Relatos de violencia, con León al fondo (III)
Por Federico Bello Landrove
A Santiago Crespo García, para quien nada leonés le es ajeno
Mis lecturas
sobre lo vivido en la provincia de León durante la guerra civil y, sobre todo,
en la posguerra[1],
me llevan a redactar, en tres entregas, este conjunto de relatos que, con una
pizca de fantasía y un montón de realidad, podrían componer un panorama de la
violencia y el dolor de dichos momentos. En cualquier caso, mi pretensión es
más modesta: presentar a mis lectores, de forma muy breve, un panel de retratos
de algunos de los más característicos personajes de aquel lugar y aquellos
tiempos.
Molinaseca (León)
1. Arricivita, el
comandante listo
Quiero comenzar
la historia del comandante listo aludiendo a la de un famoso general de quien
se ha dicho de todo, menos que hiciera honor a la astucia de su subordinado. En
efecto, quien fuera durante doce años el Director General de la Guardia Civil,
mereció de los mismos guardias a sus órdenes la modificación de su nombre, Camulo
por Camilo. Si era por bruto o por terco, es cuestión que queda para el
debate. En lo que nada hay que discutir es en el chistoso cambio de su segundo
apellido, de Vega a Pega. Con todo lo cual, las personas de cierta edad
y cultura histórica ya habrán descubierto que estoy aludiendo a Don Camilo
Alonso Vega[2].
Para entender el sentido de las indicadas correcciones de nombre y apellido no
hacen falta los citados condicionamientos.
Con todo, el
general Alonso tuvo una idea muy acertada para poner fin a la guerrilla
antifranquista, una vez que se depositó en la Guardia Civil el protagonismo en
tal lucha: conocer y vivir al máximo como lo hacían sus combatientes. Nacieron,
así, las llamadas contrapartidas, formadas por guardias civiles jóvenes
y fuertes, con la cooperación ocasional de falangistas y voluntarios; todos los
cuales se tiraron al monte, para vivir en los mismos lugares y de la misma
forma que los maquis, para así cerrarles el paso e, incluso, confundir y
descubrir a sus enlaces.
Naturalmente, esa no resultaba tarea para jefes y oficiales
de la Benemérita, como lo era, allá por 1945, Miguel Arricivita Vidondo. Para
ellos, se establecieron cursos de formación en sus Academias, con programas bastante
más amplios y sutiles que resolver el problema guerrillero solo con tiros y
torturas. Parece que de ahí salió un Arricivita debidamente preparado para
tomar el mando de la Brigadilla, fuerzas especiales de la Guardia Civil
que, con centro oficial en Ponferrada, extenderían su acción por toda la
montaña galaico-leonesa, para poner definitivo final a la guerrilla, todavía
extendida y floreciente. Ese objetivo se logró al cabo de unos cinco años,
desde luego, no solo por los aciertos del Comandante y la abnegación de muchos
de sus agentes pues, a partir de 1948, razones políticas interiores e
internacionales habían impulsado a abandonar la lucha a la mayor parte de los
guerrilleros y a quienes desde un seguro exilio los dirigían a distancia. Así,
parecería que la segunda mitad de su servicio la hubiera ocupado Arricivita en
acabar con un solo guerrillero, el famoso Manuel Girón, nombre mítico de la
guerrilla leonesa. Pero aún no toca escribir sobre él: Volvamos a su
antagonista de verde uniforme y a los motivos por los que lo he calificado de listo
y con los que, a la postre, triunfó.
Al incorporarse a
su puesto de mando[3],
el Comandante y sus hombres habían recibido un maravilloso regalo. En junio del
año 1945, la ocupación de una completa lista de colaboradores y enlaces de la
guerrilla dio lugar a su desciframiento y, acto seguido, a la detención de cientos
de personas que, por convicción o por miedo, habían constituido el
imprescindible soporte vital para los combatientes del monte[4]. Con el tiempo, parte de
la red de apoyo se reconstruiría, pero, cuando menos para el maquis leonés,
era ya demasiado tarde. Le bastaría a Arricivita actuar con rapidez y astucia, no
dando tregua a sus antagonistas y explotando por todos los medios el venero
informativo y de delaciones que brotaba incesantemente de los enlaces ya
encerrados en las prisiones.
En ese sentido, el
Jefe concedió un interés especial al objetivo de bloquear la cooperación guerrillera,
no solo mediante la violencia y la prisión, sino creando motivos para que los
combatientes no pudieran fiarse en lo sucesivo de la fidelidad de quienes
aparentemente los ayudaban. Tres vías se le abrían -o las franqueó él-, para
lograrlo: el perdón, el dinero y la infiltración. Examinémoslas breve y
sucesivamente.
El perdón.
La condena por haber ayudado a los guerrilleros podía alcanzar hasta doce años
de privación de libertad. Contando con la circunstancia de que los enlaces eran
tanto hombres, como mujeres, de alcanzar la sanción al matrimonio, la condena tenía
la gravedad añadida de dejar a los hijos pequeños casi desamparados. Una buena
explotación del chantaje de años de perdón a cambio de información
importante tenía, pues, un atractivo muy especial. El Decreto-Ley de Bandidaje
y Terrorismo de 1947[5] dio a esa táctica un
marchamo legal: Era perfectamente lícito reducir las penas a quienes
colaborasen efectivamente con las autoridades. El mero abandono, tanto de la
lucha armada, como de la cooperación con la guerrilla, podía significar la
benevolencia del consejo de guerra. Claro está que esta estructura mixta de ley
y ardid podía provocar desconfianza, pero, al cundir el ejemplo y constatarse
la solidez de las promesas, combatientes y encubridores fueron acogiéndose a
los beneficios o, cuando menos, desistiendo de reanudar sus ilícitas
actividades.
El dinero.
