Historias curiosas
de la Era Vargas. Primera parte
La lectura de una reciente biografía de
Getúlio Vargas[1] ha provocado mi curiosidad en algunos
episodios y anécdotas, que ahora narro, dirigiéndome principalmente a mis
lectores no brasileños, para los que aquel gran estadista y Presidente de la
República brasileña puede haber quedado casi olvidado. Las expongo en dos
relatos, dividido cada uno de ellos en cinco apartados o capítulos. En algunos
casos, les he puesto un punto de fantasía, pero siempre dentro del respeto por
la verdad esencial.
1. Las casualidades de la vida
A lo largo de su
dilatada primera etapa al frente de Brasil (1930-1945), Getúlio Vargas sufrió
dos aparatosos accidentes de circulación, con graves afectaciones óseas, de los
que salió sin secuelas relevantes[2].
Me centraré en el acaecido el 25 de abril de 1933, ocho días antes de las
elecciones para elegir diputados a la Asamblea Constituyente; y lo haré, no
tanto por lo que supuso para el entonces Jefe del Gobierno Provisional, sino
por lo que estuvo a punto de suponer para la vida de su hijo menor, Getulinho[3].
Imaginemos una
anochecida de fuerte tormenta, con lluvia torrencial y gran aparato eléctrico,
en la que el vehículo presidencial -un potente Lincoln 164-A de 8 cilindros y siete plazas, con techo convertible de
cuero-, avanza con notables precauciones por la carretera de Rio de Janeiro a
Petrópolis, sentido de esta última ciudad, a unos sesenta quilómetros por hora.
La vía es, por su mero trazado, ya peligrosa, pues ha de salvar un gran
desnivel, mediante innumerables curvas, con precipicio a un lado y elevados
taludes pétreos al otro. La lluvia torrencial salta sobre la calzada, formando
auténticas cascadas, y no son infrecuentes los aludes de tierra y piedras de
mediano tamaño.
En el coche viajan
seis personas. En los asientos delanteros, al volante, el experto chófer
presidencial, Euclides Fernandes, y el copiloto, Ataide dos Santos. En uno de
los dos asientos plegables intermedios, el oficial de Marina, Celso Pestana,
nuevo ayudante de órdenes, incorporado al servicio del Presidente del Gobierno
antes de la fecha en que le correspondía posesionarse, para cubrir en el día
del accidente la licencia del titular. En el amplio y corrido asiento trasero,
el matrimonio Vargas, Getúlio y Darcy, así como su hijo pequeño Getulinho, de catorce años de edad[4].
En el recorrido,
el adolescente, tal vez para conversar con el joven ayudante militar, se coloca
frente a él, bajando el segundo sitio abatible. Sus padres, que acaban de ser
atendidos por el dentista, es probable que no estuvieran de humor para charlar.
El propio señor Vargas parece algo escalofriado; protege su cuello con una
gruesa bufanda de lana. La verdad es que la humedad y la traicionera neblina
que cubre el paisaje conforman una ingrata noche otoñiza.
En un momento
dado, doña Darcy requiere a su hijo para que abandone la compañía del oficial
Pestana y pase al asiento posterior, sentándose entre sus padres.
El vehículo supera
el tercer viaducto de la carretera y alcanza el punto quilométrico 53. En ese
momento se produce un estruendoso impacto contra el Lincoln, que lo desplaza sin control por la carretera, hasta que el
habilidoso chófer logra hacerse con él, frenarlo y estacionarlo en la margen
interior de la calzada. Seguidamente, con cierta dificultad, conductor y
copiloto salen del vehículo y se disponen a averiguar lo sucedido y, en su
caso, a prestar ayuda a los pasajeros. El espectáculo que se ofrece a sus ojos
en el interior del habitáculo es pavoroso.
Una piedra de más
de ochenta quilos de peso, ha entrado por el techo abatible del coche, haciendo
en él un gran rasgón en forma de rombo, y ha ido a impactar directamente contra
la cabeza del teniente Pestana, la cual ha quedado destrozada, diseminando
restos de sangre y masa encefálica en su entorno, incluso sobre el Jefe del
Gobierno y su esposa. El asiento abatible del oficial y su cuerpo han caído
hacia atrás, sobre Getúlio Vargas, fracturándole una pierna. El pedrusco,
siguiendo su camino, se ha deslizado por cima del desocupado asiento de
transportín, yendo a impactar contra las piernas de doña Darcy, ocasionándole
una fractura abierta, por la que sangra copiosamente. ¿Y Getulinho? Se encuentra ileso, aunque en el estado de shock psíquico que es de suponer.
Después de algunos
titubeos sobre adónde dirigirse -habida cuenta que el vehículo parece funcionar
correctamente- Vargas ordena seguir viaje a Petrópolis, ya que es más rápido
que retornar a Rio, y la hemorragia de su esposa amenaza desangramiento. El
Presidente y su mujer quedarán muy pronto ingresados en la Casa de Salud São José de la ciudad petropolitana. El mayor
cuidado es por la lesionada, que ve cómo las heridas se le infectan y está a
punto de gangrenarse la pierna. Todo será felizmente superado y la pareja
accidentada retornará a Rio al cabo de un mes, aproximadamente, para seguir la
recuperación en su residencia.
Ante las sospechas
de un atentado, se llevará a cabo una estricta pesquisa, coordinada por el Jefe
de Policía de Rio de Janeiro, Filinto Müller. A su conclusión, fue descartada
una posible acción criminal, ya que el contorno de la piedra desprendida se
correspondía exactamente con las aledañas, situadas unos cuarenta metros por
encima de la carretera. No había huellas de apalancamiento ni explosivos y,
dadas las circunstancias de la hora y la climatología, era impensable que algún
criminal hubiese subido hasta allí y precisado tan exactamente el paso del
vehículo de Vargas…, aunque lo obvio era que la roca no le había acertado a él
por apenas un metro o, lo que es lo mismo, una fracción de segundo.
Cualquiera que
ahora lea este suceso, sin otros aditamentos, se inclinará a pensar lo adversa
que fue la fortuna con el teniente Pestana, que estaba allí sin haberse
cumplido aún el día de su incorporación, solo por ayudar a un compañero ausente;
y qué favorables los hados para el muchacho, gracias a la subconsciente
prudencia de una madre previsora. Otra cosa, empero, se opinará, al conocer que
Getulinho murió a los 24 años[5],
víctima de la poliomielitis, después de unos últimos meses muy duros por la
desesperanza y la inmovilidad.
