La caza del Arqueópterix
Por Federico Bello
Landrove
Relato perteneciente al género de perlas genéticas que, para mayor sintonía con el ambiente del protofranquismo, he relacionado con científicos y políticos
famosos. Que ellos me perdonen mi atrevida fantasía (como todos estarán ya en
el Cielo, doy por segura su benevolencia). A la de ustedes igualmente me
confío.
1.
Regreso al pasado
Anselmo Candeleda,
Jefe del Negociado de Reses Bravas en el Ministerio de Agricultura, no salía de
su asombro aquella mañana gris de marzo de 1940. Tenía sobre su mesa un oficio
firmado por el propio Ministro, que escuetamente decía:
Al recibo del presente, sírvase Vd. entrar
en contacto con el Agregado Agrícola de la Embajada del Reich alemán en Madrid,
a fin de prestarle la información que le solicite sobre la ganadería de Miura
y, en su caso, ponerle en debida relación con los propietarios de la misma. Al
finalizar este encargo, elevará un informe sobre su resultado al Director General
de Ganadería de este Ministerio.
Cuando, durante
esa misma mañana, contactó telefónicamente con el Agregado de la Embajada, su
interlocutor se limitó a decirle:
-
Verá,
Herr Candeleda, lo mejor es que se lo
explique directamente el enviado del zoo de Berlín, que ha venido a España para
la gestión. ¿Podría recibirlo? ¿Mañana a las once? ¡Excelente! Y muy agradecido
por su amabilidad.
Solo después de
colgar se percató don Anselmo de que no le habían comunicado el nombre del
emisario taurino que venía de tan lejos. No se inquietó por ello:
-
No
creo que haya muchos extranjeros interesados en los miuras -musitó-.
***
A la mañana
siguiente, el diligente Candeleda se había puesto al tanto de la historia de la
familia Miura y de las características de su ganado. Nada más podía hacerse
hasta conocer con precisión lo que pretendía el sujeto que, a las once en
punto, se personó en el despacho, acompañado de un intérprete. Aunque a guisa
de presentación le entregó una tarjeta del Director del Zoológico de Berlín, el
corte de pelo, la juventud y complexión atlética, así como lo atezado de su
piel, invitaban a imaginárselo más bien como un activo cuidador de las fieras,
o un frecuentador de los safaris tropicales para compra de nuevos especímenes.
A través del intérprete, pronto quedó claro ese extremo:
-
Vengo
de parte del doctor Ludwig Heck, Director del zoo de Berlín, tratando de
conseguir la adquisición de semen del ganado de Miura, a fin de utilizarlo en
un programa pionero en el que están muy interesados nuestros dirigentes, en
especial, el mariscal Goering.
-
Siendo
así -contestó Candeleda-, le pondré en contacto con los dueños de esa
ganadería, con la ferviente recomendación de que atiendan su solicitud.
-
No
es tan fácil la cosa -replicó el alemán, siempre por conducto de su traductor-. Ya se ha intentado particularmente y nuestra
petición ha sido rechazada.
-
¿Con
qué motivo?, preguntó sorprendido el funcionario.
-
Con
el de no explicarles las razones que tenemos para reclamar material genético de
ese ganado.
-
¡Hombre!,
yo creo que es una exigencia razonable. Se trata de la ganadería de bravo más
famosa de España y no pueden permitir que su material ande por ahí sin la seguridad de que no va a ser empleado
para fines perjudiciales. ¡Anda que no daría dinero la competencia por poder
encastar con los miuras!
El enviado
berlinés y su intérprete cuchichearon durante unos momentos, como si aquel no
acabara de entender cuál era el problema. Finalmente, entre las sonrisas de
ambos, se aclaró ese extremo:
-
Es
obvio que no pretendemos celebrar en Alemania corridas de toros. Nuestro
objetivo es puramente científico.
Y, de manera
sucinta, el emisario del zoo, hizo el siguiente relato de sus intenciones:
-
Hace
unos veinte años que, en los zoológicos de Berlín y Múnich, se llevan a cabo
programas para recrear la especie de toro primitivo, llamado uro o auroch, desaparecida en el siglo XVII.
Los estudios y experimentos van ya muy avanzados, gracias a cruzamientos de las
razas más salvajes y robustas de Europa, entre ellas, las españolas sayaguesa,
tudanca y pajuna. No nos pusieron ningún inconveniente y, por ende, no juzgamos
oportuno molestarles a ustedes. Pero hace un año, a punto de concluir con éxito
nuestros esfuerzos y dejar en libertad el ganado, el doctor Heck decidió
culminar los cruces con sus impares reses de lidia y pensamos en las de Miura,
como las más acreditadas…
-
Y
ahí pincharon en hueso -dedujo muy
graficamente don Anselmo-. Lo que no entiendo es por qué no se explicaron
ustedes, siendo sus motivos tan razonables y poco relacionados con el toreo.
-
Porque,
hasta poder presentar en público el éxito de la empresa, el mariscal Goering no
quiere divulgarla. De hecho, le ruego que también usted guarde el secreto. Creo
que el señor Ministro así lo ha prometido a nuestro embajador, von Stöhrer.
-
Pues
mantendré la debida reserva, salvo en lo referente a informar a mis superiores
del resultado de la gestión, en la que no dude usted pondré toda atención y
vehemencia… Por cierto, no sabía que el mariscal Goering estuviera interesado
en la mejora del ganado vacuno alemán.
-
Ningún
aspecto de la historia y la riqueza arias le es ajeno. Con todo, no le ocultaré
sus proyectos cinegéticos, una vez que los nuevos uros pasen a vivir en la
libertad de los bosques.
