El perfeccionista
Por Federico Bello
Landrove
Cualquier faceta de la
vida es susceptible de sujetarse a reglas, valores y criterios de perfección.
Ello es predicable, por supuesto, de negocios u oficios tan lucrativos y
discutibles, como la pornografía. Otra cosa son las consecuencias de llevar
demasiado lejos las ansias de superación, como podrán comprobar los lectores de
este relato, tan real, como la vida misma.
1. Un escritor de talento
No creo que hayan oído hablar de Eleuterio Rubianes[1], oficial de notarías y
escritor de relatos breves a ratos perdidos. Fuimos condiscípulos en los ya lejanos
tiempos en que cursamos la carrera de Derecho en la Universidad compostelana.
Luego, la vida y el trabajo nos distanciaron, hasta el día en que adquirí un
ejemplar de segunda mano de Cuentos para
soñar, delicado título para un libro de relatos moderadamente eróticos, del
que era autor mi antiguo compañero de Facultad. Lo leí, me gustó –así mismo, moderadamente- y me faltó tiempo para
llamar a Fandiño, que ejercía de convocante de las reuniones quinquenales de
los componentes de la promoción del 84:
-
Fandi, no tendrás la dirección de
Rubianes, pues quiero escribirle y no sé dónde para.
-
Como
no ha asistido más que a la primera de nuestras comidas, tengo los datos de
hace quince años, lo menos. A ver si tienes suerte con ellos.
Hubo suerte. Le
envié una misiva encomiástica de sus cuentos, que concluía con estas palabras,
más o menos:
… Así que, si vienes por Barcelona, ya sabes
dónde me tienes. Me gustaría mucho volver a verte y, si es menester, servirte
de cicerone de esta gran ciudad y su entorno.
Me contestó a
vuelta de correo, agradeciendo la
benevolencia de mi crítica literaria y el ofrecimiento de ejercer como
anfitrión en la Ciudad Condal. Juzgaba factible que nos encontrásemos a no
tardar, ya que radicaba en Barcelona la editorial que le había publicado el
libro de marras y para la que, en una línea menos procaz, pero no menos
peligrosa, preparaba una serie de relatos sobre la Guerra Civil. Entre líneas,
podía deducirse que no estaba precisamente muy contento de que su hasta ahora
única publicación –moderadamente exitosa-
hubiera tenido que versar sobre temas eróticos, para lograr editarla.
La oportunidad de
coincidir se logró un par de años más tarde. Lute Rubianes había tardado aproximadamente en escribir sus cuentos
sobre la Guerra Civil tanto tiempo, cuanto había invertido Franco en entrar en
Barcelona. Lo malo es que el primer aviso que tuve de su llegada (de la de
Rubianes, no de la del Generalísimo) fue por teléfono, una tarde de viernes, en
que ya tenía un compromiso inexcusable:
-
Paco,
soy Eleuterio Rubianes. Estoy en Barcelona para presentar mi libro y había
pensado que…
-
¡Qué
contrariedad! Precisamente tengo una cena ineludible. Si me hubieras llamado
antes… Pero aguarda, ¿cuánto tiempo vas a estar en Barcelona?
-
Ya
he acabado con lo de la editorial; así que marcho mañana mismo. Pero no te
preocupes: comprendo que debí llamarte con antelación. Otra vez será.
Me daba apuro
dejarlo tirado, aunque se lo mereciese. Decidí hacer un esfuerzo:
-
Bueno,
por lo menos, tomar un café y charlar un rato. ¿Dónde estás ahora?
Una hora más tarde
compartíamos cruasán e infusión en una atestada cafetería de la Rambla de las
Flores. El tipo estaba exultante por la acogida de su obra en la editorial
Cualladó y, por otra parte, tenía una conversación amena y muy variada. Sin
sentir, se nos hicieron las ocho. Me empezó a rondar una idea por la cabeza:
-
Oye,
Lute, estoy pensando que, a lo mejor, podrías acompañarme a la cena. Va a
resultar muy entretenida y no creo que haya problemas de aforo, si te presento
como un profesional del gremio.
