Dos indios de película (I): Gerónimo,
el apache
Por Federico Bello Landrove
Entre la
historia real y el cine, se mueven infinidad de personajes interesantes.
Siguiendo la senda iniciada en mi ensayo El western[1],
trato ahora con cierto detalle de dos jefes indios señeros, reflejando su
biografía, su entorno y su proyección cinematográfica. En primer lugar, en este
ensayo, abordo la figura de Gerónimo[2]
(c. 1829-1909), el líder apache que llegó a tener en su persecución a unos
ocho mil soldados, entre estadounidenses y mejicanos.
1. Un piel roja con autobiografía
No tiene nada de
particular que Gerónimo cuente desde antiguo con biografías, publicadas en su
país natal[3].
Sí es excepcional que el caudillo apache relatara -en español- su historia a un
periodista y que -con la expresa autorización del Presidente Theodore
Roosevelt- la misma se publicase, todavía en vida del historiado[4].
Creo que puede tener interés resumir brevemente su contenido en todo aquello
que he reputado fundamental. Siguiendo el orden expositivo del original, lo
extracto así:
·
Los
apaches no reconocían deberes para con las personas extrañas a su tribu. Por
eso no era una falta legal ni moral el matar o saquear a quienes les eran
ajenos. Pero si aceptaban un favor hecho por un extranjero, o le permitían
compartir sus cosas y derechos, entonces el extraño se convertía en un pariente
de la tribu, por adopción. Entonces, los miembros de tal tribu tenían que
reconocer sus deberes para con él[5].
·
La
explicación de por qué Gerónimo no fue, estrictamente, un jefe es la
siguiente: Su abuelo, llamado Maco, fue jefe de los apaches nednis, pero
su hijo -el padre de Gerónimo- se casó con una apache bedonkohe y se
unió a la tribu de esta, por lo que perdió el derecho hereditario entre los nednis.
Esto explica que Gerónimo no fuese jefe por derecho sucesorio, como tampoco
su padre. Fue Mangas Coloradas quien llegó a ser en la juventud de
Gerónimo el jefe de los apaches bedonkohes[6].
·
En
el verano de 1858, la tribu de Gerónimo se hallaba en territorio mejicano y en
paz con dicho Estado. No obstante, estando los guerreros apaches ausentes del
campamento, este fue atacado por sorpresa por las tropas mejicanas. Tras matar
a los centinelas, los soldados asesinaron a mujeres y niños, robando cuanto
pudieron. Así cayeron la madre, la esposa y los tres hijos pequeños de Gerónimo,
que fue el guerrero que más pérdida tuvo. En consecuencia, Gerónimo hizo
juramento de venganza eterna contra los militares mejicanos y, en general,
contra su República[7].
·
En
efecto, la venganza de Gerónimo contra los mejicanos duró lo que su vida como
guerrero (hasta 1886), ya organizando expediciones o guerras privadas, ya
mediante campañas bélicas con toda su tribu, con un carácter en principio
anual. Tampoco los mejicanos se anduvieron con chiquitas, pues su Gobierno
pagaba por cada cabellera apache presentada la cantidad de 100 dólares oro -si
era de guerrero-, 50 por la de mujer y 25 por la de niño[8].
·
El
valor personal y el conocimiento bélico de Gerónimo fueron pronto reconocidos
por los suyos, convirtiéndose en su jefe para la guerra, aunque nunca lo
fuera de ninguna de las tribus apaches en tiempo de paz. También los mejicanos
pronto aprendieron a temerlo, empezando a llamarlo Gerónimo, por
corrupción fonética de su nombre apache Gojleyeh, cuyo significado era El
que bosteza[9].
·
Los
apaches nunca encadenaban en los campamentos a sus prisioneros, ni los
encerraban, pero pocas veces los dejaban marchar sin cobrar un rescate. Si eran
hombres, los obligaban a trabajar (corta de leña, cuidado de caballos o ganado,
etc.). Si eran mujeres o niños, los incorporaban a la tribu y trataban como a
los suyos[10].
·
Aunque
buenos jinetes, los apaches utilizaban los caballos para desplazamientos largos
o para cuidar el ganado. Para luchar, solían hacerlo a pie, para así moverse
con mayor facilidad y poder agacharse y esconderse más fácilmente[11].
