Emilio Salgari: las
razones de un suicidio
Por Federico Bello
Landrove
El deber de gratitud que varias
generaciones de jóvenes lectores tenemos hacia el famoso novelista italiano,
Emilio Salgari[1], me lleva a dedicarle este ensayo, cuyo centro de interés no es otro que
analizar las causas del harakiri que lo llevó a la muerte,
a los 48 años de edad.
1. El suicidio en sí
No sé si será bien
recibido que comience este ensayo con una referencia estadística a la muerte
por suicidio. No trato de trivializar esta forma de muerte, revelando la
considerable frecuencia con que se presenta, sino de objetivar la realidad de
que el señor Salgari asumió una decisión que en modo alguno es insólita. Si
acaso, lo excepcional sería la forma que revistió el suicidio, que apenas se
practica fuera del Japón y su círculo de influencia. Ahí sí que pudo tener una
directa incidencia la profesión literaria y de periodismo de viajes de don
Emilio, no en la pretendida realidad de que los escritores se suiciden más que
quienes no lo son -algo que estoy lejos de apoyar como cierto-.
Si hemos de creer
las estadísticas que cien países han remitido a la Organización Mundial de la
Salud hacia el año 2010, el fenómeno del suicidio es sorprendentemente variable
en su frecuencia. Al lado de países con tasas de 30 o más suicidios anuales por
cien mil habitantes, hay otros en que la frecuencia no llega a uno por cien
mil. A pie de página recojo la tasa de once países significativos[2].
Solo incluiré en el texto principal la de España -8,2 suicidios al año por cada
cien mil habitantes- y la de Italia, país de origen y nacionalidad de Emilio
Salgari: 7,1 suicidios por cada cien mil habitantes. A nivel mundial, la tasa
anual de suicidios consumados sobrepasa ampliamente el millón de casos. De
hecho, en los países en donde es más frecuente, el suicidio constituye la tercera
causa de muerte, tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer[3].
***
Pasaré a aludir
seguidamente a las circunstancias objetivas del suicidio del señor Salgari, no
sin antes señalar un intento precedente; dato conocido y reiterado por los
estudiosos de la vida salgariana y que puede tener relevancia a la hora de
explicar los motivos del suicidio consumado. En esquema, acerca del intento sin éxito, se señala lo siguiente:
Dos años naturales
antes de causarse la muerte -es decir, en 1909-, Salgari intentó el suicidio
arrojándose sobre una espada, que se supone formaría parte de su colección de
armas blancas. El hecho debió de acaecer en su casa, dado que se atribuye la
salvación de la vida al hecho de que interviniera en su favor su hija Fathima,
de dieciséis o diecisiete años de edad entonces[4].
No me consta el tipo de ayuda que prestara a su padre -directa o solicitada de
otros-, ni tampoco la gravedad de las lesiones sufridas por el escritor; con
todo, algunos autores indican que la tentativa estuvo en un tris de consumarse.
En cuanto al harakiri que, con resultado mortal, se
infirió Emilio Salgari el día 25 de abril de 1911, encontramos bastantes puntos
de coincidencia entre las fuentes, junto a algunos de discrepancia:
-
El
suicidio se produjo en la mañana del citado día, probablemente a hora temprana.
El lugar fue el claro de un bosquecillo integrado en la zona urbana de Turín,
frecuentado por el escritor y no lejano de su casa.
-
Dadas
las heridas que se infirió -principalmente en el abdomen y con evidente falta
de destreza y de medio adecuado-, se cree que la muerte tardaría bastante
tiempo en producirse, sufriendo la agonía en medio de grandes dolores[5].
Sin embargo, el argumento padece un defecto que podría ser decisivo: Salgari
también se hirió en el cuello; si se abrió alguna o algunas de las venas
yugulares, la muerte se produciría de forma rápida.
