LECCIÓN 19.
LA CIVILIZACIÓN INDUSTRIAL
Esta lección abarca acontecimientos históricos a lo largo del siglo XIX.
1.
GENERALIDADES ECONÓMICAS.
La civilización industrial
implica o genera una serie de exigencias económicas, entre las que podemos
destacar las siguientes:
·
Grandes descubrimientos
energéticos. Desde
el neolítico, el hombre prácticamente no había contado con más fuentes de
energía que su trabajo y el de las bestias de carga. A partir de finales del
siglo XVIII, una serie de trascendentales avances científicos y tecnológicos multiplicarán
casi hasta el infinito las
posibilidades de obtener energía para desarrollar los trabajos. La primera fuente fue el vapor (producido por el calentamiento de
agua mediante carbón), que dio lugar a las máquinas que funcionaban con
calderas. La segunda, desde mediados del siglo XIX, fue la combustión del petróleo, que dará lugar al motor de
explosión. Finalmente, al acabar el siglo XIX, la energía
eléctrica (producida por medios térmicos
o hidráulicos) se aplicará a los motores eléctricos, gracias a la inducción
electro-magnética.
·
Explotación masiva de materias
primas. La
obtención de energía en proporciones enormes y las industrias que ello genera,
obligan a una explotación masiva de materias primas para obtener con ellas
nuevos materiales. Tal cosa se facilita, a su vez, por el empleo de maquinaria
y sustancias químicas en las minas y la agricultura. Las principales materias
primas que se precisan son: el carbón y el petróleo, para
producir energía; el hierro, para maquinaria y herramientas; el algodón, en la industria textil.
·
Revolución del transporte. Uno de los efectos de la
revolución industrial es el de abaratar y hacer más rápido el transporte de personas y
mercancías, gracias a los ferrocarriles y los buques de vapor. Al final de este periodo, se inicia el uso del
automóvil, facilitado por la existencia de buenas carreteras. Por su parte, el transporte
de información y noticias contará ya en el siglo XIX con el teléfono y la telegrafía.
·
Abundante mano de obra
industrial. El factor humano se logra
mediante una abundante mano de obra industrial, nacida de la explosión
demográfica, de la conversión de la población rural en industrial y minera, y de la emigración. La población industrial se
concentra en las ciudades, que
experimentarán un crecimiento no acorde con la oferta de viviendas y de
servicios públicos.
·
Mejores medios financieros. El capitalismo impulsa los
modernos medios de acción económica. Las sociedades anónimas proporcionarán los capitales
necesarios. Los bancos ejercerán de prestamistas e inversores. Las bolsas de comercio facilitarán los
intercambios de materias primas y la negociación de títulos-valores. Las
compañías de seguros y de reaseguros garantizarán frente a los riesgos crecientes que la
actividad industrial comporta.
2.
REPERCUSIONES SOCIO-POLÍTICAS.
Una revolución económica de tal
magnitud, como la que acabamos de describir, tiene necesariamente que tener el
efecto de un cambio radical de la sociedad de su tiempo; un cambio ya apuntado
con las revoluciones liberales de fines del siglo XVIII (ver lección 18) y que
hará crisis con los movimientos revolucionarios que recorren Europa hacia 1848.
·
De los estamentos, a las
clases sociales. En esta época se produce la definitiva superación de los estamentos
(basados en el nacimiento y en los privilegios), reemplazados por las clases
sociales, que tienen su origen en el dinero y la cultura. La existencia de un Derecho
igual para todos, hace las clases
sociales mucho más permeables al ascenso y descenso en ellas, mientras que los
estamentos prácticamente impedían a los ciudadanos pasar de unos a otros.
·
Predominio político de los
capitalistas. La nobleza y
el clero desaparecen como fuerzas
políticas relevantes por sí. En
su lugar, son las clases sociales económica o intelectualmente fuertes las que
se imponen: en primer lugar, los capitalistas; luego, los pequeños burgueses y los funcionarios de alto y medio nivel.
