viernes, 27 de octubre de 2017

EL REGRESO DEL CORONEL CASADO


El regreso del coronel Casado

Por Federico Bello Landrove

     Pocos personajes habrá en la Guerra civil española más discutidos que el coronel Casado[1], el hombre clave para poner fin a la contienda en marzo de 1939. Este ensayo no vuelve sobre aquellos tiempos y decisiones tan confusos y controvertidos, sino sobre la persona que, allá por 1961, resolvió regresar a la España de Franco y acerca de algunos interesantes episodios que le tocó vivir.



1.      Vida de exiliado

     Casado sostenía que su salida de España había obedecido a la expresa conminación en tal sentido del general Franco, so pena de severo enjuiciamiento[2]. No hay constancia documental ni testifical en tal sentido, pero lo cierto es que con él se exiliaron otros componentes del Consejo Nacional de Defensa, con la resonante excepción de Julián Besteiro quien, pese al respeto general que merecía, fue condenado a treinta años de reclusión, falleciendo en prisión al año siguiente, 1940[3]. Es probable que hubiese cabido a Casado una sanción similar. Lo cierto es que embarcó in extremis en Gandía, rumbo a Marsella, pasando enseguida a residir en Londres. Su mujer e hijos permanecieron en Madrid, inicialmente refugiados en la legación de Panamá.

     De la actitud intemperante del Generalísimo hacia él, pueden ser muestra estos dos hechos, aunque puedan tener más que ver con ciertas actitudes de Casado en su exilio londinense, que no con su comportamiento durante la Guerra. En cualquier caso, helos aquí.

·         Terminada la contienda y, según algunos, allanada por los franquistas la legación de Panamá en Madrid, Franco fue informado de que allí habían estado refugiados la mujer y los dos pequeños hijos de Casado[4]. Pese a las gestiones de este, incluso contando con apoyo diplomático británico, no se autorizó su salida de España hasta 1951[5]. Preston responsabiliza de la denegación del pasaporte al Director General de Seguridad de la época: Eso tiene muy poca profundidad, y más, con los amigos militares tan influyentes que conservaba Casado en España[6]. Es obvio que la decisión inmisericorde fue directamente del propio Jefe del Estado.

·         En el año 1944, se abrió causa al coronel Casado en la jurisdicción represora de la Masonería y el Comunismo. El Tribunal lo condenó en ausencia, por masón -lo que indudablemente era-, a la pena de doce años y un día de reclusión menor[7]. Es obvio que, hallándose fuera de España, ningún escándalo hubiese producido que se dejase en paz al Coronel.

***

     El exilio de Casado en Gran Bretaña duró unos ocho años[8]. Dejando a un lado alusiones bastante fundadas al espionaje o los sentimientos amorosos del Coronel[9], es claro que el Gobierno inglés trató con alta consideración al Consejo Nacional de Defensa, en general, y a Casado, en particular, optando por el apoyo a este cuando surgieron desavenencias con Negrín y su Gobierno de la República en el exilio. De hecho, el Gabinete de Su Majestad no vio con buenos ojos la solicitud de Negrín para que lo autorizasen a residir en el Reino Unido. Parece claro que, mientras durase la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra quería reservarse ciertas posiciones respecto de España y en esta política, Casado jugaba el papel de un peón útil. Claro que Casado tenía sus propias intenciones y con ellas jugaba, de manera un tanto pretenciosa y aún megalómana, al decir de sus rivales. Una de sus mayores limitaciones era la de no querer integrarse en grupo o partido alguno: él se reconocía únicamente como militar y se mostraba alérgico a los Partidos políticos, empezando -por supuesto- por el Comunista. En todo ello se pueden ver significativas analogías con la idiosincrasia del general Franco.

     Como un modus vivendi y una forma de propaganda a la vez, hay que tomar el conocido contrato que Casado pactó con la BBC para comentar la marcha de la Guerra Mundial en español a los oyentes de nuestro País. Claro que no lo hacía con su propia identidad, sino bajo el seudónimo de Juan de Padilla[10], o coronel Juan de Padilla.

     También transcendió -seguramente, con enfado por parte del Generalísimo- el proyecto casadista para una eventual sustitución de Franco al frente de los destinos de España. Se plasmó, cara al público, en una entrevista concedida a la United Press en 1945, cuando ya había quedado claro que no se aprovecharía la Guerra Mundial para acabar con quien había sido amigo de Hitler y Mussolini. Se halla así mismo esbozado en una de las cartas que Casado remitió a Largo Caballero en 1946[11]. Suponía la inicial expulsión de Franco y su Régimen, sustituyéndolo en tres pasos: A) Constitución de una Junta Militar, que mantendría el orden por un breve plazo. B) Formación de un Gobierno provisional de civiles, con el objetivo principal de convocar una consulta a la Nación sobre sus predilecciones para un Nuevo Régimen. C) Celebración de dicho plebiscito, sin el pie forzado de retornar a la República con el pretexto de que la misma había sido derrocada de forma antidemocrática y militarista. Si no se tenía esa apertura de miras -pronosticaba Casado-, tendremos Franco para rato.

