Biografía de Michael
Collins (1890-1922)
Traducción, resumen y
notas por Federico Bello Landrove
La primera buena biografía del gran
militar y político irlandés Michael Collins es obra de Tim Pat Coogan, habiendo
aparecido su primera edición en 1990. En 2015, se publicó en la web Head of
Zeus, en formato completo y abierto a todos los lectores de habla inglesa. Este
hecho, así como la inexistencia de traducción al español, me ha llevado a
ofrecer en este blog un amplio resumen del citado libro, que, además de prestar
un servicio a los lectores, testimonie mi gran interés por el biografiado, a
quien el propio Coogan presentó hiperbólicamente como El hombre que hizo a Irlanda.
1.
EL HOMBRE PEQUEÑO[1]
La familia de
Collins eran granjeros en el distrito de Clonakilty, en la zona occidental de
condado de Cork (Irlanda). Su propiedad, Woodfield, tenía 49 acres y era lo
suficientemente importante como para mantener a los padres y a los ocho hijos
que tuvieron (Michael era el menor). Esto es algo muy importante, cuando menos,
en sus primeros años, como lo es que su padre tuviera 75 años cuando él nació,
el 16 de octubre de 1890, frente a los 38 de su madre, quedando huérfano de
padre seis años después. Su infancia parece haber sido feliz, muy querido por
los suyos, y con un desarrollo grande, fruto del ejercicio y el deporte (era
corpulento, pero no muy alto: apenas 1,78 metros). Su formación infantil y
escolar tuvo dos destacadas figuras externas: el herrero y uno de sus maestros,
que contribuyeron a su nacionalismo. De todos modos, la ideología nacionalista
y católica no era sectaria en su familia, como tampoco el uso de la lengua
gaélica (los padres no la hablaban con sus hijos).
Tras una breve formación profesional para
entrar en correos y un aprendizaje ocasional del periodismo, a los 15 años pasó
a Londres, con sus hermanas allí residentes, donde ocupó varios trabajos en el
ámbito bancario y del seguro, adquiriendo formación burocrática y contable.
Moviéndose en ambientes de inmigrantes irlandeses, pronto pasó a formar parte
del IRB (Irish Republican Brotherhood) y de otros círculos de activismo
político, familiarizándose con el uso de armas en una compañía de voluntarios
londinenses, aunque no se alistase para la inminente Guerra Europea. Se tiene
constancia de ciertos contactos con personas importantes del nacionalismo
irlandés (Griffith, Casement, Devoy), aunque la información no es clara. En
paralelo, amplió sus conocimientos con muy abundantes lecturas pues, además del
deporte y las diversiones propias de la edad, era un lector compulsivo y un
buen trabajador.
El 15 de enero de
1916, a los 25 años, dio por concluida su estancia en Inglaterra y regresó a
Irlanda. Dada la fecha y los antecedentes, se cree que lo hizo con el
deliberado propósito de unirse a la inminente sublevación que preparaba el partido
político Sinn Fein y otros grupos
nacionalistas, la cual estallaría cuatro meses más tarde. También pudo influir su
deseo de no ser alistado para ir a combatir en Europa.
2.
PASCUA DE 1916
Al regresar a
Irlanda, Collins tenía una sólida reputación entre los irlandeses de Londres,
pero era muy poco conocido en su patria. La pertenencia al IRB le colocaba en
el meollo de los acontecimientos nacionalistas, pero completó su integración
uniéndose al Sinn Fein y la Liga Gaélica, donde conocería
a muchos de sus amigos y enemigos del futuro. Era el momento de la preparación
del levantamiento de Pascua del año 1916, para el que trabajó aportando
materiales y uniformes. La sublevación era una decisión muy aventurada, tanto
por la fuerza del enemigo, como por la escasez de armamento y de organización
de los republicanos. Por si fuera poco, los ingleses lograron cortar el suministro
alemán de armas y los propios nacionalistas entraron en una dinámica de órdenes
y contraórdenes que acabó por confundir a los participantes, de modo que el
alzamiento se redujo prácticamente a Dublín y con menor número de
intervinientes del esperado. Con todo, el Comité mantuvo la fecha, 24 de abril
de 1916, publicando hacia mediodía su famoso manifiesto de proclamación de la
República, desde el edificio de la Central de Correos dublinesa.
Los insurgentes se
hicieron fácilmente con una decena de edificios y lugares clave alrededor del
centro de Dublín, aunque no se atrevieron con el Castillo. Eran unos 1.200,
frente a 6.000 ingleses, que pronto fueron reforzados. Así, la acción se
convirtió en una resistencia numantina, que duró alrededor de dos semanas, con
el resultado de unos 250 muertos y 2.000 heridos civiles, frente a 62 combatientes
rebeldes muertos, 14 ejecutados y más de mil prisioneros (unos dos mil en
total, añadiendo los de otros lugares de Irlanda). Entre los presos se
encontraban Collins y de Valera[2],
quien había estado al frente de la última posición en rendirse. Collins había
actuado principalmente como oficial de enlace en la Central de Correos.
Como la mayoría de
los presos, Collins estuvo algo más de un mes en el centro de detención de
Stafford Barracks, próximo a Dublín, y luego fue trasladado a una prisión en la
Gran Bretaña, en concreto a la galesa de
Frongoch, donde permanecería hasta la amnistía de la Navidad de 1916.
Durante su reclusión tuvo la oportunidad de seguir conociendo a activistas,
ejercer funciones de promoción de los derechos de los internos (incluso huelgas
de hambre, ocultación de identidades, etc.) y reflexión sobre los aciertos y
desaciertos de la acción de Pascua. En todo momento, su posición fue de firmeza
y liderazgo, una postura no siempre bien recibida, pero que acabó impresionando
en el extranjero (Estados Unidos) y en Inglaterra, forzando un indulto que, de
otra forma, habría tardado mucho más en llegar.
En cuanto a su reflexión
sobre los acontecimientos, Collins reconocía el sacrificio de los dirigentes de
Pascua y admiraba a algunos de ellos, pero no compartía su visión trágica y
tradicional de los levantamientos populares irlandeses. Al salir de prisión,
tenía claro que la lucha habría de proseguir y no tardando, pero en forma de
guerrillas y emboscadas, al estilo bóer, que era el único que podía dar cierta
igualdad con las formidables fuerzas del Imperio Británico en Irlanda.
3.
ECHANDO ABAJO UNA PUERTA PODRIDA
Al regresar a su
Cork natal, el ex preso Collins se encontró con un ambiente de incomprensión
hacia la lucha, favorecido por el momento de bonanza que estaban pasando los
granjeros irlandeses con los pedidos de la Guerra europea. Regresó pronto a
Dublín, donde el espíritu nacionalista se estaba potenciando por el fracaso del
Home Rule[3] y la
reacción a las ejecuciones de los líderes de Pascua. También en los Estados Unidos estaban reaccionando
severamente los americanos irlandeses, cosa que el presidente Wilson[4]
hizo saber al Gobierno británico. Preocupado por ello, Lloyd George[5]
envió propuestas en 1916 a Redmond y a Carson[6]
para un Home Rule que, por primera
vez en la Historia, dividía a Irlanda y el Ulster[7].
Redmond lo rechazó por eso, dándose cuenta además de que la marea sentimental
estaba yendo en contra de su Partido, el Irish
Parlamentary Party.
En febrero de
1917, Collins fue nombrado Secretario del Fondo Nacional de Ayuda a Irlanda, lo que le permitió mostrar
sus grandes dotes de organizador y comunicador, así como lograr una influencia
general para su objetivo esencial de reorganizar a los Voluntarios y participar como dirigente en el IRB y el Sinn Fein.
