miércoles, 29 de noviembre de 2017

A VUELTAS CON LA GENÉTICA. ENTREGA Nº 1


A vueltas con la Genética. Entrega nº 1


Por Federico Bello Landrove


     El mundo de la Genética está en constante evolución. Esta serie de ensayos pretende ser una aproximación a algunos de los avances y descubrimientos científicos más recientes en la materia. Al propio tiempo, puede suponer una actualización del trabajo general presentado en este blog, bajo el título de Lamarck y Darwin se unen: Revisión general de la doctrina en materia de aleatoriedad de las mutaciones.




1.      Un nuevo paradigma de la Evolución[1]


     Uno de los axiomas esenciales del paradigma darwinista (y neodarwinista) de la Evolución es el de que esta avanza gracias a la fijación y generalización de mutaciones favorables, que permiten a quienes las poseen mejores tasas de supervivencia y reproducción. Durante muchos años, se han ido acumulando datos en contra de esta aseveración, no en términos cualitativos (es decir, porque fuera radicalmente falsa), sino cuantitativos (existencia de otras vías de adaptación ambiental y, por ende, de progreso evolucionista). Entre las principales objeciones al paradigma tradicional, se señalan las siguientes: 1ª. La marcha relativamente rápida y constante de la Evolución, muy superior a la que podría inferirse del escasísimo número de mutaciones favorables y de las dificultades de fijación de las mismas. 2ª. Su difícil compatibilidad con la deriva génica, que se produce en todas las poblaciones y especies cuyo número de individuos no sea extraordinariamente elevado. 3ª. La imposibilidad práctica de que, por el mero juego de mutaciones favorables, puedan producirse los grandes cambios genómicos (tasas de mutación; tamaño del genoma -duplicaciones, etc.-; estructura cromosómica). De hecho, hace ya bastantes años, Motoo Kimura[2] aseveraba que no más de un cinco por ciento del genoma puede haber evolucionado por purificación selectiva de mutaciones favorables. Y, lo que es tanto o más importante, los grandes cambios morfológicos o de bauplan habrían sido imposibles -en sí mismos y/o en su explosiva rapidez-, de tener una exclusiva dependencia de las mutaciones positivas.

     Siendo así, ¿de dónde extrae la Evolución la variación genética para progresar con la eficacia y velocidad con que lo hace? No puede ser de otro mecanismo génico que de las mutaciones neutrales, cuyo gran número, conservación y recuperación del estado de letargo están suficientemente comprobados. Este tipo de Evolución parece más lamarckiano que darwinista, por cuanto potencia la variación fenotípica y es compatible con la deriva genética de las poblaciones no muy elevadas. Y, por supuesto, está plenamente de acuerdo con lo comprobado científicamente: existe un mantenimiento o no purificación, no solo de las mutaciones positivas, sino también de las neutras; en suma, de todo lo que no es deletéreo.

     La filosofía genética que podemos deducir es ciertamente muy ilustrativa. De una parte, aplaca el orgullo científico que subyace en cualquier tesis demasiado drástica sobre asegurar lo que es bueno, indiferente o malo en términos ambientales. De otra, permite la conservación y fijación de numerosos fenotipos (variabilidad genética) que, aunque no sean directamente positivos, tampoco son obviamente perjudiciales. En suma, la Naturaleza sigue siendo práctica (obstaculiza la supervivencia de los inadaptados), pero no es dictatorial ni cruel: junto a la supervivencia de los más aptos, admite sin objeción la de los que no estén inadaptados.




2.      El epitranscriptoma, nuevo giro de la Epigenética[3]


      Cuando ya estábamos acostumbrados a basar la Epigenética en marcas en el ADN y en las histonas, se descubre que más de un centenar de tipos de ellas, existentes en el ARN, pueden tener una finalidad parecida. Desde 2009 se vienen estudiando estas marcas reversibles del ARN, las proteínas que las eliminan, su forma y ubicación (la más frecuente es la metilación de la adenina), así como constatando el papel que juegan en la regulación de los genes y, por ende, en la síntesis de proteínas. Los primeros mapas del epitranscriptoma sugieren no menos de siete mil genes afectados y doce mil lugares metilados. Más sorprendente, la distribución de las marcas epigenéticas del ARN no es aleatoria, sino que implica su intervención en diversas funciones, tales como el splicing (corte y empalme), que permite fabricar diversas proteínas a partir de la acción de un único gen; la traducción y estabilidad del ARN; la diferenciación celular; la sincronización de la actividad celular, o la coordinación entre los grupos de genes (al modo que también lo hacen los microARN).

     Para lograr la realización de todas esas funciones, el ARN necesita de tres tipos de proteínas: las que fijan las marcas epigenéticas, las que las borran y las que las interpretan, determinando el destino del ARN mensajero (su degradación, el corte y empalme, o bien su traducción en proteínas).

     De una forma u otra, se va encontrando el epitranscriptoma en muchísimos seres: bacterias, algas, gusanos, insectos, mamíferos (incluido el hombre). Las marcas en el ARN parece que son más o menos abundantes, según las etapas del desarrollo del individuo. Aunque se ha constatado que son muy abundantes en el cromosoma X de los mamíferos, no se ha demostrado hasta ahora que las marcas del ARN pasen a la descendencia, a la inversa de lo que sucede -o puede suceder- con las del ADN.

     Seguramente, el futuro próximo deparará la detección de otros muchos tipos de marcas en el ARN. De hecho, su estudio actual es incipiente y está lleno de ambigüedades, que solo podrán superarse con mejores técnicas de microscopía y secuenciación. También está empezando el análisis de los defectos epitranscriptómicos en ciertas enfermedades, como el cáncer de pulmón y ciertas formas de leucemia, pero los especialistas están seguros ya de la relación causa/efecto entre las deficiencias en el epitranscriptoma y algunas modalidades cancerosas.




3.      Una maravilla llamada CRISP-Cas[4]


     Los procariotas (bacterias y arqueas) han ido creando evolutivamente sistemas de inmunidad frente a virus y plásmidos, congénitos o adquiridos. El sistema CRISP-Cas (en lo sucesivo, C-C) es el único sistema de inmunidad adquirida que se conoce, que tenga capacidad adaptativa y sea transmisible a la descendencia. Se asemeja a una vacunación, pues consiste en registrar o mantener memoria genética de previas infecciones, para luego reconocer y destruir el material genético de ulteriores invasores del mismo tipo.

     El mecanismo comienza por la incorporación al ADN del procariota de una secuencia corta y repetitiva del ADN del invasor. Sigue con la detección de todo atacante que tenga esa secuencia en su genoma. Termina con la actuación de moléculas de ARN guía, que producen proteínas endonucleasas, capaces de cortar y degradar la secuencia homóloga en el ADN del virus, impidiendo así su proliferación.

     Se han localizado hasta ahora cuatro familias de genes productoras de sistemas C-C y hasta 45 familias de proteínas implicadas. En todos los casos, el corte en el ADN es tan preciso y limpio, que no varía en más de dos a cinco pares de bases.

     La inmunidad así adquirida por la célula procariota pasa a las células hijas y, poco a poco, va generalizándose en la colonia. No siempre ello es bueno, pues hay virus y, sobre todo, plásmidos que pueden ejercer una función simbionte sobre la célula bacteriana. Por eso, algunas especies tienen un mecanismo silenciador del sistema C-C, lo que no quiere decir que carezcan de él.

     La técnica C-C está teniendo enormes aplicaciones en la ingeniería genética, al permitir el corte y empalme con extraordinaria facilidad y precisión. También se viene ya usando en la prevención y tratamiento de numerosas enfermedades, gracias a su potencia como microbiano selectivo y a su capacidad para modificar la información genética, controlar la expresión de los genes y visualizar regiones concretas del genoma.  