     Por aquellas fechas, si no antes, Casado pasa una mala época de salud[12], a la que se une una dolorosa ruptura sentimental y el fallecimiento de la niña que era fruto de esta. Es el momento en que intenta por enésima vez que el Generalísimo deje salir a su mujer e hijos de España, ya con el propósito -si no el compromiso- de abandonar la proximidad inglesa y emigrar a América, sede mayoritaria de los exiliados hispanos. Como hemos visto -y quizás ahora nos lo expliquemos mejor-, no lo conseguirá. Pese a todo, en 1947 abandonará Europa por bastantes años y pasará a residir en Colombia, destino poco común de nuestros desterrados, pero es allí donde se le ofrece un puesto de trabajo muy curioso para un militar: el de inspector en una industria láctea, filial de la multinacional Nestlé. Dos años más tarde, se traslada a la vecina República de Venezuela, donde era mucho más numerosa la colonia española, tanto de emigrados económicos, como políticos. Por lo demás, su trabajo seguirá siendo el mismo: Inspector General de una empresa lechera tutelada por la citada empresa multinacional de origen suizo. Dos años después, en 1951, logra finalmente que Franco autorice la salida de España a su mujer e hijos, reuniéndose la familia tras doce años de separación[13].

     Valga este rápido recorrido por la vida de don Segismundo Casado, entre 1939 y 1951, como preámbulo al objeto de este ensayo: su retorno a España; un regreso que tendremos que explicar o, cuando menos, situar en su biografía.




2.      El regreso: Los años de plomo

    
     En 1958, el Coronel sufrió el primer episodio grave de crisis coronaria de que se tiene constancia. Aunque la recuperación fuese buena, su delicado estado de salud aconsejó la jubilación de su puesto en la empresa láctea, lo que le suponía libertad de acción y, al propio tiempo, una pensión lógicamente más modesta que su anterior sueldo. A cambio, los hijos habían ganado ya la independencia económica e, incluso, se dice que medió un compromiso por su parte de ayuda financiera para el supuesto de que sus padres la necesitasen, lo que, en efecto, fue el caso.

     ¿Por qué se le ocurrió al matrimonio Casado regresar a España en ese momento -1961-, en una situación económica poco boyante y con el General de El Pardo aún acechante y peligroso? Preston[14] apunta un motivo, entre la envidia y la emulación: El general Rojo[15] había regresado a la patria en 1957 y había salido del paso sin excesivas dificultades. La verdad es que eso es mucho decir. Pese a la admiración de Franco -o, tal vez, como reacción a ella-, el General republicano hubo de sufrir un Consejo de Guerra, en el que fue condenado a 30 años de reclusión mayor por el inextricable delito de auxilio a la rebelión. Ciertamente, se le había concedido acto seguido el indulto total de la pena principal, pero no de las accesorias de interdicción civil e inhabilitación absoluta[16]. Rojo comentaría que se sentía como un muerto civil. De hecho, la muerte biológica no tardaría en alcanzarle[17].

     No parece, pues, que Casado sintiese muchos deseos de seguir el camino de su distinguido camarada, máxime esperándolo desde 1944 una pena de doce años y un día de reclusión, por ser, o haber sido, miembro de la Masonería. Pueden hacerse al respecto todas las especulaciones que se quiera. Lo cierto es que Casado y su esposa entraron en España por Barcelona -supongo que vía marítima-, el 2 de septiembre de 1961, y aparentemente se les recibió como a unos españoles cualesquiera que volvieran de unas vacaciones. En la medida en que tendrían que obtener, o renovar, sus pasaportes españoles, o bien conseguir el visado español en los documentos venezolanos, resulta indudable que el Gobierno -es decir, Franco- habían decidido, en principio, pasar página. El porqué es también totalmente especulativo.

     Seguidamente, el Coronel y su mujer se instalaron en Madrid, en un piso de la calle Cea Bermúdez. No tardó en producirse un empeoramiento de la salud de Casado, generándose una nueva trombosis, que le dejó impedido para deambular, viéndose obligado a recluirse en su casa, con la lectura como principal distracción. Ello justificaría su desgarrada queja de que apenas había tenido un año para disfrutar de la capital de España[18]. También justificaría su sorprendente y peligrosa decisión -que Preston parece no explicarse- de solicitar una pensión oficial en junio de 1962, invocando los servicios militares prestados al Ejército español entre 1911 y 1939 (obsérvese que incluía en ellos el tiempo al servicio de la República durante la Guerra Civil). Que, a mayores, hubiese en la resolución del Coronel un rasgo de orgullo y valentía, es algo que podemos aceptar sin discusión.

