LECCIÓN
4. EL IMPERIO ROMANO
1.
LA ROMA REPUBLICANA
Esta época se extiende a lo largo de unos
setecientos años, desde la fundación de la Ciudad, hasta mediados del siglo I
a.C.
Orígenes
y tensiones.
Los romanos databan la fundación de su ciudad en un año coincidente con el 753 a.C. Esta tradición
podemos darla aproximadamente por buena, siempre que aceptemos que el origen de
Roma no estuvo en una ciudad-estado peculiar y soberana, sino en una fundación
de carácter etrusco que, a efectos de adquirir
autonomía, tuvo la suerte de estar ubicada en el límite sur del ámbito
de influencia de dicho pueblo.
De hecho, entre el año 750 y el 600 a.C.,
la historia romana es la de una colectividad bajo el dominio y la influencia
etrusca. La animadversión que los romanos sentían hacia los siete reyes que los habían gobernado durante aquella etapa parece tener que ver con
sentirlos extraños o ajenos. La expulsión de los reyes supone seguramente el
moderado afianzamiento de la independencia de la Ciudad.
Este enfrentamiento con los etruscos (que, por otro lado, formaban una confederación muy abierta de ciudades)
es la primera de las tensiones que Roma hubo de afrontar en la primera fase de
su historia, pero no fue la única. A lo largo del periodo republicano, otras tensiones que tuvieron que ser resueltas o, al menos, moduladas fueron las
siguientes:
·
Patricios y plebeyos. Sigue
siendo un enigma histórico el sentido de la dualidad patricios-plebeyos. Hay en
ella aspectos sociales (clasismo), pero son insuficientes para explicarla. Hace
ya tiempo que se viene sospechando un origen étnico, por la procedencia de dos
troncos de población diversos. Tal vez, la dualidad etruscos-latinos pudiera
estar en la base de todo ello. Lo cierto es que, hasta el año 400 a.C.
aproximadamente, la relación entre unos y otros será enormemente conflictiva.
Poco a poco (participación política, repartos de tierras, matrimonios mixtos)
se irán resolviendo los aspectos más tensos de la relación, que estuvo a punto
de dividir a Roma en dos Estados. Sin embargo, los problemas y la
discriminación plebeya seguirán a todo lo largo de la República y explicarán
diversas tensiones y, en parte, guerras civiles.
·
Romanos y otros latinos. Encajonadas entre los etruscos y los griegos de la Magna Grecia, las
ciudades latinas formaron en principio una confederación para la defensa común,
con Roma como potencia hegemónica. Aunque esta sensibilidad de pertenecer a un
pueblo común no evitó el egoísmo y la prepotencia romanos, es lo cierto que siempre
distinguieron a los latinos no romanos como personas aparte de los demás
extranjeros. La latinidad dio lugar al ius Latii, situación intermedia
entre la ciudadanía y el ius gentium de los extranjeros, que durante
cierto tiempo satisfizo las aspiraciones de las ciudades latinas y sus
habitantes.
·
Monarquía-oligarquía-democracia. La tensión política entre estas tres formas de gobierno no desapareció al
proclamarse la República. Como veremos a continuación, la forma política romana
no llegó a decantarse decisivamente por ninguna de las tres soluciones
enunciadas y participó de todas ellas, gracias a un sistema de instituciones
sumamente ágil y equilibrado, cuando menos, en sus mejores momentos.
¿Cuáles son las notas generales que podemos
asignar a la historia de Roma durante la época republicana? Aun contando con lo
difícil que es resumir 700 años, nos atrevemos a señalar las siguientes:
·
Equilibrio político. La
constitución romana fue un prodigio de armonización de contrarios y contrapeso
de poderes, gracias al funcionamiento armónico de estos cuatro pilares
institucionales: A) Los Comicios (por curias, por
centurias y por tribus), como canal de representación global del pueblo para la
elección de los más importantes magistrados y fuente de legislación. B) El Senado, como asamblea de las familias patricias más representativas, dotado de
poder legislativo, de control de magistrados y de gobierno de la política
internacional. C) Los magistrados, en particular
los cónsules y pretores (excepcionalmente, el dictador), que ostentaban el
poder ejecutivo, judicial y de dirección militar. Característico de ellos era
el cursus honorum, o jerarquía entre magistraturas, no siendo habitual
el nombramiento para las más altas (cum imperio), sin haberse fogueado
previamente en las más modestas. D) Los tribunos de la plebe, especie de magistratura creada para la defensa de los derechos de los
plebeyos, dotada de amplias facultades de intervención en los comicios y de
veto de las decisiones de otros magistrados.
