INTRODUCCIÓN AL CINE
AMERICANO SOBRE BOXEO
(CON UNA REFERENCIA AL DE
OTRAS NACIONALIDADES)
Por Federico Bello Landrove
CINE AMERICANO Y BOXEO: UNA PAREJA FECUNDA.
El boxeo en el cine americano está de
moda. Sin remontarnos más allá de 1999, encontramos notables films boxísticos,
con una frecuencia llamativa: Huracán Carter (1999), El snatch.
Cerdos y diamantes (2000), Alí (2001), Million dollar baby
(2004), Cinderella man (2005); a los que habría que añadir documentales
de largo metraje, como el discutido The ring of fire. The Emile Griffith
Story (R. Berger y D. Klores, 2005), que nos recuerda, entre otras cosas,
que en los Estados Unidos se prohibieron las retransmisiones televisivas de
boxeo durante diez años, a raíz de la muerte, casi en directo, del boxeador
Benny “Kid” Paret, en 1962.
Mas la moda boxística no hace sino
continuar una larga y brillante tradición. En 1895, ya se filmó y proyectó en
Berlín una pelea “de boxeo”, ¡entre un hombre y un canguro! Por las mismas
fechas, Thomas Alva Edison rodó con kinetoscopio algún combate del campeón
mundial de los pesos pesados, Jim Corbett (el auténtico “Gentleman Jim”), quien
perdería el título en 1897, a manos de Bob Fitzsimmons, en una pelea ya
íntegramente registrada en el celuloide. Y, años más tarde, genios del cine,
como Chaplin (The champion, 1915) o B. Keaton (Battling butler,
1925), prestaron atención directa al boxeo; por no hablar de Hitchcock, que
puso su suspense en el ámbito pugilístico en The ring (1927),
simultáneamente al rodaje por el belga Charles de Keukeleire de la notable Combat de boxe (1927).
Tal vez esta tradición
tenga mucho que ver con el gusto del público. Suponiendo que aceptemos la
inclusión de las películas de boxeo en el cine sobre deportes, es llamativo que
los votantes (decenas de miles) en una relevante página web americana
especializada, para una encuesta sobre películas deportivas, colocaron en los
siete primeros lugares de su predilección películas de boxeo (Raging bull, Million dollar baby, Cinderella
man, The set-up, Body and soul, Snatch y Rocky). Ello nos pone sobre la pista de un dato
decisivo, que merece alguna explicación: ¿Por qué “da tan bien” el boxeo en el
cine?
ALGUNAS NOTAS SOBRE EL BOXEO Y LA ESTÉTICA CINEMATOGRÁFICA.
No es fácil de rodar un
combate de boxeo, ni profundizar fílmicamente en ese mundo. El gran entrenador
americano Eddie Futch, al ser preguntado, tras ver Rocky IV, si creía que
debería prohibirse el boxeo, respondió: “No, pero ciertamente yo apoyaría un
movimiento para prohibir las películas sobre el boxeo”.
Ahora bien, el pugilismo
tiene a su favor bastantes motivos para que el cine lo pueda reflejar de manera
acertada, si no para los profesionales del boxeo, sí para los entusiastas del
cine. Entre otras razones, se han esgrimido las siguientes:
- Desde el
punto de vista visual, un combate de boxeo (o su entrenamiento) tiene
muchas analogías con la estética fílmica tradicional: es activo, rítmico,
en constante movimiento, y se presta a múltiples variantes de filmación
(cámara fija, lateral, cenital o en plano inferior; varias cámaras; cámara
en mano, etc.).
- En el
aspecto sonoro, casi todas las alternativas pueden ser válidas: el
silencio (el boxeo es paradigma de la acción sin palabras); el
sonido-ambiente (golpes, gritos de “segundos” y de espectadores); música
que acompañe el “baile” de los boxeadores, o música evocadora de lugares o
de personas (Miles Davis para Jack
Johnson –W. Cayton,
1971-, Bob Dylan en Huracán Carter, o Perry Como para Marcado por el odio).
- Desde el
punto de vista ideológico (en el que más tarde insistiré), el cine
acompaña de manera excelente lo que denominaríamos la “ética” del boxeo:
la violencia física, el suspense del resultado, la superación del dolor y
de la fatiga, la derrota y el triunfo; todo ello, aparentemente condensado
en el corto tiempo de los asaltos de un combate. El boxeo parece revestir
unas notas de rapidez, fisicidad, sencillez y maniqueísmo, muy apropiadas
para ser captadas por los medios, directos y simplificadores, del cine.
