sábado, 1 de febrero de 2014

KANT Y LA CIENCIA MODERNA: ¿REFUTADO O CORROBORADO?



KANT Y LA CIENCIA MODERNA: ¿REFUTADO O CORROBORADO?



“Zurück zu Kant”

(Otto Liebmann, 1865)


     Este ensayo, breve y sin pretensiones, parte de la pregunta que engloba en su título. La respuesta obliga a darse un paseo por muy diversas Ciencias (en especial, Física, Psicología y Biología), hasta llegar a una respuesta un tanto discutible: Para mí, doscientos y pico años de progreso científico avalan la conclusión de que Kant, en general, acertó.





I.                    KANT Y LA CIENCIA: LO QUE EL FILÓSOFO NO QUISO VER O NO PREVIÓ.


  • Kant tuvo una importante formación científica en su juventud[1], hasta el punto de no decidirse por la dedicación profesional a la Filosofía hasta una edad bien adulta[2]. Ya como profesor ordinario, impartió numerosos cursos y materias que tenían relación con lo que entonces y ahora se denominan “Ciencias”[3].
  • Su modelo de ciencia, para distinguir esta de otros conocimientos racionales, eran las Ciencias Exactas, es decir, estrictamente matematizables: las Matemáticas y la Física newtoniana[4]. En ellas encuentra dos notas que las definen y diferencian: la demostración y la experimentación[5]. Sin excluir del todo la intuición o el apriorismo, su método y su objeto marcan claras diferencias con todo aquello que queda más allá de la Ciencia, incluida la Metafísica en sentido estricto.
  • Ya en su época, tal reduccionismo de la Ciencia era miope e injusto. Poco tiempo después (Romanticismo), la situación había cambiado aún más radicalmente: se reconoció el carácter indudablemente científico de la Química (Lavoisier), Medicina y Biología, Humanidades (Historia, Geografía, Psicología, Sociología, Antropología). Kant no lo ignoraba, pero pareció menospreciarlo metodológicamente[6]. Véase la diferencia, por ejemplo, entre las actitudes de Kant y de Hegel ante la Historia[7].
  • Mucho después (en general, en el siglo XX), también se ha refutado a Kant, al cambiar radicalmente el concepto de exactitud y matematización de la Ciencia: geometrías no euclidianas (Riemann, 1826-1866), teoría de cuantos (Planck), relatividad (Einstein[8]), continuo espacio-tiempo (Einstein), conversión de materia en energía (Lorentz, Einstein), mecánica cuántica y ondulatoria (Schrödinger), dualidad onda-corpúsculo (de Broglie), incertidumbre (Heisenberg), teoría de cuerdas y supercuerdas (Kähler, Calabi, Yau, Witten) y otras del campo unificado (Einstein, Kaluza, Glashow, Rubbia)... ¿Quién diría que todo eso es ciencia exacta, demostrable en la cátedra y comprobable en el laboratorio? Y, sin embargo, es Ciencia, continuación y desarrollo de lo que Kant consideraba como tal.
  • Un cambio tan radical está ligado, en parte, a algo que Kant juzgaba imposible para la Ciencia (no para la Metafísica): tratar de alcanzar un conocimiento testado del Universo, del mundo en general[9]. Pues bien, tratar de llegar científicamente a lo infinitamente grande y a lo infinitamente pequeño es lo que ha desencadenado esa revolución en la forma de entender las Ciencias y validar sus leyes y conocimientos. Incluso, ha planteado vivamente el problema de cómo poder establecer un proceso claro y preciso de comprobación (y constatación del falseamiento, en su caso) de las hipótesis científicas: la citada teoría de supercuerdas es un buen ejemplo de ello.




II.                  ...Y KANT TENÍA RAZÓN: RELEVANCIA DEL SUJETO DEL CONOCIMIENTO.


  • Una de las claves de la Filosofía del conocimiento kantiana (y de lo más valorado por las posteriores) es el valor dado al sujeto del conocimiento, tan esencial como el objeto para alcanzar la versión racional y fenoménica de este[10]. En su tiempo, tal importancia se hacía basar en la necesidad de que los objetos fueran captados por los órganos sensoriales, con todas sus peculiaridades y limitaciones para conocer las cosas. En la época kantiana existían, es obvio, aparatos o artefactos para potenciar el sensorio (telescopios o microscopios, por ejemplo), pero era insólito adquirir datos sin aplicar a ellos los sentidos de un hombre determinado.
  • Actualmente, podríamos casi afirmar lo contrario: el conocimiento del hombre se ha multiplicado, gracias a aparatos y artefactos, en los que no cuentan ni se aplican sus sentidos, sino los medios tecnológicos que previamente ha inventado la inteligencia humana. Es más, con ellos se consiguen referencias y se captan magnitudes y cualidades que nuestros sentidos son incapaces de detectar.
  • Esa capacidad para llegar a objetos y cualidades desconocidos sensorialmente podría llevar, tal vez, a la creación de objetos de conocimiento prácticamente virtuales o inexistentes en la práctica (pensemos en elementos químicos absolutamente inestables y no existentes en la Naturaleza, o en partículas subatómicas solo producibles instantáneamente con aplicación de grandes cantidades de energía).
  • En suma, la mente del sujeto revoluciona la captación del objeto y su propia existencia. Nada mejor, para poner de manifiesto la relevancia subjetiva en el conocimiento empírico, que Kant tanto ponderó.



