Relatos de violencia, con León al fondo (II)
Por Federico Bello Landrove
A Santiago Crespo García, para quien nada leonés le es ajeno
Mis lecturas
sobre lo vivido en la provincia de León durante la guerra civil y, sobre todo,
en la posguerra[1],
me llevan a redactar, en tres entregas, este conjunto de relatos que, con una
pizca de fantasía y un montón de realidad, podrían componer un panorama de la
violencia y el dolor de dichos momentos. En cualquier caso, mi pretensión es
más modesta: presentar a mis lectores, de forma muy breve, un panel de retratos
de algunos de los más característicos personajes de aquel lugar y aquellos
tiempos.
Castillo de Ponferrada
1. Miss
Ponferrada de 1933
Tenía unos
espléndidos y lúcidos 89 años, cuando un periodista especializado fue a
entrevistarla a una residencia para ancianos de Flores del Sil[2], en la comarca berciana en
que había nacido allá por 1913. Según cuenta ella[3], era la hija pequeña en
una familia muy numerosa -siete hermanos-, de derechas, cuya madre había
fallecido, aún joven, en 1931. Apenas imaginaba, en tales circunstancias, que
alguien pudiese haber tirado de ella hasta el Casino de Ponferrada[4], en una ocasión tan
festiva, que se celebraba el certamen de belleza para elegir a la más hermosa de
entre las aspirantes. Corría el año treinta y tres y aquella joven, Francisca,
de 19 años aún, alcanzó el título de Miss Ponferrada. Creo recordar que,
ya anciana, había narrado que ese fue el origen de una efímera popularidad en
aquella, todavía, pequeña ciudad[5], así como de que conociese
a quien pronto había de ser su marido, Vicente, nacido en Camponaraya y con
empleo en la capital de El Bierzo, en la que era reconocido como uno de los
sindicalistas más activos. Se casaron en 1935 y tuvieron a su único hijo al año
siguiente[6]. Para entonces, quien
sería conocida más adelante por Paquina, había asumido la ideología de
su marido que, a raíz del Alzamiento militar de julio de 1936, huyó de El
Bierzo, caído en manos de los rebeldes, para integrarse en las tropas
republicanas del Frente Norte. Su esposa apenas sabría de él, hasta recibir la
noticia de que, a sus 26 años de edad, había muerto en acción de guerra en la
zona asturiana de El Escamplero, en el año 1937[7]. Por su incorporación en
el Ejército de la República, Vicente Campillo Ovalle recibiría la consideración
póstuma de comandante[8], percibiendo su esposa la
correspondiente pensión de viudedad, hasta su propio fallecimiento en el año
2007.
Miss Ponferrada 1933… y la carta delatora
Viuda, madre y
económicamente desamparada, Paquina pasó a gestionar la que ella
calificó como una tienda familiar, especie de quiosco pegado a la muralla del
castillo de Ponferrada. Era una ocupación que ni pintada para comunicarse con
mucha gente sin levantar sospechas, así como para hacer circular mercaderías de
matute, escondidas entre las de lícito comercio. Con la brevedad de una
entrevista periodística, relataba un par de hechos, que debieron de repetirse a
lo largo de aquellos años de guerra civil y de guerrilla en la comarca:
-
En la tienda vendíamos
productos de elaboración familiar, como vino y queso. Ello me daba pie para
que, cuando aparecía por allí algún guerrillero en apuros o su madre, fuese yo
la que le entregaba los comestibles, aparentando que eran ellos quienes venían
a vendérmelos.
Y otro:
-
¡Cuántas veces, en los cestos y
banastas del reparto de víveres, iban escondidos los mensajes, pasquines y
octavillas que a la guerrilla interesaba difundir!
Quiere decirse
que, para entonces, Paquina se había convertido en una enlace de
los guerrilleros. Cuando la Federación de guerrillas de León y Galicia formó el
denominado, un tanto pomposamente, Servicio de Información Republicana, la
todavía joven tendera de junto al castillo pasó a formar parte de él y, en
consecuencia, a quedar registrada en aquella funesta libreta cifrada, de la que
he dejado constancia en un relato anterior[9]. ¿Con qué nombre y siglas?
Paquina se reiría al recordarlo: La mártir de la causa,
abreviadamente, LMDC.
***
Como se sabe, el
5 de junio de 1945, la susodicha agenda cayó en manos de la Guardia
Civil. Para entonces, Paquina era un nombre familiar, pero una identidad
ignota para las fuerzas de orden público. Lo reconocería un teniente coronel de
la represión, cuando se la echó a la cara en la cárcel, tres años después:
-
¿Qué tú eres la famosa Paquina?
¡La de sueño que nos has quitado!
Es probable que
el militar hubiese seguido desvelado bastante tiempo más, si no hubiera sido
por un humilde número de la Benemérita que, al leer las iniciales LMDC,
tuvo ese pálpito genial, capaz de convertir el error en acierto:
-
¿LMDC? Esa tiene que ser la
tendera que ya hemos detenido otras veces, sin fruto: La Mujer De Campillo.