- Finalmente,
en un sentido psico-sociológico, resulta evidente que el boxeo (al menos,
el que ha concitado el interés del cine, es decir, el profesional, o el de
ambientes míseros) es mucho más expresivo que casi cualquier otro deporte. A la
violencia, el dolor y las secuelas psico-físicas (cuando no la muerte), se
añade la presencia de condicionantes espectaculares (pobreza, tongo, odio,
compañerismo, concomitancias con la delincuencia, catarsis de las
ambiciones y fobias populares, apuestas), gracias a lo cual el cine (como
otras artes), indagando en el boxeo, hace, en realidad, una alegoría (o
una parodia) de la sociedad y sus personajes.
APROXIMACIÓN AL SUBGÉNERO DE LAS PELÍCULAS SOBRE BOXEO.
En mi opinión, cualquier intento de calificar
al boxeo como soporte de un género cinematográfico está condenado al fracaso.
Sí puede, en cambio, sostenerse con fundamento que las películas sobre boxeo
tienen una conexión cierta con determinados géneros o movimientos
cinematográficos, como el cine negro y el neorrealismo, cuyos temas y estéticas
acogen, con más facilidad que otras, los requerimientos estéticos del boxeo,
antes apuntados. Con todo, no conviene exagerar, como tal vez lo hiciera M.
Scorsese al rodar en blanco y negro su espléndida Toro salvaje, nada menos que en 1980.
Es obvio, por otra parte, que no toda
película en que aparezcan boxeadores o combates de boxeo merece la
consideración de “película de boxeo”. La cuestión puede ser cuantitativamente
discutible, pero nadie puede dudar del fondo de verdad de esta aseveración.
Películas como Pulp fiction (Q. Tarantino, 1995), El colegial (B.
Keaton, 1927), El hombre tranquilo (J. Ford, 1952), La leyenda del
indomable (S. Rosenberg, 1967), De aquí a la eternidad (F.
Zinnemann, 1953), La culpa ajena o Lirios rotos (D.W. Griffith, 1919), Rocco y sus hermanos
(L. Visconti, 1960), El beso del
asesino (S. Kubrick, 1955) u Ojos de serpiente (B. De Palma, 1998),
cuentan entre los films importantes en que el boxeo juega un cierto papel, pero
no hasta el punto de “protagonizar” o definir el tema de la película.
Una evolución cuantitativamente
insensible se produce, también, entre la película documental sobre boxeo, y los
films “de imaginación” que tienen como base a un determinado boxeador, al que
biografían más o menos fielmente. Lo cierto es que no puede entenderse el cine
de boxeo sin el ingrediente documentalista. Títulos como el ya citado The
ring of fire, The legendary champions (H. Chapin, 1968), Day of
the fight (S. Kubrick, 1951), The greatest (W. Klein, 1974, sobre el
gran Mohamed Alí), Requiem for a heavyweight (R. Nelson, 1962), When we were kings (L. Gast, 1996), ilustran
decisivamente el tratamiento documental del boxeo por el cine que, en
insensible camino hacia el biopic de creación, encuentra el tratamiento
pseudo-documental, en cuanto no le importe preferentemente la fidelidad a la
verdad: The Joe Louis Story (1953), o Knock-out (sobre el campeón
alemán del mundo de los pesos pesados, Max Schmelling).
En conjunto, pienso que tienen razón los
que opinan, aunque simplificando mucho, que el cine sobre boxeo constituye un
subgénero de las películas sobre tema deportivo. En cualquier caso, las mejores
películas de boxeo suelen ser mucho más que films sobre un deporte o un
ambiente deportivo particular, pero eso ya es otra historia, que en el apartado
precedente hemos apuntado y en los siguientes trataremos de desentrañar.
ENSAYO DE TIPOLOGÍA DE
PELÍCULAS SOBRE BOXEO. LAS BIOGRÁFICAS.
Una primera
aproximación a este tema nos coloca ante la dicotomía de películas más o menos
biográficas de personajes conocidos, frente a películas dramatizadas o de guion
puramente imaginario. Por supuesto, que el cuanto de verdad que la película
posea puede no tener mucho que ver con la subdivisión en que la encasillemos.