-
Las
mayores discusiones surgen en lo referente al arma blanca empleada. Los autores
más románticos -o menos informados- imaginan que se trataría de una katana japonesa o de un cuchillo -kriss- malayo, suponiendo que Salgari
los tendría a mano en su domicilio, dado su interés por ellos -cuando menos,
literario-. No obstante, el diario turinés La
Stampa[6]
alude repetidamente a una navaja de afeitar -rasoio- y un famoso y más que probable testigo casi presencial[7]
se refirió a un cuchillo de cocina,
sin dar mayores detalles.
-
El
mismo testigo casi presencial aludió también a que el suicidio quizás -forse- se habría debido al influjo del
alcohol, pero no aporta ninguna razón para abonar tal impresión, aparte de un
alcoholismo generalmente reconocido.
-
El
cadáver fue encontrado, ya de tarde -sobre las dieciocho horas-, por una
lavandera que vivía cerca del lugar y de la casa de Salgari, llamada Luigia
Quirico, quien avisó en seguida a otras personas.
-
El
escritor estaba correctamente vestido. Al lado de su cadáver se hallaron el
sombrero y su inseparable bastón. Se dice que en un bolsillo de la chaqueta se
encontró un paquete de hojas escritas, pertenecientes casi con seguridad a
algún relato que pensaría en su momento entregar a un periódico o editor. De
ser cierto este último hallazgo, sería interesante para determinar -en buena
lógica- si el suicidio había sido premeditado o más bien impulsivo. En
cualquier caso, las cartas a que aludiré en el capítulo siguiente parecen
incompatibles con una acción irreflexiva o repentina.
Foto de época del lugar en que Salgari se suicidó
2. Las causas del suicidio
Las tradiciones
sociales en materia de suicidio dan lugar a que quienes lo ejecutan se apliquen
en mayor o menor número a dejar una nota que, cuando menos, aclare que la
muerte se ha debido a su propia voluntad. Hay países en que tales notas
alcanzan la mitad de los casos de suicidio. No obstante, la razón entre notas y
suicidios suele estar entre 1/5 y 1/6; es decir, solo uno de cada cinco o seis
suicidas se preocupa de dejar una nota explicativa o de manifestación de
voluntad. Una de las razones más habituales de ello es la de exponer las causas
de darse muerte. Tal explicación pretende, en ocasiones, exculpar del suicidio
a ciertas personas, pero otras veces se pretende todo lo contrario: echar toda
o parte de la culpa a ciertos individuos relacionados con el suicida. Por
supuesto, la valoración del suicida es subjetiva y puede estar completamente
equivocada; o, directamente, puede pretender engañar o confundir. Es claro que el
hecho de dejar una nota a las puertas de la muerte no implica que se haga con
la intención de decir estrictamente la verdad.
Valga este exordio
para plantear inmediatamente un hecho llamativo: Salgari dejó -que se sepa-
tres notas de suicidio, dirigidas a sus hijos, a los directores de los diarios
de Turín y a sus editores. El hecho tiene ese regusto novelesco e histriónico
que se atribuye al personaje. Pero, al menos, sacamos del fenómeno una aparente
ventaja: algo nos dirá el propio interesado de los motivos que tuvo para
suicidarse. Así es, en efecto, pero esquematicemos antes el contenido global de
las tres notas indicadas, todas ellas de autenticidad plenamente admitida.
-
La
razón más poderosa, de la que responsabiliza dramáticamente a sus editores, es
la de haberle pagado tan poco por su trabajo, habiéndole exigido un trabajo
agotador, que lo ha colocado en la miseria, obligándolo a una dedicación
exclusiva y abrumadora a la tarea de documentarse y escribir, hasta el punto de
no aprovecharle la comida y mantenerse gracias al alivio que le proporcionaba el tabaco -un centenar de cigarrillos
al día, según el cálculo del escritor-.
-
Secundariamente,
alude a la situación derivada de tener una
esposa loca internada en un manicomio, cuya pensión es incapaz de abonar[8].