-
¿Y
cuál es ese gremio?
-
Se
trata de la cena de inauguración del FICEB, ya sabes, el festival del cine
porno de Barcelona[2].
El oficial de
notarías dio un respingo. Tuve que explicarle, lo primero, que mi asistencia
era en calidad de abogado de Ricardo Ponce, uno de los principales productores
y directores del ramo. Seguidamente, le guiñé el ojo, y añadí:
-
Vosotros,
los escritores, podéis entrar en cualquier parte con el pretexto de que vais a documentaros.
Y ya verás cómo hay mucha materia para ello en la cena… y en la sobremesa. Solo
espero de ti que te comportes moderadamente.
En caso contrario, se lo contaré a tu esposa.
-
Ya
te he dicho hace un rato que soy divorciado… No sé, no sé… No vengo preparado.
Ni siquiera traigo esmoquin.
-
Con
traje y corbata, basta y sobra. Pasaremos por casa y luego por tu hotel. Vamos,
que tenemos el tiempo justo, si queremos que te hagan un hueco en la mesa de la
productora Romanones.
-
¿Romanones?
¿No era Ponce?
-
Vamos,
tío, no seas plasta. Por el camino te contaré el origen del nombre[3].
***
Ricardo Ponce,
aparte de un cliente respetuoso y buen pagador, era todo un tipo, que había
llegado a contar con mi admiración, por su sentido comercial y trato respetuoso
hacia sus trabajadores. Formado en las
mejores escuelas de Italia y California, nunca había sido un pornógrafo
puro –si vale el epíteto-, sino que había mostrado alguna inquietud por
producir un material de cierto nivel artístico y argumental. Por ello, no dudé
a la hora de hacerle la presentación de mi inesperado acompañante:
-
Aquí,
Eleuterio Rubianes, un escritor de talento, de lo mejorcito en el género del
cuento erótico.
A partir de ese
momento, Lute y Ricardo departieron animada y fluidamente, como si de viejos
colegas se tratase. Mi amigo revelaba un conocimiento general del porno, que
hacía suponer algo más que lecturas de mesa camilla. Y, por su parte, Ricardo
no dejaba de sonsacarle datos sobre sus cuentos e ideas, para una posible serie
culta de películas genuinamente españolas, de un erotismo subido de tono. En
todo momento, Lute rayó a gran altura, no siendo cuando su interlocutor aludió
a su admirado Mario Salieri [4]:
- Habrás oído hablar de Salieri, aventuró
Ricardo.
- Sí, pero como músico[5]. Desconocía su faceta
erótica.
Poco a poco, fui
perdiendo interés por los detalles de la charla entre esos dos teóricos del
porno y dedicando mayor atención a Mariasun,
ayudante, secretaria y mano derecha de Ricardo, a la que tenía a mi lado.
También a ella le llegaban fragmentos de la plática entre su jefe y Lute, pero
parecía lejos de sentirse interesada. En un momento dado de la cena, me
susurró:
-
Chico,
que rollo sobre literatura y porno. Como si no supiéramos todos lo que buscan
nuestros clientes.
-
Ya
sabes como es Ricardo. Siempre está soñando con elevar el porno a la categoría
de octavo arte. Luego, todo queda en nada.
Pero, por esta
vez, me equivocaba, como tendrán ocasión de comprobar quienes sigan adelante
con la lectura de esta veraz historia.