·
Gerónimo
reconocía que las incursiones y ataques de los apaches eran muy violentos, pero
consideraba que toda la gente de la frontera, estadounidenses y
mejicanos incluidos, hacía lo propio. Podía decirse -según él- que los apaches
se limitaron a ser buenos discípulos de los blancos en este punto[12].
·
Solo
en contadas ocasiones hubo en las guerras apaches verdaderas batallas. Eso
sucedió, sobre todo, a partir de 1873 y principalmente con los mejicanos, a uno
de cuyos generales -no dice su nombre- mató Gerónimo de un disparo de rifle[13].
·
Además
del apache, Gerónimo conocía bien la lengua española, que utilizaba en las
negociaciones con los norteamericanos, para que fuese seguidamente traducida al
inglés[14].
·
En
Arizona y Nuevo Méjico hubo muy pocos blancos en la juventud de Gerónimo, en
general, comerciantes. Solo después de la Guerra de Secesión (a partir de 1868,
aproximadamente) llegaron los soldados y los colonos, así como los mineros,
empezando entonces los problemas y las guerras con los apaches. Según Gerónimo
ello fue porque trataban a los apaches sin escrúpulos y pretendían reducirlos a
las reservas. Lo cierto es que, en guerra abierta o con escaramuzas, las
violencias entre razas fueron casi constantes. Los tratados eran
sistemáticamente incumplidos por los blancos. El asesinato del jefe apache
Mangas Coloradas (1863) fue definitivo para que Gerónimo, el jefe Victorio y
otros muchos apaches perdiesen la confianza en los tratados y en las treguas[15].
·
Ampliando
el tema de los tratados, un biógrafo de Gerónimo[16]
señala que, en un principio, los apaches no se preocupaban de que los acuerdos
se escribieran, pues la palabra oral tenía para ellos suficiente valor. Por
ejemplo, el tratado de 1872 entre el general Oliver Otis Howard y el jefe
apache de los chiricahuas, Cochise, permaneció en estadio verbal, lo que
tenía un significado completamente distinto para los blancos americanos y los
indios, además de ocasionar las consiguientes discusiones sobre su contenido.
La complicación era todavía mayor, por la doble traducción que se necesitaba:
apache-español y español-inglés.
·
La
desconfianza general hacia los blancos no hace olvidar a Gerónimo que hubo
blancos de buena fe, como el general Howard y algunos de los agentes indios de
su tiempo[17]. Los
demás, entre los que incluye a los generales Crook y Miles, no cumplieron su
palabra y se empeñaban en juzgar y castigar a los indios por el mero hecho de
salir de las reservas, donde no podían hacer otra cosa que malvivir. Fue
entonces cuando Gerónimo, junto al jefe Naiche -hijo de Cochise-, tomó parte en
la dirección del bando de los apaches irreductibles, que fueron perseguidos
incansablemente por miles de soldados estadounidenses y mejicanos, que operaban
de manera acordada[18].
·
La
lucha final (1883-1886) fue sin cuartel e incesante, hasta que la pésima
situación de los apaches los forzó a pedir la paz, pero -siempre según
Gerónimo- no por rendición incondicional, sino por un tratado con el general
Miles. El acuerdo suponía que los apaches serían trasladados a Florida, pero
con pronto regreso y en buenas condiciones socioeconómicas. Nada de esto
-agrega Gerónimo- se cumplió correctamente, pues fueron considerados
prisioneros de guerra, retenidos durante décadas y obligados a realizar
trabajos forzados[19].
El redactor de la autobiografía de Gerónimo, señor Bartlett, hizo las
pertinentes indagaciones, que parecen confirmar las quejas de Gerónimo, aunque
reconoce que seguía habiendo una duda fundamental acerca de si la rendición de
los apaches había sido incondicional, o no[20].
·
La
vida de los apaches como prisioneros de guerra (1886-1913) duró toda la vida de
Gerónimo -que falleció en 1909-, con sucesivos traslados desde Florida, a
Alabama y Oklahoma, mejorando poco a poco las condiciones laborales, si bien la
propiedad del ganado y de los frutos de la tierra estuvo muy limitada por la
detracción de buena parte de ellos para integrar el muy sospechoso Fondo
apache. Las penurias, el clima, las epidemias y la crisis moral
disminuyeron mucho el número de los apaches, parte de los cuales acabó fundiéndose
en Oklahoma con comanches y kiowas[21].