Para quienes no tenían cargas penales a sus espaldas, el pago generoso
de los servicios prestados a la Guardia Civil era de un atractivo poco
resistible, máxime en una época de paro y de penuria. No tengo noticias sobre
las fuentes de esos abonos, es decir, si salían del presupuesto público, de
prestaciones de particulares o de la incautación del dinero ocupado a los
guerrilleros, que recaudaban cuantiosas contribuciones a los ricos de
derechas. Es probable que Arricivita y otros tales se apoyaran en todas esas
formas de financiación, pero no cabe duda de que el premio en dinero circuló, y
hasta límites imponentes en los casos más exitosos. Así, la feliz conclusión
del caso Girón -de la que trataré en el próximo capítulo- implicó un
abono al asesino del guerrillero de entre 70.000 y 80.000 pesetas, cuando el salario
de un peón agrícola era de unas 12 pesetas diarias[6].
La
infiltración. Es obvio que esta forma de crear la máxima inseguridad en la
guerrilla tenía las más variadas formas: Desde el hecho de que un guardia civil
desconocido y montaraz se hiciese pasar por guerrillero, hasta que un
vecino delator se preocupara de captar conversaciones de personas conocidamente
colaboracionistas con la guerrilla. Y, por descontado, los infiltrados podían
hacerse pagar con dinero su peligrosa comisión. El caso de José Rodríguez
Cañueto[7] ilustrará adecuadamente esta
táctica antiguerrillera, tanto en lo relativo al hecho en sí, como en cuanto a
la protección dispensada frente a venganzas ulteriores. Este último es un
aspecto que, al parecer, cuidó muy eficazmente nuestro Comandante.
Todas esas formas
refinadas de actuación -que hoy nos pueden parecer obvias y de
conocimiento vulgar- no dejaban de ir acompañadas de las tradicionales,
desde la tortura psicológica, hasta el asesinato. Es lo que se ha calificado de
la táctica del palo y la zanahoria que, al parecer, el comandante Arricivita
empleó de forma bien dosificada. Pero ¿quién era ese Comandante? Como estas
páginas son un relato, no un ensayo, debería ceder el uso de la palabra a los
historiadores, mas hete aquí que no es mucho lo que se puede sacar de ellos sin
llevar la indagación hasta términos de suplicio. Se ve que Don Miguel sabía
hacer uso de la recomendable fórmula otrora utilizada para la caridad. En este
caso, la cautela bien entendida empieza por uno mismo.
Miguel Arricivita
Vidondo nació en 1905. Sus apellidos y ulterior vinculación profesional a
Navarra me hacen suponer que fuese esa la provincia de su nacimiento, aunque
solo se trate de una opinión. Sí es seguro que siguió la carrera militar, para
la que se formó en el Arma de Infantería, saliendo de la Academia de Toledo
como alférez en la promoción de 1926. En 1936, al producirse el Alzamiento
militar, era teniente de la Guardia Civil en la línea de Elizondo, en el
navarro valle del Baztán, y en tal condición se sumó a la sublevación,
combatiendo toda la Guerra Civil en el bando franquista. Por sus méritos como
rebelde victorioso -y, quizá, por alguna otra vinculación, que desconozco- mereció
del Ayuntamiento de Bilbao la Medalla de la Villa, en su categoría de plata o
de bronce.
Terminada la
guerra -en la que consta como incorporado a unidades de requetés-,
reanudó su vinculación con la Guardia Civil, seguramente ya con el grado de
capitán. En tiempos del Director General, Alonso Vega, Arricivita, ya
comandante, siguió formación específica antiguerrillera, siendo seguidamente
designado jefe de la unidad especial de la Benemérita, que se encargaría
específicamente de la represión del maquis en la montaña
galaico-leonesa, con centro logístico esencial en Ponferrada. A esta ciudad,
llegó el Comandante hacia 1947 o 1948, y aquí se mantendría hasta la conclusión
de su trabajo, en el año 1952 o 1953. La dedicación y la estancia serían premiadas
por el Ayuntamiento de la capital de El Bierzo con el título de Hijo Adoptivo
de la Ciudad.
A partir de ese
momento, salvo algunas apariciones esporádicas y formales en el Diario Oficial
-condecoraciones, ascensos…-, la figura hasta entonces señera de Arricivita
entra en el túnel del olvido hasta su retiro, con la graduación, al parecer, de
teniente coronel. Si es así, bien poco lucida fue la carrera, tras sus
prometedores años anteriores. El fallecimiento de nuestro personaje se produciría
en 1973.
Don Miguel
Arricivita Vidondo estuvo casado y tuvo de su matrimonio siete hijos.
2. Manuel Girón,
gran guerrillero, duro de matar
Manuel Girón
Bazán (1910-1951) es el más famoso guerrillero de El Bierzo. Lo fue en su época
y, a diferencia de casi todos sus compañeros, ha mantenido hasta el presente en
que escribo -año 2021, a setenta años de su muerte- el eco de su existencia y
de sus indudables cualidades de guerrillero. No quiero seguir por este camino,
pues me llevaría a presentar las múltiples opiniones acerca de la moral y el
servicio prestado por este personaje[8]. A fin de cuentas, quienes
quieran contar con referencias históricas, más o menos elaboradas, tienen obras
generales y biografías donde espigar[9]. Mi objetivo -de narrador,
no de ensayista- es el de conectar a Girón con su antagonista final, el
comandante Arricivita, ya presentado a los lectores en el capítulo anterior.
Más adelante, tomando como punto de partida la verdadera muerte del
guerrillero, trataré sobre ciertos aspectos de la vida de quien fue su asesino,
por encargo y bajo inducción del citado comandante.
Retrato de Manuel Girón Bazán
¿Qué tuvo Girón
para conservarse así su interés y su recuerdo, que no poseyeran sus compañeros
en el maquis? Quizá no podamos prescindir en la respuesta de la alusión
a caracteres o valores personales, como la jovialidad, el talante humilde y
acogedor, la capacidad de hacer amigos entre los correligionarios, el desprecio
por los aspectos más burocráticos y partidistas de la guerrilla, o su gran
valentía. Son cualidades que no se le suelen negar, siendo mucho más debatida
su probable crueldad, o la cifra de crímenes que cargó a sus espaldas a lo
largo de los años. Sus antagonistas de la Guardia Civil llegaron a decir de él:
“El más peligroso de todos era Girón, individuo de sangre fría y calculador,
cazador furtivo toda su vida, y que conocía palmo a palmo el terreno que
pisaba. Ponía tal destreza natural en el manejo de las armas de fuego que, como
suele decirse, donde ponía el ojo ponía el tiro. Era de temer”[10]. Con todo, fueron dos
consideraciones históricas las que, en opinión general, lo han elevado al nivel
de leyenda: su persistencia en la lucha guerrillera -que, muerto él, abocó a su
final en la zona en que actuaba- y la capacidad para salir con bien de asechanzas
y emboscadas, en las que las propias autoridades le dieron equivocadamente por
muerto. A glosar una y otra
consideraciones dedicaré el resto de este capítulo.