***

     La petición oficial de pensión desencadenó la persecución legal contra el coronel Casado, hasta entonces sumida en un sorprendente compás de espera. La represión se desarrolló hasta el otoño de 1965 y tuvo dos principales consecuencias: A) La apertura de una causa militar por delito de rebelión. B) La reactivación de la pena de doce años y un día de reclusión, que le había sido impuesta en rebeldía en 1944, por ser masón. Veamos brevemente el desarrollo y las consecuencias de ambas medidas.


A)     Instrucción de procedimiento penal militar por rebelión.


     Resulta llamativa la noticia del diario parisino Le Monde de finales de julio de 1964, que llevó hasta los pocos bien informados españoles de la época la noticia de que el coronel Casado iba a comparecer ante un Consejo de Guerra[19]. Tras un breve perfil del acusado, el diario indicaba que el coronel Casado ha rehusado tomar un abogado defensor, por lo que será defendido ante el consejo de guerra por un oficial de servicio. Se puede calificar de histórico este juicio, que tendrá lugar justamente 25 años después del fin de la guerra civil. Y concluía con esta sorprendente y premonitoria afirmación: Pero se hace notar que tendrá un carácter simbólico, puesto que se ha acordado una amnistía para todos los delitos de rebelión militar durante la guerra civil.

     Digo que esa afirmación era premonitoria y sorprendente porque, aun no siendo cierta, se cumplió el vaticinio de que a Casado no se le impuso ninguna pena. Intentaré justificar esta doble aseveración:

·         Aun dando de lado el término amnistía -que no fue usado por el Franquismo a partir de 1939-, es claro que ningún indulto general supuso la prescripción de las responsabilidades penales de los vencidos en la Guerra Civil, hasta el Decreto-Ley de 31 de marzo de 1969; por tanto, unos cinco años después de la noticia de Le Monde. El indulto general inmediatamente anterior al verano de 1964 había sido el concedido con motivo de los “Veinticinco Años de Paz”, que tan solo redujo las penas en una sexta parte, no suponiendo extinción más que de las anotaciones de los antecedentes penales y de las penas accesorias impuestas hasta 1945[20]. Por tanto, lo menos que puede decirse es que se trataba de una noticia sorprendente, por no calificarla de errónea.

·         Sin embargo, resultó premonitoria. Fue un Consejo de Guerra de guante blanco, que tardó mucho en celebrarse[21]. El Coronel recordó su anticomunismo y su triunfo frente a la resistencia a ultranza de Negrín. El fiscal del caso no tuvo empacho en reconocer los servicios durante la Guerra Civil del acusado[22]. Finalmente, por aplicación de amnistía -según unos- y de prescripción del delito -según otros-, la causa concluyó con una sentencia absolutoria[23], que ponía todo el castigo penal a Casado en manos de su anterior condena por masón.

     Habiendo rechazado ya que se hubiera aplicado un indulto general total, he de rechazar ahora -aunque con bastantes reservas- la tesis de la prescripción. En realidad, todo depende de la gravedad del delito que se imputase al Coronel. Si este, como parece y era penalmente procedente, fue el de rebelión, la condena podía llegar hasta la pena de muerte y, por tanto, el plazo de prescripción, de 30 años, no había transcurrido todavía[24] (expiraría el 1 de abril de 1969). Pero si la acusación hubiera sido por auxilio a la rebelión, la pena no podría ser la de muerte y la prescripción se produciría a los veinte años, que sí se habían cumplido en 1965 (lo estaba desde 1959)[25]. Yo entiendo que la duda debe despejarse en favor de la rebelión stricto sensu, dado que el Coronel era militar en activo del Ejército de la República, pero no sería el primer caso en que saltara la sorpresa en este punto[26].

     En consecuencia, la falta de sanción a Casado no respondió a razones objetivas, sino al trato relativamente benevolente invocado por Preston[27]. Es de suponer que parte de esa benevolencia se debiera a estar impedido y con mal estado de salud, cosas que justificaron que la medida cautelar de prisión preventiva se convirtiese en un arresto domiciliario.




B)     La espada de Damocles de la condena por masón.
    
     Como he dejado dicho, en 1944 fue condenado don Segismundo Casado por delito de masonería, a la pena de doce años y un día de reclusión. Conforme al Código de Justicia Militar vigente en los años sesenta del siglo XX, la prescripción de este tipo de pena requería el transcurso de treinta años[28], que habrían de cumplirse en 1974. Por tanto, y por más que la Ley de represión de la Masonería y el Comunismo estuviese obsoleta y apenas se aplicara en su primera vertiente[29], al tratarse de una sanción firme ya impuesta, las Autoridades se dispusieron a hacerla efectiva.