2. La chica de la casa de al lado
Si Eleuterio
Rubianes les habrá sido seguramente desconocido, no diría yo otro tanto de
María Delicia, histórico nombre de guerra de María Asunción Redondo, pionera
del cine porno en España. En sus años mozos –y no tan mozos- había paseado su
cuerpo serrano por las mejores páginas y pantallas dedicadas al sexo explícito,
manteniendo, además, relaciones de todo tipo con los más destacados directores
y productores del momento, Ricardo Ponce entre ellos. Alrededor de sus treinta
abriles, nadie se habría explicado su éxito, al verla por la calle: maciza, de rostro
afilado y huesudo y estatura mediana, no tenía grandes cualidades anatómicas
para triunfar. Ella solía decir, con humildad, que no había entonces en España mucha competencia.
Quienes la conocían desde un principio –Ricardo entre ellos-, encontraban la
causa de su éxito en la seriedad con que la chica se tomaba su profesión, con
una mezcla de rigor personal y de proselitismo ejemplar. Yo le doy la razón al
presentador de la ceremonia de entrega del premio Ninfa [6]
, cuando aludió a Mariasun como la vecina,
la chica de la casa de al lado;
alguien que, sin dejar de ser normal y corriente, sabía convertirse en oscuro
y apasionado objeto de deseo. Que
conste: comparto el aserto, aunque nada tenga que ver con su prosodia
rimbombante.
Cuando yo inicié
mi relación profesional con los Estudios Romanones, Mariasun acababa de
retirarse, por edad, de los platós y tomado posesión de un pequeño despacho,
adjunto al de Ricardo, cuyo rótulo era bastante más aparente que los muebles: Productora Ejecutiva. Además de esa
retirada poco menos que inevitable, la veterana actriz y su mentor habían
concluido su relación sentimental de una década, por motivos que ellos sabrán y
yo evitaré sugerir. Con todo, Mariasun se había convertido en el alma de los
estudios, dirigiendo algunas películas, programando y resolviendo castings, animando y aconsejando a las
jóvenes promesas y, en fin, llevando las relaciones publicitarias de la empresa.
Ricardo confiaba ciegamente en ella y se reservaba para otras cuestiones
esenciales, como la financiación, la distribución y los contactos con los
clientes. De hecho, fue él quien me contrató. A su alter ego la conocí tiempo después, siempre con la distancia que
provocaba el vernos solo de vez en cuando y sin puntos en común que tratar. Lo
suficiente, en todo caso, para estimar su valor, realismo y simpatía, que
compensaban con creces la falta de cultura general.
Aunque los años no
pasan en balde, muchos nos preguntábamos si Mariasun no se arrepentiría en
alguna ocasión de su abandono tajante de la actuación y se apuntaría a las
series milf, o de maduras, que tanto predicamento estaban
alcanzando. Ella no dejaba de cuidarse físicamente, con largas sesiones de
gimnasio, pero rechazaba su regreso ante las cámaras, como le solicitaban
decenas de fans:
-
Cada
cosa, a su tiempo. ¿Qué pinta una cuarentona, aunque esté de buen ver, en una
película gonzo [7]? Dejemos para las jóvenes
la gimnasia. Yo ya tengo bastante con
ayudar a que se mantenga el negocio.
Siempre pensé que
lo decía con la boca pequeña. En cualquier caso, no la conocía lo bastante como
para aseverarlo ni, aún menos, para llevarle la contraria. Tan solo puedo
asegurar que, frente al esteticismo creyente de Ricardo, Mariasun hacía gala de
un practicismo militante, bien claramente evidenciado en su apostilla de la
cena acerca del rollo sobre literatura y
porno. Claro que uno siempre puede equivocarse y, parafraseando la llamada
ley de Murphy, si puedes equivocarte, es seguro que ello sucederá.
***
Pasada aquella
noche de la cena inaugural del FICEB, no volví a ver a Rubianes en unos meses.
Es cierto que Ricardo me daba en ocasiones la matraca con lo de un porno artístico y nacional, pero sin entrar
en detalles de proyectos ni de colaboradores. Él era un poco supersticioso y
quizá supuso que yo fuera gafe, o que habría de fracasar lo que se diese por
seguro antes de producirse.