III.                ... Y KANT TENÍA RAZÓN: LAS ESTRUCTURAS O JUICIOS SINTÉTICOS A PRIORI.


  • Tal vez sea este el punto más debatido y censurado de la Crítica kantiana de la Razón Pura[11]. Seguramente faltaba en su época base científica para justificarlo y el propio Kant jugó fuerte, haciendo apelación solo a factores innatos (hoy diríamos genéticos), sin aludir precisamente a la influencia de lo social y de lo experimental.
  • Como él ya apuntaba, la Biología ha venido a darle la razón, sobre todo, en lo relativo a anatomía y fisiología cerebral[12]. Los órganos de los sentidos captan sensaciones que se transmiten neurológicamente y que el cerebro procesa e instala en el consciente o el subconsciente. Las estructuras nerviosas (en especial, las centrales) convierten las sensaciones en conocimiento, dentro de sus condiciones, límites y memoria[13]. Sin ello, no hay conocimiento válido y racional. Y ello no procede de fuera, sino de dentro del hombre (o ser vivo de que se trate) y tiene un carácter estructural.
  • Complementariamente, la Medicina ha descrito enfermedades que, por morbilidad de los sentidos o del sistema nervioso, producen perturbaciones o distorsiones de la realidad o de su interpretación. Sin llegar a tanto (y sin jugar al relativismo), cada persona tiene sus peculiaridades cognoscitivas, fruto de sus propios órganos, cerebro y (adelantémoslo) experiencia y socialización.
  • Por su parte, la Anatomía y Fisiología Comparadas reflejan paladinamente la distinta percepción de la realidad, en función de las diversas especies de seres vivos, con su propia y peculiar posesión de sentidos y estructuras nerviosas, metabolismo, etc. Hay muchos puntos en común en todos los seres vivos (por ejemplo, la percepción de la luz o de algunos estímulos químicos), pero un mismo sentido (por ejemplo, el ojo) capta de manera muy diversa los estímulos (araña, abeja, pez...). Cada especie tiene, pues, su marco cognitivo, sus estructuras y sus categorías.
  • Finalmente, la Psicología Evolutiva (Piaget) ha demostrado que, dentro de nuestra misma especie, las estructuras mentales (y la propia anatomía de los sentidos y  del sistema nervioso) evolucionan entre el nacimiento y la adolescencia (por no hablar del estadio uterino, o de la edad provecta), captando e interpretando la realidad de manera francamente diversa y reaccionando de manera distinta. Sin perjuicio del valor dado a la experiencia y a la socialización, es evidente que tenemos una pauta onto-filogenética, que va modificando (¿perfeccionando?) las estructuras hasta, más o menos, los 16 años de nuestra edad[14].



IV.               EN RESUMEN


  • Las Ciencias evolucionan (y muy rápidamente en los últimos dos siglos[15]). Cuando la Filosofía trata de perfilarlas o de apoyarse en ellas, es inevitable que sufra el desgaste de lo cambiante. Contra lo que quizá pensaba Kant, se ha evidenciado que las Ciencias más exactas también sufren alteraciones: leyes, hipótesis o métodos, si no desvirtúan lo anterior, sí lo amplían para absorber nuevos campos conceptuales. Pocos hoy serían kantianos, a la hora de sobrevalorar la Física y las Matemáticas como únicas Ciencias, minusvalorando el resto, o estableciendo diferencias radicales y caracteres inmutables en unas u otras. En esto (tal vez, secundario para la Filosofía kantiana), el filósofo de Königsberg se equivocó.
  • Por el contrario, puntos claves de la Filosofía de Kant (relevancia del sujeto del conocimiento; juicios sintéticos a priori) han sido robustecidos y/o valorados positivamente por la evolución de las Ciencias posterior a él. No quiere ello decir que sus razonamientos o condiciones hayan sido validados, pero sí sus conclusiones. Eso es lo que hemos querido poner de manifiesto al afirmar (quizá muy drásticamente) que Kant tenía razón[16].



ADDENDA al apartado III.

A la hora de relativizar las categorías de los diversos seres vivos a nivel específico, convendría no olvidar los instintos (reproducción, supervivencia, defensa, etc.), que pueden ser comunes a la mayoría de ellos en cuanto a su existencia, pero difieren mucho en sus formas de manifestación. Podría aquí aludirse también a la intensa corrección/matización/superación de los instintos en la especie humana (y en otras de vida muy socializada), a través de la moral en todas sus manifestaciones, desde la conciencia religiosa a la imposición de sanciones por conductas consideradas ilegales o antisociales.