    





[1] Laland K. et al. Does evolutionary theory need a rethink? Nature 514 (2014), 161-164. Guerrero-Bosagna C. Evolution with no reason: A neutral view on epigenetic changes, genome variability and evolutionary novelty. BioScience XX (2017), 1-8. Guerrero-Bosagna C. Epigenetics, evolution and the survival of the non-unfit. Biochemical Society, October 2017, 8-11.
[2] Kimura, M. Recent development of the neutral theory viewed from the Wrightian tradition of theoretical population genetics. Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 88 (1991), 5969-5973. Kimura, M. The neutral theory of molecular evolution: a review of recent evidence. Jpn. J. Genet. 66 (1991), 367-386.
[3] Dominissini D. Roadmap to the epitranscriptome. Science, 346 (2014), 1192. Willyard C. El epitranscriptoma, un nuevo giro de la epigenética. Investigación y Ciencia (septiembre 2017), 72-77. Esteller M. El epitranscriptoma del cáncer. Investigación y Ciencia (septiembre 2017), 78-82.
[4] Mojica F.J.M & Montoliú L. On the origin of CRISP-Cas technology: From prokaryiotes to mammals. Trends in Microbiology 24 n. 10 (2016), 811-820. Mojica F.J.M. & Almendros C. El descubrimiento del sistema CRISP-Cas. Investigación y Ciencia (octubre 2017), 22-28.

lunes, 27 de noviembre de 2017

BIOGRAFÍA DE MICHAEL COLLINS (1890-1922)


Biografía de Michael Collins (1890-1922)

Traducción, resumen y notas por Federico Bello Landrove

     La primera buena biografía del gran militar y político irlandés Michael Collins es obra de Tim Pat Coogan, habiendo aparecido su primera edición en 1990. En 2015, se publicó en la web Head of Zeus, en formato completo y abierto a todos los lectores de habla inglesa. Este hecho, así como la inexistencia de traducción al español, me ha llevado a ofrecer en este blog un amplio resumen del citado libro, que, además de prestar un servicio a los lectores, testimonie mi gran interés por el biografiado, a quien el propio Coogan presentó hiperbólicamente como El hombre que hizo a Irlanda.



1.      EL HOMBRE PEQUEÑO[1]


     La familia de Collins eran granjeros en el distrito de Clonakilty, en la zona occidental de condado de Cork (Irlanda). Su propiedad, Woodfield, tenía 49 acres y era lo suficientemente importante como para mantener a los padres y a los ocho hijos que tuvieron (Michael era el menor). Esto es algo muy importante, cuando menos, en sus primeros años, como lo es que su padre tuviera 75 años cuando él nació, el 16 de octubre de 1890, frente a los 38 de su madre, quedando huérfano de padre seis años después. Su infancia parece haber sido feliz, muy querido por los suyos, y con un desarrollo grande, fruto del ejercicio y el deporte (era corpulento, pero no muy alto: apenas 1,78 metros). Su formación infantil y escolar tuvo dos destacadas figuras externas: el herrero y uno de sus maestros, que contribuyeron a su nacionalismo. De todos modos, la ideología nacionalista y católica no era sectaria en su familia, como tampoco el uso de la lengua gaélica (los padres no la hablaban con sus hijos).

     Tras una breve formación profesional para entrar en correos y un aprendizaje ocasional del periodismo, a los 15 años pasó a Londres, con sus hermanas allí residentes, donde ocupó varios trabajos en el ámbito bancario y del seguro, adquiriendo formación burocrática y contable. Moviéndose en ambientes de inmigrantes irlandeses, pronto pasó a formar parte del IRB (Irish Republican Brotherhood) y de otros círculos de activismo político, familiarizándose con el uso de armas en una compañía de voluntarios londinenses, aunque no se alistase para la inminente Guerra Europea. Se tiene constancia de ciertos contactos con personas importantes del nacionalismo irlandés (Griffith, Casement, Devoy), aunque la información no es clara. En paralelo, amplió sus conocimientos con muy abundantes lecturas pues, además del deporte y las diversiones propias de la edad, era un lector compulsivo y un buen trabajador.

     El 15 de enero de 1916, a los 25 años, dio por concluida su estancia en Inglaterra y regresó a Irlanda. Dada la fecha y los antecedentes, se cree que lo hizo con el deliberado propósito de unirse a la inminente sublevación que preparaba el partido político Sinn Fein y otros grupos nacionalistas, la cual estallaría cuatro meses más tarde. También pudo influir su deseo de no ser alistado para ir a combatir en Europa.




2.      PASCUA DE 1916


     Al regresar a Irlanda, Collins tenía una sólida reputación entre los irlandeses de Londres, pero era muy poco conocido en su patria. La pertenencia al IRB le colocaba en el meollo de los acontecimientos nacionalistas, pero completó su integración uniéndose al Sinn Fein y la Liga Gaélica, donde conocería a muchos de sus amigos y enemigos del futuro. Era el momento de la preparación del levantamiento de Pascua del año 1916, para el que trabajó aportando materiales y uniformes. La sublevación era una decisión muy aventurada, tanto por la fuerza del enemigo, como por la escasez de armamento y de organización de los republicanos. Por si fuera poco, los ingleses lograron cortar el suministro alemán de armas y los propios nacionalistas entraron en una dinámica de órdenes y contraórdenes que acabó por confundir a los participantes, de modo que el alzamiento se redujo prácticamente a Dublín y con menor número de intervinientes del esperado. Con todo, el Comité mantuvo la fecha, 24 de abril de 1916, publicando hacia mediodía su famoso manifiesto de proclamación de la República, desde el edificio de la Central de Correos dublinesa.

     Los insurgentes se hicieron fácilmente con una decena de edificios y lugares clave alrededor del centro de Dublín, aunque no se atrevieron con el Castillo. Eran unos 1.200, frente a 6.000 ingleses, que pronto fueron reforzados. Así, la acción se convirtió en una resistencia numantina, que duró alrededor de dos semanas, con el resultado de unos 250 muertos y 2.000 heridos civiles, frente a 62 combatientes rebeldes muertos, 14 ejecutados y más de mil prisioneros (unos dos mil en total, añadiendo los de otros lugares de Irlanda). Entre los presos se encontraban Collins y de Valera[2], quien había estado al frente de la última posición en rendirse. Collins había actuado principalmente como oficial de enlace en la Central de Correos.

     Como la mayoría de los presos, Collins estuvo algo más de un mes en el centro de detención de Stafford Barracks, próximo a Dublín, y luego fue trasladado a una prisión en la Gran Bretaña, en concreto a la galesa de Frongoch, donde permanecería hasta la amnistía de la Navidad de 1916. Durante su reclusión tuvo la oportunidad de seguir conociendo a activistas, ejercer funciones de promoción de los derechos de los internos (incluso huelgas de hambre, ocultación de identidades, etc.) y reflexión sobre los aciertos y desaciertos de la acción de Pascua. En todo momento, su posición fue de firmeza y liderazgo, una postura no siempre bien recibida, pero que acabó impresionando en el extranjero (Estados Unidos) y en Inglaterra, forzando un indulto que, de otra forma, habría tardado mucho más en llegar.

     En cuanto a su reflexión sobre los acontecimientos, Collins reconocía el sacrificio de los dirigentes de Pascua y admiraba a algunos de ellos, pero no compartía su visión trágica y tradicional de los levantamientos populares irlandeses. Al salir de prisión, tenía claro que la lucha habría de proseguir y no tardando, pero en forma de guerrillas y emboscadas, al estilo bóer, que era el único que podía dar cierta igualdad con las formidables fuerzas del Imperio Británico en Irlanda.




3.      ECHANDO ABAJO UNA PUERTA PODRIDA


     Al regresar a su Cork natal, el ex preso Collins se encontró con un ambiente de incomprensión hacia la lucha, favorecido por el momento de bonanza que estaban pasando los granjeros irlandeses con los pedidos de la Guerra europea. Regresó pronto a Dublín, donde el espíritu nacionalista se estaba potenciando por el fracaso del Home Rule[3] y la reacción a las ejecuciones de los líderes de Pascua. También en los Estados Unidos estaban reaccionando severamente los americanos irlandeses, cosa que el presidente Wilson[4] hizo saber al Gobierno británico. Preocupado por ello, Lloyd George[5] envió propuestas en 1916 a Redmond y a Carson[6] para un Home Rule que, por primera vez en la Historia, dividía a Irlanda y el Ulster[7]. Redmond lo rechazó por eso, dándose cuenta además de que la marea sentimental estaba yendo en contra de su Partido, el Irish Parlamentary Party.

     En febrero de 1917, Collins fue nombrado Secretario del Fondo Nacional de Ayuda a Irlanda, lo que le permitió mostrar sus grandes dotes de organizador y comunicador, así como lograr una influencia general para su objetivo esencial de reorganizar a los Voluntarios y participar como dirigente en el IRB y el Sinn Fein. Entre los muchos contactos que estableció destaca el logrado con los detectives del Castillo[8], todos ellos hombres-G[9], Kavanagh, MacNamara, Neligan y Broy.

