Cartas desde la Alemania nazi
Por Federico Bello Landrove
Esta es una selección
de las cartas que, entre 1934 y 1949, envió a su familia de los Estados Unidos
un profesor universitario que, por unas razones u otras, vivió importantes acontecimientos
y conoció en Alemania a destacados juristas y autoridades del III Reich. La
transcripción se ordena cronológicamente, aunque los capítulos lleven los
nombres de las ciudades o lugares desde donde la correspondencia fue remitida.
Por lo demás, yo no puedo asegurar que las cartas que por copia se me
entregaron sean auténticas, pero, desde luego, les aseguro que resultan
completamente verosímiles.
Sala de los Juicios de Núremberg
(estado actual)
PRIMERA PARTE: CARTAS A LA FAMILIA
(1934-1939)
1.
Algunas puntualizaciones introductorias
El redactor de
estas cartas, llamado Udo Faber, nació en Ulm (Alemania) en 1908, en el seno de
una familia un poco especial. Su padre, Bernhard, en uno de sus primeros
destinos como juez, conoció en Hamburgo a su madre, la norteamericana Cecily Caldwell,
durante una estancia de esta en la ciudad para aprender el idioma, aprovechando
la circunstancia de ser muy amiga de la familia Pitcairn, uno de cuyos más
destacados miembros residía en la gran ciudad hanseática ejerciendo la
Medicina, tras haber renunciado a su puesto de Cónsul General de los Estados
Unidos[1].
El matrimonio Faber-Caldwell crio un hijo, Udo, y una hija, Henrietta, mientras
rodaba por Alemania, al compás de los sucesivos traslados del cabeza de
familia por razones profesionales. Finalmente, en 1925, Herr Faber fue
nombrado Presidente de una de las secciones o salas de lo civil del Tribunal
Superior de Múnich. En consecuencia, su hijo Udo, que entonces iba a iniciar
los estudios de Derecho, los cursó en la Universidad muniquesa, licenciándose
en 1929. Afortunadamente para él, antes de tomar una decisión sobre su futuro,
decidió quitarse de delante el servicio militar, que concluyó un par de
años más tarde. Como se sabe, en enero de 1933 ascendió Hitler al poder, cuando
Udo empezaba su preparación como aspirante a la judicatura. Su padre le dio
inmediatamente un consejo perentorio:
-
Hijo,
si no quieres convertirte en un desgraciado o en un miserable, deberás
abandonar tu vocación por la judicatura.
-
¡Toma!
Y eso me lo dices tú, que eres un magistrado de campanillas, replicó Udo.
-
Yo
ya no tengo otro remedio, salvo que me expatríe y pierda mi forma de vida; pero
tú estás empezando y puedes escoger. ¿No estuviste dudando entre ser juez o
profesor? Pues este es el momento. Precisamente acaba de llegar a Múnich uno de
los mejores catedráticos de Alemania en la asignatura que más te gustaba
durante la carrera.
-
¡Ah,
eso desde luego! Si tengo que pasarme a la Universidad y estar un montón de
años hasta llegar a ser profesor titular, quiero que sea en Derecho Penal[2].
-
No
creas que me tranquiliza tu elección -gruñó el padre-. Al menos, Herr Mezger[3]
será un jefe de fiar, no como el que nos ha caído en el Oberlandesgericht:
Nada menos que un paniaguado de Hitler, que bien agradecido tenía que estarle[4]
por tenerlo en la cárcel el tiempo justo para concluir su Mein Kampf[5].
Si el magistrado
Faber decidió, pese a todos los pesares, permanecer en Alemania, su esposa, por
propia iniciativa y con las bendiciones de su marido, optó por regresar a los
Estados Unidos, cuya nacionalidad conservaba como propia. En su apartamiento
del mundo nazi o, como ella lo calificaba, de esta peligrosa pesadilla, pretendió
que la acompañasen sus dos hijos, pero solo lo consiguió de Henrietta; y eso
que insistió mucho con Udo:
-
¿Pero
no recuerdas lo feliz que eras en San Marcos[6]?
Con lo buen estudiante que tú eres, no te costaría nada graduarte en América y,
dominando inglés y alemán y con buenos conocimientos de francés y de español[7],
te colocarías con facilidad.
-
No
lo veo yo tan fácil, mamá, pero, sobre todo, no quiero dejar a papá solo…
-
A
temporadas: No dejaríamos de venir por aquí y él nos visitaría en vacaciones.
-
Con
los cambios políticos previsibles en Alemania, eso es una utopía. Ya verás…
Y así quedó la
cosa. Cecily y Henrietta marcharon para Texas, pero Udo, que incluso había
cursado algún año en la High School de San Marcos, decidió probar suerte
en la Universidad de Múnich. Tendremos noticias de su peripecia vital a través
de las cartas que, durante muchos años, envió a su esposa, madre, hermana y
abuelos maternos. Afortunadamente, no debía de estar bajo sospecha, pues ni sus
destinatarios, ni el propio Udo, tienen constancia de que dichas misivas
hubiesen sido abiertas o censuradas, como tampoco de que alguna se hubiera perdido
por el camino. Sí que se nota cierta labor de auto censura por parte del
remitente, tanto por el contenido, como por la menor frecuencia epistolar que
se manifiesta a partir de 1939, año del matrimonio de Udo Faber y -como es
sabido- del inicio de la II Guerra Mundial.
Finalmente, haré constar
que he realizado una labor de selección de cartas y textos, a fin de reflejar
solo lo que pueda tener un interés general. Con todo, para mantener el contexto
de la correspondencia y reflejar mejor la personalidad del Señor Faber, he conservado
algunos datos y expresiones tocantes a su vida familiar. Después de todo, las
cartas forman parte de ella y no fueron escritas con el propósito de
divulgación que ahora experimentan, por razones históricas.
2.
Cartas desde Múnich[8]
Múnich, 14 de
enero de 1934.
Querida mamá:
Por fin tengo tema
para mi tesis doctoral, que ha sido aprobado por el profesor Mezger[9] después de mucho titubear. He tenido
que hacerle un detallado esquema de las relaciones que el Derecho americano
guarda con la idea de raza, que parece cada vez más imperiosa en Alemania. Si
se lo cuentas al abuelo, seguro que se parte de risa: Aquellos relatos que me
hacía de sus antepasados, en lucha contra los comanches, van ahora a tener presencia
en una disertación para alcanzar el grado de doctor. Provisionalmente, el
título de la tesis va a ser -largo, como de costumbre-: Raza, nacionalidad y diversificación
de la valoración penal de las conductas. El caso de los Indios de los Estados
Unidos y su posible consideración para otros supuestos de razas y grupos
diferenciados de un mismo Estado. Si logro acabar el trabajo y publicarlo,
nada sería más justo que dedicarlo a la memoria de Quanah Parker, el gran jefe
comanche[10].
… Papá se
encuentra bien de salud, aunque bastante decaído, tanto por vuestra ausencia,
como por la necesidad de adaptarse a una situación en la que la cruda política
inspira las leyes y va minando la libertad y seriedad interpretativa de las
mismas por los jueces. Yo aprecio algo muy parecido en mi Facultad y, desde
luego, en el
profesor Mezger, que, todavía de forma semi oculta, está redactando junto
con Hans Frank[11]
un par de manuales de conversión del Derecho penal “de siempre”, a las maneras
y la propaganda nazi[12]. He
de reconocer con cierta vergüenza que, percatado de ello, le he ofrecido el apetitoso
bocado del tema de mi tesis, que seguramente habría rechazado en momentos menos
racistas que los actuales de Alemania…
***
Múnich, 16 de
marzo de 1935.
Querida mamá:
Empiezo esta carta
enviándote los respetuosos saludos del magistrado Schlegelberger[13], que, dentro de sus deberes
ministeriales, estuvo hace mes y medio en visita de inspección de los
tribunales muniqueses. Yo lo recordaba vagamente de anteriores visitas a casa
pues, como sabes, papá y él se conocen y aprecian, aunque no sé cuál fue
exactamente el origen de su relación. Lo invitamos a cenar en casa y él no tuvo
empacho en aceptar, pese a que la Sala que papá preside era una de las
inspeccionadas. Al estar yo presente en el ágape, fue objeto de comentario y
discusión mi incorporación a la familia académica del profesor Mezger y el tema de tesis
que he escogido. Para mi sorpresa, nuestro huésped se mostró bastante
interesado, aunque lamentó que no hubiese elegido el tema de los negros y
mulatos, que piensa daría un mayor juego a la hora de extenderlo por analogía a
otros países. Para tu conocimiento y el de los abuelos y la gente de allá, Schlegelberger
se hizo eco del buen concepto en que Hitler tiene al Presidente Roosevelt y su
política de New Deal, en la que dice encontrar grandes similitudes con
la que en Alemania está tratando de superar los efectos del Diktat de
Versalles y de la crisis económica mundial…
… Había casi
olvidado ya la visita, cuando he aquí que ha tenido un efecto sorprendente. Otro
alto cargo del Ministerio de Justicia -al parecer, de mayor categoría que
Schlegelberger- me remitió una carta, a raíz de comentarle este que había un doctorando
en Múnich que conocía al dedillo las cuestiones raciales en los Estados Unidos.
Mi inesperado corresponsal, apellidado Freisler[14], me sugería nuevamente la extensión
de mi estudio al problema negro y confesaba que, ante la dificultad de definir actualmente
la raza judía, había tenido la idea de utilizar el criterio del grado de
pigmentación de la piel, aunque resultaría mucho menos evidente que en el caso
de los negros. Tan peregrina ocurrencia me provocó la risa mientras la leía,
pero, poco más abajo, Freisler me pedía información y sugerencias para ver de
aplicar el criterio pigmentario a la definición ancestral de la raza judía. Parece ser que
semejantes disparates derivan de que se están preparando leyes muy lesivas para
la comunidad hebrea y los encargados de ello pretenden establecer principios
más científicos y rigurosos que el del número de abuelos, la identidad del
cónyuge o la adscripción a la religión o a una comunidad judías. La verdad,
mamá, ante cosas como esta, no sé si sentirme importante o sacar inmediatamente
billete para San Marcos…
… Tú, que eres
americana y has vivido y vives en el sur de los Estados Unidos -aunque en zona
con poca presencia de negros e indios, pero mucha de hispanos- ¿crees que el
racismo está tan presente entre vosotros, como para que pueda servir de ejemplo
o, al menos, de disculpa para el antisemitismo de estos nazis, abanderados de
la raza aria?[15]
***
Aula Magna de la Universidad de
Múnich
Múnich, 24 de
abril de 1936.
Querida Henrietta;
Me dice mamá que
estás preocupada por la impresión de tristeza que da nuestro padre a través de
su correspondencia. No te ocultaré que se está quedando sin su mejor escudo
contra la arbitrariedad nazi: el desempeñar su puesto judicial en un tribunal
civil. En efecto, apenas pasa un mes sin que, con base en las leyes de Núremberg[16], no
priven a los judíos de algún derecho y, lo que es peor para los alemanes en
general, no se fortalezca el omnímodo poder del Gobierno y se aminore el de la
ley y los tribunales… Fíjate si la intromisión del Partido y del Gobierno en la
Justicia es intensa, que, no conformes con el supremo poder del Führer de avocar
a su autoridad los procesos más relevantes, a fin de revisar las sentencias
dictadas, se está pretendiendo hacer lo que yo, aunque solo sea medio germano, nunca creí
contemplar en Alemania: Cambiar el viejo sistema romano de la fidelidad a la
ley, por el anglosajón, o de common law, que permite, hasta cierto
punto, corregir o matizar las normas para adaptarlas a la situación y a la convicción
general del pueblo. El otro día, en una flagrante demostración de cómo se coge
el rábano por las hojas, un tal Doctor Globke[17],
que trabaja en el Ministerio del Interior, me envió, por conducto de Mezger, un
atento oficio, en solicitud de cooperación para abordar el tema de la
sustitución del imperio de la ley por el de la jurisprudencia en los Estados
Unidos. Yo le hice un breve resumen, tratando de resaltar la vinculación
directa del sistema americano e inglés con la plena independencia de los
tribunales y con la relevancia del papel de los jurados, por no hablar -nos
guste o no- del hecho de que la mayoría de nuestros jueces hacen la primera parte
de su carrera a hombros del pueblo, que los elige libremente. Pero, en fin, ¿te
figuras qué sería de la mentalidad alemana, si no se basara en el respeto a
ultranza de la ley? ¿O será que, contra lo que ellos pregonan, los nazis tienen
menos de arios y de sangre teutona de lo que ellos creen?
La misiva del tal
Globke no ha sido la única demostración, en estos días, de que a tu hermano empiezan
a considerarlo una especie de asesor del Reich para cuestiones legales de los yanquis. Un docente de Tubinga se
atrevió -y con éxito- a presentar una memoria para acceder al profesorado, con
la rúbrica y tesis de La supremacía de la raza blanca[18].
