De virus y cuarentenas. El caso de
Gene Tierney
Por Federico Bello Landrove
En el pasado
año 2020 coincidieron el centenario del nacimiento de la estrella de cine, Gene
Tierney, y la explosión pandémica de la enfermedad, Covid-19. Resultaba
inevitable que se recordara la profunda relación en la vida de dicha actriz con
otro virus contagioso -el de la rubeola- y la incidencia que en ello tuvo la
falta de conocimiento y responsabilidad de la persona que la contagió. Mi
objetivo es el de recordarlo, yo también, a mis lectores, con el añadido de un
sorprendente episodio en la interminable y maliciosa tragedia del tabaco en el
mundo de Hollywood.
Retrato de Gene Tierney como Laura
1.
Breve presentación de Gene Tierney
Me sirven de
introducción a esta presentación -tal vez, innecesaria- sendas frases de dos de
los monstruos sagrados de Hollywood, separadas por unos cuarenta años de
distancia. La primera es unánimemente atribuida al gran productor, David O.
Selznick, cuando reconoció sin duda ninguna que Gene Tierney[1]
era la actriz más hermosa que le había sido dado conocer. En la segunda, el
extraordinario director, Martin Scorsese, aseveró que Tierney había sido el
mayor ejemplo de actriz desaprovechada de la Edad de Oro de Hollywood.
Naturalmente, el juicio acerca de la belleza de GT es opinable, por más que
proceda de tan famoso y conocedor hombre del cine. En cuanto al desaprovechamiento,
o minusvaloración, de nuestra intérprete espero que la entiendan bastante mejor
después de haber leído el presente ensayo. Pero vayamos ya con las líneas de la
breve presentación prometida.
GT nació en
Brooklyn (Nueva York) en 1920, en el seno de una familia de clase media alta,
lo que, entre otras cosas, le permitió educarse en instituciones elitistas de
los Estados Unidos y Suiza. Su temprana inclinación por el mundo de la escena, consentida, aunque no inducida ni alentada, por sus padres, la llevó a los diecinueve
años a debutar en los teatros de Broadway, en pequeños pero agradecidos
papeles. Su deseo, en todo caso, era incorporarse al mundo del cine de
Hollywood, lo que pronto consiguió, sobre la base de su extraordinaria belleza.
David O. Selznick la contrató para los estudios 20th Century Fox, de los
que llegaría a ser una de las máximas estrellas en el periodo
comprendido entre 1940 y 1955, realizando un total de treinta y tres películas.
En este último año, víctima de las consecuencias de sus desarreglos mentales,
abandonó el cine y entró en una dinámica de ingresos dilatados en clínicas, que
superó relativamente hacia 1960. Intentó el regreso al cine, interpretando cuatro
películas entre 1962 y 1964[2],
en que cerró su vinculación con los estudios, sin perjuicio de esporádicas
actuaciones en televisión. A partir de entonces, dedicada mayormente a la vida
familiar y a la cooperación con organizaciones de niños discapacitados, fue
agotando su vida, hasta fallecer en Houston (Texas) en 1991, a los setenta
años, víctima de un enfisema pulmonar.
Además de múltiples relaciones ocasionales
o aventuras amorosas con conocidos caballeros del mundo del cine y de la buena
sociedad[3], GT
estuvo casada dos veces: Su primer matrimonio (1941-1952) la ligó con el conde
Oleg Cassini, notable diseñador de vestuario y uno de los más conspicuos casanovas
de la época[4];
matrimonio del que nacieron dos hijas, Alexandra Daría (1943-2005) y Christina
(1948-2010), y que terminó por divorcio amistoso, después de varios años de
separación. El segundo enlace (1960-1981) fue con el acaudalado empresario del
petróleo, William Howard Lee[5],
y concluyó al fallecer este.
Entre las
películas más apreciadas en que fue protagonista GT o intervino destacadamente,
podemos citar las siguientes: El embrujo de Shangai (dirigida por Joseph
von Sternberg en 1941); El diablo dijo ¡no! (Ernst Lubitsch, 1943); Laura
(Otto Preminger, 1944), seguramente su cinta más recordada; ¡Que el
cielo la juzgue! (John M. Stahl, 1945), su actuación favorita, única que le
mereció una nominación al Oscar; El filo de la navaja (Edmund
Goulding, 1946); El fantasma y la Señora Muir (Joseph L. Mankiewicz,
1947); La noche y la ciudad (Jules Dassin, 1950); Al borde del
peligro (Otto Preminger, 1950); Tempestad sobre Washington (Otto
Preminger, 1962).