En general, los films biográficos se
refieren a grandes boxeadores, con amplio predominio de los campeones del
mundo. No se trata de documentales, ni de películas necesariamente veraces,
pero están ancladas a una peripecia vital y una época determinadas. Entre las
más famosas obras de este tipo, se hallan Gentleman Jim (R. Walsh,
1942), sobre el campeón del mundo de los pesos pesados de finales del siglo
XIX, Jim Corbett; Marcado por el odio
(R.Wise, 1956), sobre Rocky Graziano; La gran esperanza blanca (M.
Ritt, 1970), sobre Jack Johnson; Toro salvaje (M. Scorsese, 1980), sobre
Jake la Motta; Alí (M. Mann, 2001), sobre el genial Cassius Clay o
Mohamed Alí; Huracán Carter (N. Jewison, 1999), sobre el malogrado y
judicialmente maltratado Rubin Carter; o Cinderella man (R. Howard,
2005), acerca de Jim Braddock.
La mayor parte de estas películas tiene su
mensaje o su leit motiv, en general, en la línea del cine negro o de los
combates que el protagonista ha de librar “fuera del ring”. Así, en Cinderella
man parece resaltarse el torvo ambiente de la Gran Depresión, el valor de
la familia y la importancia de las ansias de vencer (“tarde o temprano, gana
quien sube al ring con la voluntad de ganar”). Huracán Carter resalta
los peligros del racismo en la América de los sesenta, al enfrentarse el
protagonista con una acusación por asesinato (es, tanto una película de boxeo,
como de cine judicial). La gran esperanza blanca recoge también la
incidencia racial en la vida del campeón Jack Johnson, que lo fue de los pesos
pesados entre 1909 y 1915. Marcado por el odio es una película más (y de
las mejores) en analizar la influencia y el control del boxeo profesional por
los bajos fondos, así como su utilización del boxeo por un gran púgil (Rocky
Graziano) para salir de su vida miserable... y el precio que ha de pagar por
ello. Toro Salvaje analiza el descenso a los infiernos de la violencia y
de la degradación moral y física de muchos boxeadores profesionales, ejemplificada
en el gran fajador Jake la Motta. Y The ring of fire. The Emile Griffith story bucea
en el tema de la homosexualidad de los púgiles y de los resultados letales de
ciertos combates, a través de un
documento biográfico sobre ese campeón mundial de los welters en
los años sesenta.
Así pues, el que una película de boxeo
biografíe a un púgil no es garantía de veracidad, ni supone que se limite a las
anécdotas personales. Lo bueno y lo malo de estos biopics estriba en que
no nos narran sólo, ni fielmente, la historia: a fin de cuentas, para eso están
los buenos documentales.
LAS PELÍCULAS SOBRE BOXEO
MERAMENTE IMAGINARIAS.
Frente a las
películas biográficas, se sitúan las aproximaciones al boxeo puramente
imaginarias. Ello no quiere decir que “cualquier parecido con la realidad sea
meramente casual”, sino que el argumento les permite gozar de libertad para
construir los personajes, ambientes y época. El resto, es decir, la fidelidad
en el reflejo del natural, queda a elección de los responsables de la película,
desde los autores de la historia, al productor. Y la verdad es que las mejores
películas sobre boxeo nos parecen muy realistas (algunos han insinuado una
cierta vía de relación entre el cine de boxeo y las corrientes neorrealistas), aunque
esta valoración no sea compartida por los profesionales del pugilismo.
El cine
americano nos ha venido ofreciendo estereotipos estables de temas y de
personajes en el tratamiento del boxeo. La impresión de conjunto es francamente
pesimista (se ha dicho que el boxeo tiene un estrecho lazo con el “cine
negro”). El mundo del boxeo profesional se entrecruza con la miseria y las
conductas mafiosas. Los boxeadores lo son con la esperanza de salir de la
marginación y la pobreza, aunque pocas veces lo logran, y eso, a costa de los
mayores sacrificios y secuelas físicas y morales. En torno a ellos, pululan
personajes (entrenadores, managers, árbitros, promotores, periodistas,
etc.) que parasitan a los púgiles, cuando no constituyen parte de mafias. Las
apuestas alteran y amañan los resultados de los combates. Políticos,
mujeres-fatales, capitostes de la delincuencia organizada, se codean con los
campeones y los llevan a la ruina.
