El regreso del
coronel Casado
Por Federico Bello
Landrove
Pocos personajes habrá en la Guerra civil
española más discutidos que el coronel Casado[1], el
hombre clave para poner fin a la
contienda en marzo de 1939. Este ensayo no vuelve sobre aquellos tiempos y
decisiones tan confusos y controvertidos, sino sobre la persona que, allá por
1961, resolvió regresar a la España de Franco y acerca de algunos interesantes
episodios que le tocó vivir.
1. Vida de exiliado
Casado sostenía
que su salida de España había obedecido a la expresa conminación en tal sentido
del general Franco, so pena de severo enjuiciamiento[2].
No hay constancia documental ni testifical en tal sentido, pero lo cierto es
que con él se exiliaron otros componentes del Consejo Nacional de Defensa, con la resonante excepción de Julián
Besteiro quien, pese al respeto general que merecía, fue condenado a treinta
años de reclusión, falleciendo en prisión al año siguiente, 1940[3].
Es probable que hubiese cabido a Casado una sanción similar. Lo cierto es que embarcó
in extremis en Gandía, rumbo a
Marsella, pasando enseguida a residir en Londres. Su mujer e hijos
permanecieron en Madrid, inicialmente refugiados en la legación de Panamá.
De la actitud
intemperante del Generalísimo hacia él, pueden ser muestra estos dos hechos,
aunque puedan tener más que ver con ciertas actitudes de Casado en su exilio
londinense, que no con su comportamiento durante la Guerra. En cualquier caso,
helos aquí.
·
Terminada
la contienda y, según algunos, allanada por los franquistas la legación de
Panamá en Madrid, Franco fue informado de que allí habían estado refugiados la
mujer y los dos pequeños hijos de Casado[4].
Pese a las gestiones de este, incluso contando con apoyo diplomático británico,
no se autorizó su salida de España hasta 1951[5].
Preston responsabiliza de la denegación del pasaporte al Director General de
Seguridad de la época: Eso tiene muy poca profundidad, y más, con los amigos
militares tan influyentes que conservaba Casado en España[6].
Es obvio que la decisión inmisericorde fue directamente del propio Jefe del
Estado.
·
En
el año 1944, se abrió causa al coronel Casado en la jurisdicción represora de
la Masonería y el Comunismo. El Tribunal lo condenó en ausencia, por masón -lo
que indudablemente era-, a la pena de doce años y un día de reclusión menor[7].
Es obvio que, hallándose fuera de España, ningún escándalo hubiese producido
que se dejase en paz al Coronel.
***
El exilio de Casado
en Gran Bretaña duró unos ocho años[8].
Dejando a un lado alusiones bastante fundadas al espionaje o los sentimientos
amorosos del Coronel[9],
es claro que el Gobierno inglés trató con alta consideración al Consejo Nacional de Defensa, en general,
y a Casado, en particular, optando por el apoyo a este cuando surgieron
desavenencias con Negrín y su Gobierno de la República en el exilio. De hecho,
el Gabinete de Su Majestad no vio con buenos ojos la solicitud de Negrín para
que lo autorizasen a residir en el Reino Unido. Parece claro que, mientras
durase la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra quería reservarse ciertas posiciones respecto de España y en esta
política, Casado jugaba el papel de un peón útil. Claro que Casado tenía sus
propias intenciones y con ellas jugaba, de manera un tanto pretenciosa y aún
megalómana, al decir de sus rivales. Una de sus mayores limitaciones era la de
no querer integrarse en grupo o partido alguno: él se reconocía únicamente como
militar y se mostraba alérgico a los
Partidos políticos, empezando -por supuesto- por el Comunista. En todo ello se
pueden ver significativas analogías con la idiosincrasia del general Franco.
Como un modus vivendi y una forma de propaganda
a la vez, hay que tomar el conocido contrato que Casado pactó con la BBC para
comentar la marcha de la Guerra Mundial en español a los oyentes de nuestro
País. Claro que no lo hacía con su propia identidad, sino bajo el seudónimo de
Juan de Padilla[10], o coronel Juan de Padilla.
También
transcendió -seguramente, con enfado por parte del Generalísimo- el proyecto
casadista para una eventual sustitución de Franco al frente de los destinos de
España. Se plasmó, cara al público, en una entrevista concedida a la United Press en 1945, cuando ya había
quedado claro que no se aprovecharía la Guerra Mundial para acabar con quien
había sido amigo de Hitler y
Mussolini. Se halla así mismo esbozado en una de las cartas que Casado remitió
a Largo Caballero en 1946[11].
Suponía la inicial expulsión de Franco y su Régimen, sustituyéndolo en tres
pasos: A) Constitución de una Junta Militar, que mantendría el orden por un
breve plazo. B) Formación de un Gobierno provisional de civiles, con el
objetivo principal de convocar una consulta a la Nación sobre sus
predilecciones para un Nuevo Régimen. C) Celebración de dicho plebiscito, sin el pie forzado de
retornar a la República con el pretexto de que la misma había sido derrocada de
forma antidemocrática y militarista. Si no se tenía esa apertura de miras
-pronosticaba Casado-, tendremos Franco
para rato.