Girón, el último
guerrillero del maquis leonés. Como es sabido, el rechazo de las
Potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial en desbancar a Franco y su
régimen del gobierno de España, provocó la desmoralización de los guerrilleros
y la decisión de las fuerzas políticas en el exilio de aconsejar su salida del
país, implementando incluso los medios pertinentes. Todo ello provocó la
desbandada del año 1948, a partir de la cual la guerrilla entró en su agonía. Girón
fue de los pocos jefes importantes que decidió proseguir el combate, en la
medida de lo posible, cada vez con menor acompañamiento y, según se opina, con
mayores componentes de desesperación y de bandidaje. Llegó a comprenderse que Girón
nunca abandonaría vivo la lucha y que, tan pronto cayese, la guerrilla en León
habría cerrado su dilatado periodo histórico. En efecto, así sucedió[11], como acontecería años
más tarde en Asturias y Cantabria, con la muerte de Juanín, el mítico
guerrillero de la zona de Picos de Europa[12]. En resumen: Ser el
último en abandonar una lucha, y hacerlo por morir en el curso de la misma, rodea
a la persona de un halo romántico, proclive a su tratamiento legendario.
Girón, el
muerto resucitado (primer episodio). Al concluir la guerra civil en
el Frente Norte (octubre de 1937), Manuel Girón se reincorporó a la guerrilla,
en la que ya había estado en los comienzos de aquella. Aunque todavía no muy
famoso en los ambientes del maquis, su nombre era ya bien conocido de
las fuerzas de orden público y militares. Por ello, a raíz de un golpe
económico[13]
en la localidad de Castropodame[14], el 13 de noviembre de
1940, se pensó que el guerrillero muerto en el asalto podría ser Girón. Para
comprobarlo, la Guardia Civil llevó, dos días más tarde, a una de sus hermanas,
Emilia[15], para que reconociese el
cadáver. La mujer, seguramente con el propósito de que no se siguiera
persiguiendo a su hermano, ni incordiando a la familia, aseveró que, en efecto,
el difunto era su hermano Manuel[16]. Es dudoso que la Fuerza
actuante quedase muy convencida, pues parece que, en esta primera ocasión, no
se inscribió en el Registro Civil la defunción de Manuel Girón Bazán. Con todo,
durante un año la Guardia Civil creyó que Girón ya no era uno de sus problemas,
mientras él continuaba en su lucha armada dirigiendo las incursiones de la
guerrilla, hasta el extremo de ser uno de los promotores de la formación, en Ferradillo
y abril de 1942, de la Federación de Guerrillas de León y Galicia.
Girón, el
muerto resucitado (segundo episodio). El 9 de julio de 1945, un
formidable enfrentamiento entre las fuerzas del orden y un grupo de fugitivos
en el paraje de Peñas Blancas, cerca de Porto (Zamora), se saldó con la muerte
de cuatro guardias, un pastor que fue disparado por error y un guerrillero que
murió mientras manipulaba una bomba de mano. Tras detenida investigación, la
Benemérita determino que el caído era Manuel Girón, basándose en las imágenes
del cadáver tomadas por un fotógrafo de Puebla de Sanabria, declaraciones de
testigos y otros datos. Girón moría por segunda vez, con la pertinente
inscripción registral, gracias a la suerte -para él- de que el compañero había
quedado completamente desfigurado por la explosión de la granada. Pasarían
varios meses antes de que las fuerzas de represión se percatasen del nuevo
error padecido. Para entonces Girón se había convertido en un personaje mítico
y el nuevo jefe de la Guardia Civil, Arricivita, tendría como uno de sus
principales objetivos el de dejar fuera de circulación al escurridizo guerrillero
berciano.
Girón, el muerto resucitado (tercer episodio). El 24 de febrero de 1949, un chivatazo permite a la Guardia Civil cercar a un grupo de guerrilleros en las proximidades de Ocero. El enfrentamiento finalmente se salda con dos bajas en las filas de los resistentes, logrando huir los demás. Se trataba de lo que quedaba del grupo o partida de Girón, después de la aludida desbandada de 1948. Nuevamente se acude a la diligencia de identificación de los cadáveres. Uno de ellos tiene similitudes varias con la apariencia de Manuel Girón y así lo recoge el Registro Civil de Vega de Espinareda, tras ser reconocido el cadáver por una de sus hermanas -no creo que la Benemérita aceptara que volviera a ser Emilia- y, además, por un industrial fiel al régimen franquista, conocedor de Girón por ser de su pueblo natal. Este último testimonio, de indudable sinceridad, mueve a Arricivita y los suyos a difundir a bombo y platillo su éxito. El propio guerrillero pudo leer la noticia de su muerte en la prensa provincial, oculto en una casa de la localidad cabreiresa de Encinedo, a donde se había retirado hasta que las cosas se calmasen. El comandante Arricivita fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar por la presunta eliminación del famoso guerrillero.
El sueño de Arricivita
-condecorado por un mérito que no se había producido- se convirtió en vergüenza
y pesadilla ocho meses después, cuando el testimonio de uno de los guerrilleros
presentes en el combate de Ocero aseguró convincentemente que Girón seguía vivo
y que ese día ni siquiera estaba con el grupo de los guerrilleros contendientes.