Ese trasfondo
socio-económico predomina, por más que, a nivel de protagonistas, existan dos
grandes alternativas. De una parte, el boxeador profesional y consciente, que
supera la violencia ciega, el tongo y los placeres inmorales (incluso, el
alcohol y las drogas), gracias al apoyo de su familia, de buenos entrenadores y
managers y de su propia autoestima. De otra parte, está el púgil que,
por unos motivos u otros, se deja llevar por la pendiente del dinero fácil, la
vida disipada y los sujetos que viven de él, hasta caer en los abismos de la
miseria, la degradación y la delincuencia, no muy distintos, por otra parte, de
aquellos de los que intentó salir (pues pocos boxeadores pudieron llamarse a
engaño, incluso en su inexperta juventud, sobre la naturaleza del mundo en que
se metieron).
Dentro de este
escenario general, cada película asume su propio camino, tanto en lo que
destaca, como en lo que oculta; pero no deja de haber ciertas sendas mucho más
transitadas que otras. Recorramos algunas, de la mano de unas pocas películas
destacadas.
·
Boxeo y racismo. Durante mucho tiempo
(tal vez, hasta la consolidación de Joe Louis como campeón mundial de los pesos
pesados de 1937 a 1948), el boxeo catalizó muchas de las tendencias racistas en
los EE.UU. La gran esperanza blanca refleja el momento álgido de dicha
catálisis, reflejada en la figura señera y provocativa del campeón de los
pesados (el primer negro que lo consiguió), Jack Johnson, y su rocambolesco
tongo (La Habana, 1915), para conseguir –infructuosamente- el perdón judicial
que le permitiera retornar indemne a los Estados Unidos. En una línea más
claramente mixta (cine de boxeo y cine judicial), Huracán Carter plasma,
en la América de los sesenta, la incidencia del racismo en la carrera de un
prometedor peso medio, a través del error judicial (con amaño de pruebas incluido)
en un caso de triple asesinato.
· Boxeo y tendencias sexuales “impropias”.
También La gran esperanza blanca refleja la indignada reacción social
ante los reiterados matrimonios (y devaneos) de un boxeador negro con mujeres
blancas. Por su parte, The
ring of fire. The Emile Griffith story bucea documentalmente
en el caso de este peso welter de tendencias homosexuales, inadmisibles de
reconocer en el pugilismo americano de los años sesenta.
·
Boxeo femenino. Million dollar baby ha
dado carta de naturaleza (tras algún escarceo anterior, tanto en films
dramatizados como documentales: recordemos Girlfight, película del año
2000, dirigida por Karyn Kusama) al tema del boxeo femenino que, tras ser
considerado como un espectáculo poco digno, parece estar a punto de ser
reconocido como deporte olímpico.
· Boxeo y comedia. La utilización del boxeo
como mecanismo de triunfo, incluso mediante el tongo o los trucos ilegales, se
ha enfocado en ocasiones con tono humorístico, desde las formas hilarantes de
Chaplin o Keaton, hasta otras más
elaboradas y sardónicas, de las que puede ser ejemplo Snatch.Cerdos y
diamantes (N. Jewison, 2000).
·
Boxeo y sentimentalismo. Utilizo este
ambiguo epígrafe, para referirme a películas que parecen pretender, más el
análisis de personajes y de sus sentimientos, que la descripción épica del
mundo del boxeo. Podrían incluirse aquí films muy heterogéneos en su calidad y
concepción, desde Rocky (J. Avildsen, 1976), hasta Million dollar baby (C.
Eastwood, 2004). Esta última también ejemplifica el tratamiento de un tema
esencial del mundo del boxeo: el de las consecuencias físicas del mismo para
los púgiles, y la forma de abordarlas.
· Boxeo y familia. La incidencia,
generalmente negativa, del boxeo en la vida familiar; el apoyo o el rechazo
familiares a la profesión boxística; la necesidad de boxear para sacar adelante
a la familia (o para escapar de ella), son aspectos frecuentemente abordados en
las películas sobre boxeo. Recordemos, con muy diversos registros, los films Marcado
por el odio (R. Wise, 1956), con tonos biográficos sobre el peso medio
Rocky Graziano, Toro Salvaje (M.
Scorsese, 1980), trasunto biográfico de Jake la Motta, o Cinderella man (R. Howard, 2005), sobre el campeón de los pesados, Jim Braddock.
· Mujeres, managers y tonos épicos.
El entorno histórico y subjetivo del boxeador, sin eludir la influencia
adicional de la casualidad y del ambiente hostil en el hacerse de un púgil,
alimentan títulos como Kid Galahad (M. Curtiz, 1937), Gentleman Jim (R.
