sábado, 30 de junio de 2018

HISTORIAS CURIOSAS DE LA ERA VARGAS (SEGUNDA PARTE)




Historias curiosas de la Era Vargas. Segunda parte



     La lectura de una reciente biografía de Getúlio Vargas[1] ha provocado mi curiosidad en algunos episodios y anécdotas, que ahora narro, dirigiéndome principalmente a mis lectores no brasileños, para los que aquel gran estadista y Presidente de la República brasileña puede haber quedado casi olvidado. Las expongo en dos relatos, dividido cada uno de ellos en cinco apartados o capítulos. En algunos casos, les he puesto un punto de fantasía, pero siempre dentro del respeto por la verdad esencial.







1.      El positivista experimentado



     Ante la muerte de su hijo menor, Getulinho, a los 24 años de edad, el Presidente Vargas se sinceró con su hija Alzira, diciéndole: Tengo una enorme dificultad en asegurar que la generosidad, la gentileza, la genialidad y el carácter de Getulinho serán enterrados junto con su carne[2]. Alzira interpretó la frase paterna como una forma de poner en duda -con aquella oblicuidad que lo caracterizaba a la hora de revelar sus sentimientos más íntimos- su bien conocido materialismo[3]. Era una forma de encajar el dolor por la muerte de un hijo joven y muy querido, que parece oponerse, paradójicamente, a la de su creyente esposa, Darcy Vargas, que rozó la desesperación y, al menos durante algún tiempo, la llevó a enemistarse con Dios y a abandonar sus oraciones habituales[4].

     El episodio -quizás nada más que una anécdota-[5] nos acerca a un tema mucho más político, cual es el de las relaciones entre el varguismo y la Iglesia católica, cuya extensión y complejidad me mueven a aludir aquí en términos de mero recordatorio de algunos hechos resaltables[6], ligados en todo caso a la peripecia vital del Presidente.

·         La primera visión corresponde al mismo año de 1930, en que Getúlio llegó al poder en virtud de una revolución, o golpe de Estado violento. En lo que respecta a la capital de la Unión, Rio de Janeiro, la Iglesia católica blasonó de haber evitado el derramamiento de sangre, gracias a haber convencido in extremis al Presidente cesante, Washington Luís, de que se acogiera a la fórmula del destierro y dejara libre el campo para Getúlio, claro triunfador por la vía militar. La figura clave en esas negociaciones fue el cardenal arzobispo de Rio, Sebastião Leme[7], hombre de acusada personalidad político-religiosa, cuya interlocución hubo de buscar Vargas tantas veces, cuantas se suscitaron problemas o cuestiones religiosas, hasta el fallecimiento del Prelado en octubre de 1942.

·         Como si el acceso de Vargas al poder hubiese concitado la realización de eventos católicos extraordinarios en Brasil, es obligada la referencia a la entronización de Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida, como Reina y Patrona del Brasil, decidida por el Papa Pío XI poco tiempo antes de que Getúlio pasara a ser Jefe del Gobierno Provisional brasileño[8], si bien la ceremonia, llevada a cabo en Rio de Janeiro el 31 de mayo de 1931, contó ya con él como máxima autoridad civil asistente. Y, apenas repuesto del bautismo multitudinario de la Virgen Aparecida, Vargas hubo de presidir civilmente la inauguración del monumento a Cristo Redentor en la cima del morro del Corcovado, así mismo en Rio, en fecha de 12 de octubre de 1931, aunque pensado dentro de la conmemoración del primer centenario de la independencia del Brasil[9]; ceremonia bastante menos masiva (por el lugar y el mal tiempo que hacía), pero llamada a tener un brillante futuro, como de todos es sabido.




·         Después de ciertos vaivenes, fruto de la perplejidad ética y de los juegos de poder político, fueron incorporadas a la Constitución de 1934 algunas reivindicaciones católicas, que la Iglesia consideraba esenciales: la indisolubilidad del matrimonio, la validez civil del matrimonio canónico, la enseñanza religiosa en las escuelas públicas -naturalmente, facultativa, en función de la decisión de los padres de los alumnos menores- y la asistencia religiosa facultativa en las Fuerzas Armadas. A mayores, la Constitución fue promulgada en nombre de Dios y, aunque vedase al Estado tener relación de alianza o dependencia con cualquier culto o iglesia, permitía la colaboración recíproca en pro del interés colectivo (artículo 17, nº III). Con la instauración del Estado Novo (1937-1945), ese pacto constitucional fue sustituido por un pacto moral, pero las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado no fueron modificadas en la práctica. Seguramente, el aspecto más relevante de estos pactos fue la instauración de la enseñanza religiosa católica en las escuelas públicas, ya implantada desde 1931, y severamente criticada -dentro de lo que la censura permitía- por intelectuales y docentes del prestigio de Cecília Meireles[10].

·         La colaboración del Régimen varguista con la Iglesia Católica tuvo en todo momento un cemento de unión de color rojo: la animadversión y el combate contra el comunismo, tan presente en Brasil en torno al año de 1935, en que se produjo el exagerado y mal dirigido levantamiento procomunista de noviembre. Ese era un elemento básico de cooperación defensiva. Más problemática era la colaboración respecto del otro enemigo que llegó a tener por entonces el Presidente Vargas, el integralismo político -afín y asociado de los fascismos europeos-, que tantos puntos de similitud y contacto tenía con el extremismo católico de derechas. Una política de prudencia por ambas partes pudo salvar las buenas relaciones Iglesia-Estado, aún después de que la Acción Integralista Brasileña hubiese desarrollado un putsch en mayo de 1938, que estuvo a punto de haber acabado con la vida de Vargas, mediante un asalto a su residencia carioca en el palacio de Guanabara[11].

