Historias de
traición (IX). Doctor Zhivago
Por Federico Bello
Landrove
La publicación de la gran novela de Boris
Pasternak[1], Doctor Zhivago[2], representó un ejemplo sobresaliente de
cómo la libertad de expresión puede convertirse en una traición para los
enemigos de la autonomía de la voluntad. El escritor Pasternak y el editor
Giangiacomo Feltrinelli[3] se convirtieron sucesivamente en felones
para las Autoridades soviéticas y para el Partido Comunista Italiano,
respectivamente. Sin ánimo de exactitud ni de perfección, esta es la historia.
1. La forja de un disidente
Examinando a
posteriori la biografía de Pasternak, éste parecería predestinado a permanecer un
tanto apartado de la vida social en casi cualquier país y, desde luego, en la
Rusia en que le tocó vivir, al menos, a partir de 1914. Procuraré justificar en
este capítulo mi precedente aseveración.
Podemos empezar
por recordar que nuestro escritor nació en la ciudad de Odesa, ya entonces solo
en parte rusa, tanto por sus antecedentes ucranianos, como por el
cosmopolitismo que le brindaba su carácter de puerto frecuentado, no solo por
la flota de guerra rusa, sino por los navíos de múltiples nacionalidades.
Verdad es que, cuando menos a partir de 1904 -cuando contaba con catorce años-,
Boris abandonó de modo definitivo su residencia odesita, pero no lo es menos
que su partida fue rumbo a un centro docente en la provincia de Ternopol, mucho
más ucraniano de lo que lo era Odesa.
Dicho centro, la Laura de la
Dormición de la Virgen de Pochaiv, tenía otra peculiaridad, perfectamente
ligada a la presente y futura personalidad de Pasternak: la de ser un cenobio
ortodoxo, aunque con todas las matizaciones derivadas de hallarse a comienzos
del siglo XX[4].
La conexión del
literato con el cristianismo resulta tanto más llamativa, cuanto que su familia
era de origen judío, al parecer, sefardí y de alcurnia[5].
Su progenitor se había apartado del judaísmo, abrazando el cristianismo
ortodoxo. Boris seguiría su senda, como se refleja en el tipo de humanismo y
espiritualidad que impregnaría toda su vida y se reflejaría en su obra escrita.
He aludido al
padre del escritor, Leonid Pasternak[6],
uno de los más famosos pintores e ilustradores rusos de su generación. También
hay que referirse a su madre, Rosa Kaufman, notable concertista de piano, de la
que bien pudo su hijo recibir el influjo y la herencia biológica para
apasionarse por la música, carrera que inició en el Conservatorio de Moscú,
para abandonarla después. Al domicilio moscovita de los Pasternak acudían
asiduamente personajes del nivel del novelista León Tolstoi, del poeta Rainer
Maria Rilke, y de los compositores Scriabin y Rachmaninov; excelente caldo de
cultivo para un futuro artista, pero muy alejado -por supuesto- del que vivía
la inmensa mayoría de los jóvenes coetáneos de Boris.
El paso siguiente
en la excepcionalidad de Pasternak fue el de abandonar sus estudios en Moscú,
para desplazarse a la Universidad alemana de Marburgo, corazón entonces de la
tendencia filosófica del neokantismo, en la que, a partir de 1910, siguió las
clases de los grandes profesores de tal escuela, Hermann Cohen, Nicolai
Hartmann y Paul Natorp. Allí se licenciará en Filosofía, en vísperas de la Gran
Guerra Europea, pero declinará la oferta de continuar en Marburgo para
doctorarse[7].
De tierras alemanas ya trajo Pasternak su primer libro de poemas, El gemelo entre las nubes, que publicó
en Rusia a su regreso, en 1914.
Lógico es suponer
que resultara decisivo para la formación de la mentalidad del escritor el que,
a partir del año últimamente citado -cuando él tenía 24-, se viese inmerso en
una nación en guerra, en revolución o en brutal dictadura. Recordemos que Rusia
participó en la llamada Gran Guerra Europea entre 1914 y 1917. En este año, se
inició la Revolución rusa que, con la guerra civil e internacional subsiguiente,
se prolongó hasta 1923. La férrea dictadura soviética posterior (que, como
mínimo, puede llevarse hasta la muerte de Stalin, en 1953) fue acompañada con
la participación rusa en la Segunda Guerra Mundial (1941-1945). Los años que
Pasternak sobrevivió a Stalin (hasta 1960) la violencia y el rigor
dictatoriales se suavizaron (etapa de Kruschev), aunque no lo bastante, como
para que los escritores -Boris en particular- dejasen de cumplir su maldición
histórica, el quevediano sentir siempre
lo que se dice, y Pasternak, en concreto, cometer el crimen de ganar el Premio Nobel de Literatura[8].
