LAMARCK Y DARWIN SE
UNEN.
REVISIÓN GENERAL DE
LA DOCTRINA EN MATERIA DE ALEATORIEDAD DE LAS MUTACIONES: ESTADO DE LA CUESTIÓN
Dr. Federico Bello
Landrove[1]
Salamanca (España), julio de 2017
El presente artículo es fruto de un esfuerzo
personal, desarrollado entre enero de 2016 y julio de 2017, bajo la amable y
altruista orientación del Catedrático de Genética y Biología Molecular de la
Universidad de Salamanca, Profesor Doctor Don Rogelio González Sarmiento, quien
lo ha valorado expresa e informalmente como "trabajo excelente; trabajo enorme de revisión bibliográfica y puesta al día y, sobre todo, de reflexión sobre el tema de la mutación".
Nota. Las únicas abreviaturas
que se emplean profusamente en el texto son estas dos: TSE (Teoría Sintética de
la Evolución) y TE (transposones o Transposable Elements).
RESUMEN o ABSTRACT
En la línea de la
tradición darwinista, la Teoría Sintética de la Evolución (TSE) no ha abdicado
hasta ahora del principio fundamental de que todas las mutaciones son
aleatorias, tanto en su aparición, como en sus efectos. El autor ha realizado
una revisión de investigaciones y estudios contemporáneos en materias tales,
como la conexión de las mutaciones con los cambios epigenéticos, la frecuencia
mutacional en situaciones de alteración ambiental, la existencia y eficacia de
mecanismos mutágenos de respuesta al estrés, la especificidad y reversibilidad
de las mutaciones, o la vía de ida y vuelta que lleva de la dominancia a la
recesividad en las mutaciones. La conclusión de la revisión es clara: A estas
alturas del conocimiento genético, no puede aceptarse empíricamente que las
mutaciones sean fruto exclusivamente del error o del azar y, si la TSE insiste
en esa afirmación, se halla en pugna con los conocimientos adquiridos en las
últimas décadas.
INTRODUCCIÓN
La brillante y
fructífera historia de la Teoría Sintética de la Evolución (TSE) así como el
hecho, generalmente reconocido, de que sigue siendo la única teoría científica
global en Genética, parece tener una doble consecuencia indeseable. De una
parte, muchos de los autores que se adscriben a dicha Teoría insisten en no
admitir excepción o paliativo alguno en materias tan básicas y debatidas, como
el carácter aleatorio de todas las
mutaciones, o el carácter gradual de toda
la Evolución (1 - 4). De otra parte, dentro del razonable conservadurismo
de los científicos, no se ha producido un enfrentamiento frontal de los muchos
estudiosos que no admiten ya los absolutos de la TSE con los estrictos
mantenedores de esta, por no creerse aún en condiciones de ofrecer una teoría
general alternativa.
Con todo, la
Genética ha progresado de modo enorme durante el periodo -sin duda, muy largo-
en que se ha resguardado filosóficamente bajo el paradigma del Neodarwinismo.
Las investigaciones han aportado un inmenso caudal de datos que se han ido
alejando de la radicalidad de algunos principios teóricos de la TSE (5).
Ciertamente, ese progreso no ha sido siempre suficiente ni unívoco, pero sí
parece lo bastante claro y abundante como para preguntarnos si la Ciencia
genética no conforma ya un cuerpo, cuya forma y tamaño no admiten el vestido doctrinal tejido a mediados del
siglo XX. En concreto, se trata de hacer una revisión extensa -la exhaustividad
es imposible, para un campo tan amplio- de la siguiente aseveración, probablemente
inexacta: todas las mutaciones son fruto
del azar, la casualidad y el error, no la consecuencia de factores
medioambientales generadores de situaciones de necesidad o estrés en los
organismos vivos.
Puede parecer discutible una revisión del paradigma genético
centrada en las mutaciones, habida cuenta de la valoración decreciente que
viene dándose a las mismas a la hora de explicar la aparición de nuevos rasgos
fenotípicos. Conocemos y compartimos este punto de vista de la Genética
contemporánea. No obstante, hemos juzgado esencial el sujetarnos a la cuestión
mutacional en el presente trabajo, con un doble objetivo: 1º. Abordar el núcleo duro de la teoría neodarwinista,
que parece no sentirse afectada ni concernida cuando aparecen constantes y
sustanciales evidencias de cambio individual y evolutivo, pero que no tienen
reflejo -al menos, inicial- en el ADN.
2º. Para eludir toda polémica sobre la herencia de los cambios
fenotípicos, basada en la negación de efectos evolutivos a cualquier cambio o
alteración que no tenga reflejo estrictamente génico en la línea germinal
(barrera Weismann) (no obstante, ver (6)).
Es posible que,
del contenido y solidez de la respuesta a tal revisión pueda inferirse alguna
consecuencia, respecto al tipo de paradigma teórico que haya que asumir en la
Genética del siglo XXI, si es que ya no sirve el de la TSE. Pero llegar a este
extremo es algo que excede de la finalidad de este trabajo.
MÉTODO Y SISTEMÁTICA
Dado el objetivo
de este artículo, he trabajado sobre una amplia bibliografía, que se enumera al
final del mismo, con especial resalte de aquellos trabajos que me han resultado
más relevantes. Dicha bibliografía se ha procurado que corresponda a fechas
recientes, para poder ofrecer un estado
de la cuestión actualizado.
Tras haber fijado,
con algunas lecturas básicas, los puntos fundamentales a desarrollar en materia
de mutaciones, he procedido a elaborar un esquema u orden lógico de la
exposición, a fin de tratar un número suficiente de temas con la debida
continuidad. En ocasiones, he visto la conveniencia de introducir, como
excurso, las réplicas que vienen siendo dadas por las teorías -no solo la TSE-
que parecen no aceptar las consecuencias generales a que los genetistas van llegando.
En esos casos, he juzgado positivo establecer una especie de diálogo o
polémica, para reforzar el punto de vista más aceptado o, en su caso, matizarlo
o reducir su alcance.
El orden
expositivo que de dicho método ha brotado, y al que se ajusta la exposición de
mi tarea de Revisión Doctrinal, es el
siguiente:
1.
De
manera perfectamente razonable, la doctrina que estudia la frecuencia y efectos
de las mutaciones ha entendido que en aquella y en estos hay que investigar si
están ligados a situaciones de necesidad (estrés) en los organismos. Este
apartado presenta un carácter ampliamente cuantitativo, al analizar los estados
de plus mutación, expresión que he
acuñado para evitar la más ambiciosa e imprecisa de hipermutación.
2.
Suponiendo
-a tenor de lo que resulte del punto anterior- que el estrés desencadene la aplicación
de mecanismos mutágenos evolutivos y preexistentes y, en su consecuencia, de
mutaciones que exceden de la ratio casual, será necesario indagar si todo ello
supone una respuesta aleatoria y ciega ante una situación genéricamente
estresante, o bien acaba produciendo una respuesta específica frente al tipo de
estrés que se esté experimentando.
Parece lógico intuir -pero habrá que
comprobarlo- que la respuesta general antiestrés y las respuestas particulares
actúen de modo sucesivo, siguiendo un proceso progresivamente más específico y
concreto.
3.
La
importancia, cada vez mayor, que la Genética contemporánea viene concediendo a
los transposones (TE) nos ha aconsejado dedicar un apartado del trabajo a
indagar si esta peculiar forma de mutación constituye, o no, una posible
respuesta específica al estrés y al cambio medioambiental.
4.
Estando
los cambios epigenéticos
indudablemente vinculados a las exigencias vitales de los organismos y, por
ende, a las alteraciones del medio ambiente y al estrés que estas producen, la
inducción de mutaciones por medios epigenéticos vincula indirectamente a
aquella con una causalidad objetiva. La exposición se reconduce a un silogismo:
Si el ambiente incide en la Epigenética, y esta incide en las mutaciones
genéticas, entonces el ambiente incide en las mutaciones.