Pensando en su publicación inmediata, me ha pedido que le revise las escasas
alusiones que hace a los Estados Unidos -él conoce mejor África, y se ha
centrado mucho en la segregación racial en Sudáfrica-. ¡Bastante tengo yo con mis
comanches! Así que lo he despachado con una formularia felicitación por la
corrección de su texto, y sintiendo un arrebato de humildad, que me hace
imposible pensar siquiera en corregirlo. Dudo que le haya gustado mi respuesta.
Por cierto, concluiré este fastidioso tema, revelándote que la postura moral
del nuevo Profesor es la del sentido del deber y de la colonización que debe
mantener nuestra raza blanca -supongo que excluidos los judíos- respecto de los
pueblos de color. ¡Ahí es nada!: El genial tubingués ha descubierto a Rudyard
Kipling y su “pesada carga del hombre blanco”. ¡Qué extraños compañeros de
viaje!
… En cuanto a mi
tesis doctoral, va muy avanzada y no creo que -como tú desearías- me vea
obligado a viajar a los
Estados para consultar las últimas novedades bibliográficas. Mis peores
pesadillas reproducen al profesor Mezger, mandándome comparecer en su despacho,
para interesarse por la conexión americana de los últimos proyectos racistas de
por acá, como el tratamiento de negros e indios en el Ejército[19],
o el mayor o menor respeto e importancia concedidas a las religiones de nuestros
aborígenes[20]. Por
cierto que Herr Mezger está cada día más entregado a cuanto despreciaba
hasta 1933: He oído rumores de que se ha afiliado al Partido nazi[21];
pero no te escandalices pues la Organización está admitiendo con agrado a
personas de orden, aunque no tengan pretensiones policiacas ni excesivas
ambiciones políticas. En cualquier caso, el remanso de paz que papá imaginaba
sería la cátedra de nuestro Profesor se está volviendo un distinguido centro de
seudo cultura nazi, en el que tu hermano ya no se siente libre ni respetado…
***
Múnich, 19 de
octubre de 1936.
Querida mamá:
Te está
escribiendo todo un Doctor en Leyes. En efecto, el pasado jueves defendí mi
tesis sobre el tratamiento de los Indios en los Estados Unidos y las enseñanzas
que del mismo pueden obtener en materia racial otros países. Yo estaba lo
suficientemente nervioso, como para no percatarme de lo que me rodeaba, pero
papá me comentó que los profesores y doctores asistentes siguieron la
exposición con gran interés, y que los miembros del tribunal calificador asentían
y comentaban con buen semblante, mientras yo estaba disertando. Al final, tras
las inevitables objeciones y preguntas, me calificaron con un magna cum laude que, como sabes,
es la segunda de las cuatro formas posibles de aprobar el trabajo[22],
lo cual no me garantiza su publicación en Alemania, pero sí un buen punto de
partida para aspirar al Profesorado. En todo caso, de acuerdo con el profesor
Mezger y con papá, voy a pensar hasta comienzos del próximo año las
perspectivas profesionales que se abren ante mí, antes de tomar tan peliaguda
decisión. Padre ha escrito a su conocido Schlegelberger -del que te hablé en
una carta anterior-, a Berlín, exponiéndole mis avances y mi disposición a
aceptar alguna oferta de trabajo en la Administración del Reich. No me extrañaría
que me estuviese destinada alguna mesa de trabajo en las buhardillas de un
Ministerio, donde los mejores juristas de esta truculenta Alemania aprovecharán
mi endiablada habilidad para transformar el tocado de plumas de los sioux en la
severidad de un kipá[23]
hebreo.
… Me parece
estarte oyendo: “Te quedaste en Alemania con el objeto de no dejar solo a tu
padre y ahora estás pensando en abandonarlo…” Sinceramente, mamá, no lo haría,
si no fuera porque él me ha impuesto como cuestión de honor el elegir el camino
que más lustre pueda dar a nuestro apellido y a mi persona. De no hacerlo así,
él se sentiría frustrado y aún más triste que por mi posible marcha. En
cualquier caso, tomaremos la decisión los dos, de consuno, y procuraremos que
la brillantez del camino no me ciegue y pueda ver los peligros e inmoralidades
que puedan acecharme…
Profesor Edmund Mezger (1883-1962)
3.
Cartas desde Berlín
Berlín, 14 de
febrero de 1938.
Querido abuelo:
Muchas gracias por
tu felicitación al cumplir los 29 años. La verdad es que no sé si lamentar que
la juventud se me vaya escapando de entre los dedos, o pedir que el tiempo
corra aún más rápido, para envejecer antes de que estalle la maldita guerra y
me vea forzado a retomar el uniforme y, en mi condición de segundo teniente en
la reserva, me manden a pegar tiros, vaya usted a saber en dónde y a quién. Tú
dices que en ningún caso sería contra norteamericanos, pues la gente de ahí está
feliz por ir saliendo de la Depresión y bajo ningún concepto querría implicarse
en las querellas europeas. Pero en los años de 1914 a 1917 nadie quería la
guerra en los Estados Unidos -el que menos, el Presidente Wilson[24]- y ya ves cómo tuvisteis que
cruzar el Océano para luchar por una causa bastante menos justa y clara que la
que podríais tener que defender dentro de poco. En cualquier caso, seamos
optimistas o, cuando menos, prudentes, pues todo puede pasar en esta Europa tan
empobrecida y convulsa.
Tu felicitación no
encubre la crítica severa que me haces por jugar al nazi a medias, en vez de coger la maleta y
marcharme con vosotros a Texas. No creas que no me tienta la invitación, pero soy
y me siento alemán; de modo que, en tanto no esté en juego mi vida o mi
libertad personal, he decidido permanecer aquí, siguiendo el ejemplo de mi
padre, defendiendo sus valores y haciendo el mayor bien posible con su
profesión, y hasta con sus bienes. La verdad es que resulta una tarea agotadora
y muy peligrosa. No sé si habrán publicado ahí la noticia de que, desde el año
pasado, todos los funcionarios y empleados al servicio de las Administraciones
públicas, están obligados a prestar un juramento de fidelidad a Hitler,
parecido al que es obligatorio en el Ejército desde 1934. Como comprenderás, un
compromiso tan forzado y arbitrario lo tengo para cualquier persona como
inválido, pero muchos conciudadanos lo tomarán al pie de la letra…, de una
literalidad que afortunadamente es tan contradictoria, que, o cumples un deber,
o cumples otro. Mira, si no, la traducción que te hago: “Lo juro: seré fiel y
obediente al líder del Reich y el pueblo alemán, Adolf Hitler, observaré la ley
y cumpliré concienzudamente mis deberes oficiales, que Dios me ayude”[25].
¿Me quieres decir cómo se puede ser fiel y sumiso al Führer y, al propio
tiempo, cumplir la ley y los deberes oficiales de forma concienzuda? Al menos,
tenemos una amplia escapatoria, mientras no todas las leyes sean criminales: La
voluntad de los que mandan no se puede convertir en Ley, mientras no sea
promulgada y publicada en debida forma.
Por mi detallismo en analizar el juramento, deducirás que tienes a un nieto, no ya medio nazi, sino nazi por entero.
Quiero decir, que va para ocho meses que estoy trabajando en el Ministerio del
Interior, en una moderna ampliación situada en la Dorotheenstrasse. En
un principio, había contado con entrar a trabajar en Justicia, a las órdenes de
un amigo de papá, apellidado Schlegelberger, aunque tenga poco de romántico[26];
pero su superior es un tal Freisler[27],
un individuo de pésimo carácter, que está constantemente haciéndose perdonar un
confuso pasado izquierdista -estuvo un tiempo con los soviéticos, al ser hecho
prisionero de guerra en 1915-. Me tiene en gran aprecio como conocedor de
las normas y prácticas americanas para definir y marginar a los negros, y
está empeñado en que lo ayude a demostrar que la raza judía es, por su
pigmentación y roce con los africanos[28],
una especie de eslabón intermedio entre los blancos y los negros o, como él
dice, entre los semíticos y los camitas[29].
Como comprenderás, mi tolerancia con los disparates tiene un límite, y no tuve
más remedio que rogar al amigo de papá que me buscase un puesto más jurídico y
menos dermatológico -tal cual-. Se echó a reír y me dijo: “Si quieres aplicar
tus saberes al campo jurídico, nuestro hombre es Stuckart”. Y aquí me tienes, como
un Gulliver en el País de los Mischlinge[30]…
… No quiero concluir
esta carta -aunque ya vaya larga- sin exponerte un motivo más para que
disientas de Hitler. Si las cosas no han cambiado en los últimos años, la
familia Caldwell -como la mayoría de los tejanos- sois republicanos y Roosevelt
no os cae nada bien. Por el contrario, el Führer, llevado de su intervencionismo económico y
del deseo de ver por doquier rasgos de afinidad con los suyos, tiene a vuestro
Presidente por un dictador en ciernes que, empezando por lo socioeconómico,
acabará por minar la democracia política. Así que en la Cancillería de Berlín
tienes a un admirador de Roosevelt, por las mismas razones por las que vosotros
-con parecida exageración- lo execráis.
***
Berlín, 15 de
septiembre de 1938.
Querida Henrietta:
Mi enhorabuena por
tu compromiso matrimonial, que por carta me anuncias, a la vez que me preguntas
por un buen momento para celebrar la boda, a fin de que papá y yo podamos
asistir. Creo que lo mejor será que papá busque la mejor fecha para él: yo
procuraré acomodarme a sus opciones, aunque no estoy muy seguro de que me den permiso
en el trabajo y un visado consular. Lo importante es que hayas acertado en la
elección. La verdad es que yo no me acuerdo de tu futuro marido. Sí recuerdo a
un Aronson, que fue conmigo a la High School, pero no se llamaba Nathan, como
tu novio: puede que fuese un hermano mayor, u otro pariente. Lo que me
preguntas de cómo tomarían las autoridades de aquí el matrimonio de una chica
alemana de pura raza
con un medio judío, te diré a grandes rasgos que la unión tendría que ser
autorizada en vía administrativa y, si Nathan tiene-como me aseguras- dos
abuelos judíos, sería conveniente que no fuese hebreo de religión ni
perteneciera a ninguna congregación judía, para que vuestros hijos no tuviesen
problemas. De todos modos, no te aconsejo -aunque yo recomendaría tu caso- que
solicites permiso al Reich: Cásate sin dar publicidad y procura desconectarte
de Alemania hasta que todo esto haya pasado. Tampoco estaría mal que, en
cuanto puedas, obtengas la nacionalidad americana, aunque ello pueda suponer la
pérdida de la germana, o que aquí no se te reconozca como estadounidense.
Como sabes, sigo
trabajando en la Oficina para asuntos judíos del Ministerio del Interior,
dentro de lo que podríamos llamar la parte legal o jurídica del problema. El jefe de la Oficina es
un tal Lösener[31],
un verdadero prusiano del tratamiento de los mischlinge, a quien yo
llamo en mis cartas a papá, Manzanillo, como aquel chicano que, cuando
yo era un niño amigo de sus hijos, nos enseñaba las estampas de los mestizos y
mulatos de españoles, indios y negros, y nos preguntaba por el nombre de cada
cual, a centavo el acierto[32].
Aquí no llegamos a formas tan artísticas, pero los chupatintas han tenido que
elaborar un gráfico muy amplio sobre las Leyes de Núremberg, para esquematizar
las diversas clases de mischlinge, las posibilidades de contraer matrimonio
entre ellos y el destino que espera a los hijos de esos matrimonios mixtos[33].
Mi superior inmediato, Hans Globke[34]
es otro obseso del ordenancismo y de los matices de este gigantesco absurdo, pero
afortunadamente me tiene por imposible. Te contaré por qué:
Uno de los
contados días que Herr
Stuckart -el Secretario de Estado- nos reunió a los mejores cerebros de la
Oficina judía, empezaron a diferenciar los diversos casos de mestizos y los
problemas económicos y matrimoniales que suscitaban. Como se llegara a
polemizar al respecto, me atreví a interrumpirles con osadía: Señores -les
dije-, si no ha sido posible ponerse de acuerdo sobre qué es un judío, ¿me
quieren decir cómo vamos a definir con precisión la mitad de un judío, o un
cuarto de hebreo? Todos se quedaron atónitos. Al cabo unos segundos,
Stuckart replicó: No pretenderá sacar de esa dificultad la consecuencia de
que tratemos por igual a judíos y a mestizos de primero y de segundo grado. De
ningún modo, señor -convine-, pero caben otras opciones. ¿Cuáles?, me
preguntó. Tal vez sería más fácil y más justo poner límites a los efectos negativos
de ser judío, que no al hecho de serlo legalmente. Eso es lo que en el Sur de
los Estados Unidos se hace con los negros. Tal cosa no es posible en Alemania -terció
Lösener-, donde estamos obligados a erradicar a los judíos de la
ciudadanía. Pues entonces demos a la sangre alemana de los mestizos la misma o
mayor eficacia que a la hebrea -concluí- y controlemos las posibles
desviaciones de esta por medios de control más sutiles y menos dolorosos para los
mestizos y sus allegados de sangre alemana. Aquí terminó por el momento mi
intervención, de la que salí con el mote de Raffiniert, que fue la
palabra con que aludí a la sutileza, y con la relegación a la tarea subalterna
de resolver los expedientes de duda o reclamación en materia de clasificación
de los mischlinge. La verdad es que no sabía por qué no me habían echado
a la calle de manera inmediata. La razón la conocí semanas más tarde, cuando
Stuckart me llamó a su despacho con el pretexto de recomendarme un asunto. Al
acabar, me confesó: No estoy lejos, Herr Professor, de su solución
de borrar de un plumazo el estigma de ser mestizo. Por ahora, las Leyes de
Núremberg, que yo contribuí decisivamente a redactar, suavizan las aristas del
problema y les permiten a Lösener, Globke y otros hacer encaje de Bruselas
con sus preceptos; pero temo que llegará el día en que, hartas las Autoridades de
sutilezas, mestizos y judíos reciban el mismo trato. Hay que evitar que
ese momento llegue y para eso cuento con personas, como usted, que tengan ideas
claras y eficaces. Entre tanto, no se haga notar: Lösener ha tomado buena nota
de sus inconvenientes palabras del otro día.