·
El
libro se completa con alusiones a las formas apaches de obtener justicia penal en
su tribu -juicio de los notables o venganza privada-[22];
la adopción de los niños que quedaban huérfanos[23];
la formación moral y militar de los guerreros[24];
el gran valor de los distintos tipos de danzas colectivas[25],
etc. Gerónimo se explaya sobre su presencia durante meses en la Exposición
Mundial de Saint Louis (1904), que le sirvió para completar sus esfuerzos de
madurez y vejez para comprender la civilización blanca americana[26].
Sobre la religión, Gerónimo reconoce la superioridad del Cristianismo, que
coincide con las creencias apaches en la existencia de un Dios personal -Usen-,
en la otra vida y en el premio en la misma de la buena conducta en esta;
hasta el punto de que acabó por afiliarse (1903), con dudosa convicción y
sinceridad, a la Iglesia Reformada Holandesa, que era también la del Presidente
Theodore Roosevelt[27].
·
Finaliza
Gerónimo su autobiografía con unas palabras de agradecimiento al Presidente, T.
Roosevelt, y con el deseo de que los apaches regresen a su tierra de origen en
Arizona, para que los pocos que aún queden puedan vivir allí bien y en paz[28].
·
Como
complemento a lo antes expuesto acerca de la categoría objetiva de Gerónimo
entre los apaches -nunca fue un jefe en tiempos de paz- y, en cambio, la
profunda influencia y respeto que concitaba entre su nación, puede ser
interesante aludir a su condición de hechicero u hombre-medicina,
debido a sus hipotéticos poderes paranormales. Quienes lo seguían estaban
seguros de que tenía facultades para curar enfermedades, detener o hacer más
lento el paso del tiempo, provocar tormentas o vislumbrar lo acaecido a grandes
distancias. El poder de premonición certera tuvo algunos ejemplos notables a lo
largo de su vida, de lo que fue testigo su pariente -luego, hombre letrado y
defensor de los derechos de los apaches- Jason Betzinez -o Betsinas-, autor de
un interesante libro-testimonio sobre Gerónimo[29].
Gerónimo (segundo por la derecha),
entre otros jefes indios, en el desfile inaugural de la Presidencia de Theodore
Roosevelt (Washington, 5 de marzo de 1905)
2. Una reseña histórica de las campañas
de Gerónimo
Sigo y resumo en
este capítulo el conocido y acreditado libro Enterrad mi corazón en Wounded
Knee[30], por lo
que estoy seguro de ofrecer a mis lectores un relato fiel de lo acaecido, en
particular, entre los años de 1881 a 1886, que fueron los finales y más famosos
de la carrera bélica de Gerónimo. Vamos con ello:
Gerónimo ya se
había hecho un nombre entre los apaches en tiempos de Cochise (jefe de los
apaches chiricahuas entre 1861 y 1872). Fallecido aquel, se constituyó
en colaborador importante del violento jefe mestizo Victorio, que tomó la senda
de la guerra y tuvo que pasar la frontera hacia Méjico. Allí, cercado por las
tropas mejicanas, Victorio halló la muerte junto a otros 77 apaches -incluidos
mujeres y niños-, pudiendo escapar solo unos treinta guerreros y quedando otros
prisioneros. Tan severa derrota supuso la sumisión de las tribus apaches
durante unos años, en que quedaron recluidos en las reservas, principalmente,
la poco grata de San Carlos.
Con todo, la
notoriedad de Gerónimo entre los estadounidenses se inicia en 1881, cuando
dirige la salida de numerosos apaches (principalmente chiricahuas) de
las reservas de White Mountain y San Carlos, para lanzarse a la guerrilla y el
pillaje en la zona fronteriza de Arizona y en el interior de Méjico. Esta
situación se mantuvo durante unos dos años y en ella compartió acciones y
notoriedad con otro viejo guerrero, llamado Nana, así como con el jefe de los chiricahuas
Naiche, hijo del legendario Cochise. Tras obtener en Méjico abundantes
armas y caballos, Gerónimo y los suyos volvieron a la reserva de San Carlos,
para animar -incluso, por la fuerza- a los apaches renuentes -que mandaba el
jefe Loco- a incorporarse a la guerrilla y, tras diversas incursiones de
pillaje, retornar a Méjico.
