Getulio Vargas:
Historias de su ocaso (I)
Por Federico Bello
Landrove
Concluyo mi amplia serie de historias sobre
Getulio Vargas y su tiempo con dos trilogías referentes a la última década de
su vida (1945-1954). En esta primera entrega pasaré revista al papel de la familia Vargas en esa
época; aludiré a un trivial pero curioso episodio con un médium, entre
inteligente y charlatán; finalmente, me aproximaré a tres complots sucesivos a
favor y en contra del Presidente Vargas, a cargo de sargentos, coroneles y
generales. La base fáctica de todos los relatos es la fascinante biografía Getúlio, del historiador y periodista Lira Neto[1].
1.
Con la familia a vueltas
Es tendencia casi
irresistible de todo político la de apoyarse en familiares y amigos para
compartir con ellos lo que le depare la fortuna y, también, para tener mayor
confianza en la fidelidad de los colaboradores. A cambio, los elegidos obtienen
una cuota, muy jugosa en ocasiones, del poder y las ganancias de su patrón o
promotor. Si ello es así en todo momento y ambiente, el fenómeno crece y se
corrompe todavía más en las dictaduras, gracias a la relativa irresponsabilidad
y reserva que tales regímenes ofrecen al gobernante. Y, aun sin alcanzar poderes
omnímodos, hay lugares y tiempos en que el nepotismo parece responder a una
tradición inevitable y consustancial con la forma de entender la vida pública.
Suele afirmarse
que, en el estado brasileño de Rio Grande do Sul -que vio nacer la vocación política
de Getúlio Vargas a principios del siglo XX- era tradicional la fidelidad de
toda la familia hacia un determinado partido político y, por ende, grande la
facilidad de conjurar a todos sus
miembros en la proyección y defensa de quien entre ellos se dedicara a la
política. La forma en que Vargas alcanzó su jefatura nacional, mezcla dominante
de golpe de estado revolucionario (1930) y establecimiento de una dictadura
(1937), apenas templada durante un periodo intermedio muy conflictivo, hubo de
favorecer su desconfianza hacia los meros colegas de partido y, en
consecuencia, acercarlo a personas con otro tipo de afinidades: la primera,
desde luego, la procedencia geográfica, pero también la amistad y la
familia.
En la etapa final
de su vida, Vargas había consolidado algunas vinculaciones políticas fundadas
en el parentesco, muy difíciles ya de romper, aunque a él no le hubiese
importado. Es el caso de las de sus coetáneos -relativamente hablando-, como
sus hermanos y esposa[2].
La siguiente generación -hijos, yernos- anudaría lazos, más bien, en el periodo
posterior al golpe de estado que depuso a Vargas en 1945[3].
Caso peculiar es el de la hija Alzira, que permanecía al lado de su padre como
político, desde 1937 aproximadamente[4].
Voy a ofrecer una
impresión de lo que los familiares más allegados de Vargas supusieron para él
como político, en los años de su interregno presidencial (1945-1951) y en los
de su presidencia constitucional (1951-1954). Iré presentando sucesivamente a
los personajes según el orden de mi particular opinión sobre el mal o el bien
que hicieron a Getúlio. Concluiré en cada caso con una alusión a lo que fue de
los más conocidos de ellos, una vez su mentor, o Patrão, hubo salido de la vida para entrar
en la Historia.
***
Seguramente que
los psicólogos tendrían algo de decir acerca de las relaciones entre dos
hermanos separados por quince años de edad. Esa era precisamente la diferencia
entre Getúlio y su hermano pequeño, Benjamim, conocido generalmente como Bejo. Su relación política había quedado
sellada, por lo menos, en 1930, cuando Bejo
participó activa y militarmente en el golpe de estado revolucionario que llevó
a su hermano al poder, como Jefe del Gobierno Provisional de Brasil. La
confianza de Getúlio en el valor y la fidelidad de Bejo era sin fisuras, y tenía razones tan sólidas como el papel
seguramente decisivo que el hermano pequeño había tenido en la madrugada del 11
de mayo de 1938, durante el asalto al Palacio presidencial de Guanabara, en Rio
de Janeiro, por un grupo de unos 80 integralistas armados. Pero, en casi todos
los demás aspectos, Benjamim era un sujeto de comportamiento detestable, cuya
cercanía al Presidente podía causar a este mucho más quebrantos que beneficios.
Con todo y eso, Getúlio puso en manos de Bejo
ciertas comisiones o poderes que -como no podía ser menos- le estallaron en las
manos, a corto o a largo plazo.
-
El
caso más conocido fue el del nombramiento de Benjamim Vargas como Jefe de
Policía del Distrito Federal -que implicaba el de Director del Departamento
Federal de Seguridad Pública-, el 28 de octubre de 1945. Ciertamente, la
situación para el Presidente Vargas era desesperada, pero aquel disparate no
hizo sino empeorarla. Prueba de ello es que, apenas hubo tomado posesión del cargo,
sobrevino el golpe militar que depuso a Getúlio, acción adelantada y favorecida
por la designación de Bejo para un
cargo de tanto poder efectivo. Su hermano habría demostrado una inusitada
estupidez, de ser cierta la frase que se le atribuye cuando le conminaron a
cesar incontinente a Bejo: ¡Qué clase de Presidente sería yo, si no
pudiera nombrar libremente a mi Jefe de Policía!
-
Consecuencias
a más largo plazo tuvo el que Getúlio hubiese puesto en manos de Bejo en 1938 la selección y organización
de la Guardia Personal de la Presidencia. El hecho en sí no era desacertado,
pues el Ejército y la Policía habían demostrado una lentitud y negligencia
criminales, dejando al Presidente y a su familia a merced de los asaltantes del
palacio de Guanabara, en la citada ocasión del 11 de mayo de 1938. No era mala
idea formar un grupo de incondicionales -alrededor de setenta-, para vigilar el
palacio y ejercer de guardaespaldas presidenciales, sobre todo, con la
mentalidad dictatorial y la escarmentada suspicacia getulianas. El error fue
dejar el asunto en manos de Bejo, que
lo resolvió a su estilo, con una
mezcla de patriotismo riograndense y alistamiento de sicarios y malhechores,
bajo el mando de un individuo siniestro, que él conocía bien, llamado Gregório
Fortunato -apodado El ángel negro-.
Alguien tan defensora de las acciones de su padre, como lo fue su hija Alzira,
no vacila en calificar la selección de los guardias presidenciales como uno de
los mayores errores de Getúlio durante toda su carrera política[5],
aunque lo carga más bien en el debe de su tío Benjamim. Claro está que la
gravedad del error la valoraba a posteriori, después de constatar las directas
consecuencias que tuvo en la provocación de la crisis política de agosto de
1954, a la que más tarde aludiré.
Es verdaderamente
sorprendente la paciencia y protección que Getúlio tuvo hacia su hermano
pequeño, considerando que era un modelo de la persona en quien nadie sensato
confiaría ni, menos aún, querría tener a su lado en política. No deja de ser
cierto, sin embargo, que los errores del Presidente Vargas no se reprodujeron con
tanta relevancia en el periodo de su última presidencia. Bejo siguió siendo una persona de presencia constante junto a
Getúlio, pero sin clara función política. Eso sí, aunque los años le fueran
cayendo, continuaba siendo el individuo violento, logrero, jugador de elevadas
cantidades de dinero, bebedor y mujeriego que había sido en la anterior Era Vargas (1930-1945). En particular,
sus actitudes de matonismo, incluso utilizando armas de fuego, generaron
escándalos y complicaciones, de las que siempre salió con bien, ayudado de su
apellido. Lira Neto, en la biografía Getúlio
antes citada, recuerda algunos de los incidentes más famosos[6],
que no viene al caso detallar aquí.
No es extraño que
con tales precedentes, la Historia haya hecho de Benjamim Vargas el mayor
sospechoso de haber ordenado el atentado de la rua Tonelero, llevado a cabo en Rio de Janeiro el 5 de agosto de
1954, dirigido contra el periodista Carlos Lacerda -furibundo antigetulista-,
pero que acabó con la vida de su voluntario guardaespaldas, el mayor de
Aviación, Rubens Vaz. En la medida en que el hecho desencadenó una reacción en
cadena en las Fuerzas Armadas, forzando el suicidio de Getúlio por negarse a
dimitir o a ser expulsado del poder, el incidente y su investigación tuvieron,
y tienen, un superlativo interés. En cualquier caso, con lo que hasta ahora se
conoce, no resulta posible asegurar la participación de Bejo Vargas a título de inducción, como lo reconoció la Justicia de
su tiempo, que no le era en absoluto favorable. En concreto, el más alto
responsable indiscutible -el Jefe de la Guardia Presidencial, Gregório
Fortunato- solo a última hora y probablemente bajo tortura inculpó a Bejo en sus declaraciones[7]. Y así, aunque Benjamim Vargas al final de la investigación figuró como
procesado por favorecimiento personal en
el crimen, obtuvo resolución favorable de hábeas
corpus y no llegó a ser acusado del mismo.
El futuro de Bejo, tras la muerte de su hermano
Getúlio fue aún dilatado y con rasgos que provocan una sonrisa de complicidad.
Baste decir que su último trabajo fue el de inspector de diversiones de la
prefectura del Distrito Federal. Es de suponer que disfrutara mucho de él y -a
ser posible- que se comportase como inspector mejor de lo que toda la vida lo
había hecho como cliente y usuario.
Benjamim Dornelles
Vargas, Bejo, falleció en Rio de
Janeiro, el 26 de marzo de 1973.
