La vida ignorada de Parrish MacLean
Por Federico Bello Landrove
Entre 1958 y 1961,
una novela y una película -ambas con el título de Parrish- alcanzaron fama
internacional. Lo que muy pocos conocen es que Parrish MacLean, el protagonista
de dichas obras de ficción, fue un ser de carne y hueso, al que yo conocí
personalmente en mis años jóvenes. Tal vez los lectores puedan seguir con
agrado las peripecias que demuestran -aunque los desconfiados lo nieguen- la
verdad de un hombre que, por algún tiempo, se convirtió en leyenda.
Puros, puritos y cigarritos con capa shade
(Imagen por gentileza de Dreamstime.com)
1.
Un joven frente al mundo
Es curioso cómo
algunas personas surgen y desaparecen, como si de fantasmas se tratase. Digo
esto porque parece que nadie haya sabido nada de aquel joven tabaquero del valle
del río Connecticut desde que, allá por 1953, pasó a hacerse cargo de Post
Manufactures y se casó con Paige Raike, contra el parecer de su familia,
rival de los Post. De aquellos acontecimientos yo no puedo dar fe, como tampoco
de los que los precedieron en los cinco años anteriores, es decir, desde que
Parrish MacLean llegó al valle, en unión de su madre, procedente de Boston. Claro
que, como él decía unos años después, su vida y afanes habían llegado a ser del
dominio público, cuando a aquella escritora le había dado por tomarle como
modelo de los cultivadores de tabaco del Valle[1],
si bien con unas licencias que alejaban el libro del género biográfico,
para convertirlo, lisa y llanamente, en una novela[2].
-
Pues
no le digo nada de lo que hizo con su vida la famosa película[3]
basada en la novela, apostillé irónicamente.
-
Para
empezar, convirtiéndome en un Adonis rubio, encantador de jovencitas[4],
completó él entre risas. Menos mal que aquella fama indeseada, como vino, se
fue.
En efecto, desde
hace muchos años nadie se acuerda del verdadero Parrish MacLean y hasta entre
los pocos cultivadores que quedan de tabaco shade[5]
no es fácil hallar a uno que haya oído hablar de él. Incluso buenos
conocedores de la zona, interesados en su tradición, encuentran grandes
dificultades para perfilar detalles y para separar lo cierto de lo imaginario[6].
Ello es lo que me ha movido a remover las vivencias y recuerdos de Parrish,
ahora que ya no está en este mundo para denegarme su permiso. Y si, de paso, les
descubro entresijos sobre un tabaco mucho más cercano a nosotros que el de
Connecticut, mejor que mejor. Que ¿a qué cercanía estoy aludiendo? Les voy a
dar una pista, bien conocida no hace tantos años: ¡Pepe, un purito![7].
¿Les suena?
***
Acababa de aprobar el primer curso de la sección de Románicas en la
Universidad de Barcelona[8]
y el tercero de inglés por la Escuela Central de Madrid[9]
y, ya me disponía a coger las maletas para mi habitual intercambio con Miss Penrose,
estudiante de Oxford, cuando recibí una sorprendente llamada del Hermano
Xavier, antiguo profesor mío en el colegio La Salle Bonanova[10],
a quien había seguido viendo ocasionalmente en las reuniones de antiguos
alumnos. La pretensión del hermano me pareció tan descabellada, que no
le colgué el teléfono de milagro: ¡Nada menos que dejar de lado mi veraneo
oxoniense, para viajar a los Estados Unidos, acompañando a no sé qué empresario
andorrano del sector del tabaco! Pero el babero[11]
era insistente y debía de estar muy interesado en complacer a su mandante. El
caso es que se puso en contacto con mi padre, técnico de Aduanas en el Puerto
de Barcelona, y lo convenció hasta el punto de torcer mi prístina voluntad. Por
lo menos, mi progenitor me explicó las razones y supuestas ventajas de aquel salto
del charco, que habríamos de hacer en reactor[12],
en lo que para mí sería el bautismo del aire. Luego añadiría multitud de
detalles para intentar que asumiese de buen grado aquello a que él ya se había
comprometido con el Hermano Xavier[13].
Corría el mes de
mayo de 1960. Para un chaval de veinte años, estudiante y de buena familia,
casi cualquier momento podía ser feliz, si se le sacaba todo el partido
posible, algo en lo que yo era experto. De modo que, aparcando la rebeldía
juvenil y las ganas de convivir un verano más con los Penrose, escuché
atentamente las explicaciones de mi padre, que sabía dorar la píldora como
nadie. Por otra parte, su buen conocimiento del ambiente comercial de la zona
le permitió ponerme al corriente del mundo con el que estaba a punto de
conectar por primera vez.
-
Cuando
el auge del contrabando de tabaco de Andorra -me explicó mi padre-, tú eras un
niño, pues su época dorada fueron los años cuarenta[14].
Ya en aquellos momentos, la familia Reig eran, con diferencia, los productores
más importantes, pero además supieron aprovechar la gran bonanza económica para
ellos y dieron el salto a convertirse en capitanes de industria. A día de hoy,
no solo tienen una potente y moderna fábrica en Lòria[15],
sino que han fundado una casa de banca[16]
y, a lo que parece, están dispuestos a explorar el mercado americano.
-
¡Diablos!,
exclamé. No pretenderán reemplazar los Camel[17]
por los Reig...
-
Eso
podrás averiguarlo personalmente -contestó mi padre, sonriendo-. Has de
acompañarlos a los Estados Unidos para servirles de intérprete en sus
negociaciones.
-
Pues
ya puedo ponerme al corriente del vocabulario tabaquero -deduje yo-, y hasta
animarme a fumar.
-
Más
vale que des un último repaso para los exámenes de la Academia Central -gruñó
mi progenitor-… y que aproveches este viaje para sacar valiosas experiencias,
no para adquirir malas costumbres.
***
El Hermano Xavier
se empeñó en hablar conmigo antes de que emprendiéramos viaje. Se ve que no
tenía en tanto mi carácter como mi conocimiento del inglés.
-
El
jefe de la familia, Don Julià Reig, no viajará pues se lo impiden sus negocios
y actividad política[18].
Acompañarás a su hermano Serafì, y a su sobrino Óscar, que parece predestinado
a sucederlo al frente de sus negocios. ¿No te acuerdas de él? Es poco mayor que
tú y también estudió en nuestro Colegio[19].
Seguro que hacéis buenas migas, aunque él es bastante más de fiar que tú
-bromeó-.
Me dio algunos
consejos de esos de Perogrullo y me despidió con estas palabras:
-
No
dejes de venir a verme a tu regreso. Seguro que tendrás un montón de
experiencias interesantes.
Me lo quité de
encima con una disculpa, que sigo juzgando lapidaria:
-
Hermano, en el
mundo de los negocios, las experiencias interesantes son estrictamente
confidenciales.
2.
Un negocio declinante
Quizá no podía
suceder de otra manera, habida cuenta de que éramos completos desconocidos,
pero lo cierto es que los Reig, tío y sobrino, me parecieron de entrada unos
tipos distantes y callados, que hablaban entre sí en susurros, como si temiesen
que yo fuera a intervenir en su conversación, o a quedarme con su contenido.
Pronto hube de cambiar de opinión en lo que a Serafì se refería; en lo
referente al joven Óscar, llegué a la conclusión de que era la timidez, no la
displicencia, lo que le hacía parecer distante. De hecho, quienes lo trataron
de mayor no cesan de ponderar su campechanía, o por mejor decir, su sencillez y
accesibilidad en el trato. En fin, mi padre guardó la carta que le envié nada
más llegar a Nueva York, en la que le daba noticia de los comienzos de mi
viaje, así como de mis impresiones del mismo. Sintetizaré su contenido pues se
ve que en aquellos momentos tenía excesivas ganas de explayarme:
Sobrecubierta de la 1ª edición de Parrish
… Embarcamos en
el aeropuerto de Le Bourget en un formidable reactor Boeing 707 de la compañía
PANAM, con capacidad para 165 pasajeros y con una dotación de once tripulantes.
El avión iba lleno en la clase llamada económica, pero nosotros nos
aposentamos en la parte delantera del avión, con un pequeño grupo de ricachones,
que podíamos disfrutar de asientos reclinados, bebidas y otras comodidades
-espero que ello sea la primera manifestación de liberalidad por parte de los
tabaqueros andorranos, a la que sigan muchas más-… Estos aviones, según parece,
vuelan a altura y velocidad doble que sus antepasados de hélice. De esto último
tuve constancia personal, al durar el viaje algo menos de nueve horas, lo que
supone una velocidad de crucero de casi 700 kilómetros por hora[20]…
El caso es que, cuando aterrizamos en el aeropuerto La Guardia de Nueva York,
con el consiguiente retraso horario, apenas había avanzado el tiempo cuatro
horas… Ahora te escribo en mi habitación individual del Algonquin[21],
en papel con membrete de este hotel, céntrico y con bastante empaque y
movimiento, aunque poco tiempo tendré para conocerlo, ya que -según me han
informado los Reig- mañana mismo saldremos para Connecticut.
… Durante el
vuelo, al fin me informaron, si no de lo que pretenden, sí al menos del plan de
viaje y estancia dentro de los Estados Unidos. Los Reig conectaron en su
momento, desde Andorra, con un afamado cultivador de tabaco para puros del
Estado de Connecticut, quien, a cambio de la posibilidad de hacer negocios con
ellos, se ha ofrecido a servirles de introductor y consejero en ese ahumado
mundo. Pero lo curioso es que -según creí entender al joven Óscar, que
apenas abre la boca en presencia de su tío- el escoger a ese sujeto como
intermediario fue porque se ha hecho famoso recientemente, al ser biografiado
en un libro de éxito en Norteamérica, aunque todavía no traducido al español.
Ni que decir tiene que, tan pronto he tenido un instante libre, bajé a la
librería que hay en la recepción del hotel y me hice con un ejemplar del mismo.