A las consecuencias económicas, ha de añadirse -aunque Salgari no lo explicite-
la sensación de abandono y soledad, sin una mujer a la que amó entrañablemente
y que le ayudó de modo significativo en su vida y labor literaria[9].
-
Otros
fragmentos de las notas no aluden a las causas, sino a manifestaciones de
voluntad: pide que lo entierren de caridad, si es que los editores no corren
con los gastos de sepelio; solicita que se abra una suscripción pública para
ayudar económicamente a sus pobres huérfanos[10];
indica a estos que solo les deja 160 liras en efectivo, más otras seiscientas
de un crédito que detalla.
Rastreando en la
vida y en la correspondencia de Salgari, sus biógrafos señalan ciertas causas
adicionales del suicidio, como el poco aprecio -por no decir desprecio- de sus
colegas escritores y de los críticos respetables
hacia sus obras; las crisis psicológicas y familiares, que le hacían cada vez
más difícil mantener su fertilísima imaginación literaria; la creencia en que
-¡a sus cuarenta y ocho años!- le estaba llegando la decadencia de la vejez; o
las alteraciones psíquicas derivadas, al menos parcialmente, de una casi segura
sífilis[11]
y de un probable alcoholismo o notable adicción a las bebidas etílicas -en
especial, al fuerte vino de Marsala[12]-.
De las reseñadas causas que pudieron llevar a
Emilio Salgari al suicidio podría escribirse mucho -lo que no es mi intención-.
En general, creo que presentan componentes de exageración, sobre todo, si se
las considera aisladamente. Como la que él presentó como principal fue la
irreparable miseria económica, responsabilidad propia de sus editores, me ha
parecido oportuno centrar mi examen crítico en ella, dedicándole el siguiente
apartado de este capítulo.
***
La situación de miseria, aducida por Salgari como causa
más sustancial para suicidarse, no puede ponerse definitivamente en tela de
juicio, de no examinar en profundidad los datos bancarios y contables de su
economía, cosa que ya anticipo no estoy en condiciones de hacer, más allá de
repetir lo que expongan sus biógrafos. En cambio, sí me parece oportuno hacer
algunas reflexiones acerca de los motivos de tal situación, habida cuenta de
que el escritor responsabiliza en exclusiva a sus editores y,
complementariamente, a la necesidad de pagar una pensión por el internamiento
psiquiátrico de su esposa.
Comenzando por
este último tema, he de señalar que, de ser cierto, diría mucho en favor de la
imaginación y mala predicción de futuro de Salgari. En efecto, su esposa no fue
ingresada en el manicomio de Colegno sino seis días antes del suicidio; por lo
cual, a no ser por la improbable razón de que se le exigiese un importante
adelanto de fondos, todavía no había tenido que pagar la pensión a la que se refiere. Además, es preciso consignar que, bien
en el manicomio de Colegno, bien en el de Turín (Torino), existían plazas
becadas para personas sin medios económicos[13]:
De una forma u otra, Ida Peruzzi de Salgari permaneció ingresada en el mismo
manicomio hasta su muerte, producida en el año 1922.
Entrando ya
decididamente en la materia de las relaciones económicas y de trabajo entre
Salgari y sus editores, la cuestión resulta inabarcable para un ensayo
relativamente breve. Con todo, mi impresión es la de que Salgari exageró y
desfiguró la realidad, si valoramos esta en los términos de su tiempo y de la
tremenda consecuencia de quitarse la vida -abandonando, de paso, a su esposa e
hijos a su suerte-. Dicho de otro modo: las notas de suicidio de Salgari entran
decididamente entre aquellas en que se exponen las causas, para responsabilizar
indebidamente del hecho letal a personas con las que no se guardan buenas
relaciones. Procuraré exponer seguidamente las razones de mi opinión.
