Getulio Vargas:
Historias de su ocaso (II)
Por Federico Bello
Landrove
Concluyo mi amplia serie de historias sobre
Getulio Vargas y su tiempo con dos trilogías referentes a la última década de
su vida (1945-1954). En esta segunda entrega pasaré revista a las relaciones
entre Brasil y Estados Unidos en esa época; aludiré a la conflictiva
aproximación de Perón a Vargas; finalmente, recordaré la historia y la leyenda
de Virginia Lane como amante del Presidente. La base fáctica de los relatos es
la fascinante biografía Getúlio, del
historiador y periodista Lira Neto[1].
1. Vargas y los Estados Unidos
En su primera
etapa como máximo mandatario del Brasil (1930-1945), Getúlio tuvo la
oportunidad de comprender las ventajas y los peligros que suponían para su
régimen las relaciones con los Estados Unidos. De entrada, siendo dictador,
nacionalista y proclive a los obreros, no estaba en buena posición ante la
opinión pública norteamericana. Pero lo que hizo aumentar la tensión hasta
límites alarmantes fueron las indudables afinidades y la cooperación del Brasil
de anteguerra con las Potencias nazi-fascistas. Felizmente para Getúlio, su
reacción hostil a ellas tras el golpe de estado integralista (1938) y la
inmisericorde guerra submarina que llevaría a cabo Alemania, favoreció la
tolerancia de Roosevelt, llegándose a la firma (marzo de 1939) de un tratado de
cooperación mutua y asistencia económica que, a cambio de privilegiar a Brasil
en financiación y tecnología industrial, aseguraba a los Estados Unidos la
provisión de materias primas de utilidad estratégica. De todos modos, no se superó
el riesgo de intervención armada estadounidense en Brasil hasta que Vargas
declaró la guerra a Alemania e Italia (agosto de 1942) y ofreció amplias
facilidades militares a los americanos en el nordeste del país. Posteriormente,
vendría la modesta intervención de Brasil en la Guerra Mundial, al nivel de una
división de infantería y un grupo de aviación (noviembre de 1943), que solo
podrían entrar en fuego a mediados del año 1944. La mejor demostración aparente
de que las relaciones de Brasil y los Estados Unidos habían superado el riesgo
de enfrentamiento fue la visita del Presidente Roosevelt a Natal (Rio Grande do
Norte) a finales de enero de 1943, en la que se consolidó el establecimiento de
bases americanas en territorio brasileño mientras durase la guerra, así como la
construcción de la joya de Vargas, la
siderúrgica de Volta Redonda (RJ), la mayor de toda la América latina, mascarón
de proa de la deseada y necesaria industrialización del país[2].
Al mismo tiempo
que mejoraban notablemente las relaciones entre ambos países, también lo
hicieron las personales. Vargas admiraba sinceramente a Roosevelt, a quien
consideraba, un tanto superficialmente, como un afín por su manera socializante de entender la política
-naturalmente, no entraba a considerar las diferencias entre un dictador y un
presidente democrático-. Seguramente había contribuido a dárselo a conocer con
mayor profundidad su hija Alzira, que hablaba perfectamente el idioma inglés y
llevaba tres años viviendo en los Estados Unidos. Es probable que Roosevelt
matizara también sus prejuicios hacia Getúlio como dictador filo-fascista. En
cualquier caso, la guerra acabó, Roosevelt falleció en abril de 1945 y, seis
meses después, caía Vargas mediante un golpe de estado militar que, en pura
teoría, no hacía sino adelantar su cese en unos meses. Una nueva etapa
comenzaba, que también me es preciso esquematizar, para entender el periodo que
luego vendría, el que me interesa a efectos de este ensayo.
La nueva etapa
estaría encabezada por los Presidentes Truman, de los Estados Unidos, y Dutra,
del Brasil. Pero, más allá de personalismos, los nuevos tiempos pasaban a estar
determinados por políticas y circunstancias nuevas: 1ª. Internacionalmente, por
la llamada Guerra fría, que haría de
la lucha contra el comunismo y sus secuaces la principal línea estratégica
norteamericana. 2ª. En la política exterior estadounidense, por el cierre del
grifo del dinero fácil, de las subvenciones, de las ayudas a fondo perdido, que
solo se respetaría en Europa (Plan Marshall), pero azotaría sin piedad a la
América latina. 3ª. En Brasil, por una severa estanflación, apenas combatida
con políticas liberales y de apertura ilimitada al capital extranjero,
procurando minimizar el llamado coste
Brasil, derivado de los importantes derechos reconocidos a los trabajadores
industriales por la Consolidación de las
Leyes de Trabajo (1943) varguista. 4ª. En el propio País brasileño, por el
abandono de las inversiones modernizadoras en el Ejército -cuyas dimensiones,
por otra parte, habían sido muy aumentadas durante la guerra-, así como por una
evidente caída de los ideales nacionalistas, tanto en las Fuerzas Armadas, como
entre los trabajadores (escasa implantación del nuevo Partido de los Trabajadores
del Brasil, heredero y soporte del viejo laborismo de Vargas).
Pues bien, con
este nuevo cúmulo de circunstancias es con el que se tropieza Getúlio, cuando
regresa a la Presidencia el 31 de enero de 1951. Veamos cómo influyó en las
relaciones entre Brasil y Estados Unidos y cómo trató de dirigir Vargas la
situación durante su mandato, concluido abruptamente en agosto de 1954, año y
medio antes de lo previsto.
***
Al volver a la
Presidencia, Vargas halló ya firmado por el gobierno Dutra, poco tiempo antes,
un Tratado de asistencia técnica, que suponía, por parte de Brasil, el
compromiso de mantener el suministro asegurado de minerales estratégicos (en
especial, de manganeso y uranio) y, del lado norteamericano, la financiación
con préstamos blandos[3]
para ejecutar un amplio plan de industrialización. De haberse llevado a cabo en
su integridad, Brasil habría pasado a medio plazo, de país meramente exportador
de materias primas, a lograr una razonable independencia industrial[4]. No obstante, en una entrevista habida con
motivo de su asistencia a la toma de posesión de Vargas, el representante
oficial del Presidente Truman en la ceremonia, Nelson D. Rockefeller[5],
hizo famosa ante la prensa brasileña la metáfora de que antes era la gallina que
los huevos; lo que significaba sin rebozo que, si Brasil quería la ayuda
americana, tendría que llegar a un previo acuerdo con los Estados Unidos en las
cuestiones estratégicas esenciales. Vargas captó el mensaje y se apresuró -no
sin críticas de sus partidarios- a preparar un programa de atractivos para el
capital privado extranjero, incluyendo la protección cambial y tributaria.
Pero, antes de que la iniciativa surtiera efectos, las exigencias
norteamericanas tomaron un sesgo sorprendente.
En la reunión de
Cancilleres Americanos celebrada en Washington en abril de 1951, el Presidente
Truman entregó al Ministro Neves da Fontoura un mensaje para Getúlio Vargas en
el que, sin ambages ni circunloquios, lo llamaba a involucrarse con tropas de
su país en la Guerra de Corea, enviando los efectivos de una división. El
Secretario General de la ONU, Trygve Lie, apoyó la petición. A mi criterio, no
se trataba tanto de conseguir una división más para combatir, cuanto de dar
ejemplo a otros países latinoamericanos, pues solo Colombia se había
involucrado plenamente en el conflicto[6].