Lo cierto es que,
en una misma tarde, volví a encontrarme con Lute y a ser informado de la
espectacular promoción llamada Historia
del sexo español. Ricardo me la resumió, en presencia de Lute, en pocas
pero efusivas palabras:
-
Verás,
Paco: pocos países tienen la tradición del nuestro en materia de erotismo.
Cuentos, historias, romances, letrillas, apólogos… Desde el Arcipreste de Hita
a Almudena Grandes, por poner unos límites cronológicos. Ahí tenemos los
argumentos para los cortometrajes y, si me apuras, a veces hasta el guión. Y
aquí es donde entra tu amigo Rubianes, que es un monstruo en esto de la
literatura de sexo…
-
Ya
voy entendiendo. Pero del erotismo literario al porno cinematográfico, hay un
gran trecho.
-
No
tanto –intervino Lute-. Hay historias que pondrían colorado a Rocco Bartomei. Basta
con hacer visualmente explícito lo narrado y en paz. Los preparativos, el
retorcimiento, el engaño…, todo ello contribuirá a hacer el sexo más morboso y
a provocar la mayor complicidad del espectador.
-
¡Caramba,
Lute!, exclamé. Lo tienes todo previsto.
-
Bueno,
casi todo –corrigió Ricardo-. Hacen falta directores, montadores, técnicos de
iluminación y de sonido, actores de carácter, chicos y chicas que actúen con
algo más que sus partes… Vamos a
necesitar un montón de dinero. Pero el negocio del porno en español solo está
esperando un promotor con arte y con ideas. Se trata de empezar con prudencia y
hacerse con una parte de la cuota de mercado que ahora copan desde Budapest,
Praga o el Porn Valley [8].
-
¿Y
qué pinto yo en todo esto? ¿Para qué me has hecho venir?, gruñí, barruntando el
fracaso de tan atrevida iniciativa.
-
Hombre,
creíamos que te alegrarías por tu compañero de carrera y por los Estudios
–refunfuñó Ricardo-. En todo caso, se trata de que agilices el cobro de todos
los créditos que tengamos vencidos y que me asesores en la solicitud de un
importante préstamo bancario. Estoy dispuesto a todo –me miró de hito en hito-.
Es la obra de mi vida: el porno español, como instrumento de cultura, de arte,
de promoción internacional. La culminación de veintitantos años de profesión.
-
¿Y
qué piensa Mariasun de todo esto?, pregunté maliciosamente.
-
¿Mariasun?
Siempre ha estado a mi lado y, ahora, también al de Lute, repuso Ricardo, con
más malicia aún.
Me encogí de
hombros y esbocé un breve ademán de despedida. Llegado al aparcamiento, ya
dentro del coche, recuerdo que pensé en voz alta:
-
Estos
tíos van a suicidarse pero ¿qué se me da de ello? Casi mejor: mi esposa estará
encantada. Nunca ha tragado que me saluden por la calle unas chorbas de
impresión.
Encendí el motor y
me puse en marcha. Sin querer, se me fueron los ojos a la ventana del despacho de
Mariasun. El alma de los Estudios
Romanones estaba casualmente mirando hacia la calle y me hizo una seña de
saludo. Apenas correspondí.
3. Los extremos se tocan
Tuve el primer barrunto
de que podía haber algo entre Lute y
Mariasun, con la maliciosa alusión de Ricardo a que esta estaba siempre al lado
de aquel. El segundo hubo de venir de la propia pionera del porno en España. Pero, antes, pude constatar que mi
condiscípulo se había trasladado a Barcelona para vivir, aprovechando su
soledad galaica y una vacante de oficial en una notaría de la calle Aragó. Creo
que Ricardo tuvo algo que ver con que lo contratasen para dicho puesto.