Entre los muchos contactos que estableció destaca el logrado con los detectives
del Castillo[8], todos
ellos hombres-G[9],
Kavanagh, MacNamara, Neligan y Broy.
Entretanto, se
había iniciado la permeabilización del Sinn Fein, fundado por Griffith[10],
por las ideas extremistas del nacionalismo y la acción violenta, convirtiéndolo
en una fuerza republicana y belicosa, que además se apartara de su ideología
abstencionista, enfrentándose electoralmente con los otros partidos,
singularmente los unionistas y los parlamentaristas. Tras ciertas tensiones, el
Sinn Fein dejó atrás la etapa genuinamente griffithiana y De Valera se
convirtió en su Presidente, una vez liberado en junio, junto con los otros 121
presos residuales del levantamiento de la Pascua del año anterior. Con el firme
apoyo de Collins y sus voluntarios, varias elecciones parciales fueron ganadas
por sus candidatos. De todos modos, estaba claro que, cuando se celebrasen
elecciones generales, los diputados fenianos tratarían de no pasar a la Cámara
de los Comunes de Londres, sino formar un Parlamento irlandés en Dublín, el Dail Eireann.
En el tema de la organización
y método de los Voluntarios, se produjo el primer encontronazo entre Brugha[11]
y Collins, apoyado aquel por De Valera, pues el primero no consideraba oportuno
que se pasara a una lucha armada potencialmente mortal. Aún así, desde su
puesto de Director de Organización, Collins tuvo la oportunidad de hacer
triunfar sus tesis combativas, a poco que la situación se endureció. Varios acontecimientos
contribuyeron a ello hasta el final de la Gran Guerra (otoño de 1918): los
graves resultados de algunas huelgas de hambre; la fortaleza electoral del Sinn Fein, favorecida por el
fallecimiento de Redmond; la profunda penetración de la Inteligencia irlandesa,
dirigida por Collins, en el Castillo y en algunos cuarteles, lo que permitió
conocer quiénes eran los policías más inhumanos o peligrosos; la negativa a
reconocer la jurisdicción de los tribunales británicos, luego abandonada por
razones prácticas; y, sobre todo, la orden de conscripción de los mozos
irlandeses (unos 150.000) para ir a luchar en Europa, que provocó una ola de
indignación en la población irlandesa (huelga general con pleno éxito, salvo en
Belfast) e irlando-americana, apoyada por la Iglesia Católica. En esta
situación, Collins fue brevemente detenido por segunda y última vez en su vida,
por haber hablado en público contra los intereses británicos. Con todo, los
primeros movimientos violentos de los voluntarios y sinnfeiners fueron de tipo económico, para evitar que los cerdos
irlandeses fueran sacrificados y tratados industrialmente en Inglaterra, con el
consiguiente perjuicio de la chacinería irlandesa. Finalmente, fueron los
festejos por la victoria inglesa en Europa los que provocaron las primeras
víctimas: Los voluntarios atacaron a los soldados, provocando 3 muertos y 125
heridos, además de un policía fallecido.
En diciembre de
1918 se celebraron las elecciones
generales, en ocasión de hallarse De Valera y la plana mayor del Sinn Fein en la cárcel, por una redada
en que no quisieron escuchar las advertencias de Collins. Así, este y Boland[12]
tuvieron manos libres para proponer candidatos, los cuales triunfaron
aplastantemente (73 escaños de un total de 105). Sólo en cuatro condados del
Ulster los unionistas vencieron, siendo sus votos poco más de un 20% del total
irlandés. Los diputados electos del Sinn
Fein acordaron no trasladarse a Londres y el Gobierno inglés (privado de la
dirección de Lloyd George, que asistía a la Conferencia de Paz de París) no
tomó medidas serias para impedir sus reuniones y acuerdos. Y algo que luego
resultaría trágico para Irlanda: Collins seleccionó a mucha gente extremista,
carente de flexibilidad y pragmatismo. Habría de sentirlo cuando se discutiese
tres años después el Tratado anglo-irlandés. Pero, entre tanto, estaba claro
que la iniciativa política había
pasado al lado irlandés y en él empezaba a brillar de modo fulgurante la
estrella de Michael Collins.
4.
LOS DOCE APÓSTOLES
En el año 1919,
Collins se ocupa, entre otras cosas, de la inteligencia,
el tráfico de armas, los explosivos, los periódicos clandestinos, la emisión de
bonos y la creación de su famosa unidad militar de élite, La escuadra, llamada coloquialmente, por su número, los Doce Apóstoles. Es una tarea
hercúlea, llevada a cabo con prodigiosa memoria, gran detallismo y cuidado
exquisito en la selección y trato de los colaboradores y ejecutores. El pueblo
en su conjunto lo admira y ayuda, y su red de informantes y cooperadores se extiende
por todo el país, con destacada inclusión de las mujeres. Al mismo tiempo,
procura auxilio a la gente de las cárceles, llegando a lograr la evasión de
presos ilustres, como Barton, Beaslai y el propio De Valera. Sorprendentemente,
este decide marchar a los Estados
Unidos, contra la opinión de todos, con el objetivo económico y publicitario de
impulsar el reconocimiento de Irlanda por el presidente Wilson. Nadie logrará
disuadirlo, sino tan solo demorar hasta junio su partida (precedida del envío de H.
Boland, el gran colaborador de Collins), cuando concluya sin esperanza para
Irlanda la Conferencia de Paz de París.
En paralelo, en
abril de 1919, se reúne solemnemente el Dail
en Dublín, con los diputados electos del Sinn
Fein, quienes inmediatamente emitieron una Declaración de independencia,
una petición de ayuda y reconocimiento a los demás países y un Programa
político de corte socialista. Esto era tanto como declarar la guerra al Imperio
Británico, pero todavía De Valera, Griffith, Figgis y otros contuvieron por
algún tiempo las acciones violentas de los Voluntarios de Collins, por entender
que el pueblo aún no estaba maduro para entender tal efusión de sangre. Los
voluntarios pasaron a ser designados como IRA, es decir, Ejército Republicano Irlandés. El Dail fue presidido por De Valera, también Jefe de un Gobierno (Aireacht) de ocho miembros, en el que Collins
fue Ministro de Hacienda. Uno de sus primeros trabajos fue lograr la
suscripción de un empréstito de un millón de libras, abierto a toda clase de
personas, en Irlanda y en el extranjero. Y también en abril, Collins logró
penetrar en los archivos policiales, analizando la labor de los Hombres G, lo que le llevó a decidir que
estos tenían que ser neutralizados o eliminados, en lo que sería la fase
inicial, más conocida y relevante de la guerra anglo-irlandesa.
Pese al fervor de
los irlandoamericanos y a ciertas declaraciones del Congreso americano, Wilson
no hizo nada en la Conferencia de París por Irlanda, pues la influencia británica
era decisiva y el Tratado de Paz no consentía la independencia de países que
formasen parte de los vencedores. Con todo, De Valera no se sintió
descorazonado y finalmente logró embarcar hacia Estados Unidos, dejando a Collins
como verdadero jefe de la rebelión y de las instituciones que la apoyaban. Así lo
fue durante el año y medio siguiente (junio 1919 – diciembre 1920). Los
ingleses no dejaron de entender los avisos que les llegaban de América y, en
noviembre de 1919, hicieron intentos, aunque poco serios, de revitalizar el Home Rule, con total diferenciación del
Ulster y el resto de Irlanda, y limitación muy restrictiva de las facultades de
sus Parlamentos. Al menos, eso sirvió de coartada al Gabinete inglés para
declarar fuera de la ley al Dail e
incrementar su presencia militar en la Isla, mientras se iba viniendo abajo la
eficacia de la policía autóctona.