Despidiéronse con el compromiso de que
Candeleda les informaría de la respuesta de los señores Miura. En realidad, del señor, pues resultó que por aquellas
fechas la famosa ganadería sevillana -regentada por los hermanos Antonio y José
Miura durante más de veinte años- pasaba al gobierno exclusivo del joven
Eduardo Miura Fernández. Bastó con un telefonazo de don Anselmo, en nombre del
Ministro, para que se allanase el camino de la patriótica compraventa seminal. Más
compleja fue la comidilla que se hizo
del informe de Candeleda, no exenta de sorpresa e ironía. De don Anselmo a su Director General; de este, al Ministro
del ramo; del Ministro a sus colegas y al Jefe del Estado, la modesta petición
de material genético de Miura se convirtió en la mítica Caza del Uro. Su
Excelencia, el Jefe del Estado, aficionado a formas de caza menos arriesgadas,
bromeó en el Consejo:
-
¡Bueno
es el mariscal Goering! Dicen que, en sus veleidades históricas, llega hasta
cazar a cuchillo o con arco… Tal vez, Benjumea[1],
tendríamos que volver a heroicos tiempos pasados y hacer de la caza escuela de
arrojo y sacrificio… De todos modos, dejemos en paz a los toros: Bastante
tienen los pobrecitos con que los lidien y estoqueen en la plaza.
Era de esperar que
el comentario se olvidase pronto, aun viniendo de quien venía… Pues no: El
Ministro de Asuntos Exteriores iba a encargarse de que así no fuese. Y las
consecuencias, tan fértiles para la anécdota como discutibles para la Ciencia,
las conocerá quien siga leyendo esta -hasta ahora- verídica historia.
2. Por la senda de la retroevolución
En el Archivo
Histórico del Ministerio de Agricultura español, sección de Ganadería,
expediente Niwrad, figura una carta, que
me permito reproducir casi integramente, para aligerar este relato de mayores
explicaciones. Dice así:
Madrid, a 19 de septiembre de 1940.
Excelentísimo Señor Ministro de
Agricultura.
Pongo en conocimiento de Vuecencia que el
ave con mayores atavismos entre las actualmente existentes es el Opisthocomus hoazin, propio de la selva orinoco-amazónica. Si
bien sus condiciones de tamaño, parecido al del faisán, la hacen apta para la
caza, hay poderosas razones que desaconsejan su introducción en el Monte de El
Pardo, como son los estridentes sonidos que emite y su olor hediondo, debido a
peculiaridades digestivas, tan notables como pestilentes. Por otra parte, el
carácter del hoatzín es pacífico y las condiciones para el vuelo muy escasas;
razones que también me inclinan a desaconsejar su utilización como especie
cinegética para cazadores vocacionales y valerosos.
Dentro de unos rasgos arcaicos menos
marcados, pero con mejores expectativas venatorias, me permito sugerir a
Vuecencia la candidatura del así llamado secretario (Sagittarius serpentarius), ave africana de alzada prócer -alrededor
de un metro-, fuerte y valiente, como lo evidencia su capacidad de caza de
serpientes y pequeños mamíferos. No obstante, presenta la problemática de que
raras veces remonta el vuelo, siendo la única de las rapaces conocidas que
acomete a sus presas en tierra y al acecho.
En orden a potenciar las facultades de
vuelo de cualquiera de las especies reseñadas, podría intentarse, a más de la
selección artificial, ciertos retoques genéticos a base de nuestro buitre
leonado (Gyps fulvus
fulvus) que, como conoce Vuecencia,
comparte con el Archaeopteryx, las cualidades de ser casi calvo en cabeza y
cuello, así como de resultar mucho más eficaz como planeador que en vuelo
activo.
De todas formas, he de exponer a Su
Excelencia que resulta poco menos que imposible llevar a cabo la transformación
que sugiere, en el plazo de dos años del que se dispone. Y, caso de haber en
España un equipo técnico capaz de desarrollarla, sería el de los veterinarios,
señores Gallástegui y Odriozola, ilustres funcionarios de la Misión Biológica
de Galicia, cuyo emplazamiento e instalaciones son mucho más adecuadas a estos
efectos, que las existentes en la Cátedra de Zootecnia de la Ciudad
Universitaria de esta Capital.
Queda a su entera disposición y le saluda
respetuosamente, etc., etc.
***
-
Estamos
en un apuro, querido colega, confesó compungido el ministro Benjumea al de
Asuntos Exteriores, también conocido por el
Cuñadísimo.
-
¡Repámpanos,
Joaquín! Debe de ser algo grave, pues tienes cara de cesante.
Por toda
explicación, el de Agricultura tendió al de Exteriores, Ramón Serrano[2],
la carta que antes he transcrito. Serrano sonrió:
-
Ya
te dije que esta Operación Niwrad [3]era
demasiado ambiciosa para los dos años con los que contamos, hasta el cincuenta
cumpleaños de mi cuñado. ¡Nada menos que resucitar el arqueópterix, para que Paco[4]
se haga el valiente con algo más que insulsas perdices!
-
Ya
recordarás que, de paso, pretendíamos quedar bien con los alemanes, volviendo a
la vida un ave típica de su país[5].
Si ellos resucitaban el uro, nosotros lo haríamos con ese famoso pájaro.
Serrano
puntualizó:
-
No
irás a comparar ese toro de ayer por la mañana, como quien dice[6],
con el arqueópterix, que se extinguió hace unos 150 millones de años.
Benjumea, poco
ducho en la Era Secundaria, salió como pudo del Jurásico:
-
Bueno,
pues tú dirás si seguimos adelante o no con el proyecto. Lo malo sería que
algún oficioso se hubiera chivado a
Franco y tu cuñado esté ya ilusionado con el regalo por su cincuentenario.
-
Anda,
déjalo de mi cuenta. Voy a viajar a Alemania el mes que viene y procuraré
sondear a Goering sobre el particular.
***
En un saloncito de
la Embajada española en Berlín, el Cuñadísimo
departía con Ludwig von Heck, director del zoo berlinés, sin precisar de
intérprete, por el aceptable conocimiento que aquel tenía del idioma tedesco.
-
Humm
-gruñó el zoólogo- no creo que retroceder tanto en el tiempo pueda dar buenos
resultados. ¿Por qué no prueban ustedes con algo menos ambicioso? Si se trata solo de diseñar un ave para la caza,
podrían probar con alguna viviente y seleccionar los ejemplares de mayor tamaño
y agresividad. Mediante cruces sucesivos, en unas veinte generaciones, tal vez…
-
Veinte
generaciones y sin tener seguridad de éxito… No, no es posible. Tenemos que
conseguirlo en un par de años como máximo.