Como ves, querida
hermana, Alemania no es un sitio nada bueno para Nathan ni para ti. Seguro que
tampoco es muy saludable para padre y para mí, pero ahora no se me ocurriría escapar de aquí por nada del
mundo…
Ampliación Ministerio del Interior
del Reich (Berlín)
***
Berlín, 13 de
octubre de 1938.
Querido padre:
Comprendo la
tristeza que a todos nos embarga, al no poder estar en la boda de Henrietta,
aunque también convengo contigo en que no es de los mayores incordios de seguir
luchando por el Derecho en Alemania. Lo importante es que los contrayentes sean
felices y que mamá siga reponiéndose de esa insuficiencia cardiaca que se le ha
declarado en los últimos meses. Por mi parte, estoy perfectamente y ya formo
tanta parte de este Ministerio, como las columnas dóricas que sostienen su
horrendo pórtico.
Recientemente, me
acordé de ti, al leer la ley sobre testamentos del pasado 31 de julio, que
atribuye a los tribunales la facultad de anular los testamentos cuyo contenido
sea contrario al buen
sentido del pueblo[35].
Claro que eso parece una nadería, al lado del Decreto de agosto próximo
pasado sobre los cambios de nombre para los judíos cuyo apelativo no lo
parezca: Ya sabes, eso de empezar con el nombre de Sara o de Israel, según se
trate de mujeres o de hombres. Yo ya no pude más y, con la máxima ironía, forcé
una reunión de jefes de la Oficina. ¡Figúrate mi espanto cuando vi que acudía,
no solo Stuckart, sino el Ministro Frick[36] en
persona! Verdaderamente, como quien dice, caí de pie, pues el asunto que quería
proponer es que no se llamara Israel a los judíos varones, sino Abraham -por
analogía con lo de Sara, para las mujeres- o Jacob, que era el nombre inicial
de Israel, hasta que Jehová se lo cambió. Frick se me quedó mirando y dijo: Muy
fino hila usted. Yo repuse, Herr Minister, es que estudié en
Múnich, como Su Excelencia, aunque con menor aprovechamiento. Se echó a reír
y, entre bromas y veras, se discutió mi moción y se rechazó, para ahorrar
gastos al Reich en impresos y libros del Registro Civil. ¿Quién fue su
maestro en Múnich?, me preguntó. El Doctor Mezger, repuse. Frick me
confirmó el cambio de chaqueta del Profesor, al comentar: Es de los mejores
intelectuales del Reich. Pues ya sabes, papá, que en la Alemania
actual los mejores en cualquier carrera son todos nazis…
… Verdad es que,
en la tarea más rutinaria, puede surgir una sorpresa. A mí me sucedió hace unos
días, justo cuando salió en los periódicos el vergonzoso Acuerdo de Múnich[37], y fue que se presentó en mi oficina
una señora joven, de aspecto bastante informal, aunque se hizo anunciar con la
tarjeta de Condesa
Schenk von Stauffenberg[38].
Sin rebozo alguno, cuando se sentó ante mí, lo primero que me soltó fue: Yo
misma soy una mischlinge, pero no vengo a consultarle mi caso, sino el
de una amiga muy querida, que también lo es; de primer grado, he de concretarle.
Parece que se trata de una señorita de buena familia mixta del comercio de
Berlín que, por eso mismo, es bastante conocida y la tienen los de la S.A.[39]
entre ceja y ceja. Yo le aconsejé, con base en la ley, que abandonara
toda práctica de la religión judía, dándose de baja en su sinagoga o
congregación y, adicionalmente, que viera de casarse con un ario -cuanto
más importante, mejor- y tener hijos enseguida. La Condesa, llamada Melitta, agradeció
mis sugerencias y, al despedirse, me hizo la sibilina pregunta de si había
volado alguna vez. Como yo entendiera la cuestión en sentido figurado, le dije
que con bastante frecuencia, en alas de la fantasía. Ella se echó a reír y me
aclaró que se refería a pilotar un avión. Le respondí, de forma harto
exagerada, que tenía bastantes horas de vuelo en una avioneta de fumigación,
allá por Texas, y le informé del tipo de aparato utilizado y del insecticida
que usábamos. Finalmente, me dijo que sería un placer verme en alguna de las
fiestas que daba en su palacete de la Breitcheidplatz, a lo que yo le
dije que tendría mucho gusto en aceptar cualquier amable invitación de su
parte. Aquí ha quedado todo, por ahora, y no creo que llegue más allá de una
fineza de aristócrata. Luego, al informarme sobre mi visitante, he sabido que
se trata de una de las aviadoras militares más ilustres de Alemania y, por lo
mismo, de una buena amiga del mariscal Goering[40]…
Por lo demás,
papá, después de la bajada
de pantalones de ingleses y franceses en Múnich, creo que es de esperar que nuestras
Autoridades se crezcan en todos los sentidos. Si es el precio a pagar por
evitar la guerra, tal vez podamos darlo por bueno, pero mucho me temo que solo
se haya logrado aplazar su estallido…
***
Berlín, 15 de junio
de 1939.
Querida Henrietta:
Mucho me ha
alegrado el anuncio de que seré tío para fin de año. Sin duda que Nathan y tú
estaréis encantados y solo es de esperar que embarazo y parto se desarrollen
con total normalidad, como hasta ahora, según me dices. Esta feliz noticia
familiar, me mueve a revelarte lo que hasta ahora he mantenido en secreto,
incluso para papá, dada la inquietud y, tal vez, la crítica que mi decisión
pudiera produciros. Tú sabrás administrar la información que te transmito, sobre todo,
pensando en la enfermedad de mamá, a quien debemos ahorrar innecesarias
preocupaciones.
En carta a mamá de
finales del año pasado, le contaba mi sorprendente encuentro con la Condesa voladora. Pues bien, poco
después se produjo el terrible pogromo del 9 de noviembre pasado[41],
del que uno de los pocos negocios judíos que se libró fue una excelente tienda
de antigüedades en la Tauentzienstrasse de Berlín, propiedad del Señor
Tannenbaum, un judío casado con una cristiana de sangre aria. Su buena
suerte se debió a un aviso de última hora del Mariscal Göring, asiduo cliente
de Tannebaum, que le hace unos precios muy rebajados. Pues bien, la única hija
del anticuario, llamada Bárbara -o Sara Bárbara, según lo ordenado- es la amiga
de la Condesa por la que esta me había pedido consejo. Tuve ocasión de
conocerla personalmente durante una recepción que la Condesa Schenk dio en su
casa, en honor del Göring, a la que Bárbara y yo fuimos invitados. Durante la
fiesta, fui presentado al Reichsminister, como un aviador civil formado
en América, que ahora se dedicaba a mirar con lupa los expedientes de hebraísmo.
Göring, tan brusco y efusivo como es habitual en él -y algo bebido, además-,
soltó el exabrupto de que eran arios los que él afirmaba que lo eran. Le
repliqué que, siendo así, acababa de echarme del Ministerio del Interior, pues
me había dejado sin ocupación. Tomó mi respuesta como ingeniosa y soltó una
risotada, a partir de la cual no dejó de embromarme, llamándome a cada rato Der
fliegende Amerikanisch[42].
En ese contexto,
he de decirte que Bárbara y yo congeniamos inmediata y plenamente, cosa que
inspiró a la Condesa, de acuerdo con la familia Tannenbaum, la proposición de
que nos casáramos, con la segura recomendación de Göring para que se nos diese
la pertinente autorización. Mi futuro suegro se ofreció a compensarme
espléndidamente por la más que probable pérdida de mi trabajo en el Ministerio.
En fin, Henrietta, la ternura de Barbara y mi natural provocativo y
caballeresco hicieron el resto. He aquí que, a comienzos de la primavera,
Barbara y yo nos casamos por lo civil en la Alcaldía de Distrito de Zehlendorf[43], pasando unos días de descanso
-llámalos luna de miel, si quieres- en una villa cercana, propiedad de una
señora amiga de la familia de Bárbara. Gracias a ese enlace -aún sin necesidad
de que tengamos hijos-, Barbara librará la orden de emigración general y
forzosa que, desde enero del corriente año, se aplica a todos los judíos de
Alemania, al pasar, por su matrimonio conmigo, a tener un estatus privilegiado
dentro de los mestizos de primer grado. En cambio, es casi seguro que sus
padres hayan de malvender su negocio y marchar a Estrasburgo, donde reside el
hermano mayor de mi suegro. Afortunadamente, la avidez del Mariscal permitirá
que las mejores piezas de la tienda pasen a su poder, a cambio de su protección
y de un pagaré a mi nombre, por importe de un millón de marcos, pagadero en
diez años, a razón de cien mil marcos anuales. Mucho fían mis suegros en mi
honradez y en la vigencia del Reich de los Mil años[44].
Por su parte, la Condesa ha recibido secretamente en depósito una cierta
cantidad de joyas y piedras preciosas sin montar, que quedarán a disposición de
Barbara bajo recibo, firmado por ella y por su marido.
Dirás qué clase de
hermano tienes, que insiste tanto en las cuestiones económicas y raciales y tan
poco en la fisonomía y cualidades morales de quien ya es tu cuñada. Para eludir
algunos detalles, te envío una fotografía de Bárbara, tomada en el jardín de la
villa en que pasamos la luna de miel. Siendo la fotografía en blanco y negro, te
diré que su cabello es castaño claro y los ojos, verdes; una feliz hibridación entre un padre moreno
y una madre tan rubia, como Hitler espera de las mujeres arias. En cuanto a su
manera de ser…
En resumen, tú
-que me conoces muy bien- deducirás que podremos formar una pareja muy
compenetrada, siempre que yo sepa suavizar esa vena de magistrado autoritario de la
vieja Europa, que me echas en cara como herencia de papá. ¡Y ahora él y yo somos
corderitos rodeados de schäferhunde[45],
que nos llevan adonde quieren! Ella misma va a escribirte, una vez hayas tenido
noticias de la boda por esta carta, para presentarse y contarte, de mujer a
mujer, cuanto tenga por conveniente.
***
La carta
precedente fue la última que la familia Caldwell recibió de Udo Faber desde
Alemania. No así su padre, el magistrado Bernhard Faber, que siguió teniendo
correspondencia regular con su hijo, quizá por estar ambos domiciliados en
Alemania durante los años siguientes. Con todo, creo suficiente para concluir
la primera parte de este relato con resumir el contenido de la que le remitió
en vísperas del inicio de la Guerra Mundial. En ella se puede leer lo que
sigue:
Berlín, 10 de
agosto de 1939.
Querido padre:
Me ha sido
imposible coger vacaciones este año, por lo que espero no tomes a mal que
hayamos de dejar nuestro encuentro para mejor ocasión. Te detallaré las causas
de tal agobio de trabajo, para que no creas que exagero.
Por motivos que no
son del caso[46], me han cesado en la Oficina del
Ministerio del Interior en que estaba trabajando, debido a “no ajustarse su trabajo a la
rigurosidad con que el mismo debe ser realizado”. En otras circunstancias,
me avergonzaría de transcribir el motivo del despido, pero, en este caso,
supongo que te hará sentir orgulloso de tu hijo. La verdad es que creo que han
obrado con prejuicios, pues Lösener me la tenía jurada desde mis desplantes ante
Stuckart y Frick, y ahora, por comentar yo descaradamente la ligereza del
Mariscal Goering, al considerar no judío a cualquier persona de la que él diga
que es aria. De todos modos, la expulsión ha sido corregida por el Secretario
de Estado[47], que
la ha convertido en cese por reducción de plantilla en el Negociado, y,
al propio tiempo, me ha nombrado asesor personal suyo, con unos emolumentos
suficientes para mantenerme.
El cambio debió de
llegar a oídos del Doctor Freisler, en el Ministerio de Justicia. El caso es
que Stuckart me mandó que fuese a ver a su colega[48], pues tenía algún trabajo que
encomendarme. La entrevista me hizo comprender que está cada vez más extremista
y disparatado. La verdad es que me recibió con cortesía, sacando pronto a
colación el Decreto de este año, sobre “criminales juveniles precoces”[49], del que parece estar muy orgulloso.