Es el momento en
que el Gobierno americano se toma muy en serio la amenaza apache y, en
septiembre de 1882, nombró al riguroso general Crook jefe de todas las fuerzas
de combate contra los apaches. Dicho general, que no gozó del aprecio de
Gerónimo, actuó con bastante justicia: Estudió las razones del abandono indígena
de las reservas y apreció que los apaches eran víctimas de toda clase de
abusos, que decidió remediar en lo posible. Echó a los blancos ocupantes de
territorios de la reserva e inició un esfuerzo para hacer regresar a los
apaches, firmando con ellos algún tipo de compromiso. A tal fin, el general
entró en Méjico con pocas fuerzas, ocupó por sorpresa el campamento de los
apaches sublevados -que eran mandados a la sazón por Gerónimo, Lobo Gris y
Chato- y forzó a Gerónimo a una tensa negociación. Finalmente, hubo acuerdo y,
en la primavera de 1884, Jerónimo y los últimos apaches renuentes retornaron a
la reserva, haciéndoles sufrir el disgusto de requisarles el botín robado a los
mejicanos, a quienes se les reintegró.
Con la mejora de
la situación en las reservas, hubo tranquilidad hasta el otoño de 1885, si bien
los políticos y muchos periodistas no dejaban de inventar o exagerar los
excesos de los indios, culpando siempre de ellos a Gerónimo y a sus apaches. En
esa fecha, a raíz de una tremenda borrachera y de la propagación de rumores
ominosos para los indios, Gerónimo y sus fieles (34 guerreros y 92 mujeres y
niños) abandonaron la reserva y entraron en Méjico, entre el miedo y el
escándalo propalados por los medios de información. Luego, los apaches se
dividieron, al separarse un grupo de ellos, mandado por Chihuahua, con la
presunta intención de volver a la reserva. Ante esta situación de rebeldía,
Crook impidió los conatos de los políticos de la zona, en el sentido de formar
una milicia cívica armada para ir contra los apaches, pero decidió poner en
marcha el ejército, con cuantas tropas pudo reunir. Las órdenes que el general
recibió de Washington eran terminantes: matar a todos los indios que no
aceptasen volver a las reservas.
El ejército
mejicano, por su parte, decidió colaborar coordinadamente con el de Estados
Unidos, con lo que los apaches se encontraron entre dos fuegos, dado que los
estadounidenses recibieron autorización mejicana para penetrar profundamente en
su territorio. Bajo tan gran presión, los jefes Chato y Alchise exhortaron a
Gerónimo a que se rindiera a Crook, aunque fuese sin condiciones. La oferta,
coincidente con las órdenes recibidas del Gobierno, fue la de que serían
confinados en Florida, con la expectativa de regresar, quizá pasados solo dos
años. Esta última posibilidad fue finalmente descartada, lo que contrarió a
Crook, que fue incapaz de dulcificar los términos de la rendición, para
acomodarlos a lo que él había prometido. El hecho es que, en el viaje de vuelta
a la reserva, Gerónimo y Naiche escaparon durante la noche, seguidos por unos
treinta guerreros. Parece que el whisky tuvo mucho que ver con su inopinada
decisión.
En ese momento
(abril de 1886), el Departamento de Guerra montó en cólera; destituyó a Crook,
reemplazándolo por el general Miles, y unos cinco mil soldados
-aproximadamente, la cuarta parte de los efectivos militares de los Estados
Unidos-fueron encargados de la persecución de los apaches, aunque no todas las
Unidades tomaron parte efectiva en ella. Unos tres mil soldados mejicanos los
secundaron. Finalmente, en agosto de ese mismo año de 1886, con la mediación de
algunos oficiales de su confianza -destacadamente, el teniente Gatewood-, se
entró en contacto con Gerónimo, quien no tuvo más remedio que rendirse y
aceptar el destierro a Florida, evitando la muerte en la horca, en la que ya
pensaba el Presidente, Grover Cleveland.
Todos los apaches,
fueran fieles o rebeldes, hubieron de seguir la misma suerte durante años,
pasando luego a nuevos destinos de reserva-prisión, en Alabama y Oklahoma,
sucesivamente. Los apaches como pueblo unido nunca regresarían a Arizona ni a
Méjico, ante la tajante negativa de sus habitantes blancos. En cambio,
comanches y kiowas les ofrecieron parte de sus reservas en el territorio de
Oklahoma.
Gerónimo murió en
1909, todavía con la condición de prisionero de guerra, que mantuvo desde 1886.