Girón, el
muerto que ya no pudo resucitar más. Era el 2 de mayo de 1951 cuando Manuel
Girón caía en la trampa del Comandante y moría, tras ser disparado por la
espalda por un infiltrado en el grupo de guerrilleros, José Rodríguez Cañueto,
en las Puentes de Malpaso. A pocos metros se encontraba la que había sido su
compañera durante los últimos años, Alida González, que fue detenida. Los
cuatro últimos compañeros de su partida[17], ausentes en el momento
del asesinato de Girón[18], abandonarían el país meses
después. Su cuerpo inerte quedó abandonado en ese lugar durante 18 días, para
después ser trasladado al depósito del antiguo cementerio del Carmen de
Ponferrada, donde fue expuesto varios días como si de un trofeo de caza se
tratase[19].
El comandante
Arricivita urdió toda una trama para acabar con Girón y dejar escapar sin
riesgos a su brazo ejecutor, Cañueto. Para ello, se llevaron a un trabajador de
las minas de wolframio de Casayo (Orense), Elías Álvarez, hasta el lugar donde
yacía el cadáver del guerrillero para ser asimismo asesinado y dejarle el
rostro completamente desfigurado, para hacerlo pasar por Cañueto. Todo resuelto:
Girón estaba muerto y también la persona que lo había matado.
Alida González se
vio obligada a refrendar la versión oficial de la Guardia Civil a cambio de
salvar la vida y de una pena de solo un año de cárcel, que pasó en la unidad de
psiquiatría del hospital militar Gómez Ulla de Madrid. Algunas voces llegaron
hasta señalarla como la persona que había traicionado al que era su compañero,
quien finalmente fue enterrado en la parte civil del antiguo camposanto ponferradino
el 25 de mayo de 1951. Los restos fueron trasladados por decisión familiar, en
1997, al nuevo cementerio de Montearenas, donde actualmente se encuentran.
Sepultura actual de Manuel Girón (Ponferrada)
3. Arricivita y
Cañueto, una pareja bien avenida
La investigación
efectuada para la realización del documental cinematográfico, Girón, el
hombre que murió dos veces[20], ha permitido ajustar
todos los datos acerca del destino de José Rodríguez Cañueto, el asesino de
Girón de un tiro en la nuca[21], superando, entre otras
cosas, la polémica histórica sobre un final abrupto de la vida de Cañueto. Mi
pretensión, en todo caso, no es otra que la de reflejar el extremo cuidado que
Arricivita se tomó con el futuro en prosperidad y seguridad del infiltrado que
a él le trajo, por fin, el éxito y la tranquilidad de haber acabado con Manuel
Girón a la cuarta, el 2 de mayo de 1951. Pero antes puede ser
interesante recoger algunos datos sobre la forma en que el Comandante dio, o
pudo dar, con su esbirro y este, introducirse en el reservadísimo ámbito de la
intimidad de Girón.
José Rodríguez
Cañueto, nacido en 1920, natural y residente en el pueblo cabreirés de
Santa Eulalia, formaba parte de una familia de enlaces con la guerrilla,
con la que tal vez hubiese colaborado en alguno de los llamados golpes
económicos. La presión de las fuerzas de orden público sobre su familia
fue, para él, insoportable, hasta el punto de contactar en Madrid con un
policía amigo quien, viendo una oportunidad pintiparada, lo puso en relación
con un capitán del Cuerpo. De allí, al comandante de la Benemérita, Arricivita,
mediaba un paso, que en efecto se dio. De la entrevista entre Cañueto y el
Comandante, salió el evidente acuerdo: El cabreirés recibiría una
cuantiosa compensación económica a cambio de su infiltración en la guerrilla y
el subsiguiente asesinato de Manuel Girón. Seguidamente, se tomarían las
medidas oportunas para dotar a Cañueto de la plena tranquilidad de no ser
alcanzado por una eventual venganza de los amigos de Girón.
Naturalmente,
acceder a la partida de Girón no se lograba así como así. Cañueto lo consiguió,
previa autorización de los mandos de la Guardia Civil para cometer un doble
asesinato, con la apariencia de ajuste de cuentas a unos delatores de Santa
Eulalia, en presencia de gente de Girón, para que este lo supiera de primera
mano. En realidad, los elegidos -alcalde pedáneo del pueblo y una mujer vecina
del mismo, llamada Carmen- no eran traidores a la guerrilla, sino personas
escogidas como instrumentos para acercarse a Girón, a más de malquistos por
Cañueto o por el policía amigo suyo. Todo ello sucedía el 24 de abril de 1951 y
dio lugar a que el sicario, pretextando la necesidad de esconderse de la
Guardia Civil, regresase con los guerrilleros hasta el entorno de Girón, quien
aceptó el acogerlo en su partida. Por lo demás, bastó con la circunstancia
afortunada -para Cañueto- de que se quedasen solos en el monte Girón, su amante
Alida y él, para que le descerrajase a aquél un tiro en la nuca, que acabó con
su vida. El resto de los guerrilleros de la partida, embarcados en los
preparativos para pasar a Francia, evidentemente se abstuvieron de regresar.
Salvo por la presencia de la mujer, quedaba expedita la vía para que Arricivita
tomase las providencias oportunas a fin de que Cañueto pudiese disfrutar en paz
y tranquilidad de las 74.000 pesetas -cifra probable- que le supuso su
asesinato a sueldo. Veamos la forma minuciosa con que lo logró.
***
La primera ocurrencia
del Comandante implicó otro asesinato, esta vez, plenamente imputable a
Arricivita. Con el fin de hacer creer que los guardias civiles habían tenido un
enfrentamiento con Girón y los suyos, en el que habían muerto aquel y su nuevo compañero,
se procedió a la detención y ejecución de un notorio enlace con la guerrilla,
Elías Álvarez Carrera, a quien se le voló la cabeza con un cartucho de dinamita,
para hacerlo irreconocible y que pudiese pasar por Cañueto -o por cualquiera
que se pretendiera-. En cualquier caso, la labor tenía dos importantes objeciones:
la presencia de Alida González Arias y la conveniencia de inscribir la
defunción de Cañueto. Curiosamente, en ambas cuestiones la escrupulosidad de
Arricivita no se manifestó plenamente. Alida solo fue condenada a
prisión y amenazada hasta el punto de necesitar atención psiquiátrica[22], pero se respetó su vida;
no así su fama, vilipendiada por quienes creían que había tenido bastante
que ver en la muerte de Girón. Y, en lo relativo a la identidad de Cañueto,
no se estilaban en aquella época todavía las modernas tácticas de su cambio
para los testigos y colaboradores protegidos: Se juzgó bastante con que se le
diera en la práctica por muerto, trasladándose a un lugar lejano[23]. Fue lo bastante para
que, con el tiempo, en torno a Cañueto se tejieran tres opiniones críticas de
la versión oficial de los hechos:
-
Que los propios guardias
civiles lo habían asesinado al poco tiempo, para evitar que los delatara,
contando cuanto sabía acerca de la muerte de Girón y de Elías Álvarez.