Esa caída era
fruto de la operación de Collins, consistente en amenazar de muerte a los hombres
G y acabar efectivamente con los más recalcitrantes de ellos, a través de La Escuadra,
cuyos asesinatos repugnaron a muchos, pero que acabó por hacerse tolerable,
incluso para sacerdotes católicos, dado que las muertes eran avisadas,
selectivas y decididas de forma cuidadosa y no vindicativa a nivel personal. La
disciplina y fidelidad de los apóstoles hacia
Collins fue total y la eficacia de la operación resultó decisiva en la marcha
de la guerra, que en el año 1920 alcanzaría su culminación.
5.
EL AÑO DEL TERROR
En el año 1920
llegaron a Irlanda los Black and Tans[13],
que aumentaron hasta bastante más de 50.000 los efectivos ingleses, mientras
que los voluntarios que se les enfrentaron exitosamente no eran más de tres o
cuatro mil. La paralización del avance inglés fue fruto del espíritu del
pueblo y del esfuerzo en el ambiente subterráneo del espionaje y la
“inteligencia”, tan mimado por Collins. En muchos aspectos (escuadrones de la
muerte, torturas, etc.) ambos bandos utilizaban los mismos métodos y, por ello,
las venganzas eran recíprocas. La mayor característica diferencial era que los
irlandeses luchaban con pequeñas columnas móviles, que se desplazaban por todo
el país, aunque estuvieran reclutadas en una zona determinada.
La lucha fue favorecida
por la toma del poder administrativo por autoridades afines al Sinn Fein y el IRA. No solo sus
diputados eran más de los 2/3, sino que en los Ayuntamientos consiguieron
dominar en 172 de un total de 206. Ello les dio poder, pero también el ser víctimas
de represalias, que llegaron a alcanzar a alcaldes importantes, como el de Cork
o los sucesivos de Limerick (en 1921).
Los británicos
también cambian de equipo directivo por esas fechas, con mucha presencia de
gente del Servicio Secreto. Pero son los Black & Tans la pieza más llamativa. En general eran gente
desempleada y con conocimientos militares o de violencia, contratados por media
libra al día. Más preparados estaban los Auxiliary
Cadets (Auxies), ex oficiales
de la Guerra Mundial, que cobraban una libra al día. Los del Servicio Secreto
eran de lo mejor de Inglaterra y trataron de infiltrarse en el campo enemigo,
aunque en ese sentido Collins tuvo mucho más acierto, incluso en el Ulster. En
algunos momentos y espacios de Dublín (Kidd’s Back, Cairo, Devlin’s, hotel
Wicklow) hubo lugares de reunión en que llegaron a coincidir unos y otros, con
el propósito de controlarse y espiar. Uno de los puntos a favor de Collins era
su férreo control unitario, mientras entre los británicos había diversas
fuerzas que rivalizaban.
¿Cómo se
comportaba Collins? Era muy duro en el mando, llegando hasta las broncas, que
le crearon más de un enemigo entre los suyos; muy visceral, poco controlado en
sus enfados pero, al mismo tiempo, sabía perdonar y pedir perdón, y se
preocupaba mucho por los suyos y sus familias. Desde luego, era una persona
entregada, de gran inteligencia y rapidez de acción, incapaz de sentirse
derrotado y muy apto para transmitir energía y optimismo a sus hombres. Era el
primero en correr riesgos y le gustaba el combate; bromista, dotado de gran
magnetismo y de aparente buena suerte. Era accesible a los demás y sensible a
sus problemas. Sabía ocultarse y pasar desapercibido en lo posible. Bastante
mal hablado, honraba a las familias de los caídos y de los presos, incluso De
Valera.
Un elemento
importante en la estrategia irlandesa eran las huelgas de hambre de los presos,
que los ingleses trataron con benevolencia al principio, pero luego dejaron
llegar hasta la muerte. Las causas generales eran pedir la libertad o ser
tratados como prisioneros de guerra, e iban acompañadas de manifestaciones
pacíficas y de huelgas laborales, más o menos generales. Las hubo sonadas a
partir de abril de 1920, tanto en Dublín como en Inglaterra.
Había autoridades
o gentes inglesas que luego serían famosas (Henry Wilson, Montgomery, Percival)
muy dadas a la violencia, dentro de un mundo violento por sí y que nunca
reaccionó en forma ante verdaderos crímenes. Eso pasaba también en el otro
bando: Se ha especulado mucho sobre las diferencias entre Brugha y Collins a
ese propósito, sobre todo con los famosos avisos de ejecución a hombres G y ejecuciones sin juicio a
espías, pero la verdad es que aquel mundo era sangriento de por sí, incluso
para civiles poco implicados y menores de edad combatientes (profesores y
sacerdotes no solían enfrentárseles). En agosto de 1920, hubo una reunión
plenaria del IRA, para discutir sobre condenas de muerte, ejecuciones y
emboscadas, produciéndose la división antes indicada, pero Collins, de una
manera o de otra, se llevó el gato al agua y todo siguió según su criterio o
bajo su mando, pese a ser Brugha el Ministro de Defensa.
Poco antes, en
mayo, el Gabinete inglés había decidido dar a la guerra una vertiente económica: fuertes multas,
destrucciones de casas y fábricas. Ello, unido al abandono del campo por los
perseguidos y combatientes, así como a las represalias hacia los unionistas,
generó una crisis económica y de subsistencias que, como tantas veces,
desembocó en subida de precios y auténtica hambre. En paralelo, Wilson[14]
y Churchill[15]
acaudillaban una política de mano dura, que favorecía el disparar a mansalva,
incluso en poblado o a civiles. Se calcula en unas 200 personas las que cayeron
víctimas de la violencia inglesa a lo largo de 1920.
Otra muestra de la
violencia era la tortura, por venganza o para obtener información, usada
sistemáticamente en el Castillo y los cuarteles, por no hablar de casos de
víctimas inglesas. Los irlandeses respondían con venganzas, incluso en
Inglaterra. En este sentido, Collins era implacable. Con todo, la gran arma de Collins era su
eficacia en obtener información de personas de dentro del sistema de Inteligencia
británico, una información que le llegaba inmediatamente (al Vaughan’s Hotel) y
se transmitía a toda Irlanda por medio del sistema de correo del ferrocarril.
La eficacia irlandesa trataba de ser balanceada con violencia sin límite, como
prometió el coronel Smyth en junio de 1920, llegando incluso al hundimiento de
un barco, el Viknor, con emigrantes y
pasajeros del IRA. En el Ulster protestante, la policía y los voluntarios, muy
bien organizados, hicieron el mismo trabajo contra los nacionalistas
irlandeses, generalmente católicos.
Un punto muy
conflictivo fue el del suministro de armas y explosivos mediante el contrabando
naval, que estuvo a punto de fracasar por la muerte de Joe Vize -mano derecha
de Collins en estos temas- y por el empeño de Brugha de llevar la guerra a
Inglaterra, sobre todo a los puertos de Liverpool, Manchester, etc., lo que
sirvió de muy poco (no había infraestructura), pero aumentó el control policial
sobre las cargas. Finalmente, se restableció el suministro, tanto de armas,
como de clorato de potasa.
Por último,
digamos que Collins tuvo gran éxito en dar publicidad y presencia masiva ante
las ejecuciones y huelgas de hambre más famosas. No solo el pueblo irlandés se
solidarizó estremecido, sino que muchos británicos y extranjeros empezaron a
mirar con malos ojos los métodos ingleses. El propio Lloyd George, en octubre,
afirmaba que estaban de asesinatos hasta el cuello, aunque seguía confiando en
la reorganización policial y tolerando los excesos. Por su parte, Collins
estaba muy lejos de ceder o de acoquinarse ante la violencia británica. Los
meses siguientes lo probarían de sobra.