Aunque apenas lo he hojeado, he podido percatarme de que se trata de una novela
de larga extensión, llamada Parrish, que la librera me informó de que
está en vías de convertirse en el guion para una película de éxito. Al menos,
eso pretenderán los estudios Warner, que han comprado los derechos por una
cantidad astronómica, próxima a los 200.000 dólares[22]…
Pero, por mucho que la novela lo valga, me parece una temeridad que mis
empleadores se hayan basado en ella para buscar a la persona de confianza de
quien servirse para entrar de buena manera en el mercado americano…
A la tarde
siguiente, tomamos en la Estación de Pensilvania el tren de la Northeast
Regional, con destino a Hartford, la capital de Connecticut, y que en poco
más de dos horas y media nos dejó en la estación de destino. Siguiendo con la
práctica de los Reig de acomodarse en buenos hoteles históricos, fuimos a parar
a uno, llamado Goodwin[23],
cuya fachada parecía sacada de las páginas de Charles Dickens; pero, además
de céntrico, resultó elegante y muy confortable. Y, cosa de agradecer contando
con que la estancia pudiera prolongarse, me asignaron una habitación individual
en la misma planta -la primera- en la que tomaron las suyas los capitalistas
a quienes servía por el momento. Lo cierto es que, hasta entonces, mis
servicios eran poco solicitados pues en Nueva York apenas salimos del hotel,
donde se practicaba el típico idioma chapurrado de conocimiento universal; y,
para mi sorpresa, pude percatarme de que, tanto el Goodwin, como el centro
de Hartford, está lleno de hispanoparlantes. Tuve ocasión de charlar con un
camarero de la cafetería del hotel, quien me confirmó que como una tercera
parte de la población de Hartford procede de Puerto Rico. Cuando le pregunté
por el ambiente que podría encontrar en las plantaciones de Windsor
-adonde me dirigiría días después-, me aseguró que en aquella época del año, de
principios de verano, la recolección estaba a pleno rendimiento y que podría
hallar también allí a numerosos puertorriqueños -obreros estacionales, unos;
residentes en los Estados Unidos, los más-, entre los cuales me dio el nombre
de varios de ellos, parientes o amigos suyos, con quienes podría platicar, si
de verdad quiero empaparme acerca de la vida y fortuna de aquella tierra tabaquera,
que me presentó como decadente:
-
Cuando
la Guerra Mundial, ¿sabe usted?, hubo un gran auge, casi tanto como durante la Ley
Seca. Nuestros soldados exigían grandes cantidades de cigarrillos y a muy
bajo precio, o gratis. Pero luego, se acabó todo aquel maná y los cigarros
puros han ido dejando de fumarse como símbolo de un estatus de riqueza o de
ostentación. El tabaco de por acá está dejando de cultivarse, por la
competencia del que se produce en el Caribe y más al sur… Pero sobre todo eso
ya le informarán mis conocidos. Hable con ellos, y no se fíe mucho de lo que le
cuenten los tabaqueros, que engañarían a su padre, con tal de regresar a los
buenos tiempos de antaño.
***
Una casa en Connecticut, que podría
ser la de Parrish
Ya me figuraba yo
que el señor Parrish MacLean -nuestro introductor en el mundo del tabaco de
Connecticut- no sería uno de esos tabaqueros a los que había denigrado el
camarero puertorriqueño del Goodwin. La biografía novelada que acababa
de leer a toda prisa así parecía indicarlo. Nadie más lejos que él de los
históricos magnates del cigarro, algunos de los cuales remontaban su prosapia
hasta comienzos del siglo XIX[24].
Pero Parrish, de creer a la novelista[25],
era un recién llegado al mundo del tabaco, gracias al apoyo casi paternal de
uno de sus mejores empresarios, y se había hecho un prestigio y un patrimonio
gracias a su trabajo vocacional. La circunstancia de haberse casado con la hija
de uno de los principales cultivadores del Valle no le había abierto las
puertas de la riqueza, debido a las malas relaciones entre él y la familia de
su esposa. Además, más adelante me enteraría de que la supuesta opulencia de
dicha familia, los Raike, era solo una licencia literaria de la escritora, dado
que, si en aquella zona había potentados, no eran precisamente los tabaqueros
residentes, sino las corporaciones de Kentucky, Virginia y Carolina del Norte,
que habían ido comprando la producción, convirtiendo a los propietarios de las
plantaciones en poco más que arrendatarios de las mismas.
No me gustaría
convertir este relato en una disertación académica sobre la producción
tabaquera del Valle[26].
Para evitarlo, acudiré nuevamente a las cartas que fui enviando a mi padre
desde los Estados Unidos durante aquellos días, las cuales pueden resumir con
sincronía y viveza cuanto allí vi y en lo que participé.
… ¡Qué bien he
hecho en leer por anticipado la novela de la Señora Savage! Salvo las novedades
de los últimos siete años[27],
todo parece estar como lo recogió la escritora, comenzando por la casa, aunque
he de confesar -¡siempre tan puntilloso!, dirás- que su estilo no me ha
parecido victoriano, sino, más bien, con influencias italianas, que fueron frecuentes
en el norte de los Estados Unidos después de su guerra civil, por efecto de la
popularidad de Garibaldi y de la unidad de Italia[28].
Ese perfecto conocimiento de las personas y de la topografía de los lugares en
que nos movemos ha causado una viva impresión en mis patronos y, por
extensión, en el Señor MacLean y en su esposa Paige, quienes han pasado a
considerarme casi un confidente, al entender -como, en efecto, sucede- que
conozco de ellos y de sus familias muchísimo más de lo que era de esperar en un
recién llegado del otro lado del océano…
… Mi impresión de
la que sigue conociéndose como “la plantación de Post”, por el nombre de su
antiguo dueño -fallecido hace tres años-, es que está muy bien atendida, no
solo por su propietario actual, sino por las dos personas que en la novela ya
aparecían como el auténtico sostén de la explotación: el viejo Teet Howie, cuya ironía y
gramática parda hacen maravillas para mantener a los cultivadores alegres y
unidos, y, en particular, el capataz, John Donati, ahora casi cincuentón, la
persona más fiel, preparada y trabajadora que puedas imaginar: Nunca he
conocido a nadie que estuviera más cerca de tener el don divino de la
ubicuidad…
… Quizá sea en la
casa en donde se hallan las mayores diferencias con el melancólico ambiente que
la novela reflejaba. La vieja ama de llaves, Mildred, se jubiló y pasa ahora sus
últimos días en una residencia para ancianos en Hartford. La señora de la casa,
Paige MacLean -de soltera, Raike- se ha volcado en convertir la vieja mansión
en un hogar moderno y acogedor, aunque respetando las señas de identidad de una
casona casi centenaria. Sospecho que buena parte del nuevo mobiliario haya sido
traído del caserón de los Raike, en las boscosas afueras de la capital del
Estado. Pero, con todo, la mayor novedad ha tenido que llegar de la mano de los
hijos del matrimonio, Ellen y Parrie, unos niños alegres y juguetones, pero respetuosos
y bien educados, en lo que no me cabe duda que haya tenido mucho que ver la
labor de su abuela paterna -llamada Ellen, como su nieta-, que se vino a vivir
con su hijo, tras enviudar y quedarse su nuera embarazada… Supongo que habrá
sido una bendición para ambas, además de una decisión casi inevitable, habida
cuenta de las malas relaciones de la viuda con los hijos de su difunto marido.
… Te preguntarás
qué tal me va con la labor de traductor, cuando lo ignoro casi todo acerca del
tabaco y de su jerga endiablada. He tenido el acierto de pedir el concurso y
compañía de uno de los puertorriqueños que me recomendó el camarero del hotel
Goodwin. Gracias a él y a todo lo que aprendí sobre el cultivo y fabricación
del tabaco al leer la novela, me estoy desenvolviendo cada vez con mayor
agilidad… El interés que demuestro hacia lo que veo, incluso sobre la
procedencia y vida de los cosechadores, me ha abierto las puertas a conocer
muchas cosas que no interesarán a los Reig, pero que a mí me parecen muy curiosas.
En otra carta te detallaré algunas, que esta ya va demasiado extensa, pero
podría resumir mi impresión con unas palabras que el otro día escuché al viejo Teet, cuando uno de los
trabajadores jamaicanos le embromaba con que debería jubilarse: “Gladstone,
compadre, cuidado con que no desaparezca esta industria al mismo tiempo que mis
anquilosados huesos”…
Tabaco shade bajo el entoldado
(Connecticut)
3.
Haciendo negocios
Si algo distinguía
la plantación Post entre las demás del Valle, era la excelente calidad
de la tierra, que permitía dedicarla en su integridad al cultivo del shade[29],
es decir, del tabaco más fino y valioso, llamado por antonomasia Connecticut
y dedicado a la capa de los cigarros, o sea, a las hojas más externas,
responsables de la buena apariencia, textura y aroma del puro. MacLean poseía
una plantación de cien acres[30],
que no era de las mayores de la zona, pero sí de las que más shade producía,
ya que las demás solían dedicar una parte importante de su superficie a plantar
la variedad denominada broadleaf, mucho menos valiosa, que se empleaba
entonces para el capote, u hojas interiores que envolvían la tripa, la cual se
rellenaba con tabaco traído de Cuba o de Puerto Rico[31].
Como correspondía a una plantación fértil y bien atendida, la Post podía
esperar un rendimiento medio de mil libras[32]
de tabaco por acre. Peliagudo era arrancar a los sabedores cuál podría ser el
beneficio empresarial en un año bueno, entre otras cosas, porque el precio de
venta del tabaco a las compañías que lo procesaban era incierto. Miguelito,
mi informador puertorriqueño, me hizo un día las cuentas, que bien pudieran ser
las del Gran Capitán:
-
Mire,
señor, poner la tierra en condiciones de producir, puede suponer unos dos mil
dólares por acre, que el tabaco es muy exigente, y el shade, mucho más.
Luego está la mano de obra, la buena simiente, la conservación de la maquinaria
y todo lo demás: Pongamos unos cinco mil en total. Pero en un año bueno, de los
pocos que caen en docena, pueden sacarse 35.000 dólares por acre, cuando el
tabaco, sano, seco y bien empaquetado, se deposita en los muelles de los
almacenes de Enfield, Manchester, Windsor o dondequiera que se entregue.
-
Pues,
si es así como dices -le repliqué-, no me explico por qué afirman que el
negocio del tabaco está en decadencia en Connecticut y que, de hecho, va
bajando constantemente la cantidad de terreno sembrado desde que acabó la
guerra en el año 45.