Hacia sus sesenta
años de vida, GT tomó la iniciativa, secundada técnicamente por Mickey
Herskowitz, de escribir su autobiografía, titulada en español Autorretrato[6],
que por su sinceridad y encanto ha servido de base a los intentos ajenos de
biografiarla[7], así
como de ejemplo de asunción, cara al público, de los desarreglos mentales
propios y del camino emprendido para su tratamiento.
Gene Tierney y su primer marido, Oleg
Cassini
2.
La rubeola
La rubeola es una
enfermedad infectocontagiosa[8],
producida por un virus de ARN -el Rubella virus-, que puede considerarse
endémica en prácticamente todo el mundo, generando espontáneamente fenómenos
epidémicos masivos cada cierto número de años -promedio de entre diez y quince
años de intervalo-. Características propias de esta enfermedad son las de tener
un carácter generalmente leve o benigno; evidenciarse por una especie de
sarpullido (exantema) generalizado, similar al más conocido del sarampión, e
inflamación de ganglios linfáticos (adenopatías); curar en tiempo breve, y producir
de ordinario una inmunidad vitalicia. Los principales problemas que genera esta
enfermedad son los de poder contagiarse a personas sanas a partir de enfermos
que aún permanecen asintomáticos; el tener un muy elevado y fácil contagio, ya
que se transmite por secreciones respiratorias episódicas (toses, estornudos e,
incluso, besos o abrazos de cierta intimidad), así como por el torrente
sanguíneo, de las embarazadas a los fetos; el durar la contagiosidad de la
enfermedad hasta unas cuatro semanas, aunque el mayor número de contagios se
produce en la semana siguiente a la aparición del sarpullido, periodo en que es
de pauta el permanecer en aislamiento o, dicho de modo vulgar, en
cuarentena.
Precisamente, esa
cuarentena fue durante muchas décadas[9]
la única defensa contra la infección, dado que la solución vacunal no se
alcanzó hasta los años 1965-1969, estando actualmente consolidada a nivel
internacional en su forma de administración triple vírica (sarampión, paperas y
rubeola), lo que ha acabado con los brotes epidémicos en todos aquellos países
que tienen implantada la vacuna con carácter masivo entre la población,
particularmente la infanto-juvenil.
Modelo del Rubella virus
La más impactante
novedad sobre esta enfermedad vino determinada hacia 1940, en dos fases. En la
primera, se comprobó la muy frecuente probabilidad -alrededor de un 80%- de
que, si la madre gestante contraía la rubeola, esta pasara al feto a través del
común sistema circulatorio de la sangre, provocando en el nonato la llamada
rubeola congénita. En un segundo momento[10],
se fue comprobando empíricamente que, en particular durante los tres primeros
meses de embarazo, el contagio provocaba un alto número de abortos espontáneos
(sobre un 20%) y había una muy alta incidencia (como la mitad de los casos) en
que, de llegar a término, el nacido presentase importantes secuelas
irreversibles, principalmente en los sentidos de la vista y del oído, así como
en el encéfalo (grave retraso mental).
En los últimos
años del periodo prevacunal, los Estados Unidos sufrieron tres episodios
epidémicos de rubeola (1935, 1943, 1964). El último de ellos, que se extendió
hasta 1965, fue especialmente generalizado, diagnosticándose un total de 12,5
millones de casos (en una población de poco más de 180 millones), calculándose
unos veinte mil abortos espontáneos y otros tantos casos de grave afectación de
los fetos; y eso, a pesar de que, ya entonces, la población y la clase médica
podían conocer perfectamente el riesgo del embarazo en mujeres jóvenes
expuestas a ese tipo de epidemia.
De la lectura de
este capítulo surgen inmediatamente las similitudes con algunos aspectos de la
enfermedad Covid-19, generada por el adenovirus, SARS-Cov 2, en
particular: 1ª. La existencia de un periodo -muy corto en el caso del coronavirus-,
en que se ha carecido de vacuna. 2ª. La facilidad y frecuencia del contagio.
3ª. La existencia de un periodo de transmisión, sin que el enfermo sepa que ha
contraído la enfermedad. 4ª. El consejo, o la imposición, de mantenerse aislado
-en cuarentena- durante el tiempo en que se padezca la enfermedad, o
haya el riesgo de haberse contagiado. Son, entre otras, razones suficientes
para que -como señalaba en la introducción a este ensayo- la pandemia de Covid-19
haya hecho recordar el trágico caso de GT, al contraer la rubeola hallándose en
los primeros meses de gestación de su hija primogénita, Alexandra Daria Cassini.