***
Aludiré, en
segundo lugar, al primogénito de Getúlio, su hijo Lutero, que nació en febrero
de 1912, cuando su padre contaba veintinueve años de edad. Su papel en la vida
parecía inicialmente volcado hacia la medicina pues, después de una larga etapa
de posgrado en los Estados Unidos, regresó a Brasil en 1940 convertido en un
experto cirujano y traumatólogo, pronto colocado como director de uno de los
hospitales más afamados de Rio de Janeiro. Pero las dificultades políticas de
su padre en la última etapa del Estado
Novo lo llevaron, como a su hermana Alzira, a implicarse en la fundación
del PTB (Partido de los Trabajadores del Brasil), hechura de Getúlio y
plenamente adicto a este. Parece ser que los despachos le agradaron más que los
quirófanos y Lutero fue dedicándose cada vez más a la política, hasta ser
elegido diputado federal en 1950, bajo las siglas del PTB. En la Cámara de
Diputados hubo de coincidir y chocar con el periodista y diputado por la UDN
(Unión Democrática Nacional), Carlos Lacerda, de afiladísima pluma y enemigo
visceral del Presidente Vargas. La colisión no fue exclusivamente
parlamentaria, ya que Lacerda consideraba a Lutero uno de los responsables de
que su periódico antagonista, Última Hora[8],
hubiera salvado la quiebra, gracias a un préstamo del Banco de Brasil. En
reiteradas ocasiones, Lacerda se había referido en público a Lutero como
malhechor, ladrón y degenerado, que se había enriquecido, no con el ejercicio
de la medicina, sino con los sobornos. La campaña de recíprocos ataques e
improperios se había recrudecido, al concurrir los dos contendientes como
aspirantes por un escaño de diputado en la circunscripción del Distrito
Federal, en las elecciones convocadas para octubre de 1954.
En estas
circunstancias, no resulta extraño -por más que el carácter de Lutero no
alcanzara ni de lejos la vehemencia del de su tío Benjamim- que el primogénito
de Vargas tuviera algo que ver en el
famoso atentado de la rua Tonelero.
Al menos, fue implicado en el caso por uno de los ejecutores directos, Alcino
João do Nascimento. Al punto, aconsejado por su abogado, Lutero
compareció voluntariamente ante los militares que llevaban la investigación,
renunció a sus privilegios inmunitarios de diputado y declaró de forma
exculpatoria. Alcino no fue creído, al no existir otras pruebas
incriminatorias, y Lutero nunca fue procesado por esos hechos. Sin embargo, la
mera sospecha fue para su padre un duro golpe, en el momento en que trataba de
demostrar su inocencia en el caso, y eso me lleva a juzgar a Lutero una
influencia nefasta para su progenitor, por no hablar de sus maniobras de
logrero, que le habían merecido el remoquete justificado de el hijo rico del padre de los pobres. ¡Cuánto mejor habría sido su
papel, de proseguir con el ejercicio brillante y exclusivo de la Medicina, tan
valorado inicialmente por su familia!
¿Qué fue de Lutero Vargas después de la
muerte de su padre? De entrada, ganó el escaño en 1954, pero fracasó en ser
elegido Senador por el Distrito Federal en 1958. Luego, su carrera política
siguió con un perfil medio-alto: Diputado estatal por Guanabara (1960);
Embajador de Brasil en Honduras (1962-1964); Presidente del PTB (1964). La
dictadura militar interrumpió su vida pública de forma prácticamente definitiva
pues su regreso a la misma en 1979 tuvo un papel meramente testimonial.
Lutero Sarmanho
Vargas falleció en Porto Alegre (RS), el 4 de octubre de 1989.
***
Tampoco parecía
llevarle la vida por el camino de la política a otro hijo de Getúlio, llamado
Manuel Antonio y conocido por el apodo de Maneco.
Había nacido en febrero de 1917 y, tras la prematura muerte de su hermano Getulinho[9],
pasó a convertirse en el hijo más joven del Presidente. Sus estudios de
ingeniero agrónomo lo predispusieron para hacerse cargo de las propiedades
agropecuarias de su familia en el extremo meridional de Rio Grande do Sul, que
constituían la fuente principal sus ingresos, para el caso de que los
emolumentos de la política cesaran o resultasen insuficientes. Desavenencias
con sus tíos paternos, Viriato y Protásio, hicieron difícil la tarea del joven Maneco, que acabó por regresar a Rio, a
la vera de su padre y del resto de la familia. En vísperas del atentado de la rua Tonelero, había contraído matrimonio
y salido en viaje de luna de miel hacia Europa.
Nada hacía suponer
que Maneco se viera involucrado en
los graves problemas que su padre experimentaba en agosto de 1954, hasta que,
durante una entrada y registro en las dependencias que ocupaba Gregório
Fortunato en el palacio presidencial de Catete, fue hallado un documento
extendido en papel con membrete oficial de la Presidencia de la República,
escrito de puño y letra de Maneco, en
el que este reconocía haber vendido una hacienda familiar, llamada São Manuel, por la cantidad total de 3,92 millones de cruzeiros[10]. Hasta aquí, no había otros
reproches que hacer a Maneco -y ya
era bastante grave- que el de haber vendido una hacienda que no era solo suya,
aprovechando los poderes que tenía como gobernante
de la misma, y el de haber documentado la venta en papel oficial de la Presidencia
de la República. Pero surgiría otra objeción de mayor calado político: el
comprador era Gregório Fortunato, el Jefe de la Guardia Presidencial, cuyo sueldo
anual andaba por los setenta mil cruceiros. Era obvio que, o la compraventa era
simulada, o Fortunato estaba forrado, a
base de sobornos y tráfico de influencias. Esto último es lo que pensó todo el
mundo cuando una copia del documento en cuestión apareció inmediatamente en los
diarios. Getúlio no podía creer lo que leía: Se negó a admitir la autenticidad
de la grafía de Maneco, hasta que
regresara de su luna de miel y declarara lo sucedido.
La confesión fue
el pleno reconocimiento del documento. Maneco
manifestó que se había visto obligado a la venta para atender el pago de
deudas inaplazables; que había tenido que aceptar la oferta de Fortunato, tras
fallarle otros varios compradores; y que -en el colmo de la corrupción- había
aceptado la operación ya que, caso de no contar Fortunato con inmediata
liquidez para pagar el precio, el Ministro de Trabajo se había comprometido a
prestarle lo necesario[11].
Getúlio se derrumbó anímicamente y aceptó compungido la verdad de aquella
famosa expresión periodística en su contra: Debajo
del palacio de Catete hay un mar de fango[12].
Se dice que fue la última gota que desbordó el vaso del aguante del Presidente,
ya muy desmoralizado y, a partir de entonces, incapaz de una reacción vigorosa
y, tal vez, con el suicidio rondándole por la cabeza.
Tras la muerte de
su padre, Maneco, que ya había
coqueteado con la política al aceptar el cargo de Secretario de Agricultura de
Rio Grande do Sul, regresó a este Estado y se desempeñó como Viceprefecto de su
capital, Porto Alegre, ocupando provisionalmente la Prefectura en el año 1955[13].
El resto de su vida lo pasó dedicado al cuidado y explotación de sus fincas
rústicas[14], hasta
fallecer en Itaqui (RS) el 15 de enero de 1997, a punto de cumplir los ochenta
años. Causa de la muerte: suicidio, por disparo en el pecho de un revólver
calibre 38, tal y como fuera el óbito de su padre cuarenta y tantos años antes[15].
Para marcar con él alguna diferencia, Maneco
dejó escrito en su nota de suicidio, que no trataba de entrar en la
historia, sino simplemente de dejarla pasar[16].
***
El padre de
Getúlio, Manuel do Nascimento Vargas (1844-1943) fue un destacado ejemplo de la
política coronelista de Rio Grande do
Sul, pero lo inevitable de la edad determinó su apartamiento de la vida pública
en 1915, cuando aún su hijo, el futuro Presidente, estaba muy lejos de su
gloria. A partir de entonces, no intervino en la vida de su hijo Getúlio de
manera que merezca su inclusión en este relato, máxime al haber fallecido, casi
centenario, durante el periodo estado-novista.
De sus hijos, además del futuro Presidente, el morbo político alcanzó a
Protásio, cinco años mayor que Getúlio, y que se mantuvo dentro del ámbito político
riograndense, alternando con el cuidado de la hacienda familiar, a la que
siempre se consagró con entera dedicación el hermano mayor, Viriato, nacido en
1874 y fallecido el año anterior al suicidio de Getúlio.
Durante la última
década de la vida de Getúlio, las relaciones entre este y Protásio se fueron
agriando, a lo que contribuyó no poco la intervención crítica de la esposa de
este. Los años 1947-1950 fueron de permanencia casi continua del entonces ex
Presidente en la casa familiar, lo que se prestaba a discusiones y
desavenencias por motivos fútiles pero constantes. Poco a poco, aquella se
convirtió, por obra y gracia del sucesivo retorno de Getúlio a la vida pública,
en un verdadero desfile de políticos y periodistas. Luego, cuando marchó a Rio
para hacerse cargo de su presidencia constitucional (1951-1954), los
desacuerdos fueron entre Protásio y Maneco,
por cuestiones económicas o de dirección de las fincas. A mayores, Protásio no
compartía en estos años ciertas decisiones y titubeos de su gran hermano, ni la
selección de algunos políticos riograndenses. En conjunto, y sin exagerar,
puede hablarse de una ruptura de la confianza inicial entre los dos hermanos,
lo que no dejaría de entristecer a quienes entendían la familia como un núcleo
inatacable de solidaridad y cooperación[17].
En definitiva,
creo que Protásio Vargas, durante la etapa a que me refiero, no puede decirse
que fuera una fuente de sosiego para su hermano Getúlio, a quien sobrevivió
quince años, pues falleció en 1969.
***
He de hacer ahora
una alusión conjunta a la hija mayor de Getúlio, Jandira, y a su esposo, Rui da
Costa e Gama[18]. La
relación entre ambos esposos fue pronto conflictiva, de lo que tradicionalmente
se ha culpado a la mujer, cuya
perturbación mental era evidente, aunque episódica y no bien diagnosticada -o
mejor, no bien explicada fuera de la intimidad-. Parece ser un ejemplo de
trastorno bipolar, una alteración psíquica entonces más dramáticamente llamada
locura maníaco-depresiva que, en el caso de Jandira, resultaba de
sintomatología no especialmente grave y de mayor intensidad de la fase de
depresión. Como es natural, dadas esas circunstancias, el daño y el dolor que
pudiera causar a su familia, incluido el padre, no es imputable a la interesada,
que fue convirtiéndose en una criatura dependiente, llamada a convivir de
manera estable con sus padres y a transmitirles el cuidado de sus dos hijos -si
bien la niña quedó más bien al cargo de su tía Alzira-. Pero lo cierto es que
los disgustos y los cuantiosos gastos de su tratamiento y hospitalizaciones
periódicas perjudicaron a la familia Vargas que, por increíble que nos parezca,
tenía una economía poco boyante, obligada cada cierto tiempo a vender alguna
parte de su patrimonio[19].
