Faustino
y el Pegolá
Por Federico Bello
Landrove
     He aquí un cuentecillo
con moraleja, basado en hechos reales. Pido perdón a los fabricantes del Pegolá, o como rayos se llame ese producto.
     Faustino era un hombre íntegro y supo
reconocer su falta:
-         
Es
que teníamos prisa y, en vez de recibirlo con cemento, usamos el Pegolá.
     No había sido él solo, pero los demás se
excusaban a su manera. Hasta hubo alguno que apuntó a una mano negra, por
aquello de que, en caso de duda, el culpable es aquel a quien la acción
beneficia. Pero Faustino insistía:
-         
Que
no, hombre; que no lo ha roto nadie. Ha sido por el Pegolá.
     De cualquier forma, la cosa no era como
para llamar a la Guardia Civil.
El murete de contención del pozo se había cuarteado y por las rendijas fluyó
incontrolada el agua, regadera abajo, hasta la acequia principal. En el camino,
como por casualidad, había entrado por los surcos de Nicolás, fecundando sus
calabacines y sus judías. Total, que al ir a regar al día siguiente, el pozo estaba
exhausto y los veceros pusieron el grito en el cielo. También ellos eran gentes
del Pegolá pero, a diferencia de
Faustino, no querían reconocer su ligereza. 
-         
¿Cuánto
hace que echasteis el Pegolá,
Faustino?
-         
A
finales del verano pasado sería. Ya ves, habrá que volver y darle de cemento.
-         
Sí,
más vale que dure un poco más.
     Faustino asintió, bajó la cabeza, y se
metió en casa. Yo seguí mi camino, con una sonrisa irónica. A cada golpe de mi
cayado en el camino, la tierra reseca cantaba ritmicamente pego… lá, pego… lá, pego… lá.
     Y como uno es muy pensante y, además, le
cuesta trabajo dejar fuera de sus vacaciones las cuestiones de todos los días,
empezó a ponerle letra a aquel vergonzante estribillo:
-         
Los
dilapidadores no pagan sus deudas: … Pegolá.
-         
Los
que administran lo público se lo apropian: … Pegolá.
-         
Las
leyes no se cumplen: … Pegolá.
-         
Las
instituciones no funcionan: … Pegolá.
     Avivé el paso, a tiempo de allegro con brio, improvisando
octosílabos con cesura: Abogados, Pegola;
ingenieros, Pegolá; sanitarios, Pegolá; sindicatos, Pegolá; desgobierno, Pegolá;
matrimonios, Pegolá.
     No tardé en cansarme de un paso tan vivo.
De no ser por eso, habría tenido Pegolá para
rato. Y es que cada año que pasa, mi andadura es menos eficaz y duradera… Como
los trabajos con Pegolá.
     Amigo
Faustino, lo reconozcamos o no, somos muchos los que echamos Pegolá para casi todo; solo que, a
diferencia de ti, lo hacemos sin confesión y sin vergüenza.


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