Por aquellas
fechas, si no antes, Casado pasa una mala época de salud[12],
a la que se une una dolorosa ruptura sentimental y el fallecimiento de la niña
que era fruto de esta. Es el momento en que intenta por enésima vez que el
Generalísimo deje salir a su mujer e hijos de España, ya con el propósito -si
no el compromiso- de abandonar la proximidad inglesa y emigrar a América, sede
mayoritaria de los exiliados hispanos. Como hemos visto -y quizás ahora nos lo
expliquemos mejor-, no lo conseguirá. Pese a todo, en 1947 abandonará Europa
por bastantes años y pasará a residir en Colombia, destino poco común de
nuestros desterrados, pero es allí donde se le ofrece un puesto de trabajo muy
curioso para un militar: el de inspector en una industria láctea, filial de la
multinacional Nestlé. Dos años más
tarde, se traslada a la vecina República de Venezuela, donde era mucho más
numerosa la colonia española, tanto de emigrados económicos, como políticos.
Por lo demás, su trabajo seguirá siendo el mismo: Inspector General de una
empresa lechera tutelada por la citada empresa multinacional de origen suizo. Dos
años después, en 1951, logra finalmente que Franco autorice la salida de España
a su mujer e hijos, reuniéndose la familia tras doce años de separación[13].
Valga este rápido
recorrido por la vida de don Segismundo Casado, entre 1939 y 1951, como
preámbulo al objeto de este ensayo: su retorno a España; un regreso que
tendremos que explicar o, cuando menos, situar en su biografía.
2. El regreso: Los años de plomo
En 1958, el
Coronel sufrió el primer episodio grave de crisis coronaria de que se tiene
constancia. Aunque la recuperación fuese buena, su delicado estado de salud
aconsejó la jubilación de su puesto en la empresa láctea, lo que le suponía
libertad de acción y, al propio tiempo, una pensión lógicamente más modesta que
su anterior sueldo. A cambio, los hijos habían ganado ya la independencia
económica e, incluso, se dice que medió un compromiso por su parte de ayuda
financiera para el supuesto de que sus padres la necesitasen, lo que, en
efecto, fue el caso.
¿Por qué se le
ocurrió al matrimonio Casado regresar a España en ese momento -1961-, en una
situación económica poco boyante y con el General de El Pardo aún acechante y
peligroso? Preston[14]
apunta un motivo, entre la envidia y la emulación: El general Rojo[15]
había regresado a la patria en 1957 y había salido del paso sin excesivas
dificultades. La verdad es que eso es mucho decir. Pese a la admiración de
Franco -o, tal vez, como reacción a ella-, el General republicano hubo de
sufrir un Consejo de Guerra, en el que fue condenado a 30 años de reclusión
mayor por el inextricable delito de
auxilio a la rebelión. Ciertamente, se le había concedido acto seguido el
indulto total de la pena principal, pero no de las accesorias de interdicción
civil e inhabilitación absoluta[16].
Rojo comentaría que se sentía como un muerto civil. De hecho, la muerte
biológica no tardaría en alcanzarle[17].
No parece, pues,
que Casado sintiese muchos deseos de seguir el camino de su distinguido
camarada, máxime esperándolo desde 1944 una pena de doce años y un día de
reclusión, por ser, o haber sido, miembro de la Masonería. Pueden hacerse al
respecto todas las especulaciones que se quiera. Lo cierto es que Casado y su
esposa entraron en España por Barcelona -supongo que vía marítima-, el 2 de
septiembre de 1961, y aparentemente se les recibió como a unos españoles
cualesquiera que volvieran de unas vacaciones. En la medida en que tendrían que
obtener, o renovar, sus pasaportes españoles, o bien conseguir el visado
español en los documentos venezolanos, resulta indudable que el Gobierno -es
decir, Franco- habían decidido, en principio, pasar página. El porqué es también totalmente especulativo.
Seguidamente, el
Coronel y su mujer se instalaron en Madrid, en un piso de la calle Cea
Bermúdez. No tardó en producirse un empeoramiento de la salud de Casado,
generándose una nueva trombosis, que le dejó impedido para deambular, viéndose
obligado a recluirse en su casa, con la lectura como principal distracción.
Ello justificaría su desgarrada queja de que apenas había tenido un año para
disfrutar de la capital de España[18].
También justificaría su sorprendente y peligrosa decisión -que Preston parece
no explicarse- de solicitar una pensión oficial en junio de 1962, invocando los
servicios militares prestados al Ejército español entre 1911 y 1939 (obsérvese
que incluía en ellos el tiempo al servicio de la República durante la Guerra
Civil). Que, a mayores, hubiese en la resolución del Coronel un rasgo de
orgullo y valentía, es algo que podemos aceptar sin discusión.