6.
EL CIELO SE OSCURECE
El periodo
noviembre 1920-julio 1921 fue el más mortífero de la guerra, empezando por el Domingo Sangriento (21-11-1920), cuando
el Cairo Gang (Servicio Secreto
británico en Irlanda) fue desmantelado tras una cuidadosa preparación. 19
implicados fueron asesinados, casi sin pérdidas, y la reacción en el campo de
deportes de Croke Park supuso la muerte de 14 irlandeses, de manera
indiscriminada. Los hechos causaron la mayor impresión en ambos países, además
de la ruina de la labor del Servicio Secreto en Irlanda. Collins hizo lo
posible por mostrar su sentimiento y se arriesgó al máximo apareciendo en
público. Una semana después, en una emboscada en el condado de Cork cayeron 14 Auxies y las represalias fueron feroces
en cuanto a daños y saqueos en dicha ciudad.
Poco después, Broy
fue descubierto a medias y estuvo a punto de ser ejecutado. Grave para Collins
fue también que cogieran gran parte de su documentación, lo que puso en peligro
a personas y operaciones. Con todo, su buena suerte y la acrisolada lealtad de
los suyos le permitió no ser detenido, con la admiración y protagonismo cada
vez mayor ante propios y enemigos.
Las carencias de armas y municiones empezaron a
sentirse. Los suministros estadounidenses, a través del Clan na nGael[16]
(incluso metralletas Thompson) empezaron a ser muy controladas en las aduanas
de América. Falta de dinero o de preparación echó a perder una gran operación
en Italia (con la cooperación de eclesiásticos irlandeses y de d’Annunzio y
Mussolini) y otra de municionamiento en Escocia. Costas recónditas (como la de
Cork) estuvieron preparadas para los desembarcos fallidos. Aunque la falta de
dinero se debió más bien a cicatería o impreparación del Dail, salpicó la credibilidad de Collins y favoreció la campaña de
desprestigio (por celos y colisiones) de Brugha, que De Valera favoreció,
aunque finalmente reconociera la inocencia de Collins.
Esta falta de
medios contrasta con la capacidad de recaudación de préstamos por el Sinn Fein,
que por aquellos días había obtenido unas 23.000 libras (unos 100.000 dólares),
que un correo llevaba a Collins en octubre de 1920, cuando fue descubierto y
asesinado por el Servicio Secreto.
En paralelo
seguían las líneas de combate y represalia anteriores, que Collins solía
negarse a que alcanzasen a mujeres. Esas represalias y juicios sin garantías
movieron el espíritu de personas hasta entonces pasivas. Destrucciones y venganzas alcanzaban a casas y granjas y, en ocasiones, se tomaban rehenes.
La cosa llegó hasta tal extremo, que el propio Gobierno inglés decidió
paralizar la vía económica de acción. El último coletazo de estas conductas fue
el empleo por un tiempo de destacados miembros del IRA (incluso parlamentarios)
como escudos humanos, lo que exasperó a Collins, que preparó muy a fondo una
redada de políticos de Westminster, que estuvo a punto de cuajar por casualidad
con Lloyd George.
La caída del Cairo Gang fue seguida poco a poco por
la reposición de miembros del Servicio Secreto, dando lugar al llamado, por su
jefe, Igoe Gang. Las cosas estuvieron
equilibradas durante un tiempo pero, en vísperas de la tregua (21-7-1921)
Collins había preparado con todo detalle un golpe que habría dejado pequeño al
del Domingo Sangriento. La tregua lo evitó, apenas media hora antes de empezar.
7.
LA PAZ LLEGA CAMINANDO DESPACIO
Desde comienzos de
1921, la paz y los intentos por lograrla van contagiando cada vez a más grupos,
no solo los habituales (ingleses católicos; escritores y periódicos sensibles;
liberales). El punto clave de inicio es el memorándum del diputado inglés conservador
y militar, Cockerill, que anticipará con acierto todos los temas básicos: Unas
negociaciones sin condiciones, con el Sinn
Fein como interlocutor, sin otros puntos innegociables que la República, la
segregación del Ulster y las facilidades en Irlanda para el ejército y la
marina británicos. Pronto se sumaría la Iglesia Católica a la intermediación,
así como irlandeses moderados residentes en Inglaterra, pero siempre bajo
cuerda y con las complicaciones de acordar una tregua que podría dar oxígeno al
decaído IRA. Las personas clave en el bando irlandés eran Griffith y Collins,
pero pronto se sumaría De Valera, recién llegado de Estados Unidos, al olfato
de un posible alto el fuego y negociaciones de paz.
La larga estancia
de Valera en Estados Unidos (año y medio) fue una mezcla de éxitos y fracasos,
fruto en parte de su carácter e inflexibilidad. Lo más favorable fue la venta de bonos (5.123.640 dólares), cuyo
importe procuró hacer llegar a Irlanda por diversos medios (incluso
eclesiásticos), pero reservando una cantidad muy importante para la futura
promoción del imperio editorial de su familia, el Irish Press Group. Lo menos bueno fue la ruptura con organizaciones
irlando-americanas, lo que le cerró el acceso al reconocimiento por parte de
los partidos políticos, pese a haber invertido nada menos que 1,5 millones de
dólares en intentarlo. Sus principales antagonistas fueron el juez Cohalan (Friends of the Irish freedom)[17]
y el periodista Devoy, editor del Gaelic
American[18]. Desde
Irlanda, Collins y Griffith cerraron filas con su Jefe y trataron de minimizar
los efectos de su ego y deseos de dirigirlo todo. H. Boland ayudó en esta
tarea, viajando incluso a Irlanda para explicar la situación.
El reconocimiento
oficial de Irlanda y De Valera fue también obstaculizado por la oposición del
Senado a aprobar los Catorce Puntos de Wilson[19]
e ingresar en la Sociedad de Naciones. Tampoco ayudó la simpatía con Alemania
durante la Guerra, ni el lujo y larga duración del viaje “presidencial”, que
dejó a Collins todo el prestigio y la carga de la resistencia. Esto lo
aprovechó sobre todo Devoy, al que acabó de indignar la fundación en noviembre
de 1920 de la American Association for
the Recognition of the Irish Republic,
controlada por De Valera, hecho lo cual este regresó a Irlanda de manera
subrepticia.
La intervención de
la Iglesia en los esfuerzos de paz tuvo la figura clave en el arzobispo Clune[20],
que actuó eficazmente de mediador, en tanto el cardenal Mannix[21]
fue rechazado por los ingleses, como demasiado favorable a los rebeldes (fue el
promotor del Irish Relief Fund)[22].
Sus gestiones fueron muy laboriosas pero se estrellaron ante los duros del
Gabinete inglés, que no aceptaban una tregua sin entrega de armas, ni una
amnistía que alcanzara a Collins y Mulcahy[23],
logrando convencer a Lloyd George (diciembre de 1920) de que la victoria era
cosa de cuatro meses como máximo. Por otro lado, los sublevados no contaban con
pleno apoyo eclesiástico, debido a sus violencias y a la presión británica en
el Vaticano, habiendo estado a punto de recibir una condena por parte del Papa,
Benedicto XV, como recibieron la excomunión del obispo de Cork.
Por su parte, la Cruz
Roja Americana logró recaudar unos cinco millones de dólares que, a lo largo de
1921, hizo llegar a Irlanda, con el compromiso de que el IRA no se beneficiaría
de esos fondos. El Relief Committee[24]
logró el apoyo público que De Valera había sido incapaz de lograr.