En consecuencia, se impone revisar la
bibliografía sobre conexión entre cambios epigenéticos y mutaciones.
5.
Con
carácter complementario, habrá que preguntarse si la reversibilidad de las
mutaciones existe y si está relacionada, o no, con el retorno del medio
ambiente a su situación original. Si así fuere, reforzaría de manera sustancial
lo expuesto en el apartado anterior.
6.
El
apartado siguiente de mi exposición está dedicado a revisar el estado de la
cuestión en materia de dominancia y recesividad de las mutaciones, así como de
las causas y alcance de las mismas. Muy en particular, resulta esclarecedor
abordar la doctrina existente sobre el paso de las mutaciones recesivas a
dominantes, y viceversa, por indudables razones metabólicas, pero también
ligadas con la utilidad (viabilidad) para los organismos y su instauración en
las poblaciones.
Este punto me parece fundamental,
como respuesta, no solo al carácter ciego de las mutaciones, sostenido por la
TSE, sino a la consideración reduccionista de la ciencia, como mera búsqueda de
respuestas al qué y al cómo de los fenómenos, juzgando acientífico preguntarse
por las finalidades (para qué), tan ligadas, por otra parte, al análisis de las
causas (o porqués).
7.
La
TSE de la evolución -y no solo ella: suele ser un tópico de los creacionistas-
ha contraatacado frente a la hipótesis estrés - mutación, con la consideración
de que las mutaciones son en su gran mayoría inocuas, neutrales o deletéreas.
Consideramos que se trata de una crítica esencialmente filosófica, que no puede imponerse a evidencias empíricas
contrarias. No obstante, he juzgado acertado no pasar de largo por ella y hacer
una revisión del estado de la doctrina, en lo relativo a la probable existencia
de diversos mecanismos evolutivos para paliar los efectos negativos de la plus mutación, si esta fuese
indiscriminada.
Entramos aquí en el campo del balance de resultados, es decir, del
equilibrio de beneficios y perjuicios que puede asumirse desde un punto de
vista biológico.
REVISIÓN DOCTRINAL
1.
INCREMENTO DE LAS TASAS MUTACIONALES, POR EFECTO DE LOS CAMBIOS
AMBIENTALES: EL ESTRÉS MUTÁGENO.
1.1.
General aceptación de esta aseveración.
A estas alturas de la investigación
genética, se ha generalizado la aceptación del siguiente dato, formulado de
manera más o menos parecida a esta: La tasa mutacional de los seres vivos
experimenta un notable incremento, cuando los mismos sufren el estrés derivado
del cambio ambiental. Llamarlo hipermutación
puede resultar equívoco, así conceptual como cuantitativamente. De tener que
acoger un vocablo identificativo, este podría ser el de plus mutación. Entre los artículos que asumen un tratamiento
general de este hecho, pueden citarse los recogidos en la siguiente llamada: (7
- 14). En estos trabajos, y en otros muchos que seguidamente se irán
citando, hallamos importantes matices o desarrollos, sin apartarse de una misma
línea: que la mutación al modo darwinista (fruto del azar y el error) tiene que
completarse con la que es fruto de la necesidad
de responder a los cambios, tratando de conseguir la adaptación a los mismos.
Veamos algunos de esos desarrollos o matices, antes aludidos:
-
Tan verdad
como que los cambios ambientales ocasionan incrementos de la tasa mutacional,
es lo contrario, es decir, que las mutaciones descienden a niveles mínimos
cuando los organismos han logrado una buena adaptación a ambientes muy estables
(15).
-
Dentro de
ciertos límites y con posibles excepciones, existe una relación directa entre
la gravedad del estrés y el incremento de la tasa mutacional: en general, a
mayor estrés, mayor incremento de las mutaciones (10).
-
No puede sostenerse
en términos concretos que el aumento
de la tasa mutacional por estrés suponga siempre
lograr una mejor adaptación. Las mutaciones fruto del estrés (tanto más, si es
grave y brusco) pueden tomar el camino deletéreo o patológico, que ha sido
estudiado, por ejemplo, en relación con el cáncer (16, 17), con las
alteraciones genéticas en Arabidopsis (18)
o, de modo general, en las radiaciones (14).
-
No todas las
especies reaccionan al mismo nivel cuantitativo, cuando del incremento de la
tasa mutacional se trata. Por razones obvias (sencillez organizativa, altísimo
número de las poblaciones, rapidez de la reproducción), son los microbios
quienes están a la cabeza de la plus
mutación y de los estudios de la misma (19 - 26). No obstante,
las investigaciones confirman los aumentos de mutaciones por cambios
ambientales en otros organismos, como las levaduras (9), insectos (Drosophila) (11), en
mamíferos en general (17,27) y hasta en humanos (12). La conservación y generalización en todo el
árbol de la vida de los procesos y mecanismos de plus mutación (28) llevan a asumir como general la
mutagénesis ambiental, aunque no deje de haber dudas, hasta tanto se haga una
comprobación exhaustiva (29).
-
En las
plantas suele ser aceptada con mayor facilidad la plus mutación, como forma evolutiva de adaptación a ambientes en
cambio (18,30). A mayores, la hibridación y la poliploidía están
ampliamente generalizadas, con efectos similares (18). Con todo, se
advierte del riesgo de confundir mutaciones y epimutaciones, habida cuenta de
su semejanza de efectos y de la obvia mayor frecuencia de estas últimas (31,32).
1.2.
Mecanismos de producción.
El mayor progreso para consolidar el
argumento de la plus mutación a nivel
empírico y general ha sido el de descubrir los mecanismos o procesos mediante
los cuales puede alcanzarse aquella. Los mecanismos o respuestas SOS, RpoS, MMR,
las polimerasas poco fiables (como PolIV), etc. nos ponen sobre la pista
bioquímica de procesos proclives a la proliferación de mutaciones por efecto
del estrés, ya sea por el menor gasto energético que el mismo impone, ya por
encontrar una variabilidad genética que consiga una mejor adaptación a los cambios
agresivos del entorno. El estudio de
los mecanismos de la mutagénesis ha sido -y está siendo- objeto de infinidad de
aportaciones. A título de ejemplo, reseño las referencias bibliográficas (7
- 9, 11, 29, 33 - 37).
Del mismo modo que se cuestiona vivamente
el dirigismo mutacional, también se discrepa acerca de si la plus mutación se orienta, o no, hacia
aquellos lugares del genoma que tienen una mayor virtualidad para responder
eficazmente al estrés. La cuestión está lejos de resultar pacífica, pero ya es
un fracaso para el neodarwinismo el que, cuando menos, se plantee con solidez
la no aleatoriedad de los lugares o regiones hipermutados. Dicha cuestión se
contesta, en ocasiones, con un sí (20) o un no (8), pero
lo más habitual es encerrarse por ahora en la duda (9), indicar que
depende de los diversos casos posibles (38), o afirmar el dirigismo solo
en las plantas (39). En R. Craig Mac Lean et alt. (11) podemos hallar un buen resumen de las
opiniones existentes a este respecto.
1.3.
El control de los fenómenos de alta tasa mutacional.
La propia naturaleza de los cambios
ambientales sugiere que la respuesta mutágena haya de ir en consonancia con
aquellos. Así, se ha analizado, por ejemplo, en los esfuerzos adaptativos de
los peces cíclidos, generadores de mecanismos peculiares para alcanzar una
mayor rapidez en la adaptación (40); en la bacteria E. coli, al reaccionar ante el estrés
antibiótico (23); en el sistema inmunológico humano, en caso de
infecciones (12, 41, 42); o en las mutaciones patológicas consiguientes
a la hipoxia (17). Todo ello responde a unas razones generales bien
desarrolladas (11), tratando de minimizar la carga deletérea de todo
proceso plus mutacional, que podría llegar hasta el colapso de una población,
de no ser controlado.