¡Bingo! La buena
de Paquina se lo tomaba con filosofía, muchos años después:
-
El guardia acertó y yo nada
podía objetar al respecto. ¡También era casualidad que la mártir de la causa
se hubiese casado con un Campillo! Además, dieron con una carta mía de ánimo a
la guerrilla y, como la escribí a mano y con mi letra, aunque negué haberla
escrito, ellos lo comprobaron cotejándola con otros escritos míos.
Si poco durmió el
teniente coronel por culpa de Paquina, tampoco durmió mucho esta durante
los tres años que estuvo en la cárcel de Ponferrada[10], edificio vetusto y poco
acomodado a prisión de la Edad Contemporánea[11]. De lo poco bueno que
tenía, se contaba el tamaño, pero este se quedó cortísimo cuando la zona de
mujeres hubo de recibir a unas noventa reclusas.
-
Era imposible tumbarse para
descansar, pero no les importaba mucho a las guardianas. Si no pueden dormir
echadas, duerman derechas -nos decían-.
¡Hasta para
dormir había que ajustarse a la ideología dominante!
Antigua prisión de Ponferrada
La otra ventaja
de la cárcel ponferradina era su ubicación, en el centro de la población, algo
que podía facilitar el contacto familiar. El hijo de Paquina era de los
que lo aprovechaba, sin necesidad de pase. Le gustaba cantar, y no lo hacía
mal, en opinión de su madre, que toda la vida recordó su canción favorita, escuchada
al otro lado del muro:
Madre, la del
cabello de plata / que en tu regazo sublime / cuánto me hiciste soñar / Madre,
por la que tanto he sufrido, / no quisiera verte lejos / ni ver tus ojos llorar.
/ Amor como el tuyo / no encuentro en la vida, / ay, madre del alma, / de amor
sin igual. / El viento te lleva / jirones del alma, / ay, madre del alma,
/cuánta es tu bondad …[12]
En 1948, sin visos
aún de ser excarcelada, una prima de Paquina contactó con el teniente
coronel de marras, con vistas a lograr su recomendación para que pudiera viajar
a la Argentina, donde, con la ayuda de familiares, le sería más fácil reanudar
su vida. Pese al insomnio, el jefe pulsó las teclas adecuadas, no sin
antes explicar su condescendencia, con cierta guasa:
-
Ande,
y vaya bendita de Dios a Buenos Aires, que así ahorrará el Gobierno el dinero
de su manutención. De modo que ¡con los brazos abiertos!, y el agradecido soy
yo.
Todavía hubieron
de pasar muchos meses, hasta que madre e hijo pudieran subir al trasatlántico.
El muchacho, ya de trece años, no había perdido su afición al cante. Según su madre,
se pasó todo el viaje llorando y cantando la famosa Canción del Emigrante[13];
y, si alguien se cansaba de tanta monotonía, el cantor lo explicaba:
-
¡Francisca
Nieto y su hijo, Alberto Campillo, se despiden de todo El Bierzo!
Lo de Progreso,
por obsoleto, lo omitía.
***
El resto tiene que
ser más breve, pues es la tópica historia de destierro y de trabajo de aquellos
emigrados por motivos políticos. Alberto murió joven, a los 46 años y de
cáncer, según su madre. Esta hizo de todo: labranza, servicio doméstico,
patrona de pensión…, y así hasta su jubilación cuando, siempre viuda y ya sin
el hijo, resolvió volverse para España; para una España en libertad y tan
distinta de la que había dejado, casi cuarenta años atrás.
Todo anciano querría
dejar un legado para el mundo que no está lejos de abandonar. El de Paquina era
este:
-
Paz…
paz… paz, la que tengo yo ahora. Paz… Aunque sufro por los que están
sufriendo, por los que están luchando. Y lloro, pero ya no puedo hacer nada.
Pero vosotros, cuando veáis esas peleas, haced buenos hechos y las armas, que
las agarren los criminales, no vosotros. Sabe Dios la época que venga
ahora.
Pero no una paz a
costa del olvido. Lo afirmaba tajante:
-
Dicen
que hay que olvidar el pasado, pero yo digo que el que olvida el pasado no es
digno del presente, porque no le sirve. El pasado sirve de lección en el
presente, sobre todo para que no haya tanta avaricia, tanto crimen, tanta
riqueza y tanta pobreza.
Y así, quien en un
tiempo deseó la muerte[14],
murió a los noventa y cuatro años de su edad, dejando luchas, sufrimientos y
recuerdos, que yo ahora he narrado a mis lectores, con la impresión de que
-como en tantas ocasiones- no hace falta embellecer los hechos con la
imaginación, pues la realidad supera la fantasía.
2.
Dos Gobernadores sentimentales
Nadie me va a
criticar por calificar de sentimental a un hombre bueno y pacífico, como
Rafael Romero[15] que, a
ruego de Manuel Azaña, ocupó interinamente el Gobierno Civil de León durante
tres semanas, en febrero y marzo de 1936, hasta que la situación se normalizó,
después de aquel sarampión revolucionario que trajo la victoria en las urnas de
España del Frente Popular[16].
Y eso que el epíteto resulta un tanto excesivo; pero ayudará mucho a que no se
me censure el hecho de que escriba sobre un perfecto desconocido, como lo es el
Don Rafael metido con calzador a político[17].