·
Concentración creciente de la
población. En
los países industrializados, el campo se despuebla, pues un reducido número de
agricultores puede alimentar al resto de la población, gracias a los nuevos
medios tecnológicos (mecanización, abonos). En consecuencia, la
población rural sobrante acude a las ciudades, en busca de oportunidades en la industria y los
servicios, así como de estudios para sus hijos. La clave demográfica y política
serán, en lo sucesivo, las medianas y grandes ciudades.
·
Despegue definitivo de los
países industriales. La existencia de una industria fuerte y, complementariamente, de un
imperio poderoso serán las condiciones necesarias para ser una gran
potencia. A lo largo del siglo XIX,
cinco Estados alcanzarán indudablemente ese rango: Inglaterra,
Alemania y Francia, en
Europa; Estados Unidos, en América, y el Japón, en Asia.
3.
DIFICULTADES Y TENSIONES.
Los grandes y rápidos cambios aludidos en los apartados anteriores no se
producen sin problemas y luchas. La línea de avance es clara e imparable, pero
tendrá que contar (y procurar paliar o resolver) con estas dificultades y
tensiones:
·
Lucha de clases. El capitalismo y la burguesía ya
han alcanzado las cotas de poder político que anhelaban. Ahora le toca el turno
al proletariado, que no
puede tolerar, ni las pésimas condiciones de trabajo, ni la falta de intervención
(a veces, ni derecho al voto) en la vida pública. Surge así la lucha de clases
(patronos-obreros y, por extensión, burgueses-proletarios) que, en el siglo XIX
es más que una metáfora de violencia. Al lado del sindicalismo meramente reivindicativo, aparecerá
el revolucionario, que
tratará de alcanzar sus objetivos mediante métodos tales, como la huelga
general, el terrorismo o el asesinato político.
·
Grandes bolsas de marginación. La falta de
servicios públicos (por
crecimiento rapidísimo de la población o por pasividad pública: laissez
faire) y de seguridad social ocasiona una forma de vida miserable
e insalubre, que la muerte, el accidente o el paro convierten en tragedias. Y
así, una gran parte del proletariado forma parte del lumpen, es decir, de quienes carecen de los
medios materiales y culturales más elementales.
·
Incomprensión de los ciclos
económicos. El
cambio radical de estructura económica hace que las escuelas precedentes
(mercantilismo, fisiocracia, etc.) sean incapaces de entender la evolución
productiva y ofrecer los medios para contrarrestar la fase negativa del ciclo
económico. Consecuencia de ello es que las depresiones serán salvajes, sin ofrecer soluciones o paliativos
correctores para quienes las sufren con mayor rigor (pequeños rentistas,
obreros sin cualificación, etc.).
·
Los países no industrializados
pierden el tren. Si una industria poderosa es la clave del poder a partir de ahora, los
países que no la tengan irán perdiendo la condición de potencias, cualesquiera
que sean su tradición y sus dimensiones físicas. Dos países ejemplifican muy
bien esta realidad, a un lado y a otro de Europa: Rusia y España.
LECCIÓN 20.
EL MOVIMIENTO OBRERO
Esta lección es una cierta
continuación de la precedente. Por tanto, se acomoda al mismo periodo
cronológico, a saber, el siglo XIX.
1.
EL MOVIMIENTO SINDICALISTA.
Enlazando con los hechos e
ideas reflejados en la lección 19, se explica la aparición del modelo
sindicalista para encuadrar a los trabajadores y combatir por sus mejoras
económicas y laborales. Una panorámica muy breve de este movimiento tiene que
aludir a sus causas, su evolución y sus resultados en esta centuria
decimonónica.
Sus causas.
La idea de que la unión hace
la fuerza (sobre todo, para los que individualmente tienen poca) está en la
base de la doble causalidad de la aparición de los sindicatos en este momento
de la Historia:
·
Relevancia y número cada vez
mayores de los proletarios. Eso anima a la unión entre ellos,
pues comprenden que una acción conjunta puede paralizar la economía del país.
·
Insuficiencia del liberalismo. Las formas socio-económicas
liberales son incapaces de otorgar a los trabajadores buenas condiciones
políticas y laborales. En un principio, la ideología liberal es reacia a
intervenir en la vida económica y no
reconoce el sufragio universal,
sino que reserva el voto a los que reúnen ciertas condiciones mínimas de
riqueza o de cultura.
