Salamanca o Valladolid: ¿Cuál es la
Universidad más antigua?
Por Federico Bello Landrove
In memoriam Matías Sangrador y
Vítores (1819-1869)
En este año de
2019, en que escribo el presente ensayo, se cumple el bicentenario del
nacimiento y el sesquicentenario de la muerte de Matías Sangrador y Vítores[1],
ilustre paisano y colega mío, que hizo un respetable esfuerzo para justificar
que su alma mater vallisoletana era más antigua que la Universidad
salmantina. Recordar sus argumentos y comprobar cómo ha pasado el tiempo por
sobre ellos es el objeto de estas líneas, que dedico afectuosamente a su
memoria.
1. Introducción
Como viejo país
del sur de Europa, tal vez seamos demasiado proclives a valorar la antigüedad
de las instituciones, en vez de su calidad y eficacia. Valga esto para el
prurito de demostrar que se es la Universidad más añeja de España, que ha
tenido recientemente una bien notoria demostración[2].
Bien sea por ese punto de honra, bien por rendir homenaje a la Universidad en
que estudió[3], Matías
Sangrador y Vítores dedicó todo un capítulo de su excelente Historia de
Valladolid[4] a tratar
de justificar su convicción de que la Universidad de Valladolid era más antigua
que la de Salamanca, como consecuencia de proceder, sin solución de
continuidad, del Estudio General de Palencia, al que se concede, nemine
discrepante, la consideración de más viejo que el salmantino[5].
Baste lo dicho, como introducción al tema de este trabajo, que completaré ahora
con una breve nota biográfica de Matías Sangrador[6],
suficiente para centrar su personalidad en la España de la época.
Nació Matías Sangrador en Valladolid, año de 1819. Cursó enseñanza media y estudios de
Derecho (o de Leyes, como a la sazón se los denominaba) en la ciudad de
su origen si bien, por razones quizá políticas, hubo de licenciarse en Madrid,
tras haber sido suspendido en los exámenes celebrados en 1840 en la Facultad
vallisoletana[7]. En
1843, obtendría el grado de Doctor en Jurisprudencia en la propia Universidad
vallisoletana[8], como
paso obligado para impartir docencia en la citada Universidad, en concreto, la
asignatura de Elementos de Historia y de Derecho Civil y Mercantil de España,
para la que fue recibido como profesor en el año de 1845.
Por razones
desconocidas, que algunos imaginan relacionadas con una ideología política demasiado
liberal de Sangrador, abandona la docencia universitaria y en 1846 inicia su
Carrera en el mundo judicial, que ya no abandonará hasta su fallecimiento,
veintitrés años después. Durante muchos años, ejercerá funciones de Fiscal,
sucesivamente en destinos de Grandas de Salime (Asturias), Santo Domingo de la
Calzada (La Rioja), Tudela de Navarra y Toledo, como Promotor Fiscal. Hacia
1857 pasa a ejercer el cargo de Teniente Fiscal de la Audiencia Territorial de
Oviedo, en el que se mantendrá durante una década. En 1867 es nombrado
Magistrado de la Audiencia Territorial de Burgos. Dos años más tarde, con solo
cincuenta de edad, fallece en Valladolid, el 29 de abril de 1869.
De sus numerosas
publicaciones sobre muy diversos temas históricos, destacan sobremanera dos,
que además fueron pioneras en sus respectivas materias: la Historia de la
Ciudad de Valladolid (1851-1854) -sobre cuyo capítulo XIV de la Primera
Parte versa este ensayo- y la Historia de la justicia y antiguo gobierno del
Principado de Asturias[9]
(1866). Su trabajo como historiador mereció a Sangrador el nombramiento de
Académico Corresponsal de la Real Academia de la Historia, como su especial
dedicación a temas vallisoletanos le granjeó el de Cronista de Valladolid, cuyo
Ayuntamiento así mismo lo distinguió poniendo su nombre a la céntrica y
minúscula calle llamada antes del Jabón.
Dicho esto, cedo
el uso de la pluma al Doctor Sangrador, para que exponga en el capítulo
siguiente sus razones para aseverar, con ciertas dudas, que la Universidad de
Valladolid sea la más antigua de España[10].
Una vez leídos sus argumentos, será el momento de someterlos a la modesta
crítica del autor del presente ensayo.
2. La posición de Sangrador (1851)
… Considerada la Universidad de Valladolid como la misma de
la Ciudad de Palencia, trasladada a esta población por el Rey Don Fernando el
Santo en el siglo XIII, se puede afirmar de modo positivamente cierto, que es
la primera y más antigua Universidad de España. La escuela Palentina, tan
antigua como la renovación de su Iglesia por el Rey Don Sancho I de Castilla,
fue en sus principios, según hemos indicado respecto de las demás de Europa, unos
estudios de Filosofía y Teología escolástica sabiamente dirigidos por el Obispo
y Canónigos de aquella Santa Iglesia. El Rey Don Alonso VIII en los primeros
años del siglo XIII, celoso de la instrucción de sus vasallos e informado del
crédito y merecida reputación de los estudios de Palencia, determinó, a
persuasión del Arzobispo Don Rodrigo, erigir en aquella población una
Universidad donde la juventud de sus dominios pudiera dedicarse con facilidad
al estudio de las ciencias. Para que nada faltase en esta moderna escuela hizo
llamar a los más sabios y distinguidos Profesores de España, Italia y Francia,
que atraídos por las prerrogativas y crecidos estipendios que se les
prometieran, comenzaron a difundir sus conocimientos en el gran número de
alumnos que de todo el Reino a ella concurrían.
