sábado, 28 de septiembre de 2013

RESÚMENES DE HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN (SEXTA ENTREGA)


LECCIÓN 12.  LA AMPLIACIÓN DEL MUNDO CONOCIDO

 
 

    Esta lección trata de fenómenos históricos relacionados principalmente con los siglos XV y XVI o, por precisar más, entre mediados de un siglo y del otro. Por consiguiente, con ella entramos en la denominada Edad Moderna, cuyo inicio suele fijarse en alguna fecha más o menos precisa de la segunda mitad del siglo XV: 1453 –caída de Constantinopla en manos turcas- y 1492 –descubrimiento de América y, para los españoles, fin de la Reconquista- son las más empleadas.

 

 

1.      LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS.

 

      Nos referimos, por supuesto, a los que realizaron portugueses y españoles, haciendo la perinavegación de África, llegando a la India e Insulindia y, finalmente, descubriendo América y navegando desde ella hasta el Extremo Oriente. Todo eso permitió tener por fin una idea exacta de las dimensiones de la Tierra y ubicar en ella los océanos y los continentes (salvo Australia). Finalmente, se comprobó la redondez y dimensiones de nuestro planeta, siendo la primera circunnavegación del globo la de la expedición Magallanes-Elcano (1519-1522).

 

 

     Sus causas.  Podemos encontrar, al menos, tres tipos: ideológicas, socio-económicas y científicas.

 

  • Ideológicas.  El hombre renacentista (véase lección 13), ambicioso y seguro de sí mismo, supera en buena parte las supersticiones y miedos anteriores y afronta empresas que habían parecido hasta entonces demasiado arriesgadas.
  • Socio-económicas. Como hemos indicado en la lección anterior, en el siglo XV se supera el marasmo económico y demográfico del siglo anterior y surge un movimiento pre-capitalista y una necesidad de tierras y de materias primas, que los intercambios internacionales y las nuevas colonias procurarán.
  • Científicas. Importantes descubrimientos náuticos (mejores barcos, nuevos instrumentos de navegación) permiten afrontar las navegaciones oceánicas en condiciones de seguridad y rapidez desconocidas hasta ese momento.

 

 

     Portugueses y españoles.

 

  • Los portugueses, tras costear toda el África atlántica y parte de la índica, se adentran en este último océano y llegan a la India y a Insulindia (actual Indonesia), en busca de oro y especias. Con el tiempo, construyen un imperio esencialmente comercial, constituido por pequeños establecimientos coloniales, salvo en el Brasil.
  • Los españoles, a través del Atlántico, llegan a América en busca de metales preciosos y de tierras donde establecerse y cultivar. El imperio español será esencialmente agrícola y minero, constituido sobre grandes territorios y con un importante trasvase de población.

 

 

       Los conflictos. 

 

     Los primeros conflictos surgen, como es natural, entre portugueses y españoles pero, con el arbitraje del papa Alejandro VI, firman el Tratado de Tordesillas (1494), que supondrá el reparto meridiano del mundo: América (salvo el futuro Brasil), para España; África y el Oriente (salvo Canarias y las futuras Filipinas), para Portugal.

 

      No será tan fácil la solución cuando otras potencias entren en liza, desconociendo absolutamente el valor de dicho Tratado. Francia, Inglaterra, Holanda (cuando se independice) discutirán económica y militarmente este reparto del mundo y, lentamente, irán minando tan drástica idea monopolística, estableciendo colonias en el Caribe y en la India, saqueando las flotas españolas, actuando mediante piratas, burlando el bloqueo a las mercancías extranjeras, etc.

 

 

       Las consecuencias.

 

  • Los grandes descubrimientos de esta época sentarán las bases para convertir a Europa en la dueña económica del mundo, al poner en manos europeas el destino de una gran parte de él y el comercio internacional con el resto.
  • Para España y Portugal, significarán la conversión en grandes potencias, aunque la falta de una verdadera transformación política y económica les hará un poco gigantes con pies de barro, tan pronto otros Estados les discutan esa supremacía.
  • Se producirá una mayor movilidad social, gracias a la posibilidad de alcanzar gloria y riqueza y, en especial, por permitir la emigración de la población con menos oportunidades o más ambición. En suma, significa el golpe de gracia al feudalismo, basado en la sujeción del hombre a una determinada tierra.
  • Por último, citaremos la ampliación de los conocimientos científicos y tecnológicos. En particular, y en la vida diaria, destaca la influencia de los nuevos productos alimenticios, textiles, etc., en tanto que los conocidos por los europeos se extenderán a otros continentes, frecuentemente con éxito extraordinario.

 

 

     2.  LA AMÉRICA PRECOLOMBINA.

 

     Lo que para los españoles y portugueses de la época supuso una conquista, para los indígenas americanos fue el final de un periodo de vida independiente y autónoma. Resulta, pues, oportuno ponerse un poco del lado contrario y preguntarse cómo era (a muy grandes rasgos) la América que descubrieron los europeos a finales del siglo XV.

 

 

     Generalidades.

 

  • La población americana era relativamente escasa y reciente. Se cree que los primeros humanos pasaron a América unos 20.000 años antes de nuestra era, en su mayoría procedentes de Asia, a través del estrecho de Bering. Tal vez algunos alcanzaron América por mar, procedentes de Oceanía.
  • Vivían en la prehistoria, no sólo en el sentido de que desconocían la escritura, sino en el de que su principal material para armas y herramientas era la piedra pulimentada. Su conocimiento de los metales se limitaba a la metalurgia de los que se encuentran en estado nativo (oro, cobre), que trataban con gran esmero y sentido artístico.
  • Carecemos de fuentes escritas sobre ellos, pero las arqueológicas son, a veces, grandes y espectaculares. Por otro lado, no se puede olvidar que, aunque en general despreocupados e ignorantes, algunos colonizadores y conquistadores dejaron fieles retratos de la vida, idioma y cultura de los pueblos indígenas con los que contactaron.

 

 

      Algunas grandes culturas.

 

     Los españoles encontraron en ciertas regiones de América culturas de una importancia y nivel sobresalientes, que habían logrado alcanzar una expansión política en grandes áreas. Las más significativas eran la azteca, la maya y la incaica.