2. Amores presidenciales
La publicación del
Diário de Getúlio Vargas[6]
ha sido decisiva para su biografía política, pero sobre todo para los aspectos
humanos de la misma, como pueden ser los amorosos. En particular, ha confirmado
y ofrecido muy interesantes detalles, fácticos y sentimentales, de la relación
de Vargas con quien parece haber sido su gran amor extramatrimonial: Aimée
Soto-Maior de Sá (1909[7]-2006).
Procuraré en este capítulo ofrecer un resumen, siquiera pálido, de algunos
aspectos relevantes de dicha relación, así como de los personajes principales y
secundarios que formaron su quinteto sustancial.
El primer punto al
que quiero aludir es el de la duración de dichas relaciones, entendidas como de
amantes. El diario de Getúlio recoge alusiones a Aimée desde el año 1931[8],
pero las mismas no parecen concluyentes para afirmar intimidad, hasta 1936.
Ello tiene importancia desde diversos puntos de vista: duración de la relación;
edad y estado civil de Aimée a su comienzo[9];
posición del primer marido de Aimée cerca de Getúlio, etc. Pues bien, si nos
atenemos exclusivamente a las alusiones claras en el diario de Vargas, la
intimidad entre este y Aimée duró escasamente dos años, entre 1936 y 1938. El
término inicial permanece, en todo caso, confuso; el final es claro, dado que
Aimée decidió ausentarse definitivamente de Brasil en el año últimamente citado
y, que se sepa, nunca más volvió a encontrarse con Getúlio.
A tenor del número
de alusiones a Aimée existentes en el diario[10],
así como del contenido de las mismas, podemos tener una vívida impresión de la
evolución de la relación y de sus circunstancias de espacio, tiempo y efectos
en Getúlio. Desde luego, extraemos -como cualquier lector- el convencimiento de
que la joven, bella, culta y atractiva Aimée produjo en el veterano político
-veintitantos años mayor que ella y escasamente apasionado a la sazón por su
esposa Darcy[11]- un
deslumbramiento y una pasión muy intensos y duraderos. Es claro que Vargas no
era un dechado de fidelidad física matrimonial pero, en mi opinión, tampoco se
trataba del individuo mujeriego y promiscuo que a veces se nos ha querido
presentar.
Sentimientos
aparte, ha interesado a sus biógrafos enlazar su relación con Aimée a las
posibles consecuencias que aquella pudiera haber tenido en la política de
Getúlio, máxime constatando que los años que la misma duró coinciden
básicamente con la preparación, golpe de estado y primeras consecuencias de la
implantación del Estado Novo, así
como del contragolpe integralista. Esquematizando la valoración más prudente, puede
indicarse lo que sigue: A) No parece que Aimée usara de su privilegiada
posición para influir en su amante, ni en las decisiones políticas, ni para favorecer
a ciertas personas. En todo caso, si en alguna ocasión lo pretendió, no consta
que lo consiguiera. B) Es clara la influencia energética o euforizante de la
relación, en lo tocante a animar y potenciar las aptitudes de Getúlio -incluido
el mayor cuidado de su apariencia, mediante el ejercicio deportivo-, así como
la incidencia contraria cuando, por razones personales y familiares, Aimée
cortó con bastante brusquedad con el Presidente y marchó definitivamente al
extranjero. A todo ello alude Lira Neto, como una somatización de los avatares psíquicos y sentimentales de la
relación[12].
Junto a Getúlio,
Aimée aparece como actriz principal de este drama. Para mí, la pregunta más
atrayente de contestar, entre las suscitadas por los estudiosos, es la
siguiente: ¿Amó ella verdaderamente a su amante? Está claro que, con los datos
de que disponemos, la respuesta habrá de ser básicamente una simple opinión.
Por eso, no puedo reputar prudente la tajante postura del biógrafo de Vargas,
José Carlos Mello[13],
al sostener que Aimée no amó a Getúlio, pero sí que hirió el corazón de este.
Para explicar la situación, desde el punto de vista de la mujer, Mello acude a
un expediente tan manido, como aleatorio: la pura fascinación que en su
juventud le produjo el ser amante de la máxima autoridad del País. Y completa
el retrato con unas pinceladas de frivolidad, extraídas del ciclo vital de
Aimée y, en mi opinión, sin valor probatorio, aún en el caso de ser ciertas: Que
ella no se quería casar, ni tener hijos; que pretendía una vida libre no
compatible con la sociedad de la época…
Una visión más
romántica, y más realista, implica el siguiente razonamiento: Siendo Aimée una
mujer casada, admirada y de vida social muy intensa, no necesitaba de la
relación íntima y duradera con Vargas para alcanzar fama o influencias, lo que,
por otra parte, ella evitaba o no tenía interés en alcanzar. Tampoco puede
olvidarse que Aimée no se entregó plenamente a Vargas, al parecer, hasta varios
años después de conocerlo y tratarlo[14].
En tercer lugar, es casi una perogrullada afirmar que en el interés de Aimée
por Getúlio fue relevante -si no decisivo- el papel y la personalidad de este
como primera autoridad de Brasil; pero eso no significa que los sentimientos se
quedaran en la mera admiración por la carrera política del amante. A mayores,
la duración de la relación y las circunstancias que sobre la promiscuidad ofrece
el Diário[15]
parecen indicativas de una profundidad de afecto por ambas partes. Finalmente,
la ruptura de la relación pareció responder a motivos ajenos al interés de
Aimée por Getúlio sino, más bien, a la notoriedad pública que el romance estaba
alcanzando y a la tensión producida en la vida matrimonial de ambos, a la que
luego me referiré.
***
Pasando a los
personajes secundarios del quinteto, podemos comenzar por doña Darcy, la esposa
de Getúlio, mujer cuarentona en la época, y que por aquellas fechas cumplía las
bodas de plata matrimoniales con el prócer. De tal relación había cinco hijos,
nacidos entre 1912 y 1918.
La esposa de
Vargas muy probablemente era conocedora de las relaciones de este con otras
mujeres, que menudearon antes y después de conocer a Aimée[16].