El propio hecho de que los fenómenos de
cambio estresante no suelan perpetuarse, implica que las reacciones que
desencadenen estén regidas por la transitoriedad (21, 43). La plus mutación y, más aún, la hipermutación en sentido estricto no
resultan biológicamente viables, más allá de las situaciones de estrés (8),
como se ha estudiado con detalle para E.
coli (23).
Otros mecanismos de control de la plus mutación constituyen toda una red
de cautelas ante su probable efecto
deletéreo (8, 44, 45). Sin ánimo exhaustivo, la doctrina se ha
referido a la direccionalidad de las
mutaciones, hacia ciertos lugares del genoma (11, 20, 46); a la
especificidad y proporcionalidad de la respuesta, según el tipo y nivel del
estrés que se padezca (10, 24); a la compensación con otras
mutaciones (44) o al cese de todas aquellas que puedan resultar
innecesarias o contraproducentes con las que son objeto de incremento de tasa (24,
45); a que los especímenes presenten reproducción sexuada o asexuada (45,
47), considerando más necesarias las mutaciones en estos. En suma,
asumiendo una formulación que recuerda a la filosófica, algunos genetistas se
refieren a la plus mutación como la ultima ratio de la adaptación, fruto de
una ineludible necesidad (11, 46).
2.
HAY MUTACIONES PROVOCADAS POR CAMBIOS MEDIOAMBIENTALES Y POR EL
ESTRÉS QUE ESTOS PUEDEN PRODUCIR.
Podemos agrupar las diversas opiniones
respecto de la afirmación precedente en cuatro grupos: 1) Tal aseveración es
inexacta o, cuando menos, dudosa e indemostrada. 2) Es cierto que los cambios
medioambientales y el estrés inducen mutaciones,
pero de manera aleatoria y, por tanto, solo indirectamente adaptativa. 3) Las
mutaciones provocadas por el estrés, no solo son inducidas por él, sino dirigidas a encontrar una respuesta
adaptativa, si bien la misma tiene un carácter general. 4) Las mutaciones dirigidas
por el estrés se encaminan a dar al mismo una respuesta particular, en función del tipo de
estrés efectivamente sufrido.
No resulta fácil sostener cuál de esas
tesis es la dominante en la doctrina genética contemporánea, dado que el
muestreo bibliográfico ha de ser necesariamente parcial. De otro lado, la
verdad científica no es estrictamente democrática,
basada en el parecer de la mayoría. En cualquier caso, sin perjuicio de acoger
tanto las opiniones favorables a la relación mutaciones - medio ambiente, como
las contrarias, convendremos en que aquellas, en conjunto, son hoy ampliamente dominantes.
2.1. Tesis
tradicional: las mutaciones son independientes de los cambios medioambientales
o, cuando menos, no se ha demostrado tal relación.
Esta postura es heredera de las doctrinas
darwinistas (que no siempre han sido fielmente entendidas y matizadas(48 –
50)) y, salvo algunas opiniones minoritarias (51, 52), hoy es
principalmente sostenida a título meramente dubitativo,
por juzgar insuficiente el arsenal de datos y argumentos de las contrarias (53
– 55). En ocasiones, se mantiene de manera matizada, con base en
argumentos de genética de poblaciones (tamaño de la población, dificultades de
fijación, etc.) (56). Curiosamente, los partidarios de la doctrina
del Diseño Inteligente también mantienen la misma postura, si bien por
argumentos de filosofía genética,
opinando que las mutaciones son incapaces de lograr por sí la adaptación en un
escenario de aleatoriedad, al ser deletéreas en la inmensa mayoría de los casos
(57). Esta, que llamamos tesis
tradicional, ha tenido durante mucho tiempo (a partir de 1943), el apoyo
indiscutido del experimento crucial Luria-Delbrück (58, 59),
finalmente puesto en cuestión y rechazado como decisivo (60, 61).
Cuestión diferente, aunque muy relacionada
con la anterior, es la de entender que, por unas razones u otras, las
mutaciones favorables tengan un valor escaso o nulo para lograr efectivamente la adaptación a los
cambios ambientales. Se apunta por algunos al barrido de las mutaciones, que en
ocasiones se lleva a las favorables con las deletéreas (62). Otros
argumentan con la baja frecuencia de las mutaciones adaptativas, con la
consiguiente dificultad de fijación (63). También se alude a la
relevancia del nivel de adaptación anterior a la mutación y a las barreras de
transmisión que pueden suponer las disimilitudes en la estructura genómica (64),
o a la transcendencia de la deriva genética en las pequeñas poblaciones, o
durante los cuellos de botella (65).
Sin embargo, la rapidez en los cambios genéticos -por ejemplo, en bacterias- y
los barridos genéticos suaves pueden paliar las dificultades de fijación de la
mutación, dejando vía abierta a la variabilidad genética (66).
2.2. Los cambios medioambientales inducen
mutaciones.
Quizá pueda sostenerse que, hasta el momento, es la tesis
mayoritaria en sede de mutagénesis o, dicho de otro modo, la refutación mínima
de la teoría expuesta en 2.1. Su indudable aceptación general ha sido un duro
golpe a la Teoría Sintética de la Evolución (TSE) y, para algunos, la
definitiva superación de la misma como paradigma genético (50, 67, 68).
Con todo, además de quienes la rechazan de modo claro, diversos autores
mantienen posturas dubitativas, bien hacia sus fundamentos (69),
bien hacia la real eficacia adaptativa de estas mutaciones inducidas, debido a
los barridos genéticos (18,62). Otros investigadores, en cambio, la
aceptan, como punto de partida hacia un dirigismo mutacional (infra, 2.3 y 2.4),
que juzgan aún no demostrado suficientemente (70).
Las bases generales de esta teoría de las
mutaciones inducidas por los cambios medioambientales están ya bien establecidas,
con un cuerpo doctrinal y experimental muy sólido (7 – 9, 18, 22, 45, 49,
50, 60. 67, 68, 70 -72). Importa, sobre todo, el esfuerzo realizado para
identificar los procesos y mecanismos por los cuales el medio ambiente incide
en el genoma y produce mutaciones (7, 43, 73). Un breve recorrido
por la doctrina permite comprobar la existencia de muchas líneas de estudio: acción
de los transposones (74, 75) (vid. infra, apartado 3); plegamiento
de la cromatina (76 – 80); metilación de las histonas (81);
saltacionismo y macroevolución (74); estrés antibiótico (37)
y estrés oxidativo (82); barrido purificador y hitchhicking (9, 83); enzimas intervinientes (43);
hotspots o zonas calientes en el
genoma, donde las mutaciones están facilitadas (18, 43, 84 a 87);
incidencia del envejecimiento en facilitar la mutabilidad (88);
casos especiales, como las plantas (71), animales superiores (43)
y seres humanos (12,72); coordinación con la epigenética (72);
las mutaciones como ultima ratio adaptativa
(300), etc.
2.3. Mutaciones dirigidas por el estrés:
respuesta general.
Un paso más, en la línea de relacionar las
mutaciones con el medio ambiente es el de entender que las mismas, no solo son
inducidas por los cambios en aquel, sino que constituyen parte de una respuesta
general al estrés, que este desencadena con independencia de la causa que lo
provoca. Los argumentos y datos generales tienen ya un soporte sólido (10,
46, 89, 90), aunque abundan las posturas dubitativas (62,69) y
no puede decirse que sea masivamente aceptada. De todos modos, los mecanismos
de esta mutagénesis están identificados (10, 89), como también sus
casos o clases (10, 46). La mayoría de los estudios se centran en
bacterias (90, 91) y levaduras (92), aunque también se
señala su valor general para la especiación, evidenciado por la evolución
paralela (93). Finalmente -como en todos los casos de mutagénesis
ambiental-, hay quien reduce a mínimos la eficacia práctica de las mutaciones dirigidas por el estrés, debido a los barridos
genéticos que sufren (62).
2.4. Mutaciones dirigidas por el estrés:
respuestas particulares.