·
Cortapisas en las magistraturas. Insistiendo en lo antes insinuado, la democracia romana se manifestaba en
los estrictos límites establecidos al poder de los magistrados, algunos de los
cuales nos resultan hoy difíciles de entender. Tales límites eran: diversidad de
competencias, perfectamente definidas y autónomas; carácter colegiado,
generalmente doble; corto tiempo de ejercicio (habitualmente, un año);
gratuidad del cargo.
·
Enorme disciplina social. El ciudadano romano de esta época tenía un gran sentido de la disciplina,
la solidaridad y el servicio a la patria. Las manifestaciones más
sobresalientes de esa disponibilidad cívica para lo público eran: la enorme
longitud del servicio bajo las armas, que podía fácilmente comprender entre
diez y veinte años, y el carácter gratuito del desempeño de los cargos
públicos.
·
Regulación precisa del estatus del ciudadano. Los romanos tenían un gran respeto al Derecho (ius), que definían
con un talento especial y con la flexibilidad necesaria para adaptarlo a los
casos concretos. Pero, en lo relativo a los derechos y deberes de los
ciudadanos, era extremadamente preciso, exigente y generoso, siendo un timbre
de gloria ostentar la ciudadanía, que a veces se otorgaba a los extranjeros
como la más elevada recompensa.
·
Predominio agrario y del pequeño comercio. En la época republicana, la economía romana siguió siendo esencialmente
agropecuaria, como en los comienzos de la Ciudad. Los repartos de tierras, la
explotación de las comunales, etc. eran cuestiones- clave para la paz social. El
comercio terrestre en pequeña escala completaba las fuentes de riqueza más
preciadas para los romanos: de él surgió con el tiempo la clase social o
categoría de los equites, intermedia entre patricios y plebeyos.
Extensión
internacional.
Hasta el final de la época republicana, el
Estado romano adquirió un fabuloso crecimiento, a costa de otras muchas
entidades políticas. Las principales fases de tal
expansión fueron, sucesivamente, las siguientes:
·
Dominio de Italia. Se obtuvo
muy lenta y laboriosamente, combatiendo, entre otros, contra los etruscos, los
griegos y los galos cisalpinos.
·
Dominio del Mediterráneo occidental. Supuso el enfrentamiento con Cartago, principal potencia competidora en
aquella zona y época. Son las denominadas Guerras púnicas (hasta tres), en
la segunda de las cuales la supervivencia de Roma estuvo en el fiel de la
balanza (Aníbal).
·
Control del Mediterráneo oriental. Implicó el sometimiento de los Estados helenísticos, desde Grecia hasta
Egipto.
2.
ALTO IMPERIO O PRINCIPADO.
Este periodo
se extiende, desde la definitiva caída de la República (hacia el año 30 a.C.), hasta
finales del siglo III d. C. Siguiendo el mismo esquema sistemático del
epígrafe anterior, aludiremos sucesivamente a las cuestiones de orígenes y
tensiones, notas generales y proyección internacional.
Orígenes
y tensiones.
La crisis y
caída de la República responde a no haber sabido o podido hacer frente a los
siguientes problemas:
·
La efervescencia civil. Finalmente, todos
los problemas sociales aletargados durante muchos años afloran y provocan una
auténtica fractura social: ruina de los campesinos plebeyos; exigencias de los equites;
reclamaciones de los aliados italianos...
·
El militarismo. Los problemas sociales
dan lugar a verdaderas guerras civiles, en las que se van afianzando
fórmulas de dictadura político-militar, cada vez con un tono menos social y más
personalista. El ejército se profesionaliza, se desromaniza y pierde el
respeto al orden establecido. Sucesivamente, los enfrentamientos se produjeron
entre Mario y Sila, César y Pompeyo, Marco Antonio y Octavio.