     Entretanto, se había iniciado la permeabilización del Sinn Fein, fundado por Griffith[10], por las ideas extremistas del nacionalismo y la acción violenta, convirtiéndolo en una fuerza republicana y belicosa, que además se apartara de su ideología abstencionista, enfrentándose electoralmente con los otros partidos, singularmente los unionistas y los parlamentaristas. Tras ciertas tensiones, el Sinn Fein dejó atrás la etapa genuinamente griffithiana y De Valera se convirtió en su Presidente, una vez liberado en junio, junto con los otros 121 presos residuales del levantamiento de la Pascua del año anterior. Con el firme apoyo de Collins y sus voluntarios, varias elecciones parciales fueron ganadas por sus candidatos. De todos modos, estaba claro que, cuando se celebrasen elecciones generales, los diputados fenianos tratarían de no pasar a la Cámara de los Comunes de Londres, sino formar un Parlamento irlandés en Dublín, el Dail Eireann.

     En el tema de la organización y método de los Voluntarios, se produjo el primer encontronazo entre Brugha[11] y Collins, apoyado aquel por De Valera, pues el primero no consideraba oportuno que se pasara a una lucha armada potencialmente mortal. Aún así, desde su puesto de Director de Organización, Collins tuvo la oportunidad de hacer triunfar sus tesis combativas, a poco que la situación se endureció. Varios acontecimientos contribuyeron a ello hasta el final de la Gran Guerra (otoño de 1918): los graves resultados de algunas huelgas de hambre; la fortaleza electoral del Sinn Fein, favorecida por el fallecimiento de Redmond; la profunda penetración de la Inteligencia irlandesa, dirigida por Collins, en el Castillo y en algunos cuarteles, lo que permitió conocer quiénes eran los policías más inhumanos o peligrosos; la negativa a reconocer la jurisdicción de los tribunales británicos, luego abandonada por razones prácticas; y, sobre todo, la orden de conscripción de los mozos irlandeses (unos 150.000) para ir a luchar en Europa, que provocó una ola de indignación en la población irlandesa  (huelga general con pleno éxito, salvo en Belfast) e irlando-americana, apoyada por la Iglesia Católica. En esta situación, Collins fue brevemente detenido por segunda y última vez en su vida, por haber hablado en público contra los intereses británicos. Con todo, los primeros movimientos violentos de los voluntarios y sinnfeiners fueron de tipo económico, para evitar que los cerdos irlandeses fueran sacrificados y tratados industrialmente en Inglaterra, con el consiguiente perjuicio de la chacinería irlandesa. Finalmente, fueron los festejos por la victoria inglesa en Europa los que provocaron las primeras víctimas: Los voluntarios atacaron a los soldados, provocando 3 muertos y 125 heridos, además de un policía fallecido.

     En diciembre de 1918 se celebraron las elecciones generales, en ocasión de hallarse De Valera y la plana mayor del Sinn Fein en la cárcel, por una redada en que no quisieron escuchar las advertencias de Collins. Así, este y Boland[12] tuvieron manos libres para proponer candidatos, los cuales triunfaron aplastantemente (73 escaños de un total de 105). Sólo en cuatro condados del Ulster los unionistas vencieron, siendo sus votos poco más de un 20% del total irlandés. Los diputados electos del Sinn Fein acordaron no trasladarse a Londres y el Gobierno inglés (privado de la dirección de Lloyd George, que asistía a la Conferencia de Paz de París) no tomó medidas serias para impedir sus reuniones y acuerdos. Y algo que luego resultaría trágico para Irlanda: Collins seleccionó a mucha gente extremista, carente de flexibilidad y pragmatismo. Habría de sentirlo cuando se discutiese tres años después el Tratado anglo-irlandés. Pero, entre tanto, estaba claro que la iniciativa política había pasado al lado irlandés y en él empezaba a brillar de modo fulgurante la estrella de Michael Collins.





4.      LOS DOCE APÓSTOLES


     En el año 1919, Collins se ocupa, entre otras cosas, de la inteligencia, el tráfico de armas, los explosivos, los periódicos clandestinos, la emisión de bonos y la creación de su famosa unidad militar de élite, La escuadra, llamada coloquialmente, por su número, los Doce Apóstoles. Es una tarea hercúlea, llevada a cabo con prodigiosa memoria, gran detallismo y cuidado exquisito en la selección y trato de los colaboradores y ejecutores. El pueblo en su conjunto lo admira y ayuda, y su red de informantes y cooperadores se extiende por todo el país, con destacada inclusión de las mujeres. Al mismo tiempo, procura auxilio a la gente de las cárceles, llegando a lograr la evasión de presos ilustres, como Barton, Beaslai y el propio De Valera. Sorprendentemente, este decide marchar a los Estados Unidos, contra la opinión de todos, con el objetivo económico y publicitario de impulsar el reconocimiento de Irlanda por el presidente Wilson. Nadie logrará disuadirlo, sino tan solo demorar hasta junio su partida (precedida del envío de H. Boland, el gran colaborador de Collins), cuando concluya sin esperanza para Irlanda la Conferencia de Paz de París.

     En paralelo, en abril de 1919, se reúne solemnemente el Dail en Dublín, con los diputados electos del Sinn Fein, quienes inmediatamente emitieron una Declaración de independencia, una petición de ayuda y reconocimiento a los demás países y un Programa político de corte socialista. Esto era tanto como declarar la guerra al Imperio Británico, pero todavía De Valera, Griffith, Figgis y otros contuvieron por algún tiempo las acciones violentas de los Voluntarios de Collins, por entender que el pueblo aún no estaba maduro para entender tal efusión de sangre. Los voluntarios pasaron a ser designados como IRA, es decir, Ejército Republicano Irlandés. El Dail fue presidido por De Valera, también Jefe de un Gobierno (Aireacht) de ocho miembros, en el que Collins fue Ministro de Hacienda. Uno de sus primeros trabajos fue lograr la suscripción de un empréstito de un millón de libras, abierto a toda clase de personas, en Irlanda y en el extranjero. Y también en abril, Collins logró penetrar en los archivos policiales, analizando la labor de los Hombres G, lo que le llevó a decidir que estos tenían que ser neutralizados o eliminados, en lo que sería la fase inicial, más conocida y relevante de la guerra anglo-irlandesa.

     Pese al fervor de los irlandoamericanos y a ciertas declaraciones del Congreso americano, Wilson no hizo nada en la Conferencia de París por Irlanda, pues la influencia británica era decisiva y el Tratado de Paz no consentía la independencia de países que formasen parte de los vencedores. Con todo, De Valera no se sintió descorazonado y finalmente logró embarcar hacia Estados Unidos, dejando a Collins como verdadero jefe de la rebelión y de las instituciones que la apoyaban. Así lo fue durante el año y medio siguiente (junio 1919 – diciembre 1920). Los ingleses no dejaron de entender los avisos que les llegaban de América y, en noviembre de 1919, hicieron intentos, aunque poco serios, de revitalizar el Home Rule, con total diferenciación del Ulster y el resto de Irlanda, y limitación muy restrictiva de las facultades de sus Parlamentos. Al menos, eso sirvió de coartada al Gabinete inglés para declarar fuera de la ley al Dail e incrementar su presencia militar en la Isla, mientras se iba viniendo abajo la eficacia de la policía autóctona.

     Esa caída era fruto de la operación de Collins, consistente en amenazar de muerte a los hombres G y acabar efectivamente con los más recalcitrantes de ellos, a través de La Escuadra, cuyos asesinatos repugnaron a muchos, pero que acabó por hacerse tolerable, incluso para sacerdotes católicos, dado que las muertes eran avisadas, selectivas y decididas de forma cuidadosa y no vindicativa a nivel personal. La disciplina y fidelidad de los apóstoles hacia Collins fue total y la eficacia de la operación resultó decisiva en la marcha de la guerra, que en el año 1920 alcanzaría su culminación.   

                                                                                            
                                                                                                                                                                                                                   

5.      EL AÑO DEL TERROR


      En el año 1920 llegaron a Irlanda los Black and Tans[13], que aumentaron hasta bastante más de 50.000 los efectivos ingleses, mientras que los voluntarios que se les enfrentaron exitosamente no eran más de tres o cuatro mil. La paralización del avance inglés fue fruto del espíritu del pueblo y del esfuerzo en el ambiente subterráneo del espionaje y la “inteligencia”, tan mimado por Collins. En muchos aspectos (escuadrones de la muerte, torturas, etc.) ambos bandos utilizaban los mismos métodos y, por ello, las venganzas eran recíprocas. La mayor característica diferencial era que los irlandeses luchaban con pequeñas columnas móviles, que se desplazaban por todo el país, aunque estuvieran reclutadas en una zona determinada.