Pero, ¿qué quería de mí? Pues mi aportación y asesoramiento en otro Decreto,
que quiere promulgar el próximo mes de septiembre, titulado de “parásitos
nacionales”, con el objeto de endurecer la represión de aquellos delincuentes que,
por sus características raciales y biológicas, justifiquen el empleo de una
mayor fuerza penal. Yo le encarecí las dificultades que tendría para preparar
un informe serio sobre tan abstruso tema con tan poco tiempo disponible, pero
él me doró la píldora, con mi gran formación y conocimientos previos sobre el
tema. En fin, sonrió con dificultad, esbozando un guiño de ojos, y me dijo: ya sabe usted, Herr Professor, céntrese
en los de siempre: judíos, gitanos y demás ralea. Y aquí me tienes, mañana,
tarde y parte de la noche, leyendo artículos de Genética y consultando
estadísticas, para llegar a la conclusión -que va a retorcerle las tripas- de
que no hay pruebas concluyentes de lo que él sostiene. Y, entre la literatura y
materiales que me han facilitado en el Ministerio de Justicia, no me ha
extrañado tropezarme con notas y bocetos de mi maestro, el Profesor Mezger, aludiendo
a los judíos como personas proclives a una mayor criminalidad, aunque -¡menos
mal!- lo deja en la duda, debido a que no se han hecho suficientes estudios como
para definir decididamente al judío, o por su raza, o por su confesión
religiosa[50]. Espero
que, por esta vez al menos, el discípulo sea mayor -más decente- que su
maestro.
Wilhelm Stuckart (1902-1953)
SEGUNDA PARTE: CARTAS DE POSGUERRA
(1947-1949)
4.
Sobre la Conferencia de Wannsee
Núremberg, 15 de
abril de 1947.
Al General de
Brigada, Telford Taylor, Fiscal Jefe para los juicios ante los Tribunales
Militares de los Estados Unidos en Núremberg[51].
Señor:
En mi actual
condición de intérprete en el juicio de los Estados Unidos de América contra
Josef Alstötter y otros catorce acusados más[52], que se sigue en esta ciudad desde
el día 5 de marzo pasado, ha llegado a mi conocimiento que se ha hallado un
acta oficial expresiva del desarrollo y conclusiones de una Conferencia
celebrada a principios de 1942 en el suburbio berlinés de Wannsee[53]. Al parecer, por tratarse de una
copia y haber tardado tanto en encontrarse, se pueden suscitar ciertas dudas
sobre su autenticidad y contenido. Habida cuenta de mis actuales deberes
oficiales, y de la fidelidad y gratitud que debo al Gobierno de los Estados
Unidos, al haberme acogido a mí y a mi familia en su territorio cuando
peligraban nuestra vida y derechos, me permito dirigirme a Su Excelencia, para
exponerle cuanto conozco de propia mano acerca de la susodicha Conferencia y lo
en ella acordado, en el bien entendido de que, por no afectar a ninguno de los
acusados en el juicio para el que he sido designado, considero que no ha de
perjudicar la imparcialidad que debo observar como intérprete en el mismo.
El día 1 de diciembre
de 1941, recibí en mi bufete de abogado en Berlín la llamada telefónica del
Secretario de Estado del Ministerio del Interior, Wilhelm Stuckart, con el
objeto de que me personara cuanto antes en su despacho oficial, para departir
con él sobre un asunto del mayor interés y urgencia. Debo exponer a Su
Excelencia que la razón de acudir a mí es la de que había trabajado en dicho
Ministerio en funciones secundarias y como consejero informal del Señor
Stuckart entre los años 1937 y 1940 cuando, como consecuencia de mi matrimonio
con una joven medio judía y del cariz cada vez más inhumano que tomaba la
política del Reich, decidí abandonar todo contacto con mis anteriores
empleadores y asumir las funciones privadas de un abogado especializado en
asuntos civiles[54]. La razón de la llamada de Herr Stuckart era la de que se le
había convocado, en unión de otros altos funcionarios del Reich, para asistir a
una reunión a celebrar el día 9 del mismo mes de diciembre, en las oficinas de
la Interpol en el suburbio berlines de Wannsee[55],
bajo la presidencia del Director de la Oficina Central de Seguridad (RSHA) y
General de la Policía, Reinhard Heydrich, considerado además la máxima figura
de las SS, después de Himmler[56].
A juzgar por la copia de una carta de Göring que acompañaba la citación[57],
Stuckart entendía que se trataba de resolver de una vez por todas la cuestión
judía. Y, en atención a mis especiales conocimientos y al escaso tiempo
disponible, me rogó estudiara posibilidades y soluciones para abordar el caso
de los mischlinge, es decir, los híbridos de judío y ario, en especial,
los de primer orden, a saber, los que tenían dos abuelos hebreos[58].
Quiere decirse que el Secretario del Interior sospechaba que se tratase de
igualar en el futuro la consideración de los judíos propiamente dichos -cuyo
destino era funesto e irremediable- con los de los mestizos de primer orden,
que entendía merecedores de un trato más humano. Como Su Excelencia
comprenderá, me tomé muy a pecho el trabajo, aunque solo fuera por afectar
directamente a mi esposa, y procuré armonizar el detallismo de las Leyes de
Núremberg a este respecto con la conveniencia de unos criterios que, aunque
drásticos, evitaran la plena igualación y, en consecuencia, la deportación y
exterminio de los mestizos. En esas estaba, cuando recibí una nueva llamada de
Stuckart, anunciándome que, por razones no aclaradas, la reunión se aplazaba sine
die. No obstante, entendiendo que no parecía tratarse de un aplazamiento
largo, el Secretario de Estado me pidió seguir estudiando con afán el caso y
reunirme con él para discutirlo en vísperas de la próxima Navidad.
Finalmente, nuestro
encuentro se produjo el 28 de diciembre. Para entonces, según Stuckart me hizo
saber con aparente sinceridad, se habían originado cambios en el curso de la
guerra, como la fuerte resistencia soviética y la entrada en la misma de los
Estados Unidos[59], que hacían suponer que la victoria
alemana no sería tan rápida como hasta entonces se pensaba. En consecuencia,
Hitler había decidido abordar la cuestión judía en todo su rigor e intensidad en el curso
de la guerra, tratando a los judíos de la forma expeditiva con que el Ejército
lo hacía con los partisanos enemigos[60].
Aunque el Führer no había descendido al pequeño detalle de los mestizos
de primer grado -no menos de cien mil en Alemania, sin incluir a sus esposos o
esposas e hijos menores-, Stuckart seguía temiendo que el silencio fuese
negativo y permitiera saltarse los límites y cautelas de las leyes existentes,
que tanto había contribuido él a redactar. Yo le hice un adelanto de mis ideas,
consistente en una defensa activa, pero no a ultranza, del sagrado respeto por
la sangre alemana, aunque estuviera mezclada con otra. Donde no fuera posible
sostener tal cosa, se trataría de evitar la fatal deportación, a cambio de
promover fórmulas claras y de una gran eficacia antijudía, como la
esterilización de los hombres y mujeres judíos casados con alemanes e, incluso,
de los propios mestizos de primer grado. En cuanto a los alemanes casados con judíos,
en vez de que tuvieran que seguir un destino mortal común, verían anulados sus
matrimonios, mediante el divorcio forzoso, bien pedido por el cónyuge ario,
bien por el Ministerio Fiscal con razones especiales.
Villa donde se celebró la Conferencia
de Wannsee (20 de enero de 1942)
Estoy seguro de
que Su Excelencia habrá juzgado con repugnancia mi ofrecida solución, en
particular, en lo referente a la esterilización, que ha merecido el rechazo de
las Leyes por las que se han regido y rigen los Tribunales que están juzgando
los crímenes contra la humanidad. Pero mi objetivo era otro, que Stuckart captó
al punto, cuando me hizo ver que lo que yo calificaba de una solución clara,
drástica y sencilla, era todo menos realizable, en guerra y a corto plazo, por
cuando suponía actuar médicamente -incluso por medios quirúrgicos- sobre
decenas de miles de personas, con el consiguiente escándalo y repugnancia de
sus familiares, incluso de sangre alemana. Y, en cuanto a los divorcios, la
plétora de procedimientos y la lentitud de los tribunales harían ineficaz la
fórmula, que habría de contar con la oposición de la mayor parte de los cónyuges
que podrían divorciarse, sobre todo, si la persona aria era la mujer. Yo decidí
hablarle con toda franqueza y le dije que eran precisamente esas dificultades,
prácticamente insuperables, las que salvarían a tanta gente de sangre judía y alemana
de su exterminio y obligarían al Führer a atenerse a las Leyes de Núremberg,
por confusas y tolerantes que las juzgase. Herr Stuckart agradeció mis sugerencias y prometió
estudiarlas. Entre tanto, me rogaba que extendiera el análisis a las propias
Leyes que ahora regían el estatus de los mischlinge, por si podían
introducirse cambios simplificadores y algunas medidas de mayor severidad, que
fuesen -me dijo textualmente- el trozo de carne que se echa al perro
guardián para que te deje pasar. Le seguí prometiendo mi ayuda, rogándole me
avisara de cualquier nueva convocatoria de la reunión, pues entendía que las
prisas del Führer acabarían por contagiar muy pronto a Heydrich. Y así fue, en
efecto, como le expondré a continuación.
***
El 8 de enero de
1942, le llegó a Stuckart y demás convocados la nueva invitación para asistir a
la conferencia, que se celebraría el día 20 siguiente, en una villa
recientemente adquirida por la SD, también en Wannsee[61],
de la que ignoro su estado actual, ni si existirá. En consecuencia, el
Secretario de Estado me urgió a dejar cuantas otras tareas tuviese entre manos y
prepararle un amplio borrador para el problema de los mestizos. En
consecuencia, me declaré enfermo, para librarme de la asistencia a las
diligencias judiciales que tenía señaladas, y me retiré, en unión de mi esposa
y de nuestro pequeño hijo, a otra villa de Wannsee, próxima a la de la reunión
y propiedad de la familia judía de los Liebermann[62],
y allí trabajé, tranquila e incansablemente, en mil y un proyectos, que
acabaron cristalizando en una normativa que diera amplio juego a Herr Stuckart,
en función de cómo se desarrollara la reunión y de las presiones que presumiblemente
iba a recibir de Heydrich. Se trataba de insistir en las fórmulas de la
esterilización como alternativa voluntaria a la deportación y de la petición
de divorcio automático, en el caso de que una persona no judía no quisiera
seguir el triste destino de su cónyuge judío. De manera que, tal vez, Su
Excelencia considere interesada, trataba de evitar el paso a campo de
concentración de personas con hijos que pudieran considerarse alemanes, así
como de los mayores de 65 años -aproximadamente, la tercera parte de los
implicados-y de personajes de notoriedad pública y héroes o inválidos de
guerra, para los que se reservaría una plaza en residencias o guetos en
buenas condiciones, aunque tuviera que correr su manutención a cargo de los
albergados. Di por acabado mi trabajo el 16 de enero de 1942, fecha en que lo
entregué al Secretario de Estado, quien me mandó volver al día siguiente, por
si precisaba de alguna aclaración al texto. Tan solo retocamos, en tal ocasión,
lo referente a la relevancia de profesar, o no, la religión judía, o pertenecer
a comunidades hebreas, que Stuckart rechazó definitivamente como criterio de
judaísmo; en cambio, se propuso potenciar la exención basada en cualidades
especiales de la persona, apreciadas por el Partido o el Estado, seguramente en
la línea simplista del Mariscal Göring de que él daba y quitaba credenciales de
hebraísmo.
Como Su Excelencia
comprenderá, desconozco de propia mano cómo se desarrolló la reunión de Wannsee,
ni si el acta que se ha recuperado de lo tratado en ella se ajusta a la verdad,
pero sí puedo asegurar que la conferencia se celebró pues, Herr Stuckart tuvo la gentileza de
comunicármelo personalmente, señalando que, tras una dura controversia con
Heydrich y otros asistentes, en la que él no recibió apoyo directo de ninguno,
había logrado salvar la vida de los mischlinge, sin que las
condiciones (esterilización, divorcio) fuesen inmediatamente ejecutivas, dadas
las dificultades prácticas existentes. Con todo, me indicó que había hallado en
la mayoría de los asistentes tal indiferencia hacia las leyes y la sangre
alemana mezclada, que no podía por menos de animarme a que mi esposa e hijo procurasen
abandonar el territorio del Reich. Yo le agradecí el consejo y le pedí la ayuda
que, a fin de seguirlo, pudiese prestarme. Así me lo aseguró, si bien he de
recordar a Su Excelencia que la cooperación, bastante más elevada, del Mariscal
Göring, apoyada por la Condesa Schenk von Stauffenberg, y por la renuncia de mi
esposa a cobrar una importante deuda que el Mariscal había contraído con su
familia, fue lo decisivo para que, en mayo de 1942, mi mujer, mi hijo y yo
mismo lográsemos pasar a Suiza y, de ahí, a los Estados Unidos.