***
La petición
oficial de pensión desencadenó la persecución legal contra el coronel Casado,
hasta entonces sumida en un sorprendente compás de espera. La represión se
desarrolló hasta el otoño de 1965 y tuvo dos principales consecuencias: A) La
apertura de una causa militar por delito de rebelión. B) La reactivación de la
pena de doce años y un día de reclusión, que le había sido impuesta en rebeldía
en 1944, por ser masón. Veamos brevemente el desarrollo y las consecuencias de
ambas medidas.
A)
Instrucción de procedimiento penal
militar por rebelión.
Resulta llamativa la noticia del diario parisino Le Monde de finales de julio de 1964,
que llevó hasta los pocos bien informados españoles de la época la noticia de
que el coronel Casado iba a comparecer ante un Consejo de Guerra[19].
Tras un breve perfil del acusado, el diario indicaba que el coronel Casado ha rehusado tomar un abogado defensor, por lo que
será defendido ante el consejo de guerra por un oficial de servicio. Se puede
calificar de histórico este juicio, que tendrá lugar justamente 25 años después
del fin de la guerra civil. Y concluía con esta sorprendente y premonitoria
afirmación: Pero se hace notar que tendrá
un carácter simbólico, puesto que se ha acordado una amnistía para todos los
delitos de rebelión militar durante la guerra civil.
Digo que esa
afirmación era premonitoria y sorprendente porque, aun no siendo cierta, se
cumplió el vaticinio de que a Casado no se le impuso ninguna pena. Intentaré
justificar esta doble aseveración:
·
Aun
dando de lado el término amnistía
-que no fue usado por el Franquismo a partir de 1939-, es claro que ningún indulto general supuso la prescripción de las responsabilidades
penales de los vencidos en la Guerra Civil, hasta el Decreto-Ley de 31 de marzo
de 1969; por tanto, unos cinco años después de la noticia de Le Monde. El indulto general
inmediatamente anterior al verano de 1964 había sido el concedido con motivo de
los “Veinticinco Años de Paz”, que tan solo redujo las penas en una sexta
parte, no suponiendo extinción más que de las anotaciones de los antecedentes
penales y de las penas accesorias impuestas hasta 1945[20].
Por tanto, lo menos que puede decirse es que se trataba de una noticia sorprendente, por no calificarla de
errónea.
·
Sin
embargo, resultó premonitoria. Fue un
Consejo de Guerra de guante blanco, que tardó mucho en celebrarse[21].
El Coronel recordó su anticomunismo y su triunfo frente a la resistencia a
ultranza de Negrín. El fiscal del caso no tuvo empacho en reconocer los servicios durante la Guerra Civil del
acusado[22].
Finalmente, por aplicación de amnistía -según unos- y de prescripción del
delito -según otros-, la causa concluyó con una sentencia absolutoria[23],
que ponía todo el castigo penal a Casado en manos de su anterior condena por
masón.
Habiendo rechazado ya que se hubiera
aplicado un indulto general total, he de rechazar ahora -aunque con bastantes
reservas- la tesis de la prescripción. En realidad, todo depende de la gravedad
del delito que se imputase al Coronel. Si este, como parece y era penalmente
procedente, fue el de rebelión, la
condena podía llegar hasta la pena de muerte y, por tanto, el plazo de
prescripción, de 30 años, no había transcurrido todavía[24]
(expiraría el 1 de abril de 1969). Pero si la acusación hubiera sido por
auxilio a la rebelión, la pena no podría ser la de muerte y la prescripción se
produciría a los veinte años, que sí se habían cumplido en 1965 (lo estaba
desde 1959)[25]. Yo
entiendo que la duda debe despejarse en favor de la rebelión stricto sensu, dado que el Coronel era
militar en activo del Ejército de la República, pero no sería el primer caso en
que saltara la sorpresa en este punto[26].
En consecuencia, la falta de sanción a
Casado no respondió a razones objetivas, sino al trato relativamente benevolente invocado por Preston[27].
Es de suponer que parte de esa benevolencia se debiera a estar impedido y con
mal estado de salud, cosas que justificaron que la medida cautelar de prisión
preventiva se convirtiese en un arresto domiciliario.
B)
La espada de Damocles de la condena por masón.
Como he dejado dicho, en 1944 fue condenado don Segismundo
Casado por delito de masonería, a la pena de doce años y un día de reclusión.
Conforme al Código de Justicia Militar vigente en los años sesenta del siglo
XX, la prescripción de este tipo de pena requería el transcurso de treinta años[28],
que habrían de cumplirse en 1974. Por tanto, y por más que la Ley de represión
de la Masonería y el Comunismo estuviese obsoleta y apenas se aplicara en su
primera vertiente[29],
al tratarse de una sanción firme ya impuesta, las Autoridades se dispusieron a
hacerla efectiva.
La cosa no llegó a
tanto. El 8 de octubre de 1965, el Gobierno otorgaba a Casado el indulto total
de la pena impuesta tantos años atrás. Se cerraba con ello una etapa de graves
dificultades legales, que había abierto el propio Coronel con su imprudente solicitud de pensión; unos
derechos pasivos que, por supuesto, no percibiría nunca.