El brillante
estado a que llegó esta Universidad en sus primeros años por la Real
munificencia de Don Alonso, excitó bien pronto la emulación y secreta envidia
del Rey de León Don Alonso IX, quien a imitación de esta floreciente escuela
fundó otra en su Reino en la Ciudad de Salamanca. Desde esta época comenzó una
provechosa emulación entre ambos establecimientos científicos y continuaron
distinguiéndose a porfía, tanto por sus ilustres Profesores, como por su
escogida y numerosa concurrencia.
En el tormentoso
reinado de Don Enrique I de Castilla fue cuando comenzaron a decaer los
estudios en la Ciudad de Palencia a causa de haberse apoderado el ambicioso Don
Álvar, Tutor del Rey, de las tercias que estaban consignadas para el pago del
sueldo o estipendio de los Profesores. Se hicieron al Rey algunas reclamaciones
contra esta arbitrariedad, y si bien don Enrique, animado de las mejores
intenciones, por privilegio librado en Soria en 15 de Febrero de 1217, ofreció
pronta reparación de este agravio, su temprana muerte inutilizó por desgracia
la realización de esta promesa que no se verificó hasta el reinado de Don
Fernando III, su sucesor.
Reunidas en este
mismo siglo por muerte de Don Alonso IX las coronas de León y de Castilla en su
hijo Don Fernando III (el Santo), parece, según Pulgar, que con autorización y
consentimiento de este Soberano pasaron a la Universidad de Salamanca los
Profesores extranjeros que con tanta reputación habían sostenido la enseñanza
en la escuela Palentina. Con este motivo decayeron más y más los estudios en
esta última población, lo que dio lugar a que Hernando, Obispo de aquella Santa
Iglesia, deseoso de restaurar la Universidad a su primitivo estado, acudiera a
la Santidad de Urbano IV para que la reformase y concediese algunas inmunidades
y prerrogativas a fin de evitar su completa decadencia. S.S. en Breve expedido
en Civitavecquia su fecha 14 de Mayo de 1262, contestando a este Prelado, le
dice: “Porque había en la Ciudad de Palencia, según de vuestra parte se me
ha propuesto, estudio general de todas las ciencias del que se seguían grandes
provechos así espirituales como temporales, me suplicasteis humildemente que
para la reformación de ese estudio que está pervertido, no sin grave detrimento
de esa Provincia, interpusiéramos los favores de la Apostólica gracia, y
entendiendo, según somos informados, que dicha reformación es muy beneficiosa a
esa Provincia, y queriendo Nos, para que una antorcha de tanta claridad no se
extinga en perjuicio de las letras, acudir por nuestra parte para que luzca aún
más fuertemente que hasta ahora, inclinándonos Hernando Obispo a tus súplicas,
concedemos por la autoridad de las presentes a todos y a cada uno de los
Doctores y Estudiantes que concurren a ese estudio, de cualquier facultad que
sean, que gocen de los privilegios, indulgencias, libertades y preeminencias
que gozan los Maestros y Estudiantes de París, o de cualquier otro punto en que
haya estudio general.”
Es muy de
presumir, aun cuando no se han descubierto documentos coetáneos que lo
acrediten, que esta reforma y concesiones pontificias se hiciesen cuando ya se
había verificado la traslación de la Universidad de Palencia a Valladolid, por
ser tradición muy autorizada y hallarse consignado en monumentos no muy distantes
de aquel tiempo que la traslación se verificó en el reinado del Santo Rey Don
Fernando. La oscuridad en que está envuelto este suceso movió a Mariana,
Colmenares y Alonso García Matamoros a impugnar esta traslación a Valladolid
con el decidido objeto de dar a la Universidad de Salamanca, donde estos
escritores suponen trasladada la de Palencia, una antigüedad que solo tiene
derecho a reclamar la nuestra.
Respetando como se
merece la opinión de varones tan ilustrados, expondremos, sin embargo, algunas reflexiones,
en nuestro concepto, bastante poderosas para impugnar la traslación de la
antigua escuela Palentina a Salamanca y probar por el contrario que aquella se
verificó a Valladolid. Dedúcese lo primero de una antigua inscripción latina
que se conserva inmediata al General de Cánones de aquella Universidad, cuyo
tenor literal traducido al castellano es como sigue: “Don Alfonso, Rey de
Castilla, erigió la Universidad de Palencia a cuya emulación don Alonso IX de
León erigió también academia en Salamanca. Aquella faltó faltando los
estipendios pero esta continuadamente floreció favoreciéndola don Alonso XI”.
Inscripción por la cual se prueba de un modo claro y evidente que no fue
trasladada la Universidad de Salamanca, sino fundada por Don Alonso IX y así
está igualmente consignado en la primera página de los estatutos de aquella
Universidad.
Acredítase lo
segundo, es decir, la traslación de la escuela Palentina a Valladolid, por la
posesión inmemorial en que ha estado siempre esta escuela de cobrar las décimas
Reales en muchas Iglesias de la Diócesis de Palencia, lo que acredita que al
verificarse la traslación a esta, entonces Villa, se trasladaron igualmente las
rentas y derechos en que consistía su dotación y que estaban consignadas para
el pago de los sueldos o estipendios de los Profesores.