La brevedad de tales contactos y su procurada reserva parecen haber sido
suficientes para que Darcy los tolerara sin grandes estridencias, aunque el
diario de Getúlio parece reflejar discusiones y quejas frecuentes de su esposa,
relacionadas con los celos hacia otras mujeres.
Como es natural,
la irrupción de Aimée en el horizonte sentimental de Vargas y, sobre todo, la
persistencia de su relación cambiaron radicalmente la relativa condescendencia
de Darcy hacia las infidelidades de su marido. En particular, hubo de
molestarla el hecho de que se tratase de una mujer joven, muy conocida en los
ambientes sociales de Rio y que fuera la esposa de un íntimo colaborador de
Getúlio, como después veremos. Y, por lo menos, en un principio se guardaron
las formas, buscando la pareja que sus encuentros adúlteros se produjesen en
algún apartamento más o menos recatado[17].
Pero, con el tiempo, el atrevimiento de Getúlio -y la aceptación del mismo por
Aimée- fueron creciendo, menudeando las apariciones de la pareja en público, la
inclusión de la amante en reuniones y actividades deportivas -equitación, golf-
y -lo que ya hizo desbordar el vaso- la inclusión de la señora de Simões Lopes en unas vacaciones familiares de Getúlio durante el
año 1938, en el balneario de São Lourenço (Minas Gerais), donde las
ausencias de los dos fueron constantes y llamativas, alcanzando la temeridad de
mantener relaciones sexuales en un bosquecillo próximo.
El efecto de aquel
desprecio por cubrir las apariencias matrimoniales fue que Darcy se marchara
incontinente de la estación termal y el recrudecimiento de las escenas de
celos. Parece datar de dicho momento la conocida decisión de pasar Getúlio y
ella a ocupar habitaciones separadas en el palacio presidencial de Guanabara,
sin que volviesen a tener -que se sepa- relaciones sexuales entre ellos. A
partir de entonces, con conocida hipérbole, el matrimonio pasó a no tener otras
actividades privadas en común que las partidas de cartas y de ping-pong.
Todo ello, consecuentemente
magnificado por rumores y publicidad, está en la base de la decisión de Aimée
de alejarse de Brasil, extrañamiento que sería definitivo. Pero hubo también
consecuencias en su matrimonio con Luís Simões Lopes, otro de los secundarios en el quinteto de personajes
que venimos presentando.
***
Como Getúlio y
Darcy, Lopes, Luís era natural del Estado de Rio Grande do Sul. Nacido en 1903,
tenía unos cinco años más que Aimée Soto-Maior[18].
Desde 1930, era oficial de gabinete, al servicio de Getúlio, a la sazón Jefe
del Gobierno Provisional de Brasil. Por tanto, ya tenía cargo cerca de Vargas
cuando ennovió, en 1931, con Aimée, casándose ambos el 7 de junio de 1932. Se
sostiene que, durante algún tiempo, la pareja estuvo viviendo en el palacio de Guanabara,
residencia también de la familia del Presidente. En cualquier caso, es muy
probable que fuese Lopes el eslabón que enlazó el conocimiento y prístina
amistad entre Aimée y Getúlio, germen, a su vez, de su ulterior relación de
amantes.
Posteriormente, la
carrera política de Lopes fue polarizada hacia la organización y reforma del
funcionariado brasileño, a través de los cargos sucesivos de Director del
Consejo Federal del Servicio Público Civil (1937) y de la Presidencia del
importante DASP (Departamento Administrativo de Servicio Público); esto último,
en agosto de 1938, coincidiendo aproximadamente con la ruptura de Aimée con
Getúlio. Permaneció en ese puesto hasta octubre de 1945, momento de la salida
del poder de Vargas por el golpe de estado de dichos mes y año. Años después,
en el segundo periodo presidencial de Vargas (1951-1954), ocuparía nuevos
cargos políticos, que no es del caso reseñar. Sí me parece significativo que,
entre 1944 y 1992, Lopes fuera Presidente de la Fundación Getúlio Vargas, que
en un principio tuvo el objetivo principal de promover la formación de personal
cualificado para la Administración pública y privada. El cese en esa
dilatadísima dedicación fue casi sincrónico del fallecimiento de Lopes, en
junio de 1993.
No se conoce con
precisión el momento en que Luís Simões Lopes fue consciente y estuvo
seguro del affaire de su mujer con
Vargas. Sí parece lógico que fuese bastante antes del 17 de marzo de 1938, en
que aquel dirigió a este una extensa carta, compungido y derrotado, en la que
le manifestaba que, en vista de la infidelidad de su mujer, había decidido
separarse de ella y, por el momento, alejarse de la vida política, para la que no
tenía ánimos, emprendiendo en consecuencia un viaje al extranjero, que esperaba
lo restableciese. Dicho viaje fue a
Italia y duró unos seis meses, pasados los cuales se reincorporó sin óbice a
sus ocupaciones precedentes[19].
Dos cuestiones,
por lo menos, suscita la citada carta de Lopes a Vargas. La primera es si hasta
su redacción y envío no había sabido el marido engañado de la relación de su
mujer con el Presidente. Desde luego, yo respondo que no, casi con seguridad.
Creo que, por razones fácilmente comprensibles, Lopes consintió -como lo hizo
doña Darcy-, hasta que la relación alcanzó niveles incontenibles de duración y
de escándalo[20] , que
lo movieron a separarse de su esposa y, posteriormente, al divorcio y la
contracción por ambos de nuevos matrimonios.
La segunda
cuestión es la de si Lopes ignoraba la identidad del amante de su mujer, aunque
conociese la infidelidad de esta. La pregunta parece ridícula, pero se ha
formulado por algunos, con base en que la carta de marzo de 1938, aunque
dirigida a Vargas, no lo acusa de ser el amante de su mujer. Podría sostenerse
que se trata de una simple misiva de explicación de los motivos para la
temporal resignación de las tareas políticas, que a Lopes había asignado el
Presidente. Si no hubiera otras razones para rechazar tal tesis, bastaría con
referirse a la longitud -cuatro páginas- y al tono de compunción por la
infidelidad, para comprender que no es la petición de licencia -cuya concesión,
por otra parte, el remitente da por hecha- el objetivo único de la carta.