-
Entonces,
con un retoque genético aquí y otro allá…, tratándose de especies emparentadas…
Por cierto, ¿ya tienen pensado sobre qué animales van a actuar?
-
Al
Generalísimo le gusta, más que nada,
cazar perdices; así que, de no poder ser el arqueópterix, podríamos pensar en
algún ave: faisanes, tal vez.
-
Faisanes…
No está mal… Pero espere. Ustedes tienen urogallos, ¿no es así?
-
Eso
tengo entendido. Por lo menos, los hay en Asturias, la tierra de mi mujer.
-
Pues
es la especie indicada para su objetivo. Con el tamaño que tiene[7]
y potenciando su fiereza, creo que el General Franco no tendrá queja de las
dificultades y riesgos de su caza.
-
Tampoco
hay que exagerar, replicó Serrano.
-
Claro,
claro -concedió von Heck-. Y, en lo tocante a la filogenia, el urogallo es una
gallinácea. Podrían probar con un gallo bankiva.
-
…
-
Quiero
decir un gallo salvaje. Tenemos varios en el Zoológico. En atención a ustedes,
mandaré que tomen unas muestras de tejido y se las preparen para el viaje. Con
ellas, los científicos de España podrán hacer trabajo de ingeniería genética en
huevos de urogallina.
-
Le
quedo muy agradecido. Por cierto, ¿han recibido ya el semen de los miura?
-
Está
en camino, según nos han informado. Va a llegar en el momento álgido de nuestro
experimento.
3. La técnica alemana, al gusto español
La entrevista
entre uno de los secretarios de Serrano y el director de la Misión Biológica de
Galicia en Salcedo[8] no había
empezado con buen pie. Aquel, enviado por su Ministro para el proyecto del
urogallo, le había entrado al científico de forma prepotente y calificándolo de
veterinario. Don Cruz[9]
lo escuchó en silencio durante unos minutos y, al fin, lo interrumpió con
vehemencia, a raíz de la enésima alusión a su presunta licenciatura:
-
…
¡Ingeniero agrícola!: ese es mi título, ganado en Alemania. Luego me doctoré en
los Estados Unidos. De hecho, mi primer trabajo aquí fue sobre hibridación de
cereales. Creo que fue la segunda experiencia en Europa -concluyó simulando
displicencia-.
-
Pues
al señor Ministro le aseguraron que este Centro es el más cualificado de España
para conseguir lo que se pretende.
-
No
lo dude usted. Tanto mi colega, el doctor Odriozola[10],
como yo mismo tenemos acreditada experiencia en cruces, selecciones
genealógicas y genética animal en general. Otra cosa es que vengamos
dedicándonos al fomento de la ganadería, como cumple a esta Institución, no a
quimeras cinegéticas.
-
Pasaré
por alto su valoración negativa de un proyecto tan pionero, que posiblemente
exceda de su capacidad de juicio. En todo caso, le advierto que el Ministerio
de Agricultura apoya plenamente aquel y no hace falta le recuerde que esta
Misión depende de dicho Departamento.
Gallástegui
suspiró:
-
Espero
que ese apoyo pleno incluya presupuesto para ponernos a trabajar en él. Tampoco
hará falta que le recuerde que carecemos de equipo y de expertos en materia de
urogallos.
-
Si
ese es todo el problema, pierda cuidado. En unos días le llegarán las muestras
berlinesas de tejido de gallo salvaje y también están en camino tres parejas de
urogallos, capturados en el bosque de Muniellos[11].
-
¡No
sabe lo que me tranquilizan sus palabras!, ironizó el agrónomo. De todos modos,
puede transmitir al señor Serrano que vamos a precisar de muchas más cosas que
unos cuantos galliformes, para conseguir resultados satisfactorios. Yo mismo me
dirigiré al Ministro de Agricultura para detallarle todo cuanto vamos a
necesitar.
Marchó el
infatuado secretario ministerial y faltó tiempo a Gallástegui para relatar a
Odriozola todo lo sucedido.
-
¿Qué
te parece el cantamañanas? Y que lo quieren para la primavera del año que
viene, como si en Genética fuera posible la blitzkrieg
de su amigo Hitler[12].
-
Andémonos
con tiento, Cruz, no sea que nos pase lo que a Rof[13].
Tú escribe al Ministro, para que nos dé algo más de financiación. Yo me pondré en
contacto con Edimburgo[14],
a ver si pueden prestarnos alguna ayuda, pese a la Guerra.
Gallástegui se
encogió levemente de hombros y concluyó diciendo:
-
Por
si acaso, hagamos uso de la selección de toda la vida. Nos dejaremos caer por
Muniellos en la época de celo[15],
veremos las luchas entre machos y nos traeremos las puestas fecundadas por los
más fuertes.
***
El tiempo ha
transcurrido con la rapidez que temían nuestros esforzados genetistas en
tierras gallegas. Con el inestimable consejo y apoyo moral de científicos de
los tres países en que otrora habían ampliado sus estudios -Alemania, Gran
Bretaña y los Estados Unidos- han aplicado técnicas de ingeniería genética, con
la loca esperanza de insertar en el ADN de las células-huevo de los urogallos
los genes de pelea de los gallos
bankiva del zoo berlinés. Y, con la aún más impagable ayuda de guardabosques y
oficinistas de la Delegación asturiana del Ministerio de Agricultura, metidos a
corremontes, han seleccionado los machos más aguerridos y las hembras más
grandes que han podido encontrar. Los Ministros, a lo suyo, es decir, pedir
informes y reclamar resultados, cada vez con mayor exigencia. Finalmente, no
pudiendo demorar por más tiempo una respuesta clara y personal, don Cruz
Gallástegui coge el tren nocturno para Madrid. ¡Qué casualidad! Precisamente lo
encontramos departiendo con el Ministro de Agricultura, que lo es don Miguel
Primo de Rivera, desde el mes de mayo del año en curso[16].