Constando de la
referida inscripción que los estudios de Salamanca son fundación del Rey Don
Alonso IX y que la traslación de la Universidad de Palencia se hizo a
Valladolid, resta solo averiguar la causa o motivo de esta traslación. Pulgar,
en la historia que escribió de aquella población discurriendo sobre este
asunto, manifiesta haber leído en los adversarios manuscritos de Álvaro Gómez
que el motivo no fue otro que el adulterio cometido por un Estudiante con una
Señora de Palencia, de lo que resultó que hecho público este suceso indignados
los vecinos de aquella población, dieron alevosamente la muerte en sus casas a
gran número de alumnos de los que concurrían a aquella escuela. No siendo esto
más que una conjetura o simple opinión de un escritor, se nos permitirá también
aventurar la nuestra que desde luego la hallamos más probable, derivándola del
estado de engrandecimiento a que ya había llegado Valladolid, residencia
predilecta de la Reina Doña Berenguela y del mismo Rey Don Fernando, su hijo,
siempre que los sucesos de la guerra le permitían tomar algún descanso.
El profundo y
prolongado silencio que han guardado los escritores coetáneos acerca de la
Universidad de Valladolid con esta denominación en la época a que nos
referimos, da lugar justamente a presumir que la escuela Palentina aun
trasladada a esta población conservó por algún tiempo su primitivo nombre, sin
duda por reputarse por aquellos la Universidad de Valladolid una continuación
de aquella con los mismos Maestros, estatutos, rentas, estipendios y
privilegios, bajo la dirección del mismo jefe el Obispo de la Diócesis, y se la
conoció, según hemos indicado, con el nombre de Palentina a la manera que
también se denominó Concilio Palentino al congregado en Valladolid por el
Cardenal Guillermo Bayonense, Obispo de Santa Sabina, en los primeros años del
siglo XIV sin que para ello hubiese otra razón que haberse celebrado en un
pueblo de la Diócesis cual era Valladolid en aquella época; por lo tanto, no es
de extrañar que esto mismo sucediese respecto de la Universidad si se tiene en
cuenta, como ya hemos indicado anteriormente, que estos establecimientos
científicos se reputaron en aquellos tiempos más eclesiásticos que civiles,
como que estaban bajo la inmediata dirección del Clero, que entre todas las
clases era la más ilustrada.
Dos son los
documentos más notables en que se hace mérito de esta Universidad en el siglo
XIII con el determinado nombre de Valladolid, el primero referente al reinado
de Don Fernando III (el Santo) es una bula expedida por la Santidad de
Inocencio IV en 1247 al Convento de Santa Clara de esta población, por la cual
se encarga a la Universidad, Abad y Cabildo de Valladolid que tomen bajo su
amparo y protección al expresado Monasterio. El segundo es una carta de
privilegio del Rey Don Sancho, su fecha 20 de mayo de 1293, expedida a petición
del Arzobispo de Toledo Don Gonzalo García Gudiel para fundar estudios
generales en la villa de Alcalá de Henares, concebido en estos términos: “Sepan
cuantos esta carta vieren como Nos Don Sancho por la gracia de Dios Rey de
Castilla, etc. Por ruego de Don Gonzalo, Arzobispo de Toledo, Primado de las
Españas y nuestro Canciller mayor en los Reinos de Castilla y de León y de Andalucía,
tenemos por bien hacer estudio de escuelas generales en la villa de Alcalá. E
porque los Maestros y Escolares hayan voluntad al estudio, otorgámosles que
hayan todas aquellas franquezas que ha el estudio de Valladolid.”
Por este
privilegio que se conserva en el archivo de esta Universidad, inserto en otro
que la Católica Reina Doña Juana concedió en 1512 a su Ministro y Cardenal Fr.
Francisco Jiménez de Cisneros restaurador de aquella escuela, al paso que
corrobora todo lo dicho anteriormente, se justifica que por los años de 1293 la
Universidad de Valladolid era la más brillante y privilegiada de estos Reinos,
porque siendo muy natural que el Arzobispo Don Gonzalo al tratar de establecer
los estudios de Alcalá tratara igualmente de ilustrar y ennoblecer esta moderna
escuela, creyó conseguir esto pidiendo al Rey le concediese las inmunidades,
prerrogativas e innumerables privilegios que disfrutaba la Universidad de
Valladolid, prueba inequívoca de que eran reputados por los más grandes y de mayor
consideración que los de ninguna otra de España en aquella época.
A medida que la
estancia de la Corte se fue haciendo más permanente en Valladolid, todos los
Reyes se esmeraron a porfía enriqueciéndola con cuantiosas donaciones y
exorbitantes privilegios. El mismo Don Sancho IV, en atención a los grandes y
señalados servicios que en todo el tiempo de su reinado le habían hecho los
Letrados de esta escuela, sin duda en la ruidosa cuestión de la sucesión a la
Corona, le dio las tercias de Valladolid y su tierra además de las de Mucientes
y Fuensaldaña. El Rey Don Fernando IV, su hijo, advirtiendo que la donación de
las tercias hecha por su padre se había disminuido algún tanto por estar
encomendada a las Iglesias su recaudación, por cédula expedida en Valladolid,
su fecha 24 de mayo de 1304, mandó al Concejo de esta Villa que de los pechos o
contribuciones entregasen anualmente al Rector y Diputados de dicho
establecimiento la cantidad de doscientos ocho maravedís.
Don Alonso XI,
sucesor de su padre Don Fernando IV, creído por algunos fundador de esta
Universidad, fue uno de los más solícitos protectores de ella; por su
intercesión el Papa Clemente VI por bula expedida en el año de 1336 la hizo
Universidad Pontificia honrándola con nuevas gracias, inmunidades y
prerrogativas, mandando que en adelante fuese Canciller de ella el Abad de la
Santa Iglesia Colegial. Queriendo este Soberano, sin duda, reducir a cantidad
cierta las rentas que los Reyes, sus antecesores, la habían consignado sobre
las tercias de Valladolid, la señaló en ellas veinte mil maravedís que se
habían de distribuir entre los Lectores, Maestros y Bachilleres que en ella
leyesen y enseñasen las ciencias.