·         Un episodio de la vida de Getúlio -poco conocido hasta que se publicó en 1995 su Diário- fue la celebración de matrimonio religioso, de forma casi secreta, entre él y su esposa Darcy, casados desde 1910 por lo civil. La boda católica se celebró el 11 de diciembre de 1934 en la residencia familiar de los Vargas en São Borja (Rio Grande do Sul). De manera un tanto sibilina, el Presidente dejó escrito que, además de hacerlo a petición de su mujer[12], lo realizó por razones de conciencia, transformación lógica de pensamiento. Un pensamiento que no sufrió ninguna transformación positiva en materia de fidelidad conyugal pues, más o menos por aquellas fechas, la relación de Getúlio con Aimée Soto-Maior alcanzó el nivel de amantes estables[13].

     ¿Qué podemos sacar en limpio, como resumen? Es probable que Getúlio, con la edad y la experiencia, se apartase un tanto de aquel positivista convencido de sus orígenes, discípulo de Júlio de Castilhos y Borges de Medeiros, pero nunca hasta el extremo de acomodar su vida personal a los dictados de la fe católica. ¿Y su vida política? Aquí, el Presidente Vargas aceptó un modus vivendi relativamente satisfactorio para ambas partes. En mi opinión, fue bueno que no llegase más lejos: El lema un País, una religión, un idioma, una raza, tan del gusto de los fundamentalistas brasileiros de la época, no solo era irreal, sino poco aceptable moralmente, incluso para un político, como Getúlio, que anhelaba un Brasil uni-nacional, fuerte y unido.





2.      El depositario fiel



     Si no lo hubiera contado Alzira Vargas, en su conocido y acreditado libro Getúlio Vargas, meu pái[14], parecería un cuento, entre sensiblero y didáctico. Pero ya se ha dicho hasta la saciedad aquello de que la realidad es más fértil que la fantasía. Esta historia tiene más de un punto oscuro o contradictorio, según quien la cuente[15]. Yo la relataré de la manera que me ha perecido más verosímil y, dentro de ello, más emotiva.

     El protagonista de la historia fue un modesto zelador del palacio de Catete[16], llamado Albino José Fernandes, nacido hacia 1880 en la localidad de Serraria (Minas Gerais), quien sirvió como celador en el palacio carioca de Guanabara, a partir de 1909, y en el de Catete -también en Rio de Janeiro- desde 1915. Sus buenas cualidades le depararon el nombramiento como aposentador jefe, con vivienda en el mismo palacio. Así, prestó servicio bajo cinco Presidentes, hasta el mes de octubre de 1930, en que el que estaba en ejercicio, Washington Luís, temiendo fundadamente que iba a ser depuesto, hizo a Albino el más peregrino encargo imaginable. Llamándolo en secreto, le confió el símbolo o atributo presidencial, la faixa, o banda de seda de colores verde y amarillo, con el blasón de la República bordado en oro, y le ordenó:

-          Guárdala contigo, hasta que llegue el momento de entregarla a otro Presidente, legalmente elegido.

     Días más tarde, el 24 de octubre de 1930, Luís era depuesto y salía del palacio, acompañado por el Cardenal Arzobispo de Rio, rumbo al destierro. El celador guardó cuidadosamente la banda presidencial y se dice con bastante fundamento que lo hacía bajo sus propias ropas, cuando se hallaba en actividad, y en, o bajo, su cama, cuando era llegado el momento del descanso[17]. Y, como es sabido, el instante en que Brasil contaría con un Presidente legalmente elegido se hizo esperar. Getúlio Vargas ejerció el poder en calidad de Jefe del Gobierno Provisional, por el mero triunfo de las armas revolucionarias, entre el 3 de noviembre de 1930 y el 20 de julio de 1934. En esta última fecha, tomó posesión de la Presidencia de la Federación, tras votación celebrada tres días antes entre los diputados de la Asamblea Constituyente, conforme a las previsiones de la recién aprobada Constitución de 16 de julio de 1934. Era el momento de devolver la banda.

     Con la emoción que es de suponer, el Ángel del Catete[18] se presentó ante Getúlio y le entregó el símbolo, aclarando la forma en que había llegado a sus manos y los motivos de fidelidad que le habían movido a retenerlo hasta ese momento. El Presidente supo comprender la demora y valorar la honradez del celador; mas, ante el deficiente estado de conservación de la banda presidencial y, tal vez, deseando estrenar una nueva -como nuevo entendía había de ser su mandato-, mandó confeccionar otra, que sería la que usase en adelante.

     Otras fuentes son menos simpáticas hacia Albino y más respetuosas hacia la figura de Vargas. Adelantan las tales el momento de la presentación de la banda al año 1933, ante las dudas del celador sobre la conveniencia de mantener tan incómodo y arriesgado depósito. En tal circunstancia, Getúlio -más formalista que el celador- le habría respondido:

-          Yo no puedo usarla, Albino. No soy Presidente, sino solo Jefe del Gobierno Provisional.