Son numerosos los genetistas que, aun
partiendo de la existencia de respuestas generales como un primer paso o
momento, aceptan que las mutaciones acaban por responder al tipo concreto de estrés que sufra el
organismo o, cuando menos, son el fruto de varias respuestas coordinadas (25,
28, 94). Es el mundo de las plantas el que ha ofrecido un mayor aporte de
datos en favor de esta doctrina (95 – 97), la cual acoge también
experiencias, por ejemplo, en materia de peces cíclidos (40), fagos (98)
y bacterias (E. coli (25)).
Se han hecho serios intentos de soportar
esta versión maximalista de las SIM (mutaciones inducidas por el estrés), tratando
de justificar que solo la direccionalidad de las mutaciones puede explicar el tempo y alcance de la Evolución (94).
Otros han incidido en la acción favorable de los transposones (25), en
el kissing cromosómico (99)
y en la existencia en el genoma de lugares mutágenos o calientes y lugares
fríos, indagando en las causas físicas
que soportan esta diferenciación (28, 100, 101).
2.5. Mecanismos y zonas mutágenos.
Dada la importancia de
estos temas, queremos insistir en los mismos, como el mejor y necesario aporte
de la doctrina de las llamadas SIM (mutaciones inducidas por el stress), que incluye las orientaciones
expuestas en los precedentes apartados 2.2, 2.3 y 2.4 de este artículo. De modo
general, se reconoce, como ya hemos dicho, la existencia en el genoma de las hotspots, o zonas que favorecen la
aparición de mutaciones, señalándose sus razones y efectos (18, 102);
se exponen las causas, formas y procesos de mutaciones inducidas o dirigidas (10,
25, 28, 43); se recogen particularidades en materia de plantas (39),
o las mutaciones más frecuentes en humanos (12); se exponen los
supuestos más generalizados de desencadenamiento de mutaciones, como el llamado
heat shock (103).
Con carácter complementario, se establece
el enlace de las SIM con ciertos procesos que, sean o no estrictamente
mutágenos, favorecen la conformación de todo un sistema de respuesta orgánica a
los cambios ambientales y el estrés: los atavismos (104); los
procesos nucleares conservados (105); la retromutagénesis (106);
la respuesta UPR -Unfolded Protein
Response- (107); la acción de los transposones (25);
la variación genética críptica (108); la epistasis (109).
2.6. El caso especial de las plantas.
En nuestra opinión, solo
el zoocentrismo de la mayoría de los
estudios genéticos puede explicar que, a estas alturas, se siga dudando de la
relación íntima y directa del medio ambiente con la mutagénesis. Los propios
genetistas son conscientes de ello, cuando reconocen que en el reino de las
plantas la aleatoriedad de las mutaciones es menor que en los animales (39).
Se han estudiado las razones para esta especificidad: la modularidad e integración
de la organización y las respuestas de las plantas (95, 110 – 113);
la clara memoria del estrés que conservan y heredan (114); la
posibilidad de hibridación interespecífica (32); la existencia de
mecanismos especiales de respuesta al estrés (115), etc.
2.7. Otros casos especiales estudiados.
Menudean en las investigaciones recientes los estudios sobre
extremófilos, en especial, las arqueas (y
protoarqueas)(116). En nuestra opinión, son la otra cara de la
moneda de las relaciones entre mutación y cambio genético: Cuando el alto
estrés se mantiene de modo continuado, a todo lo largo de la vida de los
organismos, estos siguen la línea evolutiva de lograr la máxima estabilidad del
ADN, en vez de la de las mutaciones, propia del estrés temporal y cambiante.
Así es entendido por los tratadistas (117, 118), que también han
analizado las proteínas y los procesos conservativos en este dominio (119),
llegando a sugerir su aplicación terapéutica.
En lo referente a humanos, se sostiene que la situación personal y social constituye
un importante factor ambiental, que puede alterar la genética y la epigenética
individuales y de la población, estableciendo así que la llamada cultura o civilización incide en nuestros genes (120 - 122). Ello
se vincula con el concepto de herencia cultural o social, que transmitiría los
comportamientos a las nuevas generaciones (46, 123, 124).
2.8. Algunos otros temas puntuales.
Uno de los temas más relevantes y de
actualidad en materia de mutaciones y medio ambiente es el de los grandes cambios morfológicos o de body plan, que hasta ahora parecen
resistirse a una causalidad externa o ambiental (125 – 130). Los
estudios generales apuntan, si acaso, a una influencia indirecta del medio ambiente en materias esenciales para esos
cambios, como la simetría, la modularidad y la pleiotropía (127, 131 –
133) e, incluso, la Evolución Facilitada (295), pero carecemos
todavía de lo que sería el coronamiento del medio ambiente en el mundo de la
Genética: definir y comprobar su papel en la macroevolución.
Tampoco se tiene un cuerpo de doctrina
sobre la relación del medio ambiente con la aparición de genes nuevos (134 – 137) y con la estructura de los
genes de eucariotas (126), aunque sí con su consolidación a nivel de
poblaciones y, sobre todo, acerca de la rapidez con que alcancen operatividad
(evolución acelerada) (138).
La relación de las mutaciones adaptativas
con la especiación (o genética
evolutiva de la especiación) es una línea fecunda y compleja de máxima
vinculación de aquellas con el medio ambiente, presentando una conflictividad
científica reconocida por el propio Darwin y proseguida por personalidades como
Wright, Fisher, Haldane, Dobzhansky, Mayr, Coyne y Orr (8, 139 – 145).
Finalmente, aludiremos a la relación del
medio ambiente con el sexo. No es
tan ambiciosa la teoría, como para poder asegurar que sean razones ambientales
las que den lugar a la aparición de los sexos y la reproducción sexuada, pero
sí a la de caracteres anatómicos y comportamientos etológicos diversificados en
machos y hembras (146 – 149, 297).
3.
LA ACCIÓN DE LOS TRANSPOSONES (TE) COMO RESPUESTA ESPECÍFICA AL
ESTRÉS Y AL CAMBIO MEDIOAMBIENTAL.
Cuanto más progresa el conocimiento genético, más avanza la
valoración de los TE en la consecución de la variabilidad y en la adaptación de
los seres vivos a su entorno. La así llamada Transferencia Genética Horizontal
(HGT) se configura como clave en la Evolución (74, 150 – 155). Pues
bien, de los muchos papeles que pueden jugar los TE en la Genética, el más
importante es el de provocar cambios mutacionales en el genoma, bien
directamente (mediante su inserción en él), bien de forma derivada, generando a
su vez alteraciones en su entorno génico. También pueden ser decisivos en la
regulación y la expresión de otros genes. En suma, todo ello tendría ya de por
sí una incidencia decisiva en el rechazo al concepto de mutación que ofrece la
TSE, pero es que, además, hay un amplio consenso doctrinal en que la función de
los TE está conectada con los cambios ambientales y la respuesta al estrés que
estos pueden provocar.
Recientemente, se han estudiado otros agentes
de transferencia génica en bacterias, arqueas y proteobacterias alfa, que
suponen ciertas novedades y sugerencias evolutivas. Es el caso de los GTA (Gene Transfer Agents, calificados de phage-like) y de las llamadas BLP (bacteriophage-like particles), que
enriquecen todavía más el relevante papel de la transferencia genética
horizontal (HGT) (156).
3.1. Conexión directa de la acción de los TE
con la adaptación al medio.
Numerosos autores han constatado que la
multiplicación, activación o tolerancia de los TE está relacionada con las
situaciones de estrés padecidas por el organismo, teniendo, pues, aquellas
efecto adaptativo (70, 74, 75, 157). Esta relación se ha constatado
de manera especialmente significativa en las plantas (115, 158) (como
los retrotransposones en Arabidopsis).
La acción de los TE es considerada frecuentemente como dirigida a combatir el estrés concreto de que se trate (74,
157). Cuando los TE tienen carácter vírico, su acción coordinada con el
huésped puede llegar a conformar una simbiosis
de carácter permanente (159 – 161).