Tras el Alzamiento
militar de julio de 1936, Don Rafael fue encarcelado en el penal leonés de San
Marcos y sometido a proceso sumarísimo que -¡oh grata sorpresa!- concluyó con
un archivo provisional, sin que la autoridad militar considerase que hubiera
motivos para celebrar juicio contra el encausado[18].
Tuvo, pues, nuestro Gobernador por tres semanas la ocasión de explayarse al
declarar en presencia del juez instructor, algo que no solía suceder cuando se
celebraba el juicio. Es una declaración muy meditada y -como no podía ser de
otra manera- presentando los hechos de la forma más grata para quien habría de
juzgarlos. No cabe duda de que el inculpado acertó, puesto que se sobreseyó el
asunto. Pero no es su éxito el motivo de traer yo aquí las manifestaciones de
aquel Gobernador, profesor de Filosofía de profesión y escritor por afición. Se
trata, más bien, de justificar mi valoración de su persona como un
sentimental, en el mejor y menos comprometido sentido de la palabra. Veamos
cuál era la situación reinante y lo que nos dice aquel hombre en grave peligro,
tantos años después de que se apagase el eco -que no los ecos- de sus palabras.
Romero Flores y su obra más popular
Las cosas andaban revueltas por León
y, al parecer, la autoridad máxima vigente, Luis Pardo Argüelles, se mostraba
incapaz para remediarlo. Tres o cuatro días antes de que se posesionase Romero
Flores, la cárcel fue objeto de un intento de asalto, así como el edificio de
la Guardia Civil. La noche anterior a su toma de posesión, otro intento de
asalto a la cárcel revistió suma gravedad y estuvo León a punto de ser escenario
de una verdadera tragedia. El gobernador sustituido había perdido la autoridad,
al punto de no poder asegurar el orden público. Vamos, el peor de los
escenarios para que un recién llegado a la política cumpliera con el arduo
cometido que a todo Gobernador Civil competía, de asegurar la seguridad y la
tranquilidad, dirigiendo la acción de las fuerzas policiales a sus órdenes.
¡Menos mal -se diría Don Rafael- que, antes de montarse aquel pitote, ya había
escrito a su amigo Azaña, declinando el honor que le hacía de promoverlo
a las alturas del gobierno de la provincia! Pero el Presidente del Consejo de
Ministros era un poquillo terco y no se iba a conformar con un no por
respuesta. Al menos, por el momento.
El día 21 de
febrero contactó con Romero Flores el entonces ministro de Hacienda, el
astorgano Gabriel Franco, antiguo amigo suyo y compañero de estudios. En vista
de las noticias de que el Gobernador Civil cesante comunicaba respecto al
quebrantamiento del orden y de su autoridad, era necesaria su sustitución
inmediata, y le rogaba encarecidamente tomase el mando interino de la provincia
durante los dos o tres días que tardaría en llegar el gobernador en propiedad.
Romero Flores se negó rotundamente a aceptar el cargo, ni siquiera con el
aspecto de interinidad que se le decía. Y no pasó más, hasta las diez de la
mañana del domingo 23, en que desde la Presidencia del Consejo se le ordenó por
teléfono hacerse cargo inmediatamente del Gobierno Civil, en vista de los
sucesos de la noche anterior, recordándole que ello estaba dentro de sus
deberes como funcionario público[19].
La orden tuvo que cumplirse, pero, eso sí, con la promesa de una inmediata
liberación de la desagradable carga. Para Romero Flores –según confesó más
tarde cuando se le imputó como cargo haber aceptado el nombramiento– pretextar
una enfermedad que oponer al mandato, hubiese sido, además de cobarde,
antipatriótico. León estaba en aquellos momentos en grave convulsión social y
política, como el resto de España en los aledaños de una guerra civil, para que
un hombre amante de la autoridad y de la paz social escamotease su contribución
y esfuerzo, aun a costa de realizar el sacrificio más grande que había hecho
hasta ahora en su vida. Ya digo, un hombre sensible, capaz de ofrendar al amigo
y a la sociedad de la provincia su resolución y su tranquilidad.
En consecuencia, Don
Rafael tomó posesión del Gobierno Civil de León a las diez de la mañana del
domingo 23 de febrero y, desde aquella fecha hasta el momento de su sustitución,
tuvo la suerte de que en la capital y en la provincia no hubiese graves
altercados. ¿Suerte? Si, principalmente buena fortuna[20];
aunque él lo explicase a sus jueces de otra manera más favorable:
Tengo la
seguridad de que no habrá una sola persona en León que no esté enterada del
inmenso sacrificio que me impuse en favor de la seguridad de mis convecinos, y
de los días amargos que viví hasta que por fin fui sustituido por el gobernador
nombrado en propiedad, no a los dos o tres días como se me prometió, sino a los
veinte. Con satisfacción puedo decir que a costa de mi tranquilidad y la de mi
familia presté un obligado servicio a la tranquilidad del pueblo leonés, y esta
satisfacción me la han hecho sentir con sus palabras y sus demostraciones las
personas de orden que durante mi gestión y después de ella cambiaron conmigo
impresiones al efecto.