Tal es en resumen
el ilustre origen de la antigua Universidad de Valladolid y su estado al
finalizarse el reinado de Don Alonso XI. Bien hubiéramos deseado ser más
explícitos y habernos explicado con mayor extensión, principalmente en lo
relativo a aquellos últimos tiempos, pero desgraciadamente nos hemos visto
contenidos en nuestras investigaciones por el lamentable estado de los archivos
y escasez de documentos pertenecientes a aquella época…
3. Una digresión previa: Estudio general,
Universidad y reconocimiento papal
Es una afirmación
generalmente compartida la de que los términos Estudio General (o Estudios
Generales) y Universidad definen una misma realidad académica y
jurídica. Refiriéndonos a España, la denominación inicial fue la de Estudio
General, que poco a poco fue cediendo paso a la de Universidad, que acabó por
imponerse. Con todo, yo mismo he mantenido en otro momento[11]
una postura más circunspecta, admitiendo la posibilidad de que la Universidad
fuese algo más y más importante -cualitativamente hablando- que unos Estudios
Generales. Me movían a ello los casos singulares de las dos Universidades
más famosas de la Corona de Castilla, a saber, las de Salamanca y Alcalá de
Henares.
·
Respecto
a la Universidad salmantina, se sabe que el Rey leonés, Alfonso IX, fundó hacia
1218 un Estudio General en la ciudad, con base en la prestigiosa Escuela
catedralicia preexistente. No obstante, en 1254, el Rey de Castilla y León,
Alfonso X El Sabio, parecía haberse sentido obligado a dar una cierta solemnidad
a la introducción del Estudio salmantino como Universidad.
·
En
cuanto a la Universidad alcalaína, se conoce la decisión del monarca Sancho IV
de fundar en Alcalá de Henares unos Estudios Generales. No obstante, un par de
siglos después, en 1499 se funda la Universidad Complutense, por
iniciativa del Cardenal Arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros.
Pero, si se
analiza con más detenimiento, se constata que no hay un tránsito o elevación
del Estudio General a Universidad, ni en el caso de Salamanca, ni en el de Alcalá:
·
Los
Estatutos conferidos al Estudio salmantino por Alfonso X en 1254 significan un
importante espaldarazo real, pero no porque pase a ser una Universidad -nombre
que ya se utiliza en los mismos, alternativamente al de Estudio[12]-.
La acción alfonsina es esencial porque regula detenidamente la organización
universitaria y las rentas que habrían de sostenerla. De algún modo, tales
Estatutos fortalecen -si no crean- la autonomía universitaria, pero no
suponen un plus cualitativo sobre lo que jurídica y académicamente
implicaba el Estudio.
·
Más
confuso es el caso de la Universidad complutense. El radical silencio en que se
ve sumergido el previsto Estudio General, a partir del momento (1293) en que
estuvo acordada su fundación, hace suponer con fundamento que el mismo era a finales del siglo XV -como mucho- un recuerdo histórico desaparecido desde tiempo inmemorial[13].
El Estudio complutense, por tanto, o no había llegado a funcionar, o se
extinguió mucho antes de la fundación cisneriana de la Universidad (1499).
Con todo, si no un
valor cualitativo, sí parece tener uno cuantitativo el paso de Estudios
Generales a Universidad, en la época en que el léxico juega con ambas
expresiones (siglos XIII y XIV). Me parece entrever en la doctrina la
consideración de que la Universidad es algo más -aunque no distinto- que
un Estudio General. Ese algo más puede ser consecuencia de: A)
Una mayor universalidad de cátedras y de estudios, a partir de la base
tradicional de los religiosos (Cánones, Teología) y, si acaso, los jurídicos.
B) El origen regio de las Universidades, aunque no deje de haber excepciones
-como la ya vista de Alcalá-, en la medida en que se obtenga luego el refrendo
real. C) La dotación de Estatutos y de un Sello propio, como normas y símbolo
de autonomía universitaria -la acción de Alfonso X en Salamanca me parece un
buen ejemplo-.
¿Qué conclusión
podemos extraer de esta primera parte de mi digresión? Pues que, a
efectos de la antigüedad de una Universidad, hemos de referirnos sin
complejos a la del Estudio General del que, con el tiempo y la evolución
léxica, dimane, siempre y cuando no haya habido una solución de continuidad
entre uno y otra, como acaeció en Alcalá de Henares, según acabamos de ver.
***
La segunda parte
de esta digresión está dedicada a la relevancia que para una Universidad podía
suponer el reconocimiento papal[14],
en orden a discurrir sobre la transcendencia de la prioridad temporal en el
mismo. La respuesta es que dicho reconocimiento pontificio implicaba recibir la
licentia ubique docendi, es decir, el derecho a que los grados fuesen
reconocidos por todas las Universidades del orbe católico y, en consecuencia,
el derecho de los doctores de una Universidad para ejercer como profesores de
todas las demás de obediencia pontificia, salvo las excepciones que el
Papa fijase en cada caso[15].
Como se ve, algo muy importante pero que, en cualquier caso, su falta no
impedía a una Universidad el serlo realmente, y hasta ser aceptada como tal por
la Curia romana.