Tal vez Vargas viera en la petición de ayuda militar una especie de punta de iceberg, o temiera una reacción
desatentada de los militares o de los ciudadanos a los que tocase ir a luchar
al otro extremo del mundo. El caso es que Getúlio convocó una reunión del
Consejo de Seguridad Nacional (30 de junio de 1951), en la que todos los mandos
militares -encabezados por Góes Monteiro- y los ministros económicos
desaconsejaron absolutamente la respuesta positiva, ante la falta de
preparación y de medios. El Ministro de Marina, no obstante, mostró su
preocupación por la reacción previsible de los Estados Unidos, cortando la
ayuda económica y militar. Getúlio zanjó el problema a su modo: que los Estados
Unidos entregasen primero la ayuda suficiente y luego podrían exigir su buen
empleo. Como indica jocosamente Lira Neto, estaba visto que para Vargas primero
habrían de ser los huevos, para que de ellos naciesen luego las gallinas[7].
Fue Góes el encargado de exponer
detalladamente el punto de vista brasileño en Washington, lo que hizo a
conciencia, a juzgar por el hecho de que su estancia allí durase tres meses.
Finalmente, los americanos llegaron a la conclusión de que, con huevos y sin
huevos, no habría gallinas brasileñas para Corea. Quiero decir, que Brasil no
mandaría tropas a la península coreana, aunque se les atendiese previamente la
hoja de pedidos que reclamaban para su ejército.
***
Las desavenencias
con los Estados Unidos pueden estar detrás de la forma de financiar el magno Plan Lafer[8],
un Plan de Equipamiento Económico con ramificaciones en la dotación de más
fuentes de energía, mecanización de la agricultura, modernización del
transporte ferroviario o ampliación del parque industrial, entre otras. Lafer
también voló a Washington para intentar vender
su plan y lograr que fuese financiado con la cooperación norteamericana.
Pero, por si sí o por si no, se presentó en el Congreso brasileño un proyecto
de ley que suponía, en términos globales, la subida de un 15% en el impuesto
sobre la renta, Curiosamente, fue peor recibido por los diputados de la
oposición que por las clases trabajadoras, empeñadas aún en confiar plenamente
en Getúlio y promotoras de una campaña contra el obstruccionismo parlamentario,
bajo el eslogan, Deixem o homem
trabalhar! Con el pueblo tras él, Getúlio torció el brazo de la Oposición y
sacó adelante el proyecto.
Mayores riesgos
presentaba para las relaciones con Norteamérica la ley predilecta de Vargas a
todo lo largo de su mandato: la de creación de Petrobrás[9]. Tal y como entró en el Congreso,
suponía la nacionalización plena del petróleo y sus derivados -en la medida en
que no se admitía propiedad privada sobre ellos-, pero la Sociedad única explotadora
solo sería de propiedad estatal federal en un 51% de las acciones, pudiendo
estar en manos extranjeras hasta el 10% del total del accionariado. Se
calculaba que, en aquel momento (año 1951), el valor total de la empresa sería
de unos cuatro millardos de cruzeiros,
equivalentes a algo más de un millardo (mil millones) de euros actuales (2018).
La fórmula de economía mixta miraba a no poner contra Petrobrás a los capitalistas nacionales y extranjeros pero,
llamativamente, pareció no convencer a los diputados de la Oposición que, de
repente, se volvieron nacionalistas furibundos y clamaron por lo que Getúlio,
en el fondo, deseaba: una Petrobrás totalmente
nacionalizada. No obstante, el proyecto se debatiría durante dos años en el
Congreso, tiempo suficiente para numerosos cambios de circunstancias y de
criterio.
Con tener tanta
importancia, el proyecto Petrobrás no
fue el desencadenante de las iras norteamericanas, sino la decisión
gubernamental de poner límites a las exportaciones de los beneficios de las
empresas extranjeras de Brasil, que hasta entonces se permitía de manera
ilimitada, calculándose en unos mil millones de cruzeiros esas fugas de
dividendos en el quinquenio Dutra (1946-1951), muchas veces evadiendo impuestos.
El nuevo límite impuesto a los beneficios no reinvertidos en Brasil sería del
8% de lo obtenido. La respuesta de Estados Unidos fue suspender todos los
proyectos de financiación para Brasil, forzando a hacer otro tanto, bajo presión,
al Banco Mundial y el BIRD. El embajador Herschel Johnson tuvo una tirante
entrevista con el Ministro de Relaciones Exteriores, João Neves, en el curso de la cual advirtió de que Mister Vargas estaba jugando con fuego;
más informalmente, hizo de profeta en la intimidad: Con estas formas, Vargas no conseguirá llegar al final de su mandato[10].
Una controvertida
decisión de Getúlio tuvo la virtud de rebajar la tensión con los
norteamericanos. Estos, apurados por los progresos nucleares soviéticos, que
hacían presagiar una posible guerra muy competida, aflojaron la presión sobre
Brasil para conseguir la venta de cinco mil toneladas de arenas monazíticas
-precursoras del uranio para bombas-, así como el compromiso de no transferir a
ninguna otra nación material estratégico -como el manganeso-, sin el
consentimiento expreso de los Estado Unidos. A cambio, estos aceptaron
facilitar al Ejército brasileño ayuda militar. El desigual acuerdo supuso para
Vargas algo muy peligroso a medio plazo: le enajenó las simpatías del sector
nacionalista del Ejército y provocó la dimisión de su portavoz, el Ministro de
la Guerra, Estillac Leal. A partir de entonces, sin el contrapeso nacionalista
y con la cooperación americana, la Fuerzas Armadas tomarían un camino
decididamente antivarguista, con generales como Cordeiro de Farias -sublevado
en 1945- o Cardoso -promotor de la extremista Cruzada Democrática, ferozmente anti izquierdista-. Por si fuese
ello poco, Vargas -verdaderamente, con poca capacidad de elección- sustituyó a
Estillac por el citado Cardoso que, como primera providencia de arbitrariedad,
por no llamarla deslealtad, dio el visto bueno al envío de los oficiales de
ideas izquierdistas a guarniciones
lejanas e irrelevantes. Medidas como
esa fueron saludadas por el New York
Times[11] como
propias de los militares brasileños que
se baten por la estrecha colaboración política y económica con los Estados
Unidos, en defensa del Hemisferio Occidental, y por medidas enérgicas contra
los comunistas del Brasil.
***
El 20 de enero de
1953, tomaba posesión de la Presidencia de los Estados Unidos el general Dwight
D. Eisenhower. Para entonces, el gobierno de Vargas pasaba por una mala racha
en todos los órdenes, político, económico y social. Ante un escenario tan desalentador,
el Presidente brasileño, con setenta años cumplidos, parece que estuvo a punto
de tirar la toalla[12].
Su grave accidente doméstico del 11 de mayo de aquel año no hizo sino empeorar
su situación personal[13].
Verdaderamente, los cambios en la política internacional americana para el
desarrollo no contribuyeron a mejorar su estado anímico.