     La lucha fue favorecida por la toma del poder administrativo por autoridades afines al Sinn Fein y el IRA. No solo sus diputados eran más de los 2/3, sino que en los Ayuntamientos consiguieron dominar en 172 de un total de 206. Ello les dio poder, pero también el ser víctimas de represalias, que llegaron a alcanzar a alcaldes importantes, como el de Cork o los sucesivos de Limerick (en 1921).

     Los británicos también cambian de equipo directivo por esas fechas, con mucha presencia de gente del Servicio Secreto. Pero son los Black & Tans la pieza más llamativa. En general eran gente desempleada y con conocimientos militares o de violencia, contratados por media libra al día. Más preparados estaban los Auxiliary Cadets (Auxies), ex oficiales de la Guerra Mundial, que cobraban una libra al día. Los del Servicio Secreto eran de lo mejor de Inglaterra y trataron de infiltrarse en el campo enemigo, aunque en ese sentido Collins tuvo mucho más acierto, incluso en el Ulster. En algunos momentos y espacios de Dublín (Kidd’s Back, Cairo, Devlin’s, hotel Wicklow) hubo lugares de reunión en que llegaron a coincidir unos y otros, con el propósito de controlarse y espiar. Uno de los puntos a favor de Collins era su férreo control unitario, mientras entre los británicos había diversas fuerzas que rivalizaban.

     ¿Cómo se comportaba Collins? Era muy duro en el mando, llegando hasta las broncas, que le crearon más de un enemigo entre los suyos; muy visceral, poco controlado en sus enfados pero, al mismo tiempo, sabía perdonar y pedir perdón, y se preocupaba mucho por los suyos y sus familias. Desde luego, era una persona entregada, de gran inteligencia y rapidez de acción, incapaz de sentirse derrotado y muy apto para transmitir energía y optimismo a sus hombres. Era el primero en correr riesgos y le gustaba el combate; bromista, dotado de gran magnetismo y de aparente buena suerte. Era accesible a los demás y sensible a sus problemas. Sabía ocultarse y pasar desapercibido en lo posible. Bastante mal hablado, honraba a las familias de los caídos y de los presos, incluso De Valera.

     Un elemento importante en la estrategia irlandesa eran las huelgas de hambre de los presos, que los ingleses trataron con benevolencia al principio, pero luego dejaron llegar hasta la muerte. Las causas generales eran pedir la libertad o ser tratados como prisioneros de guerra, e iban acompañadas de manifestaciones pacíficas y de huelgas laborales, más o menos generales. Las hubo sonadas a partir de abril de 1920, tanto en Dublín como en Inglaterra.

     Había autoridades o gentes inglesas que luego serían famosas (Henry Wilson, Montgomery, Percival) muy dadas a la violencia, dentro de un mundo violento por sí y que nunca reaccionó en forma ante verdaderos crímenes. Eso pasaba también en el otro bando: Se ha especulado mucho sobre las diferencias entre Brugha y Collins a ese propósito, sobre todo con los famosos avisos de ejecución a hombres G y ejecuciones sin juicio a espías, pero la verdad es que aquel mundo era sangriento de por sí, incluso para civiles poco implicados y menores de edad combatientes (profesores y sacerdotes no solían enfrentárseles). En agosto de 1920, hubo una reunión plenaria del IRA, para discutir sobre condenas de muerte, ejecuciones y emboscadas, produciéndose la división antes indicada, pero Collins, de una manera o de otra, se llevó el gato al agua y todo siguió según su criterio o bajo su mando, pese a ser Brugha el Ministro de Defensa.

     Poco antes, en mayo, el Gabinete inglés había decidido dar a la guerra una vertiente económica: fuertes multas, destrucciones de casas y fábricas. Ello, unido al abandono del campo por los perseguidos y combatientes, así como a las represalias hacia los unionistas, generó una crisis económica y de subsistencias que, como tantas veces, desembocó en subida de precios y auténtica hambre. En paralelo, Wilson[14] y Churchill[15] acaudillaban una política de mano dura, que favorecía el disparar a mansalva, incluso en poblado o a civiles. Se calcula en unas 200 personas las que cayeron víctimas de la violencia inglesa a lo largo de 1920.

     Otra muestra de la violencia era la tortura, por venganza o para obtener información, usada sistemáticamente en el Castillo y los cuarteles, por no hablar de casos de víctimas inglesas. Los irlandeses respondían con venganzas, incluso en Inglaterra. En este sentido, Collins era implacable. Con todo, la gran arma de Collins era su eficacia en obtener información de personas de dentro del sistema de Inteligencia británico, una información que le llegaba inmediatamente (al Vaughan’s Hotel) y se transmitía a toda Irlanda por medio del sistema de correo del ferrocarril. La eficacia irlandesa trataba de ser balanceada con violencia sin límite, como prometió el coronel Smyth en junio de 1920, llegando incluso al hundimiento de un barco, el Viknor, con emigrantes y pasajeros del IRA. En el Ulster protestante, la policía y los voluntarios, muy bien organizados, hicieron el mismo trabajo contra los nacionalistas irlandeses, generalmente católicos.

     Un punto muy conflictivo fue el del suministro de armas y explosivos mediante el contrabando naval, que estuvo a punto de fracasar por la muerte de Joe Vize -mano derecha de Collins en estos temas- y por el empeño de Brugha de llevar la guerra a Inglaterra, sobre todo a los puertos de Liverpool, Manchester, etc., lo que sirvió de muy poco (no había infraestructura), pero aumentó el control policial sobre las cargas. Finalmente, se restableció el suministro, tanto de armas, como de clorato de potasa.

     Por último, digamos que Collins tuvo gran éxito en dar publicidad y presencia masiva ante las ejecuciones y huelgas de hambre más famosas. No solo el pueblo irlandés se solidarizó estremecido, sino que muchos británicos y extranjeros empezaron a mirar con malos ojos los métodos ingleses. El propio Lloyd George, en octubre, afirmaba que estaban de asesinatos hasta el cuello, aunque seguía confiando en la reorganización policial y tolerando los excesos. Por su parte, Collins estaba muy lejos de ceder o de acoquinarse ante la violencia británica. Los meses siguientes lo probarían de sobra.





6.      EL CIELO SE OSCURECE


     El periodo noviembre 1920-julio 1921 fue el más mortífero de la guerra, empezando por el Domingo Sangriento (21-11-1920), cuando el Cairo Gang (Servicio Secreto británico en Irlanda) fue desmantelado tras una cuidadosa preparación. 19 implicados fueron asesinados, casi sin pérdidas, y la reacción en el campo de deportes de Croke Park supuso la muerte de 14 irlandeses, de manera indiscriminada. Los hechos causaron la mayor impresión en ambos países, además de la ruina de la labor del Servicio Secreto en Irlanda. Collins hizo lo posible por mostrar su sentimiento y se arriesgó al máximo apareciendo en público. Una semana después, en una emboscada en el condado de Cork cayeron 14 Auxies y las represalias fueron feroces en cuanto a daños y saqueos en dicha ciudad.

     Poco después, Broy fue descubierto a medias y estuvo a punto de ser ejecutado. Grave para Collins fue también que cogieran gran parte de su documentación, lo que puso en peligro a personas y operaciones. Con todo, su buena suerte y la acrisolada lealtad de los suyos le permitió no ser detenido, con la admiración y protagonismo cada vez mayor ante propios y enemigos.

     Las carencias de armas y municiones empezaron a sentirse. Los suministros estadounidenses, a través del Clan na nGael[16] (incluso metralletas Thompson) empezaron a ser muy controladas en las aduanas de América. Falta de dinero o de preparación echó a perder una gran operación en Italia (con la cooperación de eclesiásticos irlandeses y de d’Annunzio y Mussolini) y otra de municionamiento en Escocia. Costas recónditas (como la de Cork) estuvieron preparadas para los desembarcos fallidos. Aunque la falta de dinero se debió más bien a cicatería o impreparación del Dail, salpicó la credibilidad de Collins y favoreció la campaña de desprestigio (por celos y colisiones) de Brugha, que De Valera favoreció, aunque finalmente reconociera la inocencia de Collins.

     Esta falta de medios contrasta con la capacidad de recaudación de préstamos por el Sinn Fein, que por aquellos días había obtenido unas 23.000 libras (unos 100.000 dólares), que un correo llevaba a Collins en octubre de 1920, cuando fue descubierto y asesinado por el Servicio Secreto.