-
Doctores tiene la Iglesia… -sentenció Miguelito, con una frase bien conocida-. Solo le
diré que no busque las culpas en los salarios que nos pagan. El Señor Parrish
es de los mejores patronos, pero con un dólar a la hora nadie saldrá de pobre;
ni siquiera los jamaicanos ni mis compadres borinqueños, que solo sacamos
partido de la soldada si la guardamos para gastarla en las islas, donde los
precios son mucho más bajos que aquí.
Entre Miguelito
y Teet, y teniendo los ojos y los oídos bien abiertos, fui completando
mi conocimiento de aquel mundo tan cerrado y poco conocido. En otra carta a mi
padre me entretuve en darle algunos detalles sobre los cultivadores que, en
número de unos veinticinco mil, hormigueaban en las haciendas del Valle en la
época de la cosecha, secado y enfardado del tabaco. Escribía esto[33]:
… Por las
necesidades de la Guerra Mundial, el cultivo y, sobre todo, la recolección y
secado del tabaco, pasaron a ser cosa de mujeres, de adolescentes y de
emigrantes -en especial, jamaicanos-, traídos por barco a los Estados Unidos en
condiciones infrahumanas… Durante muchos años, el alojamiento fue una cuestión
pendiente, hasta que se improvisó en secaderos y barracas abandonados y, más
tarde, en edificios especiales, formados por grandes naves, en las que se
colocaban pequeños catres, al estilo de las literas de los cuarteles… La
presencia de auténticos niños, de doce años o menos, era corriente, con el
pretexto de acompañar a sus padres o familiares en el trabajo… Por ley, está
reglamentado que no se emplee a menores de catorce años, con jornadas máximas
de trabajo de ocho horas diarias, y vacando los domingos. Esos adolescentes, con
sus cuerpos menudos y manos ágiles, desempeñan bien su tarea en la corta de las
hojas a baja altura, y llegan a cobrar 75 centavos a la hora, cuando el salario
de los adultos anda por el dólar en el mismo tiempo…
Aunque nos
encontremos en Nueva Inglaterra, un campo de tabaco en el verano de Connecticut
creo que se diferencia poco de otro en Virginia o Carolina del Norte. La mano
de obra aquí es primordialmente femenina y de raza negra… Del Sur llegan en
autobuses todos los años grandes grupos y familias para ganarse un jornal algo
mayor que el que obtendrían en su tierra, aunque la competencia es también
grande aquí, no solo por mor de los inmigrantes, sino de los jóvenes escolares
-algunos, universitarios-, que convierten las granjas en una especie de campos
de trabajo… Muchos negros, luego famosos, cosecharon tabaco en Connecticut en
su juventud. Algunos de ellos te sonarán, como la cantante Mahalia Jackson, la
actriz Hattie McDaniel o el luchador en pro de los derechos civiles, Martín
Luther King. Mi mentor, Teet Howie, me presentó hace unos días a un chico de
Virginia, que dicen que va para gran tenista y que parecía predestinado para
recoger tabaco, pues se apellida Ash, es decir, ceniza[34].
***
Para completar el
parecido de nuestra expedición con los primeros tiempos del Señor MacLean en
este Valle, he aquí que el joven Óscar Reig contrajo la enfermedad del
tabaco verde[35], como
la había sufrido aquel, nada más llegar[36].
De inmediato, el hacendado llamó a un médico y nos ofreció acomodo en el
apartamento amueblado que tenía sobre el garaje, junto a la casa, que otrora
había sido el alojamiento de su madre -y de él, en ocasiones-, cuando había
entrado al servicio del antiguo dueño, el Señor Post. Parrish ordenó que
sirvieran la cena a los atribulados Reig allí mismo, mientras que se empeñó en
que yo acompañara a la familia MacLean, haciendo los honores a las viandas en
el comedor de la mansión. En el trayecto, me guiñó el ojo y comentó,
aparentemente muy divertido:
-
Es
curioso. Tu primo se ha contagiado y tú, que andas brujuleando por todas
partes, estás como una rosa.
-
De
algo ha de haberme servido el leer el novelón de la Savage, expliqué con sorna…
Pero tengo que desengañarle: no soy pariente de los señores Reig, sino solo un
conocido al que han persuadido para que los acompañe y haga de intérprete.
-
Perdona,
había entendido mal la relación que os une. Según eso, tú eres un empleado de
esa exitosa fábrica de …, como rayos se llame ese país europeo.
-
De
Andorra, puntualicé: entre Francia y España. Es un pequeño Estado de unas 200
millas cuadradas[37],
poblado por veinte mil personas[38].
Lo bueno es que es un enclave con impuestos bajos y libertad comercial, entre
dos grandes Estados de una ideología muy distinta. No sé si sabe usted que,
tanto España, como Francia, consideran el tabaco un género estancado desde el
siglo XVII.
Parrish hizo un
gesto de admiración, pasó su largo brazo por mis hombros y dijo:
-
Veo
que va a serme muy ilustrativo cenar esta noche contigo… Por cierto, si no te
apellidas Reig, ¿cómo demonios puedo llamarte?
-
Mi
apellido es Servat, pero le resultará más cómodo llamarme Daniel.
-
Perfecto.
A mí llámame Parrish. Total, no soy mucho mayor que tú[39].
De lo hablado
durante la cena y en la sobremesa, hasta que me retiré a nuestro acomodo
provisional sobre el garaje, dejé constancia en otra carta que envié a casa,
con tanta intención de informar a mi padre, cuanta de tener en el futuro
memoria documentada de mi experiencia americana:
… Estaba claro que MacLean iba a tratar de
sonsacarme, una vez había aclarado mi relación meramente superficial con la
familia Reig. Por mi parte, no tenía inconveniente en ofrecerle cuanta
información obrase en mi poder, siempre que no me hubiese sido facilitada
reservadamente por los tabaqueros andorranos, ni les perjudicase en su justo y
razonable intento de hacer negocio en los Estados Unidos. En tal sentido, me
pude bandear bastante bien, gracias a los folletos y a las noticias que me
habías facilitado en Barcelona, con base en los datos de la Cámara de Comercio
y de la propia Aduana portuaria…
Parrish tenía la
mosca detrás de la oreja, pues no acertaba a explicarse cómo en un país tan
pequeño podía haberse montado una industria tan saneada y emprendedora: ¿Serían
meros testaferros de negociantes poco escrupulosos? ¿Tendrían el debido soporte
económico para adquirir el tabaco que pretendían, sin dejar descubiertos a los
plantadores del Valle, para los que MacLean iba a hacer de intermediario? Tuve que
contarle con todo detalle la forma en que Andorra había abandonado casi todo
otro cultivo tradicional, para dedicar su escaso suelo cultivable a la
producción de tabaco[40]. Le señalé que, de modo parecido a
lo sucedido en Connecticut cuando la Ley Seca[41] y, luego, con la Guerra Mundial[42], la época de los años cuarenta (con
la posguerra civil en España y la Guerra Mundial en Francia) había disparado el
negocio tabaquero andorrano, gracias a su escasez en los países fronterizos y a
la baratura que propiciaba el contrabando. Ponderé con justicia a la familia
Reig que, superados aquellos momentos de temporal bonanza, había sabido
invertir y prepararse para un nuevo escenario de mejores labores y de una fabricación
moderna, completando el tabaco poco seleccionado de simiente original de Cuba
-que yo me atreví a comparar al tipo Burley de Kentucky y al broadleaf de Connecticut y
de Pennsylvania[43]-
con el tipo Sumatra[44],
tan adecuado para los puros. Expliqué a Parrish que “la legítima ambición y el
trabajo bien hecho” no tenían límites en los Reig, que ahora se habían
embarcado en una operación en el mercado americano, con un doble objetivo: De
una parte, hacerse en origen y a buen precio con tabaco rubio, de la variedad
Virginia[45], que
era indispensable para atender las nuevas modas del mercado europeo. De otra,
mejorar la calidad del tabaco para capa y capote de los puros, que seguían
siendo “el buque insignia” de la fábrica Reig, para lo cual contaban con
contratar una importante compra anual de las variedades shade y broadleaf
de Connecticut, descartando sucedáneos cultivados en otros países. Completé mi
esfuerzo por tranquilizar a MacLean, señalándole que los Reig habían fundado un
banco muy saneado para financiar todo su comercio, el cual contaba, no solo con
su capital y el de otros comerciantes andorranos, sino con las aportaciones y
depósitos de capitalistas de los Estados limítrofes, muy en particular, de la
próspera y afín región de Cataluña, poco satisfecha con la tributación y los
condicionantes de todo tipo que exigían las dictatoriales y burocráticas
autoridades del régimen político vigente en España -¡espero que no lean esta
frase otros ojos que los tuyos!-…
Tabaco de Connecticut en un secadero
En la sobremesa,
al aire libre de una noche deliciosa, se sumó muy activamente a la conversación
la Señora MacLean, excelente conocedora de aquel mundo de ceniza y humo, como
miembro por la sangre de la familia Raike. Ciertamente, la Raike Consolidated
-descrita con desmesurada exageración por la novelista Savage- pasaba por
una evidente decadencia desde la muerte de su fundador, Judd Raike, y la
sucesión de sus poco eficaces hijos -hermanos de Paige, la esposa de Parrish-.
No obstante, la Raike seguía siendo en el Valle lo más parecido a la Reig
en Andorra, es decir, de las pocas empresas que, no solo producían tabaco,
sino que lo laboreaban en su fábrica de Hartford y producían prestigiosos
cigarros, con una espectacular R escarlata en la vitola. En cambio,
Parrish -como la mayoría de los cultivadores en el Valle- contrataban por
adelantado la venta de su producción a las tabaqueras sureñas, o comerciaban
con su tabaco, ya secado y enfardado, tratando de conseguir un precio mejor, a
cambio de correr ellos con los riesgos del clima y las plagas. MacLean era de
estos últimos.
-
Desengáñate,
Parrish -le aconsejaba su mujer-: El verdadero problema no es que seamos muchos
y estemos desunidos, ni el que no nos decidamos a montar fábricas por nuestra
cuenta, sino el que el mercado del puro está bajo mínimos en nuestro país,
desde que la última guerra cambió los gustos sociales hacia los cigarrillos.