Algo que, tal vez,
podría haber servido para integrar al joven Pasternak en el agitado y cambiante
mundo ruso en que hubo de vivir, habría sido participar activamente en alguna
de las guerras de su tiempo, como le tocó hacer a su criatura, el Doctor
Zhivago. No fue así. Logró librarse de la conscripción de la guerra de 1914,
gracias a asumir un puesto burocrático en fábricas de interés militar en los Urales[9].
Luego, la rendición de Rusia le llegó con la edad de 27 años, momento en que
retornó a Moscú, no empuñando tampoco las armas en la guerra civil que siguió.
Es bastante probable que, por su humanismo, Pasternak se hubiese alistado como
médico, si -como Zhivago- hubiera tenido los debidos conocimientos, pero
nuestro literato no era sino un hombre de artes y letras, poco inclinado y apto
para combatir, aunque su reconocida incapacidad física para hacerlo no fuese entonces[10]
sino una añagaza, urdida al amparo de un condescendiente médico militar[11].
En resumen: Pasternak maniobró para mantenerse al margen de las violencias de
la Rusia de su juventud, cosa sana y razonable, sin duda, pero también
favorable a hacer de él una persona fuera de lo corriente.
Concluiré este
apartado del capítulo aludiendo a las peculiaridades que parecen desprenderse
de los amores de Pasternak, a juzgar por las mujeres a las que conocidamente
amó, incluida Olga Ivinskaya[12],
su gran amor de madurez (1946-1960). Me refiero, en particular a la
circunstancia de que se tratara de jóvenes a las que había conocido de manera
bastante íntima -no me refiero a la intimidad sexual-, antes de pasar a sentir
por ellas un interés sentimental, como es el caso de su prima, Olga
Freidenberg, o de Ida Wissotzkaya, hija de unos adinerados amigos de sus
padres. Es muy probable que, Boris, pese a su indudable atractivo como persona
y como poeta, fuese un individuo notablemente tímido, bastante moderado en sus
pulsiones sexuales y con tendencia a derivar con las mujeres hacia el amor
platónico, el monólogo y un cierto narcisismo. Tal vez, esto tenga relación -o
haya que ponerlo en contacto- con otra evidencia: la notable diferencia de edad
entre Pasternak y varias de las mujeres por las que se interesó, incluidas sus
dos esposas y su amante definitiva. El
escritor contrajo primer matrimonio, a los 32 años de edad, con Evgenia Lurye,
una estudiante de veintitrés. Diez años después, con cuarenta y dos años, se
casó con Zinaida Neuhaus, una pianista de treinta y cuatro. Cuando Boris inició
su relación con Olga Ivinskaya, tenía 56 años y su amante, treinta y cuatro.
Por el contrario, durante su estancia en los Urales, un Pasternak joven, de
veintiséis años, intimó hasta un punto no bien conocido con Evgenia Zbarskaya,
seis años mayor que él, casada con un ingeniero químico[13]
y madre de dos hijos, familia con la que convivía Boris como huésped habitual,
durante su estancia en Perm, en 1916-1917.
***
Como hemos visto,
Pasternak tenía a priori bastantes razones objetivas para apartarse del tipo
medio de ciudadano soviético, adicto al Régimen o, cuando menos,
condescendiente con el mismo. No obstante, si examinamos su vida, comprobaremos
que tampoco fue un rebelde, irreductible en sus posturas y despreocupado en
confrontarlas con la dictadura bajo cuya férula se hallaba. En diversas
ocasiones, el escritor hubo de plegarse -o así lo entendió oportuno- a las
directrices y circunstancias que le venían impuestas. El motivo principal de
ello no deja de ser llamativo, para un artista muy poco identificado con las
ideas comunistas y abierto -por ambiente y poliglotismo- a otros países: Me
refiero a su negativa frontal a exiliarse de la Unión Soviética.
La primera ocasión clara que se le ofreció de
ello data de 1921, cuando el padre de Boris obtuvo autorización del Gobierno
soviético para desplazarse hasta Alemania, a fin de someterse a una cirugía
ocular complicada. Es probable que Leonid Pasternak hiciera la elección, no
solo en bien de su salud, sino para alejarse definitivamente de la Rusia
bolchevique, por él muy poco deseada. Prueba de ello es que viajó con su mujer
y sus dos hijas, dejando atrás a sus vástagos varones, Boris y Alexandr. Todas
las invitaciones posteriores para que -como era factible- Boris siguiera a su
familia a Alemania o, ulteriormente, al Reino Unido, fueron rechazadas por el
escritor, como lo serían las del gobierno de Kruschev, muchos años después[14].