Su
evolución.
El liberalismo había acabado
con los gremios, con el pretexto de que atentaban contra la libre
contratación y el libre mercado. Pretenderá hacer lo propio con los sindicatos,
esgrimiendo las mismas razones. Esto llevará a las organizaciones sindicales a
la clandestinidad y la represión. Por tanto, su acción violenta no es
sólo fruto de sus creencias, sino una reacción a la postura negativa de los
gobiernos. Pero los sindicatos (que encarnan el futuro) no son los gremios (que
eran un residuo del pasado): el liberalismo no podrá acabar con ellos y habrán
de aprender a convivir unos con
otros.
Triunfo final de los sindicatos.
Ese final feliz para
los sindicatos, tendrá varias proyecciones:
·
Reconocimiento de los sindicatos, como
interlocutores esenciales en la vida laboral.
·
Mejoras laborales para los trabajadores, obtenidas
gracias a la acción sindical.
·
Extensión del derecho de
sufragio (cartismo),
hasta generalizarse en la Europa de finales del siglo XIX el sufragio universal
masculino (en España, en 1890).
·
Internacionalización del
movimiento obrero, que llega
hasta pretender superar los Estados y los conflictos bélicos, pero que se
quedará en una solidaridad obrera global, sin perjuicio de las divisiones
ideológicas nacidas de la fragmentación de la conciencia proletaria, a la que
aludiremos en los dos apartados siguientes.
2. LA UTOPÍA ANARQUISTA.
Presentar el anarquismo como
una utopía parece un prejuicio inadmisible. Lo cierto es que incurre en tales contradicciones
internas, que no parece posible que se
consolide por mucho tiempo ni en zonas extensas de nuestra compleja sociedad.
Los enemigos del hombre.
Para los anarquistas, los
enemigos de la realización y felicidad del hombre son tres: la propiedad
privada, el Estado y el ejército. En consecuencia, como la sociedad de su tiempo tiene estas tres
realidades como básicas, no cabe otra solución que destruir la sociedad presente y construir una nueva,
fundada en ideales completamente distintos.
La sociedad nueva.
La sociedad futura, que los
anarquistas preconizan, está basada en tres pilares: la democracia real, el
autogobierno y la autosuficiencia.
·
Democracia real, que sólo es posible dentro de un completo
igualitarismo, sin
diferencias económicas entre personas y sin profesionalización
de la violencia.
·
Autogobierno, en cuanto que el Estado
desaparece y las formas sociales básicas
(familia, pueblo, centro de trabajo...) se rigen por la voluntad de la mayoría
expresada directamente y sin delegación o profesionalización de la política. La distinción entre representantes
y representados políticos se sustituye, si acaso, por la de decisores (todos) y
ejecutores (los comisionados a tal fin).
·
Autosuficiencia, en lugar de especialización.
Todos deben procurar aprender a hacer de todo y cualquier pequeña unidad social
debe bastarse económicamente a sí misma. El comercio aparece como una actividad
secundaria y el dinero desaparece como medio de cambio.
Los métodos anarquistas.
Podríamos distinguir, hasta cierto punto, a los anarquistas extremistas
de los moderados.
·
Métodos generales. Todos los anarquistas aceptan,
con más o menos fruición, dos fórmulas complementarias: la autoexclusión de la lucha política (no votan, no
forman parte de partidos políticos) y el empleo de la violencia para cambiar la sociedad
(terrorismo, revolución armada, atentados políticos o sociales).
·
Anarco-sindicalismo. Se entiende como una fórmula
moderada ya que, por lo menos, crea e integra sindicatos que emplean la
negociación y la huelga (además de la violencia) para conseguir sus objetivos.
El anarco-sindicalismo (CNT-AIT) enraizará profundamente en diversas regiones
españolas (Andalucía, Cataluña) y llegará a ser una gran fuerza en la Europa mediterránea en
general.
3. EL
SOCIALISMO.