¿Cuántos jóvenes ves por ahí fumando cigarros, o echando una pipa? ¿Y cuántas
mujeres se sienten capaces de pasarse dos horas tirando de un puro? En
tiempos de nuestros abuelos, todos los fumadores tenían un buen cigarro como
signo de placer y de distinción. Hoy, encender un puro parece cosa de personas
anticuadas y que tratan de alardear de riqueza, como si fueran gangsters o
políticos corrompidos.
-
Las
modas van y vienen -sentenció Parrish filosóficamente-. Incluso el tabaco,
igual que se arranca de la tierra, puede volverse a plantar: La historia de
nuestro Valle lo dice. Nuestros verdaderos enemigos son los agentes inmobiliarios,
que compran tierras de cultivo para levantar villas y viviendas de lujo y,
sobre todo, las grandes tabaqueras que, a un tiempo que nos bajan los precios
aduciendo la competencia extranjera, son los mismos que fomentan la plantación
de shade en otros países, aprovechándose de los bajos salarios y de un
clima más seguro.
-
Según
lo que estoy oyendo -tercié yo-, supongo que ha de venirles muy bien hacer
negocio con mis acompañantes. Contratando directamente con los
tabaqueros del Valle, ellos pueden abrirles un mercado europeo, con el que no
contaban.
Parrish sonrió con
escepticismo y corrigió mi visión optimista:
-
Sus
amigos vienen sobre todo a proveerse de tabaco rubio, para ampliar su negocio
de los puros a los cigarrillos ya elaborados. Caerán en manos de Philip
Morris, o de cualquier otra gran empresa que, para autorizar la compra de
su tabaco en bruto, lo condicionarán a que les compren también a ellos el shade
y el broadleaf. Y, si no son tontos, ya verás cómo acaban
convenciéndolos para que, en vez de las hojas del Valle, adquieran un buen
sucedáneo de peor calidad, pero de mucho mejor precio. Después de todo, no
parece que los Reig sean fabricantes de puros de muy alta calidad, aunque sea
de agradecer que busquen adquirir tabaco premium para ellos[46].
Me quedé dudando
unos instantes, antes de dejar caer algunas consideraciones, por si las mismas
fueran fruto de mi ignorancia del negocio. Finalmente, me decidí a
transmitirlas al matrimonio MacLean, con toda clase de salvedades, pues Parrish
parecía estar esperando mi opinión, como muestra de sinceridad:
-
Amigo
Parrish, coincido con vosotros en que el consumo masivo de puros ha pasado a la
historia, siendo así que las mujeres y los jóvenes prefieren los cigarrillos,
que les dan placer y nicotina de manera mucho más rápida y barata. La cuestión,
si se quiere mantener la producción del tabaco del Valle, es esta: ¿Por qué no
producir labores intermedias? Y no me refiero solo a cigarros de menor tamaño,
sino a los puritos y los cigarrillos-puros[47],
en lo que los Reig son pioneros y han llegado a notables avances, que ellos sin
duda podrán explicaros personalmente en cuanto se lo sugiráis. Y, en cuanto a
la competencia tan desleal que las grandes tabaqueras os hacen, presentando
como tabaco Connecticut el que se produce en Cuba, Nicaragua y otros
lugares, tendréis que fajaros con ellas y conseguir que los tribunales prohíban
esa práctica y, como corresponde, os reconozcan el monopolio de esa indicación
de procedencia... Comprendo que será difícil y costoso el pleitear con esos
gigantes, pero, como dicen en mi país, hay ocasiones en que, si hay que morir,
hay que morir matando.
No debió de ser
ninguna tontería lo que les sugerí porque se miraron el uno y la otra, con
muestras de aceptación. Parecían dispuestos a seguir la charla por esos
derroteros, pero no quería yo profundizar más en terreno tan resbaladizo, ni
dar lugar a que los Reig me echasen de menos. De modo que, aduciendo el deseo
de saber qué tal seguiría Óscar de su intoxicación nicotínica, me despedí hasta
el día siguiente y tomé la senda que habría de llevarme al apartamento encima
del garaje.
4.
Una transacción extraña, pero muy conveniente
Al día siguiente,
entre que era domingo y que Óscar seguía muy incómodo, con picazón y
escoceduras, Serafì optó por quedarse haciéndole compañía. Yo, con la disculpa
de cumplir con mis deberes religiosos, acompañé a Miguelito y otros
varios puertorriqueños hasta una iglesia católica de Hartford, en concreto, la
de San Patricio y San Antonio Abad, un espléndido templo neogótico, del que me
dijeron era el más antiguo de Connecticut de rito católico[48].
Miguelito se lamentó:
-
Te
habría llevado a la catedral de San José, pero sufrió un incendio hace pocos
años y ahora están levantando otra en el mismo lugar[49]…
Pero no te preocupes. Al terminar la misa, iremos a ver el Capitolio del
Estado, y luego haremos una escapada hasta la casa de Harriet Beecher-Stowe[50].
-
Y,
cuando llegue el momento -prometí-, te invitaré a comer en el restaurante del
hotel Goodwin, que es donde estoy alojado… por cuenta de los señores
Reig.
Pasamos unas horas
muy gratas, que yo no perdí en absoluto, pues volví a tenerlo como confidente
fiable sobre el tema del tabaco, que empezaba a fascinarme. Se lo relataba así
a mi padre:
… Al haber
triunfado la revolución cubana[51],
las empresas tabaqueras americanas están siendo expropiadas -por decirlo
finamente-, con lo que están perdiendo de golpe su principal fuente de
importación de toda clase de tabaco, incluido el que vienen utilizando para la
fabricación de los puros… Ese duro golpe podría ser una bendición para el Señor
MacLean y los demás productores de por acá, pero Miguelito supone con
fundamento que pronto encontrarán otros lugares de Centroamérica donde
instalarse y aprovecharse de los bajos salarios y de regímenes políticos más
favorables. Según él, en Puerto Rico circula el rumor de que la mayor parte del
negocio del tabaco y del alcohol -el ron- se va a llevar a la República
Dominicana[52]… En
cualquier caso, por el Valle hay mucho pesimismo, sobre todo si se cumple la
tendencia a contingentar la producción de tabaco de calidad, con el pretexto de
que hay que evitar la caída de los precios… Los sinvergüenzas de los grandes
magnates del tabaco engañan miserablemente a los políticos -o los compran,
directamente-, propalando que la culpa de que el precio del shade baje
la tiene la superproducción en Connecticut, cuando ellos lo siembran sin tasa
en la zona del Caribe… Así que por aquí no tienen estancado del tabaco, pero
tampoco puede decirse que rija una sana y verdadera economía de mercado…
Lo que no le conté
a mi padre es que, al volver a la plantación Post, me llevé una
reprimenda de Serafì Reig, por haberles dejado sin intérprete todo el día.
Ahorré disculpas, como la de que era domingo, o que no había autobús de Hartford
hasta el ocaso. Preferí demostrarle que yo nunca perdía el tiempo y le di toda
una lección sobre la situación del tabaco en el Valle y sus ominosas
expectativas. Él pareció bastante interesado en mi explicación, aunque insistió
en que no volviese a alejarme de ellos sin su permiso. Durante aquel día, Óscar
había mejorado mucho, como era de esperar. En consecuencia, su tío dio por
terminada su filípica con estas palabras:
-
En
la próxima semana tenemos que dejar finiquitados todos los acuerdos; así que
permanece junto a nosotros y sigue con los ojos y los oídos bien atentos.
***
A la mañana
siguiente, Óscar Reig estaba completamente repuesto de su intoxicación, justo a
tiempo para incorporarse al programa que nos tenía preparado Parrish, y que a
mí me demostró que la novela sobre su vida no era muy realista:
-
Los
voy a llevar -nos dijo su protagonista- a visitar a mi cuñado, Edgar Raike, que
es el mayor cultivador del Valle y el único que regenta por aquí una fábrica
para la elaboración de cigarros con nuestro tabaco.
Debió de
sorprender en mi cara una mueca de sorpresa, porque me susurró en un aparte:
-
No
vayas a creer todo lo que se ha escrito sobre nosotros. Verdad es que no nos
llevamos como familia, pero tampoco nos despreciamos al punto de tratar de
perjudicarnos unos a otros.
Fotograma de la película Parrish (Troy
Donahue examina una plántula de tabaco)
La exageración novelística continuó
patente, cuando llegamos a las oficinas de Raike en Hartford y pude
constatar que no eran nada parecido a un lujoso edificio de varias plantas,
sino una pequeña casa colonial en ladrillo, prolongada a uno y otro lado por
cobertizos de madera, que albergaban almacenes y garajes. Quien sí me recordó
de inmediato el libro fue Edgar Raike, alto, algo fofo ya y con un rictus de
orgullo y distanciamiento, pese a su esfuerzo por mostrarse acogedor con unos
forasteros interesados en hacer negocios. Haciéndose el importante, se presentó
a sí mismo como la persona indicada para vender y exportar cuanto tabaco Connecticut
necesitáramos y como quien mejor precio y otras condiciones podría
conseguir, haciendo de intermediario con los representantes de la Philip
Morris en su sucursal de Enfield. Serafì me encargó de tomar notas precisas
de cantidades y precios, mientras se hablaba. Luego, Parrish interrumpió la
perorata de su cuñado y le rogó que mostrase a los Reig la fábrica de puros que
la Raike tenía en East Granby, a pocas millas de allí. Edgar aceptó,
pero delegó en uno de sus empleados la tarea de acompañarnos. Por el camino,
que hicimos en una limusina con la letra R bien visible, Parrish nos aclaró:
-
Espero
que el viaje les resulte útil pues no hay cigarros mejores que los Raike en
toda Norteamérica; pero, en cuanto a las compras, esperen a que hablemos con
Tom Weldon. Es él quien nos compra a los cultivadores la mayor parte del shade
que producimos, y es más de fiar que mi cuñado… Ya ven que no me ciega la
pasión de la familia, concluyó sarcásticamente.
Mi desconocimiento
del negocio del tabaco, así como de la fábrica que los Reig habían erigido
recientemente en Andorra, hicieron que no pudiese compartir el interés -y hasta
el entusiasmo, diría yo- con que tío y sobrino pasaron revista a las instalaciones
de la Raike y al proceso de fabricación de los cigarros de la empresa.