     Y se la devolvió, para que siguiese custodiándola.

     En cualquier caso, hubo de llegar el momento en que Getúlio recibiera la banda. Mas, comoquiera que no iba a usarla con su valor simbólico, dio orden de que se convirtiera en objeto de museo. Y así pasó en 1935 al Museo del Instituto Geográfico e Histórico Brasileño, donde sigue custodiándose, en el estado que evidencia la fotografía con que ilustro este relato[19].






3.      Pena de muerte… inaplicada



     Pese a sus altas tasas de criminalidad, Brasil no es un país inclinado hacia la pena de muerte, aunque los historiadores suelen indicar que la inaplicación de la pena capital de una manera legal ha sido reemplazada en numerosas ocasiones por la llamada aplicación marginal, es decir, por la ejecución ilegal por parte de policías, militares o para-militares, seguida de la efectiva impunidad de los implicados[20]. En este sentido, es casi increíble el hecho de que la pena capital no se aplicara ni una sola vez, ni durante la dictadura de Getúlio Vargas (1937-1945), ni en el posterior periodo de la dictadura militar (1964-1985)[21]. Pero volviendo a la realidad sobre el papel, la Constitución brasileña de 1891, rompiendo con la tradición legal anterior, abolió formalmente la pena de muerte, con la excepción de los crímenes cometidos por militares en periodo de guerra[22]. Por eso, generó un gran impacto social y mediático el Decreto-Ley nº 431, de 18 de mayo de 1938, en el que el Presidente Vargas restauraba la pena de muerte para determinados crímenes contra la personalidad internacional, la estructura y la seguridad del Estado y contra el orden social. Tan ambigua rúbrica aconseja una consulta detallada del artículo 2 de dicha norma, que es el que detalla cuáles son los nueve delitos capitales en ella contemplados. Eran estos:

-          Intentar someter todo o parte del territorio nacional a la soberanía de un Estado extranjero.

-          Atentar contra la unidad de la Nación con la ayuda o cooperación de un Estado extranjero o de una organización de carácter internacional.

-          Intentar el desmembramiento del territorio nacional por medio de un movimiento armado, provocando con ello operaciones de guerra.

-          Intentar la mudanza del orden político o social recogido en la Constitución, mediante medios violentos, con el auxilio o cooperación de un Estado extranjero o de una organización internacional.

-          Intentar subvertir por medios violentos el orden político o social, para apoderarse del Estado e implantar la dictadura de una clase social.

-          La insurrección armada contra los poderes del Estado, desde el momento en que haya un depósito de armas con tal objeto.

-          Realizar actos provocadores de una guerra civil, si efectivamente esta sobreviniere.

-          Practicar cualesquiera actos de terrorismo, a fin de atentar contra la seguridad del Estado y la estructura de las instituciones.

-          Atentar contra la vida, la incolumidad o la libertad del Presidente de la República.

     En estos dos últimos supuestos, la pena de muerte alcanzaba a cualquier autor o cómplice del crimen. En los otros siete, la pena de muerte se aplicaba solo a los autores principales (os cabeças), entendiendo por tales los que hubiesen promovido, inducido o dirigido en la práctica los hechos que pudiesen ser castigados con la muerte.

     La pena de muerte sería ejecutada mediante fusilamiento y, salvo decisión en contrario del Ministro de Justicia, de modo privado. La competencia para la instrucción y enjuiciamiento de todos los crímenes definidos en el Decreto-Ley nº 431 correspondía al Tribunal de Seguridad Nacional[23].


***

     Con el Decreto-Ley nº 431 y la muy discutible independencia del Tribunal de Seguridad Nacional quedaba abierto un portón para que entrasen masivas e injustas penas de muerte. Fijémonos, entre otras cosas, en la ambigüedad y amplitud de algunos de los tipos penales antes enumerados; en la agitación que se vivía en Brasil, con las secuelas de los sucesivos levantamientos comunista (1935) e integralista (1938); o con el sesgo decididamente malévolo que parecía desprenderse de la represión de la dictadura de clase -naturalmente, la personalista era impune, dado que la practicaba el propio Presidente- y de la sobre protección de Vargas -pena de muerte para autores y cómplices que atentaran contra su vida, incolumidad y libertad-. No obstante, aquella tormenta perfecta de penas capitales quedó en una mera posibilidad, como ya he dicho. No me cabe duda de que eso es lo que quería Getúlio: intimidar sin tener que derramar sangre. Que otros la derramasen en su nombre, en comisarías y otros lugares, le importaba poco, a juzgar por la impunidad de que disfrutaron aquellos excesos.