En primer lugar,
quiero salir al paso de la creencia en que Salgari dependía en sus últimos años
de su editor italiano, en lo tocante a obtener rendimientos de sus obras. Lo
cierto es que el novelista era mundialmente famoso y traducido a diversas
lenguas (francés, inglés, alemán, español, portugués, etc.), obteniendo
derechos de autor en el extranjero -tanto en Europa, como en América-, al
margen de los que percibía en su País natal. A mayores, aunque su tiempo fuera
poco, seguía colaborando en periódicos y enviando a los mismos relatos cortos y
nuevas novelas por entregas, antes de que las mismas -ya iniciada su
popularidad por este medio- pasasen a editarse como libro. Por supuesto, tales
colaboraciones eran cobradas por el autor al margen de lo percibido de los
editores de las novelas y relatos en volúmenes.
Pero dejemos estos
gajes generalmente desapercibidos y accedamos al núcleo de la queja salgariana:
la cicatería de sus editores italianos. Habida cuenta de que Salgari pasó por
las manos de muchos -y de los mejores- editores de Italia a lo largo de su vida
literaria, merece la pena centrarse en la segunda parte de aquella
-aproximadamente, a partir de 1896, es decir, sus últimos quince años-, que es
el momento en que don Emilio, ya famoso, abandona por voluntad propia el
sistema habitual anterior -venta particularizada de los derechos de cada novela
a un editor- y asume un régimen de casi exclusividad, con un editor que se
compromete a comprar los derechos y publicar todas las nuevas obras del autor.
El primero de estos editores exclusivos
será el berlinés, domiciliado en Génova, Antonio Donath, con quien mantendrá
contrato durante una década (1896-1906). Dicho contrato llegará a incluir, no
solo la publicación de un trío de novelas al año, sino la dirección de una
revista de viajes, Per terra e per mare,
cuya vida efectiva será de un trienio (1904-1906) y en la que se publicarán
anticipadamente y por entregas las novelas que luego pasarán a libro. Unos
libros, por cierto, que marcarán un hito en las impresiones italianas de la
literatura juvenil y de aventuras, con llamativas portadas a todo color y
viñetas interiores, vívidas y alusivas a los momentos decisivos del texto, obra
de algunos de los mejores especialistas del momento en Italia[14].
El contrato con
Antonio Donath ha sido duramente censurado por algunos apasionados salgaristas, indicando: 1º. Que las
4.000 liras anuales a percibir por Salgari eran un salario mísero. 2º. Que la
necesidad de escribir, al menos, tres novelas al año era agobiante para el
autor. 3º. Que la adicional dirección de la revista Per terra e per mare convertía a Salgari en una especie de esclavo
de la pluma. Veamos en qué quedan esas críticas contra el editor. Aclaremos
algunos conceptos:
-
¿Qué
cosa eran cuatro mil liras anuales en la Italia del norte, hacia 1900? Nada
mejor, en mi opinión, que comparar esa cantidad con el salario medio de un
obrero especializado. Dicho salario era de unas 5 liras diarias, equivalentes a
1.825 al año. Para trabajadores del campo o sin cualificación, la retribución
bajaba a 3 liras al día. Los más menesterosos de los profesionales
intelectuales (los maestros) percibían la magra retribución de mil liras al
año. En consecuencia, podremos convenir en que lo que le pagaban a Salgari era
una vergüenza, atendiendo a su fama, a la capacidad de generar beneficios y -a
qué negarlo- a la tendencia de los escritorzuelos de Internet de incurrir en el
anacronismo de medir los hechos históricos con criterios actuales (en este
caso, bastante más de un siglo posteriores). Pero en modo alguno puede
sostenerse que las percepciones de Salgari, aunque se redujeran a esas cuatro
mil liras al año, lo colocasen en estado miserable, ni siquiera contando con
que tenía que mantener a esposa y cuatro hijos.