Dejaré clara mi
opinión de que Pasternak -como su padre- saludó la caída del Zar con
satisfacción y esperanza, pero ligadas a las expectativas de la República de
Kerenski, no a la Revolución leninista de Octubre. Todavía esta concitó en el
escritor ciertas expectativas favorables. Sabido es que su amigo de entonces,
Boris Zbarsky, lo puso en contacto en agosto de 1917 con algunos personajes que
estaban preparando la revolución bolchevique, si bien no parece que congeniase
con ellos. Son también conocidas -por haber tenido reflejo en la misma
redacción de Doctor Zhivago- sus
primeras valoraciones de las brusquedades y excesos revolucionarios, como una cirugía, necesaria para acabar con los
muchos y crónicos males de la política rusa; como también el respeto que
mantuvo hacia Lenin durante toda la vida de este[15].
Todos estos matices no creo que empañen la impresión fundada de que Pasternak,
como su Zhivago, sufrieron un irreversible proceso de desilusión revolucionaria
todavía en el periodo de la guerra civil (1917-1923), tanto por la violencia y
derroteros de la Revolución, como por la hambruna y grandes carencias generales
a que aquella obligaba a la población.
Hechas estas
consideraciones globales, apuntaré a continuación los principales momentos de
tensión conocida entre Pasternak y el Régimen a que estaba sometido, así como las
formas de corregirlos o paliarlos que el literato utilizó.
Aludiré, en primer
lugar, a la disidencia pasternakiana respecto del servilismo de Vladimir
Mayakovski y otros escritores y artistas, que se habían puesto al servicio del
Gobierno comunista, abdicando de sus convicciones y valores personales, en
favor de lo que ellos presentaban como las exigencias y necesidades del pueblo.
La ruptura, escenificada hacia 1927, fue especialmente dolorosa para Pasternak,
habida cuenta de que se alejaba de buenos amigos y de poetas con los que había
compartido el espíritu de vanguardia,
por ejemplo, el futurismo[16].
Con todo, nuestro escritor comprendió que había de plegarse a ciertas
exigencias políticas, en la medida en que no repugnaran a su conciencia. De aquí,
su cambio de estilo poético, evidenciado hacia 1930, adoptando las formas más
claras y accesibles al gran público, que a partir de entonces lo
caracterizarían. Sin embargo, la mutación no parece haber sido percibida o, por
mejor decir, recibida por los críticos
y mentores de dentro de Rusia: Ya hacia 1932, la poesía de Pasternak era objeto
de una mayor audiencia en el extranjero, entre los émigrés, es decir, los numerosísimos rusos exiliados por motivos
políticos.
La disonancia pasternakiana no tardaría en
atronar en la mefítica atmósfera de la literatura soviética, a raíz del asunto Mandelshtam[17],
en 1934. El moderado apoyo de Pasternak a su citado colega provocó la reacción
de Stalin, que telefoneó personalmente al escritor para escuchar de su voz los
términos de tal apoyo y, de paso, afearle su comportamiento. Que el Dictador no
llegase a más entra dentro de los enigmas de su mente, por más que él lo
explicara por la nimiedad y la inconsistencia de la solidaridad del escritor.
La verdad es que no es fácil de entender cómo Pasternak pudo salvar con vida y
sin entrar en prisión la etapa estalinista, máxime no habiendo relación
personal entre ellos, ni aprecio de Stalin por su condición de escritor[18].
Más adelante veremos que Stalin se valió de Olga Ivinskaya a modo de chivo expiatorio de su díscolo amante.
La Gran Purga
estalinista (1937-1938) fue la ocasión de un nuevo encontronazo de Pasternak
con el Régimen soviético. Esta vez, Boris fue colocado en el disparadero por
sus serviles colegas de profesión, al presentarle a la firma una petición de
pena de muerte para numerosos disidentes, que Pasternak no suscribió. La airada
censura de su esposa, entonces embarazada, movió al escritor a dirigir una
carta a Stalin, disculpándose en términos apaciguadores, recordándole que era
contrario a la pena capital desde los lejanos tiempos en que su familia le
había inculcado convicciones tolstoyanas. El Dictador paró los ominosos
designios de la Policía política (K.G.B.) con estas palabras, que el propio
Pasternak recoge: No toquéis a ese
nefelibata[19].
Los terribles años
de la Segunda Guerra Mundial, considerada en Rusia la Gran Guerra Patriótica,
fueron una época de cierre de filas y suavización de los rigores represivos, en
aras de la unión de todos los ciudadanos contra el nazismo. Pasternak, por
convicción o por táctica, participó a su modo del esfuerzo de guerra. En 1943, se ofreció voluntario a viajar al
frente, incluso en primera línea, para brindar a los soldados soviéticos su
apoyo moral y la lectura de sus obras. No parece que ello conmoviese a los
responsables de la política literaria en Rusia, hasta el punto de permitir a
Pasternak la publicación de nuevos trabajos creativos[20].