En los años del
interregno getuliano, su yerno Rui da Costa, copropietario a la sazón de una
fábrica de lubricantes, se vio muy perjudicado cuando el consocio perdió su
parte en el negocio jugando a la ruleta y a las cartas. Seguramente con poco
carácter e iniciativa, Rui dio por fallido el negocio y, de la forma más
descarada, aprovechando que su suegro residía en Rio Grande do Sul, descargó a
toda su familia (mujer, dos hijos niños) en manos de su suegra Darcy y se
desentendió económicamente de ellos. La desatención acabó por llevar al
divorcio (1951) lo que, a su vez, empeoró el estado mental de Jandira.
***
El dilatado
periodo (1947-1950) que Getúlio pasó en sus posesiones de São Borja (RS) acabó por quebrar definitivamente sus relaciones
matrimoniales con Darcy Sarmanho, quien permaneció todo el tiempo en Rio de
Janeiro, al parecer, sin contestar siquiera a las cartas -muchas o pocas- que
su marido le enviara[20].
Semejante frialdad debe de haber tenido su causa en las reiteradas
infidelidades conyugales de Getúlio, algunas de las cuales alcanzaron
persistencia y notoriedad. Ya durante el periodo anterior (más o menos, a
partir de 1940), la comunicación entre los dos esposos había quedado reducida
-según humorística definición- a jugar al dominó y al ping-pong. Como es
natural, la ruptura sentimental y sexual no afectó a la vida pública de la
pareja, que mantuvo una cierta normalidad en los actos públicos, ni tampoco
implicó la separación de domicilios, mientras Getúlio fue Presidente. Resultó
poco a poco normal que Alzira, su amada hija, hiciese de enlace comunicativo
con los padres, incluso después de contraer matrimonio en 1939 e irse a vivir fuera
del palacio presidencial.
Con todo, la
situación de Darcy pasó un tanto desapercibida del gran público, debido a la prudencia personal y al poco apego por la
vida social y la política que siempre tuvo. Eso llevó a algunos a pensar que la
mujer de Vargas había sido poco más que una sombra, dedicada solo al cuidado de
los hijos mientras eran pequeños. Una biografía suya, aparecida años después de
su fallecimiento en 1968[21],
puso de relieve el reduccionismo que tal imagen ofrecía. Darcy fue en todo
momento una primera dama, aunque del
tipo tradicional, es decir, a la vera de su marido, sin otras iniciativas que
las relacionadas con las actividades asistenciales y caritativas[22].
En su caso, la dedicación a la infancia abandonada parece haber sido la ocupación
principal, no limitada a la vida de su marido, sino continuada incluso durante
su prolongada viudedad. Las sinceras manifestaciones de duelo que su muerte
provocó dejaron a las claras, por primera vez, el valor que muchos brasileños
concedían a su discreción y su trabajo, al margen de la opinión que tuvieran de
su marido.
En resumen, creo
que bien puede decirse que Darcy fue una mujer ampliamente desaprovechada por
su marido por una serie de razones, entre las que el desinterés por la política
de ella y las infidelidades de él jugaron un papel fundamental.
He indicado ya que
Darcy Vargas siguió trabajando al frente de instituciones filantrópicas hasta
su muerte, que le sobrevino a los 72 años de edad, la misma que su esposo tenía
cuando se quitó la vida.
***
Si en el caso de
Getúlio Vargas puede hablarse de una primera
dama y ser cierta la afirmación tan conocida -detrás de un gran hombre hay
una gran mujer- habremos de fijar nuestra atención, no en Darcy, sino en Alzira
Vargas, tercera de los hijos de Getúlio y su esposa. El personaje, tanto en lo
humano como en lo político, se integró con tal profundidad en la vida del
Presidente Vargas, que es difícil resaltar todas las facetas y la intensidad de
su influjo; tanto más, cuanto que -por incomprensible que pueda parecer- no
contamos con una completa biografía de Alzira, a los 26 años de su muerte[23].
La relación política de Alzira con su padre había
comenzado en 1937, cuando la joven se incorporó en la Secretaría oficial del
Presidente, nada más acabar la carrera de Derecho tras haber demostrado su
eficiencia como archivera de su documentación personal y bibliotecaria de sus
libros. La boda de Alzira, un par de años después, supuso un relativo
distanciamiento pues la pareja recién casada pasó en Washington un trienio, que
fue muy fructífero para suavizar y hacer creíble la indigesta figura del
Presidente brasileño para los políticos americanos, comenzando por el
Presidente Franklin D. Roosevelt. El regreso de Alzira y su esposo -Ernani do
Amaral Peixoto- a Rio de Janeiro coincidió con el esfuerzo por formar un
partido político a la medida del populismo de Vargas, el Partido de los
Trabajadores del Brasil (PTB), en lo que Alzira trabajó tanto y con tal
eficacia, que se dijo humorísticamente de ella que era la madre del PTB.
Con esos
brevísimos precedentes, estamos en mejores condiciones para referirnos a la
tarea política y personal de Alzira durante la última década de la vida de su
padre (1945-1954), periodo en que, si cabe, su labor se incrementa por varias y
acumuladas razones:
1.
Entre
1945 y 1950, por la postura cauta y escurridiza de Getúlio, que se mantuvo
mucho tiempo junto a la frontera argentina, aún participando de la política
general y, en su momento, preparando el retorno a la Presidencia. Durante todos
estos años, Alzira ejerció de los ojos y
los oídos de su padre en Rio, así como de enlace, consejera y emisaria,
tanto en política como en lo familiar.
2.
Entre
1951 y 1954, por la cada vez mayor soledad y desamparo de Getúlio, ya
Presidente, ante las críticas y dificultades interiores e internacionales, que
tenían como raíces la desconfianza de los capitalistas y los militares, así
como el desagrado norteamericano ante diversos aspectos de su política
económica e internacional. Alguien se ha referido a los últimos dos años de la
Presidencia de Vargas como un momento de acoso, derribo y traición digno de la
pluma de un Shakespeare, y que recuerdan a la soledad de otro personaje
literario, el Coronel de García
Márquez[24].
3.
En
todo el periodo, por la inevitable y evidente decadencia física y mental de
Vargas -que en esta década pasa de los 63 a los 72 años-, mientras que su hija
Alzira se halla en plenitud de sus facultades, no sólo por razón de la edad
-inicia la década con treinta años-, sino por la grande y positiva experiencia
adquirida junto a su esposo, tanto en los Estados Unidos, como en Brasil[25].
Ello le permitirá multiplicarse, pues
también actúa como primera dama fluminense y colaboradora de su marido.
La cooperación de
Alzira no excluía iniciales reticencias sobre el retorno de su padre a la
Presidencia: Sus primeros consejos fueron contrarios a tal regreso. No
obstante, una vez Getúlio tomó su decisión, su hija lo apoyó en todo momento,
animándolo y reconfortándolo, en especial en los duros momentos de su grave
accidente doméstico[26]
y en la crisis final de agosto de 1954. En el curso de esta última, haciendo
gran acopio de valor, actividad y entusiasmo, exhortó a su padre a no ceder
ante las presiones de los militares hostiles y a no admitir, sin más, la especie
engañosa de que sus enemigos tenían un poder irresistible. Frente a los
ministros y jerarcas del Ejército y la Marina aparentemente favorables a su
padre, mostró un semblante crítico y adusto, para conminarles a actuar con
decisión y defender a quien encarnaba la legalidad constitucional y a quien,
por otra parte, debían sus puestos. En tal sentido, ha sido muy comentada la
actitud de Alzira, en la noche del 23 al 24 de agosto de 1954, cuando no solo se
informó telefónicamente de la situación general y animó a defender a su padre,
sino que irrumpió en la reunión que este mantenía en Catete con el gabinete y
los jefes de Estado Mayor, y les reiteró su optimismo frente al intento de
golpe de Estado y la necesidad de que todos cumpliesen con su deber. Pocos
hicieron honor a lo que ella predicaba, ni siquiera su padre, que aceptó una
renuncia temporal a su cargo y acabó por retirarse de la reunión, viendo que
casi nadie reaccionaba claramente a su favor[27].
No tiene nada de
extraño -si es que es algo más que una sugestión- que, al entrar
precipitadamente en el dormitorio de Getúlio algunos de sus familiares -Lutero,
Darcy, Alzira, quizás Bejo-, al oír
el disparo fatal, encontrasen moribundo al Presidente, quien movió los ojos
hasta encontrar la figura de Alzira, en quien quedaron para siempre fijos[28].
Fallecido su
padre, Alzira no dejó de hacer por su memoria cuanto estuvo en su mano. Puede
decirse que, gracias a su labor, continuada por su única hija Celina[29],
el Presidente Vargas no es únicamente el más grande de Brasil, sino el mejor
historiado o, cuando menos, aquel del que se tienen mejores medios para
conocerlo. Hitos destacados en la labor de Alzira, continuada por su hija, han
sido: A) La redacción del inclasificable libro, Getúlio Vargas, meu pai [30],
sincero y básico testimonio para conocer, entre otras cosas, las relaciones
entre padre e hija. B) La recogida, sistematización y entrega de todos los
archivos familiares al Centro de Pesquisa
e Documentação de História
Contemporânea do Brasil, creado en 1973 en el seno de la Fundação Getúlio Vargas, que lo había sido en 1944. C) La recogida y publicación del Diario
redactado por el Presidente Vargas entre 1930 y 1942[31],
que cuenta entre los más sinceros y esclarecedores en su género, siendo muy de
lamentar que no lo hubiese proseguido más allá de su accidente de circulación
de 1 de mayo de 1942.