Ya por la diferencia de edad a favor de Gallástegui, ya porque no se lleve muy
allá con el Cuñadísimo, el caso es
que la entrevista se desarrolla en unos términos de cordialidad, que el
ingeniero agrícola no esperaba:
-
Vamos
a ver, Gallastegui -lo del apellido esdrújulo no iba con Madrid-, lo que me
trae usted. Se ha tomado su tiempo, ¿eh? Si se descuida, aparece por mi
despacho el día de Nochebuena.
-
Verá
vuecencia…
-
Apee
el tratamiento. Con el usted va que chuta.
-
Pues
bien, don Miguel, hacer bien estas cosas lleva su tiempo. Lo de seleccionar los
especímenes más fuertes y fieros precisaría de unas veinte generaciones y,
siendo así que el urogallo macho no es maduro sexualmente hasta cumplir el
segundo año…
-
¡Jesús!,
a ese paso se nos hace viejo Su Excelencia. Nada, nada, haga lo que pueda. ¿No
se les podría dar de comer algo que los excite?
-
Imposible.
Ni los adultos ni los pollos comen pienso. Por otra parte, si lo que
pretendemos es que sean díscolos e independientes, no podemos ni soñar con que
coman en la mano, por así decir.
-
Tiene
usted razón. ¿Y qué me dice de lo de inyectarles
material de gallos salvajes? ¿Qué tal ha resultado?
Don Cruz bajó la
cabeza, como abochornado:
-
Pues
no del todo bien. ¡Claro, como no sabemos cuál es el locus[17] de la fiereza! Si nos hubieran dado
algo más de tiempo…
-
Pero,
hombre de Dios, ya sabe que eso es de lo que precisamente no disponemos. En
fin, ¿no han conseguido nada?
-
Conseguir,
conseguir…, algo hemos logrado. Ahora, en vez del tableteo y el gorjeo estridente
propios de la especie, los urogallos tratados
cantan quiquiriquí, como el gallo más corriente.
Primo no pudo
contener la risa. En un momento de pausa, don Cruz prosiguió:
-
Y
hay algo más.
El Ministro
recuperó forzadamente la seriedad:
-
¿Sí?
-
Sí.
Nuestros urogallos machos se han vuelto polígamos, como si estuvieran en un
gallinero. En vez de atraer a una hembra de cada vez y dejarle decidirse, el
más fuerte se hace con todas las urogallinas de los alrededores, las secuestra
en un claro del bosque y -si me permite- copula con ellas, quieran que no.
Vamos, las artes de un típico caporal de gallinero.
-
¡Válgame
el cielo! -exclamó el Ministro-. Menos mal que no han contado con más tiempo
para el experimento.
-
Será
que los urogallos cantábricos están pasando por un cuello de botella, con pérdida de la variabilidad y la potencia
genética, por la caza incontrolada y la apertura de la veda en el periodo
reproductivo… No sé si me explico.
-
Desde
luego. Si siguiéramos con el programa, acabaríamos por convertir el bosque de
Muniellos en un gigantesco gallinero. En fin, amigo Gallastegui, ¿qué se le ocurre a usted para aprovechar de algún
modo el brillante trabajo realizado?
-
Mi
colega Odriozola aconseja cazar con reclamo. Un señuelo en forma de urogallina,
o un sencillo instrumento de viento que remedara su cacareo, podrían hacer
maravillas con estos urogallos tan promiscuos.
El señor Ministro
decidió poner fin a la conversación, no sin agradecer a Gallástegui el esfuerzo
realizado. Luego, en la soledad de su despacho, le dio por imaginar al
Generalísimo en traje de cazador, con la escopeta al brazo derecho y una urogallina
de madera en la mano izquierda. Mientras trataba de reír y respirar a un tiempo,
le vino a la mente la atildada figura de Serrano, junto a su cuñado, tocando un
chiflo, del que brotaba un provocativo cacareo. Volvió a la risa incontenible y
pudo comprobar lo difícil que puede llegar a ser respirar eficazmente para
quien se carcajea, aunque sea todo un Ministro.
Primo era hombre
agradecido. Cuando el general Franco decidió recrear las Cortes Españolas,
Odriozola tuvo un escaño en ellas, como representante de los técnicos del
Sindicato Nacional de Ganadería[18].
No era el primero en presentar para el puesto unos méritos de risa, ni mucho menos sería el último.
***
A principios del
año 1942, el Cuñadísimo era menos
superlativo que un par de años antes. Las primeras dificultades serias de los
nazis en la guerra y sus propios devaneos sentimentales[19]
lo estaban colocando en posición desventajosa ante los poderes de El Pardo. Por
otra parte, el Ministro de Agricultura era de los pocos que podía mirarle
desafiante a los ojos, no por serlo, sino por su apellido, tal vez el más
sonoro del Régimen. Así que don Miguel Primo de Rivera no tuvo empacho ninguno
en revelar a Serrano el fracaso de sus propósitos genético-cinegéticos, sin ocultar
lo de los reclamos de Odriozola. Por una vez, ambos Ministros estuvieron de
acuerdo en que tal sugerencia era inadecuada, pero discreparon -como de
costumbre- en las consecuencias. Don Miguel entendía que convendría pensar en
otro regalo para el cincuentenario del Jefe del Estado, en tanto que don Ramón
no se dio por vencido y escribió a Ludwig von Heck, a finales de enero o
principios de febrero de 1942, exponiéndole su frustración y pidiendo consejo.
El director del
zoo de Berlín contestó a vuelta de correo. La carta no aparece en los archivos
de su destinatario pero, a juzgar por los testimonios de algunos que la
leyeron, presentaba un gran interés etológico. En lo sustancial, von Heck se
expresaba así:
El traslado de nuestra manada de bóvidos uromórficos al primitivo bosque de Bialowieza[20] nos ha permitido comprobar de primera mano
la importancia del medio ambiente en el comportamiento de los animales que lo
habitan. Ha bastado con que pasten en libertad y vivan por sus propios medios,
para que el ganado seleccionado genéticamente haya alcanzado un grado de
fiereza y desarrollo impensable en otro lugar. Me permito aconsejar a Su
Excelencia que no desista de su empeño y fíe en los efectos que un bosque
primigenio puede producir en la genética de sus urogallos o, como algunos
tratadistas sostienen, en la epigenética de los mismos[21].