En 1913, los apaches sobrevivientes recibieron el mandamiento de libertad, con
el que muchos de ellos retornaron a Arizona y Nuevo Méjico, nuevamente a
reservas de carácter tribal, aunque con creciente libertad individual de
movimientos.
3. Gerónimo, según Hollywood
No pretendo en
este capítulo desarrollar la ardua tarea de presentar con exhaustividad todas
las películas en las que sale Gerónimo, pero sí aludir a las tres cintas
que más han pretendido biografiarlo o, cuando menos, han tomado la decisión de
plasmar en su título el nombre del famoso apache. Mi objetivo, más allá de
recoger algunos datos de fácil localización en Internet, es el de seguir la
deriva ideológica habitual en el tratamiento de los indios en los westerns,
cada vez más personal y favorable a los mismos. Sobre ello, ya he escrito de
forma breve y general en otro ensayo, recogido en este mismo blog[31].
3.1.
El Geronimo de 1939.
Con guión y
dirección del poco conocido cineasta Paul Sloane, la película Geronimo!
fue estrenada en noviembre de 1939, muy oportunamente en la capital de Arizona
-Phoenix-, de cuyo Estado era oriundo el famoso apache del título. Película
perfectamente prescindible en relación con su biografía, presenta, sin embargo,
otros aspectos curiosos, que procuraré recoger en parte, una vez aluda
telegráficamente a su argumento y filosofía racial.
La cinta arranca
de una situación de sublevación del jefe apache Gerónimo quien, secundado por
una banda de guerreros -algún programa de mano de la película da el número de
diez mil-, está sometiendo al Suroeste a una vorágine de asaltos y
asesinatos -una de cuyas víctimas es la protagonista femenina del film,
que pasará en coma la mayor parte del tiempo de proyección-. Como es natural,
el Ejército americano se empeña en acabar con la violencia y -cuando menos-
detener a Gerónimo, pero ello contará, al menos, con dos serios inconvenientes:
1º. Las discrepancias y tensiones entre los mandos militares, llamativamente
personalizadas en un veterano general y un bisoño teniente, hijo del anterior,
con el certero y experimentado término medio del capitán que ejerce la tutela
moral del joven teniente. 2º. La malévola y disimulada ayuda que presta por
dinero a los indios una especie de renegado -por supuesto, cobarde y
traicionero-, que personifica el actor Gene Lockhart, en la actuación más
memorable de la película. Finalmente, tras diezmar a la población civil del
territorio, los apaches serán reducidos y la película se encaminará al
consabido final feliz.
Aunque la
presencia de Gerónimo está reducida a momentos bastante concretos del film, es
obvio que encarna la brutalidad indiscriminada que solía imputarse a los indios
en la primera época del western. En este caso, a mayores, la película
incide en la misma despersonalización de esos primeros tiempos, consistente en
presentar a los pieles rojas como una masa tribal, carente de matices y
de individualización de conductas. El título de la película parece dar a
entender que nos hallemos en presencia de una biografía -todo lo parcial y
mendaz que se quiera-, pero no es así, como antes apuntaba. Puede decirse que
Gerónimo es usado como gancho para atraer al público, para quien aquel
nombre mítico estaba a punto de alcanzar una insospechada resurrección, gracias
al grito de los paracaidistas al lanzarse del avión -cuestión sobre la que,
inexcusablemente, más tarde volveré-.
El gran
investigador y conservador de cine, William K. Everson[32],
consideró Geronimo! un buen ejemplo de las películas que literalmente
debían a otras parte del planteamiento y del metraje. Este historiador del cine
ha rastreado en Geronimo! la influencia de Tres lanceros bengalíes (Lives
of a Bengal lancer, dirigida por Henry Hathaway en 1935), hasta el punto de
considerar aquella un remake de esta, así como el empleo de material
descartado en anteriores cintas del Oeste de los mismos estudios Paramount:
Una nación en marcha (Wells Fargo, dirigida por Frank Lloyd en
1937) y Buffalo Bill (The plainsman, dirigida por Cecil B. de
Mille en 1936). Esa circunstancia del aprovechamiento de materiales anteriores,
como la no muy aparente fama de los actores, hace suponer a Everson que el
Estudio contaba con hacer una película de la serie B, aunque finalmente la
propaganda y la distribución fueron las propias de un film de la serie A, pero
no el impulso ni la calidad.