Sigamos la
declaración. Poco más adelante, llega el momento de expresar lo ásperos que
eran los frentepopulistas y lo alejado de ellos que se encontraba el
deponente:
Me interesa mucho consignar que mi
designación no fue debida a intercesión del Frente Popular, más bien todo lo
contrario. Desde mi despacho oficial recriminé a destacados miembros de la
Comisión del Frente, decisión que concitó contra mí la animadversión del Frente
Popular, que solicitó telegráfica y reiteradamente mi destitución.
Apagada la vela al
demonio del Frente Popular -aunque sin citar al archidiablo Azaña-, llega el
momento de encender la que prende al dios de la escrupulosa moral católica.
Romero Flores lo manifiesta así:
Durante los
veinte días de mi gestión al frente del Gobierno Civil, además del orden
público, procuré que la vida leonesa adquiriese el tono de moralidad que
desgraciadamente le faltaba. Y así, se impusieron sanciones pecuniarias a
varios individuos, entre ellos a un maestro nacional por realizar actos de
probado indecoro. Fueron multados inapelablemente los tres establecimientos de
la capital en donde se jugaba desde hacía tiempo, sin que nadie se hubiese
preocupado de evitarlo de manera eficaz. Al dueño de un café céntrico, en el
que bajo pretexto artístico se toleraba una porción de porquerías en el
escenario, se le multó igualmente, prohibiendo la continuación del lamentable
espectáculo. Ordené la clausura de un desdichado ‘cabaret’, cuyos artistas y
público hacían imposible, con sus frases y desvergüenzas, la tranquilidad de
los vecinos, entre los cuales estaban las Siervas del convento de la Plaza de
San Isidoro. Por cierto, que según me enteré después, el tal ‘cabaret’ fue
abierto nuevamente a los pocos días de cesar yo en el cargo. En fin, creo que
cumplí con mi deber, no solo en el orden ciudadano, sino también en el aspecto
moral, tan importante o más que el anterior.
No es cosa de
poner a Dios ni al propio honor por testigos de los buenos sentimientos
demostrados con un comportamiento tan recto, aunque ligeramente orientado hacia
la diestra. Don Rafael se remite a la opinión y el juicio de las personas de derechas,
de las fuerzas vivas de León:
Todo esto puede
ser confirmado por personas y entidades que están dispuestas a sostener hoy su
opinión de entonces. Repito que me cuesta gran trabajo el tener que hablar
tanto de mí, haciendo una defensa que siempre creí la harían por mí las
personas responsables y decentes del campo derechista que extremaron entonces y
después los elogios por mi gestión. El enorme sacrificio que se me exigió lo cumplí
lo mejor que pude, mucho más cuanto que el cargo que se me ordenó ejercer por
dos o tres días se prolongó hasta el número de veinte, durante los cuales
solamente dejé de dar dos clases en el Instituto. El haber puesto mi
tranquilidad y mi comodidad personal al servicio de la Patria y del orden de la
provincia, durante aquella amarga temporada, en un cargo que siempre había
repugnado, constituía para mí un doloroso desplazamiento de mis amores
favoritos, la familia y los libros.
Lo dicho, un político
sentimental: la cuadratura del círculo, aunque la maravilla solo durase veinte
días.
***
El segundo
Gobernador Civil sentimental de León tiene un nombre y un apodo que les
van a asombrar: Carlos Arias Navarro, El carnicero de Málaga[21].
Resulta anecdótico, pero interesante para este relato, que quien luego
alcanzaría el summum de la política española, como Presidente del
Gobierno[22], se
estrenara en ella como Gobernador Civil de la provincia leonesa[23]
durante más de cuatro años. En fin, ¿qué sentido le doy en su caso al epíteto sentimental?
Me limitaré a explicar aquello que tenga relación con León, pues la persona y
la personalidad de Arias son lo bastante importantes y poliédricas, como
para tomarlas a la ligera: tanto que, a muchos años de su muerte, no se ha
publicado una biografía completa del personaje[24].
Arias Navarro, en su juventud
(cortesía Agencia EFE)
Cuando Carlos
Arias llega a León a iniciar su carrera política tiene 35 años y, hasta ese
momento, su trabajo, serio e intenso -demasiado intenso en algunos
aspectos-, ha sido de carácter jurídico, como funcionario del Ministerio de
Justicia y Fiscal, tanto civil, como jurídico-militar. Su madre,
verdadero apoyo familiar y afectivo en su vida, había fallecido un año antes y,
tal vez, deseara llenar un vacío moral asumiendo nuevos retos, que el Régimen
le ofrece, a través de un alto cargo de la Carrera Fiscal[25].
El recién llegado, por muy Gobernador que sea, rehúye el acomodo en la vivienda
oficial y se acoge, como un transeúnte solitario, a las habitaciones del Hotel
Oliden, ciertamente céntrico y lujoso[26],
pero un hospedaje, al fin y al cabo. Arias sigue sin parecer un sentimental. Es
posible que lo hubiesen puesto sobre aviso de que la leonesa era una provincia
en que había que mantenerse en guardia, ante la abundancia de guerrilleros
activos, sobre todo, en sus extensas comarcas montuosas.