Como les decía,
Mariasun acabó por sincerarse conmigo, tratando al mismo tiempo de sonsacarme:
-
Paco,
tú que conoces a Lute desde hace muchos años, ¿qué puedes contarme sobre él?
Parece un buen hombre, pero una nunca sabe…
-
Huy,
huy, María Asunción. No me digas que el galleguiño te ha hecho tilín.
Se puso como la grana, a la par que tensaba
su sólida musculatura de practicante del wrestling[9]
en sus buenos tiempos. Me sentí impulsado a las confidencias, en vista de
que la cosa parecía ir en serio.
-
Verás,
Mariasun, casi no recuerdo nada concreto de Lute, de nuestra época de
universitarios: un chico normal y corriente, buen estudiante, de familia
modesta. Luego, lo perdí de vista durante casi veinte años y ahora… ahora es
obvio que puedes saber tú de él mucho más que yo.
-
La
verdad es que no me eres de mucha ayuda. Por lo menos, podrás decirme si es
sincero; vamos, si toda esa monserga del porno culto la siente de veras, o es
una forma de hacerse famoso y, de paso, beneficiarse
a alguna pelandusca, como llamas tú a las chicas que vienen a los castings.
-
Yo
pienso que es sincero. De hecho, su afición a lo erótico es anterior a
conoceros. En cuanto a lo de catar las manzanas de Eva, no tengo ni idea de sus
pretensiones. ¿Es que te ha tirado los tejos?
Un poco a regañadientes, Mariasun me puso al tanto
de sus relaciones. En un principio, ella se le había aproximado, tratando de
captar sus conocimientos y pretensiones, que tanto importaban a los Estudios,
dado el ascendiente que ejercía sobre Ricardo. Luego, ya se sabe, el oficial de
notarías la había impresionado por su capacidad de trabajo y adaptación al
nuevo medio; pero, sobre todo, por la forma en que se tomaba las relaciones laborales, muy alejada de a lo que ella
estaba acostumbrada:
-
Es
como si fuéramos espíritus puros. El tío te mira a los ojos y te traspasa. La
carne no parece contar para él.
-
Mujer,
no será para tanto. Di, más bien, que comprende que el sexo es aquí una
profesión, un medio de vida, y que no tiene por qué aprovecharse de su
posición. Vamos, un tío honesto.
-
Sí,
es lo que, al final, he llegado a pensar también yo. Y eso es lo que me gusta
de él, que todo lo de aquí se lo toma con completa naturalidad.
Nuestra charla no
llegó más allá, pero los sentimientos de la incipiente pareja, sí. Era de
esperar, conociendo las grandes cualidades de todo tipo de Mariasun. La
confirmación la obtuve de Lute, el día del cumpleaños de Ricardo, cuando la
gente veterana de los Estudios nos reuníamos a cenar en La Barceloneta. Mi
condiscípulo se empeñó en llevarme en su coche y, en el camino,…
-
Paco,
tengo que decirte algo. Si no, reviento.
-
¿Tiene
que ver con Mariasun y contigo?
-
Pero,
¿cómo lo has adivinado? Claro, te lo habrá contado Ricardo.
-
En
absoluto, pero es algo que se veía venir: ella, tan atractiva y tú, tan
irresistible…
-
No
me tomes el pelo. Aún no sé lo que puede haber visto en mí para aceptar mi
proposición.
-
Pues,
o será por tu carácter, o por tus centímetros. Tú sabrás.
Se quedó
boquiabierto y yo no esperé la respuesta:
-
Sea
por lo que fuere, Lute, mi enhorabuena. Mariasun es una mujer de bandera en
casi todos los aspectos. Por lo demás, el futuro no lo sabe nadie. Así que
disfrutad del presente y que ello te sirva para escribir unos guiones lo menos
intelectuales posible.
***
Pasaron los meses.