     La cosa no llegó a tanto. El 8 de octubre de 1965, el Gobierno otorgaba a Casado el indulto total de la pena impuesta tantos años atrás. Se cerraba con ello una etapa de graves dificultades legales, que había abierto el propio Coronel con su imprudente solicitud de pensión; unos derechos pasivos que, por supuesto, no percibiría nunca.



3.      El regreso: Los años de papel


     Casado tenía publicadas sus memorias del final de la Guerra Civil -el momento culminante de su intervención histórica- desde 1939, cuando habían aparecido editadas en Londres, en idioma inglés[30]. Este hecho y el mero transcurso del tiempo, todo unido a una calidad mediocre y una notable parcialidad, habían sido causas suficientes para que la obra no fuese, ni conocida del público, ni apreciada por los especialistas. Tampoco tenía ello mucho de extraño, habida cuenta de que The last days of Madrid había sido redactada casi de memoria en el extranjero y que el Franquismo no autorizaba la introducción y venta en España de libros escritos por destacadas figuras de la República.

     ¿Qué o quién cambió las tornas tanto, como para que Casado pudiera contratar ventajosamente la publicación de sus memorias e, incluso, para que la aparición casi simultánea de las mismas en dos diarios de Madrid ocasionara una gresca entre ellos? ¿Estaba detrás el Ministerio de Información y Turismo (en lo sucesivo, MIT), como de forma maliciosa y aparentemente infundada, sostiene el historiador Ángel Viñas[31]? La verdad es que el episodio merece ser recordado con cierto detalle y que luego cada cual haga sus propias deducciones.


3.1.            La publicación de las Memorias en el madrileño diario Pueblo.


     Todo empezó, según Emilio Romero -director del periódico durante largos años[32]-, cuando, en fecha no determinada pero de 1967, o ligeramente anterior, dos redactores de Pueblo contactaron con el coronel Casado y sentaron las bases para el contrato por virtud del cual el autor autorizaría la publicación de sus memorias en fascículos, que se venderían junto con el diario, en números sucesivos. Preparado el material, se calentó el ambiente con una extensa entrevista al Coronel, a cargo de uno de los indicados redactores -Manuel Bueno-, la cual apareció bajo el titular Habla el coronel Casado: Yo salvé Madrid de los comunistas[33]. Dos días después, se iniciaba la aparición por entregas de una versión española simplificada de The last days of Madrid, que abarcaría el periodo del 29 de octubre al 14 de noviembre de 1967.

     La gresca tuvo su origen en que, en sospechosa coincidencia cronológica, el también vespertino madrileño El Alcázar[34] inició la publicación de una serie del historiador Ricardo de la Cierva[35] acerca del mismo tema y recogiendo documentos y fotografías de y sobre el coronel Casado, que impresionaban como plagio. El director de Pueblo denunció vigorosamente aquella forma de chupar rueda, siendo corroborado por el propio Coronel, disgustado además por la aparición en El Alcázar de documentos impertinentes y que afectaban a su intimidad[36]. Luis Apostua, director de El Alcázar, negó tajantemente el plagio y atribuyó la coincidencia a mera casualidad, así como a los estudios que de la Cierva venía haciendo sobre Revisión de Historia contemporánea, los cuales habían llevado dos meses en preparación.

     Así las cosas, terció el Secretario General Técnico del MIT, Joaquín Juste, reconociendo que Ricardo de la Cierva era el Jefe de Estudios de la Sección de Cruzada Española y que llevaba tiempo preparando una Historia de la Guerra Civil Española[37]. El señor Juste disculpaba todo, salvo que el historiador no hubiera solicitado permiso de sus Superiores para publicar el trabajo, como era preceptivo, lo que entendía una simple falta administrativa leve. De todos modos, la consecuencia fue la interrupción inmediata y definitiva de la colaboración en El Alcázar, con notable enfado de sus rectores, que hubieron de reemplazarla inmediatamente por un trabajo de tema similar, obra de Mariano del Mazo Zugazagoitia. Es de suponer que el cambio de nombres no gustase a los lectores.

     El incidente terminó con los dos directores enrocados en sus respectivas posiciones (plagio versus casualidad). Según Emilio Romero, todo había sido consecuencia de que les sorprendimos con una exclusiva fenomenal, como las “memorias del coronel Casado”. De no exagerar, la opinión del director de Pueblo implicaría un reconocimiento al Coronel, que este recibiría encantado[38].

     Haciendo una valoración de todos estos antecedentes, se me hace muy difícil aceptar la tesis ya citada de Ángel Viñas, en el sentido de que entonces entró en contacto con el Ministerio de (Des)Información -sic-. Se prometió un gran éxito económico de una nueva versión de sus memorias[39]. De todos modos, como quien afirma debe probar, habría de ser el ilustre profesor de Madrid quien hiciera explícitas sus razones, más allá de que, según él, todo estuviera muy en consonancia con el furibundo anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la guerra fría.