·
Control de un gran imperio. La República,
con su constante efervescencia y ruptura social, se ve incapaz de gobernar con
eficacia el gran imperio romano. Todo el mundo exige un gobierno fuerte, que se
identifica con formas cada vez más monárquicas y personalistas.
·
Crisis de los valores romanos. Estos
tradicionales valores, fundamento de la República, se ven desplazados: en lo
económico, por la implantación de una economía mundial; en lo ético y
social, por la influencia cada vez mayor de la cultura helenística.
Notas
generales del Alto Imperio.
·
Predominio del Emperador, que va
concentrando en sí mismo todos los poderes del Estado y adquiere amplias
facultades para designar sucesor.
·
Profesionalización del servicio del Estado. Tanto
los funcionarios civiles, como los militares, pasan a dedicarse vitalicia y
retribuidamente al servicio público, dependiendo en su mayoría del favor del
emperador.
·
Economía mundial. El Imperio se perfila
como una gran unidad económica interrelacionada. En consecuencia, se produce la
especialización de la producción y el comercio a gran escala.
·
Pax romana. El Imperio permanece
tranquilo y relativamente satisfecho, gracias a un ambicioso programa de obras
públicas, defensa frente al exterior, moneda común e impuestos razonables.
·
Ciudadanía generalizada. Los derechos de
latinidad y de ciudadanía se conceden cada vez más generosamente (en especial,
en el ejército). Finalmente (año 212), se otorga el ius civitatis a
todos los habitantes del Imperio. Consecuencia indirecta de ello es la pérdida
de influencia de Italia en el gobierno estatal.
Proyección
internacional.
El Alto
Imperio asiste a un cierto hartazgo de conquistas, aunque de lo que se trata en
el fondo es de la dificultad de encontrar medios económicos y personales para
implementarlas. En consecuencia, se produce la consolidación de fronteras,
procurando encontrar límites naturales para una mejor protección. Las
provincias interiores o senatoriales se consideran definitivamente
pacificadas y se desmilitarizan. Las exteriores o imperiales, se
guarnecen con las legiones y se establece en las zonas más desprotegidas un limes
fortificado artificialmente.
También en
esta época, por primera vez desde la segunda Guerra púnica, el Imperio romano
se encuentra con enemigos a la medida de sus fuerzas, con los que mantiene conflictos
bélicos intermitentes, largos y equilibrados. Son los casos de los
pueblos germánicos en el oeste y de los partos en oriente.
3.
EL BAJO IMPERIO O DOMINADO.
Esta época se
extiende a los siglos IV y V d.C. Como en los dos epígrafes anteriores,
se tratará de “orígenes y tensiones” y de “notas generales”. No será necesario
hacerlo de la extensión o proyección internacional, ya que, al concluir este
periodo, desaparecerá el Imperio romano occidental, sustituido por los nuevos
reinos germánicos.
Orígenes
y tensiones.
·
El Bajo Imperio se alumbra entre graves
dificultades económicas, que apenas cesarán a lo largo de su historia en
Occidente. Las manifestaciones más notorias de tal crisis son, en el campo de
la hacienda pública, los grandes impuestos y la devaluación de moneda y, en la
macroeconomía, los problemas de subsistencias y los baldíos esfuerzos por
establecer un sistema de precios tasados.
·
Simultáneamente, y agravando lo anterior, surgen
enormes tensiones militares, como consecuencia de no poder sostener el
gran ejército que requiere la defensa imperial. Las guerras son constantes y se
asiste a una creciente indisciplina militar.
·
Como efecto, en parte, de todo lo anterior van
triunfando tendencias desintegradoras del Imperio, hasta dividirlo en
dos Estados con un cierto equilibrio territorial: Oriente y Occidente.
Esta división será definitiva a comienzos del siglo V d.C.
·
Los más grandes emperadores, de Diocleciano a
Teodosio, harán muchos esfuerzos por implantar un sistema de economía
dirigida, frente al liberalismo anteriormente imperante. La tarea
resultará, a la postre, ineficaz.
Notas
generales.