Entre tanto, las relaciones
Collins - De Valera hicieron crisis, junto a la inquina hacia aquél de Brugha,
Stack y otros. El detonante fue la estrategia valeriana de enfrentarse en
batalla campal a los ingleses, aunque solo fuese para llamar la atención
internacional. El 25 de mayo de 1921 tuvo lugar el ataque a la Aduana de Dublín,
que se zanjó con casi un centenar de muertos, heridos y prisioneros del IRA, lo
que Collins juzgó desastroso y no quiso dirigir las operaciones. De cualquier
forma, fue el final de la opción militar británica, embarcándose a partir de
entonces en negociaciones directas de paz. En paralelo, las elecciones
irlandesas de 24 de dicho mes trajeron un triunfo aplastante del Sinn Fein, que ganó en el sur casi por
unanimidad, en tanto en el Ulster la victoria fue unionista, pero con menos
ventaja que en ocasiones anteriores. Finalmente, el discurso del rey Jorge V en
Belfast, inspirado por Smuts[25],
abrió la puerta a las negociaciones en términos abiertos y oficiales.
El punto de
partida del acuerdo fue, desde el primer momento, la concesión a Irlanda del estatus
de Dominio[26]
y su inserción en la Commonwealth[27],
desechando el republicanismo y la previa consideración como Estado soberano que
se asociaba voluntariamente. También se excluía la existencia de una Marina
irlandesa. La tregua finalmente supuso, no solo el alto el fuego, sino que el
IRA mantuviera su armamento y no hubiese excepciones en la libertad de sus
dirigentes. Se inició el 11 de julio de 1921 y fue recibida con júbilo por el
pueblo, pero con escepticismo por sus jefes, incluido Collins. Al día
siguiente, De Valera y los de su cuerda viajaban a Londres a negociar con Lloyd George, dejando inexplicadamente a Collins fuera del juego. Los
ingleses agradecieron el gesto pues estaban convencidos de que Collins era un
extremista y De Valera una persona más manejable. Tras casi dos meses de
negociaciones constataron parte de su error: De Valera era un sinuoso, del que
nunca se sabía con precisión cuál era su postura, aunque las buenas palabras
abundasen. Por lo menos, reconoció entonces que la República era inviable y que
la autodeterminación del Ulster tenía que ser reconocida.
Mal que bien, la
tregua se mantuvo. A finales de agosto, de Valera decidió que, a partir de
entonces, las negociaciones fuesen llevadas en Londres por plenipotenciarios
dirigidos por Griffith y Collins, aunque informasen y pidiesen parecer para
todo lo esencial. De Valera no dio instrucciones precisas, más allá de una ambigua
postura, la Asociación Externa, que no era otra cosa que un juego de regateos,
a sabiendas de que lo que se conseguiría sería menos de lo anunciado y de lo
que los duros (como Brugha) consideraban un mínimo. Collins comprendió que se
trataba de una encerrona, con él como chivo expiatorio. No obstante, aceptó el
encargo, consciente de que, aunque presidiera Griffith, sería de facto la
cabeza de la Delegación. Así, fue él quien casi todas las semanas viajó a
Dublín a dar cuenta de la marcha de las negociaciones. No puede decirse, en
ningún caso, que incumpliese las instrucciones de Valera, ni que este
desconociera lo que se estaba discutiendo; tanto más, cuanto que una parte de
la Delegación estaba formada por gente de su total confianza (Barton, Duffy, Erskine
Childers).
8.
APACIGUANDO ESA VIEJA CONTIENDA
La conducta de
Collins durante la negociación del Tratado estuvo marcada por una serie de dificultades
y condicionamientos, entre los cuales: A) El no ser en teoría el jefe de la
delegación irlandesa, aunque sí de facto: Por ejemplo, Griffith le condicionó
en el punto de la unidad con el Ulster. B) La diversidad de opiniones y de
influencias entre los delegados. C) El conocimiento de la absoluta debilidad
del IRA para hacer frente a la guerra total e inminente, con que Lloyd George
amenazaba. D) La postura inamistosa y confusa de Valera y la gente de Dublín,
que le estaban además minando el terreno en su posición de jefe financiero y
militar. Dentro de todo ello, posiblemente fuera una ventaja, aunque
envenenada, el sistema de subconferencias, que dio más poder a Griffith y
Collins, pero a costa de generar discrepancias y desconocimiento[28].
A posteriori, se tiene la impresión de que: A) Todo lo esencial había ya
sido pactado en el verano y aceptado aparentemente por De Valera, de modo que
poco podían avanzar u ofrecer las segundas negociaciones. B) Los irlandeses de
Dublín y, en parte, los de Londres se centraron en temas, o imposibles
(República, Asociación Externa) o meramente nominales (juramento de fidelidad a
la Corona), a costa de no insistir lo bastante en el tema crucial de la unidad
de Irlanda o, cuando menos, de los límites del Ulster en función de las
mayorías de población[29].
C) Los auténticos progresos que alcanzaron los negociadores irlandeses
(cuestiones militares, financieras o comerciales) fueron despreciados por los
opuestos al Tratado. D) No se tuvo en cuenta el punto de vista de Collins, que
era el de jugar con las posibilidades del Tratado a medio plazo, como la
Historia le dio la razón (Estatuto de Westminster[30],
etc.).
Por lo demás, es
claro que el vigor y los hechos consumados de los unionistas (convencimiento de
que “el Ulster luchará”) y la fuerza de los halcones
del Parlamento inglés jugaron en contra de la parte irlandesa. Frente a ello,
carecemos de fuentes escritas amplias para saber la actitud del Aireacht, cuando el texto casi definitivo del Tratado se le sometió
el 3 de diciembre. Allí se vio la desunión en cuanto a la decisión final
(firmar o no firmar), qué hacer con el Tratado (someterlo al Aireacht, al Dail o a referéndum popular) y qué puntos eran los más rechazados
(sobre todo, el famoso juramento de fidelidad al Rey). De Valera volvió a
negarse a asumir la presidencia de la delegación; nadie se atrevió a romper las
negociaciones, por miedo a la guerra y a la opinión pública, y los delegados
volvieron a Londres más divididos que nunca.
Los últimos días
fueron dramáticos, con ultimátums de los ingleses y fiasco irlandés al
pretender, a última hora y por la fuerza de Collins, replantear el tema de la
unidad o los límites del Ulster. Finalmente, hubo retoques en materia de
juramento, marina y comercio, y se redujo a un mes el plazo para que el
parlamento de Belfast decidiese sobre su incorporación al Estado Libre, que
obviamente rechazó. El último obstáculo fue que Lloyd George exigiera
unanimidad en la firma, lo que forzó a Barton y a Duffy a suscribir el Tratado.
Collins lo hizo al borde del agotamiento, con aquella famosa frase: “Yo puedo
haber firmado mi efectiva sentencia de muerte” (6-XII-1921).
9.
LUCHANDO CONTRA LAS OLAS
Con la firma del
Tratado, empezó la pesadilla. Collins, y también su novia Kitty Kiernan, fueron
alcanzados por una injusta campaña de desprestigio, que incluía acusaciones de
borracho, homosexual, mujeriego, amigo de los ingleses y comprado por dinero y
lujo. Como única consecuencia favorable, todo ello dio a su figura un tono
romántico y de ficción, que completó el que había adquirido durante la guerra
contra los británicos. Pero no hay que engañarse: tras esa campaña estaban
quienes lo aborrecían o querían acabar con el Tratado, desprestigiando a sus
firmantes.