Las carpetas con los guiones de la Historia
del sexo español crecían y se multiplicaban, como era de esperar. Ricardo
insistía en que leyera alguno y, por no desairarlo, los hojeé. No debía de dar
mucho de sí nuestro sexo, pues había materiales foráneos en abundancia, desde
las Mil y una noches, hasta Maupassant,
pasando por Boccacio, Fielding, Sade y otros muchos clásicos del erotismo. Eso
sí, todos de campanillas, aunque reducidos a lo poco que puede reflejarse en
veinte o treinta minutos, relaciones
incluidas. Empezaron a entrar técnicos y actores de prestigio y a salir dinero
y valores, que los Romanones habían
acopiado lentamente, tras muchos años de trabajo y economías. No sé qué
tendrían Lute y sus versiones, que les tenían sorbido el seso a todos. Decidí
encararme con Ricardo:
-
¿Has
pensado bien dónde te estás metiendo? Llevamos gastados más de trescientos mil
euros y todavía no se ha rodado una sola escena.
-
¿A
ti qué te importa?, replicó airado. El dinero no es tuyo, ni te debemos tus
honorarios. Me está pareciendo que debes tener rencillas con Rubianes.
-
¿Con
Lute? Estás loco. Eso sí, lo que creo es que os habéis juntado un par de
visionarios, que lo ignoráis todo el uno del mundo del otro, y así os va a
lucir el pelo.
-
Cuando
entreguen los AVN[10] del próximo año,
hablaremos.
Un poco a la
desesperada, acudí a Mariasun, aun a sabiendas de que estaba por la primera vez
que discutiera o desautorizara a Ricardo. Como me temía, fue machacar en hierro
frío, aunque con muy otros matices:
-
No
creas que no sé lo que nos jugamos –me replicó- y que estamos en el filo de la
navaja, pero Ricardo lleva veinte años soportando burlas y sufriendo
vergüenzas, por haberse atrevido a instaurar el porno en España. Y yo, no
tantos, pero me parece que ha llegado la hora de resarcirme, de abofetear con el
éxito y el respeto del público a tanto hijo de mala madre… Mira, Paco, o
herrar, o quitar el banco.
-
¿Me
permites un atrevimiento, Mariasun?
-
Tú
dirás.
-
¿No
será porque detrás de todo está tu Lute
del alma?
-
Si
crees eso, Paco, es, o porque no me conoces todavía, o porque eres otro tal y cual, como los que acabo de
referirme.
-
Perdona,
mujer. Es que me daría pena veros a todos en la calle y el Estudio, subastado
por la Caixa.
-
Correremos
el riesgo. Y si nos damos el batacazo, habrá merecido la pena.
***
Contra lo que yo
suponía, los primeros en darse el batacazo no fueron Ricardo y Mariasun, sino
el bueno de Lute. Claro que el fracaso no fue económico –siempre vivió de la
notaría-, sino sentimental.
Me citó muy
reservadamente un día de enero, en la misma cafetería donde habíamos reanudado
nuestro contacto, año y medio atrás. El comienzo me asombró:
-
Paco,
que me vuelvo para Verín.
-
¿Qué
me dices? ¿Y la notaría de acá? ¿Y el trabajo en los Estudios? ¿Y Mariasun?
-
Todo
lo que tenía que hacer en Barcelona queda concluido. En cuanto a ella, cuanto más tierra ponga de por
medio, mucho mejor.
Aunque el hombre
no estaba muy locuaz, acabó por contarme lo fundamental. El caso es que habían
empezado el rodaje del primer cortometraje de la serie porno-artística, y Mariasun
quedó deslumbrada. Conocedora del guión, se empeñó en hacer de todo y meterse
en todo: iluminación, corrección de diálogos, ayudantía de dirección. La verdad
es que, después de casi siete años, le había entrado el gusanillo de volver a
actuar. Claro, no de estrella joven, pero sí de madura tía de ella, experta en
las lides de Venus y que había de sufrir los fogosos embates del protagonista,
a fin de enseñar la práctica del sexo a su bisoña sobrina, objetivo predilecto
del galán, quien era obligado a pasar por el lecho de la tía, como condición
implícita para estrenar –aparentemente- a su joven amada.