Lamentablemente, todos los esfuerzos -incluso mediante soborno- para lograr
otro tanto con mi padre, resultaron infructuosos, dando ello lugar a que
falleciera, al parecer, víctima del bombardeo de Múnich por la RAF[63]
de los días 24 y 25 de abril de 1944.
El Secretario de
Estado Stuckart no me informó sobre la identidad de los demás asistentes a la
conferencia, excepción hecha del General Heydrich. Por ello, no estoy en
condiciones de opinar sobre la posible atribución a alguna autoridad o
funcionario de la titularidad de la copia descubierta por Su Excelencia.
Es cuanto, por
ahora y sin haber leído la citada copia, puedo exponer a Su Excelencia, en pro
de la efectiva celebración de la reunión de Wannsee y, a grandes rasgos, de lo
que en ella se trató y acordó. Quedo a su disposición, para el caso de que
decida hacerme partícipe de su contenido, a fin de que pueda darle una más
fundada opinión sobre su autenticidad, si es que en ello estuviere interesado[64].
Reinhard Heydrich (1904-1942)
5.
Cartas de Núremberg
Núremberg, 18
de febrero de 1947.
Querida Bárbara:
… He tenido mucha
suerte en cuanto al alojamiento pues al personal de servicio de los Juicios nos
alojan como sardinas en lata, algo muy atractivo para hacer amistades y tener
aventuras, pero poco indicado para un hombre de 38 años, felizmente casado y
con un sueño muy ligero. Pero las alternativas, aún estando dispuesto a
pagarlas bien, son muy escasas, porque el centro de la ciudad está
prácticamente destruido y en el Hotel Central -uno de los muy pocos que siguen prestando
servicio- es imposible encontrar habitación. ¿Dónde está, pues, mi suerte? Sin
duda en haber hallado una casita de dos plantas, con verja frontera y pequeño
jardín -al menos, dicen que lo fue-, en una bocacalle de la céntrica Hebelstrasse,
muy próxima al citado hotel, en cuyo restaurante se puede comer rápido y por un
precio razonable; desde allí hasta el Palacio de Justicia, hay un corto paseo,
que puedo hacer a pie en unos minutos[65].
La casita de Hebelstrasse, 6, pertenece a un matrimonio de jubilados,
Alfred y Edwina Schlunk, que me han alquilado dos habitaciones del piso
superior, con desayuno incluido y el derecho de libre uso de la cocina, por si
quisiera prepararme un tentempié para la cena. Por todo me cobran veinticinco
dólares a la semana, lo que para mí es muy conveniente y para ellos significa
un auténtico capital, en moneda codiciadísima en la Alemania de estos tiempos.
Milagrosamente, el pequeño edificio está casi intacto…
… El jefe de los
intérpretes es un Teniente Coronel, apellidado Dostert[66], un verdadero genio de las máquinas
y la traducción simultánea, que ya puso perfectamente a punto en el Juicio
Principal del año pasado. Es un tipo amable, aunque muy exigente, y dispuesto
siempre a solucionarte cualquier problema técnico, pero no le vayas con
cuestiones de intendencia.
Mi paño de lágrimas es un colega traductor, Peter Uiberall[67],
que ya estuvo en el Juicio de los Grandes Criminales y se las sabe todas.
Cuando se enteró de que tengo trabajo y familia en Norteamérica, no obstante lo
cual he regresado a Alemania para poner mi grano de arena en la tarea de
castigar a los criminales nazis, casi me da un abrazo y, desde luego, me lo
gané como amigo. En cualquier caso, tú sabes bien lo que me ha traído aquí, que
no es solo la Justicia, sino un vehemente deseo de vivir acontecimientos
históricos y redimirme de pasadas tolerancias y ligerezas, de las que
hace ya tiempo que estoy, no ya arrepentido, sino avergonzado…
Por cierto, a
través de Uiberall, he tenido conocimiento de que mi antiguo maestro, el
Profesor Mezger apareció por Núremberg, con demasiado descaro para su pasado
pro-nazi. En el Juicio Principal del año pasado, colaboró en la defensa del
acusado, Konstantin von Neurath, quien finalmente fue condenado a quince años
de prisión. Mezger intervino como cooperador del abogado principal, llamado
Otto von Lüdinghausen, que -siempre según Uiberall- tuvo un desempeño
lamentable[68], centrando la defensa de su
patrocinado en lo malo que había sido para Alemania el Tratado de Versalles:
Vamos, algo así como echar la culpa de los crímenes del nazismo a los vencedores
en la Gran Guerra del 14. Naturalmente, y pese a que von Neurath era uno de los
acusados menos relevantes, se ha llevado una larga condena[69],
en la que ignoro qué parte deberá a la ayuda de Mezger, quien -y eso es
lo que quiero destacarte- no se fue de Núremberg sin un buen susto, pues lo
encarcelaron como sospechoso en la llamada cárcel de los testigos y allí
estuvo unas semanas, hasta que lo liberaron sin formular cargos contra él. Uiberall
ignora en dónde puede encontrarse ahora Herr Professor pero, desde
luego, he logrado enterarme de que aún no ha sido readmitido en la Universidad
de Múnich; supongo que las Autoridades alemanas estarán instruyéndole el
expediente de desnazificación[70]…
***
Núremberg, 19
de junio de 1947.
Querida Bárbara:
Hoy es un día
especial para este juicio, que empieza a ser conocido como el de los Jueces,
aunque varios de los dieciséis acusados[71] han sido altos funcionarios del
Ministerio de Justicia y la mayoría de ellos compatibilizaron la profesión de
juez o fiscal, con ocupar cargos relevantes en dicho Ministerio. Digo que es un
día especial porque ha tenido de dimitir el Presidente del Tribunal al hallarse
seriamente enfermo, si bien no han precisado la dolencia que lo aqueja, la cual
se acumulará al hecho de que debía de ser ya octogenario[72].
Ello ha significado un maravilloso descanso de un par de días, no más, pues ya
estaba preparado un adjunto, que ha seguido el juicio desde su comienzo, el 5
de marzo pasado. Con todo, es una contrariedad, pues el enfermo tenía una manera
muy correcta de llevar las sesiones y se entendía a las mil maravillas con el juez
Brand[73], que
ahora pasará a ser el Presidente…
Me preguntas en tu
última carta si no tendré problemas o encuentros poco gratos con algunos de los
acusados, dado que yo tuve algo que ver en ese Ministerio. Felizmente para mí -y quizá para la
Humanidad- han muerto algunos de los funcionarios a los que conocí antes y
durante la guerra, en particular, el siniestro Freisler[74].
De los que aquí están, tengo idea de haber conocido de vista a Herbert Klemm[75]
y, por supuesto, al amigo de mi padre, el famoso juez Schlegelberger[76],
con quien no actuaré de intérprete, según he convenido con mi jefe, Dostert. Por
cierto, la relevancia y personalidad de ese juez, luego Secretario de Estado en
Justicia, ha quedado oscurecida ante la insistencia del fiscal en resaltar su
intervención en el famoso caso Luftgas, que recordarás, pues se vio en 1941,
cuando aún vivíamos nosotros en Berlín[77].
También le han puesto en mal lugar por una remisión de sentencia a un oficial
de la Policía[78].
Me parecen naderías, al lado del daño que Schlegelberger hizo colaborando con
los nazis con todo su prestigio y apoyando el plan esterilizaciones para
personas con presunta deficiencia mental. En su declaración bajo juramento -que
seguí con gran interés- manifestó que había apoyado la esterilización de los
medio judíos para librarlos del exterminio: Me parecía estar oyendo a Stuckart,
pero con una no pequeña diferencia: Schlegelberger fue una de las más grandes y
prestigiosas mentes del Derecho alemán, ante todo, juez y profesor, no un
político de tantos, que optó por la ley del menor daño y -por qué no decirlo-
del mínimo riesgo y esfuerzo personales[79]…
… Me tocó traducir
la extensa declaración de la testigo Irene Seiler, principal testigo del caso
Katzenberger[80], el más famoso del magistrado de
Núremberg, Oswald Rothaug[81], un individuo que me resulta repelente,
quien aún no ha prestado declaración y espero que pueda librarme de servirle de
intérprete…
A punto de cerrar
esta carta, me llega una nota escrita, remitida por Schlegelberger desde la
prisión. Me dice que, habiendo tenido confirmación de mi identidad -pues no
estaba seguro de que fuese yo-, quería hacerme llegar sus condolencias por la
muerte de mi padre, de quien dice que era un magistrado ejemplar, cuyo desgraciado óbito le ha
evitado, no obstante, contemplar y sufrir una parte de este periodo de
vergüenza y de miseria[82].
Por desprecio y por seguridad, he optado por no responder a la misiva y dar
traslado de la misma a mi superior, Dostert, al tener prohibidas las
comunicaciones con los acusados sin previa autorización del tribunal…
Vista general del Palacio de Justicia
de Núremberg
***
Núremberg, 5 de
diciembre de 1947.
Querida Bárbara:
¡Se acabó! Quiero
decir que, después de nueve meses de juicio, el tribunal dictó sentencia en el
día de ayer. De los catorce acusados, tres resultaron absueltos; uno, condenado
a cinco años; dos acusados, a siete; cuatro, a diez años de cárcel; otros
cuatro, a prisión de por vida. Mi amigo Schlegelberger ha sido de estos, como también
Rothaug, Klemm y un tal Rudolf Oeschey, colega de Rothaug en el Tribunal
Especial de Núremberg en la época nazi. Por aquí, corren rumores de que la
sentencia, en su conjunto, ha sido demasiado benigna; aunque, por otra parte,
pocos auguran un cumplimiento efectivo o dilatado de las penas. Con que
cumplan la mitad, y veinte años los condenados de por vida, me daría por
contento[83], me
ha confesado Peter Uiberall, que suele estar bien informado. Al menos, no se
espera que la Autoridad Militar[84]
desapruebe lo acordado por el Tribunal, como tampoco que nuestro Tribunal
Supremo Federal admita los hábeas corpus presentados en nombre de los
acusados…
En los próximos
días, gestionaré el billete de avión para volar a los Estados Unidos y estar
con vosotros hasta principios del año próximo, cuando está previsto que dé
comienzo el llamado Juicio
de los Ministerios[85],
que, no voy a engañarte, promete tener una larga duración… Comprendo que te
sientas molesta por mi larga ausencia de este año, a continuar en el próximo,
pero la experiencia ha sido verdaderamente emocionante y catártica. A mayores,
el jefe de los Intérpretes, Dostert, me ha felicitado por el trabajo en el
juicio recién finalizado, y ha asegurado contar conmigo para el próximo,
rogándome acepte el encargo pues, según van pasando juicios y meses, menos
estímulo y menos personal hay para implementar las necesidades de lenguas. En
el fondo, se trata de que los alemanes siempre miraron mal a quien colaborara
con los tribunales militares americanos, y nuestros políticos empiezan a ver
como más peligrosos enemigos a los rusos actuales, que no a los nazis del
pasado. Yo creo, querida Barbara, que alguien de sangre judía, como tú, no
puede entender ni consentir tamaño desatino. Yo, la verdad, tampoco…
… Por supuesto, ya
he comprometido el alquiler en casa de los Schlunk. Les he pagado por
adelantado el mes que voy a estar fuera, pero ellos sólo me han aceptado la
mitad del precio y, como verás, han comprado para nuestro hijo algún juguete y
un pequeño traje regional bávaro, válido para edad alrededor de siete años…
***
Núremberg, 15
de enero de 1948.
Querida Bárbara:
Todos aquí opinan
que este será el último de los Juicios de Núremberg y también el más relevante
después del Principal, si no fuera porque se empieza a estar un poco harto de
este tipo de juicios, considerados perjudiciales para el esfuerzo de guerra fría contra la URSS. Además,
se trata de un juicio confuso y elefantiásico, con veintiún acusados de las más
variadas procedencias administrativas y casi desconocidos para el gran público.
En lo que a mí respecta, ya sabes que solo siento interés por el Secretario de
Estado del Ministerio del Interior, Wilhelm Stuckart[86].
En ese sentido, me llevé una sorpresa -no la llamaré decepción- cuando no lo vi
en la sala del juicio. La razón es que se encuentra ingresado en un hospital de
Núremberg, bajo la debida vigilancia militar, para tratarse de un grave proceso
cardiovascular, con hipertensión, síndrome anginal y degeneración de miocardio.
Antes de intentar visitarlo, hablé directamente con su abogado principal, Herr
Zwehl[87], a
quien entregué una nota expresiva de mi identidad y de mi interés por su salud.