[1]  Tratan del tema, tanto las biografías de Kant, como las exposiciones extensas de la obra kantiana. Entre las primeras, he manejado en Internet el delicioso texto histórico, Vida de Kant, de Kuno Fischer, traducción española anónima para la Revista Contemporánea, tomo I, volumen I (Madrid, 1875), pp. 98/120; tomo I, volumen II (Madrid, 1875), pp. 233/241, y tomo I, volumen III (Madrid, 1876), pp. 370 a 382. Edición moderna de dicha obra, en su original alemán: Kuno Fischer, Kants Leben und Charakter, Schutterwald/Baden, 2001.  La biografía actual de referencia es: Manfred Kuehn, Kant, traducción de Carmen García-Trevijano Forte, editorial Acento, Madrid, 2003 (original: Kant. A biography, Cambridge University Press, 2001). Esta última obra aborda el tema de la formación de Kant a lo largo de las pp. 57/105 (“Infancia y primera juventud”) y 106/150 (estudiante universitario).
[2]  Tal vez, hasta 1770, al ser nombrado profesor ordinario de la cátedra de Lógica y Metafísica de la Universidad de Königsberg, cuando contaba 46 años de edad.
[3]   Según Kuno Fischer (Vida de Kant, cit, pág. 112), “el círculo obligado de su enseñanza comprendía las asignaturas que (Kant) había profesado: matemáticas, física, lógica y metafísica, y además, derecho natural, moral, teología natural, geografía física y antropología”. Se ve que la especialización –incluso para un catedrático- era muy relativa.
[4]   Sigo la excelente (al menos, por lo comprensible) exposición de Emerich Coreth y Harald Schöndorf, La filosofía de los siglos XVII y XVIII, traducción española de C. Gancho, editorial Herder, Barcelona, 1987,  titulada Immanuel Kant, disponible como separata en Internet, cuya paginación sigo; sobre lo que era Ciencia para Kant, pp. 7/9.
[5]  Véase José Mª Romero Baró, El concepto de ciencia en Kant y en Heidegger, Anales del Seminario de Metafísica, nº 25 (1991), pp. 243/247. Con mucho mayor detalle y matización, Pedro Jesús Teruel Ruiz (editor), Kant y las Ciencias, editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2012.
[6]  Mis apreciaciones pueden parecer simplistas y bastante injustas. Para profundizar en el tema, véanse Eugenio Moya, Kant y las Ciencias de la Vida (Naturlehre y filosofía crítica), editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2008; Pedro Jesús Teruel Ruiz, Mente, cerebro y antropología en Kant, editorial Tecnos, Madrid, 2008.
[7]  Muy recomendable en esta materia: Salvador Rus Rufino, Estudio Preliminar a G.W.F. Hegel, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, editorial Tecnos, Madrid, 2005. Existe separata en la web campus,usal.es.
[8]  La influencia de Kant en Einstein es un tema inabarcable. Algunas citas, un poco al azar: Alfred Elsbach, Kant und Einstein. Untersuchungen über das Verhältnis der modernen Erkenntnistheorie zur Relativitätstheorie, editorial Walter de Gruyter, Berlin/Leipzig, 1924; Friedel Weinert, Einstein and Kant, en Philosophy, Cambridge University Press, volumen 80, nº 314 (octubre 2005), pp. 585/593; Michael Friedman, Einstein, Kant and the relativized A Priori, separata en www.rehseis.cnrs.fr, pp. 253/267; Don A. Howard, Einstein Philosophy of Science, en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, spring 2004 (versión definitiva, summer 2010).
[9]  Véase Coreth y Schöndorf, Immanuel Kant, separata citada, pp. 23/27.
[10]  Íbidem, pp. 11/14.
[11]  Íbidem, pp. 16/22; M. Kuehn, Kant, 339/380.
[12]  Antonio Batro, Las Neurociencias y su impacto en la educación, Conferencia de Apertura a los Cursos de Actualización Docente, 2º semestre de 2006, Universidad de San Andrés (Escuela de Educación), disponible en Internet.
[13]  En sede de memoria, está demostrada la existencia de patrones y de plantillas (chunks and templates) para captar y reproducir recuerdos y situaciones complejos, por ejemplo, las posiciones en el ajedrez: Leontxo García, Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas, editorial Crítica, Barcelona, 2013, pp. 116 y siguiente.
[14]   Sobre las relaciones entre Kant y Piaget: Marta Abergo Moro, Moral y relaciones sociales. Heteronomía y autonomía: de Kant a Piaget, en Espacios de crítica y producción, nº 39 (2008), Universidad de Buenos Aires, pp. 58/64; Carlos Arturo Londoño Ramos, Avatares del Constructivismo: de Kant a Piaget, en Revista de Historia de la Educación Latinoamericana, nº 10 (2008), Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, pp. 73/96; Melita, Schiavello, Fernández Salazar, Neri, El esquema como organizador de lo diverso, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Psicología, X Jornadas de Investigación (exposición en Internet).  De lectura obligada, Jean Piaget, Psicología evolutiva, traducción española, editorial Paidos, Madrid, 1986.
[15]  Recordemos que Kant vivió entre 1724 y 1804.
[16]  Confrontar con: Coreth y Schöndorf, Immanuel Kant, cit. pp. 41/49.

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