Recibir esta carta
y ponerse en contacto telefónico con Miguel Primo, fue todo uno:
-
Miguel,
ordena a los inútiles de Galicia que
dejen en paz a los urogallos y los suelten inmediatamente en Muniellos.
-
Supongo
que así lo habrán hecho ya, visto el mal resultado de sus manipulaciones.
-
No
obstante, asegúrate. Ya sabes lo poco dados que son los científicos a reconocer
sus fracasos.
-
Más
o menos, como Hitler ante Moscú.
Don Ramón le soltó
una fresca y colgó. El de Agricultura quedó unos momentos con el auricular en
la mano y la mirada en el vacío. Luego, lamentó su inconveniente símil, por
impedirle aclarar lo que Serrano tendría en su mente, al reclamar tan urgente
retorno de los urogallos al bosque de procedencia. De algo estaba seguro:
-
Este
Ramón intentará cualquier cosa para salirse con la suya. ¡Bah!, lo tengo fácil
para descubrir su juego. A los guardabosques no les podrá ocultar nada. Hablaré
con mi Delegado en Asturias…
***
La carta de von
Heck aportó a Serrano la parte de técnica alemana para la resolución de sus
problemas. La porción de imaginación hispánica le llegó de la mano del
secretario a quien conocimos al comienzo de este capítulo.
-
Ya
le dije a usted, don Ramón, que no podía esperarse mucho de esos veterinarios. Si me permite opinar, me
dieron un tufillo republicano. No me extrañaría nada que hubiesen tratado de
boicotear su proyecto.
-
No
seas tan suspicaz, Andrés -replicó el Ministro a su hombre de confianza-. Más
dudo yo de Miguel Primo. Ese sí que es capaz de sabotear mis planes, con tal de
indisponerme con el Caudillo. Estoy seguro de que no ha puesto un duro del
presupuesto de Agricultura para los experimentos. Sea como fuere, los alemanes
han dado con el quid: mucha libertad y mucha lucha por conseguir alimentos. Esa
es la base para lograr animales fuertes y valientes.
-
¡Y
hombres de pelo en pecho!, apostilló el Secretario, que solo había parado
mientes en el segundo término de la infalible receta.
-
Limitémonos,
por ahora, a los urogallos. Eso que… ¡Toma! Mira por donde, me acabas de dar
una idea estupenda.
-
¿Dejar
sin cenar y sin desayunar a los cazadores?, insinuó Andrés.
-
No,
hombre, no tanto. La cosa es como sigue: Si el Generalísimo sugiere volver a
los heroicos tiempos pasados, escuela de arrojo y sacrificio, y ya que no
podemos recrear arqueópterix ni tigres de dientes de sable, ¿qué tal si
convertimos por unas horas a los cazadores del siglo XX en hombres de las
cavernas? Nada de escopetas de precisión, trajes impermeables y botas de media
caña: lanzas, mazas, taparrabos de pieles y pies descalzos…
-
¡Tarzán!,
gritó extasiado Andrés.
-
Si,
vestidos y armados de esa guisa, no les parece Muniellos la selva amazónica y
los urogallos basiliscos, es que yo soy primo hermano de Lenin.
Andrés lo miraba arrobado. Serrano concluyó:
-
Prepárame
un borrador ilustrado para este fin de semana. La primavera está cerca y
podremos ensayar la escenografía para tener un gran éxito en diciembre. Eso sí,
reservadamente y entre amigos. Tiene que ser una sorpresa para mi cuñado.
4. Los hombres primitivos
El secretario
particular de Serrano trabajó con denuedo para plasmar sobre el papel los
delirios paleolíticos de su mandante. Los doce folios de enjundioso texto iban
acompañados de acuarelas y témperas alusivas a la salvaje caza del urogallo
que, a juzgar por el coraje que derrochaban las figuras, se diría que estaban
teniéndoselas con el oso de las cavernas. Claro que en el pecado se lleva la
penitencia. Quiero decir que, tras hojear el folleto, titulado Ensayo literario y gráfico para ejemplificar
al ancestral modo la ceremonia de cacería del gran gallo cantábrico, el
Ministro esbozó un gesto aprobatorio y lo devolvió a su autor, diciendo
simplemente:
-
Está
bien. Ocúpate.
El encargo pareció
abrumar a Andrés, quien tragó saliva e inició tímidamente una alusión a sus
menguados conocimientos sobre cómo organizar una partida de caza tan
comprometida. Serrano replicó:
-
Por
ahora, solo se trata de ensayar en petit
comité la gran ceremonia de diciembre. Cuanta menos gente intervenga, mayor
será el secreto.
-
No
obstante, Excelencia, si al menos pudiese contar con un experto de confianza…
-
Habla
con mi cuñado -concedió el Ministro, no de muy buena gana-.
-
¡Pero
señor! ¿No iba a ser un regalo sorpresa para su cumpleaños?
-
Me
refiero a Felipe Polo[22],
el secretario particular del Caudillo. ¿No lo conoces?
-
Tan
solo de vista, pero no hemos sido presentados.
-
Está
bien. Hablaré primero yo con él y así le encareceré que no se vaya de la
lengua.
***
La elección como experto de don Felipe Polo resultó todo
un acierto. Como asturiano, conocía bien los vericuetos de Muniellos y, mejor
aún, a las personas que podrían participar en los experimentos preparatorios.
Claro que una cosa es conocer a alguien en su medio natural y otra vestirlo con
unas pieles bastas, darle una azagaya y soltarlo en un bosque húmedo y frío, a
la caza de recónditas gallináceas. Las primeras pruebas resultaron del todo
decepcionantes, tanto por el escaso entusiasmo de los cazadores, como por las
escasísimas piezas cobradas. La época de celo iba avanzada y las lluvias
vinieron a sumarse a los numerosos ingredientes de arrojo y sacrificio que la
empresa ofrecía, seguramente demasiados para humanos del siglo XX. Las primeras
escopetas de España, a las que se apelaba para organizar las cacerías del Jefe
del Estado, habían declinado cortesmente implicarse en una técnica de caza tan
lejos de su experiencia. A la desesperada y de acuerdo con Serrano, su cuñado
decidió poner toda la carne en el asador. Llamó por teléfono al famoso
empresario Juan March[23].