-
¿Qué
grado de trabajo suponía a Salgari escribir tres novelas de aventuras al año?
Algunos estudiosos se han tomado la molestia de multiplicar por tres el número
usual de páginas de los libros de Salgari, dividiendo el resultado por 365. El
resultado es de tres: tres páginas -tamaño cuartilla- por día -digamos que cuatro,
para excluir domingos y festivos-. Cualquiera que conozca mínimamente la
técnica y la reiteración de personajes y ambientes salgarianos se sonreirá al
contemplar tal carga de trabajo al día, ni siquiera unida a la respetable
necesidad de documentarse sobre lugares, tiempos y ambientes -conste que
Salgari lo hacía francamente bien-.
-
¿Qué
decir del plus de trabajo de Per terra e
per mare? La dirección de esta revista por parte de Salgari suponía
dedicación y esfuerzo organizador. De hecho, en esa revista de viajes
colaboraron numerosos escritores y aventureros,
cuyo contacto con ellos fue para Salgari útil y gratificador. Pero, desde el
punto de vista creativo, la intervención de Salgari fue esencialmente de
inclusión de novelas por entregas, luego computables para sus libros, y algunos
relatos breves. Y, lo que es más importante, dicha publicación se limitó a los
años 1904-1906. Era ya historia en los tiempos inmediatamente anteriores al
suicidio.
***
En 1906, el editor
florentino Enrico Bemporad logró el traspaso de la exclusiva sobre Salgari que
tenía Antonio Donath, dejando sin efecto el contrato que ligaba con este al
escritor. La operación no fue fácil y en ella tuvo parte esencial el agente
literario de Salgari, llamado Edoardo Spiotti[15].
El contrato que don Emilio suscribió con Bemporad era suculento para la época.
Para hacernos una idea, doblaba la cantidad mayor hasta entonces pagada por
dicha editorial al mejor pagado de sus escritores exclusivos. Salgari
percibiría diez mil liras anuales, siempre que entregara al editor un mínimo de
cuatro novelas por año. Dicho sea de paso, el escritor cumplió en todo momento
con tales entregas, hasta un total de diecinueve novelas, desde la firma del
convenio, hasta el suicidio.
El contrato
contenía, no obstante, algunas cláusulas ominosas o menos favorables para
Salgari. Una de ellas, suponía la penalización de hasta seis mil liras anuales,
si no se llegaba a entregar las cuatro novelas al año prometidas. Esa
estipulación, habitual en la época, esclavizaba
un poco más al novelista, en relación con la análoga prometida a Donath
pero, en cambio, lo liberaba de la gabela de Per terra e per mare. Además, ya he indicado que Salgari cumplió y
no sufrió penalización ninguna.
La segunda
cláusula era más lesiva y parece indicar el gran interés de Salgari por firmar
con Bemporad: parte de la indemnización que este tenía que pagar a Donath por
la libertad del escritor saldría de
las diez mil liras pagadas a este. Tal vez sea este el motivo por el que las
fuentes suelen afirmar que Salgari percibía solo ocho mil liras al año de su
editor. Ello significaría que la transferencia de Bemporad a Donath gravaba
temporalmente el sueldo de Salgari, a razón de dos mil liras anuales.
En todo caso, el
contrato de edición solo afectaba a la versión en italiano de las obras,
dejando en libertad al autor para contratos adicionales por las traducciones en
idiomas foráneos.
Sigamos teniendo
presente el valor histórico de la lira, con la idea rectora de que un
trabajador especializado del norte de Italia tenía un salario diario
equivalente a algo menos de dos mil liras anuales.
¿Qué conclusión
obtengo de lo expuesto? Una, que es compartida por los estudiosos de la vida
salgariana: Que la presunta miseria de Salgari fue mucho más el fruto de la
mala administración y de los gastos superfluos o viciosos, que no de no cobrar
lo suficiente para vivir, y vivir bien[16].