Desde C. Marx, es habitual
distinguir dos etapas y corrientes dentro del socialismo: el socialismo utópico y el socialismo científico. Pero lo cierto es que, durante el
siglo XIX, el socialismo aparece como una realidad unitaria de carácter
drástico y violento para defender sus objetivos laborales y cambiar la
sociedad.
Aludiremos muy brevemente al
socialismo, en dos apartados: ideas-clave y métodos de acción.
Ideas-clave
del socialismo.
·
Materialismo histórico. Toda la historia de la humanidad
se reduce a la economía, es decir, a quién tiene y cómo usa los bienes de
producción. La religión y la cultura no son sino superestructuras falaces, que ocultan o hacen olvidar la realidad
subyacente: que hay ricos y pobres, poderosos y débiles, y que eso no debiera
ser así.
·
Falacia y excesos del capital. No es que los capitalistas deban ser más generosos y menos
ricos; es que no deben existir, pues los trabajadores pueden perfectamente organizarse y dirigir
fábricas y negocios, sin enriquecerse brutalmente ni explotar a sus compañeros.
Los bienes de producción no
son de los capitalistas: se los han apropiado, dejando a los trabajadores
únicamente su fuerza de trabajo.
·
Lucha de clases. Es la ley que mueve la
Historia. No puede haber transacción ni cuartel entre capitalistas y
proletarios. Aquellos irán siendo cada vez menos y más ricos; estos serán cada
vez más y más pobres. Esta lucha concluirá cuando, dándose cuenta de su fuerza
y número, los proletarios hagan la revolución y derroquen a los capitalistas y sus esbirros armados.
·
Dictadura del proletariado. Durante un tiempo, después de
la revolución, los proletarios tendrán que mantener la vigilancia y reorganizar
la sociedad, conservando una apariencia de Estado y de ejército, pero formado
por ellos y a su estricto servicio. Esta situación concluirá cuando la sociedad nueva y socialista
haya quedado definitivamente establecida.
·
Sociedad final sin clases y
universal. Esta
es la utopía socialista.
Establecido el socialismo a nivel mundial, cada hombre aportará a la sociedad
según sus capacidades y recibirá de aquella según sus necesidades. Los bienes
de producción (incluida la tierra) serán de propiedad comunal y un planeta de
felices proletarios no conocerá ya de fronteras ni de ejércitos.
Sus métodos.
El socialismo del siglo XIX
fue evolucionando, hasta admitir conjuntamente tres tipos de métodos: sindicales, políticos y
revolucionarios.
·
Métodos sindicales. Los proletarios socialistas
(entre los que, a duras penas, se admite a los obreros de la inteligencia
y de la corbata) se integran en sindicatos de clase, que utilizan como
métodos principales la negociación, la huelga puramente laboral y la huelga
general o revolucionaria. Estos sindicatos son mayoritarios en casi toda Europa (en España lo son, sobre todo, en el
Norte y en Madrid) y se integrarán a nivel interestatal en la Internacional
Socialista.
·
Métodos políticos. En la segunda mitad del siglo
XIX, los sindicatos socialistas crearán, como correas de transmisión, partidos
políticos socialistas, que
pretenden dirigir, gracias a la coincidencia de militancia (no cabe ser miembro
del partido si no se es del sindicato) y a que la jefatura del partido se
asigna a miembros preparados y destacados del mundo obrero sindical. Antes de
que acabe la centuria, los partidos políticos socialistas empezarán a tener cierta
representación y se
contemplará, aunque con reticencias, su
entrada en Gobiernos de coalición.
·
Métodos revolucionarios. Los socialistas no abdican
generalmente del empleo de la fuerza, cuando creen encontrarse en peligro o
entienden llegada su hora. La pistola en el bolsillo, las prácticas
armadas y de orden abierto, las huelgas generales violentas y, en última instancia, la
sublevación armada, están en
la teoría (mítines, editoriales, etc.) y en la praxis de los socialistas
decimonónicos.
Para concluir esta referencia al socialismo, debemos señalar la enorme influencia posterior que
tendrá, tanto en las revoluciones, como en los programas políticos. Sobre ello
hemos de volver en la lección 23.
LECCIÓN 21.