3.2.            Las memorias, en español: Así cayó Madrid.




     Tras el esfuerzo realizado por el valetudinario Coronel[40] para preparar el coleccionable de Pueblo, es de suponer que pretendiera obtener algún rendimiento económico adicional e, incluso, que tuviese ofertas de ciertas editoriales. Poco podía hacer para preparar una edición cuidada, hallándose impedido, con escasos medios y con las férreas limitaciones de acceso a la información en la España del momento. Para sus ilusiones de éxito económico y personal, pudieron influirle a Casado ciertos aires de moda coyuntural del tema. Ya hemos visto la coincidencia con de la Cierva, frustrada temporalmente por el MIT. Otro caso muy próximo de interés por la Guerra Civil fue el del diario ABC que, entre el 8 de octubre y el 26 de diciembre de 1967, publicó, de cuatro en cuatro páginas, la obra de Luis Bolín, España. Los años vitales, en cuya página 247, se hacía una brevísima alusión al Coronel: Casado, aunque prisionero virtual de Miaja, envió un mensaje al general Franco… el mensaje imploraba la paz. Los rojos querían negociar[41].

     Finalmente, fue Guadiana de Publicaciones quien cerró con Casado el contrato, apareciendo la obra en abril de 1968, con el título de Así cayó Madrid. Último episodio de la Guerra Civil Española. No debió de venderse mal pues, en 1977 -ya fallecido el Coronel-, se publicó una nueva edición del mismo libro, por Ediciones 99, dentro de su colección “Historia secreta del Franquismo”, aprovechando sin duda el tirón de la libertad ganada durante la Transición.

     ¿Qué diferencias había entre The last days of Madrid y Así cayó Madrid? Descartando las de extensión -el número de páginas era sensiblemente el mismo: 302 y 310 páginas, respectivamente; 286, en la edición de 1977-, las divergencias de contenido han sido examinadas con cuidado por dos de los historiadores más críticos con la labor histórica de Casado, Ángel Viñas y Paul Preston. Resumiendo el tema con ellos, Viñas puntualiza que la nueva versión acentuó hasta extremos delirantes la presunta conspiración comunista, la vesania de Negrín y la larga mano de Stalin sobre la República. Y Preston sostiene que en el texto de 1968 no se hacía la menor alusión a los contactos de Casado con la Quinta Columna y los servicios secretos franquistas en los meses anteriores a su golpe. El libro de Casado pretendía demostrar, más aún que en la versión inglesa anterior, que Negrín era un “títere de Moscú”[42].

     Del interés un tanto ambivalente, que quizá quiso el Gobierno de la época concitar por el libro de Casado, da fe la extensa recensión que le dedicó ABC, de la pluma de uno de los más ilustres pensadores del Franquismo, Gonzalo Fernández de la Mora[43], cuyo juicio crítico de la obra examinada tenía más de análisis de la Historia de los acontecimientos, que de valoración del libro. Recojo sus últimas frases: Es un testimonio sin brillo, pero no exento de dignidad. Su valor testifical sobre un momento decisivo lo sitúa en un lugar preferente dentro de la ya oceánica bibliografía sobre nuestra guerra civil.  



4.      El final


     El 15 de diciembre de 1968, Casado ingresó en la clínica madrileña “Nuestra Señora de la Concepción”, aquejado de fuertes dolores abdominales. Se le operó para eliminar un trombo en una de las arterias mesentéricas, apreciándose que padecía una esclerosis generalizada de los vasos sanguíneos. Durante el postoperatorio, su corazón fue debilitándose y alterando el ritmo, falleciendo finalmente en la tarde del día 18 del citado mes. El día anterior se le habían administrado los Sacramentos, conforme al ritual católico.

     El 19 de diciembre, los periódicos nacionales recogieron la noticia, añadiendo comentarios que, por su reiteración de forma, parecen inspirados por el MIT[44]. En algún diario se insertó una pequeña foto de archivo del Coronel.

     Puede resultar curioso citar algunas frases de esa necrológica sugerida por la Autoridad competente. Las tomo del rotativo madrileño ABC:

     El testimonio que ofrece en este último (el libro “Así cayó Madrid”) sobre la segunda República es estremecedor. Según Casado, desde principios de 1936 “el desacato a la Autoridad y el desorden se hicieron ley”. “La actuación de las izquierdas a partir de la organización del Frente Popular fue desenfrenada, bajo el partido comunista”. Dicho Frente era un “organismo inspirado y estimulado por la Unión Soviética”. Al movimiento revolucionario de 1934 lo califica de “crimen de lesa patria”. Pero lo más importante de su tesis es que desde mayo de 1937, fecha en que Negrín fue nombrado presidente del Consejo de Ministros, el Gobierno de Madrid no dejó de estar “al servicio de Rusia”.