3. El regreso: Los años de papel
Casado tenía
publicadas sus memorias del final de
la Guerra Civil -el momento culminante de su intervención histórica- desde
1939, cuando habían aparecido editadas en Londres, en idioma inglés[30].
Este hecho y el mero transcurso del tiempo, todo unido a una calidad mediocre y
una notable parcialidad, habían sido causas suficientes para que la obra no
fuese, ni conocida del público, ni apreciada por los especialistas. Tampoco
tenía ello mucho de extraño, habida cuenta de que The last days of Madrid había sido redactada casi de memoria en el
extranjero y que el Franquismo no autorizaba la introducción y venta en España
de libros escritos por destacadas figuras de la República.
¿Qué o quién
cambió las tornas tanto, como para que Casado pudiera contratar ventajosamente
la publicación de sus memorias e, incluso, para que la aparición casi
simultánea de las mismas en dos diarios de Madrid ocasionara una gresca entre ellos? ¿Estaba detrás
el Ministerio de Información y Turismo (en lo sucesivo, MIT), como de forma
maliciosa y aparentemente infundada, sostiene el historiador Ángel Viñas[31]?
La verdad es que el episodio merece ser recordado con cierto detalle y que
luego cada cual haga sus propias deducciones.
3.1.
La publicación de las Memorias en el madrileño diario Pueblo.
Todo empezó, según
Emilio Romero -director del periódico durante largos años[32]-,
cuando, en fecha no determinada pero de 1967, o ligeramente anterior, dos
redactores de Pueblo contactaron con
el coronel Casado y sentaron las bases para el contrato por virtud del cual el
autor autorizaría la publicación de sus memorias
en fascículos, que se venderían junto con el diario, en números sucesivos.
Preparado el material, se calentó el
ambiente con una extensa entrevista al Coronel, a cargo de uno de los indicados
redactores -Manuel Bueno-, la cual apareció bajo el titular Habla el coronel Casado: Yo salvé Madrid de
los comunistas[33]. Dos días después, se iniciaba la
aparición por entregas de una versión española simplificada de The last days of Madrid, que abarcaría
el periodo del 29 de octubre al 14 de noviembre de 1967.
La gresca tuvo su origen en que, en
sospechosa coincidencia cronológica, el también vespertino madrileño El Alcázar[34]
inició la publicación de una serie del historiador Ricardo de la Cierva[35]
acerca del mismo tema y recogiendo documentos y fotografías de y sobre el coronel
Casado, que impresionaban como plagio. El director de Pueblo denunció vigorosamente aquella forma de chupar rueda, siendo corroborado por el propio Coronel, disgustado
además por la aparición en El Alcázar
de documentos impertinentes y que afectaban a su intimidad[36].
Luis Apostua, director de El Alcázar, negó
tajantemente el plagio y atribuyó la coincidencia a mera casualidad, así como a
los estudios que de la Cierva venía haciendo sobre Revisión de Historia contemporánea, los cuales habían llevado dos
meses en preparación.
Así las cosas,
terció el Secretario General Técnico del MIT, Joaquín Juste, reconociendo que
Ricardo de la Cierva era el Jefe de Estudios de la Sección de Cruzada Española
y que llevaba tiempo preparando una Historia de la Guerra Civil Española[37].
El señor Juste disculpaba todo, salvo que el historiador no hubiera solicitado
permiso de sus Superiores para publicar el trabajo, como era preceptivo, lo que
entendía una simple falta administrativa leve. De todos modos, la consecuencia
fue la interrupción inmediata y definitiva de la colaboración en El Alcázar, con notable enfado de sus
rectores, que hubieron de reemplazarla inmediatamente por un trabajo de tema
similar, obra de Mariano del Mazo Zugazagoitia. Es de suponer que el cambio de
nombres no gustase a los lectores.
El incidente
terminó con los dos directores enrocados en sus respectivas posiciones (plagio versus casualidad). Según Emilio Romero,
todo había sido consecuencia de que les
sorprendimos con una exclusiva fenomenal, como las “memorias del coronel
Casado”. De no exagerar, la opinión del director de Pueblo implicaría un reconocimiento al Coronel, que este recibiría
encantado[38].
Haciendo una
valoración de todos estos antecedentes, se me hace muy difícil aceptar la tesis
ya citada de Ángel Viñas, en el sentido de que entonces entró en contacto con el Ministerio de (Des)Información -sic-.
Se prometió un gran éxito económico de una
nueva versión de sus memorias[39].
De todos modos, como quien afirma debe probar, habría de ser el ilustre
profesor de Madrid quien hiciera explícitas sus razones, más allá de que, según
él, todo estuviera muy en consonancia con el furibundo
anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la
guerra fría.
3.2.
Las memorias, en español: Así
cayó Madrid.