Walsh, 1942) o El ídolo de barro (M.
Robson, 1949).
· Los grandes temas negativos: lesiones y
tongos. Algunas de las mejores películas sobre boxeo profundizan en esos
dos terribles handicaps del boxeo profesional. Nadie puede vencerme
(R. Wise, 1949) es modélica en su estudio del “tongo”, como también (con
análisis adicional de la avaricia y el abandono de las relaciones personales) Cuerpo
y alma (R. Rossen, 1947). Más dura será la caída (M. Robson, 1956),
además de un estudio excelente del papel de managers, promotores y
periodistas deportivos, examina a fondo la decadencia psicofísica de los
boxeadores (en especial, los de mala técnica) y sus terribles secuelas, con
retazos que recuerdan la peripecia del famoso Primo Carnera.
· Un todo confuso e influyente: la saga de Rocky.
Por más que no goce, en general, de buenas críticas, la saga de Rocky, compuesta por cinco películas (Rocky, 1976, J. Avildsen; Rocky II, 1979, S. Stallone; Rocky III, 1981, S. Stallone; Rocky IV, 1985, S. Stallone; Rocky V, 1990, J. Avildsen), es el
esfuerzo más caro y dilatado del mundo del cine por reflejar el del boxeo.
Lástima que, sobre todo, los guiones de S. Stallone determinaran una
superficialidad, una sensiblería y una reiteración que seguramente tengan que
ver con la configuración de la serie “a la mayor gloria de su protagonista”.
Con todo, nadie puede negar la influencia de esta saga en la renovación de la
estética y del interés por el mundo del boxeo, ni tampoco algunos hallazgos más
o menos originales: la pobre personalidad y la influencia de la suerte en algunos
púgiles; la camaradería entre púgiles noveles y veteranos; la importancia del
apoyo de “segundos”, de la familia y del entorno social; el orgullo patriótico,
que transforma el ring en un trasunto
del campo de batalla; la tendencia de los nuevos entrenamientos a convertir a
los boxeadores en hombres-máquina; la segunda paternidad que llega a suponer el
entrenamiento comprometido… Por lo demás, y a título de valoración global, tal
vez valga la ingeniosidad de un crítico cuando vino a decir que el primer
título de la serie es O.K.; los dos siguientes pierden el combate a los puntos,
y los dos últimos, por K.O.
EL CINE DE BOXEO
EN OTRAS CINEMATOGRAFÍAS.
El cine
boxístico no parece haber concitado tanto interés fuera de los Estados Unidos.
Es muy probable que ello se deba a una menor repercusión del pugilismo de las
doce cuerdas en otras sociedades. En ocasiones, se apuntan razones muy
concretas: por ejemplo, en la España franquista no estaba bien vista la
plasmación cinematográfica de los tongos y las actividades de corte mafioso, lo
que limitaba las posibilidades de reflejar la realidad y de mimetizar la
temática de las películas homólogas norteamericanas: valga, a título de
ejemplo, que nunca se estrenara en nuestro país (en circuitos comerciales) The set-up (que incluso tiene una
vacilante transcripción española como Tongo,
Nadie puede vencerme o Nadie puede vencernos).
La afirmación
recurrente de que el boxeo tiene conexión con el neorrealismo, se sostiene con
dificultad, por lo que al italiano se refiere. Dentro del cine transalpino,
apenas se recuerda otra cosa que la incidencia del boxeo en Rocco y sus hermanos (llamativo resulta
que el pugilismo tenga muy diversa repercusión en los dos hermanos que lo
practican, lo que parece indicar que importa más lo que uno es que lo que hace)
y el film genuino de boxeo Su mejor
victoria (M. Bonnard, 1939), en la línea de la superación y del éxito, a
costa de remontar los desafíos y sacrificios que tan dura actividad comporta.
Fuera de
Italia, hay que aludir al cortometraje belga Combat de boxe (de Keukeleire, 1927), recordado por su innovadora y
arriesgada forma de rodar una pelea, recogiendo todo su dramatismo; el ya
citado film de A. Hitchcock, The ring (1927), integrando un triángulo
amoroso en el mundo boxístico; la notable película mejicana Campeón sin
corona (A. Galindo, 1945), sobre la vida de Rodolfo “El Chango” Casanova,
con los problema del alcoholismo y el ascenso social inalcanzable; o la
destacada película temprana del realizador polaco J. Skolimovsky, Walkover (1965), en la que volcó su
conocimiento personal del trasmundo del pugilismo, con escepticismo y amargura.