Poco antes del
accidente, Vargas había recibido una invitación de Eisenhower para
entrevistarse a dos en Washington. Seguramente fue un desacierto del Presidente
brasileño -que mantenía de antaño la habitual alergia de los dictadores de su tiempo a viajar al extranjero[14]-
declinar el ofrecimiento, mandando en su lugar a su hija Alzira y a su yerno,
Amaral Peixoto. Fue este quien trajo al ya convaleciente Vargas[15]
la mala noticia de que el nuevo Presidente americano daba por definitivamente
cancelada la política de buena vecindad y ayuda al desarrollo de Estado a
Estado, que Roosevelt había implantado y Truman conservado a duras penas. El
sucedáneo serían meros incentivos del gobierno norteamericano a las inversiones
voluntarias de sus empresas privadas en el extranjero. Esa opción era
particularmente difícil, en opinión de Eisenhower, para el Brasil, debido a la
política nacionalista de prohibir la salida de beneficios más allá del 8% -como
antes se dijo- y de nacionalizar la extracción y elaboración de productos
petrolíferos. Peixoto lo entendió como la denuncia definitiva de los tratados
de ayuda y cooperación entre los dos países y así se lo hizo saber a su suegro,
quien quedó aún más abatido que antes, al borde de la depresión. Pero ningún
decaimiento torció la firmeza de Vargas, que mantuvo las medidas y proyectos
reseñados, incluso cuando Argentina suavizó su estatismo petrolífero,
permitiendo a empresas multinacionales la explotación del crudo. Antes al
contrario, Getúlio adoptó algunas medidas adicionales de defensa de la
producción nacional, como la prohibición de importar harina de trigo de los
Estados Unidos. Y finalmente, tras dos años de discusión parlamentaria, a
primeros de octubre de 1953, se aprobaba la Ley 2004, creadora de la empresa Petrobrás, lo que Getúlio consideraba la
mayor gloria de su mandato[16].
La tensión
creciente entre Estados Unidos y Brasil, de bases económicas pero alimentada
por crecientes rumores de giro de Getúlio hacia la izquierda laborista
-representada por los sindicatos y supuestamente jaleada por el Ministro de
Trabajo, João Goulart- se puso claramente de manifiesto un poco antes del
nacimiento de Petrobrás. A finales de
julio de 1953, Milton Eisenhower, en misión confiada por su hermano el
Presidente de visitar diez países latinoamericanos, hizo escala en Rio y se
entrevistó con Vargas, todavía convaleciente de las fracturas por caída. Aunque
Milton hizo creer otra cosa a los periodistas, dejó claro para los entendidos, bien informados, que los
empréstitos prometidos a cargo del BIRD y el Eximbank quedaban congelados mientras el gobierno de Vargas no
rectificara su postura socio-económica[17].
A mayores, el enviado norteamericano sacó una mala impresión del estado del
Presidente brasileño -al que no conocía de antes-, como una persona envejecida e
inquieta, apoyada en su hija Alzira, simpática y viva, que estaba siempre a su
lado[18].
Y, lo que era aún
peor, la posibilidad de un golpe de estado en Brasil empezaba a extenderse por
ambos hemisferios. La duda, a la sazón, parecía ser la de quién lo daría
primero, si Vargas con el apoyo de los trabajadores, o aquellos que no
consintieran -léase, los militares- semejante traición a la democracia en el país[19].
***
A partir de 1951,
surgió una nueva preocupación norteamericana, a cuenta del Brasil. Muchos
estaban convencidos de que Vargas había hecho su exitosa campaña presidencial
con el apoyo económico del Presidente argentino, Perón. A mayores, nadie
discutía la existencia de notables similitudes en las simpatías políticas y las
inclinaciones sociales de ambos mandatarios, por más que las diferencias
también fuesen notables entre ambos regímenes[20].
En el fondo, los dos Presidentes tenían grandes deseos de entrevistarse y
explorar numerosos puntos de cooperación pero Vargas, más cauteloso, siempre se
echó atrás por temor a la reacción de los militares brasileños y de los Estados
Unidos. Y es que, a partir de 1950 aproximadamente, Perón empezó a promover y
liderar el proyecto de aglutinar el continente sudamericano en torno a una
unión económica y política, que encabezarían las llamadas Potencias ABC
(Argentina, Brasil y Chile), con la subyacente pero indudable pretensión de
liberarse en lo posible de la férula de los Estados Unidos. Era, a nivel del
continente sudamericano, algo coincidente con lo que se estaba gestando al otro
lado de los océanos: la aparición solidaria del Tercer Mundo, o de los Países
No Alineados, que alcanzaría partida de nacimiento y programa en la Conferencia
de Bandung (abril de 1955), que no llegaría ya a conocer Getúlio Vargas.
Era obvio que lo
que los Estados Unidos toleraban de muy mala gana para África y Asia[21]
no estaban dispuestos a consentirlo en América, parte del mundo que
consideraban estratégicamente suya desde la fijación de la Doctrina Monroe, en 1823. Por ello, los antagonistas de Vargas
estarían empeñados a partir de 1952 en exagerar, deformar y falsear las
palabras e intenciones de su Gobierno en general y del propio Getúlio en
particular, tratando de convencer a sus lectores u oyentes de que Vargas estaba
conchabado bajo cuerda con Perón. Con eso, además de excitar la animadversión
estadounidense, se irritaba a los militares, que en modo alguno estaban
dispuestos a consentir una política intervencionista de Argentina y -aún peor-
potenciadora del sindicalismo y la participación masiva de los trabajadores en
la vida social.
El morbo Perón[22]
infectó gravemente las ya de por sí deterioradas relaciones entre las
Administraciones de Vargas y de Eisenhower. Es muy probable que, de no haber
surgido la oportunidad de la crisis
de agosto de 1954, el golpe de estado que los militares estaban preparando
contra Vargas habría tenido la dureza, las consecuencias y, tal vez, la ayuda
americana, que alcanzó el derrocamiento de Perón en junio-septiembre de 1955.
2. Vargas y Perón
En el capítulo
anterior he indicado los quebraderos de cabeza que provocó a Vargas la presunta
afinidad con Perón y el disgusto de este al verse rechazado por Vargas. Creo llegado el momento de profundizar más
sobre el tema.
Parto de un
principio: Perón se equivocó de Vargas o, lo que es igual, llegó a Vargas
demasiado tarde. El hombre admirado y, en ocasiones, imitado por el Presidente
argentino; el que habría podido decirle sí o no con libertad plena; el político
que probablemente se hubiese aliado con él en batallas nacionalistas, no era
-no podía ser- el Getúlio de su mandato democrático (1951-1954), añoso y
combatido dentro y fuera de Brasil sin descanso, sino el dictador con energías
y resortes suficientes, el de los tiempos del Estado Novo, al menos, entre 1937 y 1943. Pero sucedió que Perón
llegó a la presidencia en 1946, unos meses después de haber perdido el poder
Vargas, razón por la cual el encuentro en la cumbre de ambos mandatarios no
pudo producirse -si se me permite la anfibología- hasta que Getúlio no estuvo en la cumbre: de su energía y su poder,
se entiende.