Ciertamente, mis mandantes no quedaron impresionados de la maquinaria, que
juzgaron bastante anticuada en comparación con la suya, pero sí de la
perfección y aroma de su producto, que Serafì cató reiteradamente, hasta
confundir sus sensaciones. Ni Óscar ni yo lo acompañamos en su comprobación del
encendido, tiro, texturas, aromas y sabores, pero sí nos deleitamos con la
contemplación de aquellos mazos de perfectos cilindros, envueltos en hojas shade
de precioso color canela, para pasar seguidamente a recibir la vitola,
historiada y escarlata, y ser acogidos en las cajas de madera color de olivo, o
en tubos de aluminio herméticamente tapados. También pudimos constatar que
aquellos puros presentaban todos un diámetro idéntico, variando tan solo en su
longitud, según los tamaños que Óscar -ignoro con qué exactitud- llamaba King
size, Standard y Señoritas. En cualquier caso, mayores o más
pequeños, ninguno podía compararse con la idea central que había traído a la
Reig su capitán Julià, el hermano de Serafì, cuando puso en
marcha su fábrica en 1957: la implantación de modelos mini para reconquistar
un mercado que se estaba perdiendo, por culpa de la imparable invasión de los
cigarrillos.
Terminada la
visita a la fábrica, Parrish ordenó que el cochazo de la Raike nos
llevase de vuelta hasta Hartford, donde volvimos a coger su Ford Mustang 1956,
para ir a comer a la costa, en concreto, al hotel Miramar, en Old
Saybrook[53]. Le
contaba por carta a mi padre:
… El Señor
MacLean me hizo subir delante, a su derecha, con lo que pudimos departir todo
el trayecto. Le embromé con mi presunto deseo de haber utilizado el viejo Rolls-Royce
Phantom del difunto Mr. Post, y ello abrió paso a una distendida puesta al día
de mi información adquirida al leer su novela biográfica… Como era de esperar,
la muerte del ambicioso Judd Raike provocó una auténtica explosión en aquella
familia, que él mantenía aparentemente unida con mano de hierro. Como ya te
conté, su viuda, la madre de Parrish, recibió en efectivo y valores su parte de
la herencia -Parrish no me reveló su montante- y pasó a vivir con él en el
caserón de Windsor. Paige Raike, la esposa de Parrish, contra lo que se
esperaba, no fue maltratada en el testamento por su padre, recibiendo una
cantidad tal de dinero, que permitió a su marido liberar la hipoteca sobre su
propiedad, la cual ha pasado a ser dominio común de ambos esposos. Los dos
hijos varones de Judd, Edgar y Wiley, heredaron por mitades las tierras e
industrias de la tabaquera Raike, si bien, al cabo de cuatro o cinco años,
Wiley vendió su parte a Edgar, pasando a dedicarse a sus deportes favoritos -la
bebida y las jovencitas-, hasta que acabe por arruinarse, lo que no se sabe si
llegará, o no, antes de que muera de cirrosis o de algún ataque al corazón. En
consecuencia, Edgar es ahora el verdadero capitoste de la empresa, que regenta
con dedicación, pero de forma tan dictatorial e impulsiva, que bien podría
verse obligado, no tardando, a vender sus tierras a cualquier inmobiliaria y la
fábrica a la gran Reynolds Tobacco Company, que está tratando de diversificar
su producción, más allá de los conocidísimos cigarrillos Camel, Winston y
otros…
… A estas alturas,
y no habiendo leído la novela, seguro que te has hecho un lío, con tantas
personas desconocidas y ligadas entre sí. Pero todavía faltan dos, que quiero
“presentarte”. Una, es la Señora Alison Raike, de soltera Post, que en su día
bebió los vientos por Parrish, hasta que decidió cambiar los encantos varoniles
de este por los dólares de Wiley Raike. Esta señora es a quien, como hija del
viejo Post, Parrish tuvo que comprarle su propiedad por un procedimiento de
plazos anuales durante diez años, que él ya ha podido amortizar anticipadamente,
gracias al dinero de su mujer, como antes dije. Con esa fortunita en su poder,
Alison ha vuelto a llamarse Post, pues se divorció de Wiley y -como ya apuntaba
la novela cuando estaba casada todavía- anda pasando de los brazos de un amante
a los de otro, con una promiscuidad tal, que ha acabado por cerrarse las
puertas de todas las casas de sus amistades…
… El otro personaje -según Parrish, “de los
de verdad”- es Tom Weldon, el más aristocrático e importante de los actuales
empresarios del Valle. No tiene muchas tierras plantadas, pero es a quien
venden su producción la mayoría de los propietarios de la zona, siendo él quien
luego “pelea” con las grandes compañías para conseguir los
mejores precios en la reventa… Y es con el Señor Weldon con quien íbamos a compartir
mesa y manteles, a fin de que conociera a los Reig y diese su plácet a las
negociaciones y cifras concretas que teníamos entre manos…
***
La personalidad de
Tom Weldon seguía siendo tan simpática y educada como la había recogido la
novela, pero los años transcurridos le habían transmitido algo de anticuado y
decadente. Hizo a los andorranos las preguntas y puntualizaciones justas,
dejando que fuese Serafì -sin duda, impresionado por la presentación que de
Weldon había hecho Parrish- quien hablara y hablara, ponderando los esfuerzos
de su familia por haber levantado un emporio en plenos Pirineos, abierto a un
prometedor comercio con los dos grandes países aledaños. Según deduje de los
términos de la conversación, no parecía existir ninguna dificultad para que los
Reig pudiesen adquirir a un precio conveniente las modestas cantidades de
tabaco Connecticut que precisaban para sus labores de cigarros, ni las
necesarias de tabaco rubio tipo Virginia, para iniciar la elaboración de
cigarrillos al gusto de los nuevos tiempos. Weldon tuvo la habilidad de ofrecer
a Serafì la posibilidad de una entrevista con el delegado de Philip Morris en
Stamford, por si estaba interesado en conocer de primera mano las condiciones
de venta de tabaco por parte de la tabaquera de Marlboro y Chesterfield.
Serafì no puso objeción, siempre que lo acompañase Weldon, en cuya
honradez y conocimiento tenía puestas las mayores esperanzas de conseguir un
buen trato. A partir de ahí, a raíz de algunas consideraciones de Parrish
sobre ciertas innovaciones de las que había tenido noticia, la charla se centró
durante más de una hora en la elaboración y éxito de los puritos, en la
que se había ido especializando la Reig y que se había demostrado como el
segmento más innovador y de futuro en el campo de los cigarros. Se lo
explicaba así a mi padre:
… Con un punto
de orgullo y varios de exageración, Serafì resumió el largo camino de medio
siglo, que había llevado a su empresa familiar, del tabaco de cuarterón y los
caliqueños[54], a
la elaboración industrial de cigarros delgados y más bien cortos, pero con toda
la calidad y el sabor del tabaco Sumatra y, a partir de ahora, del Connecticut.
Señaló que se comercializaban tres marcas: una que resistía cualquier
comparación con el aroma y sabor de los habanos, llamada Rössli, y otras
dos labores menos sofisticadas, a las que se había puesto el nombre del
patriarca de la empresa, a saber, Don Julián y Reig. En una
ceremonia que sorprendió a los americanos y a mí mismo, Óscar echó mano de un
cartapacio y extrajo varias cajas metálicas y paquetes de cartoné, invitando a
aquellos a que probaran a la suerte los cigarros que quisieran, indicando a un
tiempo el precio de cada uno, ridículo para el nivel de vida yanqui. MacLean y
Weldon optaron por probar un Rössli, haciendo pronto gestos de
aprobación y mostrándose muy interesados por el sabor adicional alcohólico,
incorporado al purito, así como por la idea de los fabricantes andorranos de
iniciar cuanto antes la elaboración de cigarritos, no solo con sabor, sino con
filtro[55],
para lo cual ya contaban con la oportuna patente: Tan solo nos falta el tabaco de ustedes, pues los cigarritos irán
envueltos en broadleaf, como diferencia básica con los cigarrillos
corrientes, aseveró Serafì… En
vista del éxito, el propio Serafì sacó de la misma cartera unos frasquitos de
vidrio herméticamente cerrados y, destapándolos, ofreció sus efluvios a las
pituitarias de sus interlocutores, expandiendo gratos aromas de vainilla, café,
tofe, coñac y otros, con los que Weldon quedó encantado. Serafì indicó que
todas las sustancias químicas empleadas tenían el visto bueno de la Sanidad
francesa -mucho más exigente que la española- y eran fruto de la maestría y
perspicacia de su padre, Don
Julián[56], que había sido también pionero de una idea
que haría fortuna: la de dar al tabaco aroma y regusto de coñac francés, a base
de envejecerlo en barricas de dicho licor… Me imagino a nuestros amigos de
Connecticut imaginando ya la adquisición para sus explotaciones de viejos barriles
de bourbon de Kentucky…
***
Pasó toda aquella semana en una situación
muy extraña. El factótum de la Reig, por medio de conferencias telefónicas y de
telegramas, había ido dando desde la fábrica de Andorra sus últimas
instrucciones y plácemes a las gestiones que su hermano realizaba en
Connecticut. Este, en compañía de Weldon, había cerrado el trato con Philip Morris para la adquisición del tabaco rubio, a lo largo
de tres anualidades. Parrish también estaba conforme con suministrar a la Reig el tabaco shade y broadleaf que se había considerado suficiente. Pero, en
medio de nuestra estupefacción, cuando se llegaba al apartado del precio,
MacLean torcía el gesto y acababa por disculparse:
-
Tengo que esperar a que Weldon diga la última
palabra. Aparte de Canadá, son ustedes los primeros en solicitar la exportación
del tabaco de nuestro Valle y hay que hacer algunas consultas con las
autoridades de Comercio.
-
¡Bendito sea Dios!, gruñía Serafì. ¡También en los
Estados Unidos tienen problemas burocráticos con el tabaco! ¡Ni que pretendiéramos
comprar toda la producción de Virginia!