Días después, el Defensor me hizo saber que su patrocinado me recordaba con
afecto, que agradecía mis buenos augurios para su salud y que no consideraba oportuno
que lo visitara en el hospital, esperando que nos veamos, si algún día puede
venir al Palacio de Justicia para tomar parte personalmente en el juicio. Uiberall
me ha informado a este respecto de que el Fiscal Jefe, Kempner[88],
cree que se está exagerando la enfermedad de Stuckart, con el propósito de no
dar la cara en el juicio y conseguir en su día una sentencia más benigna. Yo
no sé qué pensar. Lo que sí puedo decirte es que se le imputan cuatro de los
ocho tipos de delito que en este proceso se enjuician, entre ellos, atrocidades
y ofensas cometidas contra poblaciones civiles -entiéndase, los judíos-, saqueo
y expoliación, y pertenencia a organizaciones criminales -en particular las SS-[89]…
***
Núremberg, 10
de octubre de 1948.
Querida Bárbara:
Al fin llegó el
momento de que Herr Stuckart
se creyese en condiciones de comparecer ante el tribunal y declarar[90].
Como creo haberte escrito en otra carta
anterior, ya lo han hecho, tanto Lösener, como Globke, de forma bastante
favorable hacia su antiguo superior, y con referencias constantes a la
Conferencia de Wannsee, que ya se ha convertido en un hito insoslayable en los
Juicios de Núremberg, desde que se encontró el acta que de la misma se levantó…
Stuckart, en
efecto, daba la penosa impresión de una persona sin condiciones para someterse a
un largo y severo interrogatorio, pero poco a poco fue recobrando prestancia y
energía, hasta resistir satisfactoriamente ¡seis sesiones! de preguntas por
parte del fiscal y de sus defensores. Sinceramente, no creo que ello hubiese
sido posible de estar tan enfermo como se ha asegurado. Por supuesto, no solo
contestó, sino que lo hizo de forma plenamente coherente con su tesis, a saber,
que él era un funcionario intermedio; que no sabía, ni tenía por qué saber, de
despojos o expoliaciones a personas o instituciones malquistas por el Régimen;
que no tuvo nada que ver con la decisión de deportar a los judíos, aunque
supuso cuál sería su funesto destino a partir de la reunión de Wannsee, pero no
antes; que su aceptada sugerencia de cambiar deportación inmediata por
hipotética esterilización fue la forma de salvar la vida a más de cien mil
híbridos judíos; que, aunque miembro de las SS y de la SA por razones formales
de su cargo, nunca ejerció funciones propias de dichas organizaciones, ni dio
órdenes a quienes habían sido sus subordinados en las mismas[91]…
Al concluir su
segunda sesión de declaraciones, con el debido permiso del tribunal, nos
entrevistamos en la sala de espera asignada en el Palacio de Justicia para los
acusados y sus guardianes. Hablamos durante unos diez minutos, acerca de su
salud; de nuestra acogida en los Estados Unidos; de mi trabajo como intérprete
y el lugar de Núremberg en que me he acomodado. Recordé -para no llevar la
conversación por temas conflictivos- su ayuda y la del Mariscal Göring para que
pudiésemos pasar a Suiza sin especiales dificultades y con un equipaje bastante
valioso. Íbamos a comentar algo sobre el previsible final de este juicio,
cuando un sargento de la policía militar irrumpió en la habitación y dio por
terminada la entrevista, ordenando a los guardias presentes que se llevaran al
acusado de nuevo al hospital. Stuckart se despidió con una sonrisa y me dijo: No se preocupe por lo que pueda
depararme la sentencia: Siempre será mucho mejor que lo que hemos pasado.
Ese hemos se me ha quedado grabado pues demuestra que, para Stuckart,
yo soy uno de los suyos. En cierto sentido, y pese a mi padre y a ti misma, no
deja de tener razón…
***
Núremberg, 19
de noviembre de 1948.
Querida Bárbara:
Ayer concluyeron
las audiencias y quedó suspendido el juicio, hasta el momento incierto en que
el Tribunal dicte sentencia y la comunique a los acusados. Stuckart no estaba
presente y su abogado principal, el Doctor Zwehl, renunció en su nombre a hacer
uso del derecho a la última palabra. Era de esperar…
… No tendré más
remedio que permanecer en Núremberg, a disposición del tribunal, pues he sido
uno de los intérpretes seleccionados para ello por inexorable decisión de los
magistrados, debida a mis conocimientos jurídicos y de la Administración del
finiquitado Reich. Lo
siento muchísimo, pues lo más probable es que la sentencia pueda demorarse
varios meses, habida cuenta de su complejidad. Pero insisto en que debemos
aprovechar este tiempo, de forma que nos sea útil para tomar una decisión sobre
el futuro de nuestras vidas: ¿Ha de estar en la nueva Alemania, o en los
Estados Unidos? No creo que podamos resolver con sentido, si no lo hacemos
juntos, una vez que tú y yo vivamos aquí unos meses y, en lo posible, viajemos
por esta zona del país, visitando Múnich y otras ciudades donde podríamos
vivir. Nada digo de Berlín, con el aislamiento y división que le aquejan y que
sabe Dios cuánto han de perdurar[92],
pero sí de esta Baviera, que conozco bien. Ya comprendo que, por razones
escolares y otras, Karl habrá de quedarse en Texas, con su abuela y el resto de
la familia, pero tú puedes venir sin problemas: Me lo han asegurado las Autoridades
americanas de ocupación. Tendrás a tu disposición billetes de avión, y los
Schlunk te esperan con los brazos abiertos… Aunque, por lo que ya sabemos, hay
pocas posibilidades de que encuentres a familiares tuyos en Alemania, al menos tendrías
la oportunidad de encontrarte con personas amigas…
***
Núremberg, 16
de abril de 1949.
Querida Bárbara:
Ya te decía que la
sentencia no se haría mucho de esperar, aunque comprendo que, con las ganas de
volver junto a Karl, no te quedases aquí más tiempo. Lo cierto es que ya ha acabado
el juicio y, tras una gran fiesta de despedida -te envío la foto que nos
hicimos todos los intérpretes en la escalinata del Palacio- ya nos aprestamos a
liar el petate y tomar el avión que nos llevará hasta Hamburgo, en donde
cogeremos un barco hasta Nueva York. Nos han prometido que será un buen
trasatlántico, pero, con tal de regresar pronto a casa, casi todos los
conformaríamos con un vetusto carguero.
Voy con la
sentencia. Por supuesto, no ha habido condenas a muerte, pero tampoco a prisión
de por vida. La condena más severa ha sido a 25 años de cárcel, a Gottlob
Berger, un alto cargo operativo de las SS. Por debajo, dos condenas a 20 años;
tres a 15; dos a 10; seis a 7 años; una a 6; dos a 5; una a 4, y dos
absoluciones. Falta un acusado y ese es precisamente Herr Stuckart. ¿Qué han
hecho con él? Pues condenarle al mismo tiempo de prisión que ya tenía cumplido
preventivamente: tres años, diez meses y veinte días; no diré de prisión, pues
han sido más bien de estancia vigilada en un hospital. De modo que no puede
haber salido mejor librado. El Tribunal justifica su llamativa decisión en el
hecho de que, tal y como está de enfermo, llevar a la cárcel a Stuckart sería
tanto como imponerle pena de muerte. El tiempo dirá si los magistrados están en
lo cierto o han sido engañados por un nazi muy listo, con la complicidad de los
médicos alemanes y la benevolencia de los americanos. A lo mejor, el ex
Secretario de Estado acaba viviendo más que nosotros[93]…
… ¿Qué pasará con
el resto de las condenas? Mi oráculo, Uiberall, cree que no se cumplirán durante mayor
lapso que la de Stuckart. Una vez más, será el tiempo quien dé y quite razón[94].
Pero, para entonces, Karl, tú y yo viviremos felices en San Marcos y puede que
no volvamos a tener noticia de cuanto acontezca con estos nazis que han salido
tan bien librados.
6.
Breve epílogo
El autor de las
cartas transcritas en este relato, Udo Faber, vivió a partir del final de los
Juicios de Núremberg, en los Estados Unidos, en concreto en la localidad de San
Marcos (Texas), en cuya Universidad explicó Derecho Penal, siendo famosos sus
cursos monográficos sobre los citados juicios, los impartidos acerca de la
influencia de la discriminación racial de los Estados Unidos en la legislación
nazi, así como de la esterilización forzosa, admitida en algunos de sus Estados[95].
Jubilado en 1978, falleció de muerte natural en 1985. Su esposa, Bárbara, lo
sobrevivió diez años, dejando aún en el mundo a su hijo, Karl, mischlinge de
segundo grado, y a tres nietos.
El epistolario de
Udo Faber referente a su etapa alemana fue depositado por su hijo en la
biblioteca Alkek de la citada Universidad, para conocimiento y
utilización por los estudiosos del Holocausto y del nazismo, en general.
Alkek Library (San Marcos, Texas), cuando su inauguración
(verano de 1990)
[1] Se trata de Hugh Pitcairn (1845-1911). Fue el
primer Cónsul General de los EE.UU. en Hamburgo, entre 1903 y 1908.
[2] Para entender parte de lo que se recogerá
luego en las cartas, debe recordarse que es tradición en las Universidades
alemanas la de simultanear la titularidad de la docencia penalista con la de la
Filosofía del Derecho.
[3] Se alude al catedrático de Derecho Penal, Dr.
Edmund Mezger (1883-1962), de quien posteriormente se tratará con mayor detalle
y matices.
[4] Se trataba de Georg Neithardt (1871-1941),
que presidió el Tribunal que, con extraordinaria benignidad, juzgó a Hitler,
por el putsch de Múnich, en 1924. Véase, Otto Gritschneder: Der
Hitler-Prozeß und sein Richter Georg Neithardt. Skandalurteil von 1924 ebnet
Hitler den Weg, C.H. Beck, München 2001; de manera más resumida, Mismo
Autor, Der bayerische Richter Georg Neithardt und sein folgenschweres
Hitler-Urteil von 1924, NJW (Neue Juristische Wochenschrift), 2001, pp. 484
y ss. Neithardt presidió el Oberlandesgericht (Tribunal Superior) de
Múnich entre 1933 y 1937, en que se retiró, con la gratitud expresa del Führer.
[5]
Libro aparecido el 18 de julio de 1925, en el que Adolf Hitler vertía
detalladamente su ideario y propósitos políticos.
[6] Pequeña
y pintoresca localidad de Texas (entonces, de unos 6.000 habitantes), muy movida
por radicar en ella el campus de la Texas State University, fundada
en 1899.
[7]
Hago la observación de que los
conocimientos de español de Udo Faber habían sido adquiridos en Texas, a partir
de su frecuente contacto con inmigrantes mejicanos.
[8]
Con la debida cautela ante ciertos errores y juicios discutibles, es esencial,
como resumen de las personalidades aludidas en el relato, la consulta de: Ernst
Klee, Das personenlexikon zum Dritten Reich. Wer war was vor und nach 1945, Fischer
Taschebuch Verlag, Frankfurt am Mein, 2003, 2005 et alt. El libro
clásico sobre los juristas filonazis es: Ingo Müller, Furchtbare Juristen,
aparecido en 1987 y actualmente asequible como e-book de Kindle; hay
varias traducciones al español, con el título de Los juristas del horror
(edit. Actum de Venezuela, 2006; Dykinson en España, 2010, etcétera).
[9]
Sobre el profesor Mezger (ver antes, nota 3), en los aspectos aludidos en este
capítulo, véase el texto capital de Francisco Muñoz Conde, Edmund Mezger y
el Derecho Penal de su tiempo. Estudios sobre el Derecho Penal del
Nacionalsocialismo, 4ª edición, Tirant lo Blanc, Valencia, 2003, en
especial pp. 87-88, 156-157 y 358-376. El libro tiene completo y libre acceso
por Internet: ¡Gracias a los responsables de ello!
[10]
Toda esta temática me es muy familiar, al haberle dedicado tres entradas en
este blog: El extenso y documentado ensayo, titulado el Derecho y los Indios
en los Estados Unidos; el relato de ficción, muy apegado a la realidad, Un
reportero entre los Comanches; y el ensayo biográfico y fílmico, Dos
indios de película (II): Quanah Parker, el comanche.
[11]
Hans Frank (1900-1946), jurista y político formado en la Universidad de Múnich,
Presidente de la nazi Academia del Derecho Alemán, de la que Mezger fue ab
origine uno de sus cien miembros. Volcado en la política a partir del
comienzo de la guerra, fue nombrado Gobernador de los Territorios del Gobierno
General (Polonia y Repúblicas Bálticas, así como Bielorrusia), cargo que
desempeñó entre 1939 y 1945. Juzgado como criminal de guerra y contra la
Humanidad en Núremberg, Frank fue condenado a muerte y ahorcado, el 16 de
octubre de 1946.
[12]
En 1935, Mezger publicó con la colaboración de Hans Frank el Nationalsozialistischen Handbuch (tratado para la orientación jurídica del estado nazi) y Der
strafrechtliche Schutz von Staat, Partei und Volk (La protección penal del
Estado, del Partido y del Pueblo).
[13]
(Louis Rudolph) Franz Schlegelberger (1876-1970), notable jurista y magistrado
alemán, que se dejó cortejar y dominar por los nazis, colaborando activamente
con estos en leyes y procesos considerados crímenes contra la Humanidad. Por
ello fue sentenciado a cadena perpetua en 1947, en el llamado Proceso de
Núremberg a los Jueces, siendo indultado en 1951 por supuestas razones de
edad y de salud.