El banquero mallorquín se escamó de tan insólita solicitud:
-
¿Qué
pasa?, refunfuñó. ¿Es que ya no cuentan con el Conde de Teba o con Mora[24]?
-
Es
que se trata de organizar una cacería muy especial -le replicó Felipe Polo, por
teléfono-; tan especial, que nos tememos no encontrar a nadie que acompañe a
Franco, cuando se celebre.
-
¡Imposible!
¿Qué demonios se va a cazar, serpientes venenosas?
-
Perdona
que no sea más explícito, pues se trata de dar una sorpresa a mi cuñado en un
día muy especial. El hecho es que las condiciones van a ser un poco… penosas
para los cazadores y, como no sea por estar muy interesados en hallarse cerca
del Caudillo, todos los invitados van a coger la gripe el día antes.
Don Juan era un
lince para ciertas cosas:
-
Así
que interesados, ¿eh? ¿Cómo de
interesados?
-
Ya
sabes: un contrato, una concesión, un crédito oficial a muy bajo interés…
-
…
Algún nombramiento jugoso, una licencia de importación…
-
Exactamente.
Seguro que tú conoces a un montón de gente interesada en recibir un
empujoncito.
-
¡Toma!,
como puedes conocerlos tú.
-
¡Hombre,
Juan, no estaría bien que el cuñado y secretario particular del Jefe del Estado
anduviera por ahí, ofreciendo prebendas! Tú, en cambio, estás metido en el ajo
de la economía y las finanzas, y conoces bien a los que andan lampando. A nadie
puede extrañar que les hagas determinadas sugerencias. Es más, te quedarán
debiendo el favor.
March calló
durante unos momentos, diciendo luego:
-
¿Para
cuándo es el escopeteo?
-
Tenemos
ensayo todos los domingos, en Asturias, hasta principios de junio. Te pido,
pues, rapidez en las gestiones. La cosa corre mucha prisa y, además, Serrano no
me deja en paz: ya sabes cómo es cuando le interesa algo.
El banquero
asintió. Al colgar el aparato, soltó un denuesto y habló consigo mismo:
-
¿Habrá
algo en que no esté metido el Jamón[25] ese? De todas formas, mientras a Franco
le dé por pegar tiros, habrá que explorar esta forma tan oportuna de hacer
negocios.
***
Pese a los buenos
oficios del señor March y a las generosas dádivas de las Autoridades, entró
mayo y el celo de los urogallos seguía sin tener la contrapartida del
entusiasmo de los venadores. Acudían, sí. No hacían ascos a su mínima
indumentaria y hasta lanzaban con vigor las azagayas (aunque no hubo forma de
familiarizarlos en el empleo del propulsor). Incluso se produjeron dos decesos
de gallináceas: uno, al ahogarse en la laguna de La Isla, huyendo de los
cazadores, y otro, por fractura de cráneo, a causa del porrazo que le propinó
un policía por desgarrarle de un picotazo el pantalón del uniforme, por encima
de la caña de la bota. Andrés no tuvo más remedio que reconocer su impotencia y
pedir consejo al jefe de los monteros. Este fue radical:
-
Mire
usted, no hay partida de caza que resulte, si no empieza con un desayuno
copioso, regado con buen aguardiente.
-
Pero
el sacrificio…, la heroicidad…
-
Tengo
yo leído que los hombres de las cavernas se ponían morados de carne. Y, en lo
tocante al orujo, yo no sé si lo bebían o no. Lo que sé es que, con la humedad
y el fresco de las mañanas de esta tierra, o se calientan por dentro, o ya me
dirá como van a aguantar medio desnudos sin coger una pulmonía.
Andrés hubo de
convenir en lo acertado del argumento. Elevó una sugerencia a su jefe, que deja
bien a las claras su talento:
Aunque es cierto que los aguardientes fueron
desconocidos por los hombres primitivos, no lo es menos que han sido y son
consumidos en abundancia por los Caballeros Legionarios, cuyo valor y espíritu
de sacrificio es innecesario encarecer ante el Generalísimo quien, como es
sabido, fue uno de los fundadores y mejores jefes de esa magnífica Fuerza
militar…
***
No cabe duda de
que las grandes mejoras en la alimentación, unidas al riego abundante de las
viandas con orujo, supusieron grandes avances en la entrega y el entusiasmo de
los cazadores, salvo en un punto fundamental: los urogallos de Muniellos seguían
muriendo, casi exclusivamente, de muerte natural. Una vez más, Cefero el guardabosques levantó los
ánimos de Andrés, con su ingenio acostumbrado:
-
Vamos
a ver, don Andrés: ¿cree usted que esos señoritos de capital iban a tener mejor
puntería, aunque no bebieran? ¡Si no han vuelto a ver una lanza o un arco desde
que se los trajeron los Reyes Magos! Déjelos que se diviertan, mientras no se
saquen un ojo. Cuando de verdad venga el Caudillo, disfrazamos a unos cuantos
monteros y guardias civiles, y ya verá como descalabramos urogallos a golpe de
maza. ¡Como me llamo Ceferino que de cien no baja!
El golpe
definitivo no vino, sin embargo, de rústico Cefero,
sino de un estraperlista de Badajoz, que aspiraba a una licencia de importación
para dos camiones, con los que aumentar su radio de acción:
-
Digo
yo, joven, que si no tienen pensada alguna distracción para las mujeres. En las
partidas de caza corrientes, ellas pueden ir con los hombres, si quieren, y
distraerse. Pero, claro, con las pieles que nos hacen poner…
-
La
verdad, no habíamos caído.
-
Pues
dice la mía que podrían probar con un
vestidito a lo Maureen O’Sullivan[26].
Y otras varias señoras y señoritas están dispuestas a seguirla.
-
Lo
consultaré.