Es muy probable
que esta película permanecería en el olvido más absoluto, si no hubiera sido
por una anécdota de conocimiento internacional. Me refiero a su incidencia en
el famoso grito de valor ¡Gerónimo!, que los paracaidistas
estadounidenses popularizaron como exclamación a partir de 1940, tras haber
visto varios de ellos la película homónima[33].
Diversas cuestiones permanecen irresueltas, a este respecto, pero no dos, que
me permito resaltar: la indudable relación de la película con el grito[34],
así como el hecho de que los familiares más allegados del difunto Gerónimo
fueron consultados y dieron su orgullosa conformidad, para que el nombre de su
ilustre pariente figurase en el escudo o escarapela de algunas unidades del
Ejército americano, en las que continúa apareciendo[35].
También la palabra Geronimo es repetida varias veces en uno de los más
famosos himnos de los paracaidistas de los Estados Unidos[36].
Concluyo la
referencia a este Geronimo! de 1939, aludiendo al curioso caso del actor
que lo encarnó, llamado Victor Daniels en la vida real y Jefe Nube de Trueno
(Chief Thundercloud) en su carnet profesional y en los títulos de
crédito de otras producciones[37].
Sorprendentemente, en esta, pese a titularse Geronimo!, no se acredita
el nombre del actor que lo encarna, por poco que sea el tiempo que aparezca en
pantalla. Daniels se había inventado una biografía, como nacido en
Oklahoma, en el seno de una familia de la aristocracia india de la
nación cherokee -otra veces, decía que creek- y tribu Muskogee,
siendo sus padres el jefe Nube Oscura y la squaw, Estrella de
la Mañana. Había estudiado -según él- en la Universidad de Arizona, donde
había destacado, tanto en los estudios, como en los deportes -fútbol americano,
boxeo-. La verdad era que había nacido en Arizona, de una familia de chicanos
-los padres eran Jesús Daniel, de donde el apellido Daniels, y Tomasa-,
pasado por los más variados trabajos, adquiriendo en un rancho habilidades de
vaquero. Nacido en 1899, figuraba como especialista y actor cinematográfico de
Hollywood a partir de 1935. En los siguientes veinte años -murió en 1956-,
participó en unas sesenta películas del Oeste, más algunas series de corto o
mediometrajes -destacando en el papel de Tonto, el inseparable indio que
acompañaba al Llanero Solitario (The Lone Ranger)- y alguna aparición en la incipiente
televisión (The Gene Autry Show, 1950). Su imponente presencia y rasgos de
similitud india hicieron su modesta fortuna profesional que, en más de la mitad
de las películas en que participó, no le permitió ni hacerse acreditar. La última actuación en el cine -que se sepa- no fue ciertamente menor,
pues tuvo lugar en el inolvidable western,
Centauros del desierto (The
searchers), dirigido por John Ford en 1956.
3.2.
El Gerónimo de 1962.
En conjunto, es la película que más
ampliamente trata el personaje histórico de Gerónimo, aunque su calidad sea
mediana y la encarnación del personaje por el conocido -y de rasgos nada amerindios-
Chuck Connors sea la menos creíble, entre las tres cintas examinadas. Rodada
mayormente en espectaculares paisajes del norte de Méjico, se integra en la
segunda corriente filosófica de los indios en el western, es decir, la
que los considera un producto de su civilización y ambiente, auténticas
víctimas de la rapacidad de los blancos y del incumplimiento de los tratados
por parte del Gobierno estadounidense. Se trata de una producción distribuida
por United Artists, dirigida por Arnold Laven, que también coprodujo la
cinta y colaboró en el guion. Una vez más, el argumento se centra en el periodo
álgido de la vida del caudillo apache, es decir, los años ochenta del siglo
XIX. Puede esquematizarse así:
Hacia el año 1883,
el valiente jefe indio Gerónimo y su pequeño grupo de guerreros apaches,
sometidos al continuo hostigamiento de las tropas de los Estados Unidos y de
Méjico, decide rendirse a cambio de obtener comida y tierras. Así se acuerda en
un tratado, pero los hombres blancos romperán sus promesas, condenando a los
indios a la miseria. Cuando las tierras que se les ha asignado como reserva les
son arrebatadas, Gerónimo vuelve a escapar, acompañado de una cincuentena de
guerreros, y conduce a su tribu hasta Méjico, desde donde declara la guerra a
los Estados Unidos, pese a lo mínimo de sus fuerzas. Se enfrentará con
determinación y astucia al enemigo, hasta volver a la situación inicial, es
decir, rendirse y perder la libertad a manos de los blancos.