Este caso será el objeto del capítulo siguiente del relato.
3.
La rubeola y Gene Tierney
Todo empezó por
una iniciativa patriótica promovida y dirigida por los actores John Garfield y
Bette Davis y el músico Jules Stein[11],
encaminada a animar, durante la II Guerra Mundial, los permisos, o los últimos
días en la patria, a los militares estadounidenses y de otros países aliados,
mediante el calor y la inmediatez de las estrellas de Hollywood y la gratuidad
de las consumiciones y servicios recibidos. Para ello, se habilitó una
edificación especial de carácter popular, sita en el número 1451 de Cahuenga
Boulevard de Hollywood, a la que se dio el expresivo -e hispánico- nombre
de Hollywood Canteen. La iniciativa se convirtió en un éxito
extraordinario durante los tres años que funcionó[12],
siendo visitada por, al menos, tres millones de soldados (tal vez, mejor sería
decir tres millones de veces por los soldados). Referencias de fácil acceso[13]
ponen de manifiesto, por otra parte, el gran número de famosos que, una
o más veces y de un modo u otro (cocinando, sirviendo, bailando, concediendo
autógrafos…), colaboraron desinteresadamente[14]
en aquella inolvidable Cantina. Su éxito y la emulación entre los
artistas americanos dio lugar a que se montase en la ciudad de Nueva York la Stage
Door Canteen, en los bajos de un teatro existente en la calle 44;
iniciativa que, por supuesto, contó con el pleno apoyo de las figuras teatrales
y musicales de Broadway. De ambas canteens ha quedado el recuerdo
cinematográfico de sendas películas, a mayor honra y gloria de aquellas y de las
figuras que las hicieron posibles[15],
bastantes de las cuales realizaron pequeñas apariciones o cameos, representándose
a sí mismas.
Hollywood Canteen
Pues bien, dentro
de sus actividades de patriotismo bélico, GT, además de promover la
venta de bonos, hacer visitas a los militares y cultivar su huerto de la
victoria, acudió en alguna ocasión (creo que se ignora cuántas veces) a la Hollywood
Canteen. La última de ellas se produjo en la primavera de 1943
(posiblemente hacia el mes de abril) cuando, concluido el rodaje de El
diablo dijo ¡no![16],
se disponía a viajar hasta Kansas, donde su primer marido, Oleg Cassini,
realizaba actividades de voluntario para la Marina. De paso, procuraría pasar
relajadamente los meses de embarazo de su primogénita, la futura Alexandra
Daria, hasta que llegase el momento de dar a luz. Dicho momento se adelantó
respecto de lo esperado, produciéndose el nacimiento el 15 de octubre de 1943,
y, lo que fue mucho peor, la recién nacida -que pesó quilo y medio- vino al
mundo con una serie de graves deficiencias, que no tardarían en acreditarse,
así como el carácter prácticamente irreversible de las mismas.
***
En efecto, la niña
nació prácticamente ciega, sorda -lo que suponía ser sordomuda- y con una debilidad
mental que, valorada cuando alcanzó su pleno desarrollo, dio una equivalencia a
la de una criatura de dos años. Tras un periodo en que los padres trataron de adaptarse
a la situación e intentaron convivir con la niña, decidieron -de acuerdo con
los especialistas consultados- que lo mejor sería ingresarla de por vida en una
institución médico-psicológica adecuada[17].
Así quedó efectuado, siendo Alexandra Daría internada hasta su fallecimiento,
que se produjo en 2010, a los 66 años de edad. Consta que, por libre decisión
del multimillonario Howard Hughes, fue este quien corrió mayormente con los
cuantiosos gastos devengados por dichos cuidados, hasta el mismo momento del
fallecimiento de la paciente[18].
Igualmente, es notorio que esa desgracia de su primera hija afectó muy
significativamente a la felicidad de sus padres, así individualmente, como en
pareja; algo que, al parecer, no palió el nacimiento de otra hija, completamente
sana, Christina, en 1948.