IMPERIALISMO Y COLONIALISMO
En otras lecciones anteriores
(singularmente, en la 12) hemos tratado del colonialismo, pues este es un
fenómeno que se ha producido en épocas muy diversas de la Historia. Pero
dedicamos una lección completa al colonialismo del siglo XIX,
porque en ningún otro momento histórico vivió Europa, globalmente
considerada, con tanta importancia e intensidad, el proceso de la colonización.
1.
FACTORES DEL PROCESO COLONIAL
DECIMONÓNICO.
La colonización se ve
impulsada, a la vez, por motivos económicos, políticos e ideológicos.
Factores económicos.
·
La gran necesidad –fruto de la revolución industrial- de materias primas baratas. Ciertamente, el comercio podría haber facilitado parte
de ellas, pero otra parte importante tenía que ser producida o extraída
mediante la presencia y la imposición de las potencias coloniales.
·
La precisión de mano de obra
barata (como era la indígena) y consumidora en régimen de monopolio de los productos de la metrópoli. Es decir, la
colonia producía las materias primas baratas y consumía los productos
elaborados, al precio que le fijaban los capitalistas metropolitanos.
·
La colocación y rentabilidad de
capitales, suponiendo
que los mismos fueran excedentarios, una vez agotadas las posibilidades de
inversión en la propia metrópoli.
Factores políticos.
En el siglo XIX se asiste a un fuerte auge del nacionalismo, que tiene el imperialismo como la otra cara de la moneda. En efecto, la creencia en la
superioridad nacional propicia el expansionismo y acaba haciendo de la colonización
una necesidad de geoestrategia militar.
Factores
ideológicos.
Con lo económico y lo
político, se mezclan razones morales, científicas y
religiosas, no siempre sinceras y, desde
luego, insuficientes por sí mismas para alimentar el fenómeno colonial. Si
acaso, tales motivaciones culturales suavizaron la dureza de la colonización, aunque
con alta dosis de paternalismo y espíritu de misión.
2.
EXPANSIÓN EUROPEA
CONSIGUIENTE.
El colonialismo, fenómeno casi exclusivamente europeo.
La colonización decimonónica es dedicación
y tarea de las potencias europeas. Las mismas se extienden por tres continentes (África, Asia y Oceanía), proyectando sobre ellos una emigración de no menos de 25 millones de personas.
El denominado proceso colonial engloba,
en realidad, distintos tipos de interferencia
europea en otras partes del mundo: colonias propiamente dichas; protectorados, que respetan hasta cierto punto la soberanía del gobierno local; concesiones, o territorios pequeños cedidos por cierto tiempo y precio para
facilitar el comercio de la potencia extranjera.
Tensiones entre las potencias coloniales.
La expansión colonial genera tensiones
entre las potencias interesadas en ella. Para evitar la guerra, es necesario
llegar a repartos
consensuados. El más importante y general es el propiciado por
Bismarck (Berlín, 1885), que procurará dejar un cierto margen para los Estados bisoños en temas coloniales, que han llegado tarde a tal vocación y repartos.
Pero lo cierto es que sólo las mayores potencias coloniales (Inglaterra y
Francia) logran formar imperios mundiales, con una cierta lógica y continuidad
territorial (sobre todo, en África).
Consecuencias
culturales y geográficas.
La colonización decimonónica pone el mundo atrasado a los pies de Europa. Nuestro continente, a través de sus mayores potencias, llega a dominar
el 60 % del Globo, con una población
del 65 % del total de
toda la Tierra. Esta gigantesca expansión, que
tendría por término medio una duración de un siglo, está en la base del mundo actual y explica la extensión de las razas, idiomas y culturas occidentales por
los más variados lugares de nuestro planeta.
3.
ORGANIZACIÓN DE LAS COLONIAS.
Haciendo un poderoso esfuerzo de
síntesis, podemos distinguir dos formas muy diversas de organizar las
colonias, que denominaremos colonia de población y colonia de explotación.