·
El Bajo Imperio es un mundo político a
la defensiva. Finalmente, las invasiones germánicas resultarán imparables y
se producirá la desaparición del Imperio Romano de Occidente (se data en 476,
pero, en realidad, este Imperio desaparece prácticamente a principios del siglo
V).
·
Primacía
económica y cultural de Oriente. A
ciertas ventajas iniciales, el Imperio oriental añade el haber sabido desviar
las invasiones hacia Occidente. Constantino reconocerá esa superioridad y
trasladará a Constantinopla la capital del Imperio. Y la superioridad
cultural oriental se verá, en principio, potenciada por el auge del cristianismo,
considerado inicialmente como una religión procedente del mundo judaico.
·
Gobierno
absoluto y abrumador. Aunque
la práctica puede llegar a ser muy otra (falta de medios, indisciplina,
ineficacia), el Bajo Imperio se presenta teóricamente como un Estado absoluto,
de corte casi oriental, en el que la única fuente de poder es el emperador, que
gobierna apoyado en una plétora de funcionarios y en un ejército enorme.
·
Desintegración
económica. Como ya hemos indicado,
el Imperio se debilita y, en su parte occidental, se viene abajo en medio de un
marasmo económico, cuyas manifestaciones inmediatas son el agobio fiscal y la
devaluación de moneda. Finalmente, la constante crisis traerá como
consecuencias la ruralización socioeconómica y el establecimiento de la servidumbre,
que dan paso al mundo medieval.
4.
CULTURA Y ARTE.
En términos
generales, el Imperio romano fue más un unificador y difusor de
la cultura, que un creador de la misma. Ahora bien, en ese aspecto su labor fue
decisiva (cuando menos, en Occidente), dejando una impronta permanente,
gracias a su larga duración (por ejemplo, en la Península Ibérica, podemos
establecer una duración media de la romanización de unos cinco siglos).
Expondremos
una breve panorámica de estas cuestiones, comenzando por fijar los principales
rasgos de la cultura romana.
Rasgos
culturales.
·
Una cultura urbana. A partir de Roma,
como la Urbs por antonomasia, el Imperio se va extendiendo a base de
fundar ciudades o de asentarse en las ya existentes, y de dar a sus ciudadanos
un sistema unificado de normas, magistraturas y control del campo circundante.
En suma, la ciudad aparece en el mundo romano como el modelo y el ejemplo de la
política general.
·
Gran valor del Derecho. A largo plazo, el
Derecho suele calificarse de la más grande, original y duradera obra del pueblo
romano. ¿Qué es lo que hizo de los romanos tan finos juristas? Para decirlo con
un solo rasgo, el equilibrio alcanzado entre la ley (bien
definida, breve y respetada) y la jurisprudencia (aplicación de la misma
al caso concreto). En tal sentido, la labor de interpretación y creación (edictum)
de los pretores fue decisiva.
·
El idioma latino. Con independencia de la
perfección ligüística que alcanzó, el uso del latín como lengua de todo el
Imperio resultó esencial para la unidad y comunicación en este. Ello
acaeció, sobre todo, en Occidente (como la historia posterior ha evidenciado),
ya que en Oriente el griego se afianzó cada vez más como la koiné, es
decir, la lengua común.
·
Practicidad, disciplina y religiosidad.
Estas tres notas distintivas del romano clásico hicieron la base de su
Imperio. Se discute mucho sobre el origen del que pudieron dimanar. Lo cierto
es que esas cualidades parecen haber sido compartidas y, tal vez, heredadas
de los etruscos.
·
Escasa originalidad intelectual. La rusticidad
de los romanos fue superada, a partir del siglo II a.C., por el abrumador dominio
de lo griego en el campo cultural: filosofía, historia, arte... Por ello (y
sin exagerar), la cultura romana nos aparece como transmisora, más que como
creadora.
El arte
romano.
·
Literatura. Los romanos sobresalieron
principalmente en poesía y en historia. Los principales poetas fueron Virgilio,
Horacio y Ovidio. Entre los historiadores, pueden destacarse Salustio, César,
Tito Livio y Tácito.
·
Pintura y escultura. La influencia griega
es en ellas absoluta. Tal vez sobresalga como rasgo peculiar más notable la
abundancia y calidad del retrato.