El escritor era consciente de ello, por lo que fue polarizándose hacia trabajos
literarios esencialmente biográficos, un tanto objetivos e historicistas. El final de la guerra, con la reaparición de los más
negros rasgos de la dictadura -entre ellos, los famosos gulags[21]-,
impulsó a Pasternak a abandonar aparentemente sus obras personales y volcarse
en la traducción al idioma ruso de literatos extranjeros, aprovechando su
conocimiento de lenguas. La tarea, ardua y poco gratificante, le permitió
algunas ligerezas peligrosas, como la de introducir en la traducción de Hamlet algunos versos de cosecha propia,
alusivos a los gobiernos tiránicos -veleidad que pasó desapercibida a los
censores[22]-.
Finalmente, la labor de traductor, alimenticia
pero muy digna, acabó trayéndole un disgusto, en 1950, cuando su versión
del Fausto de Goethe fue repudiada
oficialmente por una supuesta espiritualidad excesiva, que no se correspondía
con la obra original. Se ve que los censores rendían un mayor tributo al
materialismo -histórico o no- que a la fidelidad de las traducciones.
Concluyo este
capítulo, inevitablemente, con la alusión a la condena de la amante de
Pasternak, Olga Ivinskaya, a cinco años de internamiento en Gulag, por complicidad en actividades de
espionaje[23]. La
sanción, impuesta en 1949, fue generalmente entendida como una forma indirecta
de castigar a Pasternak, que tenía entonces en Olga, no solo a su amor, sino a una
colaboradora excepcional. Parece indudable que la reclusión influyó en el
aborto de una criatura de Olga y Boris. Este se esforzó infructuosamente por
evitar o reducir la sanción, cuya eficacia final fue de cuatro años, aunque no
por las peticiones del escritor, sino por el fallecimiento de Stalin.
2.
El traidor en su rincón
Se calcula que
Pasternak invirtió unos diez años en la redacción de su extensa y famosa novela
Doctor Zhivago: los que van desde el
inicio de sus relaciones con Olga Ivinskaya (1946), hasta sus intentos de
publicación oficial en la Unión
Soviética (1956). Su trabajo no mantuvo un ritmo constante. Se cree que la
primera parte de la obra pudo llevarle hasta el año 1953, en tanto que la
segunda se redactó en dos o tres años[24].
Lo cierto es que fue en 1956 cuando Boris presentó el manuscrito en la
editorial Novy Mir[25]. La respuesta no resultó del todo
descorazonadora para aquel país y momento: Los editores no se negaron a
publicarla, pero sí condicionaron su edición a que el autor revisara el
manuscrito íntegramente y suprimiera o corrigiera varios pasajes. La intención
era siempre la misma: adaptar la obra a los parámetros del realismo socialista, en vez de a la preocupación por el bienestar
de los personajes individuales, que obraban al margen del progreso de la sociedad. Dentro de los pasajes a eliminar, se
hallaban los más críticos con el estalinismo, la colectivización, la Gran Purga
y los gulags[26]. Corresponde a la faceta firme y digna
del escritor el que no se plegase en absoluto a las exigencias editoriales,
prefiriendo implícitamente que su obra permaneciese desconocida, antes que bastardeada.
Y así habría continuado durante bastantes años[27],
de no intervenir inopinadamente dos italianos comunistas: el periodista
-corresponsal en Moscú- Sergio D’Angelo y el editor milanés Giangiacomo
Feltrinelli. Veamos brevemente el desarrollo de los acontecimientos, salvando
en lo posible las discrepancias de detalle.
La línea editorial
de Feltrinelli le había impulsado a solicitar de su compatriota D’Angelo que hiciese
indagaciones cerca de escritores rusos, con vistas a publicar obras suyas de
relevancia. Consciente de la fama de Pasternak -entre otras cosas, por haber
sido candidato al Nobel de Literatura en varias ocasiones- y, tal vez, sabiendo
de la existencia inédita de Doctor
Zhivago, D’Angelo visitó al autor, con el que congenió, y le hizo saber el
interés de Feltrinelli por publicar alguna creación suya. Pasternak le habló de
su libro maldito y facilitó la
lectura del mismo al periodista. A este le encantó la novela y le hizo llegar a
Feltrinelli la noticia, de lo que derivó la oferta formal de un contrato de
edición en Occidente, en condiciones
que Pasternak juzgó económicamente muy interesantes[28].
Simultáneamente, Pasternak y Feltrinelli idearon un sencillo y eficaz sistema
para burlar las interferencias y presiones de las Autoridades soviéticas que, a
no dudar, habrían de producirse: El editor milanés no haría caso de otras
comunicaciones y demandas del escritor que no fueran las que le llegaran en idioma
francés. De esta forma, Feltrinelli hizo caso omiso de requerimientos, incluso
imperativos, que Boris hizo para que no publicara su novela, por amenazas y
exigencias de los dirigentes soviéticos.
Desconocedores de
esa clave idiomática y confiados en exceso en la eficacia de las presiones que
el Partido Comunista Italiano ejercería sobre Feltrinelli a instancias de su
homólogo de la URSS, las Autoridades soviéticas no pasaron a la acción sobre Pasternak, quien incluso aceptó los buenos
oficios de una profesora francesa de visita en Rusia, Madame de Proyart[29], para que intentara la publicación de Doctor
Zhivago en ruso y en Francia, aunque, finalmente, se llevaría a cabo por la
editorial Mouton de Amsterdam[30].