Eran tantas las veces que había importunado
a Serrano, que decidió no hacerlo una vez más. Total, no se volvería a hablar
del asunto o, cuando menos, no se atreverían a tomar la iniciativa sin su
autorización. Pero el bueno de Andrés no había contado con el atractivo de
vestirse a lo cavernícola en aquella España de la represión textil. Tampoco se
había percatado de que, a aquellas partidas de caza, los valientes hombres de
negocios traían muy variada compañía femenina. Es más, como afirmaba Cefero, no sin cierta hipérbole, las vedetes de los cabaretes de Oviedo están
todas aquí.
El hecho es que,
durante tres ensayos de la caza prehistórica, las damas participaron en las
batidas, embutidas en sus bikinis de
piel, clámides de seda cortitas o, más pudibundas, en trajes de gimnasia,
modelo Sección Femenina de la Falange,
debidamente recortados para poder correr más desembarazadamente. Y, como era de
esperar de lugar y tiempo tan propicios, los apuestos tarzanes dejaron de perseguir los urogallos, para hacerlo con las gallinitas. Como este es un relato serio
sobre un tema que empezó siendo científico, ahorraré mayores aclaraciones sobre
lo que Andrés anotó en su diario: De cómo
las partidas de caza se convirtieron, de emisarios de muerte, en heraldos de
vida. Seguro que su amigo Cefero lo
habría expresado de manera mucho más inteligible.
***
Llegó el domingo,
7 de junio de 1942, último día señalado para los ensayos primaverales de caza.
Desconfiando un poco de los informes escritos de su secretario, cada vez más
optimistas, el Ministro Serrano decidió presentarse en Muniellos sin avisar. El
tiempo era excelente y la excursión muy atractiva; de modo que don Ramón
decidió ir acompañado de su mujer, pernoctando el sábado en la finca familiar
de los Polo, en San Cucao de Llanera. Casualmente, se encontraba allí la esposa
del Caudillo. Se enteró del plan para el día siguiente y se apuntó al viaje,
sin saber exactamente el objetivo del mismo. Serrano, temiendo por su regalo
sorpresa, le advirtió:
-
Carmen,
te ruego que no le cuentes a nadie lo que veas en Muniellos. Quiero dar una
sorpresa a cierta persona que ambos conocemos.
-
¡Huy,
que gracia! ¿Qué sorpresa puede tener algo tan manido como una cacería?
-
Ya
verás, ya… -replicó el Cuñadísimo,
pese a no estar al corriente de las novedades del programa-.
***
Coincidió que el
coche con las dos señoras Polo y don Ramón llegó a Tablizas justo cuando de la
casona de los guardas salía corriendo y gritando la partida de caza de ambos
sexos, tan orgiásticos y ligeros de ropa, como correspondía a las copiosas
libaciones previas y a las prometedoras expectativas de día tan espléndido. Una
de las locas, casi se llevó por
delante a doña Zita[27].
Fijándose en que, tanto esta como su hermana Carmen iban completamente vestidas
y de punta en blanco, les gritó sin detenerse:
-
¡Venga,
chicas, cambiaros pronto, que vamos a bañarnos con los tarzanes en las lagunas de la Candanosa!
Doña Carmen guardó
silencio por unos momentos. Luego, con su voz más meliflua, preguntó:
-
Ramón,
¿tienes la bondad de decirme quién es la persona que ambos conocemos, a la que
vas a darle esta pecaminosa sorpresa?
5. Epílogo
Tal vez sobren las
puntualizaciones que siguen, pero toda experiencia científica, por fallida que
pueda parecer, debe exponer sus resultados. Son los siguientes:
·
A
diferencia de lo acaecido con los bóvidos
de Heck, de los que aún se conservan -según se afirma- unos dos mil
especímenes, los galliformes de
Gallástegui desaparecieron al cabo de unos años, en lo que respecta a su
fenotipo. Ignoro si en algún recóndito locus
de sus cromosomas actuales urogallos asturianos conservarán aún la huella
genética de la transferencia horizontal con Gallus
gallus bankiva.
·
Don
Ramón Serrano Suñer perdió la confianza política del Caudillo y, por ende, sus
cargos oficiales en el otoño del año 1942. A parte otras razones, casi todos
los historiadores consideran crucial la animadversión de su cuñada Carmen, por
razones de sexto Mandamiento de la Ley de Dios. Aunque es dudoso que los hechos
de Muniellos puedan considerarse responsabilidad del Ministro, es posible que
contribuyeran también a su defenestración.
·
Don
Andrés de la Calle y Encinas fue despedido de su puesto de Secretario
particular del Ministro Serrano, el mismo día 7 de junio de 1942. Días más
tarde, fue contratado por el propietario de la sala de fiestas Palais de Oviedo, para el papel
protagonista masculino de la revista en dos actos, Vente a Muniellos, Monchín. La obra obtuvo un gran éxito de
público, pero fue prohibida por la Autoridad gubernativa a la cuarta noche de
representación.
·
Éxito
similar, pero muy duradero en este caso, tuvo la aparición de novo del complejo epipolítico
cinegético-empresarial, que muchos años más tarde sería conocido por La escopeta nacional [28]. Tal vez tuviera el Caudillo en su
mente lo sucedido en Muniellos -es indudable que llegó a sus oídos- cuando,
apenas dos meses después, pronunció en un discurso las siguientes palabras: Nuestra Cruzada es la única lucha en la que
los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos[29].
Si así sucedió en la guerra, ¡que no iba a acaecer en aquella posguerra,
llamada por algunos la paz!
[1] Joaquín Benjumea Burín (1878-1963) fue
Ministro español de Agricultura del 10 de agosto de 1939 hasta el 16 de octubre
de 1941.
[2] Obviamente, don Ramón Serrano Suñer
(1901-2003), Ministro de Asuntos Exteriores entre el 17 de octubre de 1940 y el
3 de septiembre de 1942. Era concuñado del entonces Jefe del Estado, Francisco
Franco Bahamonde (1892-1975).
[3] Creo que, si leen este apelativo de derecha a
izquierda, podrán dar con la clave de su significado.
[4] Los más allegados al General Franco así lo
llamaban. Franco cumplió 50 años el 4 de diciembre de 1942.