Y, en lo que
respecta a la servidumbre agobiante de su trabajo, opino que respondía más a la
pérdida de facultades por efecto de la bebida y de la sífilis avanzada, que no a
tener que asumir compromisos muy difíciles de cumplir. Dicho sea esto, si es
que Salgari llegó a sentirse muy agobiado por los esfuerzos, cosa que es lícito
poner en duda, habida cuenta del número y calidad de sus últimas producciones.
No quiero cerrar
este capítulo sin llamar la atención a los salgarianos principiantes -y a otros
que no lo son tanto, pero que escriben con la misma ignorancia- de que las así
llamadas Memorias de Emilio Salgari,
ni son obra del famoso veronés, ni se ajustan a la verdad, como para darles
crédito por sí mismas. Tales Memorias, al
parecer promovidas por los hijos del escritor y confiadas a la redacción de su
amigo, Lorenzo Chiosso, aparecieron por primera vez en italiano en 1928[17],
y han sido objeto de diversas
traducciones al español, a partir de 1929[18].
3. Una familia de suicidas
Una vez constatada
la dudosa veracidad y sinceridad de las causas de suicidarse alegadas por
Salgari, conviene profundizar un poco en otros motivos, no por silenciados,
menos concurrentes. Diversos autores se han detenido en los aspectos menos
gratos de la personalidad del escritor, como son los rasgos de carácter
impulsivo e histriónico[19],
y las alteraciones psíquicas derivadas de su propia personalidad, con el
añadido del abuso de alcohol y de la sífilis avanzada. La misma forma de
suicidarse -ritual, sangrienta y dolorosa-, muy extraña fuera de Japón, apunta
a la existencia de una psicosis o, cuando menos, de otra forma psicopatológica
menos grave, sin perjuicio de reconocer la incidencia de su vivencia
imaginativa de mundos orientales de tipo novelesco. Al menos, esto es lo que
opinan los psicólogos respecto de las formas extrañas de suicidio, que comportan -o pueden implicar
directamente- altos niveles de sufrimiento agónico.
***
Mayor interés
despierta el hecho de que Emilio Salgari perteneciera a una familia en que,
antes y después de él, el suicidio se convirtió en una costumbre. Los psicólogos y psiquiatras primero, los genetistas después,
han incidido en la existencia de componentes de experiencia y de herencia en los
casos de suicidio, de lo que las familias de suicidas serían el ejemplo más
convincente. Aunque a estas alturas del progreso científico no se esté en
condiciones de hacer afirmaciones tajantes, sí puede sostenerse la repercusión
de la Genética en la etiología suicida, como uno de sus factores más relevantes[20].
Veamos los casos
próximos y conocidos de suicidio en la familia de Emilio Salgari, aparte de él
mismo:
Suicidio de su
padre. El padre de Emilio, llamado Luigi Salgari, modesto terrateniente y
comerciante de tejidos, ya viudo y con una edad de alrededor de cincuenta años,
se suicidó arrojándose al vacío desde una ventana de la casa en que se
encontraba, propiedad de un cuñado suyo. La razón aducida fue la depresión
al creerse víctima de una enfermedad incurable, causa cuya realidad no ha sido
confirmada. El hecho acaeció en noviembre de 1889, cuando el escritor contaba
27 años de edad.
Suicidio de su tercer
hijo, Romero. Romero Salgari, llegado a la edad de 33 años, se suicidó el
día 2 de diciembre de 1931. Aunque los datos hoy asequibles sean escasos, se
afirma que el hecho fue inmediatamente precedido de un ataque de celos contra
su mujer, a la que disparó un arma corta de fuego, con presunto propósito
homicida; afirmándose que también atentó contra la vida de su suegra y de su
hijo apodado Mimmo. Romero volvió
seguidamente el arma contra sí mismo y se mató. Sus citados parientes salvaron
la vida.