Acépteseme otra
petición de principio: En general, se ha sobrevalorado el parecido político de
Vargas y Perón, hasta el extremo de imaginarlos como dos figuras excepcionales
en América del Sur, condenadas a entenderse. La falacia que encierra ese tópico
queda al descubierto cuando, no dando por supuesto su cimiento, nos
preguntamos: ¿Qué era eso tan sustancial y exclusivo que unía a Perón y
Getúlio? Respuesta general y global: el populismo. Pero, ¿qué es ser un
político populista? ¿Cuántas clases de populismo hay? ¿No eran los populismos
de Perón y de Vargas muy diferentes…, si es que eran populistas?[23]
Y, a mayores, si hubo un Vargas populista, sería el de su primer mandato de
tres lustros. El segundo Vargas, el que coincidió con las presidencias de Perón
(1946-1955), difícilmente admite ese epíteto, aunque solo sea por el hecho de
que las circunstancias interiores e internacionales no lo permitían.
Demos por bueno
que fuera populista toda política latinoamericana del entorno temporal de la
Segunda Guerra Mundial, que partiese de dos premisas: el nacionalismo
desarrollista en lo económico y un cierto grado de distribución de la riqueza
en lo social. Entonces no contemos solo con Perón y Vargas: añadamos, al menos,
el APRA y a Velasco Alvarado en el Perú, a Rojas Pinilla en Colombia, a Ibáñez
en Chile. Son ejemplos solo de Sudamérica, que comprenden -si añadimos Brasil y
Argentina- a los cinco Estados más importantes del continente[24].
Y, en cuanto al
parecido entre el varguismo y el
peronismo, las diferencias son tan decisivas, o más, que las analogías; no
digamos si la comparación es con el Vargas de su segunda presidencia. Getúlio
practicó una política inclusiva, tratando de no romper puentes con el pasado y
armonizar todo el espectro social de centro, estructurado en torno a las clases
medias; atendió las demandas obreras pero unificó y domesticó a los sindicatos; cuando tuvo que elegir, prefirió el
desarrollismo industrial (más riqueza) al distribucionismo (riqueza más
igualitariamente repartida); tuvo en todo momento que pugnar con el militarismo
(él no era de extracción militar, como Perón) en pro de un poder civil libre de
golpismo; finalmente, hubo de gobernar con un Parlamento fuerte, en el que la
Oposición era mayoritaria[25].
Me parecen diferencias suficientes como para dudar de que se trate de regímenes
próximos que, como debía de creer
Perón, estaban llamados a aliarse[26].
***
Valga lo
precedente para centrar los términos de un posible debate doctrinal, y pasar
ahora a una exposición cronológica de los hechos. Tal exposición ha de comenzar
con un punto oscuro: las negociaciones y promesas que pudieron mediar entre
Vargas y Perón, para que este decidiera apoyar con entusiasmo, pero
ocultamente, a Getúlio durante su campaña presidencial de 1950[27].
Que tal ayuda existió es más que probable, habida cuenta de la admiración de
Perón por Vargas y de las enormes posibilidades que daba la entrada de toda
clase de materiales por la frontera del río Uruguay, al lado de la cual se
situaban las posesiones de la familia Dornelles Vargas. Cuáles fueran las
condiciones o promesas intercambiadas, más allá de generalidades sine die, supone entrar en conjeturas. Algo
más que indicios se desprende de la verosímil conversación habida entre Vargas
y el enviado especial ad casum de
Perón, coronel Roberto Tomás Dalton[28],
cuyo contenido-resumen -no la literalidad- pudo ser el siguiente:
-
Señor
Presidente -habla el coronel Dalton-, quiero transmitirle un mensaje personal
de Perón. Él me ordenó decirle que su parte del acuerdo realizado meses atrás
ha sido cumplida. Ahora ha llegado su turno de cumplir con la otra parte.
-
Pues
diga a mi gran amigo, el general Perón -replicaría Vargas-, que estoy
profundamente agradecido por la ayuda que él me prestó para ganar las
elecciones. Pero, por ahora, me es absolutamente imposible cumplir con mi
parte. Gobierno con un Congreso fuertemente opositor, que no es como el argentino,
que Perón puede manipular a su voluntad. Espero que Perón haga lo que yo voy a
hacer: sacar de los Estados Unidos todas las ventajas económicas posibles. Y
más adelante veremos el tema del eje Buenos Aires-Rio de Janeiro.
De todos modos, las sospechas sobre
entendimientos nefandos entre Getúlio
y Perón ya provenían de la época en que el primero todavía deshojaba la
margarita de presentarse o no a las elecciones presidenciales de 1950. En el
colmo del disparate, Diário da Noite
se atrevió a publicar que, siguiendo las huellas de Hitler, el Presidente
argentino pensaba recrear en su beneficio el Virreinato del Plata, incorporando a sus dominios Paraguay, Uruguay
y los Estados brasileños de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, con la
debida complicidad de Getúlio[29].
¿Argumentos para fundar semejante traición? Que se habían ampliado las líneas
telefónicas internacionales entre Argentina y la zona riograndense donde Getúlio
tenía sus tierras y que un reconocido getulista, Epitácio Pessoa Cavalcanti de
Albuquerque, mantenía excelentes relaciones con el embajador argentino en Rio,
Juan Isaac Cooke. Partiendo de tan sólida
base, no es de extrañar que, una vez Presidente, cualquier viaje de Vargas
hasta las orillas del Uruguay fuese considerado preámbulo de un encuentro con
Perón que, dicho sea de paso, nunca llegó a producirse[30].
El presunto -y, a veces, real- muñidor del encuentro imposible era el embajador
del Brasil en Argentina, Batista Luzardo[31],
muy buen amigo de Perón, hasta el punto de ser tildado de embajador del
peronismo en el Brasil.
***
Las cosas se
complicaron aún más cuando, de negociaciones para la compra de carne argentina,
o del presunto interés de Vargas y Goulart para importar a tierra brasileña el
vigoroso sindicalismo de Argentina, se pasó a mezclar a Getúlio en la peligrosa
política internacional de Perón. La idea peronista era, no solo excelente, sino
necesaria, salvo que olvidaba que la política es el arte de lo posible -es
decir, de lo que consintieran los Estado Unidos-: Pretendía unir las fuerzas de
los países productores de materias primas esenciales de América del Sur, para
forzar a los Estados avanzados a comprarlas a precio justo, y/o a compartir con
ellos la tecnología y las inversiones industriales; una tarea que resultaba
urgente ya en su época, si no se quería perder definitivamente el tren del
progreso. Vista la riqueza y la armonía entre los países implicados, Perón
consideraba que la clave para aglutinar a todos los demás era la resurrección
del sistema de países ABC, de la época de la Primera Guerra
Mundial. Así pues, Argentina, Brasil y Chile habrían de coordinarse, al margen
de la elefantiásica y pro-norteamericana Organización de Estados Americanos.
Para lograrlo, contaba con el Presidente chileno de entonces, el general
Ibáñez, pero poco podría hacerse si no entraba en liza el Presidente Vargas, al
ser Brasil el país más extenso, poblado y rico en materias primas del Cono Sur.