3.2. Acción indirecta de los TE, a través de los genes autóctonos.
No siempre realizan por sí solos los TE su
efecto adaptativo, sino incidiendo en la actividad de otros genes del genoma en
el que se insertan. Esta acción indirecta es frecuente y ha sido examinada por
los tratadistas: reactivación de genes silenciados (150); incidencia
de los SINE (Short Interspersed Nuclear
Elements) y otros en la transcripción, silenciando o hiperregulando
determinados genes (162); defendiendo al organismo de los efectos
deletéreos de mutaciones (71); activándose con ocasión de la
hibridación de las plantas(32); provocando la mutación de ciertos
genes, al movilizarse los TE (163); o provocando la aparición
efectiva de la variación genética críptica (108).
3.3. Ubicación selectiva de los lugares de
inserción de los TE.
Aunque
no siempre se encuentre la explicación científica, es un hecho que los TE
tienden a insertarse en determinados lugares del genoma que, no por casualidad,
suelen ser los capacitados para reaccionar ante el estrés (70):
fagos (98), RTE, o retrotransposones (158), familia IS, o
de Secuencias de Inserción (25) y, de forma más dubitativa, los SINE
o Short Interspersed Nuclear Elements)
(46, 162).
3.4. Opinión contraria: ubicación aleatoria.
Frente al criterio reflejado en el
apartado anterior, otros autores se inclinan por entender aleatoria la región o
lugar del genoma en que se insertan los TE: es la opinión de F.H. Gage y A.L.
Muotri, al estudiar su ubicación en el cerebro (164) y, más
dubitativamente, de H. Grosshans y W. Filipowicz (cierto favoritismo por
determinados loci, en especial, por
parte de los retrotransposones)(165) y de Z. Zhang et alt. (155).
4.
CORRELACIÓN DE LA EPIGENÉTICA CON LAS MUTACIONES.
Si todavía existen reticencias a la hora de admitir la relación de
las mutaciones con los cambios medioambientales (ver apartado 2), muy pocas o
ninguna existen cuando la influencia del ambiente se conecta con las
alteraciones epigenéticas (epimutaciones y demás) (54, 166 – 172, 294).
Por ello, todo estudio que pueda demostrar la correlación de la epigenética con
las mutaciones, supone un refrendo a la influencia -siquiera indirecta- de los
cambios ambientales en la mutagénesis. Esta es la razón de ser de este apartado
de nuestro trabajo: examinar el estado de la cuestión de las relaciones del
medio ambiente con la epigenética y de las mutaciones con la epigenética, para
desembocar en el siguiente silogismo: si el medio ambiente influye en la
epigenética, y esta en la genética, entonces la genética está influida por el
medio ambiente.
4.1. Posturas afirmativas sobre la conexión
epigenética – genética.
Es, desde luego, la posición dominante en
la doctrina actual (10, 104, 173, 174). Ha llegado a plasmarse en un
principio consolidado, formulado por West-Eberhard en 2003: La epigenética
inicia frecuentemente los cambios genéticos (175,176). No es sino la
formulación recíproca de lo que nadie puede poner en duda: que la Epigenética
está dirigida por los genes (174, 175, 177, 178), cosa que sí ha
asimilado la TSE, sin perjuicio de reconocer la necesidad de estudios
adicionales para llegar al fondo del asunto (174).
En desarrollo de esta posición, se han ido
perfilando cuestiones concretas, de gran relevancia: el papel de la epigenética
dentro de la Evolución (69, 179, 180), incluida la especiación (301);
la confluencia de las alteraciones genéticas y epigenéticas en situaciones de
estrés o de cambio (26, 181), buscando una respuesta adaptativa (182),
que con frecuencia puede tener efectos prácticos
deletéreos (10, 173, 184 – 186); los procesos bioquímicos (51);
las diversas formas que puede presentar la influencia epigenética en las
alteraciones genéticas (180, 181, 187, 188); las peculiaridades en
el reino plantas (115, 187, 189 – 193); los sorprendentes datos
aportados por la domesticación de animales (194 – 196); la
transcendencia de que el estrés sea prolongado (182); la
problemática de la herencia epigenética o efectos transgeneracionales (26,
38, 171, 175, 197 – 211); la incidencia en la línea germinal (181),
o en las células pluripotentes (212); la relación entre determinados
motivos genómicos y la metilación epigenética (dedos de zinc (213, 214)); la reprogramación epigenética
(215 – 217) y su contraria,
la replicación del epigenoma (178, 218); la impronta genómica (219,
220); la intervención de ciertos factores de transcripción, como la
familia ATF-2 -Activating Transcription
Factor 2- (38); la dificultad de diferenciar los efectos de
mutaciones y epimutaciones (en Viola
cazorlensis)(31, 221).
La relación con el medio ambiente de todos
estos cambios interconectados epigenéticos y genéticos es especialmente cuidada
en algunos estudios y temas, como la activación de genes silenciados (182);
la herencia blanda de los cambios
epigenéticos (38, 59, 91, 222 – 230), incluso de las paramutaciones (231);
la Neuroepigenética (232), y, globalmente, en Jablonka y Lamb (46)
(loci afectados, transposones, rasgos
durmientes, cambios hormonales, respuesta SOS, etc.).
4.2. Posturas dudosas o negativas sobre la
incidencia de la epigenética en los cambios genéticos.
Las dudas sobre tal incidencia no dejan de manifestarse por
algunos autores, hasta reducir su existencia a una mera posibilidad, todavía no
suficientemente comprobada (51). Otros aducen el grave inconveniente
de no contar con muchos estudios in vivo,
lo que obliga a extrapolar los realizados in
vitro, de forma algo temeraria (233). También dificulta la
certeza en esta cuestión la confluencia de mutaciones y epimutaciones, de
manera un tanto confusa (31). Curiosamente, uno de los trabajos más decepcionantes para los defensores de la
correlación de la epigenética y la genética ha investigado con Arabidopsis (234), siendo así
que en plantas es donde tal correlación parecía más plausible.
5. REVERSIBILIDAD DE LAS MUTACIONES.
La reversión de las mutaciones es una
prueba concluyente de la producción de las mismas por efecto del medio
ambiente, siempre que la reversión se realice cuando el ambiente cambiado
vuelva a su estado primitivo. Este es el sentido de insertar en nuestro trabajo
un apartado sobre el tema de la reversibilidad de las mutaciones, que juzgamos
pertinente comenzar por una diferenciación conceptual: A) Reversión de la tasa
mutacional. B) Reversión mutacional impropia, o de efectos asimilados. C)
Reversión mutacional propiamente dicha.
5.1. Reversión de la tasa de mutación.
Este tema ha de ponerse en relación con lo expuesto en el apartado
1 de este artículo, en el que se analizaba el estado de la cuestión en sede de plus mutación, es decir, del incremento
de la tasa de mutaciones, debido al cambio ambiental de efectos estresantes.
Pues bien, al cesar el cambio o estrés que ha producido la mutagénesis, la tasa
ha de volver a su nivel anterior. Así lo sostienen trabajos como el de J.C.
Galán et alt. (19) (que,
no obstante, excluye la reversión en supuestos de consolidación de la
situación, por lo cronológicamente dilatado de la misma), el de C.D. Bayliss y
E.R. Moxon (20) (que se basa en el cese de la respuesta SOS), y los
de P.L. Foster (8, 9) (que detallan los motivos y las formas de la
reversión).
5.2. Reversión mutacional impropia o de
efectos asimilados.
No parece haber dificultades en admitir
que, cuando el cambio ambiental hace innecesaria o contraproducente la mutación
inducida, se ponen en funcionamiento
mecanismos que reducen o silencian sus efectos. P.L. Foster (8) lo
ha estudiado empíricamente en el caso de los mutantes Lac+ de E. coli. P. Kaiser (235),
L.J. Reha-Krantz (236) y D.R. Denver et alt. (62) admiten con carácter general la existencia
de la reversión impropia, señalando
sus límites y tipos (paralelismo, mutaciones compensatorias, epistasis, etc.). B.