4.      El caso del capitán que levantó la mano y el del general que echaba mano al revólver



     Los motivos y el trasfondo de la destitución del Presidente Vargas por los militares en octubre de 1945, cuando estaba a punto de expirar su mandato, son uno de los puntos más confusos de la política brasileña de la época. Y el tema está lejos de ser baladí pues, de no haber mediado ese golpe de Estado, es muy probable que Getúlio hubiese revertido la situación, hasta el punto de continuar de alguna manera al frente de los destinos del país unos cuantos años más. Por otra parte, la experiencia y el recuerdo vividos en aquellos días muy bien pudieron condicionar al Presidente, a la hora de poner fin con el suicidio a una situación relativamente análoga, que le tocó vivir en agosto de 1954[24]. Pero no es mi propósito hacer historia, sino anécdota, con la actitud de dos militares intervinientes en aquella tarde del 29 de octubre de 1945. Uno de ellos, un capitán que pasó de refilón por la pequeña historia de aquel levantamiento. El otro, un afamado general, con el que es inevitable tropezarse en los libros de Clío que tratan de la vida política y militar del Brasil en el siglo XX. Mas, como tantas veces acontece, la actitud del pequeño personaje secundario resulta bastante más digna y gallarda que la del figurón protagonista. Expondré, sin más preámbulo, lo que uno y otro hicieron.

***

     Por más que me haya esforzado, no he sido capaz de encontrar una referencia biográfica del capitán Ulrich de Oliveira. Su nombre lo relaciona sin duda con la familia de sus mismos apellidos, radicada en Rio Grande do Sul -de donde, no lo olvidemos, también procedía Getúlio- y, desde luego, con algún ilustre predecesor con carrera política, como Sérgio Ulrich de Oliveira, nacido en Uruguaiana en 1873, diputado estatal y uno de los animadores de Vargas para que se presentara a las elecciones de 1930, una vez había sido lanzada su candidatura por los políticos dominantes en el Estado de Minas Gerais[25]. De tales, y tan cortos, antecedentes puede aventurarse que nuestro capitán era adicto al Presidente Vargas, o que de algún modo -familiar o regional[26]- sentía hacia él algún tipo de fidelidad, a mayores de la que debía guardarle como Jefe de las Fuerzas Armadas, al ser Presidente de la República en ejercicio.

     Cuestión adicional es la siguiente: ¿Qué hacía un oficial de baja graduación en una reunión de altos mandos -en especial, generales-, que se celebraba en el Ministerio de la Guerra para acordar un golpe de Estado contra el Presidente Vargas? Solo se me ocurren dos respuestas: o se le dejó entrar en consideración a su estirpe, o se trataba del capitán ayudante de alguno de los generales presentes. En todo caso, su presencia era irrelevante y de poco podían servir sus hechos o sus palabras para disuadir a los Jefes presentes de sublevarse contra el Poder civil.

     La reunión va avanzando en los intercambios de opiniones y en el incremento de sus aspiraciones. Parece ya claro que se trata de deponer al Jefe del Estado. Al propio tiempo, se evidencia que, adelantándose a los acuerdos, los Generales con mando en Regiones y plazas ya han sacado las tropas a dominar la calle y a sitiar los edificios públicos esenciales. En concreto, en Rio de Janeiro, tropas a pie, tanques y vehículos militares se hallan estacionados en los lugares estratégicos y principales cruces viarios. Hacia las cuatro y media de la tarde, dos generales que hacen de lanzadera entre los reunidos en el Ministerio y los comandantes de tropas manifiestan que los militares de la calle aguardan órdenes. El Ministro Góes Monteiro-que se dice dimitido, pero sigue ocupando el sillón ministerial, atribuyéndose la condición de Jefe de las Fuerzas Armadas- responde tajante y sin consultar explícitamente a nadie:

-          Que los blindados prosigan su marcha hasta el palacio de Guanabara -residencia de Getúlio- y se posicionen en la calle Pinheiro Machado, frente a las puertas del edificio.

     Dicho lo cual, se da cuenta de que lo ha ordenado sin pedir opinión a los presentes. Por tanto, rectifica la omisión, recorre con la mirada los rostros de todos los asistentes o, cuando menos, los de quienes se sientan a la gran mesa que él preside, y pregunta:

-          ¿Alguno de ustedes está en desacuerdo con las órdenes que acabo de emitir?

     Nadie se opone de palabra, pero he aquí que uno de los militares levanta el brazo, haciendo así notar su disgusto. Es el capitán Ulrich de Oliveira. Hay un momento de sorpresa ante tamaña osadía. Al punto se constata que su distintivo son las modestas tres estrellas de capitán. Alguien con poder ordena:

-          Queda usted arrestado.

     Y así se cumplió[27]. De lo que después sucediera al capitán, no he podido averiguar nada, hasta ahora. Espero que su heroicidad no fuese sellada con el martirio.




***

     Entre gaúchos anda el juego. De Rio Grande do Sul eran Getúlio y el capitán Ulrich de Oliveira; también nuestro siguiente protagonista, el general Osvaldo Cordeiro de Farias[28], nacido en Jaguarão y, a mayores, Gobernador del estado riograndense entre 1938 y 1943, por obra y gracia del Presidente Vargas. En esta última fecha, había abandonado temporalmente la política para incorporarse a la Fuerza Expedicionaria Brasileña, que combatía en Italia contra las tropas alemanas. De allí había regresado -según se dice en tono jocoso- convertido a la democracia, presto a luchar por ella desde el Ejército y, si a mano viniere, como aspirante a la Presidencia de la República.