Por último, Doctor Zhivago vio la luz
en italiano, el 23 noviembre de 1957, a tiempo para que una primera edición en
ruso no privase a editor y autor de sus derechos, conforme a las leyes
internacionales[31]. Esa
primera edición fue un éxito considerable, al lograr vender treinta mil
ejemplares, cifra que puede parecer ridícula contemplada al cabo de los años.
La primera traducción al español apareció en Montevideo en 1958[32].
Las reacciones
hostiles en Rusia no se hicieron esperar. Pasternak fue expulsado de la oficial
e influyente Unión de Escritores Soviéticos (1958), insultado en actos públicos[33]
(cerdo que, a diferencia de los animales
del mismo nombre, defeca en el comedero), tildado de traidor y merecedor de ser expulsado de la URSS, si no de cosas
peores[34].
La campaña se recrudeció cuando el escritor alcanzó el Premio Nobel de
Literatura de 1958, una circunstancia que bien merece el siguiente apartado de
este capítulo.
***
Pasternak había
sido candidato al Nobel de Literatura en varias anualidades, entre 1946 y 1950,
obviamente en su calidad de excelente poeta. Hacia 1955, sus posibilidades
parecían haber declinado, tras varios años de presentación infructuosa y de
ulterior ausencia en las candidaturas. Uno de sus más conspicuos valedores
había sido Albert Camus, Nobel de 1957, es decir, en el año anterior a la
premiación de Pasternak.
Se ha discutido
mucho -y obtenido escasas conclusiones ciertas- acerca de la relevancia en la
obtención del premio de los méritos de Doctor
Zhivago y del calvario que para su autor supuso la publicación de la
novela. Me parece obvio -incluso, por las razones dadas para la concesión[35]-
que una cosa y otra fueron los detonantes para la concesión, como lo es que la
CIA norteamericana hizo todo lo posible por traducir al ruso y divulgar la gran
novela pasternakiana, tanto por perturbar
a los soviéticos, como para que el posible Premio Nobel recayera en el escritor
en desgracia[36]. En
cualquier caso, es obvio que el anuncio de la concesión del Nobel a Pasternak,
hecha el 23 de octubre de 1958, provocó un alud de declaraciones politizadas,
de uno y otro signo. Las procedentes de la URSS eran tajantes, en un doble
sentido: Contra lo manifestado en el primer y espontáneo telegrama de
aceptación de Pasternak, el novelista debería rechazar el premio. Y, caso de no
hacerlo y de viajar a Estocolmo para recibirlo, no volvería a ser recibido en
la Unión Soviética[37].
La reacción del
escritor estuvo en la línea de precedentes acatamientos parciales de las
imposiciones políticas -como vimos en el capítulo precedente-. De forma muy
educada, declinó el honor del Nobel o, cuando menos, de viajar a Suecia para
recibir el dinero y símbolos del mismo[38].
Ante el temor de ser expulsado de la URSS, escribió una carta a Kruschev, en la
que emotivamente afirmaba que desterrarlo de Rusia sería para él tanto como
matarlo. Miembros de su familia aseveraron que las tensiones de aquellas fechas
colocaron al escritor al borde del suicidio. Quizás por suerte para él, le
quedaba poco tiempo de vida: Un cáncer de pulmón acabó con ella el 30 de mayo
de 1960, a los setenta años de edad.
La muerte le
impidió conocer la última consecuencia desfavorable que Olga Ivinskaya hubo de
sufrir por su relación con él. Al parecer, tanto aquella, como la viuda del escritor,
tejieron una red de maniobras para importar en la URSS una parte de los
beneficios económicos por las obras de Pasternak. Encarcelar a la viuda pareció
excesivo, pero no así hacerlo con la amante y, al propio tiempo, con su hija
Irina. Ambas fueron condenadas en 1961 a ocho años de prisión, de los que Irina
solo cumplió uno, y tres su madre[39],
que salió en libertad en 1964, el mismo año de la caída del máximo dirigente
soviético de entonces, Nikita Kruschev[40].
Cierro este
apartado recordando que, finalmente, en diciembre de 1989, el Gobierno de la
declinante URSS autorizó al hijo de Pasternak, Yevgenii, a que viajase a
Estocolmo para recibir la medalla Nobel que su padre no había podido recibir
treinta y un años antes.
3. El cómplice de Milán
Evidentemente,
Giangiacomo Feltrinelli no era un hombre, ni un editor, corriente. De buena familia lombarda y rico por su
casa, su ideología era muy de izquierdas. Había participado en la Resistencia
contra Mussolini y los nazis y, a la altura de los años cincuenta del siglo XX,
era un militante conocido del Partido Comunista Italiano (en lo sucesivo, PCI).