·
Colonias de población. En ellas se produce un trasvase importante de
población de la metrópoli y, por ende, de instituciones y formas
metropolitanas. Ello tiene el efecto positivo de que la colonia tenga pronto un alto grado de madurez y
autosuficiencia, y acabe separándose amistosamente de la metrópoli hermana,
pasando previamente por una relación cuasi-federal. La contrapartida es que la población autóctona tiene que ser relativamente pequeña, para
poder absorberla, y eso puede exigir una previa cuasi-aniquilación. Ejemplos:
Canadá, Australia, Nueva Zelanda.
·
Colonias de explotación. Con abundante y poco asimilable
población nativa, la potencia colonial limita el trasvase de población casi
exclusivamente a los funcionarios que ejercen el servicio civil, militar y naval. En interés de la
obtención de materias primas, la metrópoli establecerá una mínima infraestructura para el control y la atención pública básica de los nativos. Ejemplo:
las colonias africanas, en general.
·
Formas intermedias. Excepcionalmente, se pretendió implantar el modelo
de colonia de población en tierras de numerosa población nativa. El mestizaje y
la asimilación no prosperaron y la convivencia y ulterior independencia resultaron altamente traumáticas. Ejemplos: Argelia, Unión Sudafricana.
4. ALGUNAS CONSECUENCIAS DE LA
COLONIZACIÓN.
Para
los países colonizadores.
Al menos aparentemente,
todo son ventajas para las metrópolis, en especial, si
tienen fuerza y medios económicos suficientes, no actuando por el mero
prestigio. Entre las ventajas que obtienen los países colonizadores, podemos
señalar las siguientes:
·
Potencian su economía, gracias a la obtención barata y
suficiente de materias primas y a la consecución de mercados cautivos,
como hemos visto antes.
·
Mejoran la organización militar, si bien el modelo
de fuerzas armadas coloniales puede volverse contra la metrópoli, por su
carestía y tendencia a entrometerse en la vida civil, obteniendo múltiples
granjerías de ello.
·
Desarrollan un aparato estatal muy completo, frente al
liberalismo abstencionista en Europa, que más adelante podrá ser empleado en el
interior, contando con la gran experiencia y preparación que atesoran
los mejores funcionarios del servicio exterior.
·
Dan salida a partes excedentarias de su población, aunque a veces la
sangría es demasiado fuerte y debilita a la metrópoli.
En conjunto, la mejor prueba de que la
colonización sienta bien a las potencias es el deseo de los Estados menores
(España, Portugal) o de los llegados tarde (Alemania, Italia) de formar
su propio, aunque pequeño y difuso, imperio colonial.
Para los países colonizados.
Constituye la antítesis de lo expuesto
para los países colonizadores: el balance
es muy desfavorable, aunque no deje de tener aspectos positivos (y conste que nos referimos
a las colonias de explotación e intermedias, que antes vimos):
·
En lo económico y demográfico. La mayor parte de
las colonias sufren una crisis demográfica (cuando no verdaderos genocidios) y una explotación económica más o menos esquilmadora.
·
En lo cultural. El total puede resultar positivo, en cuanto que la
colonia tiene la oportunidad de incorporarse a la civilización más desarrollada
de los occidentales.
·
En lo político. La suma algebraica de ventajas e inconvenientes es dispar, según potencias coloniales y según qué colonias, pero, en general,
todas estas sufren el efecto negativo de ver desarticulada su organización
autóctona.
LECCIÓN 22. CULTURA DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL
Esta lección complementa a las anteriores
y cierra el estudio del siglo XIX. Se desarrolla en tres apartados, que
sucesivamente tratan de la ciencia, la incidencia en el arte de la masificación
y de la tecnología de la información, y las diversas tendencias artísticas.
- LA CIENCIA Y
SU INFLUENCIA.
La deseada acción coordinada de la
ciencia pura y la tecnología (insuficiente en tantas épocas de la Historia
para que aquella rindiera resultados en la vida práctica) se inicia en el siglo
XVIII y continuará ya casi sin fisuras hasta nuestros días. El siglo XIX se
beneficia, pues, de esta unidad ciencia – tecnología, que agiganta y da efectos
prácticos a los avances científicos y, a su vez, en un proceso de retroalimentación,
proporciona estímulos altruistas y económicos a los científicos para seguir
investigando.