No obstante,
procuraremos acercarnos en este ensayo a los momentos respectivos en que las
Universidades salmantina y vallisoletana obtuvieron el oportuno refrendo papal,
como lo evidencia la tiara que preside sus sellos. Es un punto en que la
salmantina parece tener una prelación evidente, dado que la licentia ubique
docendi le fue concedida por el Papa Alejandro IV en 1255. Por su parte, la
licencia para la vallisoletana fue decisión del Papa Clemente VI, expedida en
Avignon el 31 de julio de 1346[16].
No es aceptable, pues, la fecha de 1336 que indica para tal evento Sangrador[17], entre
otras cosas, por la decisiva de que el pontificado de Clemente VI no alcanza a
dicho año[18].
Digamos de pasada
que la afirmación, mantenida ternemente durante siglos por algunos autores, de
juzgar la Universidad de Valladolid fundación del Rey de Castilla y León,
Alfonso XI[19], y, por
tanto, nacida en el siglo XIV, procede del hecho de haber sido aquel Monarca
quien solicitó del Papa la susodicha licencia. Lo cierto es -como
veremos en seguida- que la Universidad vallisoletana parece datar del siglo
XIII, aunque no se tenga de ello documentación directa y explícita, por las
razones y con los matices que haré constar en el capítulo siguiente, con apoyo
en los datos y argumentos aportados por el Doctor Sangrador.
4. Universidades desplazadas. El caso
del Estudio General de Palencia
Que yo sepa, no hay
regulación ninguna de la siguiente cuestión: Si, cuando una Universidad se
traslada de una población a otra, puede la segunda de ellas atribuirse la
antigüedad ganada en la primera. Es razonable dar una respuesta positiva a tal pregunta,
siempre que no se produzca solución de continuidad significativa en las
actividades universitarias pero, en cualquier caso, la contestación es opinable
y, por supuesto, en caso de litigio sobre prioridad temporal, estoy seguro de que
la Universidad perjudicada -la de Salamanca, en nuestro caso- impugnaría
la consideración de la Universidad vallisoletana con su antigüedad sumada a la
de Palencia. Pero, de todas formas, con esto no quiero indicar que el Estudio
General o Universidad de Palencia haya sido heredada por la Universidad
de Valladolid. Antes al contrario, me inclino por sostener lo contrario,
siguiendo la inveterada exigencia histórica de probar fehacientemente lo que se
afirme, a ser posible, mediante documentos indubitados.
Mas, antes de
entrar en la discusión de si la Universidad palentina pasó a la villa
vallisoletana durante el siglo XIII, bueno será hacer algunas consideraciones
sobre el pionero y confuso Estudio General de Palencia[20].
Para empezar, se
carece de documentación relativa directamente a la fundación del Estudio, lo
que origina dudas o lagunas tan considerables, como la relativa a la fecha de
su nacimiento, o a la principal figura eclesiástica que estuvo detrás del
mismo. Las opiniones más seguras se inclinan por aludir al Obispo palentino del
momento, Don Tello Téllez de Meneses (en el cargo entre 1208 y 1246), como el
principal impulsor del Estudio, y no al influyente Arzobispo de Toledo, D.
Rodrigo Jiménez de Rada (en dicha sede, entre 1208 y 1247). Nadie duda de que
el Estudio palentino fue de fundación real, correspondiendo la decisión al Rey
Alfonso VIII de Castilla (que reinó entre 1155 y 1214). En consecuencia,
cruzando las fechas coincidentes de los expresados episcopado y reinado, hemos
de convenir en que la Universidad de Palencia, primera de las españolas
cristianas, se fundaría entre 1208 y 1214. La mayoría de los autores fijan como
más probable el cuatrienio de 1208 a 1212.
La segunda materia
de la que quiero tratar es la de la causa y el momento en que la Universidad
palentina empieza a sufrir una grave crisis, cuando no temporal paralización de
sus actividades. Indirectamente tenemos la respuesta para ambos interrogantes
en incontrovertibles documentos pontificios. Sendas bulas del Papa, Honorio III[21],
fechadas en 30 de octubre de 1220 y 20 de octubre de 1225, así como una carta
del citado Pontífice al Obispo palentino, de 18 de mayo de 1221, ponen de
manifiesto que: A) El Obispo de Palencia, con pleno apoyo del Rey, Fernando III
el Santo[22], solicita
el auxilio económico del Papa para evitar la ruina del Estudio de Palencia. B)
El Romano Pontífice acude en socorro de esa Institución docente con toda clase
de auxilios, económicos y académicos. Luego el principal problema de la
Universidad Palentina era el desgobierno que, en especial durante el tormentoso
reinado de Enrique I (1214-1217), afectó a la recaudación y administración de
las llamadas tercias eclesiásticas, principal sostén del Estudio.
Las ayudas parecen
surtir buen efecto. En el Concilio Palentino de 1228, celebrado en Valladolid
-villa de la diócesis de Palencia en aquel entonces- se siguen diversas
diligencias en pro del Estudio de Palencia, que parece haber levantado ya
cabeza. Con todo, la mejoría es el pródromo de una próxima y definitiva crisis,
de la que queda reflejo en el De rebus Hispaniae del Cardenal Jiménez de
Rada (1243), cuando, a propósito de la Universidad palentina, concluye que,
aunque con su labor interrumpida, continúa existiendo. La situación debía
seguir siendo agónica, cuando el Obispo Hernando[23]
vuelve a dirigirse a la Santa Sede en busca de socorro. La respuesta papal es
mucho más espectacular que efectiva: El Pontífice, Urbano IV[24],
remite desde Civitas Vetus, con fecha 14 de mayo de 1263, una bula,
concediendo al Estudio palentino, no solo el disfrute de pingües rentas, sino las mismas prerrogativas académicas de las que gozaba la Universidad de
París. Es la última noticia documentada que tenemos del Estudio General de
Palencia pero, cuando menos, tiene a nuestros efectos un valor relevante:
Ninguna traslación de la Universidad de Palencia pudo realizarse antes de 1263;
seguramente, tampoco en los años siguientes, hasta constatar el resultado que
podía tener el apoyo papal otorgado en aquel año.