Vargas dio largas
al empeño peronista, pero no tuvo más remedio que autorizar a su colega argentino a que fuera conectando con el
primer mandatario chileno, para luego, una vez informado, ver de sumarse al
acuerdo. Era una fórmula vaga, que a nada comprometía, pero las indiscreciones
de Perón, debidamente exageradas y malinterpretadas por los políticos y la
prensa brasileños, la convirtieron en una autorización de Vargas para que Perón
gobernara las negociaciones y dirigiese a su gusto la política exterior del
Brasil. El propio ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Neves da
Fontoura, censuró acremente los atrevimientos
de Perón, hasta el punto de incomodar a Getúlio y de ofender al Presidente
argentino, que solo emitió una nota amistosa y de precisión de intenciones
cuando un intermediario de su confianza, el periodista Geraldo Rocha, aclaró
conceptos: Vargas estaba tan presionado por militares y Oposición, que apenas
era ya capaz de controlar a sus Ministros más fuertes; tanto más, con la pésima
cosecha de aquel año (1953), que había colocado la economía del Brasil al borde
del colapso. Con todo, no fue Fontoura el despedido, sino el embajador Lusardo,
que resultaba demasiado peronista para el gusto de los interesados
nacionalistas de Rio. También eso lo tragó Perón, gracias a los mensajes de su
embajador Cooke, que avalaba la sinceridad de Getúlio cuando parecía cauto y en
peligro. A mayores, el Vargas de ahora no era el de antaño: El estado de salud del presidente (Vargas) ha generado muchos comentarios. Aunque no
pueda hablarse de decadencia senil, está muy lejos de tener la agilidad mental
de hace unos años[32].
***
Comenzó el año
1954 -último de la presidencia de Getúlio y penúltimo de la de Perón- con otra
vuelta de tuerca peronista a la aplazada alianza con Brasil. En un famoso
discurso en la Escuela Superior de Guerra argentina, Perón insistió en la
fórmula ABC para, acto seguido afirmar: Vargas
demostró estar absolutamente de acuerdo con la idea y prometió realizarla tan
pronto asumiese el gobierno. Y remachaba, para justificar cierta lentitud
getuliana en asumir sus supuestos compromisos: El general (Ibáñez) fue más
decidido, porque los generales somos más decididos que los políticos[33].
Al constatarse la
autenticidad del discurso, el escándalo en Rio fue de campeonato. El Ministro
Neves da Fontoura puso el grito en el cielo contra Perón, sin perjuicio de
aseverar que las alusiones a la aquiescencia de Vargas no tenían el menor
fundamento. El portavoz oficioso de Getúlio para el momento, su jefe del
Gabinete Civil, Lourival Fontes, llegó a más: El Presidente era constitucional
y democrático por lo que, aun en el caso de que hubiese visto con buenos ojos
en un principio aquella Confederación Latino-Americana, se inclinaría ante la
evidente postura en contrario de la opinión
nacional[34].
¿Qué había
pretendido Perón al dejar en tan mal lugar a Getúlio, de forma injusta y
parcialmente mendaz? Los peor pensados entienden que había llegado hasta el
límite de su tolerante espera para que su deudor, Vargas, le devolviera el
favor de 1950. Los que piensan mejor, o más astutamente, imaginan que quiso dar
pie a que Getúlio se lanzara a la piscina
del enfrentamiento valiente contra los Estados Unidos, el Ejército brasileño y
la Oposición del Congreso. Pero cualquiera que fuese su intención, Perón había
proporcionado abundante munición contra un Getúlio al borde de ser procesado (impeachment) por los diputados
federales. Era un paso firme y decidido para cumplir los deseos de tantos
rivales y enemigos: acabar con su Gobierno, de forma aparentemente legal, o por
medio del golpe de estado militar. ¿Valoró Juan Domingo Perón el alcance de sus
actos para con aquel Vargas en horas desesperadas, al que tanto admirara años
atrás? Estoy por asegurar que no.
En cualquier caso,
no creo que el suicidio de Getúlio le resultase indiferente. Hasta puede que se
considerase un poco responsable.
3. Getúlio y la Vedete do
Brasil
La publicación del diario de Getúlio Vargas[35]
permitió dar fiabilidad a los abundantes rumores sobre su vida sentimental y
sexual entre los años 1930 y 1942, periodo que el citado documento abarca. Para
el resto de su vida, incluida la última década, habremos de valernos de
testimonios de terceros, más o menos pasados por la crítica de sus biógrafos[36].
Entre esos testimonios destacan los procedentes de las mismas mujeres que
pudieron haber sido sus amantes. Ninguno más famoso que el que ofreció en el
año 2007 en la cadena de radio O Globo[37]
la entonces octogenaria Virginia Giaccone (1920-2014), conocida en el mundo del
espectáculo por Virginia Lane[38].
Comenzaré haciendo una brevísima alusión a su vida profesional, muy variada
pero ligada siempre al mundo del espectáculo musical, la radio y el cine, la cual
se inició en 1935 y se mantuvo muy activa hasta principios de los años de la
década de 1970[39].
Tras cursar en Rio
de Janeiro estudios escolares en
régimen de internado y de preparación a su dedicación artística[40],
Virginia debutó en 1935, siendo su primera etapa la de cantante ligera en
escenarios de los mejores casinos de su Estado, así como de participación en
programas radiofónicos, tanto de carácter musical como dirigidos a los niños.
Habiendo adquirido considerable fama, extendió sus actuaciones a otros lugares
de Brasil y de Argentina, grabando hasta una treintena de discos,
principalmente de sambas y marchinhas de
Carnaval.
Es curioso que una
de las más grandes vedettes de Brasil
tal vez no se hubiera subido nunca a un escenario teatral de no ser por un
acontecimiento imprevisto y ajeno a su voluntad: el cierre de los Casinos
(1946) por el Presidente Dutra. Ello impulsó a Virginia hacia el teatro, donde
primero compartió estrellato con otras estrellas ya veteranas del sector, para
erigirse a partir de 1950 en vedettísima de
la famosa compañía del productor Walter Pinto. Su éxito se trasladó también a
los medios del cine y la televisión. En la gran pantalla, tuvo su grande y
escandaloso debut con Anjo do Lodo, la
segunda versión fílmica de la novela Lucíola,
de José de Alencar[41],
a la que siguieron numerosas participaciones en otras cintas, aunque
exclusivamente como cantante y show woman.
De hecho, su siguiente -y última- actuación famosa como actriz cinematográfica
solo se produjo en A árvore dos sexos,
película de 1977[42].
La artista se casó
dos veces, la primera de ellas, con Sérgio Kröeff[43],
en 1953, de quien se divorció, celebrando segundas nupcias hacia 1972 con Gánio
Ganeff. No tuvo hijos de ninguno de los dos matrimonios, siendo adoptiva su
hija Marta Santana[44].
Virginia falleció
en febrero de 2014, a punto de cumplir los 94 años de edad. Su actividad y
salud mental fueron hasta entonces excelentes para su edad.