     Como valoración de la figura histórica que acababa de fallecer, agrega: El golpe de Estado de 1939 hizo pasar a Casado a la historia. Sus motivaciones patrióticas están fuera de duda y los sucesos le dieron la razón. En aquella difícil coyuntura Casado actuó con inteligencia y valor y logró dominar al sector prosoviético”.



***

     Al día siguiente, se publicaba en ABC la esquela[45], con el típico formato familiar y católico. Se le recordaba como Coronel Diplomado de Caballería, su edad al momento del óbito -setenta y cinco años- y sus deudos más próximos: esposa, hijos (ausentes), hijos políticos y sobrinos. Fueron precisamente dos de estos y un cuñado -hermano de su mujer- quienes presidieron el cortejo fúnebre, que trasladó el cadáver del Coronel, desde la clínica de su defunción, hasta la sacramental de San Justo, a partir de las once de la mañana del día 20 de diciembre de 1968. En dicha Sacramental se rezó un responso, procediéndose seguidamente al entierro[46].

     Testigos presenciales de la conducción del cadáver de Casado destacaron la casi total ausencia de los medios informativos, así como la asistencia de personalidades y figuras conocidas de las dos Españas. Así mismo, la prensa que notició el evento aludió a la presencia de numerosos familiares y de vecinos de Nava de la Asunción (Segovia), localidad de la que don Segismundo Casado era natural.


    

    