·
Arquitectura. La originalidad romana
frente a lo griego se concreta en el empleo de elementos curvos (arco de
medio punto, bóveda) y de materiales dúctiles y económicos (mortero).
También fueron muy certeros en la fijación de estereotipos bellos y prácticos a
la vez. Las necesidades imperiales se plasmaron en grandes y duraderas obras
públicas de ingeniería, como las calzadas, puentes y acueductos. Los edificios
públicos más notables (siempre, con clara impronta griega) fueron las
termas, las basílicas (palacios de justicia), anfiteatros y templos.
LECCIÓN 5. JUDAÍSMO Y CRISTIANISMO
Nadie puede
dudar sobre la conveniencia de dedicar una cierta atención a los primeros
tiempos del cristianismo, en unos apuntes sobre la civilización occidental. Más
discutible puede ser hacerlo con la historia del pueblo judío. La explicación
estriba en la directa conexión judaísmo-cristianismo y en el hecho de
que enfocamos dicha historia como punto de partida para aludir a la religión
judaica. En cualquier caso, quede claro el encuadre cronológico de esta
lección: el apartado de “pueblo hebreo y judaísmo” abarca fundamentalmente todo
el primer milenio a.C. El relativo al “cristianismo primitivo” comprende los
siglos I a V de nuestra era.
1.
PUEBLO HEBREO Y JUDAÍSMO.
Las principales etapas históricas
del pueblo hebreo son las siguientes:
·
Los orígenes. Son dudosos. Los hebreos se
consideraban una fracción desgajada del pueblo sumerio (región de Ur)
que, iniciada en Abraham, se había ido desplazando sucesivamente a
Palestina, a Egipto (donde habrían sido esclavizados) y nuevamente a Palestina.
Todo este recorrido, durante el cual habían ido creciendo en número y
personalidad, comprendería el segundo milenio a.C.
·
Pueblo soberano. Este periodo incluye la
conquista definitiva de la tierra palestina, su elevación a reino
–incluso bastante poderoso: David, Salomón- y su posterior división en
dos reinos independientes (Judá e Israel). Cronológicamente, abarca la primera
mitad del primer milenio a.C.
·
Sumisión y tensiones nacionalistas. Los
reinos hebreos son destruidos por asirios y babilonios. Posteriormente, ya
unificado, el pueblo judío alcanza una cierta autonomía dentro del imperio
persa y trata de mantener la independencia entre los reinos
helenísticos. Finalmente, se lleva a cabo la conquista romana. Todo abarca la
segunda mitad del primer milenio a.C.
·
Sublevaciones contra Roma. Los judíos se
sublevan abiertamente contra Roma en tiempos de Tito y de Adriano. La derrota
definitiva llevará consigo su diáspora, dejando de ser Palestina
su tierra de residencia. Esto tiene lugar entre los años 70 y 130 d.C.
La
religión judía.
Resulta
innecesario profundizar en el tema más allá de ofrecer unas notas generales,
que nos permitan encuadrar sus principios y la importancia del hecho religioso
en la historia de Israel. Así, podemos establecer las siguientes generalidades:
·
La religión judía posee las notas (muy
peculiares para su tiempo) de ser monoteísta, de intensa espiritualidad
y específicamente revelada a este pueblo, que por ello alcanza la
autoconsideración de ser el pueblo elegido.
·
Dicha religión acaba configurándose como bíblica,
es decir, recogida en libros. A lo largo de un extenso periodo que se inicia
hacia el siglo VIII a.C., pero que tiene su mayor desarrollo alrededor del
siglo V a.C. (para concluir en lo esencial en el siglo II a.C.), los escribas y
doctores de la ley plasman de manera extensa y artística la historia del pueblo
de Dios, de sus profecías y sabiduría espiritual, en un conjunto de textos
(alrededor de cuarenta), que conocemos por el nombre de Antiguo Testamento.
Una vez fijados los textos, el ser una religión del Libro le da una
precisión y capacidad de transmisión muy superior a otras religiones.
·
Además de por su espiritualidad, la religión
judía se caracteriza por su influencia política. El pueblo hebreo se
constituye en una teocracia y su religión aparece como un signo
distintivo de la nación: religión y nacionalismo acaban por integrarse y
nutrirse una de otro y viceversa.
