiana, alemana) que sustituyese a la mano de
obra esclava. Fue una época de establecimiento de la base industrial y de
penetración demográfica hacia el interior del país, favorecida por el
aprovechamiento del caucho en la cuenca amazónica.
La era de Getulio Vargas (1930-1954).
Con un intervalo
(1945-1950), Getúlio fue el
camaleónico Presidente de esta época, en la que fue pasando, de golpista a
gobernante constitucional, a dictador y, nuevamente, a presidente legalmente
electo; de cuasi-fascista (el Estado Novo
recordaba un corporativismo fascistoide), a populista afín del peronismo
argentino (padre del pueblo).
Superando la convulsa situación política precedente y gobernando con el pleno
apoyo de las clases medias (preocupadas por el riesgo comunista), Vargas mejoró
las condiciones laborales, consolidó la seguridad social, nacionalizó las
fuentes de energía (Petrobras; inicio de Electrobras) y terminó aliándose con
los Estados Unidos, entrando a su favor en la II Guerra Mundial (1942).
Finalmente, presionado por las fuerzas armadas, que veían con malos ojos su
populismo, el gran político se suicidó (1954), salvando al menos el poder
civil, que había logrado arrebatar a la conjunción paulista-mineira (Getúlio era de Rio Grande do Sul).
Continuación del segundo periodo
democrático.
El periodo
democrático que alumbró la Constitución de 1946 y que Getúlio respetó durante su segunda época, continuó con los
presidentes Kubitschek (que realizó grandes avances técnicos e industriales y
trasladó la capital a Brasilia, en 1960), Janio Quadros y Joăo Goulart, cuyas
veleidades populistas y de acercamiento a países socialistas generaron el
levantamiento del ejército (1964), que implantó un régimen de dictadura
militar.
Régimen militar u os anos do chumbo.
Entre los años
1964 y 1974, la dictadura fue férrea: censura de prensa, torturas, privación de
derechos fundamentales, reducción de los partidos a dos, domesticados, elección indirecta del Presidente (Constitución de
1967). Como reacción, hubo una intensa lucha armada, en que terroristas y
guerrilleros maoístas ensangrentaron ciudades y campos. Pese a ello, el
crecimiento económico fue muy fuerte, hasta la crisis internacional de 1973.
De 1974 a 1984, el
país se fue democratizando; regresaron muchos de los exiliados y, finalmente,
se admitió el nombramiento de un presidente civil.
Tercer periodo democrático.
Entre 1984 y 1994,
la situación política y económica fue muy difícil. La crisis económica quiso
ser afrontada con medidas dirigistas (devaluación de moneda, congelación de
precios), que fracasaron, sumiendo al país en la bancarrota (en 1987 se deja de
pagar la deuda externa) y en la estanflación. La corrupción salpicó hasta al
presidente Collor, quien tuvo que renunciar en 1992 ante un proceso de impeachment. El presidente Itamar Franco
nombró ministro de Hacienda al respetado F. Henrique Cardoso, quien saneó las
finanzas y despolitizó el Gobierno,
proponiendo diversos ministros de corte técnico e independiente.
Entre 1994 y el
presente (2006), los presidentes –ambos reelegidos- Henrique Cardoso y Lula da
Silva han encabezado un periodo de relativa bonanza económica y regeneración
democrática. El triunfo de Lula ha
supuesto el acceso al poder de un sindicalismo moderado, favorable a un mejor
reparto de la riqueza. En cualquier caso, la economía brasileña se ha
configurado como una de las emergentes,
desarrollándose velozmente y configurando al Brasil (quinto país del mundo por
extensión y población) como la novena economía mundial por PIB y la décima por
comercio exterior, con una renta per
capita de más de 8.500 $, si bien muy desigualmente repartida. La
consolidación económica puede verse muy favorecida por el hallazgo de grandes
yacimientos de petróleo y gas natural bajo las aguas oceánicas de
aprovechamiento de Brasil.
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