Tras el esfuerzo
realizado por el valetudinario Coronel[40]
para preparar el coleccionable de Pueblo, es de suponer que pretendiera
obtener algún rendimiento económico adicional e, incluso, que tuviese ofertas
de ciertas editoriales. Poco podía hacer para preparar una edición cuidada, hallándose
impedido, con escasos medios y con las férreas limitaciones de acceso a la
información en la España del momento. Para sus ilusiones de éxito económico y
personal, pudieron influirle a Casado ciertos aires de moda coyuntural del
tema. Ya hemos visto la coincidencia con
de la Cierva, frustrada temporalmente por el MIT. Otro caso muy próximo de interés
por la Guerra Civil fue el del diario ABC
que, entre el 8 de octubre y el 26 de diciembre de 1967, publicó, de cuatro en
cuatro páginas, la obra de Luis Bolín, España.
Los años vitales, en cuya página 247, se hacía una brevísima alusión al
Coronel: Casado, aunque prisionero
virtual de Miaja, envió un mensaje al general Franco… el mensaje imploraba la
paz. Los rojos querían negociar[41].
Finalmente, fue Guadiana de Publicaciones quien cerró con
Casado el contrato, apareciendo la obra en abril de 1968, con el título de Así cayó Madrid. Último episodio de la
Guerra Civil Española. No debió de venderse mal pues, en 1977 -ya fallecido
el Coronel-, se publicó una nueva edición del mismo libro, por Ediciones 99,
dentro de su colección “Historia secreta del Franquismo”, aprovechando sin duda
el tirón de la libertad ganada
durante la Transición.
¿Qué diferencias
había entre The last days of Madrid y
Así cayó Madrid? Descartando las de extensión -el número de páginas era
sensiblemente el mismo: 302 y 310 páginas, respectivamente; 286, en la edición
de 1977-, las divergencias de contenido han sido examinadas con cuidado por dos
de los historiadores más críticos con la labor histórica de Casado, Ángel Viñas
y Paul Preston. Resumiendo el tema con ellos, Viñas puntualiza que la nueva versión acentuó hasta extremos
delirantes la presunta conspiración comunista, la vesania de Negrín y la larga
mano de Stalin sobre la República. Y Preston sostiene que en el texto de
1968 no se hacía la menor alusión a los
contactos de Casado con la Quinta Columna y los servicios secretos franquistas
en los meses anteriores a su golpe. El libro de Casado pretendía demostrar, más
aún que en la versión inglesa anterior, que Negrín era un “títere de Moscú”[42].
Del interés un
tanto ambivalente, que quizá quiso el Gobierno de la época concitar por el
libro de Casado, da fe la extensa recensión que le dedicó ABC, de la pluma de uno de los más ilustres pensadores del Franquismo, Gonzalo Fernández de la Mora[43],
cuyo juicio crítico de la obra examinada tenía más de análisis de la Historia
de los acontecimientos, que de valoración del libro. Recojo sus últimas frases:
Es un testimonio sin brillo, pero no
exento de dignidad. Su valor testifical sobre un momento decisivo lo sitúa en
un lugar preferente dentro de la ya oceánica bibliografía sobre nuestra guerra
civil.
4. El final
El 15 de diciembre
de 1968, Casado ingresó en la clínica madrileña “Nuestra Señora de la
Concepción”, aquejado de fuertes dolores abdominales. Se le operó para eliminar
un trombo en una de las arterias mesentéricas, apreciándose que padecía una
esclerosis generalizada de los vasos sanguíneos. Durante el postoperatorio, su
corazón fue debilitándose y alterando el ritmo, falleciendo finalmente en la
tarde del día 18 del citado mes. El día anterior se le habían administrado los
Sacramentos, conforme al ritual católico.
El 19 de diciembre,
los periódicos nacionales recogieron la noticia, añadiendo comentarios que, por
su reiteración de forma, parecen inspirados por el MIT[44].
En algún diario se insertó una pequeña foto de archivo del Coronel.
Puede resultar curioso citar algunas frases
de esa necrológica sugerida por la
Autoridad competente. Las tomo del rotativo madrileño ABC:
El testimonio que ofrece en este último (el
libro “Así cayó Madrid”) sobre la segunda
República es estremecedor. Según Casado, desde principios de 1936 “el desacato
a la Autoridad y el desorden se hicieron ley”. “La actuación de las izquierdas
a partir de la organización del Frente Popular fue desenfrenada, bajo el
partido comunista”. Dicho Frente era un “organismo inspirado y estimulado por
la Unión Soviética”. Al movimiento revolucionario de 1934 lo califica de
“crimen de lesa patria”. Pero lo más importante de su tesis es que desde mayo
de 1937, fecha en que Negrín fue nombrado presidente del Consejo de Ministros,
el Gobierno de Madrid no dejó de estar “al servicio de Rusia”.