Si no en el mismo
momento de detectarse las graves deficiencias de Daria[19],
sí poco tiempo después, quedó clara la relación de causalidad entre aquellas y
el hecho de que GT hubiera sido contagiada de rubeola en los primeros meses del
embarazo. Es de suponer que, habiendo sufrido en 1943 los EE.UU. una epidemia
de rubeola, GT considerase su afectación como uno de tantísimos casos de mala
suerte. No era eso un consuelo, pero, al menos, no agravaba la
responsabilidad personal de ella misma, siendo así que no existía vacuna, ni
todavía se conocía de manera sólida y general la funesta relación entre el
embarazo y la citada enfermedad. Mas esa situación cambiaría drásticamente años
después[20],
cuando una desconocida se acercó a GT y le manifestó lo siguiente:
Que, hallándose en
1943 desempeñando funciones auxiliares como oficial de Marina en una base
próxima a Hollywood, se desató en la misma un brote epidémico de rubeola, ante
lo cual -siguiendo la pauta acostumbrada-, sus jefes ordenaron el aislamiento o
cuarentena de todo el personal. En estas circunstancias, habiendo sabido por la
prensa que GT visitaría en determinada fecha la Hollywood Canteen, y
siendo ella una apasionada fan de la estrella, logró salir indebidamente
de la base y acceder a la Cantina, donde, seguramente prevalida de su
sexo y graduación de teniente, tuvo contacto con GT, hasta un punto -al
parecer, abrazo y dos besos-, que hacía posible un contagio interpersonal. No
quedó claro, por su propia confesión, que la teniente supiese en el momento de
ir a la Cantina que ella misma estaba contagiada, pero es obvio que tal
cosa ya se había producido, por más que ella no lo supiese y permaneciera
asintomática. El cualquier caso, la dama desconocida, que ignoraba lo que le
había sobrevenido a GT, le preguntó, preocupada: No sufrirías tú también la
rubeola en aquellas fechas. Al parecer, GT no la contestó, marchándose
inmediatamente del lugar y -eso sí es seguro- no ofreciendo ningún dato que
pudiera haber permitido la posible identificación de la más que probable
responsable de su contagio.
Gene Tierney y su hija Alexandra
Daria
Lo que sucedió
después de ese encuentro me parece que no tiene explicación suficiente, de no
conocer la existencia de previos problemas mentales de GT, al margen de la
situación de su hija. Me refiero a que la actriz sufría el conocido y muy
frecuente síndrome de trastorno bipolar, llamado en los casos más
extremos, locura maniaco-depresiva, evidenciado por periodos alternativos de
euforia excesiva y descontrolada, seguidos de otros de hundimiento psicológico
o depresión. Obviamente, las tensiones familiares y los gravísimos problemas de
su hija mayor agravaron su dolencia y generaron un proceso de retroalimentación
o círculo vicioso, por virtud del cual los problemas mentales agudizaban, a su
vez, sus dificultades familiares y profesionales, y viceversa.
¿Por qué he
sugerido que, sin la enfermedad mental subyacente, el encuentro con la fan que
la contagió no hubiera debido tener tan graves consecuencias psicológicas para
GT, hasta el punto de impedirle realizar vida normal y determinar un
internamiento terapéutico prolongado? Pues porque me parece que, de la
confesión de la ex teniente, se deducían graves remordimientos morales para
ella, culpable -al menos, por ligereza- de la desgracia de la estrella y
de su hija; pero, en lo que a GT respecta, poco o nada debía aumentar su pesar,
sobre lo ya sabido antes: Que existía en la zona una epidemia de rubeola y que,
por lógicas razones de prudencia, habría sido aconsejable no frecuentar lugares
cerrados y masificados -como la Hollywood Canteen-, a fin de evitar ser
contagiada. Por lo demás, resulta evidente que, cuando la actriz fue a la Canteen,
ella y casi todos ignoraban la relación posible entre rubeola y
malformaciones o alteraciones fetales, que, en cambio, sí que se supo poco
tiempo después, aunque no se lo hubiese recordado el encuentro con la oficial
de Marina. Pese a todo, la casi certeza de haber sufrido el funesto contagio en
aquella velada de la Cantina provocó a GT una extrema agitación y un
sufrimiento depresivo, que fue incapaz de superar durante años -ni aún con
tratamiento médico-, y para el que no sirvió de paliativo el hecho de que su visita
a aquel lugar de esparcimiento militar no había sido fruto del capricho o la
diversión, sino de prestar un servicio considerado a la sazón como humanitario
y patriótico.
***
A partir de aquí, la
relación de GT con la rubeola -objetivo principal de este ensayo- entra en una
dinámica mucho menos directa, en la que ni siquiera puede asegurarse qué parte
de las desgracias de la actriz tuvieron su origen y causa principal en la
enfermedad transmitida a su hija Daria por vía fetal. Sí me parece útil
resaltar algunos hechos o procesos que condicionaron el quinquenio 1955-1960,
tan terrible para ella; hasta el punto de que en alguna biografía se considera
el tiempo siguiente de la vida de la actriz como de felicidad[21].