En suma, de manera
respetuosa y astuta -no derribando los puentes de la amistad-, Lopes echa en
cara al Presidente su liviandad, pero sin romper los vínculos de amistad, ni
cerrarse su vida política futura. Todo ello podría ser muestra de una actitud práctica un tanto repugnante. Yo lo
juzgo, más bien, una muestra de que Lopes apreciaba y admiraba a Vargas,
incluso después del adulterio con Aimée, y apuntaba a una futura reordenación
del problema, en términos de ruptura de la mujer con los dos hombres, pero no
de estos entre sí. El tiempo acabaría por darle muy pronto la razón, como ya
hemos visto.
***
El quinto
personaje de este enredo es el alcahuete, siquiera lo fuese de cierta
categoría. El ingeniero Iedo Fiúza[21],
como buen conocedor de Petrópolis y, en general, de los ambientes fluminenses,
se dice que ya había servido de suministrador para Getúlio de algunos de esos amores mercenarios que de vez en cuando solicitaba.
Como es natural, no fue así en el caso de Aimée, a quien el Presidente conocía
sobradamente por otros medios. Ahora, la cooperación de Fiúza fue meramente
logística: buscar lugar o apartamento para que los amantes tuviesen sus
encuentros de manera discreta y rápida, aprovechando huecos en la agenda
presidencial durante la tarde o a primera hora de la noche. A mayores,
desconfiando de la discreción de los chóferes oficiales, Fiúza sirvió de
conductor a Getúlio, rumbo a su nido de
amor. Entre paréntesis, digamos que, más adelante, el Presidente no fue tan
cauto y empezó a emplear a sus chóferes habituales para tales menesteres; tal
vez, no tenía ya tanto interés en que sus devaneos fuesen desconocidos para sus
íntimos.
La solicitud de
Fiúza llega a resultar cómica, cuando se conoce la disculpa que Getúlio solía
poner para escaparse: visitar las
obras de alguna carretera o autopista cercana a Rio. Lo divertido es que su
cooperador era, desde 1934, el Director General del Departamento Nacional de
Autovías (DNER). Nada más lógico, según eso, que hacerse conducir y acompañar
por el máximo responsable de tal departamento.
Dada la evolución
histórica de la carrera política del señor Fiúza, no parece que influyeran en
la misma los servicios que acabo de
indicar, aunque tampoco puede decirse que Vargas lo abandonara en ningún momento,
pues se mantuvo activo en puestos técnico-administrativos de cierta relevancia
hasta el suicidio de Getúlio, en 1954.
Los varios
episodios del llamado levantamiento
integralista de 1938[22]
llegaron a su culmen dramático en el fallido asalto al palacio de Guanabara de
Rio -a la sazón, residencia presidencial-, en la madrugada del día 11 de mayo
de 1938. El objetivo de la acción era, evidentemente, neutralizar a Getúlio, mediante su secuestro y destitución,
acompañados de su muerte, para el caso de encontrar por su parte cierta
resistencia[23]. Como
resumen, puede decirse que el fracaso del golpe se debió principalmente a las
vacilaciones y errores de los asaltantes. En segundo lugar, resultó decisiva la
acción de los familiares de Vargas que, por esta vez, cumplieron en general con
las atribuciones y la confianza que el Presidente, como típico dictador y riograndense,
solía poner en su familia más próxima.
Si mediocre y
confusa fue la preparación del asalto por los golpistas, no le fueron en zaga
la lentitud e indolencia de los militares y policías que debían oponerse a
aquellos; hasta el punto de que Getúlio y su familia siempre tuvieron la
sospecha de connivencias entre unos y otros. El Presidente, tan circunspecto
como casi siempre, no adoptó medidas drásticas y directas, como algunos íntimos
le aconsejaban, pero dejó huella de sus suspicacias en decisiones suyas que, a
la postre, resultarían muy importantes, si no decisivas. Este puede ser el caso
de la inmediata creación de una Guardia presidencial especializada, al mando de
personas adictas de su total confianza, pero que tan mal resultado darían en
términos de corrupción y de crímenes políticos. También es el caso de la
gratitud y respeto que Getúlio mantuvo siempre por el entonces Ministro de la
Guerra, general Eurico Gaspar Dutra, cuyas aspiraciones presidenciales apoyaría
en las elecciones generales de 1945 que Dutra, efectivamente, ganó.
Dos personas -una
de cada parte- se distinguieron aquella noche, entre el desacierto general. Por
parte de los integralistas, destacó el teniente Barbosa[24],
al mando de los fusileros navales que custodiaban el palacio, quien tuvo la
feliz idea de limitar la capacidad defensiva de sus subordinados, ordenando que
se les entregase un solo peine de balas por cabeza, además de dejar abierto un
portón secundario de acceso al edificio. Y, entre los que apoyaron a Vargas,
insistimos en el valor y la eficacia del general Dutra[25]
quien, tan pronto tuvo aviso telefónico de lo que estaba sucediendo, se
presentó en el cuartel más próximo a su casa, ordenó el transporte de la tropa
que pudo recabar de modo inmediato -alrededor de una docena de hombres- y se
presentó en el palacio cercado por los asaltantes, dando la voz de ¡paso! al
Ministro de la Guerra, recibiendo una rociada de balas -una de las cuales le
rozó una oreja-, pero haciendo decaer los ánimos de los golpistas, frente a los
cuales los soldados de Dutra resultaron un refuerzo muy importante.
Pero el objetivo
de este relato -como se deduce de su rúbrica- es resaltar el papel de los
miembros de la familia de Getúlio en el asalto al palacio de Guanabara.
Comenzaré aludiendo a quienes poco o nada pudieron hacer. Este fue el caso de
la mujer del Presidente, doña Darcy, que permaneció refugiada en una habitación
interior del palacio, en unión de su hija menor, Jandira[26],
quien en un primer momento estuvo a punto de sufrir algún grave percance,
cuando dio la luz y abrió la ventana de su cuarto, para ver qué ruidos eran aquellos,
que se estaban produciendo en el exterior. Tampoco pudo intervenir de modo
significativo el hijo mayor del Presidente, Lutero[27],
que había salido de la residencia presidencial antes de iniciarse el ataque,
por lo que no pudo reintegrarse a ella hasta pasadas las cinco de la madrugada,
en unión del coronel y recién nombrado Interventor de Rio Grande do Sul,
Oswaldo Cordeiro de Farias.