[14]
Karl Roland Freisler (1893-1945), uno de los más destacados juristas de carácter
nazi, primero, como alto funcionario del Ministerio de Justicia, y, a partir de
1942, como atrabiliario Presidente del Volksgerichthof (Tribunal del
Pueblo), calculándose que en dos años y medio, firmaría unas 2.600 sentencias a
pena capital, casi todas ejecutadas. Murió en el curso de un bombardeo aéreo. Su
sugerencia de definir la raza judía por la mayor pigmentación melánica
de la piel es cierta.
[15]
La pregunta de Udo Faber no tiene fácil
respuesta. La contestación afirmativa tiene ilustrados partidarios. Véase, a
título de ejemplo, James Q. Whitman, Hitler’s American model: The United
States and the making of nazi race law, Princeton University Press, Princeton,
2017. Sobre la citada influencia en la política de anti mestizaje, véase: Dan
Rodríguez García, La mixofobia como política de Estado en la Alemania nazi, Revista
de Demografía Histórica, XXXII, II, segunda época, 2014, pp. 117-146.
[16]
Leyes presentadas en el VII Congreso del
Partido Nazi de Núremberg el 15 de septiembre de 1935 y aprobadas por el
Reichstag, que constituyeron la base legal de la discriminación contra
los judíos en Alemania. Son breves y pueden hallarse fácilmente en Internet,
traducidas al español. Tal vez sus dos claves sean el privar a los judíos de la
nacionalidad alemana y prohibirles contraer matrimonio o tener relaciones
sexuales con alemanes de sangre. Inferencias que se extraen de ellas son
la determinación de la condición de judío por la raza (no por la
confesión religiosa) y la exclusión de los judíos de ciertos cometidos o
profesiones (cada vez más).
[17]
Hans Globke (1898-1973), destacado jurista y alto funcionario nazi, que siguió
su, para él, exitosa carrera durante la Administración del Canciller Konrad
Adenauer, entre 1949 y 1963.
[18]
Se trataba de Wahrhald Drascher
(1892-1968), autor de Die Vorherrschaft der weissen Rasse, Deutsche
Verlag-Anstalt, 1936.
[19]
El mayor especialista en temas de
judaísmo y Wehrmacht es, precisamente, un profesor estadounidense, Bryan
Mark Rigg, autor de varios libros a este respecto, entre los cuales, Hitler's
Jewish Soldiers: The Untold Story of Nazi Racial Laws and Men of Jewish Descent
in the German Military, University Press of Kansas, 2002.
[20]
En Decreto de 4 de octubre de 1936, se haría explícita la conexión del concepto
de judío con la raza o estirpe, no con la religión, al señalar que la
adopción de otra religión, incluso la cristiana, no liberaba a quien era
legalmente judío de ese estigma jurídico.
[21]
Está acreditado que Mezger se afilió, en realidad, al NSDAP en 1937. Más dudosa
es la fecha de su incorporación a las SS: Suele sostenerse que tal
incorporación data de 1938, pero Muñoz Conde, obra citada en la nota 9, p. 372,
asegura haber examinado documentos que acreditan el pago de cuotas a las SS, desde
el 1 de enero de 1936. En cualquier caso, es cuestión de fechas.
[22] Viene a
equivaler a un sobresaliente y también se expresa como sehr gut, es
decir, muy bueno. La más alta calificación es Summa cum laude, o mit
Auszeichnung (con distinción).
[23]
O kippah, tocado ritual judío que, cuando menos, se usa por los varones
en los lugares sagrados o de respeto.
[24]
Woodrow Wilson (1856-1924), Presidente de los Estados Unidos entre marzo de
1913 y marzo de 1921.
[25]
Redacción original alemana: Ich schwöre: Ich werde dem Führer des Deutschen
Reiches und Volkes Adolf Hitler treu und gehorsam sein, Die Gesetze beachten,
und meine Amtspflichten gewissenhaft erfüllen, tan wahr mir Gott helfe.
[26]
Udo Faber hace una festiva alusión (ein witz) a Friedrich Schlegel
(1772-1829), uno de los precursores del Romanticismo literario y filosófico en
Alemania.
[27] Véase
antes, nota 14 y texto a que la misma se refiere.
[28]
El propio Hitler, en Mein Kampf, responsabilizaba a los judíos por la
introducción en Alemania de los primeros individuos de raza negra, en calidad
de esclavos o de criados de ínfima categoría. En todo caso, era un grupo
mínimo, en comparación con lo que se estaba produciendo en Francia, con la
inmigración de negros de las colonias y con las unidades militares indígenas:
Hitler calculaba que, en unos trescientos años, habría un Estado francés
uniforme y mestizo, desde el Rhin, al Congo. Creo que en esta materia Hitler
pudo quedarse muy corto en cuanto al territorio y muy largo en el tiempo
necesario.
[29]
Aplicando el Génesis (hijos de Noé) al mundo entonces conocido, se entendió que
los semitas formaron las razas judía, árabe y otras del Medio Oriente; los
camitas poblaron África y se volvieron negros; los descendientes de
Jafet se extendieron por Europa.
[30]
Mischling (plural, mischlinge) equivale a mestizo. En el idioma alemán,
se aplicó de preferencia a los medio judíos de todas clases, pero también se
empleó el término para los hijos de militares negros de las tropas de ocupación
y de mujeres alemanas, al acabar la Segunda Guerra Mundial. El País de los Mischlinge
es una humorada de Udo Faber, recordando los nombres sonoros e imaginarios
empleados por el escritor Jonathan Swift en sus famosísimos Viajes de
Gulliver (1726).
[31]
Bernhard Lösener (1890-1952), jurista y político nazi, especializado en
legislación sobre el problema judío. Ha sido muy controvertida su
postura en los momentos finales del nazismo, así como su muy benigna desnazificación
después de la Guerra. Sus trabajos legislativos y memorias han sido
agrupados y compendiados en un libro: Karl A. Schleunes (editor), Legislating
the Holocaust. The Bernhard Loesener memoirs and supporting documents,
Routledge, 2001.
[32] Dichas estampas proceden de óleos del siglo
XVIII de la zona de Nueva España (Méjico actual). La mejor colección creo que
es la del Museo de América de Madrid. A título de ejemplo de reproducciones,
véase: María Luisa Laviana Cuetos, La América española, 1492-1898, en Historia
de España, fascículo 14, Historia 16, Madrid, 1996, cubierta y pp. 46-51 y 79-85.
[33] En Internet hay numerosas páginas, incluida
la Wikipedia, que reproducen ese cuadro general, tanto en alemán, como
en español. Yo lo recojo como ilustración al ensayo pero, dados los tamaños de
original y reproducción, resulta imposible leer el texto que acompaña a los
circulitos de cada caso.
[34] Véase
antes, nota 17.
[35]
Artículo 48, parágrafo 2 de la citada
disposición legal. Aunque estaba claro contra quién iba dirigida, lo cierto es
que solo se hizo explícito en una instrucción general del Ministerio de
Justicia, de 24 de septiembre de 1941, la cual señaló que los testamentos en
favor de los judíos no eran válidos (es decir, ya no fue necesario que los
tribunales valorasen su disconformidad con el sentir popular).
[36] Wilhelm Frick (1877-1946), Ministro del
Interior del Reich de 1933 a 1943. Fue juzgado como criminal de guerra,
condenado a muerte y ejecutado en la horca, en Núremberg, el 16 de octubre de
1946.
[37]
Acuerdo firmado el 30 de septiembre de
1938 entre Alemania, Inglaterra, Francia e Italia, por el que la primera logró
incorporar a su soberanía el llamado País de los Sudetes, en perjuicio de
Checoslovaquia, cuyo Gobierno ni siquiera fue invitado a participar en las
conversaciones, ni del pacto final alcanzado.
[38]
Melitta, Condesa Schenk von Stauffenberg
-nacida Schiller Erbstein- (1903-1945), cuñada del famoso Klaus Schenk von
Stauffenberg, que atentó contra la vida de Hitler el 20 de julio de 1944. Fue
una destacada piloto de pruebas de aviones militares y falleció en vísperas del
fin de la II Guerra Mundial, derribada por un aparato norteamericano. Breve
biografía de la conocida por Melitta Schenk, o Schiller, en el folleto de Ernst
Probst, Melitta Schenk Gräfin von Stauffenberg. Deutsche Fliegerheldin mit
Gewissensbissen, Grin Verlag, 2010 (hay biografías del personaje mucho más
extensas).
[39]
Siglas de Sturmabteilung, especie de guardia de corps y fuerza
parapolicial de asalto del Partido nazi. Entre 1934 y 1943, estuvo
mandada por Viktor Lutze, por delegación del Führer.
[40]
Hermann Goering (1893-1946), mariscal de
campo de la Luftwaffe, Ministro de Aviación (1933-1945) y Vicecanciller
del Reich (1941-1945). Condenado a muerte en Núremberg como criminal de
guerra y contra la humanidad (1946), se suicidó mediante ingestión de una
cápsula de cianuro potásico.
[41] La Kristallnacht, o Noche de los
cristales rotos, estallido político de violencia antijudía en toda Alemania, con
el pretexto del homicidio de un diplomático alemán por un judío refugiado en
París. El resultado supuso el asesinato de entre noventa y cuatrocientos
judíos; treinta mil judíos detenidos y enviados a los campos de concentración; destrucciones
y saqueos en 1.570 sinagogas (gran parte de las de Alemania) y en unos 30.000
negocios de judíos. Los daños fueron calculados en unos mil millones de marcos
(equivalentes a unos 240 millones de dólares de la época y, en consecuencia, a unos
4.800 millones de dólares actuales). La desfachatez de las autoridades del Reich
las llevó a negar toda indemnización a los damnificados (ni siquiera mediante
los seguros contratados), exigiendo en cambio que fuesen los judíos los que pagasen
los cristales rotos, en concepto de multa por alteración del
orden.
[42]
El americano volador, tal vez, por imitación del título de la ópera de
Wagner, Der fliegende Holländer (1843),
traducido en España como El holandés errante.
[43]
El Distrito Steglitz-Zehlendorf es el más sur-occidental de Berlín y comprende
la zona lacustre de Wannsee.
[44]
Duración orientativa que atribuían los nazis más optimistas al Estado nacido con
su régimen en 1933.
[45] En
español, perros pastores.
[46]
Seguramente, por el hecho de haberse casado con una mischling, cosa que
Udo Faber seguía sin confesar a su padre, por lo que se deduce de esta carta.
[47] Se alude a Wilhelm Stuckart, que era
Secretario de Estado del Ministerio del Interior del Reich.
[48] Karl
Roland Freisler era también Secretario de Estado, pero en el Ministerio de
Justicia.
[49]
Dicha norma permitió, por primera vez en el Derecho alemán, sentenciar a pena
capital a verdaderos adolescentes, incluso alrededor de los 16 años de edad. Se
calcula en unos 72 jóvenes los que fueron ejecutados al amparo de este Decreto.
El más famoso fue Helmuth Hübener, que lo fue en 1942 por repartir propaganda
antibélica.
[50]
Estas y otras ideas sobre tribus criminales o personas de comunidades
ajenas a la Nación fueron plasmadas posteriormente, por escrito o en proyectos
legales, entre 1943 y 1945.
[51]
Telford Taylor (1908-1998), militar y jurista norteamericano, famoso, no solo
por su actuación en los Juicios de Núremberg, sino por el enfrentamiento con la
caza de brujas del Macartismo y contra los abusos y mentiras de
la Guerra de Vietnam. Buen resumen biográfico en la necrológica del New York
Times (25 de mayo de 1998, p. 13), a cargo de Richard Severo. Obra de
Telford Taylor es el libro, Anatomy of the Nuremberg Trials: A personal
memoir, Skyhorse, Nueva Tork, 1992, con ediciones ulteriores y en e-book.
[52]
Se trata del llamado Juicio de Núremberg contra los Jueces, aunque no todos lo
fuesen. Inicialmente, los acusados fueron dieciséis, pero uno de ellos se
suicidó antes de que comenzara el juicio. Las sesiones duraron hasta el 4 de
diciembre de 1947. La sentencia condenó a once de los acusados a penas de
cárcel (cuatro de ellas, de por vida), absolvió a otros tres y no llegó a
dictar sentencia contra otro, por enfermedad que le incapacitaba para
comparecer ante el tribunal. Por indulto u otros motivos, para 1956 todos los
condenados habían recobrado la libertad.
[53]
La copia auténtica del acta -una de las treinta que se entregaron a los
asistentes y/o se guardaron en los archivos- llevaba el número 16 y estuvo en
poder del Subsecretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hans
Luther (1979-1962), quien la archivaría en dependencias del citado Ministerio,
aledaño al de la Cancillería del Reich, donde dio con ella y la valoró
adecuadamente, bien el propio general Telford Taylor, bien su fiscal ayudante,
Robert Kempner (1899-1993).