-
Que compañeros o
correligionarios de Girón se habían vengado de la muerte de este, ejecutando a
su vez a Cañueto. Incluso, llegaron a darse detalles macabros de tan irreal
suceso.
-
Que, pocos años después de la
muerte de Girón, Cañueto había sufrido un accidente de circulación en las calles de Sevilla,
ciudad de la que había hecho su residencia. Tal vez había sido un camión el que
había aplastado su pequeña furgoneta de reparto -una Citroën 2 CV, según
aseguró alguien, que decía saberlo de buena tinta-.
A la postre, esta
última versión fue la que más se ajustó a lo sucedido, si bien despojada de aquellas
connotaciones que parecían aludir a que el dinero mal ganado acaba por no
disfrutarse. Veamos escuetamente lo que sucedió en realidad o, al menos, lo que
resulta más acreditado o verosímil.
Acta de defunción de José Rodríguez Cañueto
Bajo los
auspicios de Arricivita, Cañueto se traslada a Sevilla, provincia que parece
conocía de haber trabajado en ella de temporero en la agricultura, y a donde
enseguida invita a acompañarlo a su hermano Benjamín. En un principio, con el
precio del crimen, José compra una finca en Carmona (Sevilla), pero parece que
no le atrae el trabajo del campo. En ese mismo año o en el siguiente, 1952,
quizá también por influencia del Comandante, José entra en contacto con el
guardia civil de la Brigadilla de Ponferrada -miembro, incluso, de una contrapartida
de la guerrilla-, llamado Feliciano Franco Villares, natural de Melgar de
Abajo, un pueblo de la provincia de Valladolid lindante con la de León.
Acompañando a Feliciano -entonces joven; moriría en 1998-, que tenía novia en
el pueblo, Cañueto inicia relaciones con otra vecina de aquel, llamada Oliva
Abascal, con la que no tardará en contraer matrimonio en la capital vallisoletana.
La pareja retorna a Sevilla, donde abren una tienda de comestibles en la
céntrica y muy comercial calle Feria -tal vez, con dinero de la procedencia
antes aludida-.
Dentro de una
vida normal, alejada de las tentativas de asesinato o de las venganzas
imaginadas por algunos, discurren los años. En el transcurso de los mismos,
José maneja coche y se desplaza periódicamente con Oliva a Melgar de Abajo. En
uno de dichos viajes, correspondiente a las Navidades de 1966, regresando hacia
Sevilla a bordo de un land rover, sufren una violenta colisión
-posiblemente, con un vehículo pesado-, en las inmediaciones de Mérida
(Badajoz). José fallece instantáneamente por traumatismo cráneo encefálico y es
enterrado dos días después -ignoro dónde-. Oliva, su esposa, tiene graves
lesiones, que curarán tras una estancia hospitalaria de varias semanas.
Así pues, José
Rodríguez Cañueto falleció víctima de accidente de circulación, sobre las 22:30
horas del día 26 de diciembre de 1966, a los 46 años de edad. Según relataron
algunos vecinos de Melgar de Abajo, se llevaron una sorpresa al irse enterando
de que el marido de Oliva no era en realidad un guardia civil, pues su
convecino Feliciano se lo había presentado como compañero suyo. ¿Por consejo de
Arricivita? Seguramente nadie podrá contestar ya esta pregunta que, por otra
parte, resulta bastante ociosa.
4. Un modelo de
fuga: la de Quico
Nacido en Cabañas
Raras en 1925[24],
Francisco Martínez López, apodado Quico, fue uno de los guerrilleros del
grupo de Manuel Girón y uno de los últimos maquis notables en abandonar
la lucha armada, puesto que pasó a Francia en octubre de 1951, tras el
asesinato de su jefe de partida. Tenemos la suerte de que Quico haya
escrito un interesante libro acerca de sus experiencias en la guerrilla[25], como también que su
figura haya sido glosada en repetidas ocasiones, incluso en artículos y
noticias fácilmente localizables en Internet[26]. En una y otra fuentes me
apoyaré a continuación, con el objetivo principal de que el caso de Quico sirva
de ejemplo a la hora de responder a una pregunta francamente interesante: ¿Cómo
se las arreglaban los guerrilleros para escapar de España, cuando decidían
poner fin a sus actividades violentas? Desde luego, no debía de ser fácil,
habida cuenta de la presión a la que los sometían las fuerzas de orden público,
así como el férreo control -al menos, sobre el papel- a que la dictadura
franquista de aquellos años sujetaba al común de los ciudadanos. Todo habría
sido más fácil para los guerrilleros leoneses, si las autoridades portuguesas les
hubiesen franqueado el paso a su país, pero tal cosa, en general, no sucedió;
de modo que la escapatoria habitual fue hacia Francia[27], teniendo que recorrer cientos
de kilómetros, sorteando controles y recabando la ayuda que fuese posible.
Quico, con 81 años de edad
Como ha quedado
apuntado en los dos capítulos precedentes, la fuga de Quico y de otros
tres compañeros[28]
del entorno de Girón se estaba preparando cuando este fue asesinado, el 2 de
mayo de 1951. Como es natural, enterados de tan relevante suceso, ninguno de
ellos regresó a la zona de Molinaseca, en que se había producido el crimen,
sino que, estando ya los preparativos muy avanzados, decidieron alejarse a toda
velocidad, aunque luego hubiesen de esperar en lugares menos expuestos a que
todo estuviese preparado, en particular, la pertinente documentación
identificativa falsa. Pero dejemos que nos lo relate el propio Quico,
una vez se haya hecho una breve presentación de su origen y andanzas como
guerrillero.