De Valera, indignado por enterarse de los términos del
Acuerdo por la prensa[31],
puso el grito en el cielo y pidió la destitución de Collins, Barton y Griffith
como ministros. No tuvo mayoría para ello, y pasó a una segunda queja: la de
que el Tratado no recogía su tesis de la Asociación Externa. En las discusiones
del Gobierno, los firmantes adujeron lo inevitable del contenido y la falta de
precisión de las instrucciones previas. Pese a perder por 4 a 3, De Valera
salió en los periódicos diciendo que el Tratado iba en contra de los deseos
mayoritarios de la nación y que él nunca podría aconsejar su ratificación. Pero
otros, entre ellos Collins, sostuvieron que el parecer dominante en el pueblo
era favorable y que, en todo caso, se le consultase y ellos aceptarían el
resultado. Así pasaron los días anteriores a la discusión en el Parlamento,
volviendo a suscitarse la disparidad más encendida sobre el juramento al Rey,
no sobre la casi imparable división política definitiva de Irlanda.
La discusión
parlamentaria duró 13 días, con sesiones privadas y públicas (fue derrotada la
tesis de Valera, de tratarlo todo en privado). Frente a De Valera, Collins
sostuvo: A) Que no se excedieron en su mandato, pues eran plenipotenciarios que
nunca recibieron orientaciones precisas. B) Que, si en tanto estimaba su
criterio, De Valera debió haber ido a Londres a negociar. C) Que la última versión del
Tratado era claramente distinta y mejor que la última consultada con Dublín.
Por su parte, De Valera presentó su texto alternativo al Tratado, quedando en
ridículo, pues todo lo esencial era muy similar y, desde luego, para el público
no había diferencia importante ninguna. Hubo alguna intervención negando que la
situación militar fuese tan mala como para firmar a la desesperada, pues se contaba
con que, si era mala de momento, mejoraría en el futuro. Collins insistió en su
tesis del Tratado como punto de partida y primer paso muy notable hacia la
plena libertad, y puede decirse que convenció al público y a la prensa. De
hecho, veinte Consejos de Condado, de un total de 26, mostraron su apoyo al
Tratado.
De Valera dio los
primeros pasos en una confrontación personalista, presentando la firma del
Tratado como una deslealtad hacia su persona, el Presidente de Irlanda. Brugha
se ofendió por oír llamar a Collins jefe y figura máxima de la lucha y de la
victoria de las armas de Irlanda. Por su parte, Collins asumió su protagonismo,
aunque pidió se diferenciara entre su persona y el bien que el Tratado podía
hacer al país. Una mediación de los diputados laboristas, para que De Valera y
los suyos se abstuvieran, fracasó, llegando totalmente divididos a la votación
final, el 7 de enero de 1922, en que el Tratado fue aprobado por 64 votos a 57,
ante lo cual De Valera presentó en el acto su dimisión como Presidente del
Gobierno.
10. AVANZANDO A TRAVÉS DE SANGRE
La votación del
Tratado coincidía con una situación muy negativa. En el Norte, la violencia era
mayor cada día. En el Sur, el campo estaba medio abandonado y había más de
130.000 parados. En esa tesitura, el Parlamento aceptó la dimisión de Valera
por 60 a 58, abandonando seguidamente sus partidarios la asamblea, entre cruces
de ofensas. Griffith fue designado Presidente, con Collins, nuevamente, como
Ministro de Hacienda y Mulcahy, de Defensa. Seguidamente, conforme al Tratado,
se conformó el Gobierno Provisional
hasta las elecciones, pasando Collins a Presidente y Griffith, a Presidente de
la Asamblea. Como no abandonó sus otras tareas, el trabajo de Collins llegó a
ser abrumador.
El primer trabajo
fue “armonizar” a las gentes del IRA, en una Convención (enero 1922), en la que
se constató: 1º. Que el número de presuntos miembros se había disparado, de
unos 3.000 cuando la tregua, a más de 72.000, lo que indicaba oportunismo y
deseos de ampararse bajo sus siglas. 2º. Que el Ejército estaba dividido por la
mitad, o incluso, que eran más los anti-Tratado. No hubo más remedio que repartir armas e instalaciones de manera equilibrada entre unos y
otros. Luego (febrero 1922) le llegó el turno al Sinn Fein, donde los delegados eran masivamente anti-Tratado, de
modo que Collins hubo de llegar a un acuerdo con De Valera, prometiendo un
proyecto de Constitución que fuese aceptable a los republicanos (y también a
los ingleses). El acuerdo no supuso que De Valera y los suyos reconocieran al
Gobierno Provisional. Finalmente, fue el turno del Gobierno británico, que
transigió con que se aprobara el Tratado antes de presentar la Constitución:
Comunes y Lores lo aprobaron sin dificultad.
Una cosa era lo acordado y otra lo cumplido. El IRA
anti-Tratado entró a saco en instalaciones y Administración, convirtiendo
muchas partes de Irlanda en auténticas dictaduras militares, en manos de
señores de la guerra (Sur-Oeste, Limerick, etc.). La compra (gracias al robo de
230.000 libras del Banco de Irlanda) o incautación de armamento (buque Upnor) colocó a los anti-Tratado en
posición similar al Ejército oficial, que se iba penosamente constituyendo. El
reto llegó a Dublín, con la ocupación, entre otros, del edificio de los Cuatro
Tribunales (14 de abril). Los mítines de los políticos favorables al Tratado
(incluidos los de Collins) eran impedidos o disueltos a tiros. En tales
condiciones, mantener los acuerdos era imposible, siendo el ambiente de
pre-guerra civil y de escaramuzas con los británicos, que no obstante seguían
marchándose. De Valera trató de jugar con todo ello para proponer una demora en las elecciones de seis meses, pero Collins no transigió, momento en que De
Valera empezó a explicitar en sus discursos avisos de sangrienta guerra civil,
asesinato de los políticos pro-Tratado y, lo que es peor, considerando que eso
era inevitable y positivo. Arrogándose una posición casi mesiánica, rechazó la
validez de la opinión mayoritaria, entendiendo que el error no tiene derechos y
que la Historia domina sobre el presente.
En tan negativa
situación, Collins apeló a un recurso desesperado: acordar con De Valera unas elecciones,
el 16 de junio, parcialmente trucadas, pues suponían un reparto de escaños y un
futuro Gobierno de concentración. Al menos, quedó claro que la votación sería
limpia y que cada candidato dejaría definitivamente claro si era pro o anti
Tratado. Con ello pretendía, además, evitar el enfrentamiento armado en el
Ejército y lograr una acción común del IRA en el Norte, donde los católicos
eran cada vez más maltratados. Seguidamente, con un excelente proyecto de
Constitución (con las correcciones de la de 1937, la de la Irlanda de todo el siglo XX), pasó a
Londres a discutirla, encontrándose con el rechazo frontal de Lloyd George, en
cuanto significase autonomía de la política exterior o exclusión de las alusiones
al Monarca. El Primer Ministro y Churchill atacaron a Collins en su punto más
flaco (el descontrol del Ejército y la falta de democracia) y le presentaron un
ultimátum: Constitución viable (el Tratado y la Constitución eran inseparables)
y control del orden público, o intervención militar inglesa. Collins no tuvo
otra opción que transigir, con la levísima contrapartida de una investigación
de lo que sucedía en el Ulster. En tales circunstancias, dos días antes de las
elecciones, Collins denunció el acuerdo previo con De Valera: el Tratado había
de seguir adelante tal cual, siempre que el pueblo lo apoyara.