También se
encontraba fuera de palacio el expeditivo hermano menor de Getúlio, Benjamim
-conocido por Bejo-, quien cenaba
fuera, en unión de un buen amigo, llamado Júlio Santiago, y de otros conocidos.
Con todo, al ser informado de lo que sucedía, los comensales montaron en un
vehículo e hicieron entrada veloz y a tiros en los jardines del edificio,
pasando seguidamente a formar parte del grupo reducido de quienes trataban de
defender al Presidente, exhortando así mismo a su sobrina Alzira para que
reiterara telefónicamente las peticiones de auxilio a las fuerzas armadas de la
ciudad.
Como tantas otras
veces, cumplió a Alzira Vargas[28]
la labor más relevante, dentro del elenco familiar[29].
En primer lugar, se percató inmediatamente de lo que estaba sucediendo,
avisando a su padre y llevando a su hermana Jandira junto a su madre, a una
habitación más segura. En segundo lugar, en unión de su hermano Maneco[30], tomó su revólver -ambos eran expertos
en su manejo, pues se ejercitaban en el tiro- y se aprestó a defender a su
padre, con riesgo de su propia vida. Pero lo decisivo fue el esfuerzo
insistente por encontrar un teléfono operativo, a fin de pedir ayuda. Los
asaltantes y sus cómplices en el interior del palacio habían cortado las líneas
ordinarias pero, por fortuna, pocas semanas antes el Presidente había ordenado
instalar una línea privada con algunos de los centros oficiales de más
relevancia defensiva. Así, arrastrándose hasta el aparato pertinente, Alzira
pudo avisar a policías y militares, si bien -como ya he dicho-, la llamada fue
atendida con tal retraso que, salvo en el caso de Dutra, fue para pensar que los
comunicantes no tenían mucho interés en prestar ayuda.
La joven Alzira no
terminaría la noche sin una lesión: la que se hizo en la barbilla, al retirarse
bruscamente de una ventana; herida leve que, no obstante, le dejaría una
cicatriz permanente -poco apreciable- en el rostro.
Las referencias a
la familia Vargas hemos de terminarlas con la alusión al propio Getúlio. Desde
el momento en que se percató del asalto, en pijama y provisto de su luego
tristemente famoso revólver de culata de nácar, se puso al frente de la
situación, aunque de manera poco vistosa, pues se le aconsejó no salir de sus
habitaciones privadas y, por supuesto, mantenerse a buen resguardo de las
ventanas. No en vano, al acercarse imprudentemente a una de ellas, un proyectil
había entrado en el interior, hasta impactar en el lomo de uno de sus libros de
consulta[31]. Las
apariencias podían indicar que el Presidente, invariablemente en pijama durante
toda la noche, se sentía desbordado por los acontecimientos, pero la realidad
era muy otra, al menos, según fueron disminuyendo las opciones de que el golpe
triunfara. Luego, se retiró a descansar un buen rato y, en esa misma mañana,
sorprendió a todos al caminar paseando entre los palacios de Guanabara y
Catete, separados por casi un quilómetro, sin otra compañía que la de un
ayudante militar. Y, tras despachar brevemente en Catete, una anotación en su
diario nos explica que: Fui a ver a la Bien-Amada[32].
Fui solo, acompañado por un amigo, como
de costumbre. Las emociones sufridas y reprimidas precisaban de una descarga
sentimental.
***
La jornada del
asalto terminó con un número no bien determinado de muertos por arma de fuego[33].
El número mínimo[34] parece
haber sido de nueve atacantes integralistas[35]
y siete defensores, fusileros de marina[36].
Desgraciadamente, varios de los primeros no fallecieron en combate, sino
estando detenidos en los jardines del palacio de Guanabara, al terminar el
enfrentamiento. La criminal idea y su ejecución fueron obra de Eusebio de
Queiroz Filho, teniente comandante de la Policía Especial, de Bejo Vargas y del amigo de este, Júlio Santiago.
El hecho no fue investigado ni sancionado, a reserva de su posterior aclaración
parcial, y del juicio de la Historia[37].
4. Bejo Vargas y Edda Mussolini
No era Vargas el
único dictador que otorgaba funciones políticas a miembros de su familia. El
Jefe del Gobierno italiano, Benito Mussolini, también tenía asignado un papel
representativo importante a su hija mayor y preferida, Edda Mussolini[38],
esposa del Ministro de Asuntos Exteriores, conde Galeazzo Ciano. Sus
significadas dotes de carácter, presencia y don de gentes la convirtieron en
asidua embajadora del régimen fascista italiano en numerosos eventos concretos
y viajes de cortesía, hasta el punto de haber sido llamada la Dama del Eje[39].
No es extraño, por tanto, que en un momento tan relevante para las alianzas y
cooperaciones internacionales, como mayo de 1939, doña Edda viajase a Brasil,
en términos de amistad y buena voluntad, para una estancia de dos semanas, nada
menos[40].
Parece que, con tanto tiempo utilizable, la señora de Ciano tenía que encontrar
momentos para la diversión y el flirt,
a los que la joven era muy aficionada. Aún a riesgo de incurrir en alguna
exageración, suele afirmarse que Edda Mussolini había llegado con su esposo a
un acuerdo de libertad de relaciones,
manteniendo el mutuo afecto y las apariencias; un acuerdo, no siempre llevado
de buen grado por la esposa, pero que acabó desembocando en una larga lista de
amantes por ambas partes, en la que bien podría decirse que ni son todos los que están, ni están todos
los que son[41].
Es más que
probable que Benjamim Vargas estuviese al tanto de la forma de comportarse de
la distinguida huésped italiana, por otra parte tan joven, atractiva y
extrovertida, como solían ser las mujeres que gustaban al mujeriego Bejo. Lo cierto es que el hermano menor
de Vargas acabó convirtiéndose en el asiduo acompañante de Edda en las fiestas
y saraos de la noche carioca, sin ningún tipo de ocultación o rebozo, del brazo
los dos, por restaurantes, casinos y salas de fiestas. Que se sepa, el culmen
de tales escapadas se produjo de madrugada, cuando la pareja tomó un baño de
mar en la playa de Copacabana, tal y como habían venido al mundo[42].