Recojamos a vuela pluma algunos datos orientativos:
·
Aunque
en años precedentes GT había dado muestras de cierta incapacidad en los rodajes,
es en 1955, durante el de La mano izquierda de Dios, cuando se producen
constantes fenómenos de olvido de los textos a recitar, que logra ser superado
con la paciencia benévola de su compañero, Humphrey Bogart, que le susurra lo
que tiene que decir, mientras él permanece en contraplano[22].
Esta película sería la última de GT
hasta el año 1962 y, del set de la misma, prácticamente saldría GT a
recibir tratamiento en las clínicas, decisión para la que el propio Bogart
parece que fue determinante con sus consejos.
·
Durante
unos cinco años (1955-1960), GT se sometió a los tratamientos considerados en
aquella época como eficaces para las dolencias mentales que le fueron
diagnosticadas. En particular, la actriz recordaba con horror, no tanto las alrededor
de treinta sesiones de electroshock, como las de inmersión en una tina de agua
helada, sin posibilidad de moverse. Bien que mal, el tratamiento global
consiguió los tres objetivos principales perseguidos: Que la actriz conociera y
reconociera su enfermedad mental; que se mostrase dócil a la acción
presuntamente curativa de los facultativos, y que olvidase los aspectos más
negativos y deprimentes de su situación. GT aseveraba que, en realidad, la
amnesia llegó a ser casi total, hasta el punto, no ya de no poder hacer vida
profesional, sino social, como el mantener conversaciones, reconocer a todos
sus conocidos o tener conciencia de los avatares que le habían acaecido en
aquella época y en algunas precedentes.
·
Es
de destacar que, aunque se habló de ello, GT no fue privada en ningún momento
de las facultades sobre su persona, no llegando su madre a ser nombrada
representante legal de la actriz, como se previó en algún momento.
Gene Tierney y la Marina
·
En
la Navidad de 1957, durante una salida de la clínica para pasarla en familia en
casa de su madre -que radicaba en Manhattan, en la planta décima cuarta de un edificio-, los
transeúntes quedaron aterrorizados, al ver a la actriz sobre el alféizar de
una ventana, con probable intención de tirarse al vacío. Familiares y policías
lo evitaron y, cuando se preguntaba a la actriz por aquel episodio, manifestaba
no recordar si su intención era la de suicidarse, pero que, en todo caso, era
tal entonces su insensibilidad moral, que lo habría hecho sin la menor emoción.
·
En
la segunda mitad de 1959, el estado de la actriz y la decisión de sus doctores
dieron lugar a que, en las inmediaciones de la clínica que se le consintió
abandonar, GT pasara a un periodo de libertad vigilada, compartiendo la
morada de una amable señora mayor, viuda de un médico, y prestando servicios
como dependienta de una boutique de Topeka (Kansas)[23].
La prueba resultó bastante bien, lo que favoreció la mayor relajación en el
tratamiento y una mayor intensidad en el acercamiento entre GT y su segundo
marido -entonces divorciándose tempestuosamente de la actriz, Hedy
Lamarr-, que acabaría en matrimonio, celebrado en Aspen (Colorado) el 11 de
julio de 1960, pasando la pareja a fijar su residencia en Houston (Texas),
domicilio habitual del señor Lee, esposo de GT.
·
Finalmente,
la felicidad -relativa- de GT permitió su retorno al cine, que se llevó
a cabo con la muy notable película, Tempestad sobre Washington, dirigida
por Otto Preminger y estrenada en junio de 1962.Como ya he indicado en el
capítulo 1, el retorno a Hollywood de GT apenas duraría tres años, sin más títulos
de relevancia[24].
4.
Otros defectos de Gene Tierney
Me refiero a
defectos físicos o, en su caso, a costumbres de la actriz que llegaron a
producirle inquietudes estéticas o perjuicios de tipo médico. En cualquier
caso, se trata de una breve miscelánea.
Recordaré, en
primer lugar, la tendencia de GT a engordar, ya desde su edad juvenil.