Paralelamente, se
desarrolla una subtrama de amor, que quiero destacar aquí por una doble razón:
A) Porque la actriz que representa a la esposa de Gerónimo es una auténtica india
(o, mejor dicho, medio india), pero de la India, no de origen amerindio -su
nombre, Kamala Devi-. B) Porque el romance pasó de la pantalla a la vida real:
Chuck Connors y Kamala Devi fueron matrimonio entre 1963 y 1972.
La película apenas
retoma la verdadera biografía de Gerónimo, para bien y para mal. De una parte,
presenta al jefe apache con unas notas de honradez, pacifismo y unas gotas de
humor, que parecen alejadas de su forma de ser[38]
y, desde luego, de la edad que ya tenía por aquellas fechas -unos 55 años-. De
otra, lo valora implícitamente al modo de los héroes de tragedia, cuya rebelión
está condenada al fracaso de antemano, por lo que se trata de un sacrificio
testimonial, pensando, tal vez, en un futuro mejor.
Otros rasgos de la
película, que preludian formas más drásticas de valorar la relación entre razas
en los Estados Unidos, son la corrupción generalizada que rezuman los agentes
del Gobierno encargados de regir las reservas y la delgada línea que separa la
guerra y el genocidio, tal y como aquella es llevada contra los indios por el
Ejército norteamericano.
3.3.
Gerónimo, una leyenda americana (1993).
Desde el punto de
vista artístico, el Geronimo de 1993 es la mejor de las películas
biográficas sobre el guerrero apache y -según algunos- un western sobresaliente.
Desde luego, está trufada de nombres importantes, comenzando por el del
director, Walter Hill, y el guionista, John Milius, y continuando por el elenco
de actores principales, del que forman parte Jason Patric, Gene Hackman, Robert
Duvall y un principiante llamado Matt Damon. El papel de Gerónimo es asignado
-esta vez sí- a un genuino piel roja, el actor Wes Study, nacido en
Oklahoma de una familia cherokee. Y, con todo, la cinta fue un llamativo
y espectacular fracaso económico, al recaudar como la mitad de lo gastado en
ella[39]:
Se ve que La leyenda americana no tenía el gancho que se esperaba, o las
formas y maneras que el público de finales del siglo XX esperaba. Pero vayamos
con el argumento, no sin antes suscribir la crítica del título que Walter Hill
realizó: Aquella no era una biografía de Gerónimo, sino su campaña final; por
ende, debió llamarse algo así como La guerra de Gerónimo, como estuvo
previsto. En fin…
Los apaches han
aceptado a duras penas el acuerdo de 1884 con el Gobierno de los Estados Unidos
para regresar a las reservas, pues muchos de ellos no se adaptan a la vida de agricultores,
entre ellos, Gerónimo quien, entendiendo que el tratado ha sido violado por los
blancos y desconfiando de las promesas de estos, huye de la reserva, en unión
de 30 guerreros, humillando simultáneamente al Ejército que lo vigilaba. Un
teniente, Charles B. Gatewood, acompañado de un grupo de militares, se propone
convencer a Gerónimo de que regrese o se rinda. Los generales que dirigen las
operaciones -Crook y, luego, Miles- apoyan con reticencias el esfuerzo de
Gatewood, que finalmente resultará exitoso, aunque mucho más severo de
resultados que lo previsto. Todos los apaches serán confinados en Florida y las
protestas de Gatewood y Miles serán acalladas, mediante el traslado a una
guarnición remota y la dimisión, respectivamente.
Pese a los
esfuerzos del equipo de la película y a la espectacularidad de los paisajes del
Estado de Utah, el visionado de la cinta se hace gradualmente pesado, perdiendo
interés de modo progresivo. Tal vez sus 115 minutos de duración resulten
excesivos para contar un detalle concreto de la vida de Gerónimo y sus
adláteres y enemigos, por más que ese momento fuera el último y más notorio de
su larga y famosísima rebelión[40].
[1]
Véase en este mismo blog, con la etiqueta de Ensayos, el titulado
Ensayos de cine (2): El western.