***
Las opiniones de
Sangrador han tenido después de su formulación en 1851 una corroboración plena,
en el siguiente punto: La Universidad de Palencia no fue trasladada a Salamanca
-cualquiera que fuese el trasvase de profesores, en busca de mejores
perspectivas-. La razón es indiscutible: Habiéndose fundado el Alma Mater salmantina
hacia 1218, sus primeras décadas de existencia fueron simultáneas de la
atribulada vida de la palentina. Erraban, pues, Juan de Mariana[25]
y los demás autores que habían sostenido tan poco sensata traslación, no solo
sin documentación basal, sino olvidando en la práctica el óbice casi definitivo
que suponía el que Palencia fuese una ciudad del Reino de Castilla y Salamanca,
del Reino de León; como también que ambos reinos no habían logrado una unión
personal en la figura de un mismo Monarca, hasta el año de 1230.
Retrato idealizado de Alfonso XI
Por el contrario, en
lo tocante a la posible traslación de la Universidad
salmantina a Valladolid, pese al tiempo transcurrido desde que Sangrador la
propusiera como plausible, siguen existiendo los mismos documentos esenciales y
las mismas vacilaciones interpretativas que ya había en 1851; una perplejidad
que nos coloca ante tres posibilidades -por lo menos- de fundación y datación
de la Universidad vallisoletana, a saber:
·
El
Alma Mater vallisoletana nació del traslado del Estudio General de
Palencia a Valladolid, en fecha incierta, pero seguramente posterior a 1263, en
que la bula de Urbano IV de 14 de mayo de 1263[26]
todavía concedía a la Universidad palentina cuantiosas prerrogativas, a fin de
que librara la difícil situación socioeconómica por la que estaba pasando.
Desde luego, no me convence el intento de Sangrador para retrotraer aún más el
presunto traslado, apuntando que, entre la súplica del Obispo de Palencia y la
decisión favorable del Papa, bien podría haberse obrado ya el traslado de la
Universidad, estando el Pontífice ignorante de él. No creo que merezca la pena
fundamentar la refutación de tan peregrina posibilidad.
·
La
Universidad de Valladolid nació a partir de una Escuela de la Abadía Colegial,
o de algún otro Estudio Particular, en fecha incierta, pero en todo caso
anterior a 1247, que es cuando el Papa Inocencio IV encarga a la Universidad,
Abad y Cabildo de Valladolid de la protección del Convento de Santa Clara de esta
villa. Sorprendentemente para su meticulosidad, Sangrador no recoge día y mes
de expedición de tal bula pontificia, ni hace cita literal de parte alguna de
la misma, lo que me hace suponer, malévolamente, que no tuvo en sus
manos el documento, cosa esta grave para un historiador, aunque no
significativa de que el mismo no existiera o pudiera ser mal leído o
interpretado. En todo caso, de no aceptar esta bula, siempre podríamos
acogernos al documento indubitado del Rey Sancho IV, de 20 de mayo de 1293, en
que se tomaba al Estudio General de Valladolid como modelo de privilegios y
prerrogativas para el que estaba a punto de crearse en Alcalá de Henares.
·
La tercera posibilidad es la de que la
Universidad de Valladolid hubiera sido fundada, ab initio, como
pontificia, a instancias del Rey castellano Alfonso XI, en virtud de ese endiablado
documento, la bula papal de Clemente VI fechada en Avignon, a 31 de julio
de 1346. Para empezar, Sangrador equivoca la fecha, dando el año de 1336, en el
que el susodicho Pontífice aún no había sido elevado a la Cátedra de San Pedro[27],
e interpreta libremente -aunque con cierta lógica- el citado escrito,
entendiéndolo como la ratificación papal de una Universidad
preexistente, ante la solicitud real de que el Estudio General de
Valladolid pudiera alcanzar la licentia ubique docendi[28].
Esa línea de valoración confirmativa es también la que siguió el
Rector vallisoletano, Don Calixto Valverde, en su Introducción a la
magna Historia de la Universidad de Valladolid, aparecida a partir de
1918[29].
Pero la bula en cuestión es susceptible de una interpretación literal, conforme
a la cual sería el verdadero punto de partida del Estudio General vallisoletano[30].
Veamos lo que literalmente reza en el documento que analizamos, a fin de que el
lector pueda sacar sus propias conclusiones: Se nos ha expuesto -dice el
Papa- de parte de nuestro amadísimo hijo, el rey de Castilla y León, que en
la villa de Valladolid, diócesis de Palencia, existió desde antiguo, y sigue
existiendo, un Estudio, aunque Particular, y para que siga disfrutando aquella (villa)
de todas las ventajas que ha tenido hasta ahora, inclinándonos ante los
devotos ruegos del citado Rey, con el consejo de nuestros hermanos, por nuestra
autoridad apostólica decidimos que en la antedicha villa vallisoletana florezca
en adelante y para siempre un Estudio General, para cualesquiera actividades
permitidas, exceptuada la Facultad de Teología[31].