Contando tan solo
once años al iniciarse el Movimiento Nacional, Quico fue un mero
espectador de aquel y de los tremendos sucesos violentos y represivos
ulteriores. A lo más que llegaba su conciencia de alevín de izquierdista era
-escribe- a montar guardia para prevenir a los vecinos de las expediciones
de falangistas, que formaban verdaderas bandas de terroristas. Con el
tiempo, empezó a tener conciencia de la existencia del movimiento guerrillero
y, en particular, de los hermanos Pepe y Manuel Girón, de los que recuerda se
instalaron en la zona de La Cabrera. Era la incorporación al maquis una mera
cuestión de supervivencia, para evitar la muerte o la tortura: No había
perspectiva política. El paso siguiente de un Quico ya adolescente
fue el de convertirse en un enlace de la guerrilla, dentro del llamado Servicio
de Información Republicana. Lo relata así:
Paraban en
casa de mis padres. Había una parte militar, de defensa, y otra política: las
Milicias Pasivas y el Servicio de Información Republicana. Yo tenía 14 o 15
años cuando me apunté. Les ocultábamos, comprábamos lo que necesitaban,
pero teníamos también una misión política: la de ganar adeptos para la lucha,
sostenerla desde la legalidad.
Cuando la Guardia
Civil se percata de tan neta cooperación, Quico, que había compatibilizado su
trabajo en la mina y en un laboratorio de química con el apoyo al maquis,
se incorpora a la lucha armada, a la II Agrupación de Guerrillas de la
Federación. Me descubrió la policía y no tuve más remedio que escapar. Y el
único recurso era estar en la clandestinidad. El 23 de septiembre de 1947, tras
pasar un día oculto por los alrededores de Cabañas Raras, vinieron a recogerme
Guillermo Morán, Manolo, Negrín y El Objetivo. Guillermo se encargó de hacerme
conocer el reglamento para que pudiese decidir. Podía elegir entre irme con
ellos o arriesgarme a caer en manos de la Policía, la tortura, la cárcel o la
liquidación. Mi opción fue correr el riesgo luchando.
Camino de una
reunión en Lugo, en la estación de El Barco de Valdeorras (Orense), se topó con
su bautismo de fuego. Su grupo fue sorprendido por una patrulla de la Guardia
Civil y el enfrentamiento terminó con un agente muerto y otro herido. No hubo
bajas entre la guerrilla, a la que Quico llegó en mal momento, cuando, tras dos
años de relativa calma, la sangre volvió a los montes. Ya habían regresado
los embajadores a España y Franco se había convertido en una pieza preciosa
para los americanos. Pagamos el pato los que estábamos en la clandestinidad. Se
nos aniquiló.
Entre 1949 y 1950
fueron cayendo casi todos los guerrilleros que quedaban en el antiguo
territorio de la Federación. Según Quico nunca fueron más de cien. Su
líder histórico, Manuel Girón, fue asesinado el 2 de mayo de 1951 cerca de
Molinaseca. Antes de que finalizara ese año, cuatro de los últimos maquis
de León-Galicia, Quico entre ellos, escaparon a Francia -¡sin
apoyo de nadie, aquello fue una odisea!-. Ha llegado el momento de ceder
íntegramente el uso de la palabra al veterano ex guerrillero para que lo narre
con sus propias palabras.
***
… Un enlace reciente, desconectado de toda
sospecha policial y de las zonas de guerrilla habituales, se ofreció para ayudarnos.
Estaba haciendo su servicio militar como secretario de la Capitanía General de
Valladolid. En Navarra encontró un contacto dispuesto a pasarnos a Francia. El
precio del servicio se fijó en 2.000 pesetas por cabeza. Era un contrabandista
que no quería saber nada de sus clientes; sólo le interesaba el dinero e
igualmente hubiese aceptado pasar cualquier otra mercancía.
… El 14 de
septiembre de 1951 a las 10 de la noche, cogimos un taxi en Rioscuro, cerca de
Villablino. Lo habíamos llamado a León por teléfono. Estaban previstos cinco
pasajeros: El Atravesado, Manolo, El Jalisco, yo y nuestro enlace. Tomamos la
dirección de Valladolid, vía León, donde el enlace debía dejarnos y coger el
tren hasta nuestro destino. Pero
una vez llegados
a León, el taxista
no quiso proseguir el camino.
¿Falta de confianza? En todo caso, ésa fue nuestra hipótesis. Buscamos otro
taxi que pudiese llevarnos hasta Valladolid. Finalmente lo encontramos y
partimos de nuevo. Pero, a mitad de camino, con el pretexto de que su vehículo estaba
a punto de
averiarse, el taxista nos
dejó colgados en un pueblo entre estas dos ciudades. Eran las seis de la
mañana; nos enteramos de
que un autobús
salía hacia Valladolid a
las ocho. No
teníamos elección; así que
lo cogimos. ¡Y nos dimos de narices con dos guardias civiles!
Decidimos dispersarnos
por el autocar y hacer como si no nos conociésemos. En
caso de problemas, habíamos previsto liquidar a los
dos guardias y tomar el control del autobús con sus pasajeros, hasta que
pudiésemos escapar con un mínimo de garantías. Pero todo se desarrolló sin
incidentes. Llegados por fin a Valladolid, nos dirigimos a un hotel donde
nuestro enlace había reservado dos habitaciones. Allí nos reunimos con él y nos
entregó unos uniformes y papeles militares que había que completar con fotos,
utilizando un cuño que yo mismo había preparado ya antes de que dejáramos León.
Fue entonces cuando nos sucedió una aventura de la cual fui el principal
responsable y que pudo costarnos la vida.