Como valoración de la figura histórica que acababa de
fallecer, agrega: El golpe de Estado de
1939 hizo pasar a Casado a la historia. Sus motivaciones patrióticas están
fuera de duda y los sucesos le dieron la razón. En aquella difícil coyuntura
Casado actuó con inteligencia y valor y logró dominar al sector prosoviético”.
***
Al día siguiente,
se publicaba en ABC la esquela[45],
con el típico formato familiar y católico. Se le recordaba como Coronel Diplomado de Caballería, su edad
al momento del óbito -setenta y cinco años- y sus deudos más próximos: esposa,
hijos (ausentes), hijos políticos y sobrinos. Fueron precisamente dos de estos
y un cuñado -hermano de su mujer- quienes presidieron el cortejo fúnebre, que
trasladó el cadáver del Coronel, desde la clínica de su defunción, hasta la
sacramental de San Justo, a partir de las once de la mañana del día 20 de
diciembre de 1968. En dicha Sacramental se rezó un responso, procediéndose
seguidamente al entierro[46].
Testigos
presenciales de la conducción del cadáver de Casado destacaron la casi total
ausencia de los medios informativos, así como la asistencia de personalidades y
figuras conocidas de las dos Españas. Así
mismo, la prensa que notició el evento aludió a la presencia de numerosos
familiares y de vecinos de Nava de la Asunción (Segovia), localidad de la que
don Segismundo Casado era natural.
[1]
Segismundo Casado López (1893-1968) quien, siendo jefe del Ejército del Centro
(la más poderosa de las Unidades republicanas), trató de convencer al Gobierno
de Negrín para que pusiera fin a la guerra, considerándola del todo perdida e
inútil prolongar la destrucción y el sufrimiento. Ante la negativa
gubernamental, Casado dio un golpe de Estado en la noche del 5 al 6 de marzo de
1939 y promovió un Consejo Nacional de
Defensa (bajo la presidencia nominal del general Miaja) que, tras unos días
de lucha y confusión, se hizo con el poder efectivo en casi toda la España
republicana. Su fracaso en conseguir de Franco algo mejor que una rendición
incondicional y una durísima represión post-bélica, así como su huida de España
a la conclusión de la Guerra, le dieron para muchos el marchamo de iluso y de
traidor. El hecho es que el golpe de
Casado puso precipitado fin a la contienda, con la completa derrota de la
República (1 de abril de 1939).
[2]
La principal fuente directa son las
memorias de Casado relativas a aquella época: Segismundo Casado, The last days of Madrid. The end of the
Second Spanish Republic, Peter Davies edit., Londres, 1939; este libro
tendría su versión española, muchos años después, a la que aludiré
posteriormente. Sobre el golpe de Casado y
los últimos días de la República, hay numerosas monografías (bastantes, incluso
muy recientes, de una asombrosa parcialidad), entre las que prefiero la de Ángel
Bahamonde Magro y Javier Cervera Gil, Así
terminó la Guerra de España, Marcial Pons edit., Madrid, 1999. Segismundo
Casado no cuenta con una completa biografía, que yo sepa; lo más próximo a ella
es: Pedro López Ortega, Defensor de la
justicia, la libertad y la República. Coronel Segismundo Casado López. El final
de la Segunda República, edición del Autor, Burgos, 2016 (en algunos catálogos
figura una edición de la misma obra a cargo de Guadiana Ediciones, Madrid, 2015).
[3]
Suele atribuirse a las malas condiciones de las prisiones de la época el rápido
desenlace, que unos achacan a tuberculosis y otros a una infección contraída en
las letrinas. El reo contaba 70 años de edad.
[4] La esposa se llamaba Carmen Santo Domingo de
Vega y los hijos, Carmen y Segismundo. La grafía del primer apellido la plasmo
en dos palabras, como figura en la esquela del Coronel, en el diario ABC del 20 de diciembre de 1968, página
131.
[5] Este año es el que domina en la bibliografía
y el más plausible para que Segismundo Casado hijo tuviese los catorce años de
edad que se le asignan cuando se reencontró con su padre. No obstante, alguna
fuente da la fecha de 1947: así, Luis Monferrer Catalán, Odisea en Albión: los republicanos españoles exiliados en Gran Bretaña
1936-1977, ediciones De la Torre, Madrid, 2007, págs. 266-268.
[6] Véase Paul Preston, El final de la guerra. La última puñalada a la República, edit.
Debate, Madrid, 2014. Dicho historiador se refiere al Conde de Mayalde como el
Director General de Seguridad y a los generales Yagüe y Barrón como amigos de
Casado que intercedieron por su familia. Otros citan también al general Muñoz
Grandes como gran amigo de Casado desde los años veinte, cuando este estuvo en
Marruecos haciendo las prácticas de Diplomado de Estado Mayor.
[7] Ver María Rosa de Madariaga, recensión a El final de la guerra. La última puñalada a
la República, de Paul Preston, en la web Crónica Popular, 13 de julio de 2015.
[8] Hay discrepancias sobre si llegó a su fin a
finales de 1946 o en el curso de 1947. Esto último parece más acertado.