[54]
Se observará la forma un tanto ambigua y poco comprometedora con la que Udo
Faber alude a su paso por la Oficina de Asuntos Judíos, del que hemos tenido
noticia por sus cartas desde Berlín del capítulo 3.
[55] La dirección exacta era Am Kleinen Wannsee,
16.
[56]
Reinhard Heydrich (1904-1942), además de los cargos y rangos citados en el
texto, era la máxima autoridad (Reichsprotektor) de Bohemia y Moravia,
por lo que sufrió un atentado mortal en Praga en mayo de 1942. La RSHA (Reichssicherheitshauptamt)
era un departamento u oficina dentro del Ministerio del Interior, dotado de
autonomía propia y gran fuerza práctica, incrementadas, en el caso de Heydrich,
al ser realmente la máxima figura y autoridad de las SS, tras Heinrich Himmler.
[57] Esa carta, fechada el 31 de julio de 1941, no
solo ponía sobre la pista de que se trataba de implementar la llamada solución
final (holocausto judío), sino que dejaba a la Oficina dirigida por
Heydrich la coordinación de las medidas para llevarla a efecto.
[58] Los mischlinge de segundo orden eran
los que tenían un solo abuelo judío, los cuales, aun discriminados, no tenían
peligro de muerte o deportación. Los híbridos con tres abuelos judíos eran
considerados como judíos puros, a los efectos legales.
[59] Una fuerte contraofensiva rusa en el frente
de Moscú se había iniciado el 5 de diciembre de 1941, forzando una
significativa retirada de la Wehrmacht. Tras el bombardeo de Pearl
Harbor y la declaración de guerra de los Estados Unidos al Japón, Alemania
declaró la guerra a los EE.UU. el 11 de diciembre de 1941.
[60] Reuniones de Hitler con cargos del Partido
nazi y con Himmler, en 12 y 18 de diciembre de 1941.
[61]
SD son las siglas de Sicherheitsdienst, traducible por Fuerza de
Seguridad. La villa tenía -y tiene- la dirección de Am Grossen Wannsee, 56-58.
Fue una destacada obra del arquitecto Paul Otto Baumgarten, construida como
casa de recreo hacia 1915 para Ernst Marlier, pasando en 1921 a manos del poco
escrupuloso industrial, Friedrich Minoux y, de este, por venta forzada y no
pagada, a la fundación Stiftung Nordhav, controlada por Reinhard
Heydrich. Actualmente (2021) acoge un
pequeño museo, en recuerdo del Holocausto.
[62]
Esta villa, también obra del arquitecto Baumgarten, había sido encargada por el
notable pintor, así mismo judío, Max Liebermann (1847-1935), cuya viuda, Martha
(1857-1943) prefirió suicidarse a ser trasladada forzosamente al campo de
concentración privilegiado de Theresienstadt. La citada villa, convertida
prácticamente en museo con obras de Liebermann, tiene actualmente la dirección
de Colomierstrasse, 3.
[63] Siglas de las fuerzas aéreas británicas: Royal
Air Force.
[64] El libro clásico sobre la Conferencia de
Wannsee, felizmente traducido al español, es: Mark Roseman, La villa, el
lago, la reunión, RBA, Barcelona, 2002. La transcripción literal de la
única acta hallada de la reunión es fácil de encontrar en Internet, traducida
también al español, por ejemplo, en la página web, www.lasegundaguerra.com. Buen resumen de
los temas jurídicos tratados y de las posturas de los intervinientes en: Dr.
Peter Weber, Die Mitwirkung der Juristen an der Wannsee-Konferenz. Vortrag
auf der Tagung: Der Beitrag der Juristen zur Verfolgung und Ermordung der Juden,
Johann Wolfgang Goethe- Universität, Frankfurt am Main, 08-04-2004. Útil, en
idioma alemán, Christian Mentel, Links zur Wannsee-Konferenz, en www.zeitsgeschichte-online.de.
[65]
Un libro excelente sobre el ambiente y
personajes secundarios de los Juicios de Núremberg es: Hilary Gaskin, Eyewitnesses
at Nuremberg, Arms and Armour, Londres, 1ª edición, 1990.
[66] Léon Dostert (1904-1971), norteamericano de
ascendencia francesa.
[67]
Peter Uiberall (1911-2007), nacido en Viena en una familia judía. Emigró a los
EE.UU. en 1938, nacionalizándose americano, abrazando la carrera militar, con
diversos destinos en el extranjero, entre ellos, el de intérprete en Núremberg.
Véase libro citado en nota 65, pp. 7 a 13 et alt.
[68] Por tanto, creo que está equivocado Muñoz
Conde (obra citada en la nota 9, p. 358) cuando, con base en la mediocre
biografía de Von Jan sobre Mezger, entiende que la ayuda fue hecha al abogado
principal, Alfred Seidl, dado que este no defendió a Konstantin von Neurath,
sino a Rudolf Hess.
[69]
La cual no cumplió en su totalidad, pues fue liberado en 1954 por enfermedad;
moriría en 1956, a los 83 años de edad.
[70]
En efecto, Udo Faber estaba en lo cierto. En dicho proceso, concluido en
febrero de 1947, Mezger fue incluido en el grupo IV, o de los mitläufer,
el menos grave, el de los colaboracionistas o seguidores del nazismo, y fue
condenado al pago de una multa de 2.000 marcos. Al año siguiente, 1948, pudo
incorporarse ya como catedrático de Múnich, hasta su jubilación por edad, en
1953. Sobre todo esto, véase el libro de Muñoz Conde, citado en la nota 9, pp. 370-377.
[71]
En realidad, uno de ellos se suicidó antes de que comenzara el juicio y otro no
fue juzgado, al no permitirle su enfermedad afrontar el curso final del
proceso. Por tanto, juicio y condena tuvieron virtualidad solo para catorce
inculpados. La cita oficial de este Juicio de los Jueces es: Los
Estados Unidos de América vs. Josef Alstötter et al.
[72]
Se trataba del magistrado, Carrington
Tanner Marshall (1869-1958), que había sido Presidente del Tribunal Supremo del
Estado de Ohio (1921-1932).
[73]
James Tenney Brand (1886-1964), juez del
Tribunal Supremo del Estado de Oregón, del que llegaría a ser su Presidente
(1951-1953).
[74] Véase antes, nota 14.
[75]
Herbert Klemm (1903-c.1961), quizá el
más relevante de los funcionarios acusados en este Juicio de los Jueces.
Consejero ministerial (1939), Secretario de Estado (1941) y, finalmente (1945),
Ministro de Justicia por unos días al final de la guerra. Fue uno de los cuatro
acusados condenados a cadena perpetua, si bien salió en libertad condicional en
1957.
[76]
Véase sobre él la nota 13. Su declaración en Núremberg se produjo en cuatro
sesiones, del 26 de junio al 1 de julio de 1947; por tanto, poco después de
esta carta de Udo Faber.
[77]
Marcus Luftgas fue acusado de acaparamiento y condenado por Schlegelberger a
dos años y medio de prisión. Hitler reclamó, como máximo Juez del Reich, que
se impusiera al reo la pena de muerte, cosa que hizo y firmó Schlegelberger,
previa la oportuna protesta.
[78]
Se trataba de un oficial de Policía, convicto de haber vapuleado con severidad
a un judío confidente, pese a lo cual fue absuelto por Schlegelberger, pues
-según él- la condena podría afectar a la moral de sus compañeros policías.
[79]
Por si, como es costumbre, se considera al personaje de Ernst Janning de
la película ¿Vencedores o vencidos? (Judgement at Nuremberg, Stanley
Kramer, 1961) como un trasunto de Franz Schlegelberger, diré que la última
palabra de este en la sala de juicios fue terminantemente a la
defensiva, sin reconocer para nada su propia culpa o responsabilidad: véase, Trials of War Criminals before the Nuernberg Military
Tribunals, vol. III, p. 941.
[80]
El famoso caso Katzenberger (1942)
supuso la condena a muerte (en vez de la habitual a cadena perpetua) del judío,
Leo Katzenberger, de 67 años, por supuestas relaciones sexuales con la joven aria,
Irene Seiler, de 21 años, pese a que uno y otra las negaron y solo existían
pruebas circunstanciales. Irene Seiler declaró ante el Tribunal de Crímenes de
Guerra el 26 de marzo de 1947 y su extensa manifestación comprende 33 páginas
mimeografiadas.
[81]
Oswald Rothaug (1897-1967), Presidente del Sondergericht (Tribunal
Especial) de Núremberg, fue uno de los cuatro condenados a cadena perpetua en
el Juicio de los Jueces, pero fue liberado en diciembre de 1956. Su extensísima
declaración llevó diez sesiones, en el mes de agosto de 1947.
[82] Así
calificó la época nazi Schlegelberger en su breve alegato final. Véase
antes, nota 79.
[83] Peter Uiberall tenía mucha razón. De hecho,
los condenados a cadena perpetua fueron saliendo de la cárcel en 1951
(Schlegelberger, por enfermedad), 1955 (Oeschey), 1956 (Rothaug) y 1957 (Klemm).
[84]
Era General en Jefe de la Zona de
Ocupación Americana, Lucius D. Clay. Efectivamente, ni este, ni el Tribunal
Supremo de los Estados Unidos contrariaron lo sentenciado por el Tribunal
Militar de Núremberg.
[85]
Conocido más habitualmente por el Juicio
de la Wilhelmstrasse, por radicar en esa calle berlinesa la Cancillería del
Reich y el Ministerio de Asuntos Exteriores (Wilhelmstrasse es
una metonimia de la Administración federal de Alemania). La cita oficial del
caso es: The United States of America vs. Ernst von Weizsäcker et al.
[86]
Wilhelm Stuckart (1902-1953), jurista, legislador y político alemán, del que se
ha tratado ampliamente en los capítulos 3 y 4 de este relato. Juzgado en el Juicio
de los Ministerios, fue condenado por tres conceptos -como luego se dirá- a
una pena de prisión coincidente con el tiempo que había pasado en prisión
preventiva, es decir, tres años, diez meses y veinte días. Su ulterior desnazificación
solo lo consideró un mitläufer (ver nota 70) y lo condenó (1952) a una
multa de 500 marcos. De poco sirvieron estas sanciones para que enmendara su
conducta ya que en el mismo año 1952 se afilió al neonazi, Partido
Socialista del Reich, hasta que fue declarado fuera de la ley. Falleció en
accidente de circulación en 1953.
[87]
Stuckart tenía también un defensor asociado, apellidado Stackelberg. Sobre
el juicio de Stuckart, véase: Trials of War Criminals before the Nuernberg
Military Tribunals, cit., vol. XIV, pp. 36-38, 226-236, 257, 275, 416, 435,
436, 631-646, 715-723, 809-811, 860, 869, 870, 980, 981.
[88]
Robert Kempner (1899-1993), abogado
alemán de origen judío, que emigró en 1935 a Italia y en 1939, a los EE.UU. y
se puso al servicio de su Gobierno, aunque sin renunciar a su nacionalidad
germana. En el Juicio Principal de Núremberg actuó como ayudante del fiscal
principal, Telford Taylor; su buen desempeño hizo que, al renunciar Taylor a su
nombramiento, Kempner fuese designado fiscal jefe de los sucesivos Juicios de
Núremberg, al frente de un amplio equipo que, por ejemplo, en el Juicio de
la Wilhelmstrasse, incluyó a no menos de otros cinco fiscales adjuntos.
[89] Eran, respectivamente, los motivos 5º, 6º y
8º, de los ocho por los que se había abierto el juicio de la Wilhelmstrasse.
El motivo 5º se incluía dentro de los Crímenes de guerra y contra la
humanidad.
[90] La declaración de Stuckart fue, ciertamente,
agotadora para una persona enferma pues comprendió seis sesiones, los días 1 y
4 a 8 de octubre de 1948. La declaración del testigo Lösener se produjo el 7 de
junio de 1948; la del testigo Globke, en sesiones del 10 al 12 de agosto del
mismo año.
[91] En las SS, Stuckart alcanzó el rango de Obergruppenführer,
equivalente en el Ejército al de un general de división.
[92]
Alusión a la división de Berlín -y de Alemania- en zonas de ocupación, con la
parte occidental de la ciudad enclavada en territorio de ocupación
soviética. Como se sabe, esta situación excepcional duró, con diversas etapas
políticas y jurídicas, hasta la reunificación de Alemania en 1989-1990.
[93]
Wilhelm Stuckart, después de unos años de vida activa, falleció en 1953,
víctima de un accidente de tráfico, del que se sospechó sin fundamento que
hubiese sido obra intencionada de algún enemigo político.
[94]
Salvo error u omisión, el último acusado
en el Juicio de los Ministerios en salir de la cárcel fue Hans Heinrich
Lammers, que lo hizo el 16 de diciembre de 1951. Gottlob Berger había sido
liberado el día anterior.
[95] Un artículo de divulgación sobre este tema,
por un especialista en el mismo: Edwin Black, The horrifying American roots
of the Nazi eugenics, The George Washington University, www.historynewsnetwork, September 2003.
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