[2]
Aunque la ortografía actual del nombre se inclina por Jerónimo, mantengo
la histórica, que es la seguida sin dudar por los norteamericanos
(naturalmente, sin tilde).
[3]
Gerónimo nació en el actual Estado americano de Arizona, en junio de 1829 -la
fecha la facilitó él mismo, aunque carece de refrendo documental-. Entre las
biografías, he consultado la edición de 2012 de la siguiente: Robert M. Utley, Geronimo,
Yale University Press, 1ª edición, 1929.
[4]
Véase S.M. Barrett, Geronimo’s story of his life, Dulfield & Co.,
New York, 1907. Hay traducciones al español, pero yo me he valido de una al
gallego, obra de Onofre Sabaté: Gerónimo. Unha autobiografía, edicións
Positivas, Santiago de Compostela, 1994.
[5] Gerónimo.
Unha biografía, cit., p. 43.
[6]
Íbidem, p. 47.
[7] Íbidem,
pp. 55-57.
[8] Íbidem,
pp. 58 y siguientes.
[9] Íbidem,
pp. 60 y 62.
[10] Íbidem,
p. 72.
[11] Íbidem,
p. 79.
[12] Íbidem,
pp. 85-91.
[13] Íbidem,
pp. 93-100.
[14] Íbdem,
p. 99 y otras.
[15] Íbidem,
pp. 105-112.
[16] Robert
M. Utley, ob. cit. en la nota 3.
[17] Íbidem,
pp. 114-115.
[18] Íbidem,
pp. 117-121.
[19] Íbidem,
pp. 123-127.
[20] Íbidem,
pp. 131-147.
[21] Íbidem,
pp. 149-151.
[22] Íbidem,
p. 157.
[23] Íbidem,
p. 158.
[24] Íbidem,
pp. 158-160.
[25] Íbidem,
pp. 159-163.
[26] Íbidem,
pp. 167-172.
[27] Íbidem,
pp. 173-176.
[28] Íbidem,
pp. 177-178.
[29]
Jason Betzinez (con la colaboración de W.S. Nye), I fought with Geronimo,
primera edición, Stackpole & Co., Harrisburg (PA), 1959, espec. pp. 116 y
siguientes. Betzinez vivió entre 1860 y 1960.
[30]
Véase Dee Brown, Bury mi heart at Wounded Knee, edit. Holt, Rinehard
& Winston, New York, 1970. He utilizado la versión española, Enterrad mi
corazón en Wounded Knee, edit. Bruguera, Barcelona, 1973. En concreto, me
han sido de utilidad los capítulos titulados Cochise y las guerrillas
apaches (pp. 267-300) y El último jefe apache (pp. 515-542).
[31]
Véase Ensayos de cine (2): El western, en especial el capítulo titulado Un
modelo de la evolución: El indio en el western.
[32] William
K. Everson (1929-1996), en un artículo titulado Movies out of thin air.
[33]
Colonel Ed Howard, Paramount’s 1939 western Geronimo: a forgotten movie with
a giant legacy, www.b.westerns.com,
diciembre de 2004. El autor sirvió, precisamente, en unidades de paracaidistas.
[34]
En efecto, fue esta película la que estaba en cartel en los días de 1940
previos a la primera utilización del grito, en el Main Post Theatre, de
Fort Benning (Georgia).
[35] En concreto, los Regimientos 501 y 509 de
Paracaidistas, de la famosa 101 División Aerotransportada.
[36] Su título es Down from heaven y su
autor, el teniente coronel paracaidista, Byron Page.
[37] Lo que este actor, y los Estudios, querían
que se dijese de él puede encontrarse en el pressbook de la serie
americana de la productora Republic, The Lone Ranger rides again
(1939).
[38] El relato más completo y objetivo -dentro de
lo que cabe- sobre el Gerónimo de los últimos tiempos de su rebelión es el de
Britton Davis, The truth about Geronimo, Lakeside Press, Chicago, 1951.
Se trata de una obra publicada póstumamente, pues su autor había fallecido en
1930.
[39] El presupuesto fue de 35 millones de dólares,
recaudando en taquilla 18,6 millones.
[40] El mejor relato sobre la última campaña
contra Gerónimo, que depende en gran medida de los papeles y recuerdos del
teniente Gatewood, es el siguiente: Odie B. Faulk, The Geronimo campaign,
primera edición, Oxford University Press, Oxford & Nueva York, 1969.
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