 

  • La cultura azteca era de origen reciente, pues este pueblo había llegado al centro de Méjico aproximadamente un siglo antes que Cortés, pero había sabido asumir buena parte del legado de otras culturas mejicanas más antiguas. Dotados de un gran sentido de la disciplina y la organización, los aztecas destacaron especialmente por dos cualidades: su valor guerrero y su capacidad para crear y vivir en importantes ciudades (Tenochtitlán).
  • La cultura maya, en cambio, era antigua, pues –aunque intermitente- sus orígenes podían remontarse a unos mil años antes de la llegada de los españoles. Desarrollada en un ambiente selvático (Yucatán, Honduras, Guatemala), era políticamente más una civilización de polis, que un imperio. En sus últimas manifestaciones, la cultura maya alcanzó un grado de perfección asombroso en materias tales, como la arquitectura, la astronomía y las matemáticas.
  • La cultura inca era también joven al entrar en contacto con los españoles, pero se había beneficiado del alto grado de aculturación propio de la zona costera y de los valles de Colombia, Ecuador y Perú. Los incas constituyeron en poco tiempo un gran imperio de base teocrática (culto al Sol, representado en la tierra por el Inca, su soberano). Rico en obras públicas, a veces increíbles, era en cambio débil políticamente, al extenderse sobre un territorio muy extenso y accidentado por la cordillera de los Andes.

 

 

 

 

 

 


 
LECCIÓN 13.  LA EUROPA DEL RENACIMIENTO: CULTURA Y ARTE
 

 

     El Renacimiento es uno de los momentos culturales más espléndidos y definitorios de la civilización europea, pero no se produce simultáneamente en todos los países. Con carácter general, podemos vincularlo al siglo XVI; por tanto, en plena Edad Moderna, que será la etapa histórica que estudiemos monográficamente hasta la lección 17, inclusive.

 

     Por otra parte, el Renacimiento presenta múltiples facetas, no todas examinadas en esta lección, que sólo se dedica a lo que es su núcleo característico: la cultura general y el arte.

 

 

1.      CULTURA Y CIENCIA.

 

     El Humanismo.

 

     Desde el punto de vista cultural, el Renacimiento es sinónimo de Humanismo. Pero ¿qué se entiende por Humanismo en esta época? Dos respuestas complementarias pueden darse a esa pregunta:

 

  • Antropo-centrismo. Etimológica y filosóficamente, el humanismo supone interés preferente por todo lo que afecta al hombre (nada humano me es ajeno), considerando que, por el hecho de ser nosotros hombres y por la grandeza de la especie humana, el hombre es la medida de todas las cosas. De alguna manera, se desplaza a Dios (y la religión) del centro de la vida y de las preocupaciones, para colocar ahí al hombre y, por extensión, a la Naturaleza.
  • Interés especial por las humanidades. Dentro de las diversas ciencias que estudian al hombre, se pone el mayor interés en las llamadas humanidades, es decir, las que lo analizan desde un punto de vista socio-filosófico, no médico o corporal. Entendiendo que los mayores logros en aquel campo se habían producido en la Edad Antigua, se opera un reduccionismo (no siempre auténtico) y el estudio de las humanidades pasa a ser, en realidad, el de la civilización greco-latina.

 

 

     La difusión de la cultura renacentista.

 

     El Renacimiento humanista se extiende por toda Europa, gracias a dos vehículos de gran alcance y rapidez, que son la internacional humanista y la imprenta.

 

  • La internacional humanista. Desde Italia, el humanismo se extiende por toda Europa, utilizando el latín como lengua común, y las academias y universidades como foros de reunión. Los mejores humanistas, no sólo no encuentran obstáculos para cambiar de país, sino que se los disputan los mecenas y las universidades.
  • La imprenta. El descubrimiento de la imprenta hacia 1460 y sus avances y generalización inmediatos permiten la divulgación de las ideas y la cultura hasta términos entonces insospechados. Sólo la modernísima revolución informática puede darnos una noción de lo que significó la imprenta para generalizar, abaratar y agilizar la extensión de la cultura.

 

 

     La Nueva Ciencia.

 

     Si el Humanismo perfecciona y potencia enormemente el conocimiento del hombre como ser racional y creador de cultura, las ciencias experimentales tampoco se quedan atrás y, dando un gran salto (que culminará en el siglo XVII), ponen el centro de su tarea en la investigación, la razón y la experimentación. Ello producirá sustanciales avances en ciencias tales, como la medicina, la astronomía y la mecánica.

 

 

2.      LITERATURA Y BELLAS ARTES.

 

     Literatura.

 

     La literatura en lenguas nacionales alcanza su mayoría de edad y se cultivan géneros nuevos, como la epopeya, la sátira, la novela picaresca y la poesía amatoria, intensamente lírica. El buen conocimiento de la literatura clásica greco-latina proporcionará abundantes y excelentes modelos.

 

 

    Bellas artes.

 

    El arte renacentista rinde tributo (o, al menos, lo pretende) al clasicismo antiguo, al equilibrio formal y decorativo, y a la exaltación del hombre. Arrancando de Italia (que sirve de ejemplo y proporciona los arquetipos), se extiende, al menos, por toda la Europa occidental.

 

     En el estilo renacentista podemos diferenciar tres etapas:

 

  • Primera etapa. Coincide, en general, con la segunda mitad del siglo XV. En ella, las formas renacentistas, en toda su pureza y sencillez, se van imponiendo al estilo gótico, aunque en casi todos los países se llega a soluciones de compromiso (como puede ser el estilo isabelino en España).
  • Segunda etapa. Podemos vincularla a la primera mitad del siglo XVI. El arte renacentista se hace más intenso, apasionado y colorista, de la mano de genios más atormentados que equilibrados, como Miguel Ángel. En España, el renacimiento pleno es denominado estilo plateresco.
  • Tercera etapa. Comprende la segunda mitad del siglo XVI. Se imita a los grandes clásicos anteriores (Manierismo). La exageración de las formas y el refinamiento van llevando insensiblemente al arte barroco. El manierismo más peculiar de España es el denominado estilo herreriano.

 

 

 

 

 

 

LECCIÓN 14.  REFORMA Y CONTRARREFORMA

 

 

      El periodo que abarca esta lección es de aproximadamente unos cincuenta años, los centrales del siglo XVI. Naturalmente, sus consecuencias llegan hasta nuestros días, y las guerras de religión que desencadenó ensangrentaron todavía buena parte del siglo XVII (por ejemplo, la Guerra de los Treinta Años, 1618-1648). Pero nuestra referencia aquí será mucho más concreta en el tiempo, como hemos dejado dicho.