[9]
Creo que es Paul Preston, El final de la
guerra…, citado, quien trata más detenidamente de estas cuestiones.
[10]
Así lo recordaba el diario barcelonés La
Vanguardia, en su necrológica del Coronel, en el número correspondiente al
19 de diciembre de 1968, página 10, que llegaba hasta incluir una foto de
archivo.
[11] Fechada el 25 de enero de 1946. Se conserva
en el Archivo de la Fundación Pablo Iglesias, de Madrid.
[12] Tal vez, se tratara de síntomas serios de los
graves trastornos circulatorios que padecería en el futuro. El Coronel cumplía
a finales de 1946 los cincuenta y tres años de edad.
[13]
Por lo cual, teniendo su hijo varón unos catorce años, se explica el comentario
de Casado, en el sentido de que no conocía a su hijo ni, mucho menos, este a su
padre. Paul Preston, El final de la guerra…, cit., aventura que la principal razón del
Coronel para llevarse a su familia a América era el temer por una nueva guerra
en Europa, entre Estados comunistas y capitalistas. De hecho, el historiador
liverpuliano sostiene documentadamente que las relaciones entre Casado y su
esposa eran bastante tensas y que, en algunos momentos, la animó a regresar a
España sin él, con resultado negativo.
[14]
Paul Preston, El final de la guerra…,
cit.
[15]
Vicente Rojo Lluch (1894-1966), Jefe del Estado Mayor del Ejército republicano,
conceptuado generalmente como el más brillante estratega de nuestra Guerra
Civil. Un nieto suyo ha publicado su biografía, galardonada con el Premio Comillas: José Andrés Rojo, Vicente Rojo. Retrato de un general
republicano, Tusquets editores, Barcelona, 2006.
[16]
La interdicción civil suponía quedar
privado del gobierno de la propia persona, de la administración de sus bienes y
de la capacidad para intervenir en juicio, por lo que el interdictado debía ser
provisto de un mecanismo de tutela o representación voluntaria (esta pena
desapareció del Derecho penal español en 1983). La inhabilitación absoluta
supone la pérdida de todos los cargos, honores y empleos públicos que tuviere
el condenado, así como la incapacidad de obtenerlos durante el tiempo de la
condena (continúa vigente en los arts. 40 y 41 del Código penal español, a la
fecha de este ensayo -junio de 2017-).
[17] El
general Rojo falleció en Madrid el 14 de octubre de 1966, con 72 años de edad.
[18]
Todo ello sucedería en el transcurso del año 1962, lo que explica la repentina
petición de pensión, que tratamos acto seguido. Luis Monferrer, Odisea en Albión…, cit., así lo recoge.
Hay algunas alusiones a una trombosis en 1966 pero, de ser cierta, resultaría
adicional y diferente a la invalidante de cuatro años atrás.
[19]
Me baso en la referencia del Servicio de Prensa (Resumen de Prensa
Internacional sobre España), nº 30, Frankfurt am Main, correspondiente al
jueves, 30 de abril de 1964. Ver en Internet Agfitel.es.
[20] Remito en estos temas a mi ensayo El Derecho y la Guerra de España (I):
Amnistías e Indultos, aparecido en este mismo blog.
[21] Aun sin dar fecha exacta, las fuentes suelen
referirse al año 1965. Habida cuenta de que el detonante del proceso fue la
reclamación de pensión de junio de 1962, se ve que las Autoridades franquistas
no tenían muchas ganas, ni mucho interés, en resucitar al bastante olvidado Coronel.
[22] Ver Margarita de Madariaga, El final de la guerra…, cit.
[23] Se ha llegado a decir que el final del
proceso fue por sobreseimiento. Lo juzgo casi imposible, supuesto que la
decisión de seguir Consejo de Guerra es posterior a la de abrir juicio oral,
que es incompatible con el sobreseimiento.
[24]
Me remito a los arts. 249, 286 y 287 del Código de Justicia Militar entonces
vigente (aprobado por Ley de 17 de julio de 1945). Es obvio que Casado tenía
que ser condenado como mando de Compañía
o Unidad Superior.
[25] Ver
arts. 249, 286 y 287 del Código de Justicia Militar de 1945, vigente a la
sazón.
[26] Permítaseme citar por una vez la Wikipedia (entrada Vicente Rojo Lluch), donde se entrecomilla que el general Rojo fue
condenado por “auxilio a la rebelión”. De ser cierto, la analogía con el
coronel Casado resultaría perfectamente hacedera.
[27] Paul Preston, El final de la guerra civil…, citado.
[28] Artº 251, que aplicaba ese plazo a todas
las penas de reclusión, fuese ella mayor o menor.
[29] Por Ley 154/1963, de 2 de diciembre, las
competencias del Tribunal especial para la aplicación de la Ley de Masonería y
Comunismo, de 1 de marzo de 1940, habían pasado a la Jurisdicción de Orden
Público, que entonces se creaba (disposición derogatoria segunda). Preguntado
el Generalísimo sobre el porqué de la desaparición del Tribunal nacional
específico, contestó porque ya no hay
masones en España. Desde luego, la persistencia de estos no sería por falta
de esfuerzo de Franco. Ver mi ensayo El
Derecho y la Guerra de España (III), epígrafe 4.1, publicado en este blog.