     En paralelo seguían las líneas de combate y represalia anteriores, que Collins solía negarse a que alcanzasen a mujeres. Esas represalias y juicios sin garantías movieron el espíritu de personas hasta entonces pasivas. Destrucciones y venganzas alcanzaban a casas y granjas y, en ocasiones, se tomaban rehenes. La cosa llegó hasta tal extremo, que el propio Gobierno inglés decidió paralizar la vía económica de acción. El último coletazo de estas conductas fue el empleo por un tiempo de destacados miembros del IRA (incluso parlamentarios) como escudos humanos, lo que exasperó a Collins, que preparó muy a fondo una redada de políticos de Westminster, que estuvo a punto de cuajar por casualidad con Lloyd George.

     La caída del Cairo Gang fue seguida poco a poco por la reposición de miembros del Servicio Secreto, dando lugar al llamado, por su jefe, Igoe Gang. Las cosas estuvieron equilibradas durante un tiempo pero, en vísperas de la tregua (21-7-1921) Collins había preparado con todo detalle un golpe que habría dejado pequeño al del Domingo Sangriento. La tregua lo evitó, apenas media hora antes de empezar.




7.      LA PAZ LLEGA CAMINANDO DESPACIO


     Desde comienzos de 1921, la paz y los intentos por lograrla van contagiando cada vez a más grupos, no solo los habituales (ingleses católicos; escritores y periódicos sensibles; liberales). El punto clave de inicio es el memorándum del diputado inglés conservador y militar, Cockerill, que anticipará con acierto todos los temas básicos: Unas negociaciones sin condiciones, con el Sinn Fein como interlocutor, sin otros puntos innegociables que la República, la segregación del Ulster y las facilidades en Irlanda para el ejército y la marina británicos. Pronto se sumaría la Iglesia Católica a la intermediación, así como irlandeses moderados residentes en Inglaterra, pero siempre bajo cuerda y con las complicaciones de acordar una tregua que podría dar oxígeno al decaído IRA. Las personas clave en el bando irlandés eran Griffith y Collins, pero pronto se sumaría De Valera, recién llegado de Estados Unidos, al olfato de un posible alto el fuego y negociaciones de paz.

     La larga estancia de Valera en Estados Unidos (año y medio) fue una mezcla de éxitos y fracasos, fruto en parte de su carácter e inflexibilidad. Lo más favorable fue la venta de bonos (5.123.640 dólares), cuyo importe procuró hacer llegar a Irlanda por diversos medios (incluso eclesiásticos), pero reservando una cantidad muy importante para la futura promoción del imperio editorial de su familia, el Irish Press Group. Lo menos bueno fue la ruptura con organizaciones irlando-americanas, lo que le cerró el acceso al reconocimiento por parte de los partidos políticos, pese a haber invertido nada menos que 1,5 millones de dólares en intentarlo. Sus principales antagonistas fueron el juez Cohalan (Friends of the Irish freedom)[17] y el periodista Devoy, editor del Gaelic American[18]. Desde Irlanda, Collins y Griffith cerraron filas con su Jefe y trataron de minimizar los efectos de su ego y deseos de dirigirlo todo. H. Boland ayudó en esta tarea, viajando incluso a Irlanda para explicar la situación.

     El reconocimiento oficial de Irlanda y De Valera fue también obstaculizado por la oposición del Senado a aprobar los Catorce Puntos de Wilson[19] e ingresar en la Sociedad de Naciones. Tampoco ayudó la simpatía con Alemania durante la Guerra, ni el lujo y larga duración del viaje “presidencial”, que dejó a Collins todo el prestigio y la carga de la resistencia. Esto lo aprovechó sobre todo Devoy, al que acabó de indignar la fundación en noviembre de 1920 de la American Association for the Recognition of the Irish Republic, controlada por De Valera, hecho lo cual este regresó a Irlanda de manera subrepticia.

     La intervención de la Iglesia en los esfuerzos de paz tuvo la figura clave en el arzobispo Clune[20], que actuó eficazmente de mediador, en tanto el cardenal Mannix[21] fue rechazado por los ingleses, como demasiado favorable a los rebeldes (fue el promotor del Irish Relief Fund)[22]. Sus gestiones fueron muy laboriosas pero se estrellaron ante los duros del Gabinete inglés, que no aceptaban una tregua sin entrega de armas, ni una amnistía que alcanzara a Collins y Mulcahy[23], logrando convencer a Lloyd George (diciembre de 1920) de que la victoria era cosa de cuatro meses como máximo. Por otro lado, los sublevados no contaban con pleno apoyo eclesiástico, debido a sus violencias y a la presión británica en el Vaticano, habiendo estado a punto de recibir una condena por parte del Papa, Benedicto XV, como recibieron la excomunión del obispo de Cork.

     Por su parte, la Cruz Roja Americana logró recaudar unos cinco millones de dólares que, a lo largo de 1921, hizo llegar a Irlanda, con el compromiso de que el IRA no se beneficiaría de esos fondos. El Relief Committee[24] logró el apoyo público que De Valera había sido incapaz de lograr.

     Entre tanto, las relaciones Collins - De Valera hicieron crisis, junto a la inquina hacia aquél de Brugha, Stack y otros. El detonante fue la estrategia valeriana de enfrentarse en batalla campal a los ingleses, aunque solo fuese para llamar la atención internacional. El 25 de mayo de 1921 tuvo lugar el ataque a la Aduana de Dublín, que se zanjó con casi un centenar de muertos, heridos y prisioneros del IRA, lo que Collins juzgó desastroso y no quiso dirigir las operaciones. De cualquier forma, fue el final de la opción militar británica, embarcándose a partir de entonces en negociaciones directas de paz. En paralelo, las elecciones irlandesas de 24 de dicho mes trajeron un triunfo aplastante del Sinn Fein, que ganó en el sur casi por unanimidad, en tanto en el Ulster la victoria fue unionista, pero con menos ventaja que en ocasiones anteriores. Finalmente, el discurso del rey Jorge V en Belfast, inspirado por Smuts[25], abrió la puerta a las negociaciones en términos abiertos y oficiales.

     El punto de partida del acuerdo fue, desde el primer momento, la concesión a Irlanda del estatus de Dominio[26] y su inserción en la Commonwealth[27], desechando el republicanismo y la previa consideración como Estado soberano que se asociaba voluntariamente. También se excluía la existencia de una Marina irlandesa. La tregua finalmente supuso, no solo el alto el fuego, sino que el IRA mantuviera su armamento y no hubiese excepciones en la libertad de sus dirigentes. Se inició el 11 de julio de 1921 y fue recibida con júbilo por el pueblo, pero con escepticismo por sus jefes, incluido Collins. Al día siguiente, De Valera y los de su cuerda viajaban a Londres a negociar con Lloyd George, dejando inexplicadamente a Collins fuera del juego. Los ingleses agradecieron el gesto pues estaban convencidos de que Collins era un extremista y De Valera una persona más manejable. Tras casi dos meses de negociaciones constataron parte de su error: De Valera era un sinuoso, del que nunca se sabía con precisión cuál era su postura, aunque las buenas palabras abundasen. Por lo menos, reconoció entonces que la República era inviable y que la autodeterminación del Ulster tenía que ser reconocida.

     Mal que bien, la tregua se mantuvo. A finales de agosto, de Valera decidió que, a partir de entonces, las negociaciones fuesen llevadas en Londres por plenipotenciarios dirigidos por Griffith y Collins, aunque informasen y pidiesen parecer para todo lo esencial. De Valera no dio instrucciones precisas, más allá de una ambigua postura, la Asociación Externa, que no era otra cosa que un juego de regateos, a sabiendas de que lo que se conseguiría sería menos de lo anunciado y de lo que los duros (como Brugha) consideraban un mínimo. Collins comprendió que se trataba de una encerrona, con él como chivo expiatorio. No obstante, aceptó el encargo, consciente de que, aunque presidiera Griffith, sería de facto la cabeza de la Delegación. Así, fue él quien casi todas las semanas viajó a Dublín a dar cuenta de la marcha de las negociaciones. No puede decirse, en ningún caso, que incumpliese las instrucciones de Valera, ni que este desconociera lo que se estaba discutiendo; tanto más, cuanto que una parte de la Delegación estaba formada por gente de su total confianza (Barton,  Duffy, Erskine Childers).




8.      APACIGUANDO ESA VIEJA CONTIENDA


     La conducta de Collins durante la negociación del Tratado estuvo marcada por una serie de dificultades y condicionamientos, entre los cuales: A) El no ser en teoría el jefe de la delegación irlandesa, aunque sí de facto: Por ejemplo, Griffith le condicionó en el punto de la unidad con el Ulster. B) La diversidad de opiniones y de influencias entre los delegados. C) El conocimiento de la absoluta debilidad del IRA para hacer frente a la guerra total e inminente, con que Lloyd George amenazaba. D) La postura inamistosa y confusa de Valera y la gente de Dublín, que le estaban además minando el terreno en su posición de jefe financiero y militar. Dentro de todo ello, posiblemente fuera una ventaja, aunque envenenada, el sistema de subconferencias, que dio más poder a Griffith y Collins, pero a costa de generar discrepancias y desconocimiento[28].