[1] Segismundo Casado López (1893-1968) quien, siendo jefe del Ejército del Centro (la más poderosa de las Unidades republicanas), trató de convencer al Gobierno de Negrín para que pusiera fin a la guerra, considerándola del todo perdida e inútil prolongar la destrucción y el sufrimiento. Ante la negativa gubernamental, Casado dio un golpe de Estado en la noche del 5 al 6 de marzo de 1939 y promovió un Consejo Nacional de Defensa (bajo la presidencia nominal del general Miaja) que, tras unos días de lucha y confusión, se hizo con el poder efectivo en casi toda la España republicana. Su fracaso en conseguir de Franco algo mejor que una rendición incondicional y una durísima represión post-bélica, así como su huida de España a la conclusión de la Guerra, le dieron para muchos el marchamo de iluso y de traidor. El hecho es que el golpe de Casado puso precipitado fin a la contienda, con la completa derrota de la República (1 de abril de 1939).
[2]  La principal fuente directa son las memorias de Casado relativas a aquella época: Segismundo Casado, The last days of Madrid. The end of the Second Spanish Republic, Peter Davies edit., Londres, 1939; este libro tendría su versión española, muchos años después, a la que aludiré posteriormente. Sobre el golpe de Casado y los últimos días de la República, hay numerosas monografías (bastantes, incluso muy recientes, de una asombrosa parcialidad), entre las que prefiero la de Ángel Bahamonde Magro y Javier Cervera Gil, Así terminó la Guerra de España, Marcial Pons edit., Madrid, 1999. Segismundo Casado no cuenta con una completa biografía, que yo sepa; lo más próximo a ella es: Pedro López Ortega, Defensor de la justicia, la libertad y la República. Coronel Segismundo Casado López. El final de la Segunda República, edición del Autor, Burgos, 2016 (en algunos catálogos figura una edición de la misma obra a cargo de Guadiana Ediciones, Madrid, 2015).  
[3] Suele atribuirse a las malas condiciones de las prisiones de la época el rápido desenlace, que unos achacan a tuberculosis y otros a una infección contraída en las letrinas. El reo contaba 70 años de edad.
[4]  La esposa se llamaba Carmen Santo Domingo de Vega y los hijos, Carmen y Segismundo. La grafía del primer apellido la plasmo en dos palabras, como figura en la esquela del Coronel, en el diario ABC del 20 de diciembre de 1968, página 131.
[5]  Este año es el que domina en la bibliografía y el más plausible para que Segismundo Casado hijo tuviese los catorce años de edad que se le asignan cuando se reencontró con su padre. No obstante, alguna fuente da la fecha de 1947: así, Luis Monferrer Catalán, Odisea en Albión: los republicanos españoles exiliados en Gran Bretaña 1936-1977, ediciones De la Torre, Madrid, 2007, págs. 266-268.
[6]  Véase Paul Preston, El final de la guerra. La última puñalada a la República, edit. Debate, Madrid, 2014. Dicho historiador se refiere al Conde de Mayalde como el Director General de Seguridad y a los generales Yagüe y Barrón como amigos de Casado que intercedieron por su familia. Otros citan también al general Muñoz Grandes como gran amigo de Casado desde los años veinte, cuando este estuvo en Marruecos haciendo las prácticas de Diplomado de Estado Mayor.
[7]  Ver María Rosa de Madariaga, recensión a El final de la guerra. La última puñalada a la República, de Paul Preston, en la web Crónica Popular, 13 de julio de 2015.
[8]  Hay discrepancias sobre si llegó a su fin a finales de 1946 o en el curso de 1947. Esto último parece más acertado.
[9] Creo que es Paul Preston, El final de la guerra…, citado, quien trata más detenidamente de estas cuestiones.
[10] Así lo recordaba el diario barcelonés La Vanguardia, en su necrológica del Coronel, en el número correspondiente al 19 de diciembre de 1968, página 10, que llegaba hasta incluir una foto de archivo.
[11]  Fechada el 25 de enero de 1946. Se conserva en el Archivo de la Fundación Pablo Iglesias, de Madrid.
[12]  Tal vez, se tratara de síntomas serios de los graves trastornos circulatorios que padecería en el futuro. El Coronel cumplía a finales de 1946 los cincuenta y tres años de edad.
[13] Por lo cual, teniendo su hijo varón unos catorce años, se explica el comentario de Casado, en el sentido de que no conocía a su hijo ni, mucho menos, este a su padre.  Paul Preston, El final de la guerra…, cit., aventura que la principal razón del Coronel para llevarse a su familia a América era el temer por una nueva guerra en Europa, entre Estados comunistas y capitalistas. De hecho, el historiador liverpuliano sostiene documentadamente que las relaciones entre Casado y su esposa eran bastante tensas y que, en algunos momentos, la animó a regresar a España sin él, con resultado negativo.
[14] Paul Preston, El final de la guerra…, cit.
[15] Vicente Rojo Lluch (1894-1966), Jefe del Estado Mayor del Ejército republicano, conceptuado generalmente como el más brillante estratega de nuestra Guerra Civil. Un nieto suyo ha publicado su biografía, galardonada con el Premio Comillas: José Andrés Rojo, Vicente Rojo. Retrato de un general republicano, Tusquets editores, Barcelona, 2006.
[16]  La interdicción civil suponía quedar privado del gobierno de la propia persona, de la administración de sus bienes y de la capacidad para intervenir en juicio, por lo que el interdictado debía ser provisto de un mecanismo de tutela o representación voluntaria (esta pena desapareció del Derecho penal español en 1983). La inhabilitación absoluta supone la pérdida de todos los cargos, honores y empleos públicos que tuviere el condenado, así como la incapacidad de obtenerlos durante el tiempo de la condena (continúa vigente en los arts. 40 y 41 del Código penal español, a la fecha de este ensayo -junio de 2017-).
[17] El general Rojo falleció en Madrid el 14 de octubre de 1966, con 72 años de edad.
[18] Todo ello sucedería en el transcurso del año 1962, lo que explica la repentina petición de pensión, que tratamos acto seguido. Luis Monferrer, Odisea en Albión…, cit., así lo recoge. Hay algunas alusiones a una trombosis en 1966 pero, de ser cierta, resultaría adicional y diferente a la invalidante de cuatro años atrás.
[19] Me baso en la referencia del Servicio de Prensa (Resumen de Prensa Internacional sobre España), nº 30, Frankfurt am Main, correspondiente al jueves, 30 de abril de 1964. Ver en Internet Agfitel.es.