[30] Ver supra, nota 2.
[31]
Ver su artículo Dar gato por liebre.
Semblanza del coronel Casado, en El
País, 10 de diciembre de 2011.
[32]
Emilio Romero Gómez (1917-2003) fue director de Pueblo entre 1952 y 1974. Este diario madrileño de la tarde era el
órgano oficial de la Delegación Nacional de Sindicatos, que obviamente lo
financiaba.
[33]
Véase Pueblo del 27 de octubre de
1967, págs. 14-15.
[34]
Era la época dorada de este rotativo (1966-1968) cuando, bajo la dirección de
Luis Apostua Palos y la propiedad de Prensa
y Ediciones, S.A., abandonó su tono ultraderechista y alcanzó la notable
tirada de 110.000 ejemplares diarios. “Gresca” es la palabra empleada en la web
La Hemeroteca del Buitre, que recoge
ordenada y certeramente el incidente.
[35]
Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), prolífico y superficial historiador,
especializado en Historia de España contemporánea quien, años más tarde, publicaría
por fin un libro sobre el tema casadista: Ricardo de la Cierva, Episodios históricos de España (44): La
sublevación del coronel Casado, 1997. Existe versión íntegra en Internet,
en la web espapdf.com, edit. Titivillus, 7 de abril de 1995.
[36]
En concreto, aludía a su petición oficial de que se le reconocieran derechos
pasivos por los años servidos como militar. Probablemente, el Coronel
sospechaba -como yo mismo lo hago- que se había querido hacerle de menos, como pesetero e iluso.
[37]
En efecto, la obra apareció en una primera versión en 1969. En 1971, con el
carácter de ilustrada, se presentó en
dos volúmenes. En 2006 fue objeto de una nueva edición actualizada.
[38] Los
diarios a consultar sobre este episodio son Pueblo
de los días 30 de octubre, 1, 3 y 6 de noviembre de 1967, y El Alcázar, números de 31 de octubre y 3
y 4 de noviembre de 1967.
[39] Ver
nota 31, como también para la siguiente frase literal de este párrafo.
[40]
Recuérdese su estado, tan perjudicado, desde la trombosis de 1962, a la que
parece haber seguido otra en 1966 (ver nota 18). Es dudoso, sin embargo, que
estuviese tan disminuido como señala Ángel Viñas, siempre tan rudo con el
Coronel: El problema es que no se
acordaba de los hechos de 1939. Tampoco podía ir a hemerotecas (ver nota
31). Esto último sí era, evidentemente, cierto. Viñas (íbidem) añade: Sí sabemos que
le ayudó uno de los subordinados de Cipriano Mera, también anarquista, un tal (sic)
Liberino González. No sabemos a qué
ayudó Liberino González a Casado, pero sí sabemos que era bastante más que un tal, para quien sea conocedor de la
Guerra Civil: Jefe de la 12ª División y, provisionalmente, del IV Cuerpo de
Ejército del Ejército del Centro de la República, en las fechas del golpe de Casado: Véase Cipriano Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, edit. Ruedo
Ibérico, Paris, 1976. En términos ya claramente especulativos, Viñas (íbidem), para apoyar su tesis de acuerdo
con el MIT, escribe: No sabemos si desde
el Ministerio, entonces regentado por Fraga Iribarne, alguien le echó una mano.
[41]
Por mediocres que fuesen los trabajos, la penuria y forzada homogeneidad de la
historiografía española de la época animaba al público a leerlos, sobre todo si
eran gratis comprando el periódico. El de Bolín llegó a editarse en libro: Luis
Bolín (Luis Antonio Bolín Bidwell), España.
Los años vitales, Espasa-Calpe, Madrid, 1967. El encuadernable de ABC ya llevaba el copyright de Espasa-Calpe.
[42]
Angel Viñas, Dar gato por liebre…, cit.;
Paul Preston, El final de la guerra…, citado.
[43]
Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002), autor, entre otras obras de Pensamiento Español, en siete volúmenes
(entre 1963 y 1970), y la famosa El
crepúsculo de las ideologías (1965). En el plano político, fue Ministro de
Obras Públicas (1970-1974) y Diputado en Cortes (1977-1979). La citada
recensión se halla en ABC (Madrid)
del 9 de mayo de 1968, páginas 33 y 35, y ABC
(Sevilla), 14 de mayo de 1968, pág. 46.
[44]
Tomo como modelos el ABC, ejemplar
del 19 de diciembre de 1968, página 43, y La
Vanguardia de la misma fecha, página 10.
[45]
Ver ABC, 20 de diciembre de 1968,
página 131.
[46] Véase ABC (edición de Sevilla), 21 de
diciembre de 1968, página 43.