Para preparar
los papeles necesarios, teníamos que
ir a hacernos fotos vestidos con
las ropas militares. Pero nuestro enlace no había podido conseguir más que dos
uniformes para los cuatro; así que teníamos
que llevarlos por
turnos. Decidimos que Jalisco
y Manolo, acompañados por
el Atravesado, irían los primeros, mientras yo me quedaba en el hotel
esperando su regreso para poder ponerme un uniforme. Por precaución, eché el
cerrojo de mi habitación. Me acosté en la cama para relajarme, pero, después de
dos noches pasadas sin dormir, caí en un sueño profundo. Cuando mis compañeros volvieron
al hotel, llamaron a la puerta muchas veces, sin obtener respuesta. Bajaron a
la recepción para llamar a la habitación por teléfono, y preguntar si por
casualidad yo había salido. El teléfono no respondía y nada indicaba qué había
sido de mí. Mis camaradas pensaron en lo peor: que la Policía me había
descubierto. Comenzaron a alarmarse seriamente y a pensar en la huida. Entonces
hicieron un último intento: Jalisco pasó por el balcón de la habitación vecina
e intentó abrir la ventana de mi
habitación. En ese
instante me desperté sobresaltado, y fui pistola en mano
a recibir a aquella sombra que
forzaba la ventana
desde el exterior.
En el último momento, descubrí que el asaltante no
era otro que Jalisco. El desenlace pudo haber sido trágico...Una vez
tranquilizados todos, me puse un uniforme y salí a hacerme las fotografías a mi
vez.
En el hotel
fabricamos los documentos: Cada foto debía ir pegada sobre un documento militar,
con el cuño militar de Valladolid, y había que imitar sobre la fotografía la
parte correspondiente del cuño. Entonces disponíamos de salvoconductos que
nos presentaban como soldados y nos autorizaban a visitar a
nuestras familias. Pero esos papeles no nos permitían ir más allá de Pamplona,
todavía lejos de la frontera. Y el Atravesado, mayor que nosotros, no podía
pasar por un joven soldado: Uno de sus papeles de identidad había caducado. Con
estos documentos insuficientes dejamos Valladolid en taxi en dirección a
Navarra.
Quico y sus tres compañeros de fuga,
ya en Francia
De un
tirón llegamos a Pamplona, donde alquilamos
la primera habitación
que encontramos. Nuestro enlace nos acompaña hasta el caserío cercano a
la frontera donde vendría a buscarnos el “pasador”, unos días después. Los
papeles en la mano izquierda, la pistola en la mano derecha: así hicimos el
trayecto. Por tres veces tuvimos que presentar los papeles en los puestos de
control, pero acabamos por llegar a nuestro destino.
Durante los cuatro días que pasamos esperando, escondimos nuestras armas con
el mayor cuidado
para no despertar sospechas. Nuestro enlace se había ido a Valladolid para
reintegrar su cuartel. Teniendo en cuenta los documentos de los que
disponíamos, elegimos
presentarnos a nuestro “pasador” como soldados que querían
desertar porque tenían familia en Francia. El Atravesado se inventó otra
versión: él dejaba España para ir a la búsqueda de su padre en Francia.
Por fin llegó la
noche en la que debíamos atravesar la frontera. Cuatro horas de marcha nos esperaban.
Teníamos que vigilar de cerca al pasador para no perder sus huellas en caso de
enfrentamiento con la policía, y yo tenía como misión ir pegado a sus tobillos.
Él no notó nada. A las tres de la mañana, atravesamos una pequeña alambrada que
separaba Francia de España. Todavía tres cuartos de hora de marcha,
descendiendo los Pirineos, y entramos en casa de un campesino conocido del pasador
y, seguramente, cómplice de sus pasajes. Allí
nos sirvieron café, pan y queso. Después reemprendimos la marcha una
hora más, hasta llegar a Aldudes, un pueblo francés de los Pirineos Atlánticos,
cerca de Bayona. Una vez llegados, nos detuvimos en
un bar-hotel muy
frecuentado por la policía francesa.
La misión del pasador había terminado. Le pagamos la segunda parte de lo que le
debíamos por el paso: en total, 8.000 pesetas…
Todo este proceso
de evasión se desarrolló, aproximadamente, en un mes: entre septiembre y
octubre de 1951. Pero no en todos los casos la llegada a Francia significaba la
libertad. En el caso de Quico y de sus tres compañeros, la peripecia siguiente
podría resumirse así:
En Francia
fueron detenidos y se les dio la opción de ser entregados a la Policía española
o irse a Indochina con la Legión Extranjera. Se rebelaron y, tras su paso por
la prisión, consiguieron llegar a París un año después[29].
[1] El periodo que abarcan
todos los relatos de la serie está comprendido entre los años 1936 y 1951. He
procurado seguir en la exposición un orden aproximadamente cronológico.
[2] Camilo Alonso Vega (1889-1971), militar, Director General de la Guardia Civil (1943-1955) y Ministro de la Gobernación (1957-1969). Alcanzó el rango de Capitán General del Ejército (1969). Véase el notable artículo de Jorge J. Hervás Gómez-Calcerrada, Don Camilo Alonso Vega, el general de hierro, www.elgrancapitan.org, 19 de mayo de 2020. Con carácter general, Miguel López Corral, La Guardia Civil (Claves históricas para entender a la Benemérita y a sus hombres (1.844-1.975), La Esfera de los Libros, Madrid, 2011; Lorenzo Silva, Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil, Edaf, Madrid, 2017.
[3] ¿Cuándo llegó Arricivita a
Ponferrada? Las fuentes abren un dilatado periodo, entre 1946 y 1948. Quizá sea
correcta la fecha de finales de 1948 ofrecida por Daniel Álvarez de la
Torre, La verdadera muerte del hombre que mató a Girón, El Mundo - La
Crónica de León, 2 de mayo de 2003.
[4] Véase mi relato, en este blog,
Relatos de violencia, con León al
fondo (I), capítulo 3.
[5]
Decreto-Ley de Bandidaje y Terrorismo, de 18 de abril de 1947.
[6] Véase Orden de 29 de noviembre de 1948, en
vigor desde el 1 de enero siguiente: 11,50 pesetas/día.
[7]
Véase más adelante, capítulo 3.
[8] Amplio resumen sobre las
opiniones acerca del comportamiento de Manuel Girón como guerrillero, que da
idea de la profunda discrepancia en las valoraciones, en Carlos González
Reigosa, La agonía del león. Esperanza y tragedia del maquis, prólogo de
Manu Leguineche, Alianza Editorial, Madrid, 1995, pp. 29-71.