La verdad, sin embargo, era otra. Algo me
apuntó Parrish cuando, en nombre de los Reig, fui a expresarle nuestro disgusto
por la tardanza. Su salida de tono me sorprendió:
-
Mucha de la culpa es tuya, con aquello de los
remedios para mantener en lo posible el consumo de cigarros. Ahora resulta que
Weldon está interesadísimo en el tema y no parará hasta lograr una fórmula que
-como es su costumbre- satisfaga a las dos partes. Pero no os preocupéis:
Tendréis la respuesta en unos días. ¿Por qué no pasáis unas jornadas en el Miramar? Hay un ambiente estupendo. Entre Weldon y yo,
correremos con el pago de las habitaciones…
Óscar y yo defendimos ante tío Serafì aquella opción por la navegación a vela, las piscinas de agua de
mar y las chicas en bikini, pero no
hubo forma:
-
Nos pagan las habitaciones pero ¿y el resto de los
gastos? Tiene pinta de ser un sitio de veraneo carísimo. Además, si nos
relajamos, lo mismo ellos hacen lo propio y acabamos firmando los contratos por
Navidad…
Óscar tuvo conmigo una de las pocas confidencias
que de él recogí:
-
Yo creo que tiene miedo a las broncas del tío
Julià… A estos payeses, en el fondo de su alma, les remuerde el vivir como
ricos.
***
Si no es
el coche de Parrish, se le parece mucho…
Weldon nos reunió solemnemente en el salón
de su casa campestre de Hartford. Se ve que quería negociar en su condición del
más veterano y respetado empresario del Valle. El propio Parrish se mantenía
silencioso y como acobardado ante el empaque del lugar y la solemnidad del
momento. La verdad es que, más que una negociación, se trató de un ultimátum,
por decirlo con toda sinceridad. Una vez más, me acogeré a la memoria del acto,
archivada en las cartas que mi padre conservó como oro en paño durante décadas,
y ahora puedo yo leer, aunque se haya corrido bastante la tinta de aquellos
primeros bolígrafos:
… Para decirlo
claramente, papá, Weldon y MacLean han decidido tomarse muy en serio la
imparable crisis en la demanda del tabaco para cigarros y han llegado a la
misma conclusión que los Reig: La de que labores intermedias, como los puritos
y los cigarrillos-puros pueden ganar importantes sectores del mercado, al poder
acoger muchas de las ventajas de los cigarrillos, manteniendo la calidad y
apariencia de los viejos puros. Una armonía de tabacos intensos, aromas y
sabores a la demanda y, en su caso, filtros que den apariencia de mayor
limpieza y salud, pueden ser las claves de un progreso, en la misma línea
-aunque mucho más avanzada- que la reducción de la longitud de los
tradicionales habanos. Weldon se refería a una duración de
cada unidad entre veinte y treinta minutos -para el cigarrillo largo americano,
se supone la de diez-, suficiente para ocupar un descanso en el trabajo o una
charla de sobremesa… La mayor esperanza parecen haberla puesto en los sabores
que, como conoces, no son una novedad y están generalizados en el tabaco de
pipa, pero en cuya variedad y calidad el viejo Reig era un verdadero maestro.
De hecho, sus fórmulas magistrales las mantuvo secretas durante toda su vida y
así se las pasó a sus hijos. Serafì se ha negado en redondo a la solicitud de
Weldon, de permitirle analizar unas gotas de cada saborizante, mientras no
cuente con el expreso permiso del Consejo de Administración de la Reig -para entendernos, de su hermano Julià-.
… Finalmente, con mi colaboración como
mecanógrafo, se ha redactado un borrador, que Serafì someterá a discusión en
Andorra. A grandes rasgos -no olvido mi deber de confidencialidad-, supone el
compromiso de Weldon y MacLean de suministro de las cantidades pactadas de shade y broadleaf, al mejor precio del mercado
americano, pero con la muy ventajosa condición de incluir en él la cláusula CIF[57], hasta la llegada de la mercancía al puerto de Rotterdam. El compromiso
tendría una duración de diez años. La fábrica Reig compensaría un cincuenta por ciento del precio de compra del tabaco,
poniendo a disposición de una nueva sociedad llamada Weldon
& MacLean Limited, las fórmulas de los saborizantes y
las patentes de los filtros, a fin de que dicha sociedad los empleara en la
fabricación de puritos y cigarrillos-puros, a iniciar inmediatamente en
Connecticut con tabaco del Valle… La Reig prestaría
asesoramiento in situ con personal propio, hasta la efectiva
puesta en marcha de la producción en los Estados Unidos, corriendo Weldon
& Mac Lean con todos los gastos que se irrogaren…
La oferta seguirá en pie durante tres meses, para tener tiempo de analizarla y,
en su caso, rectificarla en algunos de sus aspectos…
… Tan pronto regresamos al hotel, Serafì
-que estaba completamente sorprendido y desbordado por el cariz que había
tomado la negociación- se puso al habla con su hermano, quien no quiso que se
le mandara por correo el borrador, sino que le ordenó nuestro inmediato regreso
a Andorra, adonde también quieren que vaya yo, con el pretexto de pagarme los
servicios prestados. En el fondo, creo que se trata de que Julià desea hablar
directamente conmigo, para recibir de primera mano cuantas aclaraciones estime pertinentes…
5. Breve historia de un tiempo de esperanzas
y decepciones
Ha llegado el momento de que abandone el
estrado de los protagonistas, para convertirme en mero relator del desarrollo y
desenlace de los sucesos que hasta ahora he narrado prolijamente. Y parece
obligado comenzar aclarando que la familia Reig llegó, en efecto, a un acuerdo
con los tabaqueros de Connecticut, en términos casi idénticos a los del
borrador que resumí por carta en el capítulo anterior. Es más: Cuando la
fábrica andorrana envió a un par de expertos para ayudar a montar la producción
de Weldon & MacLean, me tentaron para que los
acompañara, pero la estancia habría supuesto perder el curso de mis estudios, a
lo que ni mi padre, ni yo estábamos dispuestos. Luego, la vida me llevó por
derroteros muy alejados del tabaco -¡a Dios gracias!- y no volví por el Valle,
ni me encontré nuevamente con Parrish, pero sí supe de él, gracias
principalmente a haber mantenido una amistosa relación con Óscar Reig quien
-él, sí- mantuvo su predestinación tabaquera
hasta la muerte, acaecida en 1996.
De todos modos, la primera reaparición de Parrish fue a través de la película que
hicieron al año siguiente de haberlo yo conocido, es decir, en 1961. Claro está
que, en el lugar del moreno MacLean, surgía en la pantalla el rubio actor de
moda, Troy Donahue[58],
cumpliendo dignamente con el papel de joven que buscaba su destino entre los
entoldados del shade, agobiado
por su madre, los magnates del tabaco y las diversas mozas a las que
encandilaba con su carácter y apariencia[59]. La
película -o lo que de ella proyectaron en España en aquel tiempo, por mor de la
censura y de las ganas de acortar su metraje[60]-
tuvo bastante éxito, aunque haya pasado absurdamente desapercibida para quienes
se olvidan de incluirla entre las cintas que tratan con cierto pormenor del
mundo del tabaco[61].
Durante un largo tiempo la fortuna de los
pioneros del purito, a un lado
y otro del Atlántico, fue muy prometedora. En particular, la Reig andorrana, superando el cada vez mayor intervencionismo
de sus autoridades políticas[62]
-algunas de las más destacadas de las cuales llevaban sus genes-, mantuvieron
un nivel de calidad y producción que les permitió ser la punta de lanza de un
amplio desarrollo económico de su pequeño país. Pero, a partir de los años
noventa del siglo XX, una cadena de circunstancias adversas -cruzada antitabaco; aumento de los impuestos; competencia de las labores extranjeras- llevaron a la
crisis del sector tabaquero en Andorra y, finalmente, al cierre de la fábrica Reig, en el año 2007. Los puritos más
famosos de España ya no volverían a venir de los Pirineos, aunque con el mismo
nombre se siguiesen fabricando en Canarias por otra empresa[63]. Los minis, el así
denominado el segmento más innovador de la
producción tabaquera, tendría que venirnos del continente americano, de la mano
de las grandes empresas del cigarro, que habían estado de brazos cruzados,
mientras los pioneros abrían el mercado[64].
¿Les fue mejor a los recién llegados de Weldon & MacLean? Durante
una década, más o menos, tuvieron fundadas esperanzas de ocupar en los Estados
Unidos un sector del mercado que las grandes tabaqueras americanas desconocían
o habían descuidado. Los puros parecían cosa de los cubanos y, tras la toma del
poder por Fidel Castro, también de los capitalistas extranjeros que habían
emigrado a la República Dominicana. Los cigarrillos eran el negocio de las
grandes empresas norteamericanas. ¿Por qué no abrir el mercado intermedio a
aquellos recién llegados de Connecticut? Yo desconozco las causas, pero Parrish
MacLean me manifestó lo siguiente, como respuesta a una carta de felicitación
mía, cuando cumplió los cincuenta años:
… Cada día que pasa
estamos más desanimados. Resulta lógico que las grandes casas especializadas
desde hace décadas en los cigarros aprovechen su nombre y su experiencia para
intentar hacerse también con el mercado del purito. ¿Quién va a comprar un Weldon
Club, cuando tiene en el expositor labores parecidas, que se
llaman Davidoff, Montecristo, Cohíba, Macanudo o Partagás? ¡Y a qué precios, sin competencia posible! Sólo con una pequeña
colaboración de nuestras grandes tabaqueras podríamos conseguir cierto
equilibrio. ¡Cuánto me acuerdo de tu segundo consejo, la noche en que me
sugeriste la elaboración de los puritos con nuestro tabaco del Valle! Me dijiste que tendríamos que luchar como
si nos fuera la vida en ello, para que no se jugase con el nombre de Connecticut,
para calificar al shade, ni siquiera al broadleaf, que no se producen en nuestro Valle… No hemos sido capaces de luchar y
hemos escogido el camino fácil de abandonar el cultivo o dejar que otros lo
transformen. Así nos va…
… Sabes que Weldon tiene todas las
cualidades, salvo la de enfrentarse con sus rivales, a cara de perro. Ahora,
con setenta y cinco años cumplidos, es en la fábrica una mera figura
decorativa. Y no tiene sucesión para ocupar su puesto… Me encuentro solo y
cansado… Paige y Parrie junior no cesan de rogarme que intente vender a buen
precio la fábrica y me limite a cultivar, si es que no puedo vivir sin el aroma
del tabaco metido hasta los tuétanos… En cualquier caso, todo esto tiene
remedio, mejor o peor. Lo que no lo tiene es la muerte. Te lo digo porque mi
madre nos dejó el pasado enero. Tú apenas la conociste y es probable que la
recuerdes como la mujer acomodaticia e interesada que refleja la novela. Pero
ella no era así, desde luego, sino equilibrada, prudente y profundamente hábil.