2.
EL CRISTIANISMO PRIMITIVO.
El
cristianismo inicia su andadura a mediados del siglo I d.C. Sus primeros siglos
de vida, desarrollados dentro del Imperio romano, le dotan de unas bases
sólidas, dogmáticas, organizativas y políticas; de manera que, llegado el siglo
V, puede decirse que su etapa primitiva ha concluido.
Caracteres
generales.
No puede
discutirse que el cristianismo se nutre del judaísmo. Puede también afirmarse
que la inicial doctrina o mensaje de Cristo (de cuya existencia histórica es
difícil dudar) era sustancialmente judaico, aunque llevara importantes gérmenes
para un desarrollo peculiar y hasta autónomo. Sin embargo, serán algunos de sus
primeros discípulos (Juan Evangelista, San Pablo) los que establecerán la
conciencia de ser una nueva religión y la dotarán de nuevos dogmas, entre los
cuales, el más importante: el carácter divino de Cristo y lo definitivo de su
mensaje.
·
Desde el punto de vista de ese mensaje, lo
esencial es que se trata de una religión basada en el amor (de y a Dios;
entre los hombres) y en la universalidad de la llamada al reino de Dios
y a la salvación (religión católica).
·
El cristianismo alcanza pronto una intensa
cohesión entre sus adeptos, gracias a dos notas esenciales: la jerarquía
ministerial (papa, obispos, presbíteros, diáconos) y la comunicación
de bienes (inicialmente, coparticipación o puesta en común de los mismos).
·
Otra razón de su éxito y difusión fue su
temprana plasmación escrita (en lo esencial, data de la segunda mitad
del siglo I d.C.). Muy diferente de la judaica, este Nuevo Testamento se
integra, en lo esencial, por el atractivo e instructivo relato de la vida,
dichos y milagros de Jesús (los Evangelios) y el compendio doctrinal y
diferenciador de lo judaico, que constituyen las Epístolas de San Pablo.
·
Finalmente, hay que señalar la considerable rapidez
con que el cristianismo se extendió por todo el Imperio romano, pese a las
persecuciones que desencadenó su hostilidad hacia ciertas manifestaciones
políticas y religiosas de las autoridades civiles. De tal suerte que, apenas en
trescientos años, podemos decir que se pasó, de las catacumbas, a las
basílicas, es decir, de la ocultación ante la persecución, al culto público y
solemne.
Cristianismo
e Imperio romano.
Como decíamos
al comienzo de este epígrafe, los tiempos primitivos del cristianismo se
desarrollan dentro del Imperio romano. ¿Cómo fueron, en lo sustancial, las
relaciones entre uno y otro? Podemos distinguir tres etapas:
·
Primera etapa. Se caracteriza por el desprecio
que el poder político hace de una religión que le parece oscurantista y propia
de esclavos. Seguidamente, ante posturas enfrentadas por el exclusivismo
cultual del cristianismo (un solo Dios; el emperador como un simple mortal,
etc.), se desencadenan periódicamente persecuciones; se citan diez, pero
lo cierto es que algunas de ellas fueron bastante livianas. En fin, esta
primera etapa dura hasta finales del siglo III (Diocleciano desencadenará la
última y más violenta de las persecuciones).
·
Segunda etapa. Viene marcada por la libertad
de cultos, que proclama Constantino en el año 313. Seguidamente, el
cristianismo conoce una rapidísima expansión, sin duda propiciada por la
labor misionera anterior y la crisis del paganismo romano. Esta segunda
etapa coincide sustancialmente con el siglo IV.
·
Tercera etapa. Se inicia con la
declaración por Teodosio (año 395) del cristianismo como religión oficial
del Imperio. De ella arranca un cierto cesaropapismo y atribución a los
obispos de algunas funciones políticas, que serán el punto de partida de un
profundo cambio ideológico y social del cristianismo, a juzgar por las
actitudes y comportamiento de sus jerarquías y de los propios fieles de base.
Pero esa es ya otra fase de la historia; la etapa que ahora tratamos sólo
abarca el siglo V.
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