Alzira Vargas,
viuda de Amaral Peixoto desde 1989, falleció en Rio de Janeiro, el 26 de enero
de 1992.
2. Un médium llamado Menotti Carnicelli
Pese a las
inevitables contradicciones e incoherencias que casi toda biografía comporta,
puede afirmarse que Getúlio no fue persona religiosa ni inclinada a la
superstición o las creencias en el Más Allá. Hubo de ser su hija Alzira quien
le diera la noticia en 1946, cuando el ex Presidente lamía sus heridas, retirado en su casa familiar de São Borja (RS):
El psico
espiritista de moda en Rio de Janeiro, un italo-brasileño llamado Menotti
Carnicelli[32], tenía
importantes mensajes para el doctor Getúlio, de parte de Anael, el espíritu
angelical que le servía de enlace con el Más Allá. Para empezar, Vargas era una
reencarnación más de un alma que, entre otras corporeidades, había tenido las
de Confucio, Demóstenes y Arquímedes. Como tal, resultaba una persona
predestinada para hacer grandes cosas, ahora en el siglo XX, en relación con el
pueblo brasileño. San Juan Evangelista era su alma gemela.
A partir de tan
prometedor exordio -que Alzira había ido recogiendo en sucesivas visitas a una
casa de la carioca rua Professor
Gabizo-, el iluminado Carnicelli, portavoz del espíritu puro Anael, pasaba a
dar a Getúlio unos consejos, que su hija puntualmente le hacía llegar. Algunos
de ellos eran simples llamadas a tener fe y sobreponerse a las humillaciones y
adversidades del pasado, que no eran sino los medios para purificarse y ser
catapultado aún más alto. Otros, aunque más sutiles, no dejaban de estar en la
más típica línea de pensamiento getuliana: Su
capacidad de perdonar y olvidar los agravios debe ser todavía mayor pues
aquellos que hoy lo escarnecen lo aplaudirán mañana y muchos de sus actuales
partidarios se volverán más tarde contra él. La verdad es que, para recibir
tales mensajes, no merecía la pena frecuentar la así llamada Occulta Universitas, definida con mayor
precisión como Organización
espiritualista para la preparación del Tercer Milenio y la divulgación de los
principios de la Era Aquariana. No obstante, Alzira seguía terne en acudir
a la Universidad y trasladar a su
padre aquellas psicografías, que tal
vez pudieran sacarlo del abatimiento político y personal en que entonces se
hallaba[33].
Anael seguía
incansable: Las derrotas de Getúlio tenían un significado cósmico. Solo después de sufrirlas, sería devuelto al
poder por una consagración nacional, en brazos del pueblo. Tal hecho constituirá una página inédita en la historia continental. Esa
sería la forma de que el pueblo brasileño recibiera su merecido pues el
Determinismo Histórico indicaba que el Brasil merecía más de lo que ya tenía.
Pero Getúlio no estaría solo: Anael ya estaba preparando la conciencia de otros
seres ahora anónimos, que aparecerían en el momento oportuno a su alrededor. Y,
con aguda perspicacia -como no podía ser menos-, continuaba Anael: El pueblo quiere a Getúlio, no a los
antiguos satélites de Getúlio. Y concluía con una frase que, a no dudar,
haría las delicias del ex Presidente: Vaya
al encuentro de la masa espontáneamente. Para no desilusionarse con el pueblo
que lo aguarda, es necesario ser del pueblo. Y para serlo, es necesario
sentirlo: Fúndase con el pueblo y concentre al pueblo en sí.
Poco más adelante,
el bueno de Anael equivocó el futuro -o no se lo explicó bien a su médium- pues
vaticinó que las próximas elecciones generales, las de 1950, no llegarían a
celebrarse, sino que se produciría una gran conmoción y huelga general,
enfrentándose los proletarios con los militares y los capitalistas. Getúlio,
pues, llegaría al poder por aclamación
popular. No creo que le agradase a Vargas la reedición revolucionaria de
1930, ni el entrometimiento en política de los espíritus celestiales. En
efecto, Anael le recomendaba ampliar el número de los Ministerios, anunciándole
que, en su momento, le diría cuáles habrían de ser las competencias de los
nuevos y las personas que deberían ocuparlos. Menos aún le gustaría que le diera una lección
de política internacional: Anael quiere
que prepare su espíritu para un viaje a la Argentina, a visitar a su primo,
Perón[34]. Tiene que estar en Argentina, compartiendo puchero
con Perón y organizando en común su
retorno al poder, pues Brasil y Argentina están destinados a establecer una
alianza continental, llamada la Confederación Estable Sudamericana. Asomaba
aquí Anael su oreja celestial, como tendré ocasión de exponer cuando aluda a la
presencia relevante de Carnicelli en la Argentina peronista.
Se tiene una
prueba del escaso interés que Getúlio tenía de comunicarse con Menotti, a no
ser por intermedio de su hija pequeña: A comienzos de 1947, abandonó su retiro
riograndense y tomó unas vacaciones en la deliciosa Petrópolis, a poca
distancia de Rio. Estoy seguro de que el mago
habría estado encantado de verse frente a frente con el ex Presidente de
carne y hueso, mas tuvo que conformarse con bombardear a la buena de Alzira con
mensajes del Más Allá y previsiones de una próxima unión continental. Cuando
llegó la noticia de la debacle política del PTB en las elecciones paulistas de
marzo de 1947, la joven empezó a perder al ánimo y la paciencia, escribiendo a
su padre: Llego a pensar que, en mi deseo
de servirte, fui una idiota, proporcionándote nuevas tristezas y desilusiones. No
obstante, proseguía: El Profesor astral
me pide que te comunique lo siguiente: Todo está muy bien. Así es como te
quiere, enteramente solo y traicionado por todos. En fin, cuanto peor,
mejor[35].
***
El mago debió de pensar que, ya que Getúlio
no iba hasta él, bien podría ser que él lo procurara. Pero no debía ser un
adivino muy experto pues ignoraba que su admirado político y la mujer de este
no vivían juntos. Así, en vez de lograr el encuentro astral, lo que obtuvo fue dar un buen susto a doña Darcy, que vio
irrumpir en su casa a un lunático que le recitaba frases ininteligibles. Como
era habitual en los papás Vargas, la solución fue una llamada telefónica de
Darcy a Alzira, pidiéndole que se personara en casa con urgencia. La joven echó
a correr y a los pocos minutos se presentó jadeante en la mansión de doña
Darcy, encontrándose a Menotti sentado en un sofá. Tan pronto la vio, le dijo: Diga a nuestro hombre que el momento es de la máxima gravedad y
que tenga los ojos bien abiertos. Alzira
le pidió explicaciones y el vidente salió por donde menos se imaginaba:
-
Lo
que Anael anunciaba está a punto de suceder. Habrá sabido que el general Góes
Monteiro ha sufrido un infarto de miocardio y se rumorea que no saldrá de esta.
Pues bien, no va a morir tan pronto[36],
ya que todavía tiene una labor que hacer.
-
¿Y
cuál es?, si puede saberse, preguntó Alzira, algo mosqueada.
-
El
general Góes será el instrumento del retorno de Getúlio, me ha dicho Anael.
Alzira quedó turulata. El susodicho general, firme
defensor de su padre cuando la revolución del 30, había cambiado de fidelidad y
apoyado decisivamente su defenestración en el 45; ayer, como quien dice. ¿Y
ahora venía Anael con esas? La joven pidió aclaraciones al médium, pero este se limitó a reiterar:
-
Getúlio
volverá por consagración popular. Entre tanto, que permanezca en silencio: Sus
palabras de hoy podrían perjudicarle mañana.
El tiempo pasaba y
las predicciones de Carnicelli no se cumplían. Eso sí, su contenido iba siendo
más y más político, vale decir, terrenal: como cuando transmitió a Alzira una
nueva orden de Anael -por cierto, nada alejada de la realidad económica del Brasil
entonces-:
-
El
país está al borde de la quiebra y caerá en manos del extranjero. Su padre tiene
que evitarlo o, si no, su futuro se torcerá.
¿A qué seguir? Con
el monótono paso de los meses, Anael y Getúlio debieron cansarse el uno del
otro. Alzira dejó de frecuentar la Universidad
y el tal Menotti abandonó Brasil, rumbo a la tierra del primo Perón. Sus mensajes y su persona
se olvidaron. ¿O no? Vamos a tratar de indagarlo en lo que resta del capítulo.
***
Comencemos por las
relaciones entre Vargas y Góes, a partir del vaticinio-consejo de Anael. Pasa
el tiempo y, ya que no se cumple la profecía del retorno por la consagración popular, Getúlio decide presentarse a las elecciones presidenciales
de 1950, después de pensárselo mucho. Y ¿a quién ofrece en primer lugar la Vicepresidencia,
entre la crítica y la sorpresa de sus adeptos? Pues al general decisivo para
hacerlo caer en 1945: a Góes Monteiro. ¿A qué imbécil puede habérsele ocurrido
semejante elección?, piensan los críticos. Pues bien, ustedes ya tienen la
contestación de esa pregunta.
Bien es cierto que
Anael no había hablado a Góes al oído y, por tanto, este se dejó llevar por la
sensatez y rechazó la oferta de Vargas. No obstante, al no ser reelegido
senador y decidir volver al Ejército, Getúlio, ya Presidente, lo nombró Jefe
del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el puesto más elevado en estas tras
del Presidente. Como tal, Góes permaneció casi dos años, hasta su cese en
diciembre de 1952, que supuso el fin de su carrera político-militar, aunque
Vargas aún tendría con él la atención de nombrarlo ministro del Superior
Tribunal Militar[37].