En 1954, por decisión y con medios de fortuna propios, así como con el
beneplácito inicial del Partido, Feltrinelli fundó en Milán la casa editorial
de su apellido, pronto famosa y de éxito por la cuidada publicación, a precio
moderado, de obras atractivas, por su contenido o por la notoria actualidad de
sus autores[41]. En esa
línea se inserta el acercamiento a Pasternak, a través del periodista D’Angelo,
que culminó en el acuerdo para publicar Doctor
Zhivago en Italia y vender los derechos de edición en los demás países occidentales.
En aquellos
momentos (1956-1957), Feltrinelli era ya un
verso libre en el PCI. Amparándose en las declaraciones -hechas seguramente
con la boca pequeña- del líder del
Partido, Palmiro Togliatti[42],
mantenía una posición de relativa autonomía, que se manifestaba, así en el
orden estrictamente político, como en el de su profesión editorial. Quizá esa
independencia de criterio fue menospreciada por las Autoridades soviéticas
cuando -como he dicho en el capítulo anterior- creyeron que podrían parar, a
través del PCI, la publicación de la denostada novela.
Es obvio que
Feltrinelli resistió todas las presiones hechas desde su Partido para que no
editase Doctor Zhivago. El hecho de
que la publicación se demorase alrededor de un año tuvo mucho más que ver con
las dificultades inherentes al caso[43],
que con vacilaciones del editor, entusiasmado con la novela y con el deber, legal
y moral, de hacérsela conocer al mundo.
Cinco días antes
de salir al mercado la novela, el PCI abrió expediente a Feltrinelli (18 de
noviembre de 1957), en razón de su comportamiento general como miembro del
Partido: Había que enmascarar el motivo concreto por ser demasiado vergonzoso,
ya en aquellos tiempos[44].
Veinte días más tarde, el 8 de diciembre de 1957, apareció el informe que, con
ciertos matices, era negativo en la valoración de la conducta política de
Feltrinelli, aunque con algunos matices. Contra lo que generalmente viene
siendo afirmado, los instructores no proponían su expulsión del PCI, ni esta
llegó a decretarse formalmente. Solo se
reprobaba con dureza el comportamiento del editor y se sostenía que el mismo
resultaba incompatible con la línea ortodoxa del Partido. A buen entendedor… Feltrinelli entendió que era la despedida de facto de él como miembro del PCI y
procedió a devolver su carné y considerarse fuera de la organización. El traidor abandonaba el barco. Su vida
política posterior aún traería espectaculares avatares, hasta acabar lacerado
de muerte por el explosivo que manipulaba, a fin de provocar el corte de una
línea eléctrica de alta tensión en las inmediaciones de Milán (14 de marzo de
1972).
4. Epílogo
Hagamos un
ejercicio de cinismo y preguntémonos si los dirigentes soviéticos tenían
verdaderos motivos para oponerse tan descaradamente a la publicación de Doctor Zhivago. Con frecuencia se elude
dar una respuesta a tal interrogante, invocando la falacia, a medias, de que
los mayores opositores no habían leído la novela y se limitaban a reproducir
críticas sesgadas de quienes sí lo habían hecho, así como clichés deducidos de
la personalidad y antecedentes de Pasternak. En mi opinión, cualquier
contestación tiene que partir del contexto soviético de aquella época, así como
de la situación de guerra fría en que
se sentían inmersos rusos y americanos. No olvidemos, respecto de estos
últimos, la vehemencia con que la CIA apoyó la concesión del Nobel a Pasternak,
entre otras cosas, mediante la publicación de una edición pirata de Doctor Zhivago en idioma ruso.
Con estos
parámetros, no puedo sino convenir en que la gran obra narrativa de Boris
Pasternak era un torpedo en la línea
de flotación de la ideología soviética, pero no por los motivos concretos y
explícitos de ciertos pasajes discordantes con aquella, sino por dos poderosas
razones, que se deslizan, brillantes e implícitas, a lo largo de la novela: el
individualismo irreductible y el humanismo cristiano. Zhivago era un trasunto
de Pasternak, aunque más heroico y mucho más imitable. Por eso había que
ejecutarlo de la drástica y sencilla manera con que pueden hacerlo las
dictaduras con las criaturas de ficción: impidiéndoles nacer.
[1] Boris
Leonidovich Pasternak (1890-1960), escritor ruso, Premio Nobel de Literatura de
1958.
[2]
Dicha publicación se produjo en noviembre de 1957, a cargo de la editorial
Feltrinelli de Milán. Acepto la ortografía habitual de los editores, aunque la
pronunciación del apellido del protagonista sería, aproximadamente, Yivago.
[3]
Giangiacomo Feltrinelli, editor y activista político italiano. Nació en 1926 y
murió en 1972, mientras preparaba unos explosivos en las inmediaciones de
Milán, para volar una línea eléctrica de alta tensión.