***
Veamos, en resumen
y con cierto orden, lo que contó Virginia Lane en 2007 sobre sus relaciones con
Getúlio y sobre la muerte de este. Bastantes de esas declaraciones resultan
inverosímiles y de algunas puede afirmarse su inexactitud. Otras son probables
y las hay anecdóticas y entrañables, que casi con seguridad ofrecen una imagen certera
de Getúlio. Me parece que debo dejar al buen criterio de los lectores el
discriminar entre unas valoraciones y otras. Si acaso, al final, apuntaré
algunas consideraciones generales al respecto. Escuchemos pues a Virginia
Ciaccone, alias Virginia Lane, presunta amante del Presidente Vargas, incluso
en la última década de su vida:
-
Mi
madre era natural de São Borja (RS), como Getúlio y su
familia. Por tanto, no es extraño que lo conociera a una edad temprana: Tenía
unos quince años cuando acudí invitada a la estancia de Vargas, todavía vestida
a lo adolescente, con faldita y botines. Él ya se fijó en mí, lo que no es
extraño pues yo era bonita y tenía una estatura -un metro y cincuenta
centímetros- muy apropiada para él, que medía un metro sesenta. Naturalmente,
en aquella ocasión la cosa no pasó de ahí.
-
Fue
cuando yo tenía diecinueve años cuando empezamos nuestras relaciones y la cosa
duró casi quince años, hasta que Getúlio murió. Nos reencontramos porque yo
actuaba en Rio y él fue al camerino para saludarme. Me invitó a cenar en una
churrasquería con otros amigos; yo decliné el ofrecimiento pues me intimidaba
salir con el Presidente de la República, pero él insisitió y así comenzó todo.
-
¿Qué
le gustó de mí? Supongo que mi físico, pero no solo eso. Yo me considero culta
e inteligente y eso le agradaba. Por parte de él, claro está, mayor y
rechoncho, no era eso lo que me enamoró, sino su modo de ser. Era romántico,
muy atento; me hablaba con cortesía y me daba buenos consejos. Y claro, era muy
hombre, incluso a sus años.
-
Digo
que era romántico, ya sabe, serenatas, flores y todo eso. A mí me encantan las
orquídeas blancas y él me las enviaba muchas veces. En las serenatas, en São Borja, él acompañaba a los músicos cantando, pero la verdad
es que tenía mala voz. Me explicaba algunas cosas de política y, entre los
consejos que me dio, estuvo el de que volviera a los estudios. Por seguir sus
pasos, me matriculé en la Universidad para estudiar Derecho, pero no llegué a
acabar la carrera: Tenía mucho trabajo con mi profesión artística.
-
Getúlio
era muy caballero y yo no habría consentido que me regalara joyas, vestidos o
cosas caras. Solo flores, como le digo, y alguna ayuda concreta, como para
comprar el piso en que vivo. Él me lo procuró para alojarme y yo lo compré en
1962, años después de que él muriera.
-
Hubo
un consejo que le acepté y me salió mal. Él me decía que estudiara una carrera
y que me casara. En efecto, me casé con un ingeniero de familia conocida, sin
pensármelo mucho y las cosas nos fueron mal. Me fue mucho mejor con mi segundo
marido. Este y Getúlio son las personas a quienes verdaderamente he querido en
mi vida.
-
Éramos
prudentes, pero no nos escondíamos. Yo iba con frecuencia al palacio
presidencial de Catete y entraba por la puerta principal. Los guardias me
conocían. De hecho fui amiga del jefe de la guardia, Gregório Fortunato, que
muchas veces me hizo vigilancia por orden de Getúlio, sobre todo cuando
viajábamos al extranjero, incluso a Europa. De la familia de Getúlio, fui buena
amiga de su hermano Benjamim y también conocía a su hija Alzira y a su esposa,
doña Darcy. Supongo que ella sabría de nuestra relación, pero no me lo tomaba a
mal. Una vez que ella estaba muy enferma, la visité y me dijo que, si se moría,
cuidase de su marido viudo. Afortunadamente sanó y eso no fue necesario.
-
Lo
que más me gustaba del Presidente, además de su altura moral, era el afecto por
los pobres. Un día a la semana lo dedicaba a recibir a cuantos necesitados lo
solicitasen. Él les aconsejaba, tomaba nota de sus problemas, procuraba
ayudarles. Muchas veces yo estuve presente, ayudándolo con las anotaciones.
-
Yo
era una vedette pero no una mujer ligera. Incluso llegué a dirigir programas
radiofónicos para niños. Lo que pasa es que había prejuicios hacia nosotras. En
el teatro no hacíamos ni decíamos indecencias. La verdad es que no se ganaba
mucho dinero y no digamos si decidíamos correr el riesgo de convertirnos en
empresarias de nuestro espectáculo.
-
Fíjese
si había prejuicios, que estuvieron a punto de impedir mi boda en el santuario
del Outeiro da Glória. Tuvo que intervenir Getúlio, haciendo de padrino.
También fue él quien me dio el título de Vedete
do Brasil y me puso la banda oficial de Reina de las Vedettes, en el año
1951.
-
Getúlio
fue el único Presidente con el que tuve relaciones. Kubitschek me iba a ver al
teatro y me saludaba en el camerino, pero nada más. De Getúlio guardo algunos
recuerdos, sobre todo una bombilla para
cebar el mate. Es de plata, muy bonita. Él sabía que yo era gaúcha de corazón.
-
La
mañana en que Getúlio murió, yo estaba con él en la cama, en su dormitorio.
Entraron casi a un tiempo Fortunato y cuatro individuos encapuchados y armados.
Getúlio comprendió que iban a matarlo y gritó a Fortunato que me salvara a mí.
Fortunato abrió la ventana y me tiró por ella, desnuda como estaba. Me rompí
varios huesos pero, por lo menos, salvé la vida. Por tanto, Getúlio no se
suicidó, sino que lo mataron. La misma forma de morir, de un disparo en el
corazón, no es propia de los suicidas, que se disparan a la cabeza.
-
Nunca
me atreví a contar lo de la muerte de Getúlio, pues tenía miedo y todavía ahora
dudo en hacerlo. De todo lo demás, siempre he creído que las amantes de gente
importante deben ser discretas. Pero han pasado muchos años y siento que tengo
que publicarlo, aunque bien asesorada por abogados. Ya tengo idea del título
que pondré al libro, Yo lo vi todo. Será
la forma de confirmar lo que muchos ya sospecharon desde el principio, incluso
algunos periódicos: que a Getúlio lo mataron y luego fingieron suicidio para
que el pueblo no se les echara encima.
***
Entre la
aceptación de cuanto Virginia contó y el rechazo absoluto a la veracidad de
todo ello, hay un punto intermedio en que, con pruebas o sin ellas, habremos de
mantenernos. ¿Pero dónde? Voy a atreverme a fijar algunas coordenadas para la
trayectoria probable de la relación entre la vedette y el Presidente, guiado
por la verosimilitud. He aquí lo que opino:
-
La
fama de Virginia Lane no es probable que generase en Getúlio el deseo ni la
oportunidad de conocerla hasta que -como consecuencia del cierre de los
casinos- la joven pasó, de ser una cantante en shows musicales, a actriz y cantante de revistas. Tal vez, no
debamos adelantar el encuentro más allá de los años 1949/1950, cuando Virginia
alcanzó el estatus de vedette cabecera de cartel en la compañía de Walter
Pinto. Quien sí es muy probable que la conociese de antes sería Benjamim Vargas
y milagro sería conociendo su vida y su carácter que no hubiese tenido algo que ver con ella.