No tardará en
tener constancia de tal riesgo. Uno de los hijos del magnate de la minería,
Emilio del Valle Egocheaga, es secuestrado por los maquis, que exigen
por su libertad y su vida un fuerte rescate. Dentro del secreto con que se
llevan estas cosas -y más, en una dictadura como la franquista en su primera
fase-, consta que la atribulada familia solicita la cooperación personal de
Arias, no tanto como jefe nato de las fuerzas provinciales de orden público,
cuanto como persona eficaz y experta. El Gobernador actuará con tino y acierto,
y el secuestrado recuperará la libertad sin detrimento de su vida. Corría el
año 1946, en el que Arias Navarro recibió una de las primeras y más
sorprendentes condecoraciones que acaparó a lo largo de su vida: la Medalla de
Oro al Mérito Social Penitenciario[27].
Estamos en nuestro derecho de poner en duda los méritos de Don Carlos, habida
cuenta de que la concesión no fue públicamente motivada. Pero no perdamos el
hilo…
Las negociaciones,
llevadas al alimón con la familia del Valle, dieron la oportunidad de que se conocieran
-o, al menos, se trataran- el Gobernador Civil y la hermana del secuestrado,
llamada María Luz, a quien maliciosamente se presenta como una mujer
provinciana, ocho años más joven que él, y encaminada a ser la típica solterona
de la época al cuidado de su padre[28].
Yo he de discrepar de tales aseveraciones, al menos, en dos aspectos: el provincianismo
de la señorita y su calificación de solterona, cuando su edad sería
la de treinta años[29].
Más conforme tengo que hallarme con la calificación de singular,
atribuida al hecho de que el noviazgo fuese de diez años de duración, y a
distancia. Lo cierto es que, en febrero de 1949, Arias cesa en el Gobierno
de León y, por tres años, abandona la política, marchándose a ejercer como
notario en la localidad ciudadrealeña de Almodóvar del Campo, dejando la boda
para mejor ocasión. No es, pues, extraño que, cuando se celebrara el
matrimonio, los contrayentes no estuviesen ya muy predispuestos para la
paternidad: De hecho, no tuvieron hijos.
Así que no tengo
más remedio que matizar mi propuesta inicial: ¿Sentimental Don Carlos
Arias? Bueno, solo hasta cierto punto.
3.
Un guerrillero solitario, apodado Pelotas
Manuel Ramos Rueda,
conocido por Pelotas[30],
fue el más famoso de esa estirpe, poco habitual en El Bierzo, de
guerrilleros solitarios y urbanos, más conocidos por sus golpes individuales y
en poblado, que por sus hazañas dentro de una partida, realizadas en el
monte o en alguna pequeña aldea. Pero, antes de llegar a ese momento álgido y
popular de su vida, Pelotas hubo de pasar -como cualquier hombre del maquis-
por un periodo de formación, en grupo y en despoblado. Bien merece este
personaje una referencia algo detallada a dicha fase de su vida, que desarrolló
entre España y Francia, en los años 1937 a 1946. Intentaré tal resumen.
Foto policial de Ramos Rueda
Minero de la
cuenca de Sabero-Cistierna en su adolescencia, Manuel se integró de inmediato
en las Juventudes Libertarias de la CNT y el 24 de marzo de 1934, en
circunstancias imprecisas, disparó mortalmente en Cistierna contra un joven de
Fuentes (León), apodado El Chulo. En consecuencia, Ramos huyó
precipitadamente a Madrid, donde desempeñó diversos trabajos y pasó por prisión,
logrando escapar en el año 1936, incorporándose en Cármenes[31]
a un Batallón Confederal, y alcanzó el grado de teniente del Ejército
republicano. En mayo de 1937, se afilia a la Federación Anarquista Ibérica y, a
la caída del Frente Norte (octubre de 1937), logra pasar a Francia, donde nos
interesa especialmente consignar dos datos. En primer lugar, su cambio
ideológico, que le lleva a integrarse en formaciones comunistas, a partir de
entonces. Y, en segundo lugar, su activa participación en la Resistencia francesa
en el Languedoc, donde evidentemente acabó de formarse el formidable
guerrillero antifranquista que llegaría muy pronto a ser.
A su regreso de
Francia, dentro de las directrices recibidas del Partido Comunista de España, se
integró en el grupo o partida del guerrillero asturiano Ferla[32],
aunque por poco tiempo, dada la poco acomodaticia actitud de este hacia el
PCE, que llegaría a decretar su expulsión del Partido en 1946. Mejor mandado,
Ramos pasó a la zona de Boñar, con el objetivo político de crear un Grupo
Especial Volante, encaminado secretamente a sustituir la vigente supremacía
en la guerrilla de socialistas y anarquistas, por la de los comunistas.
Aquellos -unos y otros- no se dejaron engañar y dejaron prácticamente solo a
Ramos quien, por un tiempo, encabezaría un pequeño grupo de adeptos al PCE que,
según iban cayendo en acciones armadas, eran reemplazados por otros,
generalmente enviados o reclutados por el Partido, con mejor o peor acierto. Esta
situación de incertidumbre y semi soledad acabó por curtir a Ramos, que ya
estaba pronto a convertirse en el Pelotas, conocido y temido en toda la zona
de León. Constituiría, en esta tierra poco fértil en guerrilleros urbanos, el
mejor ejemplo de aquel dicho que circuló de boca en boca entre los políticos
que manejaban la guerrilla: Tiene más repercusión un guerrillero en la
ciudad que cien en la montaña.