***
Más importancia
tuvo la relación de Vargas con Perón, al amparo de los consejos de
Anael-Carnicelli. Voy a procurar aligerar esta referencia pues en otro ensayo
he glosado con mayor profundidad el tema, ya sin adherencias astrales[38]. De todas formas, bien podría empezar
diciendo que, afortunadamente, Vargas fue menos crédulo que su primo en Buenos Aires; de modo que el
influjo de magos y mangantes fue infinitamente menor en el Brasil que en la
Argentina[39].
En cualquier caso,
es cierto aquello de que “Dios los cría y ellos se juntan”; solo que en este
caso también los juntó Carnicelli. En efecto, aunque la cuestión esté lejos de
un conocimiento suficiente, sí puede afirmarse que Perón ayudó generosamente a
Vargas en su campaña presidencial de 1950. Si la iniciativa partió de uno
(pidiendo) o de otro (ofreciendo), o si las donaciones fueron incondicionales o
sometidas a ciertos compromisos de Getúlio, son cuestiones a debatir[40].
Lo cierto es que la presencia a la sazón del tal Menotti a la vera de Perón
-como después la de su discípulo José López Rega- parecen haber sido decisivas
para mantener en el líder argentino la ilusión de una unión sudamericana, con
las potencias ABC (Argentina, Brasil
y Chile) como núcleo dirigente y aglutinador. Fue un propósito que la prudencia
de Vargas contribuyó a echar abajo, pese a lo cual, Perón siguió insistiendo y
procurando al Presidente brasileño hasta el fin de sus días, sin vacilación y
sin desmayo.
Claro está:
Podríamos decir que la semilla de Anael cayó en fértil tierra peronista, pero
en pedregal getuliano. ¿Era Vargas un descreído a ese respecto? Yo reflexionaría
antes de responder afirmativamente, pues la larga y ominosa sombra de los
Estados Unidos, y la más corta pero igualmente amenazadora del Ejército
brasileño, estaban detrás de las dudas de Getúlio, a la hora de decir sí a su
generoso benefactor del sur. Siempre nos quedará la duda pero el hecho es que
el Presidente brasileño nunca rechazó al argentino, sino que le dio largas,
alegando dificultades insuperables. ¿Era una disculpa? No lo parece. Incluso
los diplomáticos argentinos en Rio las corroboraron ante Perón. Y, a mayores,
es muy probable que las similitudes y los intereses comunes entre Perón y Vargas
no fueran tan sustanciales como se ha dicho[41].
3. Complots militares pro y contra Vargas
Aunque Getúlio
fuese llevado al poder federal en 1930 de la mano de un golpe de Estado militar
-aunque no del todo- y se hiciera las obligadas fotografías vistiendo uniforme
con insignias de coronel, nunca hubo intimidad y confianza entre él y los
profesionales de la milicia. De hecho, a través de su diario, constatamos las
tensiones y preocupación del Presidente por la conducta de los militares, y eso
que el documento se refiere a la época mejor de esas relaciones, nacidas de una
revolución militarista en buena parte
y que alcanzó su cenit con el Estado Novo
(1937), que también recibió el apoyo militar mayoritario, como igualmente
sus episodios anejos: la superación de las revueltas comunista (1935) e
integralista (1938).
Los vaivenes de
Getúlio y los militares no son solo la consecuencia de un Ejército proclive a
su autogobierno y al golpismo -el de Brasil no lo era especialmente y solía
estar dividido-, sino también de la tendencia de Vargas a un autoritarismo que
precisaba como elemento clave -lo quisiera o no- del apoyo o, cuando menos, de
la tolerancia militar. En la última década de la vida de Getúlio se reseñan
tres episodios de golpismo, que juzgo muy ilustrativos, tanto por la diversa
graduación de los intervinientes, como por tener objetivos opuestos con relación
a Vargas. El primero de ellos, si es que realmente existió, tuvo escasa
repercusión. El segundo creó serios problemas al Gobierno. El tercero acabó con
la última presidencia de Vargas. Los expondré por orden cronológico, que
coincide en orden inverso con la categoría escalafonal de sus participantes.
En los primeros
meses de 1947, el senador Vargas, todavía convaleciente
de la derrota de su partido en las decisivas elecciones a Gobernador de São Paulo, atendía sus deberes parlamentarios y pronunciaba
discursos a mitad de camino entre la defensa del pasado de su poder absoluto y
el presente de la crítica a la política económica del Presidente Dutra. Parecía
una figura decadente, al borde de la ancianidad, que nunca más habría de volver
al proscenio. Vivía en Rio de Janeiro, en el décimo piso del gran edificio Uruguai, junto a la playa de Botafogo,
donde preparaba su trabajo senatorial, ayudado por uno o varios secretarios,
bajo la vigilancia del guardaespaldas Gregório Fortunato. Y ahí es adonde,
presuntamente, fueron a buscar a Getúlio ciertos sargentos de la Escuela de
Artillería, nostálgicos de los viejos
tiempos y hastiados de la nueva hornada de políticos, incapaces de poner
orden y progreso en la economía del Brasil y de recuperar la autonomía
decisoria que se supone debería tener un Estado soberano, aunque se las tenga
que ver con los Estados Unidos y sus capitalistas.
Claro está que
aquellos sargentos, así como los cabos y soldados que los secundaban, no
pretendían hacer el trabajo solos. Su idea era tan sencilla como ilusoria: Si
lograban que, a los cañones de la artillería de su Escuela, los acompañasen las
alas de los aviones del aeródromo de los Alfonsos y los blindados de la División
Motomecanizada, no habría nadie capaz de plantarles cara en Rio. Luego…, luego
ya se vería.
Si es que llegaron
a entrevistarse con Getúlio, la cosa no pasaría de ciertos consejos paternales,
en el sentido de tomarse las cosas con sosiego y, de paso, no volver a aparecer
por el edificio Uruguai vestidos de
uniforme. Fue, no obstante, lo suficiente para animar sus calenturientas mentes
y decidirlos a hacer prosélitos, a los que entraban con frases como estas:
-
Y
tú, compañero, ¿qué piensas de Getúlio?
Comoquiera que no
todos los interpelados pensaran bien de Getúlio, aunque no lo manifestaran, los
encuentros acabaron convirtiéndose en la comidilla
de la Unidad. Algunos blasonaban de contactos con el ex Presidente o, al
menos, con algunos de sus próximos. Otros, con dudosa financiación, se hacían
trajes para acudir de civil a futuras reuniones con Vargas. Otros, en fin,
sintieron peligrar su puesto y su paga, y decidieron ponerse al abrigo,
denunciando lo que pasaba a sus superiores. El jefe de la Escuela de
Artillería, capitán José Joel Marcos, no se anduvo con rodeos: Empezó la toma
de declaraciones y, creyendo que la cosa pudiese ser cierta y peligrosa, dio
cuenta al Ministro de la Guerra, Canrobert Pereira da Costa[43].
En tales manos, se convirtieron en una conspiración contra el Gobierno diálogos
jocosos, y quizás apócrifos, como este:
-
¿Cuáles
son tus aspiraciones, joven[44]?,
dicen que había preguntado Getúlio.
-
Primero,
los sagrados intereses de la patria y luego los míos propios -respondía un
sargento, recién presentado al ex Presidente-. Pero creo que ni unos ni otros
podrán alcanzarse, si no se derriba a Dutra[45].
-
Eso
no va a tardar mucho, replicaba Getúlio entre carcajadas y bocanadas a su puro.
Entonces -proseguía- podréis ascender a oficiales y alguno de vosotros llegará
a ser mi ayudante de órdenes.
¿Podía alguien de
seso creerse tal diálogo entre el prudentísimo Vargas y unos muchachos
desconocidos? Solo los que aprovecharan la oportunidad para desprestigiar a
Getúlio y, de paso, desviar la atención de las huelgas y grandes
manifestaciones debidas a la mala situación económica y a la inflación. Aunque
sin señalar directamente a Vargas, Canrobert abrió causa criminal a diez
sargentos, tres cabos y tres soldados, que fueron a prisión preventiva. Al
propio tiempo, concedió entrevistas a la prensa, que se desató en mensajes y
titulares como estos: Conspiración para
devolver a Getúlio Vargas al poder. El
señor Getúlio Vargas será oído acerca del complot de la Villa Militar[46]. Getúlio desmintió los rumores y siguió
zahiriendo desde su escaño del Senado la política socioeconómica del Gobierno.
Finalmente, aquel parto de los montes acabó como es
habitual. La investigación judicial militar condenó a quince de los dieciséis
investigados: nueve de ellos serían expulsados del Ejército y a otros seis se
les impondría treinta días de arresto. Ninguna connivencia adicional ni
superior pudo ser encontrada. Pero los ojos de sus enemigos habían vuelto a
ponerse, aviesos, en el rostro de Getúlio. Poco después de conocerse el inicio
del expediente a los sargentos, mientras el ex Presidente pronunciaba un
discurso en el Senado, un medio loco, llamado Eliseu Magalhães, le arrojó desde la tribuna una piedra de casi medio kilo
de peso, envuelta de tal modo, que pareciera una bomba. El atentador falló y
nadie resultó herido[47],
pero era un segundo aviso, el probable inicio de una campaña de insidias y violencias.
Vargas decidió no volver a abrir la boca y pidió licencia para suspender
temporalmente su ejercicio senatorial por seis meses. Concedido el permiso,
voló hacia Rio Grande do Sul. Con algunas interrupciones, su voluntario retiro
duraría hasta 1950, cuando tomase la decisión formal de concurrir a las
elecciones presidenciales de finales de ese año como candidato del PTB.
A principios de 1954,
no se hablaba de otra cosa en Rio de Janeiro que de la duplicación de golpe del
salario mínimo[49]; más,
incluso, que de la otra gran medida que preparaba en Gobierno, consistente en
equiparar las condiciones de trabajo de los campesinos con las de los
trabajadores de la industria[50].
Tales medidas sociales y económicas habían sido fulminadas por los Partidos
mayoritarios en la Cámara de los Diputados, pero Getúlio estaba dispuesto a
imponerlas, en lo posible, por Decreto. Se comprende, pues, la presión de los
trabajadores en la calle para conseguirlas -con el Ministro de Trabajo, João Goulart como animador- y las protestas de los políticos,
empresarios y medios de comunicación contrarios al Presidente. Llevaban tres
años tronando contra él; nada pues había de llamativo en ello.