[20]  Remito en estos temas a mi ensayo El Derecho y la Guerra de España (I): Amnistías e Indultos, aparecido en este mismo blog.
[21]  Aun sin dar fecha exacta, las fuentes suelen referirse al año 1965. Habida cuenta de que el detonante del proceso fue la reclamación de pensión de junio de 1962, se ve que las Autoridades franquistas no tenían muchas ganas, ni mucho interés, en resucitar al bastante olvidado Coronel.
[22]  Ver Margarita de Madariaga, El final de la guerra…, cit.
[23]  Se ha llegado a decir que el final del proceso fue por sobreseimiento. Lo juzgo casi imposible, supuesto que la decisión de seguir Consejo de Guerra es posterior a la de abrir juicio oral, que es incompatible con el sobreseimiento.
[24] Me remito a los arts. 249, 286 y 287 del Código de Justicia Militar entonces vigente (aprobado por Ley de 17 de julio de 1945). Es obvio que Casado tenía que ser condenado como mando de Compañía o Unidad Superior.
[25] Ver arts. 249, 286 y 287 del Código de Justicia Militar de 1945, vigente a la sazón.
[26]  Permítaseme citar por una vez la Wikipedia (entrada Vicente Rojo Lluch), donde se entrecomilla que el general Rojo fue condenado por “auxilio a la rebelión”. De ser cierto, la analogía con el coronel Casado resultaría perfectamente hacedera.
[27]  Paul Preston, El final de la guerra civil…, citado.
[28]  Artº 251, que aplicaba ese plazo a todas las penas de reclusión, fuese ella mayor o menor.
[29]  Por Ley 154/1963, de 2 de diciembre, las competencias del Tribunal especial para la aplicación de la Ley de Masonería y Comunismo, de 1 de marzo de 1940, habían pasado a la Jurisdicción de Orden Público, que entonces se creaba (disposición derogatoria segunda). Preguntado el Generalísimo sobre el porqué de la desaparición del Tribunal nacional específico, contestó porque ya no hay masones en España. Desde luego, la persistencia de estos no sería por falta de esfuerzo de Franco. Ver mi ensayo El Derecho y la Guerra de España (III), epígrafe 4.1, publicado en este blog.
[30] Ver supra, nota 2.
[31] Ver su artículo Dar gato por liebre. Semblanza del coronel Casado, en El País, 10 de diciembre de 2011.
[32] Emilio Romero Gómez (1917-2003) fue director de Pueblo entre 1952 y 1974. Este diario madrileño de la tarde era el órgano oficial de la Delegación Nacional de Sindicatos, que obviamente lo financiaba.
[33] Véase Pueblo del 27 de octubre de 1967, págs. 14-15.
[34] Era la época dorada de este rotativo (1966-1968) cuando, bajo la dirección de Luis Apostua Palos y la propiedad de Prensa y Ediciones, S.A., abandonó su tono ultraderechista y alcanzó la notable tirada de 110.000 ejemplares diarios. “Gresca” es la palabra empleada en la web La Hemeroteca del Buitre, que recoge ordenada y certeramente el incidente.
[35] Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015), prolífico y superficial historiador, especializado en Historia de España contemporánea quien, años más tarde, publicaría por fin un libro sobre el tema casadista: Ricardo de la Cierva, Episodios históricos de España (44): La sublevación del coronel Casado, 1997. Existe versión íntegra en Internet, en la web espapdf.com, edit. Titivillus, 7 de abril de 1995.
[36] En concreto, aludía a su petición oficial de que se le reconocieran derechos pasivos por los años servidos como militar. Probablemente, el Coronel sospechaba -como yo mismo lo hago- que se había querido hacerle de menos, como pesetero e iluso.
[37] En efecto, la obra apareció en una primera versión en 1969. En 1971, con el carácter de ilustrada, se presentó en dos volúmenes. En 2006 fue objeto de una nueva edición actualizada.
[38] Los diarios a consultar sobre este episodio son Pueblo de los días 30 de octubre, 1, 3 y 6 de noviembre de 1967, y El Alcázar, números de 31 de octubre y 3 y 4 de noviembre de 1967.
[39] Ver nota 31, como también para la siguiente frase literal de este párrafo.
[40] Recuérdese su estado, tan perjudicado, desde la trombosis de 1962, a la que parece haber seguido otra en 1966 (ver nota 18). Es dudoso, sin embargo, que estuviese tan disminuido como señala Ángel Viñas, siempre tan rudo con el Coronel: El problema es que no se acordaba de los hechos de 1939. Tampoco podía ir a hemerotecas (ver nota 31). Esto último sí era, evidentemente, cierto. Viñas (íbidem) añade: Sí sabemos que le ayudó uno de los subordinados de Cipriano Mera, también anarquista, un tal (sic) Liberino González. No sabemos a qué ayudó Liberino González a Casado, pero sí sabemos que era bastante más que un tal, para quien sea conocedor de la Guerra Civil: Jefe de la 12ª División y, provisionalmente, del IV Cuerpo de Ejército del Ejército del Centro de la República, en las fechas del golpe de Casado: Véase Cipriano Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, edit. Ruedo Ibérico, Paris, 1976. En términos ya claramente especulativos, Viñas (íbidem), para apoyar su tesis de acuerdo con el MIT, escribe: No sabemos si desde el Ministerio, entonces regentado por Fraga Iribarne, alguien le echó una mano.
[41] Por mediocres que fuesen los trabajos, la penuria y forzada homogeneidad de la historiografía española de la época animaba al público a leerlos, sobre todo si eran gratis comprando el periódico. El de Bolín llegó a editarse en libro: Luis Bolín (Luis Antonio Bolín Bidwell), España. Los años vitales, Espasa-Calpe, Madrid, 1967. El encuadernable de ABC ya llevaba el copyright de Espasa-Calpe.
[42] Angel Viñas, Dar gato por liebre…, cit.; Paul Preston, El final de la guerra…, citado.
[43] Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002), autor, entre otras obras de Pensamiento Español, en siete volúmenes (entre 1963 y 1970), y la famosa El crepúsculo de las ideologías (1965). En el plano político, fue Ministro de Obras Públicas (1970-1974) y Diputado en Cortes (1977-1979). La citada recensión se halla en ABC (Madrid) del 9 de mayo de 1968, páginas 33 y 35, y ABC (Sevilla), 14 de mayo de 1968, pág. 46.
[44] Tomo como modelos el ABC, ejemplar del 19 de diciembre de 1968, página 43, y La Vanguardia de la misma fecha, página 10.
[45] Ver ABC, 20 de diciembre de 1968, página 131.
[46] Véase ABC (edición de Sevilla), 21 de diciembre de 1968, página 43.