-
Hay
dos revistas del citado bienio en que Virginia hace alusiones que los
especialistas han considerado directamente relacionadas con Vargas. En la de
1949, titulada Está con tudo e não está en prosa, la vedette inserta en uno de sus espléndidos y maliciosos números de plateia una referencia a los
quince años de gobierno de Getúlio (1930-1945), que constituye al parecer la
primera alusión a un posible romance con Vargas, un rumor que empezaba a correr
entre el público y que la actriz, sin muchas alharacas, alimentó a todo lo
largo de su trayectoria[45].
Y, en la famosa revista de 1950, Muié
macho sim sinhô, existen algunas referencias a una nueva época de Brasil,
en las que algunos han querido ver un apoyo electoral al candidato presidencial
Vargas[46].
-
De
haber existido relaciones íntimas entre Getúlio y Virginia, estas debieron de
comenzar hacia 1951, habida cuenta de que los años 1947-1950 fueron de estancia
del político en sus propiedades junto a la frontera argentina, seguidas de un
frenético periodo electoral. De hecho, de manera algo sorprendente, es Getúlio
quien impone a Virginia Lane la banda de Rainha
das Vedetes, correspondiente al año 1951.
-
Conforme
a la inveterada costumbre de Getúlio, los encuentros que pudieran existir entre
él y Virginia se producirían en la
casa de esta en Copacabana. Y, desde luego, pese a algunas fuentes, no he
encontrado referencia al padrinazgo de boda de Getúlio, aunque sí es posible
que mediase con intermediarios influyentes para que el enlace canónico se
celebrara en el santuario proyectado[47].
-
En
cualquier caso, no hay constancia de que Getúlio saliese de Brasil en los años
de su última Presidencia y, desde luego, no viajó nunca a Europa, que se sepa.
Las alusiones de Virginia a viajes al extranjero con el Presidente y a la
vigilancia durante las mismas de Gregório Fortunato deben considerarse
ilusorias.
-
No
encuentro objeciones de bulto para aceptar que, si hubo vida sexual entre
Getúlio y Virginia, está pudiera haber durado hasta 1954, año de la muerte de
Getúlio. Todo lo demás sobre dicha muerte, tal y como lo contó Virginia,
justifica la humorada del periodista Elio Gaspari al bautizar como síndrome de Virginia Lane la obsesiva
tendencia a encontrar causas homicidas en la muerte (natural, accidental o por
suicidio) de los grandes personajes públicos[48].
En cualquier caso,
Virginia Lane falleció el 10 de febrero de 2014, sin haber publicado sus
memorias. Si ello ha resultado beneficioso o negativo para curiosos e
historiadores, así como para el buen recuerdo de la difunta, es cuestión que ya
no podremos dilucidar.
[1] En
concreto, el volumen 3, titulado Getúlio,
1945-1954. Da volta pela consagração
popular ao suicidio, 1ª edición, Companhia das Letras, São
Paulo, 2014.
[2] La
sociedad pública que le dio origen, la Companhía
Siderúrgica Nacional ya se había fundado en abril de 1941. Lo magno de la
obra explica que no empezara a funcionar hasta el 1 de octubre de 1946.
[3]
A cargo del BIRD (Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo) y
del Export-Import Bank.
[4]
En particular, se potenciarían los sectores de producción de energía eléctrica,
siderurgia, refino de petróleo, puertos e industrias básicas.
[5]
Nelson D. Rockefeller (1908-1979) fue
uno de los grandes políticos americanos del siglo XX pero, por aquel entonces
(1951), era simplemente Presidente del IDAB (International Development Advisory Board), una oficina
gubernamental para dirigir la ayuda técnica que se proporcionaba a los países
extranjeros. Ello pone de manifiesto, al menos, dos cosas: el escaso relieve
que parecían dar los Estados Unidos a la toma de posesión del Presidente del
Estado más grande en todos los órdenes de Sudamérica, y el deseo de Truman de
aclarar con Vargas desde el primer momento los términos de la ayuda mutua.
[6]
Indudablemente, Méjico, Brasil y Argentina eran los países clave para lograr
ese efecto de convocatoria. Véase, Vagner Camilo Alves, Da Itália a Coreia: Decisões
sobre ir ou não ir à guerra, edit. UFMG
(Belo Horizonte) e Iuperj (Rio de Janeiro), 2007, pp. 129-154.
[7]
Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954,
cit., pp. 208-219, espec. p. 214. Para todo lo referente a las negociaciones
con los Estados Unidos y a Petrobrás
que sigue, ver Moniz Bandeira, Presença
dos Estados Unidos no Brasil, edit. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro,
2007, pp. 263-271; Paulo Brandi, Vargas:
da vida para a história, edit. Zahar, Rio de Janeiro, 1983, pp. 236-250.
[8]
Por el nombre del entonces Ministro de Hacienda de Brasil, Horácio Lafer
(1900-1965), político e importante empresario.
[9] Mantendré el acento de la palabra, tanto por
ser la norma brasileña de entonces, como por coincidir con la ortografía
española para las palabras oxítonas. Petrobrás
equivale a Petróleo Brasileño, S.A.
[10]
Véase José Augusto Ribeiro, A era Vargas,
3 vols., edit. Casa Jorge, Rio de Janeiro, 2001, vol. 2, p. 113.
[11]
Citado por Nelson Werneck Sodré, Memórias
de um soldado, edit. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 1967, p.
393.
[12] Véase
Luiz Vergara, Fui secretario de Getúlio
Vargas, edit. Globo, Porto Alegre, 1960, p. 224.
[13]
Ver Lira Neto, Getúlio, 1945-1954,
cit., pp. 239-242.
[14]
De hecho, no se tiene constancia de que Getúlio viajara más allá de Buenos
Aires, Montevideo y Ascensión.
[15] El accidente por resbalón en su residencia le
provocó sendas fracturas de húmero y fémur, que precisaron de una dolorosa
reducción durante un mes aproximadamente.
[16]
La citada ley está disponible por Internet en la web planalto.gov.br, referencia: /civil_03/leis/L2004.htm.
[17]
Véase María Celina Soares D’Araujo, O
segundo governo Vargas (1951-1954), edit. Ática, São Paulo, 1992, pp. 145-146.
[18] Véase Milton S. Eisenhower, The wine is bitter: The United States and
Latin America, edit. Doubleday, New York, 1ª edición, 1963, citado por John
W. Foster Dulles, Getúlio Vargas: Uma
biografia política, edit. Renes, Rio de Janeiro, 1967, p. 330.
[19]
Véanse los periódicos cariocas Correio da
Manhã y O Globo, 4 y 5 de agosto de 1953, que recogían también el parecer
del corresponsal del New York Times en
Rio, Sam Brewer.
[20] Ofreceré más detalles infra, capítulo 2. Véanse, Alejandro Groppo, Los dos príncipes: Juan Domingo Perón y Getulio Vargas. Un estudio
comparado del populismo latinoamericano, Edit. Eduvin, Buenos Aires, 2009;
Alberto Methol Ferré, Perón y la alianza argentino-brasileña, edit.
Theoría, Buenos Aires, 2000; Carlos Conde, Perón-Vargas,
la alianza inconclusa, Clarín.com, 19/11/2005; Diego Rubinzal, El
populismo de Vargas y Perón, De Política e Historia, 19/04/2018; Glauco
Carneiro, Lusardo: O último caudilho, 2
vols., Edit. Nova Fronteira, Rio de Janeiro, 1992, espec. vol. 2, pp. 373-443;
María Montserrat Llairó y Raimundo Siepe, Perón-Vargas:
Una relación contradictoria, www.repositorio.ub.ar, 2006,
en PDF, 26 pp. Resumen de los hechos en Lira Neto, Getúlio, 1945-1954, cit., espec. pp. 154-155 y 251-283.