     A posteriori, se tiene la impresión de que: A) Todo lo esencial había ya sido pactado en el verano y aceptado aparentemente por De Valera, de modo que poco podían avanzar u ofrecer las segundas negociaciones. B) Los irlandeses de Dublín y, en parte, los de Londres se centraron en temas, o imposibles (República, Asociación Externa) o meramente nominales (juramento de fidelidad a la Corona), a costa de no insistir lo bastante en el tema crucial de la unidad de Irlanda o, cuando menos, de los límites del Ulster en función de las mayorías de población[29]. C) Los auténticos progresos que alcanzaron los negociadores irlandeses (cuestiones militares, financieras o comerciales) fueron despreciados por los opuestos al Tratado. D) No se tuvo en cuenta el punto de vista de Collins, que era el de jugar con las posibilidades del Tratado a medio plazo, como la Historia le dio la razón (Estatuto de Westminster[30], etc.).

     Por lo demás, es claro que el vigor y los hechos consumados de los unionistas (convencimiento de que “el Ulster luchará”) y la fuerza de los halcones del Parlamento inglés jugaron en contra de la parte irlandesa. Frente a ello, carecemos de fuentes escritas amplias para saber la actitud del Aireacht, cuando el texto casi definitivo del Tratado se le sometió el 3 de diciembre. Allí se vio la desunión en cuanto a la decisión final (firmar o no firmar), qué hacer con el Tratado (someterlo al Aireacht, al Dail o a referéndum popular) y qué puntos eran los más rechazados (sobre todo, el famoso juramento de fidelidad al Rey). De Valera volvió a negarse a asumir la presidencia de la delegación; nadie se atrevió a romper las negociaciones, por miedo a la guerra y a la opinión pública, y los delegados volvieron a Londres más divididos que nunca.

     Los últimos días fueron dramáticos, con ultimátums de los ingleses y fiasco irlandés al pretender, a última hora y por la fuerza de Collins, replantear el tema de la unidad o los límites del Ulster. Finalmente, hubo retoques en materia de juramento, marina y comercio, y se redujo a un mes el plazo para que el parlamento de Belfast decidiese sobre su incorporación al Estado Libre, que obviamente rechazó. El último obstáculo fue que Lloyd George exigiera unanimidad en la firma, lo que forzó a Barton y a Duffy a suscribir el Tratado. Collins lo hizo al borde del agotamiento, con aquella famosa frase: “Yo puedo haber firmado mi efectiva sentencia de muerte” (6-XII-1921).





9.      LUCHANDO CONTRA LAS OLAS


     Con la firma del Tratado, empezó la pesadilla. Collins, y también su novia Kitty Kiernan, fueron alcanzados por una injusta campaña de desprestigio, que incluía acusaciones de borracho, homosexual, mujeriego, amigo de los ingleses y comprado por dinero y lujo. Como única consecuencia favorable, todo ello dio a su figura un tono romántico y de ficción, que completó el que había adquirido durante la guerra contra los británicos. Pero no hay que engañarse: tras esa campaña estaban quienes lo aborrecían o querían acabar con el Tratado, desprestigiando a sus firmantes.

     De Valera, indignado por enterarse de los términos del Acuerdo por la prensa[31], puso el grito en el cielo y pidió la destitución de Collins, Barton y Griffith como ministros. No tuvo mayoría para ello, y pasó a una segunda queja: la de que el Tratado no recogía su tesis de la Asociación Externa. En las discusiones del Gobierno, los firmantes adujeron lo inevitable del contenido y la falta de precisión de las instrucciones previas. Pese a perder por 4 a 3, De Valera salió en los periódicos diciendo que el Tratado iba en contra de los deseos mayoritarios de la nación y que él nunca podría aconsejar su ratificación. Pero otros, entre ellos Collins, sostuvieron que el parecer dominante en el pueblo era favorable y que, en todo caso, se le consultase y ellos aceptarían el resultado. Así pasaron los días anteriores a la discusión en el Parlamento, volviendo a suscitarse la disparidad más encendida sobre el juramento al Rey, no sobre la casi imparable división política definitiva de Irlanda.

      La discusión parlamentaria duró 13 días, con sesiones privadas y públicas (fue derrotada la tesis de Valera, de tratarlo todo en privado). Frente a De Valera, Collins sostuvo: A) Que no se excedieron en su mandato, pues eran plenipotenciarios que nunca recibieron orientaciones precisas. B) Que, si en tanto estimaba su criterio, De Valera debió haber ido a Londres a negociar. C) Que la última versión del Tratado era claramente distinta y mejor que la última consultada con Dublín. Por su parte, De Valera presentó su texto alternativo al Tratado, quedando en ridículo, pues todo lo esencial era muy similar y, desde luego, para el público no había diferencia importante ninguna. Hubo alguna intervención negando que la situación militar fuese tan mala como para firmar a la desesperada, pues se contaba con que, si era mala de momento, mejoraría en el futuro. Collins insistió en su tesis del Tratado como punto de partida y primer paso muy notable hacia la plena libertad, y puede decirse que convenció al público y a la prensa. De hecho, veinte Consejos de Condado, de un total de 26, mostraron su apoyo al Tratado.

     De Valera dio los primeros pasos en una confrontación personalista, presentando la firma del Tratado como una deslealtad hacia su persona, el Presidente de Irlanda. Brugha se ofendió por oír llamar a Collins jefe y figura máxima de la lucha y de la victoria de las armas de Irlanda. Por su parte, Collins asumió su protagonismo, aunque pidió se diferenciara entre su persona y el bien que el Tratado podía hacer al país. Una mediación de los diputados laboristas, para que De Valera y los suyos se abstuvieran, fracasó, llegando totalmente divididos a la votación final, el 7 de enero de 1922, en que el Tratado fue aprobado por 64 votos a 57, ante lo cual De Valera presentó en el acto su dimisión como Presidente del Gobierno.




10.  AVANZANDO A TRAVÉS DE SANGRE


     La votación del Tratado coincidía con una situación muy negativa. En el Norte, la violencia era mayor cada día. En el Sur, el campo estaba medio abandonado y había más de 130.000 parados. En esa tesitura, el Parlamento aceptó la dimisión de Valera por 60 a 58, abandonando seguidamente sus partidarios la asamblea, entre cruces de ofensas. Griffith fue designado Presidente, con Collins, nuevamente, como Ministro de Hacienda y Mulcahy, de Defensa. Seguidamente, conforme al Tratado, se conformó el Gobierno Provisional hasta las elecciones, pasando Collins a Presidente y Griffith, a Presidente de la Asamblea. Como no abandonó sus otras tareas, el trabajo de Collins llegó a ser abrumador.

     El primer trabajo fue “armonizar” a las gentes del IRA, en una Convención (enero 1922), en la que se constató: 1º. Que el número de presuntos miembros se había disparado, de unos 3.000 cuando la tregua, a más de 72.000, lo que indicaba oportunismo y deseos de ampararse bajo sus siglas. 2º. Que el Ejército estaba dividido por la mitad, o incluso, que eran más los anti-Tratado. No hubo más remedio que repartir armas e instalaciones de manera equilibrada entre unos y otros. Luego (febrero 1922) le llegó el turno al Sinn Fein, donde los delegados eran masivamente anti-Tratado, de modo que Collins hubo de llegar a un acuerdo con De Valera, prometiendo un proyecto de Constitución que fuese aceptable a los republicanos (y también a los ingleses). El acuerdo no supuso que De Valera y los suyos reconocieran al Gobierno Provisional. Finalmente, fue el turno del Gobierno británico, que transigió con que se aprobara el Tratado antes de presentar la Constitución: Comunes y Lores lo aprobaron sin dificultad.