***
Es llamativa la
forma, objetiva y lacónica, con que Ramos relató sus golpes en el breve
memorial que dejó escrito, antes de desaparecer, y que comprende su actividad
guerrillera, entre el verano de 1945 y 1948. Voy a recoger textualmente tres
episodios, que me han parecido de una frialdad que define muy bien los
inevitables sentimientos -o la falta de ellos- de un individuo adaptado a la
vida violenta, por él escogida:
… En San Pedro
Bercianos (28 de julio de 1946), contra el estanquero, que era falangista.
Participaron Enrique, Llaneza, César, un guerrillero más, reclutado …(ilegible)…
últimamente y yo. Aquí fue herido
César, pero no se sabe quién lo hirió. En esta ocasión Enrique se puso nervioso
y comenzó a disparar. Al formarse el tiroteo, empezaron a correr y dejaron a
César en el corral, herido. Yo me volví e hice que volviera conmigo Llaneza
para recoger a César. Entramos al corral y yo aproveché para tirar la puerta y
matar al dueño del estanco y al sobrino[33].
A César lo llevamos 14 kilómetros para ver si lo podíamos curar; pero se nos
fue desangrando por el camino y tuvimos que … (ilegible, pero evidente)… que
no dejarlo vivo y pudiera hablar.
… En octubre del
47, en Sariegos, di un golpe yo solo. Este tuvo carácter de propaganda y recogí
entre todos los ricos 3.000 pesetas. Yo fui primero al cura del pueblo a
pedirle que me diera los nombres de los ricos que había en el pueblo. Y después
fui yo por las casas, pidiendo. Cuando alguno me decía que no tenía dinero, la
contestación era que la información me la había dado el cura y que la multa era
correspondiente a los impuestos que pagaba. Los obreros del pueblo se frotaban
las manos de alegría después de este golpe, diciendo que habían tenido que dar
los ricos dinero para los presos de izquierda. El cura murió a los tres días de
esto. Los falangistas decían que Ramos ya no mataba a nadie pero hacía las
cosas de tal forma, que se morían solos.
El tercero es, tal
vez, el golpe más famoso de Pelotas:
… El 23 de agosto (de 1947) fui a ver a Malagón[34],
dueño del comercio La Revoltosa. Le planteé que necesitaba dinero. En otra
ocasión este me había prometido darme dinero. Después de hablar con él un rato,
me dijo que no triunfaríamos. Yo le contesté que trabajábamos por eso. Cuando
yo estaba hablando con él, la cajera le dijo: “Pues se me parece a uno de la
foto del agente”. En ese momento, Malagón se abalanzó sobre mí, como con
intención de detenerme. Yo, haciendo esfuerzos, logré sacar un revólver que
llevaba encima. Le disparé, matándole, e hiriendo a un dependiente que se
encontraba por allí. Los dependientes han hecho correr por León que la culpa
fue del dueño, que no me quiso atender cuando yo le hablaba con buenas maneras.
Quizá esos
episodios, y otros varios igualmente espectaculares, no habrían bastado para
dar a Ramos Rueda la valoración de leyenda, de no haber realizado él
alguna publicidad y haber exagerado sus éxitos y osadía el público en general. En
lo tocante a sus iniciativas, el propio Pelotas escribe escuetamente,
refiriéndose al primer semestre de 1946, sin determinar fecha:
… Por la parte
de Carrizo dimos un golpe en casa de un alcalde que se dedicaba al estraperlo.
Cogimos 8.000 pesetas, nos las repartimos entre los dos (un compinche y
Ramos) y con ellas compré la primera multi.
Esa y otras multicopistas
sirvieron al guerrillero para lanzar octavillas, pasquines y panfletos varios.
Más enjundia tuvo su edición de hasta tres números de un periódico, titulado Lucha.
Portavoz de la Resistencia Leonesa. Obtuvo los medios necesarios para ello
del atraco a una imprenta de León[35],
y se dice -seguramente, con exageración- que llegaron a editarse y distribuirse
hasta tres mil ejemplares de cada publicación.
Entre la realidad
y la mitología, se cuenta que exigía dinero en nombre del Socorro
Rojo; que retaba a la Policía a pelear con él en las afueras de León; que
llegó a pasar revista a efectivos de la Guardia Civil, disfrazado de capitán.
En fin -y esto se convirtió en lugar común-, se corrió que en las mesas de los
bares en que comía dejaba escrito o grabado su nombre.
Agotados, en su
opinión, el periodo y las oportunidades de la guerrilla, Pelotas pasó a
Francia por Urepel (Pirineos Atlánticos), el 4 de octubre de 1948; rindió
informe por escrito a las autoridades del PCE -texto al que pertenecen los anteriores
fragmentos- y, seguidamente, desapareció sin dejar rastro… Claro que mejor
sería decir sin dejar rastro conocido para historiadores poco
laboriosos. En efecto, creo que hay algunos cabos que bien habría merecido
la pena atar, antes de dar el silencio como respuesta[36].