Lo que pocos
esperaban es que, a las voces de la política y el capital, se sumaran las del
Ejército, claras, decididas y -lo que era más grave- procedentes de militares
de alta graduación. Los días 12 y 13 de febrero de 1954 la prensa se hizo eco
de un amplio escrito, firmado por ochenta y dos coroneles de guarnición en Rio
y su entorno quienes, so capa de lamento por la mala situación castrense en el
Brasil, criticaban abiertamente al Gobierno por sus dispendios excesivos y
propagandísticos, olvidando la penuria de medios en las Fuerzas Armadas y -el
colmo de los colmos- subiendo el salario de los obreros sin cualificar por
encima del sueldo de los militares profesionales de baja graduación. Y, ya
puestos, los coroneles del Manifiesto afirmaban
que un clima de negocios sucios, desfalcos y malversaciones se había
generalizado en los últimos tiempos en el país, lo que, de no corregirse de
forma inmediata, desvirtuaría todos los valores profesionales de la milicia. El
documento acababa con esta velada amenaza: Ante
la gravedad a que la situación puede llegar en breve, se impone un valeroso
estado de alerta, pues nadie puede prever a qué grado de alteración pueden
llevar en el organismo militar las múltiples causas de tensión que se acumulan
de día en día.
El Ministro de la
Guerra, general Ciro do Spírito Santo Cardoso, quitó importancia al escrito, al
tiempo que se cuidaba bien de no mostrarlo en su integridad, no solo a la
prensa, sino al propio Presidente Vargas, supremo Jefe de las Fuerzas Armadas,
dándole así la falsa tranquilidad de que la disciplina y la obediencia estaban
a salvo. Tuvieron que ser algunos diarios de Rio[51]
los que, al publicar completo el Manifiesto
de los Coroneles, revelaran en toda su crudeza la gravedad de la situación.
Getúlio cesó inmediatamente al Ministro Cardoso y reorganizó a su modo el
Ministerio de la Guerra, poniendo al frente del mismo al general Zenóbio da
Costa, sin atreverse no obstante a actuar contra los coroneles firmantes, sobre
todo, cuando constató que tras ellos estaban varios poderosos generales, como
el Canrobert del subcapítulo anterior y Góes Monteiro, con el que nos hemos
tropezado en el capítulo 2. Antes al contrario, Vargas cesó también al Ministro
de Trabajo Goulart, ídolo de los trabajadores, aunque manteniéndolo en su
privilegiada posición en el PTB, y comprometiéndose personalmente a promulgar
el Decreto del doscientos por ciento y, en su día, a apoyarlo como candidato
presidencial llamado a sucederlo.
El Manifiesto de los Coroneles puso de
evidencia los extremos de altanería del sector más influyente del Ejército, la
debilidad del Gobierno para ponerlos
en su sitio y la connivencia con los militares de los políticos de derechas
-integrados en la UDN- y de los capitalistas nacionales y norteamericanos[52].
Pero también dice de la firmeza y el valor personal de Vargas quien, lejos de
amilanarse -y, tal vez, tanteando erróneamente el terreno que pisaba-, presentó
en el Parlamento los proyectos de ley del trabajo en el campo y de la creación
de Eletrobrás[53]. Y, al fin, con motivo de la
celebración del 1º de Mayo, dio lugar a la aprobación del magno incremento del
salario mínimo, en los términos ya acordados.
Una anécdota es
también sintomática de la faceta valerosa e indomable de Getúlio, tan dado a
los gestos como a las realizaciones eficaces. Cuatro meses después del Manifiesto de los Coroneles, uno de
ellos, Amaury Kruel, fue promovido a general, a una edad que lo convertía en el
más joven del Ejército brasileño[54].
Con tal motivo dio una fiesta en su residencia y tuvo el detalle de respeto, o
la desfachatez, de invitar a Vargas, como Jefe supremo de las Fuerzas Armadas,
como también lo hizo con numerosos militares de alta graduación. Getúlio aceptó
y, a la hora del brindis, pronunció unas palabras que la posteridad ha
conservado en su recuerdo[55]:
Como Jefe del Gobierno y por tanto,
constitucionalmente, de las Fuerzas Armadas, estoy orgulloso de vosotros, de
vuestra lealtad, de vuestra disciplina y de vuestra integración en los
principios que juntos debemos defender. La inconsciencia y la audacia de
algunos llegan al punto de instigar al pueblo, por la radio y en la prensa, a
deponer al Gobierno. ¿Qué pueblo? ¿El que me eligió y os conoce bien? ¿Con qué
medios? ¿Con los de las Fuerzas Armadas que deben defender la Constitución y la
Patria? Mi serenidad no significa miedo, ni mi tolerancia debe ser considerada
tibieza. Os he hablado como vuestro Jefe.
Supongo que, a
esas alturas, Vargas sabía perfectamente que podía hablar a los militares como Jefe, pero que no podía darles
órdenes como tal.
3.3.
El golpe de los generales (agosto de
1954).
Es sabido que este golpe de las altas
esferas militares tuvo su arranque en el atentado de la rua Tonelero que, para desgracia de Vargas, causó la muerte de un
mayor de la Fuerza Aérea, Rubens Vaz, que se había ofrecido a servir de
guardaespaldas de Carlos Lacerda, el periodista y diputado a quien los asesinos
pretendían eliminar[56].
El hecho de que la víctima mortal fuese un militar -aunque de paisano y en
funciones privadas-, dio pie para que la investigación fuera llevada a cabo por
sus compañeros de la Fuerza Aérea, con todo lo que eso vino a suponer de exceso
y subjetividad. En honor de Getúlio ha de decirse que no opuso dificultad
ninguna a la encuesta militar, tal vez convencido de la inocencia de sus
allegados y de la suya propia. En ello, el Presidente erró por partida doble:
los criminales estaban a su alrededor y su tolerancia fue tomada por debilidad.
Llegóse así al primer paso del golpe:
el establecimiento de la llamada República
del Galeão.
Dicha República no era sino un numeroso grupo
de oficiales de la indicada base inmediata a Rio de Janeiro que, arrogándose la
representación de toda la Fuerza Aérea y la defensa de su compañero fallecido,
se colocó en estado de evidente rebeldía, llegando hasta hacer amenazadores
vuelos rasantes sobre el palacio presidencial. Los aviadores en complot habían
jurado fidelidad permanente al general de brigada de aviación, Eduardo Gomes,
quien desde su derrota electoral de 1950 a manos de Vargas, había asumido la
tarea de conspirar constantemente contra el Presidente, jugando con su doble
condición de diputado clave de la UDN y de militar de alta consideración[57].
El siguiente paso
lo dio Gomes, ya con la Fuerza Aérea tras él, reuniéndose con algunos generales
de puestos clave del Ejército[58],
para fijar el plan definitivo: Getúlio tenía que dimitir o, si no, ser depuesto
por las Fuerzas Armadas. Los conjurados trataron de ganarse al Ministro de la
Guerra, Zenóbio da Costa, quien rechazó sumarse al golpe, juzgándolo una
traición a su Presidente, pero lo cierto es que nada hizo por desmontarlo.
En las pocas horas
pasaron entre el paso anterior y el siguiente, el golpismo de la Aeronáutica
había prendido en otros sectores. Así, el jueves, 12 de agosto de 1954, hubo en
el Club Naval una asamblea extraordinaria, en la que quinientos oficiales de la
Marina se solidarizaron con sus
colegas de la aviación. Las exhortaciones del Ministro del ramo, almirante
Guillobel, para mantener la disciplina y el respeto a la Constitución cayeron
en saco roto: Se siguió pidiendo la renuncia del Presidente.
Dos días más
tarde, fue el turno del Ejército. Unos mil quinientos oficiales firmaron un
manifiesto -tras reunirse en el Club Militar- que encubría las pretensiones
golpistas con una simulación de justicia: se exigía el severo castigo de todos los crímenes derivados de la directa
responsabilidad, la corrupción, el encubrimiento y la protección de los
sospechosos e inculpados por el atentado de la rua Tonelero, tanto los actuales
como los que fueren puestos en evidencia en el curso de las investigaciones.
Un resumen del documento se hizo llegar a Getúlio por sus asesores.
El avance de las
investigaciones iba dejando a las claras la indudable responsabilidad de
destacados miembros de la Guardia Presidencial en el atentado contra Lacerda y
la muerte de Rubens Vaz, por más que la inducción de Lutero o de Benjamim
Vargas siguiera siendo una incógnita, y no hubiese fundamentos de ninguna clase
para afirmar una provocación o encubrimiento del Presidente. Con todo, los
golpistas decidieron asumir la función fáctica de tribunal del caso: Asumiendo
la dirección de los acontecimientos, los generales de brigada de la Aeronáutica
-máximo rango de esa Fuerza- elaboraron un manifiesto, en que se exigía la
renuncia inmediata de Getúlio. Gomes
encabezó las firmas y se encargó de llevarlo a casa del mariscal Mascarenhas,
Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, en la tarde del domingo, 22 de
agosto. Allí esperaban, previamente convocados, altos jefes de todas las Armas[59],
tomándose pronto la decisión de que Mascarenhas fuese al Catete para entregar a
Vargas el manifiesto de la Aeronáutica, que lo conminaba a abandonar
inmediatamente el poder y el palacio presidencial. La respuesta de Getúlio fue
concluyente: Mariscal, en 1945 yo
gobernaba mantenido por la voluntad de los militares, pero actualmente he sido
elegido por el pueblo y no voy a salir de aquí expulsado por las Fuerzas
Armadas. No renuncio. De aquí solo saldré muerto y mi cadáver servirá de protesta
contra esa injusticia[60].
Una visita a Getúlio en esa misma tarde del Vicepresidente, Café Filho, tenía
un objetivo turbio, nunca aclarado. Según el Vicepresidente, se trataba de
acordar de manera conjunta y sin violencias una renuncia de ambos, lo que tal
vez haría reflexionar a militares y políticos, al dejarlos sin fácil salida[61].