En efecto, las
elecciones supusieron: A) Una caída del Sinn
Féin, que perdía 30 escaños respecto de las elecciones anteriores, en favor
de los Laboristas, que conseguían 17 diputados, más 7 del nuevo Partido de los
Granjeros, 6 independientes y 4 unionistas del Trinity. B) Una clara mayoría pro-Tratado
(58 Sinnfeiners, 17 laboristas y 7 "granjeros", por
lo menos, frente a 36 seguidores de De Valera). Estaba claro que los
anti-Tratado no aceptarían el resultado y seguirían con sus provocaciones, por
más que los dos incidentes más sonados (asesinato del Mariscal, sir Henry
Wilson, y secuestro del miembro del Gobierno, Ginger O’Connell) sean de inducción muy discutible. Ante la
indignación británica y la terquedad de los rebeldes, Collins lanzó un
ultimátum inútil, que dio paso al inicio de los combates (28 de junio de 1922),
logrando la sangrienta rendición de los Cuatro Tribunales y la total liberación de Dublín. Era el comienzo de una
guerra civil, que dio alas a ingleses y unionistas, para “pacificar” el Ulster
en forma plenamente favorable a sus dudosos intereses.
11. ORGANIZANDO LOS SEIS CONDADOS
Cualesquiera que
fueran los términos del Tratado, Collins siempre tuvo claro que no podía
reconocerse la definitiva partición de Irlanda e hizo lo posible para
impedirla, pero, a la postre, el status
quo y las circunstancias dominaron. Ni siquiera se logró el premio de
consolación de rectificar los límites, reconociendo la mayoría católica en
Fermanagh y Tyrone, así como en la ciudad de Derry. La presunta buena voluntad
británica en ese aspecto, como en el de la salvaguarda de los católicos, fueron
sobrepasadas por el extremismo del Partido Conservador, el ejército y la acción
de los unionistas (encabezados por James Craig), hasta conseguir un parlamento
propio protestante y unas fuerzas armadas abrumadoras (al crearse los Specials[32]:
más de 40.000 hombres). Frente a ello, el IRA fue reducido a cenizas y los
católicos, objeto de toda clase de crímenes y vejaciones. Tampoco ayudó la
política inicial de Collins, contrario a reconocer al Gobierno del Ulster y
presto a apoyar las acciones violentas de los nacionalistas, en contra de buena
parte de los ministros de su Gobierno.
Dentro de esta
dinámica global, entre enero y agosto de 1922 (muerte de Collins) hubo muchos
matices e intentos (más o menos serios) de corregir la violenta situación,
complicada por la pre-guerra y la guerra civil en el sur. Bandazos y
negociaciones fueron frecuentes, pero acabaron en una decidida política
británica a favor de los unionistas (armas, dinero, hombres) y en el abandono
inevitable de las acciones del IRA (llegaron a ser solo unos 800 hombres mal armados) en el Ulster y la frontera, comprendiendo el Estado Libre que lo mejor
que podía hacer por sus “hermanos” del norte era colaborar políticamente con
Belfast y ver los resultados. Entre los intentos fallidos, se encuentra el de
implantar un sistema electoral proporcional, que habría permitido a los
católicos una importante cuota de poder administrativo. Curiosamente, el tema
del Ulster no fue crucial en el enfrentamiento de los pro y los anti Tratado,
quizá porque ambos bandos rechazaban la división pero, a la vez, eran corresponsables
de su reconocimiento legal.
Los últimos
coletazos de la acción violenta incluyeron el asesinato del mariscal Wilson (22 de junio de 1922), que
exacerbó la indignación británica y alegró a casi todos los irlandeses,
incluido el propio Collins, quien posiblemente ordenó la acción. Consecuencia
fue el ultimátum inglés, que forzó el asalto a los Cuatro Tribunales y el
comienzo formal de la guerra civil. Así, a la muerte de Collins, la política de apaciguamiento en el Ulster se había
establecido, al menos de facto; una política que ha permanecido sustancialmente
desde entonces pero que, ante la cerrazón de los unionistas y la prudencia británica, no ha llevado al
Ulster a ninguna parte, ni en lo político, ni en lo económico.
12. LA BOCA DE LAS FLORES[33]
La guerra civil
sorprendió aún al ejército del Estado Libre en completa desorganización,
similar a la de sus enemigos, si bien estos tenían unos mandos aún menos
preparados, por ser más políticos. Así, la lucha por Dublín duró una semana,
cayendo en ella Brugha y, poco después, Harry Boland; De Valera luchó como un
soldado más. Pero el inicio formal del conflicto puso a Collins en situación de
decidir y actuar como militar, su faceta más brillante, lo que pronto se notó[34].
Por tierra y por desembarcos (sugeridos y dirigidos por Dalton[35]),
casi toda Irlanda volvió a manos del Estado Libre, viéndose el IRA anti Tratado
obligado a refugiarse en las colinas y a actuar solo por escaramuzas o actos
terroristas. Collins renunció temporalmente a la Presidencia, en favor de
Cosgrave[36], y tomó
el cargo y funciones de Comandante en Jefe del Ejército, en el que actuó con
completa libertad, cosa no siempre bien vista por el Gobierno ni por quienes se
sentían preteridos con sus nombramientos. Con todo, no dejó de ocuparse en
otros muchos detalles, sobre todo para reducir las bajas (entre mil y tres mil)
y daños (unos 50 millones de libras) de la guerra civil, que eran muchos y
causados por ambos bandos. Todo ello le colocó en una situación de mala salud y
depresión, que aumentó cuando falleció Griffith (12 de agosto de 1922) de un
derrame cerebral.
Llegamos así al
discutible y nefasto viaje al condado de Cork (21/22 de agosto), cuyos motivos
son confusos y, desde luego, inicialmente no incluían conversaciones de paz,
como se ha dicho. De hecho, un par de días antes, Liam Lynch y De Valera habían
hecho dominar su irreductibilidad, frente a una mayoría de comandantes del IRA
proclives a abrir negociaciones de paz. Tampoco está nada claro si emboscar a
Collins fue una decisión meditada, ni quién la tomó. Lo cierto es que, casi por
casualidad, el enfrentamiento se produjo y tuvo éxito, pues el Comandante en Jefe
fue alcanzado de muerte en la cabeza por un disparo de rifle. Las lamentaciones
posteriores de los anti Tratado (incluida la de Valera) parecen más fruto de
apariencias y antigua amistad, que de real oposición o indignación por lo
sucedido.
13. ¿HONRANDO AL DIFUNTO?
Toda clase de especulaciones
han tratado de cargar a alguien con el debe de la muerte de Collins. Incluso se
ha llegado a sospechar una traición por parte de E. Dalton, inducida por los
ingleses. Lo cierto es que, en buena lógica, nadie se beneficiaba con la
desaparición de Collins, sostén principal de su partido, garante del orden, y
con temperamento generoso y perdonador hacia sus enemigos. Para las gentes de
Cork, fue un deshonor, que trataron de ocultar no revelando detalles ni
identidades.
¿Qué habría pasado si Collins hubiera vivido hasta la edad
promedio en su generación? Las principales fuentes para un posible futuro
comportamiento son sus acciones anteriores y el libro The Path to Freedom, que publicó en ese mismo año de 1922. Algunos
aspectos destacan en él: su insistencia en lo tradicional y genuino de Irlanda,
incluidos el idioma y la cultura autóctona; la armonización de la democracia
con la justicia social (reforma agraria, sistema tributario justo y
derechos laborales en la industria); la inversión productiva de los grandes
depósitos bancarios (más de 200 millones de libras); el interés por el
desarrollo pesquero, etc. También parece claro que la guerra civil habría
acabado sin las represalias y ejecuciones por el Estado Libre, que marcaron
negativamente las siguientes décadas. Es obvio que De Valera no habría tenido
su segunda oportunidad, con el Fianna Fáil[37].