 

 

  1. CRISIS RELIGIOSA: CAUSAS Y MANIFESTACIONES.

 

      Es probable que la situación de la Iglesia católica a comienzos del siglo XVI no fuera ni mejor ni peor que en otros momentos históricos. No obstante, fue en esa época cuando hizo crisis en la Europa occidental y generó la ruptura protestante. ¿Cuáles fueron las causas de la misma y sus principales manifestaciones? Podemos destacar las siguientes:

 

  • Falta de pureza moral y de disciplina en muchos eclesiásticos. Seguramente, esta es la causa mayor o, al menos, la más ostentosamente alegada. Su eficacia se potencia por el hecho de que es una causa interna, que descomponía a la Iglesia desde dentro y le impedía presentar un frente defensivo unido y solvente. A la falta de pureza moral y de disciplina, podría añadirse la ignorancia, incluso a nivel filosófico y teológico, de numerosos clérigos.
  • Confusión en el Papado del señorío temporal y la jefatura religiosa. Los papas de esta época, seguramente escarmentados por el cisma de Avignon, pretenden blindarse frente a la intromisión de los reyes mediante un afianzamiento de los Estados pontificios, tratando de conseguir la supremacía sobre casi toda Italia. En sus aspiraciones políticas, llegan a aliarse con unos Estados y a enfrentarse militarmente a otros, con el lógico enfado de las potencias preteridas.
  • Tensiones entre Órdenes religiosas, y entre el alto y el bajo clero. Como decíamos antes, la Iglesia padece a la sazón una falta de unidad y disciplina. Pues bien, ello es muchas veces consecuencia de las disensiones entre las diversas Órdenes (agustinos, dominicos, franciscanos, etc.) y de las enormes diferencias de cultura, ambiente y capacidad económica entre los obispos y altos dignatarios eclesiásticos de una parte, y la clerecía de las zonas rurales y de los barrios pobres de las ciudades, de otra.
  • Colisión de la Iglesia con el Humanismo y la Nueva Ciencia. Por razones teológicas o de prestigio (disputas universitarias) la Iglesia va a chocar con las ideas mantenidas por muchos humanistas y científicos punteros. Estos no siempre cederán, se enfrentarán a la Iglesia y caerán en declaraciones de herejía que, ante los hombres cultos, desprestigian más a la institución eclesial que a los  supuestos herejes.

 

 

  1. LA REFORMA PROTESTANTE.

 

      No es posible presentar el Protestantismo como un todo unitario. Por eso, tras dedicar un apartado a las “manifestaciones generales” de la Reforma, trataremos en otro de sus “grandes corrientes”.

 

 

     Manifestaciones generales de la Reforma.

 

  • Rechazo de la jerarquía. Prácticamente todos los protestantes rechazan el Papado. Muchos de ellos no aceptan tampoco la jerarquía episcopal. Algunos (muy pocos, en la primera época) tampoco admiten la ordenación sacerdotal. En consecuencia, no sólo hacen casi imposible la unidad entre ellos, sino que potencian el papel de los señores laicos, como veremos poco más adelante.
  • Rechazo del culto a la Virgen y a los santos. Los excesos y supersticiones de estos cultos llevaron a la mayoría de los protestantes a prohibirlos, limitando el interés religioso a la Trinidad.
  • Mayor participación de los laicos en la vida y doctrina de la Iglesia. La desaparición, más o menos completa, de la unidad y jerarquía religiosas dieron a los miembros poderosos de las iglesias protestantes el control sobre ellas. Por otra parte, los laicos pasaron a tener el poder económico y de designación de los pastores en sus iglesias. Finalmente, el libre examen, precedido de la traducción de la Biblia a las lenguas nacionales, descartó la tradición y el argumento de autoridad en la interpretación de los textos sagrados por los fieles.
  • Limitación del poder político y económico de la Iglesia. Los protestantes entienden que las iglesias y sus pastores han de ser mantenidos con las aportaciones de los fieles, no mediante bienes inmuebles de propiedad eclesiástica. Como punto de partida, dichos bienes son incautados por los reyes y grandes nobles, que suelen venderlos a continuación. Así, la asunción del protestantismo se convirtió en un gran negocio económico y propició la aparición de un exclusivismo político-eclesial (cuius regio, eius et religio).
  • Divisiones internas.  El protestantismo pronto se fragmenta, no sólo por problemas dogmáticos propiciados por la novedad y el libre examen, sino también por la intervención de nobles y reyes, como hemos indicado en el epígrafe anterior. Así, en muchos casos, la supremacía papal o episcopal vino a ser sustituida por la intromisión, mucho menos justificada, de los señores temporales.

 

 

      Grandes corrientes protestantes.

 

  • Luteranismo. Derivado de la prístina y gran figura de Martín Lutero, esta corriente puede ser considerada como moderada o intermedia en los protestantes de la primera época. Su clave dogmática es la justificación por la fe y su afirmación más fecunda, el libre examen de la Biblia, que Lutero tradujo brillantemente al alemán.
  • Calvinismo. Iniciado en Juan Calvino, puede reputarse como la forma más violenta y extremista del protestantismo inicial. Debelador de la jerarquía, sostiene la predestinación como fundamento de la salvación. Su estricta moral, propone una vida austera y laboriosa.
  • Anglicanismo. Fue inicialmente, más un cisma antipapal, que una iglesia protestante. Constituye la forma menos original del protestantismo del siglo XVI y nunca ha dejado de ser una forma intermedia entre catolicismo y protestantismo, cuya unificación podría haberse logrado con cierta facilidad, de no ser por el rechazo del Papado, y su sustitución, como cabeza de la iglesia, por la Corona británica.
  • Su respectiva difusión. Dejando a un lado temporales extensiones no consolidadas, podemos decir que el Luteranismo se extendió por Alemania y Escandinavia; el Calvinismo, por Suiza, Holanda, Francia (posteriormente recuperada de manera total para el catolicismo) y Escocia; el anglicanismo se hizo fuerte, como es natural, en Inglaterra (y, por extensión ulterior, en sus colonias).

 

 

      3.  LA CONTRARREFORMA CATÓLICA.

 

     Tras unas décadas decisivas, que la Iglesia católica perdió entre la sorpresa y la dureza, se produjo un movimiento de afirmación y regeneración eclesiástica, que se conoce con el nombre de Contrarreforma, el cual, entre otras cosas, logró recuperar con ayuda política externa (España, el Imperio) parte del terreno perdido, sobre todo, en la Europa eslava.

 

      ¿Cuáles son las principales manifestaciones de esta Contrarreforma? Destaquemos las siguientes:

 

  • Afirmación del dogma. Se define, de manera rigurosa y en absoluto contemporizadora, en el Concilio de Trento (1545-1563), que también trata de superar las faltas de moral, disciplina y conocimientos del clero, que reconoce como en parte responsables del alejamiento protestante.
  • Afirmación papal. El Papa sale fortalecido en su autoridad canónica y ética, aunque, en lo sucesivo, tiene que actuar más cuidadosamente en materias de política y de moral. Surge una Orden religiosa (la más influyente de la Iglesia durante siglos) que tiene como característica propia la exacerbada obediencia a la voluntad del Papa: los jesuitas.
  • Afirmación cultural. La Iglesia trata de reconquistar el favor de los intelectuales y del pueblo llano, reafirmando su papel conocedor y difusor de la cultura. La Contrarreforma adquiere una notable importancia en el siglo siguiente, el XVII, cuando el arte y cultura barrocos tengan un notabilísimo ingrediente religioso. De ello trataremos en la lección 16.
  • Afirmación militar. Apoyada en España, el Imperio y, posteriormente, Francia, la Iglesia tratará de recuperar por la fuerza su primacía en los territorios protestantes. Lo conseguirá sólo en parte y ese relativo fracaso consumará la división religiosa de la Europa central y occidental.

 

 

 

 

 

viernes, 20 de septiembre de 2013

LA VISITA DE VON FAUPEL



La visita de von Faupel[1]

Por Federico Bello Landrove



     Un día de abril de 1937, el embajador alemán gira imaginaria visita oficial a una nada imaginaria ciudad castellana. Los fastos de tal efeméride y la vida diaria de algunas personas allegadas y corrientes fluyen en paralelo, o se entrecruzan con tan notable evento. He aquí la pequeña crónica de este día particular[2].






1.  Los novios


     De la primera página del Noticiero de Castellar, correspondiente al martes, 13 de abril de 1937:


     Conforme hemos informado a nuestros lectores en días precedentes, hoy visitará por primera vez nuestra ciudad el Embajador del Reich Alemán, general Wilhelm von Faupel. El programa de actos será el siguiente...


     Como es natural, tan fausta noticia había de compartir interés informativo con las referencias al reciente bombardeo de la ciudad por un avión enemigo, cuyas víctimas mortales seguían incrementándose; los tremendos descalabros –de los rojos, por supuesto- en el frente de Madrid, que presagiaban otros mayores en aquel día, martes y trece; y, muy especialmente, con la glosa de Millán Astray al lapidario compromiso de Franco, de que ningún español pasará hambre, que el bizarro fundador de la Legión vinculaba con el ubicuo aviso, en este pueblo está prohibida la mendicidad [3].


     Ignoro si Solita habría hojeado el diario antes de ponerse de tiros largos. Lo dudo, pues no es habitual que una novia lea el periódico el día de su boda y –menos aún- celebrándose la ceremonia a las diez de la mañana. La hora resultaba un tanto intempestiva para los invitados, si bien estos eran tan pocos e íntimos, que lo menos que podrían hacer era madrugar un poco. Y, además, se trataba de un momento convenido por los futuros esposos, dadas sus circunstancias; como lo era la sencillez del atuendo, que bien podían los novios pasar desapercibidos para cualquier transeúnte que se les cruzase.


     Desde luego, no era tanto como mendicidad lo que llevaba ante el altar a Solita, aunque no le anduviera lejos. Aquella dulce y menuda treintañera había llegado a resultar un ornato demasiado costoso en casa de su cuñada, después del fusilamiento de su hermano y de que a esta la echaran de la escuela en que profesaba hasta finales del curso anterior. Treinta y cuatro abriles no son carga pesada, pero ella se sentía una tita solterona, cada vez que Luisito se erguía junto a ella, o se percataba de que las canas empezaban a menudear. Decidió, pues, que su destino no era el himeneo y acudió a remedios más serviles y provisorios. No obstante, Merche –su conocida del Corrillo- tenía para ella otras metas:


-          Como comprenderás, estaría encantada de confiarte el cuidado de los niños, pero se me hace muy cuesta arriba que te coloques de niñera, con lo que tú vales.

-          Mujer, atender a tus hijos no tiene para mí nada de ingrato. Ya sabes lo mal que hemos quedado. Nos vemos negras para pagar el alquiler; y otras cosas, ni te cuento.

-          Sí, pero tú eres todavía joven y se te dan muy bien los niños. ¿Por qué no...?


     Aquí, Solita tuvo que tragar con un emocionado alegato en favor del matrimonio. No de uno normal, sino de la coyunda con algún caballero mutilado, de tantos como la guerra iba dejando. Se trataba de un proyecto generoso y abierto a la ilusión, como afirmaban los folletos y consignas de la Sección Femenina. Y, al propio tiempo, era una solución muy conveniente para casos como el de Solita, tan carente de fortuna, como capaz de cariño.


-          Piénsatelo, concluyó Merche. No tendrías que hacerte la visible en ciertos ambientes, ni correr el albur de casarte con un desconocido. Yo misma podría seleccionar algunos caballeros no muy perjudicados, presentártelos con discreción y, luego, tú elegirías.


     Solita salió indignada. De no haber necesitado tanto el estipendio, habría dejado colgados a los hijos de su amiga. Pero por la noche, a la tibieza de las mantas y la primavera, rumiaba la sugerencia de Merche, con la actitud de quien acaba encontrando interesante lo que primeramente despreció. ¿Era venderse por unas monedas o aceptar aquello que la suerte y la violencia le habían negado hasta ahora? ¿Por qué la caridad y una sabia elección –aunque dirigida- no pueden suplir con ventaja la pasión y la casualidad? En esas estaba, cuando le vino a la mente, como también a la boca, el aroma de las dos sardinas con pan que habían constituido toda su cena.


     Lo cual fue importante para afianzar su resolución. De otros factores coadyuvantes, escribiré seguidamente.


***


     Ignacio Mendívil era un maestro armero, con graduación de brigada, natural de Durango. Concienzudo y algo socarrón, había caído bien en aquella ciudad castellana, donde completaba su modesto sueldo con el de empleado de la armería La Precisa, en la Plaza Mayor, esquina a la calle Jesús. El suegro de Merche, labrador acomodado y conspicuo cazador, le confiaba el cuidado de su panoplia, siendo ese el motivo de que su nuera lo hubiese conocido cuando la Dictablanda de Berenguer. Alto, anguloso, atezado, apenas resaltaban en su anodina fisonomía unos ojillos brillantes de color cianita, dominados por una soberbia nariz.


     Decíase de nuestro armero que tenía relaciones con una carnicera del mercado del Val, talluda como él, viuda y frescachona. La verdad del rumor quedaba para los próximos, pues Ignacio vivía como soltero, en el pabellón de suboficiales de su regimiento, del que salía por las tardes para ganarse el mentado sobresueldo. No parecía sentir nostalgia de su terruño, al que volvía de Pascuas a Ramos. Tenía fama de habilidoso y honrado, según lo ponderaba su principal. A Merche le caía bien por su paciencia con el curioseo de los niños y –a qué ocultarlo- por la rotunda negativa a trapichear o reparar las armas que la familia de su marido acopiaba para la bélica ocasión que se veía venir.


-          Con Mendívil,  pinchamos en hueso –comentaban-.

-          No deja de ser vasco y esos, ya se sabe…


     Por vasco, o por necesitarlo en el frente, es lo cierto que Ignacio partió para el Guadarrama en los primeros días de la guerra y no tardó ni tres meses en regresar, con una pierna de menos. A cambio, lucía en la guerrera la medalla militar colectiva. Aunque Ignacio no veía razón para dejar de trabajar en lo suyo, el Diario Oficial del día de Nochebuena lo retiró del servicio activo, con ascenso a teniente y la honrosa distinción de la medalla de sufrimientos por la Patria. No era el mutilado persona de hacer antesala ni colocarse en cualquier puesto subalterno; así que alquiló una habitación sencilla en el Campillo y se dispuso a vivir con su retiro y sus muletas, al menos, hasta que terminara la guerra. De La Precisa, ni hablar: a su dueño le habían retirado la licencia, dado lo peligroso de la mercancía y el escaso entusiasmo manifestado por la Causa antes del éxito de esta en la ciudad.


     Habiendo sido toda esta peripecia conocida de Merche, intuyo que ya tenía un candidato para Solita cuando los consejos matrimoniales que he comentado. Con todo y eso, la influencia de su amiga de derechas habría resultado ineficaz, de no producirse una de aquellas casualidades que solo suceden en la vida real. Es el hecho que la patrona del Campillo era una buena señora venida muy a menos en los avatares guerreros, que habían despoblado su casa de varones, por motivos que ustedes deducirán sin más detalles. Hasta tres piezas hubo de poner a pensión, a fin de cubrir gastos y multas, atendiendo a su servicio con la ayuda de las hijas. Uno de los huéspedes era, en efecto, don Ignacio Mendívil, cuya seriedad y consideración llamaron la atención de Solita, quien visitaba la casa de huéspedes de doña Magdalena con cierta frecuencia, a fin de encargar algún vestido o –cada vez, más- de ayudar en la confección. Si las visitas eran más asiduas por alguna otra razón de tipo sentimental, es cosa que solo podemos imaginar.


     En resumen: la joven solterona vino en comprender que, de conjugar la caridad con la conveniencia, aquel era el momento y la persona adecuados. En cuanto a Ignacio, bastaron algunas miradas y pocas palabras para convencerlo de cambiar su solitaria habitación por una coqueta mansarda en la Costanilla, frente a la Casa del Santo Patrón. La buhardilla, apresuradamente elegida y alhajada, espera ya a la feliz pareja, tras los impolutos visillos de cadeneta. Pero, antes, el teniente maestro armero da los últimos toques a su uniforme, bajo la atenta mirada de su casera y de la hija mayor, que ha pedido permiso en la perfumería para asistir a la boda. La media luna del paragüero le devuelve la imagen de cuarentón bien conservado, torso tieso y mentón prominente. Si la luna fuese llena –vale decir, de cuerpo entero-, cabrían en ella la pernera vacía y las muletas recién barnizadas en nogal. Pero apenas hay tiempo de pensar en cosas tristes, ni echar un poco de menos la imposible presencia de sus padres en la ceremonia:


-          ¡Don Ignacio, que ya ha llegado el taxi!


     Monta en el brillante Hispano Suiza, junto a su improvisada madrina. Doña Magdalena avisa al conductor:


-          A la iglesia de San Miguel. Y conduzca despacio, que no tenemos prisa.

-          Puede que tardemos más de lo que se figuran –replica el taxista-. Con la visita del embajador alemán, está poco menos que cerrado todo el centro de Castellar.



2.  La ceremonia


-          Bien están el pudor y el luto. ¡Nadie mejor que yo lo sabe! Pero de eso a casarse de tapadillo, como dos jovenzuelos de penalti... Nada, que no lo consiento.

-          Lourditas, mujer, no creo que nosotras debamos intervenir en esas cosas...

-          ... Que también son un poco nuestras... No te preocupes, obraré con discreción.


     De Merche a Lourditas, el diálogo cuyo final hemos sorprendido tenía lugar entre nuestra celestina y su buena amiga y jefa política, la bienintencionada viuda del Caudillo de Castellar. Lógico es que esta sintiese como propia la primera boda auspiciada por ella entre un caballero mutilado y una señorita de buenas prendas y costumbres, aunque de la cáscara amarga. Y algo habría que hacer para solemnizar tan inducido acontecimiento. Así que, como quien no quiere la cosa, dos ramos de blancas rosas tempranas lucirían en los jarrones de plata, a ambos lados del altar. Además, llamó al consiliario y preparó la logística ceremonial:


-          Le pide permiso al párroco para oficiar usted. Ya sabe cómo son esos curas añosos: cuatro latines deprisa y corriendo, que parece que se les enfría el chocolate. Destaque el valor y el cariño demostrado por ambos al unirse en sus circunstancias. ¡Ah! Y que la boda sea ante el Cristo yacente, con profusión de velas. En el altar mayor de esa iglesiona, con tan poca gente, se le cae a una el alma a los pies.


     Se quedó con ganas de mandar un fotógrafo, pero Merche la disuadió con una disculpa:


-          No hace falta. Ya les pediré yo una copia de la foto de estudio, como cosa mía.


    Y allí que se personó la feliz pareja y su menguado cortejo, a la hora señalada, a pesar de von Faupel y las cautelas del taxista. Despidieron a este, pues la jerifalte del Socorro de Invierno había puesto a disposición de los novios su Fiat oficial, con chófer y todo. De tan peripuesto, cualquiera diría que el conductor era el padrino, pero no. Después de bastante cavilación, habían pensado en el director de la Escuela de Comercio, para llevar a Solita hasta el altar. Don Rodolfo había vacilado al aceptar: a fin de cuentas, conocía poco a la familia y no era buena cosa políticamente el mezclarse con ellos. Finalmente, asintió en honor y a la memoria de quien sin duda habría sido el elegido para el padrinazgo, de no haberlo toreado a muerte el 26 de julio próximo pasado.


     Pensarán ustedes que soy un exagerado –o cosa peor- y he de admitir que llevan razón. Al bueno de don Benigno de Cabo no llegaron a hacerle faena en el ruedo: se limitaron a despenarlo a la puerta del coso del Paseo del Poeta, a la vista del público y con permiso de la autoridad. Tampoco lo impidió el tiempo.


     Pero abandonemos tan torvas imágenes, que a nada bueno conducen. De hecho, doña Carmen, la viuda del profesor de aritmética mercantil, fija alternativamente los ojos en las rosas y en el rostro de su cuñada, en una de esas asociaciones de contrarios tan queridas de los novelistas: flores deslumbrantemente blancas y traje sastre severamente negro, apenas alegrado por el broche estrellado que devuelve las refulgencias de las velas.


     Don José María, el consiliario y oficiante, está excediéndose, sin duda, en el encargo que le confió Lourditas. Parece no darse cuenta de que el pequeño grupo ha de permanecer de pie, incómodos, ante el soberbio escenario de oro y gules, severo y penumbroso. En esto, que se filtra desde la calle el sonido marcial de una banda militar, sin duda procedente de Capitanía, para honrar al diplomático teutón. Don Rodolfo, de rancia estirpe musical gala, no puede evitar un giro de cabeza hacia la puerta, estupefacto. La banda pasa tocando, a modo de pasacalles, ¡La dama blanca, de Boieldieu![4] El juvenil páter halla en la rítmica melodía la inspiración para cantar la armonía de la religión y la milicia, pero decide poner rápido freno a su verborrea, al apreciar que el armero enjuga copioso sudor de su frente:


-          … En fin, queridos  Ignacio y Soledad, que vuestra felicidad sea completa y que Dios os bendiga con el fruto de los hijos.


     Un modesto armonio acompaña la salida de los esposos con los acordes de la marcha nupcial de Wagner. La brisa mece los gallardetes tricolores y las banderas con la cruz gamada, que alternan con las enseñas españolas. Luisito, poco ducho en símbolos extranjeros, pregunta:


-          Mamá, ¿Qué significa esa araña negra?


     Su madre se hace la sorda. Los recién casados suben al coche oficial, camino del cementerio, pues la novia se ha empeñado en depositar el ramo sobre la tumba de su hermano. A la puerta del camposanto, una compañía de honores espera en descanso la llegada del general-embajador, que ha de cumplir un ritual funerario similar.


-          A sus órdenes, mi teniente. ¿Van ustedes también a llevar flores a la tumba del Caudillo de Castellar?


     Mendívil mira a su flamante esposa, traga saliva y sonríe:


-          Una flor sobre su tumba se marchita; una lágrima en su recuerdo se evapora; una oración por su alma la recibe Dios[5].



3.  La cosecha del futuro


     El Führer, como todo el mundo sabe, siente un gran aprecio por los niños, la gran cosecha para el futuro de la Nación. Su embajador habrá de emularlo en Castellar, aunque ha puesto mala cara cuando se ha enterado del colegio escogido para el encuentro: religioso y selecto. Se ve que los organizadores de la jornada no han tenido en cuenta las fobias del diplomático, anticatólico y acomplejado por la aristocracia. Le han tenido que aclarar:


-          Esas monjas, Excelencia, llevan más de trescientos años educando especialmente a las niñas de todas las condiciones y clases sociales. Son el colegio femenino decano de Castellar. Y tienen muchas alumnas becarias.

-          ¿Es eso cierto?

-          Desde luego,  Herr General.

-          Pues quiero conocerlas. ¡Ah!, y que se tenga alguna atención especial con ellas.


     Aunque muy a última hora, el capricho del ilustre visitante llegó a conocimiento de la Madre Superiora, quien tomó a regañadientes las medidas oportunas. Y esa fue la razón por la que, cuando Rosita Cepeda fue a pedir permiso a la Prefecta para faltar en tan señalado día, recibió una rotunda negativa:


-          Imposible, niña. Te toca jugar un papel protagonista.

-          Pero, madre, es que estoy invitada a la boda de una amiga de mi familia.

-          Daremos vacación hacia las doce. Así que, si no es a la misa, podrás asistir al banquete.


      Rosita no estaba muy segura del significado de ser protagonista. Debía ser algo importante, pues Sor Indalecia le recomendó vivamente la mayor limpieza de uniforme y zapatos para ese día, dado que no tendrían que llevar babi. Ante la noticia, su madre, doña Magdalena, torció el gesto:


-          ¿Y te dejarán entrar ese día por la puerta principal?

-          No sé. De eso no me han dicho nada.

-          Está bien. Madrugarás más, para dejar el trabajo de casa hecho. Y esperemos que te permitan salir a tiempo de comer con nosotras. Si no, te guardaremos algo.


     La mañana del 13 de abril, en primera fila, de punta en blanco y con una cinta rosa en el pelo (imprevisto obsequio de su hada con toca, Sor Indalecia), Rosita se sintió, por primera vez en muchos meses, la muñequita que su padre mimaba entre besos y arrumacos, cuando cada mañana para ella aún lucía el sol.  


     Con estricta sujeción al horario previsto, el Señor Embajador saludó a las autoridades académicas, recorrió a paso ligero las más lujosas dependencias del colegio, engalanadas para la ocasión, y giró detenida visita a la clase de nueve años, elegida al efecto por estar recién pintada y tener hermosas vistas al jardín. Von Faupel hizo lo posible por suavizar lo adusto de su rictus, acarició algunas cabecitas de las dos primeras filas y se volvió a los ayudantes que portaban dos voluminosos paquetes:


-          Verteilung, ordenó[6].


     Como por ensalmo, uno de los propios realizó la distribución de las divertidas Historias de Till, en la traducción española de Araluce[7]. El otro, más prosaico, repartió bolsitas de celofán llenas de golosinas, con cintas rojo-blanco-negro como cierre. Entre tanto, el general inquirió a la Superiora:


-          ¿Las becarias?

-          ¡Huy, tenemos muchas! En esta clase, son tres. Estas.



     Entre ellas, Rosita destacaba por su estatura y extrema delgadez. Con su menguado castellano, aprendido en América, el embajador sentenció:


-          Os esperamos este verano en uno de los campamentos del Reich.


     Al punto, alguien del séquito tomó buena nota de los nombres, mientras su jefe trataba de prender de los uniformes una escarapela con la esvástica. Mas, habiendo encontrado dificultades para perforar solo la tela, von Faupel se encogió de hombros, puso las insignias en las manos de las afortunadas y, con un sonoro adiós, niñas, salió a todo gas del aula.






     Media hora después, el Colegio La Docencia se vaciaba de alumnas. Entre las más remolonas, las del cuarto curso, que devoraban galletas y confites entre la sorpresa y la envidia de sus compañeras. Bien habría querido Rosita compartir los dulces con mamá y con doña Carmen pero el desayuno había sido corto y largo el camino hasta casa. Por más que..., ¡pues no lo había olvidado!: ¡La boda! Tal vez llegase a tiempo a La Central, donde se celebraba la comida. Por de pronto, ya llevaba la andorga bien repleta de golosinas, por si las moscas.


     Así pues, acortó el paso y sujetó con firmeza el asa de la cartera: La escarapela no valía gran cosa pero aquel libro de pastas azules, con un burro a todo color pasando con la lengua las páginas de un infolio, prometía diversión. Y no era cosa esta que abundara últimamente en su vida.  



4.  El regalo envenenado


     Lo del lugar del convite había propiciado una de las primeras discusiones entre Solita e Ignacio. Este, aunque poco dado a los dispendios, había sugerido como sede La Goya, el popular merendero a orillas del río. Incluso había apoyado la candidatura con un argumento que juzgaba irresistible para su futura mujer:


-          Dicen que ahí almorzaba Largo Caballero cuando venía a Castellar.


     Ni por esas. A Solita le encantó desde el primer momento la idea de comer en la intimidad, en el amplio recinto de La Central, el almacén de comestibles y coloniales regentado por Asunción Mateo, madre del finado Benigno de Cabo y de Solita, la contrayente. Doña Asun era la reina de las grandes ocurrencias, como cuando decidió llevarse a Luisito a vivir con ella, en vista del hambre que pasaba en casa de su madre:


-          No se hable más, que para eso es mi nieto. Vivimos a dos pasos y tanto duelo en casa no es bueno para un niño. Cuando acabe la guerra, ya veremos.


     La matriarca –como jocosamente la llamaba el difunto don Benigno, no sin un punto de admiración- había tenido la feliz idea de celebrar el banquete en el amplio recinto comprendido entre los mostradores y la entrada. Mesas, tablas y caballetes aparecieron súbitamente, cubiertos de manteles con guarnición de randa. Historiadas cuberterías de alpaca brotaron de insospechados estuches y las estanterías volcaron los mejores vinos y los más finos embutidos. La bullabesa y el confit cruzarían la calle, procedentes de la cocina de El Norte, a manos enguantadas de dos camareros de esmoquin contratados para la ocasión. Por si todo ello fuera poco, la providencia había querido que el Alcalde ordenase cerrar los establecimientos próximos a la Plaza Mayor en señal de respeto y realce hacia nuestro ilustre Huésped. Así pues, la celebración no estaría reñida con el negocio.


***


     Rosita llegó a tiempo para la comida, mas el abuso de dulces le había estragado el estómago. No tenía apetito y, aún peor, la sola visión y aroma de las viandas le producía sofocos. Sentada entre su hermana mayor, Dori, y Luisito, su novio in péctore, veía pasar los aperitivos y hacía como si probase bocado. Las vaharadas de Maderas de Oriente le llegaban de la carnosa anatomía fraterna, provocándole náuseas. Luisito hablaba y hablaba, agudizando su sensación de mareo. Don Rodolfo hacía los honores, sin dejar por ello de mantener una amable conversación con los más próximos, procurando quedar a bien con todos, cosa difícil en aquellos tiempos tan recios:


-          Pues fíjense a qué extremos llega la propaganda, que los nacionales han bombardeado Madrid con bocadillos y paquetes de tabaco, envueltos en la bandera rojigualda y acompañados de octavillas en que se leía aquello de ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan[8].

-          Algo de eso había oído –comentó Mendívil-. Dicen que muchos no quisieron comer lo que se les tiraba, por decir que eso era tratarlos como a perros.

-          Pues apurado te veas, sentenció Dori. Al fin y al cabo, si tienen que soportar las bombas, no veo por qué hacer ascos al pan con chorizo.

-          A veces, Dori –saltó doña Magdalena-, no pareces hija de tu padre.


     Se hizo un espeso silencio que don Rodolfo decidió romper, sintiéndose un poco culpable por haber sacado a colación aquella historia:


-          Parece que fueron los niños los más decididos en aprovechar el imprevisto regalo. A los mayores –ironizó- les quitó el apetito la advertencia del general Miaja, de que los bocadillos podían estar envenenados.


     Sería por la alusión al veneno enemigo o, sencillamente, por los excesos pasados. El hecho es que Rosita salió corriendo en dirección al almacén de la trastienda y allí fue dejando, lo más escondido que pudo, cuanto le sobraba en su interior. Para su felicidad, no la siguió nadie, ni parecieron preocuparse por su desalado mutis. Tenía que ser el metepatas de Luisito el que la interpelara a su regreso:


-          ¿Te pasa algo? Estás muy pálida.

-          Nada, rezongó. Me atraganté con un trozo de pescado de la bullanguera.


     Las risas trocaron en arrebol la lividez de la niña. Afuera, altavoces improvisadamente instalados lanzaban al viento los sones de Die Fahne hoch[9]. Don Rodolfo, especialista en quitar hierro a las situaciones embarazosas, preguntó al esposo:


-          ¿A dónde piensan ir en viaje de novios?

-          Hemos ofrecido una visita al Cristo de Málaga[10].

-          Aquí, Ignacio –aclaró Solita-, que como la imagen también está mutilada…





5.  El poder de la vocación


-          ¿Vienes, Rosita?


     La interpelada se sorprendió. Aunque era la hora de su habitual clase vespertina, esperaba que doña Carmen le perdonase la de aquel día señalado. Con todo, no hizo ascos a la invitación, pues algo en su conciencia la animaba a sincerarse con su maestra del alma.


     Subieron con parsimonia la cuesta continua que enlazaba los Soportales con la coqueta plaza de los Alerces. Formaban una curiosa pareja, así, del brazo y conversando. Doña Carmen Moreno, viuda de Cabo, bien podría haber parecido hermana de Solita, en vez de su cuñada. Alguien, que la conoció bien, me la describió una vez: Menuda y bonita, sobresalían sobre todo en ella sus grandes ojos negros y sus largas pestañas. Y, junto a ella, con la cartera al costado opuesto, Rosita, esbelta y sutil, tenía ya casi su misma estatura, de modo que caminaba con su cabeza ligeramente curvada hacia la mejilla de la profesora, que ya solo lo era de título, pues había sido privada de su plaza por derecho de consorte, es decir, por haber sido esposa de su marido.


     Meses atrás, cuando el hogar de doña Magdalena hubo de transmutar en casa de huéspedes, con todo lo que ello llevaba aparejado, Carmen se había ofrecido a darle clase por las tardes, para completar su formación. Aquel ritual había llegado a tener algo de iniciático: ¡no era nada, tener una maestra particular, empeñada en abrirle las ansias de saber, más que en transmitirle sus propios saberes! El ratito comprometido se había ido convirtiendo en media tarde, en especial, cuando el sol alargaba su periplo y los árboles de la plaza verdegueaban. ¡Cuántas veces bajó corriendo todo el trayecto de vuelta hasta su casa, para no llegar más allá de las siete y media, hora marcada de poner la mesa para don Ignacio y compañía, así como de echar una miradita al puchero con las sopas de ajo!


     En el Ochavo se tropezaron con la comitiva rodada del Embajador, que se retiraba del Ayuntamiento, tras haber yantado en el solemne salón de sesiones. Rosita creyó descubrir, en el señor arrellanado en el segundo vehículo, al mismo caballero orejudo y de mirada severa de la matinal del colegio. Asoció ideas y preguntó de sopetón a su maestra:


-          ¿Crees que mamá me dejará ir de campamento este verano?


***


-          Será mejor, querida, que dejes aquí esta bonita escarapela para que yo te la guarde.

-          Bueno.

-          Y que no cuentes en casa lo de que te zampaste todos los dulces.

-          ¿Por qué? ¿Es que también estaban envenenados?


     Doña Carmen sonrió:


-          En cierto modo pero, puesto que los vomitaste, ya no has de preocuparte por ello.

-          ¡Pues menos mal que no los repartí con nadie! –su conciencia empezaba a relajarse-

-          Sí, niña mía, menos mal.

-          ¿Y el libro?

-          Es muy divertido. Tanto o más que los de Celia y Cuchifritín[11].

-          Entonces, ¿puedo llevarlo a casa?

-          Claro; y, cuando lo hayas leído, ten la bondad de prestárselo a Luisito.


     Aquella tarde, Rosita se tomó su tiempo para regresar a casa. De una parte, sentía ya la conciencia libre como un pájaro; pero, de otra, le resultaba irresistible la tentación de examinar in situ las pintorescas ilustraciones del libro y empezar la lectura del primer capítulo. Eulenspiegel: menudo apellido. Estuvo a punto de provocarle un tropezón en el cruce de Cantarranas.


     A esa misma hora, el pesado Mercedes de Su Excelencia, el Embajador del Reich, sufría un reventón a la altura de Alaejos. ¿Iría von Faupel leyendo también las aventuras de su pícaro compatriota?


      









[1] Wilhelm (von) Faupel (1870-1945), general y diplomático alemán, primer embajador del Tercer Reich ante el gobierno del general Franco (1936-1937).
[2] Una giornata particolare, es el título original de la película dirigida por Ettore Scola en 1978, de la que es parcialmente tributaria la idea matriz de este relato mío.
[3]  Estas noticias están tomadas de la hemeroteca del diario ABC, ediciones de Madrid y Sevilla, correspondientes al martes, 13 de abril de 1937.
[4]  La inspirada obertura de La dame blanche (1825), de F.A. Boieldieu ha dado lugar a una divertida marcha militar, que actualmente (2013) puede hallarse en You Tube.
[5]  Conocida reflexión necrológica, debida inicialmente a San Agustín.
[6]  Reparto o distribución, en alemán.
[7]  Historias de Till, editorial Araluce, colección Las obras maestras al alcance de los niños, número 57, Barcelona, 1927 y ediciones sucesivas. La primera edición de las Hazañas de Till Eulenspiegel, parece haber sido la de la Tipografía Anuario de la Exportación, Barcelona, 1916.
[8] Consigna de Francisco Franco, muy aireada en la Guerra Civil.
[9] También llamada Horst Wessel Lied, himno del Partido nazi (1929).
[10] Imagen de finales del siglo XVII, obra de Jerónimo Gómez de Hermosilla, existente en un retablo de la parroquia catedralicia del Sagrario de Málaga, deliberadamente mutilada en 1936. La Hermandad de Caballeros Mutilados procesionó con ella en la Semana Santa malacitana entre 1939 y 1976.
[11]  Personajes de los entonces famosos libros infantiles de Elena Fortún (1886-1952), que empezaron a publicarse en 1929.