     Una cosa era lo acordado y otra lo cumplido. El IRA anti-Tratado entró a saco en instalaciones y Administración, convirtiendo muchas partes de Irlanda en auténticas dictaduras militares, en manos de señores de la guerra (Sur-Oeste, Limerick, etc.). La compra (gracias al robo de 230.000 libras del Banco de Irlanda) o incautación de armamento (buque Upnor) colocó a los anti-Tratado en posición similar al Ejército oficial, que se iba penosamente constituyendo. El reto llegó a Dublín, con la ocupación, entre otros, del edificio de los Cuatro Tribunales (14 de abril). Los mítines de los políticos favorables al Tratado (incluidos los de Collins) eran impedidos o disueltos a tiros. En tales condiciones, mantener los acuerdos era imposible, siendo el ambiente de pre-guerra civil y de escaramuzas con los británicos, que no obstante seguían marchándose. De Valera trató de jugar con todo ello para proponer una demora en las elecciones de seis meses, pero Collins no transigió, momento en que De Valera empezó a explicitar en sus discursos avisos de sangrienta guerra civil, asesinato de los políticos pro-Tratado y, lo que es peor, considerando que eso era inevitable y positivo. Arrogándose una posición casi mesiánica, rechazó la validez de la opinión mayoritaria, entendiendo que el error no tiene derechos y que la Historia domina sobre el presente.

     En tan negativa situación, Collins apeló a un recurso desesperado: acordar con De Valera unas elecciones, el 16 de junio, parcialmente trucadas, pues suponían un reparto de escaños y un futuro Gobierno de concentración. Al menos, quedó claro que la votación sería limpia y que cada candidato dejaría definitivamente claro si era pro o anti Tratado. Con ello pretendía, además, evitar el enfrentamiento armado en el Ejército y lograr una acción común del IRA en el Norte, donde los católicos eran cada vez más maltratados. Seguidamente, con un excelente proyecto de Constitución (con las correcciones de la de 1937, la de la Irlanda de todo el siglo XX), pasó a Londres a discutirla, encontrándose con el rechazo frontal de Lloyd George, en cuanto significase autonomía de la política exterior o exclusión de las alusiones al Monarca. El Primer Ministro y Churchill atacaron a Collins en su punto más flaco (el descontrol del Ejército y la falta de democracia) y le presentaron un ultimátum: Constitución viable (el Tratado y la Constitución eran inseparables) y control del orden público, o intervención militar inglesa. Collins no tuvo otra opción que transigir, con la levísima contrapartida de una investigación de lo que sucedía en el Ulster. En tales circunstancias, dos días antes de las elecciones, Collins denunció el acuerdo previo con De Valera: el Tratado había de seguir adelante tal cual, siempre que el pueblo lo apoyara.

     En efecto, las elecciones supusieron: A) Una caída del Sinn Féin, que perdía 30 escaños respecto de las elecciones anteriores, en favor de los Laboristas, que conseguían 17 diputados, más 7 del  nuevo Partido de los Granjeros, 6 independientes y 4 unionistas del Trinity. B) Una clara mayoría pro-Tratado (58 Sinnfeiners, 17 laboristas y 7 "granjeros", por lo menos, frente a 36 seguidores de De Valera). Estaba claro que los anti-Tratado no aceptarían el resultado y seguirían con sus provocaciones, por más que los dos incidentes más sonados (asesinato del Mariscal, sir Henry Wilson, y secuestro del miembro del Gobierno, Ginger O’Connell) sean de inducción muy discutible. Ante la indignación británica y la terquedad de los rebeldes, Collins lanzó un ultimátum inútil, que dio paso al inicio de los combates (28 de junio de 1922), logrando la sangrienta rendición de los Cuatro Tribunales y la total liberación de Dublín. Era el comienzo de una guerra civil, que dio alas a ingleses y unionistas, para “pacificar” el Ulster en forma plenamente favorable a sus dudosos intereses.




11.  ORGANIZANDO LOS SEIS CONDADOS


     Cualesquiera que fueran los términos del Tratado, Collins siempre tuvo claro que no podía reconocerse la definitiva partición de Irlanda e hizo lo posible para impedirla, pero, a la postre, el status quo y las circunstancias dominaron. Ni siquiera se logró el premio de consolación de rectificar los límites, reconociendo la mayoría católica en Fermanagh y Tyrone, así como en la ciudad de Derry. La presunta buena voluntad británica en ese aspecto, como en el de la salvaguarda de los católicos, fueron sobrepasadas por el extremismo del Partido Conservador, el ejército y la acción de los unionistas (encabezados por James Craig), hasta conseguir un parlamento propio protestante y unas fuerzas armadas abrumadoras (al crearse los Specials[32]: más de 40.000 hombres). Frente a ello, el IRA fue reducido a cenizas y los católicos, objeto de toda clase de crímenes y vejaciones. Tampoco ayudó la política inicial de Collins, contrario a reconocer al Gobierno del Ulster y presto a apoyar las acciones violentas de los nacionalistas, en contra de buena parte de los ministros de su Gobierno.

     Dentro de esta dinámica global, entre enero y agosto de 1922 (muerte de Collins) hubo muchos matices e intentos (más o menos serios) de corregir la violenta situación, complicada por la pre-guerra y la guerra civil en el sur. Bandazos y negociaciones fueron frecuentes, pero acabaron en una decidida política británica a favor de los unionistas (armas, dinero, hombres) y en el abandono inevitable de las acciones del IRA (llegaron a ser solo unos 800 hombres mal armados) en el Ulster y la frontera, comprendiendo el Estado Libre que lo mejor que podía hacer por sus “hermanos” del norte era colaborar políticamente con Belfast y ver los resultados. Entre los intentos fallidos, se encuentra el de implantar un sistema electoral proporcional, que habría permitido a los católicos una importante cuota de poder administrativo. Curiosamente, el tema del Ulster no fue crucial en el enfrentamiento de los pro y los anti Tratado, quizá porque ambos bandos rechazaban la división pero, a la vez, eran corresponsables de su reconocimiento legal.

     Los últimos coletazos de la acción violenta incluyeron el asesinato del mariscal Wilson (22 de junio de 1922), que exacerbó la indignación británica y alegró a casi todos los irlandeses, incluido el propio Collins, quien posiblemente ordenó la acción. Consecuencia fue el ultimátum inglés, que forzó el asalto a los Cuatro Tribunales y el comienzo formal de la guerra civil. Así, a la muerte de Collins, la política de apaciguamiento en el Ulster se había establecido, al menos de facto; una política que ha permanecido sustancialmente desde entonces pero que, ante la cerrazón de los unionistas y la prudencia británica, no ha llevado al Ulster a ninguna parte, ni en lo político, ni en lo económico.





12.  LA BOCA DE LAS FLORES[33]



     La guerra civil sorprendió aún al ejército del Estado Libre en completa desorganización, similar a la de sus enemigos, si bien estos tenían unos mandos aún menos preparados, por ser más políticos. Así, la lucha por Dublín duró una semana, cayendo en ella Brugha y, poco después, Harry Boland; De Valera luchó como un soldado más. Pero el inicio formal del conflicto puso a Collins en situación de decidir y actuar como militar, su faceta más brillante, lo que pronto se notó[34]. Por tierra y por desembarcos (sugeridos y dirigidos por Dalton[35]), casi toda Irlanda volvió a manos del Estado Libre, viéndose el IRA anti Tratado obligado a refugiarse en las colinas y a actuar solo por escaramuzas o actos terroristas. Collins renunció temporalmente a la Presidencia, en favor de Cosgrave[36], y tomó el cargo y funciones de Comandante en Jefe del Ejército, en el que actuó con completa libertad, cosa no siempre bien vista por el Gobierno ni por quienes se sentían preteridos con sus nombramientos. Con todo, no dejó de ocuparse en otros muchos detalles, sobre todo para reducir las bajas (entre mil y tres mil) y daños (unos 50 millones de libras) de la guerra civil, que eran muchos y causados por ambos bandos. Todo ello le colocó en una situación de mala salud y depresión, que aumentó cuando falleció Griffith (12 de agosto de 1922) de un derrame cerebral.

     Llegamos así al discutible y nefasto viaje al condado de Cork (21/22 de agosto), cuyos motivos son confusos y, desde luego, inicialmente no incluían conversaciones de paz, como se ha dicho. De hecho, un par de días antes, Liam Lynch y De Valera habían hecho dominar su irreductibilidad, frente a una mayoría de comandantes del IRA proclives a abrir negociaciones de paz. Tampoco está nada claro si emboscar a Collins fue una decisión meditada, ni quién la tomó. Lo cierto es que, casi por casualidad, el enfrentamiento se produjo y tuvo éxito, pues el Comandante en Jefe fue alcanzado de muerte en la cabeza por un disparo de rifle. Las lamentaciones posteriores de los anti Tratado (incluida la de Valera) parecen más fruto de apariencias y antigua amistad, que de real oposición o indignación por lo sucedido.




13.  ¿HONRANDO AL DIFUNTO?