Pero según opinión general, Café Filho trataba de convencer a Vargas para que
no resistiera más y le transmitiera el cargo hasta las siguientes elecciones.
La negativa de Vargas forzó a su Vicepresidente a confesar que, en ese caso, él
estaba dispuesto a ocupar la Presidencia como obligación constitucional.
Getúlio dijo comprenderlo y se despidió del visitante con un hasta luego, que se compagina muy mal
con lo que después sucedió.
Dos pasos más se
dieron en el camino dramático que llevaba al golpe de Estado, y ambos se
caminaron el lunes 23 de agosto. Desde la tribuna del Senado, el Vicepresidente
mezcló groseramente las amenazas de la Aeronáutica con la decisión de Getúlio
de no renunciar y con la mala situación económica, para concluir que la
situación era de máxima inseguridad, a punto de caer en una vorágine de sorpresas desagradables. Todos
entendieron el discurso como un abandono del barco del Gobierno, para heredar a
su debido tiempo los despojos.
El segundo paso
del día fue la recogida de firmas de generales[62]
para exigir la dimisión de Getúlio. Llegados a las veintisiete -otras fuentes
señalan más-, los promotores se dieron por satisfechos y entregaron el manifiesto
a Mascarenhas y Zenóbio da Costa, para que lo llevasen al palacio de Catete,
para consideración de Vargas. Los portadores hicieron saber al Presidente que
el Ejército apenas esperaría unas horas antes de sublevarse: No había salida
-dijeron-; Getúlio estaba prácticamente destituido. Con todo, había que
mantener las formas y, por otra parte, la esperanza es lo último que se pierde.
Vargas contestó:
-
Mañana
convocaré el Consejo de Ministros para deliberar.
Mascarenhas le
hizo ver que no contaba con tanto tiempo. El Presidente dudaba, ante lo
avanzado de la hora. Finalmente, a las doce y media de la noche del ya martes,
24 de agosto, dio orden a sus ayudantes de que convocasen por teléfono a los Ministros. Estos
fueron llegando en la hora y media siguiente.
El penúltimo paso
lo he recogido parcialmente en el capítulo 1 de este ensayo, al referirme al
papel de Alzira Vargas en el curso de aquella reunión de madrugada. Ahora solo
quiero señalar el juego de idas y venidas en aquellos momentos, entre Catete y
la Villa Militar, sobre si sería suficiente que Getúlio renunciase
temporalmente o se exigía en todo caso el abandono definitivo del cargo, aunque
bien se comprendiera -como arguyó el Ministro de la Guerra- que Vargas en
ningún caso habría de volver al poder. Getúlio parecía inclinado a aceptar la
primera opción, pero los militares rebeldes se negaron a consentir esa fórmula,
misericordiosa pero sembrada de peligros para ellos. A mayores, la voz
impiadosa de Carlos Lacerda proclamaba en las ondas: Aquí estoy, en el día de la redención nacional, en este día de San
Bartolomé, para declarar que ese cobarde, ese pusilánime, no ha obtenido
licencia para apartarse, sino que está depuesto. Su sitio no es el cuartel del Galeão, ni el extranjero,
sino que debe pudrirse en la cárcel[63].
-
Pues
yo vivo no me entrego, comentó Getúlio a su hermano Bejo.
Era el momento de
dar el último paso o, por mejor decir, de dar el primer paso en el camino de la eternidad y salir de la vida para
entrar en la História[64].
[1] En
concreto, el volumen 3, titulado Getúlio,
1945-1954. Da volta pela consagração
popular ao suicidio, 1ª edición, Companhia das Letras, São
Paulo, 2014.
[2] Aludiré,
entre los hermanos, a Protásio, nacido en 1877, y Benjamín, que lo fue en 1897.
Getúlio había nacido en 1882. La esposa de Getúlio, Darcy, nació en 1895.
[3] De los
hijos de Getúlio, Lutero nació en 1912; Manuel Antonio, en 1916.
[4]
Alzira había nacido en 1914. Aunque pueda parecer caprichoso, no incluiré en mi
referencia al marido de Alzira, Ernani do Amaral Peixoto (1905-1989), por
entender que llevó adelante una vida política propia, solo relativamente ligada
a la de su suegro y desarrollada en buena parte después de la muerte de este.
[6]
Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit.,
pp. 57-61 y 164-165.
[7]
Resumen y bibliografía del suceso, en Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 301-306 y 330, y notas
correspondientes a las mismas.
[8] Era servilmente getulista y estaba dirigido
por Samuel Wainer. El periódico propiedad de Lacerda se llamaba Tribuna da Imprensa.
[9]
Getúlio Sarmanho Vargas, nacido en 1917, falleció víctima de la poliomielitis
el día 5 de febrero de 1943, a los 25 años de edad.
[10]
La cantidad ha sido discutida por una razón tan elemental y vergonzosa, como no
haber leído detenidamente lo que pone en el documento: 2,6 millones, en el
cuerpo principal, más 1,32 millones adicionales, que constan a pie de página.
Otra cuestión es cómo entender esa dualidad de cifras: Cabe la interpretación
maliciosa de que comprador y vendedor aceptaran que la hacienda no valía más de
2,6 millones, pero aquel graciosamente pagaba un precio muy superior, en
atención y como favor a Maneco.
[11]
El Ministro era el futuro Presidente, João Goulart, Jango. Pensando bien, cabe la posibilidad de que Jango ofreciera el compromiso de dinero
propio pues era muy rico y buen amigo personal de los Vargas.
[13]
Una vez más, los errores generan discrepancias. Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., p. 350, sostiene que foi eleito Prefeito de Porto Alegre em 1955. En el Dicionário Histórico Biográfico Brasileiro,
voz “Manuel Antonio Vargas”, 2ª edición, Rio de Janeiro, 2001, se afirma que Maneco fue Prefecto de Porto Alegre
entre 1956 y 1958. Lo más cierto parece ser la afirmación de Folha de São
Paulo, 16-01-1997: que, siendo Viceprefecto de Porto Alegre, ocupó
provisionalmente la Prefectura durante ocho meses, en 1955, por quedar vacante
la misma, retirándose seguidamente de la política con carácter definitivo.
Verdaderamente, así no puede escribirse la historia.
[14]
También tuvo alguna dedicación comercial, siendo uno de los precursores en el
establecimiento de supermercados en el Estado gaúcho.
[15] Para
ser exactos, el revólver de su padre era de menor calibre: 32.
[16]
El 17 de julio de 2017, Getúlio Vargas Neto, nieto del Presidente e hijo de Maneco, se suicidó en su casa de Porto
Alegre, de un tiro en la cabeza. Contaba 61 años de edad y desarreglos mentales
pudieron estar detrás de su decisión, que dejó aseverada mediante la oportuna
nota de suicidio.
[17]
No creo necesario insistir más en un personaje relativamente secundario para mi
ensayo, como es Protásio Vargas. En los abundantísimos documentos de la
Fundación Getúlio Vargas (FGV-CPDOC) que abordan los contactos epistolares
entre ambos hermanos, así como en las citas del libro de Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., pp. 16-23, 31,
38, 42, 44, 131, 147, 155, 158, 176, 197 y notas en pp. 367-369, 371, 382 y
391, se pueden encontrar las bases y juicios para un más amplio entendimiento
del tema.
[18] Jandira
Sarmanho Vargas (1913-1980) y Rui da Costa e Gama (1913-2006) contrajeron
matrimonio en 1938 y el matrimonio se disolvió en 1951. Tuvieron dos hijos,
Getúlio y Edith Maria.
[19]
Esta actitud de cierta estrechez y economías parece haber sido modélica en la
pareja de Getúlio y Darcy; no así en otros miembros de la familia, como hemos
visto. Sobre la forma de abordar los gastos excepcionales de Jandira, ver Lira
Neto, Getúlio, 1939-1945, cit., p.
165.
[20]
Véase Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit.,
p. 80.
[21]
Darcy Sarmanho de Vargas había nacido en 1895. Por tanto, era trece años más
joven que Getúlio, lo que no contribuyó a avivar el interés de su marido por
ella. La biografía aludida es: Chermont Brito, Vida luminosa de Darcy Vargas, Coordenadoria de Comunicação
Social, Rio de Janeiro, 1984. Posteriormente ha aparecido, Ana Arruda Callado, Darcy, a outra face de Vargas,
Batel/Biblioteca Nacional, Rio de Janeiro, 2011.
[22]
Véase, a modo de resumen, Rachel Soihet y Suely Gomes Costa, Tutela e devir das mulheres no espaço
público, La manzana de la discordia, julio-diciembre, año 2011, vol. 6, nº
2, pp. 7-25.
[23]
Escribo en 2018. Como fogonazos sobre
Alzira Vargas, véanse el artículo citado en la nota anterior, y Roselaine
Guedes dos Santos, Lauren Lacerda Nunes, Gladis Kunz Rosa y Karen Laís Roque, Alzira Vargas: A figura feminina e a
articulação política nos governos de
Getúlio Vargas, RELACult, vol. 4, edição especial, maio 2018, artigo
núm. 837, pp. 1-16. Curioso, aunque coyuntural, Pedro Cezar Dutra Fonseca, Alzira Vargas, uma liberal-comunista, Gaúcha
ZH Livros, 04/08/2017. Son relativamente accesibles por Internet los
numerosísimos documentos de y sobre ella, obrantes en el Arquivo Alzira Vargas do Amaral Peixoto, que se conservan en la
Fundação
Getúlio Vargas, CPDOC.
[24] Esta última similitud me parece muy forzada,
más allá de lo que el título reza, pues protagonista y circunstancias tienen
muy poco que ver con el Vargas de su última Presidencia. Véase, Gabriel García
Márquez, El Coronel no tiene quien le
escriba, novela corta editada por vez primera en Medellín (Colombia), en el
año 1961.