El episodio fue reconocido por Bejo,
cuando su hermano, el Presidente, le preguntó por él[43];
lo que permite suponer que Getúlio estuvo al margen de las poco diplomáticas
iniciativas de su hermano, quien es bien sabido que, aunque fiel a aquel, no
necesitaba de su venia para obrar como bien le parecía.
5. Getúlio, académico de las Letras
Aunque fundada
nada menos que 258 años después que su homóloga francesa, la Academia Brasileira de Letras tiene
numerosos puntos en común con la Académie
française[44]. Por ejemplo, el número de sus miembros:
cuarenta; o el lema -À l’inmortalité,
para la francesa; Ad inmortalitatem,
en el caso de la brasileña-, que ha dado lugar a la broma de denominar inmortales a quienes entran a formar
parte de tan solemnes y relevantes instituciones. Pero hay un punto más de
relación entre las dos Academias, que es el que más importancia tiene para este
relato: la sede de la Academia brasileña en Rio de Janeiro es un edificio
réplica del Petit Trianon de
Versalles, levantado por el Gobierno francés como pabellón de su país para la
Exposición Internacional conmemorativa del centenario de la independencia del
Brasil[45].
Al concluir el evento, la edificación fue donada por los franceses a la
Academia brasileña; pero existía un no pequeño contratiempo: el terreno sobre
el que el edificio fue erigido era de la propiedad del Estado brasileño.
Durante unos quince años, fueron vanos los esfuerzos de los académicos por
conseguir que el Gobierno brasileño les transfiriera ese dominio, a ser posible,
de forma gratuita. No ayudó en el empeño la complicada política brasileña de la
época, ni tampoco el hecho de que los presidentes de la Academia se renovaran
entonces de manera anual, salvo algunas excepciones[46].
La consolidación
del Estado Novo, con Vargas a la
cabeza como Presidente dictador, brindó la oportunidad de conseguir la donación
anhelada, para lo cual la Academia actuó con diligente astucia. Primero, se
hizo notar del ocupadísimo Getúlio, invitándolo a visitar la espléndida
biblioteca, en lo que, en realidad suponía -y así lo reflejó Vargas en su
diario- una especie de recibimiento académico, mitad político, mitad como
famoso hombre de letras, en su calidad de orador y escritor[47].
Luego, a lo largo del año 1940, y con la oportuna intermediación del académico
y condiscípulo de Getúlio, João Neves da Fontoura[48],
se fue gestando una especie de acuerdo do
ut des, por virtud del cual, la Academia obtendría el deseado dominio pleno
del predio de la sede, y el Presidente Vargas sería recibido como miembro de
número de la institución. Muchos han denostado la oferta, con base en que
Getúlio carecía de méritos literarios o lingüísticos, pero no era la primera
vez que llegaban a académicos personas con otros méritos muy distintos, como el
aviador -en el más amplio sentido- Santos Dumont, o el médico y epidemiólogo,
Osvaldo Cruz[49]. El
problema, en el caso de Getúlio, no era tanto la falta de obra literaria, o lo
que pudieran pensar -decir o escribir, a la sazón, no era fácil- los puristas
de la relación de la política con el arte: La cuestión era que saliese elegido
académico sin contradicción, brillantemente.
Para empezar, y
como obra literaria relevante a citar, se escogió la única posible: los
discursos de Getúlio, reunidos en los volúmenes intitulados A nova política do Brasil[50].
Seguidamente, diez académicos presentaron la candidatura de Vargas para el
sillón 37, vacante por fallecimiento de su anterior titular. No se presentó
ningún otro candidato acepto como tal por la Academia. Finalmente, el 8 de mayo
de 1942, Getúlio fue elegido por 36 votos a favor y una abstención. Tres
académicos no comparecieron a votar.
Los pasos
siguientes fueron la donación por decreto del terreno del Petit Trianon a la Academia y la toma de posesión de Vargas,
mediante el solemne discurso de posesión académica[51],
que se hizo esperar hasta el 29 de diciembre de 1943, habiéndose rebasado con
creces el plazo habitual de seis meses, reglamentado para leer tal discurso, a
contar desde la elección del académico. Fue, en verdad, un acto brillante, pero
uno de los últimos eventos sonados del culto a la persona y los valores que
encarnaba el Estado Novo. Es posible
que Vargas, aún enfardado en el más
llamativo y solemne de los atuendos de que jamás se revestiría, fuese
consciente de su ocaso.
[1]
Lira Neto, Getúlio (1930-1945) Do governo
provisório à ditadura do Estado Novo, edit. Companhia das Letras, São
Paulo, 2016. Procuro respetar la ortografía original para las palabras en
portugués, empezando por la acentuación del nombre propio, Getúlio.
[2] El segundo de ellos -del que no trato en esta
historia- se produjo en Rio de Janeiro, el 1 de mayo de 1942, y tuvo como causa
el no respetar la señal semafórica uno de los dos vehículos implicados.
[3] Apelativo cariñoso de Getúlio Vargas Filho (1918-1943),
hijo pequeño de Getúlio Dornelles Vargas y de su esposa, Darcy Sarmanho Vargas.
[4]
No había cumplido aún los quince -nació el 24 de agosto de 1918-, como parece
dar a entender Lira Neto, Getúlio
(1930-1945), citado, página 131, como otros autores que lo consideran
nacido en 1917.
[5]
Lira Neto, Getúlio (1930-1945),
citado en nota 1, página 427, afirma que Getulinho
falleció de 23 años, pero eso es incompatible con haber nacido el 24 de
agosto de 1918. La fecha del óbito fue el 2 de febrero de 1943.
[6]
Conocida su existencia desde antiguo, fue preciso esperar el fallecimiento de
su depositaria, Alzira Vargas -hija mayor de Getúlio-, para que la nieta del
diarista e hija única de la anterior, Celina Vargas do Amaral Peixoto,
autorizase la publicación, que se hizo en 1995, simultáneamente, en dos líneas
editoriales. Ver Getúlio Vargas, Diário
(1930-1942), dos volúmenes, edit.
Siciliano, São
Paulo, 1995, y ediciones de la Fundação Getúlio Vargas, Rio de Janeiro,
1995.