     En esa dramática tarde del 29 de octubre de 1945, Farias era de los principales generales reunidos en el Ministerio de la Guerra, ya que había sido nombrado por los militares en revuelta Jefe del Estado Mayor. Eran ya alrededor de las veinte horas y los alzados acababan de rechazar todas las ofertas acomodaticias de Vargas, que les había hecho llegar por medio general Dutra -aspirante formal a la Presidencia en las convocadas elecciones de diciembre, como candidato del Partido Social Democrático-. No habría términos medios: Getúlio debería dimitir de la Presidencia, suscribiendo un documento acreditativo de ello -del que el general Góes había preparado un borrador manuscrito- y abandonar inmediatamente el palacio de Guanabara, en unión del resto de su familia. Los militares se comprometían a respetar su incolumidad, sin otra constricción que la de que la salida de la residencia presidencial se hiciese bajo escolta armada.

     Lo que sucedió después recuerda el conocido episodio de quién le pone el cascabel al gato. Como lo más natural del mundo -ya que se trataba en aquel momento de la segunda autoridad en el rango-, el general Góes encargó la delicada misión a su colega Farias. Este inquirió exaltado:

-          ¿Y por qué yo?

      Góes le hizo ver lo oportuno del encargo, dado que era de facto el segundo jefe de la sublevación. Farias, entonces, cambió el registro de su objeción:

-          Soy amigo de Getúlio. Ello me impediría actuar con la debida firmeza y rigor.

-          Pero el señor está de acuerdo con que Vargas debe dimitir, como hemos acordado todos.

-          En efecto, lo estoy, pero en mi fuero interno tengo razones para no ser yo quien le ponga ante un hecho consumado tan doloroso.

     El general Góes perdió la paciencia:

-          Pues, si usted no quiere ir, quien tendrá que hacerlo seré yo.

     Los presentes se revolvieron, protestando. Veían el riesgo que corría el movimiento, si su jefe supremo fuese detenido -o algo peor- en el Guanabara. Uno de los generales, bramó:

-          ¡Ah no, de ninguna forma! ¡Usted no sale de aquí!

     Farias hubo de resignarse a ir. Antes, formuló una pregunta de no fácil respuesta:

-          Si Getúlio me pregunta quién va a sucederlo en el cargo, ¿qué le digo?

     La inexistencia de Vicepresidente y el cierre efectivo de la Asamblea Nacional desde la implantación del Estado Novo generaban un vacío, que tampoco los militares alzados querían llenar. El Ministro de Justicia, allí presente hasta entonces en calidad de rehén, demostró su mejor conocimiento constitucional:

-          Legalmente, el poder debe pasar a José Linhares[29], como Presidente del Supremo Tribunal Federal.

     Así se acordó, y el general Farias salió en dirección al palacio de Guanabara. Eran casi las nueve de la noche.

***

      El sino de los derrotados es la soledad. Eso podía pensar Getúlio a la hora en que el general Farias hizo acto de presencia en el Guanabara y solicitó audiencia. Para entonces, el palacio estaba completamente rodeado por militares adictos al golpe, pero casi vacío por dentro. Con todo, el recién llegado no debía sentirse seguro, dado que no llevaba escolta armada y el Presidente todavía mandaba dentro de su residencia. Esto explica la sorpresa que se llevó el secretario de Vargas, Luís Vergara[30] cuando, en noche clara y serena, vio llegar al general cubierto con la típica capa pluvial militar, escondiendo bajo ella una de las manos, en típico ademán indicativo de esconder algo empuñado en ella. No hacía falta mucha imaginación para deducir que se trataba de un arma corta de fuego.

     Fuese por eso, o por protección general del Presidente, su fogoso hermano pequeño, Benjamim, avisó a Lutero, hijo mayor de Getúlio, y le dijo:

-          Vamos nosotros también al despacho, a ver qué tiene que decirle ese sujeto. Si llega a faltarle al respeto, no sé lo que haré.

     Tampoco Getúlio estaba inerme. Desde que, horas antes, había recibido en audiencia a Dutra, llevaba su revólver entremetido en la cintura del pantalón. Con todo, tomó tranquilamente asiento en el sillón ante la mesa presidencial y dio aviso para que Vergara introdujese al general. A ambos lados del Presidente, Benjamim y Lutero permanecían en pie, hieráticos pero vigilantes.

     Sin dejar de meter alternativamente las manos bajo su capa, Farias optó por acortar la entrevista, entregando de inmediato a Getúlio la hoja de renuncia, escrita por Góes. Tras echarle un rápido vistazo, el Presidente ordenó a Vergara que la pasase a máquina en papel timbrado de la Presidencia de la República. Entre tanto, Vargas pronunció una de esas frases que, suponiendo sean ciertas, han hecho la fortuna de su memoria:

-          Habría preferido que los señores me atacasen, para así poder defenderme. Pero, ya que se trata de un golpe incruento, no seré yo el elemento perturbador. Puede decirles que ya no soy presidente y que pido 48 horas para abandonar el palacio, a fin de embalar mis objetos personales y seleccionar algunos papeles particulares[31].

     Finalmente, Getúlio firmó la renuncia, señalando al Ministro de Justicia[32] como su representante para las diligencias del cambio de Gobierno. Al entregar el documento a Farias, le dio un último mensaje, de manera un tanto despectiva:

-          Informe a sus amigos que quiero marchar enseguida para el Sur. Ellos, que se queden dando vueltas a este guiso.

     El general cogió la renuncia y salió del palacio. Solo entonces miraría de quitarse el capote y guardar el arma. Sus problemas de conciencia habían terminado.