Más
modernamente, habría que recordar, entre otras, la película japonesa Kids
return (T. Kitano, 1996); la interesante británica Shiner (J. Irvin,
2001), que aborda el tema de la sucesión filial en el deporte del pugilismo; o
la famosa película irlandesa The boxer (J. Sheridan, 1997), una curiosa
incursión en el boxeo como forma de amistad o de redención social, con el
trasfondo del terrorismo norirlandés.
En lo que a
España se refiere, se recuerdan tres películas sobre boxeo, ya relativamente
antiguas y de registros bastante diferentes: El tigre de Chamberí (P.L. Ramírez, 1958), en la línea de la
casualidad y la comedia para tratar los temas tradicionales de la explotación,
los managers sin escrúpulos y el
boxeo como medio de atraer la atención de la amada; Young Sánchez (M. Camus, 1963), que suele considerarse la mejor
película sobre boxeo de nuestro cine, en la que el pugilismo sirve para salir
de la pobreza, a costa de perder la inocencia y generar odio, a la vista de los
oscuros manejos que hay tras este duro deporte; y Cuadrilátero (E. de la Iglesia, 1969), con la intervención del
púgil profesional José Legrá, en la que se entrecruzan las manidas ideas de la
amistad entre boxeadores y la venganza sentimental a través del enfrentamiento
entre ellos. A estas películas, podría añadirse la hilarante Yo hice a Roque
III (M. Ozores jr., 1980), parodia al hilo de la moda de la saga de Rocky.
En conjunto,
parece que no hay ninguna otra cinematografía que la americana, capaz de haber
sostenido una tradición constante de películas sobre boxeo, con una calidad
elevada y creando personajes y ambientes que forman parte del imaginario
mundial de este subgénero.
UNA SELECCIÓN DE PELÍCULAS SOBRE BOXEO.
Tengo el
atrevimiento de sugerir diez títulos (ni uno más, ni uno menos), con la
pretensión de que se resuma en ellos la calidad y la variedad temática de la que
el cine boxístico es capaz. He procurado excluir los films que, aun abordando
el boxeo, no lo tienen como tema principal. La lista se ordena alfabéticamente:
-
Campeón, El (K. Vidor, 1931)
-
Ciudad dorada (J. Huston, 1972)
-
Cuerpo y alma (R. Rossen, 1947)
-
Gentleman
Jim (R. Walsh, 1942)
-
Gran esperanza blanca, La (M. Ritt, 1970)
-
Ídolo de barro, El (M. Robson, 1949)
-
Más dura será la caída (M. Robson, 1956)
-
Million
dollar baby (C. Eastwood, 2004)
-
Nadie puede vencerme (R. Wise, 1949)
-
Toro salvaje (M. Scorsese, 1980)
¿Y cuál es, de
entre ellas, la mejor de todas? Los críticos suelen dividirse entre Cuerpo y
alma y Toro salvaje. Yo no descartaría, según mi peculiar gusto, la
candidatura de Más dura será la caída o de Gentleman Jim.
APÉNDICE. REGLAS PARA UN CAMPEÓN NEGRO DE BOXEO.
Después del
caso Jack Johnson y del ulterior retorno a los campeonatos mundiales de boxeo
por razas, todos los “campeones del mundo” de los pesos pesados fueron blancos,
hasta que, en 1937, el gran Joe Louis derrotó a Jim Braddock y mantuvo el
título durante once años. Estas fueron las siete condiciones que, al parecer,
se le pusieron para conservar su título y contentar a la América blanca: 1ª. No
permitir jamás que le fotografiaran con una mujer blanca al lado. 2ª. No ir nunca
solo a los clubes nocturnos. 3ª. No aceptar ninguna pelea “blanda”. 4ª. No
aceptar ninguna pelea amañada. 5ª. No adoptar posturas arrogantes ante un rival
caído, ni hablar despectivamente de un oponente, antes o después del combate.
6ª. Mantener una actitud pasiva ante las cámaras. 7ª. Llevar una vida y una
carrera inmaculadas.
La verdad es
que, salvo la primera, tales reglas podrían ser suscritas, no sólo para
cualquier boxeador, sino para un ciudadano modelo.
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