A vueltas con la
Genética. Entrega nº 2
Por Federico Bello
Landrove
El mundo de la Genética está en constante
evolución. Esta serie de ensayos pretende ser una aproximación a algunos de los
avances y descubrimientos científicos más recientes en la materia. Al propio
tiempo, puede suponer una actualización del trabajo general presentado en este
blog, bajo el título de Lamarck y Darwin se unen: Revisión general de la doctrina en materia de
aleatoriedad de las mutaciones.
1. ¿Sexo? El que me dé la gana
Hubo un tiempo en que, como ejemplo de super poder
jurídico, se decía que un Juez inglés podía hacerlo todo, salvo convertir a un
hombre en mujer. Está claro que la moderna Genética ha aproximado a la
Judicatura inglesa (y de otros muchos países) a la omnipotencia: Los jueces de
nuestros días, si no hacer, sí que pueden
reconocer y declarar el cambio de sexo, con las debidas pruebas y cautelas.
Así pensaba yo,
hasta enterarme de que una gran mayoría de los diputados españoles han
redactado una proposición de ley para que el cambio de sexo no necesite más
requisito que la libre voluntad de los padres de los menores de 16 años, o la
de los afectados, cuando sean mayores de dicha edad. Recordemos que la mayoría
de edad en Derecho español está fijada en los 18 años.
Tal proposición de
ley (que, por ahora, parece no cuenta con el apoyo del Partido político español en el Gobierno) supone la exclusión de todos los requisitos que
anteriormente estableció -o sigue estableciendo- la legislación hispánica sobre
el cambio de sexo: intervención quirúrgica; tratamiento hormonal por dos años;
certificado médico que justifique la nueva identidad sexual; informe
psicológico favorable a la misma. Parece llegado, pues, el momento de cambiar
el jocoso dicho sobre los jueces ingleses, por este otro: Los políticos
españoles -no todos, desde luego- pueden hacerlo todo, menos estudiar
seriamente lo que tienen entre manos.
Dirán ustedes,
¿qué pinta esta cuestión en una colección de ensayos sobre Genética? Pues que
ha venido a coincidir cronológicamente con la publicación en Investigación y Ciencia[1]
de un artículo sobre “Ciencia, sexo y género”. La tesis del mismo es la de que
el sexo, el género y la sexualidad no son realidades ni conceptos absolutos,
sino un espectro, con numerosas
situaciones intermedias, fruto de muy diversas condiciones genéticas y hormonales (por no aludir a las
psico-sociales). El cuadro de situaciones intermedias o de sexo lábil que ofrece la autora, Amanda Montáñez[2],
es ciertamente muy complejo y le lleva a concluir que “más allá de XX y (de)
XY, multitud de factores determinan si alguien es mujer, hombre o se halla en
algún punto intermedio”.
Aconsejo la
lectura del citado artículo a cuantos profanos quieran tener una base para
opinar de estos temas. Exceptúo a los políticos que ya hayan llegado a la brillante
conclusión de que cada persona puede tener el sexo que le dé la gana.
2.
Epigenética y cariño
Siguiendo una ruta
investigadora ya ensayada con otros mamíferos (ratas, macacos), profesores de
la Universidad canadiense de British Columbia, en Vancouver[3],
han controlado durante varios años (hasta los cuatro o cinco de edad) a 94
niños y niñas, a fin de constatar si en su desarrollo psicológico tuvo o no
relevancia el modelo de interacción con sus madres durante el periodo postnatal
(en especial, cuando contaban cinco semanas de edad). En particular, el estudio
de las consecuencias se centró en las de una causa concreta: la cantidad de
contacto físico cariñoso o
reconfortante. Dichas consecuencias han sido estudiadas en su qué y en su por
qué.
El qué ha corroborado previos estudios con niños
criados en orfanatos, los cuales suelen mostrar retrasos en el crecimiento,
altos niveles de estrés y desórdenes de comportamiento. Ahora bien, el mayor
interés genético del experimento lo tenía establecer el por qué. Los resultados pueden sintetizarse en estos dos puntos:
1º. Los niveles de
contacto físico gratificante y temprano inciden en el epigenética de
determinados genes, determinando niveles de mayor o menor metilación y dando
lugar a fenómenos de alteración en el grado normal de desarrollo, coincidentes
con el retraso psico-físico apreciado en los niños desatendidos afectivamente.