Suicidio de su
hijo menor, Omar. Omar Salgari fue uno de los continuadores de la obra de
su padre, llegando a escribir unos cuarenta libros de aventuras inspirados en
los ambientes y personajes creados por aquel; también escribió una biografía
paterna[21].
Pues bien, el día 5 de noviembre de 1963 se suicidó, arrojándose a la calle
desde un balcón de su vivienda de Turín. Tenía 63 años de edad.
Un epígono
frustrado: su bisnieto Romero Salgari. En septiembre de 1984, diversos
periódicos[22]
recogieron la noticia de que, tras herirse levemente con una navaja en manos y
brazos, el joven Romero Salgari, bisnieto del escritor[23],
irrumpió aullando en casa de una señora de 72 años, a la que conocía
superficialmente, llamada Lucia Valsania, y le dio varios navajazos, al
parecer, sin graves efectos. Detenido e interrogado por la Policía, manifestó
que quería llevarse con él a alguien a la tumba y que había escogido a la
señora Valsania porque le resultaba antipática. Los hechos se produjeron en la
aldea de Montà d’Alba, en la provincia piamontesa de Cuneo.
***
A la vista de
cuanto antecede, creo que no resulta oportuno asumir la tesis victimista de
Salgari, achacando su decisión suicida a la malquerencia de sus editores. Es
posible que Emilio Salgari fuese una
víctima, pero una víctima, principalmente, de sí mismo.
[1] Emilio Carlo Giuseppe Maria Salgari (1862-1911). Sobre su vida en
general, véanse: Omar Salgari, Mio Padre,
Emilio Salgari, edit. Garzanti, Milano, 1940 (hay varias ediciones
posteriores); Silvino Gonzato, La
tempestosa vita di capitan Salgari, edit. Neri Pozza, Vicenza, 2011; Berto
Bertú (Umberto Bertuccioli), Salgari, edit.
Augustea, Roma-Milano, 1928. De manera abreviada, ver Claudio Gallo,
Giuseppe Bonomi, Dizionario Biografico degli Italiani, edit. Trecanni, volume 89
(2017).
[2] Siempre en tasa por cien mil habitantes, los
suicidios consumados por año son: en Rusia, 34,3; en China, 22,23; en Japón,
21,7; en Francia, 17,6; en Argentina, 14,2; en Estados Unidos, 12; en Alemania,
11,3; en India, 10,7; en España, 8,2; en Italia, 7,1; en Brasil, 4,8. La tasa
promedio para todo el mundo es de alrededor de 15, lo que supone, para una
población global, a la sazón, de unos 7.500 millones de personas, una cifra anual de
suicidios consumados de alrededor de 1.200.000.
[3] Es el caso de los Estados Unidos, donde llega
a ocupar el primer puesto en algún segmento de edad. Los 44.000 suicidios
anuales doblan en aquel país su preocupante cifra de homicidios. En España (año 2019), los suicidios estadísticamente censados alcanzaron los 3.671, que suponen el 37,2% de las muertes violentas y tres veces más que los fallecimientos por accidente de circulación. En 2020, se produjo un espectacular incremento del 7,4%, hasta los 3.941 suicidios consumados anuales, que se ha achacado a los efectos colaterales de la pandemia de Covid-19.
[4] Fathima Salgari había nacido el 8 de
noviembre de 1892. Falleció víctima de la tuberculosis el 14 de julio de 1915,
con veintidós años de edad.
[5] Es la tesis de Claudio Gallo y Giuseppe
Bonomi, en: Emilio Salgari. La macchina dei
sogni, edit. Rizzoli, Milano, 2011.
[7] Se trata del escritor Salvatore Gotta, a la
sazón estudiante de Medicina en la Facultad turinesa, que lo precisó en carta a
los hijos de Salgari. Se da por cierto que, aunque no se hiciese autopsia, el
profesor de Medicina Legal, doctor Carrara, mostró el cadáver a los alumnos (y
quizá también el arma letal), como solía hacer en casos de similar relevancia.