Charlesworth (237) añade el interesante caso de la reversión parcial de las mutaciones que hayan perdido su función
adaptativa, consistente en que pasen de dominantes a recesivas.
5.3. Reversión propia.
Ha sido reconocida y estudiada en bacterias (E. coli), donde la reversión evita que los efectos deletéreos de
las mutaciones no adaptativas tengan un alcance mortal para la colonia (238);
en Arabidopsis y S. cerevisiae (18, 239); en Linaria, tanto in vivo como
in vitro (240). M. Lynch (56)
analiza globalmente la existencia e importancia adaptativa de la reversión, así
como de la variación de las tasas relativas de las mutaciones de avance y de reversión. Por su parte, A.B. Paaby y M.V. Rockman (108)
estudian las reversiones mutacionales en la reaparición de la variedad genética
críptica (CGV), que es, como se sabe, una vía de doble sentido, o de ida y
vuelta.
Una cuestión de gran importancia es la
medición de las tasas de reversión, tanto por su valor en sí misma, como para
diferenciar la verdadera reversión de la impropia. Ha adquirido a tal fin un
notable predicamento el test de Ames:
(235, 236).
5.4. Extensión de la reversión mutacional a
las diversas especies.
Aunque algunos advierten del peligro de
confundir la reversión mutacional con las epimutaciones compensatorias o el
silenciamiento epigenético de los genes mutados (241), parece claro
que en plantas existe la reversión propia, como se ha constatado en Arabidopsis (18).
Con todo, es en bacterias donde algunos
dan como general la reversión propia (235, 238), aunque otros la
consideran poco frecuente (236). Tal reversión ha sido bien
estudiada, por ejemplo, en Salmonella (62).
En otros organismos, existe una viva
discusión sobre si se produce la reversión de las mutaciones. Mientras unos (235)
la juzgan general en los seres vivos, otros (242) la consideran muy
poco usual en animales pluricelulares. D.R. Denver et alt. (62) la han estudiado en fagos y la admiten en C. elegans. También se observa con
frecuencia en las células reprogramadas (243, 244) que, de forma
inesperada, pueden perder la modificación genómica producida en el laboratorio.
Actualmente, parece haber un consenso en
que el trasfondo genético puede llegar a revertir, cuando menos, los efectos alélicos, afectando a la
variación genética y a las tasas de mutación (245).
5.5. Conexión de la reversión mutacional con
el medio ambiente.
Como señalábamos al inicio de este apartado, es evidente que, caso
de producirse, la reversión mutacional no persigue otro objetivo que el
adaptativo, regresando al punto de partida genético cuando lo hace el medio
ambiente (8, 9, 19, 56, 108, 237). Tal adaptación, por lo demás,
puede lograrse por una o varias de las vías aludidas antes (supra, 5.1, 5.2 y
5.3).
6. LAS MUTACIONES FAVORABLES SON, O SE HACEN,
DOMINANTES.
6.1. Dominancia: significado y alcance.
Por razones y circunstancias más o menos
justificadas, el carácter dominante o recesivo de las mutaciones ha estado
bastante postergado en los modernos estudios genéticos (298). Y, sin
embargo, no solo tiene gran importancia práctica, sino que es crucial para el
objeto de nuestra revisión doctrinal. No cabe duda de que el que pudiera
afirmarse, con carácter general, la dominancia de las mutaciones adaptativas o
inducidas por el cambio ambiental (cualquiera que sea el grado de tal
dominancia) resultaría decisivo para la relevancia práctica (fijación) de las
alteraciones genéticas favorables y, en consecuencia, para afirmar el papel
activo del medio ambiente en la Evolución.
Como es natural, no podemos dar al
significado y alcance de la dominancia de alelos una extensión inadecuada para
el objeto de este trabajo, pero sí hacer un muestreo de algunos de los
artículos que juzgamos más relevantes para entender el resto del epígrafe. Y
así, A.O.M. Wilkie (246), y H.A. Orr y A.J. Betancourt (247)
ofrecen un buen panorama general del estado de la cuestión, al que añaden, en
el primer caso, una extensa referencia a las enfermedades monogénicas y, en el
segundo, una atractiva referencia a la genética de poblaciones y a las dudas y
excepciones que plantea el llamado colador
de Haldane. S.J. Furney et alt. (248)
hacen un amplio estudio de la dominancia y la recesividad en las enfermedades
de raíz genética. H.C. Bagheri (249) trata de la modificación de los
niveles de dominancia según el trasfondo genético e introduce numerosos matices
a la teoría general de la dominancia de Fisher. J. Morreall et alt. (106) plantean la
importancia de que las retromutaciones sean dominantes, en orden a su eficacia.
Finalmente, en uno de los progresos contemporáneos más decisivos en la materia,
hay que aludir al trabajo de Tarutani y colaboradores (250)
(corroborado posteriormente (251, 252, 296)), al descubrir el papel
de los sRNA (small RNA) en provocar
la recesividad de los alelos, mediante el procedimiento epigenético de su
metilación.
6.2. Reglas generales u ordinarias de la
dominancia.
Tampoco es del caso dedicar mucho espacio
en este trabajo para examinar las reglas o doctrinas más consolidadas, en orden
a predecir y explicar los motivos por los que una mutación se perfila como
dominante o recesiva, más allá del lugar común, no desdeñable, de que toda
mutación que altera el alelo salvaje tiene muchas posibilidades de empezar siendo
recesiva (253). Los avances en el conocimiento bioquímico han
perfilado mucho más los argumentos para dar a la dominancia/recesividad razones
proteicas (254, 255), profundizando en las clarividentes
construcciones históricas de Fisher y Wright, o en sus ulteriores correcciones
(Muller, Gogarten). Me remito a otros trabajos para reflejar el actual estado
de la cuestión (246, 256 -258). No obstante, debo señalar que la
panorámica se enriquece cuando se examinan aspectos tan importantes, como el
tratamiento de las incompatibilidades entre alelos, a la luz de las tesis de
Haldane (143); la transferencia genética horizontal, dentro de las
leyes de Gogarten (259); la duplicación de genes para evitar la
haploinsuficiencia (260, 261); la incidencia de los ambientes (256,
262), cuestión sobre la que volveré infra
(epígrafe 6.4); la memoria del estrés, a la hora de sobreexpresarse los alelos (257);
la reversión de la dominancia entre alelos por medios intergénicos o
intragénicos (255); los cambios genéticos rápidos y los loci bajo selección en animales
domésticos (263), o las peculiaridades detectadas al estudiar
ciertos organismos (Saccharomices (257))
o las plantas en general (18).
6.3. Excepciones o correcciones a las reglas
generales sobre dominancia.
La importancia y claridad dadas a
conceptos como los de dominancia y favorabilidad de las mutaciones pierden
parte de su definición precisa cuando se confrontan con la práctica, sobre
todo, in vivo. Varios son los
condicionantes que, una vez tras otra, hacen tropezar a las reglas generales en
esta materia: el tamaño de las poblaciones (247, 264); los barridos
purificadores y el hitchhicking (264 – 266); los paliativos a la
dominancia -incluso, la codominancia- y las reversiones hacia o desde la
recesividad (246); la problemática de la simpatridia (267);
el propio concepto de beneficio adaptativo, en función del grado de fitness que inicialmente tenga el
organismo (64); las barreras de transmisión que, por disimilitud en
la estructura genómica, dificulten o impidan la transferencia de la mutación (64);
las excepciones a la general dominancia de las mutaciones favorables, por
efecto de la haploinsuficiencia y de los llamados efectos dominantes negativos (268),
etc.
6.4. Cambios de dominancia por razones
medioambientales.