Probablemente, tendría bastante que ver con su gran afición por los dulces y
las coca colas, en una época en que estas no se preparaban en sus formas light
y cero. De hecho, para una estatura de 1,66 metros y una edad de diecisiete
años, la joven GT regresó a EE.UU. de su colegio en Lausana (Suiza) con un peso
de alrededor de setenta kilos, que llamó la atención de sus próximos. Llevando
a cabo un serio y efectivo control de peso, con régimen y deportes, la joven
logró bajar alrededor de diez kilos, para mantenerse en unos sesenta durante
toda su vida en Hollywood que, como sabemos, quedó interrumpida cuando la
actriz rondaba los treinta y cinco años. Posteriormente, a juzgar por las
fotografías existentes, parece que GT ganó peso y engordó la cara, hasta perder casi aquella prominencia de los arcos cigomáticos que había sido famosa; pero,
claro, la edad no perdona -y, menos, a bellezas como GT-, por lo que tal decadencia
puede haber sido consecuencia, más de la llegada de la vejez, que no del
aumento de peso. De todas formas, su nieto, Alexander Cassini[25],
recuerda que su abuela Bama[26]
fue durante toda su vida adicta de las coca colas, sin precisar -que yo
sepa- si eran, o no, de las de bajo contenido en azúcar[27].
Gene Tierney acompañada de Oleg
Cassini… y de un cigarrillo
***
GT fue famosa por
su belleza, en la que cada cual destacaba ciertos rasgos. Para los directores
de fotografía y los cámaras el principal fue uno, en que muy pocas otras
personas hemos reparado nunca. Me refiero a la perfecta simetría de su rostro,
que hacía innecesaria la preocupación -tan intensa para otros actores- de
fotografiarlos solo de un lado -el llamado lado bueno-. En el caso de GT,
como en el de otras pocas actrices -entre las cuales, la gran Greta Garbo-, nada
de eso sucedía y sus tomas podían hacerse por el lado que más conviniera a las
exigencias de la escena.
De los defectos
físicos de GT -que también los tenía-, el más conocido y conspicuo era el de la
protrusión dental, es decir, el adelantamiento de las piezas incisivas de la
arcada superior, hasta descansar naturalmente sobre el labio inferior. Este
defecto generaba en todo momento un efecto de morrito, con cierta
gracia, que perdía cuando la actriz abría la boca o sonreía francamente. Dicha
protrusión habría podido ser solucionada o, al menos, paliada mediante
extracciones dentarias -con su correspondiente sustitución por piezas
artificiales-, o mediante técnicas de ortodoncia que, incluso en Hollywood, no
estaban muy avanzadas hacia 1940. En consecuencia, estando la actriz y sus
padres -dado que a la sazón era menor de edad- en completo desacuerdo con una
intervención tan drástica, hicieron constar en los contratos firmados con los
estudios que la dentadura de GT sería respetada, tal y como era naturalmente.
Los estudios aceptaron la cláusula, quizá pensando que el defecto no
afeaba en exceso el bellísimo rostro de la actriz.
Hasta aquí, la
cosa parece meramente anecdótica. Lo llamativo es que, andando el tiempo, GT
fue tan admirada del público por su belleza y sus rasgos peculiares, que nadie
se habría atrevido a cambiar estos. Fueron entonces los estudios 20th
Century Fox los que impusieron la misma cláusula; de modo que, aunque la
estrella hubiese querido arreglarse los dientes, la empresa
cinematográfica no se lo habría permitido legalmente.
***
Finalmente,
aludiré a ciertas circunstancias del tremendo tabaquismo de la actriz, que
mantuvo, desde que era una veinteañera, hasta sus últimos momentos. Los hechos tienen
una causa muy particular y, por esta vez, no tienen que ver con el vergonzoso
mercadeo entre las compañías tabaqueras americanas y los estudios
cinematográficos, que hoy nos llama la atención más que entonces: Esa obsesión
por el cigarrillo -incluso en las actrices- que reflejan las películas,
haciendo del tabaco la panacea de todos los males y el compañero de los buenos
momentos.
En el caso de GT,
no consta que esta tuviese el vicio de fumar antes de llegar a Hollywood e
implicarse en el mundo del cine como protagonista. Mas, llegado el caso, la
propia actriz reconoció que su voz resultaba en exceso aguda[28],
burlándose de sí misma con un símil que se ha hecho famoso: Mi voz se
parecía a la de Minnie Mouse[29]
cuando se enfadaba. En vista de ello, consultó el problema con el factótum
de sus estudios, David O. Selznick, quien le recomendó que fumase
frecuentemente, para oscurecer su voz de manera relativamente sencilla. GT
siguió el consejo del productor y así comenzó un hábito tabáquico del que nunca
sabría redimirse.