En particular, los genes afectados por la metilación anormal o más lenta tienen
que ver funcionalmente con el sistema inmunitario y el metabolismo.
2º. Los autores
encontraron cinco regiones específicas de metilación con patrones alterados,
correspondientes a los cromosomas 6, 7, 11 y 16. La metilación diferenciada
alcanza valores significativos en las islas CpG3. Y, dentro de los genes candidatos para hallar en ellos una
metilación diferenciada (en virtud de lo expuesto doctrinalmente en trabajos
anteriores), se confirmó ampliamente la certeza de lo hipotetizado para los
genes OXTR (oxytocin receptor),
relacionado con la neurobiología de los lazos sociales, y BDNF (brain-derived neurotrophic factor),
implicado en la plasticidad postnatal.
Los investigadores
del artículo citado tienen el deseo de seguir con su estudio. De confirmarse,
su hallazgo podría ayudar a que los niños más desfavorecidos recibieran una
mayor atención afectiva, incluidos los contactos físicos.
3. Variaciones fenotípicas y edad de la madre
A partir de
amplios estudios sobre las diferencias fenotípicas de los gemelos idénticos,
investigadores del Centro de Regulación Genómica de Barcelona han publicado una
carta en la revista Nature[4] acerca de una aproximación pionera a
dicho tema: la influencia que podría tener la edad de las madres en los
distintos fenotipos de individuos genéticamente idénticos. La aproximación, por
razones obvias, se ha hecho a especímenes cuyas generaciones son muy numerosas
y con intervalos breves: gusanos nemátodos de la especie Caenorhabditis elegans. Puede parecer un estudio muy alejado del
interés para la especie humana, pero el hecho de compartir una gran parte de
nuestro genoma nos lleva razonablemente a pensar lo contrario.
El artículo
concluye que la edad de la madre tiene un efecto importante en la fisiología de
su descendencia. Madres C. elegans
muy jóvenes producen una descendencia con defectos en aspectos como el tamaño,
el desarrollo, la resistencia al hambre o la fecundidad; unos déficits que pueden
mantenerse hasta la edad adulta y transmitirse a la descendencia, al pasar a la
vía seminal. Ante ello, surgen dos preguntas:
1ª. ¿Por qué esos
déficits en la descendencia de madres muy jóvenes? Los autores entienden que
por la deficiencia en el suministro del complejo lipoproteico vitelogenina. Tal
aporte a niveles menores de los óptimos determina la variación negativa de
múltiples rasgos de los gusanos hijos, que permanece a todo lo largo de la vida
del animal.
2ª. ¿Por qué,
entonces, los gusanos C. elegans se
reproducen antes de estar en condiciones de madurez satisfactorias para la
descendencia? Aquí no contamos más que con hipótesis. Los autores sugieren,
como más plausible, esta: Tener descendencia pronto, aunque sea de peor
calidad, puede ser muy beneficioso para ciertas especies, al acortar el tiempo
entre generaciones. Eso puede ser muy bueno a nivel adaptativo.
Nos hallaríamos,
pues, ante una especie de compromiso o equilibrio entre las dos clases de
rasgos que favorecen la competencia biológica: la supervivencia y fecundidad de
los más aptos, frente a la multiplicación de descendientes que es fruto del
acortamiento del periodo intergeneracional.
[1] Número
correspondiente a noviembre de 2017.
[2]
Ver revista y número citados antes, página 31. En realidad, la autora se basa
en un trabajo de investigación de la profesora Amanda Hobbes, del Collyer’s
College (Horsham, Sussex, Reino Unido).
[3]
Sarah R Moore, Lisa M. McEwen, Jilli
Quirt & Michael S Kobor, Epigenetics correlates of neonatal contact in
humans. Development and Psychopathology, vol. 29 (issue 5), December 2017,
1517-1538. Los autores han tenido colaboración de personal de la Universidad de
California en San Francisco y del Instituto Canadiense para la Investigación
Avanzada.
[4]
Marcos Francisco Pérez, Mirko
Francesconi, Cristina Hidalgo-Carcedo & Ben Lehner, Maternal age generates
phenotypic variation in Caenorhabditis
elegans. Nature 25012 (dec. 2017).
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