5.      El dulce Brigadier



     Las elecciones presidenciales de 1945 fueron las primeras de su clase en que pudieron votar las mujeres brasileñas. Tal vez por ese motivo, los bisoños organizadores de aquella campaña electoral acuñaron algunos eslóganes en favor del candidato de la Unión Democrática Nacional, Eduardo Gomes[33], brigadier de la Fuerza Aérea del Ejército de Brasil, basadas en su presunto atractivo para las votantes femeninas. Así, Vote no brigadeiro que é bonito e solteiro; o bien, Brigadeiro, brigadeiro, é melhor porque é solteiro. Claro está que la soltería del apuesto brigadier -de 49 años de edad a la sazón- podría haber sido debida, en parte, a un chisme que circulaba entre sus antagonistas: que había perdido los dos testículos en su famoso y valiente enfrentamiento con las tropas gubernamentales, llamado el levantamiento de los Doce del Fuerte de Copacabana, habido en Rio de Janeiro el día 5 de julio de 1922. 




     Lo cierto es que, habiendo iniciado la campaña con la vitola de favorito, vio cómo se le volvían las tornas y era rebasado en las estimaciones por el otro candidato con amplia probabilidad de vencer, el general Eurico Gaspar Dutra, presentado bajo las siglas del Partido Social Democrático -a la izquierda de la UDN de Gomes-, principalmente, por el apoyo recibido del recién creado Partido de los Trabajadores del Brasil, que aglutinaba a los partidarios más fervientes del depuesto Presidente Vargas. De hecho, el resultado electoral arrojó un resultado favorable a Dutra, que obtuvo 3,25 millones de votos, frente a 2,05 millones para Gomes, o Brigadeiro, y unos 570.000 para Yedo Fiúza, apoyado por el Partido Comunista Brasileño.

     En algunos aspectos, no obstante, las señoras que hicieron campaña en pro de Gomes pudieron aplicarse aquello de que me quiten lo bailado. Fueron muchas las fiestas, tés y passeatas en que, por primera vez en su vida, pudieron manifestar sus predilecciones políticas y, en su día, ejercitarlas. Como es lógico, siendo el candidato de las derechas, o Brigadeiro recibió un mayor apoyo de las damas pudientes, acostumbradas a cuestaciones y yantares para recaudar fondos. En uno de estos, tuvo gran éxito un sencillo dulce que, según unas fuentes, fue invención de una señora carioca y, según otros, significaba la entrada en campaña de una exquisitez ya conocida, bien de São Paulo, bien de Rio Grande do Sul, donde era conocida con el nombre de negrinho[34]. Sea como fuere, el bautizado, o rebautizado, como brigadeiro hizo furor, incluso cuando simplificó sus ingredientes, prescindiendo de los huevos, para hacer honor -según los mal pensados- al Brigadeiro, que puede ser que tampoco los tuviera[35].

     Con el tiempo, Gomes ha sido olvidado del gran público, pero no así sus dulces, que constituyen aún hoy una golosina casi indispensable en las fiestas de cumpleaños infantiles y otras ocasiones semejantes de Brasil. Pocos se preguntan por el origen del nombre que lleva. Seguro que, si de Getúlio hubiese dependido, habría optado por el entonces más correcto políticamente de negrinho. Claro que los tiempos cambian y, hoy en día, no sé cómo habría que haberlos llamado para no ser tildado de racista. 