Lógicamente, con
el tiempo, la voz fue pasando de grave a ronca, pero no fue esa la peor
consecuencia, entre otras cosas, por haber abandonado el cine con apenas 44
años. Lo más lamentable fueron los daños y alteraciones sufridos por el aparato
respiratorio de GT, que constituyeron la causa de su fallecimiento, a los setenta
años de edad[30]. El
diagnóstico literal fue el de enfisema pulmonar que, junto a la
bronquitis crónica, constituye el ingrediente fundamental de la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica (EPOC, en español; COPD, en inglés), ligada de
forma indisoluble e irreversible con gran parte de los casos de fumadores compulsivos
de larga duración, como lo fue Gene Tierney.
Gene Tierney hacia 1960
[1]
En lo sucesivo, me permitirán usar el acrónimo GT para referirme a Gene
Tierney, dado que las citas de su nombre y apellido serán constantes.
[2]
Curiosamente, fue una de estas la única que GT rodó en España y que hoy parece
haberse perdido o, al menos, ser ilocalizable: Las cuatro noches de la luna
llena (Sobey Martin, 1963). En 1986, el Festival Internacional de Cine de
San Sebastián otorgó a GT, en unión de Gregory Peck, su máximo galardón, el Premio
Donostia (la actriz no vendría a España para recibirlo en persona).
[3]
No entra en mi estilo especular con las nutridas listas de amantes que suelen
atribuirse a las estrellas de Hollywood. En el caso de GT haré escasas
excepciones en esa ley, que no es del silencio, sino de la prudencia: Tyrone
Power, tal vez el compañero actor que más impresionó a GT; el productor
y agente, Charles K. Feldman, por cuanto la última viuda de Oleg Cassini, Marianne
Nestor, se escudó para negar la herencia en que Christina Cassini Tierney era
hija de GT y Feldman, no de GT y Oleg Cassini; John F. Kennedy, futuro
Presidente de los EE.U., con quien la ruptura respondió a no querer casarse él
con una futura divorciada, por razones políticas y religiosas; Alí Khan, hijo
del Aga Khan III, por prohibición expresa de su padre, tras haber estado casado
con Rita Hayworth; y Howard Hughes, a quien, al parecer, GT rechazó, no se sabe
bien si previas relaciones sexuales o no.
[4]
El propio Cassini (1913-2006) admitía la comparación con Casanova, por cultura,
buena mano con las mujeres y abundancia de señoras que estuvieron entre
sus brazos. En su autobiografía no tiene reparo en contarlo, cuando todavía le quedaban
muchos años de vida: Oleg Cassini, In my own fashion. An autobiography, Simon
& Schuster, Nueva York, 1987.
[5]
William Howard Lee (1908-1981), segundo marido de GT y el hombre bueno por
antonomasia en la vida de la actriz, cuyos problemas mentales sufrió con cariño
y estoicismo. Tal vez, le sirvió de preparación su previo matrimonio con la, también
gran estrella, Hedy Lamarr, que cuenta con una atractiva biografía: Stephen
Michael Shearer, Beautiful. The life of Hedy Lamarr, Thomas Dunne Books
& St. Martin Griffin, Nueva York, 2010.
[6]
Que yo sepa, no hay traducción española: Gene Tierney, con Mickey Herskowitz, Self-Portrait,
1ª edición, Wyden Books, Nueva York, 1979.
[7]
La biografía canónica, casi
autorizada pero escueta y poco novedosa, es: Michelle Vogel, Gene Tierney. A
biography, McFarland, Londres, 1ª edición, 2005. En español,
con enfoque más cinéfilo que biográfico: Víctor Guerrero, Gene Tierney. En
el filo de la navaja, T y B Editores, Madrid, 2016; Quim Casas y otros, El
universo de Gene Tierney, Notorious Ediciones, Madrid, 2020.
[8]
Sigo la información general que da sobre esta enfermedad la Clínica Mayo,
que puede encontrarse en www.mayoclinic.org.
[9]
La rubeola fue descrita y valorada como enfermedad autónoma por el médico
británico, George Maton (1774-1835), en los años 1814-1815. De ahí, el
denominar en su honor Matonaviridae a la familia de virus a la que
pertenece el Rubella virus.
[10]
El artículo pionero al respecto fue: Norman Gregg, Congenital Cataract
Following German Measles in the Mother. Trans Ophthal Soc Aust 3:35,
1941.
[11]
Presidente a la sazón de la Music Corporation of America.
[12] En
concreto, del 3 de octubre de 1942 al 22 de noviembre de 1945.
[13]
Sin ir más lejos, la Wikipedia, en su versión en inglés, ofrece una
lista de más de 350 figuras famosas y estrellas. Para la Stage Door Canteen,
se ofrece una lista con unos dos centenares de ellas.