En cualquier caso, yo solo he querido hacer memoria, no Historia; y para eso,
creo que ya es suficiente por ahora.
Aviso de la Autoridad, del todo innecesario
[1] El periodo que abarcan
todos los relatos de la serie está comprendido entre los años 1936 y 1951. He
procurado seguir en la exposición un orden aproximadamente cronológico.
[2] Populoso barrio ponferradino, que actualmente
(2021) cuenta con unos 9.000 habitantes.
[3] Entrevista concedida en marzo de 2002 al
periodista, Aitor Fernández. Véanse: Aitor Fernández, Paquina, enlace de la
guerrilla antifranquista, www.datecuenta.org, 14 de abril de 2013; Violeta
R. Oria, “Paquina”, de Miss Ponferrada a enlace de la guerrilla republicana,
www.elbierzodigital.org, 27
de mayo de 2020.
[4] En Ponferrada existían dos
instituciones susceptibles de calificarse de casinos: el que lo era
oficialmente, conocido en la localidad como La Tertulia, fundado en 1867,
y el centro cultural y recreativo, llamado con propiedad La Obrera, fundado
en 1889. Supongo que el certamen -que se dice era la primera vez que se
celebraba- tendría lugar en la primera de las sociedades citadas.
[5] En la época de nuestra
Guerra Civil, Ponferrada apenas rebasaba los diez mil habitantes (trece mil,
arrojó el censo de 1940).
[6]
Al que pusieron los nombres de Alberto Progreso.
[7]
Esta dura acción de guerra se desarrolló entre finales de febrero y comienzos
de marzo de 1937.
[8]
A tenor de la Ley 37/1984, de 22 de octubre (BOE del 1 de noviembre).
[9] Véase, en este mismo blog,
el relato histórico, Relatos de violencia, con León al fondo (I),
capítulo 3.
[10] Por el relato que hizo en la aludida
entrevista, me da la impresión de que permaneció en todo momento en prisión
preventiva, sin otro objetivo que el de que delatara a guerrilleros y otros
enlaces. Fueron sus palabras: Pasé un calvario. Me encarcelaron, pero
me llamaban a declarar cada poco tiempo. Tuve que salir más de 200 veces a
declarar ante los cuatro jueces militares. Me interrogaban, me asediaban con
preguntas, pero yo me propuse no decir nada. Sufrí todas las vejaciones en lo
moral, lo confieso, en lo demás siempre me respetaron.
[11] Edificio del siglo XVI,
inicialmente palacio de los Condes de Toreno, que ha pasado por diversas
funciones, siendo la actual la muy honrosa de Museo del Bierzo.
[12] Recuerdo de un tango
llamado Madre de los cabellos de plata, letra de Juan Solano Pedrero y
música de Alejo Montoro.
[13] Canción cuya letra corresponde a su más
conocido intérprete, Juanito Valderrama, y la música, a este y a Juan Serrapi, Niño
Ricardo. Data de 1949, lo que permite suponer que estaba de moda cuando la
cantaba Alberto Progreso Campillo Nieto.
[14]
Estuve muchos años esperando la muerte, así que ¿cómo no voy a ser
mártir? Dejando a mi hijo en mi casa, yo les decía: «¿Qué hacen ya que no me
matan?» Estaba harta de sufrir (entrevista antes citada en la nota 3).
[15] Hipólito Rafael Romero
Flores (1895-1956). Véanse: José Luis Gavilanes Laso, H.R. Romero Flores,
entre hoces y espadones, www.diariodeleon.es,
14 de diciembre de 2008; del mismo Autor, Gobernador de León por unos días, www.lanuevacronica.com, 23 de febrero de
2018. He tratado del personaje también en la primera entrega de este relato: Relatos
de violencia, con León al fondo (I), capítulo 1, en este mismo blog.
[16] Las correspondientes
elecciones generales se habían celebrado el domingo, 16 de febrero de 1936. En
números redondos, en la provincia de León, los Partidos de derechas obtuvieron
91.000 votos (siete diputados); los de Centro, 26.000 votos; los de Izquierdas
(Frente Popular), 73.000 votos (dos diputados).
[17] Otra cosa, bastante
diferente, es como profesor y publicista. Sus libros pueden aún adquirirse en
el mercado del libro de segunda mano (véase en Internet).
[18] Causa 11/1936 del Juzgado Militar de León,
contra Hipólito Rafael Romero Flores y Joaquín Heredia Guerra. Puede
consultarse y obtenerse copias de ella, en el Archivo Intermedio de la Región
Militar Noroeste, sito en El Ferrol (La Coruña).
[19] Quizá se aludiese al
hecho de que Romero Flores era Catedrático de Filosofía de Institutos de
Segunda Enseñanza, con destino en el Padre Isla de la capital leonesa.