Toda clase de especulaciones han tratado de cargar a alguien con el debe de la muerte de Collins. Incluso se ha llegado a sospechar una traición por parte de E. Dalton, inducida por los ingleses. Lo cierto es que, en buena lógica, nadie se beneficiaba con la desaparición de Collins, sostén principal de su partido, garante del orden, y con temperamento generoso y perdonador hacia sus enemigos. Para las gentes de Cork, fue un deshonor, que trataron de ocultar no revelando detalles ni identidades.

¿Qué habría pasado si Collins hubiera vivido hasta la edad promedio en su generación? Las principales fuentes para un posible futuro comportamiento son sus acciones anteriores y el libro The Path to Freedom, que publicó en ese mismo año de 1922. Algunos aspectos destacan en él: su insistencia en lo tradicional y genuino de Irlanda, incluidos el idioma y la cultura autóctona; la armonización de la democracia con la justicia social (reforma agraria, sistema tributario justo y derechos laborales en la industria); la inversión productiva de los grandes depósitos bancarios (más de 200 millones de libras); el interés por el desarrollo pesquero, etc. También parece claro que la guerra civil habría acabado sin las represalias y ejecuciones por el Estado Libre, que marcaron negativamente las siguientes décadas. Es obvio que De Valera no habría tenido su segunda oportunidad, con el Fianna Fáil[37]. Pero no es fácil que Collins hubiese conseguido mejores cosas en el Ulster, donde su condición de militar y hombre duro le había llevado al callejón sin salida que hemos visto en el capítulo correspondiente. Sí, en cambio, se cree que su mejor visión de la política económica habría evitado en buena parte el atraso de Irlanda en la larga época de Valera y suavizado el recurso a la emigración para evitar el paro forzoso y la ruina familiar. Y, tal vez, su posición no habría sido diferente de la de Valera en cuanto a la reforma constitucional (supresión del juramento, salida de la Commonwealth, instauración de la República) y a una política exterior independiente, que llevó a la neutralidad irlandesa en la Segunda Guerra Mundial.

Una valoración final podría ser la del propio De Valera: “La Historia recordará la grandeza de Collins y lo hará a mis expensas”.









[1]  He respetado las rúbricas de los capítulos establecidas por Tim Pat Coogan, aunque en ocasiones puedan resultar algo confusas fuera de su libro. En esta, el autor quería dar a entender: El Hombre Grande, cuando era pequeño. El Hombre Grande (The Big Fellow -o Fella-) fue el apodo de Michael Collins desde muy joven. En su caso, más que a la corpulencia, aludía a sus grandes cualidades de personalidad y carácter.
[2] Michael Collins (1890-1922) y Éamonn de Valera (1882-1975) fueron los políticos más relevantes de Irlanda durante los años 1917-1922, como estrechos colaboradores en un principio y, luego, como severos antagonistas.
[3]  Denominación general de la política británica para dotar de autonomía a Irlanda.
[4]  Thomas Woodrow Wilson (1856-1924), Presidente de los Estados Unidos entre 1913 y 1921.
[5]  David Lloyd George (1863-1945) fue Primer Ministro del Reino Unido entre 1916 y 1922.
[6]  Eran, respectivamente, los jefes de los Partidos Parlamentario Irlandés y Unionista del Ulster.
[7] El Ulster es la provincia norteña de Irlanda. Formada inicialmente por nueve condados, quedó reducida a seis, para homogeneizar su población y favorecer la división respecto del resto de Irlanda. Su capital es Belfast.
[8]  Desde el Castillo de Dublín se dirigía por los británicos lo fundamental de la política y la policía de Irlanda.
[9] Hombres G eran los policías de la División G de la histórica policía Royal Irish Constabulary, especialmente dedicados a espiar y domeñar a los irlandeses que luchaban por su independencia del Reino Unido.
[10]  Arthur Griffith (1872-1922) había fundado en 1905 el partido político Sinn Fein, ampliamente dominante en Irlanda entre 1918 y 1930. Sinn Fein significa Nosotros Solos.
[11]  Cathal Brugha (1874-1922), importante político irlandés de esta época, enemigo declarado de Michael Collins.
[12] Harry Boland (1887-1922), gran amigo y estrecho colaborador de Michael Collins, de quien luego se alejó por razones políticas y sentimentales.
[13]  Importante y muy violenta fuerza paramilitar, creada por los británicos para ayudar al Ejército y la Policía en la lucha contra los nacionalistas irlandeses. Su nombre deriva de los colores de su indumentaria de combate.
[14]  Sir Henry Wilson (1864-1922), mariscal, Jefe del Estado Mayor Imperial, defensor a ultranza del unionismo del Ulster y radical opositor, por tanto, de la unidad y autonomía de Irlanda como totalidad.
[15]  Winston Churchill (1874-1965) era a la sazón Ministro de Colonias en el Gabinete británico.
[16]  Una de las más relevantes asociaciones y grupos de presión estadounidenses, en favor de los intereses y aspiraciones de Irlanda. Sus miembros eran mayoritariamente de ascendencia irlandesa. La traducción de su nombre es Clan (o Familia) de los Gaélicos (o Irlandeses).
[17]  Otra de las asociaciones muy importantes, constituidas en los Estados Unidos en favor de la independencia de Irlanda.
[18]  Influyente semanario, publicado en Nueva York a partir de 1905, totalmente favorable al independentismo irlandés.
[19]  Principios éticos y políticos que el Presidente Wilson entendía debían inspirar los Tratados de Paz y el futuro internacional. Lo más importante para Irlanda era el ferviente nacionalismo que reflejaban.
[20] Patrick Joseph Clune (1864-1935), nacido en Irlanda, era arzobispo de Perth (Australia).
[21] Daniel Patrick Mannix (1864-1963), nacido en Irlanda, era cardenal-arzobispo de Melbourne (Australia).
[22] Fondo creado para ayudar a los irlandeses presos, heridos o muertos por motivos políticos, así como a sus familias.
[23] Richard James Mulcahy (1886-1971), Jefe del Estado Mayor del IRA entre 1919 y 1922.
[24]  Literalmente, American Committee for Relief in Ireland, que hizo llegar a Irlanda los fondos recaudados por él, a través de la Cruz Roja principalmente.
[25] Jan Smuts (1870-1950), a la sazón Primer Ministro de la Unión Sudafricana.
[26] La más amplia forma de autonomía (o soberanía compartida), reconocida entonces por el Reino Unido, dentro del Imperio Británico. Antes de Irlanda, los Dominios existentes eran cinco: Canadá,  Terranova, Australia, Nueva Zelanda y la Unión de Sudáfrica.
[27] Commonwealth of Nations, fórmula política y jurídica, para mantener lazos entre la Gran Bretaña y sus antiguas colonias, cuya manifestación más evidente es que de todos esos Estados fuera su Jefe el Rey de Inglaterra.
[28] La sustitución de conferencias plenarias por subconferencias especializadas daba lugar a que no participaran en ellas la totalidad de los plenipotenciarios y secretarios irlandeses (como tampoco todos los delegados británicos).
[29]  De los seis condados del Ulster político, los de Fermanagh y Tyrone tenían a la sazón mayoría de población favorable a su integración en el resto de Irlanda.
[30]  El Estatuto de Westminster (1931) supuso la renuncia del Parlamento británico a legislar sobre materias atinentes a los Dominios, así como a vetar cualquier ley interna (incluso constitucional) aprobada en un parlamento de los mismos.
[31]  Fue consecuencia de una filtración, inicialmente transmitida al Evening Mail londinense.
[32] Los Specials (categorías A, B y C) eran una fuerza paramilitar unionista, numerosa y bien armada, constituida en el Ulster para apoyar la acción de la Policía (Royal Ulster Constabulary) y del Ejército.
[33]  Es la traducción que suele darse al topónimo Beal na mBlath, lugar del condado de Cork donde Michael Collins encontró la muerte.
[34]  El famoso militar inglés Thomas Edward Lawrence (1888-1935), Lawrence de Arabia, se ofreció para luchar en la guerra civil irlandesa al lado de Michael Collins, pero fue vigorosamente disuadido por sus Superiores, siendo entonces cuando se alistó secretamente como soldado raso en la Royal Air Force.
[35]  Emmet Dalton (1898-1978), importante colaborador de Michael Collins entre 1919 y 1922, tenía una buena formación militar, adquirida en el Ejército británico durante la Primera Guerra Mundial.
[36]  William Thomas Cosgrave (1880-1965), Primer Ministro de Irlanda entre 1922 y 1932.
[37] Partido político fundado por De Valera en 1926, con el que llegó al poder al ganar las elecciones de 1932. Su nombre suele traducirse por Soldados del Destino.