[7]
He aquí un punto de sustancial divergencia con los datos que suelen ofrecer las
fuentes, en los que de manera bastante uniforme se dice que Aimée nació en 1903
y, por tanto, falleció centenaria, aunque con apariencia mucho más joven. Yo,
en principio, acepto el año de nacimiento que ofrece la página web de la Família Simões
Lopes, dedicada específicamente a su genealogía, en la que Aimée Soto-Maior
figura como nacida el 3 de agosto de 1909 (véase entrada correspondiente al 23
de junio de 2011). Según eso, la señora habría fallecido con 97 años, el 14 de
septiembre de 2006. Su primer apellido tiene grafía ambigua: Soto-Maior,
Sotto-Mayor, Soutomaior, etc.
[8]
Recuérdese que Getúlio no empezó a llevar dicho diario hasta octubre del año
1930.
[9]
En cuanto a la edad, ha habido cierta avidez de los comentaristas por presentar
a la mujer como una chica muy joven, cosa relativa pues, aún en el caso de
haber sido amante de Getúlio desde 1931, ya habría cumplido los 22 años. Lo que
sí es cierto es que el político le llevaba más de veinticinco años. Y, en
cuanto al estado civil, debe recordarse que Aimée contrajo matrimonio con Luís
Simões
Lopes en junio de 1932, siendo soltera hasta entonces.
[10]
Referencias que no siempre son de identidad explícita, por lo que el número de
las mismas se ha calculado, según autores, entre veinte y más de cuarenta. Una
cuenta generosa para el trienio
1936-1938, se iniciaría con una alusión de abril de 1936, inequívoca de
relaciones sexuales, y continuaría con diecisiete a lo largo de 1937 (dos en
abril, una en mayo, tres en julio, dos en agosto, una en septiembre, dos en
octubre, cuatro en noviembre y dos en diciembre), veinticinco durante 1938
(cinco en marzo, trece en abril, cuatro en mayo, dos en junio y una en
diciembre) y dos -puramente evocadoras- en 1939 (en marzo y en diciembre). Aunque
no todas las entradas aluden a encuentros sexuales, sí la mayoría, por lo que
las cifras pueden considerarse indicativas de la frecuencia de dichos encuentros. Por supuesto, habrán
existido episodios galantes que no hayan tenido reflejo en el diario.
[11] Debemos
recordar que Darcy (1895-1968) era trece años más joven que Getúlio (1882-1954).
[12] Véase
Lira Neto, Getúlio (1930-1945),
citado en nota 1, pp. 276-278, 309, 339-342, 344, 349, etc.
[13] Ver
José Carlos Mello, Os tempos de Getúlio
Vargas, edit. Topbooks, Rio de Janeiro, 2011.
[14]
Con las salvedades expresadas antes, mantengo como más probable la siguiente
secuencia cronológica: se conocieron en 1931; pudieron tener las primeras relaciones sexuales hacia 1934; nos consta que la relación ya era sexual
-según el diario de Vargas- en la primavera de 1936.
[15]
Por ejemplo, relaciones sexuales al aire libre, a escondidas; existencia de un ninho de amor -o varios-, a los solos
efectos de celebrar los encuentros de Rio en ambiente íntimo y seguro.
[16] Generalmente episódicas y con periodos de abstinencia, como el del trienio ligado a la preparación, desarrollo y consolidación de la Revolución de 1930. Me resisto a aceptar, sin más, la autorizada opinión de Lira Neto, que calificó a Getúlio de incorrigível mulherengo, en su artículo Aimée Sotto Mayor: revelada a mulher que abalou o coração de Getúlio Vargas, en la revista “Marie Claire”, 24 de agosto de 2013.
[17]Un largo viaje (dos meses) de doña Darcy por Europa, en 1936, en compañía de sus dos hijas, parece haber tenido una de sus causas en el enfado de aquella por las relaciones de su marido con Aimée, aunque pudo haber sido peor el remedio que la enfermedad, pues tal ausencia dio alas a la pasión de Getúlio por su amante y a las posibilidades de mostrarla sin tanto rebozo.
[18]
Se emplea también para su apellido la grafía Sotto-Mayor. Sobre la diferencia
de edad, véanse las observaciones de la nota 7. Luís Simões mantenía parentesco -primo,
más o menos próximo- con Aimée, pero también con su segunda mujer, Regina de
Macedo Sampaio Quentel (1920-2010), pues una y otra eran nietas del
germano-brasileño, Christian Ludwig Wilhelm Quentel. Del primer matrimonio de
Lopes no hubo hijos; del segundo, nacieron cuatro. Aimée tampoco tuvo hijos de
su segundo enlace, con el norteamericano Rodman Arthur de Heeren (1909-1983),
por cierto, hijo de un diplomático español.
[19] El original de la carta se conserva en los
archivos del CPDOC-FGV. Un breve
resumen de la misma, en Lira Neto, Getúlio
(1930-1945), citado en nota 1, pp. 339-340.
[20] Es un tópico en esto la referencia a la
intervención admonitoria del íntimo colaborador de Vargas, Oswaldo Aranha,
advirtiendo a aquel del efecto negativo de los rumores al respecto. Por cierto,
Getúlio no recibió de buen grado la interferencia, recordando a su Ministro de
Relaciones Exteriores que también él mantenía contactos adúlteros, al punto de
haber embarazado a una cantante lírica, Yolanda Norris. El hijo de ambos, Luís
Oswaldo Norris Aranha, nació en la segunda mitad de 1938.
[21]
Iedo (Daudt) Fiúza (1894-1975), ingeniero de profesión, fue Prefecto de
Petrópolis en los periodos 1930-1934 y 1936-1938, y Director General del Departamento Nacional de Estradas de Rodagem
entre 1934 y 1945. Cuando la primera caída de Getúlio, concurrió a las
elecciones presidenciales (1945) como sorprendente candidato del Partido
Comunista de Brasil, alcanzando el tercer lugar en el recuento (casi un 10% de
los votos). Retornado Vargas a la Presidencia (1951), Fiúza ocupó cargo en el
Departamento Nacional de Aguas (1951-1954).
[22]
Conjunto de intentos de derribar a Vargas, protagonizados por gentes de extrema
derecha, afines al fascismo, aglutinados en la Acción Integralista Brasileña, liderada por Plínio Salgado
(1895-1975).
[23]
El hecho histórico sigue presentando numerosas dudas y vacíos. Me atengo
principalmente al relato que del mismo ofrece Lira Neto, Getúlio (1930-1945), citado en la nota 1, páginas 331-339.