Pero no es fácil que Collins hubiese conseguido mejores cosas en el Ulster,
donde su condición de militar y hombre duro le había llevado al callejón sin
salida que hemos visto en el capítulo correspondiente. Sí, en cambio, se cree
que su mejor visión de la política económica habría evitado en buena parte el
atraso de Irlanda en la larga época de Valera y suavizado el recurso a la
emigración para evitar el paro forzoso y la ruina familiar. Y, tal vez, su
posición no habría sido diferente de la de Valera en cuanto a la reforma
constitucional (supresión del juramento, salida de la Commonwealth, instauración de la República) y a una política
exterior independiente, que llevó a la neutralidad irlandesa en la Segunda
Guerra Mundial.
Una valoración final podría ser la del propio De Valera: “La
Historia recordará la grandeza de Collins y lo hará a mis expensas”.
[1] He respetado las rúbricas de los capítulos
establecidas por Tim Pat Coogan, aunque en ocasiones puedan resultar algo
confusas fuera de su libro. En esta, el autor quería dar a entender: El Hombre
Grande, cuando era pequeño. El Hombre
Grande (The Big Fellow -o Fella-) fue el apodo de Michael Collins
desde muy joven. En su caso, más que a la corpulencia, aludía a sus grandes
cualidades de personalidad y carácter.
[2]
Michael Collins (1890-1922) y Éamonn de Valera (1882-1975) fueron los políticos
más relevantes de Irlanda durante los años 1917-1922, como estrechos
colaboradores en un principio y, luego, como severos antagonistas.
[3]
Denominación general de la política
británica para dotar de autonomía a Irlanda.
[4] Thomas Woodrow Wilson (1856-1924), Presidente
de los Estados Unidos entre 1913 y 1921.
[5] David Lloyd George (1863-1945) fue Primer
Ministro del Reino Unido entre 1916 y 1922.
[6] Eran, respectivamente, los jefes de los
Partidos Parlamentario Irlandés y Unionista del Ulster.
[7]
El Ulster es la provincia norteña de Irlanda. Formada inicialmente por
nueve condados, quedó reducida a seis, para homogeneizar su población y
favorecer la división respecto del resto de Irlanda. Su capital es Belfast.
[8] Desde el Castillo de Dublín se dirigía por
los británicos lo fundamental de la política y la policía de Irlanda.
[9]
Hombres G eran los policías de la
División G de la histórica policía Royal
Irish Constabulary, especialmente dedicados a espiar y domeñar a los irlandeses
que luchaban por su independencia del Reino Unido.
[10]
Arthur Griffith (1872-1922) había
fundado en 1905 el partido político Sinn
Fein, ampliamente dominante en Irlanda entre 1918 y 1930. Sinn Fein significa Nosotros Solos.
[11]
Cathal Brugha (1874-1922), importante
político irlandés de esta época, enemigo declarado de Michael Collins.
[12]
Harry Boland (1887-1922), gran amigo y estrecho colaborador de Michael Collins,
de quien luego se alejó por razones políticas y sentimentales.
[13]
Importante y muy violenta fuerza
paramilitar, creada por los británicos para ayudar al Ejército y la Policía en
la lucha contra los nacionalistas irlandeses. Su nombre deriva de los colores
de su indumentaria de combate.
[14]
Sir Henry Wilson (1864-1922), mariscal,
Jefe del Estado Mayor Imperial, defensor a ultranza del unionismo del Ulster y
radical opositor, por tanto, de la unidad y autonomía de Irlanda como
totalidad.
[15] Winston Churchill (1874-1965) era a la sazón
Ministro de Colonias en el Gabinete británico.
[16]
Una de las más relevantes asociaciones y
grupos de presión estadounidenses, en favor de los intereses y aspiraciones de
Irlanda. Sus miembros eran mayoritariamente de ascendencia irlandesa. La
traducción de su nombre es Clan (o Familia) de los Gaélicos (o Irlandeses).
[17]
Otra de las asociaciones muy
importantes, constituidas en los Estados Unidos en favor de la independencia de
Irlanda.
[18]
Influyente semanario,
publicado en Nueva York a partir de 1905, totalmente favorable al
independentismo irlandés.
[19] Principios éticos y políticos que el
Presidente Wilson entendía debían inspirar los Tratados de Paz y el futuro
internacional. Lo más importante para Irlanda era el ferviente nacionalismo que
reflejaban.
[20] Patrick
Joseph Clune (1864-1935), nacido en Irlanda, era arzobispo de Perth
(Australia).
[21]
Daniel Patrick Mannix (1864-1963), nacido en Irlanda, era cardenal-arzobispo de
Melbourne (Australia).
[22] Fondo
creado para ayudar a los irlandeses presos, heridos o muertos por motivos
políticos, así como a sus familias.
[23] Richard
James Mulcahy (1886-1971), Jefe del Estado Mayor del IRA entre 1919 y 1922.
[24]
Literalmente, American Committee for Relief in Ireland, que hizo llegar a Irlanda
los fondos recaudados por él, a través de la Cruz Roja principalmente.
[25] Jan
Smuts (1870-1950), a la sazón Primer Ministro de la Unión Sudafricana.
[26]
La más amplia forma de autonomía (o soberanía compartida), reconocida entonces
por el Reino Unido, dentro del Imperio Británico. Antes de Irlanda, los
Dominios existentes eran cinco: Canadá, Terranova, Australia, Nueva Zelanda y la Unión de
Sudáfrica.
[27]
Commonwealth of Nations, fórmula
política y jurídica, para mantener lazos entre la Gran Bretaña y sus antiguas
colonias, cuya manifestación más evidente es que de todos esos Estados fuera su
Jefe el Rey de Inglaterra.
[28]
La sustitución de conferencias plenarias por subconferencias especializadas
daba lugar a que no participaran en ellas la totalidad de los plenipotenciarios
y secretarios irlandeses (como tampoco todos los delegados británicos).
[29]
De los seis condados del Ulster político, los de Fermanagh y Tyrone
tenían a la sazón mayoría de población favorable a su integración en el resto
de Irlanda.
[30]
El Estatuto de Westminster (1931) supuso
la renuncia del Parlamento británico a legislar sobre materias atinentes a los
Dominios, así como a vetar cualquier ley interna (incluso constitucional)
aprobada en un parlamento de los mismos.
[31] Fue consecuencia de una filtración, inicialmente transmitida al Evening Mail londinense.
[32]
Los Specials (categorías A, B y C) eran una fuerza paramilitar unionista, numerosa y bien armada,
constituida en el Ulster para apoyar la acción de la Policía (Royal Ulster Constabulary) y del
Ejército.
[33]
Es la traducción que suele darse al
topónimo Beal na mBlath, lugar del condado de Cork donde Michael Collins
encontró la muerte.
[34] El famoso militar inglés Thomas Edward
Lawrence (1888-1935), Lawrence de Arabia,
se ofreció para luchar en la guerra civil irlandesa al lado de Michael Collins,
pero fue vigorosamente disuadido por sus Superiores, siendo entonces cuando se
alistó secretamente como soldado raso en la
Royal Air Force.
[35]
Emmet Dalton (1898-1978), importante
colaborador de Michael Collins entre 1919 y 1922, tenía una buena formación
militar, adquirida en el Ejército británico durante la Primera Guerra Mundial.
[36] William Thomas Cosgrave (1880-1965), Primer
Ministro de Irlanda entre 1922 y 1932.
[37]
Partido político fundado por De Valera en 1926, con el que llegó al poder al
ganar las elecciones de 1932. Su nombre suele traducirse por Soldados del Destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario