domingo, 13 de abril de 2014

ENSAYOS DE CINE (2): EL WESTERN


 

UNA APROXIMACIÓN AL WESTERN
 

 


 

      ORIGEN DEL WESTERN.

 

      Suele entenderse que el western tiene su origen en el deseo de reflejar en el cine la realidad histórica y social norteamericana del siglo XIX, entendiendo que la colonización de nuevos territorios al oeste de los Apalaches constituía una verdadera epopeya y, en cierto modo, el periodo más característico y creador de la historia de los EE.UU. De hecho, la necesidad de tener una historia, aunque no muy larga ni antigua, parece encontrarse en el fenómeno de la espectacularización del “salvaje Oeste”, que se plasmó en el famosísimo circo de Buffalo Bill (el Wild West Show) del periodo de entre-siglos XIX y XX.

 

      Como luego veremos con más detalle, es muy temprana la incorporación del western al cine americano (como mínimo, de 1903), si bien puede decirse que durante un periodo de unos 20 años, se plasmó en films menores, para el lucimiento de las habilidades de ciertos personajes. Sólo a partir de 1923-24, aparecieron los westerns de gran vuelo artístico, que incorporaron un tono épico a tenor con la necesidad histórica que hemos indicado.

 

 

      EL WESTERN, GÉNERO CINEMATOGRÁFICO. TEMAS O SUBGÉNEROS.

 

      Aunque difícilmente pueda llevarse más allá de los EEUU, ni mantenerse más acá de 1960, es lo cierto que el western suele ser calificado como auténtico género cinematográfico (por tanto, sin coordenadas espacio-temporales obligadas), tal vez, el más característico y personal de la filmografía norteamericana. Quede esto dicho, sin ánimo de polémica y admitiendo todas las excepciones que cada cinéfilo razonablemente quiera establecer.

 

      Dentro de un género que, en lo esencial, abarca la realidad histórica y social americana en el Oeste de los EEUU en la segunda mitad del siglo XIX, sus diversos motivos históricos permiten diferenciar varios subgéneros, entre los que se encuentran:

·         La colonización, que puede hacer remontar el periodo histórico hasta las primeras décadas del siglo XIX.

·         La cuestión india, sobre la que volveremos en la última parte de esta “Aproximación”.

·         La delincuencia, con su tema derivado de la justicia en el Oeste.

·         La Guerra de Secesión, aunque su espacio fundamental no llegó a cruzar el Mississippi.

·         La fiebre del oro, como modelo de problemas socio-económicos concretos (también podría aludirse a la cuestión ganadera o al tendido del ferrocarril).

 

 

      ALGUNOS MOTIVOS TEMÁTICOS. UNA CIERTA FILOSOFÍA.

 

      Aunque deudor de una determinada Historia, el western no deja de reflejar las ideas del tiempo en que fue rodado. Como ejemplo de ello, trataremos más adelante de la cuestión india. Algunos autores llegan incluso a señalar el valor del western como alegoría de una realidad contemporánea que no se quiere plasmar sincrónicamente. Así, se ha sostenido que la persecución de cierto tipo de cine negro por el Comité de Actividades Antinorteamericanas aumentó considerablemente el interés por el western, el número de estas películas y la variedad y complejidad de sus planteamientos (recuérdese el caso de Solo ante el peligro).

 

      Formulado muchas veces en términos de buenos y malos, el western desarrolla de manera dicotómica irreductible una serie de conflictos globales, entre los que se hallan:

 

·         El conflicto entre el bien y el mal morales, personificados en unos protagonistas antagónicos y sin fisuras ni medias tintas.

·         El conflicto entre el pasado y el presente, propio de un mundo en cambio brusco, que avanza incluso más deprisa que el relevo generacional.

·         El conflicto entre civilización y barbarie, personificando esta en quienes se oponen al “progreso” (los indios, por ejemplo), o en los que no son capaces de someterse a las leyes de la convivencia (forajidos).

 

      Estos conflictos tratan de resolverse a base de ciertas ideas-fuerza que dotan al western de dos de sus caracteres más estables: el empleo de la violencia  y la confianza en el progreso. La violencia iguala a buenos y malos, sin más matizaciones que los fines y el extremo a que se lleva su empleo. Y la esperanza de progreso permite llegar casi inevitablemente al happy end, por muchas que sean las dificultades que hayan de superarse.

 

 

      UNA GALERÍA DE PERSONAJES ESTEREOTIPADOS.

 

      Si algo define al western es la existencia de una serie de personajes característicos, con frecuencia tipos sin personalidad propia, que cumplen su función en la trama más por lo que hacen que por lo que son. Su número es bastante amplio, como corresponde a un género con tantos subgéneros. Entre los más frecuentes, podemos encontrar a los siguientes:

 

·         Los pioneros, ya sean cazadores, agricultores, mineros o viajeros.

·         Los indios.

·         Los soldados, en especial, los que mantienen la paz frente a los indios en los fuertes.

·         Los hombres de la burguesía, entre los que abundan los empresarios sin escrúpulos.

·         Los vaqueros, como modelo de hombres del Oeste integrados en el medio y curtidos por la naturaleza.

·         Los fuera de la ley, forajidos de toda laya y motivación.

·         Los que implantan la ley, como los sheriffs y los jueces o jurados.

 

      Aunque por diversos motivos (entre los cuales, su escasa presencia histórica) las mujeres no suelen jugar un papel muy relevante en los westerns (se suele definir al género como machista, reducto de directores un tanto misóginos), es lo cierto que solemos encontrar en estos films dos tipos de mujeres, también un tanto estereotipadas:

 

·         La mujer de familia (madre, novia, etc.), que cumple sus funciones dentro del normal contexto social y de la que suele destacarse su valor pacificador y su esfuerzo colonizador.

·         La mujer liberada, de vida airada o empresaria de negocios más o menos turbios, que suele actuar de detonante del argumento o, incluso, de mujer fatal.

 

 

      ENSAYO DE UNA EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA.

 

      Al momento presente (2005), el género del western parece haber cerrado en lo fundamental su evolución. En consecuencia, resulta posible enfrentarse a esta como una sucesión de periodos cronológicamente fijados, desde su nacimiento hasta su cuasi-abandono.

·         Nacimiento del género. Como antes indicamos, el western nace como una forma de lucimiento de las habilidades vaqueras de sus actores. En este periodo, se construyen historias sencillas, frecuentemente en corto o mediometraje, teniendo como centro el enfrentamiento entre uno o varios buenos (en general, cow-boys) y uno o varios malos (de ordinario, forajidos o out-laws). Podemos fijar cómodamente como duración de esta fase unos veinte años, que van de 1903 (proyección del primer western notable conocido: Asalto y robo al tren, de E.S. Porter), hasta 1923 (estreno de La caravana de Oregón, de J. Cruze).

·         Formación del género. En este periodo, el western toma su tendencia épica característica, gracias a la universalización de los temas, la ampliación del elenco de personajes y al aprovechamiento para el rodaje de los grandes espacios naturales. El comienzo de esta fase suele fijarse en 1923, como antes decíamos, o en 1924 (estreno de El caballo de hierro, de J. Ford), y entra decididamente en el sonoro, hasta 1939, aproximadamente.

·         Periodo de plenitud. Se profundiza en el estudio social y la caracterización de los personajes: llega hasta hablarse de westerns psicológicos. Gracias a ello, aparecen las grandes películas del género, cada vez más complejas y con mayor riqueza de matices. Los grandes directores no desdeñan filmar westerns, aunque sólo algunos de ellos (J. Ford, A. Mann, D. Daves, etc.) llegan a especializarse en el género. Esta época de apogeo se inicia hacia 1939 (La diligencia, de J. Ford) y puede darse por concluida en los años sesenta (1960, Los siete magníficos, de J. Sturges).

·         Época de decadencia. Los grandes directores de western van retirándose y los que les suceden (como S. Peckinpah) toman un camino de manierismo formal y abuso de la violencia explícita. Se aprecia un cierto hastío del público y se reduce considerablemente el número de films de este género que se ruedan. La influencia de la televisión polariza el western cinematográfico hacia temas más intimistas y espacios más cerrados o, por el contrario, hacia el empleo de nuevas técnicas de ampliación de pantalla y relieve (cinemascope, vistavisión, etc.), de las que puede ser ejemplo La conquista del Oeste (J. Ford, G. Stevens y H. Hathaway, 1962). Comprende este periodo los años sesenta y setenta, pudiendo darlo por concluido hacia 1980 (Forajidos de leyenda, de W. Hill).

·         Periodo de esporádico renacimiento. Algunos directores del Neo Hollywood retoman el western, de forma puntual y con cierta mezcolanza de géneros. Obras de tesis y remakes reemplazan la frescura y originalidad de tiempos pasados. Se hibrida el género western con el melodrama (Sommersby,1993), la comedia (Maverick, 1994) o la parodia (Rápida y mortal, 1995). Algunos directores hacen intentos infructuosos de revitalizar el género: L. Kasdan, K. Costner. Cumbre de esta época es Sin perdón (C. Eastwood, 1992). En este periodo se acuña el término de western crepuscular, para denotar, no sólo el ocaso del género, sino sobre todo el tono nostálgico y anacrónico de películas y personajes.

 

 

      UN MODELO DE LA EVOLUCIÓN: EL INDIO EN EL WESTERN.

 

      Los inicios del western son casi sincrónicos del mundo que reflejaban, pero setenta o más años de evolución del género dan para mucho cambio social e ideológico; un cambio del que el western puede haberse beneficiado, sin necesidad de cambiar los temas ni los personajes. Un buen ejemplo de ello es analizar brevemente el significado del indio en las películas americanas.

 

      En un primer momento, el indio es tratado con una mezcla de tipismo exótico (a modo de complemento del paisaje) o como uno de los estereotipos de malos, por su salvajismo formal y su oposición al progreso. Se utiliza a los indios como telón de fondo de la peripecia o como desencadenantes de la violencia y el heroísmo de los blancos. Apenas se resalta al individuo indio sobre el conjunto tribal de los indios, en el que cada uno de ellos se integra como las hormigas en su hormiguero.

 

      En una segunda fase, se modera el racismo socio-económico de la época anterior. El indio es tratado de forma más matizada; surgen los caracteres individuales y los biopics de ciertos jefes indios; se reflejan la rapacidad y falta de respeto a la palabra dada de los blancos; se manifiesta la culpa de algunos blancos en la forma de ser de los indios, al suministrarles armas, bebidas alcohólicas, etc.; se pone en duda la superioridad del progreso yanky frente a la forma de vida natural y menos esquilmadora de los aborígenes.

 

      Finalmente, en una tercera fase, por influencia del ecologismo y la mala conciencia blanca, el indio empieza a ser considerado el bueno de la película, maltratado (cuando no masacrado) alevosamente por los blancos. Se sobrevalora la forma india de vida, que se juzga más sensata que la de muchos blancos, hasta el extremo de que algunos protagonistas de los westerns toman el camino de defender a los indios o de integrarse con ellos, sin que por eso se les estigmatice como renegados.

 

      Resulta un tanto caprichoso citar algunos films característicos de esta evolución ideológica, tan ligada a la producida en la intelectualidad de cada época. Una referencia mínima podría contener las siguientes películas:

·         Los inconquistables  (C.B. de Mille, 1947) y Tambores lejanos (R. Walsh, 1951), como ejemplo del efecto nocivo de algunos blancos en la hostilidad de los indios.

·         Flecha rota (D. Daves, 1950) con la presencia del personaje real de Cochise, o El valle del fugitivo (A. Polonski, 1969) con la de un protagonista indio de ficción.

·          Río de sangre (H. Hawks, 1952), Yuma (S. Fuller, 1957) y Bailando con lobos (K. Costner, 1990), como modelos de integración voluntaria de blancos en tribus indias, y Un hombre llamado caballo (E. Silverstein, 1970) que ejemplifica el paso de un blanco, de prisionero, a compañero de los indios. En tono más paródico, puede citarse Pequeño gran hombre (A. Penn, 1970).

·         La torpeza, cuando no brutalidad, del trato de los militares hacia los indios se ejemplifica en la ya citada Pequeño gran hombre, como también en El gran combate (J. Ford, 1964) y en Soldado azul (R. Nelson, 1970).

·         Centauros del desierto (J. Ford, 1956), Los que no perdonan (J. Huston, 1960) y Dos cabalgan juntos (J. Ford, 1961), sobre el tema, casi siempre conflictivo y de malos resultados, del mestizaje entre las dos razas.

·         Fuera ya del campo natural del western, diversas películas de los años noventa han presentado a los indios contemporáneos como poseedores de una intuición espiritual superior a la de los blancos: The doors (1990), Asesinos natos (1994) y Giro al infierno (1997), las tres de O. Stone, o Corazón Trueno (M. Apted, 1992) son ejemplos de ello.

 

 

  EXPORTACIÓN DEL GÉNERO: EL SPAGHETTI WESTERN.

 

      La crisis del sistema de grandes Estudios impulsó el rodaje en Europa por parte de numerosos productores, a fin de aprovechar los bajos costes salariales. El western pasó, de California o de Monument Valley, a tierras de Almería. Pero lo que, en un principio, era un producto genuinamente americano, pronto se hibridó por la presencia de actores y técnicos europeos y, finalmente, con directores de este continente. Surgió así el caprichosamente llamado spaghetti western que, por la vía del bajo presupuesto, la violencia paroxística y un cierto tono de parodia (incluso, de humor) dotó a los mejores productos de esta corriente de un cierto aire renovador. S. Leone como director y C. Eastwood como actor fueron las cumbres del movimiento (El bueno, el feo y el malo, 1966; Hasta que llegó su hora, 1968).

 

 

      EL WESTERN, EN LA HISTORIA DEL CINE.

 

      De género menor y de entretenimiento, el western ha pasado a valorarse como el más representativo y personal del cine nortemericano. Aparte de ello, es lo cierto que bastantes films del Oeste han pasado a integrarse en las selecciones de las N. mejores películas de la Historia del Cine. De mi personal selección de las trescientas mejores películas del primer siglo de cine (1895-1995), entresaco seguidamente las que pertenecen sin duda al género western. Para mayor facilidad de consulta, empleo el orden alfabético, por su título en español:

 

·         Bailando con lobos (K. Costner, 1990)

·         Centauros del desierto (J. Ford, 1956)

·         Diligencia, La (J. Ford, 1939)

·         Dos hombres y un destino (G.R. Hill, 1969)

·         Grupo salvaje (S. Peckinpah, 1969)

·         Hasta que llegó su hora (S. Leone, 1968)

·         Hombre que mató a Liberty Valance, El (J. Ford, 1962)

·         Johnny Guitar (N. Ray, 1954)

·         Juntos hasta la muerte (R. Walsh, 1949)

·         Pasión de los fuertes (J. Ford, 1946)

·         Raíces profundas (G. Stevens, 1953)

·         Río Bravo (H. Hawks, 1959)

·         Río Rojo (H. Hawks, 1948)

·         Siete magníficos, Los (J. Sturges, 1960)

·         Sin perdón (C. Eastwood, 1992)

·         Solo ante el peligro (F. Zinnemann, 1952)

·         Tierras lejanas (A. Mann, 1955)
 
 

 

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