Aunque con toda clase
de interesantes matizaciones, la doctrina mayoritaria se inclina por admitir
que, en aras de la mejor adaptación a los cambios ambientales, las mutaciones
favorables tienden a alcanzar dominancia, si es que inicialmente eran recesivas
(93, 269 – 271). Las correcciones y puntos discutidos, aunque no
suponen negar esa realidad (que ya aseveró Fisher, de manera algo simplista, y
puso en duda metódica Wright), sí la
perfilan con bastante precisión. Para empezar, ha de reconocerse que los
absolutos dominancia/recesividad casi no existen en la Naturaleza, que tiende a
usar de fórmulas intermedias (246, 270); a ajustar el grado de
dominancia y la fijación de las mutaciones favorables a través de (muchas)
generaciones (262); a entender el camino entre dominancia y recesividad
como una vía de doble sentido, según cambien las circunstancias ambientales (237,
240, 270); a actuar con rapidez inusitada en ciertos casos de necesidad,
como el de la respuesta inmunológica frente a la infección (272).
Un tema debatido es el de qué naturaleza
ha de tener el estrés para facilitar la dominancia. Unos se inclinan por los
estrés más intensos (237), en tanto otros opinan que el cambio a
dominante es favorecido por un estrés prolongado y de intensidad media (273).
También se alude al volumen de la población y al tipo de reproducción, para
afirmar que el proceso de paso a dominantes de las mutaciones favorables es
mayor en las grandes poblaciones de organismos diploides de reproducción
asexual (273).
En materia de TE, se señala que estos
pasan a ser dominantes cuando son favorables, provocando un barrido genético en
tal sentido (274, 275). Del mismo modo, y sin necesidad de
mutaciones, los genes con forma de actuación up/down acomodan sus umbrales de sensibilidad al medio en que se
hallan y alcanzan dominancia y fijación, según que su expresión génica sea, o
no, favorable al ambiente del momento (93).
Concluyo indicando que el nuevo horizonte
de coordinación de lo favorable y lo dominante no tiene un carácter inexorable,
sino que se da relevancia a la arquitectura genética, uno de cuyos soportes
esenciales es la epistasis, la cual determina la carga genética mutacional y,
junto a la pleiotropía, rompe la visión monolítica y aislada del gen, incluso a
la hora de encontrar respuestas evolutivas basadas en la variación ambiental (271).
En resumen, el panorama contemporáneo, en
una línea que puede remontarse hasta Sewall Wright, reconoce que no hay una
relación inexorable entre el
perjuicio de una mutación y su recesividad (276), pero también
admite con pocas reservas que, en general, lo positivo es dominante, con todas
las correcciones que se quiera (barridos genéticos, ligazón entre genes, deriva
genética) (264).
7.
LA CUESTIÓN FILÓSOFICO-CIENTÍFICA DE LAS MUTACIONES DELETÉREAS.
Con frecuencia encontramos, para superar
el formidable arsenal empírico de la relación entre mutaciones y medio ambiente,
el siguiente argumento: ¿Cómo van a ser las mutaciones un mecanismo genético de
adaptación, siendo dañinas en su inmensa mayoría? (57). Es una
pregunta que, en nuestra opinión, no alcanza nivel científico (empírico), y a
la que se ha respondido con otra de una naturaleza similar: Entonces, ¿por qué
la Evolución ha escogido este camino, entre otros, para impulsar la adaptación
al medio de la práctica totalidad de los seres vivos? (277). En el
fondo, lo que se debate en esta polémica es la negativa ideológica a admitir que Genética y medio ambiente hayan
establecido entre ellos la íntima y general relación de que las mutaciones sean
dirigidas, condicionadas o inducidas por aquel (vid. supra, apartados 1 y 2).
Esa es la razón por la que he juzgado oportuno concluir la revisión doctrinal en este trabajo con el presente apartado,
enfocado hacia un doble objetivo: 1º. Preguntarme, con la doctrina, hasta qué
punto es cierta la aseveración de que las mutaciones son generalmente
deletéreas. 2º. Aproximarme al estado de la cuestión de la extensión y límites
de las mutaciones favorables, así como de los paliativos que la Naturaleza
ofrece a los efectos negativos de las desfavorables.
7.1.
¿De verdad es la mutagénesis una realidad dañina para la vida?
La respuesta que se dé a la pregunta
anterior va a depender mucho de que entendamos las mutaciones como el precio
inevitable del error en la transcripción genética (postura de la TSE) o,
además, como medio para adaptarse a los cambios ambientales y al estrés que
estos producen (que es, como hemos visto, la posición dominante en la doctrina
contemporánea). Luego partimos de una petitio
principii, que va a hacer difícil llegar a un acuerdo para la respuesta. No
obstante, al nivel aritmético que brindan las estadísticas, convendremos en
que, comparadas con las favorables,
la mayoría de las mutaciones son deletéreas (7, 246, 253, 278, 300).
Es más -se dice-, las mutaciones favorables, no solo son muy pocas, sino de
lentísima generalización: más o menos, se invierte en fijarlas el tiempo medio
de vida de una especie (300).
Sin embargo, con una sólida base empírica
(Arabidopsis, virus, levaduras, Drosophila), M.T. Rutter et alt. (71) y S. Ossowski et alt. (234) ofrecen
ejemplos y razones por las que hay una muy amplia mayoría de mutaciones neutras
y por las que la razón mutaciones favorables/mutaciones desfavorables está
mucho menos descompensada de lo que suele afirmarse. Tanto más ello sucede con
la variación genética críptica (CGV), cuya subsistencia responde a la
neutralidad de las variaciones, las cuales, una vez expresadas, está por
comprobar in concreto que lo hagan en
forma mayoritariamente deletérea o favorable (108). El olvido de las
mutaciones neutras y de sus efectos colaterales es una crítica severa del
modelo matemático Behe-Snoke (279, 280), sobre el que se construye
lo más científico del Creacionismo en sede mutacional (278).
La mayoría de la doctrina encuentra que la
afirmación cuantitativa “las mutaciones deletéreas son amplia mayoría” es
matizable. C. Guerrero-Bosagna (281) rechaza que los científicos se
pongan a jugar al finalismo omnisciente, repartiendo credenciales de buenas o
malas a las mutaciones, pues, ni tal omnisciencia existe, ni puede dejarse de
lado el ambiente en que viva el organismo mutante. Los cambios en el medio
pueden convertir las mutaciones deletéreas
en favorables, y viceversa (170). A propósito de la frecuente
mutación de las repeticiones microsatélite, N. Chatterjee et alt. (299) recuerdan que la dinámica del genoma puede
ser negativa y hasta letal para el individuo, pero positiva para la especie. El
carácter haploide, diploide o poliploide del genoma del organismo tiene también
en esta materia un valor fundamental (282). Tampoco puede darse de
lado la ganancia de tiempo y de opciones adaptativas que puede suponer la mutagénesis,
aunque jugase solo en términos de ensayo
y error (93). El entorno y el grado de previa adaptación al
mismo son decisivos, a la hora de afirmar los efectos, favorables o no, de una
mutación (64). En suma, hay que atender al caso concreto, como lo evidencia la ganancia de inmunidad frente a
ciertas enfermedades (como sucede con la carrera
de armamentos entre C. elegans y Pseudomonas aeruginosa, estudiada por A.
Navas et alt. (272)).
7.2.
Extensión y límites del carácter favorable de las mutaciones.
Si son saludables el escepticismo y la
objetividad científicos a la hora de abordar el tema de las mutaciones
deletéreas, también lo son en materia de mutaciones favorables o adaptativas.
Como es natural, la cuestión clave es la de aceptar, o no, la existencia de un
dirigismo mutacional, gobernado por los cambios ambientales (20, 60)(véase
supra, apartado 2). In concreto, es crucial el concepto de fitness, definido por el carácter más o
menos cambiante del entorno y de la adaptación al mismo anterior a la mutación (64).
También tiene un valor sustancial la respuesta que demos al tempo mutacional, o periodo medio que
necesitan las mutaciones favorables para generalizarse a nivel de especie o
población (300).