[14]
El propósito de mantener la gratuidad en los cameos de la película Hollywood
Canteen (ver nota siguiente) generó un litigio con los sindicatos de
actores, que retrasó en más de un año el estreno de la película. Se ve que,
para algunos, el patriotismo era una cosa y el dólar otra.
[15]
Hollywood Canteen (Delmer Daves, 1944) y Stage Door Canteen (Frank
Borzage, 1943). Ambas películas obtuvieron unas taquillas que, sumadas,
alcanzaron casi los diez millones de dólares de la época.
[16] La
película fue estrenada el 11 de agosto de 1943.
[17]
Hay discrepancias acerca de la edad en que Alexandra Daria quedó
definitivamente ingresada en una clínica: con un mínimo de dos años y un máximo
de cuatro. Esta y otras cuestiones -que se notarán a pie de página- me siento
dispensado de investigarlas, dado que son meramente colaterales en este
ensayo.
[18]
Véase supra, nota 3, explicativa del conocimiento y afecto de Hughes por GT. La
institución en que Daria permaneció durante tan largo tiempo tiene el nombre de
Elwin -fundada en 1852- y radica en Vineland, estado de New Jersey.
Según su propia información, carece de ánimo de lucro.
[19] A partir de aquí, la cito por su segundo
nombre, al haber sido generalmente conocida solo por él.
[20]
Me remito a lo expuesto en la nota 17, para explicar mi superficialidad. En
este caso, los términos mínimo y máximo están mucho más separados: entre 1945 y
1955. También se discute si el encuentro al que me referiré se produjo en la
calle, o en una cancha de tenis, pero, de cualquier forma, fue casual.
[21]
En el capítulo 15 de la biografía por Michelle Vogel (véase nota 7), la autora
lo describe con tres palabras titulares: Home, Howard, Hapiness. El nombre
Howard hace aquí referencia al segundo marido de la actriz, no al padre de GT,
que tanta relevancia tuvo, para bien y para mal, en su vida. El resto de las
alusiones de este apartado del ensayo también están tomadas de la citada
biografía, o de la autobiografía de GT, Self-Portrait, citada en la nota
6.
[22]
La mano izquierda de Dios (Edward Dmytryk, 1955). Al parecer, la
tolerancia de Bogart -que no era en él habitual- respondió, no solo a la
amistad con GT, sino a que tenía una hermana con problemas similares a los de su
partenaire. Por cierto, Bogart ya estaba enfermo del cáncer que lo
llevaría a la tumba, el 14 de enero de 1957.
[23]
El curiosísimo episodio está brevemente recogido por Michelle Vogel, biografía
citada en nota 7, pp. 178-179. GT permaneció ingresada en la Topeka
Menninger Clinic durante los primeros ocho meses de 1958 y buena parte de 1959, pasando
seguidamente al citado régimen de libertad vigilada durante unos pocos
meses más, ejerciendo de empleada en la boutique Talmage’s, sita en
3107, S.W. Huntoon (Topeka, Kansas). GT no abandonaría definitivamente la clínica hasta febrero de 1960, con el propósito de
establecerse en Nueva York (véase The Salina Journal del 26 de febrero
de 1960, p. 1).
[24] Véase
lo recogido con cierto detalle en el libro citado en la nota precedente, pp.
181-188.
[25] Quien,
por cierto, es habitual residente en Ibiza y habla bien el español.
[26] Apodo
que sus cuatro nietos daban a GT y que esta también había utilizado con una de
sus abuelas.
[27]
A título de broma, diré que GT llegó
tarde a la relación directa de Coca-Cola con el cine: La compañía Coca-Cola
compró Columbia Pictures en 1982 y empezó a insertar imágenes de sus
productos en muchos de sus films. Después de unos pocos éxitos de la productora
durante la propiedad de Coca-Cola, Columbia empezó a tener importantes
pérdidas, por lo que Coca-Cola vendió el estudio a Sony en 1989.
[28] En youtube, por ejemplo, se encuentran
vídeos en que se capta el progresivo cambio a más grave de la voz de GT, pero
yo no aprecio que la de sus primeros tiempos fuese aguda hasta términos llamativos
o chillones.
[29] Dibujo animado de los estudios de Walt Disney:
Era la ratona, pareja del ratón Mickey. Cuando GT empezaba en el cine,
era Thelma Boardman (1909-1978) quien daba voz a Minnie, con la habitual
exageración fonética.
[30] Le faltaban apenas dos semanas para cumplir
los setenta y uno: Había nacido el 20 de noviembre de 1920 y falleció el 6 de
noviembre de 1991.
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