¿Cuál de esas
tres posibilidades -Universidad palentino-vallisoletana, primera de la
España cristiana; Universidad propia, nacida en el siglo XIII; Estudio General
de creación pontificia, fundado en 1346- es aquella que el autor de este ensayo
aconseja aceptar a los avisados lectores? Desde luego, no me filio al
parecer de Sangrador, es decir, el de que Valladolid sea la Universidad pionera
en España, al sumar a su antigüedad la de la palentina, trasladada a Valladolid
en momento incierto del siglo XIII. Pero, en cuanto a las otras dos opciones,
entiendo que se basan en documentos de similar fuerza y autenticidad: el de
Sancho IV, de 1293, y el de Urbano VI, de 1346. Habría que ser un historiador,
especializado e imparcial en el tema, para inclinarse -si finalmente se puede- por
una u otra posibilidad. Como en mí no concurre esa cualidad profesional, ni
tampoco la imparcialidad objetiva[32],
permitirán que me abstenga ante el dilema, sin perjuicio de lo que apunte en el
breve capítulo final de este trabajo.
5. A modo de epílogo
Parece desesperante
que una Universidad no sepa a ciencia cierta cuándo ni cómo nació. Será
enfadoso, pero en modo alguno excepcional. La propia Universidad de Salamanca
-a día de hoy, la primera in tempore de España- no puede asegurar que
naciera en 1218, pese a la tajante fijación de sus fastos centeniales[33].
Lo cierto es que tanto vale, a efectos científicos, formular una buena pregunta
como hallar una acertada respuesta; y es más útil plantear una duda razonable
que permanecer anclados en una verdad presuntamente irrebatible.
Valga lo acabado
de decir para encomiar la actitud de Matías Sangrador, a la hora de plantear en
su valiosa Historia de la Ciudad de Valladolid el confuso y polémico
tema de la fundación y antigüedad de su Universidad, más allá del trillado y
conservador sendero que nos lleva a los tiempos de Alfonso Onceno y a la munificencia
del Papa Urbano IV. Que, en esta línea, mi colega Fiscal[34]
se excediera en su crítica histórica y pretendiese hacer del Alma Mater vallisoletana
-la suya- la más antigua de las Españas, es algo que no resulta censurable, al
haber expuesto sus argumentos con sinceridad y verosimilitud. Y, si incurrió en
algún exceso, bueno será perdonárselo, dada la triple condición que en él
concurría al escribir su Historia: la de ser vallisoletano, licenciado y
doctor por Valladolid, e historiador -el primero en todos los sentidos, hasta
ahora- de la Ciudad del Pisuerga.
Y, en último
extremo, convendremos todos en que la antigüedad de una institución es timbre
de honra y respeto, pero mucho más lo es su utilidad y valor científico,
aspectos en los que, quizá, las Universidades españolas dejen bastante, o
mucho, que desear.
Estoy seguro de
que Matías Sangrador opinaría lo mismo. De hecho, con sus obras dio a
Valladolid y a su Universidad brillo y memoria. Agradecido a su esfuerzo y
ejemplo, me he permitido glosar un punto de sus trabajos, que respetuosamente
dedico a su recuerdo en el bicentenario de su nacimiento[35].
Sello de la Universidad de Valladolid[36]
[1]
Es dudosa la acentuación esdrújula de este segundo apellido. La acojo por ser
la más habitualmente admitida en el momento presente.
[2]
Aludo al cambio de criterio acerca de la fundación de la Universidad de
Salamanca, que dio lugar a que su VII centenario se celebrara en el curso 1953-1954
y el VIII en 2018. Se le ha buscado la disculpa de que en 1918 los fastos
habrían estado deslucidos por la Gran Guerra, explicación totalmente
insuficiente, habida cuenta de que España no participaba en la contienda.
[3]
Matías Sangrador cursó en Valladolid la Licenciatura en Leyes durante
los años de 1835 a 1840, aunque se graduara por examen celebrado en la
Universidad de Madrid. También fue en Valladolid donde se doctoró en
Jurisprudencia, el año de 1843.
[4]
En concreto, el capítulo XIV de la Primera Parte. Véase Matías Sangrador y
Vítores (o Vitores), Historia de la Muy Noble y Leal Ciudad de Valladolid,
desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII, tomo I
(Primera Parte), imprenta de D. M. Aparicio, Valladolid, 1851, pp. 186-194. El
tomo II (Segunda y Tercera Parte), íbidem, 1854. De pasada, mantiene la misma tesis Saturnino Rivera Manescau, Tradiciones universitarias (historias y fantasías), edit. Casa Martín, Valladolid, 1948, p. 9, cuando afirma, sin ninguna apoyatura: "Desde su fundación en Palencia, en los años en que reinaba el buen Rey de Castilla D. Alfonso VIII..., y desde su traslado a nuestra Ciudad en tiempos de Fernando III el Santo, gozaba nuestra Universidad..."
[5] No entro
por ahora en más detalles, que podrán encontrarse en los capítulos siguientes
del ensayo.
[6]
Además de la mini biografía que puede hallarse en la web de la Real
Academia de la Historia, puede consultarse la Introducción por Celso
Almuiña Fernández a la edición facsimilar de la obra citada en la nota 4,
editada por Grupo Pinciano y Caja de Ahorros Provincial de Valladolid,
impresa por Andrés Martín, S.A., en Valladolid, 1979, pp. IX-XVIII.
[7]
Aprobado el examen de licenciatura, Sangrador solicitó y obtuvo del Rector
vallisoletano que le concediera el retorno de su expediente académico a Valladolid,
con el objeto de figurar como licenciado de la Universidad vallisoletana, donde
habría de quedar archivado el susodicho expediente.