Al saber quién era el difunto, la mayoría de los estudiantes quedó consternada.
[8]
Ida Peruzzi, la esposa de Salgari, fue ingresada en el manicomio de Colegno el
19 de abril de 1911 (seis días antes del suicidio de su marido) y permaneció
ingresada en el mismo hasta su muerte, acaecida el día 10 de enero de 1922.
Entre sus males de incidencia psíquica es casi seguro que se encontrase la
sífilis, contagiada por el esposo.
[10] Tal suscripción fue efectivamente abierta
pero desconozco el montante que alcanzó. A la muerte de Salgari, sus hijos
tenían las siguientes edades: Fathima, 18 años; Nadir, 17; Romero, 12; Omar,
11.
[11] La sífilis avanzada (o etapa parésica de la
enfermedad) puede suponer trastornos de la personalidad, hiperactividad refleja
y deterioro intelectual, síntomas de consecuencias especialmente negativas en
los intelectuales creativos.
[12]
Su graduación suele ser de 17 a 20 grados, como consecuencia de fortificarla con la adición de azúcar,
para evitar que se pique en los viajes por mar, como también se hace con los
caldos de Jerez y de Oporto.
[13]
En general, véase Accademia delle Scienze di Torino, La psichiatria in Piemonte, en www.accademiadellesicienze.it.
[14]
Muy interesante a nivel general, Fausto Colombo, L’industria culturale italiana dal 1900 alla Seconda Guerra Mondiale.
Tendenze della produzione e del consumo, edit. Università Cattolica,
Milano, 1997, espec. pp. 117/124, dedicadas al caso de Emilio Salgari.
[15] Como es natural, los plañideros salgarianos
se libran bien de informar -seguramente porque tampoco ellos lo conocen- de que
Salgari, arruinado y todo, mantenía
un activo agente literario.
[16] Hay una estimación, realizada por su hijo
Omar, de que Salgari ganó en toda su vida la cantidad de 87.000 liras, en
concepto de derechos de autor. Supongo que la estimación tendría cierta base
pero, a los efectos de este ensayo, carece de relevancia, pues la vida activa
como escritor de don Emilio alcanzó casi treinta años. Lo verdaderamente
interesante a los efectos del suicidio son sus últimos años.
[17] Emilio Salgari (en realidad, Lorenzo
Chiosso), Le mie memorie (Le mie
avventure), edit. Mondadori, Milano, 1928. En ediciones posteriores
intervino además el escritor, Giovanni Bertinetti.
[19]
Es muy conocida la anécdota de juventud de que, habiendo puesto en duda -con
toda la razón- un periodista el título de capitán de gran cabotaje y las
singladuras de Salgari, este lo retó en duelo, que no fue aceptado por el veraz
ofensor.
[20] Para consultar el estado de la cuestión,
veánse los dos trabajos de revisión siguientes: L. Jiménez Treviño, H.
Blasco-Fontecilla, M.D. Broquehais, A. Ceverino-Domínguez y E. Baca García, Endofenotipos y conductas suicidas,
Actas de la Sociedad Española de Psiquiatría, 2011, 39(1): 61-69. Bojan Mirkovic,
Claudine Lorent, Marc-Antoine Podlipski, Thierry Frebourg, David Cohen and
Priscille Gérardin, Genetic association
studies of suicidal behavior: a review of the past 10 years. Progress,
limitations and future directions, Frontiers in Psychiatry, 2016, 7, 158.
[21] Véase
nota 1.
[22]
Entre ellos, La Repubblica de Roma,
número de 11 de septiembre de 1984, artículo de Salvatore Tropea, titulado Quella maledizione sulla familia Salgari é
tornata a colpire.
[23] Nieto
de su hijo Romero e hijo de Mimmo Salgari,
citados en el texto poco más arriba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario