Relatos de violencia, con León al
fondo (I)
Por Federico Bello Landrove
A Santiago Crespo García, para quien
nada leonés le es ajeno
Mis lecturas
sobre lo vivido en la provincia de León durante la guerra civil y, sobre todo,
en la posguerra[1], me
llevan a redactar, en tres entregas, este conjunto de relatos que, con una pizca
de fantasía y un montón de realidad, podrían componer un panorama de la
violencia y el dolor de dichos momentos. En cualquier caso, mi pretensión es
más modesta: presentar a mis lectores, de forma muy breve, un panel de retratos
de algunos de los más característicos personajes de aquel lugar y aquellos
tiempos.
Convento de San Marcos (León) en años
anteriores a 1936
1.
La noche de San Marcos[2]
¡Menos mal que la
celda es grande y aún no ha caído sobre el penal la plétora de presos que
dejaría el hundimiento del Frente del Norte[3]!
De todas formas, hemos tenido la suerte de que hayan coincidido los cuatro[4]
y de que, por unas razones u otras, no les haya vencido el sueño, hasta el
punto de que todos desgranen recuerdos, temores y esperanzas, más como
soliloquio, que no como conversación. A fin de cuentas, cada uno tiene bastante
con apechugar con sus propios problemas.
Aunque joven, tal
vez sea Juan[5] el más veterano
de los cuatro. Sonríe con amargura al calificarse con ese epíteto, pues
pocos cuadran mejor a un oficial de infantería con veinte años de servicio. De
honroso servicio -asegura-, por más que dos años antes le hubiesen pasado a la
reserva, como autor de falta militar grave. ¡Valiente tontería! Ya
estaba harto de que los periódicos de izquierdas la tomasen con los militares,
como si todos fuesen iguales, unos ogros para la tropa. Le dio por escribir a El
Socialista[6], para
afearles esa postura falsa y prejuiciosa, ofreciéndose para presentar, de forma
anónima, la cara respetable y honrosa de los oficiales como él. Tal vez así,
además de servir a la verdad, se animen a dar entrada a su diario en las salas
de banderas, concluyó la misiva, entre la broma y el orgullo. El director
del periódico, el tal Zugazagoitia[7],
se había limitado a agradecerle amablemente el ofrecimiento. Así que lo habían
sancionado antes de que pudiera haber entrado, y anónimamente, en los
cuarteles, él, que conocía bien unos cuantos, a más de haberse batido con honor
en Marruecos y, más plácidamente, aunque con menos ufanía, durante la
Revolución de Asturias.
Pero eso es ya
historia. Ahora está de nuevo en servicio activo, en el Regimiento de Burgos,
en el Cuartel del Cid, que ya es como su casa; y nada menos que de Ayudante del
Coronel Lafuente[8], lo que
indica bien a las claras consideración y confianza. ¿Qué ha sucedido, qué ha
hecho él para perderla? En esos tristes y confusos días de julio, el propio
coronel, no muy al tanto de lo que estaba pasando, lo nombró enlace con el
Gobierno Militar, permitiéndole la libre salida del cuartel. ¿Y cómo es que te
equivocaste de Gobierno, desventurado, y fuiste a dar en el Gobierno Civil,
donde algunos guardias de asalto y media docena de autoridades contemplaban
cómo la República daba las boqueadas aquel día 20 de julio, por la tarde? Juan
se encoge de hombros y baja la vista: Tal vez contaba con ponerse al frente de
algo más que cinco guardias de asalto, o tal vez pretendía solidarizarse con
las autoridades constituidas, con la simple apariencia de ir a
informarse, para luego reportar a su coronel.
Inasequible al
desaliento, sonríe de medio lado y trata de tranquilizarse repitiendo una y
otra vez la cantilena: Son mis compañeros: No van a ejecutar la pena que me
han impuesto. El coronel le ha prometido a mi esposa... Le da igual que lo
hayan juzgado con el prejuicio de su ofrecimiento a El Socialista; que
haya salido a relucir -¡ya es rebuscar y mala suerte!- lo de su adscripción a
la logia masónica; que lo hayan condenado nada menos que por traición. No
llegarán a tanto; no van a manchar de sangre el uniforme de un oficial,
intachable, por mucho que digan; de un hombre moderado, al que le abrieron los
ojos las miserias de los huelguistas a quienes hubo de defender en consejo de
guerra en el año diecisiete…
Sus compañeros van
derrumbándose en el suelo, amontonados, en la parca blandura de la paja sobre
el suelo. Don Rafael, siempre educado, cubre con la mano el rictus de un
bostezo, apenas visible en la oscuridad reinante. Juan nota una mano en su
hombro: Ea, mi capitán, hasta mañana. Es Víctor, que le tiene ley desde
que lo defendiera en causa contra el honor militar, por decir sobre Casas
Viejas algo parecido a lo de los tiros, a la barriga[9],
solo que en prosa poética. Juan se aquieta y trata de tumbarse en posición
fetal, con la chaqueta como almohada. ¿Cómo me dormiré, Señor?, piensa.
Le viene una idea luminosa, como el fogonazo de una bomba de piña: Ya sé -resuelve-:
imaginaré el texto de ese recurso contra la sentencia, que ni siquiera me dejan
presentar. Lo empezaré así: No fui traidor a mi patria y mi credo consistió
siempre en un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social
de los humildes.
Cuando llega, en
el colmo de la clarividencia, a ese párrafo tantas veces rechazado, esta noche
lo admite sin la menor protesta: En este momento de abominables pasiones,
pido la paz de España y de la Humanidad. Muero inocente y perdono… Por si las
moscas -agrega-: Nunca está de más, en estos tiempos urgentes y recios,
tener pensado el testamento[10].
Las expectativas de clemencia del
capitán se vieron defraudadas. Previa la preceptiva ceremonia de degradación
militar, Juan fue fusilado al amanecer[11].
***
Víctor[12]
es el más joven de los cuatro, un chiquillo, un culo de mal asiento. La verdad
es que los demás lo tratan con demasiada condescendencia, pero él transige,
porque los une el cariño. Va a cumplir los treinta -si le dejan, lo que es
mucho confiar- y ha pasado por tantas estaciones como el ferrocarril de
La Robla. Lo suyo es ser poeta o, cuando menos, escritor. El periodismo le tira,
aunque se haya llevado a su costa muchos zurriagazos, como el susodicho de
Casas Viejas. Se dice obrero anarquista pero ¡qué bien se siente junto a la
Catedral, ejerciendo labores de intelectual, como secretario del Ateneo
Obrero, junto a esas lumbreras que ahora duermen en improvisadas yacijas a su
vera, o el sueño eterno al pie de las tapias agujereadas, ilustradas con su
sangre! Le duele en el alma su clausura y saqueo, pero más lo siente por el
bueno de Don Rafael, su presidente, el filósofo del Padre Isla[13],
que ahora apenas interviene en esta charla nocturna en susurros. Él no es como
el optimista, por no decir iluso, del Capitán. Aunque la autoridad judicial
militar -¡rarissima avis!- ha sobreseído su caso por traidor a su patria
y rebelde a sus amos, Don Rafael no las tiene todas consigo: ¿A qué volver a
encerrarlo entre estos muros, que en su día hizo famosos Fray Luis de León, quien
nunca fue más de León, que cuando le tocó purgar sus excesos bíblicos en
una mazmorra, cabe el Bernesga?
Víctor se desvive
por servirlos y por desviar el coloquio nocturno por derroteros festivos. Hoy,
en honor de Joaquín, ha sacado el tema de la retirada del fútbol de Ricardo
Zamora, el héroe de Mestalla[14],
pero nadie ha entrado al trapo. Están demasiado ocupados en temas
trascendentes y preocupados con la ominosa llamada de la medianoche.
La gran parada de Ricardo Zamora
(21-06-1936)
La medianoche.
Él ya es un veterano en esas bromas nocturnas. Ya se encoge de hombros y hasta ha
apostado con un vaquero de Villablino, al que conoce de la Fundación[15],
si será par o impar el número de avisos que den antes de enviarlos a
morir a la plaza. ¿Y si vamos los dos juntos?, preguntó el ganadero
ilustrado. Pues los cigarrillos que no le dé tiempo a fumar al ganador, que
los comparta con los del pelotón, que la República se basa en la distribución
de la riqueza, repuso el poeta, que también ejerce de amanuense.
Ya se las sabe
todas. Cuando los sacan muy serios, para fusilarlos contra la tapia del
Convento, suele ser una broma, que ríen a su sabor los ejecutores, tirando
a no dar, o con munición de fogueo. Como dice un recluso veterano, es que no
les gusta a los jefes despachar a los presos sin el pertinente paseo,
ni lavar y enjalbegar la pared después de la faena. Lo que no quita que a los
ejecutados por lo legal los vuelvan a traer a San Marcos, para llevarlos
de allí al cementerio. Lo sabe porque es el espectáculo del día: pasar en fila,
despacito y mirando a la tabla o la piedra en que yacen los cadáveres de los
ajusticiados, para general escarmiento[16].
¡Eh, tú, periodista, fíjate bien, que ese fue compañero tuyo en La
Democracia!
Los ojos se le
cierran inexorablemente. Tiene la suerte de dormir como un leño. Y la de tener
un nombre poco corriente. Así, cuando los bromistas anuncian, con verdad
o sin ella, el nombre de los ajusticiados de la siguiente madrugada, omitiendo
los apellidos, no le ha tocado llevarse muchos sustos, como al bueno de Juan,
el capitán traidor, que no sabe dónde meterse esos días para que los
demás no vean a un oficial del Ejército temblando. ¡Como si ahora eso le
importara a nadie!
En fin, el gran
poeta, Fray Luis, se pasó cuatro años de estancia cautelar en aquella cárcel[17].
Víctor solo pasó un año de preventiva y sin juicio. Luego, unos mesecitos en
una prisión de menor prosapia y a la calle ¡Qué ironías tiene la vida! El
primer trabajo se lo dieron en el diario falangista Proa, nacido de los
talleres y máquinas de La Democracia. Claro que, tan pronto estuvo el
nuevo periódico instalado, mandaron a Víctor a pegar tiros al frente de Levante.
Ignoro si, debidamente aleccionado, también tiraría largo, en aras de la
solidaridad obrera.
***
Llamándose
Hipólito[18], la
broma de cantar solo el nombre de los presos en capilla tenía poco sentido en
su caso. Y, sin embargo, la infrecuencia del apelativo había dado lugar a que
todo el mundo lo llamase Don Rafael, usando de su segunda gracia. Y con gracia
había caído en León, con todo merecimiento, aquel profesor de filosofía,
sucesor del brillante Gaos[19],
que había pasado por el Padre Isla como un meteoro. Hombre afable,
reflexivo y muy trabajador, se había metido a colegas de claustro y alumnos en
el bolsillo, aunque con la pluma en la mano no fuese lo que se dice un lerdo ni
un adulador. Esto decía en un libro aparecido en 1933[20]:
¿Desembocaremos en Rusia o en Italia? ¿Opresión bolchevique o tiranía fascista?
Quizá no tardemos en verlo. Entretanto, preparémonos a seguir estando tan mal
gobernados como siempre, sea blanca o negra la solución que el próximo futuro
nos depare. Y eso que estaba gobernando Azaña, que lo tenía en alta estima,
quizá por no haber leído esto que Don Rafael escribía… O quizá sí, y es que Don
Manuel era un poco perverso. Me explico.
Por si fuera poco
lo que sacaba la patita Don Rafael espontáneamente, en la logia, el
Ateneo obrero o la cátedra, Azaña lo nombró Gobernador Civil de Huelva y, ante
el rechazo del nominado, por la lejanía onubense, lo designó para la poltrona
de León, que por el designado fue también rechazada, por la poderosa razón de
que la amistad de Azaña no confería ciencia política infusa. Tuvo que pechar
tres semanas con el encargo, pues los desórdenes inmediatos al triunfo del
Frente Popular no aconsejaban sedes vacantes. Fueron las tres semanas peores
de mi vida, aseguró el profesor, cuando ya había vuelto al liceo de la
calle Ramón y Cajal. ¡Seguro que luego las tendría peores!
Rafael, despojado
del don y de la corbata, de sus cigarrillos y de la pulcritud, asiente con
gesto ausente, a lo que comentan sus compañeros de cautiverio, pero en el
fondo, vuelve a tener la misma visión de la primera noche: aquel espléndido
filósofo ateniense, mejor que él, pero no menos inocente, a punto de tomar la
cicuta[21].
¡Cuánto echa en falta a sus alumnos en semejante trance, teniendo que
conformarse con la benevolencia de quienes, tal vez, estén llamados a beber la
pócima mortífera antes que él!
Sí, lo mismo que en
Joaquín, el consejo de guerra no ha encontrado delito en él, pero lo cierto es
que adolece, pena y, en cierto modo, muere en aquel muladar, sin apenas saber
nada de su esposa y de sus dos hijos. Seguro que su Emilia estará revolviendo
cielo y tierra por sacarlo, pero bien se ha encargado él de advertirle que todo
tiene un límite y que no hay buen fin que justifique malos medios. A fin de
cuentas -asevera, como si las personas y el momento fueran fértiles a la
justicia-, nada mejor para salir con bien de aquí que el ser inocente.
Como tantas veces
los intelectuales, Rafael era inocente como la paloma, pero se olvidaba de ser
astuto cual serpiente. Lo que acabó por sacarlo de San Marcos fue el hecho de
que su mujer fuese amiga de la esposa de un espadón[22]
que, a su vez, había combatido en Filipinas al lado del padre de Doña Emilia. No
era, desde luego, una eximente de la responsabilidad criminal, pero espero que
Rafael, pese a todo, considerara que no le impedía cumplir con el objetivo
moral que un día había confiado al Capitán, en trance de abatimiento: Querido
amigo, aspiremos a cerrar con decoro este largo paréntesis de adversidad[23].
***
El bueno de
Joaquín[24]
es de la quinta de Don Rafael, pero él no gasta el don: Un modesto funcionario
de Hacienda es un donnadie, aunque tenga una notable cultura, presida la
delegación leonesa de la Cruz Roja y, según dicen las malas lenguas, aplique
su honradez y conocimientos a la contabilidad del partido de Azaña, y pase
algunos ratos en la Biblioteca Azcárate[25],
no tanto para leer, cuanto para participar en las tenidas de la
logia masónica de la ciudad.
Corpulento, grandón,
nadie lo relacionaría ahora con el momento estelar de su vida, cuando fue
designado entrenador -aunque provisional- de la selección española de fútbol,
en 1923, dirigiéndola en dos partidos victoriosos[26].
De ahí la alusión a la retirada de Ricardo Zamora, que acaba de hacer Víctor,
tratando de hacerle olvidar sus temores, que la llegada de la oscura noche
agudiza. Porque -y ahí está el busilis- también la autoridad militar ha
archivado su causa criminal, pero lo cierto es que sigue en San Marcos, y a
disposición del Delegado de Orden Público, un comandante de la Guardia Civil
que se la tiene jurada a los masones[27],
aunque -como Joaquín- lo sean poco menos que de nombre. Se lo tiene dicho a
Rafael, que está en las mismas circunstancias: A nosotros nos reservan para
el paseo, Rafael. Y el filósofo, por una vez, se ha dejado llevar
por la vía del humor: ¡Pero, hombre de Dios, ¿dónde se ha visto que entren a
matar en el paseíllo?!
Los días han
pasado y el frío del otoño avanzado anima a los ocupantes de la celda a
compartir sin intimidad alguna el calor humano. El concierto de ronquidos es
interrumpido a la hora de las brujas. Se abre de golpe la puerta, proyectándose
un cuadro de luz sobre el amasijo de cuerpos dormidos. Una voz clama: ¡Heredia,
Joaquín Heredia, arriba, que te vamos a trasladar! Los visitantes se hacen
hueco a patadas y alguno de ellos, que lleva una linterna, la pasea por los
rostros que a duras penas despiertan. ¡Heredia, arriba, coño, que no tenemos
toda la noche! Al fin, alguno se incorpora más que los demás y pregunta,
con un hilo de voz: ¿Cojo mis cosas? Y la respuesta: ¡Para lo que van
a servirte! Se hace la luz en la celda. A la rastra sacan a Joaquín. De
esas cosas que no tienen lógica, lo único que se le ocurre a Rafael, como
despedida del compañero, es informarle de la fecha: Veinte de noviembre…,
miento, veintiuno, que hoy ya es mañana.
Dicen que el paseo,
para seguir por lo taurino, acabo en Mansilla de las Mulas. En efecto, era el
21 de noviembre de 1936, sábado. Como, diez años después, recordaría con emoción
y sorna Rafael,
Heredia calla, duda, palidece...
(En San Marcos y en mi ánima anochece
y en España comienza a amanecer)[28]
2.
El inglés que servía para todo
Si Rick Blaine
había llegado a Casablanca para tomar las aguas[29],
Alexander[30] se
había dejado caer por El Bierzo, para buscar oro en Las Médulas. ¡Pero si ya lo
esquilmaron los romanos! Buscad y hallaréis, debió de replicar el edimburgués,
en plan evangélico. Solo que él no era un simple hombre de fe, sino un
ingeniero con sólida formación y dilatada experiencia[31].
De modo que, no se apresuró a escarbar la tierra, sino que realizó una extensa
labor geológica. Al final, se convenció de que el tesoro de la tierra berciana estaba
en sus productos agrarios. Afincado en una hermosa quinta de San Martín de
Carracedo, junto a su esposa Maud -Amor, para los indígenas-, alquiló
fincas y se dedicó a cultivarlas con todos los adelantos. Cuando en 1939 acabó
nuestra guerra civil y empezó la Mundial, Alexander ya llevaba ocho años viviendo
en El Bierzo, feliz y bucólico, sin deber nada a nadie. Es posible que tuviese
ahorros: Los doce años pre bercianos los había pasado construyendo líneas
férreas en Argentina y España y nada menos que de ingeniero jefe de las obras
del puerto de Melilla.
¡Qué manía con
llamarle El Inglés, siendo escocés de pura cepa! Los más conocidos se lo
reconocían y así lo apodaban. Pero lo que más le agradaba a El Escocés
era el apelativo de El Amigo. Claro que, aunque él fuera amistoso y
acogedor, para llegar ese momento tuvieron que pasar algunas cosas.
¡Señor, qué vida!
Todo empezó en
1941, cuando cinco compatriotas huyeron de un campo de prisioneros de guerra en
Francia y, tratando de llegar hasta la costa portuguesa para embarcar hacía
Inglaterra, fueron detenidos en León, con el consiguiente peligro de devolución
a los nazis. El Amigo se enteró y revolvió Roma con Santiago para
evitarlo: protestó, los ayudó económicamente, viajó hasta Madrid para denunciar
el encarcelamiento a la Embajada Británica y, en fin, logró su propósito. Los
diplomáticos de su país, admirados por su eficiencia, le regalaron un
título de agente de inteligencia, con estatuto especial. Había nacido el oficial
V.300 del SOE[32],
con la pretendida función de servir de enlace y correo entre la Embajada en
Madrid y los Consulados británicos de Vigo, La Coruña y Gijón: precisamente, unos
puertos pintiparados para embarcar rumbo a la Gran Bretaña… o hacia América.
No sabemos -no
sé- si Alexander volvió a ayudar a ingleses en apuros, pero sí que, por
aquellas mismas fechas empezó a hacerlo con los guerrilleros antifranquistas.
Que, en principio, contase con el beneplácito de su embajador parece evidente[33].
Que los servicios de información españoles no lo captaran resulta casi
increíble, pero se da como probable, habida cuenta del mayor cuidado con que los
policías habían de ir, tratándose de un ciudadano de importante país
extranjero. Lo cierto es que El Amigo se tomó muy en serio su condición
amical y llegó a extremos que han hecho de su recuerdo en El Bierzo una
auténtica leyenda; como tal, con base cierta y exageración indudable. Pero lo
real es suficiente para admirar su entrega y su osadía. Veamos algunos episodios
de muestra.
La casa de Alexander Easton, El
Inglés
En el amplio
primer piso aguardillado de su hermosa vivienda, se improvisó una enfermería,
capaz para realizar curas y operaciones quirúrgicas no muy comprometidas. El
personal especializado estaba formado habitualmente por un médico de Cacabelos
que, por motivos políticos, había sido expulsado del cuerpo de Asistencia
Pública y Domiciliaria, cumplido la parte carcelaria de una condena de doce
años de prisión y perdido un hijo por fusilamiento[34];
y por un practicante que, a diferencia del anterior, no tiene imagen pública en
Internet, pero sí ha dado su nombre a una calle cacabelense[35].
Muchos guerrilleros recibieron allí atención médica y -es de suponer- que también
equipamiento y comida. Uno de ellos, andando el tiempo y previa tortura, sería
el delator[36].
No solo de pan
vive el hombre, ni la salud es solo física. La soledad y falta de información
en el maquis podía paliarse a modo con un simple aparato de radio. Conseguirlo
en aquellos tiempos no era tarea sencilla; imposible para los desafectos al
Régimen. Alexander consiguió algunos receptores para la guerrilla. ¿Cuántos? Aquí
se deja volar la imaginación: Parecería que la mayor parte de los oyentes de Radio
Pirenaica[37] hubiesen
sido los que andaban por los montes de León.
Y otra más, quizá
la más curiosa. Alexander fue quien suministró a la guerrilla la multicopista de
la que, además de avisos, pasquines y octavillas, salieron los breves e
irregulares boletines titulados El Guerrillero[38],
los primeros de los cuales se imprimieron en la planta alta del bar y salón
de baile de Santalla del Bierzo, aprovechando el jaleo, espontáneo o
provocado, de los clientes de abajo, o los zapatazos de los danzantes en los
bailes organizados los fines de semana.
***
¿Qué hizo del
británico Alexander un buen amigo del perseguidísimo Partido Comunista
Español en el interior? Todo son conjeturas, salvo que, aprovechando los viajes
a la Embajada de Madrid, hizo en ocasiones de correo para las guerrillas que,
cada vez en mayor número, fueron nutriéndose de comunistas y acabaron copadas por
ellos[39].
Algunos lectores empezarán ahora a torcer el gesto: El osado Amigo empieza
a resultar poco británico, vale decir, demócrata. Pero ¿pasó la cosa de ahí?
Nadie lo habría apuntado, a no ser por una casualidad cronológica y
ferroviaria: El terrible choque de trenes acaecido en las inmediaciones de
Torre del Bierzo, hacia las 13:20 horas del día 3 de enero de 1944, con el
trágico resultado de más de cien muertos[40].
Un accidente que huele a sabotaje y cuya causa -fallo en el sistema de
frenado del tren correo- pudo ser urdida por un conocedor del ferrocarril, como
lo era Easton. En fin, se non è vero, è ben trovato. Solo que, con tan
poco fundamento y en algo tan terrible, cualquier especulación al respecto -y
se ha hecho, por desgracia[41]-
dice muy poco en favor de quien la formula y no debe manchar la memoria de El
Inglés.
Un hombre cuya
suerte, paralela a la de los guerrilleros a quienes asistió, acabó en agosto de
1948. La delación lo llevó a la cárcel y, casi inmediatamente, a su deportación[42].
Su esposa, Doña Amor, se demoraría cuatro meses más, para liquidar el
patrimonio y empaquetar todo lo portable. El fin de aquel año sería también el
de la estancia del matrimonio Easton en suelo español. Dicen que Alexander
solicitó visado para volver de visita, antes de morir. No se lo concedieron. Falleció
en su Edimburgo natal el 11 de diciembre de 1975. Su antagonista, Francisco
Franco, lo había hecho el 20 de noviembre anterior.
3.
Una delatora fantasmal y decisiva
No hay mejor
historia que aquella que cuenta con héroes, sí, pero también con villanos. Y,
en la historia de la guerrilla leonesa, no hay peor villana que Evangelina, o Angelina,
si se quiere[43], y ello
por dos razones: por lo escurridiza que se nos hace su historia y por lo decisiva
que fue su denuncia. Veamos los motivos de mis aseveraciones.
Poca información
y bastante contradictoria. Una sola fuente impresa parece ser el origen de
cuanta información se recoge en otras acerca de Angelina[44],
lo que no obsta para que estas se aparten de aquella en algunos aspectos,
corrigiendo o ampliando. Comoquiera que el mío es un relato literario, no un ensayo, reflejaré lo acaecido al aire de lo que me parezca más verosímil.
Era Evangelina una cabreirense, nacida en la localidad de Odollo[45] que,
por unas razones u otras, se había trasladado a Ponferrada, considerándola
algunos como vecina de su arrabal de Columbrianos, a dos quilómetros de la
capital berciana. Hay quien dice que se empleó en servicios domésticos, bien
para el acuartelamiento de la Guardia Civil, bien para alguno de sus mandos:
tal vez, el capitán Felipe Romero[46]. No
habría sido mala colocación para una enlace con la
guerrilla, pudiendo conocer de primera mano los secretillos y confidencias que
en una casa-cuartel grande podían captarse. Pero tampoco sería una buena carta
de presentación para ganarse la confianza del maquis.
Dejémoslo ahí, ya que no encontraremos más agua en este pozo.
La casa de
la acción de Columbrianos (05-06-1945)
Lo que tiene más enjundia es que, como tantos
otros enlaces femeninos[47],
Evangelina había trabado amistad con un
guerrillero, de cuyo nombre nadie parece querer acordarse. En esa etapa, la
joven se convirtió en enlace o colaboradora de la guerrilla y tuvo acceso a personas
y lugares que luego delataría. En ese luego está la
circunstancia de que, andando el tiempo, el corazón de Angelina se volvió hacia
un policía armada, algo perfectamente posible,
entre otras cosas, porque en Ponferrada coincidían guarniciones y
acuartelamientos de entrambos Cuerpos de seguridad -Guardia Civil y Policía-. La
chica debía de ser relativamente fiel pues,
siguiendo los vaivenes de sus sentimientos, se alejó de la guerrilla: Era una antigua enlace, se dice. Aunque otros la consideran una
especie de agente doble -encubridora y confidente- y, ahondando en sus
sentimientos -vaya usted a saber cómo- afirman que mantenía una doble
relación sentimental. En fin, ni la Policía ni la guerrilla son
tontas y el Estado Mayor de esta
había puesto sobre aviso a los guerrilleros que visitaban una casa franca de
Columbrianos, propiedad de Catalina Martínez Núñez, mujer de su total confianza[48].
Mas, si la guerrilla no era tonta, sí lo eran algunos de sus miembros,
demasiado confianzudos o echados p’alante, que
siguieron frecuentando el lugar, incluso sin saber quién estaría detrás de una
posible emboscada, dado que no se habían recibido noticias claras sobre quién
podría haber puesto el inmueble en el punto de mira de las fuerzas armadas del
Gobierno.
El 5 de junio de 1945.
En realidad, la operación
fue precedida de una sorprendente descubierta, a cargo de la propia Angelina,
que se presentó el día anterior, a la hora de la cena, en casa de Catalina
Martínez[49],
seguramente con la intención de asegurarse de que en su interior se encontraban
tres guerrilleros de cierto renombre, encabezados por uno, apodado Artillero,
natural del mismo Columbrianos, y que ya había recibido la advertencia de que aquel
domicilio no era un lugar seguro para ellos[50].
Cerciorada de dicha presencia, la joven transmitió la información al capitán Romero,
de la Guardia Civil en Ponferrada, quien aprestó un amplio servicio de cerco y
asalto del edificio, para actuar -si los guerrilleros no reaccionaban antes- en
la madrugada del siguiente día, 5 de junio, martes. Así sucedió y lo demás
-como reza el tópico- es historia; un episodio histórico en que cayeron
muertos los tres guerrilleros albergados en la casa, la dueña de la misma y un
joven sobrino de esta, al que se le aplicó la llamada ley de fugas[51].
Hasta aquí, nada que hiciera buena mi afirmación de que la denuncia de
Evangelina tuviese un carácter decisivo; pero es que hay más: Algo que
seguramente, ni ella, ni la Guardia Civil sospechaban que se fuera a encontrar
en la casa. ¿Qué era? Acudamos a la fría y parca narrativa de los informes
policiales:
En el
transcurso del servicio fueron descubiertos por las fuerzas de orden público
documentos con un completo esquema de enlaces y colaboradores.
Así, unos dos
meses después, descifrados los datos por los agentes -cosa no muy difícil, pues
el cifrado y sus claves eran poco sofisticados-, quedaban identificados,
localizados y detenidos unos quinientos colaboradores e informadores de la
guerrilla leonesa. Era un golpe decisivo, en efecto, del que ya no se
recuperaría, por más que la red de enlaces tratara de reconstruirse en
los años siguientes. Una vez más, la torpeza de los maquis y la delación
de Evangelina Álvarez se habían conjugado para asestar al movimiento
insurreccional un golpe casi mortal.
[1]
El periodo que abarcan todos los relatos de la serie está comprendido entre los
años 1936 y 1951. He procurado seguir en la exposición un orden aproximadamente
cronológico.
[2]
Magno convento de la ciudad de León que, a lo largo de su secular historia,
sirvió total o parcialmente de prisión. En el periodo que aquí relato, pasaron
por este penal y centro de concentración o trabajo forzado, unas 8.000
personas, según cálculos solo aproximados. Véase: Javier Rodríguez González, Los
centros penitenciarios franquistas en León (1936-1950), en el volumen
colectivo, Les presions franquistes, www.centresderecerca.uab.cat,
pp. 51-70.
[3] Esa caída se produjo el 21 de octubre de 1937,
con la toma de Gijón.
[4] Se trata de una técnica narrativa. En
realidad, tal coincidencia fue espacial, pero no del todo cronológica.
[5]
Se alude a Juan Rodríguez Lozano (1893-1936), a la sazón capitán de Infantería,
con destino en el Regimiento de Burgos, número 36 de dicha Arma, de guarnición
en León.
[6] Periódico oficial del Partido Socialista
Obrero Español, editado en Madrid entre 1886 y 1939. Su poco exitosa
reaparición como diario tras el franquismo ha quedado hoy (2021) reducida a la
versión on line, para militantes y suscriptores.
[7] Julián Zugazagoitia Mendieta (1899-1940),
político y periodista, director de El Socialista en su época de mayor
esplendor (1932-1937).
[8]
Vicente Lafuente Baleztena (1882-1970),
militar sublevado en julio de 1936 contra la República, que se retiraría con el
rango de Teniente General.
[9] Casas Viejas (Cádiz), localidad que en enero
de 1933 fue escenario de una violenta insurrección anarquista, muy duramente
reprimida por la Guardia de Asalto. En los juicios subsiguientes se difundió la
especie infundada de que Manuel Azaña (Ministro de la Guerra y Presidente del
Consejo a la sazón) había dado la orden de que se tirase a matar y sin
contemplaciones contra los sediciosos. Lo he tratado a fondo en mi ensayo
histórico, Azaña en el Hotel de Francia, legible en este mismo blog.
[10] Las
frases en cursiva siguen fielmente el texto del testamento del capitán
Rodríguez Lozano.
[11]
En concreto en el campo de tiro de Puente Castro, en las afueras de León, el 18
de agosto de 1936.
[12] Se
alude al literato y periodista, Victoriano Crémer Alonso (1906-2009), utilizando
la forma apocopada Víctor para su nombre, que ha adquirido carta de
naturaleza en uno de sus nietos.
[13]
Nombre del Instituto General y Técnico histórico de León, fundado
en 1843 y empezado la docencia en 1846. En la época de este relato tenía su
sede en un excelente edificio historicista (1915-1918), sito en la calle Ramón
y Cajal.
[14]
Ricardo Zamora Martínez (1901-1978), uno de los mejores porteros de fútbol de
todos los tiempos. En junio de 1936, tras hacer en el campo de Mestalla
una de sus mejores paradas -decisiva para hacer a su Madrid, C.F.
campeón de la Copa de 1936- anunció su retirada, a los 35 años de edad.
[15] Alusión a la famosa fundación leonesa, Sierra-Pambley
(1887), cuya ideología y funcionalidad fueron marcadas hasta 1936 por sus
vínculos con la Institución Libre de Enseñanza. Tenía a la sazón en Villablino
sus principales instalaciones en el sector ganadero.
[16] Experiencias reales que dejó narradas
Victoriano Crémer en su obra autobiográfica, Libro de San Marcos, edit.
Nebrija, León, 1980.
[17] Entonces, de la Santa Inquisición. El periodo
de reclusión fue, de marzo de 1572 a diciembre de 1576.
[18] Alusión a Hipólito Rafael Romero Flores
(1895-1956), profesor de Filosofía, que ejerció como tal en el Instituto Padre
Isla de León entre 1931 y 1936, siendo también Presidente del Ateneo Obrero
de León y, durante tres semanas, (febrero-marzo de 1936), Gobernador Civil
interino de la provincia leonesa.
[19] José Gaos González-Pola (1900-1969),
importante filósofo español y mejicano. Fue profesor en el Instituto Padre
Isla solo dos cursos (1928-1930), trasladándose seguidamente, ya como
catedrático de Universidad, a Zaragoza.
[20] Concretamente, Reflexiones sobre el alma y
el cuerpo de la España actual (1900-1932), edit. Plutarco, Madrid, 1933.
[21] Alusión al hecho histórico y al cuadro de
Jacques Louis David, La muerte de Sócrates (1787), óleo que se expone en
el Metropolitan Museum de Nueva York.
[22]
Alusión al teniente general, Severiano Martínez Anido (1862-1938), importante
político durante la Dictadura de Primo de Rivera y en nuestra guerra civil
hasta su fallecimiento.
[23]
Fórmula inspirada en la dedicación por Romero de uno de sus libros a un amigo. La
existencia de amigos comunes del profesor Romero Flores y el autor de estas
páginas se plasmó en el texto y la ofrenda in memoriam del cuento, Atenea
y Afrodita, publicado (9 de diciembre de 2017) en este mismo blog,
dentro de la etiqueta de cuentos históricos.
[24]
El personaje aludido es Joaquín Calixto Heredia García (1895-1936). Sobre él,
véase el excelente trabajo de José Luis Gavilanes Laso, Un “paseado” en
tierras de León, Historia (Estudios Humanísticos), Universidad de
Salamanca, nº 9 (2010), pp. 165-194.
[25]
Era el nombre de la biblioteca de la Fundación Sierra-Pambley, debido a
que su origen fue el legado de los alrededor de siete mil volúmenes propiedad
de Gumersindo de Azcárate Menéndez (1840-1917), presidente del patronato de
dicha Fundación entre 1887 y 1917. La logia masónica leonesa llevaba el nombre
de Emilio Menéndez Pallarés, Gran Maestre del Gran Oriente Español entre
1901 y 1904.
[26]
Véase: Félix Martialay, Todo sobre la selección española de fútbol,
Librerías Deportivas Esteban Sanz, Madrid, 2006.
[27] Se trataba de Luis Medina Montoro, comandante
de la Guardia Civil.
[28]
De un soneto inédito de Romero Flores, dado a conocer por Gavilanes Laso, en su
artículo citado en la nota 23, pp. 169-170. A mayores, José Luis Gavilanes
Laso, ¿Qué fue de Joaquín Heredia Guerra? Seleccionador Nacional De Fútbol.
Prototipo de “paseado” de La Guerra Civil, edit. Lobo Sapiens, León, 2011.
La sorna se refiere al empleo por Romero Flores de un verso del himno falangista,
Cara al sol.
[29]
Alusión al increíble pretexto invocado por el protagonista del inolvidable film,
Casablanca (Michael Curtiz, 1942).
[30]
Alexander Easton (1895-1975). Que yo sepa, carece de biografía escrita. Breve
resumen, por ejemplo, en laescaleradeiakob.blogspot.com, entrada de 9 de
julio de 2014, titulada Alexander Easton, el Inglés.
[31]
Además de la de ingeniero civil, me
permito recordar la poco conocida como ingeniero militar, obtenida durante la
Primera Guerra Mundial.
[32]
Siglas de Special Operations Executive, organización secreta creada por
Winston Churchill al comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1940), con sede en
Londres y cuya misión era el espionaje, el sabotaje y el reconocimiento, con
agentes por toda Europa.
[33]
Sobre todo, por tratarse del antifranquista, Samuel Hoare (1880-1959), embajador
británico en España entre 1940 y 1944.
[34]
El médico se llamaba Genadio Núñez Antón y, al parecer, tenía 48 años de edad
en 1936. Su hijo fusilado, José Núñez Pérez, falleció con 26. Véase: José Cabañas
González, Julio de 1936. La defensa de la República en El Bierzo, www.leonoticias.com, 21 de julio de 2018.