[25]
Ernani do Amaral Peixoto (1905-1989), marido de Alzira, fue diputado federal
por el PSD (Partido Social Democrático) a partir de 1946 y Gobernador del
Estado de Rio de Janeiro entre 1951 y 1954.
[26]
Fue un resbalón y caída en el propio palacio de Catete, el 11 de mayo de 1953,
que le provocó fractura de un húmero y un fémur, con la necesidad de
inmovilización, contrapesos y rehabilitación, lo que, a su vez, le generó un
estado depresivo e insomne. Véase Lira Neto, Getúlio, 1939-1945, cit., pp. 239-247.
[27] Véase
la fuente citada en la nota anterior, pp. 336 y 338-340.
[28]
Véase José Augusto Ribeiro, A era Vargas,
3 vols., Casa Jorge Editorial, Rio de Janeiro, 2001, vol. 3, p. 237.
[29] Nacida
(1944) Celina Vargas do Amaral Peixoto.
[30]
La edición totalmente redactada por Alzira se publicó en 1960 y no llegaba en
su relato más acá de 1937. Sobre la base de otros documentos de Alzira,
conservados por su hija, y la inestimable cooperación de Lira Neto, ha podido
aparecer la versión definitiva, que
cubre el periodo 1923-1954: Alzira Vargas do Amaral Peixoto, Getúlio Vargas, meu pai, Fundação
Getúlio Vargas y Companhia das Letras, Rio de Janeiro y São
Paulo (respectivamente), 2017.
[31]
Getúlio Vargas, Diário (1930-1942), 2
vols., Fundação Getúlio Vargas y Siciliano, Rio de Janeiro y São
Paulo (respectivamente), 1995.
[32]
Pese a la relevancia de este personaje, no existe hasta ahora (2018), que yo
sepa, una biografía sobre el mismo. La confusión se adueña, pues, de él y de su
entorno, hasta el punto de reducirlo algunos al de una logia masónica, llamada Anael, derivada desde Brasil a la
Argentina. Con toda clase de cautelas, acojo la versión que se refleja en el
texto de este mero ensayo.
[33]
Después de haber arrasado en las elecciones al Senado de 1946, su renovado brío
político había sido frenado en seco con el fracaso de su partido, el PTB, en la
elección a Gobernador de São Paulo (marzo de 1947). Getúlio renunció temporalmente al
ejercicio de senador y se retiró, mustio y desesperanzado, a su refugio de São
Borja, al que no le siguió su esposa, como vimos en el capítulo anterior de
este ensayo.
[34]
Juan Domingo Perón (1895-1974), Presidente de Argentina entre 1946 y 1955
(fecha en que fue derrocado por un golpe militar) y entre 1973 y 1974 (momento
este de su fallecimiento).
[35] Lo que precede es poco más que un extracto de
Lira Neto, Getúlio, 1939-1945, cit.,
pp. 107-111 y 143.
[36]
En efecto, el general Góes Monteiro todavía vivió unos cuantos años, pues
falleció en 1956, a los 66 años de edad.
[37]
Véanse: Lourival Coutinho, O general Góes
depõe, edit. Coelho Branco,
Rio de Janeiro, 1956; Plínio de Abreu Ramos, Monteiro, Góis (verbete),
FGV CPDOC, s.f.
[38]
Véase en este mismo blog mi ensayo, Getulio Vargas. Historias de su ocaso (II),
capítulo 2: Vargas y Perón.
[39] Algunas sugerencias para profundizar en el
tema y para conocer sus repercusiones en la creación y criminales andanzas de
la Alianza Anticomunista Argentina: Orestes D. Confalonieri, Perón contra Perón, editorial Antygua,
Buenos Aires, 1956, espec. pp. 270-271; Horacio Verbitsky, Ezeiza, edit. Contrapunto, Tucumán, 1985; Raúl Domonte Taborda, Ayer fue San Perón. 12 años de humillación
argentina, edit. Gure, Buenos Aires, 1957. Verbitsky, ob. cit., afirma que
Menotti Carnicelli visitó a Perón en 1950 para pedirle que apoyara el retorno
de Getúlio Vargas al poder.
[41]
Véase Alejandro Groppo, Los dos
príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas. Un estudio comparativo del populismo
latinoamericano, edit. Eduvin, Buenos Aires, 2009. En esquema, Diego
Rubinzal, El populismo de Vargas y Perón,
De Política e Historia, 19 de abril de 2018.
[42] Tiene escasísima referencia bibliográfica.
Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954,
cit., pp. 118-124.
[43]
Canrobert Pereira da Costa (1895-1955), Ministro de la Guerra (1945-1951),
Presidente del Club Militar y Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas
(1954-1955). Fue uno de los generales derechistas
más visceralmente opuestos al varguismo, a cuya caída en 1954 contribuyó
eficazmente.
[44] Siendo los conspiradores sargentos terceros, cabos y soldados, la edad media
de ellos era de unos 24 años.
[45] Eurico
Gaspar Dutra, militar y político brasileño, Presidente de su país entre 1946 y
1951.
[46]
Periódicos cariocas Diário da Noite y
O Globo, días 29 y 30 de mayo de
1947.
[47]
El incidente se produjo el 18 de junio de 1947. Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, pp. 126-130.
[48]
Con carácter general, ver Lira Neto, Getúlio,
1945-1954, pp. 271-276; Edgar Carone, A
quarta República (1945-1964), edit. Difel, Rio de Janeiro/São
Paulo, 1980, pp. 556-564.
[49]
Iba a pasar de 1.200 cruzeiros a
2.400. Ello podría suponer, en moneda de 2018, alcanzar unos 1.500 reais, equivalentes a unos 400 euros.
Naturalmente, el poder adquisitivo medio en Brasil era muy superior al de la
misma cantidad en España.
[50]
Equiparación que, entre otras cosas, suponía la jornada de ocho horas, la
especial protección laboral de la mujer y la posibilidad de afiliarse a la
seguridad social de los trabajadores de la industria en materia de jubilación y
pensiones.
[51]
En concreto, Diário da Noite del 15
de febrero de 1954 e Imprensa Popular
del día siguiente. Ambos periódicos eran editados en Rio de Janeiro.
[52]
Trato específicamente del tema de Vargas
y los Estados Unidos en el capítulo 1 de mi ensayo Getulio Vargas: Historias de su ocaso (II), publicado en este mismo
blog.
[53] Implicaba la nacionalización de la energía
eléctrica en Brasil. Era complementario del de Petrobrás -nacionalización del petróleo-. Vargas solo vio aprobado
en vida el segundo de dichos proyectos (1953), que constituyen las claves de su
nacionalismo económico. Eletrobrás se
fundó, finalmente, en 1962.
[54]
El acto se celebró el 19 de junio de 1954. Amaury Kruel (1901-1996), llegó al
rango de mariscal. Tuvo una peculiar y muy destacada intervención en el golpe
de estado de 1964, que inició una dictadura militar que duraría hasta 1985.
[55]
Véase Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit.,
pp.292-293. Versión íntegra del discurso-brindis (accesible por Internet), en Getúlio
Vargas, Perfis Parlamentares (62), Organização,
Maria Celina D’Araujo, Cámara dos Deputados, Brasília, 2011, pp. 763-766. Fue
su penúltimo discurso llegado hasta nosotros.
[56]
Las monografías sobre el atentado y
el golpe militar de agosto de 1954 son numerosísimas y con llamativas
discordancias. Dentro de las fuentes u obras generales, prefiero las
siguientes: Lira Neto, Getúlio,
1945-1954, cit., pp. 295-350; José Augusto Ribeiro, A era Vargas, cit. en la nota 28, vol.3, pp. 25-237; Alzira Vargas
do Amaral Peixoto, Escritos de Alzira
Vargas do Amaral Peixoto sobre episódios da trajetória política e da vida
familiar de Getúlio Vargas, Arquivo CPDOC-FGV, espec. documento AVAP vpr ea
1960/1992.00.00.
[57]
Eduardo Gomes (1896-1981) fue derrotado en las sucesivas elecciones
presidenciales de 1945 y 1950. En la primavera de 1954 había sido uno de los
principales sostenedores del procedimiento de impeachment contra Getúlio, aun siendo consciente de su
inconsistencia e inevitable fracaso, simplemente para debilitar al Presidente y
evidenciar a sus enemigos que no había otra forma de apartarlo del poder que la
ilegal del golpe de Estado. Así lo admite en sus memorias el diputado y jurista
que lo ayudó en la innoble tarea: véase Afonso Arinos de Mello Franco, A escalada. Memórias, edit. José
Olympio, Rio de Janeiro, 1965, pp. 288-289.
[58]
Se trataba del comandante de la Escuela Superior de Guerra, Juarez Távora; del
Jefe del Estado Mayor del Ejército, Fiúza de Castro, y del Inspector general
del Estado Mayor de la Aeronáutica, Carpenter Ferreira.
[59]
Del Ejército, Juarez Távora, Fiúza de Castro, Canrobert Pereira y Castello
Branco; por la Marina, el almirante Saladino Coelho; por la Aviación, el
brigadier Carpenter Ferreira. Castello Branco sería investido diez años más
tarde Presidente de la República, tras el golpe de Estado militar de 1964.
[60] Véase Mascarenhas de Moraes, Memórias, 2 vols., Biblioteca do
Exército, Rio de Janeiro, 1984, espec. vol. 2, pp. 585-590; diario Última hora, de Rio de Janeiro,
23/08/1954, p. 1.
[61] Ver Café Filho, Do sindicato ao Catete; Memórias políticas e confissões humanas, edit. José Olympio,
Rio de Janeiro, 1966, pp. 332-334.
[62]
Los recolectores eran Fiúza de Castro, Alcides Etchegoyen, Canrobert, Guimarães
de Sousa y Juarez Távora, generales todos ellos.
[63]
Versión recogida por José Augusto Ribeiro, A
era Vargas, cit., vol. 3, p. 225.
[64]
Véase el último párrafo de la Carta-Testamento de Getúlio Vargas, Arquivo
CPDOC-FUG, documento GV C 1958.08.24/2.
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