[1] Lira Neto, Getúlio (1930-1945) Do governo provisório à ditadura do Estado Novo, edit. Companhia das Letras, São Paulo, 2016. Procuro respetar la ortografía original para las palabras en portugués, empezando por la acentuación del nombre propio, Getúlio.
[2]  Según Lira Neto, Getúlio (1930-1945), citado en nota 1, p. 428, tales palabras fueron pronunciadas en el velatorio de Getulinho en el palacio de Catete (en Rio de Janeiro). Creo que se trata de un error pues la capilla ardiente del joven se instaló en el palacio de los Campos Elíseos, en São Paulo, ciudad en que falleció hacia las 13 horas del día 2 de febrero de 1943. La capilla ardiente fue levantada a la mañana siguiente, para trasladar el cuerpo por avión, desde el aeropuerto paulista de Congonhas, hasta el carioca de Santos Dumont, donde aterrizó poco antes de las 10:30 horas del 3 de febrero. Tras un breve responso en el aeropuerto, los restos mortales de Getulinho fueron llevados en coche fúnebre, en cortejo a corta velocidad, hasta el cementerio de San João Batista, donde fueron inhumados. Hacia las doce horas del citado día terminó el entierro y el Presidente (así como su familia) regresaron a su residencia habitual del palacio de Guanabara. Por tanto, no hubo posibilidad de velório de Getulinho no Catete. A mayor abundamiento, el palacio de Catete no se convirtió en residencia habitual de Vargas y su familia hasta su segundo periodo presidencial (1951-1954). Véanse, a título de ejemplo, los diarios Folha da Manhâ de São Paulo, nº 5.799, de 3 de febrero de 1943, p. 1, y Correio da Manhâ de Rio de Janeiro, nº 14.803, de 4 de febrero de 1943, p. 1.
[3] La valoración fue hecha muchos años después, en concreto, durante una entrevista concedida por Alzira Vargas al conocido escritor y periodista, Fernando Morais, realizada el 13 de abril de 1988.
[4] Véanse, Lutero Vargas, Getúlio Vargas: A revolução inacabada, edit. Bloch, Rio de Janeiro, 1988, pp. 171-172; Ana Arruda Callado, Darcy: A outra face de Vargas, edit. Batel/Biblioteca Nacional, Rio de Janeiro, 2011, pp. 191-206.
[5] Tal vez, hubo una maduración previa, fruto de la reflexión o de las vivencias. Se ha destacado la creciente alusión en el diario de Getúlio a la divinidad, aunque solo fuese en frases hechas, del tipo quiera Dios, o a Dios gracias. Recordamos que el Presidente llevó diario -conocido y publicado- entre 1930 y 1942.
[6] Me han resultado útiles las siguientes lecturas de textos asequibles por Internet: Carlos Sixirei Paredes, La Iglesia en Brasil en los años treinta: del anticlericalismo a la defensa de la democracia, Hispania Sacra, vol. 53, nº 108, año 2001, pp. 695-705; Paulo Julião da Silva, A Igreja Católica e as relações políticas com o Estado na Era Vargas, Anais dos Simpósios da ABHR, Vol. 13 (2012), 11 pp.; Carlos Vinícius Costa de Mendonça, María Rita de Cássia Sales Pereira, Pablo de Andrade Rodrigues e Bruno Zottele Loss, Luz, escuridão e penumbra: o Governo Vargas e a Igreja Católica, Dimensões, vol. 26, 2011, p. 277-291; José Ivo Follmann & Celso Gabatz, Secular state and freedom of religion in Brazil: The Brazil-Holy See Concordat and the “General Law of Religions”, Ciências Sociais Unisinos 53(2):225-233, maio/agosto 2017, pp. 225-233; Daniel Soares Simões, O rebanho de Pedro e os filhos de Lutero: O Pe. Júlio Maria de Lombaerde e a polémica antiprotestante no Brasil (1928-1944), Universidade Federal da Paraíba, João Pessoa, março de  2008.
[7] Referencia biográfica del cardenal Leme (1882-1942), arzobispo de Rio de Janeiro (1930-1942), en los verbetes de la Fundación Getúlio Vargas, a cargo de Regina da Luz Moreira (14 páginas).
[8] El decreto papal es de fecha 16 de julio de 1930. Vargas tomó posesión de la Jefatura del Gobierno Provisional el 3 de noviembre del mismo año. Recuerdo que el apelativo virginal de Aparecida no tiene que ver con ninguna aparición, sino con que se le rindió culto desde comienzos del siglo XVIII en la localidad de Aparecida, en el interior del Estado de São Paulo.
[9] No es extraña la demora, habida cuenta de que el monumento se levantó en virtud de suscripción popular, unida a las aportaciones de eventos deportivos, culturales y sociales, así como -finalmente- a subvenciones oficiales, y su construcción, que llevó cinco años, fue un alarde de la ingeniería de aquel tiempo. Al levantarse sobre terreno de dominio público, hubo de recabarse autorización, que se otorgó el 1 de junio de 1922 por el Ministro de Hacienda, Homero Baptista.
[10] Véanse: Decreto n. 19.941 de 30/4/1931, que restablecía la enseñanza religiosa en los niveles primario, secundario y normal, siendo Ministro de Educación, Francisco Campos; José Damiro de Moraes, Cecília Meireles e o ensino religioso nos anos 1930: embates em defesa da escola nova, Educação e Pesquisa, vol. 42, no. 3, São Paulo, Julho/Septembre 2016, pp. 741-754.
[11] He relatado el episodio en este mismo blog: Historias curiosas de la Era Vargas. Primera parte, capítulo 3 (¡A mí la familia!).
[12] Sobre la mujer de Getúlio, véase Ivana Guilherme Simili, Mulher e política. A trajetória da primeira dama Darcy Vargas (1930-1945), editorial da Unesp, São Paulo, 2008.
[13] Véase en este blog, Historias curiosas de la Era Vargas. Primera parte, capítulo 2 (Amores presidenciales).
[14]  Véase su primera edición, Porto Alegre, 1960, pp. 129-130.
[15] Sobre todo, hay discordancias en las fechas de entrega de la banda presidencial a Getúlio (1933, 1934, 1935) y en las características preciosas de la misma (oro, brillantes). Véanse: Lira Neto, Getúlio (1930-1945), citado en nota 1, pp. 190-191; Álvaro Oppermann, O zelador mais importante do Brasil, Superinteressante, 31/08/2008; Instituto Geográfico e Histórico Brasileiro, Noticiário, no. 304, 31/07/2015.