Algunos de los efectos más destacados de este gran progreso científico son
los siguientes:
·
Avances
educativos a nivel general. Cuando menos en los países más avanzados, se
implanta un sistema nacional de enseñanza pública,
con planes de estudio oficiales, profesores titulados y pagados con fondos
públicos, universidades en menor número pero mejores prestaciones, etc. Y, por
encima de todo, las ciencias experimentales alcanzan el prestigio y el soporte
de laboratorios e industrias, que les resulta indispensable.
·
Relativa
superación de las enfermedades infecciosas. Y ello, gracias a los avances
médicos y de la higiene pública y personal. No es preciso encarecer la
importancia que tuvo en el orden demográfico y para la calidad
y duración media de la vida.
·
Las revoluciones industriales. En el
siglo XIX se vive el apogeo de la primera revolución industrial (la del
vapor) y los inicios de la segunda (la de la electricidad). Tampoco será
preciso insistir en que la aportación de una inmensa cantidad de energía
aplicable para la realización del trabajo resulta de enorme trascendencia en
los sectores de la producción económica,
los viajes, el urbanismo, etc.
·
Crisis de
la religión tradicional, superada por el auge del racionalismo y por
la propia crítica bíblica. Esto generará, bien el descreimiento y el
desprestigio de las ideas religiosas, bien la necesidad de apartar de la
religión sus aspectos más exagerados y externos. Aunque se trata de un fenómeno
general, suele personalizarse este enfrentamiento
ciencia–religión en la teoría evolucionista (Darwin), de cuya
importancia histórica y trascendencia futura no cabe dudar.
- INFORMACIÓN
Y ARTE DE MASAS.
En el siglo XIX se producen los primeros
esbozos de la información y la cultura de masas, gracias a la generalización de
medios de comunicación tales, como los periódicos, el telégrafo o
las agencias de noticias.
La posibilidad consiguiente, de que el
artista conecte de una manera directa con un público numeroso, pudiendo obtener
del mismo el apoyo económico y moral que necesita, tiende a desarrollar la independencia
y personalidad de los artistas, cada vez más
desligados del mecenazgo y volcados hacia el público y hacia su libertad
creadora. Aunque viviera en una época en la que todavía todo esto era
incipiente, Beethoven (1770-1827) aparece como el modelo y pionero de
ese nuevo tipo de artista.
- TENDENCIAS
ARTÍSTICAS.
Como había sucedido también en el siglo
precedente, el XIX es una centuria de diversos
movimientos y estilos
artísticos, que pasan con cierta rapidez y no llegan a consolidarse en el gusto
de la sociedad más allá de unas décadas. Además del Neoclasicismo, que pervive
aún en la primera mitad del siglo, podemos destacar, como estilos o tendencias
decimonónicos, los siguientes:
- El romanticismo. Es, tal vez, la tendencia artística más característica del siglo XIX, aunque no alcanza proyección precisa en todas las artes. Constituye una apoteosis de la libertad individual, de los sentimientos y del espíritu de los pueblos (vertiente historicista y nacionalista). El romanticismo es, ante todo, un movimiento del arte abstracto, es decir, de la literatura y de la música. La pintura también se nutrió de él (especialmente, la de historia), pero la escultura y, sobre todo, la arquitectura no llegan a perfilar y definir un estilo o modo de hacer genuinamente romántico.
- El realismo. Lógica reacción frente a los excesos románticos y tendencia burguesa por antonomasia, el realismo llena la segunda mitad del siglo XIX, aunque casi exclusivamente en literatura y en pintura. Es maestro en hacer el análisis de lo cotidiano y lo vulgar, incluso de lo sórdido (Naturalismo). Su mejor realización es, sin duda, la novela (Balzac, Dickens, Zola, Galdós…).
- El impresionismo. Ruptura, incluso escandalosa, con el arte establecido, este estilo supone una valoración de lo subjetivo y lo cambiante, reclamando el valor de la impresión frente a la verdad objetiva. Apenas tuvo relevancia más allá de la pintura y de la música, pero en aquella su originalidad y trascendencia son extraordinarias.
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