Todos la echaremos mucho de menos…
***
El destino del Parrish que yo conocí estaba
ya anunciado en la precedente carta, única extensa que de él recibí. Óscar
Reig, cada vez más metido en política, tampoco pudo ofrecerme noticias fiables
sobre su socio americano, lo que parecía
confirmarme que hubiese abandonado su dedicación de tantos años. Al fin, con
motivo del fallecimiento del actor Troy Donahue en el año
2001, una revista especializada me trajo la información de la que hasta
entonces carecía. Un párrafo del artículo sobre Donahue decía
así:
Casi con la misma edad del actor que
le dio vida en el cine, el Señor Parrish MacLean sigue viviendo en Hartford, retirado
ya del cultivo del tabaco. La vieja Sala Post Farm[65] hace años que ha recogido su entoldado y no produce el mejor shade del valle del Connecticut. Pero la casona y el garaje, con el apartamento
sobre él, siguen en pie, y es de esperar que por mucho tiempo, pues Parrish y
su esposa Paige los han convertido en un museo, ilustrativo de una forma de
vida que lleva camino de desaparecer… Es de esperar que en él tengan un lugar
también algunos recuerdos de aquella película inolvidable, con la que Mr.
MacLean, según sus declaraciones, nunca se ha sentido identificado.
El 7 de octubre de 2011 fallecía, a los 92
años de edad, la novelista Mildred Savage, que había dado al verdadero Parrish
una notoriedad por él no deseada, que solo resultó paliada por el sino que
persigue a las personas que la literatura convierte en personajes, a saber: Que, a la postre, acaba creyéndose que
fueron fruto exclusivo de la mente calenturienta de los escritores que los
recrearon. Más de uno se sorprendería al leer la necrológica de la Señora
Savage en el Hartford Courant[66], en la
que, como de pasada, se decía:
… Pese a ser bastante mayor que él,
Mildred Savage sobrevivió varios años al difunto Parrish MacLean, el cultivador
de tabaco de Windsor, que sirvió de inspiración para el protagonista de la
novela que, en 1958, dio a su autora fama nacional…
Así pues, espero haya quedado claro que
Parrish fue algo más, y distinto, que un personaje de ficción. A dar fe de ello
van encaminadas estas páginas.
Hoja de
tabaco shade y cigarro con capa de dicha hoja
[1]
Con o sin mayúscula, me refiero, por antonomasia, al valle del río Connecticut,
núcleo de una zona tabaquera que incluye tierras limítrofes de los Estados
norteamericanos de Connecticut, Massachusetts y Vermont. La producción de tabaco
se prolongaba en tierras de Pennsylvania, aunque con otras características.
[2]
Se alude a la siguiente obra: Mildred Savage, Parrish, Simon &
Schuster, New York, 1958. La primera traducción española, en editorial
Bruguera, Barcelona, 1963. He manejado la edición de febrero de 1967 (Libro
Amigo), traducción de Baldomero Porta, 672 pp.
[3]
Se trata de la película Parrish, dirigida por Delmer Daves y estrenada
en mayo de 1961, con gran éxito de público y escaso de crítica. Aún hoy es
posible conseguir el DVD editado en 2010 por Impulso Records, con
doblaje y subtítulos en español.
[4]
El papel protagonista en la citada película recayó en el actor de seudónimo Troy Donahue
(1936-2001), rutilante galán joven del cine de la época, aunque por poco tiempo.
[5]
Tabaco cultivado a la sombra (in the shade), es decir, bajo
entoldados, a fin de que las hojas de la planta sean más claras, pequeñas y
lisas, proporcionando una perfecta cobertura para la capa externa de los
cigarros puros. Actualmente (2022), se calcula en menos de 2.000 acres (unas
800 hectáreas) el terreno sembrado de tabaco shade en la zona.
[6]
Es el caso de Jacqueline T. Lynch, en su excelente blog, anothermovieblog.blogspot.com.
Véase especialmente la entrada, Parrish-1961, de fecha 24 de enero
de 2013.
[7]
Famosísimo eslogan publicitario radiofónico, que dejó de emitirse en 2005 por
la prohibición de la publicidad del tabaco en España. Véase, Pepe Domingo
Castaño, Hasta que se me acaben las palabras, Aguilar, Barcelona, 2021,
pp. 394-395.
[8] Curso que iba precedido de otros dos, comunes
a todas las secciones de la licenciatura en Filosofía y Letras, entre las que
no existían otros estudios de lenguas modernas que los de Filología
Románica (véase Decreto de 11 de agosto de 1953 en el BOE nº 241/1953, de 29 de
agosto).
[9][9] Hasta 1964, no hubo en España otra Escuela
Oficial de Idiomas que la Central de Madrid, cuyos estudios comprendían cuatro
cursos habitualmente. Por Decreto 3135/1964, de 24 de septiembre (BOE nº
246/1964, de 13 de octubre), se crearon las Escuelas Oficiales de Idiomas de
Barcelona, Valencia y Bilbao.
[10] Colegio
barcelonés regentado desde su fundación, en 1889, por los Hermanos de la
Doctrina Cristiana.
[11]
Conocido epíteto vulgar para los Hermanos de La Salle, debido, como lo define
el diccionario de la RAE, al trozo de lienzo que, a manera de peto, usan ciertas órdenes religiosas.
[12]
Los primeros vuelos comerciales trasatlánticos en avión a reacción se
realizaron en octubre de 1958, entre Nueva York (América) y Londres o París
(Europa). Las compañías aeronáuticas que los llevaron a cabo fueron la BOAC
(británica) y la PANAM (norteamericana).
[13] Recuérdese que, en aquellos tiempos, la
mayoría de edad no se alcanzaba en España hasta cumplir los 21 años, siendo
hasta entonces casi omnímoda la autoridad del padre sobre sus hijos.
[14]
Se entiende, del siglo XX, coincidentes con la posguerra de la guerra civil en
España y con la Segunda Guerra Mundial para Francia.
[15]
Sant Julià de Lòria, una de las siete parroquias andorranas, fronteriza con
España. La fábrica aludida en el texto sustituyó en 1957 a los antiguos
talleres de la empresa y se mantuvo en producción hasta su cierre, en 2007.
[16]
Banca Reig, fundada en 1956, con el inicial propósito de servir a las
operaciones comerciales de la tabaquera de los mismos propietarios.
[17]
Marca de cigarrillos de la empresa Reynolds Tobacco, que fue creada en
1913 y adquirió gran fama por su sabor relativamente suave, al parecer, debido
a la mezcla de tabacos americanos con turcos.
[18]
Se alude a Julià Reig Ribó (1911-1996), que sería Síndico General del
Principado de Andorra en los sexenios 1960-1966 y 1972-1978.
[19]
Se alude a Óscar Ribas Reig (1936-2020), estudiante del colegio La Salle
Bonanova, licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona (1959), y
con ampliación de estudios en la de Friburgo (Suiza). Además de regentar las
empresas Reig a la muerte de su tío, fue Presidente del Gobierno
andorrano en los años 1982-1984 y 1990-1994. En 2020 publicó sus Memòries,
en la Llibreria La Puça de Andorra.
[20]
Detalles del vuelo tomados de: Nacho Otero, www.muyhistoria.es,
entrada de 14 de marzo de 2019.
[21]
Hotel neoyorquino levantado en 1902 en la calle 44 Oeste. Desde 2001, es un
edificio protegido por sus valores arquitectónicos y por su historia de
afluencia y tertulias de literatos, críticos y hombres del teatro.
[22]
Véanse antes, las notas 2 y 3. Es de resaltar que el tiempo del relato (1960)
se desarrolla entre 1958, cuando apareció la novela, y 1961, cuando fue
estrenada la película basada en aquella. Los derechos de autor de la novela Parrish
fueron adquiridos por Warner Brothers en un precio próximo a los 200.000
dólares, que indica el narrador. Deflactados a 2022, equivaldrían a 1.800.000
dólares. Por lo que a España respecta, en 1959 se fijó el tipo de cambio en 60
pesetas por dólar.
[23]
Hotel de Hartford (Connecticut) abierto en 1881 que, después de un periodo
incierto, ha logrado rehacerse y seguir prestando servicio hasta ahora (2022).
Está calificado como Historic Place por el Estado de Connecticut.
[24]
La enemistad y el enfrentamiento bélico (1812) entre Estados Unidos e
Inglaterra originaron la crisis de las importaciones de tabaco en la República
norteamericana y, en consecuencia, el inicio de la producción de tabaco en
Connecticut, aprovechando una tradición que se remontaba a los indios de la
zona.
[25] Se trata de Mildred Savage (de soltera,
Spitz), que vivió entre 1919 y 2011.
[26]
Conviene no incurrir en anacronismos a la hora de referirse a algo tan
evolutivo, como la producción de tabaco en el valle del Connecticut. Para los
años cincuenta del siglo XX, véase: P.J. Anderson, Growing tobacco in
Connecticut, The Connecticut Agricultural Experiment Station, New Haven,
bulletin 564, December, 1952, 110 pp. (accesible por Internet, en la www.portal.ct.gov).
[27]
La novela Parrish se desarrolla entre la primavera de 1948 y mediados de
1953, Por tanto, cuando la visita a Connecticut de los Reig y de su intérprete
(verano de 1960), habían transcurrido ya otros siete años, como este indica a
su padre.
[28] Recordemos fechas: La guerra civil
norteamericana, o Guerra de Secesión, tuvo lugar entre 1861 y 1865. La unidad
de Italia se entiende consumada en 1870, con la ocupación de Roma por las
tropas de Víctor Manuel II. Sobre la participación de los garibaldinos en los
ejércitos de la Unión -y los intentos de Lincoln por incorporar en ellos personalmente
a Garibaldi-, véase el resumen de Andrea Viotti, Garibaldi, Salvat,
Barcelona, 1985, pp. 140-143.