[8]
Véase lugar citado en nota 6, pp. XXII y XXIII. El acta correspondiente no
alude a la tesis que defendió, pero sí queda claro que, en aquella época, aún
no regía la normativa ulterior de otorgar a la Universidad de Madrid la exclusiva
de la concesión de los títulos de Doctor en Derecho.
[9]
Literalmente, Historia de la administración de la justicia y del antiguo
gobierno del Principado de Asturias y colección de sus fueros, cartas pueblas y
antiguas ordenanzas, Imp. y lit. de Vicente Brid, Regadera y Comp., Oviedo,
1866. Hay edición facsimilar, con Introducción de Francisco Tuero
Bertrand, a cargo del Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo, Oviedo, 1975.
[10]
Transcribiré el texto de Sangrador de modo literal, con algunas correcciones
ortográficas que juzgo inevitables para superar el llamativo arcaísmo de unas
páginas publicadas en 1851. Respeto, en todo caso, la sobreabundancia de
mayúsculas, juzgándola un exceso discutible y, en todo caso, menor.
[11]
Véase Federico Bello Landrove, Salamanca. Apuntes para una visita, edit.
Ilustre Colegio de Abogados de Salamanca, Salamanca, 2003, pp. 18-19.
[12] Y,
rizando el rizo, también se escribe Universidad del Estudio.
[13]
Es lo que al respecto se argumenta en una fuente moderna de toda solvencia:
Luis Jiménez Moreno (Coordinador), La Universidad Complutense cisneriana:
impulso filosófico, científico y literario. Siglos XVI y XVII, Editorial
Complutense, Madrid, 1996.
[14]
Algunos equiparan al reconocimiento papal el imperial, dado que Papa y
Emperador eran las dos Autoridades que imperaban sobre toda la Cristiandad. De
todas formas, la cuestión carece de importancia práctica en nuestro ensayo,
toda vez que, ni la Universidad salmantina, ni la vallisoletana obtuvieron
reconocimiento imperial.
[15]
Por ejemplo, hubo épocas en que las Universidades de Bolonia y París quedaron
fuera de la licentia ubique docendi, o se excluía de tal licencia alguna
materia docente especialmente conflictiva, como la Teología.
[16]
Así, Calixto Valverde y Valverde, en la Introducción a la Historia de
la Universidad de Valladolid de M. Alcocer Martínez, siete volúmenes,
Valladolid, 1918-1931, volumen I (1918), p. XV.
[17] Véase
capítulo 2 de este trabajo.
[18] Dicho
pontificado se extendió de 1342 a 1352.
[19] Dicho
monarca, nacido en 1311, reinó entre 1312 y 1350, año en que falleció de la
peste negra.
[20]
Sigo, en todo lo referente al Estudio General de Palencia, la siguiente obra:
Jesús San Martín Payo, La antigua Universidad de Palencia, edit.
Afrodisio Aguado, Madrid, 1942, accesible libremente por Internet.
[21] Romano
Pontífice entre 1216 y 1227.
[22] Rey de
Castilla desde 1217 y de León, a partir de 1230. Falleció en 1252.
[23] Que lo
fue de Palencia entre 1256 y 1265.
[24] Papa
entre 1261 y 1264.
[25]
Insigne historiador español (1536-1624), autor de una gran Historia General
de España, publicada por primera vez en castellano en Toledo, en 1601 (en
latín se inició en Toledo, en 1592).
[26]
Para complicar más las cosas, Sangrador da para esa bula la anualidad de 1262,
mientras San Martín la fecha en 1263. La razón de la discrepancia ha de ser la
costumbre papal de fechar los documentos en el año de su pontificado.
Comoquiera que el de Urbano IV se inició el 4 de septiembre de 1261, el 14 de
mayo del año II de su papado tiene que ser de 1263, como San Martín sostiene.
En cambio, creo más acertado a Sangrador en lo atinente al lugar en que se
expidió la citada bula: Civitas Vetus se acomoda mejor a Civitavecchia,
que no a Orvieto, que habría de ser Urbs Vetus. En fin, la ubicación
resulta inoperante en este caso.
[27] Lo
sería en 1342, hasta 1352, en que falleció.
[28] Véase supra,
capítulo 3.
[29] Véase
antes, la nota 15.
[30] Así,
Jesús San Martín, La antigua Universidad de Palencia, cit. en nota 19,
pp. 69-70.
[31]
En M. Alcocer Martínez, Historia de la Universidad de Valladolid, ya
cit. en nota 15, tomo II, pág. 3. El texto latino original, en el punto crucial
de la bula, reza como sigue: "studium, licet particulare, ab antiquo
viguit, atque viget multique ad illam propter commoditates, quae reperiuntur,
ibidem concurrerunt hactenus, concurrunt..., eiusdem Regis devotis
supplicationibus inclinati de fratrum nostrorum consilio, auctoritate
Apastolica statuimus, ut in villa vallisoletana praedicta, perpetuis futuris
temporibus Generale Studium vigeat, in qualibet licita, praeter quam Theologica
Facultate..."
[32] Al ser yo natural de Valladolid y licenciado en Derecho por su Universidad.
[33]
Me remito a la confesión de parte que se hace en la página web del
Octavo Centenario de la Universidad salmantina: 1218: hacia este año el rey
Alfonso IX de León funda el Estudio General. Sus privilegios serán confirmados
y aumentados por reyes posteriores.
[34]
Doblemente colega, al haber yo ejercido dieciocho años como Fiscal en la
Audiencia de Asturias.
[35] Y
sesquicentenario de su muerte, como ya he dejado dicho.
[36] Nótese
que lleva conjuntamente la corona real y la tiara y las llaves papales.