[4] Pasternak permanecería en la Laura de Pochaiv entre 1904 y 1907.
[5] El padre de Pasternak blasonaba de contar
entre sus antepasados con miembros de la histórica familia Abravanel,
en concreto, de la rama portuguesa.
[6] Leonid
Osipovich Pasternak (1862-1945), considerado como pintor de estilo
postimpresionista.
[7] Al
parecer, el ofrecimiento provenía concretamente del profesor Hermann Cohen.
[8]
Aludo al conocido chiste gráfico de Bill Mauldin en el New York Times, por el que ganó el Premio Pulitzer en 1958.
[9]
Los detalles rebasarían los límites de este relato. Me remito a Christopher J.
Barnes, Boris Pasternak: A literary
biography, vol. I (1890-1928), Cambridge University Press, 1992
(reimpresión de la primera edición de 1989), capítulo 8, págs. 174-211. Puede consultarse
en Internet.
[10]
Posteriormente, padecería lesión en una pierna, con discreta cojera.
[11]
En diciembre de 1916, Pasternak fue eximido del servicio militar por razones
médicas. Todo indica que el autor del informe, el médico militar, Dr. Morev, lo
exoneró por razón de su apellido, por el que reconoció su filiación paterna,
siendo dicho doctor un muy probable conocido y/o admirador del pintor, padre de
nuestro escritor.
[12] Los
críticos creen ver su influjo en la protagonista de Doctor Zhivago, Larissa (Lara).
[13]
Se trataba de Boris Illich Zbarsky (1885-1954), luego famoso por su decisiva
participación en el embalsamamiento del cadáver de Lenin, aún hoy (2019)
expuesto a la curiosidad y homenaje públicos en un mausoleo de la Plaza Roja de
Moscú. Su esposa, de soltera Zilbermann, era conocida como Fanny; había nacido en 1884, se divorció de Zbarsky y volvió a
casarse, falleciendo en 1971.
[14]
El pintor Leonid Pasternak había ampliado estudios en Munich, en su juventud.
Tras la operación de la vista en 1921, permaneció con su mujer e hijas en
Alemania hasta la llegada al poder de Hitler, tomando entonces la decisión de
establecerse en Oxford (Reino Unido), donde fallecería en 1945. En el capítulo
siguiente de este relato detallaré la forma y motivos de la admonición gubernamental para que Boris
Pasternak viajase a Suecia, sin posibilidad de regresar a Rusia.
[15]
Recuérdese que Lenin falleció en enero de 1924. Por lo demás, quizá pueda
traerse aquí a colación el conocido refrán, otros
vendrán que bueno me harán.
[16]
Pasternak formó parte de uno de los grupos más notables del futurismo ruso: Tsentrifuga, con centro en Moscú.
[17] Osip Emílievich Mandelshtam (1891-1938),
poeta ruso, amigo de Pasternak. En 1934, osó publicar un epigrama, justamente
considerado antiestalinista, lo que le supuso privación de libertad hasta su
muerte, seguramente adelantada por las malas condiciones del cautiverio.
[18]
Tampoco lo entendía Olga Ivinskaya, que calificó las relaciones entre Stalin y
Pasternak de duelo increíble y
silencioso.
[19] Otros dan
esta versión: ¡Dejad en paz a ese insigne
tonto!
[20] Muchos
ejemplares de sus obras de juventud habían sido retirados y destruidos -incluso
por el fuego- en los primeros años del estalinismo.
[21]
Especie de campos de concentración y trabajo, a los que solían ir a parar los
disidentes políticos. Se construían generalmente en lugares inhóspitos y
alejados, siendo los presos sometidos a vejaciones y carencias muy graves.
[22] Puede resultar llamativo que los editores
oficiales de las traducciones de Pasternak pasaran por alto la llamada pasternakización de Shakespeare,
abusando del tono coloquial y la modernización
de los diálogos. Seguramente lo consintieron para poner más al alcance del pueblo al Cisne del Avon. Por lo demás, la fidelidad a la letra no fue, en
general, una de las notas distintivas de las traducciones de Pasternak (entre
ellas, las de Calderón de la Barca), muy bien recibidas por el público ruso de
la época.
[23]
La decisión provino del Consejo Especial del NKVD, es decir, el Comisariado del
Pueblo para Asuntos Internos.
[24]
Aludo a las dos partes de la novela, conforme a la edición prínceps italiana. La cesura se encuentra entre el viaje y la llegada a Varykino.
[25]
También presentó la novela a la editorial Literaturnaya
Moskva. La respuesta definitiva, a la que seguidamente se hace alusión,
procedió de la Goslizdat, es decir,
la Editora Estatal.
[26]
Véase “Doctor Zhivago”: Letter to Boris
Pasternak from the Editors of Novyi Mir. Daedalus, Vol. 89, Nº 3, The
Russian Intelligentsia (Summer, 1960), pp. 648–668.