La oportunidad
llegó de la mano de un doloroso esguince de la actriz madurita, al resbalar en una acrobática postura. Mariasun asumió
inmediatamente el papel, con un aplastante argumento:
-
Con
María Delicia en el papel de la tía,
tenemos asegurados por lo menos medio millón de euros. ¿Te imaginas, Ricardo?
Eso, sí: en los títulos de crédito, quiero ir a la par con Verónica Nanclares.
El pobre Lute
concluyó su relato con estas palabras, que recuerdo exactamente:
-
Así
que ella vuelve al triqui-traque y yo
me vuelvo para Galicia.
No suelo ser cruel
pero, medio en broma, le apostillé:
-
En
efecto, Lute, vuelve al triqui-traque,
pero, eso sí, artístico.
Se empeñó en pagar
y, sin esperar a que terminara de enfundarme en el abrigo y el sombrero, salió
del café a toda prisa. Era una cruda tarde invernal. En las Ramblas soplaba con
fuerza la tramuntana.
[1] Entre otras cosas, porque se trata de un
nombre supuesto, como los de todos los personajes vivos que pululan por el
cuento. En ustedes está el dedicarse al entretenimiento de descubrir la
identidad real de cada uno de ellos, si es que les sobran tiempo y conocimiento
del mundillo que describo.
[2] En realidad, las siglas corresponden a
Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona, pero lo cierto
parece ser que el erotismo brilla por su ausencia y hay un predominio absoluto
del llamado cine porno. Definir y diferenciar lo erótico de lo
pornográfico es tarea que supera ampliamente mi objetivo y conocimientos.
[3] Como sabrán los lectores,
el famoso primer conde de Romanones (1863-1950) encargó diversas películas
pornográficas (para ser los años veinte del siglo del mismo número), por
indicación de Alfonso XIII, a la productora barcelonesa Royal Films, que regentaban los hermanos Ricardo y Ramón Baños.
Entre los cortometrajes conservados, figura el titulado El Ministro, tal vez en honor de D. Álvaro de Figueroa y Torres,
nombre del susodicho prócer.
[4] Por esta vez, no tengo más remedio que
referirme a un personaje vivo por su nombre, dado que, de otra manera, la
anécdota perdería su sentido. En cualquier caso, quede claro que el ilustre
pornógrafo napolitano aludido en el texto se llama, en realidad, Mario Altieri
(Nápoles, 1957); de modo que cumplo a medias el compromiso expresado en la nota
1.
[5] Lute alude a Antonio Salieri (1750-1825),
famoso músico italiano, que desarrolló en Viena la mayor parte de su brillante
carrera como profesor y compositor de Corte.
[6] Galardón que se otorga anualmente en el FICEB
a las actrices porno que más destacan por su dedicación y trayectoria. Vamos,
algo así como el Goya de Honor a toda una vida, aunque las comparaciones sean odiosas.
[7] Suele calificarse de gonzo el porno que se limita a reflejar los actos sexuales, con muy
leves insertos de sus pródromos. Frente a él, el porno feature presenta un argumento y un guión más variados, aunque lo
explícitamente sexual siga siendo abundante y fundamental.
[8] Porn
Valley o San Pornando Valley,
denominaciones que recibe en estos ambientes
el valle californiano de San Fernando, junto a Los Ángeles, especie de
Hollywood de la cinematografía pornográfica.
[9] Término inglés habitual, para referirse a la
lucha libre. Perdónenme la licencia.
[10] Especie de Oscars del cine porno, que se otorgan por la revista Adult Video News durante una gala, que
tiene lugar en Las Vegas durante el primer trimestre de cada año, a partir de
1984.
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