[16] Sede del Poder Ejecutivo de la República de Brasil entre 1897 y 1960, sito en la calle del mismo nombre del distrito de Flamengo, en Rio de Janeiro. Actualmente (2018) alberga el Museo de la República y algunas otras dependencias (teatro-cine, biblioteca, etc.).
[17] Aunque puedan parecer lugares poco verosímiles para guardar la banda, es lo cierto que la misma, al ser devuelta por el celador, presentaba evidentes señales de roce y arrugas. Por otra parte, la casa de Albino no era precisamente un lugar seguro: se casó con una mujer que llevó consigo varios hijos, habidos de un matrimonio anterior.
[18] Apodo que Alzira Vargas puso a Albino José Fernandes, por motivos obvios.
[19] Albino José Fernandes permaneció en activo, como celador del Catete, hasta el año 1958, en que el Presidente Kubitschek ordenó su jubilación, condecorándolo con la Orden Nacional del Mérito. El homenajeado, próximo a cumplir los ochenta años, mostró su contrariedad por tener que jubilarse, y aún adujo, como muestra de su excelente estado de salud mental, que él todavía no necesitaba lápiz y papel para acordarse de sus tareas, como les sucedía a otros compañeros mucho más jóvenes.
[20]  Resumen introductorio acerca de la historia de la pena de muerte en Brasil: Gazeta do Povo. Justiça, Pena capital. Lei brasileira ainda prevé pena de morte; saiba quando poder ser aplicada, 20/10/2017.
[21]   Aludo al hecho de que no se aplicó, pues en los casos en que se impuso, medió indulto. Y otro tanto acaeció con las 66 sentencias de muerte impuestas por los Tribunales militares a miembros de la Fuerza Expedicionaria Brasileña, que combatió en Europa junto a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial: ver Rostand Medeiros, Eles desonraram a farda da FEB, TOK de História, 8/2/2013.
[22]  La excepción para los delitos militares se ha mantenido inalterada hasta el presente (2018): véase el Código Penal Militar brasileño vigente (de 21 de octubre de 1969, con numerosas reformas posteriores), artículos 55 a 57.
[23] Sobre el Tribunal de Segurança Nacional, véase en este mismo blog mi ensayo, El Tribunal de Seguridad Nacional del Brasil de la Era Vargas.
[24] Creo que el mejor libro sobre la dinámica de los hechos de aquel golpe sigue siendo el de Hélio Silva, 1945: Por qué depuseram Vargas, Civilização Brasileira, Rio de Janeiro 1976. Con el atractivo de una vívida crónica, Lourival Coutinho, O general Góes depõe…, edit. Coelho Branco, Rio de Janeiro, 1956. Resumen de los hechos, en Lira Neto, Getúlio (1930-1945), citado en nota 1, pp. 479-490.
[25] Véase carta de Sérgio Ulrich de Oliveira a Getúlio Vargas, fechada el 13 de julio de 1929, en los archivos de la Fundación Getulio Vargas.
[26] La distancia entre Uruguaiana y São Borja es de 180 quilómetros, pequeña para las dimensiones del Estado de Rio Grande do Sul y, no digamos, para las generales del Brasil.
[27] Véase Lourival Coutinho, O general Góes depõe…, citado en nota 24, pp. 448-462.
[28] Su biografía (1901-1981) está correctamente resumida en el correspondiente verbete que le dedica la Fundación Getulio Vargas, accesible por Internet.
[29] Efectivamente, José Linhares (1886-1957) tomó posesión interina de la Presidencia de la República el 31 de octubre de 1945, la cual ejerció hasta que, elegido por sufragio popular el candidato Eurico Gaspar Dutra, este se posesionó del cargo el 31 de enero de 1946.
[30] Luís Fernandes Vergara (1894-1973), ayudante civil de Getúlio desde 1928, su Secretario entre 1936 y 1945, escribió un muy interesante libro de memorias: Fui Secretário de Getúlio Vargas, edit. Globo, Rio de Janeiro, 1960.
[31] Véase Lutero Vargas, Getúlio Vargas: A revolução inacabada, edit. Bloch, Rio de Janeiro, 1988, p. 158; Luis Vergara, Fui Secretário…, citado en nota 30, pp. 180-182.
[32] Era Agamenon Magalhães (1893-1952), que ocupaba el cargo desde enero de ese mismo año, 1945.
[33] Eduardo Gomes (1896-1981), militar y político brasileño, de amplia y atractiva trayectoria, ha encontrado, al fin, un biógrafo: Cosme Degenar Drumond, O Brigadeiro. Eduardo Gomes: Trajetória de um héroi, edit. De Cultura, São Paulo, 2012.
[34] La teoría de la invención carioca tiene el apoyo del nombre de una cocinera real, doña Heloísa Nabuco de Oliveira, corroborada por declaraciones a la prensa de una hija suya. La del origen paulista (se apunta, incluso, al barrio de Pacaembu) puede basarse en el hecho de que São Paulo tuvo en su día las primeras fábricas productoras de leche condensada de Brasil (en Araras y en São Paulo, fundadas en 1921 por la multinacional Nestlé), así como la del chocolate más citado para los primeros brigadeiros (el Chocolate do Padre, producido por la fábrica Gardano, también establecida en 1921). La tesis riograndense se funda en posibles razones de tipo político por las cuales, siendo ese Estado muy poco propicio al Brigadeiro Gomes, el dulce hubo de adoptar un nombre menos comprometido con su candidatura y más con el chocolate.
[35] Los ingredientes de los primeros brigadeiros de Rio eran -según la fuente citada en la nota 34- leche, huevos, mantequilla, azúcar y chocolate. Pero la receta paulistana, en su versión hoy mantenida, incluye leche condensada, mantequilla, chocolate en polvo y -para la cobertura- chocolate granulado; por tanto, no lleva huevos. El dulce es horneado, incluso en los actuales microondas.