[29] Véase
nota 5.
[30]
Equivalentes a unas 45 hectáreas (un acre = 0,447 hectáreas).
[31]
Naturalmente, el narrador alude a la situación hacia 1960. En épocas
posteriores, el tabaco broadleaf también se ha empleado para la capa de
cigarros de sabor fuerte, y el relleno se ha importado también de Méjico,
Nicaragua y otros países americanos. Las partes del puro en español (capa,
capote o capillo y tripa o relleno) reciben en inglés, respectivamente, los
nombres de wrapper, binder y filler.
[32] Una
libra equivale aproximadamente a 460 gramos (redondeando, a medio kilo).
[33]
He consultado varios artículos muy aprovechables en Internet. El que me ha
resultado más ilustrativo ha sido: Dawn Byron Hutchins, The shade laborers:
Tobacco workers recruitment through the 1940s, www.ctfreedomtrail.org, 2011. A comienzos
del presente año 2022, la Universidad del Este de Connecticut ha iniciado un
trabajo de investigación que promete resumir y poner al día los aspectos
socioeconómicos del tabaco en su Estado: Stepping into the Shade, www.easternct.edu, enero de 2022.
[34]
Sin duda, el narrador se refiere a Arthur Ashe (1943-1993), el primer gran
tenista de raza negra, ganador de tres torneos del Grand Slam.
[35]
Sus siglas son GTS y consiste en una intoxicación generalmente leve y a
nivel cutáneo, como reacción al contacto de la piel con la nicotina de las
plantas verdes y húmedas del tabaco. Suele durar unas 48 horas y sus efectos se
combaten con pomadas o lociones a base de calamina (sus principios activos son
óxidos férrico y de zinc), generándose una inmunidad permanente. Véase: Marcia
Trapé y otros, Shade tobacco and Green Tobacco Sickness in Connecticut, Journal
of Occupational and Environmental Medicine, junio 2003, vol. 45, núm. 6, pp.
656-661.
[36] Véase
la novela Parrish, citada en la nota 2, libro primero, capítulo 2.
[37]
La milla cuadrada equivale a 2,59 km2. Según eso, los 470 km2 de
extensión de Andorra suponen unas 185 millas cuadradas.
[38]
La población andorrana ha crecido muy rápidamente en las últimas décadas,
incluso refiriéndonos solo a los habitantes con nacionalidad del Principado. La
población actual (2022) es de unos 85.000 habitantes.
[39]
Con arreglo a la novela citada en la nota 2, Parrish MacLean tenía 18 años en
la primavera de 1948, lo que hace suponer que, en el tiempo de nuestro relato,
hubiese cumplido los treinta. Por su parte, Daniel Servat andaría por los
veinte, que podrían parecer más por su empaque y formalismo en el vestir.
[40]
Con un relieve eminentemente montañoso y una altitud media sobre el nivel del
mar de casi 2.000 metros, se calcula que solo el 2% del terreno andorrano se
presta a la agricultura. En la época a que se refiere el relato, la práctica
totalidad del mismo estaba sembrado de tabaco, lo que podía suponer unas mil
hectáreas o, dicho en acres, unos dos mil y pico.
[41]
La Ley Seca, o prohibición penal de vender y comerciar con bebidas
alcohólicas en los Estados Unidos, duró entre 1920 y 1933 y, aunque no tuviese
una relación directa, lo cierto es que potenció la producción tabaquera en el
valle del Connecticut, hasta una extensión récord de unos 21.000 acres
sembrados.
[42]
Fue tanta y tan imperiosa la demanda de cigarrillos por las tropas americanas
en el extranjero, que el Gobierno hubo de dictar normas para favorecer la
producción tabaquera nacional, abaratando su precio para el ejército, hasta
términos de raciones gratuitas. Volvería a pasar algo parecido durante la
Guerra de Vietnam.
[43]
La variedad de tabaco llamada Kentucky, Burley o Burleigh
es una derivación más “fuerte” del tabaco Virginia y tiene
características similares al genuino Broadleaf. Este, a su vez, se
subdivide en dos zonas: la del valle del Connecticut y la de Pennsylvania (Pennsylvania
red). La modalidad pensilvana (cultivada, sobre todo, en el condado de
Lancaster) es de calidad menos estimada que la Connecticut, por lo que
se dedica para la tripa o relleno de los cigarros. Su extensión sembrada es
como el doble de la del valle del Connecticut y su producción (unas 2.000
libras por acre, con beneficio neto de 3.000 dólares/acre) estaba monopolizada por
la compañía Philip Morris (hoy, división de Altria Group).
[44]
Una de las razones del temporal éxito de los cigarros de Reig fue la de
emplear para su relleno tabaco de la variedad Sumatra, procedente de la
zona del Caribe (actualmente, de Ecuador), que aúna su condición de tabaco
negro, con la de resultar suave y aromático, muy grato para el “gran público”
fumador de puros.
[45]
La variedad Virginia es la más habitual en las mezclas del tabaco rubio
de los cigarrillos americanos. Se seca más rápidamente que el negro, poniéndolo
al sol o, incluso, bajo fuentes artificiales de calor, por lo que no se deja
fermentar y solo alcanza una acidez inferior a 6 pH.
[46] En teoría, la calidad del tabaco puede
graduarse según una escala de cinco niveles: premium, alta, media, baja
y económica.
[47]
Los cigarrillos-puros son del mismo tamaño y forma que los cigarrillos,
pero con capa de hoja de tabaco. Son empaquetados en cajetilla y contienen
alrededor de un gramo de tabaco. Algunas marcas tienen filtro. Los puritos son
cigarros puros de pequeño tamaño, intermedio entre el de los cigarrillos-puros
y los puros de pequeñas dimensiones y pueden llegar a contener hasta tres
gramos de tabaco. Dicho sea todo esto, a título general y divulgativo.
[48] De
tradición franciscana, esta iglesia viene prestando servicio desde 1849.
[49] El
incendio se produjo en 1956 y la nueva consagración, en 1962.
[50]
La famosa autora de La cabaña del Tío Tom (1852) vivió en Hartford desde
1863 y en la casa que hoy se conserva y alberga el Harriet Beecher Stowe
Center pasó los 23 últimos años de su vida, que se desarrolló entre 1811 y
1896.
[51] Se
alude al triunfo del régimen comunista de Fidel Castro, que se produjo en enero
de 1959.
[52]
Efectivamente, dichos rumores se confirmaron. En lo que se refiere al tabaco,
Nicaragua fue el país de elección de las empresas americanas para producir en
altura el necesario para los cigarros. Al producirse la revolución sandinista
(1979-1990), se produjo el traslado del negocio al Ecuador.
[53]
Dicho hotel, en que se rodaron las pertinentes localizaciones y exteriores de
la película Parrish, fue demolido años después.
[54]
El primero alude al tabaco vendido al peso (un cuarterón es la cuarta parte de
una libra), para liarlo individualmente al irlo a fumar. Caliqueño es un puro
de elaboración artesanal, con todas las taras de ello derivadas, tanto en lo
irregular de su forma, como en la dificultad de tiro.
[55]
La sustitución de la boquilla autónoma por el filtro incorporado al cigarrillo
se atribuye a la tabaquera americana British American Tobacco, hacia 1949,
aunque no se popularizó hasta su incorporación a los cigarrillos de la marca Kent,
en 1952. En España, los cigarrillos con filtro iniciaron su andadura en 1957,
en labores de la Tabacalera Española.
[56]
Se alude a Julià Reig i Roqueta (1875-1942), quien en 1909 fundó una verdadera
empresa tabaquera en Andorra, que contó con una fábrica, más amplia y moderna,
en 1957.
[57]
Siglas de Cost, Insurance, Freight. Significa que el vendedor incluye en
el precio de la mercancía el propio de esta, el del seguro durante el viaje y
el de flete a pagar al armador. Es tanto como decir que el transporte se hace
por cuenta y riesgo del vendedor, hasta que la mercancía llegue a su destino
pactado.
[58] Véanse
antes, las notas 3 y 4.
[59]
Por cierto que, en la misma línea de cambio de color de pelo, las actrices que
representaban a Lucy y Alison eran rubias, y morena la que encarnaba a Paige,
cuando en la novela y en la realidad era todo lo contrario.
[60]
Originalmente, el largometraje Parrish tiene una duración de 131
minutos, que quedaron reducidos para España en 1961, a 104.
[61] A título de ejemplo, véanse: Javier González
de Dios y Eugenio de la Cruz Amorós, Cine y tabaco, el comienzo de una
polémica amistad para el adolescente, Revista Pediátrica de Atención
Primaria, nº 23 (2021), pp. 23-41; Raquel Casitas, Ruth García García y Miguel
Barrueco, El cine como vector de expansión de la epidemia tabáquica, Gaceta
Sanitaria, vol. 23, nº 3, Barcelona, mayo/junio de 2009. Ambos artículos son
accesibles por Internet.
[62]
En el año 1964, se creó en Andorra la Junta de Tabac, para regular las
relaciones entre cultivadores y fabricantes; y en 1974, se estableció un
convenio, según el cual los fabricantes no podrían importar tabaco extranjero,
más allá del porcentaje que adquirieran del andorrano. Véase: La història
del tabac a Andorra, www.el camí.cat.
[63]
Véase: Gala Díaz Curiel, Crisis. El tabaco que venía de Andorra, Suplemento
del diario “El Mundo”, nº 589, 11 de febrero de 2007.
[64] Véase: Cigarros
populares, los otros grandes puros, www.cincodias.elpais.com,
1 de mayo de 2009.
[65] Es el
nombre con que, en tiempos de la película de 1961, todavía se conocía en el
Valle las tierras que Parrish MacLean cultivaba, ya en concepto de propietario.
[66]
Periódico que sigue publicándose, con buen éxito de ventas, en la capital de
Connecticut. Es uno de los más veteranos de los Estados Unidos pues, si se le
considera continuador del semanario Connecticut Courant, sus orígenes
pueden remontarse hasta 1764.
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