[21]
Los 29 países asistentes a la Conferencia de Bandung eran todos de esos dos
continentes y la mayoría de ellos, de reciente independencia.
[22]
¿Acaso soy un leproso?, dicen que
dijo Perón en 1953, ante las constantes largas y reticencias de Vargas para
entrevistarse con él. Ver Lira Neto, Getúlio
(1945-1954), cit., p. 263.
[23]
Véase, con carácter general, Alejandro Groppo, Los dos príncipes: Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas. Un estudio
comparado del populismo latinoamericano, cit. en la nota 20.
[24] Así,
Carlos Conde, Perón y Vargas: la alianza
inconclusa, cit. en nota 20.
[25]
Ver Diego Rubinzal, El populismo de
Vargas y Perón, cit. en nota 20; Leonardo Senkman, Populismo y empresarios judíos: actuación pública de Horacio Lafer y
José B. Gelbard durante Vargas y Perón, Araucaria. Revista Iberoamericana
de Filosofía, Política y Humanidades, nº 15, abril 2006, pp. 46-76 (accesible
por Internet); Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo, edit. Siglo XXI, 1ª
edición, Buenos Aires, 1971.
[26]
Véase Hamilton Almeida, Sob os olhos de
Perón: O Brasil de Vargas e as relações
com a Argentina, edit. Record, Rio de Janeiro, 2005.
[27]
Hay quien entiende que no hay base para afirmar ese apoyo, fuera de algunos
indicios circunstanciales: Lira Neto, Getúlio,
1945-1954, cit., pp. 154-155 y 263. Otros, en cambio, lo afirman
decididamente y sugieren que hubo contraprestaciones prometidas por Vargas:
Carlos Conde, Perón-Vargas, la alianza
inconclusa, cit., resumiendo el punto de vista de Hamilton Almeida, Sob os olhos de Perón, cit.
[28]
Véase Hugo Gambini, Historia del
Peronismo. La obsecuencia (1952-1955), edic. B Argentina, Buenos Aires,
2016, capítulo 5. Menos verosímil es la temprana fecha que se asigna al
encuentro, febrero de 1951, habida cuenta de que Vargas se posesionó de la
Presidencia el 31 de enero de dicho año.
[29] Diário da Noite de Rio de Janeiro,
números del 11 al 17 de noviembre de 1948.
[30]
Por ejemplo, ver Lira Neto, Getúlio,
1945-1954, cit., pp. 256-257,
260-261 y 263.
[31]
João
Batista Luzardo (o Lusardo) (1892-1982). Sobre él, Glauco Carneiro, Lusardo, o último caudilho, cit. en la
nota 20, aquí espec. pp. 373-402.
[32]
Cita de un despacho del embajador Cooke, en Hamilton Almeida, Sob os olhos de Perón, cit. en nota 26,
p. 206.
[33]
Véase fuente citada en nota anterior, pp. 55-66; Arquivo CPDOC-FGV, documento
GV C 1954.02.20/4.
[34]
Ver diario carioca O Globo de 5 de
abril de 1954.
[35]
Véase Getúlio Vargas, Diário, 2
vols., edit. Siciliano (São Paulo) y Fundación Getúlio Vargas (Rio de Janeiro),
1995. Comprende el periodo del 3 de octubre de 1930 al 27 de septiembre de
1942.
[36]
Probablemente, el que más interés ha mostrado por el tema de las amantes de Getúlio haya sido José
Carlos Mello, en Os tempos de Getúlio
Vargas, edit. Topbooks, Rio de Janeiro, 2012.
[37]
La entrevista original fue hecha al comunicador, Roberto Canázio. Hay numerosas
transcripciones en Internet, alguna de las cuales no deja claro si, en
realidad, se trata de otra entrevista diferente, obtenida para la prensa
escrita. Entre los testimonio más completos, véanse: blog de Martins da Cachoeira (O Gari), Antes de morrer: Amante de Getúlio Vargas, Virginia Lane, revelou que o
presidente foi assassinado e não
cometeu suicidio, agosto 23, 2014; Flávia Ribeiro, Virginia Lane, a vedete do Brasil, entrevista de 1-12-2007, en
“Aventuras na Historia COM.BR”, 23 outubro,2017.
[39]
No me consta que, por ahora (2018) se haya cumplido la promesa de publicar una
biografía extensa sobre Virginia Lane. He consultado acerca de su carrera
artística: Neyde Veneziano, As grandes
vedetes do Brasil, Imprensa Oficial do Estado de São Paulo, São
Paulo, 2010, pp. 96-105.
[41]
La novela apareció en 1862. La película
Anjo do Lodo, fue dirigida por Luiz de Barros y se estrenó en 1951.
[42]
La dirección de la película corrió a cargo de Sílvio de Abreu. El guión estaba
basado en la novela homónima de Santos
Fernando (Fernando dos Santos) publicada en 1974.
[43]
La unión se llevó a cabo, civil y canónicamente, en diciembre de 1953 (no en
1952, como algunos afirman). Al parecer, el noviazgo fue muy breve. Sérgio era
ingeniero agrónomo y -se dice- millonario, siendo su padre Director del
Servicio Nacional del Cáncer. Véase A
Noite Ilustrada, nº 1.296, Rio de Janeiro, 29/12/1953, espec. p. 9.
[44]
Por tanto, no fue hija del segundo matrimonio, como suele afirmarse. Marta
Santana había nacido hacia 1974, cuando Virginia tendría 54 años. Véase Diário do Grande ABC Nacional,
23/12/2000.
[45]
Número de plateia, diálogo picante e
improvisado en parte, que la vedette mantenía con el público de la platea o
patio de butacas, descendiendo del escenario. El número en cuestión se titulaba
Vendedora de amendoim. Véase el
notable artículo de Nanci de Freitas (uerj),
A personagem-tipo na revista de Walter Pinto: configuração e dissolução,
Textos Escolhidos de Cultura e Arte Populares, v. 12, n. 1, mai. 2015, pp.
119-142, espec. pp. 136-139.
[46]
En especial, se alude al número o cuadro No
reino da fantasia, en que Virginia Lane cantaba, por necesidades del
libreto: Realidade: agora sim!... Somos
fortes e unidos lutamos pelo nobre e subline ideal de manter no Brasil que
adoramos a eterna glória do Teatro Nacional… De todos modos, el estreno de
la citada revista llegó tarde a efectos electorales: las elecciones
presidenciales se celebraron el 3 de octubre de 1950 y la revista Muié macho sim sinhô fue estrenada el 26
del mismo mes y año en el Teatro Recreio de
Rio de Janeiro.
[47] Las dificultades no provenían principalmente
de que la novia fuese vedette de revista, sino de su escandalosa participación
como actriz “al desnudo” en la película Anjo
do Lodo. Véanse notas 41 y 43.
[48]
Véase Elio Gaspari, A síndrome de
Victoria Lane, en O Globo,
18/12/2013.
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