[5] Todos los fósiles de Archaeopteryx conocidos hasta ahora se han encontrado en Baviera.
En la época a que se contrae el relato habían sido hallados restos óseos de 3
especímenes, además de la famosísima pluma desenterrada hacia 1860, que
custodia el Museum für Naturkunde de
Berlín.
[6] Los uros eran aún abundantes en época de Julio
César, siendo tradición solvente que los últimos ejemplares sobrevivieron en el
este de Polonia, hasta mediados del siglo XVII.
[7] Los machos llegan a pesar seis o siete kilos
y tienen una envergadura alar de más de un metro. No es extraño que Ludwig von
Heck se acordara de los urogallos, habida cuenta de que -en opinión de algunos-
urogallo significa gallo cuyo canto se parece al bramido del uro. En verdad,
solo quien no haya oído el canto del
urogallo macho en celo puede sostener tan disparatada razón de etimología.
[8]
En concreto, en el Pazo de Gandarón de la parroquia de San Martiño de Salcedo
(provincia y municipio de Pontevedra). Poco antes de la época de este relato
-en concreto, en 1939-, la expresada Misión había sido adscrita al recién
creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
[9] Precisamente, Cruz Ángel Gallástegui Unamuno
(1891-1960), natural de Vergara (Guipúzcoa).
[10] Miguel Odriozola Pietas (1903-1974). En 1966
ganó la cátedra de Zootecnia de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros
Agrónomos del entonces llamado Instituto Politécnico de Madrid.
[11] Uno de los bosques autóctonos mejor
conservados de Europa. Situado en el municipio asturiano de Cangas del Narcea,
pasa por haber sido, y seguir siendo, el hábitat más frecuentado por el
urogallo cantábrico (Tetrao urogallus
cantabricus). En la actualidad (2016) Muniellos es Reserva de la Biosfera
(UNESCO, año 2000) y ha sido ampliado hasta alcanzar una superficie de casi 60
kilómetros cuadrados, de los cuales unos 16 se integran en el municipio de
Ibias.
[12] Blitzkrieg,
o guerra relámpago, que el III Reich
desarrolló durante los años 1940 y 1941. La amistad política hacia Hitler hace
pensar en que Gallástegui se refiera a Serrano Suñer.
[13] Juan Rof Codina (1874-1967), insigne
veterinario español, sucesivamente represaliado por la Dictadura
primorriverista y por el franquismo. Estuvo desterrado en Tenerife, entre 1939
y 1941, en que pudo regresar a Lugo e incorporarse a su puesto funcionarial.
Por tanto, en el momento de la conversación entre Gallástegui y Odriozola, no
le faltaba mucho para poder regresar a Galicia.
[14] Casi con total seguridad, Odriozola aludía al
Instituto de Genética Animal de la Universidad de Edimburgo, institución señera
en su género, de la que había sido alumno visitante hacia 1930.
[15] El celo de los urogallos se produce en
primavera temprana (de marzo a principios de mayo). En este caso, la estación
correspondería al año 1941. En la última temporada en que se permitió su caza
en España (1979-1980), la veda estuvo abierta en la zona cantábrica entre el
último domingo de abril y el primero de junio (Orden del Ministerio de
Agricultura de 12 de junio de 1979).
[16] Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia
(1904-1964), fue Ministro de Agricultura entre mayo de 1941 y julio de 1945.
[17] Es decir, el lugar o región cromosómica donde radican determinados genes.
[18] Se mantuvo como Procurador en Cortes durante
el periodo 1943-1946.
[19] Me atrevo a tildar de tales las relaciones
del insigne Ministro de Relaciones Exteriores con doña María Sonsoles de Icaza
y de León (1914-1996), mujer casada y muy famosa en el Madrid de la época,
donde sus apellidos habían sido tergiversados con malevolencia: “de Icaza y
Pesca”. Fruto de dichas relaciones, fue una hija, nacida en agosto de 1942,
circunstancia que acabaría de exasperar a los poderes fácticos de la familia del Jefe del Estado.
[20] Gran bosque existente en territorio de los
actuales Estados de Polonia y Bielorrusia, al que fueron trasladados los bóvidos de Heck en 1941, una vez fue
ocupado por las tropas alemanas y expulsados la mayor parte de sus habitantes
(en número de unos diez mil). La citada masa forestal es famosa por constituir
el último hábitat original del bisonte europeo.
[21] Es una pena que esta carta haya desaparecido,
pues podría haber adelantado en unos meses el uso de la palabra epigenética, respecto del reconocido
internacionalmente por Conrad Hal Waddington (1905-1975), en un artículo de la
revista Nature, número de 14 de
noviembre de 1942.
[22]
Felipe Polo y Martínez Valdés
(1897-1979), hermano mayor de la esposa de Serrano Suñer, que desempeño
funciones de Secretario particular con Franco y, a su muerte, de la mujer de
este -también hermana del citado don Felipe-.
[23] Juan March Ordinas (1880-1962), magnate de
las finanzas y empresario, de gran influencia política durante la Guerra Civil
española y los primeros años del Franquismo.
[24] El señor March aludía al vigésimo segundo
Conde de Teba, don Carlos Alfonso Mitjáns y Fitzjames-Stuart (1907-1997) y a
don José Ramón Mora-Figueroa Dujat (1905-1989), excelentes cazadores y organizadores
de cacerías.
[25] Dado el contexto, supongo que el señor March
alude al Cuñadísimo, a quien en su
juventud algunas jóvenes zaragozanas en edad de merecer apodaron Jamón Serrano, por considerarlo un muy
buen partido.
[26] Actriz cinematográfica irlandesa (1911-1998)
que, entre 1932 y 1942, interpretó en seis películas el papel de Jane Parker,
la compañera de Tarzán.
[27] Zita era
el diminutivo familiar de la esposa del señor Serrano Súñer, llamada en
realidad Ramona.
[28] Alusión a la conocida película del mismo
nombre, dirigida por Luis García Berlanga en 1978.
[29] Discurso pronunciado en la ciudad de Lugo, el
día 21 de agosto de 1942.