[27]
Nótese que Doctor Zhivago no fue
editada en Rusia hasta 1988, precisamente por Novy Mir. Se afirma que, antes de entrar en contacto con D’Angelo
en mayo de 1956, Pasternak había hecho llegar varias copias de su libro a
amigos en el extranjero, pero lo cierto es que -de ser así- estos no impulsaron
su publicación, quizá porque el autor no se lo hubiese autorizado.
[28]
A grandes rasgos, incluían un 15% del valor de los libros vendidos en idioma
italiano, así como el 50% del precio de venta de los derechos de autor en los
demás países signatarios del tratado de Berna sobre tales derechos. En pocos
meses, Feltrinelli gestionó dicha venta en dieciocho lenguas diferentes.
[29]
Jacqueline de Proyart (1927-2019). Los entresijos de esta relación, así como de
las negociaciones entre Pasternak y Feltrinelli, se recogen en un libro del
hijo de este: Carlo Feltrinelli, Senior
Service. Biografía de un editor, Univ. Econ. Feltrinelli, publicado en
italiano en 1999 y, en traducción española, por la Editorial Anagrama, en su
Biblioteca de la Memoria.
[30]
Parece claro que la Agencia Central de Inteligencia estadounidense estuvo
detrás de otra edición temprana de esta novela en ruso, en formato de bolsillo
y papel biblia, a fin de introducir el mayor número posible de ejemplares en la
URSS con la menor dificultad.
[31]
Según Carlo Feltrinelli (véase obra citada en la nota 29), la no aplicación por
el Gobierno soviético de la normativa internacional sobre los derechos de autor
implicaba que, de publicarse la novela primeramente en ruso, se perderían todos
los derechos de autor al cabo de un mes sin editarla en cualquier otro idioma.
[32]
Editorial Minerva. La primera edición en España fue la de editorial Noguer,
Barcelona, 1959. La primera versión al español, directamente desde el ruso,
hubo de esperar hasta 2010 (editorial Círculo de Lectores).
[33]
Se atribuyen a Kruschev algunos de los epítetos más gruesos, aunque en público
los vertió por boca de terceros. En sus Memorias,
el dirigente tuvo posteriormente la desfachatez de justificar su oposición a la
publicación de la novela en la falta de una correcta información, pues no la
había leído y se le había pasado por los encargados de ello información y
resúmenes sesgados. Es obvio que no juzgaba vergonzosa la práctica, por su
parte, de golpear primero e informarse después.
[34]
Algo que Pasternak había supuesto cuando dijo a D’Angelo, al darle el ejemplar
de Doctor Zhivago para la
publicación, que, desde ese momento,
quedaba invitado a su ejecución.
[35]
La concesión del premio se justificaba por la contribución de Borís Pasternak a
la poesía lírica rusa y en la
continuación de la gran tradición épica rusa. La alusión a Doctor Zhivago era, pues, evidente.
[36]
Las cosas han quedado definitivamente claras a partir del 11 de abril de 2014,
cuando se desclasificaron los pertinentes documentos, el primero de los cuales
data de 12 de diciembre de 1957. Parece indiscutible que Pasternak fue
completamente ajeno a la instrumentación que de él hizo la CIA.
[37]
Se afirma que los soviéticos no llegaron más allá con las represalias, gracias
a que el influyente Primer Ministro indio, Jawaharlal Nerhu, advirtió por carta
a Kruschev que, si la persecución a Pasternak se enconaba, él mismo promovería
una campaña internacional en pro del escritor.
[38]
Esta concesión al Gobierno fue muy criticada por algunos colegas, como Alexandr
Solzhenitsyn (1918-2008), a su vez Premio Nobel de Literatura de 1970.
[39]
Aunque de dudosa fiabilidad para otros aspectos, esta etapa de los sufrimientos
de Pasternak e Ivinskaya está bien descrita en el libro que esta última escribió:
Olga Ivinskaya, A Captive of Time; My
Years with Pasternak, Doubleday, New
York, 1978.
[40] Empleo la ortografía habitual en español,
aunque la pronunciación sería, aproximadamente, Jrushchov.
[41] Me
remito a la biografía del editor, obra de su hijo Carlo, recogida en la nota
29.
[42] Palmiro
Togliatti (1893-1964), Secretario General del PCI entre 1927 y 1964.
[43]
Principalmente, recibir y tener en cuenta las opiniones de
Pasternak, así como conseguir una buena traducción de la novela al italiano,
cosa que se logró gracias a la labor del traductor, Pietro Zveretemich.
[44]
No puede disociarse el expediente de la publicación por el hecho de que aquel
precediera a esta: Feltrinelli ya había advertido a los rusos de que editaría
de inmediato Doctor Zhivago, lo que
Pasternak había aceptado en carta fiable del
2 de noviembre de 1957.
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