[24]
Júlio Barbosa do Nascimento, teniente de fusileros navales, se sumó al golpe
integralista, con el que colaboró desde su puesto de comandante de la guardia
del palacio de Guanabara los días 10/11 de mayo de 1938. Fracasado el
levantamiento, huyó y trató de refugiarse en la embajada de Polonia.
Finalmente, fue expulsado del Ejército y condenado en 1938 por el Tribunal De
Seguridad Nacional, a la pena de diez años de reclusión. Sería liberado en
virtud de la amnistía general de abril de 1945.
[26]
Jandira Sarmanho Vargas (1913-1980), soltera a la sazón. Tenía notables
desarreglos de tipo mental, lo que por sí solo puede explicar la decisión de su
hermana Alzira de llevarla junto a su madre, en plan puramente defensivo.
[27] Lutero
Sarmanho Vargas (1912-1989), licenciado en Medicina en 1937.
[28]
Alzira Sarmanho Vargas (1914-1992), todavía soltera entonces. Una buena
presentación de su papel político junto a su padre -y cerca de su marido- en
Rachel Soihet y Suely Gomes Costa, Tutela
e devir das mulheres no espaço público, en La manzana de la discordia, julio-diciembre 2011, vol. 6, No. 2,
pp. 7-25.
[29]
Puede contribuir a esa preponderancia el
hecho de que fue ella quien reflejó los incidentes en su conocido libro, Getúlio Vargas, meu pái, editora Globo,
Rio de Janeiro, 1960. Hay versión ampliada, a cargo de su hija, Celina Vargas
do Amaral Peixoto, edit. Companhia das Letras, São Paulo, 2017 (a propósito de
esta nueva edición, véase Pedro Cezar Dutra Fonseca, Alzira Vargas, uma liberal-comunista, en GaúchaZH Livros, 04/08/2017).
[31] Es una curiosidad preciosa la de que el
volumen se titulara “Bajo el fuego invisible”, como obviamente lo era el de los
asaltantes nocturnos. El libro era Sob o
fogo invisíbel, de André Carrazzoni (Editora Globo, 1932).
[32] Apelativo de Getúlio para Aimée Soto-Maior,
aludida en el anterior capítulo. El amigo
al que luego alude es, con toda probabilidad, Iedo Fiúza, también citado íbidem.
[33]
El diario carioca O Globo del 11 de
mayo de 1938 (página 1) aludía a ocho cadáveres a la vista y a que era aún
mayor el número total de muertos.
[34]
Mínimo, por cuanto se inscribieron sus nombres en los monumentos funerarios
correspondientes. Véanse Adriane Piovezan, Rituais
fúnebres militares: o túmulo dos Fusileiros Navais mortos na intentona integralista
de 1938, XXIX Simpósio Nacional de História, Brasília, 2017 (accesible por
Internet); Arcy Lopes Estrella recoge los nombres de nueve integralistas
muertos, en Offensiva, abril de 2002.
[35] Véase supra,
nota 34. Según la revista Idade Nova,
18/05/1950, p. 1, los integralistas muertos fueron once.
[36] Dos de ellos fueron de los reclutados a toda
prisa por el general Dutra en el Forte do
Leme y cayeron a su lado, cuando trataban de romper el cerco al palacio de
Guanabara para acceder a su interior.
[37] Resumen de fuentes (incluyendo
manifestaciones y testimonios de los generales Dutra y Góes Monteiro y del
Interventor de Rio de Janeiro, Amaral Peixoto), en Lira Neto, Getúlio (1930-1945), pp. 338-339.
[38] Nacida en 1910, se casó con el conde Ciano en
1930. Falleció en 1995. Estuvo considerada como el prototipo de nueva mujer italiana, sugerido por una
cierta sección de los ideólogos fascistas.
[39] Por la revista norteamericana Time: véase el número de 24 de julio de
1939 (volumen XXXIV, nº 4), que le dedicaba la portada, con la siguiente
afirmación, un tanto sexista: Lleva los
pantalones diplomáticos.
[40] La presencia de la Dama no tuvo una cobertura
extensa en la censurada prensa brasileña de la época, al margen de su llegada a
Rio y de la solemne cena con el Presidente Vargas en el palacio de Guanabara:
ver O Globo, de Rio de Janeiro, de 23
de mayo de 1939 (pp. 1 y 3) y de 27 de mayo de 1939, p. 1.
[41]
Me limitaré a citar una fuente novelada al respecto: Begoña Aranguren, Tras tus pasos, editorial Planeta,
Barcelona, 2014. El título responde al hecho de que Ciano fue el primero en las
infidelidades, llegando finalmente su esposa a la fórmula de pagarle con la
misma moneda.
[42]
El hecho tuvo, entre otros, a un destacado y sólido testigo. Véase José
Louzeiro, O anjo negro: a história
sincera de Gregório Fortunato, edit. Francisco Alves, Rio de Janeiro, 2000,
p. 147.
[43]
Ver Lira Neto, Getúlio (1930-1945),
cit. en nota 1, p. 360. Benjamim, por toda explicación, habría aclarado a
Getúlio, con su peculiar portugués de frontera con Argentina: Yo no me contuve, che.
[45]
El edificio, erigido para la Exposición
de 1922, se levanta en la avenida Presidente Wilson de la ciudad de Rio de Janeiro.
[46] Véase
la web academia.org.br,
entrada Presidentes.
[47]
El acontecimiento tuvo lugar el 12 de agosto de 1939. La valoración por Getúlio
es transcrita por Lira Neto, Getúlio
(1930-1945), citado en nota 1, página 430.
[49]
Alberto Santos Dumont (1873-1932), elegido académico en 1931, no llegó a tomar
posesión. Osvaldo Cruz (1872-1917) tomó posesión como académico en 1913.
[50] Editorial José Olympio, 1ª edición, Rio de
Janeiro, 1938. La obra esta dividida en diez volúmenes.
[51] Tanto el discurso de Vargas, como el de su
recepción, obra de Ataulfo de Paiva, pueden encontrarse en la web de la Academia Brasileira de Letras, academia.org.br. Breve
valoración de ambos, en Lira Neto, Getúlio
(1930-1945), citado en nota 1, pp. 432-434.
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