De modo general, la doctrina también
insiste en la cuestión, esencial y polémica, de la purificación o barrido
genético, que puede impedir la fijación de las mutaciones positivas (21,
56, 66, 283). P.L. Foster examina la transcendencia del hitchhicking, las reversiones y la
meiosis (9). C.F. Baer et alt.
(21) se apoyan en la genética de poblaciones, para señalar la
importancia de la amplitud y composición de estas, en orden a lograr la
fijación de mutaciones, favorables o deletéreas. En los organismos en que están presentes,
la inserción de plásmidos puede cambiar radicalmente la visión general del
efecto favorable o desfavorable de las mutaciones (284).
7.3.
Paliativos para las mutaciones deletéreas.
Sin duda, este es un matiz clave, a la
hora de aceptar filosóficamente el
valor adaptativo de las mutaciones, aunque se sostenga su efecto frecuentemente
deletéreo. En nuestra opinión, no se trata de una corrección menor, especie de
subterfugio para evadir una realidad negativa, sino de un aporte doctrinal esencial
y cada vez mejor estudiado. El estado de la cuestión ha de centrarse en
examinar los múltiples paliativos observados en la naturaleza o in vitro para evitar lo mayor y lo peor
de la mutagénesis -en especial, de la hipermutación-. En este apartado del
trabajo (como también en los apartados 1 y 2) han quedado recogidas múltiples cautelas, que ahora procuramos
sintetizar y ordenar.
Los estudios generales suelen centrarse en
bacterias (11, 23, 24) o en plantas (114, 158, 182), con
algunas extensiones a los animales eucariontes (11). Como es lógico,
los humanos también han merecido atención especial (12). En esos
trabajos, como en otros menos comprensivos, hallamos el enunciado, no
exhaustivo, de la mayoría de los mecanismos conocidos, empleados por la
Naturaleza para reconducir el carácter deletéreo de muchas mutaciones a niveles
tolerables para el individuo o la población, convirtiendo la mutagénesis en una
vía adaptativa esencial. Así, se ha aludido (y, en su caso, experimentado) a la
potenciación de la acción de las chaperonas por los grados leves de estrés (7);
la especificidad o dirigismo mutacional, hacia determinados loci o regiones del genoma (15, 20,
25, 71, 285 -287); la purificación selectiva (9, 21, 56, 62, 65, 66,
283, 287); la transitoriedad de los procesos mutágenos (286);
la compensación de las mutaciones (62, 286); el paso a recesivas de
las mutaciones deletéreas (65)(supra,
apartado 6); la reversión mutacional (9, 62)(supra, apartado 5); los efectos de la meiosis (9); las mutaciones
paralelas (62); el gran tamaño de una población, que favorece la
eficacia del hitchhicking (9,
21); el valor per se de la
variabilidad genética, favorecido por la fijación en ciertos loci, y el dirigismo de los
retrotransposones (71); el grado de estrés y la memoria hereditaria
que de él se conserva en las plantas (114, 158, 182); la menor
afectación mutacional de los genes altamente expresados y de los que son objeto
de una alta purificación genética -reducción del riesgo mutacional por selección
natural- (287)(cuestión clave, que ha sido refutada en otro
experimento (288)); y, en último extremo, la apoptosis de los
mutantes inviables, aunque conservándose algunos (anástasis), cuando las
células sean difíciles de reemplazar y el estrés resulte transitorio (289).
DISCUSIÓN
Una primera
hipótesis que he tratado de confrontar con las opiniones de los
genetistas actuales es la de que las mutaciones no son fruto exclusivo del error y del azar, sino también de los cambios medioambientales
y de las situaciones de estrés. Pues bien, la revisión de la doctrina permite
llegar, a un nivel suficiente como para desmentir el absolutismo de la TSE, a
dar hoy una respuesta afirmativa a las siguientes cuestiones:
·
La
mutagénesis se produce muchas veces buscando la adaptación del ser vivo al
cambio medioambiental y la superación de sus situaciones de estrés.
·
La
relación de las mutaciones con el medio está reforzada por el hecho de que las
mismas presentan con frecuencia una correlación con los rasgos epigenéticos.
·
La
relación de las mutaciones con los cambios del medio quedaría reforzada si se
pudiera afirmar que son reversibles, es decir, que sean susceptibles de
readaptarse al estado primitivo, al retornar a él el medio. Tal reversión solo
puede afirmarse, hasta el momento, en virus, bacterias, levaduras y plantas. Es
una extensión de suficiente importancia como para juzgarla de gran relevancia,
sin necesidad de acudir al conocido aforismo lógico de que lo positivo hace prueba; lo negativo, no.
La
segunda hipótesis a debatir
en la revisión doctrinal es la siguiente: Los cambios ambientales y las
situaciones de estrés promueven cambios genéticos (incluso mutaciones), que no
operan siempre a ciegas, sino sobre
aquellos genes, loci, etcétera, que
pueden contribuir a adaptarse al cambio y a superar el estrés. De constatarse,
dicha hipótesis apoyaría la direccionalidad de los cambios, frente a la
absoluta aleatoriedad de los mismos. No es preciso que tenga carácter pleno: basta
con desmentir la aleatoriedad absoluta. La indagación se ha hecho en un doble
sentido:
·
Directamente,
sosteniendo que las mutaciones pueden ir encaminadas a combatir el estrés,
incluso un estrés específico.
·
Indirectamente,
relativizando el carácter deletéreo de las mutaciones (incluso de las hipermutaciones), existiendo diversos
métodos evolutivos eficaces para paliar tales efectos negativos.
Ambos
interrogantes pueden ser contestados afirmativamente, a tenor del estado actual
de la cuestión en la doctrina científica que hemos manejado.
La tercera hipótesis que tratamos
de validar es la de que las mutaciones positivas para la adaptación al ambiente
concreto en que se desenvuelven los seres vivos son inicialmente, o pueden
llegan a hacerse, dominantes.
Este último punto
del trabajo es el de la conexión de lo dominante con lo favorable. Hay que
partir de los diversos criterios para la dominancia y estudiar, en concreto,
las posibilidades existentes para pasar de dominancia a recesividad, y
viceversa.
Pues bien, dentro
de las limitaciones derivadas de cierta insuficiencia de estudios y experiencias
sobre la cuestión, se afirma dicho paso, en
ambos sentidos, en función de la eficacia o utilidad de la mutación para el
organismo vivo.
CONCLUSIÓN
La revisión
doctrinal en materia de mutaciones nos ha permitido constatar que la opinión
dominante -debidamente apoyada en datos empíricos- es contraria a la tesis
darwinista y neodarwinista, que considera aquellas fruto exclusivo del error y
del azar. Las alteraciones del medio ambiente, y las situaciones estresantes
que aquellas generan en los organismos, resultan necesarias para explicar la
aparición, la tasa y los efectos de los cambios genéticos -y epigenéticos-, más
allá de los errores de transcripción, la aleatoriedad de las mutaciones e,
incluso, del carácter dominante o recesivo de las mismas. El absolutismo de la
TSE, no admitiendo su contradicción con los resultados de las investigaciones
en la materia habidas en las últimas décadas, puede suponer, unido a otras
afirmaciones tajantes de esta Teoría -como
la de que todos los progresos evolutivos se explican por la gradualidad
de las mutaciones-, que haya que dar por superada la TSE, después de tantos
años de éxitos y servicios a la Ciencia. No sería sino recorrer la última etapa
del ciclo de toda obra humana, por muy clarividente o espléndida que ella sea.
Se abren nuevos
caminos (Extended Evolutionary Synthesis;
Eco-Evo-Devo; crisis del concepto y valor del gen; protagonismo del ARN, etc.)
58, 290 – 293) para explorar científicamente y sin prejuicios el
tema del origen, determinación y sentido de las mutaciones, así como otros
muchos conectados con él. Eso es, al menos, lo que se desprende del estado
doctrinal de la cuestión, según he tenido ocasión de comprobar al realizar este
trabajo.
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la letra negrita para señalar las entradas que se consideran más relevantes.
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