[20] La buena fortuna tenía
un nombre: Decreto-ley de amnistía. En otro lugar, yo lo he explicado así: “El
16 de febrero de 1936, el Frente Popular gana las elecciones al Congreso de los
Diputados. Su programa de gobierno lleva un punto primero y principal: la
concesión de amnistía a los penados y encausados por delitos políticos y
sociales. Es tal el clamor popular, que el Presidente del Consejo de Ministros,
Manuel Azaña Díaz, a los dos días de tomar posesión de su cargo, sin esperar a
la constitución del nuevo parlamento, promulga un Decreto-Ley de amnistía, del
que luego se dará cuenta a las Cortes para su ratificación. Su fecha, 21 de
febrero de 1936.”
[21] El mote, seguramente
merecido, data de aquella época y fue recogido por historiadores de nuestra
Guerra Civil -se cita como pionero a Hugh Thomas-. El diminutivo, Carnicerito
de Málaga, de irónico origen taurino, fue obra del periodista Francisco, Cuco,
Cerecedo, en un artículo aparecido en 1977 en el periódico de Madrid, Diario
16, luego recogido en: Francisco Cerecedo, Figuras de la fiesta nacional,
edit. Sedmay, Madrid, 1977 (prólogo a cargo de Francisco Umbral). Sobre el
torero Bernardo Muñoz (1895-1970), el auténtico Carnicerito de Málaga, hay
ficha en www.portaltaurino.es.
[22]
Entre el 31 de diciembre de 1973 y el 1 de julio de 1976.
[23]
Entre el 25 de noviembre de 1944 y el 4 de febrero de 1949.
[24] Carlos Arias Navarro
(1908-1989). Su archivo personal es custodiado por la Fundación de la Hullera
Vasco Leonesa, en la localidad de La Robla (León). El mejor resumen de su
personalidad que conozco es: Anónimo, La sombra del marqués de Arias
Navarro, diario ABC de Madrid, 11 de diciembre de 2008. Véase también, La
otra cara del “carnicero” de Málaga, malagayhistorias@blogspot.com,
16 de diciembre de 2020. A nivel de extenso capítulo de libro, véase: Iñaki
Anasagasti, Jarrones chinos. Arias Navarro, Suárez, Calvo Sotelo, González,
Aznar y Rodríguez Zapatero, del poder a la jubilación, La Esfera de los
Libros, Madrid, 2014 (la parte referente a Arias Navarro puede consultarse casi
íntegramente por Internet, pero no está paginada).
[25] Se trataba de Romualdo
Hernández Serrano (1887-1965), Inspector Fiscal, que había sido Fiscal de la
instrucción de la Causa general instruida por el Ministerio Fiscal sobre la
dominación roja en España (1940).
[26] Este hotel fue inaugurado
en febrero de 1928. Tras permanecer cerrado alrededor de una década, fue
reformado y vuelto a abrir en 1993, con el nombre de Hotel Alfonso V,
con el que continúa a día de hoy (abril de 2021).
[27]
Por Orden del Ministerio de Justicia de 7 de enero de 1946 (BOE del 17 de
febrero).
[28]
Véase la bibliografía citada en la nota 24.
[29] Supuesto que fuese ocho
años más joven que su marido, pero hay quien sostiene que el año de su
nacimiento podría haber sido 1910 o circa, en cuyo caso andaría por los
36 años en 1946.
[30] Fue su apodo más
conocido, pero también usó otros. De los utilizados en España, pueden citarse Coyote,
Patatas, Carreño, El Asturiano, El Ramos y otros. Natural de Santa Lucía de
Gordón (León), donde nació en 1916, se ignora el lugar y la fecha de su muerte,
ya que se le perdió toda pista, hasta ahora, en Francia en 1948. Véase: www.estelnegre.org, Manuel Ramos Rueda
(1916-¿) -en catalán-; www.losdelasierra.info,
Ramos Rueda, Manuel -en francés-; www.alvatorre.wixsite.com,
Le disparé cuatro tiros al mismo vientre, -confesiones del propio Manuel
Ramos Rueda-; “El Seta”, Guerrilla anarquista leonesa, “bandoleros y
forajidos”, www.es.escribd.com, pp.
132-134.
[31] Para evitar repeticiones,
aclaro que todas las localidades españolas citadas que no sean capitales de
provincia pertenecen a la de León, si no se dice otra cosa.
[32] Acróstico por el que fue
conocido Baldomero Fernández Ladreda (1906-1947). Resumen de sus relaciones con
el PCE, en: Ramón Baragaño Álvarez, La guerrilla (1937-1952), en VV.AA.,
Historia de Asturias, vol. 8 (Edad
Contemporánea), edit. Ayalga,
Salinas de Castrillón, 1977, p. 304.
[33]
Respectivamente, Ambrosio Fernández y Marcos Berjón.
[34]
El nombre completo era Emilio Prieto Malagón. Su comercio era una zapatería.
[35] Con mayor detalle, se dice que robó una
máquina Boston de pedal y luego unos tipos en la imprenta Valderas, propiedad
de un comandante del Ejército.
[36] Dos posibles líneas de investigación: 1ª. Los
familiares directos: Ramos Rueda se casó con Lucía Ramos Gabarros y tuvo dos
hijos, Gabriel y Roberto. 2ª. Se ha rastreado una posible presencia del
guerrillero en Albania. Y, por supuesto, algo tendrán que decir las fuentes del
PCE, si no perjudica a sus intereses.
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