[9] Véase el libro citado en
la nota 8 y, además: Santiago Macías, El monte o la muerte. La vida
legendaria del guerrillero antifranquista Manuel Girón, prólogo de Julio
Llamazares, Temas de Hoy, Madrid, 2005 (hay edición para libro electrónico,
eBooks Bierzo, 2014, con una alteración no menor del título: Manuel Girón. Una
biografía controvertida. La vida legendaria, etc.). Alusión peyorativa
a Girón, en la obra general y pionera de Francisco Aguado Sánchez, El maquis
en España, edit. San Martín, Madrid, 1975, pp. 660-661 y 716. Ficha Girón
Bazán, Manuel, de la Fundación Pablo Iglesias. Buen artículo resumen,
aunque sin originalidad, Manuel Girón, es.linkfang.org.
[10] Véase, Gabriel Ferreras
Estrada, Memorias del Sargento Ferreras, Breviarios de la Calle del Pez,
nº 53, Diputación Provincial de León, 2002.
[11] Confróntese la actitud
abandonista del guerrillero Quico, al enterarse de la muerte de Girón,
aludida infra, capítulo 4.
[12] Juan Fernández Ayala, Juanín,
(1917-1957) prácticamente concluyó su vida de guerrillero en 1952. No obstante,
mantuvo un comportamiento de bandolero por motivos políticos hasta el 24 de
abril de 1957, con la única compañía de Francisco Bedoya, quien no caería
muerto hasta diciembre de 1957. Véase Antonio Brevers, Juanín y Bedoya, los
últimos guerrilleros, Cloux editores, Santander, 2007.
[13]
Eufemismo por atraco, o robo con violencia o intimidación a mano armada. Parece
que en este caso el objetivo principal era un médico.
[14] Todas las localidades aludidas en el texto,
que no sean capitales provinciales, pertenecen a la provincia de León, si no se
hace constar expresamente lo contrario.
[15] Girón pertenecía a una familia numerosa. Se
dice que fueron nueve hermanos.
[16] Véase, Vanesa Silván, 104 aniversario del
nacimiento del guerrillero que murió “cuatro veces”, Manuel Girón, www.infobierzo.com, 15 de febrero de 2014.
[17]
Se trataba de Manuel Zapico, Pedro Juan Méndez, Silverio Yebra y Francisco
Martínez, Quico.
[18] Tiende modernamente a
sospecharse por ello una connivencia de los ausentes con Arricivita, pero cabe
también pensar -como antaño- que los compañeros de Girón andaban realizando las
últimas gestiones para trasladarse hasta Francia con los medios adecuados, Si
fuese así, es probable que Girón y su amante tuvieran pensado expatriarse
también. Esto último es lo más plausible: véase infra, capítulo
siguiente.
[19] Así lo interpretan
algunos. La Guardia Civil lo justificó como un medio de comprobar mediante
testigos que Girón lo era, efectivamente, para así evitar un nuevo error y, a
un tiempo, llevar a los últimos guerrilleros y simpatizantes a abandonar toda
esperanza de contar con su líder moral.
[20] Producido en 2003 por
“Armonía Films”. Tiene una duración aproximada de sesenta minutos. Los trabajos
históricos de Santiago Macías (véase nota 9) completaron el recorrido, sin
perjuicio de la labor crítica y de actualización de la fuente que cito en la
nota siguiente, número 21.
[21] Por escrito, la fuente de
referencia es: Manuel Garrido, El hombre que mató a Manuel Girón, Argutorio,
nº 41, 1er semestre de 2019, pp. 83-89.
[22]
Véase el capítulo 2 de este mismo relato.
[23] Es obvio que así debió de
suceder, pues el certificado de la defunción real de Cañueto en el
Registro Civil de Mérida (Badajoz), producida el 26 de diciembre de 1966, está
extendido con su nombre, apellidos y demás datos de filiación conocidos.
[24] Y todavía vivo y activo
cuando escribo estas páginas, a finales de abril de 1921. Entre sus actividades
han menudeado las charlas a escolares en horas lectivas, cuando menos, en
centros públicos de la Comunidad Valenciana -donde reside- y de Andalucía. Como
el estudio de la guerrilla antifranquista no forma parte, hasta ahora, de los currículos de
Historia en los Institutos, creo que nos hallamos ante una indebida e indeseable práctica de
propaganda y adoctrinamiento, que tiene como sujetos pasivos a muchos menores
de edad. Pero legalmente, la situación ha cambiado a partir del curso 1922-1923, cuando han entrado en vigor los planes de estudio de la llamada LOMLOE, o Ley Celáa, es decir la Ley Orgánica 3/2020, de 19 de diciembre, a partir de cuyo momento, y no antes, los currículos de Historia para Bachillerato se han abierto a la "indeseable práctica de propaganda y adoctrinamiento", a la que yo aludía antes de la citada modificación curricular que, como es evidente, ha convertido en legal la citada práctica.
[25] Francisco Martínez López,
“Quico”, Guerrillero contra Franco, Guerrillero contra el olvido, La Torre
Literaria, 2011, subvencionado por la Presidencia del Gobierno de España,
dentro de su programa de financiación de la Memoria Histórica (1ª
edición, Diputación Provincial de León, León, 2001).
[26] Ad exemplum, Cristina
Barbarroja, Francisco Martínez, Quico, el último guerrillero del Bierzo, www.todoslosnombres.org, 9 de marzo de
2016; Luis Leante, Los últimos guerrilleros, www.luisleante.com, 14 de mayo de 2014.
[27] También fue posible la
huida por mar, a través de puertos gallegos o asturianos. El Partido Socialista
en el exilio promovió con éxito, el 23 de octubre de 1948, la salida hacia
Francia por el puerto de Luanco (Asturias) de 31 guerrilleros, socialistas en
su mayoría, en el que fue el caso más notorio de fuga colectiva.
[28] Se trataba de Silverio
Yebra Granja, El Atravesado, Pedro Juan Méndez, Jalisco, y Manuel
(Manolo) Zapico Terente, El Asturiano.
[29]
Así escribe Luis Leante, en su artículo
citado en la nota 26.
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