[35] Se llamaba Ángel Basante García.
[36]
Se trató, al parecer, de Marcelino de la Parra Casas, ejecutado por garrote vil
en noviembre de 1948, a los 29 años de edad.
[37]
Radio Pirenaica o Radio España Independiente, emisora de radio
controlada por el Partido Comunista de España, que retransmitió desde la URSS
(1941-1955) y desde Rumanía (1955-1977).
[38]
Se publicaron 15 números, con una tirada media de unos 300 ejemplares, entre el
1 de abril de 1943 y el mismo día de 1946. Véase: Armando Recio García, Propaganda
de la guerrilla antifranquista, tesis doctoral de la Universidad
Complutense de Madrid, Madrid, 2016, pp. 155-159 (de libre y completa consulta
por Internet)
[39]
Para los efectos de este ensayo, me remito al certero resumen de Guillermo
Camuñas Álvarez, Entre robles y brezo. Historia de la guerrilla leonesa, Universidad
Autónoma de Barcelona, Memoria de Grado de Historia, curso 2013-2014 (de libre
y total acceso a través de Internet).
[40]
Hoy por hoy (2021), la obra de referencia sobre este tema es: Vicente Fernández
Vázquez, La verdad sobre el accidente ferroviario de Torre del Bierzo (1944),
Instituto de Estudios Bercianos, Ponferrada, 2019. En esta obra se da la cifra,
segura por defecto, de 100 muertos y 111 heridos, 29 de ellos muy graves. Otros
autores hablan de entre 200 y 250 muertos, y algún atrevido llega a los 500. En
cualquier caso, parece el accidente ferroviario con más muertos, de los
producidos en España.
[41]
Véase: José Piñeiro Maceiras, Reflexiones en torno a la catástrofe
ferroviaria de 1944 en Torre del Bierzo (Causas, víctimas, normas), Argutorio,
nº 32 (2014), pp. 46-54, y Adenda, Argutorio, nº 21 (2019), pp. 29-38.
En dicha adenda el autor promete continuación, lo que hasta ahora no me
consta que haya cumplido.
[42]
Véase antes, la nota 35. Además, Carlos J. Domínguez, Marcelino de la Parra,
tierra y silencio de un luchador relegado, www.diariodeleon.es, 8 de septiembre de
2013 (excelente artículo, en mi opinión).
[43]
Evangelina Álvarez, de quien nada más de seguro he hallado en cuanto he leído,
para determinar sus demás datos identificativos o familiares, salvo que podría haber
sido natural de Odollo (León).
[44] Se trata de Secundino Serrano, Maquis.
Historia de la guerrilla antifranquista, Temas de Hoy, Madrid, 2001.
He manejado la edición on line, Lectulandia, www.wordpress, 6 de diciembre de 2013, p. 130.
Desafortunadamente, no recoge en nota el origen del conocimiento de los datos
que ofrece sobre Angelina.
[45]
Históricamente, Odollo fue municipio con una modesta población (a mediados del
siglo XIX, el Diccionario de Tomás Madoz, tomo XII, le asigna unos 150
habitantes). Actualmente, pertenece al Ayuntamiento de Castrillo de Cabrera
(León) y no llega a los 40 residentes (2017). Para los efectos de lo que luego
se dirá, indicaré que la distancia de Ponferrada es de casi 70 kilómetros, pero
lo enrevesado del camino obliga a emplear alrededor de hora y media en el
viaje.
[46]
Felipe Romero Alonso, a la sazón capitán jefe de la 4ª Compañía de la 108ª
Comandancia (León) de la Benemérita. Su especial relación con Angelina
se acreditará más adelante, en este mismo capítulo.
[47]
Por supuesto, era una de las formas de incorporarse las mujeres a la
guerrilla, como combatientes o como enlaces. Véase: Alicia Prada Fernández, Mujeres
y resistencia antifranquista en El Bierzo (1936-1951). Guerrilla, represión y
supervivencia, Tesis de Máster, Oviedo, 2017, espec. pp. 13-23. Puede
consultarse libre y completamente en Internet.
[48]
La casa, mal que bien, sigue en pie hasta ahora (2021). Corresponde al número
61 de la calle de Columbrianos que, en honor de estos sucesos, ha pasado a
llamarse del 5 de junio.
[49]
No resulta fácil de admitir la visita de
Angelina a la casa. Sin embargo, está recogida por el especialista en temas de
la guerrilla, Secundino Serrano, en obra y página citadas en la nota 43.
[50]
Los tres guerrilleros eran: Miguel Cuellas Gómez, Artillero, nacido en
1912; Roberto Arias Carujo, Felipe, nacido en 1913, y Manuel Moreno
Casado, Andaluz, también nacido en 1913.
[51]
Iniciada su aplicación conocida en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera,
era una práctica basada en la expresa autorización legal de disparar a matar a
todo aquel que huyera contra las órdenes de las fuerzas de orden público. El
abuso de tal permisividad legal vino de la mano de ciertos jefes y agentes, que
forzaban a dicha huida, sin o contra la voluntad de los detenidos. Sobre la
acción de Columbrianos, véanse: Vanesa Silván, El asalto de Columbrianos,
www.leonoticias.com, 29 de marzo de 2015;
Anónimo, Acción contra el “Maquis” en Columbrianos, www.benemeritaaldia.org, 2 de agosto de
2020.
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